AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
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¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
Recuerdo del primer mensaje :
Las primeras almas comienzan a moverse en la ciudad, seguramente está a punto de amanecer, en una hora o quizás menos, parecía no importarle realmente. La hora de la inconsciencia para los seres de la noche, como ella.
No sabía cómo, pero había llegado a la azotea de un edificio cercano a la imponente catedral ¿Sería acaso una señal para lo que venía?
Estaba tirada en el suelo, con el precioso vestido azul rasgado y maltrecho, como si cientos de pequeñas garras hubiesen tratado de retenerla a la fuerza. Las estrellas no podían sino verse favorecidas por el aun cálido clima primaveral, que permitía un cielo despejado, prefecto para darle paso al sol destructor. Su rostro que se había ido volviendo más pálido con los años, miraba impasible la luna, o lo que quedaba de ella.
Sin duda estaba aquí voluntariamente, pese a que su anterior estado de delirio la había traído hasta aquí, a este momento y en este preciso lugar. Solo quería dejar de sufrir…
- Tu mayor enemigo será el sol – dijo en voz baja, repitiendo las palabras que su creador había pronunciado mientras le daba de beber su sangre.
- Hubiese deseado que mi consciencia pudiese resistir un poco más, pero ya no lo soporto – dijo mientras una tibia lagrima corría por su mejilla – pero supongo que el mundo de los inmortales no está hecho para los débiles.
Una fresca ráfaga de viento puso bruscamente algunos cabellos sobre su rostro, el incesante movimiento de éstos sobre sus ojos le llegó a molestar tanto, que recostada como estaba, se volteó para acurrucarse como un nonato en el vientre materno, hasta que su desgarrador llanto termino por quebrar el silencio de la madrugada.
Los segundos parecían décadas completas y las sombras alrededor comenzaban a perecer, pues la luna y las estrellas que le eran su fuente de luz comenzaban a desaparecer.
- Ojalá… todo acabara… ahora – dijo de forma entrecortada pues su cuerpo y falta del vital líquido ya no le permitían seguir consciente.
No sabía cómo, pero había llegado a la azotea de un edificio cercano a la imponente catedral ¿Sería acaso una señal para lo que venía?
Estaba tirada en el suelo, con el precioso vestido azul rasgado y maltrecho, como si cientos de pequeñas garras hubiesen tratado de retenerla a la fuerza. Las estrellas no podían sino verse favorecidas por el aun cálido clima primaveral, que permitía un cielo despejado, prefecto para darle paso al sol destructor. Su rostro que se había ido volviendo más pálido con los años, miraba impasible la luna, o lo que quedaba de ella.
Sin duda estaba aquí voluntariamente, pese a que su anterior estado de delirio la había traído hasta aquí, a este momento y en este preciso lugar. Solo quería dejar de sufrir…
- Tu mayor enemigo será el sol – dijo en voz baja, repitiendo las palabras que su creador había pronunciado mientras le daba de beber su sangre.
- Hubiese deseado que mi consciencia pudiese resistir un poco más, pero ya no lo soporto – dijo mientras una tibia lagrima corría por su mejilla – pero supongo que el mundo de los inmortales no está hecho para los débiles.
Una fresca ráfaga de viento puso bruscamente algunos cabellos sobre su rostro, el incesante movimiento de éstos sobre sus ojos le llegó a molestar tanto, que recostada como estaba, se volteó para acurrucarse como un nonato en el vientre materno, hasta que su desgarrador llanto termino por quebrar el silencio de la madrugada.
Los segundos parecían décadas completas y las sombras alrededor comenzaban a perecer, pues la luna y las estrellas que le eran su fuente de luz comenzaban a desaparecer.
- Ojalá… todo acabara… ahora – dijo de forma entrecortada pues su cuerpo y falta del vital líquido ya no le permitían seguir consciente.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
Al parecer estaba dejando al rey en jaque, aunque le hubiese gustado ver su expresión él solo dejó caer la cabeza para luego quitarle la vista de sus cristalinos ojos ¿Eso sería todo? ¿Había acabado el juego? No era nada divertido que se rindiera así, pero quizás sería lo más apropiado, después de todo él la había salvado ya dos veces en lo que llevaba del día. El juego pararía aquí…
O al menos esa era la intención de Carmmine, que no sabía cómo había terminado exhibiéndose de aquella manera, aunque ya no importaba tanto porque nuevamente estaba en la sumisa posición de antes. Nunca había estado así con alguien, pero no por ello desconocía lo que se debía sentir, no era tan ingenua, sin embargo el sexo jamás le había interesado antes así que esto no era más que seducción, no llegaría más lejos, al menos voluntariamente.
El húmedo tacto de la lengua de Victorio en sus labios robando los restos de sangre que antes habían compartido le hizo sentir nuevamente aquella corriente eléctrica desde el cuello y bajando por su columna ¿Miedo o placer? Ambas. Había jugado con su paciencia y ahora él podría sacar a la reina del juego si quisiera, el miedo comenzaba a inclinar la balanza a su favor cuando con un movimiento presionó su miembro contra la entrepierna de Carmmine. Cerró fuertemente los ojos para no seguir mirándolo a los ojos, y volteó el rostro al momento en que pesaba si forcejear o no, sabía que sería complicado poder cerrar las piernas y quitárselo de encima pues no había bebido lo suficiente como para ganarle a uno de los suyos.
Por suerte no tuvo que decidirlo ya que él se levantó para ir a darse un baño, Carmmine sabía perfectamente para qué, había sentido entre sus piernas que Victorio está comenzando a excitarse, así que era mejor detenerse. Estaba teniendo demasiada consideración con ella y al parecer eso no era muy normal en él.
Ya sola pudo pensar en aquellas últimas palabras, era claro que ya no le volvería a perdonar otro de sus arranques, así que debía andar con cuidado el resto del tiempo que estuviesen juntos. Se imaginó a sí misma en la cama, desnuda, y solo así logro recordar que lo estaba. En casa solía dormir de aquella manera para sentir el suave roce de las sábanas de seda sobre su piel… pero esta no era su casa ni mucho menos, estaba con un completo desconocido en una habitación de una posada.
Miró por todos lados para buscar su vestido, hasta que recordó que se lo había quitado en el baño, no podría entrar a buscarlo, pero tampoco podía quedarse así desnuda para seguir provocando a Victorio, el dilema de una pequeña estocada o un lento veneno. Tendría que ser lo primero.
Se envolvió en una de las sábanas de algodón de cama, para así no molestarlo tanto, y se dirigió al baño donde la puerta estaba entreabierta, golpeó antes de entrar pero no espero una respuesta y entró. Bajó rápidamente la mirada hacia el vestido, pero en esos pocos segundos había alcanzado a ver por detrás el torso desnudo de Victorio. Hasta el momento no había tomado en cuenta lo atractivo que era, alto y con hombros fuertes, se sonrojó y volvió a cerrar los ojos con fuerza para quitar esas imágenes de su cabeza, respiró profundamente unas tres veces y se inclinó para recoger el maltrecho vestido, estaba rasgado, ensangrentado y mojado, al parecer no podría utilizarlo hasta quitarle aquellas manchas de sangre del escote… que desperdicio.
- L… lo…lo siento… – dijo nerviosamente – Solo venía por el vestido, pero creo que no lo podré usar –
Quería salir lo más rápido posible de aquel baño, ya le había advertido que no le perdonaría otra, puso su mano en el pomo de la puerta y se quedó esperando una respuesta, para así tener la certeza de que no lo había molestado.
O al menos esa era la intención de Carmmine, que no sabía cómo había terminado exhibiéndose de aquella manera, aunque ya no importaba tanto porque nuevamente estaba en la sumisa posición de antes. Nunca había estado así con alguien, pero no por ello desconocía lo que se debía sentir, no era tan ingenua, sin embargo el sexo jamás le había interesado antes así que esto no era más que seducción, no llegaría más lejos, al menos voluntariamente.
El húmedo tacto de la lengua de Victorio en sus labios robando los restos de sangre que antes habían compartido le hizo sentir nuevamente aquella corriente eléctrica desde el cuello y bajando por su columna ¿Miedo o placer? Ambas. Había jugado con su paciencia y ahora él podría sacar a la reina del juego si quisiera, el miedo comenzaba a inclinar la balanza a su favor cuando con un movimiento presionó su miembro contra la entrepierna de Carmmine. Cerró fuertemente los ojos para no seguir mirándolo a los ojos, y volteó el rostro al momento en que pesaba si forcejear o no, sabía que sería complicado poder cerrar las piernas y quitárselo de encima pues no había bebido lo suficiente como para ganarle a uno de los suyos.
Por suerte no tuvo que decidirlo ya que él se levantó para ir a darse un baño, Carmmine sabía perfectamente para qué, había sentido entre sus piernas que Victorio está comenzando a excitarse, así que era mejor detenerse. Estaba teniendo demasiada consideración con ella y al parecer eso no era muy normal en él.
Ya sola pudo pensar en aquellas últimas palabras, era claro que ya no le volvería a perdonar otro de sus arranques, así que debía andar con cuidado el resto del tiempo que estuviesen juntos. Se imaginó a sí misma en la cama, desnuda, y solo así logro recordar que lo estaba. En casa solía dormir de aquella manera para sentir el suave roce de las sábanas de seda sobre su piel… pero esta no era su casa ni mucho menos, estaba con un completo desconocido en una habitación de una posada.
Miró por todos lados para buscar su vestido, hasta que recordó que se lo había quitado en el baño, no podría entrar a buscarlo, pero tampoco podía quedarse así desnuda para seguir provocando a Victorio, el dilema de una pequeña estocada o un lento veneno. Tendría que ser lo primero.
Se envolvió en una de las sábanas de algodón de cama, para así no molestarlo tanto, y se dirigió al baño donde la puerta estaba entreabierta, golpeó antes de entrar pero no espero una respuesta y entró. Bajó rápidamente la mirada hacia el vestido, pero en esos pocos segundos había alcanzado a ver por detrás el torso desnudo de Victorio. Hasta el momento no había tomado en cuenta lo atractivo que era, alto y con hombros fuertes, se sonrojó y volvió a cerrar los ojos con fuerza para quitar esas imágenes de su cabeza, respiró profundamente unas tres veces y se inclinó para recoger el maltrecho vestido, estaba rasgado, ensangrentado y mojado, al parecer no podría utilizarlo hasta quitarle aquellas manchas de sangre del escote… que desperdicio.
- L… lo…lo siento… – dijo nerviosamente – Solo venía por el vestido, pero creo que no lo podré usar –
Quería salir lo más rápido posible de aquel baño, ya le había advertido que no le perdonaría otra, puso su mano en el pomo de la puerta y se quedó esperando una respuesta, para así tener la certeza de que no lo había molestado.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
El ruido de la puerta abrirse no solo me sacó de mi momento de relajación sino que me dió algo de mala espina, pues ¿Quién más podría ser? Nadie más a parte de esa mujer con la que segundos antes había yacido en la cama. Con la que había yacido pero sorprendentemente sin ocurrir nada sexual, o por lo menos no lo suficiente para que yo lo considerara eso. Unos simples rocen ni se podían comparar a lo que llegaba a ser una noche de sexo, conmigo. Y sobretodo si me ponía las pilas, cosa que pasaba habitualmente. Una de las ventajas de ser un vampiro, en muy pocas ocasiones te cansabas no sin antes haber cansado a tu oponente en caso de ser este humano. Si hablabamos de otra especie entonces ya la cosa cambiaba.
Mis atenciones volvieron a la pelirroja. La cortina no estaba corrida por lo que podía verla tan bien como ella a mi. Al principio no me moví del lugar y continué en el mismo estado, ignorandola prácticamente. Pero no tardé en separar mi cabeza del chorro de agua y abrir los ojos, mirandola por el rabillo de éstos. Sonreí ligeramente -no tanto como para que ella se diera cuenta- al observarla con toda la manta envolviendo su cuerpo ¡Parecía que iba aprendiendo! Aunque el cuerpo desnudo no me hubiese excitado al principio luego si lo hizo así que taparse era lo mejor para empezar a seguir mi consejo. Me complacía que no fuera una de esas provocadoras que luego intentaban dejarte con tres palmos de narices junto a una erección. Por suerte, para ella, pues la cosa no habría acabado bastante bien. Como no lo había echo con otras que siguieron ese patrón.
Pasé una mano por mi rostro para quitar el agua de él y así poder mirarla mejor, esta vez asegurandome de que se diera cuenta de mis movimientos. Como si me hubiese dado cuenta en ese preciso momento de que estaba allí. - Deja eso ahí - señalé con una mano la silla de la cual lo había cogido - Se puede lavar, mientras tanto, coge una toalla porque dudo que la manta sea demasiado cómoda - le lanzé una de las que había cerca mío dado que se encontraban más cerca de la ducha que no de la puerta, lógicamente. El echo de verla con una simple toalla cubriendole, para que negarlo, también iba a serme excitante si me ponía a pensar en ella. Bueno, si me ponía a pensarlo ¡qué demonios! ni aunque tuviese tres capas de ropa, de la ropa más fea de la ciudad. Ya la había visto, la habia visto entera y ademas contorneandose. ¿Se me iria en algún momento esa imagen de la cabeza? No mientras continuara a su lado.
Volví a meterme bajo la ducha en un movimiento rapido al ver que la erección empezaba a hacerse presente de nuevo ¡Joder! Ni que estuviera tan necesitado de sexo. Chasquee la lengua, apoyando ambas manos en los azulejos e inclinando la cabeza hacia abajo volviendo a cerrar los ojos. Esta vez si que quería pasar por alto su presencia, su olor, y todo lo que tuviera que ver con ella. Sobretodo esa imagen que tenía metida en la cabeza.
Mis atenciones volvieron a la pelirroja. La cortina no estaba corrida por lo que podía verla tan bien como ella a mi. Al principio no me moví del lugar y continué en el mismo estado, ignorandola prácticamente. Pero no tardé en separar mi cabeza del chorro de agua y abrir los ojos, mirandola por el rabillo de éstos. Sonreí ligeramente -no tanto como para que ella se diera cuenta- al observarla con toda la manta envolviendo su cuerpo ¡Parecía que iba aprendiendo! Aunque el cuerpo desnudo no me hubiese excitado al principio luego si lo hizo así que taparse era lo mejor para empezar a seguir mi consejo. Me complacía que no fuera una de esas provocadoras que luego intentaban dejarte con tres palmos de narices junto a una erección. Por suerte, para ella, pues la cosa no habría acabado bastante bien. Como no lo había echo con otras que siguieron ese patrón.
Pasé una mano por mi rostro para quitar el agua de él y así poder mirarla mejor, esta vez asegurandome de que se diera cuenta de mis movimientos. Como si me hubiese dado cuenta en ese preciso momento de que estaba allí. - Deja eso ahí - señalé con una mano la silla de la cual lo había cogido - Se puede lavar, mientras tanto, coge una toalla porque dudo que la manta sea demasiado cómoda - le lanzé una de las que había cerca mío dado que se encontraban más cerca de la ducha que no de la puerta, lógicamente. El echo de verla con una simple toalla cubriendole, para que negarlo, también iba a serme excitante si me ponía a pensar en ella. Bueno, si me ponía a pensarlo ¡qué demonios! ni aunque tuviese tres capas de ropa, de la ropa más fea de la ciudad. Ya la había visto, la habia visto entera y ademas contorneandose. ¿Se me iria en algún momento esa imagen de la cabeza? No mientras continuara a su lado.
Volví a meterme bajo la ducha en un movimiento rapido al ver que la erección empezaba a hacerse presente de nuevo ¡Joder! Ni que estuviera tan necesitado de sexo. Chasquee la lengua, apoyando ambas manos en los azulejos e inclinando la cabeza hacia abajo volviendo a cerrar los ojos. Esta vez si que quería pasar por alto su presencia, su olor, y todo lo que tuviera que ver con ella. Sobretodo esa imagen que tenía metida en la cabeza.
Victorio Lambert- Vampiro Clase Media
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
Carmmine estaba tan nerviosa que pensó que en cualquier momento comenzarían a temblarle las manos y eso sería como dejarse en evidencia, de la misma descarada manera en que Victorio lo hizo cuando presionó su miembro contra ella. Siempre había pensado que no tenía interés alguno en el contacto físico de ese tipo, pero ahora estaba realmente nerviosa por ello ¿Lo estaba deseando? Sacudió su cabeza para ahuyentar esas ideas, no es que le parecieran sucias ni nada por el estilo, pero si eran inapropiadas. Era una mala idea, una muy mala idea.
Ya le costaba bastante alejar la mirada de él, y parecía que Victorio apropósito la tentaba para que lo mirase, seguramente se estaba divirtiendo con eso. Suspiró y acarició resignada el maltrecho vestido, para desviar su atención, pensó incluso en ponerse a contar cada uno de los rasguños que tenía… cualquier cosa con tal de dejar la tentación de mirarlo.
Cuando le señalo la silla no se resistió recorrerlo con la mirada, desde los fornidos brazos hasta su torso empapado. Se mordió la lengua ella misma como castigo por aquello, debía dejar el vestido en la silla y mantener la compostura, lo segundo era más fácil decirlo que hacerlo. Ni siquiera pudo moverse del lugar, solo atinó a lanzar el vestido a la silla.
La toalla… la bendita toalla… sin duda sería más cómoda para ella, pero también dejaría más piel descubierta, de nuevo había que tazar las opciones… O eso quería, pero Victorio le lanzó una toalla de todos modos, pero para atraparla Carmmine tuvo que soltar la sábana con la que se cubría, y desastre, aquel maldito autoreflejo la dejaba vulnerable de nuevo, por suerte la misma toalla que había causado el problema la tapaba un poco, no lo suficiente pero algo.
- ¿Podrías voltear? – dijo mientras cerraba fuerte los ojos y estiraba un poco la toalla – No tardaré – dijo volteando ella también, aunque no tuviese forma de saber lo él lo haría, se sentiría un poco menos observada… quizás.
Esperó unos segundos y comenzó a envolverse con la toalla, era más pequeña de lo que pensaba y el resultado había sido contraproducente, apenas le cubría los pechos y le quedaba solo unos escasos centímetros más debajo de las nalgas. Lentamente se volvió, aun con los ojos cerrados, y encontró a Victorio con la cabeza bajo el agua de la ducha ¿La había mirado de más? ¿De ser así, importaba?
- Luego vendré a lavar el vestido – dijo ingenuamente, ya que sería casi imposible quitarle aquellas manchas – Cuando acabes… cuando acabes de ducharte – se apresuró a decir.
Se inclinó para recoger la sábana para devolverla a su lugar, lo más rápido posible, considerando lo incómoda que estaba con la toalla que apenas le cubría lo necesario. Salió casi corriendo del baño, y un profundo suspiro de alivio escapó de sus labios cuando dejó la puerta tal cual la había encontrado cuando entró, un poco abierta para que así escapara un poco el vapor de la ducha… aunque probablemente se estaría duchando con agua fría al igual que ella.
Se dejó caer sobre la cama, dejando que su sangre se calmara, pues eso era lo que la tenía así, su sangre corriendo a toda velocidad por sus venas. Ya había sido suficiente. Se paró de golpe y comenzó a ordenar la cama, lo que pasara desde ahora no sería responsabilidad suya.
Ya le costaba bastante alejar la mirada de él, y parecía que Victorio apropósito la tentaba para que lo mirase, seguramente se estaba divirtiendo con eso. Suspiró y acarició resignada el maltrecho vestido, para desviar su atención, pensó incluso en ponerse a contar cada uno de los rasguños que tenía… cualquier cosa con tal de dejar la tentación de mirarlo.
Cuando le señalo la silla no se resistió recorrerlo con la mirada, desde los fornidos brazos hasta su torso empapado. Se mordió la lengua ella misma como castigo por aquello, debía dejar el vestido en la silla y mantener la compostura, lo segundo era más fácil decirlo que hacerlo. Ni siquiera pudo moverse del lugar, solo atinó a lanzar el vestido a la silla.
La toalla… la bendita toalla… sin duda sería más cómoda para ella, pero también dejaría más piel descubierta, de nuevo había que tazar las opciones… O eso quería, pero Victorio le lanzó una toalla de todos modos, pero para atraparla Carmmine tuvo que soltar la sábana con la que se cubría, y desastre, aquel maldito autoreflejo la dejaba vulnerable de nuevo, por suerte la misma toalla que había causado el problema la tapaba un poco, no lo suficiente pero algo.
- ¿Podrías voltear? – dijo mientras cerraba fuerte los ojos y estiraba un poco la toalla – No tardaré – dijo volteando ella también, aunque no tuviese forma de saber lo él lo haría, se sentiría un poco menos observada… quizás.
Esperó unos segundos y comenzó a envolverse con la toalla, era más pequeña de lo que pensaba y el resultado había sido contraproducente, apenas le cubría los pechos y le quedaba solo unos escasos centímetros más debajo de las nalgas. Lentamente se volvió, aun con los ojos cerrados, y encontró a Victorio con la cabeza bajo el agua de la ducha ¿La había mirado de más? ¿De ser así, importaba?
- Luego vendré a lavar el vestido – dijo ingenuamente, ya que sería casi imposible quitarle aquellas manchas – Cuando acabes… cuando acabes de ducharte – se apresuró a decir.
Se inclinó para recoger la sábana para devolverla a su lugar, lo más rápido posible, considerando lo incómoda que estaba con la toalla que apenas le cubría lo necesario. Salió casi corriendo del baño, y un profundo suspiro de alivio escapó de sus labios cuando dejó la puerta tal cual la había encontrado cuando entró, un poco abierta para que así escapara un poco el vapor de la ducha… aunque probablemente se estaría duchando con agua fría al igual que ella.
Se dejó caer sobre la cama, dejando que su sangre se calmara, pues eso era lo que la tenía así, su sangre corriendo a toda velocidad por sus venas. Ya había sido suficiente. Se paró de golpe y comenzó a ordenar la cama, lo que pasara desde ahora no sería responsabilidad suya.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
No presté real atención a la chica. No podía simplemente. Estaba demasiado concentrado en mi mente para ello y aunque mi subconsciente la escuchó pidiendome que me volteara tampoco lo hice. Nisquiera la miraba y posiblemente esa petición venía echa por la verguenza al cambiarse ¿Por qué? Era una pregunta clave. Se había contorneado desnuda ante mi y ahora es cuando le entraba la verguenza. Ya podía haberle entrado antes. Antes de que mi mente se quedara con ese recuerdo. El recuerdo de la blanca piel y los dos pequeños bultos, solo ensombrecidos por el oscuro y a la vez rojizo color de sus pezones. ¡No! Simplemente tenía que dejar de pensar en eso.
Únicamente miré hacia la puerta cuando escuché que se entornaba. No la había cerrado del todo, tal y como yo la dejé. Ahora era cuidadosa, lo suficiente para darse cuenta de que enfadado no le gustaría verme. Pero ya era tarde. No estaba enfadado con ella ni iba a hacerlo. Lo estaba conmigo. Solo conmigo. Y no se me iba a quitar hasta que echara unos cuantos tragos y posiblemente emborrachara a mi mente con algo de alcohol. Sí, esa era la respuesta y todo lo que necesitaba. Probablemente era por no haber bebido de mi presa anterior que sentía esa sensación extraña en mi cuerpo ¿Qué otra cosa sería sino?.
No tardé en conseguir que mi erección se bajara, por suerte, el agua fría era muy efectiva. Cerré el agua y pasé una de las toallas por mi cuerpo, lo suficiente como para que no escurriera exageradamente pero no tanto como para secarme por completo. No era bueno. Tenía la necesidad de sentir todavía el agua sobre mi piel. El agua fría y que aplacara el calentamiento que podría producir el ver a la chica con la toalla que apenas y cubría algo de su cuerpo.
Y con esa misma toalla rodeé mis partes inferiores, si le había dicho a ella que tuviese cuidado con su cuerpo no iba yo a mostrarselo ahora. Posiblemente porque pasaría verguenza, bastante verguenza. La suficiente como para después no querer mirarme a la cara. Con todo lo que me había dicho estaba claro que no acostumbraba a ver cuerpos desnudos del sexo opuesto. Todavía me costaba creerme que fuese virgen, sin embargo, no tenía porque mentirme ni tampoco tenía porque importarme el echo de que lo fuera o no lo fuera. Simple indiferencia.
Abrí la puerta y parpadeé antes de localizarla sobre la cama. Se veía tan frágil y lo peor es que ella no parecía acabar de darse cuenta. Cuenta de que solo la poca consciencia que tenía la separaba de ser violada por mi. Tenía más fuerza, ella estaba débil. Pero eso no pasaría.
- Ya estoy, puedes lavar tu vestido. Me harías un favor si también lo hicieras con mi camisa, se manchó cuando bebí de ti. - apunté al mismo tiempo que cogía mis pantalones del suelo. El suelo dónde también yacía mi camiseta ensangrentada y mi ropa interior, la cual no iba a necesitar. Me sentía mucho más libre sin ella y lo mío nunca había sido ir cubierto por muchas capas de ropa. No era tan formal como para ello ni me dejaba ver tanto en público. Tampoco me importaba lo más mínimo la reacción ajena ni lo que pudieran considerarme por ello. Yo sabía lo que era y lo que no era. Eso si era suficiente.
Caminé hasta el lado más alejado de dónde estaba la chica y me senté en el borde, dándole la espalda. Con una mano revoloeé mi cabello mojado, dejando que algunas gotas me escurrieran por la espalda. ¿Qué estaba haciendo? Pues esperar a que la chica se marchara para yo poder cambiarme, como he dicho antes, dudo que le hiciese gracia verme desnudo y yo no quería que me viera. Ya había tenido suficiente.
Únicamente miré hacia la puerta cuando escuché que se entornaba. No la había cerrado del todo, tal y como yo la dejé. Ahora era cuidadosa, lo suficiente para darse cuenta de que enfadado no le gustaría verme. Pero ya era tarde. No estaba enfadado con ella ni iba a hacerlo. Lo estaba conmigo. Solo conmigo. Y no se me iba a quitar hasta que echara unos cuantos tragos y posiblemente emborrachara a mi mente con algo de alcohol. Sí, esa era la respuesta y todo lo que necesitaba. Probablemente era por no haber bebido de mi presa anterior que sentía esa sensación extraña en mi cuerpo ¿Qué otra cosa sería sino?.
No tardé en conseguir que mi erección se bajara, por suerte, el agua fría era muy efectiva. Cerré el agua y pasé una de las toallas por mi cuerpo, lo suficiente como para que no escurriera exageradamente pero no tanto como para secarme por completo. No era bueno. Tenía la necesidad de sentir todavía el agua sobre mi piel. El agua fría y que aplacara el calentamiento que podría producir el ver a la chica con la toalla que apenas y cubría algo de su cuerpo.
Y con esa misma toalla rodeé mis partes inferiores, si le había dicho a ella que tuviese cuidado con su cuerpo no iba yo a mostrarselo ahora. Posiblemente porque pasaría verguenza, bastante verguenza. La suficiente como para después no querer mirarme a la cara. Con todo lo que me había dicho estaba claro que no acostumbraba a ver cuerpos desnudos del sexo opuesto. Todavía me costaba creerme que fuese virgen, sin embargo, no tenía porque mentirme ni tampoco tenía porque importarme el echo de que lo fuera o no lo fuera. Simple indiferencia.
Abrí la puerta y parpadeé antes de localizarla sobre la cama. Se veía tan frágil y lo peor es que ella no parecía acabar de darse cuenta. Cuenta de que solo la poca consciencia que tenía la separaba de ser violada por mi. Tenía más fuerza, ella estaba débil. Pero eso no pasaría.
- Ya estoy, puedes lavar tu vestido. Me harías un favor si también lo hicieras con mi camisa, se manchó cuando bebí de ti. - apunté al mismo tiempo que cogía mis pantalones del suelo. El suelo dónde también yacía mi camiseta ensangrentada y mi ropa interior, la cual no iba a necesitar. Me sentía mucho más libre sin ella y lo mío nunca había sido ir cubierto por muchas capas de ropa. No era tan formal como para ello ni me dejaba ver tanto en público. Tampoco me importaba lo más mínimo la reacción ajena ni lo que pudieran considerarme por ello. Yo sabía lo que era y lo que no era. Eso si era suficiente.
Caminé hasta el lado más alejado de dónde estaba la chica y me senté en el borde, dándole la espalda. Con una mano revoloeé mi cabello mojado, dejando que algunas gotas me escurrieran por la espalda. ¿Qué estaba haciendo? Pues esperar a que la chica se marchara para yo poder cambiarme, como he dicho antes, dudo que le hiciese gracia verme desnudo y yo no quería que me viera. Ya había tenido suficiente.
Victorio Lambert- Vampiro Clase Media
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
Siempre había sido buena con las labores domésticas, aunque en realidad nunca hubiese sido necesaria que se encargara de ellas, salvo dos ocasiones: cuando estuvo en cautiverio y el tiempo que pasó con su creador en Londres. Ahora le servirían de práctica, pensó. Devolvió la sábana a su lugar, dejándola perfectamente estirada, sin la más mínima arruga, aunque eso en realidad no fuese tan importante, mantenía su mente ocupada lejos del recuerdo de Victorio desnudo en el baño, imagen que se le repitió varias veces luego de haber escapado del baño.
Mulló un poco las almohadas y las volvió a poner en su lugar, terminando con ello de ordenar la cama, así que decidió recostarse a descansar un poco mientras esperaba que el baño se desocupara para lavar su maltrecho vestido. Se volteó de modo de que no pudiese verlo al salir, no quería toparse con otra “sorpresa”, así que cerró los ojos y consiguió dormir un poco hasta que el ruido de la puerta abriéndose la sacó de su sueño. Se incorporó rápidamente sentándose en la cama, pero resistiéndose a voltear para mirarlo por miedo a que estuviese desnudo.
“Ya estoy”, escuchó detrás de ella e interpretándolo como un “ya puedes voltear”, se levantó de la cama para mirarlo, tragó un poco de saliva disimuladamente al ver que solo llevaba una toalla cubriéndole su parte inferior, dejando el torso descubierto, que se encontraba perlado con pequeñas gotitas de agua. Lo vio señalar el piso, pero la cama irrumpía la vista de lo que debía ser su ropa tirada. Así que para evitar prolongar ese incómodo momento, solo asintió y caminó rápidamente… pero acabó por chocar con otro problema.
Victorio se había sentado en el borde de la cama, el más cercano al baño, y muy cerca de él estaba su ropa. Tendría que inclinarse para recogerla y la toalla que apenas le cubría, seguramente dejaría ver tanto su escote como sus nalgas, pero no podía hacer nada, ¿Acaso iba a pedirle amablemente que cerrara los ojos o se volteara? Pensó que ya lo había cabreado bastante con su intrusión en el baño, sumado al hecho de que había manchado su camisa, esto último quizás no era tan importante pero en estos momentos creía que hasta su respiración podría molestarlo.
Cerró los ojos con fuerza y se inclinó para recoger la camisa ensangrentada, tratando de doblar las rodillas un poco para no dejar tan a la vista sus nalgas. Lo que no previó fue que al recoger la ropa con los ojos cerrados terminaría recogiendo también su ropa interior, hecho del que no se dio cuenta sino hasta que se hubo levantado para dirigir la mirada hacia lo que había recogido para así evitar ver el torso desnudo de Victorio. Dio un pequeño salto y casi tiró aquello que trabajosamente había conseguido recoger, apretó con más fuerza las prendas que tenía en sus manos para que sus temblorosas manos no las tiraran y se apresuró a entrar al baño, dejando la puerta completamente abierta, sin querer, debido a los nervios.
Tiró su ropa interior al otro lado del baño, cerca de la puerta, lo más lejos posible de ella mientras se disponía a llenar la bañera, ya que su vestido supondría una dificultad extra al tener que quitar la sangre del impecable blanco que debería tener la camisa. Tomó la camisa con ambas manos, acariciándola con los pulgares para así sentir el suave tacto que hace un rato había sentido sobre sus pechos y no pudo evitar llevarla a su rostro para sentir su aroma, al tiempo que daba un par de lamidas a la sangre, para luego lanzarla a la bañera para que ésta saliera un poco antes de fregarla. Mientras esperaba se llevó las manos a los pechos, sopesándolos, pensando en que quizás eran demasiado pequeños, aunque claro, no podía esperar más de un cuerpo de una chica de diecisiete años. Perdida pensando en tonterías estaba, sin darse cuenta de que la puerta se encontraba completamente abierta, y que debido al ángulo del lugar en que se encontraba, Victorio no tendría dificultad alguna para verla desde el borde de la cama, lugar en que lo vio por última vez. Debía acabar de lavar, así que siguió sin darse cuenta de aquel pequeño detalle.
Comenzó a fregar la mancha con una barra de jabón que encontró en el lavabo, alternando aquello con tirones que le daba a la única prenda que llevaba puesta, pues le incomodaba demasiado para aquella labor, tanto que acabó dejándola caer, convencida de que Victorio estaría recostado en la cama, quizás durmiendo. Con un lastre menos, acabó rápidamente de quitar por completo la mancha y estiró la camisa frente a ella, orgullosa del resultado. Repitió el mismo proceso pero ahora con su vestido, la ropa interior no la necesitaría, tampoco es que necesitara el corsé para mantener su figura en su lugar, así que cuando hubo acabado volvió a vestirse con la toalla para salir finalmente del baño.
- Deje la ropa secándose sobre la silla – dijo algo nerviosa mientras se alisaba un poco la toalla, esperando secretamente que se alargara un poco, aunque fuese imposible – Conseguí quitarle toda la sangre a tu camisa – dijo infantilmente, como esperando una palabra de aprobación.
Caminó de nuevo hasta su lado de la cama, y se sentó en el borde de ésta, dándole la espalda, esperando que dijese algo, mientras se recostaba por sobre las sábanas, cerrando los ojos para intentar en vano dormir, ya que con él en la misma cama sería imposible.
Mulló un poco las almohadas y las volvió a poner en su lugar, terminando con ello de ordenar la cama, así que decidió recostarse a descansar un poco mientras esperaba que el baño se desocupara para lavar su maltrecho vestido. Se volteó de modo de que no pudiese verlo al salir, no quería toparse con otra “sorpresa”, así que cerró los ojos y consiguió dormir un poco hasta que el ruido de la puerta abriéndose la sacó de su sueño. Se incorporó rápidamente sentándose en la cama, pero resistiéndose a voltear para mirarlo por miedo a que estuviese desnudo.
“Ya estoy”, escuchó detrás de ella e interpretándolo como un “ya puedes voltear”, se levantó de la cama para mirarlo, tragó un poco de saliva disimuladamente al ver que solo llevaba una toalla cubriéndole su parte inferior, dejando el torso descubierto, que se encontraba perlado con pequeñas gotitas de agua. Lo vio señalar el piso, pero la cama irrumpía la vista de lo que debía ser su ropa tirada. Así que para evitar prolongar ese incómodo momento, solo asintió y caminó rápidamente… pero acabó por chocar con otro problema.
Victorio se había sentado en el borde de la cama, el más cercano al baño, y muy cerca de él estaba su ropa. Tendría que inclinarse para recogerla y la toalla que apenas le cubría, seguramente dejaría ver tanto su escote como sus nalgas, pero no podía hacer nada, ¿Acaso iba a pedirle amablemente que cerrara los ojos o se volteara? Pensó que ya lo había cabreado bastante con su intrusión en el baño, sumado al hecho de que había manchado su camisa, esto último quizás no era tan importante pero en estos momentos creía que hasta su respiración podría molestarlo.
Cerró los ojos con fuerza y se inclinó para recoger la camisa ensangrentada, tratando de doblar las rodillas un poco para no dejar tan a la vista sus nalgas. Lo que no previó fue que al recoger la ropa con los ojos cerrados terminaría recogiendo también su ropa interior, hecho del que no se dio cuenta sino hasta que se hubo levantado para dirigir la mirada hacia lo que había recogido para así evitar ver el torso desnudo de Victorio. Dio un pequeño salto y casi tiró aquello que trabajosamente había conseguido recoger, apretó con más fuerza las prendas que tenía en sus manos para que sus temblorosas manos no las tiraran y se apresuró a entrar al baño, dejando la puerta completamente abierta, sin querer, debido a los nervios.
Tiró su ropa interior al otro lado del baño, cerca de la puerta, lo más lejos posible de ella mientras se disponía a llenar la bañera, ya que su vestido supondría una dificultad extra al tener que quitar la sangre del impecable blanco que debería tener la camisa. Tomó la camisa con ambas manos, acariciándola con los pulgares para así sentir el suave tacto que hace un rato había sentido sobre sus pechos y no pudo evitar llevarla a su rostro para sentir su aroma, al tiempo que daba un par de lamidas a la sangre, para luego lanzarla a la bañera para que ésta saliera un poco antes de fregarla. Mientras esperaba se llevó las manos a los pechos, sopesándolos, pensando en que quizás eran demasiado pequeños, aunque claro, no podía esperar más de un cuerpo de una chica de diecisiete años. Perdida pensando en tonterías estaba, sin darse cuenta de que la puerta se encontraba completamente abierta, y que debido al ángulo del lugar en que se encontraba, Victorio no tendría dificultad alguna para verla desde el borde de la cama, lugar en que lo vio por última vez. Debía acabar de lavar, así que siguió sin darse cuenta de aquel pequeño detalle.
Comenzó a fregar la mancha con una barra de jabón que encontró en el lavabo, alternando aquello con tirones que le daba a la única prenda que llevaba puesta, pues le incomodaba demasiado para aquella labor, tanto que acabó dejándola caer, convencida de que Victorio estaría recostado en la cama, quizás durmiendo. Con un lastre menos, acabó rápidamente de quitar por completo la mancha y estiró la camisa frente a ella, orgullosa del resultado. Repitió el mismo proceso pero ahora con su vestido, la ropa interior no la necesitaría, tampoco es que necesitara el corsé para mantener su figura en su lugar, así que cuando hubo acabado volvió a vestirse con la toalla para salir finalmente del baño.
- Deje la ropa secándose sobre la silla – dijo algo nerviosa mientras se alisaba un poco la toalla, esperando secretamente que se alargara un poco, aunque fuese imposible – Conseguí quitarle toda la sangre a tu camisa – dijo infantilmente, como esperando una palabra de aprobación.
Caminó de nuevo hasta su lado de la cama, y se sentó en el borde de ésta, dándole la espalda, esperando que dijese algo, mientras se recostaba por sobre las sábanas, cerrando los ojos para intentar en vano dormir, ya que con él en la misma cama sería imposible.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
Lo que pasó después de que me sentara fue..sinceramente, no tengo palabras para describirlo ¡Pero como podía ser tan endemoniadamente sexy! ¿Me estaba camelando? ¿Lo hacía a proposito? Era imposible que esa sensualidad que desprendía lo hiciera sin darse cuenta. Pero por el cuidado que tenía, como si me tuviese miedo, deduje finalmente que si. No lo lo estaba haciendo a proposito. Y en parte eso era lo que se me hacía más sensual..Mis ojos no se apartaron de ella en unos cuantos minutos, desde que estuvo arrodillada frente a mi hasta que vi como se desnudaba mientras limpiaba la ropa. Allí, en cuclillas frente a la bañera, viendo la espalda completamente desnuda. Imaginandome de nuevo sus pechos.
Me tiré hacia detrás soltando un fuerte suspiro y tumbando mi cuerpo en la cama.Tapandome los ojos con uno de mis brazos. No hacía falta que viera mi miembro para saber que ya estaba duro. Otra vez..La tercera o tal vez la cuarta desde que habiamos entrado en esa habitación. ¡Joder! Empezé a maldecir para mis adentros infinitas veces. Infinitos vocablos que podrian considerarse toda una blasfemia de llegarlos a decir en voz alta. No me gustaba nada el no tener lo que quería. Y en ese momento la quería a ella, sobre mi, sobre mi miembro. Moviendose con esas caderas tan sugerente como lo había sido hacia un momento. Mordí mi labio con fuerza casi haciendome sangre o, tal vez, haciendomela. Ya nisiquiera eso me importaba. Tenía que centrar mi mente en otra cosa ¡Yo que sé! Cualquier cosa que no fuese esa mujer.
Lentamente, al pasar los minutos me fui calmando. La furia de mi interior se fue tranquilizando. Sí, por fin conseguía calmarme. Pero la voz de la muchacha no tardó en aparecer de nuevo. Ni me digné en mirarla o contestarle. No, estaba interrumpiendome de nuevo en mi intento por que mi verga no estuviese dura. Y al parecer no iba a conseguirlo..No iba a hacerlo porque no le daba la gana.
Y me quité lo que me impedía ver para intentar localizarla en la habitación porque había tomado una decisión. Y juraba por mi propio nombre que esta vez nada me haría cambiar de opinión ¡Nada! Nisiquiera su inocencia. Ya fuese fingida o verdadera. No me iba a entorpecer porque no pensaba dejarla. Simplemente No. En mi cabeza no rondaba otra palabra. Cuando la vi a mi lado me incorporé sin hacer ningún ruido. Parecía muy tranquila, incluso dormida..¿Estaría dormida? Con todo lo que había pasado y aún así esta chica era capaz de dormirse ¡Tan poco importante me consideraba? ¿Tan poca amenaza como para relajarse después de todo lo que había ocurrido? Apreté la mano sobre la sábana, eso me había enfurecido porque no me conocía. Y de conocerme no se habría atrevido a seguir dos segundos más a mi lado. De conocer todo lo que podría hacerle siquiera habría respirado en mi presencia. Y era cierto ¡Demonios! Estaba siendo demasiado blando con ella.
Me acerqué hasta que la volteé de medio lado, rápido, sin darle tiempo a que se resistiera o me hablara. Me situé tras suyo y pasé una mano por debajo de su cabeza con la misión de tapar su boca. La otra se puso en su cintura y recorrió todo el camino hasta que fué a su sexo. Directo. Porque ahora nada iba a detenerme. No iba a verla siquiera, su rostro no iba a pararme esa vez. Ya no desprendería esa inocencia. - No hables, no grites, no pienses en huir - ordené, hablandole o mejor dicho, susurrandole a su oido. - Estoy excitado y es tu culpa, no puedo bajarlo asi que vas a tener que ayudarme te guste o no te guste - no le daba opciones ni era suave o delicado. Nada de eso. Para entonces mi mano ya se había deslizado entre sus muslos y un dedo acarició sus labios inferiores, por el momento, solo lo acariciaban - No voy a desvirgarte, simplemente, ayúdame ¿deacuerdo? - no iba a apartar mi mano hasta que me asegurara de que no gritaría. Y la tenía bien sujeta, lo suficiente como para que no escapara. Froté mi entrepierna contra su trasero como indicativo de lo que le había dicho y, aunque no hubiese estado nunca con un hombre sabía lo que tenía que hacer para calmarme. Exactamente lo mismo que estaba haciendole yo a ella. Y si no lo sabía yo iba a enseñarlo.
Pero esta vez nada iba a salvarla de sentir mis dedos hundirse en ella.
Me tiré hacia detrás soltando un fuerte suspiro y tumbando mi cuerpo en la cama.Tapandome los ojos con uno de mis brazos. No hacía falta que viera mi miembro para saber que ya estaba duro. Otra vez..La tercera o tal vez la cuarta desde que habiamos entrado en esa habitación. ¡Joder! Empezé a maldecir para mis adentros infinitas veces. Infinitos vocablos que podrian considerarse toda una blasfemia de llegarlos a decir en voz alta. No me gustaba nada el no tener lo que quería. Y en ese momento la quería a ella, sobre mi, sobre mi miembro. Moviendose con esas caderas tan sugerente como lo había sido hacia un momento. Mordí mi labio con fuerza casi haciendome sangre o, tal vez, haciendomela. Ya nisiquiera eso me importaba. Tenía que centrar mi mente en otra cosa ¡Yo que sé! Cualquier cosa que no fuese esa mujer.
Lentamente, al pasar los minutos me fui calmando. La furia de mi interior se fue tranquilizando. Sí, por fin conseguía calmarme. Pero la voz de la muchacha no tardó en aparecer de nuevo. Ni me digné en mirarla o contestarle. No, estaba interrumpiendome de nuevo en mi intento por que mi verga no estuviese dura. Y al parecer no iba a conseguirlo..No iba a hacerlo porque no le daba la gana.
Y me quité lo que me impedía ver para intentar localizarla en la habitación porque había tomado una decisión. Y juraba por mi propio nombre que esta vez nada me haría cambiar de opinión ¡Nada! Nisiquiera su inocencia. Ya fuese fingida o verdadera. No me iba a entorpecer porque no pensaba dejarla. Simplemente No. En mi cabeza no rondaba otra palabra. Cuando la vi a mi lado me incorporé sin hacer ningún ruido. Parecía muy tranquila, incluso dormida..¿Estaría dormida? Con todo lo que había pasado y aún así esta chica era capaz de dormirse ¡Tan poco importante me consideraba? ¿Tan poca amenaza como para relajarse después de todo lo que había ocurrido? Apreté la mano sobre la sábana, eso me había enfurecido porque no me conocía. Y de conocerme no se habría atrevido a seguir dos segundos más a mi lado. De conocer todo lo que podría hacerle siquiera habría respirado en mi presencia. Y era cierto ¡Demonios! Estaba siendo demasiado blando con ella.
Me acerqué hasta que la volteé de medio lado, rápido, sin darle tiempo a que se resistiera o me hablara. Me situé tras suyo y pasé una mano por debajo de su cabeza con la misión de tapar su boca. La otra se puso en su cintura y recorrió todo el camino hasta que fué a su sexo. Directo. Porque ahora nada iba a detenerme. No iba a verla siquiera, su rostro no iba a pararme esa vez. Ya no desprendería esa inocencia. - No hables, no grites, no pienses en huir - ordené, hablandole o mejor dicho, susurrandole a su oido. - Estoy excitado y es tu culpa, no puedo bajarlo asi que vas a tener que ayudarme te guste o no te guste - no le daba opciones ni era suave o delicado. Nada de eso. Para entonces mi mano ya se había deslizado entre sus muslos y un dedo acarició sus labios inferiores, por el momento, solo lo acariciaban - No voy a desvirgarte, simplemente, ayúdame ¿deacuerdo? - no iba a apartar mi mano hasta que me asegurara de que no gritaría. Y la tenía bien sujeta, lo suficiente como para que no escapara. Froté mi entrepierna contra su trasero como indicativo de lo que le había dicho y, aunque no hubiese estado nunca con un hombre sabía lo que tenía que hacer para calmarme. Exactamente lo mismo que estaba haciendole yo a ella. Y si no lo sabía yo iba a enseñarlo.
Pero esta vez nada iba a salvarla de sentir mis dedos hundirse en ella.
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
Necesitaba descansar de todo esto, había pensado que sería en vano todo intento por dormir, pero solo había subestimado el real cansancio que sentía en ese momento, así que disminuyó la presión que mantenía sus ojos cerrados para relajarse y abandonarse a un tal vez merecido sueño. Su respiración volvió a la normalidad, al igual que sus latidos, y simplemente se durmió, olvidando el lugar y la compañía. Ni siquiera soñó, el cansancio no dejaba que su subconsciente…
Luego la desesperación. Lo único que sintió luego fue un par de manos apresándola. Una apresaba sus labios para callarla y la otra en su cintura evitando que se moviera. El instinto la hizo forcejear y moverse para tratar de liberarse de… ¡Lo había olvidado! Esta no era una de sus recurrentes pesadillas, no estaba en su habitación ni tenía la posibilidad de volver a dormirse tranquilamente; su realidad era otra, estaba con un hombre del que apenas conocía el nombre y que ahora estaba intentando… aprovecharse de ella luego de que horas antes la había salvado de morir bajo el sol destructor.
¡Cómo iba a entenderlo! Primero le había dicho que no le importaba lo que le pasara, luego la salvó arriesgándose a volverse ceniza junto a ella, y ahora intentaba… No, dijo que no iba a desvirgarla ¿Pero cuál era la diferencia? La tenía amordazada y tenía una mano en su sexo… y estaba ¡Desnuda! Ya se sentía violada y eso que apenas… era un dedo…
Tanto sus pensamientos como sus movimientos eran erráticos y esas palabras despiadadas que le susurraba, que seguramente tenían la misión de informarla y tratar de calmarla, pero no hacían más que asustarla. Y luego aquel remedo de embestida que constituía ese roce en sus nalgas, terminó por resignarla, sentía como su excitado miembro se presionaba contra ella. Pero no era su culpa, pensó, ¡Fue él quien le pasó la bendita toalla! ¡Fue él quien le dijo que no le haría nada si dejaba de provocarlo! ¡Y ella no lo hizo!
Comenzó a respirar profundamente para intentar de tranquilizarse, sus colmillos se habían extendido como mecanismo de autodefensa e iba a usarlos para al menos tratar de llegar a un acuerdo con él. Así que como pudo abrió separó los labios y lo mordió, no demasiado, pero aun así unas cuantas gotitas de su sangre quedaron en sus labios.
- Por favor quítame tus manos de encima – dijo tratando de sonar lo más calmada posible para no ser amordazada nuevamente por su mano u otro objeto – No he hecho absolutamente nada para provocarte –
Lo cierto era que no lo entendía, ella no había hecho nada y era injusto que se comportara así, así que trataría de razonar con él, en la medida de posible, ya que sabía que en lo que a fuerza tenía que ver, ella llevaba las de perder. Disminuyó la tensión de su cuerpo para que notara que podría ser dócil con él, si dejaba de tratarla de ese modo, pero aun así no sabía si estaría dispuesta a “ayudarlo” de esa forma. Quizás podría… pero a cambio de que no siguiera tocando esa parte de su cuerpo.
- Voy… - dijo con un débil hilo de voz – Voy a… ayudarte, pero no sigas, por favor – dijo en un tono casi suplicante, refiriéndose a esa casi imperceptible caricia en su entrepierna que le ocasionaba extraños escalofríos en todo su cuerpo.
De a oídas conocía la forma en que las mujeres que laboraban en el burdel se encargaban de esos asuntos, pero si no había tenido ningún tipo de contacto sexual ¿Por qué esperaba que supiese de esas cosas? Sería una completa ingenua de no ser por aquellas ocasiones en que había ido al burdel a beber y observar el espectáculo.
Llevó la mano con la que tenía más libertad, debido a la forma en la que él la tenía sobre la cama, sobre la que Victorio tenía en su sexo, para intentar que aceptase aquella oferta que le había hecho. Estaba dispuesta incluso a… tocarlo, si con ello se escapaba de aquel infernal roce.
Luego la desesperación. Lo único que sintió luego fue un par de manos apresándola. Una apresaba sus labios para callarla y la otra en su cintura evitando que se moviera. El instinto la hizo forcejear y moverse para tratar de liberarse de… ¡Lo había olvidado! Esta no era una de sus recurrentes pesadillas, no estaba en su habitación ni tenía la posibilidad de volver a dormirse tranquilamente; su realidad era otra, estaba con un hombre del que apenas conocía el nombre y que ahora estaba intentando… aprovecharse de ella luego de que horas antes la había salvado de morir bajo el sol destructor.
¡Cómo iba a entenderlo! Primero le había dicho que no le importaba lo que le pasara, luego la salvó arriesgándose a volverse ceniza junto a ella, y ahora intentaba… No, dijo que no iba a desvirgarla ¿Pero cuál era la diferencia? La tenía amordazada y tenía una mano en su sexo… y estaba ¡Desnuda! Ya se sentía violada y eso que apenas… era un dedo…
Tanto sus pensamientos como sus movimientos eran erráticos y esas palabras despiadadas que le susurraba, que seguramente tenían la misión de informarla y tratar de calmarla, pero no hacían más que asustarla. Y luego aquel remedo de embestida que constituía ese roce en sus nalgas, terminó por resignarla, sentía como su excitado miembro se presionaba contra ella. Pero no era su culpa, pensó, ¡Fue él quien le pasó la bendita toalla! ¡Fue él quien le dijo que no le haría nada si dejaba de provocarlo! ¡Y ella no lo hizo!
Comenzó a respirar profundamente para intentar de tranquilizarse, sus colmillos se habían extendido como mecanismo de autodefensa e iba a usarlos para al menos tratar de llegar a un acuerdo con él. Así que como pudo abrió separó los labios y lo mordió, no demasiado, pero aun así unas cuantas gotitas de su sangre quedaron en sus labios.
- Por favor quítame tus manos de encima – dijo tratando de sonar lo más calmada posible para no ser amordazada nuevamente por su mano u otro objeto – No he hecho absolutamente nada para provocarte –
Lo cierto era que no lo entendía, ella no había hecho nada y era injusto que se comportara así, así que trataría de razonar con él, en la medida de posible, ya que sabía que en lo que a fuerza tenía que ver, ella llevaba las de perder. Disminuyó la tensión de su cuerpo para que notara que podría ser dócil con él, si dejaba de tratarla de ese modo, pero aun así no sabía si estaría dispuesta a “ayudarlo” de esa forma. Quizás podría… pero a cambio de que no siguiera tocando esa parte de su cuerpo.
- Voy… - dijo con un débil hilo de voz – Voy a… ayudarte, pero no sigas, por favor – dijo en un tono casi suplicante, refiriéndose a esa casi imperceptible caricia en su entrepierna que le ocasionaba extraños escalofríos en todo su cuerpo.
De a oídas conocía la forma en que las mujeres que laboraban en el burdel se encargaban de esos asuntos, pero si no había tenido ningún tipo de contacto sexual ¿Por qué esperaba que supiese de esas cosas? Sería una completa ingenua de no ser por aquellas ocasiones en que había ido al burdel a beber y observar el espectáculo.
Llevó la mano con la que tenía más libertad, debido a la forma en la que él la tenía sobre la cama, sobre la que Victorio tenía en su sexo, para intentar que aceptase aquella oferta que le había hecho. Estaba dispuesta incluso a… tocarlo, si con ello se escapaba de aquel infernal roce.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
Pasé de tensión a diversión en cuestión de segundos. Con sus simples palabras de rebeldía y al mismo tiempo súplica no solo acabó de excitarme lo poco que me faltaba sino que, curiosamente, también me relajó. Entonces fué cuando realmente supe que aquello lo deseaba. Que lo iba a sentir como ninguna otra y que en el fondo de esa súplica de que la soltara había otra. Un trasfondo. "No me sueltes" "Pruevame que tan duro eres" ¡Oh si! las provocaciones me encantaban y era un experto en reconocerlas. Precisamente no sabría mucho de..amor, pero de temas de cama si era como un científico hablando de física cuantica. Y no solo eso ¿Se olvidaba que podía olerla? Olía temor, olía excitación, olía deseo. Lo olía absolutamente todo. ¿Me olería ella a mi?.
Respiré de manera agitada, excitado, junto a su oído. Lo mordí rozandole con los colmillos ligeramente grandes, no del todo, no tenía sed de sangre pero al excitarme era una reacción física inevitable. Como las erecciones. ¿Qué hacer? ¿Dejarla? Casí me reí de mi mismo al pensar eso ¿Desde cuando dejaba a una presa? Porque eso era en lo que ella se había convertido, una presa. Sin quererlo. Sin plantearselo. La había salvado de un tejado. De sucidarse y ahora la había convertido en mi presa solo porque a mi me daba la real gana ¡Y porque no había dejado de provocarme! Ella se lo había buscado. Sí, de eso me tenía que convencer porque ¿Qué tenía de especial? Absolutamente nada. Era una mujer como otra cualquiera. Sí...
Mis dedos se pararon durante unos segundos, como si fuese a dejarla tal y como me había pedido. Jugar, jugar con ella me complacía de sobremanera. Jugar con sus sentimientos y emociones. Por lo que tras darle ese momento de tregua volví a moverlos. Empezaba a hacerse una humedad presente cno solo por el tacto sino también por el olfato. Dejé de dedicarle atención a ese botoncito y ahora ambos dedos se deslizaron por sus labios, aventurandose a entrar entre ellos aunque sin penetrarla, pero con esa intención. .- Shh..no hables, no te resistas, no pienses..solo siente.. - susurré con la misma sensualidad con la que había hablado antes. La mano en su cintura viajó hasta el borde de la toalla, el borde de su escote y no tardé en bajarlo hasta que uno de sus senos quedó al descubierto. Agarré el pezón con un par de mis dedos. - Sienteme y no me temas, no te daré dolor..solo placer.. - mis manos se movieron ambas de manera coordinada y mis labios fueron hasta su nuca, dejando varios besos y arañazos con mis colmillos por el lugar.
¿Qué importaba lo que ocurriese? Si no era con ella tendría que irme a buscar a otra que estuviese por allí para que me satisfaciese y ya que ella me lo había provocado -por mucho que no lo aceptara- ella tendría que arreglarlo y pagar por ello.
Respiré de manera agitada, excitado, junto a su oído. Lo mordí rozandole con los colmillos ligeramente grandes, no del todo, no tenía sed de sangre pero al excitarme era una reacción física inevitable. Como las erecciones. ¿Qué hacer? ¿Dejarla? Casí me reí de mi mismo al pensar eso ¿Desde cuando dejaba a una presa? Porque eso era en lo que ella se había convertido, una presa. Sin quererlo. Sin plantearselo. La había salvado de un tejado. De sucidarse y ahora la había convertido en mi presa solo porque a mi me daba la real gana ¡Y porque no había dejado de provocarme! Ella se lo había buscado. Sí, de eso me tenía que convencer porque ¿Qué tenía de especial? Absolutamente nada. Era una mujer como otra cualquiera. Sí...
Mis dedos se pararon durante unos segundos, como si fuese a dejarla tal y como me había pedido. Jugar, jugar con ella me complacía de sobremanera. Jugar con sus sentimientos y emociones. Por lo que tras darle ese momento de tregua volví a moverlos. Empezaba a hacerse una humedad presente cno solo por el tacto sino también por el olfato. Dejé de dedicarle atención a ese botoncito y ahora ambos dedos se deslizaron por sus labios, aventurandose a entrar entre ellos aunque sin penetrarla, pero con esa intención. .- Shh..no hables, no te resistas, no pienses..solo siente.. - susurré con la misma sensualidad con la que había hablado antes. La mano en su cintura viajó hasta el borde de la toalla, el borde de su escote y no tardé en bajarlo hasta que uno de sus senos quedó al descubierto. Agarré el pezón con un par de mis dedos. - Sienteme y no me temas, no te daré dolor..solo placer.. - mis manos se movieron ambas de manera coordinada y mis labios fueron hasta su nuca, dejando varios besos y arañazos con mis colmillos por el lugar.
¿Qué importaba lo que ocurriese? Si no era con ella tendría que irme a buscar a otra que estuviese por allí para que me satisfaciese y ya que ella me lo había provocado -por mucho que no lo aceptara- ella tendría que arreglarlo y pagar por ello.
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
Su mente no dejaba de buscar una salida a lo que estaba siendo forzada, cada una más descabellada que la anterior, iban desde fingir un desmayo hasta comenzar a gritar desesperadamente hasta que el vulgar sujeto que parecía dueño de la posada se viese obligado de intervenir. Pero aquella pequeña mordida en el lóbulo de su oído la devolvió a la realidad, no sacaba nada con urdir una forma de escabullirse, él no la dejaría.
Un suspiro de alivio se deslizó por sus labios cuando su mano detuvo las caricias en ella, pero no iba a sentirse a salvo aun, porque se detuvo mas no le quitó las manos de encima. Esas perturbadoras caricias habían mellado su tranquilidad y su orgullo, pues nunca había sentido una mano ajena en aquella zona tan íntima ¡Ni siquiera ella misma! Con esas intenciones… No sabía exactamente porque esos placeres no le interesaban, llevaba demasiado tiempo cargando su gélido cuerpo como darle atención a cosas que consideraba meras nimiedades. La eternidad era mucho tiempo, pero aun así prefería desvivirse en los placeres intelectuales.
De pronto un extraño aroma llenó su olfato, un aroma que parecía venir de ella misma ¡No podía ser cierto! ¿¡Cómo pudo haberse excitado en condiciones como estas?! Estaba siendo prácticamente abusada y aun así su cuerpo la había traicionado, haciendo latente aquella humedad en su centro.
Prácticamente comenzó a retorcerse entre sus brazos, cuando aquellas caricias que hasta el momento habían sido suaves y apenas imperceptibles, dieron paso a un acto aún más aterrador, Victorio puso sus dedos entre los labios de su sexo, seguramente estaba dispuesto a penetrarla con ellos… Sus palabras no servían en absoluto para calmarla, al contrario, no hacían más que asustarla por lo que seguramente vendría. Ahora su otra mano se ocupaba de uno de sus pechos, atrapando uno de sus pezones, y haciendo que su cuerpo completo se estremeciera hasta hacerla arquear la espalda, pegando aún más sus nalgas al miembro excitado de miembro de él.
- Por favor… No quiero… - consiguió susurrar a duras penas – Detente… Por favor... – acabó por suplicar… lisa y llanamente suplicar porque detuviese sus infernales caricias.
Ya había comenzado a soltar unas cuantas lágrimas, resultado de la desesperación que su mente tenía, que evidentemente contrastaba con las reacciones de su cuerpo, que parecía querer separarse de las ideas de Carmmine para averiguar qué tan lejos podría llegar esa sensación de placer. Pero lamentablemente, quien controlaba al final, era su mente, que seguía resistiéndose a él.
- Haré… lo que quieras… - dijo tratando de contener esas tibias lágrimas que resbalaban por su mejilla – Pero por favor… no hagas eso… -
Ella sabía perfectamente el alcance de la primera frase, de verdad estaba dispuesta a hacer lo que quisiese con tal de que no introdujese nada en su sexo… Lo que fuera…
Un suspiro de alivio se deslizó por sus labios cuando su mano detuvo las caricias en ella, pero no iba a sentirse a salvo aun, porque se detuvo mas no le quitó las manos de encima. Esas perturbadoras caricias habían mellado su tranquilidad y su orgullo, pues nunca había sentido una mano ajena en aquella zona tan íntima ¡Ni siquiera ella misma! Con esas intenciones… No sabía exactamente porque esos placeres no le interesaban, llevaba demasiado tiempo cargando su gélido cuerpo como darle atención a cosas que consideraba meras nimiedades. La eternidad era mucho tiempo, pero aun así prefería desvivirse en los placeres intelectuales.
De pronto un extraño aroma llenó su olfato, un aroma que parecía venir de ella misma ¡No podía ser cierto! ¿¡Cómo pudo haberse excitado en condiciones como estas?! Estaba siendo prácticamente abusada y aun así su cuerpo la había traicionado, haciendo latente aquella humedad en su centro.
Prácticamente comenzó a retorcerse entre sus brazos, cuando aquellas caricias que hasta el momento habían sido suaves y apenas imperceptibles, dieron paso a un acto aún más aterrador, Victorio puso sus dedos entre los labios de su sexo, seguramente estaba dispuesto a penetrarla con ellos… Sus palabras no servían en absoluto para calmarla, al contrario, no hacían más que asustarla por lo que seguramente vendría. Ahora su otra mano se ocupaba de uno de sus pechos, atrapando uno de sus pezones, y haciendo que su cuerpo completo se estremeciera hasta hacerla arquear la espalda, pegando aún más sus nalgas al miembro excitado de miembro de él.
- Por favor… No quiero… - consiguió susurrar a duras penas – Detente… Por favor... – acabó por suplicar… lisa y llanamente suplicar porque detuviese sus infernales caricias.
Ya había comenzado a soltar unas cuantas lágrimas, resultado de la desesperación que su mente tenía, que evidentemente contrastaba con las reacciones de su cuerpo, que parecía querer separarse de las ideas de Carmmine para averiguar qué tan lejos podría llegar esa sensación de placer. Pero lamentablemente, quien controlaba al final, era su mente, que seguía resistiéndose a él.
- Haré… lo que quieras… - dijo tratando de contener esas tibias lágrimas que resbalaban por su mejilla – Pero por favor… no hagas eso… -
Ella sabía perfectamente el alcance de la primera frase, de verdad estaba dispuesta a hacer lo que quisiese con tal de que no introdujese nada en su sexo… Lo que fuera…
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
Súplicas, súplicas y más suplicas por parte de la vampiresa pelirroja y para mi asombro ¡me encantaban! ¿Encantaban? No, no..ella era una simple..mujer. Como muchas otras con las que había yacido y en el fondo si le gustaba que suplicara era porque lo llevaba en mis genes. Porque cuando más dijera que no, más querría yo hacerla mía. En los genes que me había otorgado el maldito de Edgar al matarme y darme esta nueva vida. Por unos segundos me vinieron recuerdos del pasado y solo por ese instante dejé de acariciarla, sin apartarme, pero como ya había echo antes mis dedos pararon el movimiento. Cerré los ojos y un suspiro salió de mis labios. Las mujeres, los hombres..lo único a lo que no había tenido valor de enfrentarme eran los niños. Edgar solía llamarme cobarde por eso. De ser un tio cualquiera, habría acabado por enfurecerme y me había acabado venciendo por darle el simple gusto de demostrar que no era un cobarde. Pero para mi suerte, o mi desgracia, yo ignoraba a todo aquel que estuviese a mi lado. No había palabra de alguien que pudiesen hacer efecto en mi, nisiquiera la de mi "maestro". Nadie me importaba más que yo.
En cuanto volví a la realidad apreté los dedos comprobando la humedad que se había cernido sobre el lugar. Una sonrisa salió de mis labios, sonrisa que previamente se había evaporado al venirme esos malos recuerdos de mi antigua vida. Pero no era momento de pensar en eso. No. No dejaría que aun sin estar presente el bastardo me arruinara mi diversión. Tenía que concentrarme única y exclusivamente en la mujer que tenía en ese momento entre mis brazos. La que me suplicaba que..me alejara de ella. ¿Pensaba que obedecería como las veces anteriores? ¡Qué equivocada estaba! A la tercera, la vencida. Según un absurdo pero, en este caso, cierto dicho.
Mis colmillos se pasearon por la nuca de la muchacha. Mi nariz parecía que buscaba su cabello para olerlo. Si. Su olor. Tenía que admitir que era bastante adictivo y lo peor esque no era cosa del perfume, era su olor natural ¿Por ser virgen? No, eso no tenía nada que ver. Había olido a muchas virgenes en mis años vividos y, en el fondo, al final todos los olores provenientes de una mujer me parecían igual de insipidos. Por lo menos los olores de las mujeres que estaban conmigo. Y este no tenía nada de insipido. Se me metió por las fosas nasales. Me penetró. Pude notarlo perfectamente en el mismo instante que tuve el impulso de buscarlo, de aspirarlo con todas mis fuerzas y succionarlo como si no hubiese un mañana. Impulso que, obviamente, reprimí.
- Sabes que lo deseas...deseas que haga esto.. - susurré, tras su oído con una voz lenta y seductora. Sensual. - Lo huelo..te huelo.. - respiré, fuerte, a propósito para que ella pudiese notar que la estaba oliendo en ese mismo instante. No necesitaba que mis dedos la sintieran húmeda para yo saber que lo estaba. - Y te siento, claro.. - esta vez no reprimí una suave carcajada - Estas húmeda..oh sí ¿Lo notas? - lentamente, uno de los dos dedos que la acariciaba buscó a tientas su entrada y empezó a presionar con picardía para que se fuese abriendo. Y así lentamente empezó a introducirse en ella, a sentir como sus paredes, completamente virgenes, lo aprisionaban dándole la bienvenida - Está dentro de ti..¿No lo sientes?..Tus paredes me aprietan, me aprietan mucho.. - relamí mis labios, una descarga me sacudió el cuerpo. Joder, casi sentía que podía correrme y nisiquiera había acabado de penetrarla - No te niegues a ello..déjate llevar..relájate ¿No quieres ser mala? Vamos, sé una chica mala por una vez en tu vida y deja que tu cuerpo controle a tu mente - el dedo -corazón- ya casi por la mitad se deslizó completamente hasta el fondo.
Yo mismo solté un gemido cuando llegó al final. Un gemido de la descarga que me había vuelto a dar el cuerpo. ¡Ah! Qué ganas tenía de gritar.
En cuanto volví a la realidad apreté los dedos comprobando la humedad que se había cernido sobre el lugar. Una sonrisa salió de mis labios, sonrisa que previamente se había evaporado al venirme esos malos recuerdos de mi antigua vida. Pero no era momento de pensar en eso. No. No dejaría que aun sin estar presente el bastardo me arruinara mi diversión. Tenía que concentrarme única y exclusivamente en la mujer que tenía en ese momento entre mis brazos. La que me suplicaba que..me alejara de ella. ¿Pensaba que obedecería como las veces anteriores? ¡Qué equivocada estaba! A la tercera, la vencida. Según un absurdo pero, en este caso, cierto dicho.
Mis colmillos se pasearon por la nuca de la muchacha. Mi nariz parecía que buscaba su cabello para olerlo. Si. Su olor. Tenía que admitir que era bastante adictivo y lo peor esque no era cosa del perfume, era su olor natural ¿Por ser virgen? No, eso no tenía nada que ver. Había olido a muchas virgenes en mis años vividos y, en el fondo, al final todos los olores provenientes de una mujer me parecían igual de insipidos. Por lo menos los olores de las mujeres que estaban conmigo. Y este no tenía nada de insipido. Se me metió por las fosas nasales. Me penetró. Pude notarlo perfectamente en el mismo instante que tuve el impulso de buscarlo, de aspirarlo con todas mis fuerzas y succionarlo como si no hubiese un mañana. Impulso que, obviamente, reprimí.
- Sabes que lo deseas...deseas que haga esto.. - susurré, tras su oído con una voz lenta y seductora. Sensual. - Lo huelo..te huelo.. - respiré, fuerte, a propósito para que ella pudiese notar que la estaba oliendo en ese mismo instante. No necesitaba que mis dedos la sintieran húmeda para yo saber que lo estaba. - Y te siento, claro.. - esta vez no reprimí una suave carcajada - Estas húmeda..oh sí ¿Lo notas? - lentamente, uno de los dos dedos que la acariciaba buscó a tientas su entrada y empezó a presionar con picardía para que se fuese abriendo. Y así lentamente empezó a introducirse en ella, a sentir como sus paredes, completamente virgenes, lo aprisionaban dándole la bienvenida - Está dentro de ti..¿No lo sientes?..Tus paredes me aprietan, me aprietan mucho.. - relamí mis labios, una descarga me sacudió el cuerpo. Joder, casi sentía que podía correrme y nisiquiera había acabado de penetrarla - No te niegues a ello..déjate llevar..relájate ¿No quieres ser mala? Vamos, sé una chica mala por una vez en tu vida y deja que tu cuerpo controle a tu mente - el dedo -corazón- ya casi por la mitad se deslizó completamente hasta el fondo.
Yo mismo solté un gemido cuando llegó al final. Un gemido de la descarga que me había vuelto a dar el cuerpo. ¡Ah! Qué ganas tenía de gritar.
Victorio Lambert- Vampiro Clase Media
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
Tenía miedo, tanto de que aceptara como de que no lo hiciera, ya estaba a punto de caer a la resignación y dejarse a merced de lo que él quisiese hacerle. Hasta que de un momento a otro sintió sus colmillos en su nuca, haciéndole que cierta frase se le volviera a la mente, con el mismo tono frío pero seductor que había usado antes “No beberé de ti si no es mientras… follamos”. Incluso en su propia mente, donde él no podía alcanzarla, le costaba decir esa palabra, era pudor mezclado con miedo. Como si temiera que pudiese leerle la mente, cosa que muchos de los suyos podían hacer, y oír de nuevo esa palabra, esa frase, para aprovecharse de eso y acabar por tomarla a la fuerza.
La respiración en su cuello hacía que hilos de escalofríos recorrieran su columna vertebral, haciéndola arquearse involuntariamente, chocando varias veces con su miembro excitado. Tragó algo de saliva disimuladamente ¡Cómo podía sonrojarse en esas condiciones! Lo tenía pegado a ella, nunca había sentido o visto siquiera la… virilidad de un hombre, y llevaba bastante tiempo dejando sus pisadas en el mundo. Por unos fugases instantes imaginó su tamaño, su textura, pero era meramente curiosidad anatómica, o ese se hizo creer a sí misma para ahuyentar todo atisbo de interés de su parte.
Esas seductoras palabras, sí, tenía que admitir que su voz la hacía estremecerse más si le quitaban el contenido claro; la humillaban, recordándole que su cuerpo ya le hacía caso omiso a su mente. Quería gritarle que también lo olía, que era su culpa y que la dejara… No, ya había rogado lo suficiente y había obtenido una negativa. ¿Debía dejar de resistirse? Ahora que sentía que buscaba el lugar idóneo para penetrarla dejó de moverse, tal vez dolería más si seguía forcejando.
Se llevó como pudo la mano libre a los labios para acallarse, tanto su llanto que se iba haciendo más profuso como el grito que posteriormente se ahogó en su palma, cuando sintió que de pronto la presión que su sexo había hecho para que no consiguiese entrar en ella se fue de golpe cuando acabó sintió que su dedo entraba por completo. Se arqueó lo más que su cuerpo permitía, pegándose aún más a él para tratar en vano de escapar de su mano. Dolía.
- Por favor… - susurró ya cansada casi sin ganas de defenderse – Bas… ta… - gimoteó ya con la voz completamente quebrada.
Abrió los ojos y los labios de la sorpresa cuando sintió como ese fluido que él tanto insistía en oler comenzó a resbalar por el interior de sus muslos. ¡Cómo podía estar tan mojada! Se avergonzaba de ella misma, como si tuviese la culpa de todo, se notó en sus mejillas y en los quedos gemidos que salieron de ella. Hasta que de pronto ese mismo líquido le dio una idea que le devolvió la seguridad, haciendo que su cuerpo dejase de temblar bajo aquellos brazos que la ataban.
Si él se corría todo acabaría ¿No? Ya estaría satisfecho, al igual que los hombres en el burdel, donde solía ir a beber y explorar de vez en cuando. La pregunta ahora era como podría conseguirlo, y las mismas cosas que vio en el burdel le dieron una idea. Lo que estaba por hacer iba en contra de todo lo que creía, en contra de su propia naturaleza, pero si quería que ese sujeto que ahora la manoseaba la dejara en paz tendría que hacer acopio de toda la voluntad que le quedase en el cuerpo y ser “una chica mala por primera vez en su vida”, aunque fuese asqueroso tener que actuar de forma similar a aquellas mujeres que trabajaban por las noches.
Sin previo aviso y sin decir nada comenzó a mover sus caderas para frotar su miembro, cerró los ojos con fuerza cuando sintió la fricción en su trasero, pero había sido contraproducente ya que con cada movimiento parecía que trataba de… darse placer ella misma con aquel dedo que invadía su interior. El cúmulo de todas esas sensaciones hicieron que comenzara a jadear con fuerza, seguramente eso le gustaría, se moría de ganas de decirle “¿No era eso lo que querías? Pues bien ahora córrete de una vez y déjame en paz”.
La respiración en su cuello hacía que hilos de escalofríos recorrieran su columna vertebral, haciéndola arquearse involuntariamente, chocando varias veces con su miembro excitado. Tragó algo de saliva disimuladamente ¡Cómo podía sonrojarse en esas condiciones! Lo tenía pegado a ella, nunca había sentido o visto siquiera la… virilidad de un hombre, y llevaba bastante tiempo dejando sus pisadas en el mundo. Por unos fugases instantes imaginó su tamaño, su textura, pero era meramente curiosidad anatómica, o ese se hizo creer a sí misma para ahuyentar todo atisbo de interés de su parte.
Esas seductoras palabras, sí, tenía que admitir que su voz la hacía estremecerse más si le quitaban el contenido claro; la humillaban, recordándole que su cuerpo ya le hacía caso omiso a su mente. Quería gritarle que también lo olía, que era su culpa y que la dejara… No, ya había rogado lo suficiente y había obtenido una negativa. ¿Debía dejar de resistirse? Ahora que sentía que buscaba el lugar idóneo para penetrarla dejó de moverse, tal vez dolería más si seguía forcejando.
Se llevó como pudo la mano libre a los labios para acallarse, tanto su llanto que se iba haciendo más profuso como el grito que posteriormente se ahogó en su palma, cuando sintió que de pronto la presión que su sexo había hecho para que no consiguiese entrar en ella se fue de golpe cuando acabó sintió que su dedo entraba por completo. Se arqueó lo más que su cuerpo permitía, pegándose aún más a él para tratar en vano de escapar de su mano. Dolía.
- Por favor… - susurró ya cansada casi sin ganas de defenderse – Bas… ta… - gimoteó ya con la voz completamente quebrada.
Abrió los ojos y los labios de la sorpresa cuando sintió como ese fluido que él tanto insistía en oler comenzó a resbalar por el interior de sus muslos. ¡Cómo podía estar tan mojada! Se avergonzaba de ella misma, como si tuviese la culpa de todo, se notó en sus mejillas y en los quedos gemidos que salieron de ella. Hasta que de pronto ese mismo líquido le dio una idea que le devolvió la seguridad, haciendo que su cuerpo dejase de temblar bajo aquellos brazos que la ataban.
Si él se corría todo acabaría ¿No? Ya estaría satisfecho, al igual que los hombres en el burdel, donde solía ir a beber y explorar de vez en cuando. La pregunta ahora era como podría conseguirlo, y las mismas cosas que vio en el burdel le dieron una idea. Lo que estaba por hacer iba en contra de todo lo que creía, en contra de su propia naturaleza, pero si quería que ese sujeto que ahora la manoseaba la dejara en paz tendría que hacer acopio de toda la voluntad que le quedase en el cuerpo y ser “una chica mala por primera vez en su vida”, aunque fuese asqueroso tener que actuar de forma similar a aquellas mujeres que trabajaban por las noches.
Sin previo aviso y sin decir nada comenzó a mover sus caderas para frotar su miembro, cerró los ojos con fuerza cuando sintió la fricción en su trasero, pero había sido contraproducente ya que con cada movimiento parecía que trataba de… darse placer ella misma con aquel dedo que invadía su interior. El cúmulo de todas esas sensaciones hicieron que comenzara a jadear con fuerza, seguramente eso le gustaría, se moría de ganas de decirle “¿No era eso lo que querías? Pues bien ahora córrete de una vez y déjame en paz”.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
¿Qué era lo que veían mis ojos? O mejor dicho, lo que escuchaban mis oídos. También lo que estaban sintiendo mis dedos en ese momento ¡Dios! Hasta parecía convincente por sus palabras y sin embargo movía su cuerpo contra mi verga. Estaba completamente humedad, increible. Y todavía quería que parara. ¡Qué mentirosa! Tal vez, debería llamarla ingenua. Ingenua porque no sabía como se iba a sentir su cuerpo si en ese momento dejaba de penetrarla con mi dedo y me separaba. Ingenua porque no sabía hasta que punto de malestar iba a sentir si hacía lo que ella me pedía. ¿Debía hacerlo entonces? ¿Para que se diera cuenta? Si la dejaba en ese momento, por mucho que se sintiera excitada a morir después, no me pediría que continuara por todo el orgullo que tenía. Tan frágil que había parecido en un principio y ahora salía a relucir ese orgullo de vampiresa que, curiosamente, todas tenían. Siempre tenían esa caracteristica en común ¿Quién era yo para criticarla? También tenía mi orgullo y lo valoraba mucho. Aunque, dificilmente podían llegar hasta a él teniendo en cuenta lo poco que me importaban los seres que habitaban en el planeta. Realmente, solo yo mismo me importaba y el sobrevivir día a día. Tal vez, un día acabara suicidandome como pretendía esa mujer pero de puro aburrimiento. Cuando ya no hubiese nada nuevo que hacer ni tuviera nada que satisfaciese mi apetito tanto físico como psicológico. Esa idea se me hizo divertida porque sabía que todavía quedaban unas cuantas décadas para que ocurriese.
Y mi dedo, porsupuesto, no dejó de moverse en su interior en ningún momento. Claro que no, en el fondo, iba a agradecerme lo que le estaba haciendo. No la convertiría en una mujer pero la ayudaría a descubrir la otra cara del mundo, una más oscura que siendo de la raza que era ya tendría que haber descubierto hacía años. En medio siglo, había tenido tiempo de muchas cosas. Qué desperdicio de tiempo..a ver si ahora, lo aprovechaba mejor. Con alguien que valiera la pena. O que no la valiera, eso ya a mi me venía valiendo.
Concentrandonos en el asunto. Me dio placer el que moviera las caderas para mi, debo admitirlo. Se notaba que no tenía ni puñetera idea de lo que hacer pero, aún así, me gustaba. Esa propia inexperiencia creo yo que era lo que se me hacía más excitante. Y mi "pequeño amigo" estaba totalmente de acuerdo conmigo pues él solo era el que se iba levantando con cada movimiento. Sin embargo, sabía por dónde quería llegar. ¿Así que pensaba que con satisfacerme la dejaría? Buen truco, dura hasta el final. Estas mujeres duras eran las que me acababan poniendo tan cachondo. Presas que cazar y eran una deliciosa caza. Tal vez, por este tipo de cosas, las prostitutas no acababan de ser mi plato principal. Por un puñado de dinero me hacían cualquier cosa sin ningún tipo de resistencia o de segundas intenciones. Para de vez en cuando estaba bien, pero no tan a menudo como frecuentaban otros hombres. Por suerte para ellas.
- Asi que..¿Quieres jugar con mi amigo? Yo te enseñaré - reprimí una carcajada totalmente irónica, maliciosa. No era precisamente un momento "feliz" y yo no era de los que sonreía o se reía de manera sincera. Cuando lo hacía era porque no me traía nada bueno entre manos. Como por ejemplo en ese momento. Con la mano que no estaba en su interior agarré una de las suyas que tan tímidamente me buscaban y la dirigí hacia el caliente y grueso pedazo de carne que poco a poco se iba haciendo más grande. Me aseguré de acomodarla para que no se hiciera daño en el brazos, por lo menos, que estuviese cómoda al hacerlo. Cuando sus finos dedos tocaron mi verga pude notar como chapoteó ligeramente unas gotitas de presemen, maldito, me estaba haciendo quedar horrible. ¿Tanto lo deseaba? A veces tenía que "hablar" de él independientemente, por mi cabeza y mi pene no tenían nada que ver en muchas ocasiones. - Ahora mueve la mano, de arriba a abajo y procurando no rozar esas bonitas uñas - susurré con malicia jadeando sobre su oído y retomando por otra parte el movimiento perpendicular de mi dedo en su vagina. De arriba a abajo y, de vez en cuando, circular para que me sintiera dentro.
- Por cierto, no pararé hasta que te corras. Hasta que llegues al orgasmo y quieras más. No hasta que lo sientas así que.. - di un lametón en su oído, "penetrandola" con mi lengua. - No volveré a repetirlo, relajate, no pienses y solo disfruta porque no me creo ninguno de tus "basta" - ya estaba hablando demasiado así que volví a ocupar mis labios en su nuca entre besos y mordidas. Sobretodo mordidas que la dejasen bien marcada por todos lados.
Tal vez, si seguía tan obstinada, no iba a disfrutar tanto como lo que verdaderamente le estaba ofreciendo. Pero de lo que si me aseguraba era de dejarle un recuerdo por mucho tiempo. Y unas marcas que posiblemente, al verlas se avergonzaría.
Y mi dedo, porsupuesto, no dejó de moverse en su interior en ningún momento. Claro que no, en el fondo, iba a agradecerme lo que le estaba haciendo. No la convertiría en una mujer pero la ayudaría a descubrir la otra cara del mundo, una más oscura que siendo de la raza que era ya tendría que haber descubierto hacía años. En medio siglo, había tenido tiempo de muchas cosas. Qué desperdicio de tiempo..a ver si ahora, lo aprovechaba mejor. Con alguien que valiera la pena. O que no la valiera, eso ya a mi me venía valiendo.
Concentrandonos en el asunto. Me dio placer el que moviera las caderas para mi, debo admitirlo. Se notaba que no tenía ni puñetera idea de lo que hacer pero, aún así, me gustaba. Esa propia inexperiencia creo yo que era lo que se me hacía más excitante. Y mi "pequeño amigo" estaba totalmente de acuerdo conmigo pues él solo era el que se iba levantando con cada movimiento. Sin embargo, sabía por dónde quería llegar. ¿Así que pensaba que con satisfacerme la dejaría? Buen truco, dura hasta el final. Estas mujeres duras eran las que me acababan poniendo tan cachondo. Presas que cazar y eran una deliciosa caza. Tal vez, por este tipo de cosas, las prostitutas no acababan de ser mi plato principal. Por un puñado de dinero me hacían cualquier cosa sin ningún tipo de resistencia o de segundas intenciones. Para de vez en cuando estaba bien, pero no tan a menudo como frecuentaban otros hombres. Por suerte para ellas.
- Asi que..¿Quieres jugar con mi amigo? Yo te enseñaré - reprimí una carcajada totalmente irónica, maliciosa. No era precisamente un momento "feliz" y yo no era de los que sonreía o se reía de manera sincera. Cuando lo hacía era porque no me traía nada bueno entre manos. Como por ejemplo en ese momento. Con la mano que no estaba en su interior agarré una de las suyas que tan tímidamente me buscaban y la dirigí hacia el caliente y grueso pedazo de carne que poco a poco se iba haciendo más grande. Me aseguré de acomodarla para que no se hiciera daño en el brazos, por lo menos, que estuviese cómoda al hacerlo. Cuando sus finos dedos tocaron mi verga pude notar como chapoteó ligeramente unas gotitas de presemen, maldito, me estaba haciendo quedar horrible. ¿Tanto lo deseaba? A veces tenía que "hablar" de él independientemente, por mi cabeza y mi pene no tenían nada que ver en muchas ocasiones. - Ahora mueve la mano, de arriba a abajo y procurando no rozar esas bonitas uñas - susurré con malicia jadeando sobre su oído y retomando por otra parte el movimiento perpendicular de mi dedo en su vagina. De arriba a abajo y, de vez en cuando, circular para que me sintiera dentro.
- Por cierto, no pararé hasta que te corras. Hasta que llegues al orgasmo y quieras más. No hasta que lo sientas así que.. - di un lametón en su oído, "penetrandola" con mi lengua. - No volveré a repetirlo, relajate, no pienses y solo disfruta porque no me creo ninguno de tus "basta" - ya estaba hablando demasiado así que volví a ocupar mis labios en su nuca entre besos y mordidas. Sobretodo mordidas que la dejasen bien marcada por todos lados.
Tal vez, si seguía tan obstinada, no iba a disfrutar tanto como lo que verdaderamente le estaba ofreciendo. Pero de lo que si me aseguraba era de dejarle un recuerdo por mucho tiempo. Y unas marcas que posiblemente, al verlas se avergonzaría.
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
Comenzaba a sentir nauseas, por suerte tenía los ojos cerrados, dándole a aquellos momentos un contexto irreal, de una mera pesadilla que acabaría en cuando consiguiese despertar, aunque en realidad se tradujera al momento en que Victorio estuviese lo suficientemente satisfecho. Era lo único en lo que debía pensar, en que por muy vampiro que fuese su cuerpo en algún momento tendría que rendirse. Así que ese era el desafío. Su cuerpo contra la resistencia mental de Carmmine.
Seguía moviéndose contra él, sintiendo como su miembro ya excitado palpitaba debido a sus caricias, no sabía realmente cuanto tiempo tendría que estar en aquello hasta que acabara, o si solo ese movimiento sería suficiente. Pero era una completa novata en lo que respectaba a aquellas artes. Sí, prefería llamarlas así para que su mente no hiciera la conexión entre lo que hacía ella y lo que hacían las prostitutas en el burdel. Se mordió los labios con fuerza para no seguir gimiendo, aunque tal vez sería útil porque podría excitarlo aún más, pero ella no tenía como saberlo, solo que su orgullo chocaba con el de él de la misma forma en que sus cuerpos.
Detuvo por completo cualquier sonido que saliera de sus labios, pero cuando habló no hizo más que acrecentar su asco. Quería responderle con insultos, que no le interesaba aprender nada de él, mucho menos iba a dejar que la pervirtiera de esa manera. Se aterró cuando tomó su mano, pues sabía perfectamente lo que iba a hacer. “Esto es asqueroso, asqueroso, asqueroso” se repitió mil veces a sí misma en lo que duró aquel trayecto hasta su miembro. Tragó algo de saliva cuando lo sintió en su mano, no iba a disfrutar nada de lo que pasara en esa habitación, se lo prometió.
Iba a tener que hacerlo. Así que tímidamente le obedeció, movió su mano con delicadeza, casi sin presión alguna sobre él, tenían el pantalón de por medio y era un alivio que esperaba durara un tiempo más. Pero en el momento en que le dijo que no se detendría hasta que fuera ella quien acabase, se dio cuenta de que iba un paso adelante, la había descubierto, así que no le quedaba otra que dejarse…
¿Qué no creía sus “basta”? ¡¿Quién demonios se creía para dudar de ella?! ¡¿Acaso creía que le estaba gustando ser ultrajada de esa manera?! ¡Maldito animal! Ahora había pasado de sentir asco a sentir rabia, y no era la mejor consejera en un contexto como este. Humillada bajó la cabeza y continuó acariciándolo sobre el pantalón, con todo ese resentimiento a flor de piel.
- Esta… caliente… - susurró apropósito, buscando a tientas en botón de su pantalón, hasta hacerlo saltar del ojal, encontrándose con que no había ropa interior que hiciera de intermediario. Volvió a tragar saliva y tomó su miembro firmemente - ¿Esta bien… así…? –
Era una pregunta inocente, quería asegurarse de que el bastardo estuviese disfrutándolo, porque no mucho le iba a durar el placer. La firmeza con que lo acariciaba, denotaba más seguridad, y no iba a negarlo, aquel dedo dentro de ella comenzaba a darle oleadas de una sensación que nunca había sentido antes ¿Sería placer? Se dejó llevar un momento, y lo masturbo casi, casi, por gusto, al mismo ritmo en que se movía dentro de ella, hasta que unas gotitas en su mano le hicieron saber que estaba siendo demasiado complaciente. Tenía que volver a poner resistencia.
Pero no pudo evitar pensar, por un momento, si debería seguir dejándose llevar, hasta que ambos acabasen ¿Pero que iba a pasar luego? Podrían dormir tranquilos en la misma cama. No, si algo así llegaba a suceder no podría dormir en mucho tiempo, porque se volvería un recuerdo que jamás podría sacarse de la cabeza, dejaría de ser una pesadilla para ser una vivencia real, cosa que debía esperar a toda costa. Debía ser fuerte, y seguir resistiéndose.
Acarició con el pulgar la punta de su miembro, sintiendo la textura de aquel fluido que seguramente distaba bastante de lo que debería ser para que toda esta tortura acabase. Pero ya no había vuelta atrás. Apretó su miembro con algo de fuerza, rozándolo suavemente con esas “bonitas uñas” que debían tener cuidado con aquello que en sus manos parecía tan delicado. Él mismo le había dado la idea.
- Si no… quitas tu mano… - dijo aun jadeando, pero tratando de normalizar su respiración – Puedes irte despidiendo de “tu amigo” – amenazó.
Nunca se le hubiera pasado por la cabeza hacer una estupidez como la que ahora estaba cometiendo, pero era su última oportunidad…
Seguía moviéndose contra él, sintiendo como su miembro ya excitado palpitaba debido a sus caricias, no sabía realmente cuanto tiempo tendría que estar en aquello hasta que acabara, o si solo ese movimiento sería suficiente. Pero era una completa novata en lo que respectaba a aquellas artes. Sí, prefería llamarlas así para que su mente no hiciera la conexión entre lo que hacía ella y lo que hacían las prostitutas en el burdel. Se mordió los labios con fuerza para no seguir gimiendo, aunque tal vez sería útil porque podría excitarlo aún más, pero ella no tenía como saberlo, solo que su orgullo chocaba con el de él de la misma forma en que sus cuerpos.
Detuvo por completo cualquier sonido que saliera de sus labios, pero cuando habló no hizo más que acrecentar su asco. Quería responderle con insultos, que no le interesaba aprender nada de él, mucho menos iba a dejar que la pervirtiera de esa manera. Se aterró cuando tomó su mano, pues sabía perfectamente lo que iba a hacer. “Esto es asqueroso, asqueroso, asqueroso” se repitió mil veces a sí misma en lo que duró aquel trayecto hasta su miembro. Tragó algo de saliva cuando lo sintió en su mano, no iba a disfrutar nada de lo que pasara en esa habitación, se lo prometió.
Iba a tener que hacerlo. Así que tímidamente le obedeció, movió su mano con delicadeza, casi sin presión alguna sobre él, tenían el pantalón de por medio y era un alivio que esperaba durara un tiempo más. Pero en el momento en que le dijo que no se detendría hasta que fuera ella quien acabase, se dio cuenta de que iba un paso adelante, la había descubierto, así que no le quedaba otra que dejarse…
¿Qué no creía sus “basta”? ¡¿Quién demonios se creía para dudar de ella?! ¡¿Acaso creía que le estaba gustando ser ultrajada de esa manera?! ¡Maldito animal! Ahora había pasado de sentir asco a sentir rabia, y no era la mejor consejera en un contexto como este. Humillada bajó la cabeza y continuó acariciándolo sobre el pantalón, con todo ese resentimiento a flor de piel.
- Esta… caliente… - susurró apropósito, buscando a tientas en botón de su pantalón, hasta hacerlo saltar del ojal, encontrándose con que no había ropa interior que hiciera de intermediario. Volvió a tragar saliva y tomó su miembro firmemente - ¿Esta bien… así…? –
Era una pregunta inocente, quería asegurarse de que el bastardo estuviese disfrutándolo, porque no mucho le iba a durar el placer. La firmeza con que lo acariciaba, denotaba más seguridad, y no iba a negarlo, aquel dedo dentro de ella comenzaba a darle oleadas de una sensación que nunca había sentido antes ¿Sería placer? Se dejó llevar un momento, y lo masturbo casi, casi, por gusto, al mismo ritmo en que se movía dentro de ella, hasta que unas gotitas en su mano le hicieron saber que estaba siendo demasiado complaciente. Tenía que volver a poner resistencia.
Pero no pudo evitar pensar, por un momento, si debería seguir dejándose llevar, hasta que ambos acabasen ¿Pero que iba a pasar luego? Podrían dormir tranquilos en la misma cama. No, si algo así llegaba a suceder no podría dormir en mucho tiempo, porque se volvería un recuerdo que jamás podría sacarse de la cabeza, dejaría de ser una pesadilla para ser una vivencia real, cosa que debía esperar a toda costa. Debía ser fuerte, y seguir resistiéndose.
Acarició con el pulgar la punta de su miembro, sintiendo la textura de aquel fluido que seguramente distaba bastante de lo que debería ser para que toda esta tortura acabase. Pero ya no había vuelta atrás. Apretó su miembro con algo de fuerza, rozándolo suavemente con esas “bonitas uñas” que debían tener cuidado con aquello que en sus manos parecía tan delicado. Él mismo le había dado la idea.
- Si no… quitas tu mano… - dijo aun jadeando, pero tratando de normalizar su respiración – Puedes irte despidiendo de “tu amigo” – amenazó.
Nunca se le hubiera pasado por la cabeza hacer una estupidez como la que ahora estaba cometiendo, pero era su última oportunidad…
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
Vale, me había conseguido engañar. Y ya no podía dudar más de sus palabras. No cuando estaba dispuesta a enfrentarse a mi de esa manera. Cuando creía que solo por tener su mano sobre mi miembro podría hacerme apartar si de verdad tuviese malas intenciones. Porque, aquello podía verlo con malos ojos, pero si de verdad hubiese querido tomarla desde luego que no habría echo tantas gilipolleces. Y desde un principio no la habría dejado escapar. ¿No disfrutaba entonces? ¿Cómo era posible? Estaba prácticamente seguro. No. Completamente seguro de que aquello no era más que una fachada para ocultar sus verdaderas emociones. Tuve la necesidad entonces de concentrarme y usar parte de una de esas habilidades que Edgar me había traspasado. El bastardo de Edgar. Era lo único que podía agradecerle, esas habilidades. Por lo menos, eran mínimamente útiles.
Lo que descubrí no me convenció demasiado. Ella estaba húmeda y sus sentimientos eran confusos. Muy confusos. ¿Disfrutaría o no? ¡Agh! Maldita sea, esto es una mierda. La cuestión era, qué hacer. Continuar hasta que lo admitiera o bien rendirme..Rendirme no era lo mío, definitivamente. Pero insistir en algo por lo que la otra persona no tenía un mínimo de interés tampoco iba conmigo. Aquello sería demostrar demasiado por ella. Demostrar que mi puto pene se había puesto duro con solo rozarla, con solo mirarla o estar a su lado. Ahora el que estaba confuso era yo y eso desde luego no me gustaba nada. Menos si la que provocaba mi confusión era esa mujer. Ya empezaba a tener problemas, por desgracia.
Deslicé la mano hasta agarrar la suya y apreté su muñeca hasta que la abrió - No sueñes preciosa - se carcajeó de su patético intento por amenazarle, mordiendo su oído desde la parte trasera en la que se encontraba. - Si de verdad quisiera poseerte, no habría nada ni nadie que pudiera impedírmelo. Y no te habría dado dos oportunidades para escapar. Eso te lo aseguro. - Podía ser una amenaza o una advertencia. Como ella quisiera tomárselo, realmente me daba completamente igual. No volvería a verla ni ella volvería a verme. No íbamos a pasar más tiempo juntos. Esa gilipollez se había terminado y lo que yo necesitaba era una mujer con la que descargar lo que esa me había producido. Ya que ella al parecer era capaz de arrancarme el miembro de cuajo como continuara intentando hacerla disfrutar. Rígida. Temerosa. No, no ha podido hacerme caso y relajarse. No, definitivamente, no había tenido ganas de disfrutar de aquello.
Saqué la mano de su interior, deslizando mi mano de su interior hacia fuera. Sería la última vez que la tendría en su interior y eso me hizo pararme por un segundo. Pero ese mismo gesto me molestó todavía más. Necesitaba cubrir esas emociones con otras más fuertes porque en el fondo aquello no significaba nada y lo sabía. Lo único que me estaba molestando era que se resistiera y debido a mi físico, a mi apariencia, sabía que pocas mujeres se resistían. Tenía que toparme con la que no quisiera tenerme dentro. Es una vampiresa virgen ¿qué esperabas? Un dato importante teniendo en cuenta la escasez de ese tipo de personas. Definitivamente, no era alguien que pudiera encajar con ella. Eran de la misma especie y, sin embargo, completamente opuestos.
Cuando me aparté de ella, me senté en la cama y suspiré algo pesado. Molesto y notándome la cabeza algo sobrecargada. Con toda la mierda que había pasado ya había conseguido que se me pusiera floja y todo. Solo esperaba que, aunque fuese mínimamente, ella pudiera sentir lo que era dejar las cosas a la mitad. Y desde luego, si acababa arrepintiéndose, no había sido más que su culpa. Aunque por su actitud puede que no se diera cuenta hasta que echara en falta lo que había estado en su interior. Lo que la había llenado por unos minutos. Lo que, probablemente, habría sido la primera vez [o sino la primera en mucho tiempo] desde que alguien le hacía algo similar. En caso de que no me haya mentido claro.
No tardé más de un par de minutos en ponerme los pantalones. Busqué la camisa pero recordé que estaba en el baño, lavada con el vestido de ella. En un último gesto me volteé a mirarla, tumbada en la cama. Mis ojos repasaron su piel. Tan blanca, suave... En un último gesto que no quise identificar para mi mismo, me incliné y besé su nuca aprovechando el momento para acariciar con mi nariz su cabello. Su hermoso cabello. Pelirrojo. Esos rizos pelirrojos a los que eché una última mirada. Pude notar como el olor se me metía en el cerebro y sabía que aquello no iba a ser nada bueno, nada bueno. - Hasta la vista -. Caminé hacia la puerta, con paso ligeramente lento. Vago. Y la abrí. Me detuve en el umbral, rascándome ligeramente la cabeza aunque sin mirar atrás. Tenía que salir de allí fuese como fuese y me lo decía esa vocecilla a la que muchas veces ignoraba. - Puedes quedarte con mi camisa, no la necesito. - estuve a punto de decirle que no me iría del hostal y que seguiría por allí, sin embargo, me guardé las palabras para mi mismo y cerré la puerta en dirección hacia el bar.
Ahora lo que necesitaba era, o una mujer o una botella de whisky y probablemente me sería más fácil de conseguir lo segundo. No te mientas imbécil, la verdad, es que no quieres una mujer. No ahora.
Lo que descubrí no me convenció demasiado. Ella estaba húmeda y sus sentimientos eran confusos. Muy confusos. ¿Disfrutaría o no? ¡Agh! Maldita sea, esto es una mierda. La cuestión era, qué hacer. Continuar hasta que lo admitiera o bien rendirme..Rendirme no era lo mío, definitivamente. Pero insistir en algo por lo que la otra persona no tenía un mínimo de interés tampoco iba conmigo. Aquello sería demostrar demasiado por ella. Demostrar que mi puto pene se había puesto duro con solo rozarla, con solo mirarla o estar a su lado. Ahora el que estaba confuso era yo y eso desde luego no me gustaba nada. Menos si la que provocaba mi confusión era esa mujer. Ya empezaba a tener problemas, por desgracia.
Deslicé la mano hasta agarrar la suya y apreté su muñeca hasta que la abrió - No sueñes preciosa - se carcajeó de su patético intento por amenazarle, mordiendo su oído desde la parte trasera en la que se encontraba. - Si de verdad quisiera poseerte, no habría nada ni nadie que pudiera impedírmelo. Y no te habría dado dos oportunidades para escapar. Eso te lo aseguro. - Podía ser una amenaza o una advertencia. Como ella quisiera tomárselo, realmente me daba completamente igual. No volvería a verla ni ella volvería a verme. No íbamos a pasar más tiempo juntos. Esa gilipollez se había terminado y lo que yo necesitaba era una mujer con la que descargar lo que esa me había producido. Ya que ella al parecer era capaz de arrancarme el miembro de cuajo como continuara intentando hacerla disfrutar. Rígida. Temerosa. No, no ha podido hacerme caso y relajarse. No, definitivamente, no había tenido ganas de disfrutar de aquello.
Saqué la mano de su interior, deslizando mi mano de su interior hacia fuera. Sería la última vez que la tendría en su interior y eso me hizo pararme por un segundo. Pero ese mismo gesto me molestó todavía más. Necesitaba cubrir esas emociones con otras más fuertes porque en el fondo aquello no significaba nada y lo sabía. Lo único que me estaba molestando era que se resistiera y debido a mi físico, a mi apariencia, sabía que pocas mujeres se resistían. Tenía que toparme con la que no quisiera tenerme dentro. Es una vampiresa virgen ¿qué esperabas? Un dato importante teniendo en cuenta la escasez de ese tipo de personas. Definitivamente, no era alguien que pudiera encajar con ella. Eran de la misma especie y, sin embargo, completamente opuestos.
Cuando me aparté de ella, me senté en la cama y suspiré algo pesado. Molesto y notándome la cabeza algo sobrecargada. Con toda la mierda que había pasado ya había conseguido que se me pusiera floja y todo. Solo esperaba que, aunque fuese mínimamente, ella pudiera sentir lo que era dejar las cosas a la mitad. Y desde luego, si acababa arrepintiéndose, no había sido más que su culpa. Aunque por su actitud puede que no se diera cuenta hasta que echara en falta lo que había estado en su interior. Lo que la había llenado por unos minutos. Lo que, probablemente, habría sido la primera vez [o sino la primera en mucho tiempo] desde que alguien le hacía algo similar. En caso de que no me haya mentido claro.
No tardé más de un par de minutos en ponerme los pantalones. Busqué la camisa pero recordé que estaba en el baño, lavada con el vestido de ella. En un último gesto me volteé a mirarla, tumbada en la cama. Mis ojos repasaron su piel. Tan blanca, suave... En un último gesto que no quise identificar para mi mismo, me incliné y besé su nuca aprovechando el momento para acariciar con mi nariz su cabello. Su hermoso cabello. Pelirrojo. Esos rizos pelirrojos a los que eché una última mirada. Pude notar como el olor se me metía en el cerebro y sabía que aquello no iba a ser nada bueno, nada bueno. - Hasta la vista -. Caminé hacia la puerta, con paso ligeramente lento. Vago. Y la abrí. Me detuve en el umbral, rascándome ligeramente la cabeza aunque sin mirar atrás. Tenía que salir de allí fuese como fuese y me lo decía esa vocecilla a la que muchas veces ignoraba. - Puedes quedarte con mi camisa, no la necesito. - estuve a punto de decirle que no me iría del hostal y que seguiría por allí, sin embargo, me guardé las palabras para mi mismo y cerré la puerta en dirección hacia el bar.
Ahora lo que necesitaba era, o una mujer o una botella de whisky y probablemente me sería más fácil de conseguir lo segundo. No te mientas imbécil, la verdad, es que no quieres una mujer. No ahora.
Victorio Lambert- Vampiro Clase Media
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Re: ¿Inmolación o Redención? [Victorio Lambert]
No estaba en absoluto segura de lo que estaba haciendo, eran miedo, confusión y rabia mezcladas con algo más que debido a su inexperiencia en esos temas no sabía identificar, o tal vez era que no quería saberlo. Solo sabía que quería dejar de sentirse de esa manera, porque las cosas ya distaban demasiado de una pesadilla, y aunque quisiera no podría dejar de pensar en ello si él conseguía salirse con la suya, más bien, no podría dejar de pensar en él.
Gimió y forcejeó cuando le tomó la muñeca, dolía, pero si ella había sido capaz de amenazarlo de aquella manera el seguramente podría hacer algo infinitamente peor, tanto que no quería siquiera imaginarlo, así que no le quedó otra opción que soltarlo, hasta que cayó boca abajo en la cama debido al forcejeo. Sintió escalofríos por sus palabras, no porque sonaran crueles y amenazantes, sino porque ella misma sabía que eran ciertas, no podría hacer nada si se… volvía… brusco… ¿Eso significaba que la dejaría en paz? Pasó mil veces por su cabeza la idea de que era una fuerte posibilidad, el hecho de que se hubiera cansado de su resistencia, que había sido lo suficientemente fuerte como para no amedrentarse ante él y sus infernales caricias.
Casi pudo contar cada segundo que tardó en dejar de invadir de sexo, incluso noto una pequeña pausa, pero no se preocupó, solo suspiró aliviada cuando por fin estuvo libre de aquella tortura a la que estaba siendo sometida. Sintió como se alejaba de ella, sentándose en el borde de la cama ¿Qué iba a pasar ahora? Cualquier cosa, menos estar juntos en el mismo lugar, porque sabía que él no la soportaba, así que el asunto era quien iba irse de la habitación. Buscó a tientas la sábana o la toalla para cubrirse mientras esperaba que él tomara la decisión unilateralmente, no podía esperar nada más.
Continuó ese férreo silencio hasta que se dio cuenta de que se había levantado de la cama, y ella aun con la respiración entrecortada, hundió su rostro en la almohada esperando que hiciera o dijera algo para poder tener certeza de que las cosas acabarían ahí, y que…
Un desconcertante beso en la nuca, y su respiración recorriendo la piel de su cuello por última vez, no quiso preguntarse el por qué de aquel gesto, no quería encontrarse con más preguntas que acabarían haciéndola pensar en lo que ella sentía. Simplemente se quedó ahí paralizada, pero cuando le escuchó hablar se levantó de golpe. Ya era demasiado tarde. Él ya estaba en la puerta a punto de dejarla sola de nuevo, pero ¿No era eso lo que quería? Que la dejara en paz y… cualquier cosa, menos que la hiciera sentirse sola otra vez.
Cerró los ojos con fuerza cuando escuchó el sonido de la puerta separándolos, las palabras se le trababan en la garganta, y no fue hasta unos minutos más tarde que pudo volver a moverse, comenzar a recordar todo lo que había pasado, desde la azotea hasta el crujir de la puerta cuando se fue, como una mala novela en que el héroe se convertía en villano. Y aunque fuese ilógico, sintió que el ser malvado había sido ella.
Cogió la toalla y aun desnuda fue al baño, despacio, a mojarse el rostro y mirarse al espejo, con la mente extrañamente en blanco hasta que el aroma de su camisa se le vino de nuevo a la cabeza, le había costado bastante quitarle la sangre, recordó, ¿Para qué la habría dejado? Ella tenía su vestido, sería que no quería estar ni un segundo más en la habitación con ella, y de haber sido él, hubiese querido lo mismo. ¿Quién querría estar con una persona que siempre acababa huyendo? De un modo u otro, siempre lo hacía. Huyó de su creador en Londres y ahora huía de Victorio y sus caricias, aunque tal vez lo más grave era que huyó de sus sentimientos en ambas ocasiones, por miedo a saber hasta dónde podría llegar, por miedo a que las cosas se destrozaran como una frágil botellita donde estaban los buenos recuerdos, mezclándolos y enlodándolos hasta no querer volver a saber de ellos.
Deslizó la yema de sus dedos por la camisa, pensando en el tacto de su piel sobre la de ella, en aquellos ojos cristalinos que la intimidaban hasta hacerle difícil el sostenerle la mirada, aquellas rudas manos que primero la salvaron y luego se acoplaron a la perfección a su cuerpo, en esa expresión fría y socarrona de su rostro, en cada sonrisa ladina.
Volvió a la cama con la camisa en sus manos, no sabía si estaba cansada o si se sentía bien luego de cómo habían terminado las cosas, de lo que si estaba segura es que estaba sola de nuevo, tal y como estuvo desde el principio, horas atrás, en la azotea de aquel edificio. Se recostó sobre la cama, sin cubrirse siquiera, porque sabía que el frío que sentía no iba a quitársele aunque se cubriera con mil cobijas.
Se acurrucó, de la misma forma en que todo comenzó cuando se encontraron, con su camisa pegada al rostro y esa amarga sensación de que había cometido un error al dejarlo ir, por más que se comportara como un animal, era la primera persona con la que había podido ser completamente honesta, la única que llenaba el vacío que tenía en su alma… Ella nunca luchaba o se enfrentaba a nadie, todo o lo solucionaba o enviaba a alguien a solucionarlo, pero ahora, por primera vez en su vida se había defendido por sí misma, haciéndola sentir… viva.
Y simplemente lo había dejado ir… Un quedo susurró salió sin querer de sus labios – Quédate… - Pero ya era demasiado tarde.
Gimió y forcejeó cuando le tomó la muñeca, dolía, pero si ella había sido capaz de amenazarlo de aquella manera el seguramente podría hacer algo infinitamente peor, tanto que no quería siquiera imaginarlo, así que no le quedó otra opción que soltarlo, hasta que cayó boca abajo en la cama debido al forcejeo. Sintió escalofríos por sus palabras, no porque sonaran crueles y amenazantes, sino porque ella misma sabía que eran ciertas, no podría hacer nada si se… volvía… brusco… ¿Eso significaba que la dejaría en paz? Pasó mil veces por su cabeza la idea de que era una fuerte posibilidad, el hecho de que se hubiera cansado de su resistencia, que había sido lo suficientemente fuerte como para no amedrentarse ante él y sus infernales caricias.
Casi pudo contar cada segundo que tardó en dejar de invadir de sexo, incluso noto una pequeña pausa, pero no se preocupó, solo suspiró aliviada cuando por fin estuvo libre de aquella tortura a la que estaba siendo sometida. Sintió como se alejaba de ella, sentándose en el borde de la cama ¿Qué iba a pasar ahora? Cualquier cosa, menos estar juntos en el mismo lugar, porque sabía que él no la soportaba, así que el asunto era quien iba irse de la habitación. Buscó a tientas la sábana o la toalla para cubrirse mientras esperaba que él tomara la decisión unilateralmente, no podía esperar nada más.
Continuó ese férreo silencio hasta que se dio cuenta de que se había levantado de la cama, y ella aun con la respiración entrecortada, hundió su rostro en la almohada esperando que hiciera o dijera algo para poder tener certeza de que las cosas acabarían ahí, y que…
Un desconcertante beso en la nuca, y su respiración recorriendo la piel de su cuello por última vez, no quiso preguntarse el por qué de aquel gesto, no quería encontrarse con más preguntas que acabarían haciéndola pensar en lo que ella sentía. Simplemente se quedó ahí paralizada, pero cuando le escuchó hablar se levantó de golpe. Ya era demasiado tarde. Él ya estaba en la puerta a punto de dejarla sola de nuevo, pero ¿No era eso lo que quería? Que la dejara en paz y… cualquier cosa, menos que la hiciera sentirse sola otra vez.
Cerró los ojos con fuerza cuando escuchó el sonido de la puerta separándolos, las palabras se le trababan en la garganta, y no fue hasta unos minutos más tarde que pudo volver a moverse, comenzar a recordar todo lo que había pasado, desde la azotea hasta el crujir de la puerta cuando se fue, como una mala novela en que el héroe se convertía en villano. Y aunque fuese ilógico, sintió que el ser malvado había sido ella.
Cogió la toalla y aun desnuda fue al baño, despacio, a mojarse el rostro y mirarse al espejo, con la mente extrañamente en blanco hasta que el aroma de su camisa se le vino de nuevo a la cabeza, le había costado bastante quitarle la sangre, recordó, ¿Para qué la habría dejado? Ella tenía su vestido, sería que no quería estar ni un segundo más en la habitación con ella, y de haber sido él, hubiese querido lo mismo. ¿Quién querría estar con una persona que siempre acababa huyendo? De un modo u otro, siempre lo hacía. Huyó de su creador en Londres y ahora huía de Victorio y sus caricias, aunque tal vez lo más grave era que huyó de sus sentimientos en ambas ocasiones, por miedo a saber hasta dónde podría llegar, por miedo a que las cosas se destrozaran como una frágil botellita donde estaban los buenos recuerdos, mezclándolos y enlodándolos hasta no querer volver a saber de ellos.
Deslizó la yema de sus dedos por la camisa, pensando en el tacto de su piel sobre la de ella, en aquellos ojos cristalinos que la intimidaban hasta hacerle difícil el sostenerle la mirada, aquellas rudas manos que primero la salvaron y luego se acoplaron a la perfección a su cuerpo, en esa expresión fría y socarrona de su rostro, en cada sonrisa ladina.
Volvió a la cama con la camisa en sus manos, no sabía si estaba cansada o si se sentía bien luego de cómo habían terminado las cosas, de lo que si estaba segura es que estaba sola de nuevo, tal y como estuvo desde el principio, horas atrás, en la azotea de aquel edificio. Se recostó sobre la cama, sin cubrirse siquiera, porque sabía que el frío que sentía no iba a quitársele aunque se cubriera con mil cobijas.
Se acurrucó, de la misma forma en que todo comenzó cuando se encontraron, con su camisa pegada al rostro y esa amarga sensación de que había cometido un error al dejarlo ir, por más que se comportara como un animal, era la primera persona con la que había podido ser completamente honesta, la única que llenaba el vacío que tenía en su alma… Ella nunca luchaba o se enfrentaba a nadie, todo o lo solucionaba o enviaba a alguien a solucionarlo, pero ahora, por primera vez en su vida se había defendido por sí misma, haciéndola sentir… viva.
Y simplemente lo había dejado ir… Un quedo susurró salió sin querer de sus labios – Quédate… - Pero ya era demasiado tarde.
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