Los pantanos (libre)(+18)

Recuerdo del primer mensaje :

Otra noche de luna llena, envaine mis espadas a la espalda, habíamos recibido noticias sobre la presencia de una manada en los pantanos.
No era algo habitual en los licantropos, seres que habitaban mas la zona de bosques cuando no tenían cuerpo humano, así que esa noche decidí acercarme en una misión rutinaria, ver, oír y no interferir, pues iba solo y poco o nada podría hacer si la manada era amplia.

Tomé mi montura y cabalgué como alma que lleva el diablo hacia las afueras de la ciudad, atravesé la zona de barrios bajos, como siempre con su olor a hedor, sexo de las putas que se vendían en cada esquina y de enfermedad, aquello era un nido de putrefacción que chocaba con la zona mas alta de París.

Bordeé la zona de bosque, en este tipo de noches no era muy seguro adentrarse en él, los licantropos campaban a sus anchas en París.
Aun no me había recuperado de la ultima cacería, tenia una contractura seria en el hombro y una herida de garras en el lateral que empezaba a cicatrizar, así que obedecería ordenes y me limitaría a observar.

Así alcancé la zona pantanosa, desmonté del corcel y me adentre en la ciénaga lentamente, luces y sombras en mi rostro por el reflejo de la luna sobre las oscuras aguas y como no por las ramas de los arboles grises, medio muertos.
Me detuve cuando las ondas de agua se sacudieron emitiendo un ligero gorgoteo.
No estaba solo, escondí mi cuerpo tras el tronco de uno de esos arboles y desenvainé la espada mirando de soslayo.
¿Quien andaba ahí?

Todavía sentada detrás del cazador sobre su caballo no sé si estaba haciendo bien, o estaba haciendo mal. Nunca me he dejado llevar por el momento, nunca he salido de lo que son las misiones y lo que ello conlleva, para mí es nuevo y es extraño. Al parecer al cazador le divierte que le llame ahora cachorro en vez de león, su rostro se gira en mi dirección y en algo tiene razón, ¿qué puedo perder si no lo intento? No tengo ningún plan para esa noche y mi misión comienza a estancarse sin que pueda poner remedio ni freno. ¿Soy capaz de dejarme llevar una noche? No lo iba a saber si no dejo que pase, dice que es experto en sacar de la burbuja a las mujeres y sonrío de lado por ello, y me pregunto si conmigo también va a poder hacerlo.


-Sé bailar, cachorro –digo aunque sé que se refiere a otra cosa- Comprobemos si es cierto que puedes sacarme de esa burbuja –él pide que me abrace antes de espolear al caballo para que emprenda el camino hacia donde viva. Mis brazos rodean su cintura dejando que él guíe al animal hacia su lugar de residencia, lo que no espero escuchar es las palabras que en el camino pronuncia. ¿Un cazador con una loba? No entiendo esa relación pero no soy quién para juzgar, no entiendo como cazador y presa pueden sentir algo cuando somos razas enfrentadas pero no es algo que a mí me importe, no va conmigo la cosa. Acepto muda lo que me dice, aunque me han convertido en una asesina fría, cruel y despiadada también me han enseñado modales y sé que no es mi casa y que debo comportarme. Si pienso que esa noticia es suficiente, saber que su hermano es un cazador y un lobo a la vez me deja muda sin palabras- Quiere decir que no puedo cazar a nadie –comento mientras noto la velocidad del caballo, donde ya hemos dejado el circo muy atrás- Eres tú quien va a enseñarme a salir de la burbuja, supongo que si tienes experiencia sabrás qué hacer –comento porque no yo no he hecho nunca algo como lo que estoy haciendo, para mí es nuevo todo- ¿Entrenar en el patio de armas? –Rió divertida por sus palabras- ¿Quieres que te de una paliza, cachorro? Luego no me digas que has perdido por estar herido –el caballo sigue su constante ritmo y pronto entramos en la zona de la ciudad donde están las mansiones, su comentario sobre ir a su habitación me hace reír de lado-
Mi historia es más diferente y complicada de la tuya, no soy de París así que no pertenezco para nada a esta ciudad, y no creo que sepas los motivos que me han traído hasta aquí -hago una pausa-
Tienes una familia un poco rara -comento pero él al menos tiene una familia, yo no tengo nada- Nuestras situaciones son diferentes al igual que lo son las situaciones por las que estamos aquí y por las que somos cazadores -no soy mucho de hablar, no le he contado a nadie mi historia porque ni yo misma la conozco- ¿Un baile privado como el del pantano, cachorro? Creo que eres muy joven para eso –comento antes de que el caballo entre en una de las mansiones y se dirija al establo, donde aparto los brazos de su cintura y me bajo del mismo para acariciar su hocico mientras el animal bebe agua, miro al cazador sin saber qué es lo que va a hacer- ¿Vas a romper mi burbuja? –Pregunto porque, en esos momentos, me siento más perdida que nunca.

No puedo evitar echarme a reír al escucharla una y otra vez llamarme cachorro como si por decirlo muchas veces y repetírselo a si misma eso fuera a suceder y ese fuera el modo en que su intensa mirada me pudiera ver.
Sabia lo suficiente de mujeres como para entender que cuando una va contigo es por algún motivo, dudaba mucho que  parecerle un cachorro fuera el motivo que ahora la orillaba a pegarse a mi cuerpo, aunque también es verdad que no andábamos mal de ego ninguno de los dos.

La mujer dijo que su historia pera mas compleja que la mía, claro que no había escuchado ni una palabra de lo que había sucedido en mi vida como para garantizarme que así era.
Ladeé la sonrisa mirándola de soslayo por encima del hombro.
-No te preocupes cazadora, ahora saco la bola de cristal y descubro la historia de tu vida -suelto una carcajada divertido – tu también eres bastante peculiar señorita Zaniba.

Desmontamos del corcel al llegar  la mansión de Agarwaen. El animal bebía de una gran bidón de agua de forma rectangular.
La cazadora se acerco para acariciar su hocico antes de elevar la mirada para hundir sus ojos en mis azules y preguntarme si seria capaz de romper esa burbuja.
Ladeé la sonrisa, mi hombría tocada por sus palabras anteriores, esas que aseguraban ser joven para perderme en su piel aquella noche basto para que la alzara de improvisto y la dejara caer en el abrevadero sin poder parar de reírme al oírla protestar completamente mojada desintegrandome con la mirada.

Me acerqué para darle la mano y ayudarla, iba a decir un mordaz comentario cuando tiró de mi y ambos caímos en el agua, yo sobre ella, al parecer a la dama le iba la venganza.
Sobre ella, me relamí los labios contemplando su airada mirada cielo, enarque una ceja sin perder la sonrisa, mi cuerpo se removió contra el suyo impactando con mi alada hombría en su vientre.
-Bueno, tu burbuja ...¿donde esta ahora? -pregunté dejando que mi aliento chcara contra sus labios -esto es vivir, algo distinto a entrenar y ahora puede que estés furiosa, pero..piénsalo, tu y yo estamos aquí y nunca mas vivirás este instante...aprovecha la vida Zaniba porque pasa rápido y teniendo en cuenta a lo que nos dedicamos, es fácil que termine incluso antes de tiempo.

Me alcé ayudandola a salir de ahí, no podía evitar sonreír al verla completamente mojada.
-vamos a mi habitación y te dejaré una camisa seca, no quiero que acabes cogiendo reuma, estas ya mayor para estas cosas -bromeé como respuesta a su anterior comentario mordaz -cuidado cazadora, no acabes anhelando asaltar la cuna de un cachorro.
Deslicé mis dedos por su pelo, atrayendola por este hacia mi rostro.
-Me deseas, niégalo si es lo que te hace sentir segura vuelve a esa burbuja de cristal pero...tu y yo sabemos la verdad.

Me di la vuelta y empecé a caminar hacia el caserón, nada mas abrir pude escuchar en el salón las voces de los míos ya bastante animados por el alcohol.
Tomé la mano de Zeniba para que me acompañara hacia allí, todos reían contando sus historias de caza de la noche, nada mas me vieron me lanzaron una botella para que los acompañáramos.
-se llama Zeniba y vamos arriba que dice que va a hacerme un baile privado -bromeé entre risas sintiendo a mi espalda el enfado de la mujer que me acompañaba -vamos a ponernos ropa seca y bajamos

No espero que al bajar del caballo lo siguiente que hace es acercarse donde estoy, alzarme y dejarme caer en el abrevadero de los caballos. El agua moja mi ropa y yo lo miro con ganas de matarlo por lo que ha hecho, de improvisto, y él ríe divertido al verme ahí. Gruño por lo que ha hecho y me siento tentada de llevar una mano tras mi espalda, buscar una daga y hacerle una herida por la afrenta, maldiciendo en mi idioma al hombre que tengo delante. Tiende su mano y lejos de aceptar, lo que hago es tirar hacia mí para que acabe mojado como lo estoy yo. No calculo ni mido bien la fuerza, solo tiro con rabia y eso hace que quede encima de mi cuerpo.

Su mirada está en la mía y su aliento en mis labios, se mueve y noto su hombría contra mí cuerpo, pregunta para la que no tengo respuesta alguna, pues no hago esto y estoy fuera de mi zona de lo que puedo llamar “confort”. Pero sé que tiene razón, eso es “vivir” y es algo a lo que no acostumbro en mí día a día, todo calculado, todo medido… no hay espacio para improvisar y ahora lo hago. La vida que tenemos como cazadores puede ser breve y acabar pronto, yo nunca me he permitido salir de esa línea ¿lo iba a hacer esa noche? No sé en lo que me he metido y me debato qué hacer, pero ya estoy en la casa y no iba a mostrar cobardía alguna frente a lo desconocido.

Tomo su mano cuando me ayuda a salir y lo miro, él parece divertido por como estoy mojada pero sus ropas también lo están, enarco una ceja cuando dice que va a dejarme ropa seca. Sus dedos se deslizan por mi pelo y me acerca a su rostro, dice de forma firme que le deseo, pero que lo niego por estar en esa burbuja de cristal que él intenta romper. Frunzo el ceño por sus palabras de las que no estoy segura del todo, quizás tiene razón, quizás no la tiene para nada. Se aleja sin dejar que responda en dirección a la casa y no me queda más que seguirlo, recuerdo lo que me ha dicho sobre su familia y me acerco a él que toma mi mano, tentada estoy de soltarme de su agarre que quema y oigo risas y voces.

Llegamos donde están y al verlo le lanzan una botella esperando que se una, él con descaro dice de ir arriba porque voy a hacerle un baile privado, aprieto con fuerza el agarre en su mano por no liar nada frente a ellos, pero no me faltan ganas. Tira de mí y yo muerdo mi labio con fuerza, me suelto cuando llegamos arriba de un tirón y lo miro cruzando mis brazos sobre el pecho. Enfrento su mirada, él divertido, yo enfadada por las palabras que dice.


-¿Un baile privado? Mide tus palabras cachorro, he aceptado venir pero no voy a consentir que digas y hagas lo que quieras –afirmo con voz firme- ¿Qué tal si me dejas algo de ropa y no adelantas lo que va a pasar? Sino voy a pensar que tienes una bola de cristal –quito la camisa mojada a mi cuerpo, tomo la botella y doy un trago largo porque lo voy a necesitar, para luego quitar los pantalones ceñido a mis piernas, pegados por completo y los dejo junto a la camisa en el suelo. Mi mirada sube a él con sus ojos azules que me miran de esa forma y pongo mis manos en mis caderas- ¿Es la primera vez que ves una mujer en ropa interior? Pobre cachorro –comento mordaz y espero a que me preste algo de ropa- que no sea ropa de mujer –digo con rapidez porque no me gusta vestir con vestidos y faldas. Mi mirada se pasea por la habitación y observo varios libros, varias armas sobre un arcón al que me acerco y las miro más de cerca- Bonita daga –digo cogiendo una daga pequeña y curvada, de plata, con una inscripción en la hoja afilada- Tienes una buena colección aquí –mis ojos van de arma en arma y cojo un sable, curvado, como los típicos de mi país- este me suena mucho, nosotros lo utilizamos en las noches de caza. La hoja entra limpia pero al sacarla rasga la carne y desgarra todo a su paso. Es una belleza –digo para mirarlo a él para que me de la ropa.

De un tirón la cazadora se suelta una vez llegamos la piso de arriba, enarco una ceja antes de ladear la sonrisa indicándole con la mano que pasara delante de mi, pues mi cuarto es la tercera puerta a la derecha.
Como de costumbre sus palabras suenan secas, desafiantes, peor la verdad el cachorro empieza a acostumbrarse a las mordidas de la dama.
-No necesito bola de cristal para saber que va a pasar, me basta con ver...- me orillo ligeramente a su cuerpo, mi aliento acaricia sus labios y por un momento sus ojos bajan hasta estos -solo necesito ver como tu mirada se oscurece mas de la cuenta, como muerdes tu labio con fuerza presa de la rabia que te ocasiona saber que este cazador insignificante que no ves a tu nivel esta rompiendo tu burbuja, esa que durante años has estado forjando.

Ladeo la cabeza pidiendo por favor que camine hacia mi cuarto, a fin de cuentas ¿no era ese el trato?
Allí se quita la camisa, mis ojos se pasean por su preciosos cuerpo, solo la ropa interior cubre los atributos de una figura curvilínea, musculada para la batalla.
Los pantalones siguen el mismo recorrido que la camisa y me muerdo la lengua con picardia mientras esta ahora busca mis azules con el ceño fruncido.

De nuevo sus palabras me desafían, con la mano en las caderas sus pechos se alzan frente a mi turbia mirada.
-Bueno, quizás puedas enseñarle al pobre cachorro lo que escondes bajo esa prenda -dije señalando el sujetador de forma mordaz y con un aire de ingenuidad que no tenia ni por asomo – no sea que muera virgen mi preciosa Afrodita.

Me dirijo al armario sin poder parar de reír, saco una de mis camisolas que al ser mas grandes le cubrirán los muslos, será suficiente hasta que su ropa seque.
Me acerco a ella, contempla parte de mi colección de armas, me coloco a su espalda, mirando por encima de su hombro el arma de la que habla.
-Son Kukris, armas ligeras, mas pequeñas que la cimitarra que es el arma de la que tu hablas. Esa la usa mi príncipe Agarwaen, ese borracho que has visto ahí abajo bebiendo con mi hermano -puntualizo sonriendo.
-¿te gustan? -pregunto acariciando su cuello con mis palabras.

Cuando se gira para mirarme, nuestras miradas quedan enlazadas, mi aliento acaricia su boca, errático, plagado de ganas, la adrenalina de la lucha siempre es buena consejera para otro tipo de gestas en la cama.
Mis labios se acercan a los ajenos, pienso romper esa burbuja aunque sea a golpe de espada.
Ella me pide la ropa, ladeó la sonrisa pensando en lo cobarde que es por no acortar la distancia y con mi dedo se la acerco para que pueda ponérsela si eso lo que desea.

Me separó para darle intimidad, mi ropa queda esparcida por le suelo junto a la suya, me cambio los calzoncillos y me pongo un pantalón cómodo.
Tomo la botella que hay sobre la mesa, doy un buen trago y lanzo parte del liquido sobre la herida que he cauterizado antes de cubrirla con un apósito para evitar que se infecte, mañana volveré a ese pantano, esta claro que esos dos lobos no son los únicos que habitan cerca de la aldea donde desaparecen lo niños.

El cazador me desafía y me tienta en todo momento ahora que estamos en la parte de arriba en lo que es su habitación, afirma que no le hace falta una bola de cristal sino tan solo ver y yo lo miro de forma fija. A esas alturas de estar en Persia tras una caza estoy preparando la próxima misión sin espacio a dejar que ocurra nada, entrenar, cazar, comer, dormir… es lo que hacemos y no nos salimos de esas pautas, como si fueran normas que hemos adquirido con el paso del tiempo. Estar en esa casa, junto al cazador, es algo que allí sería impensable en todos los efectos. Salir de una rutina adquirida durante años ha base de palos y golpes no es fácil, y el cazador quiere sacarme de su burbuja. Él se acerca a mi cuerpo y yo frunzo el ceño ligeramente por sus palabras, porque en parte pese a todo… sé que tiene razón.


-No es fácil –respondo cuando él está cerca de mí todavía sin importarme que sus ojos recorran mi cuerpo, eso es algo que no me importa- cuando forjas unas bases que se han convertido en lo que eres, no es fácil cambiarlo de la noche a la mañana –porque es normal que no me guste que rompa mi burbuja, la he forjado durante años y ver que la empiezan a romper o que pueden hacerlo descoloca bastante. Enarco una ceja ante la insinuación de que me quite el sujetador para que pueda ver lo que hay bajo, de una forma ingenua que no cuela para nada- Dime cachorro, ¿qué prefieres? ¿Morir siendo virgen… o morir siendo eunuco? –Sonrío de lado viendo que va al armario para coger algo de ropa riéndose, pero la risa se corta ante mi pregunta y soy yo quien sonríe de lado ahora. Mientras observo la colección de armas que tiene bastante dispar, y pienso en lo que yo podría hacer con ellas si las tuviera.

Siento su presencia en la espalda mientras yo miro las armas, me dice el nombre de la que llevo en las manos y enarco una ceja. Él dice que su príncipe utiliza dicha arma y miro la cimitarra, arma tradicional de mi tierra, para cogerla con mi mano y examinarla más de cerca. La hoja es curva y el problema no es cuando entra, sino cuando sale pues desgarra todo a su paso. Siento su aliento en mi cuello y mi rostro se ladea para verle aún con la cimitarra en mis manos, tiene más armas, muchas más de las que yo llevo en aquel viaje. Dejo la espada en su sitio donde estaba y me giro para mirarle, mi mira en la suya, sus labios rozando los míos.


-Todo lo que pueda matar me gusta –mis tridentes al igual que el látigo están junto a la ropa en el suelo y me siento desprotegida sin ellos. Siento el impulso de acercarme a él pero algo me frena, puede que no estar acostumbrada a ello me para. Me tiende la camisa que me pongo y que me llega hasta mitad del muslo para ver como se cambia y luego echa alcohol en la herida y me acerco para mirar- Dices que tú príncipe está ahí bajo y que es cazador, así que tú ¿eres como su protector? –Apoyo mi cadera a su lado y veo la herida que tiene y que he tenido que curar- así no va a curar –digo y me acerco al abrigo sacando del bolsillo un pequeño frasco que siempre llevo encima para cualquier herida que me haga en la caza. Me acerco a él y le ordeno que se limpie el rastro de alcohol, abro el frasco y cojo un poco del contenido pastoso de color verde con el dedo y lo miro- te va a picar –digo antes de aplicarlo con el dedo sobre la herida- ¿Por qué decidiste ir solo al pantano, estando herido? –Termino de aplicar el ungüento y quito los restos del mismo pasando el dedo por su pecho quitando lo poco que queda, me siento sobre el pequeño escritorio que hay y le quito la botella para dar un trago a esta- ¿Te van las misiones suicidas, cachorro? –Pregunto y dejo la botella a mi lado para mirarlo, ladeo una sonrisa y no quito mis ojos de los suyos- te advierto que puedo ser una misión suicida… pero ya conoces los riesgos –me bajo del escritorio botella en mano, doy un trago y delante de él se la tiendo. Le observo como cazadora y como si él fuese la presa, es un cachorro y eso lo hace más fácil- ¿Vamos, cachorro? –Pregunto pegada a su cuerpo- ¿o hay algo que quieres enseñarme antes de bajar?

Elevé la mirada dejando la botella en el mueble, veo que su mirada esta fija en mi herida.
Ladeo la sonrisa antes de responder a lo que me pregunta.
-No así exactamente, pero si, se podría considerar así, si es que Agarwaen necesitara de guarda espaldas. De allí de donde vengo, Mykonos, la isla esta dividida en dos facciones. Una la de los cazadores, a la que pertenezco y que dedicamos nuestra vida a proteger a los humanos.
Somos criados desde niños para ello, somos guerreros, entrenados como tu para esgrimir el acero.
Agarwaen es el hijo único de los reyes que regentan esa facción y algún día se convertirá en rey.
Su deber sera guiar a todos los cazadores, pero eso no lo sitúa en un trono, si no en el campo de batalla, así que, digamos que nos protegemos mutuamente las espaldas ¿entiendes?
La otra facción la forman los sobrenaturales, su intención dominar Mykonos, Grecia y el mundo si se les pone a tiro.
Nessanie es la princesa y ahora esta en París para dar con Agarwaen.

Ladeo la sonrisa con cierta diversión mientras llevo el dedo a mi cabeza y hago el signo de que esta loca.
-Su plan maestro es usar a Agarwaen de marioneta, es una hechicera, así que si logra que este se convierta en su muñeco de trapo..dominara toda la isla.
Teniendo en cuenta que marcó al príncipe en la ultima gesta con una herida que se extiende y de la que no hemos hallado cura...no es tan descabellado su plan, pues cuando roce su corazón la marca, se trasformará en un ser carente de humanidad, oscuro...
Así que..aquí estamos tratando de impedir que eso ocurra y matar a Nessanie, creemos que es el único modo de que Agarwaen encuentre la paz.

Sus ojos siguen en mi herida, como si meditara si ayudarme o no, en el pantano no lo hizo, pero ahora sus labios se despegan para decir que así no curara y pronto un ungüento aparece en su mano.
Nuestros ojos se encuentran, afirma que me va a doler ¿acaso el dolor no es parte de la vida?
Sus dedos se deslizan lentos por mi abdomen, mi cuerpo se contrae por el contacto, siseó ligeramente al sentir el escozor y pronto mi herida queda impregnada de esa sustancia.

La siguiente pregunta se sucede, no se si para evitar que piense en el calor que el ungüento produce en mi piel o porque de verdad le inserta saber mas de mi.
-Tratamos de ayudar a las aldeas alejadas de París, hay cazadores que protegen el centro, pero las zonas alejadas quedan malditas, abandonadas a su suerte, así que cuando llegan aldeanos a nuestras puertas suplicando ayuda, nos es complicado decirles que tenemos problemas de los que ocuparnos.
Esta noche todos tenían que ir de caza, yo iba a reposar, pero en el ultimo momento nos hablaron de unos niños que habían estado desapareciendo, así que decidí ir a echar un vistazo en el pantano, sabíamos que en el habían movimientos de licantropos.
La idea no era intervenir, era una misión de reconocimiento, pero...una chica preciosa se ha metido en líos -dije con picardia -así que..he tenido que salvarle su precioso culo -bromeé guiñándole un ojo.

De un salto se sube al escritorio, sentándose en el para beber, contemplo sus muslos, esos que asoman por debajo de la camisa, sus pechos sobresalen ligeramente por los botones sin abrochar.
Me dice algo de cachorro y de ser un suicida, no acabo de escucharlo, mi atención esta en otra parte y eso me causa la suficiente diversión como para sonreír alzando mi mirada para encontrarme con la suya.
-Me van los retos cazadora.

Se baja del escritorio para ofrecerme la botella a la que doy un trago, al parecer mi alcoba le quema, algo que me divierte en exceso.
-¿tienes miedo de un cachorro?
Su pregunta no me pilla desprevenido ¿si tengo algo mas que enseñarle antes de bajar?
Orillo mi cuerpo contra el suyo, mis dedos recorren su cuello ascendiendo hasta enredarse en su nuca, con mi pulgar alzo su mentón para que me miré fijamente.
Mi aliento impacta contra sus húmedos labios bañados de alcohol, su boca se entreabre y la mía impacta como un tornado que todo lo arrasa.
Jadeó contra sus labios, esperando que su boca se abra y me permita adentrarme en el vórtice del huracán.

Escucho su historia ahora que responde a mi pregunta, mucho más compleja de lo que pienso en un momento. Se puede decir que es el guardaespaldas de su príncipe quien a su vez resulta estar “maldito”, por una hechicera que le ha dejado una marca que si llega a su corazón lo puede controlar. No evito el gesto y alzo una ceja, parece sacado de un cuento pero puede pasar perfectamente. Ya me queda clara de donde es pero su nombre no tiene pinta de ser de origen Griego. Parece una misión complicada y no sé si van a tener éxito o no, parece que están atascados como lo estoy yo con mi misión. Mi dedo le pone ungüento en la herida y él habla y responde a mi siguiente pregunta, está herido pero no ha dejado de lado su parte cazadora y ha ido al pantano. La cuestión es por qué allí.

Su respuesta llega clara y en parte es algo que tiene lógica, los cazadores se centran en la ciudad y se olvidan de las otras zonas, claro que mi misión no es ayudar a esas zonas pero ellos pueden prestar ayuda y lo hacen. Alzo mis ojos a los suyos cuando dice que ha ido en misión de reconocimiento, pero que se ha topado con alguien y la ha tenido que ayudar. Dice que me he metido en líos y que ha tenido que salvar mí trasero, enarco otra vez una ceja y dejo de poner ungüento en la herida puesto que ya he terminado. Quiere picarme con sus palabras, parte en verdad y parte en gracia, y yo ladeo un poco la cabeza.


-Creo que la chica preciosa, cuyo culo has querido salvar, ha acabado por salvarte a ti ¿lo recuerdas? –Cierro el bote y lo dejo en su sitio en el bolsillo de la capa, me subo al escritorio botella en mano y doy un trago- ¿Crees que los licántropos tienen algo que ver? No los veo llevándose a niños –vuelvo a dar otro trago, su mirada me recorre y soy consciente de que se pierde en mis muslos y luego en la zona de mi pecho, no he abrochado la camisa pero el sujetador hace su función. Río divertida por sus palabras, no puede negar que no le van los retos y yo para él lo soy. Bajo y le doy la botella, no sé qué pasa si bajamos y no soy dada a estar con más personas que no conozco, pero sé que en la habitación y cómo estamos el cachorro va a intentar volver a la carga. Su pregunta me hace reír otra vez pero no me aparto cuando sus dedos están en mi nuca y me eleva el rostro, sé que le divierte mi actitud y el estar rompiendo la burbuja- No le tengo miedo a un licántropo, ¿por qué a un cachorro? –Replico antes de que acorte distancia y me bese, se lo lleva todo a su paso y yo me debato no acostumbrada a algo como esto. Mi boca se abre ligeramente y le sigo el beso, pero no me muevo, me dejo llevar por su juego y noto que le he dado permiso para entrar más de lleno en mi boca y en mis labios. Mi mano sube a su espalda y me dejo llevar en ese momento, noto que hace pequeñas fisuras en la burbuja y me separo al final con un jadeo, para mirarlo- Me habías dicho algo de un patio de armas –miro sus ojos azules- ¿quieres un combate, cachorro? –Porque no estoy cómoda con mucha gente, pero sé que es su casa y que ahora estoy en sus manos. Cojo la botella y doy otro trago, me digo que poco a poco y ya he dado muchos pasos con él- Estoy en tus manos, cachorro –nunca mejor dicho- aún no te he contado mi historia, pero tampoco hay mucho que contar.

La cazadora parece ligeramente tensa, como si de verdad tratará de dejarse llevar pero no pudiera, mi lengua arrasa con todo a su paso y ella juega a danzar con ella, como el mar cuando sube la marea.
Un jadeó escapa de mis labios, quiero mas y el mordisco que le regaló le incita a pensarlo, mas ella solo acaricia mi espalda, como si necesitara ir despacio.
Me relamo observándola, el cachorro en estos temas le saca demasiada ventaja lo que me hace ladear la sonrisa de forma picara.

Nerviosa replica con bajar al patio de armas, mis ojos son los de un depredador, azules pero con la pupila dilatada por la atracción, pide un combate y por mi seria el lecho nuestro campo de batalla, mas parece que por esta noche eso no sucederá entre nosotros.
No soy de los que tira la toalla, tengo paciencia para asediar a mi presa, así que me limito a coger dos de los cuchillos que tengo sobre la mesa, los cuelgo del cinto y le quito la botella para ahora yo dar un trago que calme mis ganas.
-No puedes estar en mejores manos -apunto lanzandole dos bocados al aire -vamos a ver si me das esa paliza de la que llevas alardeando la noche entera. Quizás, ya que estas tan segura de que eso va a pasar ¿podemos apostar algo?
Un combate, el primero que consiga inmovilizar al otro gana ¿que me dices? -mi sonrisa se ensancha, mis ojos fríos como el hilo la desafían - soy un cachorro herido ¿no?

La dama parece aceptar y mi sonrisa se torna ladina, me reamo de nuevo paladeando ese beso.
-Bien, si yo gano me invitas mañana a cenar, en tu casa, solos...cocinas tu. Si ganas tu, te invito a cenar a un restaurante, créeme, no quieres morir de indigestión -bromeó guiñándole un ojo con cierto aire de diversión -ademas en esta casa para estar solos hay que coger turno.

Bajamos las escaleras, Agarwaen bromea con Seth sobre lo que ha sido ir a conocer a los padres de Annabel.
-¿que pasa te ha pillado el padre por los huevos?
Este se ríe desde el sofá del salón antes de dar un trago.
-Peor, me he llevado la reliquia familiar y cuando le he pedido matrimonio -hace una pausa porque Seth lo interrumpe para apuntar un importante dato.
-rodilla en el suelo -dice el lobo con diversión para que imagine la escena mejor -y delante de los padres como todo un campeón.

Agarwaen se ríe, yo aferro la mano de la cazadora, se que no le resultan cómodas estas cosas.
-La cosa -prosigue Agarwaen -es que rodilla en el suelo y con el anillo en la mano, le pido que se case conmigo y se desmalla. Los huevos se me han puesto de corbata, han llamado al medico y yo pensando que fijo se enteraban de que estaba preñada.
Niego con la cabeza entre risas y me despido de los dos para dirigirme al patio de armas, no me entretienen, aquí acostumbramos a no inmiscuirnos en la vida privada del resto a no ser que pueda afectarle en algo.

Cruzamos el jardín, bastante descuidado y algo salvaje, se nota que ni tenemos tiempo que dedicarle ni hay presencia femenina en nuestro hogar mas allá de las mujeres que nos acompañan una noche para abrirnos sus piernas.
Bueno y ahora la loba de Agarwaen, aunque de normal es él el que va a su mansión, no quiere que corra riesgo, es cuestión de tiempo que Nessanie de con nosotros.
Pronto llegamos la patio de armas, me quito la camisa, dejando solo la venda que cubre mi vientre y el pantalón que no dificulta en absoluto mis movimientos, del cinto saco sendas dagas.
-Vamos cazadora, ya puedo degustar la cena -susurró para picarla -me ha gustado el beso, quizás podríamos antes de empezar repetirlo.
Me río, no se puede decir que no lo intento.

Tomo distancia con el cazador porque la necesito, estoy fuera de lo que hago en mí día a día y ya bastante he hecho al aceptar venir y a seguir ese beso que él ha empezado. Me quita la botella y da un trago y veo que coge dos dagas de la mesa, acepta mi desafío de una pelea y sonrío de lado, si él va a coger armas yo también. Para igualar las cosas cojo también dos armas cortas pero que son mis tridentes, los tengo en una mano y él dice hacerlo más interesante con una apuesta. Le hago un gesto con la cabeza para que hable y sonrío de lado ante su “apuesta”, o cena en casa o me invita a cenar. Río de forma corta porque he pensado que iba a ser otra cosa y lo miro de forma fija.


-Está bien, cachorro. Acepto –tengo confianza en mí misma y ya le he visto luchar, sé cómo lucha y sé por dónde atacar. Me desafía y yo no puedo evitar negarme, puede ser divertido incluso- Un cachorro herido que va a morder el polvo –concluyo antes de seguirlo, se para en el salón donde están los otros cazadores y me quedo al margen pero escucho sus palabras. Aun no concibo que un cazador esté con una loba pero no me incumbe, y no digo nada. La mano del cachorro toma la mía como si pueda sentir que no estoy cómoda y no me aparto. Se despide por fin y vamos a un jardín descuidado, lugar perfecto para un combate también pero sigue hasta el patio de armas donde suelta mi mano, se quita la camisa y se ve la venda en su cuerpo. Yo solo llevo su camisa que me llega hasta mitad de muslo pero es suficiente para luchar, río por sus palabras y giro mis tridentes en mis manos- te veo muy seguro, cachorro. ¿Crees que te vas a concentrar bien conmigo delante, o tus ganas te van a traicionar? –Lo miro de forma fija como respuesta a que quiere otro beso, es insistente y no lo puedo negar. No le aviso de que empieza el combate, me lanzo hacia él y sus dagas chocan con mis tridentes, nos alejamos y volvemos al ataque.

Lo bueno de los tridentes es que bloquea las armas, pero hace daño también y son mortales y peligrosas. El sonido metálico se oye en el lugar, nuestros pies se mueven en una danza y asestamos golpes que el otro para. Tomamos unos pasos de distancia y nos miramos de forma fija, como en un combate a muerte. Yo no voy a perder y él tampoco quiere hacerlo. Se lanza contra mí y yo esquivo el golpe, me agacho y giro para asestar un golpe en el costado que él para con su espada, es un baile entre los dos para ver quién manda. Mis tridentes bloquean sus espadas sobre mi cabeza, ambos tenemos los brazos estirados y yo giro a un lado los tridentes para inmovilizarlos con una sonrisa en mis labios.


-¿Qué pasa, cachorro? –Estamos cerca y respiramos de forma rápida- ¿Esto es todo cuanto puedes darme? –Pregunto al tiempo que elevo mi pierna, mi pie en su pecho lo lanza hacia atrás para alejarlo, me pongo en situación y sonrío- Vamos, si sigues así me vas a tener que invitar a cenar –lo pico para ver si cae, no quiero jugar sucio dando en su costado herido y sacar ventaja. Sé que va a caer y disfruto del momento, en un combate singular.

La cazadora no se amilana, en realidad porque tendría que hacerlo si solo me considera un cachorro herido.
Ladeo la sonrisa, cuando se abalanza contra mi tridentes en mano para despellejarme tras pedirle un nuevo beso.
-No sabia que tenias tantas ganas -le digo con una sonrisa en mis labios mientras mis cuchillos se interponen entre medio de sus aceros.

Ambos nos retamos, el campo de batalla se llena de polvo y la danza entre nuestros cuerpos empieza sin ceder un ápice ante el otro.
Sus armas son buenas para parar los golpes, pero las mías son mas ágiles, capaces de sajar y punzar, infinitamente mas letales.

Abrimos hueco, reculamos y nos miramos entre jadeos, el duelo solo ha empezado, medimos las fuerzas del otro, como si estuviéramos cazando y nos jugáramos la vida y no una cena.
Supongo que es el ego ,a ninguno nos gusta perder y cuando el acero es el que silba al viento nos convertimos en autómatas incapaces de ceder un metro.

Lanzo un ataque, mis dagas buscan morder, pero son detenidas por sus tridentes que quiebran y me hacen girar las muñecas, quedamos de frente. El aire errático golpea nuestros labios, ambos analizamos al otro, el punto débil mio esta claro, pero ella también tiene uno ,podría interponer la pierna y hacerla caer, pues su cuerpo esta ladeado hacia la derecha.

Su pie golpea mi pecho para apartarme, buscar de nuevo distancia y empieza el combate, ladea la sonrisa retándome con esas palabras y ese mote que me ha puesto para denigrarme, mas que solo consigue hacerme sonreír de forma ladina.
No se da cuenta que ya he ganado la apuesta, pues gane o pierda voy a cenar con ella.
Me relamo los labios, no voy a perder, lo sabe y lo se.

Contemplo la pared del fondo, allí donde guardamos gran parte del arsenal del armamento.
-Para vencerme antes has de atraparme -susurró con una picara sonrisa mientras voy reculando deteniendo una y otra vez sus ataques, sus armas son menos ligeras lo que me da cierta ventaja.
Cuando la pared la tengo a escasa distancia es cuando corro hacia ella, mi pie pisa la blanca pared y me elevo por los aires hasta caer tras su cuerpo pillandola completamente por sorpresa.
Agachado simulo el tajo que le daría cruzando mis brazos y rasgando los tendones de detrás de sus rodillas, claro que en vez de con el filo, lo marco con la hoja sin hacerle ni un rasguño.

Ladeo la sonrisa cuando esta se gira con el ceño fruncido, pienso que es porque la he ganado, pero por el contrario parece que mi arriesgado salto me ha abierto la herida.
Me alzo entre risas, llevo la mano al pelo revolviendolo como el cachorro que dice que soy y me encojo de hombros con cierta indiferencia.
-A las 8 me recoges, me gusta la carne, con un buen vino y ponte un bonito vestido -solo lo digo por molestarla.
Ladeo la cabeza y contemplo sus océanos
-¿que me dices? ¿me he ganado ahora el beso?

El cazador parece divertido con la pelea que tenemos, los dos asestamos golpes que el otro para, no dejamos de movernos en ningún momento mientras el sonido de acero se escucha en aquel patio de armas. Mis tridentes contra sus espadas, las mías son buenas para parar y bloquear los golpes, las suyas por el contrario son más rápidas… pero eso no impide que le haga retroceder. Los tridentes bloquean sus espadas y las giro para que no pueda moverse, estamos cerca y tenemos la respiración agitada por la pelea, como si uno solo pueda quedar. Sonrío de lado para picarle, nos alejamos de nuevo para volver a empezar.

Arremete contra mí y yo para sus golpes, giramos, nos movemos, nos agachamos, una danza donde cada movimiento es medido y concentrado, nuestros cuerpos se mueven a un son que marcha nuestra lucha hasta que volvemos a estar cerca de nuevo. Dice que debo de atraparle para ganar y le doy un empujón con las armas juntas, le ataco y él recula y recula hasta que en un momento dado donde tiene la pared cerca se gira, empieza a correr hacia ella y yo corro tras él para ver cómo pone un pie en la misma, y salta de tal forma que me pasa por encima, alzo el brazo para atraparlo pero no lo hago y cae tras de mí, siento el roce del mango del arma y me giro para contemplarlo.

Se cree que ha ganado y se levanta con una sonrisa divertida, se revuelve el pelo y yo me giro para mirarlo, frunzo el ceño y sus ojos van hacia la herida que al parecer se ha abierto con el salto pero no digo nada. Él cree que ha ganado, y por un instante, le dejo que crea que ha sido el ganador y ladeo la sonrisa. Dice la hora que debo ir a recogerle, lo que quiere y como me quiere ver vestida… y sé que ninguna de las tres cosas van a suceder por mucho que él quiera. Menos la de llevar vestido, no he llevado vestido desde que tengo ocho años, y no voy a ponerme uno para él.


-No llevo vestidos desde que tengo ocho años –replico con el ceño fruncido sin quitar mi vista de sus ojos- ¿Crees que has ganado, cachorro? –Él enarca una ceja y llevo mi dedo a esa venda que ahora, con un leve y sutil movimiento, cae desprendida al suelo dejando la gasa al descubierto- las vendas no caen solas ni se… cortan –sonrío de lado sin apartar mis ojos- pero te voy a dar la victoria porque estás herido, cuando no lo estés voy a hacer que muerdas de verdad el polvo y no voy a contenerme –mis palabras parece que le hace pensar en ellas, en si he utilizado toda mi habilidad, mi fuerza y mi poder y yo no digo nada más al respecto- ¿tangas ganas tienes de besarme? –Noto sus ojos azules fijos en los míos ante su nueva provocación, se ha propuesto romper mi burbuja y puede que lo consiga. A mí me resulta extraño porque no estoy acostumbrada, no he dejado que nadie rompa esa burbuja que he erigido por años.

Mi mano aferra su brazo con fuerza, lo empujo hasta que su espalda da contra la pared y pego mi cuerpo para poner uno de los tridentes, el filo, en el cuello del cachorro. Mis ojos están en los suyos y ladeo una sonrisa porque sé que puede apartarme si quiere, pero presiono un poco y no le doy tiempo a que pueda reaccionar. No me gusta perder, y aunque le he dado la victoria, quiero darle una lección sobre aquello, no me conoce de nada, no sabe quién soy, ni de dónde vengo, ni qué intenciones tengo… solo que hemos compartido una noche de caza, es todo cuanto puede decir de mí.


-¿Y quién te dice que no pueda matarte en este momento? Aquí, lejos de los tuyos donde no se percaten de nada –lo miro de forma fija- no me conoces de nada, no sabes quién soy, de dónde vengo, cuál es mi historia, por qué estoy en la ciudad… no sabes nada cachorro, salvo un nombre y una noche compartida de caza –giro el tridente, pero no le hago sangre alguna- ¿Quién no te dice, que me han enviado para mataros por orden la hechicera? ¿Y si todo es mentira? –Primera norma que aprendes cuando eres sicario: no dar información al enemigo, cumplir tu cometido y no hacer lazos afectivos con nadie- ¿Y si soy una sicaria enviada para infiltrarme, lo has pensado siquiera? –Río de forma corta, sí soy una sicaria pero nada tengo que ver con alguno de ellos. Quito de forma lenta el tridente de su cuello, mi dedo recorrer el lugar donde el filo ha estado y lo miro a los ojos- Por suerte para ti nadie me ha contratado para mataros, nada tengo que ver con vosotros o vuestra lucha –mi aliento roza sus labios- ¿Aún quieres seguir, después de esto?

No puedo evitar sonreír de forma triunfal y mas aun lo hago, cuando la dama frunce el ceño, alegando que no lleva vestido desde los ocho años.
-Perfecto, algún día tenia que cambar eso ¿no crees? -aseguré contra sus labios relamiendome al observarlos.

Ahora viene la parte que me temía, esa que dice que se ha dejado ganar, mas si creé por un momento que eso me va a molestar, se equivoca, conozco mis capacidades y ni de lejos he puesto con ella todo mi empeño, intuyo que ambos nos crecemos mas frente a un enemigo que de verdad te puede matar.
-Bueno, si te has dejado ganar porque deseas cocinarme y que estemos a solas en tu casa, no te puedo culpar -digo con picardia, -es normal que no puedas resistirte a mis encantos pequeña cazadora -bromeo apartando a un lado uno de los mechones de su pelo.

Sonrió contra su boca al escuchar esas palabras, las de que me hará morder el polvo cuando no este herido.
-Que bueno que los dos estemos en sintonia y pensando en un polvo ahora mismo -apunté con diversión mientras esta negaba por mis palabras.
No podrá decir que no soy tenaz en mis intentos por seducirla, me atrae y este juego me gusta.

Me pregunta si tantas ganas tengo de besadla, mis ojos siguen fijos en su boca, mi guardia baja la aprovecha para empotrarme contra la pared, mi espalda contra ella choca y un tridente apunta a mi gaznate como clara amenaza.
-Aplaudiría tu inteligencia, acaso no es obvio que deseo besarte y algo mas en este momento.
Restriego mi hombría alzada contra su vientre enarcando una ceja.
-¿se podría decir que ambos apuntamos con el acero al otro de algún modo? -preguntó ladeando la sonrisa con cierta picardia.
Se que piensa que hablo de mi alzada entrepierna, mas se equivoca, en ese momento rasgo por detrás la camisa que cae ante mis ojos y de nuevo el desafió con mis afilados azules.
-Si fueras una sicaria ya estaría muerto, me hubieras matado cuando estaba desmayado en el pantano, es mas, si hubieras querido sacar información de mi príncipe cuando te lo he puesto a huevo sobre el corcel en el campamento gitano, hubieras alzado la voz para hacer alguna pregunta indirecta pero que hubiera tenido que ver con él.
Por el contrario he visto sorpresa en tus gestos, tanto porque mi hermano fuera lobo, como porque mi príncipe se enrede entre las piernas de uno de ellos.
Si fueras una sicaria contratada por Nessanie, créeme, tus reacciones hubieran sido muy distintas.
No soy tan tonto como me crees -aseguré hundiendo mis pozos azules en los suyos.

Dejé caer mi daga al suelo y ahora mi mano sobrevoló su espada hasta enredarse en el pelo de su nuca.
-Tienes el tridente en mi cuello y yo estoy desarmado, sin embargo ahora mismo solo quieres que mi mano te arrastre contra mi boca, no hundirás entre tridente en mi cuello porque no quieres hacerme daño -aseguré con la respiración errática contra sus carnosos -¿me equivoco? -pregunté rozando sus labios con esta ultima palabra y dejando que fuera ella la que atajara esa ínfima distancia que nos calcinaba.

El cazador está contra la pared pero no parece que se achanta por ello, tiene determinación y en mi fuero interno sonrío por ello, sus ojos están fijos en mis labios y sé que quiere besarme, que solo ha sido mi pregunta una de forma irónica para cogerlo y estamparlo contra la pared. Siento el acero que tiene puesto en mi espalda y con un movimiento ágil rasga la tela, tela que cae en dos por mi cuerpo y cae por mis brazos quedando colgada de las mangas, pero yo no aparto el tridente de su cuello, puedo ser una asesina contratada por quien dice, él no tiene forma de saberlo aunque está muy seguro de sus palabras. Intenta provocarme con que me he dejado ganar para cocinarle y estar a solas, en realidad lo hago porque si vamos a tener una pelea al menos que sea justa en condiciones, si quiere presentar batalla que al menos sea en una de verdad.


-Si vas a presentar batalla, al menos, que lo hagas de verdad. Las cosas fáciles no me gustan cachorro, ya que encuentro alguien que puede divertirme no voy a ganar contra alguien herido –vuelve a intentar picarme y alega que estamos en sintonía ante formas de morder un “polvo”, no evito sonreír de forma ladina al notar su abultado miembro rozando mi cuerpo, tan evidente. Su mano aparta un mechón de mí pelo pero no aparto el tridente, no bajo la guardia en todo momento y es cuando ahora rebate mis palabras. Alega que de haber sido contratada por ella él ya estaría muerto, que habría preguntado por su príncipe aunque de forma indirecta y eso hace que la sonrisa ladina que tengo se ensanche- ¿Y si solo me estoy infiltrando? ¿No crees que hago bien mí papel? –Lo quiero poner en duda, si es una misión donde debo infiltrarme y sonsacar información es lógico que quiera pasar desapercibido y hacer que de por sí hable, sin que sospeche- no sospechas de mí, pero he hecho que llegues al punto en que sin preguntar sonsacarte información… ¿crees que no me han entrenado para eso? No sabes nada, cachorro –vuelvo a decirle porque aunque está convencido, es su falta de pensar en algo más allá lo que lo tiene cegado- te olvidas que las mujeres tenemos más armas, y trucos, para desarmaros y que contéis las cosas que queramos sin necesidad de preguntar. Puesto que sois tres hombres, y uno ya está cogido, es más fácil que una mujer te sonsaque algo a que lo haga un hombre. Menos sospechoso, más rápido y más eficaz –suelta el arma y el sonido metálico se escucha en el lugar, está desarmado pero mí tridente sigue en su cuello sin dejar de hacer la justa presión.

Su mano sube por mí espalda y se enreda en mi pelo pero no aparta el arma de su cuello, puede hacerlo y sin embargo no se mueve, no lo hace, me da a entender que no tiene miedo y emito una risa corta. Él cree que tiene la respuesta a por qué no le hago daño y lo que quiero hacer en este momento, siento su respiración errática en mis labios y sus ojos fijos en el mismo lugar. Miro sus ojos y aumento ligeramente la presión del tridente para desafiarlo, para que no tenga nada seguro en esos momentos.


-Cuidado cachorro, te mueves por arenas movedizas y puedes hundirte con facilidad en un mal paso. No lo olvides –esta vez soy yo quien acorta la distancia que hay y mis labios buscan los suyos y es la indicación que parece esperar de mí. Incluso en ese beso no suelto el tridente como única amenaza posible, y él no hace por soltarlo. Su mano en mi pelo me acerca a él y profundiza el beso, la otra mano recorre mi cuerpo y quita de un tirón la camisa que me ha dejado partida en dos en el suelo, me quedo en sujetador y su mano recorre mi pecho como si le molestara el sujetador. En un movimiento que no espero cambia las tornas, me deja contra la pared, suelta mi tridente que lo lanza al suelo y me pega contra la pared.

Mis manos recorren su pecho me alza del suelo y me obliga a rodear su cadera con mis piernas, donde siento más su miembro contra mi cuerpo. El primer jadeo escapa de mis labios en toda la noche, me dejo llevar por el momento y me resulta extraño, no por la situación, sino porque se sale de mi zona de confort, no acostumbro a hacer algo así. Acabo por bajar mis piernas al suelo de nuevo, esto es todo cuanto esta noche va a tener de mí, me separo y lo miro.


-Mañana, te debo una cena ¿no? –es cuanto digo, no es fácil romper una burbuja que llevo toda la vida, no se puede romper en una sola noche.

Escucho sus palabras, un desafió tras otro, el tridente sigue en mi cuello pero mi sonrisa sigue ladeada como si eso no me importara. Mis ojos puestos en su boca son un desafió, uno que ella parece pensar si aceptar.
Nuestras respiraciones se funden, erráticas, hambrientas y se lo que quiere, porque como yo, nuestras miras solo se fijan en una cosa..pero ella lucha por mantener esa burbuja que la rodea.

Me relamo los labios acogiendo sus palabras
-¿tierras movedizas? Y si mejor nos peleamos en el barro -apunto con picardia.
La cazadora acorta la distancia, mis labios se entreabren para acoger sus carnosos que impactan como huracanes arrasandolo todo.

Mi mano enredada a su pelo la empuja mas contra mi boca, un beso largo, húmedo, profundo que se convierte en un baile ardiente de nuestras lenguas.
Aun así el tridente sigue en el mismo sitio como advertencia.
Un tirón y su camisa abandona su piel, cuerpo contra cuerpo, sus caderas rozan mi abultada entrepierna.

La volteó con rudeza, gruño contra su boca y de un manotazo el tridente se va al suelo.
Me molesta el sujetador, jadeo bastante fuera de mi, la mano lucha contra su cierre hasta que este cae al suelo como trofeo de guerra. Nuestros pechos se rozan, siento sus cúspides acariciar hambrientas mi torso, cuerpo que serpentea, ansioso.
Jadeo contra su boca apenas tomándome un respiro antes de volver a la carga, a descubrir cada sendero aun no explorado, a dar caza a todo lo que aun no he cazado y su cuerpo vibra contra le mio, se eriza bajo las caricias de las yemas de mis dedos.

Estamos excitados, la tela de nuestros pantalones se moja por el incesante contacto, la alzo con violencia, su espalda choca contra la pared, sus piernas se abren, me acogen, dan paso para que mi hombría impacte como un martillo.
Ella no es consiente pero me desea y cada gesto la delata de sobremanera.
Sus piernas rodena mi cintura, se deja llevar, nuestros labios continúan devastándose, lengua que la provoca y que ella sale a buscar mordiéndola.

Interpone las manso entre nuestros cuerpos, veo como trata de controlarse, cierra un instante los ojos y su respiración golpea mi boca aun sedienta.
-Oh vamos nena, iba bien -replico cuando baja sus piernas.
Resoplo sin entender el porque, la busco, pero no la encuentro.

Amplio el espacio entre nosotros, me la recoloco pues fuera de la vaina roza con la tela.
Niego alzando la mirada y de nuevo ladeo la sonrisa aflojando el gesto tenso que se me había quedado.
-Estas asustada -afirmo.
Escucho sus palabras, habla de la cena porque en el fondo creo que esta nerviosa, agazapada tras las hierbas.
Me agacho en silencio y recupero su sujetador que le cede con un gesto altivo.
-Llevaré vino -apuntó hundiendo mis mares en sus pozos -¿alguna petición mas antes de que te devuelva sana y salva a tu hogar?
No quiero que piense que por haberme cortado no quiero volver a verla, pero...en el estado en el que estoy es mejor que la despida...
-¿vamos? -le pregunto tendiéndole la mano para ir a las caballerizas.

El cazador es implacable en sus formas, en sus gestos, sus labios que recorren los míos y se adueña de mí boca. Antes la camisa ha caído al suelo y ahora su mano es la que se pelea para quitarme el sujetador que al parecer le molesta. Lo tira al suelo y lo deja ahí, mi pecho contra el suyo cuando él se pega para besarme otra vez, jadea contra mis labios y vuelve a tomar control y posesión de ellos. Me alza de las nalgas contra la pared, mi espalda contra esta y nuestros pechos que se rozaban en cada movimiento. Siento su miembro rozarse contra el mío, no puedo negar que estoy excitada y me dejo llevar por un momento ante la situación. Su lengua me reta en una caricia, con la respiración acelerada, y yo me inclino para responder a su provocación mordiendo su lengua, la apreso entre mis dientes y siento su cadera que se mueve contra la mía, me provoca un jadeo contra sus labios y mi cuerpo se mueve por inercia contra el suyo.

Bastante estoy haciendo esta noche, bastante me he salido ya de mi zona de confort y siento que rompe un poco la burbuja que me rodea, como si tanta insistencia por su parte ha logrado encontrar una pequeña abertura por la que colarse, no es la primera vez que me voy a dejar llevar en el ámbito sexual, y tampoco es eso lo que me frena… sino el hecho de que es imposible romper una burbuja que he construido todos estos años, imposible romper en una sola noche como lo quiere hacer él. Pienso que ya ha tenido mucho de mí, más que nadie ha tenido en este corto periodo de tiempo… y es hora de cortar antes de que la cosa siga a más.

Mis labios en los suyos que se apoderan de mi boca, mis manos ahora en su pecho para poner distancia antes de bajar mis piernas al suelo y mantenerme en pie. Mi respiración es errática y mis pechos se rozan contra su pecho, mi cuerpo arde y no voy a negar que estoy excitada al igual que lo está él, porque si quiere es capaz de comprobarlo y no voy a decir nada al respecto. Necesito poner distancia y es lo que hago, no puedo saltar sin haber aprendido a andar y es precisamente lo que iba a hacer. Tengo una promesa que no cumplir y no quiero que piense que me echo atrás, su sonrisa se ensancha y me dice que tengo miedo, enarco una ceja pero no le contesto. ¿Y qué si tengo miedo? Es un cambio grande y no estoy dispuesta a reconocerlo de primeras.


-¿De ti? No cachorro, no tengo miedo ni estoy asustada –al menos no el que él puede pensar, es tenaz y estoy segura de que es capaz de romper la burbuja y eso me hace pensar si realmente quiero que lo haga, o que lo haga esta noche. Se agacha y con un gesto altivo me da el sujetador, lo cojo y lo abrocho y puedo notar que en todo momento su mirada no se ha apartado de mí. Dice que va a llevar vino y enarco una ceja, sigue en su empeño de romper la burbuja y me hace reír entre dientes- arenas movedizas, cachorro –le recuerdo viendo que me tiende su mano, la miro y subo mi mirada a él- ¿crees que voy a ir desnuda por las calles hasta que me dejes en casa? Quiero mis cosas, si no es mucho pedir –sonrío de lado porque parece que se le ha olvidado que voy en ropa interior, parece que cede y me lleva de vuelta a su habitación donde me pongo la ropa que traía, guardo mis tridentes en sus fundas y lo miro- ahora ya puedo marcharme –no tiene por qué llevarme, pero intuyo que es para saber dónde vivo. Vamos a por su caballo, me monto tras él, y partimos a la ciudad por sus calles hasta que llegamos a la zona en la que resido. No es una zona residencial, ni lujosa ni nada, es un piso en el que se supone no voy a pasar mucho tiempo y ya estoy más del que debo. Se baja del caballo pero cuando va a ayudarme a bajar lo hago de un salto, no soy una damisela en apuros y me quedo parada frente a él- me gusta el vino rosado, o el blanco –apunto para hacerle ver que no me echo atrás- a las ocho aquí, vivo en ese piso de ahí –señalo con el dedo la puerta que es- y por todo el infierno que no me vas a ver con vestido –aseguro con mis palabras, no llevo un vestido desde los ocho años y no voy a llevar uno ahora- Hasta mañana, cachorro –mis labios rozan los suyos levemente, dejo un beso en ellos y me separo para dirigirme a la puerta, abro sin mirar atrás y entro sabiendo que a la hora que hemos acordado tocará a mí puerta, para cumplir aquel reto.

Sé que a la hora acordada el cachorro se va a presentar en la puerta, es tenaz y no va a dudar en romper la burbuja que me rodea, también sé que es capaz de romperla y no recuerdo cómo es que he llegado a esta situación. Una noche de caza se ha convertido en lo que parece un desafío para el cazador, romper esa burbuja que durante años me ha envuelto, en la que me siento cómoda y en la que me aísla de todo el mundo. No voy a eludir esa noche, en mí no está el huir y pienso hacerle frente a todo lo que tenga para darme, aunque no sea a lo que estoy acostumbrada… pero algo en sus palabras que me dijo esa noche llevó razón. Esto no quita para que descuide mi misión, pero llevo varias semanas en la capital y no he tenido ni un rastro de la presa que debo de encontrar, matar y llevar como prueba de que he cumplido con mi misión.

La puerta suena y mis ojos van hacia la misma, desde luego que no llevo un vestido, pantalones de cuero negro, una blusa blanca de escote en pico, de manga corta y sobre esta un corsé de talle bajo que va por debajo de mis pechos en color negro que se anuda por delante. Miro la mesa con la improvisada cena, lanzo un suspiro y me acerco hacia la puerta para abrir esta enfrentándome a lo que vaya a pasar. Al abrir la puerta mi mirada se cruza con la del cachorro, veo una botella de vino en su mano y sonrío de lado al ver que es uno de los que me gustan. Hace una gracia sobre el vino y antes de que le deje pasar con un gesto de mi mano su brazo rodea mi cintura, me pega a él, y su boca se cierne sobre la mía. Su lengua se adentra en mis labios en un beso furtivo, arrasa con todo como si fuera suyo y se separa, enarco una ceja ante su patética excusa al beso y entra para yo cerrar la puerta tras él.


-¿Muérdago, cachorro? ¿Esa es la mejor excusa que tienes que no decir que has pasado el día deseando que llegara la hora acordada? –Sonrío de lado, con cierta malicia, y le hago una seña para que me siga. Un pasillo nos lleva hasta el pequeño salón donde he improvisado una cena, no soy de cocinar todos los días y menos algo como aquello… pero que no me dijeran que soy una cobarde y que rehúyo de las situaciones que se salen de mi zona, me acerco a la mesa y cojo las dos copas para que abra el vino, presiento que voy a necesitarlo- no esperes una gran cena, no soy de preparar este tipo de cosas… puedes darte por dichoso –afirmo porque en mi estilo de vida, en mí día a día no entran preparar cenas como si fuera una… ¿una cita? La sola palabra me produce un escalofrío- pero te puedo asegurar que está bueno… tanto como confíes en mí y en que no haya puesto nada en tú parte de la comida –sonrío ladina, no sé cómo se puede fiar de alguien que no conoce aunque cierto es que no he hecho nada, si quiero matarlo lo voy a hacer por mis manos y no por veneno alguno. Abre por fin la botella y llena las dos copas, deja la botella en la mesa y doy un trago para ver que lleva sus dagas en el cinto, alzo mi mirada hacia él- ¿me tienes miedo tú? –Señalo las dagas con la cabeza y mi dedo repasa el borde de la copa- espero que te guste la carne de jabalí –la he cazado muchas veces y la he cocinado muchas más, un plato típico de mi ciudad con la carne en su punto y un poco de salsa, acorto los pasos que me separan de él y lo miro con el rostro cerca del suyo- lo he cazado para hacer la cena –digo sobre sus labios, me valgo por mí misma y no necesito ir a comprar carne cuando hay un bosque del que te puedes abastecer- ¿cenamos? –Pregunto para alejarme y acercarme de nuevo a la mesa, me siento en una de las sillas y dejo la copa delante del plato, en el centro una fuente con el plato estrella, aparte patatas asadas y algo más para acompañar- supongo que un león, aunque sea un cachorro, tiene bastante apetito –comento con cierto deje divertido, a él no parece molestarle el apodo que le he puesto y a mí me divierte llamarlo de esa forma, se sienta a mi lado y pongo un buen trozo de carne en su plato para luego servirme yo- como verás no llevo vestido alguno, pero dudo que pensaras que me ibas a ver con uno –comento pinchando un gajo de patata, soplo para llevarlo a mi boca centrando mi mirada en él.

Me encogí de hombros cuando dice que si el muérdago es mi mejor escusa para poder besarla.
Ladeé la sonrisa con aire engreído mientras mis azules se hunden en los suyos.
-¿necesito escusa para eso? Pregunté a consciencia de que mis ganas son directamente proporcionales a las suyas.
Si algo he aprendido de las mujeres con eso de tener una en cada puerto y no atar mi vida nunca a nadie es que muchas de las veces que dicen no, quieren decir si, que cuando te retan es porque quieren que hagas exactamente eso que te proponen y apuestan que no podrás cumplir y que cuando te invitan a su casa y tu apareces con vino en una cena “ solos” es porque un beso es lo mínimo que esperan que pase.

Me dice que la siga mientras de nuevo se hace la dura alegando que no espere una gran cena, que soy afortunado por sentarme a su mesa.
-Seré afortunado cuando te tumbe en la mesa pequeña cazadora -bromeé con picardia -los postres es el plato principal de cualquier cena ¿no estas de acuerdo? -pregunté con cierta diversión mientras la dama me miraba con cara de pocos amigos.

Me eche a reír cuando me amenazo con que quizás a envenenado la comida, como respuesta lanze uno de mis dedos al plato de carne que ella tiene frente a si y tomé un trozo llevándolo a mi boca.
Lo mastiqué relamiendome.
La carne de jabalí es dura, pero sabrosa, ademas lo ha condimentado con hierbas y tiene un sabor bastante agradable, me chupé los dedos bajo su escrutinio.
-Esta bueno apunto ¿cuanto tarda en hacer efecto el veneno? -ladeé la sonrisa y serví dos copas de vino -es para emborracharte y así llevarte al lecho -le dije sin cortarme un pelo.

Ella tomó la copa con suavidad, sus ojos se deslizan por mi cuerpo terminando en las dagas que guardo en mi cinto, su pregunta me hace gracia. Miedo es algo que deje de sentir hace tiempo pero..en mi oficio desprenderse de las armas incuso para ir a cenar con una bella dama puede significar acabar muerto al final de la velada.
-no mas miedo del que puedo tenerle a un licantropo rabioso -bromeé guiñándole un ojo.

Tiré de ella lazandola de la silla para tomar asiento. Mi brazo rodeó su cintura sentándola en mi regazo.
-Después de la paliza que te di en el campo de entrenamiento..deberías mínimo de darme la comida ¿no crees? -apunté abriendo los labios para que metiera carne en ellos.
No pude evitar echarme a reír por la cara de contradicción que ponía con todos mis actos. Iba a replicar, seguro a decirme que me dejo ganar pero uno de mis besos la silenció, arrasé con su boca como lo haría con la cena, el deseo era palpable entre los dos y sus miedos no iba a impedir que esa noche algo mas que una cena sucediera entre ambos.
Seguramente esta era la primera vez que haca esto y desde luego distaría mucho de lo que Zeniba había imaginado.

De nuevo me llamó cachorro, con mas motivo mas debería darme de comer, mi sonrisa picara chocaba con sus ojos intrigados, me relamí al notar sus ojos puestos en mis labios.
-El cachorro tiene hambre y sobre lo del vestido parece que si quiero verte con uno tendré que llevarte a un baile de gala. No me quejo, los pantalones te hacen un buen culo -le lancé un mordisco al aire con diversión -¿que me dices cazadora? ¿nuestra próxima cita en el Palacio Royal? Yo invito a ver si así comemos algo decente.- bromeé

Así fui comiendo de aquello que me daba entre risas, de vez en cuando le señalaba algo que me apetecía de lo que tenia en la mesa, me gustaba ver como fruncía el ceño cada vez que le recordaba que había perdido y que para su desgracia y mi suerte tenia que complacerme.

El cachorro no ceja en su empeño y me deja claro cuáles son sus intenciones en esta cena, quiere proclamarse vencedor y romper algo más de mí burbuja esa noche y sé que se lo ha propuesto como reto desde el momento en que ha entrado por la puerta, quizás desde el momento en que propuso el reto que nos ha llevado hasta este momento. Me sigue hasta el comedor donde he puesto la mesa y he dejado el plato principal en el centro con la guarnición en otros platos, dos copas al saber que iba a traer vino, mis ojos lo fulminaron al decir que el postre era el plato principal de toda cena, claramente sé que se refiere a mí como postre, en esa mesa… y no evito mirarlo de forma fulminante para su propia diversión. Le he advertido que la comida está envenenada, para ver cuál es su reacción, como respuesta prueba lo que he cocinado y entre risas dice que está bueno y pregunta cuánto tarda el veneno en hacer efecto, mientras sirve un par de copas dejándome claro que no se ha creído eso… y yo sigo sin saber por qué puede confiar tanto en alguien que no conoce, quizás es que a mí me han desconfiar hasta de mi propia sombra.

Se atreve a decir que pretende emborracharme para llevarme a la cama y no se corta con sus palabras, no hace falta que lo diga puesto que sé cuál es su intención, la misma que anoche quedó frustrada a mitad y que le dejó con todas las ganas… ha venido con las intenciones claras y no se corta a la hora de hacérmelo saber. Descarado como él solo me levanta de la silla donde estoy sentada, para sentarse él, y hacer que me siente sobre su regazo a la vez que su brazo rodea mi cintura. Lo miro de forma fría, y vuelvo a fulminarlo con la mirada pero a él parece que no le importa porque dice que tras la paliza que me dio ayer tengo que alimentarlo, es más, se atreve a abrir los labios para que me quede claro lo que quiere y mi cara lo dice todo. Tengo la ceja enarcada y mi cara de pocos amigos ante eso le hace reír por lo que ve, voy a replicarle que ni de coña voy a darle de comer y que no me dio la paliza de la que habla cuando sus labios acortan la distancia con los míos y me besa.

En su beso arrasa con mi boca y yo no me separo de él, es más, dejo que lo haga y en cierta manera me dejo arrastrar por él, por cómo me devora en ese simple beso que me deja ver cómo también está él y como de alguna forma me quiere provocar y calentar a mí. Un jadeo escapa de mis labios ante la forma que tiene de devorarme, una que no he conocido nunca y que él parece empeñado en mostrarme esa noche, se separa para llenar el par de copas mientras yo soy consciente de que nunca he hecho algo como esto, que de alguna forma vuelve a romper un poco la burbuja que me rodea y que al final de la noche va a acabar en una lucha entre ambos. Me tiende la copa llena y doy un trago largo, tengo la boca reseca de ese beso dado y presiento que voy a necesitar el alcohol mientras siento que me saca y me empuja de mi zona de confort. Hago una mueca ante la idea de verme con el vestido y no duda en decirme que le gusta verme con pantalones, porque según él, me hacen buen culo.


-Entonces, ¿por qué quieres verme con un vestido si te gusta más verme con pantalones que realcen y me hagan mejor culo? –Enarco una ceja porque no entiendo sus ganas de verme con vestido, es como si quisiera empujarme a hacer algo que no deseo, no llevo vestido desde los ocho años y voy mucho más cómoda sin ellos- los vestidos no son útiles para salir de caza, cachorro, entorpecen los movimientos –no hemos empezado siquiera esa noche y ya quiere otra cita… no lo entiendo, ni eso ni que quiera verme con vestido- no hemos empezado esta noche y ya quieres otra, en el palacio y que lleve vestido… apuesta muy arriesgada la tuya –lo miro de forma fija- si lo quieres, gánatelo –sé que es tenaz y que si quiere y se lo propone lo va a conseguir. Me repite de nuevo que debo de alimentarlo y cojo un trozo de carne para llevarlo a su boca, no me hace gracia pero no va a parar hasta que se lo dé, pincho yo otro y empiezo a comer.

Durante todo el rato se ríe entre dientes cuando me pide algo de lo que quiere; patata, zanahorias, carne, vino, carne con la salsa que he preparado y demás que hay en la mesa… todo seguido de un bufido de mis labios. Intercalo darle a él para pinchar y comer yo algo, doy un trago a la copa siendo la segunda vez que la relleno y sus labios me buscan de nuevo, mezcla de todos los sabores y el vino en su boca, arrasa conmigo y su brazo me sujeta contra él con fuerza, su mano recorre mi muslo y se queda en el hueco de mi rodilla como si supiera que no debe seguir, que no es el momento. Me calienta a la par que me calienta el vino y dejo un mordisco en su labio para mirarlo de forma fija a sus ojos azules, me cuesta y él lo sabe, pero no deja de empujar. Una vez terminamos me levanto a por el postre, soy una adicta del chocolate y tengo tarta que saco más por mí que por él, y la dejo sobre la mesa. Vuelve a sentarme sobre él y lo miro de forma fija.


-¿También vas a querer que te de tarta? –Su sonrisa es más que suficiente para hacerme saber que sí, que quiere que le de tarta. Tengo una cuchara y cojo un trozo con ella, lo llevo a su boca pero en vez de darle a él soy yo quien termina comiéndose el trozo bajo su atenta mirada- los mayores primeros, cachorro –digo para volver a coger otro trozo y esta vez darle a él, así sucede hasta que una de las veces mancho su cara a propósito con chocolate y sonrío ladina- ya me extrañaba a mí que el cachorro no se manchara con la comida –no hago intención alguna por quitar el chocolate que hay en su rostro y sigo comiendo como si nada, en pago por lo que me ha hecho como si fuera su sirvienta personal- Oh, ¿no puedes quitar el chocolate tú solo? Pobrecito –vuelvo a coger de la cuchara y la llevo a mis labios, sin quitar mis ojos de los suyos, sé que de alguna forma va a hacer algo en pago por eso.