¿Damisela en peligro? lo dudo [libre]

A penas el último rayo de sol dejó de tocar la superficie de la tierra puse un pie fuera de mi casa, conforme los años habían pasado me había vuelto más desesperado en cuanto a mi paseo nocturno se refería, cada día las cuatro paredes de mi habitación, en donde quiera que estuviera, me asfixiaban más, me sentía como animal enjaulado, con el sonido del reloj marcando los segundo con un tic tac insistente que se volvía más abrasivo conforme avanzaba y no me dejaba concentrarme en cualquier cosa que estuviera leyendo. Mirar la ventana era más importante que las palabras sobre el papel que, con aquella ansiedad angustiosa, sólo danzaban frente a mis ojos careciendo de sentido.

Pero finalmente había llegado la hora, tomé mi abrigo y diciéndole a mi corte de sirvientes que saldría, comencé mi caminata crepuscular, si no tuviera oportunidad de salir, ni siquiera en la noche, no sé que haría, me volvería loco, más de lo que los siglos y la sangre que he bebido me han vuelto.

Esta hora, los minutos justo después del anochecer siempre es complicada, la gente se va a su casa, y los más atrevidos se quedan en la calle, las cosas se vuelven, queramos o no, más sórdidas, misteriosas, turbias. Normalmente camino hasta la plaza, y ahí decido si regresar o ir más lejos, el cansancio es algo diferente en mi que en los mortales, así que eso no es impedimento, sin embargo esta noche decidí doblar por calles más pequeñas a ver que sorpresas podían depararme.

Dado que eran calles aledañas a las principales eran menos transitadas y el menor de los sonidos era percibido con más facilidad. Fue así como capté aquella palabra soez mientras pasaba frente a un callejón sin salida. Sé que no debo meterme en lo que no me llaman, mi viejo amigo me la ha dicho hasta el cansancio, pero no puedo evitarlo, algo parecido al instinto me mueve a hacerlo.

"Puta" escuché y frunciendo el ceño me acerqué. Vi aquella escena por algunos segundos, era una joven que por sus ropas reconocí como parte de los rom, acorralada por sujetos que le doblaban la edad y peso, a parte en todo aquello todos blandían armas blancas.

-Esa no es forma de dirigirse a una señorita -alcé la voz, pero dije sereno, acaparando la atención de todos los involucrados. Me enfoqué en los corpulentos sujetos quienes me miraron con una mezcla de enojo (por mi insolencia) y sorpresa (por mi repentina aparición)-, será mejor que la dejen en paz -mi tono seguía siendo calmado, pero era una clara amenaza.

-Si no, ¿qué?, ¿nos las veremos contigo? -espetó con burla uno de los sujetos y comprendí, yo no era alguien que infundiera mucho temor, lucía como un tipo común y corriente, pero claro, yo tenía el plus de ser vampiro, cosas que desconocían esos tipos tan patosos, cosa que podía jugar a mi favor.

-Pues... sí -dije tranquilamente y miré a la chica que estaba metida en problemas.

Di un paso el momento justo que uno de ellos se acercó a la joven y la sacudió violentamente, pero no hice ni dije nada, no era momento aún, aguardé paciente, tal vez si actuaba por impulso podría salir contraproducente. Era obvio que se reirían de mi, de hecho siempre he evitado la agresión física excepto esos primeros años tras mi transformación, cuando estaba especialmente irritable, pero ya no más, siendo un mortal y ahora, con los siglos que he vivido, suelo ser bastante tranquilo, pero sé defender, además qué daño pueden hacerme tipos como estos, me preocuparía si fuera un lican u otro como yo.

Miré de reojo a la chica, algo en su mirada me dijo que ya me había identificado como el vampiro que era, ahora esperaba que no me tuviera más miedo a mi que a sus atacantes originales. Ya habría tiempo para aclararle que no le haría daño.

Por supuesto aquellos hombres se burlaron de lo que podía o no hacerles, sí, lucía como un tipo rico sin ninguna gracia, pero no sabían en lo que se estaba metiendo. Alcé el mentón y saqué el pecho.

-Sí, ¿tienen alguna duda? -los enfrente con voz firme, por dentro ya me estaba lamentando lo que iba a hacerles, no los iba a matar, eso era seguro, pero sí iban a pagar un precio alto. Me quité el abrigo y lo dejé descaradamente en el sueño y luego subí las mangas de mi camisa hasta los codos. Antes de hacer cualquier otra cosa miré a la chica otra vez, su expresión angustiada trataba de decirme algo, pero no supe qué, seguía siendo sostenida por uno de los sujetos aquellos; levanté una mano con la palma hacia el cielo y luego contraje los dedos hacía mi, invitándolos a lanzar el primer golpe.

Todos vinieron a por mi, incluso el que sostenía a la joven.

-¡Corre! -le dije pero no estoy muy seguro si lo hizo o no, ahora toda mi concentración estaba en mis atacantes, esquivar sus golpes y sus estoques torpes era fácil, a los pocos segundos logré desarmarlos y eso los desconcertó.

Aprovechando su descuido propiné 2 o 3 golpes en mandíbulas y estómagos. Hace mucho que no cerraba el puño para golpear a alguien, excepto a aquel hombre lobo cerca del hospital no hacía mucho, pero la realidad fue que él me golpeó, no yo a él. Esto, sin lugar a dudas, era más sencillo, requería muy poco de mi esfuerzo.

Una vez que todos estuvieron en el suelo miré a mi al rededor para comprobar que estuvieran inconscientes y no me dieran una sorpresa. Fue sencillo, no me hicieron sudar una gota, claro, estos bárbaros qué habilidades reales podían tener.

Como lo supuse, la chica no había corrido como se lo había pedido, estaba sentada en el suelo con semblante asustado, suspiré, era justo lo que no deseaba, causarle más miedo yo que sus atacantes originales, supongo que es el estigma que tenemos que cargar algunos por culpa de todos. Tal vez estaba lastimada y yo, bueno... podía ayudarla.

Antes de acercarme tomé mi abrigo del suelo y lo sacudí, pero no me lo puse. Entonces aquella pregunta me tomó desprevenido, ¿estaba preocupada por sus atacantes?, bueno, al menos no era indiferente a lo que les pudiera pasar independientemente de su comportamiento con ella.

-No, no los maté -respondí-, así que es mejor que nos vayamos antes de que reaccionen -sí, "nos", los dos, no iba a dejarla sola después de lo que había pasado. Tal vez mi viejo amigo tenía razón y siempre me estaba metiendo donde no me llamaban.

Finalmente me acerqué y ofrecí mi mano para que se pusiera de pie, no sabía cómo hacerle entender que no le haría daño, tampoco esperaba que estuviera agradecida conmigo, pero al menos confiaba en que después de lo que había hecho por ella no estuviera tan renuente a mi compañía.

-¿Estás bien? -pregunté, recordando que podía estar herida.

Bajé la mano en cuanto ella se negó a recibirla, me decía que era algo más que el simple hecho de que yo fuera un vampiro, la miré tratando de leer los motivos de sus ojos pero no pude. Reí cuando finalmente me dijo lo que cualquiera pensaría de mi.

-Me quedo con la segunda, soy un tonto -le dije con una sonrisa conciliadora, no me consideraba a mi mismo alguien que podía ser tachado de "bueno"-, pero no pienso hacerte daño -aclaré pues me pareció prudente.

Intentó ponerse en pie y era obvio que estaba lastimada, hice el intento de ayudarla pero dejé el movimiento a medias, pues si no quería que la tocara iba a respetar su decisión.

-¿No confías en ningún hombre? -por cómo lo había dicho parecía que no era algo personal contra mi, o contra los vampiros, sino contra mi género y eso me intrigó-, parece que tienes el tobillo torcido -le hice un diagnóstico rápido-, soy médico, puedo ayudarte -volví a ofrecer ayuda, aunque sabía que se volvería a negar.

-Perdón por haberme metido en tus asuntos -dije con sinceridad-, sólo creo que no hubieras podido hacer mucho contra esos -señalé a los hombres tirados por sobre mi hombro-, sólo déjame sacarte de aquí, no irás muy lejos con el pie como lo tienes.

La miré mientras ella se negaba, terca y reacia, pero lo que más llamó mi atención fue todo lo que me dijo, que no confía en nadie, en ningún hombre, que las excepciones la han decepcionado y que todos tomaban a las tomaban, a ellas las gitanas, como cortesanas o peor, eso que decía sonaba terrible, no quise imaginarme que pasado tan horrible tenía esta pobre chica tan joven como para pensar así. Noté también su acento y como los idiomas se confundían, pero aún así pude entender.

Entorné los ojos mientras la escuchaba hablar y puse las manos en la cintura esperando que se pusiera de pie si podía, porque sabía que no podría.

-Está bien, es justo -le dije-, sólo dime, ¿cómo se supone que vas a caminar sin apoyo? -pregunté retórico y le ofrecí mi brazo -agárrate de mi, prometo no tocarte más -me agaché un poco para quedar a su altura y le dije mirándola a los ojos-. No sé qué te haya pasado, no sé qué historia tengas, pero te prometo que no te haré nada, sólo salgamos de aquí -mi semblante cambió a uno más serio y le dije con convicción, no quería ser más entrometido de lo que ya había sido, pero si no confiaba en mi, aunque fuera un poco, no íbamos a poder salir de ahí.

Por fin aquella chiquilla tan testaruda había entrado en algo de razón, la ayudé a ponerse en pie, sin tocarla demasiado, aún estaba renuente al contacto y no iba a obligarla y se apoyó en mi brazo flexionado, había dicho que confiaba en mi pero no estoy seguro de que hubiera convicción en sus palabras, pero por ahora lo importante era sacarla de ahí, después tal vez averiguaría en por qué de su desconfianza, a los largo de los años más de una persona me ha dicho que tengo cara de que se puede confiar en mi, no sé qué signifique eso, pero sé que en más de una ocasión dicha cualidad me ha ayudado a entablar una conversación o cerrar un trato.

Río un poco cuando se presenta, y me dice lo que significa su nombre; me gusta lo que significa, porque el anochecer es libertad para mi, le sonrío.

-Es un bello nombre -halago-, y un bello significado -comenzamos a caminar, con paso lento pues ella no puede ir más rápido y yo me acoplo a su ritmo, poco a poco dejamos atrás el callejón del altercado-. Soy Daniil Stravinsky -le digo mi nombre-, pero me puedes decir Daniil -o "Dan", aunque muy poca gente lo hacía, por ello no se lo propuse, quería quitar de tajo las formalidades, no quería que me dijera Sr. Stravinsky o algo parecido, quería que me viera como un igual, que no se fijara en mi ropa o modales.

-Dime, si se puede saber... ¿qué hiciste para enojarlos tanto? -le pregunté mientras seguíamos caminando con paso lento.

Entorné los ojos al escucharla hablar así de su nombre, no cabía duda que cada quien cargaba de significados distintos a las palabras, cosas o hechos, cada uno era una exegeta particular y peculiar. Reí cuando ella trató de pronunciar mi apellido, ella claramente no era de aquí y tenía una forma de hablar extraña (pero divertida), una mezcla de más de un acento que era gracioso escuchar, de un buen modo, como entretenido, como si cada cosa que dijera, por terrible que fuera, fuese menos funesta con esa forma de hablar que tenía.

-Stravinsky -aclaré, no esperando que lograra pronunciarlo bien, parpadeé un par de veces caundo decidió, sin consultarme, claro, que me llamaría "Dany", si pocos me decían "Dan", nunca había escuchado que alguien me llamara "Dany", pero por mi estaba bien, daba un toque de familiaridad aunque ella lo hiciera por el simple hecho que le facilitaba las cosas- Dany está bien -le sonreí.

Seguimos caminando con paso lento escuchando su historia. Pienso en el dilema moral de lo que me dice pero no estoy aquí para juzgarla, ha demostrado que no confía con facilidad y además no soy nadie para hacerlo, qué hipocresía de mi parte si lo hiciera, yo que mato para sobrevivir.

Me quedo pensativo un momento y el silencio es sólo interrumpido por nuestros pasos desiguales causa de su cojera.

-Y dime, esos niños y los tuyos, ¿sólo aceptan dinero venido de colectas o también donativos? -"limosna" sería una palabra demasiado fuerte y ofensiva, y no quería eso, pero por supuesto que estaba dispuesto a donar algo, dinero me sobra, he tenido centenares de años para amasar una buena fortuna, perder unos francos para ayudar a esta gente no me iba a hacer menos pobre-, sino, podría ayudarte en esas colectas -bromeé, robar era algo que definitivamente no haría, pero quería infundirle confianza.

Sonreí cuando la escuché hablarme con tanto respeto a pesar de que habíamos acordado que se referiría a mi como "Dany", cuando me lo repetía mentalmente sonaba gracioso en mi mente, me hacía sentir menos un vampiro de 500 años, menos un respetado médico, menos todas esas solemnidades.

La escuché con atención, todo lo que me decía, comprendí su orgullo gitano y me sentí mal de haber insinuado poder ayudarle, pero es algo que hago en automático, si se puede, estaré dispuesto a ayudar a quien sea.

-Yo tampoco soy francés -supongo que mi francés no suena tan mal después de todo y que el acento eslavo no es tan evidente -y entiendo entonces, les gusta ganarse el dinero -me quedé meditabundo mientras seguíamos caminando-, ¿quieres ganar dinero?, podrías trabajar conmigo -no quería recibir el dinero así como así, y no iba a permitir que volviera a robar, la próxima vez tal vez no correría con la suerte de esta y yo, o alguien con corazón suficiente, no estará cerca para salvarla-. O podrías decirme que me depara el destino -se me ocurrió de pronto, si eso decía que hacía, iba a pagar por sus servicios, sólo eso, yo no era alguien que creyera en esas cosas pero por ayudar a Layla podría hacer una excepción.

Seguimos caminando pero me di cuenta que no sabía hacía dónde íbamos.

-Errr... tú indícame el camino -le pedí para seguir nuestro andar lento pero seguro.

La escuché explicarme, batallas por encontrar las palabras y luchar contra su acento, definitivamente si alguien me iba a dar la noticia de mi muerte, quería que fuera Layla, podía hacer sonar la peor de las noticias como un juego travieso. Sonreí.

-Te creo, te creo -le dije con esa sonrisa plantada en mi rostro-, confío en tus habilidades y si alguien sabe de esas cosas esa es tu gente -los gitanos quería decir, seguimos caminando y me quedé pensando -¿entonces? -dije de pronto-, ¿cuándo me dirás cuál es mi futuro? -ahora, a parte de querer pagar por sus servicios me había entrado una curiosidad enorme, si era verdad o mentira pasó a segundo plano, quería ver cómo lo hacía y escuchar qué podría decirme.

Alcé ambas cejas sorprendido, ya había notado que ella parecía saber que yo era un vampiro pero hasta entonces me lo decía tan tácitamente.

-En efecto, se puede acabar con alguien como yo de muchas formas -le dije, sin aclarar cuáles-, y supongo entonces que tendré que dejarte cerca de tu casa... carpa -rectifiqué rápido. Volví a guardar silencio pero una pregunta comenzó a rondar mi cabeza y tuve que formularla-, y... -titubeé -¿es algo contra los vampiros o contra los hombres en general? -su actitud, podía ser cualquiera de las dos cosas, si era contra los vampiros no la culpaba, si era contra los hombres más preguntas se formularían en mi cabeza, ya me había dicho que había sido sobajada, pero a qué grado y quién había tenido el corazón tan podrido para hacerlo.

Tenía la sospecha de que si me empezaba a reír se ofendería, pero había algo en ella, en sus palabras, modos, su acento... en ella, que me inspiraba esa reacción. Me limité a sonreír como hasta entonces lo había estado haciendo haciendo. Asentí, todavía me carcomía la curiosidad sobre mi futuro, o lo que ella pudiera ver en él, aunque como había apuntado, supongo que era más difícil tratándose de una "criatura" como yo, era extraño que se refirieran así a mi, pero supongo que lo era, una criatura de la noche; alguien como yo tiene un futuro más vasto y más incierto que un mortal, supongo.

-Entiendo lo que me dices -le respondí cuando me habló de los vampiros y en especial de nuestra relación con los gitanos-, no damos muy buena imagen la mayoría de nosotros -me encogí de hombros -pero al menos... -dudé -al menos, si te quisiera hacer algo, ya lo hubiera hecho -sonreí, una vez más, era una especie de broma, pero también era la verdad, yo no planeaba hacerle daño. Entonces era contra el género masculino, guardé silencio, ¿qué podía decirle?, nada en realidad, tal vez su confianza en los hombres jamás se restablecería, pero al menos no había huido de mi, no es como si pudiera con el pie como lo tenía.

-Está bien, ¿a dónde quieres ir? -le dije, iba a cumplir su deseo si no quería llegar aún a su carpa-, ¿no quieres que te cargue? -resultaría más fácil movernos de ese modo, probablemente se negaría, pero valía la pena preguntar-, y no, no quiero consolarte -le dije, había escuchado bien lo que había dicho, y cómo lo había dicho -sólo creo que eres muy joven para tener tanto rencor.