Mirándome al espejo [ Priv. Darcy ]

Y de pronto la diversión del juego termino. No porque de verdad lo quisiera, o porque Darcy no pudiera seguirme el paso en acciones y argumentos tanto tiempo como a mi se me apeteciera, sino mas bien porque no tenia sentido discutir con el espejo que tenia frente a mi, que no hacia nada mas que moverse mecánicamente de acuerdo al estimulo que yo le provocara. ¿Qué si quería ir al Jardín? Ahí nos dirigíamos… ¿Si me apetecía hablar de Shakeaspeare? Me daba una cita ¿Si quería hablar de dioses? Respondió un versículo, ¿O que tal de la verdad, de la mentira? Un par de nociones de Platon, un poco de Aquino y mucha, pero mucha condescendencia…. Se estaba volviendo aburrido y muy frustrante. Cada caricia sencilla o sonrisa amable que me dedicaban me parecían repulsivas sabiendo el trasfondo de sus pensamientos, la cima de sus ambiciones. ¿Cómo se atrevía a hacerlo?

--- Un día, querido, habremos de reunirnos para hablar con más tranquilidad sobre la vida, el arte o las historias. Se ve que los viajes y el tiempo no han sido en balde. --- Asevere con una expresión entretenida---. No me agrada del todo la forma en que evades los argumentos importantes entreteniéndome en explicaciones superficiales… quizás puedas engañar a las nuevas compañías que ahora pretendes con ese truco, pero en mi no funciona. Te ruego que dejes de hacerlo y entonces, la plática será de verdad interesante y estoy segura que ambos aprenderemos mucho. --- Trate de mantener mi gesto aun cuando sentí como jalaba de mi mano obligándome con ese mero gesto a sentarme a su lado, me zafe de su agarre y me cruce de brazos una vez le entregue el obsequio mirando de reojo sus manos que abrían el pequeño saco de terciopelo y se dejaba ver un cascabel de oro, un poco mas grande que lo que realmente debía ser y que resplandecía apenas a la luz de la luna ---. No viene de otros países como el regalo que me diste tu… en realidad jamás ha salido de este palacio, pero es un detalle que espero puedas apreciar --- baje mis manos para situarlas sobre la superficie de la banca y me incline a depositar un beso suave en su mejilla.

¿Descifraría el mi pequeño acertijo en ese obsequio? Por su expresión solo podía estar segura de una cosa: Al menos esa noche no podría. Le dedique una sonrisa amable y luego ladee el rostro sin apartarme mucho de su persona, manteniendo mi mirada sosteniendo la suya... Habia elegido un muy mal momento para venir a verme, todo en el conspiraba para delatar que realmente estaba hecho pedazos, y la única razón por la que mantenía su mentón en alto era por orgullo. Ah, tan propio de un Fontaine.

--- Ya es un poco tarde, y realmente no hemos hecho mucho. ¿De verdad no vas a decirme los auténticos motivos por los que viniste a buscarme esta noche?

Miraba el cascabel cuando Dominique habló sobre "dejar de evadir los argumentos importantes" y fue casi hasta el final de la oración que busco sus ojos azules. Entonces vio claro como el agua de los ojos que contemplaba correr un destello que reveló la verdadera naturaleza de la conversación que tenía lugar aquella noche. La duda repto de nuevo al escondrijo en su mente como una sombra que agoniza a la luz del día y no pudo evitar reírse mientras la Reina del Telón de Terciopelo terminaba de confirmarle lo que tanto temía. Todo el tiempo se lo dijo y Darcy no lo vio hasta ahora y precisamente era eso lo que la princesa quería. Seguramente disfrutaba enormemente del juego que orquestara para acorralarle con indirectas y palabras de doble sentido. Entonces hubo otro nombre que como un rayo vino de nuevo a su mente que ya lo había invocado anteriormente en el mismo rato. Lucian. Tuvo que esforzarse por no cerrar sus puños y golpear lo primero que se le atravesara. El cansancio increíblemente sólo hacía su furia más fuerte en vez de menguarla como uno supondría.

-Tenga por seguro alteza que un día nos reuniremos a discutir de muchas cosas interesantes- repuso finalmente con una media sonrisa que salió fácil incluso con la mente temporalmente apaciguada por la revelación pero que si antes había estado bullendo ahora se asomaban las llamas que comenzaban a crecer alimentadas por la idea de traición. Darcy conocía la fidelidad que le guardaba a Dominique aquél Conde del Sacro Imperio, aunque no creyó que le contara todo a su protegida tan pronto como se enterara el mismo Lucian. Era un error terriblemente grave de parte suya y viniendo de una mente tan estratégica, objetiva y práctica como esa, era casi una ofensa. -Mis nuevas compañías estarán encantadas de poder tener la oportunidad de escucharle de historia y otras cosas en las que es usted entendida- Era divertido verla cruzada de brazos fingiendo decepción, indiferencia mezclada con un interés fácilmente mal interpretado y con la indignación propia de una persona que es víctima de algún atropello. A Darcy le costó trabajo no volver a reírse. Volvió a guardar el regalo en la bolsa de terciopelo, no sin antes darle un par de vueltas intentando a medias descifrar el significado del objeto y ató los cordones igual que antes. Estaba muy cansado para ponerse a resolver un nuevo acertijo en ese momento. -Es peculiar el regalo que su alteza me ha obsequiado, sin duda y no pongo en tela de juicio su valor. No siempre lo que brilla es oro y no todo el oro esta libre de maldiciones- Sonrió a medias observando con renovada curiosidad el gesto de Dominique -¿Para que hacer preguntas cuyas respuestas conoces, Dominique? Hemos hecho esta noche lo que tu has deseado que hagamos, y yo he aprovechado y aprendido... Lamento si no encontró lo que buscaba en esta visita furtiva, majestad- recalco la última palabra con un dejo de burla. Después se inclinó para besar su mejilla y tras un breve momento se puso de pie. -Tiene razón, es tarde y el sueño llama... Me retiro, descansa Dominique-

Por el momento tenía la fuerza suficiente para salir de allí con más dignidad de la que había mostrado durante casi toda la noche, ya en su cuarto, rodeado por las paredes blancas y los cristales de las ventanas dejaría que las llamas le consumieran hasta que los párpados le pesaran demasiado... sólo debía aguantar un poco más.

Una de las cosas más encantadoras y que causaban también un sentimiento de desesperación al hablar con la joven princesa, era que aún sabiendo el verdadero significado de las palabras que uno refería, siempre terminaba adaptándolo a su modo y volviéndole en contra del otro. Darcy se limitó a reír con desgano a manera de respuesta. Él esperaba que la próxima vez que se viesen la balanza en el campo de juegos se hubiera inclinado drásticamente hacia el lado contrario. En este momento incluso era meramente una ilusión que hubiese una sombra de peligro para Francia o el trono, al menos para la corte y la aristocracia... Los ciudadanos en cambio comenzaban a notar que algo se estaba cocinando en las calles aunque no supieran muy bien de donde provenía el anuncio de movimiento, ni cuál era la naturaleza del mismo. Rumores, susurros, nada confirmado. Una idea... una idea que descansaba en Darcy, y que ahora, frente a Dominique, se estremecía al pensar que Lucian hubiera acabado con tanto esfuerzo de permanecer como una bruma fantasmal solamente con levantar una mano.


La observó suspirar con un matiz que dejaba ver la decepción probablemente a medias genuina... Después ese matiz que hacía tanto no asomaba en esos ojos azules, cruzó su mirada, una que estaba relacionada con los años de infancia cuando las ambiciones reposaban en objetos y personas que estaban al alcance de la mano o de un llamado, atentos siempre al deseo que cruzara por sus mentes o sus corazones. Nunca demasiado lejos. Ahora se convertía en un gesto extraño dado el contexto de la situación. Todo era diferente, ya la vez no...


-Tenga por seguro, alteza que volveremos a vernos, ya sea por destino o por recompensar la petición suya que casi pareciera genuina- replicó sonriendo un poco, por un instante casi pensó que la sinceridad verdadera podría teñir sus palabras. ¡Ah, en verdad estaba cansado! Necesitaba prontamente el descanso que se encuentra únicamente en el olvido abrazador que trae consigo un sueño profundo y largo; aunque se tratara tan sólo de un alivio momentáneo que ni su subconsciente le permitiría conservar durante mucho tiempo pues siempre terminaban a florando para llevarlo nuevamente al estado de vigilia.


Darcy siguió la mirada de su prima por el jardín. Algunos recuerdos de su niñez asaltaron su mente. Frunció el ceño. Apenas les mostró la atención suficiente para que fueran tan fugaces como un parpadeo, una niña de diez años fascinada con su nuevo corcel negro, un joven adolescente que le ayudaba a subir al magnífico animal seleccionado como obsequio por su padre... -Le sigo- Fue por el caminó que ella le indicó volviendo su mente a los asuntos que le apremiaban ahora y después otra vez nada, otra vez frialdad. Escuchó los crujidos que anunciaban a alguien aproximarse, casi al mismo tiempo sintió como Dominique tiraba de él para ocultarlos. La piedra fría, los rosales blancos que podía contemplar frente a sí y los árboles de mango que estaban en las cercanías le hizo reconocer el lugar donde se encontraba de espaldas sin tener que volverse. El monumento que proyectaba su sombra sobre ambos primos estaba dedicado a la dinastía Fontaine y hacían ya muchos años en que fuera erigido. Un león de mármol que guardaba bajo una pata protectora el escudo de la familia real. Unas armas cruzadas como adorno debajo de éste, símbolo de una victoria del padre del actual soberano. La guardia paso de largo y un escalofrío le recorrió la columna. Darcy tuvo un mal presentimiento sobre el desenlace de aquello. La mirada de Dominique reclamó su atención nuevamente. La estudió con curiosidad mientras se alejaba. Darcy entrecerró los ojos, dejando de apoyarse contra la estatua y recobrando una postura erguida. Le dedicó una sonrisa lobuna antes de que la observara hacer la señal. -Por su puesto, siempre debe tener la última palabra- Fue entonces que se vio rodeado y sujeto por varios hombres. Gruñó cuando le obligaron a arrodillarse pero no hizo ademán de intentar liberarse. La nueva furia ante la humillación y la impotencia que sentía al verse así, bajo el juicio no nada más de Dominique sino del linaje familiar y la abrumadora sensación de traición que le embargo provocaron que sus colmillos se afilaran, se alargaran y sus ojos se ensombrecieron un tanto. Darcy paladeó el enojo y la frustración afilada con su lengua, pero un pequeño dejo de razón que le restaba le hizo guardar silencio y dejar a la princesa con la creencia de que ganaría y de que su plan funcionaría. Pero en cuanto la observó dar la media vuelta y desaparecer entre los árboles del palacio, en cuanto le hicieron levantarse para tomarlo bajo arresto dejo que la fuerza y la agilidad instintivas del lobo actuaran. Compartió su visión con el soldado que se hayaba frente así ordenando que le pusieran los grilletes, de forma que viera desde los ojos de Darcy y no los propios. Mientras este quedaba inutilizado se deshizo con un movimiento de las manos que intentaban sujetarle por las muñecas y llevarlas a su espalda. Robó la espada del guardia "deslumbrado" y con esta se defendió de los hombres que intentaban someterle nuevamente. Abatió con la espada a varios hombres antes de ver la posibilidad de escapar. No tenía posibilidades de ir muy lejos con tantos hombres siguiéndole de tan cerca. Si no fuera por que conocía los pasajes secretos por los que se deslizó furtivamente, no hubiera escapado... Un par de balas en el brazo derecho y una en su costado izquierdo fueron el costo de su libertad. Nada en comparación de lo que pudo haber sido. Miró una ultima vez el palacio antes de volver envuelto en sombras hasta su mansión. Debían organizarse nuevmente, el rey ya probablemente estaba enterado de todo... aunque Darcy no iba ha hablar de la visita furtiva de aquella noche, bastaba conmencionar lo de Lucian para ponerlos sobre aviso. Pero por ahora, mientras entraba en su habitación con la camisa blanca manchada, el moño desarreglado y su aspecto demacrado y desealineado que le revelaba el espejo sólo deseaba que el dolor de las heridas de la pelea fuera mayor que las llagas vueltas a abrir y que supuraban dentro de él. Pero podría resistirlo, se aseguraba y entonces el lobo volvería por lo que le pertenecía.