Café y Leche [Louis J. Bouquet]

Mientras lo ayudaba a incorporarse vio que el joven le había regalado al mundo una pequeña sonrisa, era una excelente señal pues al menos estaba de humor para recuperarse y Carmmine tenía la firme convicción de que eso aceleraría el proceso, aunque sonara infantil de su parte. Siempre había creído que la mente tenía el suficiente poder para lograr más que el cuerpo si se tenían las intenciones y una férrea voluntad.

- No me molestas en absoluto – dijo con una sinceridad infantil – Debería agradecer por haberte conocido, de no ser por… todo esto, y que resultaste herido – dijo con un poco de tristeza al imaginar cómo esos rufianes habían golpeado al gatito de la nívea piel.

Gracias al joven cambiaformas el mundo de Carmmine se había extendido mucho más, ahora sabía que muchas de las historias y leyendas que se contaban podrían resultar ser ciertas, y esto la entusiasmaba como si fuese una niña pequeña. Había recuperado la ilusión y la curiosidad que con los años y las decepciones se habían venido desgastando. Por un lado estaba feliz por ello, porque tenía tantas preguntas que hacer que podría hasta olvidarse de la hora y de que debía resguardarse del sol antes del amanecer; pero también estaba algo triste por el joven, ya que aun sin la apariencia felina le parecía tan frágil y algo solitario… si solo pudiese hacer algo más por él.

- Bueno podemos pasar ese par de horas sentados por aquí – dijo mientras se terminaba de acomodar para caminar con más facilidad – Tengo todo el tiempo de mundo, bueno hasta la antes de que amanezca al menos – dijo entre una pequeña risa, casi se había olvidado de ese pequeño gran detalle de que el sol podría acabar con ella.

Pero aún quedaban muchas horas para ello, así que tenían tiempo para el resto de las formalidades. El joven había estado ¿Tartamudeando? Carmmine no se había dado cuenta de ello hasta que éste le había indicado el lugar en que podían descansar de todo lo ocurrido, no es que le importara el absoluto, pero no sabía si era porque las heridas le estaban dificultando demasiado la respiración o porque era algo normal, pondría atención a su respiración el resto del camino a la cafetería tratando de no alarmarse.

- Bien, ¿Has estado ahí antes? – dijo con curiosidad ya que de todas las cafeterías del lugar había escogido una que parecía especialmente acogedora – Podrás pedir lo que quieras cuando lleguemos allí – dijo sonriendo, pues ya fuera como felino o no, sentía la imperiosa necesidad de consentirlo.

Siguieron caminando entre la gente de la atestada calle, tratando de ir despacio para no causarle más dolor al joven. No sabía a ciencia cierta cuanto tiempo habían caminado en silencio hasta llegar a la terraza de la cafetería, y es que prefería callarse para evitarle un esfuerzo más. Finalmente llegaron a la cafetería inundada con el aroma del café y los dulces, les habían dedicado un par de extrañas miradas al entrar pero eran menos de las esperadas; no sin algo de dificultad logró ayudarlo a sentarse, había escogido una de las mesas más apartadas para así poder hablar con más tranquilidad mientras el cuerpo del joven se recuperaba.

- Lo logramos – dijo algo más aliviada, sentándose en el asiento contiguo – Me llamo Carmmine, por cierto – dijo al momento que volvía a sacar el pañuelo.

Le limpió de la frente unas gotitas de sangre que le habían escapado por culpa de la oscuridad del callejón, y ahora con más luz disponible pudo notar con mayor detalle los rasgos orientales del joven.

- ¿Qué vas a pedir? – dijo observando a un camarero que se acerba – No te limites, que seguro te ayudara a recuperar fuerzas –

- ¿Abusar? Claro que no – dijo con una sonrisa en los labios – Soy yo quien está abusando de tu compañía – dijo para animarlo un poco, lo cual técnicamente era cierto, pues en casa solo la esperaban los libros y un enorme vacío.

París estaba atestado de gente, hasta la cafetería en la que estaban estaba muy concurrida a pesar de lo tarde lo que era, prefería estar aquí a estar en casa, sola. Seguramente en sus ojos se notaría ese semblante tan triste, pero no era momento de pensar en ello, ahora no estaba sola, al menos hasta que el sol mostrara su cínico rostro.

- El placer es mío, Luis – dijo mientras enlazaba sus manos en las cuales luego posó el mentón - ¿Seguro que no quieres algo más? – dijo tratando de que no parecer insistente.

Quizás no tenía hambre, o no acostumbraba a comer tanto como dijo, pero pensaba en una tercera opción, quizás era algo tímido y no quería molestar, no iba a insistir más, no quería que pensara que era una especie loca, como las típicas ancianas rodeadas de gatos… pensar en esto le causó gracia, tanta que apenas se pudo guardar la risa. Por suerte veía venir a un camarero algo mayor, que debía bordear los cuarenta años, se acercaba serio a la mesa en que se encontraban.

- Quiero… - susurró mientras pensaba, ignorando por completo el menú que el camarero estaba presentándoles – Una tarta de chocolate con fresa, un pastel de tres leches, un pie de limón y una taza de chocolate caliente –

Sin duda debería ser divertido ver a una joven como ella pidiendo tal cantidad de comida, pero era lo que acostumbraba a comer cuando estaba entusiasmada, amaba las cosas dulces incluso por sobre la sangre… la que a veces podría llegar a darle asco. Era una vampiresa muy poco convencional.

- ¿Y tú, Luis, seguro que solo quieres las pastas y el café? – dijo tratándolo de tú a tú, como si fueran amigos desde hace ya tempo, pues era algo similar a lo que sentía en estos momentos.

Vio al camarero alejarse con una cara de sorprendido que no caía en sí, y cuando ya estuvo lo suficientemente lejos comenzó a reír.

- Disculpa que me ría, pero es que su expresión me hizo mucha gracia – dijo señalando al camarero – Supongo que las jóvenes de mi edad jamás pedirían tantos dulces, pero yo no podría vivir sin ellos –

De nuevo parecía una adolescente, pero esta vez no le molestaba, cualquier cosa era mejor que parecer una vieja amargada, cosa que también era en ciertas ocasiones. Era ese mismo ánimo juvenil el que la llenaba de curiosidad…

- ¿Puedo preguntarte algo…? – dijo mientras se acercaba un poco, cerca de su oído - ¿Puedes cambiar a voluntad? –

Quizás era conveniente saberlo, podría ser una ventaja luego cuando tuviesen que irse a casa, pero era una pregunta guiada por la pura y simple curiosidad.

Carmmine rió divertida ante aquel comentario sobre las jóvenes de hoy en día, le encontraba toda la razón, pero ella misma, por diecisiete años había sucumbido ante aquellas tortuosas prácticas, pero hoy, aun a sabiendas de que ese tipo de cosas son meras nimiedades, no podía dejar atrás ciertos vestigios de su vanidad humana. Vestidos, joyas, perfumes, maquillaje… todos esos artilugios que debían usarse para resaltar el cuerpo, no opacarlo ni recargarlo. Nada de eso podría llegar a opacar la belleza de un cuerpo en estado natural, y era una premisa que mucha gente no parecía entender… era una lástima.

El joven, al igual que ella, se había reído del contrariado rostro del camarero, pero al ver como se llevaba el brazo al abdomen, notó inmediatamente que aquella risa le estaba costando unas cuantas cuotas de dolor, se culpó de su falta de consideración pero ahora comenzaría a tener más cuidado con aquellas cosas, al menos hasta que tuviese la certeza de que ya estaba mejor.

- Entiendo – dijo ladeando un poco la cabeza hacia el lado derecho, con el mentón aun apoyado en las manos – Eres el primero que conozco – dijo refiriéndose a su condición de cambiaformas, pero sin completar aquella frase para no meterlo en más problemas – Debo admitir que me da mucha curiosidad – dijo sonriendo.

Nunca antes había presenciado algo como aquello, y si ella misma no fuese también un ser poco convencional como él, no hubiese podido creerlo aunque lo presenciara mil veces. Louis parecía alguien bastante sensato, se lo había dejado claro al contarle que prefería esperar el momento apropiado para cambiar, pero algo no calzaba. ¿Por qué le estaba contando estas cosas tan abiertamente a una desconocida? ¿Podría ser temiera? ¿Qué le agradara? Así que creyó prudente demostrarle que podía confiar en ella, de la forma más fácil y antes de que el camarero regresara con la orden.

- ¿Sabes lo que soy, verdad? – dijo en un tono de voz más bajo y llevándose una mano a sus labios – Espero que no te moleste – dijo levantando rápidamente el lado derecho de su labio superior unos milímetros para que pudiese ver uno de sus colmillos – No quiero asustarte ni nada por el estilo, pero creo que es justo que lo sepas –

Acababa de hacer algo increíblemente estúpido, y se dio cuenta cuando ya había derramado la leche, si el joven se asustaba con ella, si lo espantaba, no se lo perdonaría. Desde que era una inmortal siempre le había temido a aquello, a ser rechazada debido a su condición, esa inseguridad era un molesto rasgo humano del que no podría deshacerse por más que lo intentara, pero era también una de las cosas que la diferenciaba de muchos de su misma especie.

Bajó la mirada y comenzó a jugar con el guardapelo de esmeralda que llevaba esa noche, girándolo nerviosa mientras esperaba una respuesta de Louis, o quizás no una respuesta pero si una señal de que no sentía repulsión hacia ella.

Así que el joven Louis ya sabía de ella, eso fue como un vaso de leche tibia para un felino, algo reconfortante ya que al menos tenía la certeza de que no te temía a la Carmmine completa, a la que debía matar para sobrevivir. Aunque sus palabras posteriores terminaron por acabar con la inseguridad que sentía en esos momentos, sentimiento que la embargaba siempre que conocía a alguien acompañado con su hermano en sentimiento de rechazo.

Lo observó esbozar una radiante sonrisa, pero que por algún motivo tenía algo extraño… De nuevo un aroma a tristeza se sentía en el ambiente, aunque pronto se mezclaría con las tartas y el chocolate caliente, ya que veía que el camarero de antes se acercaba algo perezoso.

- No creo ser alguien de buen corazón, Louis – dijo bajando la mirada mientras comenzaba a jugar con su anillo – No con lo que debo hacer… para sobrevivir, creo que es más noble incluso la vida de un ladronzuelo –

Ya estaba comenzando a hablar de ella, y era malo, luego acabaría contando sus penurias y arruinando toda la improvisada velada, así que sería mejor cambiar de tema. Gracias al cielo que el camarero ya estaba lo suficientemente cerca como para interrumpirla.

- Danke – le dijo al camarero con una forzada sonrisa.

Trató de mantener ese rictus en su rostro hasta que acabara de dejar el pedido y volviera a retirarse. Sus pasteles se veían deliciosos, lo mismo referente a su aroma… Era una lástima que no pudiese sentir su sabor realmente, solo recordarlo. El resto, era un mero juego. Jugando a ser humana.

- Todo se ve tan delicioso ¿No crees? – dijo con más melancolía que entusiasmo – Ojalá pudiese sentir a que saben –

Amaba los dulces desde que era pequeña y sabía muy bien como cocinarlos, pero desde el momento en que recibió el don oscuro, no podía diferenciar esos pequeños manjares de las insípidas cenizas.

- Me gusta fingir que los disfruto – dijo mientras le quitaba una cereza a uno de los pasteles –Me ayuda a sentirme más… humana, por decirlo de algún modo – dijo poniendo la cereza entre sus labios - ¿La comida es de tu agrado? –

Las palabras de Louis le tocaron una fibra muy sensible, la hicieron retroceder en la memoria hasta los días en que era una niña, cuando aún podía disfrutar de los cálidos rayos del sol y veía a su padre volver por las noches luego de salir de cacería. Todo aquello se le antojaba de lo más desagradable, pero no se atrevía a decirle nada, obviamente por miedo a sus duros castigos. Entendía perfectamente a Louis, pero le sorprendía que a pesar de que lo habían atacado brutalmente y sin mediar provocación alguna, parecía no guardarles ningún rencor… Parecía demasiado noble e ingenuo, como si fuese un frágil niño.

Una tibia lágrima de le escapó por la mejilla, hasta esconderse en la zona en que comenzaba su níveo cuello, trataba de poner una expresión de indiferencia pero no le resultaba, y no quería comenzar a llorar frente a él, ni frente a nadie. Pero no por una cosa de orgullo, sino que eran sus sentimientos, aquellos que trataba de ocultar gran parte del tiempo detrás de una simpática sonrisa. Ya no podía más.

Observó atentamente la expresión que Louis ponía al comer la pequeña galleta, para saber si estaban ricas o algo, ya que ella misma no podía averiguarlo y creo poco apropiado preguntarle sobre eso, así que esperando que su rostro diera las respuestas, volvió a oír esa amistosa voz, regalándole las palabras que tanto necesitaba escuchar. La sonrisa vino por sí sola, de forma completamente natural.

- Gracias, eres un ángel, Louis – dijo seguido de un profundo suspiro – Pero no me trates de usted o me sentiré aún más vieja –

Bajó la mirada hacia los pasteles que había pedido, para así evitar sonrojarse al mirarlo directamente a los ojos, casi se había olvidado de los pasteles así que cogió la cuchara entre sus dedos para sacar un trozo de la tarta de tres leches, para luego acércasela a Louis para que la probara.

- Luego me dices qué tal está – dijo guiñándole un ojo mientras esperaba que se acercara un poco para probarla.

Parecía algo significativo, como si no le importase estar mal si podía consentirlo, podría llorar o reír de la forma más excéntrica pero siempre teniendo la sensación de que él la entendería y no la juzgaría. Solo era cosa de dejar ir la frustración.

No quiso refutarle aquello sobre los ángeles, pues le pareció que sería una batalla perdida, aunque en el fondo seguiría pensándolo. Un ángel herido que cayó del cielo. Suspiró al pensar en eso.

- No tienes que disculparte – dijo aun con la sonrisa esbozada en el rostro – A veces las costumbres tienen que dar paso a las cosas nuevas –

Eso ella misma lo había tenido que aprender, y no precisamente de buena manera, pero el punto era que lo había hecho, estaba comenzando a dejar el pasado atrás, junto con las pesadillas y el infame dolor que punzaba su corazón en los momentos en que la soledad la embargaba, aun a pesar de estar bajo el mismo cielo estrellado con masas de gente… sin importancia. No debía pensar en ello, no había soledad, esta noche al menos.

No pudo evitar reír cuando formó esa pequeña O con sus labios para recibir el trozo de pastel, se veía tan tierno que casi se hubiese levantado solo para abrazarlo con fuerza, aunque no pasaría de ser más que un pensamiento, pues probablemente sus heridas, de las que ya casi se había olvidado, arremeterían con nuevas oleadas de dolor. Sacudió ese pensamiento de la cabeza y volvió al mundo de las cosas tangibles solo para notar un poco de pastel que se había escapado hacia la comisura de los labios… y no pudo resistirse.

- Me alegro de que te guste – dijo mientras se acercaba a él con una servilleta – A mí también me gustaban… me gustan las cosas dulces –

Procuró hacerlo con delicadeza, para no incomodarlo ni herirlo de más, y es que no podía evitar verlo aun como al pequeño felino, tan frágil, que vio antes en el callejón. Se regañó a si misma por pensar en eso, seguramente a él le molestaría que fuese tan efusiva y cariñosa, ya que después de todo eran casi desconocidos aun.

Volvió a pegar su espalda al respaldo de su silla, algo sonrojada por aquel atrevimiento, así que desvió su mirada al resto de los pasteles que habían sobre la mesa, para acabar robándole una de las fresas a la tarta de chocolate, llevándosela rápidamente a los labios, como si temiese que se le escapara de las manos.

- Disculpa que me comporte así – se atrevió a hablar finalmente – Pero me resulta imposible resistirme, con lo adorable que eres –