Caperucita roja (ver1)

Aquella chica que había encontrada tenía que ser la indicada. Aquella boca pequeña pero perfectamente bien formada que con el más mínimo gesto cambiaba totalmente el semblante, un semblante medio infantil, de rostro redondeado y mejillas rosadas a pesar de la blancura de su tez. Las negras pestañas que enmarcaban sus ojos y los cabellos cual plumas de cuervo no podían sino darle un toque de encanto y misterio a su semblante de joven diosa. Si, eso era, una diosa entre mortales fingiendo ser uno de ellos: la hija del dueño de las posadas y tierras. Lo demás había sido suspiro y sombras, anda digno de recordar en comparación.

Darcy pagó la pinta de cerveza que se había tomado al cantinero y salió subiendo a su corcel envuelto en los pensamientos de su amada. El día de hoy sería el indicado para hacerle aquella propuesta que hacía saltar su corazón y estaba seguro que el de ella también saltaría. Todos estos meses, el último año había valido la pena para encontrarle. Tenía que admitir que al principio el pueblo aquél había parecido poco prometedor pese a estar ubicado en uno de los bosques mas frondosos, regado de un río más cristalino y escondido del desgaste del viento y la lluvia en aquél valle cercado por grandes montañas nevadas. Sí era un pueblo olvidado pro el resto del mundo, pequeño, hacía mucho frío y nevaba bastante en invierno, pero hermoso. Además a fin de cuentas ahora las cosas marchaban bien, él la amaba, ella también, nada más importaba...

Fue entonces que se topó con un foráneo, claramente gozaba de una posición acomodada por la forma en que iba vestido, al menos lo que dejaba ver bajo su capa y las botas también delataban al joven viajero, botas de piel de calidad. Ah sí, Darcy lo había visto en la taberna, pidiendo informes sobre alojamiento y que era un ... ¿cazador? Medio había escuchado y ni se percató de a que horas salió.

-Escuché que busca un lugar donde quedarse. Esa posada no se la recomiendo, las camas son duras y los cuartos son muy fríos en esta época del año- Normalmente no se hubiera detenido a auxiliar a un desconocido, pero aquél atardecer se encontraba de buen humor y con muchos planes en mente, además estaba de paso. -Conozco un mejor lugar donde puede alojarse y no esta lejos. Tienen buena cerveza y creo que servirán Lomo esta noche- sonrió un poco pensando en que seguramente darían algo especial para esta noche, celebrando la ocasión. -Yo me dirijo hacia allá, puedo guiarlo si gusta.-

El muchacho le recordaba un poco a él mismo cuando llegara por vez primera. Antes viajo a muchos otros lugares, conoció otras personas, otros paisajes, otros destinos. Por eso se decidió a mantener la profesión que su padre le enseñara, y que su abuelo le enseñara a éste y así sucesivamente por tres generaciones En todas partes se necesitaba siempre madera para el fuego, para los muebles, para las cazas... Ser leñador era un oficio provechoso y de rápidas remuneraciones, ideal para quién no se queda mucho tiempo en ningún lugar. Alguna vez su abuelo le había enseñado un poco de carpintería, quizá ahora que al fin se estableciera se dedicara también al noble trabajo de dar forma a la madera en bruto.

Dio otro vistazo al joven. Dudaba que viniera por lo de los rumores sobre el Lobo que había matado varias personas en pueblos vecinos. Ya tenía tiempo que el último asesinato se había efectuado. Decían que era una bestia que destazaba a sus víctimas y sacaba sus tripas. Él nunca había creído en que hubiera un lobo gigante por allí. Los monstruos sólo existen en los cuentos de hadas. Iba a preguntarle si había escuchado los rumores, pero decidió que el mismo lo sacaría en la conversación pidiendo información y cosas que le pudieran ser útiles para la captura del supuesto Lobo. Esperaría.

No pudo dejar de notar lo complacido que pareció el forastero al decirle de la otra posada. Era muy poco frecuente la llegada de otras personas al pueblo, los caminos de acceso entre las montañas eran poco accesibles y de dificil acceso, sin mencionar que muchos ni si quiera sabían de su existencia.

Cabalgaron un trecho antes de dar vuelta en la herrería y pasar algunas casas y la carpintería. Era la clase de lugar donde todos se conocían y en el que los negocios pasaban de padres a hijos lo que hacía que la competencia fuera poca.

-Se lo que se siente estar en su lugar y no es que les disguste recibir visitas... - se rio por lo bajo al percibir la preocupacion del joven por la aparente poca hospitalidad de los pueblerinos -...Lo que pasa es que no estan acostumbrados a los forasteros ¿Que lo ha traido a usted a este pueblo olvidado de Dios? No es el mejor lugar para tomarse unas vacaciones, ciertamete-Se acercaron a la posada de el Ponny Pisador en donde lo esperaba su futuro cuñado y su amada doncella. No podía esperar para verla y tenerla entre sus brazos a salvo del crudo invierno de afuera. -Llevo seis meses viviendo aquí. He sido un viajera hasta ahora, este pueblo es pequeño pero es un bonito lugar para asentarse- Se apeó del caballo atandolo a un tronco que estaba frente a la casita. Era de las mas grandes del pueblo, en buenas condiciones y con una "elegante puerta" en la que estaba el letrero con el nombre de esta colgada hasta arriba. -Adelante, debe estar hambriento, aqui la comida es muy buena- lo invito a bajarse también del caballo con un gesto. Poca gente entraba y salía del lugar, ya casi anochecía y a esa hora todo el mundo deseaba refugiarse de la oscuridad, sobre todo con los rumores sobre el lobbo feroz...

Río alegremente cuando el cazador lo felicitó por tener a aquella joven como futura compañera y si el destino seguía mostrándose benévolo no pasaría mucho tiempo cuando pudieran ampliar su familia con hijos. Estrechó la pequeña cintura de la doncella para a traerla hacia sí. El calor que le brindaba y su hermosura no podía compararse ni con la belleza, ni con la calidez de los rayos de luz matutina que asomaba primero entre las montañas, por dónde nacía el río, dotándolo de reflejos plateados y que acariciaba los tejados de las casas del pueblo.

Y pese a toda la felicidad que Darcy sentía en esos momentos no pudo dejar de darse cuenta de la mira que el forastero le dirigió a su bien amada. También la amabilidad de Dominique quizá fuera un poco más excesiva de lo que dictaban los buenos modales... Por otro lado se trataba de una fecha especial así que en cierta medida justificaba su comportamiento. Pero la de él... bueno, quizá estaba exagerando su actitud, quizá...

-Esperamos que su estadía aquí sea cómoda y de su agrado, caballero. No dude en buscarme si necesita ayuda o consejo en alguna otra cosa- replicó para entrar después de ellos a la posada. La gente charlaba amena y se distraía conversando, tomando cerveza o bromeando con camaradería. El vino y la cerveza fluían con abundancia aquél día, como lo había especificado Darcy desde una semana antes. Luego volvió su atención a Dominique otra vez, sonriendo por aquél beso. Sostuvo su mentón con delicadeza para poder darle un beso en los labios, uno fugaz por que era descortés hacer aquello en presencia de su padre. Pero podía hacerlo de vez en cuando, mientras no lo miraba. Paso la mano sobre su mejilla, era suave y perfumada como la seda egipcia, y sus ojos azules le daban una fortaleza que era al mismo tiempo sutil. El tiempo muy probablemente le rindiera homenaje a tal belleza pasando con mayor lentitud por esos rasgos dulces. -Tengo mucha, mucha hambre, mi querida Dominique. Aunque creo que debemos aguardar a hablar con tu padre primero... después podremos celebrarlo cenando y bebiendo, y tal vez te cuente una de las historias que escuché mientras viajaba el año pasado.- Sonrió besando su frente, observando de reojo al cazador...

Me agradaba escuchar el acento del viajero, tan diferente al francés de los lugareños del pueblo pero tampoco al de los hombres de ciudad que solían venir una vez a la semana trayendo producto para los comerciantes. Era un francés huérfano, sin la titula de alguna región y por ende… con el toque de muchas. ¿De dónde vendría?, ¿Quién sería realmente aquel lozano joven de ojos brillantes y excesiva cortesía? Le dedique una última sonrisa permitiéndole entrar y retomando mis atenciones atendí a las respuestas de mi único y verdadero señor. Mi rostro volvió a hervir una vez recibió la caricia de sus labios y presione los míos a los suyos prolongando unos segundos más el roce en gesto pletórico de euforia. Después de tanto tiempo de espera hoy comenzarían los preparativos de compromiso y posteriores nupcias, podría dejar finalmente la casa paterna y mi vida estaría atada a la de Darcy para siempre.

Si tenía suerte le convencería de salir de este triste pueblo e irnos a algún lugar lejano, ¿A dónde? ¡Quién sabe! Lo importante era hacerlo juntos, la sola idea de nuestro futuro me hacia sonreír de verdad.

Me refugie en su pecho aceptando el abrazo que me dedicaba y echando a andar al interior, más de uno poso su mirada sobre nosotros y diversas emociones eran las que identificaba. Curiosidad, humor, alegría, recelo… mi padre desde la mesa principal bebía de su cerveza y nos observaba con su pesada presencia. Me inquietaba esa seriedad que tomaba a veces y que verdaderamente no le quedaba. Aunque había terminado por aceptar el compromiso aun quedaban en el atisbos de su enfado pasado, el siempre había querido que su única hija contrajera matrimonio con un mejor partido que un leñador ordinario. ¿Pero qué podía hacer? Dentro del horrible pueblo donde vivíamos además de nosotros no había familia alguna que valiera la pena, además que él había amado a mi madre desde toda la vida y comprendía la devoción que veía en nosotros. Mi padre podía ser lo que sea… pero tenia corazón, y eso normalmente terminaba por perdonarle todas sus faltas.

--- El plan suena bien… ¿Se lo dirás ahora? --- Le pregunte en un murmullo, fijándome de reojo en el viajero que parecía perdido. Su talante de caballero, su expresión afable y un brillo natural en su persona lo hacía resaltar de entre el populacho... qué curioso, no solo era su voz lo que me agradaba, observarlo también era igual de encantador. Le sonreí con diversión y le hice un ademan, señalándole quien era el dueño de la posada.

El padre de la joven doncella no dejaba de mirarles con las espesas cejas fruncidas y un geto de interrogación grabado en la frente. Desde el principio de aquella relación había mostrado su desacuerdo. Quizá esperaba a que algún príncipe encantador viniera por su pequeña princesa... Pero esta era la vida real, no un cuento de hadas. Además Darcy sabía que podían sostenerse muy bien de su trabajo como leñador y al mismo tiempo encontrar un lugar mejor para vivir. Probablemente en un lugar más cálido y que fuera reconocido en el mapa, como todo pueblo digno de serlo debería. En todo caso elfuturo pintaba siempre bien con aquella frágil criatura de mirada decidida entre sus brazos. Se sentía perfectamente capaz de hacer lo que fuera, por ella. Nada sería un obstáculo para que estuviesen juntos. Durante los meses previos Darcy había visitado bastante al padre de su futura prometida, intercambiando algunas bromas y horas de conversación con él. Al principio había sido difícil, pero con el tiempo el viejo demostró que era capaz de articular más que respuestas monosilábicas y frases a medias.

Todo el mundo en el pueblo era conocedor del próximo compromiso, sólo existía la duda que flotaba en el aire sobre el cuando. Hoy dejarían de tenerla.

-Sí, creo que ha llegado el momento- se río por lo bajo, entusiasmado por la idea de hacerla su prometida. Notó su distracción cuando le dio nuevas señas al forastero sobre el dueño del lugar. Entrecerró la mirada con cierto recelo, al ver la mirada curiosa que el cazador les dirigía. -Ven.- Besó el dorso de la mano de Dominique y le condujo entre la gente que se paseaba con la pintas de cerveza y los platos de comida hasta llegar a la mesa de su padre. -He aguardado tanto tiempo como mi corazón me lo ha permitido y sufisciente para que se me pueda juzgar por buena moral y conducta por mis mayores. Supe desde el primer momento que la vi, que esta dama, era la indicada para ser mi compañera, en las buenas y en las malas. Y soy sufiscientemente afortunado para que ella me corresponda con devoción y afecto. Nos amamos, mucho. Ahora que le conozco no puedo vivir apartado de ella un sólo día de mi vida. Sé muy bien que viene de buena familia y os puedo asegurar que pese a mi condición de leñador, se trabajar duro y nunca le faltará nada.- hizo una pausa mirando a Dominique con una sonrisa de complicidad -Hágame el honor de concederme la mano de su hija.- El señor guardó silencio un rato y las miradas se posaban en la mesa que ahora era el centro de atenciópn. Algunos murmullos comenzaron a elevarse cuando se prolongó el silencio. Al final el padre de Dominique se levanto y cedió una sonrisa después de un minucioso estudio de los ojos de su querida hija. Concedió su permiso y estrechó la mano de su futuro yerno, dirigiéndole una mirada que claramente decia "¡cuidale mucho por que si le pasa algo...!". Darcy puso la rodilla sobre el suelo y saco de su bolsillo un anillo, con una piedra brillante, un pequeño diamante. Era de su madre y había pasado por muchas manos antes que la de Dominique, una reliquia familiar... -Dominique Fontaine, he pedido conforme dicta la tradición, el permiso para convertirte en mi prometida. He buscado entre las estrellas, durante mis largos viajes y tuve la fortuna de encontrarme con una en el camino- buscó su mirada, irradiando alegría -No concibo mi vida sin usted. Le amo más que a nada en este mundo... ¿Me conedería el grandísimo honor de casarse conmigo?-

Lleno de gracia iba el forastero entre los campesinos, haciéndome recordar a los príncipes de los cuentos de hadas. ¡Era inevitable! Despertaba una simpatía y admiración, como cuando ves las estelas brillantes de luna que atraviesan la arboleada silvestre y chocan contra la superficie de un pantano. Son sutiles, puras y brillantes… y es su magia quien delata la podredumbre de lo que le rodea. Jahjahj De verdad me entretenía ese misterioso jovenzuelo aunque mi gesto discreto siempre pareciera indiferente… Y aun así, no me quedaba mucho espacio en mi mente para rendirle homenaje, mis atenciones caían estrepitosamente hasta la mirada severa de mi padre y progresivamente a las sonrisas tenues de mi enamorado. Un beso galante en mi mano y un ligero tirón bastaron para darme cuenta verdaderamente que ese era “el momento”. Aquel que había estado esperando por tanto y tanto y tanto tiempo…

El latir de mi corazón golpeo tanto mi pecho que sentí que alguien podría escucharlo, y justo ahí ante la mirada inquisitiva de mi padre no podía hacer menos que oprimir con fuerza las manos de aquel a quien ya pertenecía, aun cuando los juramentos tardaban en pronunciarse. Darcy hablo y se hizo el silencio en todo el comedor, todos estaban ahí con los ojos y los oídos abiertos a las nuevas buenas. La euforia estallo silenciosa en mi interior acelerando mi pulso y mi sangre, presurosa subió hasta mi rostro donde los pómulos ardieron y la sonrisa se ensancho libre y espontanea… Como adoraba esa forma de hablar apasionada, educada y galante, lo que más me gustaba de el era eso. No, no es cierto, era esa sonrisa medio sarcástica, aparentemente discreta pero delatora de tantas cosas.

Tuve que morderme el labio para no interrumpir y esperar a que mi padre accediera. Desconozco que de todo vio en mi rostro pero al hacerlo inmediatamente respondió, haciendo que todos alrededor aplaudieran, chiflaran y hasta bromearan compartiendo la festividad del momento, el escándalo disminuyo solo un poco cuando Darcy se arrodillo frente a mi dispuesto a hacer la gran pregunta. La palma de mi mano se poso sobre mis labios y mis ojos que reflejaban la dicha de los ajenas daban una antelación a la respuesta, que tardo en ser pronunciada. Era demasiada la felicidad para poder soportarla.

--- Muchas noches paso está lejana estrella observando desde el cielo oscuro, pero solo fue hasta que apareció este viajero --- Di un corto paso para acercarme, acariciando con mis manos las ajenas y admirando la hermosa joya --- fue que decidió bajar a la tierra para pertenecerle. --- No pude evitar sonreir una vez mas y me arrodille frente a el, quedando con mi mirada a la par de la suya---. Sí, mi señor… hoy, mañana y siempre, si.

El escándalo a nuestro alrededor fue total, la gente gritaba, golpeaba la mesa y aplaudía, alguien invito los tragos para todos, pero el bullicio me pareció lejano… mis atenciones estaban para aquel que colocaba la encantadora joya en mi mano y me hacia levantar de nuevo, mis manos rodearon su cuello y quise quedarme entre sus brazos pero las demás personas no se hicieron esperar, mi padre tiro de mi para abrazarme. Mis amigas, vecinos, residentes y hasta personas que me parecieron desconocidos nos rodearon a ambos repartiendo abrazos y felicitaciones.
Fue mi madre la más calma, quien aguardo hasta que tuvo su oportunidad y tomo mi mano para apartarme del gentío, con un cálido abrazo, un beso en mi frente me susurro al oído los mejores deseos.

--- Antes de que nadie, quiero darte un obsequio… --- me dijo con su vocecita dulce y extendió a mis manos una gran caja blanca con un lazo azul en forma de moño. --- su valor no se mide por pesos sino por esfuerzo y amor, mi Dominique querida, y sabes bien que en entre tú y yo en ello somos ricas. He llevado meses preparándola para ti, tal y como mi madre tardo meses en hacerme una a mí. --- Enternecida por sus palabras bese su mejilla y abrí la caja, encontrando en su interior una fina y suave tela blanca ingeniosamente doblada, saque la prenda de su interior encontrándome con una larga capucha del blanco más puro que hubiese visto nunca, comparado únicamente con los primeros copos del invierno--- Llévala de ahora en adelante, y sigue siendo tan digna como eres ahora de llevarla para que pueda protegerte siempre de cualquier invierno. --- Nuevamente volví a abrazar a mi madre con fuerza, agradeciéndole en un susurro por todo y tratando de impedir que las lagrimas escaparan de mi mirada. Sencillamente todo era demasiado para mi, y la noche parecía prometerme muchas mas sorpresas... ¿ podría ser posible que así fuera?

Por un momento el mundo pareció guardar respetuoso silencio antes de que su amada Dominique diera la respuesta que Darcy estaba esperando sin ninguna impaciencia. Desde hacía varios días ya cuando había probado la ambrosía que una diosa puede conferir a un mortal, que sabía que era suya en cuerpo y alma. Sólo debía convertirse en un acuerdo del conocimiento público para que todos los hombres también lo supieran y lo respetasen. Aquél ángel encarnado había descendido para poner su mirada a la par de él después de decir “sí”. El anillo que Darcy colocó en el dedo índice de la celestial criatura, como promesa del destino que ahora compartían, parecía brillar con mayor intensidad de lo que él recordaba. Sonrió ante la etérea visión que ahora le pertenecía tanto, como él a ella. Después, lo que había estado escuchando como susurros se volvieron gritos de alegría. Sostenía a su Dominique entre los brazos mientras ella rodeaba su cuello con ternura. Tuvo que dejarla ir con cierta reticencia cuando su padre reclamó el primer turno para felicitarla. Luego fue estrechando mano en mano recibiendo felicitaciones y consejos para el próximo matrimonio a celebrarse. Alcanzó a ver la caperuza blanca que le obsequiaba su madre a la joven diosa... y entonces en ese momento se fijó en el par de ojos que también observaban la misma escena con deleite... ¿melancólico? Frunció el ceño. No podía estar totalmente seguro por su puesto, pero ese gesto le incomodó un poco. Volvió a acercarse para tomar la mano de Dominique, besando el dorso de la mano de su madre, en actitud de agradecimiento. No se separó de su amada prometida el resto de la noche. Aunque si jugó a los dardos con algunos otros jóvenes del pueblo con ella sentada cerca, inspirándole cual divina musa. También le había mandado un trago de cortesía al forastero antes de escoltar a Dominique a la escalera cuando ella comenzó a bostezar cansada por el largo día. Darcy todavía continuó brindando y conversando con los demás un par de horas más.


Se encontraba recordando todo esto al asomar el primer rayo de sol por la ventana que había quedado entreabierta después de su incursión a hurtadillas. Su corcel siempre fue de utilidad para alcanzar el balcón bastante alejado del suelo. Darcy contempló como la luz anaranjada acariciaba la mejilla de su amada Dominique, recostada a su lado, tan sólo cubierta por las blancas sábanas de algodón. Semejaba ser como una rosa blanca que se abre apenas, perezosa al bostezo de un nuevo día. No quiso interrumpir su sueño y no podía demorarse mucho más en esa habitación sin correr el riesgo de que alguien los descubriera. Acomodó con cuidado uno de los mechones de negro azabache que cubría a medias el rostro de su adorada musa y besó su frente antes de suspirar e incorporarse. Le dejó una nota en el lugar habitual, bajo la almohada que Darcy había utilizado para descansar, con el siguiente escrito:


“Mi estrella de la mañana, cada minuto que pase lejos de ti será como vivir una eternidad entre sombras. Pero me motivará el hecho de saber que te tendré de vuelta en cuanto caiga el sol. Te dejo mi alma. Cuídala. Te amo.
Tu bien amado, Darcy.”


Salió el joven hombre por el mismo lugar por donde había entrado, la ventana, después de coger su camisa y abrigo. Su caballo aún permanecía allí, así amortiguó la caída y dando un último vistazo al balcón de Dominique cabalgó rumbo al bosque. Ya tenía todo listo para el trabajo de esa mañana. Había encontrado buena madera no muy lejos de la aldea. Le pagarían bien el ropero que le encargaran hace unos días y tendría pronto el dinero si se apresuraba con el trabajo. Era sencillo. Lo más difícil sería tallar el grabado. Justo en ese momento, cuando se hallaba a medio camino reparó en el hecho de que había dejado olvidado su pequeño, pero afilado cuchillo especialmente para trazar pequeñas figuras en la madera, en la posada. Probablemente en la barra o en la mesa que compartiera con Dominique. Detuvo a su caballo de un tirón antes de decidir que probablemente el cantinero la recogería, o uno de sus ayudantes y la guardaría para cuando alguien viniera a reclamarla. Sabrían de quién era. Volvió a emprender la marcha con media sonrisa en el rostro deseando que llegara el crepúsculo para volver a ver a su prometida.

Spoiler:

Mi mirada se encontro con la del viajero y no volvi a dejarla ir.... apenas senti como una brisa al anciano Doddle que pasaba tras de mi, o los llamados de las chicas de la posada, mis pasos fueron hacia el rubio joven que me saludaba con la mas jovial de sus sonrisas y una reverencia muy pomposa. Coloque mi mano sobre mi cadera, negando con la cabeza y me eche a reir, sus excesivos modales, su elocuencia refinada de caballero exaltaban mas la pinta de principe que tenia... de hecho me gustaba pensarlo asi, como principe que habia salido en busca de aventuras y por accidente habia caido en el unico lugar donde no podria encontrar alguna. Habia llegado a un pueblo olvidado por Dios, donde solo las estaciones eran quienes traian la novedad a su rutina, pero el era como sacado de las historias. Irradiaba una vitalidad inagotable, un entusiasmo que parecia ser como una chispa... la incidencia necesaria para comenzar un incendio. Jhjhajaajha Pobre Joven, ni siquiera sabia su nombre y ya usaba su figura para mil historias y ocurrencias.

---Buenos dias!! pero miren nada mas, el misterioso recien llegado! ¿encontro comoda su habitacion?, ¿durmio bien? Esta a tiempo, apenas hemos comenzando a servir el desayuno, y de hecho... -- Mi sonrisa se remarco, dando un paso para estar mas cerca de su rostro y con el dorso de mi mano izquierda cubri mis labios, simulando remarcar el secretismo --- Voy a compartirle de mi buena suerte y fortuna, aceptando que desayunes conmigo. --- Me incorpore del todo, haciendole un guiño de ojo y volvi a sonreir --- Toma asiendo en esa mesa desocupada, te traere tu desayuno--- Gire sobre mis talones y en paso danzarino marche a la cocina, donde las chicas, quienes me habian estado llamando con tanta insistencia anteriormente saltaron sobre mi para atosigarme a preguntas sobre el nuevo inquilino. No era de sorprenderse, con su cabello pardo, sus ojos de cielo, su tez blanca, esos brazos fuertes... el chico, ademas de modales, tenia galanura. Me quite el mandil de cocina y envolvi el arma de Darcy con el para dejarlo en una vitrina. Coloque la jarra de cafe sobre la charola, sirviendo los baguettes recién horneados y dos tazones de avena, no pude decirles mucho a mis "amigas", pues les dije la verdad... que habia llegado anoche pero que nadie sabe de donde ni porque. Me hubiera gustado haberle preguntado mas, aunque no para contarles a Mina o Anne Marie, el nombre de las chicas, nada me unia a ellas salvo el trabajo con mi madre. Desde la llegada de Darcy las habia visto deseosas de una de sus miradas, muchas veces aun cuando todo el pueblo sabia de sus pretenciones conmigo, siguieron haciendolo. Desde entonces habia encontrado un placer en molestarles y señalandoles que iba a pasar a desayunar con el, me marche de las cocinas. Llegue entonces con el viajero, dejando la charola de alimentos y tomando asiento a su lado--- Espero que te gusten los baguettes, viajero, son la especialidad de mi madre --- afirme, aunque no era del todo cierto, solo queria alentarlo a comer--- ¿Sera que tienes un nombre por ahi que pueda yo saber?