El dulce sonido de un aullido [Libre]

por **Antonella Giordano** Miér Mar 16, 2011 7:23 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Había llegado al bosque en el último momento, ya podía sentir el dolor que comenzaba y los espasmos que indicaban que la transformación no se haría esperar. Lo primero que saqué fueron los zapatos, con ayuda de la punta de uno de mis pies que pisó la parte trasera del zapato contrario y viceversa, me desabotoné el vestido con rapidez, las capas de ropa debajo del vestido, la ropa interior, no usaba corsé, se me hacía una forma de tortura femenina que nadie debía soportar. ¡Que se lo pusieran los que lo había inventado! Ni siquiera pude esconder mi ropa, la luna se asomó entre las copas de los árboles y comenzó la noche más larga del mes.

La transformación era dolorosa. Cada célula de mi cuerpo se había dado cuenta de lo que estaba pasando por el dolor que me atacaba y mi mente todavía humana sabía que no podía evitarlo por más que luchara en contra de ello. El pelaje, el tamaño, los dientes, los ojos, las garras, los miembros, parecía como si el lobo que dormía dentro de mí durante los demás días del mes, desgarrara mi cuerpo humano, lo rompiera, lo despedazara para poder salir y manifestarse. Estúpido lobo. Aun así, la mente lobuna hizo a un lado a mi mente humana y la acalló en un rincón de mi cerebro, la amordazó, la amarró y mientras tanto, se dedicó a hacer de las suyas por la única noche en que esa bestia salvaje era libre. Para cuando había terminado, tuve que jadear un par de veces ya convertida en lo que yo a veces repudiaba. Las transformaciones cansaban, aún siendo un lobo, los músculos me palpitaban y lo único que causaban esas palpitaciones era hacerme sentir cada vez más furiosa. Cada vez más hambrienta de sangre. ¿Quién culpaba a los vampiros? Al menos ellos bebían para no morir, nosotros cada luna llena, cada mes sin excepción, salíamos libres y éramos monstruos que matábamos y destrozábamos todo lo que nos encontrábamos en nuestro paso.

Los jadeos se hicieron cada vez más espaciados, moví las piernas para movilizarme un poco, alcé la cabeza para mirar al cielo y un aullido rompió la calma que envolvía el bosque aquella noche de luna llena.

por **Antonella Giordano** Dom Mayo 15, 2011 8:59 pm

Me encogí de hombros porque esas hojas de pino habían sido sólo por mi, para que mi nariz no sintiera ganas de salir corriendo huyendo de ella. Llevar la naturaleza a cuestas era una forma de decirlo, yo solamente tenía que vivir con náuseas cada vez que me encontraba un vampiro y con convertirme una vez al mes, el resto de los días, la sanación acelerada me servía demasiado, especialmente cuando me peleaba con alguien. Era muy práctico para alguien como yo. Ser vampiro era diferente, ellos eran así siempre, con la sed de sangre y los colmillos y no pudiendo salir de casa en las mañanas. Supuse que su situación era bastante más mala que la mía y si a ella no le gustaba, entonces lo tenía listo.

-A casa- Dije solamente cuando me preguntó a dónde iría, estaba cansada y tenía ganas de contarle a Pablo lo que me había pasado, aun cuando ya me había acostumbrado a convertirme, siempre acababan por pasarme cosas bizarras después y siempre podíamos sacar cosas graciosas de lo que me pasaba. Hice una mueca dándome la vuelta pero sin dejar de mirarla. -A mi también me da gusto haberte conocido... espero volverte a ver pronto- Saludé con la mano antes de echar a andar, dedicándole mi mirada unos momentos antes de girarme y seguir mi camino perdiéndome en la oscuridad.