AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ayudando en el circo (Èabann)
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Ayudando en el circo (Èabann)
Recuerdo del primer mensaje :
Rebusqué dentro del pequeño baúl el vestido dorado y verde de bailarina exótica de una de las gitanas que participaban en la función de hoy. No podía creerme que Zoya, que así se llamaba la bailarina, no se hubiese acordado de cambiarse para su propio número. Y ahora me tocaba a mí encontrar la dichosa prenda y atravesar medio circo para que ella estuviera lista.
Sacudí la cabeza sintiéndome culpable. No debía pensar así de mis compañeras, me dije. Sólo estaba estresada y por eso me molestaba tener que hacer trabajo de más. El circo se basaba en la cooperación de todos los gitanos y yo era una más, por mucho que Tharo se empeñase en lo contrario.
Fruncí el ceño al pensar en él. Llevaba dos días sin aparecer por casa y parecía que la cosa iba para largo. Quizás debía darle tregua y marcharme yo unas semanas para que pudiese volver de una vez y ocuparse de mis hermanos. Aunque, claro, teniendo en cuenta el estado de embriaguez en el que suele regresar no creo que esté muy lúcido para vigilarlos.
Era culpa mía.
Esas palabras volvieron a desfilar una vez más por mi mente al igual que hacían todos los días desde que mi madre murió. Si no fuera por mi existencia Tharo seguiría siendo el hombre amable que Madre solía decir que era. Yo me perdí esa época. Aunque él tampoco tuvo ninguna palabra amable para mí, para el Fantasma, para la chica del pelo de vieja.
Con un largo suspiro doblé el vestido de Zoya y me dispuse a llevárselo antes de que la función tuviese que retrasarse aún más por mi culpa.
Salí por la puerta y caminé entre las pequeñas tiendecitas que hacían las veces de camerinos para mi gente, y me acerqué a la más grande, donde las hermosas bailarinas de piel morena y cabellos oscuros aguardaban para salir.
-Ya estoy aquí-dije entrando de golpe y sintiéndome aún más culpable por las miradas de reprobación por parte de muchas de ellas-. Aquí tienes, Zoya. éste es el vestido, ¿no?
Zoya se acercó a mí ataviada únicamente con una minúscula broma de bata y examinó el vestido fascinada. Acarició los bordados y asintió. Luego clavó en mi sus enormes ojos oscuros. Se apartó un rizo de la cara y dijo:
-Gracias, Amaris. Creo que también te buscan en la tienda del domador de lobos. creo que tiene problemas con una hembra en celo.
Suspiré nuevamente y asentí dándome la vuelta para cumplir con mi siguiente obligación. Era la chica de los recados en el Circo Gitano. Pero, y si lo conseguía, pensaba cambiar mi vida radicalmente. Para algo estaba haciendo rápidas incursiones al corazón de París para aprender a moverme en ese ambiente.
La tienda del domador de lobos era también una de las más grandes. Dentro había unos diez lobos domesticados y bastante cariñosos aunque algo pesados en épocas de celo. Mi tarea consistía en calmarlos, ya que se me daban bastante bien los animales. Sin embargo el viejo Kev no se encontraba sólo en la tienda. Con él había una bonita mujer de cabello oscuro hasta la cintura y hermosos ojos claros. La reconocí como "La Nueva".
-Eh, Hola...-dije carraspeando e interrumpiendo su diálogo-. Siento molestar pero me han dicho que...
-Ah, si. Ven, Amaris. Creo que Serena confiará más en ti que en mí.
Serena era una bonita loba cuyo color oscilaba entre el blanco y el beige. Solía quedarse embarazada cada dos por tres, aunque sus cachorros no sobrevivían al invierno. Ahora se encontraba demasiado inquieta porque el deseo sexual era terriblemente apremiante para ella.
Me acerqué a la loba y comencé a hablar con ella en una mezcla de francés y del lenguaje antiguo de los gitanos. Le contaba historias sobre otras lobas y sus bebés. Le contaba la historia de la loba blanca de la que todos los lobos venían y de como ella les dio la fuerza y la belleza que poseían.
Poco a poco la loba se fue calmando. Para rematar la obsequié con un terroncito de azúcar y me levanté. Entonces me percaté de que los ojos de "La Nueva" estaban fijos en mí y que Kev había salido de la tienda dejándonos con los lobos.
-Tú eres la chica nueva, ¿no?-le pregunté estúpidamente y con timidez-. Yo soy Amaris. Encantada...¿Cuál es tu nombre?
Sentía curiosidad por esta gitana extranjera. Nunca había ido más allá de Francia y quería conocer un poco más de lo que había fuera.
Rebusqué dentro del pequeño baúl el vestido dorado y verde de bailarina exótica de una de las gitanas que participaban en la función de hoy. No podía creerme que Zoya, que así se llamaba la bailarina, no se hubiese acordado de cambiarse para su propio número. Y ahora me tocaba a mí encontrar la dichosa prenda y atravesar medio circo para que ella estuviera lista.
Sacudí la cabeza sintiéndome culpable. No debía pensar así de mis compañeras, me dije. Sólo estaba estresada y por eso me molestaba tener que hacer trabajo de más. El circo se basaba en la cooperación de todos los gitanos y yo era una más, por mucho que Tharo se empeñase en lo contrario.
Fruncí el ceño al pensar en él. Llevaba dos días sin aparecer por casa y parecía que la cosa iba para largo. Quizás debía darle tregua y marcharme yo unas semanas para que pudiese volver de una vez y ocuparse de mis hermanos. Aunque, claro, teniendo en cuenta el estado de embriaguez en el que suele regresar no creo que esté muy lúcido para vigilarlos.
Era culpa mía.
Esas palabras volvieron a desfilar una vez más por mi mente al igual que hacían todos los días desde que mi madre murió. Si no fuera por mi existencia Tharo seguiría siendo el hombre amable que Madre solía decir que era. Yo me perdí esa época. Aunque él tampoco tuvo ninguna palabra amable para mí, para el Fantasma, para la chica del pelo de vieja.
Con un largo suspiro doblé el vestido de Zoya y me dispuse a llevárselo antes de que la función tuviese que retrasarse aún más por mi culpa.
Salí por la puerta y caminé entre las pequeñas tiendecitas que hacían las veces de camerinos para mi gente, y me acerqué a la más grande, donde las hermosas bailarinas de piel morena y cabellos oscuros aguardaban para salir.
-Ya estoy aquí-dije entrando de golpe y sintiéndome aún más culpable por las miradas de reprobación por parte de muchas de ellas-. Aquí tienes, Zoya. éste es el vestido, ¿no?
Zoya se acercó a mí ataviada únicamente con una minúscula broma de bata y examinó el vestido fascinada. Acarició los bordados y asintió. Luego clavó en mi sus enormes ojos oscuros. Se apartó un rizo de la cara y dijo:
-Gracias, Amaris. Creo que también te buscan en la tienda del domador de lobos. creo que tiene problemas con una hembra en celo.
Suspiré nuevamente y asentí dándome la vuelta para cumplir con mi siguiente obligación. Era la chica de los recados en el Circo Gitano. Pero, y si lo conseguía, pensaba cambiar mi vida radicalmente. Para algo estaba haciendo rápidas incursiones al corazón de París para aprender a moverme en ese ambiente.
La tienda del domador de lobos era también una de las más grandes. Dentro había unos diez lobos domesticados y bastante cariñosos aunque algo pesados en épocas de celo. Mi tarea consistía en calmarlos, ya que se me daban bastante bien los animales. Sin embargo el viejo Kev no se encontraba sólo en la tienda. Con él había una bonita mujer de cabello oscuro hasta la cintura y hermosos ojos claros. La reconocí como "La Nueva".
-Eh, Hola...-dije carraspeando e interrumpiendo su diálogo-. Siento molestar pero me han dicho que...
-Ah, si. Ven, Amaris. Creo que Serena confiará más en ti que en mí.
Serena era una bonita loba cuyo color oscilaba entre el blanco y el beige. Solía quedarse embarazada cada dos por tres, aunque sus cachorros no sobrevivían al invierno. Ahora se encontraba demasiado inquieta porque el deseo sexual era terriblemente apremiante para ella.
Me acerqué a la loba y comencé a hablar con ella en una mezcla de francés y del lenguaje antiguo de los gitanos. Le contaba historias sobre otras lobas y sus bebés. Le contaba la historia de la loba blanca de la que todos los lobos venían y de como ella les dio la fuerza y la belleza que poseían.
Poco a poco la loba se fue calmando. Para rematar la obsequié con un terroncito de azúcar y me levanté. Entonces me percaté de que los ojos de "La Nueva" estaban fijos en mí y que Kev había salido de la tienda dejándonos con los lobos.
-Tú eres la chica nueva, ¿no?-le pregunté estúpidamente y con timidez-. Yo soy Amaris. Encantada...¿Cuál es tu nombre?
Sentía curiosidad por esta gitana extranjera. Nunca había ido más allá de Francia y quería conocer un poco más de lo que había fuera.
Amaris Thervasi- Gitano
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Fecha de inscripción : 15/05/2011
Edad : 32
Localización : En los bosques de París.
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
-Claro, si quieres ayudarme me parece bien-dije dejando las manzanas en una pequeña cesta y aproximándome hasta ella para sentarme a su lado a que me curase las heridas. Mis conocimientos sobre medicina eran básicos, mis hermanos y mi madre se habían encargado de enseñarme lo imprescindible para la superviviencia. Desde que había aprendido a cazar con el arco, habían tratado de enseñarme a reconocer las plantas que me ayudarían a hacerle frente a todo tipo de heridas pequeñas: cortes, moratones, picaduras de según que insecto, infecciones...Lo justo para saber curarme si acababa malherida en mitad de una caza.
Cuando cazaba todo lo que reprimía salía a flote, así que era fácil salir herida. Recordé los ojos asustados de Tharo la vez que volví, con apenas trece años, llena de sangre. Había abatido un zorro, una pieza no muy grande, pero demasiado para mí. La única pieza más grande que conejos, ardillas y algunos pájaros gordos que había cazado jamás. Se me ocurrió arrastrarlo hasta el campamento, donde podría quitarle la piel y cocinarlo para la cena de aquella noche con algunas verduras. Sin embargo, otro animal pensaba lo mismo.
El pequeño gato de las montañas salió de la nada. Seguramente llevaba más tiempo que yo observando al zorro, esperando su oportunidad para cazarlo. Yo trunqué sus planes, pero él no quería rendirse. En un momento de descuido se abalanzó sobre mí con un gruñido y me tiró al suelo. No era un animal muy grande, pero tenía bastante fuerza. Nunca había visto animales como estos alejados de las montañas. Quizás arriba escaseaban las presas.
Mientras estaba aturdida el animal aprovechó para agarrar al zorro del pescuezo y echar a correr con él en la boca. De un salto me incorporé y cogí mi arco, que había quedado un poco lejos. Cargué una flecha y disparé, errando el tiro dos veces. El maldito gato era rápido, más que uno normal. Gruñí, cabreada, y aumenté mi velocidad al máximo. Sabía que luego apenas podría respirar del cansancio, pero el zorro era MI presa, nuestra cena. No estábamos para derrochar comida.
El gato se detuvo en seco al encontrarse frente a unas rocas demasiado altas. Si no hubiese llevado nada en la boca las habría saltado con facilidad, pero el zorro le pesaba. Y ya era mío. Llegué hasta él frenando a un metro escaso del animal que se giró alertado por mi llegada. Soltó al zorro y me mostró sus colmillos en un bufido. Yo le gruñí como había visto que hacían los lobos del circo. Entonces me atacó.
Fue una lluvia de arañazos y dientes. Sus zarpas se clavaron en mis brazos, en mi pecho aún sin desarrollar, en el vientre plano y en mis marcadas costillas. Yo grité y me retorcí aullando, como una criatura salvaje. Agarré al gato con mis manos y apreté su cuello hasta que el animal dejó de moverse y de clavarme las uñas en la carne. Luego me quedé boca arriba, sintiendo la sangre gotear desde mi cuerpo al suelo. Cuando volví a incorporarme busqué una piedra con la que aplastar el cráneo al gato montés para despellejarlo allí mismo.
Lo hice lenta y metódicamente, pensando en mis cosas y un poco ida. Me había defendido. Había matado al animal. Cuando me defendía algo o alguien acababa muerto por mis propias manos. Eso no estaba bien. Para mí no significaba lo mismo que cazar con el arco.
Esa noche llevé a la tribu dos trozos de carne muy suculentos y pieles para guantes. Vittorio me curó las heridas ocasionadas por el gato, que no tardaron en cicatrizarme y en desaparecer de mi pálida piel. Me sentía violenta y culpable.
-¡Au!-dije cuando Èabann comenzó a aplicarme sus medicinas en mis heridas. Me había pillado inmersa en mis propios pensamientos. La miré sorprendida y entonces me acordé-. Esta noche cenamos todos juntos, alrededor de la hoguera...¿Cenarás con nosotros? Cantaremos y contaremos historias viejas y nuevas. Será divertido. Así podrás conocer al resto del campamento y mis otros hermanos.
Quería que ella viniese, nada me haría más feliz que verla con los míos, integrada. No tendría problemas con esa belleza y la calma que la envolvía. Su aura me decía cosas buenas de ella, aunque parecía estar llena de recuerdos que no querían salir a flote. Por respeto a Èabann, dejé de observar su aura y apagué mis sentidos especiales, que mi etnia me había dado. Me pregunté si ella también los tendría.
-¿Puedes leer la buenaventura? ¿y las auras?-le pregunté, curiosa. Eran poderes muy conocidos entre los gitanos. Igual que el de percibir a seres sobrenaturales.
Cuando cazaba todo lo que reprimía salía a flote, así que era fácil salir herida. Recordé los ojos asustados de Tharo la vez que volví, con apenas trece años, llena de sangre. Había abatido un zorro, una pieza no muy grande, pero demasiado para mí. La única pieza más grande que conejos, ardillas y algunos pájaros gordos que había cazado jamás. Se me ocurrió arrastrarlo hasta el campamento, donde podría quitarle la piel y cocinarlo para la cena de aquella noche con algunas verduras. Sin embargo, otro animal pensaba lo mismo.
El pequeño gato de las montañas salió de la nada. Seguramente llevaba más tiempo que yo observando al zorro, esperando su oportunidad para cazarlo. Yo trunqué sus planes, pero él no quería rendirse. En un momento de descuido se abalanzó sobre mí con un gruñido y me tiró al suelo. No era un animal muy grande, pero tenía bastante fuerza. Nunca había visto animales como estos alejados de las montañas. Quizás arriba escaseaban las presas.
Mientras estaba aturdida el animal aprovechó para agarrar al zorro del pescuezo y echar a correr con él en la boca. De un salto me incorporé y cogí mi arco, que había quedado un poco lejos. Cargué una flecha y disparé, errando el tiro dos veces. El maldito gato era rápido, más que uno normal. Gruñí, cabreada, y aumenté mi velocidad al máximo. Sabía que luego apenas podría respirar del cansancio, pero el zorro era MI presa, nuestra cena. No estábamos para derrochar comida.
El gato se detuvo en seco al encontrarse frente a unas rocas demasiado altas. Si no hubiese llevado nada en la boca las habría saltado con facilidad, pero el zorro le pesaba. Y ya era mío. Llegué hasta él frenando a un metro escaso del animal que se giró alertado por mi llegada. Soltó al zorro y me mostró sus colmillos en un bufido. Yo le gruñí como había visto que hacían los lobos del circo. Entonces me atacó.
Fue una lluvia de arañazos y dientes. Sus zarpas se clavaron en mis brazos, en mi pecho aún sin desarrollar, en el vientre plano y en mis marcadas costillas. Yo grité y me retorcí aullando, como una criatura salvaje. Agarré al gato con mis manos y apreté su cuello hasta que el animal dejó de moverse y de clavarme las uñas en la carne. Luego me quedé boca arriba, sintiendo la sangre gotear desde mi cuerpo al suelo. Cuando volví a incorporarme busqué una piedra con la que aplastar el cráneo al gato montés para despellejarlo allí mismo.
Lo hice lenta y metódicamente, pensando en mis cosas y un poco ida. Me había defendido. Había matado al animal. Cuando me defendía algo o alguien acababa muerto por mis propias manos. Eso no estaba bien. Para mí no significaba lo mismo que cazar con el arco.
Esa noche llevé a la tribu dos trozos de carne muy suculentos y pieles para guantes. Vittorio me curó las heridas ocasionadas por el gato, que no tardaron en cicatrizarme y en desaparecer de mi pálida piel. Me sentía violenta y culpable.
-¡Au!-dije cuando Èabann comenzó a aplicarme sus medicinas en mis heridas. Me había pillado inmersa en mis propios pensamientos. La miré sorprendida y entonces me acordé-. Esta noche cenamos todos juntos, alrededor de la hoguera...¿Cenarás con nosotros? Cantaremos y contaremos historias viejas y nuevas. Será divertido. Así podrás conocer al resto del campamento y mis otros hermanos.
Quería que ella viniese, nada me haría más feliz que verla con los míos, integrada. No tendría problemas con esa belleza y la calma que la envolvía. Su aura me decía cosas buenas de ella, aunque parecía estar llena de recuerdos que no querían salir a flote. Por respeto a Èabann, dejé de observar su aura y apagué mis sentidos especiales, que mi etnia me había dado. Me pregunté si ella también los tendría.
-¿Puedes leer la buenaventura? ¿y las auras?-le pregunté, curiosa. Eran poderes muy conocidos entre los gitanos. Igual que el de percibir a seres sobrenaturales.
Amaris Thervasi- Gitano
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Fecha de inscripción : 15/05/2011
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Localización : En los bosques de París.
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
Amaris se había quedado callada, seguramente inmersa en sus pensamientos. Con suavidad deslizó los dedos con el ungüento para ayudarla a cicatrizar y prevenir las infecciones. Agradecía a cada momento que su abuela le hubiera enseñado todo aquello. El olor sabía que en cierta manera se podía considerar como balsámico, un olor suave que ayudaba a relajarse y que prevenía el dolor en cierta manera. Recordaba bien cómo su abuela le había enseñado a hacerle, cada momento, cada instante, cuando había fallado, cuando lo había hecho bien. Recordaba la sonrisa tranquila de la mujer mientras probaba. Había aprendido que las plantas podían usarse tanto para el bien como para el mal, que tenía que tener cuidado.
Había algunas plantas como la belladona o la adormidera que podían ser letales venenos si se utilizaban de mala manera. Incluso la madrágora o la verbena. Éabann sabía utilizarlas en sus dos vertientes y reconocía que las había usado en más de una ocasión. Cualquiera podría pensar que estaba indefensa, en parte era así, no tenía la fuerza física suficiente como para defenderse en un ataque directo aunque no se le daba mal. Le habían enseñado a ello, pero el veneno siempre se decía que era el arma de la mujer. Conocía incluso a mujeres que lo llevaban en los anillos, era un buen lugar, deslizando una piedra y vertiéndolo en una copa. Había personas que tenían un gusto tal que podían saber si había o no había veneno en una comida, como si se tratara de catadores de vino. Eso siempre le había sorprendido.
La exclamación de la muchacha de cabello blanco la sacó a ella misma de sus cavilaciones y sonrió con suavidad. Escuchó mientras terminaba de decirle que había una fiesta en la comunidad. Era algo bastante común, como si se necesitara mantener las costumbres y las leyendas contándolas cada noche alrededor de la hoguera y en parte era así. Su familia había utilizado esos momentos para recordar historias que habían ocurrido, historias que conocía desde pequeña y que se suponía que llegaría el momento en el que ella misma debería exponerlas. Sonrió suavemente pensativa. Sí, era una buena costumbre. Lástima que ella no tuviera una familia con quien juntarse al anochecer, cuando el trabajo finalizaba, para contar, para hablar, reír y bailar.
—Me encantaría poder asistir, no he ido antes porque no conocía a nadie y no había sido invitada.—aunque muchas personas consideraran que aquello no era un problema, Éabann amaba su independencia y su privacidad, por lo que hacía lo mismo con las personas que conocía.—Estoy deseando escuchar vuestras historias, es curioso ver cómo se van repitiendo de un lugar a otro con variaciones.—se quedó pensativa durante unos instantes mientras terminaba de echarle el cicatrizante y se movía para limpiarse las manos.—Otra noche podría contar algunas historias que me enseñaron a mi cuando era pequeña, cuando tenga más confianza.
Sonrió con suavidad mirando a la muchacha, observándola en silencio hasta que finalmente una pregunta se escapó de sus labios. Asintió ligeramente ante su comentario mientras comenzaba a recoger lo que había llevado. Esos dones como los llamaba su abuela era algo muy común para los de su grupo étnico, parecía que lo llevaban en la sangre. También había muchos estafadores que lo que buscaban era sacarse unas cuantas monedas, pero por regla general había aprendido que un gitano tenía esos dones ahí esperando simplemente a ser descubiertos y potenciados.
—Así es, ¿tú también?. —preguntó mirándola con curiosidad mientras se detenía en su mano, lo que tenía que hacer era echarse algo para el moratón que comenzaba a aparecer en el antebrazo gracias al apretón del hombre, sin darle importancia se arremangó para comenzar a echarse el ungüento mostrando con total claridad la marca de las cicatrices de los mordiscos que mancillaban la delicada piel de la gitana.- Mi abuela bromeaba diciendo que podía leer el corazón de las personas, pero la verdad es que soy bastante observadora… y me resulta más o menos fácil saber de qué pie cojea cada uno de ellos.
Había algunas plantas como la belladona o la adormidera que podían ser letales venenos si se utilizaban de mala manera. Incluso la madrágora o la verbena. Éabann sabía utilizarlas en sus dos vertientes y reconocía que las había usado en más de una ocasión. Cualquiera podría pensar que estaba indefensa, en parte era así, no tenía la fuerza física suficiente como para defenderse en un ataque directo aunque no se le daba mal. Le habían enseñado a ello, pero el veneno siempre se decía que era el arma de la mujer. Conocía incluso a mujeres que lo llevaban en los anillos, era un buen lugar, deslizando una piedra y vertiéndolo en una copa. Había personas que tenían un gusto tal que podían saber si había o no había veneno en una comida, como si se tratara de catadores de vino. Eso siempre le había sorprendido.
La exclamación de la muchacha de cabello blanco la sacó a ella misma de sus cavilaciones y sonrió con suavidad. Escuchó mientras terminaba de decirle que había una fiesta en la comunidad. Era algo bastante común, como si se necesitara mantener las costumbres y las leyendas contándolas cada noche alrededor de la hoguera y en parte era así. Su familia había utilizado esos momentos para recordar historias que habían ocurrido, historias que conocía desde pequeña y que se suponía que llegaría el momento en el que ella misma debería exponerlas. Sonrió suavemente pensativa. Sí, era una buena costumbre. Lástima que ella no tuviera una familia con quien juntarse al anochecer, cuando el trabajo finalizaba, para contar, para hablar, reír y bailar.
—Me encantaría poder asistir, no he ido antes porque no conocía a nadie y no había sido invitada.—aunque muchas personas consideraran que aquello no era un problema, Éabann amaba su independencia y su privacidad, por lo que hacía lo mismo con las personas que conocía.—Estoy deseando escuchar vuestras historias, es curioso ver cómo se van repitiendo de un lugar a otro con variaciones.—se quedó pensativa durante unos instantes mientras terminaba de echarle el cicatrizante y se movía para limpiarse las manos.—Otra noche podría contar algunas historias que me enseñaron a mi cuando era pequeña, cuando tenga más confianza.
Sonrió con suavidad mirando a la muchacha, observándola en silencio hasta que finalmente una pregunta se escapó de sus labios. Asintió ligeramente ante su comentario mientras comenzaba a recoger lo que había llevado. Esos dones como los llamaba su abuela era algo muy común para los de su grupo étnico, parecía que lo llevaban en la sangre. También había muchos estafadores que lo que buscaban era sacarse unas cuantas monedas, pero por regla general había aprendido que un gitano tenía esos dones ahí esperando simplemente a ser descubiertos y potenciados.
—Así es, ¿tú también?. —preguntó mirándola con curiosidad mientras se detenía en su mano, lo que tenía que hacer era echarse algo para el moratón que comenzaba a aparecer en el antebrazo gracias al apretón del hombre, sin darle importancia se arremangó para comenzar a echarse el ungüento mostrando con total claridad la marca de las cicatrices de los mordiscos que mancillaban la delicada piel de la gitana.- Mi abuela bromeaba diciendo que podía leer el corazón de las personas, pero la verdad es que soy bastante observadora… y me resulta más o menos fácil saber de qué pie cojea cada uno de ellos.
Éabann G. Dargaard- Gitano
- Mensajes : 205
Fecha de inscripción : 09/05/2011
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
-A todos nos gustaría oír las historias de tu hogar-le aseguré. Nos encantaba la llegada de extranjeros precisamente por el hecho de que traían nuevas historias que luego nosotros contábamos en la hoguera...Así era como la tradición se iba propagando a través del mundo, mediante el boca a boca.
Quizás si aquella noche estaba animada me animaría a contar algo o a cantar. Me gustaba mucho cantar cuando estaba en el río o en la laguna, y en algunas ocasiones lo hacía también en nuestras fiestas. Eran de las pocas veces en que mi compañeros me miraban con algo similar a la admiración.
-Sí, también tengo esos pequeños poderes-le dije guiñándole un ojo-. Aunque los uso poquito. Supongo que son la prueba definitiva de que soy una verdadera gitana aunque lleve sangre blanca corriendo también por mis venas-le dije encogiéndome de hombros.-Tengo la impresión de que tu abuela llevaba razón. Sueles mirar con mucha intensidad a las personas; es como si quisieras mirar en su alma-le dije, pensativa-.Pero eso es bueno, aunque puedes poner nerviosos a algunos-sonreí.
En el poco rato que había estado con ella había llegado a esa conclusión. También me había mirado a mí de esa forma cuando estábamos con los lobos. También a Vittorio cuando cuidaba de mí...Tenía la impresión de que ella podía saber como era una persona con sólo mirarla. Ni siquiera haría falta que Èabann hablase con la persona en cuestión para saber como era ella.
Mientras cavilaba, mi mirada se desplazó por el brazo en el que ella se aplicaba el ungüento que tenía en la mano. Parpadeé un segundo, confundida, pero luego vi que las marcas de su piel no habían sido fruto de mi vista agotada. La miré con la pregunta escrita en mi rostro. Quizás le molestase mi curiosidad, pero quería saberlo de verdad. Parecían mordiscos, pero no exactamente de animal. La forma de la mandíbula tenia un aspecto humano, pero ningunos dientes humanos podían dejar semejantes heridas en la piel. Las heridas tenían pinta de haber sido profundas cuando fueron hechas.
Miré a Èabann con tristeza, ¿qué había visto ella a lo largo de su vida? Su vida había sido más desgraciada que la mía al perder a su familia al completo, y para colmo parecía haber estado a punto de ser el festín de algún monstruo sediento de sangre. Y aún así ella seguía aquí, fuerte y valiente como nadie.
Yo me había dejado arrastrar por la tristeza tras la muerte de mi madre aunque aún conservaba a todos y cada uno de mis hermanos intactos. Tenía que haber peleado más y quizás Tharo no se hubiese dado a la bebida...O, mejor, los cazadores tenían que haberme atrapado a mí, mestiza entre gitana y gadjo y dejar en paz a la bellísima persona que era Freya. Ella había dado la vida por mí y yo no había hecho más que lamentarme por mi suerte.
-¿Qué sucedió?-me atreví a preguntarle con la voz estrangulada. Tragué saliva y subí los pies al sofá para acomodarme y escucharla. Cogí un poco de ungüento y también comencé a aplicárselo yo por las heridas viejas con suma delicadeza.
Quería reconfortarla de alguna manera y hacerle saber que le estaba agradecida y que me tenía aquí para ayudarla. Le debía mucho a esta chica por lo que había hecho en el circo por mí. Casi nadie se habría atrevido a ayudarme, y sin embargo ella lo hizo sin mostrar un ápice de temor ni cuando Tharo la agarró con tanta fuerza. Vi el nacimiento de los moratones donde las manos del hombre la habían agarrado y me lamenté.
Culpa mía. Siempre era culpa mía. Estaba maldita por robarle color a la luna, como decían las ancianas. Aunque yo pensase que eso era una idiotez o podía dejar de preguntarme si llevaban un poco de razón. Mi mala suerte no era normal.
Quizás si aquella noche estaba animada me animaría a contar algo o a cantar. Me gustaba mucho cantar cuando estaba en el río o en la laguna, y en algunas ocasiones lo hacía también en nuestras fiestas. Eran de las pocas veces en que mi compañeros me miraban con algo similar a la admiración.
-Sí, también tengo esos pequeños poderes-le dije guiñándole un ojo-. Aunque los uso poquito. Supongo que son la prueba definitiva de que soy una verdadera gitana aunque lleve sangre blanca corriendo también por mis venas-le dije encogiéndome de hombros.-Tengo la impresión de que tu abuela llevaba razón. Sueles mirar con mucha intensidad a las personas; es como si quisieras mirar en su alma-le dije, pensativa-.Pero eso es bueno, aunque puedes poner nerviosos a algunos-sonreí.
En el poco rato que había estado con ella había llegado a esa conclusión. También me había mirado a mí de esa forma cuando estábamos con los lobos. También a Vittorio cuando cuidaba de mí...Tenía la impresión de que ella podía saber como era una persona con sólo mirarla. Ni siquiera haría falta que Èabann hablase con la persona en cuestión para saber como era ella.
Mientras cavilaba, mi mirada se desplazó por el brazo en el que ella se aplicaba el ungüento que tenía en la mano. Parpadeé un segundo, confundida, pero luego vi que las marcas de su piel no habían sido fruto de mi vista agotada. La miré con la pregunta escrita en mi rostro. Quizás le molestase mi curiosidad, pero quería saberlo de verdad. Parecían mordiscos, pero no exactamente de animal. La forma de la mandíbula tenia un aspecto humano, pero ningunos dientes humanos podían dejar semejantes heridas en la piel. Las heridas tenían pinta de haber sido profundas cuando fueron hechas.
Miré a Èabann con tristeza, ¿qué había visto ella a lo largo de su vida? Su vida había sido más desgraciada que la mía al perder a su familia al completo, y para colmo parecía haber estado a punto de ser el festín de algún monstruo sediento de sangre. Y aún así ella seguía aquí, fuerte y valiente como nadie.
Yo me había dejado arrastrar por la tristeza tras la muerte de mi madre aunque aún conservaba a todos y cada uno de mis hermanos intactos. Tenía que haber peleado más y quizás Tharo no se hubiese dado a la bebida...O, mejor, los cazadores tenían que haberme atrapado a mí, mestiza entre gitana y gadjo y dejar en paz a la bellísima persona que era Freya. Ella había dado la vida por mí y yo no había hecho más que lamentarme por mi suerte.
-¿Qué sucedió?-me atreví a preguntarle con la voz estrangulada. Tragué saliva y subí los pies al sofá para acomodarme y escucharla. Cogí un poco de ungüento y también comencé a aplicárselo yo por las heridas viejas con suma delicadeza.
Quería reconfortarla de alguna manera y hacerle saber que le estaba agradecida y que me tenía aquí para ayudarla. Le debía mucho a esta chica por lo que había hecho en el circo por mí. Casi nadie se habría atrevido a ayudarme, y sin embargo ella lo hizo sin mostrar un ápice de temor ni cuando Tharo la agarró con tanta fuerza. Vi el nacimiento de los moratones donde las manos del hombre la habían agarrado y me lamenté.
Culpa mía. Siempre era culpa mía. Estaba maldita por robarle color a la luna, como decían las ancianas. Aunque yo pensase que eso era una idiotez o podía dejar de preguntarme si llevaban un poco de razón. Mi mala suerte no era normal.
Amaris Thervasi- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
Sonrió con suavidad al escuchar sus palabras mientras mantenía su atención en lo que hacía, hasta que dijo que podía intimidar con su mirada o poner nerviosa. No lo hubiera pensado, la verdad es que lo hacía más por instinto que por otra cosa. Era una persona tranquila y observadora, que siempre estaba atenta a lo que pasaba a su alrededor. Le gustaba conocer a las personas, saber cómo eran, qué eran capaces de hacer. Había detalles que se repetían como si fueran las claves para llegar a saber un poco más de ellas. Estos detalles le resultaban útiles en su día a día y también en su trabajo. Mucho de este trabajo estaba vinculado, de forma directa, con lo que era una persona. Podía saber qué necesitaba escuchar alguien, cómo era y qué podría suceder solo con escucharles hablar y ver cómo se movían, como interactuaban. Si eran agresivos o pacíficos, si eran sensuales o recatados, si eran mentirosos o sinceros, si eran soberbios o humildes. Todo eso, junto a esos extraños dones que poseía por su sangre, habían hecho que tuviera una pequeña fama como echadora de cartas y de otros medios de adivinación. Respiró brevemente por un momento con gesto pensativo.
—Lo lamento.—dijo finalmente.—No quería incomodarte, ni a ti ni a los tuyos. En ocasiones no me doy cuenta de que puedo incomodar a alguien si le estoy mirando de manera demasiado fija. Me gusta observar a las personas, ver cómo se mueven, hablan y se comportan. Estos detalles dicen muchísimo sobre cómo son.—frunció ligeramente el ceño mientras seguía en sus tareas.—Supongo que resulta un poco… molesto, sobre todo porque tener a alguien mirándote de forma intensa puede llegar a poner nervioso, intentaré hacerlo menos o hacerlo con más disimulo.
Alzó entonces el rostro, dedicándole una sonrisa al a muchacha mientras sus dedos suaves seguían extendiendo el ungüento. En un primer momento no se dio cuenta de que estaba mirando las cicatrices, es más, no se dio cuenta de que la manga de la camisa que llevaba se había bajado lo suficiente como para mostrarlas. Era un espectáculo grotesco que rompía la simetría de la perfecta piel de la muchacha. Cicatrices blanquecinas que como rayones aparecían en la dorada piel de la gitana formando dibujos que mostraban a la perfección lo que había ocurrido.
Fue entonces, cuando escuchó sus palabras que se dio cuenta. Se detuvo por un momento en lo que estaba haciendo, sobre todo cuando Amaris comenzó a deslizar sus dedos suaves y frescos por el antebrazo. Respiró hondo unos instantes, mientras miraba esos dedos delicados que contrastaban tremendamente con las atrocidades que esa parte de su anatomía había sufrido.
—¿Recuerdas que te dije que conocía a los seres que me decías? ¿A los vampiros? ¿A los no muertos chupadores de sangre?. —preguntó mirándola a los ojos mientras notaba el frescor gracias al ungüento a base de salvia que estaba deslizándose por su piel. Notaba la zona dolorida por el agarre de Tharo, una zona excesivamente sensibilizada si tenía que ser sincera.—Todo pasó cuando tenía quince años. Estábamos entorno a la hoguera, como hacíamos siempre, cantando, bailando, contando historias. Había sido un buen día. Recuerdo que yo estaba junto a mi madre y a la mayor de mis hermanas terminando de preparar la cena y entonces apareció.—un escalofrío se deslizó lentamente por su espalda.—Era un vampyr, lo pude notar y también lo notaron el resto de mi familia. No sé bien qué ocurrió, solo que mi madre me incitó a correr y no mirar atrás y eso hice mientras escuchaba los gritos de ellos…—la voz se le quebró, apretando los labios por un momento sin estar segura de si sería capaz de seguir.—Él me encontró, yo estaba escondida, pero me encontró y… se alimentó de mí como si fuera un animal.
Miró las heridas provocadas por los colmillos, reprimiendo un nuevo escalofrío como si en cualquier momento pudiera volver a aparecer ese ser que la había marcado para siempre.
—Lo lamento.—dijo finalmente.—No quería incomodarte, ni a ti ni a los tuyos. En ocasiones no me doy cuenta de que puedo incomodar a alguien si le estoy mirando de manera demasiado fija. Me gusta observar a las personas, ver cómo se mueven, hablan y se comportan. Estos detalles dicen muchísimo sobre cómo son.—frunció ligeramente el ceño mientras seguía en sus tareas.—Supongo que resulta un poco… molesto, sobre todo porque tener a alguien mirándote de forma intensa puede llegar a poner nervioso, intentaré hacerlo menos o hacerlo con más disimulo.
Alzó entonces el rostro, dedicándole una sonrisa al a muchacha mientras sus dedos suaves seguían extendiendo el ungüento. En un primer momento no se dio cuenta de que estaba mirando las cicatrices, es más, no se dio cuenta de que la manga de la camisa que llevaba se había bajado lo suficiente como para mostrarlas. Era un espectáculo grotesco que rompía la simetría de la perfecta piel de la muchacha. Cicatrices blanquecinas que como rayones aparecían en la dorada piel de la gitana formando dibujos que mostraban a la perfección lo que había ocurrido.
Fue entonces, cuando escuchó sus palabras que se dio cuenta. Se detuvo por un momento en lo que estaba haciendo, sobre todo cuando Amaris comenzó a deslizar sus dedos suaves y frescos por el antebrazo. Respiró hondo unos instantes, mientras miraba esos dedos delicados que contrastaban tremendamente con las atrocidades que esa parte de su anatomía había sufrido.
—¿Recuerdas que te dije que conocía a los seres que me decías? ¿A los vampiros? ¿A los no muertos chupadores de sangre?. —preguntó mirándola a los ojos mientras notaba el frescor gracias al ungüento a base de salvia que estaba deslizándose por su piel. Notaba la zona dolorida por el agarre de Tharo, una zona excesivamente sensibilizada si tenía que ser sincera.—Todo pasó cuando tenía quince años. Estábamos entorno a la hoguera, como hacíamos siempre, cantando, bailando, contando historias. Había sido un buen día. Recuerdo que yo estaba junto a mi madre y a la mayor de mis hermanas terminando de preparar la cena y entonces apareció.—un escalofrío se deslizó lentamente por su espalda.—Era un vampyr, lo pude notar y también lo notaron el resto de mi familia. No sé bien qué ocurrió, solo que mi madre me incitó a correr y no mirar atrás y eso hice mientras escuchaba los gritos de ellos…—la voz se le quebró, apretando los labios por un momento sin estar segura de si sería capaz de seguir.—Él me encontró, yo estaba escondida, pero me encontró y… se alimentó de mí como si fuera un animal.
Miró las heridas provocadas por los colmillos, reprimiendo un nuevo escalofrío como si en cualquier momento pudiera volver a aparecer ese ser que la había marcado para siempre.
Éabann G. Dargaard- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
-Tranquila. Ser curiosa no es malo-le dije, no queriendo haberla ofendido. Sólo temía que alguien menos apacible que yo le dijese algún comentario hiriente si ella lo miraba con tanta fijeza.-Sólo hay que llevar cuidado de a quien se observa y ya.
Escuché atentamente lo que me contaba acerca de los vampyr o vampiros, que venía a ser lo mismo. La mano en la que llevaba el ungüento se me congeló mientras escuchaba sus palabras, su historia. Era una parte de su vida terrible que jamás podría olvidar. Por muchos años que cumpliese, Èabann siempre recordaría aquella noche como la peor de su existencia. Volví a mirar nuevamente las heridas ocasionadas por el monstruo con mucha pena. Ahora que sabía a que se debían me lamentaba por preguntar. Supongo que quizás ella me lo habría dicho en algún momento, si cogíamos la suficiente confianza. Pero yo prácticamente se lo había sonsacado con mis preguntas de niña.
Entonces, cuando ella dijo que el vampiro se había alimentado de ella como un animal, me quedé pensando. Me mordí el labio inferior con nerviosismo. No tenía que hacer más preguntas. No debía hacerlas aunque la curiosidad me estaba matando. Pero, ¿cómo había...? Tenía que preguntárselo. Ninguna joven de quince años podría haber acabado con un vampiro a no ser que estuviese entrenada por alguien. ¿Y si ella lo estaba? ¿Y si alguien la había salvado? Los vampiros se alimentaban de ti hasta dejarte seca, salvo que necesitasen un entretenimiento...
-Èabann-dije, dudando entre querer saberlo o no-¿Cómo lograste escapar del vampyr? Son tremendamente fuertes y obsesivos. Si simplemente lo hubieses dejado inconsciente te habría rastreado hasta dar contigo para rematarte, no sin antes someterte a la peor de las torturas. Nunca perdonan.
No me sorprendería nada si Èabann decía que había matado al no muerto. Ella parecía conocer demasiado bien todo lo que la rodeaba. Quizás además de los poderes especiales que tenía por pertenecer a los gitanos, poseía también un don innato para la lucha. Yo lo había visto. Bueno, más bien me lo habían contado. Me habían contado que existían clanes que daban caza a los monstruos y que incluso los brujos estaban en el asunto. Los brujos también eran peligrosos si eran partidarios de la magia negra. Era un peligro que se me había olvidado mencionarle a Èabann, aunque supuse que ella sabía que donde había una concentración de seres fantásticos, aparecían los brujos para combatir entre ellos. Se pasaban la vida así, aunque algunos eran bastante útiles cuando algún gitano resultaba herido.
Escuché el vozarrón de Tharo a lo lejos seguido de algunos insultos por parte de Vittorio y Lorcan. Al final se había llevado a otro de mis hermanos en busca de su padre. Me puse en pie y cogí las manzanas apresuradamente. Miré a Èabann y le señalé la puerta, indicándole que era momento de salir de allí. Seguro que los chicos le darían algo a Tharo para que durmiese la mona hasta el día siguiente...Eso significaba que me tocaba dormir con Vittorio esta noche, para evitar correr riesgos de que Tharo me encontrase sola al amanecer y recordase lo ocurrido la noche anterior. Sólo de pensar lo que haría cuando se diese cuenta de que le había partido una silla en la cabeza...
Cuando Èabann y yo salimos al exterior el número de gitanos se había duplicado. Los artistas regresaban del circo cansado y entre risas y bromas, iban sentándose al rededor de la hoguera en forma de círculo para alimentarse de la carne que ya se estaba asando. El resto de mis hermanos estaban allí, en silencio, avergonzados, mientras Vittorio y Lorcan desaparecían en el interior de la carreta con Tharo.
Escuché atentamente lo que me contaba acerca de los vampyr o vampiros, que venía a ser lo mismo. La mano en la que llevaba el ungüento se me congeló mientras escuchaba sus palabras, su historia. Era una parte de su vida terrible que jamás podría olvidar. Por muchos años que cumpliese, Èabann siempre recordaría aquella noche como la peor de su existencia. Volví a mirar nuevamente las heridas ocasionadas por el monstruo con mucha pena. Ahora que sabía a que se debían me lamentaba por preguntar. Supongo que quizás ella me lo habría dicho en algún momento, si cogíamos la suficiente confianza. Pero yo prácticamente se lo había sonsacado con mis preguntas de niña.
Entonces, cuando ella dijo que el vampiro se había alimentado de ella como un animal, me quedé pensando. Me mordí el labio inferior con nerviosismo. No tenía que hacer más preguntas. No debía hacerlas aunque la curiosidad me estaba matando. Pero, ¿cómo había...? Tenía que preguntárselo. Ninguna joven de quince años podría haber acabado con un vampiro a no ser que estuviese entrenada por alguien. ¿Y si ella lo estaba? ¿Y si alguien la había salvado? Los vampiros se alimentaban de ti hasta dejarte seca, salvo que necesitasen un entretenimiento...
-Èabann-dije, dudando entre querer saberlo o no-¿Cómo lograste escapar del vampyr? Son tremendamente fuertes y obsesivos. Si simplemente lo hubieses dejado inconsciente te habría rastreado hasta dar contigo para rematarte, no sin antes someterte a la peor de las torturas. Nunca perdonan.
No me sorprendería nada si Èabann decía que había matado al no muerto. Ella parecía conocer demasiado bien todo lo que la rodeaba. Quizás además de los poderes especiales que tenía por pertenecer a los gitanos, poseía también un don innato para la lucha. Yo lo había visto. Bueno, más bien me lo habían contado. Me habían contado que existían clanes que daban caza a los monstruos y que incluso los brujos estaban en el asunto. Los brujos también eran peligrosos si eran partidarios de la magia negra. Era un peligro que se me había olvidado mencionarle a Èabann, aunque supuse que ella sabía que donde había una concentración de seres fantásticos, aparecían los brujos para combatir entre ellos. Se pasaban la vida así, aunque algunos eran bastante útiles cuando algún gitano resultaba herido.
Escuché el vozarrón de Tharo a lo lejos seguido de algunos insultos por parte de Vittorio y Lorcan. Al final se había llevado a otro de mis hermanos en busca de su padre. Me puse en pie y cogí las manzanas apresuradamente. Miré a Èabann y le señalé la puerta, indicándole que era momento de salir de allí. Seguro que los chicos le darían algo a Tharo para que durmiese la mona hasta el día siguiente...Eso significaba que me tocaba dormir con Vittorio esta noche, para evitar correr riesgos de que Tharo me encontrase sola al amanecer y recordase lo ocurrido la noche anterior. Sólo de pensar lo que haría cuando se diese cuenta de que le había partido una silla en la cabeza...
Cuando Èabann y yo salimos al exterior el número de gitanos se había duplicado. Los artistas regresaban del circo cansado y entre risas y bromas, iban sentándose al rededor de la hoguera en forma de círculo para alimentarse de la carne que ya se estaba asando. El resto de mis hermanos estaban allí, en silencio, avergonzados, mientras Vittorio y Lorcan desaparecían en el interior de la carreta con Tharo.
Amaris Thervasi- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
—Hay un dicho que a veces me olvido de aplicarme a mi misma: la curiosidad mató al gato. No soy un felino, pero reconozco que siento una curiosidad innata.
Le sonrió mientras hablaba, lentamente, hasta que su rostro se volvió grave. Vampiros. No había vuelto a hablar en realidad con ninguno de ellos, pero solo de pensarlo un escalofrío recorría su espalda. Sabía que muchas personas consideraban que eran atractivos, atrayentes, misteriosos, pero ella había visto la verdad sobre ellos. Había visto a la bestia que se agazapaba bajo su perfecto exterior. Detuvo sus gestos, comenzó a guardar todo. Estaba demasiado metida en sus pensamientos en ese momento, demasiado alejada de la realidad. Su mente se encontraba rememorando todo lo que había sucedido. Era fuerte, tenía que ser fuerte, pero eso no significaba que no se estremeciera de temor cuando la noche caía, cuando escuchaba un ruido, cuando le parecía notar que la espiaban. Muchas veces se había preguntado si era algo producto de su imaginación o si en realidad había algo detrás de ella.
Mientras estuvo con él, con su salvador, había estado tranquila y segura, pero en los años que se había alejado y más desde que había puesto pie en el continente habían comenzado esos miedos, sobre todo cuando había estado viajando sola. Esa había sido una de las razones por las que se había acercado a París, había supuesto que allí habría más gente, habría gente con la que estar, gente a la que conocer, personas como ella que amaban su libertad, pero que en realidad necesitaban estar con más gente. Quería empezar de nuevo, empezar de cero y alejarse de su pasado en cierta manera. Correr delante de él como si la estuvieran persiguiendo.
Cuando Amaris la preguntó, ella simplemente alzó la mirada y la clavó en sus ojos con gesto tranquilo. Por un momento parpadeó como si estuviera despertándose de algún tipo de ensoñación como ocurría siempre que una persona volvía de ese estado en el que los recuerdos son más reales que lo que sucede a su alrededor. Se movió entonces para volver a ponerse el brazalete ocultando las marcas, después de que su piel hubiera absorbido el ungüento. Tenía la zona dolorida, pero sabía que ese dolor y el tono amoratado iría desapareciendo lentamente.
—Tuve surte, un licántropo le detuvo. No sé bien qué ocurrió, la verdad es que caí inconsciente y me desperté unos días después en Viena, en casa de una mujer y del hombre que me salvó. Estuve viviendo con él hasta que hace unos años decidimos que era mejor que cada cual siguiera su camino.—se quedó pensativa por un instante.—Por esa razón conozco el mundo sobrenatural, en cierta manera fue metida en él de golpe, sin previo aviso. He convivido con ellos desde entonces.
Asintió a la joven gitana y se incorporó recogiendo sus cosas antes de salir de allí. Fuera el ambiente era festivo, como siempre ocurría con los suyos. Eso era algo que la fascinaba, esa comunidad que se formaba en cuanto había varios juntos, esa unidad, esa necesidad de risa, de baile, de música y de historias que los hacían completamente únicos. Parecía que su mirada tranquila estuviera absorbiendo ese momento como si fuera algo mágico y en parte lo era.
—Siempre me impresiona ver cómo al final del día todos nos reunimos alrededor del fuego para contar historias. Ver cómo la gente se relaciona entre ella, cómo se cuidan, como se quieren y respetan. Sé que hay problemas, que no es todo tan idílico, pero es muy diferente a la vida que llevan los demás.—la comida comenzaba a servirse, alguien se puso a tocar una cítara, unos niños pasaron corriendo delante de ambas persiguiendo un perro. Era una escena familiar que se repetía con frecuencia en los campamentos y que para Éabann era única, especial, perfecta.
Le sonrió mientras hablaba, lentamente, hasta que su rostro se volvió grave. Vampiros. No había vuelto a hablar en realidad con ninguno de ellos, pero solo de pensarlo un escalofrío recorría su espalda. Sabía que muchas personas consideraban que eran atractivos, atrayentes, misteriosos, pero ella había visto la verdad sobre ellos. Había visto a la bestia que se agazapaba bajo su perfecto exterior. Detuvo sus gestos, comenzó a guardar todo. Estaba demasiado metida en sus pensamientos en ese momento, demasiado alejada de la realidad. Su mente se encontraba rememorando todo lo que había sucedido. Era fuerte, tenía que ser fuerte, pero eso no significaba que no se estremeciera de temor cuando la noche caía, cuando escuchaba un ruido, cuando le parecía notar que la espiaban. Muchas veces se había preguntado si era algo producto de su imaginación o si en realidad había algo detrás de ella.
Mientras estuvo con él, con su salvador, había estado tranquila y segura, pero en los años que se había alejado y más desde que había puesto pie en el continente habían comenzado esos miedos, sobre todo cuando había estado viajando sola. Esa había sido una de las razones por las que se había acercado a París, había supuesto que allí habría más gente, habría gente con la que estar, gente a la que conocer, personas como ella que amaban su libertad, pero que en realidad necesitaban estar con más gente. Quería empezar de nuevo, empezar de cero y alejarse de su pasado en cierta manera. Correr delante de él como si la estuvieran persiguiendo.
Cuando Amaris la preguntó, ella simplemente alzó la mirada y la clavó en sus ojos con gesto tranquilo. Por un momento parpadeó como si estuviera despertándose de algún tipo de ensoñación como ocurría siempre que una persona volvía de ese estado en el que los recuerdos son más reales que lo que sucede a su alrededor. Se movió entonces para volver a ponerse el brazalete ocultando las marcas, después de que su piel hubiera absorbido el ungüento. Tenía la zona dolorida, pero sabía que ese dolor y el tono amoratado iría desapareciendo lentamente.
—Tuve surte, un licántropo le detuvo. No sé bien qué ocurrió, la verdad es que caí inconsciente y me desperté unos días después en Viena, en casa de una mujer y del hombre que me salvó. Estuve viviendo con él hasta que hace unos años decidimos que era mejor que cada cual siguiera su camino.—se quedó pensativa por un instante.—Por esa razón conozco el mundo sobrenatural, en cierta manera fue metida en él de golpe, sin previo aviso. He convivido con ellos desde entonces.
Asintió a la joven gitana y se incorporó recogiendo sus cosas antes de salir de allí. Fuera el ambiente era festivo, como siempre ocurría con los suyos. Eso era algo que la fascinaba, esa comunidad que se formaba en cuanto había varios juntos, esa unidad, esa necesidad de risa, de baile, de música y de historias que los hacían completamente únicos. Parecía que su mirada tranquila estuviera absorbiendo ese momento como si fuera algo mágico y en parte lo era.
—Siempre me impresiona ver cómo al final del día todos nos reunimos alrededor del fuego para contar historias. Ver cómo la gente se relaciona entre ella, cómo se cuidan, como se quieren y respetan. Sé que hay problemas, que no es todo tan idílico, pero es muy diferente a la vida que llevan los demás.—la comida comenzaba a servirse, alguien se puso a tocar una cítara, unos niños pasaron corriendo delante de ambas persiguiendo un perro. Era una escena familiar que se repetía con frecuencia en los campamentos y que para Éabann era única, especial, perfecta.
Éabann G. Dargaard- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
-¿Un licántropo? Siempre me habían dicho que eran unos seres muy peligrosos-le dije, sorprendida. Siempre me habían advertido contra aquello que fuera sobrenatural o tuviera poderes contra los que un humano no podría luchar. Miré a mi compañera, confusa. Un licántropo en su forma lobuna era uno de los seres más peligrosos con los que te podías topar...Yo jamás había visto a uno de esa manera, pero podía imaginarlo: abundante pelaje animal, colmillos de acero, potentes garras...Velocidad sobrehumana. Irracionalidad. Siempre los había visto de esa manera.
Afuera, el griterío de los gitanos me hizo desconcentrarme un poco de la imagen del terrible licántropo que se había formado en mi mente. Parpadeé cuando el fuego de la hoguera surgió ante mí de repente y me cegó unos instantes. Podía sentir el calor, el aroma a casa. Escuché a Èabann y asentí con la cabeza.
-Los gitanos, al contrario de lo que muchos piensan, son personas con buen corazón-le dije, con lentitud, mientras buscaba con la vista a mis hermanos. No tardé en localizar a los muchachos para dirigirnos hacia donde ellos estaban. -Aunque los gadjos piensan que somos unos rufianes paganos que sólo robamos, vamos sucios y hacemos orgías mientras invocamos al demonio...Yo más bien los veo así a ellos-dije, bromista-. Muchos son tan tremendamente egoístas que venderían a sus hijos por dinero. Muchos acuden a burdeles a satisfacer sus necesidades sexuales con mujeres que son muy desdichadas, pero ellos sólo ven un cuerpo...¿No son ellos peores que nosotros, ellos que no respetan nada, que no saben lo que es apreciar las pequeñas cosas?
Llegamos junto a los muchachos que se reían escandalosamente. Salvo Lorcan y Vittorio, todos los demás estaban allí. Me coloqué junto a Èabann y llamé la atención de los muchachos. Cuando todos se callaron y nos miraron con curiosidad.
-A ver, muchachos-dije, dirigiéndome hacia ellos como una madre haría a sus hijos. Pese a que me doblaban el tamaño y casi todos rondábamos la misma edad, no podía evitar verlos de esa manera.-Èsta es mi amiga Èabann. Ella me ha ayudado con todo el tema de Tharo. Debemos estarles muy agradecida. Es muy valiente. Creo que podría tumbaros a todos si así lo desease.-bromeé haciendo que los chicos sonriesen, muy seguros de su fuerza bruta.
-Mi nombre es Tai y éste e smi hermano Jacques.- uno de ellos se incorporó y le tendió la mano a a Èabann con amabilidad. Tai era el mayor del parto de trillizos de Freya. Moreno de pelo rizado y ojos azules, era también muy corpulento. Le seguían Lorcan, que aún estaba en la carreta con Tharo y Vittorio, el aspirante a sanador, y Jacques, el más pequeño de los trillizos por tres minutos. Jacques, como sus otros dos hermanos, tenía la misma corpulencia y el mismo cabello negro, pero sus ojos al contrario que los de Tai, azules, y los de Lorcan, verdes, eran de color gris. Ambos chicos saludaron a la joven y se sentaron para dejar paso a los otros dos.
Luka y Simon también le dieron la mano a Èabann y le sonrieron además de agradecerle su ayuda. Luka la miró quizás más tiempo del debido, pero luego volvió a sentarse junto a sus hermanos y nos invitaron a unirnos a ellos.
-Justo ahora iban a comenzar a cantar-nos informó Tai mientras observaba a la joven gitana que comenzaba a entonar una canción acerca de un hombre y una mujer que yacían bajo la luna.-A ver si te animas, Amaris.
Me sonrojé y me dediqué a escuchar a la joven, que los tenía a todos atrapados con su mágica voz.
Afuera, el griterío de los gitanos me hizo desconcentrarme un poco de la imagen del terrible licántropo que se había formado en mi mente. Parpadeé cuando el fuego de la hoguera surgió ante mí de repente y me cegó unos instantes. Podía sentir el calor, el aroma a casa. Escuché a Èabann y asentí con la cabeza.
-Los gitanos, al contrario de lo que muchos piensan, son personas con buen corazón-le dije, con lentitud, mientras buscaba con la vista a mis hermanos. No tardé en localizar a los muchachos para dirigirnos hacia donde ellos estaban. -Aunque los gadjos piensan que somos unos rufianes paganos que sólo robamos, vamos sucios y hacemos orgías mientras invocamos al demonio...Yo más bien los veo así a ellos-dije, bromista-. Muchos son tan tremendamente egoístas que venderían a sus hijos por dinero. Muchos acuden a burdeles a satisfacer sus necesidades sexuales con mujeres que son muy desdichadas, pero ellos sólo ven un cuerpo...¿No son ellos peores que nosotros, ellos que no respetan nada, que no saben lo que es apreciar las pequeñas cosas?
Llegamos junto a los muchachos que se reían escandalosamente. Salvo Lorcan y Vittorio, todos los demás estaban allí. Me coloqué junto a Èabann y llamé la atención de los muchachos. Cuando todos se callaron y nos miraron con curiosidad.
-A ver, muchachos-dije, dirigiéndome hacia ellos como una madre haría a sus hijos. Pese a que me doblaban el tamaño y casi todos rondábamos la misma edad, no podía evitar verlos de esa manera.-Èsta es mi amiga Èabann. Ella me ha ayudado con todo el tema de Tharo. Debemos estarles muy agradecida. Es muy valiente. Creo que podría tumbaros a todos si así lo desease.-bromeé haciendo que los chicos sonriesen, muy seguros de su fuerza bruta.
-Mi nombre es Tai y éste e smi hermano Jacques.- uno de ellos se incorporó y le tendió la mano a a Èabann con amabilidad. Tai era el mayor del parto de trillizos de Freya. Moreno de pelo rizado y ojos azules, era también muy corpulento. Le seguían Lorcan, que aún estaba en la carreta con Tharo y Vittorio, el aspirante a sanador, y Jacques, el más pequeño de los trillizos por tres minutos. Jacques, como sus otros dos hermanos, tenía la misma corpulencia y el mismo cabello negro, pero sus ojos al contrario que los de Tai, azules, y los de Lorcan, verdes, eran de color gris. Ambos chicos saludaron a la joven y se sentaron para dejar paso a los otros dos.
Luka y Simon también le dieron la mano a Èabann y le sonrieron además de agradecerle su ayuda. Luka la miró quizás más tiempo del debido, pero luego volvió a sentarse junto a sus hermanos y nos invitaron a unirnos a ellos.
-Justo ahora iban a comenzar a cantar-nos informó Tai mientras observaba a la joven gitana que comenzaba a entonar una canción acerca de un hombre y una mujer que yacían bajo la luna.-A ver si te animas, Amaris.
Me sonrojé y me dediqué a escuchar a la joven, que los tenía a todos atrapados con su mágica voz.
Amaris Thervasi- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
—Y lo son, la verdad es que lo son, no me gusta nada ver a uno enfadado o en esa forma. —el tono era suave mientras caminaba junto a ella, frunciendo brevemente el ceño durante unos instantes. —Hay que mantenerse alejados de ellos cuando la Luna está llena, pero por regla general controlaba bastante bien sus impulsos. —en su voz no pudo evitar que se imprimiera un deje de nostalgia, a fin de cuentas habían sido unos cuantos años de convivencia y le había cogido cariño. —Le tengo que estar agradecida por lo que hizo.
No sabía si había sido de forma consciente o no, quizá hubiera sido por el puro odio que parecía que existía entre ambas razas. Si fuera así, le daba lo mismo. La había salvado la vida y la había llevado a un lugar seguro. En ocasiones se preguntaba qué había ocurrido durante ese tiempo que no había sido consciente de lo que ocurría a su alrededor. No sabía si el vampiro había muerto o había conseguido huir. No sabía si el lobo había estado a punto de devorarla o simplemente se había alejado. Lo único que sabía, es que le debía la vida. En los primeros meses la verdad es que no le había estado demasiado agradecida, la pérdida de toda su familia y verse de repente sola habían provocado que odiara su misma existencia y que le odiara a él por haberla sacado de allí.
Había tenido que pasar el tiempo para darse cuenta de que todo había terminado, para bien o para mal, y que todas las personas a las que había amado por ser su familia ya no estaban. Al menos así se lo habían relatado. En ocasiones pensaba en si habría habido algún superviviente, pero lo dudaba. Dos seres sobrenaturales en la misma noche… no, seguramente no habrían tenido esa suerte. Además estaba segura de que el vampiro no había ido detrás de ella hasta que no había rematado a todos los suyos. Reprimió un escalofrío abrazándose a sí misma y se concentró en las palabras que la mujer le decía.
—Están demasiados cegados con todo lo que les da el dinero y no saben ver más allá. Piensan que por dar unas monedas pueden conseguir todo lo que quieren, absolutamente todo. —la mirada de la mujer se volvió por un momento acerada, apretando los dientes unos breves instantes y la miró entonces. —Caminar por sus ciudades es casi o más peligroso que hacerlo por los caminos que hay fuera de ellas, al menos fuera sabes que hay peligros y te los encuentras en su forma natural, pero allí los tienes agazapados en cada esquina esperando a lanzarse sobre ti, muchas veces vestidos con los trajes más lujosos y mostrando las sonrisas más encantadoras.
Terminaron por llegar delante de un grupo de chicos. No pudo evitar mirar a todos con gesto sorprendido mientras los saludos y las presentaciones tenían lugar. Una sonrisa aquí, un apretón de mano allá, mientras que ellos parecían estar en su propia salsa. ¿Cómo era posible que esos hombretones vivieran con la joven de pelo blanco y permitieran que su padre la tratara así? Frunció brevemente el ceño.
—Un placer conoceros a todos.
No era ese el momento, pero hablaría más tarde con ellos. Metería su nariz donde no debía, era cierto, pero estaba claro que la muchacha necesitaba que alguien tomara cartas en el asunto. Se acomodó entra la familia, flexionando las rodillas mientras escuchaba la cítara y la mujer cantar. Tenía una voz preciosa, prodigiosa. La morena se dejó llevar por la melodía, moviéndose ligeramente sobre todo los pies y los dedos, como siempre la ocurría cuando escuchaba música.
—Tiene una voz preciosa. —dijo en un susurro mientras miraba a la hermosa gitana mientras cantaba. Cuando terminó aplaudió junto con los demás. A su alrededor volvió a ver ruido, sonidos, platos pasándose y ladridos de perro. Fue entonces cuando miró a Amaris. —Me gustaría escucharte cantar ¿lo harás?
No sabía si había sido de forma consciente o no, quizá hubiera sido por el puro odio que parecía que existía entre ambas razas. Si fuera así, le daba lo mismo. La había salvado la vida y la había llevado a un lugar seguro. En ocasiones se preguntaba qué había ocurrido durante ese tiempo que no había sido consciente de lo que ocurría a su alrededor. No sabía si el vampiro había muerto o había conseguido huir. No sabía si el lobo había estado a punto de devorarla o simplemente se había alejado. Lo único que sabía, es que le debía la vida. En los primeros meses la verdad es que no le había estado demasiado agradecida, la pérdida de toda su familia y verse de repente sola habían provocado que odiara su misma existencia y que le odiara a él por haberla sacado de allí.
Había tenido que pasar el tiempo para darse cuenta de que todo había terminado, para bien o para mal, y que todas las personas a las que había amado por ser su familia ya no estaban. Al menos así se lo habían relatado. En ocasiones pensaba en si habría habido algún superviviente, pero lo dudaba. Dos seres sobrenaturales en la misma noche… no, seguramente no habrían tenido esa suerte. Además estaba segura de que el vampiro no había ido detrás de ella hasta que no había rematado a todos los suyos. Reprimió un escalofrío abrazándose a sí misma y se concentró en las palabras que la mujer le decía.
—Están demasiados cegados con todo lo que les da el dinero y no saben ver más allá. Piensan que por dar unas monedas pueden conseguir todo lo que quieren, absolutamente todo. —la mirada de la mujer se volvió por un momento acerada, apretando los dientes unos breves instantes y la miró entonces. —Caminar por sus ciudades es casi o más peligroso que hacerlo por los caminos que hay fuera de ellas, al menos fuera sabes que hay peligros y te los encuentras en su forma natural, pero allí los tienes agazapados en cada esquina esperando a lanzarse sobre ti, muchas veces vestidos con los trajes más lujosos y mostrando las sonrisas más encantadoras.
Terminaron por llegar delante de un grupo de chicos. No pudo evitar mirar a todos con gesto sorprendido mientras los saludos y las presentaciones tenían lugar. Una sonrisa aquí, un apretón de mano allá, mientras que ellos parecían estar en su propia salsa. ¿Cómo era posible que esos hombretones vivieran con la joven de pelo blanco y permitieran que su padre la tratara así? Frunció brevemente el ceño.
—Un placer conoceros a todos.
No era ese el momento, pero hablaría más tarde con ellos. Metería su nariz donde no debía, era cierto, pero estaba claro que la muchacha necesitaba que alguien tomara cartas en el asunto. Se acomodó entra la familia, flexionando las rodillas mientras escuchaba la cítara y la mujer cantar. Tenía una voz preciosa, prodigiosa. La morena se dejó llevar por la melodía, moviéndose ligeramente sobre todo los pies y los dedos, como siempre la ocurría cuando escuchaba música.
—Tiene una voz preciosa. —dijo en un susurro mientras miraba a la hermosa gitana mientras cantaba. Cuando terminó aplaudió junto con los demás. A su alrededor volvió a ver ruido, sonidos, platos pasándose y ladridos de perro. Fue entonces cuando miró a Amaris. —Me gustaría escucharte cantar ¿lo harás?
Éabann G. Dargaard- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
-Lo importante es que él os ayudó sin más. Nadie es tan bueno ahora-le dije, sonriente. Tras mirarla unos segundos más me atreví a preguntarle algo que llevaba un rato pensando-¿Le amabas? Al licántropo, quiero decir.
Lo había pensado por su forma de hablar de él tan nostálgica. Yo no sabía que era exactamente el amor entre un hombre y una mujer. Nunca lo había sentido, pero sí sabía el amor de una madre y una hija y el amor fraternal. Eran amores fuertes que se construían casi instantáneamente. No me costó nada querer a mis hermanos y a mi madre. Pero, aunque no conociese el AMOR, propiamente dicho, si sabía que era devastador. Había visto a muchas mujeres morir de pena, dejar de hablar, comer y caminar tras la muerte de sus esposos. Mujeres en cuya mirada se percibía un fino velo que las separaba de este mundo terrenal. Mi madre solía decir que el espíritu de sus esposos las reclamaban y que ellas iban a seguirles. Cuando un espíritu no quería marcharse a veces se llevaba alguien para que le hiciese compañía. Todas ellas se marcharon. Ni siquiera sus hijos las consiguieron retener en la tierra.
Cuando la mujer acabó de cantar y Èabann me propuso hacerlo a mí, me sonrojé. Quería hacerlo, porque amaba cantar, pero temía hacer el ridículo delante de ella. Miré a mis hermanos que asintieron con la cabeza y me obligaron a ponerme en pie.
-Sammy, trae la vara-le pedí al niño que la sostenía en ese momento. La vara servía para pedir el turno de cantar, contar una historia o un chiste. Siempre acabábamos interrumpiéndonos entre nosotros con risotadas y bromas, pero no en las canciones. Todos guardaban silencio en las canciones.
Sammy me trajo la vara y la miré unos instantes. Era de abedul, decorada con cintas de colorines y cascabeles. Luego eché un vistazo a mi alrededor tratando de serenarme ante aquellos rostros morenos y tranquilos. Tomé aire al tiempo que mi vista se detenía sobre mi pequeño grupo de hermanos y Èabann. Suspiré y entonces comencé con la primer estrofa, tal y como Freya me enseñó...
Cuando las Nubes oculten el Sol
y el camino derrote a tus pies
si el viento en la cara quema tu piel
recuerda siempre que te esperaré.
Alguien comenzó a tocar una flauta suave y una pandereta. Algunos, que ye me habían escuchado cantar es canción, se levantaron y comenzaron a danzar con lentitud al compás de la música y del sonido de mi voz. Sonreí mientras continuaba cantando y me acerqué a Èabann para tenderle una mano para bailar juntas. El campamento era un salón de baile lleno de colorido mientras yo cantaba.
Cuando el fragor de la lucha escuchéis
o si ves al amigo caer
si la sangre en su pecho, te duele también
recuerda siempre que siempte te esperaré.
Mis hermanos se unieron a nosotras. Yo hice girar a Èabann para luego hacerlo yo y sonreír. Me lo estaba pasando estupendamente. La gente parecía estar hechizada por la bonita letra de la canción. Los niños bailaban entre ellos o con sus mascotas y reían formando corrillos. Aunque la canción era lenta, el campamento consiguió amoldarse al ritmo a la perfección.
El agua de lluvia mi amor te traerá
y en la brisa mi voz sentirás
y al final de la guerra si vuelves seré
tu esposa o tu viuda porque te esperé.
Cuando las nubes oculten el Sol...
La canción finalizó y todos nos hicimos una reverencia. Yo le puse la vara en la mano a Èabann y le susurré al oído.
-Cuenta una historia, por favor. Yo he cantado-le dije, bromista.
P.D: la canción
https://www.youtube.com/watch?v=hT4aKoPxCc4&feature=related
Lo había pensado por su forma de hablar de él tan nostálgica. Yo no sabía que era exactamente el amor entre un hombre y una mujer. Nunca lo había sentido, pero sí sabía el amor de una madre y una hija y el amor fraternal. Eran amores fuertes que se construían casi instantáneamente. No me costó nada querer a mis hermanos y a mi madre. Pero, aunque no conociese el AMOR, propiamente dicho, si sabía que era devastador. Había visto a muchas mujeres morir de pena, dejar de hablar, comer y caminar tras la muerte de sus esposos. Mujeres en cuya mirada se percibía un fino velo que las separaba de este mundo terrenal. Mi madre solía decir que el espíritu de sus esposos las reclamaban y que ellas iban a seguirles. Cuando un espíritu no quería marcharse a veces se llevaba alguien para que le hiciese compañía. Todas ellas se marcharon. Ni siquiera sus hijos las consiguieron retener en la tierra.
Cuando la mujer acabó de cantar y Èabann me propuso hacerlo a mí, me sonrojé. Quería hacerlo, porque amaba cantar, pero temía hacer el ridículo delante de ella. Miré a mis hermanos que asintieron con la cabeza y me obligaron a ponerme en pie.
-Sammy, trae la vara-le pedí al niño que la sostenía en ese momento. La vara servía para pedir el turno de cantar, contar una historia o un chiste. Siempre acabábamos interrumpiéndonos entre nosotros con risotadas y bromas, pero no en las canciones. Todos guardaban silencio en las canciones.
Sammy me trajo la vara y la miré unos instantes. Era de abedul, decorada con cintas de colorines y cascabeles. Luego eché un vistazo a mi alrededor tratando de serenarme ante aquellos rostros morenos y tranquilos. Tomé aire al tiempo que mi vista se detenía sobre mi pequeño grupo de hermanos y Èabann. Suspiré y entonces comencé con la primer estrofa, tal y como Freya me enseñó...
Cuando las Nubes oculten el Sol
y el camino derrote a tus pies
si el viento en la cara quema tu piel
recuerda siempre que te esperaré.
Alguien comenzó a tocar una flauta suave y una pandereta. Algunos, que ye me habían escuchado cantar es canción, se levantaron y comenzaron a danzar con lentitud al compás de la música y del sonido de mi voz. Sonreí mientras continuaba cantando y me acerqué a Èabann para tenderle una mano para bailar juntas. El campamento era un salón de baile lleno de colorido mientras yo cantaba.
Cuando el fragor de la lucha escuchéis
o si ves al amigo caer
si la sangre en su pecho, te duele también
recuerda siempre que siempte te esperaré.
Mis hermanos se unieron a nosotras. Yo hice girar a Èabann para luego hacerlo yo y sonreír. Me lo estaba pasando estupendamente. La gente parecía estar hechizada por la bonita letra de la canción. Los niños bailaban entre ellos o con sus mascotas y reían formando corrillos. Aunque la canción era lenta, el campamento consiguió amoldarse al ritmo a la perfección.
El agua de lluvia mi amor te traerá
y en la brisa mi voz sentirás
y al final de la guerra si vuelves seré
tu esposa o tu viuda porque te esperé.
Cuando las nubes oculten el Sol...
La canción finalizó y todos nos hicimos una reverencia. Yo le puse la vara en la mano a Èabann y le susurré al oído.
-Cuenta una historia, por favor. Yo he cantado-le dije, bromista.
P.D: la canción
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Amaris Thervasi- Gitano
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Fecha de inscripción : 15/05/2011
Edad : 32
Localización : En los bosques de París.
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
Escuchó sus palabras con atención y ante su pregunta no pudo evitar que un gesto de sorpresa apareciera en sus ojos verdes, negando después con suavidad y una ligera sonrisa.
—No, no le amaba, ni le amo, éramos amigos y compañeros, pero no dejamos que pasara de allí. Nos hicimos pasar por marido y mujer cuando vivíamos en Londres, era mucho mejor para los dos, a él no le acosaban las madres y las muchachas casaderas y, por otro lado, podíamos vivir juntos sin que nos acusaran de ser unos desvergonzados e ir contra la moral. —una risa divertida se escapó de sus labios, negando por un momento. —Como si a ambos nos importaran esas cosas…
No, no lo hacían, ni a él ni a ella. Eran unas normas morales que habían hecho para mantener un decoro que cada vez era más de puertas hacia fuera, pero que en el interior de los hogares o de cualquier edificio en realidad, era completamente diferente. Los hombres iban con mujeres que no eran sus esposas, las mujeres buscaban sus amantes si podían, sobre todo las viudas. Parecían una sociedad perfecta, siguiendo unas normas morales preestablecidas, pero la verdad es que en el seno de la misma su corazón estaba herido de muerte, estaba marchito y pronto comenzarían a verse sus efectos. Se quedó pensativa unos instantes. ¿Le amaba? No, no lo hacía, lo había dicho con rapidez, pero en el fondo de su corazón estaba completamente segura de que no podía sentir nada por él, más allá de gratitud. Había habido un momento en el que pensaba que podría haber seguido el camino, que ambos siendo jóvenes podrían haberse unido, pero la verdad había sido que ninguno de los dos estaba dispuesto a pasar esas barreras que se habían autoimpuesto como una forma de salvaguardar la amistad que anidaba entre ambos
La canción de la muchacha, su voz, su letra, provocó que un escalofrío se deslizara por la espalda de Éabann. Había algo de mágico en esa voz, algo que estremecía, que impelía a moverse al suave ritmo que sus palabras provocaban. Así lo hizo, dejándose llevar por la marea, dejándose llevar por su voz que provocaba que miles de sentimientos parecieran estar a punto de aflorar. Respiró hondo, cerró los ojos y simplemente sintió la música, la canción. Era triste en cierta manera, pero a la vez imprimía fuerza, la fuerza de las mujeres que seguían allí, la fuerza de las mujeres que veían marchar a sus maridos sin saber si iban a volver o no. Respiró hondo por un momento, notando los olores, notando los cuerpos a su alrededor moverse hasta que poco a poco la música finalizó y los últimos ecos de la voz de Amaris terminaron por ahogarse.
Abrió sus ojos y la miró, un brillo extraño se podía ver en los ojos de la gitana mientras se acercaba a ella y tomaba la vara que la mujer de pelo albino la entregaba con esas palabras. Una sonrisa apareció por un momento.
—Tengo la sensación que no podría hacerte sombra… has estado magnífica. —tras estas palabras, se mantuvo en pie mientras miraba a su alrededor, a esos rostros morenos y desconocidos que estaban apenas iluminado por el fuego. —Os voy a contar la historia que me contó mi abuela y que a ella la contó antes la suya. —el tono era calmado, su voz había adquirido la tonalidad de aquellos que contaban historias, una voz que decían que podía llegar a hipnotizar, aunque no eran más que patrañas, como si estuviera tejiendo un hechizo alrededor de los presentes. —Habla sobre una mujer llamada Inaira y de cómo se enfrentó a sus temores cuando fue capturada por aquellos que viven en las casas de piedra. Era hermosa y delicada, como una flor, de hermosos cabellos color de oro y ojos azules, era diferente a todos sus hermanos de tez y cabello oscuro. —el tono era suave mientras hablaba. —Ella creía que era diferente, pero en su hogar le dijeron que solo había sido porque el sol se había alzado cuando nació, coronándola con su belleza y preparándola para hacer grandes cosas. —respiró por un momento hondo, no pudo evitar guiñar el ojo a Amaris. —Era igual que ellos, tenía dos ojos, unos labios, y un corazón que latía en su pecho. Fue creciendo y llamó la atención del hombre que gobernaba las tierras desde una fortaleza entre las montañas. Todos decían que era malvado, que tenía en su corazón la oscuridad. Era temido y odiado, por sus súbditos, aunque siempre había sido justo con la familia de Inaira. —comenzó a moverse con suavidad al ritmo de sus palabras. —Reafic, que así se llamaba, vio a Inaira un día en el lago, lavándose su larga melena rubia y notó cómo el corazón que pensaba que estaba muerto porque hacía mucho tiempo que no latía con ilusión por nada, se saltó un latido, sin pensar en las consecuencias y en nada más que tenerla, se la llevó hasta su fortaleza donde se negó a dejarla salir. —hizo una mueca. —Me temo que los hombres son impetuosos en todos los tiempos. —comentó haciendo una gracia que fue correspondida por la risa de los presentes. —Inaira estaba asustada, había escuchado tanto sobre ese hombre, sobre su crueldad y sobre su forma de comportarse con los demás, que no supo ver la humildad y la ternura que había en sus ojos, debajo de toda la fiereza y de la seguridad de que no iba a dejarla partir. Sus hermanos comenzaron a impacientarse, la buscaron y entonces les llegó el rumor: había sido capturada. Pero, ¿qué podían hacer ellos? —miró a su alrededor, esperando algún comentario, los niños la miraban con atención y levantaron las manos diciendo las más disparatadas de las soluciones. La risa de la mujer se escapó sin poder evitarlo. —Los días pasaban, más y más días, que se hicieron semanas y luego en meses y en años. Inaira entonces recibió en sueños la visita de su abuela que le dijo que tenía que saber mirar con el corazón y que lo hiciera pronto porque si no lo hacía… sangre bañaría aquellas tierras. Sus hermanos estaban comenzando a reunir un ejército para liberarla.
Hizo una pausa, al tiempo que buscaba con la mirada una jarra de agua que la pasaron, para dar un trago. Alguien había comenzado a tocar un arpa que extendía sus notas por el lugar y que provocó una sonrisa en la mujer. Respiró hondo al tiempo que se volvía a incorporar para andar en torno a la hoguera con la vara en las manos.
—No puedo alargarme mucho más, pero… ¿sabéis lo que ocurrió? —les miró entonces, uno a uno, con una sonrisa suave. —Inaira se dio cuenta de que ella no era diferente, de que nadie era diferente, de que tras la oscura carcasa de su captor había un ser humano, como ella, que solo necesitaba que le tendieran la mano para abrirse. Gracias a saber mirar más allá de la apariencia se dio cuenta de ello, pudo detener una sangría y encontró el amor de su vida. —sonrió deteniéndose y entonces tendió la vara hacia para el siguiente. —Muchas veces tenemos que aprender a mirar en el corazón y dejar de lado las apariencias ¿no os parece?
Esperaba que se dieran cuenta de por qué lo decía y que algo de aquella moraleja llegara al corazón de los presentes. Con pasos suaves se dirigió entonces hacia donde se encontraba Amaris y su familia.
Pd. De esta vas a odiarme, siento lo largo del post... pero me he inventado la historia sobre la marcha, así que me temo que no tiene mucho sentido tampoco. La canción preciosa *-* ¡ando enganchada a ella!
—No, no le amaba, ni le amo, éramos amigos y compañeros, pero no dejamos que pasara de allí. Nos hicimos pasar por marido y mujer cuando vivíamos en Londres, era mucho mejor para los dos, a él no le acosaban las madres y las muchachas casaderas y, por otro lado, podíamos vivir juntos sin que nos acusaran de ser unos desvergonzados e ir contra la moral. —una risa divertida se escapó de sus labios, negando por un momento. —Como si a ambos nos importaran esas cosas…
No, no lo hacían, ni a él ni a ella. Eran unas normas morales que habían hecho para mantener un decoro que cada vez era más de puertas hacia fuera, pero que en el interior de los hogares o de cualquier edificio en realidad, era completamente diferente. Los hombres iban con mujeres que no eran sus esposas, las mujeres buscaban sus amantes si podían, sobre todo las viudas. Parecían una sociedad perfecta, siguiendo unas normas morales preestablecidas, pero la verdad es que en el seno de la misma su corazón estaba herido de muerte, estaba marchito y pronto comenzarían a verse sus efectos. Se quedó pensativa unos instantes. ¿Le amaba? No, no lo hacía, lo había dicho con rapidez, pero en el fondo de su corazón estaba completamente segura de que no podía sentir nada por él, más allá de gratitud. Había habido un momento en el que pensaba que podría haber seguido el camino, que ambos siendo jóvenes podrían haberse unido, pero la verdad había sido que ninguno de los dos estaba dispuesto a pasar esas barreras que se habían autoimpuesto como una forma de salvaguardar la amistad que anidaba entre ambos
La canción de la muchacha, su voz, su letra, provocó que un escalofrío se deslizara por la espalda de Éabann. Había algo de mágico en esa voz, algo que estremecía, que impelía a moverse al suave ritmo que sus palabras provocaban. Así lo hizo, dejándose llevar por la marea, dejándose llevar por su voz que provocaba que miles de sentimientos parecieran estar a punto de aflorar. Respiró hondo, cerró los ojos y simplemente sintió la música, la canción. Era triste en cierta manera, pero a la vez imprimía fuerza, la fuerza de las mujeres que seguían allí, la fuerza de las mujeres que veían marchar a sus maridos sin saber si iban a volver o no. Respiró hondo por un momento, notando los olores, notando los cuerpos a su alrededor moverse hasta que poco a poco la música finalizó y los últimos ecos de la voz de Amaris terminaron por ahogarse.
Abrió sus ojos y la miró, un brillo extraño se podía ver en los ojos de la gitana mientras se acercaba a ella y tomaba la vara que la mujer de pelo albino la entregaba con esas palabras. Una sonrisa apareció por un momento.
—Tengo la sensación que no podría hacerte sombra… has estado magnífica. —tras estas palabras, se mantuvo en pie mientras miraba a su alrededor, a esos rostros morenos y desconocidos que estaban apenas iluminado por el fuego. —Os voy a contar la historia que me contó mi abuela y que a ella la contó antes la suya. —el tono era calmado, su voz había adquirido la tonalidad de aquellos que contaban historias, una voz que decían que podía llegar a hipnotizar, aunque no eran más que patrañas, como si estuviera tejiendo un hechizo alrededor de los presentes. —Habla sobre una mujer llamada Inaira y de cómo se enfrentó a sus temores cuando fue capturada por aquellos que viven en las casas de piedra. Era hermosa y delicada, como una flor, de hermosos cabellos color de oro y ojos azules, era diferente a todos sus hermanos de tez y cabello oscuro. —el tono era suave mientras hablaba. —Ella creía que era diferente, pero en su hogar le dijeron que solo había sido porque el sol se había alzado cuando nació, coronándola con su belleza y preparándola para hacer grandes cosas. —respiró por un momento hondo, no pudo evitar guiñar el ojo a Amaris. —Era igual que ellos, tenía dos ojos, unos labios, y un corazón que latía en su pecho. Fue creciendo y llamó la atención del hombre que gobernaba las tierras desde una fortaleza entre las montañas. Todos decían que era malvado, que tenía en su corazón la oscuridad. Era temido y odiado, por sus súbditos, aunque siempre había sido justo con la familia de Inaira. —comenzó a moverse con suavidad al ritmo de sus palabras. —Reafic, que así se llamaba, vio a Inaira un día en el lago, lavándose su larga melena rubia y notó cómo el corazón que pensaba que estaba muerto porque hacía mucho tiempo que no latía con ilusión por nada, se saltó un latido, sin pensar en las consecuencias y en nada más que tenerla, se la llevó hasta su fortaleza donde se negó a dejarla salir. —hizo una mueca. —Me temo que los hombres son impetuosos en todos los tiempos. —comentó haciendo una gracia que fue correspondida por la risa de los presentes. —Inaira estaba asustada, había escuchado tanto sobre ese hombre, sobre su crueldad y sobre su forma de comportarse con los demás, que no supo ver la humildad y la ternura que había en sus ojos, debajo de toda la fiereza y de la seguridad de que no iba a dejarla partir. Sus hermanos comenzaron a impacientarse, la buscaron y entonces les llegó el rumor: había sido capturada. Pero, ¿qué podían hacer ellos? —miró a su alrededor, esperando algún comentario, los niños la miraban con atención y levantaron las manos diciendo las más disparatadas de las soluciones. La risa de la mujer se escapó sin poder evitarlo. —Los días pasaban, más y más días, que se hicieron semanas y luego en meses y en años. Inaira entonces recibió en sueños la visita de su abuela que le dijo que tenía que saber mirar con el corazón y que lo hiciera pronto porque si no lo hacía… sangre bañaría aquellas tierras. Sus hermanos estaban comenzando a reunir un ejército para liberarla.
Hizo una pausa, al tiempo que buscaba con la mirada una jarra de agua que la pasaron, para dar un trago. Alguien había comenzado a tocar un arpa que extendía sus notas por el lugar y que provocó una sonrisa en la mujer. Respiró hondo al tiempo que se volvía a incorporar para andar en torno a la hoguera con la vara en las manos.
—No puedo alargarme mucho más, pero… ¿sabéis lo que ocurrió? —les miró entonces, uno a uno, con una sonrisa suave. —Inaira se dio cuenta de que ella no era diferente, de que nadie era diferente, de que tras la oscura carcasa de su captor había un ser humano, como ella, que solo necesitaba que le tendieran la mano para abrirse. Gracias a saber mirar más allá de la apariencia se dio cuenta de ello, pudo detener una sangría y encontró el amor de su vida. —sonrió deteniéndose y entonces tendió la vara hacia para el siguiente. —Muchas veces tenemos que aprender a mirar en el corazón y dejar de lado las apariencias ¿no os parece?
Esperaba que se dieran cuenta de por qué lo decía y que algo de aquella moraleja llegara al corazón de los presentes. Con pasos suaves se dirigió entonces hacia donde se encontraba Amaris y su familia.
Pd. De esta vas a odiarme, siento lo largo del post... pero me he inventado la historia sobre la marcha, así que me temo que no tiene mucho sentido tampoco. La canción preciosa *-* ¡ando enganchada a ella!
Éabann G. Dargaard- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
Me senté para escucharla y en cuanto comenzó a hablar quedé atrapada por su voz. Sin duda alguna era la voz de toda una cuentacuentos. El sonido se había tornado lenta, calmada y enigmática. Era una voz capaz de cautivar a cualquiera que la escuchase. Sus ojos se paseaban por los rostros de los allí presentes, terminando de atraparlos a todos dentro de la historia, dentro del hechizo. En el campamento reinó un absoluto silencio. Ni siquiera los perros, los conejos y los gatos se movían. Era como si todos a una se hubiesen puesto de acuerdo para escuchar a Èabann, yo incluida. Me dejé llevar por el ritmo de su voz, por la historia que contaba...Cuando me guiñó un ojo supe por qué había escogido esta historia y le sonreí, agradecida. Mi gente quizás no lo tomase de esa manera, pero yo sabía que esa era su forma de ayudarme. Y, quién sabe, quizás mi gente se lo pensara dos veces antes de juzgarme nuevamente.
En el fondo me sentía más identificada con Reafic que con Inaira, Ella era diferente en aspecto, pero a él no le daban ninguna oportunidad de demostrar cual era su verdadero rostro. El hombre sólo necesitaba una oportunidad para demostrar que no era diferente ellos, que era uno más. Que, como contaba la historia, tenía dos ojos, unos labios, y un corazón que latía en su pecho.
Alguien pasó una jarra a Èabann para que diese un trago. Nadie quería perderse el final de la historia. Yo me recosté contra Tai, que me pasó un brazo por los hombres sin dejar de mirar a la joven morena, absorto en sus palabras, como todos. Sólo había que mirar los rostros embelesados de cada uno de los gitanos y gitanas. Estaba segura de que Èabann ya les caía bien, se había ganado su afecto. Sonreí y continué mirando a mi compañera hasta que su cuento acabó y se acercó hasta nosotros.
El silencio que Èabann había conseguido duró unos pocos minutos más hasta que la gente consiguió salir de su ensoñación y comenzaron a hablar. Algunas mujeres mayores se levantaron para comenzar a repartir la comida con la ayuda de los niños mientras los hombres iban a por el vino. El ruido habitual estaba regresando poco a poco.
-Muchas gracias-le dije a Èabann, conmovida. Su pequeña protesta me había llegado al corazón. Le apreté la mano con cariño-. Eres una de las pocas personas dispuestas a mirar más allá de sus narices y eso es admirable.
Nos llegó una ración de conejo con algo de verdura. La jarra de vino, para aquel que quisiera, iría rotando por toda la fogata. Los niños preferían el agua y, a decir verdad, yo también aunque no me importaba tomar vino de cuando en cuando. Comencé a darle los primero mordiscos al conejo mientras comentaba el sabor de la comida con Èabann. Poco después los dos hermanos que me faltaban se unieron a nosotras. Lorcan nos saludó y fue a por la jarra de vino. Vittorio, más silencioso, se sentó al lado de Èabann y se inclinó para hablar con nosotras.
-Está más calmado-dijo, refiriéndose a Tharo-. Pero quizás Èabann debería andarse con ojo. No le tiene nada de aprecio...De hecho nunca había oído tantos insultos juntos dirigidos hacia una persona; ni siquiera hacia ti, Amaris-dije, suspirando. Cuando el fuego le iluminó el rostro vi tres arañazos ensangrentados, recientemente curados.
-Vittorio, ¿te ha golpeado?-a veces Tharo tocaba a algunos de los chicos( muy, pero que muy rara vez), pero los potentes puños de estos lo dejaban K.O en menos que canta un gallo-¿Te encuentras bien?
Él asintió.
-No es nada, pero vosotras dos deberíais llevar cuidado. Cuando no estemos nosotros delante no sé que es capaz de hacer y quizás la próxima vez no tengáis tanta suerte...
p.d: jajajaja no pasa nada. Me ha gustado mucho la historia y ha sido entretenido leerla. No sabía ni que responderte . La canción es preciosa de la Serie águila Roja ^^ es muy bonita y cuando la oí pensé que le quedaba perfecta a Amaris
En el fondo me sentía más identificada con Reafic que con Inaira, Ella era diferente en aspecto, pero a él no le daban ninguna oportunidad de demostrar cual era su verdadero rostro. El hombre sólo necesitaba una oportunidad para demostrar que no era diferente ellos, que era uno más. Que, como contaba la historia, tenía dos ojos, unos labios, y un corazón que latía en su pecho.
Alguien pasó una jarra a Èabann para que diese un trago. Nadie quería perderse el final de la historia. Yo me recosté contra Tai, que me pasó un brazo por los hombres sin dejar de mirar a la joven morena, absorto en sus palabras, como todos. Sólo había que mirar los rostros embelesados de cada uno de los gitanos y gitanas. Estaba segura de que Èabann ya les caía bien, se había ganado su afecto. Sonreí y continué mirando a mi compañera hasta que su cuento acabó y se acercó hasta nosotros.
El silencio que Èabann había conseguido duró unos pocos minutos más hasta que la gente consiguió salir de su ensoñación y comenzaron a hablar. Algunas mujeres mayores se levantaron para comenzar a repartir la comida con la ayuda de los niños mientras los hombres iban a por el vino. El ruido habitual estaba regresando poco a poco.
-Muchas gracias-le dije a Èabann, conmovida. Su pequeña protesta me había llegado al corazón. Le apreté la mano con cariño-. Eres una de las pocas personas dispuestas a mirar más allá de sus narices y eso es admirable.
Nos llegó una ración de conejo con algo de verdura. La jarra de vino, para aquel que quisiera, iría rotando por toda la fogata. Los niños preferían el agua y, a decir verdad, yo también aunque no me importaba tomar vino de cuando en cuando. Comencé a darle los primero mordiscos al conejo mientras comentaba el sabor de la comida con Èabann. Poco después los dos hermanos que me faltaban se unieron a nosotras. Lorcan nos saludó y fue a por la jarra de vino. Vittorio, más silencioso, se sentó al lado de Èabann y se inclinó para hablar con nosotras.
-Está más calmado-dijo, refiriéndose a Tharo-. Pero quizás Èabann debería andarse con ojo. No le tiene nada de aprecio...De hecho nunca había oído tantos insultos juntos dirigidos hacia una persona; ni siquiera hacia ti, Amaris-dije, suspirando. Cuando el fuego le iluminó el rostro vi tres arañazos ensangrentados, recientemente curados.
-Vittorio, ¿te ha golpeado?-a veces Tharo tocaba a algunos de los chicos( muy, pero que muy rara vez), pero los potentes puños de estos lo dejaban K.O en menos que canta un gallo-¿Te encuentras bien?
Él asintió.
-No es nada, pero vosotras dos deberíais llevar cuidado. Cuando no estemos nosotros delante no sé que es capaz de hacer y quizás la próxima vez no tengáis tanta suerte...
p.d: jajajaja no pasa nada. Me ha gustado mucho la historia y ha sido entretenido leerla. No sabía ni que responderte . La canción es preciosa de la Serie águila Roja ^^ es muy bonita y cuando la oí pensé que le quedaba perfecta a Amaris
Amaris Thervasi- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
La morena terminó su historia con un suspiro de satisfacción, esperaba que algo de lo que había contado hubiera calado en la cabeza y en los corazones de los presentes. Mientras se acercaba hasta donde se encontraban Amaris y sus hermanos, escuchó algunas palabras que le hicieron sonreír por unos instantes. Su gente no era de las que daban felicitaciones, ni de las que aplaudían, pero se hacía con gestos. Esos gestos eran los que en realidad importaban a los que se encontraban a su alrededor, gestos que consistían en pasar una jarra de agua o de vino, de una sonrisa o de un gesto al pasar. Esos eran los que importaban en realidad. Las palabras se las llevaba el viento, lo sabía bien, y no se solía fiar demasiado de ellas.
Ella había tenido ese gesto con Amaris porque veía que los que se encontraban a su alrededor no la terminaban de aceptar y eso le dolía. Era una extranjera allí y casi parecía que la habían incluido más rápidamente que a la muchacha de cabello blanquecino. Eso le entristecía. Se movió para acomodarse junto a Amaris, mientras que la comida comenzaba a servirse, a ir de un lado para otro. Las voces se alzaban una vez más hacia el cielo nocturno y el campamento volvía a la vida, como si se hubieran despertado del hechizo que había tejido con su voz. Recibió un plato de alguna parte y un trozo de pan, agradeció el gesto, llevándose un poco a la boca para probarlo. Estaba delicioso.
—No me las de s Amaris, alguien necesitaba que les dieran un pequeño tirón de orejas aunque fuera con una historia. —le comentó sonriendo, apretando a su vez su mano. —Tú también lo haces, ahora hace falta que alguna de estas personas lo hagan, y espero que también de los niños que estaban escuchando la historia. Es más fácil llegar a ellos de esta forma, quizá busquen mirar más allá de una apariencia la próxima vez.
Las conversaciones siguieron, la comida, comentarios que estaban cargados de monotonía y que para la morena era como estar recibiendo lluvia que daba vida. Fue entonces cuando llegaron los dos hermanos, aquellos que habían llevado a Tharo hasta la carreta. Frunció el ceño al ver los arañazos en el rostro del mayor, lo mismo que sus palabras. No tenía miedo. Igual era estúpido, pero no lo tenía. El problema es que sabía que sería capaz de terminar con su vida si la suya o la de Amaris corría peligro. No era una persona agresiva, ni violenta, pero sí una superviviente y Tharo ya se había pasado directamente a la lista de personas non gratas. Frunció el ceño, mientras miraba al hombre.
—Gracias por avisarme, Vittorio, pero no le tengo miedo. Igual suene un tanto estúpido por mi parte, pero se defenderme. —se quedó unos instantes en silencio y miró a los hermanos. ¿Cómo era posible que esos hombres tuvieran tanto temor a su padre? El respeto, sí, un respeto impuesto a golpes por lo que veía. —Me preocupa más que intente dañar de cualquier forma a vuestra hermana o que llegue a matarla. No deberíais dejar que se acerque a ella y menos cuando está borracho, es un hombre violento y que claramente no dudará en hacer todo lo que esté en su mano para herirla. —miró entonces a Amaris intentando controlarse. —Es vuestro padre, yo no tengo nada que ver en todo esto, pero quiero que sepáis que si viene a hacerme daño, si intenta volver a hacer lo que hizo antes, esta vez no será una daga en el hombro lo único que se lleve.
El tono era más frío de lo que había sido en toda su noche, lo mismo que el gesto. No quería hacer daño a esos hombres que estaban a su alrededor, y mucho menos a la muchacha de pelo blanco, pero no pensaba tampoco dejarse pegar por un hombre, ni ser dominado por uno de ellos. Había vivido sola buena parte de su vida de una manera u otra, ni siquiera él cuando había estado en Londres había podido darla órdenes. Necesitaba su libertad, era un derecho que le habían inculcado desde pequeña y que pensaba mantener. Quizá porque no se había casado cuando debería, quizá porque se habían abierto sus horizontes, como fuera… ella pensaba defenderse.
Off. ¡Sí! Es una canción preciosa y me alegro que te haya gustado la historia. La verdad es que me costó un quintal escribirla para que quedara bien :S La canción le pega a Amaris ^^ estuve todaaa la tarde con ella.
Ella había tenido ese gesto con Amaris porque veía que los que se encontraban a su alrededor no la terminaban de aceptar y eso le dolía. Era una extranjera allí y casi parecía que la habían incluido más rápidamente que a la muchacha de cabello blanquecino. Eso le entristecía. Se movió para acomodarse junto a Amaris, mientras que la comida comenzaba a servirse, a ir de un lado para otro. Las voces se alzaban una vez más hacia el cielo nocturno y el campamento volvía a la vida, como si se hubieran despertado del hechizo que había tejido con su voz. Recibió un plato de alguna parte y un trozo de pan, agradeció el gesto, llevándose un poco a la boca para probarlo. Estaba delicioso.
—No me las de s Amaris, alguien necesitaba que les dieran un pequeño tirón de orejas aunque fuera con una historia. —le comentó sonriendo, apretando a su vez su mano. —Tú también lo haces, ahora hace falta que alguna de estas personas lo hagan, y espero que también de los niños que estaban escuchando la historia. Es más fácil llegar a ellos de esta forma, quizá busquen mirar más allá de una apariencia la próxima vez.
Las conversaciones siguieron, la comida, comentarios que estaban cargados de monotonía y que para la morena era como estar recibiendo lluvia que daba vida. Fue entonces cuando llegaron los dos hermanos, aquellos que habían llevado a Tharo hasta la carreta. Frunció el ceño al ver los arañazos en el rostro del mayor, lo mismo que sus palabras. No tenía miedo. Igual era estúpido, pero no lo tenía. El problema es que sabía que sería capaz de terminar con su vida si la suya o la de Amaris corría peligro. No era una persona agresiva, ni violenta, pero sí una superviviente y Tharo ya se había pasado directamente a la lista de personas non gratas. Frunció el ceño, mientras miraba al hombre.
—Gracias por avisarme, Vittorio, pero no le tengo miedo. Igual suene un tanto estúpido por mi parte, pero se defenderme. —se quedó unos instantes en silencio y miró a los hermanos. ¿Cómo era posible que esos hombres tuvieran tanto temor a su padre? El respeto, sí, un respeto impuesto a golpes por lo que veía. —Me preocupa más que intente dañar de cualquier forma a vuestra hermana o que llegue a matarla. No deberíais dejar que se acerque a ella y menos cuando está borracho, es un hombre violento y que claramente no dudará en hacer todo lo que esté en su mano para herirla. —miró entonces a Amaris intentando controlarse. —Es vuestro padre, yo no tengo nada que ver en todo esto, pero quiero que sepáis que si viene a hacerme daño, si intenta volver a hacer lo que hizo antes, esta vez no será una daga en el hombro lo único que se lleve.
El tono era más frío de lo que había sido en toda su noche, lo mismo que el gesto. No quería hacer daño a esos hombres que estaban a su alrededor, y mucho menos a la muchacha de pelo blanco, pero no pensaba tampoco dejarse pegar por un hombre, ni ser dominado por uno de ellos. Había vivido sola buena parte de su vida de una manera u otra, ni siquiera él cuando había estado en Londres había podido darla órdenes. Necesitaba su libertad, era un derecho que le habían inculcado desde pequeña y que pensaba mantener. Quizá porque no se había casado cuando debería, quizá porque se habían abierto sus horizontes, como fuera… ella pensaba defenderse.
Off. ¡Sí! Es una canción preciosa y me alegro que te haya gustado la historia. La verdad es que me costó un quintal escribirla para que quedara bien :S La canción le pega a Amaris ^^ estuve todaaa la tarde con ella.
Éabann G. Dargaard- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
Los muchachos se miraron entre ellos, culpables. Yo puse una mano en el hombro de Tai. Entiendo por qué lo hacen, porque dejan que Tharo me insulte, les insulte, beba, nos robe dinero...Lo entiendo perfectamente aunque nunca lo dijeran en voz alta. Más de una vez había pillado a Lorcan mirando a Tharo con la misma mirada asesina con la que hablaba de los señoritos de ciudad que financiaban cacerías gitanas. Todo lo que soportaban, las ganas de matarlo que se aguantaban eran por...
-Nuestra madre lo amaba-dijo Vittorio, con su voz serena-. Ella no está. Seguro que hubiera querido que lo cuidásemos. Nosotros...-cogió aire-.No queremos que él golpeé a nuestra hermana, pero no siempre podemos estar ahí y no siempre sabemos cuando volverá. Suele irse a menudo y, cuando creemos que por fin ha desaparecido y la dejamos sola, él aparece y la golpea. Nunca sabemos exactamente cuando quiere pegarle. A veces parece quedarse pensativo, en su mundo...Y de repente se gira y le suelta un tortazo. Con nosotros se enfrenta mucho menos pero...-Vittorio me miró-Amaris también sabe que Freya no quería que lo dejásemos solo.
Yo asentí. Si aguantaba a Tharo era por mi madre. Recordaba la dulzura con la que ella lo trataba y los ojos enamorados de Tharo cuando la miraba. Ella murió por quedarse protegiéndome y eso era algo que yo no merecía. Una mujer tan buena había muerta por proteger a una niña que ni siquiera era suya, y eso Tharo jamás me lo perdonaría. Yo, que lo había visto en los momentos de máxima debilidad,sabía que él aún la quería con todo su corazón. Lo único que le impedía seguirla al más allá era el castigo que me estaba imponiendo, el hacérmelo pagar.
-No vamos a detenerte si te defiendes contra él, Èabann-le dije, mirándole con tristeza-. Incluso te ayudaremos a defenderte...Pero si cae muerto no será a través de ninguna de las manos del clan Thervasi. La muerte de otra persona es algo que no puedo cargar en mi conciencia-le dije, tragando saliva-. Nunca me perdonaré por ser la culpable de la muerte de mi madre, y no puedo asesinar también a su esposo.
La jarra de agua pasó por nuestra zona y le di un gran trago. También me eché un poco por el cuello y se la di a Èabann para que bebiese si le apetecía. Supuse que para ella, que había aprendido a luchar por su supervivencia, esto era incomprensible. Pero yo necesitaba hacerme perdonar por lo pasado. Necesitaba desesperadamente que mi madre perdonase todo lo que había sufrido por acogerme.
Fue en ese momento cuando llegaron algunos de los jóvenes que se encargaban de la limpieza del circo. Corrieron hasta donde el resto nos sentábamos dando alaridos y gritando cosas incomprensibles. El círculo de gitanos se quedó en silencio y todos a una se pusieron en pie, nerviosos por una posible cacería gitana. Sin embargo, cuando el primero de ellos llegó hasta los brazos de su hermana mayor, pudimos entender lo que decían:
-¡El circo!¡El circo se está quemando!¡Alguien le ha prendido fuego al circo!
En menos que canta un gallo, los gitanos corrieron a sus carretas para coger cubos y llenarlos en el río. Los hombres más fuertes, y las mujeres más jóvenes corrieron a cargar cubos de agua hasta arriba para apagar el fuego. No sabíamos si llegaríamos a tiempo, pero aún así me levanté yo también a ayudar. Mis hermanos ya habían cogido varios cubos cada uno y ya corrían para llenarlos en el riachuelo que estaba en el bosque. Miré a mi compañera.
-¡Tengo que ir!-cogí un par de cubos-¿Vienes?-le pregunté con la respiración acelerada. El circo era una de nuestras pocas fuentes de ingresos. Y los animales...Los lobos. Tragué saliva aguardando la respuesta de Èabann mientras mis pies me pedían a gritos correr con el resto y traer todo el agua que pudiera.
-Nuestra madre lo amaba-dijo Vittorio, con su voz serena-. Ella no está. Seguro que hubiera querido que lo cuidásemos. Nosotros...-cogió aire-.No queremos que él golpeé a nuestra hermana, pero no siempre podemos estar ahí y no siempre sabemos cuando volverá. Suele irse a menudo y, cuando creemos que por fin ha desaparecido y la dejamos sola, él aparece y la golpea. Nunca sabemos exactamente cuando quiere pegarle. A veces parece quedarse pensativo, en su mundo...Y de repente se gira y le suelta un tortazo. Con nosotros se enfrenta mucho menos pero...-Vittorio me miró-Amaris también sabe que Freya no quería que lo dejásemos solo.
Yo asentí. Si aguantaba a Tharo era por mi madre. Recordaba la dulzura con la que ella lo trataba y los ojos enamorados de Tharo cuando la miraba. Ella murió por quedarse protegiéndome y eso era algo que yo no merecía. Una mujer tan buena había muerta por proteger a una niña que ni siquiera era suya, y eso Tharo jamás me lo perdonaría. Yo, que lo había visto en los momentos de máxima debilidad,sabía que él aún la quería con todo su corazón. Lo único que le impedía seguirla al más allá era el castigo que me estaba imponiendo, el hacérmelo pagar.
-No vamos a detenerte si te defiendes contra él, Èabann-le dije, mirándole con tristeza-. Incluso te ayudaremos a defenderte...Pero si cae muerto no será a través de ninguna de las manos del clan Thervasi. La muerte de otra persona es algo que no puedo cargar en mi conciencia-le dije, tragando saliva-. Nunca me perdonaré por ser la culpable de la muerte de mi madre, y no puedo asesinar también a su esposo.
La jarra de agua pasó por nuestra zona y le di un gran trago. También me eché un poco por el cuello y se la di a Èabann para que bebiese si le apetecía. Supuse que para ella, que había aprendido a luchar por su supervivencia, esto era incomprensible. Pero yo necesitaba hacerme perdonar por lo pasado. Necesitaba desesperadamente que mi madre perdonase todo lo que había sufrido por acogerme.
Fue en ese momento cuando llegaron algunos de los jóvenes que se encargaban de la limpieza del circo. Corrieron hasta donde el resto nos sentábamos dando alaridos y gritando cosas incomprensibles. El círculo de gitanos se quedó en silencio y todos a una se pusieron en pie, nerviosos por una posible cacería gitana. Sin embargo, cuando el primero de ellos llegó hasta los brazos de su hermana mayor, pudimos entender lo que decían:
-¡El circo!¡El circo se está quemando!¡Alguien le ha prendido fuego al circo!
En menos que canta un gallo, los gitanos corrieron a sus carretas para coger cubos y llenarlos en el río. Los hombres más fuertes, y las mujeres más jóvenes corrieron a cargar cubos de agua hasta arriba para apagar el fuego. No sabíamos si llegaríamos a tiempo, pero aún así me levanté yo también a ayudar. Mis hermanos ya habían cogido varios cubos cada uno y ya corrían para llenarlos en el riachuelo que estaba en el bosque. Miré a mi compañera.
-¡Tengo que ir!-cogí un par de cubos-¿Vienes?-le pregunté con la respiración acelerada. El circo era una de nuestras pocas fuentes de ingresos. Y los animales...Los lobos. Tragué saliva aguardando la respuesta de Èabann mientras mis pies me pedían a gritos correr con el resto y traer todo el agua que pudiera.
Amaris Thervasi- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
La gitana de pelo oscuro podía entender a la perfección lo que le estaban contando. Observaba a cada uno de los hermanos y podía ver el dolor que sufrían por lo que Tharo estaba haciendo. Maldijo mentalmente, maldijo por no poder hacer nada, pero también era cierto que en su interior sabía que ella no hubiera permitido aquello, que hubiera hecho algo. No sabía el qué, aun estaba pensándolo, pero no podía permitir que trataran a la muchacha de pelo blanco de aquella manera. No, no lo pensaba hacer. Amaris tenía mucho amor en su corazón, tenía mucha ternura, pero también tenía mucha fuerza. Una fuerza que podría apagarse si continuamente la estaban golpeando e insultando. Una fuerza que tenía que ser usada por ella misma para seguir hacia delante. Esa misma fuerza era la que le estaba llevando a sobrevivir a pesar de todo, podía verlo en sus ojos, podía leer la iniciativa que tenía.
— Entiendo lo que me decís y lo respeto. Solo os pido que tengáis cuidado con Amaris, no me gustaría que volvierais y os la encontrarais muerta. Ninguno de vosotros os lo perdonaríais y tendríais que cargar con ello durante toda vuestra vida, estoy segura de que no queréis que eso suceda. La queréis, puedo verlo en vuestros rostros y en la forma en la que protegéis. Haced guardias si podéis, intentad que siempre esté alguien cerca de ella por si necesita protección.—frunció el ceño unos instantes, pensativa. Necesitaban hacer algo, cualquier cosa, pero ella no iba a permitir que a la muchacha le ocurriera algo. La había aceptado nada más llegar, estaba allí compartiendo un momento con su familia cuando apenas unas horas atrás ni la conocía. Eso decía mucho para Éabann, la indicaba el carácter de esa otra persona y que podía confiar en ella. Y eso no era algo que soliera decir. Se mordió brevemente el labio inferior, un instante y después volvió a clavar sus ojos en Amaris un breve momento, antes de pasearlos por el resto de sus hermanos. — No os preocupéis, no quiero que hagáis nada que vaya en contra de vuestro padre, no por mí. Puedo defenderme sola, procuraré no matarle, ni dañarle, pero si mi vida está en peligro o la de ella.—dijo mirando a la muchacha una vez más. — No puedo prometeros que no haga algo de lo que seguramente me arrepentiré, pero mi supervivencia es una prioridad, me alegra saber que lo entendáis.
Era mejor dejar las cosas claras. No quería que los muchachos y Amaris estuvieran involucrados en aquellos, era más, no pensaba hacer nada que pudiera significar la muerte de Tharo si no la atacaba directamente, pero si lo hacía había muchas formas de hacerlo. Su amenaza no había sido en vano, sabía que quizá por la fuerza no pudiera con él, pero había otros muchos medios. Estaba bebiendo de la jarra de agua cuando un movimiento hizo que alzara el rostro alarmada y entonces todo estalló en confusión y ruido. Los gitanos se levantaron porque su medio de comida estaba en peligro: fuego.
El fuego era una realidad espantosa siempre, pero cuando había animales de por medio y un negocio muchísimo más. Éabann se incorporó con velocidad casi a la misma rapidez que había hecho Amaris a su lado con la jarra aun en las manos. En su carromato tenía un caldero que podrían utilizar, pero el gesto de la muchacha de pelo blanco mucho más rápida le proporcionó uno más. Tomó el caldero de la muchacha y la miró.
— Vamos, sería buena idea que se formara una cadena para que llegaran de forma continua agua y que la gente no se cansara tanto.—la voz fue alzada para que la escucharan mientras se movía junto a Amaris. — Conoces mejor este lugar que yo, así que te sigo.
Ella era la extranjera, la que no tenía que estar en ese lugar, la que no pertenecía, pero también eran su gente. Quizá no la misma gente con la que se había criado, pero sí aquella que por esa noche formaban parte de su vida, parte de esa historia que habían contando alrededor de un fuego.
— Entiendo lo que me decís y lo respeto. Solo os pido que tengáis cuidado con Amaris, no me gustaría que volvierais y os la encontrarais muerta. Ninguno de vosotros os lo perdonaríais y tendríais que cargar con ello durante toda vuestra vida, estoy segura de que no queréis que eso suceda. La queréis, puedo verlo en vuestros rostros y en la forma en la que protegéis. Haced guardias si podéis, intentad que siempre esté alguien cerca de ella por si necesita protección.—frunció el ceño unos instantes, pensativa. Necesitaban hacer algo, cualquier cosa, pero ella no iba a permitir que a la muchacha le ocurriera algo. La había aceptado nada más llegar, estaba allí compartiendo un momento con su familia cuando apenas unas horas atrás ni la conocía. Eso decía mucho para Éabann, la indicaba el carácter de esa otra persona y que podía confiar en ella. Y eso no era algo que soliera decir. Se mordió brevemente el labio inferior, un instante y después volvió a clavar sus ojos en Amaris un breve momento, antes de pasearlos por el resto de sus hermanos. — No os preocupéis, no quiero que hagáis nada que vaya en contra de vuestro padre, no por mí. Puedo defenderme sola, procuraré no matarle, ni dañarle, pero si mi vida está en peligro o la de ella.—dijo mirando a la muchacha una vez más. — No puedo prometeros que no haga algo de lo que seguramente me arrepentiré, pero mi supervivencia es una prioridad, me alegra saber que lo entendáis.
Era mejor dejar las cosas claras. No quería que los muchachos y Amaris estuvieran involucrados en aquellos, era más, no pensaba hacer nada que pudiera significar la muerte de Tharo si no la atacaba directamente, pero si lo hacía había muchas formas de hacerlo. Su amenaza no había sido en vano, sabía que quizá por la fuerza no pudiera con él, pero había otros muchos medios. Estaba bebiendo de la jarra de agua cuando un movimiento hizo que alzara el rostro alarmada y entonces todo estalló en confusión y ruido. Los gitanos se levantaron porque su medio de comida estaba en peligro: fuego.
El fuego era una realidad espantosa siempre, pero cuando había animales de por medio y un negocio muchísimo más. Éabann se incorporó con velocidad casi a la misma rapidez que había hecho Amaris a su lado con la jarra aun en las manos. En su carromato tenía un caldero que podrían utilizar, pero el gesto de la muchacha de pelo blanco mucho más rápida le proporcionó uno más. Tomó el caldero de la muchacha y la miró.
— Vamos, sería buena idea que se formara una cadena para que llegaran de forma continua agua y que la gente no se cansara tanto.—la voz fue alzada para que la escucharan mientras se movía junto a Amaris. — Conoces mejor este lugar que yo, así que te sigo.
Ella era la extranjera, la que no tenía que estar en ese lugar, la que no pertenecía, pero también eran su gente. Quizá no la misma gente con la que se había criado, pero sí aquella que por esa noche formaban parte de su vida, parte de esa historia que habían contando alrededor de un fuego.
Éabann G. Dargaard- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
Aún con las palabras de Amaris retumbando en mi cabeza, nos dirigimos hasta el riachuelo. No tardamos demasiado en llegar ya que íbamos prácticamente corriendo y los gritos de los gitanos nos informaban de la proximidad del mismo. Si Èabann se separaba de mí, sabría encontrarlo sin problemas. Le estaba muy agradecida por su preocupación por mí. Sus palabras me habían hecho sentir querida de una manera que sólo mis hermanos conseguían. Y, por supuesto, sabíamos que si su vida dependía de ello, Tharo sufriría. No pensaba hacer nada por detenerla, pues estaba en su derecho de valorar más su vida que la de un desconocido que la había herido y por encima de cualquier sentimiento de culpa o respeto que mi familia tuviese hacia él.
La gente que escuchó a Èabann proponer lo de hacer una fila para ir pasando los cubos con más rapidez, no tardó en difundirlo por todo el campamento y comenzaron a organizarse para llevar la idea a cabo. Temían no ser suficientes como para llegar hasta el circo, así que el que estuviese más cerca del riachuelo tenía que estar atento.
Èabann y yo llegamos al lugar donde unos cuantos rellenaban cubos y los iban pasando a la fila. No tardé en unirme a ellos y me hundí hasta la pantorrilla en el agua. Comencé a rellenar el cubo con rapidez y a pasárselo al último de la fila. Vi como pasaba de mano en mano e iba despareciendo en la oscuridad. Incluso los niños estaban ayudando. Rellené uno de los cubos que volvían del circo y se lo volví a dar. Miré a Èabann y le sonreí, agradecida.
-Has puesto un poco de orden aquí. Quizás se hubieran puesto tan nerviosos que no habrían pensado en hacer una fila para llegar hasta el circo. Directamente habrían ido y venido corriendo rellenando los cubos y perdiendo el doble de tiempo.
Èabann parecía mantener la cabeza bastante fría en los momentos difíciles. Un poco de sensatez nos venía bien a todos con los tiempos que corrían. Al igual que su valentía y su determinación. Se quedase el tiempo que se quedase, Èabann era un miembro valioso para nuestra pequeña comunidad y una mujer fuerte digan de ser admirada. Me alegraba que hubiese decidido venir a París un tiempo.Era buena tener a alguien así en mi vida, alguien que parecía aceptarme y se preocupaba por mi.
Seguimos cogiendo el agua una y otra vez, sin parar. La gente sudaba copiosamente de tener que cargar con los cubos. Vi a mis hermanos en la fila, aunque pronto convencieron a algunos niños que estaban sin hacer nada, asustados e inquietos, de que tomasen su lugar para ir el centro mismo del problema y ayudar a los que estaban allí a sacar a los animales y echar el agua. Sabían que unos brazos fuertes eran mucho más rápidos que unos débiles. Los miré preocupada. Eran demasiado temerarios como para estar tan cerca de las llamas.
-Espero que estén bien-le susurré a Èabann cuando desaparecieron-.Ellos y todos los que están apagando el fuego.
La gente que escuchó a Èabann proponer lo de hacer una fila para ir pasando los cubos con más rapidez, no tardó en difundirlo por todo el campamento y comenzaron a organizarse para llevar la idea a cabo. Temían no ser suficientes como para llegar hasta el circo, así que el que estuviese más cerca del riachuelo tenía que estar atento.
Èabann y yo llegamos al lugar donde unos cuantos rellenaban cubos y los iban pasando a la fila. No tardé en unirme a ellos y me hundí hasta la pantorrilla en el agua. Comencé a rellenar el cubo con rapidez y a pasárselo al último de la fila. Vi como pasaba de mano en mano e iba despareciendo en la oscuridad. Incluso los niños estaban ayudando. Rellené uno de los cubos que volvían del circo y se lo volví a dar. Miré a Èabann y le sonreí, agradecida.
-Has puesto un poco de orden aquí. Quizás se hubieran puesto tan nerviosos que no habrían pensado en hacer una fila para llegar hasta el circo. Directamente habrían ido y venido corriendo rellenando los cubos y perdiendo el doble de tiempo.
Èabann parecía mantener la cabeza bastante fría en los momentos difíciles. Un poco de sensatez nos venía bien a todos con los tiempos que corrían. Al igual que su valentía y su determinación. Se quedase el tiempo que se quedase, Èabann era un miembro valioso para nuestra pequeña comunidad y una mujer fuerte digan de ser admirada. Me alegraba que hubiese decidido venir a París un tiempo.Era buena tener a alguien así en mi vida, alguien que parecía aceptarme y se preocupaba por mi.
Seguimos cogiendo el agua una y otra vez, sin parar. La gente sudaba copiosamente de tener que cargar con los cubos. Vi a mis hermanos en la fila, aunque pronto convencieron a algunos niños que estaban sin hacer nada, asustados e inquietos, de que tomasen su lugar para ir el centro mismo del problema y ayudar a los que estaban allí a sacar a los animales y echar el agua. Sabían que unos brazos fuertes eran mucho más rápidos que unos débiles. Los miré preocupada. Eran demasiado temerarios como para estar tan cerca de las llamas.
-Espero que estén bien-le susurré a Èabann cuando desaparecieron-.Ellos y todos los que están apagando el fuego.
Amaris Thervasi- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
Los gitanos se movieron con rapidez para organizarse y Éabann se unió pronto a la fila, poniéndose en la orilla para tomar los calderos que pasaba Amaris. El movimiento era de forma continuada. En todo momento había calderos que llenar y pasar, niños que comenzaban a correr llevando los ya utilizados para que se volvieran a recargar y que de esa manera no hubiera nunca escasez. Los nervios se fueron controlando gracias al trabajo que estaban haciendo, un trabajo que no necesitaba que uno pensara.
— Ya he visto esta forma de trabajar antes, es más eficaz y además mantiene la mente ocupada de todos. Todos se sienten útiles y no se quedan mirando, trabajar en equipo es la única manera que tenemos para poder sobrevivir, aunque sea contra un incendio.
Eran una familia y la familia se protegían entre ellos. Incluso ella que en realidad no formaba parte de aquel grupo, se había metido de lleno. El fuego era uno de esos temores que todos tenían, el fuego podía acabar con todo lo que habían hecho durante años en apenas unos minutos. Esperaba que en el circo las cosas funcionaran, que consiguieran apaciguarlo antes de que se extendiera e incluso llegara al bosquecillo, porque entonces iba a ser un auténtico infierno. Los rostros de los niños comenzaban a llegar ya llenos de hollín que indicaba cómo el incendio seguía.
Ante la marcha de los hermanos de Amaris y su preocupación la morena se volvió un solo instante hacia ella. La cadena seguía, el agua fluía con rapidez. Ojalá pudiera hacer algo, ojalá se pusiera a llover, ojalá no se sintiera tan impotente ante algo como el fuego. Podía parecer que estaba tranquila, pero en el fondo de su corazón estaba nerviosa e indecisa. Nerviosa porque no podía hacer mas, indecisa porque la tensión se podía respirar. El brillo rojizo parecía aumentar a cada minuto que pasaba, en vez de disminuir y eso le aterraba.
— Estarán bien, no te preocupes ¿quieres que vaya a mirar a ver cómo va todo por el circo? O sino podemos preguntarlo a alguno de los niños cuando vengan.
Era su forma de intentar tranquilizarla, de intentarla hacerla ver que no pasaba nada. La adrenalina seguía corriendo por su cuerpo con fuerza. ¿Cómo se habría iniciado el fuego? La mayor parte de los gitanos estaban alrededor de la fogata comiendo, ¿habría sido un accidente? Dioses, esperaba que no hubiera nadie herido. Sin saber por qué el nombre de Tharo apareció en su mente pero no creía que fuera capaz, el resto de la comunidad gitana no le había hecho nada. Apretó con fuerza el mango del caldero antes de pasarlo a la siguiente persona que se encontraba en la fila.
El movimiento era continuo, rápido, ¿cuánto estuvieron así? No estaba segura, cada vez más cansados, más agotados, notando los brazos y las manos doloridas, sintiendo que las fuerzas se agotaban, pero la cadena seguía. Era una cadena de rostros oscuros plagados de sudor y enrojecidos, de niños que lloraban porque no terminaban de entender que pasaba. Los más pequeños sujetos a las faldas de las madres.
Era un momento de unión y comunidad.
— Ya he visto esta forma de trabajar antes, es más eficaz y además mantiene la mente ocupada de todos. Todos se sienten útiles y no se quedan mirando, trabajar en equipo es la única manera que tenemos para poder sobrevivir, aunque sea contra un incendio.
Eran una familia y la familia se protegían entre ellos. Incluso ella que en realidad no formaba parte de aquel grupo, se había metido de lleno. El fuego era uno de esos temores que todos tenían, el fuego podía acabar con todo lo que habían hecho durante años en apenas unos minutos. Esperaba que en el circo las cosas funcionaran, que consiguieran apaciguarlo antes de que se extendiera e incluso llegara al bosquecillo, porque entonces iba a ser un auténtico infierno. Los rostros de los niños comenzaban a llegar ya llenos de hollín que indicaba cómo el incendio seguía.
Ante la marcha de los hermanos de Amaris y su preocupación la morena se volvió un solo instante hacia ella. La cadena seguía, el agua fluía con rapidez. Ojalá pudiera hacer algo, ojalá se pusiera a llover, ojalá no se sintiera tan impotente ante algo como el fuego. Podía parecer que estaba tranquila, pero en el fondo de su corazón estaba nerviosa e indecisa. Nerviosa porque no podía hacer mas, indecisa porque la tensión se podía respirar. El brillo rojizo parecía aumentar a cada minuto que pasaba, en vez de disminuir y eso le aterraba.
— Estarán bien, no te preocupes ¿quieres que vaya a mirar a ver cómo va todo por el circo? O sino podemos preguntarlo a alguno de los niños cuando vengan.
Era su forma de intentar tranquilizarla, de intentarla hacerla ver que no pasaba nada. La adrenalina seguía corriendo por su cuerpo con fuerza. ¿Cómo se habría iniciado el fuego? La mayor parte de los gitanos estaban alrededor de la fogata comiendo, ¿habría sido un accidente? Dioses, esperaba que no hubiera nadie herido. Sin saber por qué el nombre de Tharo apareció en su mente pero no creía que fuera capaz, el resto de la comunidad gitana no le había hecho nada. Apretó con fuerza el mango del caldero antes de pasarlo a la siguiente persona que se encontraba en la fila.
El movimiento era continuo, rápido, ¿cuánto estuvieron así? No estaba segura, cada vez más cansados, más agotados, notando los brazos y las manos doloridas, sintiendo que las fuerzas se agotaban, pero la cadena seguía. Era una cadena de rostros oscuros plagados de sudor y enrojecidos, de niños que lloraban porque no terminaban de entender que pasaba. Los más pequeños sujetos a las faldas de las madres.
Era un momento de unión y comunidad.
Éabann G. Dargaard- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
-¿Has estado en más incendios?-le pregunté. Yo recordaba haber visto algunos aunque pequeños. Solían apagarlos enseguida. El del circo parecía no acabar nunca y, cuando elevaba la vista al cielo, podía ver a lo lejos una humareda negra. ¿Y si era demasiado tarde? ¿ Quedaba gente dentro? ¿Se extendería hasta llegar a nuestro campamento y arrasarlo. Tharo estaba allí. Casi se me cayó el cubo al pensarlo. ¿Quería ir a por él?
-¿De verdad irías a ver a mis hermanos?-le pregunté a ella, esperanzada. No quería seguir con mis oscuros pensamientos. Prefería pensar en mis hermanos y en su seguridad-Me haría un tremendo favor, Èabann...
Continué entonces llenando los cubos para pasarlos. Probablemente el incendio había sido provocado por alguien que odiaba a los gitanos. No creía que a nadie de nuestra propia comunidad se le ocurriese hacer algo así, ni siquiera a mi padre. Al menos, eso quería creer yo.
Además, estaba el hecho de que las cosas entre los que vivían en las casas de piedra y los gitanos estaban demasiado tensos últimamente. Las desapariciones de alguna jóvenes y algunos muchachos hermosos estaba provocando la alerta en la ciudad y las acusaciones se dirigían directamente hacia los gitanos. Creían que asábamos niños en la fogata o algo, pero nadie había conseguido pruebas para incriminarnos.
Nosotros sabíamos que los artífices de esas desapariciones eran los vampiros que se estaban adueñando de la ciudad. Cada vez había más, podíamos olerlos y las noticias que nos llegaban de las desapariciones tan misteriosas o de los cadáveres encontrados sólo podían ser obra de ellos.
Como si mi mente lo hubiera conjurado, en ese momento tropecé con algo dentro del riachuelo. Caí de bruces al agua y me empapé todo el cabello y el resto del vestido. Me incorporé con rapidez y comencé a buscar cual había sido la causa de mi tropiezo. Fue entonces, cuando agarré una mano humana y saqué el cadáver de la niña con la garganta destrozada cuando comencé a gritar.
Muchos de los gitanos que se encontraban rellenando cubos acudieron en mi auxilio mientras el resto, alarmados, me miraban y hablaban a gritos entre ellos. La niña que sostenía entre mis brazos llevaba un vestido azul celeste y tenía unos largos cabellos dorados. Su garganta estaba destrozada y su cuerpo rígido y pálido. Cuando los gitanos más adultos se acercaron hasta a mi la solté y la empujé por el agua hacia ellos, temblorosa.
¿Qué estaba sucediendo esta noche?
-¿De verdad irías a ver a mis hermanos?-le pregunté a ella, esperanzada. No quería seguir con mis oscuros pensamientos. Prefería pensar en mis hermanos y en su seguridad-Me haría un tremendo favor, Èabann...
Continué entonces llenando los cubos para pasarlos. Probablemente el incendio había sido provocado por alguien que odiaba a los gitanos. No creía que a nadie de nuestra propia comunidad se le ocurriese hacer algo así, ni siquiera a mi padre. Al menos, eso quería creer yo.
Además, estaba el hecho de que las cosas entre los que vivían en las casas de piedra y los gitanos estaban demasiado tensos últimamente. Las desapariciones de alguna jóvenes y algunos muchachos hermosos estaba provocando la alerta en la ciudad y las acusaciones se dirigían directamente hacia los gitanos. Creían que asábamos niños en la fogata o algo, pero nadie había conseguido pruebas para incriminarnos.
Nosotros sabíamos que los artífices de esas desapariciones eran los vampiros que se estaban adueñando de la ciudad. Cada vez había más, podíamos olerlos y las noticias que nos llegaban de las desapariciones tan misteriosas o de los cadáveres encontrados sólo podían ser obra de ellos.
Como si mi mente lo hubiera conjurado, en ese momento tropecé con algo dentro del riachuelo. Caí de bruces al agua y me empapé todo el cabello y el resto del vestido. Me incorporé con rapidez y comencé a buscar cual había sido la causa de mi tropiezo. Fue entonces, cuando agarré una mano humana y saqué el cadáver de la niña con la garganta destrozada cuando comencé a gritar.
Muchos de los gitanos que se encontraban rellenando cubos acudieron en mi auxilio mientras el resto, alarmados, me miraban y hablaban a gritos entre ellos. La niña que sostenía entre mis brazos llevaba un vestido azul celeste y tenía unos largos cabellos dorados. Su garganta estaba destrozada y su cuerpo rígido y pálido. Cuando los gitanos más adultos se acercaron hasta a mi la solté y la empujé por el agua hacia ellos, temblorosa.
¿Qué estaba sucediendo esta noche?
Amaris Thervasi- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
— Así es, he estado en varios, pero nunca en uno tan grande como este.—contestó clavando sus ojos verdes en el humo que se alzaba más allá, frunciendo el ceño.
No, aquello no era normal. Siguió pasando el cubo que le llegaba directamente desde Amaris. Ver la preocupación en aquellos rostros morenos le estaba encogiendo el estómago. Los nervios y el temor, la sensación de aturdimiento, los niños corriendo de un lado para otro. Ante sus palabras Éabann clavó los ojos en ella. Estaba claro que necesitaba apartar los nubarrones de su cabeza y la morena necesitaba saber qué demonios estaba ocurriendo. Algo la impulsaba a ir hacia el circo para saber si estaban todos bien. No eran su familia, ni siquiera les conocía pero en cierta manera esa noche se habían convertido en un refugio en el que estar.
— De acuerdo, ahora mismo vuelvo.
Hizo un gesto a una mujer para que tomar su sitio y con movimientos rápidos se dirigió hacia el bosquecillo que los separaba del circo. No era difícil seguir el camino que se había formado gracias a los gitanos que se pasaban de mano en mano los calderos de agua y lo agradecía, porque estaba segura de que de otra manera se perdería al ser de noche y estar en un camino que no conocía. Un niño se cayó unos metros más adelante, en su afán por llegar corriendo hacia donde se encontraba el riachuelo. Cargaba con un caldero que parecía más grande que él. Su rostro oscuro estaba lleno de hollín donde rastros de lágrimas habían abierto sendos caminos más claros. La morena se acercó con gestos rápidos hacia él para ayudarle a incorporarse.
— ¿Estás bien?
En cuanto se vio de pie, el muchacho asintió, pero con gestos nerviosos salió corriendo en dirección contraria a la que llevaba Éabann que alzó las faldas lo justo para poder salir corriendo hacia delante. El fuego provocaba calor y un brillo rojizo que se veía con claridad. Cuando llegó vio a los hombres ir y venir cargando con agua y lanzándolos. Había al menos dos focos. Los ojos de la morena localizaron a los hermanos de Amaris que se encontraban en perfectas condiciones. El agua y las mantas comenzaban a sofocar el incendio con rapidez. Tomó uno de los calderos para ayudar, puesto que no podía pararse quieta ni en esos momentos. Le dolían los brazos y comenzó a toser cuando el humo llegó directamente a sus pulmones.
Alguien la zarandeó, apartándola del fuego y un rostro masculino se le plantó delante. Una discusión y unos cuantos minutos después, Éabann volvía en dirección al riachuelo. La conmoción que había en la orilla provocó que frunciera el ceño mientras que se dirigía hacia allí, al tiempo que intentaba poner un poco de orden porque la fila se había roto. Observó el pálido rostro de Amaris, identificando entonces el grito que había escuchado unos metros antes.
— ¿Qué ha ocurrido? Amaris, ¿te encuentras bien?
Ajena a la figura de la niña que iba en dirección a los ancianos Éabann se acercó hasta donde se encontraba la mujer del pelo blanco, metiéndose en el agua y entonces…
— Por los dioses.
La muchacha, la niña mejor dicho, de cabello rubio y la garganta destrozada pasó por su lado hinchada debido a las aguas. Se llevó la mano a la boca confusa sin poder apartar la mirada del cuerpo. Maldita fuera, aquello era… ¿Qué demonios estaba ocurriendo?
No, aquello no era normal. Siguió pasando el cubo que le llegaba directamente desde Amaris. Ver la preocupación en aquellos rostros morenos le estaba encogiendo el estómago. Los nervios y el temor, la sensación de aturdimiento, los niños corriendo de un lado para otro. Ante sus palabras Éabann clavó los ojos en ella. Estaba claro que necesitaba apartar los nubarrones de su cabeza y la morena necesitaba saber qué demonios estaba ocurriendo. Algo la impulsaba a ir hacia el circo para saber si estaban todos bien. No eran su familia, ni siquiera les conocía pero en cierta manera esa noche se habían convertido en un refugio en el que estar.
— De acuerdo, ahora mismo vuelvo.
Hizo un gesto a una mujer para que tomar su sitio y con movimientos rápidos se dirigió hacia el bosquecillo que los separaba del circo. No era difícil seguir el camino que se había formado gracias a los gitanos que se pasaban de mano en mano los calderos de agua y lo agradecía, porque estaba segura de que de otra manera se perdería al ser de noche y estar en un camino que no conocía. Un niño se cayó unos metros más adelante, en su afán por llegar corriendo hacia donde se encontraba el riachuelo. Cargaba con un caldero que parecía más grande que él. Su rostro oscuro estaba lleno de hollín donde rastros de lágrimas habían abierto sendos caminos más claros. La morena se acercó con gestos rápidos hacia él para ayudarle a incorporarse.
— ¿Estás bien?
En cuanto se vio de pie, el muchacho asintió, pero con gestos nerviosos salió corriendo en dirección contraria a la que llevaba Éabann que alzó las faldas lo justo para poder salir corriendo hacia delante. El fuego provocaba calor y un brillo rojizo que se veía con claridad. Cuando llegó vio a los hombres ir y venir cargando con agua y lanzándolos. Había al menos dos focos. Los ojos de la morena localizaron a los hermanos de Amaris que se encontraban en perfectas condiciones. El agua y las mantas comenzaban a sofocar el incendio con rapidez. Tomó uno de los calderos para ayudar, puesto que no podía pararse quieta ni en esos momentos. Le dolían los brazos y comenzó a toser cuando el humo llegó directamente a sus pulmones.
Alguien la zarandeó, apartándola del fuego y un rostro masculino se le plantó delante. Una discusión y unos cuantos minutos después, Éabann volvía en dirección al riachuelo. La conmoción que había en la orilla provocó que frunciera el ceño mientras que se dirigía hacia allí, al tiempo que intentaba poner un poco de orden porque la fila se había roto. Observó el pálido rostro de Amaris, identificando entonces el grito que había escuchado unos metros antes.
— ¿Qué ha ocurrido? Amaris, ¿te encuentras bien?
Ajena a la figura de la niña que iba en dirección a los ancianos Éabann se acercó hasta donde se encontraba la mujer del pelo blanco, metiéndose en el agua y entonces…
— Por los dioses.
La muchacha, la niña mejor dicho, de cabello rubio y la garganta destrozada pasó por su lado hinchada debido a las aguas. Se llevó la mano a la boca confusa sin poder apartar la mirada del cuerpo. Maldita fuera, aquello era… ¿Qué demonios estaba ocurriendo?
Éabann G. Dargaard- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
Escuché la voz de Èabann como si viniera de muy lejos. Sentí que sus manos se posaban en mis hombros y me sacudían con suavidad, sacándome de mi confusión. La miré, con los ojos abiertos como platos, y me aferré a sus brazos con fuerza.
-Ella estaba en el agua. Tiene...-tragué salida-. Su garganta está destrozada, está desgarrada. Èabann-le dije temblando no sabía si de frío o de miedo. La inactividad me estaba haciendo tener escalofríos al estar empapada de la cabeza a los pies.
Algunas personas nos hicieron salir del agua a ella y a mí. Bueno, en realidad querían que saliera yo, pero tenía agarrada a Èabann con tantísima fuerza que no tuvo más remedio que venir conmigo. Alguien nos trajo una manta y otro alguien tapó el cadáver de la criatura con una manta. Uno de los hombres que nos había ayudado a sacarla del agua hablaba con otro de avisa a las autoridades.
-Tienen que enterrarla. La niña tendrá una familia que la estará buscando aún-decía uno.
-Nos acusarán a nosotros y lo sabes-respondió otro-. Propongo que le demos un nuevo nombre y la enterremos como si fuera una de los nuestros. A sus padres le ahorraremos el dolor y nosotros nos ahorraremos una cacería gitana.
El primer hombre se arrodilló y destapó el cadáver de la niña hasta el pecho. Le examinó las marcas con ojo experto y miró al primero con gesto grave. Nosotras dos observábamos la escena, en silencio. Yo, aun aferrada al brazo de Èabann, levanté mi vista al cielo para ver como la humareda se mantenía igual. La miré a ella, aún temblando y le pregunté:
-¿Cómo está todo allí?-sentía un terror hondo por dentro. Era como si todo esto aún no hubiese acabado. Las desgracias nunca venían solas. Si el circo se destrozaba, tendríamos que irnos. Si informaban del hallazgo de la niña, tendríamos que irnos o corríamos el riesgo de ser asesinados. Quizás la única solución era...
Antes de que pudiera siquiera decirlo, el hombre que había examinado el cadáver habló:
-Los vampiros llegan hasta los bosques. Se alimentan de las hijas de los hombres de las casas de piedra e inculpan a los gitanos...Pero, ¿qué pasará cuando no tengan más gadjos de los que alimentarse? Vendrán a por los gitanos en masa. Ya ha habido algunas desapariciones aquí, pero el número podría multiplicarse. Este lugar es peligroso y está maldito-escupió-. Corremos peligro aquí.
La fila que aún seguía pasando cubos de agua murmuró entre ella asustada, fiera...Todos tenían sus opiniones acerca de lo que estaba sucediendo. Los blancos nos cazaban, los muertos que caminaban pronto volverían a hacerlo. Nunca íbamos a estar seguros. Miré a los hombres y me atreví a hablar, a decir una cosa por la que me odié, pero sabía que sería lo mejor para evitar avivar el odio de los parisinos.
-Podemos evitar las represalias por parte de los gadjos si el cadáver de la niña es encontrado en una fuente de sus calles-les dije, mirándolos a todos-. El agua es agua. Su familia la encontrará y podrán enterrarla y nadie inculpará a los gitanos porque todo el mundo verá su herida y sabrá que no ha sido obra de un ser humano. Pensarán que la atacó un lobo o un perro, quizás...
Los hombres se mostraron de acuerdo. Envolvieron el cadáver de la niña y cargaron con él en dirección al campamento. Yo los vi desaparecer con la niña y entonces sentí las náuseas en el estómago. Me aparté de Èabann y vomité tras un arbusto, echando todo lo que habíamos cenado aquella noche. Resbalé hasta el suelo y quedé postrada a cuatro patas sin poder moverme. Todo era demasiado raro.
Una mujer que cargaba con un hermoso niño de ojos azules se aproximó hasta nosotras. Observó mi rostro y mi temblor y se giró hacia Èabann.
-Llévala contigo a que se eche. Creo que encontrar el cadáver de esa joven la ha trastornado demasiado. Demasiadas emociones fuertes para una niña tan joven.
Aunque odiaba mostrar mi debilidad, la idea de la mujer me pareció bastante buena. Me incorporé como pude y me volví a apoyar en Èabann. No sé si había sido la juventud o la inocencia que aparentaba el cadáver, pero su muerte me había conmovido. El pensar que un ser la había atacado hasta robarle el último latido de su corazón me había afectado de verdad.
-Ella estaba en el agua. Tiene...-tragué salida-. Su garganta está destrozada, está desgarrada. Èabann-le dije temblando no sabía si de frío o de miedo. La inactividad me estaba haciendo tener escalofríos al estar empapada de la cabeza a los pies.
Algunas personas nos hicieron salir del agua a ella y a mí. Bueno, en realidad querían que saliera yo, pero tenía agarrada a Èabann con tantísima fuerza que no tuvo más remedio que venir conmigo. Alguien nos trajo una manta y otro alguien tapó el cadáver de la criatura con una manta. Uno de los hombres que nos había ayudado a sacarla del agua hablaba con otro de avisa a las autoridades.
-Tienen que enterrarla. La niña tendrá una familia que la estará buscando aún-decía uno.
-Nos acusarán a nosotros y lo sabes-respondió otro-. Propongo que le demos un nuevo nombre y la enterremos como si fuera una de los nuestros. A sus padres le ahorraremos el dolor y nosotros nos ahorraremos una cacería gitana.
El primer hombre se arrodilló y destapó el cadáver de la niña hasta el pecho. Le examinó las marcas con ojo experto y miró al primero con gesto grave. Nosotras dos observábamos la escena, en silencio. Yo, aun aferrada al brazo de Èabann, levanté mi vista al cielo para ver como la humareda se mantenía igual. La miré a ella, aún temblando y le pregunté:
-¿Cómo está todo allí?-sentía un terror hondo por dentro. Era como si todo esto aún no hubiese acabado. Las desgracias nunca venían solas. Si el circo se destrozaba, tendríamos que irnos. Si informaban del hallazgo de la niña, tendríamos que irnos o corríamos el riesgo de ser asesinados. Quizás la única solución era...
Antes de que pudiera siquiera decirlo, el hombre que había examinado el cadáver habló:
-Los vampiros llegan hasta los bosques. Se alimentan de las hijas de los hombres de las casas de piedra e inculpan a los gitanos...Pero, ¿qué pasará cuando no tengan más gadjos de los que alimentarse? Vendrán a por los gitanos en masa. Ya ha habido algunas desapariciones aquí, pero el número podría multiplicarse. Este lugar es peligroso y está maldito-escupió-. Corremos peligro aquí.
La fila que aún seguía pasando cubos de agua murmuró entre ella asustada, fiera...Todos tenían sus opiniones acerca de lo que estaba sucediendo. Los blancos nos cazaban, los muertos que caminaban pronto volverían a hacerlo. Nunca íbamos a estar seguros. Miré a los hombres y me atreví a hablar, a decir una cosa por la que me odié, pero sabía que sería lo mejor para evitar avivar el odio de los parisinos.
-Podemos evitar las represalias por parte de los gadjos si el cadáver de la niña es encontrado en una fuente de sus calles-les dije, mirándolos a todos-. El agua es agua. Su familia la encontrará y podrán enterrarla y nadie inculpará a los gitanos porque todo el mundo verá su herida y sabrá que no ha sido obra de un ser humano. Pensarán que la atacó un lobo o un perro, quizás...
Los hombres se mostraron de acuerdo. Envolvieron el cadáver de la niña y cargaron con él en dirección al campamento. Yo los vi desaparecer con la niña y entonces sentí las náuseas en el estómago. Me aparté de Èabann y vomité tras un arbusto, echando todo lo que habíamos cenado aquella noche. Resbalé hasta el suelo y quedé postrada a cuatro patas sin poder moverme. Todo era demasiado raro.
Una mujer que cargaba con un hermoso niño de ojos azules se aproximó hasta nosotras. Observó mi rostro y mi temblor y se giró hacia Èabann.
-Llévala contigo a que se eche. Creo que encontrar el cadáver de esa joven la ha trastornado demasiado. Demasiadas emociones fuertes para una niña tan joven.
Aunque odiaba mostrar mi debilidad, la idea de la mujer me pareció bastante buena. Me incorporé como pude y me volví a apoyar en Èabann. No sé si había sido la juventud o la inocencia que aparentaba el cadáver, pero su muerte me había conmovido. El pensar que un ser la había atacado hasta robarle el último latido de su corazón me había afectado de verdad.
Amaris Thervasi- Gitano
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Re: Ayudando en el circo (Èabann)
La morena observaba el ir del cadáver mientras se volvía entonces hacia la joven gitana de cabello blanquecino que se encontraba como ida en mitad del agua. Se encontraba aterrada, podía verlo en sus ojos y en sus movimientos, en sus palabras. Se dejó sujetar por ella porque estaba claro que necesitaba que alguien la mantuviera sujeta a tierra firme, que alguien la diera una seguridad que de otra manera seguramente se iría al traste. Alguien que la anclara al momento y al lugar, más allá de los pensamientos que seguramente estarían pasando por rapidez, de la mis manera que lo hacían por la mente de la morena.
— Tranquila, Amaris, tranquila.
Éabann se dejó llevar y escuchó, escuchó lo que decían los hombres y lo que dijo después Amaris. ¿Cuántas veces habría que hacer aquello? Los gitanos tenían demasiados flancos abiertos que podrían terminar por provocar una verdadera desgracia, que pudieran hacer que todo aquello desapareciera o que se tuvieran que ir a otro lugar. El brazo de Éabann se movió para sujetarla por los hombros, dándola su apoyo, pero en silencio. Amaris a pesar de lo que estaba pasando mostraba una fortaleza que sabía que estaba allí, pero que al salir a la luz hizo que se sintiera orgullosa, a pesar de que quizá no fuera el mejor de los momentos para sentirse de aquella manera y menos cuando estaba claro que aquella situación seguramente no sería la más indicada.
Y llegaron los recuerdos, esos recuerdos que intentaba mantener alejados pero que finalmente estallaron aquella noche. Recuerdos de sangre y fuego, una noche que podría ser similar, y cómo el ser había matado a su familia volvía aparecer delante de ella como si hubiera sido el día anterior. La imagen de aquella garganta desgarrada había provocado que llegara a la mente de Éabann la de aquel pequeño que había sido arrebatado de los brazos de su madre delante de sus ojos. No, no podía permitirse aquel momento de debilidad, no podía permitirse el que los recuerdos la golpearan con fuerza cuando tenía que encargarse de Amaris.
— Vamos, nos iremos hacia la zona de las carretas, quizá sea mejor ir a la mía que está más alejada. Tus hermanos están bien, aunque hay muchos trabajo allí y necesitan concentrarse, aunque estoy segura de que podrán salvarlo.—al menos así lo esperaba. Ayudó a incorporarse a la muchacha para comenzar a andar en dirección de los carromatos siguiendo la línea de hombres, mujeres y niños durante unos momentos, antes de desviarse para ir por un lugar que los alejaría un tanto y que en cierta manera les permitiría caminar en silencio, pensando, simplemente concentrándose en lo que estaban haciendo. — ¿Ha pasado más veces esto? Quiero decir… el encontrar a una presa de un vampiro tan cerco del campamento. Me puedo imaginar que si hay sobrepoblación sobrenatural en la ciudad, al final algunos de ellos terminarán acercándose hasta el campamento de los gitanos para encontrar sangre. ¿Ha habido desapariciones?
Quería saber cómo estaba la situación. Saber si aquello había ocurrido antes o no. Los pasos de ambas dejaron en cierta medida el barrullo atrás, sonidos que llegaban hasta donde se encontraban de forma amortiguada mientras seguían caminando con paso más o menos ligero intentando evitar los obstáculos que pudieran ponerse por delante en el camino que seguían. Éabann la iba sujetando intentado que no tropezara con nada. Podía imaginar que se sentiría débil y mareada, la simple imagen le había revuelto a ella también el estómago al imaginar todo lo que podría suceder en un momento como aquel. Esperaba que los gitanos pudieran llegar a la ciudad sin ser descubiertos, porque si lo eran con un cadáver de una niña seguramente podría provocarse una incursión en cualquier momento. Temía por un futuro que no era capaz de leer en ese momento, de un futuro que podría provocar un terrible golpe si se al final era ese.
Esperaba que el Destino se escribiera con hilos diferentes y conformara un patrón muy diferente al que en su imaginación comenzaba a fraguarse.
— Tranquila, Amaris, tranquila.
Éabann se dejó llevar y escuchó, escuchó lo que decían los hombres y lo que dijo después Amaris. ¿Cuántas veces habría que hacer aquello? Los gitanos tenían demasiados flancos abiertos que podrían terminar por provocar una verdadera desgracia, que pudieran hacer que todo aquello desapareciera o que se tuvieran que ir a otro lugar. El brazo de Éabann se movió para sujetarla por los hombros, dándola su apoyo, pero en silencio. Amaris a pesar de lo que estaba pasando mostraba una fortaleza que sabía que estaba allí, pero que al salir a la luz hizo que se sintiera orgullosa, a pesar de que quizá no fuera el mejor de los momentos para sentirse de aquella manera y menos cuando estaba claro que aquella situación seguramente no sería la más indicada.
Y llegaron los recuerdos, esos recuerdos que intentaba mantener alejados pero que finalmente estallaron aquella noche. Recuerdos de sangre y fuego, una noche que podría ser similar, y cómo el ser había matado a su familia volvía aparecer delante de ella como si hubiera sido el día anterior. La imagen de aquella garganta desgarrada había provocado que llegara a la mente de Éabann la de aquel pequeño que había sido arrebatado de los brazos de su madre delante de sus ojos. No, no podía permitirse aquel momento de debilidad, no podía permitirse el que los recuerdos la golpearan con fuerza cuando tenía que encargarse de Amaris.
— Vamos, nos iremos hacia la zona de las carretas, quizá sea mejor ir a la mía que está más alejada. Tus hermanos están bien, aunque hay muchos trabajo allí y necesitan concentrarse, aunque estoy segura de que podrán salvarlo.—al menos así lo esperaba. Ayudó a incorporarse a la muchacha para comenzar a andar en dirección de los carromatos siguiendo la línea de hombres, mujeres y niños durante unos momentos, antes de desviarse para ir por un lugar que los alejaría un tanto y que en cierta manera les permitiría caminar en silencio, pensando, simplemente concentrándose en lo que estaban haciendo. — ¿Ha pasado más veces esto? Quiero decir… el encontrar a una presa de un vampiro tan cerco del campamento. Me puedo imaginar que si hay sobrepoblación sobrenatural en la ciudad, al final algunos de ellos terminarán acercándose hasta el campamento de los gitanos para encontrar sangre. ¿Ha habido desapariciones?
Quería saber cómo estaba la situación. Saber si aquello había ocurrido antes o no. Los pasos de ambas dejaron en cierta medida el barrullo atrás, sonidos que llegaban hasta donde se encontraban de forma amortiguada mientras seguían caminando con paso más o menos ligero intentando evitar los obstáculos que pudieran ponerse por delante en el camino que seguían. Éabann la iba sujetando intentado que no tropezara con nada. Podía imaginar que se sentiría débil y mareada, la simple imagen le había revuelto a ella también el estómago al imaginar todo lo que podría suceder en un momento como aquel. Esperaba que los gitanos pudieran llegar a la ciudad sin ser descubiertos, porque si lo eran con un cadáver de una niña seguramente podría provocarse una incursión en cualquier momento. Temía por un futuro que no era capaz de leer en ese momento, de un futuro que podría provocar un terrible golpe si se al final era ese.
Esperaba que el Destino se escribiera con hilos diferentes y conformara un patrón muy diferente al que en su imaginación comenzaba a fraguarse.
Éabann G. Dargaard- Gitano
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