Las cosas que no se pueden explicar con palabras [Anuar]

Recuerdo del primer mensaje :

Habían pasado casi tres meses. Aquel era el día 89 y aunque para el vampiro fuese una cantidad pequeña, le daba la impresión de que hubieran pasado décadas sin verle. Nunca se imaginó que llegaría a añorar tanto la compañía de una persona, desde siempre había estado con Erkki y aunque había sido su único amigo (o al menos lo más cercano a uno que podría tener), si su mentor no estaba cerca, no sentía la necesidad de buscarle, no le hacía falta verlo con frecuencia y no le preocupaba el hecho de que pasaran años entre una visita a otra.

Quizás era la diferencia de tiempos lo que lo hacía tan diferente, la posibilidad de que Anuar pudiese morir, el hecho de que se hacía viejo y que sus metabolismos iban a diferentes velocidades, de cualquier modo, aquella noche, la número 89 de esa larga espera, Soren se encontraba sentado en el borde del techo del edificio donde vivía Anuar. Eran casi las 5 y el sol saldría muy pronto, el vampiro había esperado pacientemente que su presa se fuera a dormir y cuando estuvo completamente seguro de que el pintor estaba profundamente perdido en el mundo de morfeo, se deslizó como una silenciosa serpiente por la pared, hasta alcanzar su piso y se introdujo por una de las ventanas rotas.

Caminó por la sala, sus pies apenas si se sintieron en la madera vieja, porque un depredador por excelencia era experto en pasar desapercibido, en no dejar rastro de si mismo sin importar la situación. Y aquella era una importante misión, probablemente la más importante de toda su vida, su cuerpo temblaba conforme dejaba la pequeña caja con una manivela para darle cuerda de metal en una esquina de la sala. Una vez la dejó allí, sacó de su bolsillo derecho una tiza blanca, de las que usaba para escribir en los tableros de la universidad y comenzó a dibujar pequeñas flechas que señalaban la caja, generando un camino a seguir, que atravesaba toda la sala, hasta la habitación donde el chico dormía tranquilamente.

Entrar en el cuarto de Anuar fue más difícil de lo que esperó, verle allí acostado fue aún peor, quiso saltar sobre él y llenarle el rostro de besos, pero se contuvo y se limitó a dibujar más flechas desde su cama hasta la puerta, esperando que cuando se despertara al despuntar el alba, las viera y las siguiera hasta la caja que descansaba en la sala.

De la misma manera silenciosa como había entrado, abandonó el lugar con el corazón antes muerto latiendo imaginariamente como una locomotora imparable en su pecho, regresó a la sala y entonces dejó al lado de la caja un cuadrado de 40cm por 40cm cubierto por cartón, bajo él se escondía un lienzo que le había costado como un demonio pintar y que esperaba pudiera expresar todo lo que él no podía en palabras ni en actos.

Le dio un último vistazo a todo y cuando creyó que estaba de acuerdo a lo planeado, salió con la misma facilidad con la que entró por la ventana y trepó al techo, para después correr tan rápido como podía, pues casi podía sentir los rayos del sol pisándole los talones y amenazándo con quemarle la piel.

(( a este tipo de cajas me refiero: http://image.shutterstock.com/display_pic_with_logo/169/169,1254034229,1/stock-photo-surprise-box-toy-37773526.jpg ))

Lo encontraba completamente natural, el hecho de que Anuar hubiese dudado su regreso, raras veces las personas cumplían las promesas y eso era algo que Soren había aprendido a lo largo de su vida, quizás por eso, Erkki le insistió tanto en ese aspecto, le aconsejó sobre manera nunca ser como esas personas que abandonan sus sueños o a las personas que aman tan pronto como descubren algo más 'bonito'. Era como los objetos de su tienda, la gente los abandonaba y otros pretendían dar toda su fortuna por obtenerlos, las personas no eran como los objetos, valían mucho más y no podían ser simplemente desechadas cuando ya no tuvieran uso.

-Prometo cumplir lo que prometo... - Exclamó y le pareció que sonó tonto, sus labios se curvaron en una sonrisa – Las promesas son importantes para mi, no las hago con frecuencia, así que cuando hago una, pienso en cumplirla – Le explicó. Entonces lo siguiente que dijo provocó que negara con la cabeza una y otra vez – Estoy siendo sincero, me has pedido hablar con la verdad y eso es lo que he estado haciendo -

No alcanzó a cerrar los ojos para perderse en el ensueño que un beso de ese chico le provocaba, el beso duró tan poco que apenas si fue consciente de que existió, aunque por supuesto, las tan nombradas Mariposas, revoloteaban alocadas en su estómago como vestigio de que si había ocurrido.

- Increíble... - Susurró con una risita nerviosa provocada por el roce anterior – Nunca me imagine que llegaría el día en que alguien me dijera que me extraña... es como el sueño que toda persona merece vivir algún día... me refiero, saberse apreciado por otra persona - Inclinó su cabeza y su frente golpeó ligeramente la de Anuar, sus narices volvieron a chocar, esta vez Soren frotó su nariz contra la de Anuar una y otra vez de izquierda a derecha y luego dijo - ¿Sabías que así se saludan los Osos pandas que viven en la China? -

Debía recordar aquello Soren era un hombre de palabra y los hombres de palabra no merecían ser tratados como otros que no fuesen ellos ¿dudar de su palabra? Como una profunda puñalada y bofetada, cuestionar no era un factor necesario en aquellos instantes pues al tratarse de un hombre de palabra podía confiar en que lo que decía y escapaba de sus labios y lo que dijese por el resto de la noche estaría libre de falacia y engaño ¿sabían sus ojos mentir? Su palabra le bastaría para ser feliz.

-no necesito más que eso para confiar en ti…aunque aun sin eso seguramente confiaría en ti- de modo que de ser quebrantada su confianza no habría poder humano o fuerza más allá de los vivos, porque ahora comprendía que existían seres que parecían haber salido de la mas vivida pesadilla, que lograse de alguna forma estrechar nuevamente aquel regalo que sin ser tangible le otorgaba, era como el amor o la felicidad, sensaciones que de ser verdaderas serian eternas.

-nadie más podría saber que se siente, quizás pocos ¿quién podría asegurar que ha vivido todo lo que nosotros? – entrecerró los parpados al sentir aquel seco e indoloro golpe contra su frente y la presión que el tabique ajeno ejerció sobre el propio, se quedo estático recibiendo aquel movimiento que producía una reacción en su propio cuerpo -¿de dónde conoces tanto?- le cuestiono en voz baja aunque la respuesta le pareció sobrante y lógico, los libros.

Aquellos seres que sin hablar podían transmitir tantos conocimientos, que sin necesidad de otorgarle imágenes al lector eran capaces de dibujar paisajes y creas personas, transmitir emociones y quizás de alguna forma, insertar pensamientos ¿no lo habían hecho ya con Soren? Pensaba, de forma certera o errada que el amor debía ser de cual o tal manera, ideaba su reacción aun antes de pensar en el, infería blasfemias contra aquellos que de alguna forma habían atribuido a aquello aunque debía admitir les admiraba también por su ingenio, pues tras libros habia conocido por vez primera lo que era decir querer a alguien.

-¿y qué más hacen los osos pandas de China?- le cuestiono con curiosidad rozando nuevamente las puntas de sus narices con una diminuta sonrisa deformado sus labios.

Soren no se imaginaba quien podría haber vivido algo similar a ellos, no conocía a otros hombres que como ellos cometieran el grave pecado de amarse entre si, pero tampoco creía que fueran los primeros de la historia. En algún lugar del globo terráqueo debía existir otra pareja como ellos ¿Tendrían la misma suerte? Porque a pesar de todo, Soren se sentía gratamente afortunado de ser correspondido por Anuar, para él, eso ya era un regalo divino.

-292 años, son mucho tiempo para leer libros – Respondió a su pregunta – He perdido la cuenta de cuantos libros he leído – Agregó encogiéndose los hombros, entonces ante su siguiente pregunta, el vampiro que aún tenía la nariz contra la de del chico, pasó a besar la punta de esta con sus labios.

-Los pandas en China... llenan de besitos a su pareja – Murmuró y desvió su rostro haciendo un camino de besos con sus labios por toda su mejilla, bordeando el contorno de su rostro lentamente, dirigiéndose a su cuello y allí besó la apetitosa piel. Las marcas que alguna vez habían dejado sus colmillos se habían borrado hacia mucho tiempo, pero Soren quería creer que le había marcado para siempre, aunque esa marca no fuera visible.

Por supuesto los pandas en China no se daban besos, para empezar no tenían labios, sino trompas peludas y hocicos húmedos, los pandas probablemente se morderían cariñosamente entre si, pero no se besarían. De cualquier modo, era lo que Soren deseaba hacer en ese momento, cubrirlo de besos, pagar uno a uno todos los que debía en sus 89 noches de ausencia. ¿Le alcanzaría esa noche para pagar su deuda? Se preguntó, mientras alcanzaba la oreja derecha y besaba el lóbulo, sus manos bordeando al chico por la cintura que ahora no lucía tan delgada, sumergiéndose tranquilamente bajo la tela de su camisa, acariciando con las yemas, el contorno de los músculos de su espalda, una espalda que parecía completamente distinta, como si en su ausencia, le hubiesen cambiado a Anuar y ahora un hombre de espalda ancha y firme estuviera en su lugar.

No podia negar que al principio al escuchar de la inmortalidad el único motivo que le habia seducido habia sido la cantidad de saberes y cosas que podría haber aprendido, los años que a cuestas llevaba sin aparentar, quizás de tiempo de los Cesares y Augustos y aun más atrás con los vikingos y guerreros. Podria ser tan antiguo como la escritura o el cultivo, quizás habia conocido a personajes que en su tiempo de lucidez y vida no habían sido sino solo uno mas sobre la faz de la tierra y ahora que no estaban su reputación se veía incrementada, no en la vida sino en la muerte habían conocido la fama.

-quizás no los suficiente…no creo que nunca sea suficiente- aseveró porque por cada generación una decena de filósofos y escritores renombrados daban sus rostros a la sociedad y sus ideas se masacraban en hojas de papel y tinta negra, que como sangre corria en sus venas como en las suyas corría la pintura y disolventes.

Entrecerró los parpados al sentir aquellos marfilados labios rosar su cálida piel, aquella ahora rojiza en algunas partes pues su blanca tez no tendía a tostarse como lo haría en la mayoría de las personas sino que cual cangrejo su cutis comenzaba a enrojecer y arder, había superado aquello el primer mes, ahora una plasta de puntos como lunares había manchando sus hombros como un cielo estrellado, pecas que no antes poseía y de ser así no en demasía.

Ladeo su rostro rozando con su mejilla el ajeno, sintiendo sus manos bajo su tela acariciando con parsimonia y suavidad su espalda ahora ancha y fornida, quizás no como aquellos que toda su vida habían trabajado más si como alguien que había tenido que hacerlo los últimos tres meses, apoyo sus manos a ambos lados de su rostro ubicando su cuerpo y cara por encima de los del vampiro. Coloco su mano por encima de sus parpados, cerrándolos con suavidad -¿es diferente lo que tocas?- le cuestiono al oído, besando con rapidez el corazón del mismo.

Nunca sería suficiente y Soren debía aceptar que la principal razón por la que no se había suicidado lanzándose al fuego, era porque 'deseaba más', su hambre conocimiento llegaba a ser más grande que el miedo a dejar de existir. Ahora por supuesto otra poderosa razón se había sumado a la lista para no querer morir, una razón que se encontraba justo frente a él.

-Si... - Murmuró cuando la mano le cerró los ojos y la voz le envió escalofríos por todo el cuerpo luego del pequeño beso. - Por la ropa no lo había notado... pero si... se siente diferente – Comentó, palpando ahora su vientre con las manso, a ciegas, pero imaginando que debía lucir mucho más musculoso y firme.

No lograba imaginarse como luciría, porque apenas si se hacía una vaga idea, pero eso bastó para que se llenara de curiosidad ¿Que había hecho durante esos días para que su masa corporal aumentara de esa manera? Era como descubrir por segunda vez a Anuar. Subió con sus manos tímidamente desde el vientre hasta el pecho y notó a través del tacto que los músculos se marcaban notoriamente y se curvaban con bondad, la última vez que había acariciado esa misma área había estado mucho más plana y falta de relieve.

- ¿Como lo has logrado? - Preguntó entonces fascinado con el cambio - ¿Has comido más? ¿Has hecho ejercicio? - Agregó parpadeando con la emoción de un niño a quien le han comprado una nueva bicicleta para remplazar la vieja heredada de su hermano mayor - … ¿Puedo ver? -

Entrecerró los parpados al sentir aquel frio tacto recorrer su torso después de tres meses de no haber sido recorrido por nadie más, el nulo vello en los brazos y en su nuca se erizo a la par que su cuerpo se agitaba presa de un escalofrió que le helo la sangre unos instantes y freno su respiración otros más. Los músculos de su cuerpo entero se contrajeron, su rostro se escondió entre sus hombros dando la apariencia de no poseer cuello alguno.

-trabajando- indico sin más, todos los días cargando cajas y costales, andando kilómetros y millas a pie, saltando y corriendo otras tantas para no tardar en la entrega más de lo debido, un joven emprendedor, poco conocido por su falta de comunicación con las personas, aunque los hombres que en aquel mismo sitio trabajaban comenzaba a verle como a uno más, no un extraño que de raquítico cuerpo pretendía ganarse el pan de cada día con una fuerza no poseyente –he comido más…aunque aun no logro hacer la sopa- confesó sonriendo de medio lado aunque sabia se trataba de un gesto invisible bajo su el muro que su mano hacia -¿ejercicio?...nada aparte de cargar mercancía- porque había días que llegaba a aquel mismo lugar, se tumbaba sobre la cama con las extremidades adoloridas y se disponía a dormir desde el crepúsculo hasta el alba y debía volver entonces a la jornada.

Sonrió ampliamente, porque ver aquel entusiasmo en su cubierto rostro y aquella alegría en su voz le hacía sentir seguro sobre su nueva apariencia aunque lo que yacía bajo de aquella capa de piel, grasa y musculo seguía intacto. Destapo los ojos del vampiro con lentitud, deleitándose al dejar al descubierto aquellos mares ante el –no es demasiado- tuvo que confesar porque al verse de pie a un lado de aquellos que años llevaban en la labor, su cuerpo seguía luciendo escualito aun cuando su altura iba mas allá del promedio.

-haciendo fuerza apenas y se nota- asevero, porque era más fácil sentirlo que observarlo, o quizás su tacto era mejor que su visión. Le avergonzó tener que alzar el mismo su camisa de modo que se limito a otorgarle el permiso con la mirada, sus entradas antes dos sobresalientes huesos eran ahora dos líneas semi marcadas ¿y cómo habían terminado fijándose en su abdomen? Sus mejillas adquirieron la coloración del arrebol y se volvieron ígneas al instante, como dos farolas encendidas –pero…no me has dicho que has hecho tu en este tiempo- ¿le habia dicho ya? No estaba seguro, pero cuestionar nunca sobraba.

No lograba imaginar a su joven pintor de manos delicados y tacto de rosas haciéndo rudos movimientos de hombre, no lograba imaginárselo sudando mientras cargaba mercancía bajo el ardiente sol, no lograba imaginar esas mismas manos, de largos dedos que lograban el milagro de la creación en los lienzos y en su piel, siendo arañadas por las asperezas de las cajas y ampolladas por el calor de los metales. Tomó las manos de Anuar entre las suyas y las examinó con detenimiento, entonces notó las ampollas y las uñas partidas, aquellas no lucían como las manos de un pintor, lucían burdas y comunes.

Dejó de lado las manos y pasó a observar su abdomen cuando el chico le había dado permiso, levantándo la tela que le cubría hasta casi el cuello de Anuar, dejándo al descubierto un pecho completamente diferente al de antaño, la piel lucía un poco más oscura, más bien rojiza y Soren no pudo evitar susurrar - Camaron, camaron - continuó observando como un doctor haría con un pasciente, sin percatarse de lo incómodo que esto podría resultar para su interlocutor. Ciertamente su cintura lucía más gruesa y los pectorales se marcaban mucho más.

- Que extraño... - Comentó palpando la piel y dándo un ligéro golpesito en el abdomen para comprobar que en efecto si estaba más duro - La verdad es que... cuando te conocí lucías mucho más... femenino - Murmuró y ahora fue le turno de ponerse un poco colorado, aunque no tanto como Anuar - Realmente.... nunca llamaste mi atención por tu físico... quiero decir, eres un chico guapo y cualquier chica estaría suspirando por tu rostro de principe encantado... pero no eras del todo 'mi estereotipo', así que nunca me fije mucho en tu cuerpo - Le confesó, entonces justo después de decir aquello, cayó en cuenta de que ese tipo de detalles deberían mantenerse en secreto.

- Oh...lo siento... no debí decir algo así - Se apresuró a decir, llevándose ambas manos a la boca, cubriéndosela con un gesto de culpabilidad, pero era la verdad, Soren no se había fijado en hombres antes, bueno sólo Anatole, pero esa era una historia diferente, a Soren siempre le habían gustado las chicas y obviamente Anuar no se adaptaba a su cannon perfecto de belleza femenina - Sin embargo... me gustas así, femenino o masculino... da igual, eres mi pintor -

Camarón, pensó con detenimiento al respecto y no encontró ninguna buena posibilidad por la cual dicha palabra hubiese salido de labios del vampiro, mucho menos repetida por dos. Una sonrisa desfiguro sus labios, una sonrisa que no siendo alegre y cariñosa, irónica o agria había escapado de sus labios, de aquella que habían sido creadas para convencerse a uno mismo que las cosas estaban bien o que, no estaban del todo mal, una sonrisa, una más.

-ya lo sabía- susurro bajando su camisa para censurar nuevamente aquella parte de su cuerpo que tan extraño le parecía traer al descubierto. Besose pues la frente del vampiro, levantándose del sillón con parsimonia y tranquilidad y el objeto chillo ante la pérdida de su peso. Lo había descubierto en las primeras semanas, lo había comprobado cuando le había pedido vestir un vestido, quizás, realmente había sido simple curiosidad ¿y si su subconsciente había hablado? No podia evitar pensar aquello, que una parte de Soren preferiría que fuese una mujer, con anchas caderas y menudas piernas, con busto pronunciado e inmensas sentaderas, que al dejar caer el corsé se viene algo más que un torso humildemente delineado, había aprendido también que no importando aquello y quizás no deseándole de igual manera, le quería, en una manera torpe y peculiar le amaba.

-no porque no lo hubieses dicho en voz alta implica, que no sepa de ello aunque me alegro…que esta noche decidas hablar- sonrió nuevamente, con una sonrisa más, de aquellas que no deberían existir sino exclusivamente para uno –aunque no creía que fuese tan femenino…eso solia decir mi padre que con manos de mujer ninguna persona iba a querer estar conmigo, pero supongo que no pensó en las posibilidades…de que no fuese una mujer quien terminara conmigo- agito suavemente sus recortados cabellos de fuego y observo con fijeza el cuadro aun tapado ¿Qué escondía este?

-¿te molesta si lo veo ahora?- le cuestiono en voz baja avanzando por la ahora vacía galería en dirección a aquel lugar, al cual dirigían las flechas que se perdían en el marco de la puerta hacia su habitación, concina y baño. Se acunclillo frente al objeto, tomando entre sus ásperas manos el cartón para apartarlo y dar paso, a lo que bajo el se escondía en silencio.

Le vio levantarse y hablar, la revelación de que ya supiera lo que acababa de confesar lo dejó frío ¿Cuantas cosas más sabía Anuar y él no se había dado cuenta? seguramente el lenguage corporal y las actitudes dejaban entredichas cosas. Soren se levantó de un salto del sofá y este se quejó por el inesperado movimiento con un chillido de resorte viejo. No supo que decir, sentía que debía decir algo aunque Anuar no pareciera enojado y pudiera percibir su tranquilidad por encima de cualquier otro sentimiento.

- No entiendo la analogía entre las manos delicadas y una relación de pareja... ¿Que tiene que ver una cosa con la otra? - Preguntó con expresión confusa acortando la distancia entre ambos - ¿Qué es más importante que lo que tienes en la cabeza? digo... uno se puede sentir atraído por muchos cuerpos, pero al fin y al cabo sólo son contenedores de lo que hay por dentro, finalmente es lo que uno tiene dentro, lo que queda y te hace apreciar a otros - Explicó parándose a un lado de él.

Se imaginó como sería si Anuar fuera mujer, si su cuerpo tuviera las bondades y la suavidad de una diosa, recordó a Claire, el milagro de la vida se escondía en su vientre y el alimento más perfecto y balanceado en sus pechos ¿Acaso Anuar no podía crear y hacer la vida con sus manos de igual manera? Era un artista y le daba vida a las ideas armado con pinceles y colores. Cierto era que le atraían los cuerpos femeninos y Soren no se molestaría en reparar a algún caballero en las calles Parisinas, sin embargo el cuerpo de Anuar le había enviado al paraíso y no había importado su forma.

- ¡Lo olvidé por completo! - Exclamó llevándose de nuevo ambas manos a la boca, de inmediato un nerviosismo subió por su columna como un reptil helado deslizándose por las piedras de un rio - N...no me molesta... pero no esperes mucho... yo no soy muy bueno pintando... - Comenzó a justificarse y le observó impotente mientras el chico quitaba el cartón que envolvía el lienzo.

El lienzo de tamaño rectangular y de 50 por 35 centímetros, contenía una pintura al óleo, el fondo era de un intenso color naranja en su parte superior que iba graduando para pasar a rojo escarlata y luego a un rojo vino tino para terminar casi en negro. El cuadro contenía dos figuras humanoides y varias criaturas extrañas que bien podían ser animales. Una de las criaturas (la más grande) era como una lechuza o bien podía ser una Guacamaya gigante, en todo caso se trataba de una ave colorida que surcaba con las alas extendidas por la mitad del lienzo y sobre ella iban sentadas las dos personitas. Ambas eran un poco diferentes entre si, una de las dos no tenía rostro y había sido pintada en grises, era delgada y tenía un agujero negro en su pecho, la otra figura había sido pintada con más detalle, tenía brochazos rojos por cabello y dos enormes ojos amarillos como farolas, estaba pintado en colores vivos que armonizaban con los del fondo y los de la ave.

Ambas personitas estaban unidas por un delgado hilo de color rojo unido a sus dedos meñiques. Junto al ave y en proporción más pequeña volaban mariposas y arañas de colores.

-para el mucho…decía que nadie podría amarme no solo por mi físico sino por lo que llevaba dentro, creía que mi anhelo de ser pintor eran caprichos, y que el no otorgar mi vida a Angelique egoísmos no encausados, solia cuestionarse sobre que mal habia hecho para tenerme por hijo…si mi físico era todo lo que tenia para que alguien me quisiera, el decía que estaba todo perdido “más fácil seria entregarte a la vida de Dios”- suspiro ampliamente negando, como si con aquella acción aquellos recuerdos pudiesen caer como pesadas piedras hasta perforar el suelo.

-supongo que un cuerpo de mujer es mucho más atractivo…realmente no lose- susurro jugando con el cartón entre sus manos para apartarlo con suavidad de su camino y dejar a la vista aquel diminuto cuadro de alegres y opacos colores, roso con sus dedos los contornos de aquellos dos rostros y con sus palmas el fondo del color del arrebol, de oro y fuego como su propia imagen, porque oro y fuego habia en su rostro –no podrías haber hecho cosa mas perfecta- aunque no estaba del todo seguro lo que significaba aquella imagen, las palabras las tomaba con toda litereza, en los cuadros se permitía divagar y usar su propio criterio, el mensaje connotativo que todo arte escondía.

Siguió con su dedo índice el camino del hilo rojo, reposando el lienzo sobre sus piernas –esto esta mal- susurro sonriendo de medio lado, señalo el agujero que por pecho llevaba –te has equivocado, lo que hay reside es tan inmenso que debería haber ocupado todo el cuadro- asevero haciendo una figura de corazón por los lindes del lienzo, lo deposito a un lado con cuidado sin lograr aun asi apartar su mirada de el, como si por imán llevase la base.

-eh logrado al fin ver un cuadro tuyo- asevero extasiado, sonriendo de hito en hito sin dejar entrever sus dientes.

Soren frunció el ceño al escuchar a Anuar hablar sobre su padre, si así es como pensaba aquel hombre, le iba a enseñar unas cuantas cosas cuando lo conociera en Rumania, aunque por lo menos no era un adicto al dinero como su propio progenitor. El vampiro torció la boca en una expresión de duda frente a lo que decía - No creo que sea más o menos bonito, desde el punto del arte ambos son hermosos ¿Has visto las estatuas de dioses Griegos? Oh... cuanta sublime perfección en esos cuerpos masculinos... -

Jugueteó con sus propios dedos unos instantes mientras el chico contemplaba el cuadro, estaba muy nervioso, ciertamente era la primera vez que mostraba sus cuadros a alguien que no fuera Erkki y siendo realistas, a Erkki no le interesaba mucho el arte, así que la opinión de Anuar valía mucho más. Pareció como si el alma le volviera al cuerpo cuando Anuar había dicho que era perfecto, una sonrisa se dibujó instantáneamente en sus labios, como adoraba ver esa expresión alegre en el rostro de su interlocutor.

- Tonto... - Murmuró cuando Anuar dijo lo del corazón y se acercó para pararse a un lado de Anuar, con el dedo índice señaló el hilo rojo que unía a ambas figuras por sus dedos meñiques - ¿Vez el hilo rojo? - Comentó e hizo el recorrido lentamente con su propio dedo sobre el lienzo - La civilización Japonesa, que vive en los confines del mundo, cree que existen hilos rojos invisibles, que unen a las personas entre si, se dice que estás unido desde tu nacimiento a la persona que es tu destino - Le explicó y luego tomó la mano izquierda de Anuar, entre las suyas, por supuesto no había ningún hilo allí.

- No podemos ver el hilo, aunque dicen que algunas personas pueden... en todo caso, es un hilo indestructible y así estés en otro país o en un remoto lugar sin posibilidad de llegar a conocer esa persona que es tu destino, si os une el hilo, en algún punto habrán de reunirse - Continuó y sobraba decir que lo había leído en un libro, porque Soren nunca había ido al país del sol naciente - La cuestión es que... yo he conocido a muchas personas en todos estos años, pero nunca me había conectado de la misma manera como me conecto contigo... así que me gusta creer, que he seguido exitosamente el trazo de nuestro hilo y te he encontrado -

-perfección- susurro negando con tranquilidad –el problema esque no soy perfecto no de ninguna manera, no soy perfecto por no ser mujer y siendo hombre tampoco lo soy- asevero como si aquella fuese la verdad mejor pronunciada, como si fuese una idea que rondaba su cabeza desde su nacimiento y más aun desde su concepción, desde que estaba en el vientre materno había comprendido que no podría ser como aquellas estatuas de Aquiles y Alejandro, no podría jamás y no planeaba intentarlo pues en el intento yacería el fracaso y el fracaso le hundiría en la incompetencia, al no poder ser lo que ya sabiendo jamás lograr intentaba convertirse, aspiraciones demasiado altas, sueños demasiado utópicos, realidades demasiado simples.

Porque alguna persona, apócrifa o verdadera había existido, dicha belleza habia conocido la faz de la tierra y la tierra a su vez le habia adorado, seguramente los amantes habían caído rendidos a sus pies, el dinero y los buenos tratos no debían tampoco hacerse esperar, los regalos y promesas, distantes y eternas de un mundo no merecedor de su bondad, bondad de permitirle a los mortales apreciar su bella esfinge, quimera angelical, negó, regresando su atención a su interlocutor.

-¿aunque este se allá retrasado tres siglos?- le cuestiono fascinado ante aquel hecho pues no se imaginaba como dicho hilo podia unirle a una persona no existente, quizás podría haber conocido a su madre o a su abuelo y dicho hilo le hubiese unido a ellos aunque y en efecto este debía llegar hasta el. Sonrió de medio lado divertido ante la volátil imaginación de la cual podia hacerse dueño sin errar, pensar en hilos invisibles cuando creer en la magia aun habiendo sido recipiente le resultaba lejano…quizás.

Quizás el hilo pasaba a través de su cuerpo y en dirección de su descendencia ¿y si Soren en verdad estaba atado a su futuro hijo o hija? Dejar volar su imaginación no era siempre la mejor solución. Beso su comisura con rapidez, depositando el cuadro sobre el suelo pues ya tendría tiempo de resguardarlo en algún lugar seguro para mantenerlo las próximas décadas en optimas condiciones -¿me hubieses encontrado entonces en Rumania?- le cuestiono en voz baja ideando la ida a aquel lugar donde su casa debía aun mantenerse en pie, y sus conocidos habitar las calles.

- Quizás nuestro hilo es muy largo - Se aventuró a decir al escuchar lo que decía Anuar, parecía bastante ilógico teniendo en cuenta de que el era inmortal y su compañero no. ¿Estaban destinados igualmente así sus tiempos de vida fueran distintos? Soren no lo pensó en esa posibilidad mientras lo pintaba, en su mente ya se había creado un paisaje ideal, en donde efectivamente, el hilo los había unido. Cerró los ojos instantáneamente con el rápido beso.

- ¿Me hubieses encontrado tu en Suecia? - Le devolvió la pregunta encogiéndose de hombros - A lo mejor estaba escrito que nos encontráramos en este país...- Agregó, el vampiro se sorprendió de lo que estaba diciendo, debía sonar como un idiota supersticioso, como esas personas que sin entender un fenómeno natural le atribuyen Dioses o demonios a su causa. - En realidad no estoy seguro de que el destino esté escrito... pero es bonito pensar que el hilo si existe -

- ¿Sabes porque mi figura no tiene rostro? - Le preguntó y señaló el cuadro - Es porque ya no recuerdo como es mi cara... hace mucho tiempo que no me veo en un espejo... suena extraño ¿Verdad? - Explicó y se llevó ambas manos a su propio rostro, palpándose las mejillas - Se que tengo ojos azules, porque recuerdo los de mis hermanos, también recuerdo el color de mi cabello porque cuando lo he cortado, puedo ver los mechones... pero no estoy muy seguro de como luce la nariz - Agregó y se tocó la nariz, como una pinza, entre su dedo índice y pulgar - Me parece que es más grande que la de mi hermano Casper... su nariz era muy bonita y cuando era pequeño, quería que la mía fuera así también - Continuó y ahora su mano se detuvo en los labios - Mi boca... no recuerdo como era... quizás es fina como la de mi padre -

-Ahh... y los anteojos - Agregó, porque casi lo había olvidado - No se si lucen bien o no... los uso desde que estaba vivo, pero naturalmente no existen unos anteojos que puedan durar tantos años, así que he tenido que cambiarlos regularmente... estos son nuevos - Le explicó y se los quitó, las ojeras fueron mucho más evidentes una vez las gafas no adornaban su rostro, tenía los parpados inferiores ligeramente rojizos justo en el borde del ojo y daba la impresión de tener una delgada línea de pintura - Los otros se arruinaron en nuestra aventura en la cabaña ¿Recuerdas? -

Quizás era un hilo que no conocía de limites o parámetros, al cual no se le habia enseñado la terminación puesto que el mismo no debería poseerla, seria entonces tan largo como si vida humana le permitiese serlo y tan perfecto como ambos decidieran querer volver aquella realidad, porque era perfecto cuando en los sueños no se encontraba ya aquella escapatoria a la realidad, cuando dormir resultaba lejano y vivir, yacer expectante ante la vida era un deleite.

-…si te hubieras quedado en Suecia quizas hubiese sido como humano, entonces no habría forma que te encontrase pero, sin embargo fueron nuestras decisiones las que nos han traido hasta aquí- asevero sonriendo de medio lado con un inusual y agradable sentimiento naciéndole en el pecho, como si algun humanillo de aquellos redactados como regordetes y mas bien timidos, de orejas puntiagudas y cinceles que doblaban el tamaño de sus cabezas, de largas barbas y ajustadas vestimentas que realzaban sus oblongos cuerpecillos, uno de aquellos seres golpeteaba desde adentro de su pecho, donde su corazón debía yacer y donde ahora tenia un martillo y un cincel porque sentía, que le abrirían el pecho con delicadeza y en sus manos el hombrecillo llevaría su corazón, el bien más preciado y frente a el tenia a la única persona que le merecía, a la única a la cual anhelaba entregárselo.

Le escucho con atención sujetando su mano con rapidez para tirar de el hasta el marco de la puerta hacia la habitación, aquella que hasta aquel instante se habia mantenido cerrada, le abrió de par en par empujando con amabilidad el cuerpo del vampiro sobre la cama mientras sus piernas le llevaban hasta los estantes mas próximos y sus manos rebuscaban entre los cajones y cachivaches que tenia por pertenencias, saco de entre todo, un cuadernillo de hojas desgastadas y un diminuto trozo de carbón que con facilidad cavia entre sus dedos.

Tomo entre sus dedos el mentón del vampiro para alzar su rostro y no fue sino hasta entonces que se percato que la vela que alumbraba la estancia no era sino un triste mar de cera –hace tiempo te dije que te retrataría…ahora no tengo lienzos ni pinturas pero puedo hacerlo…solo unos trazos- asevero en voz baja rebuscando entre los cajones las cerillas y la vela.

- Nuestras decisiones - Murmuró asintiendo con la cabeza, compartía esa misma idea y se alegraba de que pudieran ponerse de acuerdo en alguna cosa esa noche. De repente el chico se había movido con rapidez, arrastrándolo a la habitación. Lo primero que vino a su mente, fue un tanto... morboso, tenía que aceptar que, tanto tiempo sin disfrutar del contacto de su piel era todo un tormento y ser llevado hacía la habitación, sólo le hacía pensar en una cosa.

La cara se le puso colorada al igual que las orejas y su imaginación voló hacía cosas indecorosas y deliciosas, memorias de lo que había ocurrido en esa cama, llegaron de golpe a su cabeza para aumentar el deseo dolorosamente.

Soren se sintió muy idiota, cuando vio a Anuar volver con el cuadernillo y el carboncillo entre los dedos, suspiró azorado, deseando que Anuar no pudiera adivinar sus pensamientos pervertidos, de ser así moriría de vergüenza ahí mismo. - Ah... vas a dibujarme - Afirmó e intentó una sonrisa, pero más bien carraspeó. - ¿Que pasó con los lienzos y con las pinturas ¿Los has vendido todos? - Preguntó con voz ansiosa, intentando hacer conversación.

- Yo... nunca he pedido a nadie que me retrate - Continuó - No he dejado que alguien lo haga... una vez hace ... - Se quedó pensando y utilizó los dedos de su mano derecha para contar - Unos 75 años, le pedí a un pintor que me hiciera un retrato... pero Erkki se enteró y me regañó fuertemente - Le explicó recordando la decepción del pintor cuando había cancelado el pedido - Erkki me contó la historia de Monsieur Cadavagio, un vampiro Italiano muy vanidoso que no podía evitar hacerse retratos, se hizo muchos retratos a través de las décadas y un buen día, un cazador de recompensas, irrumpió en su refugio y le sacó al sol - Soren meneó la cabeza lentamente - Las personas descubrieron sus retratos antiguos y sospecharon sobre su juventud eterna... así que... le pusieron un precio a su cabeza -

Rebusco con sus manos entre la obscuridad aquel objeto resbaladizo y casi duro que más bien tendía a ser blando y maleable, a tientas le ubico sobre el plato de porcelana con restos de la vela consumida con anterioridad y con una cajetilla de cerillas en la mano y pulso preciso, prendió uno de aquellos palillos de terminaciones ennegrecidas que ante la fricción se encendió como una lengua de fuego alumbrando tenuemente la estancia, deformando sus sombras y formando creaturas a través de ellas.

-tengo aun algunas pinturas y brochas pero lienzos no…después comprare- mintió con facilidad, porque siendo lo que su corazón añoraba no era lo que su cabeza le indicaba, debía ahorrar el dinero que ganaba a duras penas cada día, debía pagar el piso, la comida y otros imprevistos estaba ahorrando además para poder cambiar la ventana partida que se exhibía del otro lado de la habitación, debía cambiarla en primavera y no aguardar hasta el otoño para ser presa nuevamente de los fuertes vientos y ventiscas de nieve densa o torrentes de lluvia.

Lo pensó unos instantes negando con tranquilidad –pero este retrato será solo para ti y no importara si alguien lo ve en un futuro lejano, porque nadie sabra quien o cuando lo ha hecho y podrías con facilidad asegurar que ha sido de unos meses atrás…y asi podrás verte cada que lo desees- y se cuestiono entonces si tampoco era capaz de ver su rostro en sus pupilas, en aquellos soles y cuencas de oro ¿Cuándo le observaba…que veía? Se sentó a un lado de el con el cuadernillo sobre el regazo y el carboncillos entre sus dedos, extinto en aquella obscuridad, camuflajeandose con la misma -si no deseas que lo haga…puedes decírmelo y no lo hare- asevero tranquilamente, porque aunque para el habia supuesto ser una buena idea para el vampiro podia ser diferente.

(SHIT! pensé que lo había publicado o_ó ))

Soren observó al chico rebuscando por la habitación, para él la iluminación nunca era un problema así que no pensaba en ello, pero los ojos de Anuar no estarían adaptados a la oscuridad, así que la vela era más que necesaria, se acomodó en la cama, enderezando la espalda rígido como si se hubiera tragado un palo de escoba.

- Si quiero que me dibujes - Aseguró quedándose muy quieto - Lo que pasa es que... me pongo nervioso... es la primera vez que voy a ver mi rostro en décadas - Explicó entonces fue inevitable llenarse la cabeza de ideas ¿Y si se veía feo? Y si con el tiempo su rostro había perdido expresividad y se había convertido en un muñeco de cera pálida y sin vida?. Fue consciente de lo superficial que fueron aquellos pensamientos y estaba seguro de que de no haber existido Anuar, le habría importado poco el como luciera.

- Que... extraño - Murmuró con la mirada al frente, escuchando como la punta del carboncillo rasgaba el papel - Nunca me había interesado por mi físico... hasta ahora - Explicó sin moverse - Cuando estaba vivo... si que menos me importaba ¿Sabes? No salía de mi habitación o de la biblioteca... siempre me escondía cuando hacían fiestas y celebraciones en el castillo - Recordó y supuso que para su madre era mejor así, porque por lo menos de esta manera no la avergonzaba ante la sociedad.

- Mientras estuve trabajando con el Sherif de Estocolmo... tampoco importaba mucho como me viera, sólo cuando comencé a trabajar como profesor, se me exigió cierta 'etiqueta', tenía que refinar mi comportamiento teniendo en cuenta que estaría expuesto a todo tipo de personas - Continuó y contuvo un suspiro para no moverse y que Anuar no se equivocara en su dibujo - Ahora me preocupa el como... el como me veas tu... no sabes todo lo que me 'acicalé' para la cita de hoy -

-acicalar suena como si fueras alguna especie de animal – fue lo primero que sus labios articularon y sin embargo no lo más importante que tenia para decir sino solo el primer pensamientos que surco su mente como una estrella fugaz sin estela alguna tras de ella. Observaba por largos instantes su rostro plasmando en el cuadernillo algunos trazos para observarle nuevamente con fijeza pues aunque conocía, con tacto y visión todo rincón de aquel rostro y mas aun de aquel cuerpo captar la esencia le habia sido siempre difícil, sobre todo con retratos y anterior a aquel solo habia realizado dos, de los cuales se enorgullecía aunque no yaciesen ya con el.

-puedo decirte que no es tu físico lo que me hato a ti…más tampoco creo que sea escaso de belleza, una belleza diferente, una belleza inusual- susurro repasando varias veces el contorno de las gafas negras que encuadraban la parte superior del rostro, escondiendo sus cejas y parte del inicio de la nariz, sus pupilas se dilataban y contraían según su mirada cambiaba de lugar –yo no puedo decirte que antes no hubiese deseado un cuerpo de hombre, porque tampoco deseaba el de una mujer…pero es el tuyo por el cual desvarió- y tan ensimismado estaba en su labor que el rubor se olvido de subir a sus tersas mejillas.

Ante la belleza y el arte el cuerpo de Soren no era espectacular, y sin embargo era el único que deseaba de aquella manera en que su corazón vibraba dichoso y su respiración se frenaba al tiempo que, su pecho se contraía y su mirada desvariaba con el encandilamiento de lo real y no lo perfecto. Sujeto el mentón del vampiro haciendo que virase el rostro algunos grados -¿no te dicen a menudo que eres demasiado joven para enseñar?- le cuestiono con curiosidad pues su apariencia era de algunos años más a la edad a la cual habia fallecido, el momento en su rostro se habia vuelto de marfil y alabastro. El no lograría comprender, si pensaba como un adolescente usual, como alguien de aparente y escasos años mayor podría enseñarle, le veria pues como aun igual o por lo menos eso suponía que ocurria con las personas.

-podrias ponerte el cabello azul y tener una inmensa nariz…a estas alturas dudo que eso pudiese cambiar lo que hay adentro- asevero encogiéndose de hombros, sonrio de medio lado con el trozo de carboncillo tan diminuto que sus dedos comenzaban a rozar la hoja.

-Pues... siendo objetivos si soy como un animal – Murmuró inclinando la cabeza, como queriendo esconderse, pero intentó mantenerse muy quieto para hacer más fácil la labor de Anuar. El vampiro observó con fascinación la concentración de su interlocutor, como sus pupilas se dilataban recorriendo con velocidad desde el papel hasta su rostro. No había tenido la oportunidad de verle trabajar antes y le gustó el nivel de entrega que vio. Aquella era la esencia de un verdadero artista.

Conforme el pintor hablaba, Soren sentía el calorsito de antaño creciendo en su interior y desbordándose por su estómago y pecho – No es la primera vez que me llaman diferente... - Murmuró con los labios curvados en una sonrisa involuntaria – Pero... creo que esta es la primera vez que siento esa diferencia como algo bueno – Le explicó y lo siguiente causó que todo el calor aumentara de repente y las orejas se le pusieran tan rojas como un par de melocotones.

-G..racias – Murmuró. ¿Debía darse las gracias cuando alguien te hacía un cumplido así? Se preguntó, porqué no encontró más nada que decir en medio de su vergüenza mezclada con felicidad. Una nueva experiencia para esa noche. - Deben creer que lo soy... la mayoría de los maestros tienen más de 40 – Continuó, respondiendo a la pregunta – Al comienzo tuve algunos problemas por ello, los alumnos no veían en mi una figura de autoridad y... creo que aún no lo hacen -

Volvió a quedarse quieto, intentando mirar el dibujo desde donde estaba, muerto de curiosidad por ver como lucía. - ¿Y si me vuelvo mujer? - Preguntó de pronto, su imaginación volando a lugares insospechados, se veía a si mismo con una espalda menos ancha, con pechos pequeños (porque siendo francos, no se imaginaba que de ser mujer los tendría muy grandes) y con un buen par de sentaderos, amplias y generosas, para tener buenos hijos, se le ocurrió entonces que era bastante injusto que Anuar se negara la experiencia de ser padre, por estar a su lado.

- Si quisieras... podría tener un hijo con una mujer... y criarlo conmigo – Una vez terminó de decir aquello le pareció la tontería más grande que pudiera haber dicho. - ¿Te...te falta mucho? ¡Estoy ansioso! -

-yo no te veo como a uno, y tampoco me atrevo a decir que me vea a mi mismo como un animal- asevero con tranquilidad intentando adecuar sus ojos a la falta de luminosidad en el lugar aunque creía que estaban lo suficientemente adecuados para ver la hoja sobre la cual trazaba. Tenia cierta tendencia a dibujar y pintar con algunas escasas velas entorno a el y siempre cuando el astro rey se ocultaba ya tras su ventana, le parecía que los demonios que manchaba con pinceladas y trazos cobraban mayor vida en aquel mundo de obscuridad y tinieblas, que su imaginación lograba sobrevolar su cabeza solo, cuando la luz fulgente del sol no amenazaba con derretirlos.

-debe ser difícil…supongo que te verán como tal hasta que les demuestres que lo eres – el mismo pensaba que el respeto era algo que se ganaba y que no podía otorgarle a un anciano sencillamente por ser más viejo pues en la vejez no se encontraba la sabiduría ni las experiencias, podía saber más de la vida el que un anciano de cincuenta años que entraba ya a la etapa final de su vida ¿no debía entonces aquel señor mostrarle respeto a el? Y sin embargo asi no sucedían las cosas porque la gente mayor tendía a tachar de impío y rebelde a gente como el, su problema era que juzgaban a la sociedad actual con leyes extintas en antaño.

Fueron solo aquellas palabras las que le incitaron a frenar la danza que sus dedos tenían y olvidar la melodía con la cual andaban, sus ahora inmensos orbes melados le observaron con extraña e inusual fijeza como si no lograse comprender lo que de sus labios había escapado como un promesa de pecado -¿de qué me serviría un hijo con alguien a quién no amo?...¿no debe ser fruto del amor?- y todas aquellas cuestiones le azoraron, sus sienes vibraban como si mil caballos se estampasen contra ellas. No negaba que la idea de tener una familia con Soren era tentadora mas ¿Qué futuro le esperaba a aquel ser a lado de una pareja como aquella? Dos personas que ante la sociedad no eran bien vistas ¿qué futuro tendría entonces aquel ser?

-dejas volar mucho tu imaginación- sonrio ampliamente restándole mayor importancia al tema para continuar con los últimos trazos y sombras –solo…aguarda- susurro como si estuviese conteniendo la respiración.