Youth and lust [Magnolia Velvet, +18]

Recuerdo del primer mensaje :

La noche, como todas sus noches era el momento de su paseo nocturno, aquella vez sus pasos lo habían guiado una vez más al burdel, pensó en cuánta era su necesidad como para eso, pero la verdad era que sólo se trataba de una soledad tan grande que le estaba comenzando a pesar, y todas esas mujeres estaban ahí para eso, para hacer que los hombres solitarios como él no pensaran en ello aunque fuese por una noche.

Entró pensando en que tal vez ya sería conocido en el lugar pero luego sacudió la cabeza descartando esa idea, no era el único cliente y no era que fuese tan seguido. Se quedó parado en medio de la gente que entraba y salía, hombres que elegían mujeres como mercancía, las chicas que debían mantenerse coquetas todo el tiempo, mil olores a perfume barato y la iluminación tan poco reveladora, hacía calor, pudo sentirlo aunque su cuerpo no lo resintiera. No supo qué hacer, dirigirse a la persona que parecía dirigía el lugar o ir directamente con una de las cortesanas e iniciar lo que inevitablemente esa noche iba a pasar.

Por un momento fue sólo un observador de aquel arte de la seducción, falso se dijo, pues ella cumplían un trabajo y ellos pagaban el precio, ellas seducían como oficio y ellos se dejaban seducir, no había nada de galantería ni flirteo real. Era espectador de aquello sin moverse de su lugar.

Reí contra su piel cuando me dijo que aquel grito que le provoqué no había sido por nada, había logrado mi cometido y eso me satisfacía, pero no habías terminado, todavía ni empezábamos. Era increíble que a pesar del tipo de mujer que era ya la hubiera sonrojado en más de una ocasión, esa visión de ella me encantaba, por ser tan rara y fuera de lugar, por tener yo esa capacidad, me pregunto que otros clientes lo consiguen.

Sonreí ante su aprobación y continué con el dulce martirio que había estado llevando, sentir su reacción ante mi toque era maravilloso, hacerla terminar para mi representaba una satisfacción inmensa, indispensable para yo mismo terminar, y para hacerlo después los dos. Nos miramos por unos segundos y me ofreció regresarme el favor; yo, por supuesto, estaba encantado. Me separé no sin besarla en la boca antes de perder contacto, un beso breve pero arrojado, son pasión. Así, un poco apartado, pude verla mejor y su cuerpo brillaba por el sudor y la tenue luz que nos acompañaba, era perfecto, todo lo era, ella y la noche, mejor elección no pude haber hecho, aunque fue más cosa del destino.

Me deshice de la ropa que yo aún llevaba, qué injusto de mi parte tenerla a ella desnuda sobre la cama y yo aún portar algunas prendas, y me acomodé en la cama, casi sentado recargado en los codos esperando por ella, acaricié su rostro y le sonreí, dejando que ella iniciara, pero ansioso por ello, ansioso por sentir su boca en mi, en mi erección, saber de lo que era capaz, confiado que sería glorioso.

-Eres magnífica -halagué mientras tenía mi mano en su mejilla-, quiero que me hagas terminar, quiero terminar en tu boca.

Definitivamente sabía lo que hacía, todo lo que estaba haciendo, a todo lo que estaba jugando era con premeditación, para hacerme desearla más, como si eso fuera posible, ansiaba tenerla ya debajo, arriba de mi, como ella quisiera, como yo quisiera. Tengo reglas muy estrictas en cuanto a tratar con mujeres se refiere y una es satisfacerlas, no importa si Magnolia es una prostituta, para mi es igual de hermosa, igual de importante y valiosa, y como a las demás que han pasado en mi vida, he de satisfacerla hasta que ella diga basta.

Reí ante su atrevimiento, aunque pude haberte respondido con un "ya lo creo", pero no lo hice, sentirla rozar su sexo con el mío me volvió loco, un gemido ronco se me escapó, el primero de muchos que esa mujer me va hacer dar. Estaba tan húmeda y eso me gustaba, pero lo que más me excitaba era saber que yo había provocado eso.

Se puso en posición y en el momento que sus labios tocaron mi erección otro quejido se escapó de mi boca, deseaba tanto que lo hiciera y ahí estaba a punto de consumarlo. Me miró en aquella pose tan traviesa, le sonreí aunque el gesto no duro mucho sobre mi rostro, cuando ella comenzó a moverse tuve que cerrar los ojos pues el placer me estaba embriagando.

-Mucho -dije entrecortadamente-, me gusta mucho -traté de mirarla de nuevo pero no podía mantener los ojos abiertos, cuando lograba verla me gustaba lo que veía, la imagen de ella dándome placer de ese modo me gustaba. Llevé una mano a su cabeza, enredando los dedos entre su cabello, moviendo el brazo a su ritmo pero tratando de controlar la cadencia de sus movimientos-. Sigue así -casi estaba rogando, no quería que parara. Poco a poco el compás de la actividad fue aumentando. La tomé con más fuerza de la cabeza impidiendo que se separara mucho.

Con los ojos completamente cerrados, el ceño fruncido y la espalda arqueada estoy seguro que repetía "sigue" hasta el cansancio con voz ronca entre gemidos guturales, pero no tengo certeza de qué pasaba en la realidad y en mi cabeza, estaba a punto de correrme y todo era confuso en mi mente, y cada vez ella se movía más rápido, instintivamente yo movía las cintura, no quería que su boca se separara nunca.

Cuando sentí aquel escalofrío recorrer mi espalda ejercí presión en su cabeza para que no se moviera y pudiera terminar en su boca, dentro como se lo había pedido, un último quejido emanó de mi boca, y lentamente la dejé libre para que pudiéramos vernos nuevamente, quería verla ese momento, tenía urgencia de verle el rostro sonrojado por el esfuerzo y manchado de mi semen.

-Wow -fue lo único que pude articular, aquel orgasmo había sido maravilloso, sí eso podía provocarme con la boca quería saber las maravillas que podía hacer una vez que la penetrara.

Aún estaba atontado por lo que me acababa de hacer sentir, esta mujer sabía bien lo que hacía; era hermosa, era apasionada y era una experta, no podía pedir más. Le sonreí cuando nuestros ojos se ruzaron, quería decirle algo pero no sabía qué, no podía hacerle demasiados cumplidos, aunque lo quisiera, pero sería caer en el error que me ha marcado toda mi vida, crear lazos con personas que no los desean o no los necesitan, pensé en cómo no encariñarme con ella, como me había encariñado con tantas otras putas en el pasado, ese es mi problema, ese... no puedo seguir pensando, me besa como no nos habíamos besado hasta ahora, con una pasión casi rabiosa, llevo mi mano a su nuca para profundizar el acto y los sabores se mezclan, del licor de cereza, del sudor, de ella dulce por naturaleza, de su escencia en mi boca y de la mía en la suya, cierro los ojos un segundo y los vuelvo a abrir cuando ella se separa y propone hacer todo el trabajo. ¿Qué?, por supuesto que no, aún tengo demasiada energía, le sonrío de lado y me acerco a su oído.

-No hace falta -le digo a modo de susurro y luego mordisqueo el lóbulo de su oreja. Me incorporto un poco en la cama y pienso cómo proseguir. La tomo de la mano como para guiarla y me siento en el filo de la cama, no puedo pensar en algo mejor, quiero ver su rostro con claridad, quiero ver su expresión cuando me sienta adentro y cuando comencemos la vieja danza.

Ella parece comprender lo que quiero y busco, está dispuesta a sentarse en mis piernas como es, después de todo, mi intención, pero no tan rápido, la detengo colocando una mano sobre su hombro.

-Espera -le digo y me quito un mechón de cabello que invade mi frente y me interrumpe la vista-, no tan rápido -sonrío, pero estoy seguro que esta vez es diferente, que hay algo de malicia en mi expresión, y es tan raro verme así que estoy seguro que si me viera al espejo no me reconocería, me acerco a ella y comienzo a besarla, al parecer no sabe lo que pasa o lo que tengo en mente, pero se deja, primero los labios, el lugar común, luego el cuello, luego detrás de las orejas y vuelvo a hablarle cerca, muy cerca.

-Quiero que me lo pidas -le digo con voz baja y ronca-, quiero que me pidas que te folle -lo deseaba, deseaba escucharla pidiendo por ello, tener la fantasía de que me necesitaba como yo a ella en ese instante, que si no hacíamos lo que de todos modos íbamos a hacer pendíamos de un hilo, sí, sabía que era una mentira, que ella para eso estaba y que haría lo que yo le pidiera, pero necesitaba escucharlo, porque esa es la historia de mi vida, sentirme necesitado por alguien para no tener que lidiar con mi propia vulnerabilidad.

Sonreí de lado cuando ella entendió lo que buscaba, correspondiendo el gesto travieso y su "que malo", iba a jugar a ser malo, por un rato nada más, pues yo la deseaba tanto como quería imaginar que ella a mí. Así como la tenía, con las malos al rededor de mi cuello era seguro soltarla para que no cayera, me acerqué para olerla, oler su excitación y delineé su yugular con mi nariz.

-Mmm -hice aquel sonido misterioso contra su piel cuando me preguntó que qué iba a hacer para hacerla rogar, muchas cosas, podía hacer muchas cosas. Llegué a su barbilla y le di un par de besos rápidos, ahí, en la comisura de los labios, en la quijada hasta hacerme camino nuevamente a su oreja-, esto -le dije una vez más al oído, podíamos hablar perfectamente en la habitación sin ser escuchados, pero cómo negarme a la sensualidad de los susurros. Llevé una mano a uno de sus pechos, acariciando suave y despacio y la otra, más aventuradamente la llevé a su intimidad, primero acariciando por fuera, despacio, lento, acercándome peligrosamente, sintiendo como empujaba sus caderas para que finalmente entrara, pero no haciéndolo de inmediato.

Seguí depositando besos en su cuello, tuve que apoyar una de mis manos, la que estaba en sus pechos, en su espalda baja y finalmente metí un dedo sin ir demasiado lejos, la escuché suspirar, gemir muy quedo y comencé con los movimientos circulares, para mi sería un logro hacerla correrse con mi boca, con mi mano y finalmente estando dentro, y eso quería. No sé si así se ponía con todos sus clientes pero lo dudo, estaba tan mojada que sólo provocaba que me excitara más.

Aceleré el ritmo y fui más adentro, ella hizo de sus movimientos de cadera más violentos, sonreí satisfecho.

-Imagina -le dije -si esto puedo hacer con mi mano -busqué su mirada, por la posición ella quedaba ligeramente más arriba y eso me gustaba, mirarla hacia arriba como a una diosa.

Estaba consiguiendo mi cometido, la estaba haciendo rogar por más, aunque estaba jugando el mismo juego que yo y me lo estaba haciendo difícil, pero eso era lo que ambos buscábamos, ambos lo estábamos disfrutando y eso era lo que yo quería, quería sentirla así entre mis brazos, pidiendo por más.

-¿Quieres más? -pregunté mientras no cesaba en mi tarea de besarla y de hacer aquellos movimientos circulares en su intimidad, sintiéndola cada vez más mojada, escurriendo entre las líneas de la palma de mi mano-, me gusta como reaccionas, me gusta que te guste tanto -volví a hablarle muy cerca, mi aliento chocando contra su piel, me gustaba escucharla, sentirla moverse del modo en el que lo estaba haciendo, era mi norte para saber que iba por buen camino.

La sentí querer pagarme con la misma moneda, estaba a punto de decirle que no era necesario pero el placer era demasiado como para negarme, la dejé y unos gemidos involuntarios se me escaparon, era mala, mala en un buen sentido.

-Sigue -le dije llevando mi frente a la curvatura de su hombro, ella tenía la cabeza echada hacía atrás y si los dos lográbamos terminar en las manos de otro iba a ser un duelo parejo, no me estaba quejando.

Sonreí sin cambiar de posición cuando ella me dio permiso de meter otro dedo, sin avisar lo hice con un movimiento rápido y violento, cuidando de no lastimarla, de inmediato sentí su reacción y aceleré los movimientos, ahora con dos dedos, entraba y salía cada vez más rápido, ella igualaba el paso y era una carrera que los dos queríamos terminan a la par.

-Dime, dime cuánto te gusta -le dije aún en mi posición aunque esta vez alcancé el cuello, delicioso y comencé a besarla, mordisquearla, succionar un poco.

Fruncí el entrecejo al sentir una descarga eléctrica en mi espalda, estábamos a punto y no había tiempo o momento para el cansancio, no aún que nos faltaba tanto por probar, los movimientos se hicieron más fuertes y rápidos, aunque menos uniformes, cuando la sentí contraerse en mi mano, apretar con tanto deleite yo me dejé llevar también, ambos sonidos emanando de nuestras gargantas se hicieron uno y abrí los ojos, con la vista agachada viendo su mano rebosar de mi simiente.

La rodeé por la cintura y la atraje hasta mi cuerpo, podía mirar por sobre su hombro y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada, sólo estaba concentrado en la sensación que me acababa de invadir que aún no se iba del todo, me gustaba sentir su piel, cálida y húmeda contra la mía, fría pero también empapada de sudor. Su voz hacía eco en mi cabeza, sus gritos de placer, el ritmo hipnótico de su cuerpo meciéndose al mismo compás que él mío. Deposité un beso tierno en su hombro y buscó mi mirada, me sonrió y yo correspondí del mismo modo. Por algún motivo sentía que era diferente, que para ella y a sus ojos yo era diferente, tal vez me estaba haciendo sólo ideas en la cabeza, cosas que no eran, pero me gustaba esa sensación, era como verter un líquido hirviendo en el interior de mi helado cuerpo.

Escucharla pedírmelo, eso era lo que quería, traté de normalizar la respiración y asentí.

-Lo que tu quieras, tus deseos son órdenes -ella era la que iba a recibir el pago y aún así yo estaba haciendo todo por complacerla, la besé llevando una mano a su nuca para profundizar el acto, me tomé mi tiempo y cuando nos separamos la miré a los ojos -¿lista? -le sonreí, aunque no era necesario preguntar, sólo bastaba con sentirla para saber que estaba lista-, con cuidado, despacio -di indicaciones, no quería lastimarla aunque considerando su profesión sería difícil, pero era algo innato en mi, procurar el bienestar de una mujer, en la cama sobre todas las cosas, al mismo tiempo colocaba ambas manos en sus caderas, no fue difícil para mi sostenerla un poco para guiarla. Separé una mano de su cuerpo y tomé mi erección para introducirla, poco a poco, lento, sintiendo cada centímetro de ella, era tan sencillo, estaba tan mojada, y se sentía tan bien, la escuché gemir conforme empujaba más y más, vi su rostro, era un delicioso sufrimiento y cuando estuve dentro esperé unos segundos para que ella se acostumbrara a mi.

-Me gustas, me gustas mucho -le dije al oído antes de comenzar el vaivén-, quiero saber cuánto te gusto yo -en ese instante, no esperaba gustarle más allá de esta noche.

Con facilidad podía perder el control, de mis actos, tan ebrio de placer, y de mi corazón al escucharla susurrarme cosas tan dulces. ¿Sería yo?, ¿era así con todos sus clientes?, como fuera, era la mejor prostituta con la que había estado, porque iba más allá del acto que estábamos llevando a cabo, que pude haber realizado con cualquiera en ese edificio, y algo más allá de mi entendimiento puso a Magnolia en mi camino.

Me gustaba como mordisqueaba mis labios, y yo se lo regresaba, jalar suavemente su labio inferior, sin perder concentración de lo que pasaba abajo, se sentía bien, también las preguntas al respecto me atacaron, ¿sería ella?, ¿hubiera sentido lo mismo con cualquiera?, sacudí la cabeza tratando de no pensar en eso. Mordí su hombro, suave tratando de no dejar marcas.

Nos miramos a los ojos y ella hizo aquella declaración, sonreí amplio y sincero, mostrando los dientes y cerrando un poco los ojos, no hizo falta decir más, después de eso decidí acelerar el paso, el sonido de nuestros cuerpos chocando, de ambas humedades juntándose y separándose y el de sus gemidos y gritos, todo era una sinfonía perfecta, yo quería poder acariciarla toda, llevaba mis manos de su cuello a su pecho y a su vientre, a su espalda y a su vientre otra vez, y de sus nalgas a su vientre, apretando debajo del ombligo, que de algo sirvieran mis conocimientos en medicina, quería que sintiera el mejor orgasmo de su vida, y sabía que la competencia era mucha, así que estaba dispuesto a sacar todos mis trucos, esa leve presión provocaría que mi erección golpeara una y otra vez con su punto g y la haría ver las estrellas.

Las respiraciones, los movimientos, el movimiento, todo se iba acelerando paulatinamente, pero al unísono, estábamos sincronizados, no supe si era porque ella conocía su oficio o porque en realidad habíamos alcanzado ese nivel compenetración el uno con el otro. Después de haberla estado acariciando dónde podía y cómo podía mi mano que no estaba ocupada en su bajo vientre se instaló en el hueso de su pelvis, así podía tomar un poco mejor el control, aunque ni yo mismo lo tenía.

Aquel beso me tomó por sorpresa, pero lo correspondí sin dudar un segundo, profundizando, explorando su boca con mi lengua, quería quedarme así pero todo lo que me estaba haciendo sentir provocaba que tuviera que expresarlo con quejidos, gemidos, gritos, esa mujer me estaba conduciendo a la locura, una demencia dulce que no quería que llegara a su fin.

Cuando la tuve frente contra frente abrí los ojos de golpe como un disparo al aire, estudiando su expresión, su ceño ligeramente fruncido, su boca abierta emitiendo todos esos sonidos dulces, su piel aperlada por el sudor, bajé la mirada y vi su cuerpo danzar a mi ritmo, a nuestro ritmo, sus pechos que se pegaban y despegaban a mi torso, sus caderas que conocían este ritual, sus piernas sobre las mías; todo lo que veía me gustaba.

-Magnolia -le dije-, quiero que terminemos juntos -y los dos estábamos a nada de hacerlo, pero quería que su gozo se uniera al mío, quería que, aunque ella fuera una prostituta, fuéramos uno en ese instante, soy un idiota romántico empedernido, pero lo deseaba con todas mis fuerzas, la deseaba a ella fundirse conmigo. No quería que pensara en el dinero que le iba a pagar, o en las posibles futuras ocasiones en las que nos encontráramos, quería que me hiciera sentir único, porque ella lo era para mi... en este instante.

Era un trato, teníamos un trato, terminar juntos. Era como una mezcla, en este instante Magnolia era como una mezcla de la prostituta fiera y salvaje, que hace todo por complacer al cliente, con una niña tierna e inocente que hace esto sin saber si quiera cómo se llama. Aceleré el ritmo y cuando la sentí arquear la espalda supe que era momento, instintivamente llevé ambas manos a su espalda baja para evitar que cayera y los movimientos que fueran rápidos ahora se convertían en pulsaciones que se hacían más esporádicas.

La sentí contraer los músculos y me corrí al tiempo que de mi garganta salía un quejido bajo y corto, no quería interrumpir el sonido de su voz, el dulce sonido de su voz al terminar al mismo tiempo que yo, conmigo, cumpliendo ese trato que hicimos sin muchas palabras. Estoy seguro que por ese momento, que quería fuese eterno, perdí la cordura, me volvió loco como había estado haciéndolo toda la noche, pero en ese instante no hubiese podido decir mi nombre si quiera, lo único que sentía y sabía era esa sensación de placer, la sensación de su cuerpo, yo dentro de ella, de ella sola, del contacto de nuestra piel, y de mi orgasmo provocado por esa sola mujer, maravillosa.

Incliné la cabeza hacia atrás y luego la llevé contra su pecho, recargando mi frente en su esternón mientras los últimos espasmos de placer aún me llenaban de electricidad el cuerpo, me aferré a ella deseando que no terminara, hundiendo las yemas de mis dedos en su piel, en sus músculos, en ella, quería poder apropiarme de ella.

Me quedé en esa posición unos segundos, sin moverme, con los ojos cerrados, sintiendo su abrazo y aferrándome a su cuerpo mientras ambos poco a poco recuperábamos la normalidad. Aspiré profundamente, la mezcla de ambos olores y deseé quedarme con esa sensación para siempre.

-Eres hermosa -le dije, supongo que lo último que esperaba escuchar era algo parecido, pero fue lo único que me pareció correcto, todo en ella lo era, todo lo que me hizo sentir lo era, eso era lo único adecuado que podía decir, la verdad desnuda. La atraje contra mi cuerpo y deposité pequeños besos en clavícula y hombros, ella aún se estremecía por lo que acabábamos de tener, lo que acababa de pasar.

Mientras la seguía besando poco a poco la aparté de mi lado para poder salir de ella, lo hice de tal modo que entendiera que no quería alejarme, que era algo necesario, por eso no dejaba de besarla una y otra vez.

Cuando la sentí apartarse, sin pensarlo, sin razonarlo si quiera la tomé de la mano, de pronto sentirla lejos, aunque fuese ese palmo de distancia me inundó el corazón de algo a lo que sólo pude ponerle el nombre de tristeza. ¿Pero por qué?, ella era una prostituta y yo su cliente, así estaba escrito que fuera. La tomé de la mano y la halé hacía a mi, ella estaba de pie y yo aún sentado, así que al abrazarla quedé a la altura de su ombligo y me aferré a ella.

-No me agradezcas -¿Gracias?, ¿me había dado las gracias?, no tenía por qué, debía ser al revés, yo debía estarle eternamente agradecido. Disfruté de su desnudez mientras seguía abrazado a ella y luego me hice hacia atrás para observarla, alzando la cabeza para ver su rostro, su expresión era hermosa. "Fue maravilloso", claro que lo había sido, maravilloso incluso me parecía poco. Sin decir una palabra, con movimientos suaves la recosté en la cama, no quería que terminara esto ya, así como si nada, yo sabía bien, no nos íbamos a quedar en la cama acurrucados, no era el procedimiento, no era como se suponía que tenía que ser, pero me negaba a que final fuese tan abrupto. Parecía que ella entendía lo que quería pues no tenía que obligarla o indicarle, por ella misma, sólo con la guía de mi mano, se recostó en la cama y yo después, a su lado, de costado, mirándola.

-Creo que es hora de que me vaya -le dije, decepción emanando de mi voz, y aunque decía aquello, no hacía nada por levantarme, vestirme y salir, le sonreí de lado, los ingleses tienen un término para la expresión que poseía en ese momento: boyish charm-, espero que... -pausé -después de esto, bueno, me vuelva tu consentido -tu cliente consentido quería decir, pero quité la palabra "cliente" a propósito, quería ser su consentido, sólo eso.

En qué punto pierdo la noción de lo que estoy haciendo y trato de hacer lazos con personas con las que no debería. Soy un tonto, es la historia de mi vida.