Negocios arriesgados (privado)

Elora arrugó la nota entre sus dedos y la lanzó al fuego. Aquellas palabras eran como una sentencia de muerte, Sirius estaba en peligro, la Inquisición había sabido de él y de su viaje en el tiempo, según decía ese informante, porque rastrearon la magia empleada. La bruja se había dedicado a intercambiar mensajes con un espía de la otra realidad, había desarrollado un sistema de comunicación mediante notas escondidas en libros que aparecían de la noche a la mañana. El informante recibía hechizos de su grimorio e ingentes cantidades de dinero.

Según su topo, un brujo muy poderoso habría cruzado el portal y ahora estaría en París tratando de dar con el pequeño. Los haría venir a todos, porque en Noruega no podía protegerlos, ya tenían mil enemigos, allí su magia los mantendría seguros. De todos modos, no dejaría al azar ningun cabo, no sabía que tipo de magia empleaba dicho brujo, podría ser como el cabrón de Stein, y contra el control mental ella no podía hacer nada. Los únicos que no se sometían a esa disciplina eran los vampiros. Preguntó por la Orden y le dieron un par de nombres, pero aquel  destacaba. Redactó una nota y le pidió encontrarse en el Café frente a la Ópera Garnier, estaba lleno de gente que asistía a la función.*

La incesante búsqueda de mi hermano me había traído nuevamente a tierras francesas, Paris, la ciudad del amor, era algo sarcástico teniendo en cuenta que mi venganza no se trataba de otra cosa que de ese sentimiento que arrasaba montañas. Había tocado todos los palos, desde informadores bien ubicados en la ciudad, a brujas videntes. El aura de mi hermano era ocultada por algo poderoso, la rata huía del gato y algo me decía que Indigo, mi sire, jugaba su particular jugada de ajedrez en estos momentos bebiendo de su copa de vino.

Cuando me llegó la nota con el remitente de una tal Elora, desconocía quien era esa mujer, mas no me costó demasiado descubrir que ademas de bruja estaba bien acompañada en esa ciudad. Una orden de cazadores jugaba a su favor y quizás por medio de estos pudiera obtener información sobre el paradero de mi hermano. Nada perdía por intentarlo ,ademas admitía que la curiosidad de saber que podía necesitar de mi una mujer como ella me llevó a la cita aquella noche frente a la Opera Garnier. Tomé asiento en la cafetería, por supuesto no pedí nada, yo no era mucho de cafés, quizás en una taberna me hubiera entonado mas, pero aquí el tedio me podía matar. Tomé le periódico y le dije a la joven que esperaba una amiga, que mas tarde pediría.*

La bruja llegó enfundada en un llamativo vestido amarillo y marrón, no le importaba llamar la atención, de hecho lo prefería ya que estaba quedando con un desconocido y no sabía en qué podía quedar aquello. Cuanta más gente la viera, mejor.  Preguntó en la barra y le indicaron dónde estaba sentado el caballero, que por su aura, detectó de inmediato. Pidió una botella de vino blanco y se sentó frente a Varinaël con las manos juntas y mirándolo a los ojos.

— Soy Elora Paine. ¿Podemos hablarnos de tú? No me gusta que me traten de usted, me parece muy formal y esto es un negocio de todo menos formal.— Les llevaron la botella a la mesa y la bruja tomó la copa con una mano mirándolo desde el borde del cristal.— Necesito que mates a alguien. Pon el precio.— directa al grano, y no se lo pediría a la manada de licántropos porque no quería incriminarlos.*

Deslicé mis ojos por el cuerpo de la bruja enfundada en aquel ceñido vestido e tonos amarillos, un desperdicio de mujer..Esperé que tomara asiento, esta no parecía intimidada por mi aura, tampoco yo por la ajena por mucho que centelleara fruto de su poder. Si algo traía consigo la eternidad ademas de una dosis de tedio que cada vez era mas difícil de eliminar, era la creencia de que nada te puede matar.
-He echo los deberes antes de venir, se quien eres y tu sabes quien soy. Tomó la botella con la diestra para servirse y sin cortarse un pelo dejó caer con descaro la misión para la que iba a ser contratado. Mi sonrisa se ladeo, francamente no me escandalicé, a lo largo de los milenios muchas eran las muertes que portaba a mis espaldas, tantas que ya no las contaba.
-Matar a alguien -mordí mi labio inferior -tengo mis reglas, no mato niños, ni mujeres en cinta, tampoco ancianos...por lo demás...no tengo grandes problemas. El precio nada tiene que ver con el dinero, necesito una ubicación, sin mas...pero no es fácil dar con las ratas, de serlo yo mismo lo hubiera hecho hace tiempo. ¿Hay trato? -conciso y tan directo como ella ¿Para que perder el tiempo?*

— Hay trato. Pero no será fácil, ni tu parte ni la mía. Estamos hablando de un hechicero con control mental al que tú debes ser inmune. Y estamos de hablando de alguien que no quiere ser encontrado.— levantó la copa brindando por los negocios sencillos, claros y concisos.— ¿y tú qué te cuentas? ¿hay algo que quieras saber? No sé… tenemos un botella de vino, unas vistas bonitas…aprovechemos el momento.— sus palabras iban acompañadas de ese gesto felino que se gastaba la bruja cuando trataba de ser embaucadora, aunque todo su cuerpo gritaba que estaba tensa.*

Había trato, con eso bastaba para mi para cerrar un negocio ventajoso sin duda para ambos, me gustaban los retos y bueno, no seria ni de lejos el primer hechicero ni el ultimo que caería de rodillas frente a mi suplicando. Alcé mi copa tras rellenarla y moví ligeramente el vino olfateandolo, aprecié su color e intacta volví a dejarla sobre la mesa elevando la mirada hasta la de la bruja que ahora pretendía ¿pasar el rato?
Mi ceja se alzó ligeramente y mi sonrisa al tiempo se ladeo relajando mi cuerpo que hasta ese instante se había mantenido alerta.
-Si no supiera que eres lesbiana pensaría que pretendes ligar conmigo -apunté con la misma sinceridad con la que hasta ahora había procedido. Mi cuerpo se echó hacia adelante abandonando el respaldo de la silla para hablarle entre susurros.
-Confieso que no me gusta perder el tiempo. Del bolsillo de mi chaleco saqué una tarjeta con la dirección de una de mis bodegas -no entiendes de vinos, quizás algún día pueda explicarte las diferencias. Encantado, ya sabes como localizarme.
Me alcé de la mesa, el trato estaba zanjado, ella debía volver a casa y yo...ya vería.*

Le devolvió una mueca casi de alivio.— Bien, una cosa menos de qué preocuparme, esto de tener que aparentar es una mierda. Pero si en algún momento se te ocurriese acercarte a mis venas, que sepas que soy indigesta y causo alergia a los de tu especie. Te dará un sarpullido genital terrible y se te derretirán los ojos.—Levantó la copa en señal de estar de acuerdo con sus palabras.— Y tú no entiendes de mujeres. Quizás algún día pueda explicarte algún truco.— le guiñó el ojo y lo dejó levantarse mientras miraba hacia la Opera.*

Me detuve a su lado, no pude evitar sonreír al escuchar toda esa sarta de estupideces, con la diestra aparté la melena de su cuello y como si fuera la copa antes servida mis ojos se deslizaron con descaro por su yugular, me relamí acercándome, rozando con mi nariz la piel de su cuello inspirando su aroma.
-Lo dudo, creo que sería una gran cata -susurré contra su piel enderezando mi espalda de nuevo despues.
-Podemos beber vino y acabar en un burdel, seguro que nuestros gustos son parecidos -le devolví el guiño de ojo y caminé hacia el exterior alzando las solapas de mi gabardina y cubriendo ligeramente mi boca para que nadie apreciara que por mis labios no salía ningún vaho*

Beber vino y acabar en un burdel. Pues no tenía fe el vampiro. ¿Para qué acabar en un burdel si tenía en casa lo que necesitaba? En fin, de todos era sabido que los grandes empresarios cerraban los tratos así, pero no era su caso, y Varinael no se dio cuenta que cuando la agarró y paseó sus colmillos por su yugular, la bruja tuvo a tiro su pelo. Le arrancó unos pocos hilos castaños y los guardó en el bolsillo, lo necesitaría para localizarlo y convocarlo. Y en un mal caso… hacerle magia negra.

Levantó su copa a modo de despedida y brindó por que se volvieran a encontrar con el trabajo bien hecho y las cosas claras.

Los siguientes días fueron agotadores, ningún hechizo de localización servía, ningún ente invocado desde el mundo espiritual sabía decirle dónde estaba el hermano de Varinäel. Quien quiera que fuera esa tal Indigo era muy buena cubriendo su rastro. Le quedaba sólo invocar a los primigenios, y eso siempre tenía un alto coste y un alto riesgo. Salió de casa en busca de la sangre de alguien perdido, era el ingrediente más difícil de encontrar. Se le ocurrió ir al hospital psiquiátrico, seguro que habría algún enfermo perdido en otra realidad que pudiera servir. Era un lugar horrible, rezumaba humedad en las paredes, se escuchaban gritos de agonía, cancioncillas infantiles entonadas por voces adultas cuya mente estaba rota y hecha añicos.

Sin duda era uno de los lugares más infrahumanos que había pisado y recordó cuando de joven se vio sola en París, rechazada por todo el mundo y la magia negra la absorbió. Podría haber acabado en un lugar así, amordazada, sacudida por choques eléctricos para curar su “enfermedad” que no era otra que la de poseer dones incomprensibles para la mente racional. Se tapó la nariz con una mano, olía a putrefacción y heces, era un hedor a humanidad decrépita que drenaba hasta el alma. No tuvo problemas con los guardas, el dinero hacía milagros y la dejaron pasar al pabellón de los más terminales, pacientes que no hablaban ni comían. Allí abrió una puerta y se sentó al lado de un hombre mayor, calvo excepto en las sienes, que tenía los ojos fijos en ningun punto. Olía a muerte próxima y no reaccionó ni a su voz ni a su tacto. Un alma perdida, era lo que necesitaba para invocar a los primigenios. Se armó de valor y sacó la daga ritual y el cuenco, la acercó a la garganta del pobre diablo y susurró las palabras rituales.

— Lo siento… será sólo un momento, y por fin podrás descansar y encontrar la luz hacia la que debes ir.— Rasgó su cuello y apenas sufrió una pequeña convulsión mientras sus ojos se apagaban y la sangre llenaba el cuenco y la celda. Llenó el tarro y lo cerró con un tapón de corcho. Estaba hecho. Había matado a una persona para poder invocar a entes superiores que le cedieran su poder. Era un monstruo, era oscura y siempre lo sería. Sabía que anidaba en ella un mal controlado, sabía que podía ponerse justificaciones de que lo hacía por Sirius y que era justo, que ese hombre descansaría de una vida terrible, pero en verdad se sentía sucia y como siempre la habían retratado: una bruja negra.

Se colocó los guantes y salió del psiquiátrico rumbo a la mansión Paine donde aún le quedaba mucho trabajo por hacer.

Desde que la bruja me hizo su oferta no había dejado de mover hilos, conocía a bastante gente de poder con los que comerciaba grandes partidas de vinos blancos riesling, así que tras tocar las teclas adecuadas me dieron un soplo. En la Cathedral de Notredam podría encontrar información sobre el inquisidor que buscaba...

Los pasos sonaban huecos por el pasillo de la hermosa Catedral, sonreí de medio lado frente a sus bancos vacíos, y aquellas figuras de dioses falsos que parecían observarme con temor.
Jamas comprendí que encontraban los cristianos en aquellos dioses humillados, en doloridos y masacrados. Quizás el propio reflejo de su decadencia mundana.

Nunca creí en los dioses pese a ser ingles, bueno, quizás con el ímpetu juvenil, pero el paso de las eras me había dejado claro que no existen y de hacerlo, padre e hijo eran cobardes que hacia demasiado tiempo me habían abandonado.
Una irónica carcajada se escapo de mis labios. Mas no había ido hasta allí para reírme, mas bien todo lo contrario, estaba dispuesto a sacar la información que necesitaba a toda costa, pues de eso dependía que la bruja me diera la dirección donde se escondía mi hermano, mi venganza sería servida en bandeja de plata.

No tarde en encontrar a mi victima, podía oír su corazón latir como un tambor, escondido en lo que ellos llaman confesionario parecía rezarle a todos los santos.
Mis pasos se aceleraron, mas no lo suficiente como para darle una muerte ni rápida ni digna, no merecía ninguna de ellas.

Abrí la compuerta y lo alce por el cuello, un cobarde sacerdote de mediana edad y vestiduras negras como el tizón me miraba entre suplicante y aterrado mientras aferraba una cruz entre sus inmundos dedos y rezaba bien no se que.

-¿Donde están tus dioses ahora? -musite con desprecio.
Pedí la información que necesitaba, un inquisidor que había llegado apenas hacía unos días a la ciudad y que como refugio había encontrado el monasterio de los Cordeliers es una antigua iglesia gótica, que fue el lugar de la creación del famoso club de Cordeliers, fundado por Camille Desmoulins en 1789 durante la Revolución Francesa.

Ladeé la sonrisa antes de romperle su grueso y sudoroso cuello.

Ate al cadáver por los pies en el interior del confesionario emulando la cruz invertida, y raje su cuello con mis dientes manchando así el suelo sagrado de carmesí.

Tras matar a una persona para obtener la sangre de un alma perdida, pasó varios días encerrada en su despacho oculto tras la pared del despacho oficial en la mansión Paine. Invocar a los primigienios tenía altos costes, pero es que la petición del vampiro había resultado ser mucho más compleja de lo que esperaba y donde quiera que estuviera el hermano del inmortal había alguien cubriendo su rastro a conciencia, magia arcana muy potente que impedía a los entes normales localizarlos.

Se frotó las sienes porque había trabajado muy duro en ese hechizo y si la cagaba al final todo sería en balde. El reloj de la mansión dio un par de campanadas, era la hora. Había pedido a Varinaël que acudiese a su casa a las 4, la hora del demonio se prolongaba de las 2 a las 3 y si no conseguía extraer esa información, ya no lo conseguiría. Vertió los ingredientes en un recipiente grande y cóncavo, pulido como espejo. Recitó los conjuros, extendió las manos y vertió la sangre de sus propias venas sobre la amalgama de asquerosidades varias que llevaba esa invocación. Se vendó las muñecas después apretando con fuerza para parar el sangrado. Vertió a continuación la sangre del muerto conservada con ajenjo y recitó las palabras. Del líquido negro surgieron como burbujas que empezaron a elevarse al invocar a los primigenios y a la bruja los ojos se le pusieron negros, las venas del cuello también se tiñeron de ese color, el pelo comenzó a flotarle preso de la electricidad estática y la masa sanguinolenta formó una silueta. La cosa comenzó a moverse como si fuera una boca y le habló en el lenguaje del abismo, en las palabras de la nada; Elora entendió su idioma porque la magia nigromante nacía del más profundo caos sin forma ni luz. Cuando la información le fue revelada golpeó el cuenco y éste salpicó la sangre en todas direcciones rompiéndose la comunicación con el más allá de los ancestros y la bruja cayó sobre su silla agotada.*

El párroco había escupido la información con su ultimo hálito de vida y aun así parecía que aquel inquisidor era experto en ocultar su rastro, sin duda contaba con alguien en esta realidad que le estaba ayudando a esconder su paradero, como si supiera que iba a ser buscado en cuanto sus pies tocaran el suelo.
Tenía muchos contactos, así que fui tirando de distintos hilos peor la mayoría simplemente me llevaban a callejones sin salida y el mas certero acabó en una pelea contra un aquelarre en la que si bien es cierto muchos de ellos perecieron quedé herido en el intento de dar alcance al inquisidor maldito.
No me gustaba perder ni jugando a las chapas, peor admitía que la bruja había sido escueta en las posibilidades de ese hijo puta cuando me envió en su búsqueda.
No era lo sino matar a un hechicero que a un clan de muchos de ellos.

Habíamos quedado a las 4 en su mansión, me coloqué la camisola con cuidado, llevaba en mi pecho varias marcas del enfrentamiento que hacía apenas un par de días había sufrido. De normal mis heridas sanaban de inmediato, pero en esta ocasión algún tipo de magia había envenenado mi carnaza debilitándome.

Golpeé la puerta de la casona, la noche había caído hacia ya bastantes horas, así que en principio hablaríamos de nuestros avances y cada uno volvería a sus vidas, esperaba que la señora de la casa hubiera tenido mas éxito que yo porque si no tendríamos un problema los dos. No solía perder los nervios o al menos intentaba no hacerlo, controlar ese carácter impetuoso de guerrero, pero algo me decía que esa bruja podía sacar mi peor parte casi sin proponérselo.
Volví a golpear la puerta esperando respuesta.*

Jana estaba en la sala de estar, su señora le había dicho que esperaba visita a las 4 y que lo hiciera pasar al despacho. La chica la sacó de un burdel y desde entonces había sido su sombra, su mano derecha y la mejor empleada y amiga que pudiera tener Elora. Le pagaba muchísimo más de lo que cobraría ninguna ama de llaves, había empleado a su hermano, ex-presidiario, y a cambio sólo le pedía discreción. La mujer abrió la puerta sin ceremonias ni palabras corteses. Lo hizo pasar y lo llevó hasta el despacho donde lo dejó frente a la puerta. Estaba custodiado por los entes de Elora y aunque ella podía cruzar esa puerta, no quería comprobar si el invitado iba a ser destripado, así que desapareció por el pasillo. La bruja los había advertido y no intentaron nada contra Varinaël, pero el lugar daba escalofríos, era como sentir un aliento frio en la nuca, susurros escondidos por las equinas y esa sensación de estar vigilado.

— Adelante.— una voz débil surgió del otro lado. Elora estaba sentada en su butaca, cubierta de salpicones de sangre negra, medio despacho calcinado y un hedor importante a azufre. Sus muñecas vendadas aún supuraban algo de sangre roja.*

Me adentré en le despacho de la bruja, el hedor era importante en aquel lugar, así que no pude evitar arrugar la nariz ligeramente dejando clara una mueca de disgusto, me gustaba la pulcritud y ese lugar no estaba precisamente "limpio"
-Parece que has hecho una matanza ¿recibes así a todos los hombres que vienen a tu casa? -pregunté con una mueca socarrona -no quiero imaginar entonces como "sorprendes" a las mujeres.
Todos en Paris conocían la desviación sexual de la bruja, así que seguramente mi broma fuera algo para ella habitual. Me acerqué a la silla y la moví en el aire para dejar caer los trozos adheridos al asiento antes de dejarla en el suelo y sentarme frente a la bruja.
-Podías servirme algo de beber, vengo sediento.
En un vampiro esa palabra siempre tenía un doble significado, y en parte creo que ella lo sabía bien, no era un hombre en quien se pudiera confiar, aunque si cumplía mis pactos y esperaba que del mismo modo ella no me fallara.*

Los chismorreos siempre se cebaban con aquellos que eran diferentes, con los que no sucumbían al juego estúpido de la alta sociedad, demasiado aburrida para hacer algo de provecho y que se pasaban el día criticando. A Elora le daban igual, sí, era una trepa. Sí, había matado a su marido. Y sí, había amado a una mujer. Pero lo que no sabían la mayoría, y por contra Varinaël sí, es que además era una poderosa bruja nigromante y desde que su ancla se había marchado, escoraba hacia la oscuridad de forma bastante temeraria.

— Te reiría la broma, pero hasta tú sabes que es una mierda.— estaba agotada, invocar primigenios drenaba vida y energía a lo bestia. El vampiro era muy poderoso y antiguo, y si quería matarla, probablemente pudiera hacerlo sin problema porque apenas tenía energía para mantenerse consciente. Levantó las palmas de las manos con los codos apoyados en los reposabrazos del sillón, y a pesar de sus vendas manchadas, un par de gotas espesas de sangre rodaron desde las muñecas hacia abajo.— son profundos, he perdido mucha sangre, si te pasas moriré y no sabrás dónde está tu hermano. Te agradecería que me cerraras los cortes.

Si no lo hacía, tendría que pedirle a Jana que le cosiera el destrozo, y a ser posible antes de una hora o sería tarde. Pero contaba con que el cainita le hiciera ese favor, sólo con pasar su lengua por los cortes, no quedaría ni rastro. Cada cual tenía sus habilidades y a estas alturas Elora no le hacía ascos a nada si con eso conseguía sobrevivir. Su sangre era potente, cargada de muerte, de magia y de mucho dolor. El que pasó toda su infancia y juventud malviviendo en los bajos fondos, el que tuvo que sufrir cuando Mauritz le despellejó la espalda con el látigo, el viaje temporal en el que descubrió un futuro sin Xaryne, y ahora el presente en el que la cazadora no estaba, y que había dejado paso al desierto de hielo en la oscura alma de la bruja. Sólo su pequeña Arya llenaba sus días de algo parecido a humanidad.*

Ladeé la cabeza ligeramente al escuchar su petición, quería que cerrara sus heridas unas profundas que iban directamente a sus venas. Pocas eran las peticiones de ese tipo que me llegaban claro que pocas o ninguna eran las escenas de este tipo que me encontraba.
Me alcé de la silla con paso firme, elegante y me acerqué a ella como el depredador que era.
-Me permites -pedí llevando mis dos manos a su antebrazo para lazarlo.
Con cuidado aparté la venda que quedaba enredada y medio pegada a su piel hasta dejar a la vista la herida abierta que partía en dos su carnaza.
-Eso ha debido de doler.

Era un vampiro de 2500 años, era muy capaz de controlar la sed y aun así el olor de la sangre de la bruja tiró de mi logrando que mis ojos se tornaran brasas, gesto que delató mi hambre y que para nada pasó desapercibido para la bruja. La hubiera calmado, mas no hacia falta, a ninguno de los dos le interesaba matar al otro en estos momentos en el que los negocios estaban en auge entre nosotros. Llevé su muñeca contra mis labios, mi respiración se agitó al sentir contra estos su calor, el sabor férreo de la sangre que fluía por sus venas rauda.
Mi lengua repasó la herida de arriba a bajo bañándola en saliva, hasta que pronto empezó a regenerarse dejando en mi boca restos de carmesí que manchaban la comisura de mis belfos y el centro.
Repetí la operación con la zurda hasta que no quedó marca visible de la mutilación y en ese instante cerré los ojos buscado calmarme, su sangre tenia algo potente, mas que lo que hasta ese instante había probado, quizás todo se debía a la magia residual que quedaba en ella por haber convocado espíritus.

Interpuse distancia caminando hacía le mueble bar mientras intentaba dejar de pensar en el torrente de sangre que bombeaba su corazón y en la calidez de su piel.
-¿quieres algo de beber? -pregunté intentando seleccionar entre las botellas de alcohol algo decente.
No acostumbraba a beber nada que no fuera de una calidad extrema, era bastante sibarita para todo, por en esta ocasión necesitaba clamarme así que haría una excepción.*

En la mansión Paine había de todo y muy caro, cuando Elora mató a su marido (que en verdad lo mató Leif) le prometió que lo condenaría a verla disfrutar de su fortuna, y eso no lo había dejado de hacer, cada objeto y cada capricho que quería, lo compraba y se lo dedicaba a Mauritz, que estaba atado a la valla del corral de cerdos que había tras el granero.

Entre las botellas de alcohol había rones añejos, whiskys de factura escocesa envejecidos en barricas de roble, absenta de la mayor pureza de 90 grados, y un sinfín de licores extraños y exóticos. Ella sólo bebía vino blanco, en su juventud no se podían permitir el alcohol y el gusto por el vino lo adquirió en el restaurante de Gael cuando éste se apiadaba de la muchacha y le llevaba las sobras a su buhardilla.

Cuando le cerró las heridas bebiendo de sus venas la sensación de hormigueo recorrió su cuerpo, una antigua sensación casi olvidada por dormir sola y amargada en su casa en vez de salir a socializar como debería hacer una mujer joven y viuda. Descansó su cabeza en el respaldo del sillón mirando al techo mientras el vampiro se servía la copa.

— Tengo lo que buscas…— le tendió la mano a Varinaël para que la ayudase a ponerse en pie, tenía un mapa de la ciudad de París primorosamente dibujado sobre el escritorio, allí le indicaría la ubicación anhelada.*

Serví sendas copas de ron añejo y le tendí una tras alzarla con sumo cuidado del butacón. Que hubiera cerrado sus heridas no implicaba que no siguiera aturdida por la perdida de sangre que allí se había efectuado.Llevé mi muñeca a mis labios y la sajé con los colmillos con rapidez dejando caer un chorro a la copa de la bruja.

-Te ayudará a recuperar fuerzas, bienvenida al subidón de la sangre de vampiro.
Muchos eran adictos a ella, por instantes les hacían creerse invencibles, y si la consumías con frecuencia en parte lo eras, te convertías en un esclavo, un ghoul, seres que ya eran incapaces de seguir en pie sin sus dosis.
-bebe despacio -le pedí clavando ahora mis ojos en el mapa que se lazaba frente a nosotros. Con esto ella cumpliría su parte, y yo cuando trajera la cabeza del inquisidor en un saco la mía, y no volveríamos a vernos.*

Cogió la copa y no lo pensó mucho, total, ¿qué podía pasarle? Cualquier aflicción del cuerpo sería siempre menor que la del alma. Bebió un par de sorbos y notó como la energía explotaba en sus venas con furia, se tambaleó un instante y dejó la copa sobre un mueble, ciertamente esa sangre era muy brutal.

Apoyó una mano en la madera y con la otra paseó el pulgar por el mapa hasta detenerse en una manzana de casas de las afueras. Le señaló una en concreto.

— Es aquí. Está protegido por salvaguardas muy potentes, tendré que desactivarlas o te desintegrarás si intentas entrar.— Dicho esto rodeó el escritorio y se dejó caer en el sillón de cuero marrón mirando al vampiro.— ¿tienes noticias de Darkblade?.— ese era el apodo del inquisidor que perseguía a Sirius con intención de matarlo y quien sabe si también a ella o a Arya, pues al parecer su magia oscura les causaba muchos quebraderos de cabeza en otra realidad.*

De un ultimo trago apuré la copa dejándola reposar sobre la mesa de madera noble, mis ojos ahora de nuevo de su color original buscaron a la bruja que con mucho mejor aspecto se había vuelto a acomodar en el sillón.
-Si, he conseguido dar con su paradero, así que es cuestión de tiempo que su cabeza ruede por los suelos, tu has cumplido tu parte, te aseguro que soy un hombre de negocios en el que se puede confiar -ladeé la sonrisa pícaramente -te traeré su cabeza en un saco, creo quedará a juego co el salpicado tétrico de los muebles -ironicé enganchando la sonrisa.
Supongo que ahí concluía nuestra conversación a no ser que la dama me necesitara para algún otro menester.*

La bruja asintió, al menos con ese chute revitalizador no necesitaría puntos ni quedarse en la cama dos días. Un llanto infantil resonó débilmente en algún rincón de la mansión y Elora cansada aún pero con mejor pinta, se bebió de un trago el resto de la copa levantándose como un resorte y abriendo la puerta del despacho invitándolo a salir.

— Ojalá supiera el hechizo de autolimpieza, pero eso no suele funcionarnos a los nigromantes y con mi suerte prendería fuego a la casa. Hasta más ver.— cerró la puerta y activó la guardia de los entes, una neblina fría y gris se esparció por el área cercana, invitando a quien quisiera entrar a marcharse y no volver, creando ese ambiente hostil y desagradable. — si quieres algo más Jana te lo proporcionará. Buenas noches.

La criada apareció silenciosamente y de inmediato donde estaba el vampiro, su señora ascendió las escaleras y en un segundo el pasillo quedó silencioso sólo roto por el llanto que pronto cesó cuando la voz de Elora entonó una cancioncilla infantil.*

Gota a gota un río carmesí se formaba a cada paso que daba por el zaguán de la mansión, paso errante, mirada turbia que se tornaba marrón, necesitaba sangre, había perdido demasiada y mis heridas no cerraban con la presteza con las que acostumbraban. Me adentré por el portón que cerré tras de mi apretando los dientes al ver las alzadas escaleras de caracol que me llevarían a mi habitación.
Aquella noche había dado el día libre al mayordomo y al ama de llaves que solían pasar la noche en el caserón, mi idea era traer el cuerpo inerte del inquisidor, despedazarlo y ponerle un lazo para llevárselo a la bruja nigromante, con eso quedaría zanjado nuestro trato, mas lo que nunca fue dicho por la muy hija de puta es que lejos de estar solo lo protegía toda una logia o congregación de magos o lo que fueran esos hijos de puta. Muchos habían muerto, miembros cercenados cubrían con su manto la vieja fabrica de las afueras donde en otros tiempos serraban la madera, algunos escaparon, pero el inquisidor se esfumó como una rata nada mas la fiesta empezó.
Había errado en mi misión, no sabía si me jodía mas esa parte o la de haber sido tan necio como para confiar en ella.*

Desde que el vampiro les diera unas gotas de su sangre para que no muriese desangrada la noche aquella en la que invocó a los primigenios, había notado algunos síntomas extraños. A veces tenía ligeros temblores de manos y barbilla, otras veces no podía dormir, tenía mucha sed pero el agua no la calmaba. El insomnio también campaba a sus anchas últimamente y supuso que sería el estrés y la ansiedad de cazar a ese malnacido que asediaba la seguridad de Sirius.

Decidió hacerle una visita a Varinäel, a preguntarle qué tal iba con esa cacería y si de paso le podía dar unas gotas más… lo cierto es que con sólo unas gotas se había acabado el cansancio y el tormento. Dejó a Jana con Arya y se subió a un caballo para llegar hasta la mansión del cainita. Fulgrim, el caballo que le regaló Xaryne, lo había regalado porque prefería no tenerle cariño a nada, así que la montura castaña que la transportaba hoy se llamaba Apolo, pero la bruja ni siquiera lo sabía. Desmontó al llegar e hizo una barrido con su oscuro poder, tratando de detectar fuerzas oscuras, demoníacas o algo similar, pero no, sólo estaban las típicas almas errantes y el vampiro. Llamó al aldabón arrugando la nariz, ese caserón olía a rancio y a pis de rata.*

Apoyada mi espalda en el portón no me costó en demasía simplemente descorrer el cerrojo para encontrarme de frente con la bruja que desde el otro lado de la puerta me miraba con cara de sorpresa. Parecíamos haber invertido los roles, está vez yo era el que estaba mas debilitado por la perdida de sangre y al parecer la bruja venía en plena forma, no me vendría mal un bocado.
-Eres una rata mentirosa, se te olvido decirme que tu amigo no estaba solo en estos lares. Un coro de hechiceros lo protege, así que ademas de hacer correr su sangre lo ha hecho la mía, hacia siglos que no terminaba de esta forma tan deplorable.
Orgulloso me erguí frente a ella, yo era un guerrero, uno que ostentaba la friolera de 2500 años.

Si venía a por la cabeza de ese mal nacido tendría que ir ella misma, el trato no contemplaba la idea de ponerme en mi contra a todas las logias francesas, no quería ni pretendía que se pusiera precio a mi cabeza y bien sabíamos los dos que en este mundo de fuerzas sobrenaturales en el que nos movíamos habían muchas posibilidades de que se me acabara persiguiendo por ser un peligro para los magos.
-¡lárgate! -dije dispuesto a cerrarle la puerta en las narices.
Ya podía dar las gracias de que no la liquidaba con mis propias manos por meterme en un embolado de este tipo.*

La bruja frunció el ceño. ¿Qué coño estaba diciendo ese perturbado ahora? ¿estaba rompiendo el trato?

—¡Ah no! De eso nada!! ¿pero qué te creías que era esto de cazar un inquisidor? Si fuera un paseo por el campo lo habría hecho yo misma!! ¿por qué razón iba a contratar a un vampiro si fuera tan fácil como eso?

Colocó la mano en la puerta parando el portazo y después el pie para evitar que con su fuerza pudiera echarla hacia atrás de un soplido. Entró en el caserón, pegándose al cuerpo del cainita que no se movía del sitio y cerró tras ella, elevando el mentón y manteniendo la expresión de enfado.

—¡Bah! Menos dramas, que pareces una colegiala…mañana estarás como si nada. ¿No se supone que eres inmortal y que no te quedan cicatrices? No me vendas humo, que no soy tonta. Además la Orden no te hará nada, el senescal de Hellsing es muy amigo mío. ¿No me invitas a una copa? joder! Como decae la hospitalidad por este barrio.*

¿Que parte no había escuchado esa bruja de mi discurso? Me mantuve firme frente a ella, la puerta a sus espaldas y mi cuerpo una carcel sin salida hacía delante.
-Si deseas la muerte estas en el lugar adecuado, no tengo una buena noche preciosa y tu corazón late desbocado ¿por que esperar a mañana para estar curado cuando hoy podría tomarlo todo y subir a mi cámara para darme un baño tras la apetitosa cena servida a domicilio? -pregunté ladeando ligeramente la cabeza como el depredador que era.
Por supuesto ninguna de aquellas palabras era cierta, no pretendía matarla en mi casa, no era tan necio, seguramente alguien sabría que estaba allí y de no volver pondría el caso en manos de los gendarmes, si algo me preocupaba era mantener mi "anonimato" y tener a la pasma merodeandome era algo que no podía permitirme dada mi " peculiar" no vida.
-¿que quieres Elora? -pregunté sin despegar mis brasas de sus pardos -te he dicho que ese inquisidor no está solo, si intentas acabar con el la logia intercederá pro su hombre, no descarto que también la misma inquisición, te meterás en problemas y a ninguno nos interesa ser descubiertos ¿cierto?*

Lo escuchaba hablar y verter sus amenazas sin sentido pero ella se fijaba en el movimiento de su barbilla, de su cuello, debajo de aquella piel que ya no tenía calor ni pulso, pasaban las arterias y venas, que aunque necesitasen vitae de humanos para mantenerse llenas, fabricaban ese potente elixir que podría calmar ese agujero negro que a veces sentía en mitad del pecho.

— Quiero que cumplas tu parte, es lo que habíamos quedado. Yo cumplí la mía, ¡maldita sea! ya tienes tu localización, y yo no puedo hacerlo sola, me dijiste que eras un hombre de negocios, que eras de fiar. ¡¡No tienes palabra!!.— apretó los dientes para paliar el temblor que estaba por comenzar en seguida, maldita fuera su sangre!! ¿por qué no podía calmarse con infusiones de Melissa y belladona?*

-No -respondí tajante -el trato estaba basado en una falacia, nada me dijiste de meterme con las logias de Francia, solo me hablaste de un inquisidor que venía del futuro quizás con 4 o 5 perros acompañando, nada que ver con lo que me he encontrado -rugí acercando mi rostro al suyo completamente furibundo -lárgate o quizás no sea tan reflexivo por una vez.

La morena mantenía su barbilla en alto, pero podía notar su temblor, como el corazón latía con la misma intensidad que un tambor, mis ojos se deslizaron por su cuello erguido e inmaculado, gotas de sudor lo perlaban y resbalaban acariciando su yugular.
Mi aliento gélido impactó en su piel delatando que acaba de perderme en la conversación para hundirme en la parte mas animal y sádica, la que me exigía alimentarme.
-No has elegido un buen momento para esa copa de vino, vete y hablaremos en otro momento sobre la mejor solución para todo esto.*

Nunca se le había dado bien obedecer ni retirarse cuando la batalla estaba perdida, ese gen Paine a veces la llevaba a meterse en líos complicados, para algo era la hija del “loco Paine”.

— No.— aseveró rotunda.— No me iré de aquí sin tu palabra para cazar a Darkblade.— Además de que no quería marcharse sin antes conseguir algo más, algo que ahora parecía irrisorio, pero que su subconsciente clamaba y gritaba por unas pocas gotas de esa potente droga.— Eres un puto cobarde, de haber estado Xar aquí no se lo habría pensado dos veces, aunque su vida estuviera en peligro… no eres más que una rata malagradecida…

Tampoco había escogido el cainita el mejor momento para exaltar a la bruja, herida, abandonada y rabiosa como un perro.*

Consciente de donde podía hacer daño, furibundo porque trataba de aguantar a mi bestia hambrienta y esa mujer no me lo ponía fácil en absoluto, escupí es su cara la verdad mas absoluta.
-Pero no está ¿verdad? Xar se ha largado porque no te aguanta nadie y has tenido que recurrir a mi.  Yo soy el único que está aquí ahora, el único que aguanta tu maldita rabieta de niña malcriada, eres tan necia que no eres capaz de ver como va a terminar esto y no te auguro un buen final. Coge tu orgullo, tus lamentaciones y búscate una puta en un burdel con la que desfogarte antes de volver a ser la madre solicita de la hija que pariste.*

El tortazo se escuchó hasta en las Maldivas, aunque en el caserón había bastante eco. Seguramente al vampiro no habría notado mucho, pero a ella le ardía la palma de la mano de la fuerza impresa en el golpe.

—¡No te atrevas a juzgarme, maldito saco de mierda muerta! No te atrevas!!! ¿que sabrás tú? ¿qué te pasa, que no puedes controlar tu sed? Eres una escoria inútil que ni para vampiro sirves!!!

Ciertamente las ropas de la bruja no indicaban su verdadero estrato social, nació y se crió en los suburbios y tenía una boca de cloaca cuando se ponía así de alterada. Lo “empujó” con ambas mano con rabia, pero aquella mole no se movía ni un ápice, menuda mierda.*

La torta no me movió el rostro, apenas la noté aunque bien sabía que sobre mi dermis había descargado toda su fuerza, su rabia porque la verdad era una herida que no cicatrizaba. Gruñí acercándome mas a ella, pegando nuestros cuerpos por completo, ahora apenas podía respirar la bruja sin notar la fuerza que ejercía mi pecho. Me empujaba con las manos, me insultaba pero de nada le valía, solo era un cordero en manos de un animal supremo .Mis colmillos crecieron emponzoñando mi lengua, mientras mi mirada roja como el fuego murió en la suya desafiante.

Le había advertido, pero no escuchaba. Mis dedos se enredaron con violencia en el pelo de su nuca y de un tirón brusco dejé su cuello al descubierto, la yugular quedaba marcada a través de su blanca tez, por ella corría la sangre violentamente. Mis labios se posaron sobre esta en claro gesto de amenaza. Había llegado el momento de dejar las advertencias, estaba hambriento, el perro ladra, pero el lobo muerde y yo ya me había cansado de decirle lo que podría suceder si seguía allí.
Mis colmillos se hundieron sajando su piel, se revolvió como pudo friccionando su cuerpo contra el muro del propio, pero nada iba a conseguí así.*

Los colmillos de Varinäel se hundieron en la carne como cuando la muerte hacía acto de presencia. Llevaba viéndola desde que tenia memoria, la sentía rondar, la veía llevarse almas y segar vidas, hablaba con los muertos que no eran capaces de atravesar al otro lado donde las almas estaban en paz, y en ese momento la sentía abrazándola con su manto invisible. El vampiro era muerte, era vacío, era un devorador de almas y vidas. Estaba cansada, exhausta de tanto pelear toda su vida contra la miseria, el infortunio y el rechazo de la gente. Agotada de vivir, rendida a la evidencia de que nadie la comprendería jamás y que como había dicho antes el cainita, que nadie la soportaría nunca.

Por un momento se le antojó tentadora la idea de abandonarse a esa muerte, sin apenas dolor, tan sólo dejando que se le escapara la vida gota a gota. Pero entonces le vino a la cabeza el rostro de Arya, no podía dejarla desamparada. Sus nudillos se cerraron alrededor de la camisa que la tenía apretada como un puñado de tela entre sus dedos y como la tenía agarrada, lo más cerca que tenía era la piel de la clavícula casi a la altura del hombro. Sin pensárselo dos veces hincó los dientes allí, mordiendo como un hurón a un jabalí, no podría engullirlo ni matarlo por alcanzar un gran vaso sanguíneo, pero con esas pocas gotas de líquido rojo que supuraron por el mordisco, su vitalidad fue recobrada momentáneamente y murmuró un hechizo que atrajo a un montón de almas que explotaron entre ellos separándolos.

Elora cayó de espaldas en el suelo y de inmediato se llevó la mano al cuello, respirando agitadamente. El mordisco había sido excitantemente letal.

—¡¡Me has mordido!! .— eso era una obviedad, pero es lo único que se le ocurrió dada la tensión del momento.*

Caí de espaldas contra la pared por aquella especie de onda expansiva fantasmagórica que la bruja había creado. Incrédulo por su potencial, con mi pecho subiendo y bajando violento y mi mirada turbia fruto de la excitación acabé buscando a la bruja con mis orbes incendiados en rojo, llevé mi diestra al mordisco que ya empezaba a sanar en mi clavícula.
-¡Me has mordido! -rugí frunciendo el ceño.
Era la primera vez que una presa lograba zafarse de mi abrazo, nunca me había pasado, el mordisco tendía a dejar inmovibles a las víctimas, era placentero, una muerte dulce.
-¡Que cojones! ¡Me has mordido!

Tras el encabronamiento inicial no pude evitar echarme a reir, tenia que reconocer que la muy hija de puta tenía recursos.
-¿aun quieres esa copa de vino?*

También ella mantenía el ceño fruncido, pero el vampiro curaba como por arte de magia, ella no, su mano estaba cubierta de sangre.

—Ciérralas o moriré desangrada…— hizo referencia a las heridas del cuello mientras trataba de ponerse en pie. Sentía que tenía la energía y la lucidez necesaria, pero no así las fuerzas, que se le habían escapado junto a la sangre que ahora estaba dentro del estómago del vampiro, que todo fuera dicho, ahora tenía mejor color. Él también la acusó de morderlo y lo cierto es que había sido así, pero prefirió no decir nada más al respecto, bastante extraño era ya todo.— ¿Ahora si? bleh! Lo dicho… la hospitalidad en este barrio es una mierda… una copa a ver si se me pasa un poco la flojera.

Tenía que volver cabalgando y no sabía si estaría en condiciones, ahora mismo estaba con el subidón de adrenalina.*

Los dos sentados en el suelo, uno junto al otro, nos miramos apoyando la cabeza contra la pared.
No pude evitar echarme a reir, a fin de cuentas era la primera vez que una humana me mordía, algo que como anécdota me acompañaría en toda mi no vida.
-¿tiendes a tratar así a tus anfitriones bruja? -pregunté con un deje diversión en la voz.
Su sangre me había ayudado, y aunque no la había vaciado era suficiente como para que mi regeneración se pusiera en marcha y como por obra de magia mis heridas cerraban.
Mi diestra se enredó en el pelo de su nuca, pude ver en su mirada la desconfianza reflejada en sus dos iris peligrosos, mas cuando tiré de ella pegándola a mi creo que se convirtió en desconcierto, uno que pasó cuando me vio lamer sus heridas hasta que dejaron de sangrar tiñendo mis labios de escarlata.
-¡Vamos! bebamos algo, seguro que ayudará a que te encuentres mejor.

Me puse en pie y extendí mi diestra con educación hacia ella con un gesto claro de “¿piensas quedarte en el suelo?”
La bruja tomó mi mano y con un leve tirón se puso en pie. Estiró los pliegues de su vestido y la escuché chasquear la lengua al descubrir que la tela de la prenda había quedado manchada de sangre.
-¡Vamos, no es para tanto, apuesto a que no acabas mucho mejor cuando haces tus truquitos! -ladeé la sonrisa con picardía guiándola hacia la zona mas alta de la casa, donde había una terraza bajo la bóveda de estrellas.
-Perdona la falta de servicio, pero los he enviado a casa, pretendía acabar con un inquisidor y no quería tener testigos de como volvía tras cumplir mi encargo, las apariencias para nosotros lo son todo, ya me entiendes.*

Elora gruñó cuando el vampiro se le acercó, pero no por la cercanía sino porque le había tocado la espalda. Tantos años después y seguía teniendo ese trauma, no soportaba que nadie la tocara en esa zona donde una vez amaneció en carne viva por culpa de un hijo de puta, uno que ahora la podía ver gastarse su fortuna. La venganza estaba completada, pero las cicatrices siempre le recordarían que en este mundo de mierda no se podía joven, bonita y pobre porque sólo te esperaba la miseria y el dolor.

Se levantó y revisó su aspecto, ciertamente parecía que se había colado en el matadero o algo así, se extrañaba de contener tanta sangre. La que le robó al vampiro al morderlo la ayudó a sentirse más recompuesta y aplacó el temblor de su mano derecha. Cuando el vampiro le pidió disculpas por la falta de servicio enarcó una ceja.

— Hace un momento no hacías más que rebuznarme, después casi me drenas y ahora te disculpas por el servicio…¿qué está pasando aquí? ¿estás intentando ser amable para que cuando beba esa copa me mates o algo similar?

Se ajustó los refajos cuando se levantó y siguió a Varinäel entornando los ojos, no se fiaba de nada ni de nadie, y al final del cuento, lo que ella quería, que era matar a ese inquisidor, no se había hecho. Resopló frustrada.

— Tienes que ayudarme, lo prometiste. Dime qué necesitas si es cuestión de magia o de dinero…pero hay que liquidar a Darkblade. Mi hijo de otra realidad está en peligro. Vale… eso ha sonado muy raro…es largo y difícil de explicar.*

Escuché a la bruja rogar a mis espaldas, como si nada de lo que le había dicho lo hubiera escuchado, yo era un hombre de negocios, llevaba una bodega, comerciaba con los mejores caldos blancos y no me caracterizaba por mi imprudencia.
Serví sendas copas de vino tendiéndole una a la dama, el caldo blanco quedó servido en la acristalado copa. El Riesling es muy afrutado; ligero e hiriente como la estocada de un acero fino, esperaba fuera de su gusto, pues así me había resultado a mi este encargo.
-No puedo -sentencié.- no sin poner en riesgo todo mi imperio -concluí -no somos amigos, no tengo porque jugarme la vida por ti, que sea cortes no quita la única verdad que puedas contemplar ante tus ojos, que soy un vampiro y que si he vivido 2500 años, no es porque me dedique a las obras de caridad. Siento lo de tu vástago, su sino esta marcado, pero tienes otra que cubrirá su falta -dije con esa falta de sensibilidad que me caracterizaba.*

Escuchó las palabras del cainita y cómo una a una caían sobre su ánimo como yunques. ¿Así que se retiraba? ¿Y ya está?. Ni siquiera llegó a probar el vino, le gustaba mucho el vino blanco, y ciertamente ése olía bien, pero si lo ingería seguramente se le agriase en el estómago. Lanzó la copa con rabia contra la pared, sus ojos oscuros centellearon y su pelo comenzó a electrificarse, unas venas negras empezaron a emerger del cuello hacia arriba, avanzando bajo su piel y cambiándola a un color grisáceo bastante preocupante.

— Puto cobarde… yo te maldigo… me diste tu palabra!!!…— empezaba a estar fuera de si y las sillas del comedor se movieron solas estampándose contra las paredes y volcando al suelo. La araña de cristal que pendía del techo estalló en mil pedazos creando una lluvia fina de polvo de vidrio. Las almas que acudían a su llamada cuando entraba en el trance oscuro, aullaban y giraban alrededor, provocando esos poltergeist que la acompañaban cuando perdía el control.*

Me giré hacia ella, mis ojos se tornaron rojos como el fuego, fue algo instintivo, ante el peligro mi guerrero emergía de las profundidades de aquel hombre trajeado que tenía delante copa en mano. Aunque en esta ocasión ,plagado de sangre bien podía vislumbrar al hombre que un día fui.
-Le aconsejo que se calme.
Elevé mi labio superior, mis colmillos afilados como agujas quedaron al descubierto y mi cuerpo ligeramente flexionado estaba preparado para arrebatarle la vida en cualquier momento.
-No soy un cobarde -musité apretando los dientes -nunca he sido un cobarde, soy un superviviente y no te vendría mal aprender de mi.
Entendía su ira, yo no era muy distinto a ella o quizás no lo fui, pero tuve una gran maestra, Indigo, mi sire, ella era una hija de puta que dominaba mejor que nadie los movimientos de las fichas de ajedrez.
-Todos tenemos nuestros propios fantasmas, guerras no ganadas que tenemos que lidiar ¿te pido acaso yo que ganes las mías?*

—Yo me he jugado la vida por tu causa!! Casi dejo a mi hija huérfana por ayudarte en tu petición!! .— Estaba furibunda, fuera de si, los entes se arremolinaban cerca de ella creando torbellinos de energía que crepitaba como si fueran pequeños rayos de electricidad. La bruja apretaba los dientes con fuerza, se sentía de nuevo traicionada, engañada, de nuevo alguien se reía de ella cuando más floja estaba dándole la puntilla que faltaba para rematar. Apretó los puños mientras su pecho subía y bajaba y trató de respirar, de recobrar la calma que en ese instante no era capaz de mantener…si el vampiro se le echaba encima podría dejar a Arya huérfana y nadie ayudaría a Sirius. Se giró de espaldas, no quería que le viera la cara, las lágrimas de frustración rodaron negras desde sus ojos hasta su barbilla, se las limpió con el dorso de la mano mientras trataba de recuperar la respiración y el pelo comenzaba a descender y a recolocarse en su lugar, colgando ondulado sobre su espalda. Necesitó unos segundos para encontrar de nuevo la fuerza en su interior para seguir adelante sin arrasar, pues nada bueno le esperaba si sucumbía a su oscuridad de esa forma.

— Bien… Gracias por el vino.— irguió la barbilla y se dio la vuelta, esta vez ya sin venas negras ni ojos demoniacos, atravesando el comedor destartalado para salir por la puerta. Nada. Eso era lo que sentía ahora en el pecho, el vacío más inmenso, el agotamiento de levantarse tantas veces tras ser golpeada. Buscaría otra forma de matar a Darkblade, protegería a Sirius sin importarle el coste, pero debía pensar qué hacer, no podía presentarse allí sola para que la masacraran.*

Dejé escapar el aire al escuchar esa voz desesperada, como se rehacía y simplemente quedaba vacío en su pecho, conocía esa sensación y de alguna manera me veía reflejado en ella.
Mi rapidez me llevó en un acto instintivo frente a la puerta impidiéndole que saliera.
-Te ayudaré -sentencie sabiendo nada mas pronuncié esas palabras que estaba firmando una sentencia complicada -lo haré porque te di mi palabra -concluí deslizando mis ojos por las negras manchas que tenía la piel de sus mejillas, lagrimas de ponzoña, yo las lloré de sangre.
-Despues cada uno seguirá su camino, pero antes hemos de pensar como pillar a ese inquisidor por sorpresa, frente a los brujos no hay demasiado que hacer -abrí los brazos para que me viera lleno de sangre -doy fe.*

En un acto instintivo agarró su mano mirándolo a los ojos.
— Prométeme que no te echarás atrás… Si vas a hacerlo, hazlo ahora, ya lo he dado todo por perdido.— Le pidió su palabra de nuevo, pero esta vez en su tono se mezclaban varias cosas; por un lado la desesperación, por otro la amenaza velada, si volvía a fallarle en su palabra no dudaría en arrasar, en matarlo si podía, en acabar con él y sus falsas promesa. Y finalmente estaba lo que no decía, la necesidad de confiar en alguien, porque a pesar de todas sus malas experiencias, en su fuero interno necesitaba depositar su confianza en algún ser y que no la defraudaran.

Asintió, debían trazar un plan, debían asegurarse de que Darkblade en algún momento se quedaba solo y sería entonces cuando lo emboscasen, o al menos engañarían a los inquisidores que lo acompañaban, porque necesitaban apartarlo del rebaño.*

De forma inesperada la bruja atrapó mi gélida mano, su tacto se sentía cálido, recordándome a otros momentos en los que eso lo era todo para mi, lo que me llevo a ser destruido, convertido en un marioneta del destino.
Como si quemara aparté mi mano en un acto reflejo que de seguro a ella no le pasó desapercibido, pero no podía confiar en nadie y menos sentirme cercano cuando no esperaba que nuestras pieles confluyeran en un simple desahogo.
Solía no sacar los pies del tiesto, si me unía una mujer era con todo bien acordado, con dinero de por medio y con la clara promesa de jamas volver a vernos, las damas de compañía de clase alt eran perfectas para esos menesteres, pero jamas cometía errores mundanos, no podía permitirme el lujo de volver a sentir nada pro nadie pues si lo hacia daría a Indigo poder para destruirlo.

Hacía poco había descubierto que una replica de Aranwill caminaba por Paris, habíamos compartido un momento arriesgado que no debía volver a repetirse, Indigo la mataría, mataría a toda mujer que se acercase a mi, a su hijo díscolo.*


Varinäel retiró la mano sin decir nada, viejos fantasmas que salían a flote. Endureció el gesto, estaba bien. Él no quería prometer nada, pues ella no confiaría en sus palabras. Tal vez las cumpliera, tal vez no. Exhaló el aire despacio cerrando un instante los ojos, necesitaba enfriar su alma explosiva.

— Hablaremos en un par de días, tengo que pensar. Recupérate de tus heridas.

Irguió la espalda y agarró el pomo, el coche de caballos debería seguir afuera, listo para llevarla de vuelta a su mansión, había sido decepcionante, pero normalmente así eran las cosas en su vida, por un motivo u otro, siempre se acababa torciendo. Siempre supo que algo había mal en su destino, porque por mucho que se esforzaba, siempre la seguía la oscuridad.*

Posé mi mano en la puerta impidiendo que esta fuera abierta, mis ojos se hundieron en los de la bruja que por algún motivo parecía tan vacía como yo mismo.
-Siempre cumplo mi palabra -respondí a modo de prueba de fe. No pedía confianza ¿como hacerlo cuando yo era incapaz de darla?
No estaba en condiciones de abandonar mi mansión, pero no se lo impediría porque todos aquí ya éramos mayores, ademas tenia una hija a la que atender, me limité a tirar yo del pomo abriendo la compuerta para que la dama cruzara el umbral de la misma.
-Bien, pero permíteme asegurarme de que llegas a casa en buen estado, no quiero problemas...estoy seguro que alguien sabe donde has venido esta noche y si no llegas en pie seré el primer acusado para rendir cuentas frente a la ley.
no podíamos olvidar que por muy sobrenaturales que fuéramos nos regíamos en un mundo de humanos.
-Ademas no voy por ahí dejando niñas huérfanas -apunté relajando el gesto con una media sonrisa.
-Las damas primero.*
El vampiro se empeñó en acompañarla a casa y durante el trayecto se estuvieron mirando de reojo sin decir demasiado. Había sido una noche rara, pero había conseguido unas gotas de sangre del vampiro y habían cesado los temblores de la mano. Cuando descendió del carruaje enfiló el camino a la mansión con esos andares que tenía tan resueltos, a pesar de ser poca cosa, oscura y bajita, plantaba cara a la adversidad como una mala hierba que aunque la pisotearan siempre volvía a crecer.

Entró y ascendió la escalera desabrochando su corsé que dejó caer al suelo cuando entró en la habitación, quedándose de espaldas a la calle. Desde abajo el vampiro pudo adivinar con su vista hiperdesarrollada, que estaba espalda estaba marcada. Cuando se dio cuenta de que el coche aún no se había ido, corrió la cortina y apagó la luz. Ese día ya había sido lo suficientemente duro y extraño como para prolongarlo más.*

Esperé a que ascendiera las escaleras, apenas habíamos hablado durante todo el trayecto, nuestra relación se basaba en negocios y yo nunca mezclaba estos con ningún tipo de placer. Ademas este tipo de mujeres eran de esas que te dan problemas, por no añadir, que ya me bastaba con verme sumido en una peligrosa partida de ajedrez como para introducir nuevas piezas en el tablero.
La luz se prendió en el piso superior, elevé la mirada para darme de bruces con el contorno desnudo de la bruja de cintura para arriba, si en inicio mis ojos bordearon sus curvas, a fin de cuentas era un hombre y tenía como cualquier otro mis necesidades, pronto descubrí algo mas importante que lo buena que estaba. Las marcas de látigo en su espalda cubrían su dermis ¿no era de clase alta? Recordé que se desposó con un hombre y que eso le dio el nombre, pero las malas lenguas hablaban de que lo mato para unirse en adulterio con otra mujer. 
La sociedad hablaba mucho, pero bien sabía que cuando el rio suena, agua lleva y quizás yo mismo lo había experimentado en mis propias carnes.

Nuestras miradas se encontraron por unos momentos, efímeros, pues a la vez que ella apagaba la luz y corría la cortina yo golpeaba el techo del carro con el bastón y el cochero se ponía en marcha, suficiente caos por hoy.*

Un par de días después deberían hablar, había averiguado algunas cosas sobre el inquisidor Darkblade y sus secuaces, tenían montada una red de espionaje y complot en la cual el fanático venido de la realidad de Sirius era el centro de todo el grupo. Lo acompañaban siempre unos cuantos, tenían poderes sobrenaturales y nunca descuidaban los detalles, hasta el punto de no hacer las mismas rutinas. Pero no había plan infalible, y Elora había descubierto algun talón de Aquiles posible gracias a sus entes informadores.

Quedaron en el cementerio de Montmatre, la bruja era bastante popular entre las almas en pena, así que cada vez que ponía un pie en un lugar de esos se le erizaba la piel y el pelo se le electrificaba, la energía que desprendían los entes se adhería a ella. Esta vez vestía de seda azul oscuro y llevaba el pelo semirrecogido, aunque eso le valdría de poco si entraba en trance oscuro. Odiaba las lápidas, le recordaban a cuando vio la de Xaryne en su jardín, en ese viaje a un tiempo futuro.*

La misiva de la bruja había llegado como siempre a ultima hora del día, como si conociera mis horarios de sueño un cuervo golpeó mi ventana obligándome a ladear la sonrisa. Tenía que reconocerle cierto estilo a esa mujer para citarse con un hombre y mas aun, cuando desplegué la nota viendo en ella la dirección y la hora.
Me calcé un pantalón de monta, una camisola blanca, y sobre esto, un abrigo largo abierto que se movió violento cuando mi oscura montura como el mismo caos recorrió las calles de Paris hacía las afueras.

El cementerio era un lugar acogedor, lejos de todo lo que los humanos pudieran imaginar, para mi tenia cierto encanto, quizás porque me recordaba que de no ser inmortal solo sería un cadaver dentro de una de las miles de tumbas que conformaban aquel terreno. No me costo identificar su aura y a pie, dejando fuera a mi espectro, camine entre lapidas hasta dar con ella.

Sentada en un banco de piedra frente a un mausoleo donde un ángel con una espada lazada parecía custodiar las almas estaba la bruja, a su alrededor una comitiva de fantasmas.
-Y yo pensando que venia a una cita -bromeé divertido quedando en pie frente a la nigromante -¿que quieres bruja?*

Enarcó una ceja y sonrió con cierta sorna. Menudos aires de grandeza se daba el vampiro, por mucho que fuera inmortal, era un capullo arrogante, y sólo ese detalle sobre su imposibilidad para morir era lo que lo mantenía fuera del alcance de sus artes oscuras.

— Y yo que creía que la cita era un caballero… me tendré que conformar con un bocazas.— dijo la que tenía la lengua suelta.— He descubierto algunas cosas sobre nuestro amigo. Espero que ya no tengas problemas con tu servicio.

Pasó la mano por el mármol del ángel y se estremeció, definitivamente no le gustaban las tumbas.*

-Hoy en día vale mas parecer un caballero que serlo, supongo que ambos somos expertos en el duelo de mantener las apariencias ¿cierto? pero aquí estamos, asumiendo uno y otro lo que somos, yo un monstruo ante los ojos de la mujer de una cazadora y tu una loca adicta a la sangre de vampiro -ladeé la sonrisa contemplando sus afilados ojos - mi servicio esta en perfecto estado, soy cuidadoso.*

—Si fueras cuidadoso sabrías que no tengo pareja. No es un secreto. Sigo viuda como siempre. Sobre tu sangre…¿quién tiene la culpa de eso?.— clavó sus oscuros orbes en los del vampiro.— Ya que te preocupas… podrías ser bueno y no consentir que lo pase mal.— Retiró la mano de la estatua y se la colocó a Varinäel sobre el antebrazo. Posiblemente se retiraría como hizo en la mansión, pero tenía que intentarlo, no conocía más vampiros, la mayoría evitaban a la Muerte Negra, porque se ensañaba especialmente con los vampiros, así que pocos estarían dispuestos a darle unas gotas de su sangre.*

Aparté mi brazo en el mismo monto en el que su mano se posó sobre este, reculé con los labios ligeramente entreabiertos, no era que su tacto me produjera desagrado, era simplemente que no lo tenía calculado.
Me recompuse pronto, no se me daba nada mal esto de los disfraces, de fingir las cosas con la suficiente certeza como para que el resto se las creyeran.
-¿He sonado preocupado? -apunté en un tono mordaz -francamente, estoy tan acostumbrado a la interpretación que veo me sale de forma innata. No me preocupas, esto es solo un trato, tu me ayudaste, yo te ayudo a dar caza al inquisidor. Si me importaras quizás trataría de impedir que te volvieras adicta a algo tan poderoso como es la sangre de vampiro, pero para eso debería importarme alguien en este mundo y eso no sucede. Ya somos mayores para tomar nuestras decisiones, unos se pierden en el alcohol, otros en los opiáceas, al menos tu gusto es mayor que el de esos desgraciados.

Le daría sangre si la quería, si la necesitaba, pero no lo haría gratis y eso era algo que creo ella tan bien como yo sabia.
-¿por que me has citado hoy?*

—Ah… me aburres. Tienes el mismo discurso que tenía Xar. El mundo es odioso, todo me resbala, no me importa nada ni nadie una mierda… En fin, como tú dices, ya somos mayorcitos, tú más que seguro que tienes mil o dos mil años. Te conservas bien para ser una momia, por cierto.— Resopló y sacó del bolso unos cuantos papeles que le dio a Varinäel. En ellos estaba detallado lo que hacía el grupo, cuántos eran, sus poderes y habilidades y después de haberlo analizado todo Elora había marcado una fecha del calendario. Varios días después se produciría una luna de sangre, en ellas las barreras entre realidades eran mucho más flojas, era fácil que Darkblade tratase de informar a los suyos y seguramente acudiría al portal más cercano, que era una pequeña ermita a las afueras de París.— sé dónde estará ese día y sé que los demás no estarán allí porque en luna de sangre los inquisidores persiguen a los licántropos descontrolados, y puedo hacer que una manada entera los despiste. Mi manada, los Paine.*

Miré los documentos en silencio, podía funcionar, acabar con el inquisidor, cumplir mi palabra y dar carpetazo al trato, todo en una misma noche, esa que Elora describía como la de sangre.
Me acerqué mas a ella en un gesto involuntario mientras expandía los documentos sobre una de las lapidas posando mi diestra en una de las hojas y señalando con la zurda uno de los nombres.
-Este no es solo un inquisidor, se que tiene tratos con vampiros, así que tendremos que estar alerta, quizás unas monedas, o sangre o una promesa pueda ayudar junto a la manada que dices te pertenece a despistar a muchos de los inquisidores, mas de los que piensas.

Elevé el rostro para chocar con el de Elora que mirando por encima de hombro el documento ladeaba la sonrisa al descubrir que yo a veces también pensaba.
-Quedaremos dos días antes, quiero enseñarte algo. En tu casa, me invitaras a cenar formalmente.
Ademas que no estaría mal observar esa iglesia de la que hablaba.
-necesitaras sangre, has de estar en plenas facultades y el mono se pasa, pero no sin dificultades evidentes.*

Lo cierto es que la necesitaba ahora, pero se le daba fatal rogar, y le dijo que en dos noches cenarían en su casa. Mantuvo la cara donde la tenía, sobre el hombro de Varinäel, tanto que si el cainita respirase, sus alientos habrían chocado.

— ¿Qué quieres cenar? ¿pato a la naranja? ¿o una virgen AB+? No eres un comensal corriente. Y al igual que tú, no quiero que mi servicio me acabe odiando.*

-Saca a tu servició de la casa, la cena es una formalidad, no puedo entrar en tu casa de forma clandestina, los rumores pronto empezaran a correr por Paris sobre ambos, a fin de cuentas eres una viuda y yo estoy soltero.Por contra si me invitas a cenar, bien puedo camuflarlo con una visita de negocios. Comercio con vinos, tengo un viñedo y bueno, tu eres una mujer de contactos, con buen gusto por la vid. Creo será una tapadera perfecta.

Elevé mi cuerpo para de nuevo interponer una distancia que habíamos perdido hacía unos momentos.
-Vendré servido de casa, no es necesario me traigas virgen alguna, soy selecto con aquello que me alimenta.

Llevé mis colmillos a mi muñeca rasgándola, pronto un rio carmesí emergió de mi vena y sin mas dilación se la tendí a la mujer para que pudiera beber de mi.
-No demasiado Elora, no podrás controlarte después y has de volver a casa.*

Aplicó los labios sobre la muñeca y tomó un trago que de inmediato dilató sus pupilas. Se detuvo de pronto y soltó su mano. ¿Era así como los vampiros controlaban a sus humanos-sirvientes? No quería ser una cosa de esas.

— Vale…nos veremos entonces.— Se limpió los labios son los dedos y aunque su instinto era lamerlos y no desperdiciar ni una gota, se los limpió con gran esfuerzo en la falda.— Mierda… esto es una mierda…*

Habían pasado un par de noches, hice mis averiguaciones, los brujos con los que trabajaba el inquisidor en este tiempo no pertenecían a aquelarres concretos, mas bien era una especie de agrupación tipo mercenarios que se vendían a los mejores postores y al parecer el inquisidor era uno al que no le faltaban medios y tampoco contactos.
Era muy difícil localizar a esa organización y lejos de poder pensar que se vendían fácil, mas bien era todo lo contrario una vez accedían a un trato eran leales y pocas veces quebraban el acuerdo otorgado.

Aun así varios de esos hombres que dominaban la magia eran adictos a la sangre de vampiro, uno de ellos especialmente que ademas de drogarse con nuestra vitae, acostumbraba a las fiestas de todo índole, sadomasoquismo, tríos, fiestas de las que por supuesto la alta sociedad que frecuentaba desconocían y su esposa bella y amantisima también.
La política siempre fue un arma de doble filo y la imagen que tenían que dar evidentemente debía ser pulcra, así que ahí teníamos nuestro caballo de Troya.

Puntual como un reloj golpeé con los nudillos la puerta de una mansión que debería estar vacía de servicio, ladeé la sonrisa pensando que de ser una cita ella debería haberme preparado una cena, por suerte, no era una cita y yo ya venía cenado de casa.*

Había hecho sus pesquisas y los entes, como siempre la seguían sirviendo bien, eso unido a su magia oscura y primigenia, le otorgaba un enorme poder caótico e impredecible que no siempre acababa saliendo bien, pero en ese caso sí lo había hecho.

Arianna llevaba un par de días con fiebre, lo normal en esa época, además Jana, su sirvienta de confianza estaba un poco resfriada, seguramente se lo habría pasado a la niña. Había mandado a Jana y a su hermano, que era el mozo de cuadras y chófer a una suite del hotel Ritz, les dijo que se lo tomasen como un agradecimiento por sus servicios y así pasarían la noche sin ser molestados. Sólo estaba el guarda de la caseta en los lindes con el bosque.

Cuando el aldabón golpeó la puerta principal, Elora bajó a abrir, por fin Arya se había dormido un rato. A pesar de haberse peinado y llevar el pelo recogido, con los tirones del bebé y el trajín, se le había descompuesto.

— Buenas noches. Puntual, al menos eso te lo reconozco.

Lo hizo pasar y atravesaron parte de la planta baja hasta detenerse en una sala grande con una buena chimenea de mármol blanco, allí había unos sofás y una mesa grande sobre la que sólo estaba una campana ocultando los alimentos. Justo en frente una copa y una botella de cristal tallado con un líquido rojizo, mantenido sobre una piedra caliente.

—Espero que no te moleste, yo voy a cenar, tengo hambre.— le indicó con la mano que tomara asiento mientras ella destapaba la campana y observaba lo que Jana le dejó hecho antes de irse. Un hojaldre relleno de carne y verduras, patatas, ciruelas y un postre sencillo, unas rosquillas de anís que le recordaban a Albi, su ciudad natal.*

Tomé asiento bajando la mirada hacia la suculenta cena y después alcé la mirada hasta sus pardos.
-¿Te importa? -pregunté señalando la botella de vino llevando mi diestra hacía la copa de cristal inmaculado.
Rellené el vaso con el liquido burdeos contemplando como la bruja degustaba la cena.
-He hecho mis averiguaciones, creo que tengo la manera de saber donde estará el inquisidor.
Llevé la copa a mis labios y di un sorbos relamiéndome.
-Un buen caldo, no es como los míos, pero esta bueno -apunté ladeando la sonrisa -bien, sigamos, conozco a uno de los tipos que digamos protege a inquisidor, uno de los hechiceros, uno de esas sombras que la otra noche me jodieron, puedo averiguar donde estarán y conseguir que sus defensas mágicas no anuncien nuestra visita, el resto tendremos que hacerlo nosotros, no será fácil, pero bueno ¿que es fácil en esta vida?*

—Puedo hacer un señuelo. Hacer saltar esas defensas en otra parte y que pasemos desapercibidos.—pinchó un trozo de su cena con el tenedor y tras masticarlo lo dejó a un lado, se retiró el flequillo de la cara, respiró hondo y se concentró. Los ojos se le pusieron negros y la espalda un poco rígida.

— está bien Jean Paul…toma su aspecto… si… a la derecha. No… a su derecha. Bien.— justo al lado de Varinäel se formó una sombra que poco a poco se materializó y era idéntico a él. El espíritu se había vuelto corpóreo cambiando su apariencia y cualquiera que lo contemplase lo creería real.— Funcionará… ellos harán saltar la alarma y nos quitaremos unos cuantos de encima por un rato.*

-Yo soy mas guapo -apunté con ese carácter sombrío que me gastaba en lo que resultó un banal intento de gastar una broma y romper el hielo -pero funcionará -apunté ladeando la sonrisa antes de llevar de nuevo la copa hasta mis labios para dar otro sorbo.
Las brujas tenían sus armas e íbamos a necesitarlas, así que mas le valía a esta guardar varios ases en su manga, la ultima vez que me había enfrentado a esos brujos no salí bien parado y no alcancé al inquisidor, esperaba que esta vez el resultado fuera algo distinto.

Di un nuevo sorbo centrándome en la mujer que tenía frente a mi.
-Si sale bien, si mato al inquisidor ¿podré pedirte un favor?*

Elora salió del trance oscuro y pinchó de nuevo otro trozo de su plato mientras el ente se desvanecía a su orden.
— ¿Qué tipo de favor? te advierto desde ya que no es mi especialidad la transmutación de materia, no puedo hacer que te crezcan dos penes.— porque todos los hombres tenían problemas con su tamaño o su cantidad, nunca eran suficientes y había tenido peticiones de lo más raras. Ya que era inmortal y dinero le sobraba, sólo cabía pensar en algún vicio oculto o algo lo suficientemente embarazoso para no repetirlo en alto muy a menudo.*

Enarqué una ceja sin comprender muy bien si eso de lo que hablaba era como el mío, otro intento de broma.
-¿Para que quiero yo dos penes?
Negué con la cabeza, no, no iban por ahí los tiros, yo era bastante mas practico y la verdad es que la naturaleza me había dotado bien como para necesitar ese tipo de favores.
-No, es mas sencillo, quiero que me pongas en contacto con mi hermano ¿es posible? Me dijiste donde estaba, el problema es que no puedo acceder a ese lugar sin que mi Sire descubra mis intenciones, así que..¿es posible contactar desde la distancia?*

Reflexionó un poco sobre su petición, era posible, sobre todo el contactar mediante el mundo de los sueños o atravesando velos de otras realidades. El problema era esa tal sire, desconocía el alcance de sus habilidades y por qué Varinäel evitaba todo contacto.

— Puede hacerse. Es complicado y pueden salir mal algunas cosas porque para que puedas verlo y escucharlo tendrás que atravesar una realidad intangible, transitar por un mundo espiritual al que las almas como la tuya están vetadas. Yo sé un par de puertas traseras pero...va a doler.

El dolor era lo de menos, en verdad lo peligroso es que los vampiros al ser condenados y estar muertos, tenían un alma poco anclada a su cuerpo y se podía quedar perdido en el limbo fácilmente, pero es algo que tendría que asumir. tampoco era necesario contarle los detalles ¿no?.*

El dolor no era el problema, solo que Indigo lo descubriera, tenía que localizar a Daredhal, contarle si es que no lo sabía ya, lo que había descubierto sobre Aranwill y los planes de Indigo para con nosotros. Derrotar a nuestra Sire era primario si queríamos dejar de ser sus malditas marionetas, tener una vida, llevaba bajo su yugo 2500 años peor eso iba a cambiar.
-Bien-dije de forma escueta volviendo a centrarme en la misión que acontecía.
Un nuevo sorbo a la copa la dejó vacía.
-¿que has averiguado tu? estoy seguro de que no has estado quieta.*

—Bingo! ¿tan predecible soy? hum... bueno, eres un vampiro, quizás lo hayas deducido por tu amplia experiencia. Pues veamos, el grupo del que hablas se denominan los Praetor, son los pretorianos de la magia. En la Logia los desprecian pero como por suerte no es necesario pertenecer a ninguna orden o hermandad, no pueden hacer nada al respecto. Se creen muy buenos, algunos lo son, pero la mayoría sólo tienen un enorme ego y saben tres trucos de esos que son llamativos. Los inquisidores los han contratado para proteger a su invitado especial, y así si caen por el camino, ellos no pierden nada.

Se levantó y sacó de una u una botella de vino blanco un Dolcetto de Dogliani, un vino italiano bastante exclusivo, de la zona del véneto. Sirvió dos copas, prefería el vino al champán y dedujo que al empresario vinícola no le disgustaría acabar la velada con un postre así.

— Los Praetor trabajan en equipo, tienen tres brujos con poderes de combate, barrera de energía, fuego etc. Uno con dominación mental, pero tú eres inmune y yo con esto también.— sacó de su escote un colgante con una piedra verdosa que le regaló Xar. — el cuarto se dedica sobre todo a venenos y pociones, tú eres inmune, yo no, si me roza con una arma en puedo darme por muerta a menos que tu sangre pueda curarme de eso. Los demás no tienen ni idea de nada, son medio muggles.*

-Tendrás que conseguir que no te toque esa afilada hoja plagada de veneno -apunté mirando a trasluz la copa de vino blanco que acaba de darme para observar su textura -soy inmune a los venenos, a todos menso al de licano, en dosis pequeñas me debilita y me da fiebre, en altas dosis puede darme muerte. Mi sangre te puede servir de antídoto, para todo menos para el de licano, contra ese es inocuo..
Llevé la copa a mis labios y di un pequeño sorbo paladeando aquel sabor ligeramente seco y frutado.
-Tu te encargaras de quebrar sus barreras, y de darles muerte, es sencillo, cubrirás mis espaldas sin arriesgar tu vida, no puedo protegerte y a la vez matarlos a todos, asi que lo perfecto es que sabiendo donde se producirá el encuentro que busques un punto estratégico donde esconderte. ¿El colgante sirve para algo o son solo recuerdos a los que aferrarte?

Enredó los dedos en el colgante mirando por la ventana, apenas había luna esa noche, como tantas otras en las que ella había esperado despierta hasta ver entrar a la cazadora por la puerta.

— Fue un regalo de Xar... me han dominado varias veces, ella no quería que tuviera que hacer nada obligada. Yo le regalé un anillo para su cuchillo de ébano que poseía un hechizo poderoso, el alma de quien matara no reposaría ni hallaría la paz. Lo tengo en un cajón, se lo dejó antes de irse. Si quieres condenar a los Praetor, puedo traértelo en un minuto.*

Ladeé la sonrisa negando con la cabeza, los humanos siempre tan predecibles, tan débiles y plagados de sentimientos. No podía culparla, un día yo también amé y esa fue mi maldición, mi condena y la de todos los que estaban a mi alrededor.
-Yo ya condeno -aseguré sacando las garras y los colmillos, pero gracias por el ofrecimiento.
El amor era un poderoso opio, uno que calcinaba por dentro, que contrariaba y que seguramente llevaría a esa mujer a la destrucción, pero bueno, no era mi problema, de algo tiene que morir la humanidad y esta razón era tan buena como las demás.
-Bien, trataré de descubrir el lugar donde estará el inquisidor, le pondremos una trampa, dominando el campo de batalla venceremos, lo mataremos y acabado el problema, tu problema, solucionaremos el mío y no volveremos a vernos -hice hincapié en esto último, llevábamos demasiadas citas y eso era algo que me contrariaba.*

— Bien, porque tu cara de mandril drogado es de lo más desagradable.— Lo dijo muy seria pero después estalló en carcajadas. Se estaba esforzando mucho en recordarle que él era un vampiro milenario y ella una bruja oscura y no estaban en el mismo escalón de la cadena alimentaria. Pero eso a la Paine le daba absolutamente igual. ¿Más enemigos? ¿un "amigo" vampiro? ¿una batalla más? todo le daba lo mismo, lo verdaderamente importante ya no estaba. Dos veces la habían empujado a tocar fondo y ella como una mala hierba conseguía sobrevivir y volver a brotar, pero era eso: una mala hierba, una que no daba flores y que nadie se preocupaba de recoger y poner en un jarrón bonito. Se levantó y fue al despacho, necesitaba algunas cosas para darle a Varinäel, el hechizo de desdoblamiento del alma no era sencillo. Mientras trasteaba en las profundidades de su cripta, un llanto fuerte inundó la sala donde estaba el vampiro. Unas manitas se agarraron a los barrotes de la barandilla, Arya gateaba y se había salido de la cuna para quedarse al pie de las escaleras.*

Elevé la mirada al ver a un bebe gatear rumbo a las escaleras, asomaba sus manos por la barandilla y por un instante me quedé petrificado. No era mi problema, si moría por un caída no era mi problema, desvié los ojos siguiendo la estela por donde se había ido la bruja y tensé el gesto.
"Vamos bruja que cojones haces" pensé para mi mismo antes de devolverle la mirada a esa inocente criatura a la que los dioses parecían estar marcándole su sino.
Antes de que sacara un pie para trastabillar en el primer escalón, mi velocidad sobrenatural lo evito.
Tomé a la niña por debajo de los brazos y extendiendo los míos para no hacer mas que transportarla como si tuviera la peste o algo parecido la llevé al interior del cuarto dejándola dentro de su cuna.
-No salgas de ahí -le dije con el ceño fruncido como quien riñe a un perro que se ha meado fuera de su sitio.*

Elora enarcó una ceja a unos metros del vampiro, la situación era tan extraña como cómica, pero su sentido del peligro se había disparado.

— ¿qué cojones haces? no... no te acerques a ella.

Lo apartó de un empujón y corrió a ver a la pequeña, que estaba algo colorada de la fiebre y aunque tenía las mejillas húmedas del llanto, ya no lloraba, es más, le dedicó una sonrisa sin dientes al vampiro y un gorjeo ininteligible.

— Lo que me faltaba...no es un perrito Arya, es un jodido vampiro que te puede usar de aperitivo, no le rías las gracias...— le hablaba a la niña como si fuera una persona mayor, sin tonos de voz estridentes ni cantarines, los niños no eran estúpidos, no había que hablarles como si lo fueran. Agarró a la niña al brazo y se acercó a Varinäel dejándole en la palma de la mano el anillo que se podía acoplar a cualquier daga. Absorbía las almas y las condenaba a errar sin fin por un purgatorio lleno de espectros y sombras, una eternidad en el vacío elemental.*

Elora me apartó de la cría de un empujón, enarqué una ceja, tampoco podía culparla por hacerlo, a fin de cuentas era un monstruo y eso era algo que no disimulábamos ninguno de los dos.
Hubiera dicho que la culpa era de la cría, pero..¿para que?. Ademas su hija me miraba sonriendo la mas de feliz lo que me llevó de nuevo a fruncir mas el ceño poniéndole cara de "sit"
La bruja cogió a su hija de la cuna y acercándose a mi me entregó un anillo depositándolo en la palma de mi mano.
-No lo quiero -dije con esa terquedad que me caracterizaba -no tengo nada que condenar -aseguré devolviéndoselo antes de dar un toque en la frente de la niña con mi indice -y tu haz caso a tu madre, no te acerques a los vampiros. Tengo que irme -sentencié incomodo por lo que estaba pasando, esto no era una reunión de trabajo...y yo rehuía todo encuentro que pudiera tener implicaciones emocionales.*

Agotada del trabajo del Orfanato, la bruja se marchó a su mansión y durmió catorce horas seguidas. Se despertó con un tremendo dolor de cabeza, había quedado con Varinäel para ultimar unos detalles del plan que estaban trazando para darle caza a Darkblade, pero no se sentía con fuerzas ni de arrastrarse. Se levantó a regañadientes y Jana le trajo una especie de brunch que fue degustando mientras se bañaba. Olía a azufre por el demonio Baël y a hollín de la explosión, así no estaba presentable. No le daba tiempo de peinarse con nada sofisticado, así que sólo dejó su cabellera oscura cayendo por la espalda. Escogió un vestido burdeos y negros con encajes en las mangas y cuello, pues habían quedado en un lugar relativamente elegante. Cogió los pendientes, los pasadores del pelo y el bolso y se dirigió a darle un beso a Arya antes de salir. En el coche de caballos se terminó de arreglar y recogió unos mechones de las sienes para no llevar el pelo totalmente suelto. Al parecer al cainita le había apetecido hacer negocios en un lugar concurrido, Le Petit Palais, donde una orquesta tocaba música, la gente bailaba, cotilleaba por los rincones o se daba el festín de comida y delicatessen. No tenía ganas de ir pero debía hacerlo, y más sabiendo que Black le había dado un recado.*

Llevaba un par de días dandole vueltas a la misiva que Hector había enviado a mi nombre, algo se estaba gestando en Paris, no era tan necio como para pasarlo por alto. El consejo se reunía con frecuencia y yo tenía informadores en cada callejuela, me gustaba pasar desapercibido, fundirme como si fuera un mero humano mas para llevar a cabo mis negocios con las garantías suficientes, pero si las cosas se ponían feas Paris sería inhabitable y yo tendría que desaparecer a humo.
Indigo era peligrosa, la conocía lo suficiente como para saber que no tardaría en cizañar en un bando u el otro y al final acabaría saliendo escaldado de aquella encrucijada.

Aquel día había quedado con la bruja, ya teníamos todo planeado así que digamos que esto era pura cortesía y un modo de acabar de concretar las cosas para que salieran perfectas.
Ademas acudir a se lugar era bien visto por la lata sociedad que había empezado a rumorearse sobre nuestros encuentros clandestinos, ella hacía poco relativamente había enviudado y desde entonces no se le conocía varón, así que digamos que los rumores corrían por la corte como el agua por un rio.*

La música sonaba melodiosa, la gente iba envuelta en galas y todos con sus guantes, sombreros, cintas, lazos y joyas espectaculares. Ella no destacaba precisamente por seguir la moda o por ser una dama espectacular, era bajita, delgada y oscura. Además había escogido un color oscuro, lejos de los brillos y pasteles. Cruzó el atrio del salón y fue hacia donde pensaba que lo encontraría, el área del alcohol y los caballeros que salían a fumar. Lo vio allí rodeado de un par de hombres gruesos que posiblemente estaban negociando cosas y sus hijas, a todas luces casaderas, lo miraban con cara de cordero degollado. Resopló y cuando el vampiro la vio, torció el rumbo, en busca de una copa de vino. Una reunión social era lo que menos le apetecía en ese momento.*

Elora no tardó en acaparar mi atención, mis ojos la siguieron por aquel palacete mientras uno de los hombres me comentaba las bondades de su primogénita, una doncella que si bien cierto era bella también parecía demasiado necia. Me limitaba a sonreír a diestro y siniestro buscando el modo de hallar una disculpa que me permitiera alejarme de todos ellos.

Fue la llegada del conde lo que me permitió abandonar a los presentes para ir a saludarlo acostumbraba a hacer negocios con él, era un gran bebedor de vino blanco y sin duda compraba grandes cantidades de vino de mis bodegas.
Tras una conversación que termino cerrando un nuevo negocio, me despedí del hombre y por in pude ir con la bruja que me miraba con gesto de hastío.
-Buenas noches mi lady, estas preciosa -tome´su diestra depositando un beso en sus nudillos antes de ladear mi sonrisa con picardia.

Bien sabia ella que de estar solos en un sitio ms intimo mi comportamiento seria mas frío, mas allí debía mantener las apariencias y ante la sociedad eramos "buenos amigos" que tenían negocios juntos.*

Enarcó una ceja, de poder sacudirle una colleja lo habría hecho, pero allí delante de todos no podía ser, sentía los ojos clavados en su cogote, los murmullos de lo que decían de ella, que Varinäel podría escuchar perfectamente con su oído sobrenatural. Que había cazado al richachón, que lo habian matado al poco, qué casualidad…que vivió con una mujer, que tenía una hija bastarda…nada nuevo que ella no supiera. Pero Textiles Buisson exportaba y vendía a media Europa y daba trabajo a mucha gente, los obreros eran tratados con dignidad y a ella le importaba un pimiento lo que pudieran decir. Dio un sorbo a la copa y lo miró de arriba abajo.

– Y tú como siempre tan… galante.— Por no decir “muerto”, eso siempre lo estaba. Se acercó a él y saludó con la cabeza a los que pasaban a su lado.— He conocido por negocios a tu príncipe. Me dijo que vayas a saludarlo, que es la costumbre cuando uno de los vuestros llega a la ciudad. Esto me coloca en el punto de mira de los… raritos.— No iba a decir la palabra “vampiro” en alto.— Yo no le dije que tenía tratos contigo, así que alguien se ha ido de la lengua.

Clavó sus orbes oscuros en el cainita, tenía enemigos por todas partes como para encima tener a los vampiros vigilándola.*

Los Black también querían verle, la cosa pintaba peor de lo que a simple vista parecía, mas si en algo destaca un vampiro milenario es a olerse los problemas antes incluso de que llegaran.
Ladeé la sonrisa quitándole al asunto importancia, a fin de cuentas mostrar preocupación frente a ella podía implicar que esta se lo contara a Assur, por lo que había escuchado tenía negocios con el inmortal.
-La información para "los raritos" es poder y todos la utilizamos bien -dije sin mas tendiéndole el brazo para que me acompañara a la balconada y poder conversar mas tranquilos pues los ojos de las dos damas que parecían ir de caza no se apartaban de mi persona y cada vez me costaba mas dar explicaciones sobre porque el afán en mantener mi soltería cuando estaba claro que por mi edad hacia mucho que debería haber encontrado la compañía de una buena dama.*

Se colgó de su brazo, notando cierta frialdad bajo la tela de la camisa, pero tenía buen color, seguramente estaría saciado de sangre, eso siempre le producía un escalofrío, cuando vivía en los bajos fondos de París podría haber sido víctima de uno de ellos mil veces. Pero por fortuna, las brujas no eran plato de buen gusto.

—he tenido unos días… complicados. Ahora le debo un favor a un demonio. No es un eufemismo, me refiero a demonios de verdad. Pero tengo la piedra lunar, la que necesito para el conjuro de muerte masiva.*

Enarque una ceja mirándola ¿demonios? aquello cada vez aparentaba ser mas divertido.
-Te van las emociones fuertes bruja -apunté antes de tomar una de las copas que llevaban unos camareros por todo el salón - si ya tienes la piedra nada nos impide atacar, acabemos con ese inquisidor que tanto te molesta y si ambos podremos volver a la normalidad de nuestras vidas.

Hundí mis azules en sus pardos.
-¿O quizás después de rodearte de tanto inmortal empiezas a cogerle el gusto a nuestra presencia? -pregunté antes de llevar el vidrio a mis labios para dar un trago del ambarino liquido burbujeante -¿me aceptas un consejo?
Ella asintió con la cabeza, mis labios se acercaron a su oido, las paredes oían y quería mantener la cabeza sobre mi cuello -aléjate de los Black.*

Ya, claro. Como si ella pudiera elegir, si la tenían vigilada nada podía hacer ella por no ser el objeto de su interés. Lo único que podía hacer es no darles más coba.

— Yo no tengo socios. Nadie quiere cuentas con brujas oscuras y tú ya sabes por qué.— le susurró también al oído la morena. Observó alrededor y tiró de la mano de Varinäel para arrastrarlo al centro donde se bailaba y la música era más fuerte. Afianzó los brazos en los del vampiro, si no sabía bailar, tendría que joderse, esa era la única forma que encontraba de tener una conversación privada. Rodaron y dieron algunos pasos y de nuevo se acercó a su oido.— Me deben un favor, sé que no querrás que lo use con esto, así que lo guardaré por si algún día tengo que salir de algún lío. Pero está claro que se cuece algo gordo.*

Cuando me arrastro hasta la pista mi gesto resulto claro, odiaba bailar y mi cara denotaba la tensión del que no baila desde hace muchos años.
-¿Algo gordo? si, también yo lo he notado, Elora sal del epicentro del tornado antes de que te engulla por completo. No siempre fui un hombre de negocios, entiendo de guerra, de tácticas y también de lo peligrosos que pueden ser los enemigos que las enfrentan.
La hice girar entre mis brazos tratando de mantener aquella mascara que me envolvía pues los ojos seguían mas que fijos en nosotros -Lo Black no recularan, creen ser dioses, quizás no se equivocan pero si se les deja hacer arrasaran con este mundo tal y como hoy es conocido.Aléjate Elora, no te cobres el favor, pues son expertos en transformar deudas en obligaciones morales.*