AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El acero y el fuego. (privado)(+18)
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El acero y el fuego. (privado)(+18)
Recuerdo del primer mensaje :
Habían pasado unas semanas desde el nacimiento de nuestras hijas, ahora mi familia fuera de peligro empezaba a adaptarse a la rutina de una vida en la que ya no estábamos solos.
Mi demonio se quejaba una y otra vez cuando por las noches el llanto de las niñas nos despertaba.
Admito que yo me hacia el remolón y le daba unos golpes a ella para ver si colaba y se hacia cargo ella.
También era cierto que yo temprano salia a entrenar y cazar y ella por el contrario se quedaba en cama hasta bien entrada la mañana.
Hacia un par de días que le estaba dando vueltas a viajar al norte, habíamos sido proclamados condes de los Países Bajos y ni habíamos dado una fiesta para celebrarlo con los nuestros.
El palacio que había heredado en mi condado ni siquiera lo habíamos visitado, allí tenia el servicio y parte de mi ejercito esperando que tuviera la decencia de ir a guiarlo.
No podía prolongar mas mi estancia en París.
Regresé como de costumbre lleno de barro, con varias pieza de caza mayor que dejé en las cocinas para que fueran despellejadas antes de subir a la habitación principal ,esa que compartíamos mi esposa y yo.
Sus ojos centellearon al verme entrar sucio, sudado. Mi sonrisa se ladeo bajando la vista hacia las botas y dándome cuenta de que había dejado el rastro del barro pisado por allí por donde pasaba.
Me acerqué a mi demonio y mordí con suavidad su hombro.
-Buenos días Valeria -susurré deslizando mis labios por la piel de su cuello hasta morder el lóbulo de la oreja de mi esposa.
Las niñas dormían en la cuna, tiré mi mano para acariciar sus rostros, pero mi mujer me dio un manotazo entre risas, al parecer ni las tenia limpias para tocar un bebe, ni quería que las despertara ahora que había conseguido dormirlas.
-Valeria, tenemos que hablar -susurré buscando sus labios, acariciando su nariz con la mía, tentándola a enredarse conmigo ahora que podíamos -el norte, he estado aplazando el viaje a nuestro condado, peor ya no tengo escusas. Estas recuperada, las niñas a salvo y yo tengo que hacerme cargo de lo que es mi responsabilidad.
Tiré de la cintura de mi mujer llevándomela conmigo hasta el lecho donde me dejé caer, sus manos golpeaban mi pecho entre risas alegando que estaba sucio y que estaba poniendo todo perdido.
Silencié sus palabras con mis labios alzándola sobre mi cuerpo mientas de nuevo la risa del demonio encendía el infierno.
Beso húmedo, largo, necesitado, mis dedos surcaron las cintas de su corseé, la respiración jadeante de mi esposa contra mi boca volviendo a enredarnos en un beso saboreado.
El llanto de una de mis hijas nos interrumpió, mi frente contra la ajena, resople contra sus labios.
-Déjala llorar -supliqué sujetando contra mi cuerpo a mi mujer, pero esta se escapó de mi agarre, ató las cintas y yo resignado me puse en pie.
Caminé hacia ella besando su mejilla, acaricié la cabeza de la pequeña y caminé hacia el baño para sumergirme en la tina.
-Piénsalo Valeria, quiero que me acompañéis, me gustaría enseñarte el norte -grité mientras iba desnudándome.
Habían pasado unas semanas desde el nacimiento de nuestras hijas, ahora mi familia fuera de peligro empezaba a adaptarse a la rutina de una vida en la que ya no estábamos solos.
Mi demonio se quejaba una y otra vez cuando por las noches el llanto de las niñas nos despertaba.
Admito que yo me hacia el remolón y le daba unos golpes a ella para ver si colaba y se hacia cargo ella.
También era cierto que yo temprano salia a entrenar y cazar y ella por el contrario se quedaba en cama hasta bien entrada la mañana.
Hacia un par de días que le estaba dando vueltas a viajar al norte, habíamos sido proclamados condes de los Países Bajos y ni habíamos dado una fiesta para celebrarlo con los nuestros.
El palacio que había heredado en mi condado ni siquiera lo habíamos visitado, allí tenia el servicio y parte de mi ejercito esperando que tuviera la decencia de ir a guiarlo.
No podía prolongar mas mi estancia en París.
Regresé como de costumbre lleno de barro, con varias pieza de caza mayor que dejé en las cocinas para que fueran despellejadas antes de subir a la habitación principal ,esa que compartíamos mi esposa y yo.
Sus ojos centellearon al verme entrar sucio, sudado. Mi sonrisa se ladeo bajando la vista hacia las botas y dándome cuenta de que había dejado el rastro del barro pisado por allí por donde pasaba.
Me acerqué a mi demonio y mordí con suavidad su hombro.
-Buenos días Valeria -susurré deslizando mis labios por la piel de su cuello hasta morder el lóbulo de la oreja de mi esposa.
Las niñas dormían en la cuna, tiré mi mano para acariciar sus rostros, pero mi mujer me dio un manotazo entre risas, al parecer ni las tenia limpias para tocar un bebe, ni quería que las despertara ahora que había conseguido dormirlas.
-Valeria, tenemos que hablar -susurré buscando sus labios, acariciando su nariz con la mía, tentándola a enredarse conmigo ahora que podíamos -el norte, he estado aplazando el viaje a nuestro condado, peor ya no tengo escusas. Estas recuperada, las niñas a salvo y yo tengo que hacerme cargo de lo que es mi responsabilidad.
Tiré de la cintura de mi mujer llevándomela conmigo hasta el lecho donde me dejé caer, sus manos golpeaban mi pecho entre risas alegando que estaba sucio y que estaba poniendo todo perdido.
Silencié sus palabras con mis labios alzándola sobre mi cuerpo mientas de nuevo la risa del demonio encendía el infierno.
Beso húmedo, largo, necesitado, mis dedos surcaron las cintas de su corseé, la respiración jadeante de mi esposa contra mi boca volviendo a enredarnos en un beso saboreado.
El llanto de una de mis hijas nos interrumpió, mi frente contra la ajena, resople contra sus labios.
-Déjala llorar -supliqué sujetando contra mi cuerpo a mi mujer, pero esta se escapó de mi agarre, ató las cintas y yo resignado me puse en pie.
Caminé hacia ella besando su mejilla, acaricié la cabeza de la pequeña y caminé hacia el baño para sumergirme en la tina.
-Piénsalo Valeria, quiero que me acompañéis, me gustaría enseñarte el norte -grité mientras iba desnudándome.
Última edición por Höor Cannif el Lun Mayo 22, 2017 5:05 am, editado 1 vez
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: El acero y el fuego. (privado)(+18)
Mi mujer me desafiaba, aun en ese estado lejos de bajarse del burro y reconocer que no siempre hizo bien las cosas, me contradecía, repitiendo que no quería volver a verme.
Rugí voraz contra su boca voraz, lenguas de fuego que entraron en ardiente contacto incinerandonos en el infierno, sus caderas danzaban violentas, mis manos la azotaban con rudeza.
Este y no otro era el modo en el que nosotros solucionábamos los problemas de nuestro matrimonio.
Dos golpes en mi cara que me encendieron, gruñí cabreado, volteándola con violencia para quedar ahora encima de ella, reclamando mi posición, yo era el salvaje de los dos.
No pedí permiso, ni menos iba a pedir perdón, sujetando su cuello marcando mis dedos en su inmaculada piel me adentre en su interior golpeándola con mi acero con fuerza.
Su vaina cedió ante cada una de mis potentes embestidas, la oía gemir contra mis labios, desafiándome con sus esmeraldas, tratando de alzar la cabeza para chocar con mis labios, algo que no le permití, no mientras la fornicaba sin tregua.
Su risa inundaba aquella habitación, sus gritos se perdían entre las paredes azotando mi alma con cada suplica porque la tomara.
La giré de forma brusca, abandonando su feminidad palpitante húmeda, caliente, mi mano en su sexo la alzó colocandola a cuatro patas, volví a adentrare dentro de ella, mis dedos en sus caderas hundiéndose en su piel, devastandola con cada golpe mientras la galopaba de forma salvaje.
-Dilo, eres mía -gruñí sacandola de golpe para adentrarme en las profundidades de su culo, fuerte, sin mediar palabra, como si fuera un trueno que Thor descarga preso de la rabia.
Odio, rabia, frustración, y deseo, uno que obligaba a nuestros cuerpos a fundirse sobre esas sabanas completamente perlados en sudor.
Rugí voraz contra su boca voraz, lenguas de fuego que entraron en ardiente contacto incinerandonos en el infierno, sus caderas danzaban violentas, mis manos la azotaban con rudeza.
Este y no otro era el modo en el que nosotros solucionábamos los problemas de nuestro matrimonio.
Dos golpes en mi cara que me encendieron, gruñí cabreado, volteándola con violencia para quedar ahora encima de ella, reclamando mi posición, yo era el salvaje de los dos.
No pedí permiso, ni menos iba a pedir perdón, sujetando su cuello marcando mis dedos en su inmaculada piel me adentre en su interior golpeándola con mi acero con fuerza.
Su vaina cedió ante cada una de mis potentes embestidas, la oía gemir contra mis labios, desafiándome con sus esmeraldas, tratando de alzar la cabeza para chocar con mis labios, algo que no le permití, no mientras la fornicaba sin tregua.
Su risa inundaba aquella habitación, sus gritos se perdían entre las paredes azotando mi alma con cada suplica porque la tomara.
La giré de forma brusca, abandonando su feminidad palpitante húmeda, caliente, mi mano en su sexo la alzó colocandola a cuatro patas, volví a adentrare dentro de ella, mis dedos en sus caderas hundiéndose en su piel, devastandola con cada golpe mientras la galopaba de forma salvaje.
-Dilo, eres mía -gruñí sacandola de golpe para adentrarme en las profundidades de su culo, fuerte, sin mediar palabra, como si fuera un trueno que Thor descarga preso de la rabia.
Odio, rabia, frustración, y deseo, uno que obligaba a nuestros cuerpos a fundirse sobre esas sabanas completamente perlados en sudor.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: El acero y el fuego. (privado)(+18)
Las palabras se sumaron al silencio, nuestros cuerpos eran los únicos que hablaban. Nos mirábamos ebrios, de alcohol y de amor, deseo y pasión. Nadie nos comprendería ni entendería como dos personas tan diferentes se amaban pero la verdad era otra… nos amábamos con tanta rabia como amor, solo podíamos salir de aquel bucle de reproches si los dos diésemos nuestro brazo a torcer.
La verdad, jamás lo vi tan rudo, tan bárbaro como esa noche y admito que eso me gustaba en demasía. No podía apartar la mirada de él, provocarle para que ardiésemos en la cama , solucionando el problema de ese modo, entregándonos sin medida. Mis esmeraldas se clavaron en él cuando me tomó del cuello, arrancándome jadeos…gimiendo su nombre a medida que el aire me faltaba. Entorné los ojos de puro placer al notar las embestidas , fuertes que no hacían más que provocarme, excitarme aún más…terminé gritando entre risas.
La risa del demonio, esa que tanto le gustaba a mi esposo. Dedos que marcaban mi cuello, le pedía más en silencio, mis labios hinchados por los besos bruscos. Quería beber de su boca, sellar con un “te odio “ a añadir y todo se volviese negro, la noche no terminase de mejor manera. Desfogarnos, amarnos de ese modo que nadie sería capaz de encontrar. Lo amaba, lo amé desde aquel día y fue mutuo, correspondido… no dudé. Tuve miedo.
Hundí los dedos en las sabanas al sentir aquel brusco movimiento, como me desgarraba por dentro y diablos, me gustaba. Una de mis manos, abandonaron el agarre para tener un solo camino… sus testículos a los cuales acaricié, notándolos duros ansiados de descargar dentro de mí. Reí, mirándole por encima de mi hombro, nos volvimos locos…locos por el otro. los reproches y pensamientos se esfumaban, estaba tan cerca del orgasmo que cuando llegué aullé de placer pues se movió aún con más fuerza. Pude sentir su pelvis golpear con violencia y ahínco mi trasero.
-Shhhh no vas a llegar, aún no-moví las caderas para que abandonase mi interior, no iba a ser tan fácil…quería que sintiese dolor, se desesperase y susurrase mi nombre con tanto tacto como yo el suyo al pertenecerme. Busqué su bastarda a tientas, al borde de la cama y la empuñé, señalándolo con ésta. Alcé la barbilla , como si ganase cuando el juego acababa de comenzar.
Apoyé la punta en su barbilla, empujé un poco, cortando su mentón y mandíbula, perfilando el acero en su piel…rasgándole hasta hacerle sangrar. A gatas, lo observaba cargada de deseo, mi sonrisa no abandonaba mis labios y el acero tampoco su piel. Bajé por su torso, desde su hombro derecho, deslizándose despacio…dibujando su pecho hasta su vientre. La línea retomó sus pasos… pasando desde su vientre hasta su otro hombro, el izquierdo. Una V perfecta lucía en su musculoso pecho. No quise mirar mi nombre borrado, pues ya desaparecería la V que acababa de hacer.
Me enfadé, rugí de rabia porque lo del tatuaje fue lo que más me había dolido…como si ya no fuese mío.
-No. No solo diré que soy tuya. Dirás que eres mío. -tomé sus labios, sin dejar de apuntarle con la espada en su cuello, lamiendo su sangre, subir hasta uno de sus oídos -Soy tuya. Por y para siempre…sigo marcada por ti -mis pechos aplastados contra su torso, también impregnados de la sangre de mi noruego. Las sabanas se mancharon de sangre, sudor… y lagrimas, lagrimas de absoluto placer -Eres mío. Dilo -estaba dispuesta a acabar con él , cosa inútil pues con un simple gesto él tomaría la situación, me encantaba sentirme poderosa, él a mi merced.
La verdad, jamás lo vi tan rudo, tan bárbaro como esa noche y admito que eso me gustaba en demasía. No podía apartar la mirada de él, provocarle para que ardiésemos en la cama , solucionando el problema de ese modo, entregándonos sin medida. Mis esmeraldas se clavaron en él cuando me tomó del cuello, arrancándome jadeos…gimiendo su nombre a medida que el aire me faltaba. Entorné los ojos de puro placer al notar las embestidas , fuertes que no hacían más que provocarme, excitarme aún más…terminé gritando entre risas.
La risa del demonio, esa que tanto le gustaba a mi esposo. Dedos que marcaban mi cuello, le pedía más en silencio, mis labios hinchados por los besos bruscos. Quería beber de su boca, sellar con un “te odio “ a añadir y todo se volviese negro, la noche no terminase de mejor manera. Desfogarnos, amarnos de ese modo que nadie sería capaz de encontrar. Lo amaba, lo amé desde aquel día y fue mutuo, correspondido… no dudé. Tuve miedo.
Hundí los dedos en las sabanas al sentir aquel brusco movimiento, como me desgarraba por dentro y diablos, me gustaba. Una de mis manos, abandonaron el agarre para tener un solo camino… sus testículos a los cuales acaricié, notándolos duros ansiados de descargar dentro de mí. Reí, mirándole por encima de mi hombro, nos volvimos locos…locos por el otro. los reproches y pensamientos se esfumaban, estaba tan cerca del orgasmo que cuando llegué aullé de placer pues se movió aún con más fuerza. Pude sentir su pelvis golpear con violencia y ahínco mi trasero.
-Shhhh no vas a llegar, aún no-moví las caderas para que abandonase mi interior, no iba a ser tan fácil…quería que sintiese dolor, se desesperase y susurrase mi nombre con tanto tacto como yo el suyo al pertenecerme. Busqué su bastarda a tientas, al borde de la cama y la empuñé, señalándolo con ésta. Alcé la barbilla , como si ganase cuando el juego acababa de comenzar.
Apoyé la punta en su barbilla, empujé un poco, cortando su mentón y mandíbula, perfilando el acero en su piel…rasgándole hasta hacerle sangrar. A gatas, lo observaba cargada de deseo, mi sonrisa no abandonaba mis labios y el acero tampoco su piel. Bajé por su torso, desde su hombro derecho, deslizándose despacio…dibujando su pecho hasta su vientre. La línea retomó sus pasos… pasando desde su vientre hasta su otro hombro, el izquierdo. Una V perfecta lucía en su musculoso pecho. No quise mirar mi nombre borrado, pues ya desaparecería la V que acababa de hacer.
Me enfadé, rugí de rabia porque lo del tatuaje fue lo que más me había dolido…como si ya no fuese mío.
-No. No solo diré que soy tuya. Dirás que eres mío. -tomé sus labios, sin dejar de apuntarle con la espada en su cuello, lamiendo su sangre, subir hasta uno de sus oídos -Soy tuya. Por y para siempre…sigo marcada por ti -mis pechos aplastados contra su torso, también impregnados de la sangre de mi noruego. Las sabanas se mancharon de sangre, sudor… y lagrimas, lagrimas de absoluto placer -Eres mío. Dilo -estaba dispuesta a acabar con él , cosa inútil pues con un simple gesto él tomaría la situación, me encantaba sentirme poderosa, él a mi merced.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: El acero y el fuego. (privado)(+18)
La sentí explotar, irse mientras la montaba como el bárbaro que era por atrás, mis tres dedos en su delantera marcaba el ritmo demencial mientras sus gruñidos y jadeos elevaban mi nombre hasta el firmamento.
Movió sus caderas para dejarme a medias, rugí porque nada me faltaba para alcanzar el Valhalla y en mi estado de embriaguez no pensaba mas allá de seguir galopando contra ella.
Me tiró contra el lecho, jadeaba con los ojos oscurecidos, esperando que terminara aquel encuentro, que me dejara sacudirme como el trueno, pero sin entender como la bastarda fue tomada por sus manos, rugí al sentirla en mi cuello.
-Espera -dije enredando las palabras, al ver como cortaba mi piel de arriba a bajo, una v perfecta que empezó en mis hombros y murió en mi estomago que se contraria al sentir el calor de la sangre espesa manar de la herida abierta.
Iba tan borracha que no se daba cuenta de que la herida no cerraba, de que aquello no curaba, montó sobre mi, siendo ahora ella la que marcaba aquel demencial ritmo, la vista se me nublaba, gruñí contra su boca devastandola.
Su pecho me calcinaba, la sangre humedecía nuestros cuerpos en un encuentro salvaje, sádico y que se nos había ido por completo de las manos.
Me sacudí con violencia en su interior, no dije que era suyo, no porque mi orgullo seguía imperando sobre todo lo demás que había sucedido.
-Valeria -susurré con la voz entrecortada tratando de que entendiera que no me encontraba bien.
No se cunado perdí la consciencia, solo que el filo del acero seguía acariciando mi cuerpo.
Movió sus caderas para dejarme a medias, rugí porque nada me faltaba para alcanzar el Valhalla y en mi estado de embriaguez no pensaba mas allá de seguir galopando contra ella.
Me tiró contra el lecho, jadeaba con los ojos oscurecidos, esperando que terminara aquel encuentro, que me dejara sacudirme como el trueno, pero sin entender como la bastarda fue tomada por sus manos, rugí al sentirla en mi cuello.
-Espera -dije enredando las palabras, al ver como cortaba mi piel de arriba a bajo, una v perfecta que empezó en mis hombros y murió en mi estomago que se contraria al sentir el calor de la sangre espesa manar de la herida abierta.
Iba tan borracha que no se daba cuenta de que la herida no cerraba, de que aquello no curaba, montó sobre mi, siendo ahora ella la que marcaba aquel demencial ritmo, la vista se me nublaba, gruñí contra su boca devastandola.
Su pecho me calcinaba, la sangre humedecía nuestros cuerpos en un encuentro salvaje, sádico y que se nos había ido por completo de las manos.
Me sacudí con violencia en su interior, no dije que era suyo, no porque mi orgullo seguía imperando sobre todo lo demás que había sucedido.
-Valeria -susurré con la voz entrecortada tratando de que entendiera que no me encontraba bien.
No se cunado perdí la consciencia, solo que el filo del acero seguía acariciando mi cuerpo.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: El acero y el fuego. (privado)(+18)
La noche había sido intensa, como ninguna otra. Me enamoré más de él , entre los suyos…ese comportamiento bárbaro que me condenó a amarle más y a odiarle al mismo tiempo. Las palabras se nos fueron de las manos. He de reconocer que aunque sabía a qué me enfrentaba, no estuve preparada para ese tipo de bienvenida. No era ninguna fiesta de clase alta en donde las mujeres hablamos de vestidos, joyas o chismorreos… allí tenías que jugarte el pellejo, dejar claro quién eres y lo que te pertenece. Y ellas… me dejaron claro que no tenía ni la más remota idea de luchar por mi hombre.
En el lecho volvimos a dárnoslo todo, cuando las palabras sobraban, nos devoramos como si nada más existiese. Rugí presa de la desesperación, mi rabia y enfado me cegaban , el alcohol me nubló la razón. No oí de su boca que era mío después de que yo sí que lo confirmé , era suya. Era como si se hubiese cansado de repente, nada era suficiente…necesitaba más y yo no sabía cómo dárselo.
Su espada fue la única mujer que se interpuso entre nuestros cuerpos. Me volví loca, admito que mi locura me perdió en su mirada, en su cuerpo. La obsesión me llevó a cometer aquello. Un V perfecta, lucía sangrante en su pecho. Mis movimientos se volvieron locos, demenciales… me moví como nunca antes, necesitándolo aún más dentro de mi cuerpo. No sé en qué momento ocurrió pero… me tenía completamente atrapada y por primera vez, dudé si seguía amándome.
Tomé su rostro entre mis manos, mi boca se entreabría sedienta de más…de sus besos y con necesidad de oír que era mío, nunca antes ansié tener algo tanto. Se revelaba contra mí, me estaba castigando y yo no dejaba que saliese de mi interior, no hasta que llegó. Mis manos le tomaron de las muñecas, respiración entrecortada que se mezcló con la ajena. Mis esmeraldas se oscurecieron al oírle decir mi nombre, me encantaba que dijese mi nombre.
-¡ERES MÍO! -grité presa de la rabia y el alcohol. Bajé la mirada totalmente fuera de mí misma… sangre por todas partes, la herida no cerraba y no lograba entender porqué. Lo miré confusa, como si estuviésemos viviendo una pesadilla que no deja que te despiertes. Sabanas teñidas de carmesí, mi cuerpo magullado con sangre de los dos… más suya que mía. Volví a golpearle un par de veces más en una de sus mejillas para que volviese en sí… en vano.
Como pude, me levanté corriendo hacia la puerta. No veía bien, apenas podía tenerme en pie, sabía que en pocos segundos me desmayaría pero antes… tenía que pedir ayuda. Caí de rodillas en medio del pasillo, grité desolada, pidiendo ayuda… manos ensangrentadas. Algunos de los suyos, salieron alertados por mis gritos y súplicas. A mí ni siquiera me atendieron, fueron en su encuentro. Inconsciente en la cama. Apenas comenzaron a atenderle cuando caí desplomada y llevada no a una mullida cama… si no a encerrarme pues nadie había podido herir al guerrero pero sí su esposa…
Estaba claro que me juzgarían, alegarían la pelea, mi venganza… yo era una extraña, me condenarían y no me importaba pues, yo le habría matado, mis celos me llevaron a marcarle, a hacer esa locura…por amor, no merecía menos. Desnuda, me desperté en el suelo, todo mi cuerpo era una masacre…no recordaba qué pasó solo me acordaba de mi noruego desangrarse ante mis ojos, por mi mano…¿qué había hecho? no era más que una asesina, una asesina enamorada…
En el lecho volvimos a dárnoslo todo, cuando las palabras sobraban, nos devoramos como si nada más existiese. Rugí presa de la desesperación, mi rabia y enfado me cegaban , el alcohol me nubló la razón. No oí de su boca que era mío después de que yo sí que lo confirmé , era suya. Era como si se hubiese cansado de repente, nada era suficiente…necesitaba más y yo no sabía cómo dárselo.
Su espada fue la única mujer que se interpuso entre nuestros cuerpos. Me volví loca, admito que mi locura me perdió en su mirada, en su cuerpo. La obsesión me llevó a cometer aquello. Un V perfecta, lucía sangrante en su pecho. Mis movimientos se volvieron locos, demenciales… me moví como nunca antes, necesitándolo aún más dentro de mi cuerpo. No sé en qué momento ocurrió pero… me tenía completamente atrapada y por primera vez, dudé si seguía amándome.
Tomé su rostro entre mis manos, mi boca se entreabría sedienta de más…de sus besos y con necesidad de oír que era mío, nunca antes ansié tener algo tanto. Se revelaba contra mí, me estaba castigando y yo no dejaba que saliese de mi interior, no hasta que llegó. Mis manos le tomaron de las muñecas, respiración entrecortada que se mezcló con la ajena. Mis esmeraldas se oscurecieron al oírle decir mi nombre, me encantaba que dijese mi nombre.
-¡ERES MÍO! -grité presa de la rabia y el alcohol. Bajé la mirada totalmente fuera de mí misma… sangre por todas partes, la herida no cerraba y no lograba entender porqué. Lo miré confusa, como si estuviésemos viviendo una pesadilla que no deja que te despiertes. Sabanas teñidas de carmesí, mi cuerpo magullado con sangre de los dos… más suya que mía. Volví a golpearle un par de veces más en una de sus mejillas para que volviese en sí… en vano.
Como pude, me levanté corriendo hacia la puerta. No veía bien, apenas podía tenerme en pie, sabía que en pocos segundos me desmayaría pero antes… tenía que pedir ayuda. Caí de rodillas en medio del pasillo, grité desolada, pidiendo ayuda… manos ensangrentadas. Algunos de los suyos, salieron alertados por mis gritos y súplicas. A mí ni siquiera me atendieron, fueron en su encuentro. Inconsciente en la cama. Apenas comenzaron a atenderle cuando caí desplomada y llevada no a una mullida cama… si no a encerrarme pues nadie había podido herir al guerrero pero sí su esposa…
Estaba claro que me juzgarían, alegarían la pelea, mi venganza… yo era una extraña, me condenarían y no me importaba pues, yo le habría matado, mis celos me llevaron a marcarle, a hacer esa locura…por amor, no merecía menos. Desnuda, me desperté en el suelo, todo mi cuerpo era una masacre…no recordaba qué pasó solo me acordaba de mi noruego desangrarse ante mis ojos, por mi mano…¿qué había hecho? no era más que una asesina, una asesina enamorada…
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: El acero y el fuego. (privado)(+18)
No se el tiempo que pasé en esa cama inconsciente, solo que al abrir los ojos la busqué con desesperación, vano mi primer intento de alzarme pues una de las doncellas que secaba el sudor de mi frente producido por las fiebres me lo impidió.
Rugí furioso llamando a mi mujer, fue entonces cuando uno de los míos se adentró por la puerta, recordándome el castigo de los traidores, las celdas habían sido su destino tras tratar de acabar con la vida del conde y futuro rey de los míos.
Me alcé como pude, sobre mis hombros las pieles y con el porte regio baje hasta las mazmorras sin titubear un ápice, seguido de cerca por Sven y otro vikingo que no me lo impidieron mas que sabia que no estaban de acuerdo.
Los juegos que me traía con mi esposa eran duros, no era la primera vez que me hacia sangrar en la cama, algo que a ambos nos producía excitación, pero con todo lo que aconteció en los últimos meses olvide hablarle del viaje que hice a otra realidad con Lakme, allí nuestro vinculo quedo desquebrajado por su traición, ahora mis heridas no cerraban, era de nuevo un humano corriente, un vikingo salvaje.
Me adentré en su celda con mis ojos fijos en ella, su pelo dorado enmarañado, su rostro manchado de mugre, su cuerpo desnudo, aquello era un ultraje, pero así funcionaban las cosas en el norte, los castigos eran implacables, la sangre se saciaba con sangre.
Mis pieles cubrieron sus hombros, sus ojos lloroso centellearon al contemplarme, parecía vivir en una duerme vela, uno que no le permitía sentirse plena.
-Soy yo -aseguré cuando sus dedos acariciaron mi rostro como si fuera un ente, un recuerdo del pasado y no del presente.
La alcé entre mis brazos, se sentía incluso mas ligera que antes, mi nariz acarició la suya despacio, tratando de reconfortarla, nuestro aliento pesado impacto como las rocas contra el marea.
-Shhhhh -susurré para que guardara silencio mientras sus brazos se rendían aferrándose a mi cuello y su cabeza acabó anclada a mi pecho.
Juntos subimos las pedregosas escaleras llenas de musgo y humedades, una celda no era lugar para una mujer como ella.
Mi lecho la acogió, ordené que prepararan la tina con agua caliente, que pusieran en ellas lirios y violetas, no sabia que hacer para que perdonara esta afrenta, conociéndola cogería el primer barco a París, no la culpaba si esa y no otra era la decisión que tomaba.
Pero un lo siento escapó sincero contra sus labios -debí decírtelo, el vinculo esta roto, mis heridas ya no sanan, siento todo lo que has tenido que pasar Valeria.
El norte es duro, gélido y peligroso, no se que pensé la traer a alguien como tu a mi tierra.
Volveremos a París -sentencié esperando que eso bastara para contentarla y expiar mis pecados con la promesa de regresar a la mansión Cavey.
Rugí furioso llamando a mi mujer, fue entonces cuando uno de los míos se adentró por la puerta, recordándome el castigo de los traidores, las celdas habían sido su destino tras tratar de acabar con la vida del conde y futuro rey de los míos.
Me alcé como pude, sobre mis hombros las pieles y con el porte regio baje hasta las mazmorras sin titubear un ápice, seguido de cerca por Sven y otro vikingo que no me lo impidieron mas que sabia que no estaban de acuerdo.
Los juegos que me traía con mi esposa eran duros, no era la primera vez que me hacia sangrar en la cama, algo que a ambos nos producía excitación, pero con todo lo que aconteció en los últimos meses olvide hablarle del viaje que hice a otra realidad con Lakme, allí nuestro vinculo quedo desquebrajado por su traición, ahora mis heridas no cerraban, era de nuevo un humano corriente, un vikingo salvaje.
Me adentré en su celda con mis ojos fijos en ella, su pelo dorado enmarañado, su rostro manchado de mugre, su cuerpo desnudo, aquello era un ultraje, pero así funcionaban las cosas en el norte, los castigos eran implacables, la sangre se saciaba con sangre.
Mis pieles cubrieron sus hombros, sus ojos lloroso centellearon al contemplarme, parecía vivir en una duerme vela, uno que no le permitía sentirse plena.
-Soy yo -aseguré cuando sus dedos acariciaron mi rostro como si fuera un ente, un recuerdo del pasado y no del presente.
La alcé entre mis brazos, se sentía incluso mas ligera que antes, mi nariz acarició la suya despacio, tratando de reconfortarla, nuestro aliento pesado impacto como las rocas contra el marea.
-Shhhhh -susurré para que guardara silencio mientras sus brazos se rendían aferrándose a mi cuello y su cabeza acabó anclada a mi pecho.
Juntos subimos las pedregosas escaleras llenas de musgo y humedades, una celda no era lugar para una mujer como ella.
Mi lecho la acogió, ordené que prepararan la tina con agua caliente, que pusieran en ellas lirios y violetas, no sabia que hacer para que perdonara esta afrenta, conociéndola cogería el primer barco a París, no la culpaba si esa y no otra era la decisión que tomaba.
Pero un lo siento escapó sincero contra sus labios -debí decírtelo, el vinculo esta roto, mis heridas ya no sanan, siento todo lo que has tenido que pasar Valeria.
El norte es duro, gélido y peligroso, no se que pensé la traer a alguien como tu a mi tierra.
Volveremos a París -sentencié esperando que eso bastara para contentarla y expiar mis pecados con la promesa de regresar a la mansión Cavey.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: El acero y el fuego. (privado)(+18)
Con certeza no puedo saber cuántos días pasaron porque perdí la noción del tiempo y el espacio. La celda cada vez era más pequeña, a cada segundo. La imagen de mi amor desangrarse ante mis ojos, entre mis brazos. En mi mano el arma del crimen. Fui la culpable de su desdicha, pues ya lo condené solo por el hecho de amarme. El norte no era lo esperado por mi parte, no comprendía nada y menos entendía cómo nos había cambiado en cuestión de horas. Él no era el mismo, conocí de él una cara que desconocía…ese bárbaro sin sentimientos que amaba por encima de todo a los suyos.
No fui su primera opción, decidió quedarse allí después de ser golpeada hasta casi desmayarme. Y aún así, le pedí perdón, le dije tantas veces que era suya…tantas que no recibí lo mismo a cambio. Ese hombre entregado, cariñoso y rudo en determinados momentos, se había perdido en el fondo del mar y ahora, les devolví a su vikingo, trayéndole de vuelta para acunarle en los brazos de su tierra y forjar allí a mis hijas… a donde pertenecían. Él me lo dio a entender muchas veces, que eran vikingas y no señoritas de clase alta… lo que yo siempre había sido.
Terminé en un rincón de la celda, abrazada a mis rodillas. Nadie oyó mis gritos de súplica, solo recibí desprecio y deshonra. Las visitas que tuve fueron para reprocharme lo que había hecho, repetirme hasta la saciedad que estaría muerta en cuanto me sentenciasen. No eran capaces de decirme si estaba vivo o muerto. La incertidumbre me llevó al nerviosismo y desesperación. No volvería a verle, ni a mis hijas. De mí quedó un despojo humano del cual burlarse, escupirme y golpearme.
Fui ultrajada, vejada y humillada por los suyos. No comprenderían y menos entenderían lo que ocurrió en aquella habitación. Cuando la puerta de la celda se abrió, me esperé lo peor. Solo deseé que por fin me diesen muerte, mi esperanza …la había perdido. Cerré los ojos , estaba rota y desgarrada ¿por qué me torturaban de esa forma? Seguía luchando…él me lo enseñó pero…, si él estaba muerto y mis hijas lejos de mí… solo esperaba que no corriesen esa suerte, solo por llevar mi sangre. Temí por ellas, intenté salir de allí de todas las maneras posibles… y no lo conseguí.
“Soy yo”
Mis orbes esmeraldas, centellearon al verle ante mí. No me salían las palabras, las lagrimas se me habían secado. Él era mi muerte y mi descanso, solo él me llevaría al otro lado de su mano. Me dejé llevar dispuesta a abandonar este mundo de tinieblas y oscuridad. Dejé escapar un suspiro al notar la comodidad del lecho. No quería abrir los ojos, me sentía pequeña, por primera vez en mi vida…tuve miedo. Temblé al tenerlo cerca, hacía mucho que no sentía esa sensación de desamparo…desde el ataque en el despacho.
-Lo sientes -susurré incrédula, no sabía lo del vínculo, me di cuenta que… no sabía nada de él. El viaje con esa inmortal, su mundo, su gente y costumbres…yo no casaba allí. -No sabía… si estabas vivo o muerto. No voy a decirte lo que me han hecho, eres uno de ellos y lo sabes -giré el rostro al intentar tocarme, no quería, no deseaba eso… para mí él era un extraño -No vamos a regresar. Te quedas y yo ..-estaba tan débil que apenas podía tener los ojos abiertos, me hice un ovillo en la cama…estaba destrozada -Ya no me quieres, así que dejame ir a una ciudad a la que odias-rompí a llorar como una niña. Le tenía miedo… él no era el mismo y a mí me habían destrozado.
Mil veces grité que lo amaba en la celda, mil veces se rieron y me golpearon.
No fui su primera opción, decidió quedarse allí después de ser golpeada hasta casi desmayarme. Y aún así, le pedí perdón, le dije tantas veces que era suya…tantas que no recibí lo mismo a cambio. Ese hombre entregado, cariñoso y rudo en determinados momentos, se había perdido en el fondo del mar y ahora, les devolví a su vikingo, trayéndole de vuelta para acunarle en los brazos de su tierra y forjar allí a mis hijas… a donde pertenecían. Él me lo dio a entender muchas veces, que eran vikingas y no señoritas de clase alta… lo que yo siempre había sido.
Terminé en un rincón de la celda, abrazada a mis rodillas. Nadie oyó mis gritos de súplica, solo recibí desprecio y deshonra. Las visitas que tuve fueron para reprocharme lo que había hecho, repetirme hasta la saciedad que estaría muerta en cuanto me sentenciasen. No eran capaces de decirme si estaba vivo o muerto. La incertidumbre me llevó al nerviosismo y desesperación. No volvería a verle, ni a mis hijas. De mí quedó un despojo humano del cual burlarse, escupirme y golpearme.
Fui ultrajada, vejada y humillada por los suyos. No comprenderían y menos entenderían lo que ocurrió en aquella habitación. Cuando la puerta de la celda se abrió, me esperé lo peor. Solo deseé que por fin me diesen muerte, mi esperanza …la había perdido. Cerré los ojos , estaba rota y desgarrada ¿por qué me torturaban de esa forma? Seguía luchando…él me lo enseñó pero…, si él estaba muerto y mis hijas lejos de mí… solo esperaba que no corriesen esa suerte, solo por llevar mi sangre. Temí por ellas, intenté salir de allí de todas las maneras posibles… y no lo conseguí.
“Soy yo”
Mis orbes esmeraldas, centellearon al verle ante mí. No me salían las palabras, las lagrimas se me habían secado. Él era mi muerte y mi descanso, solo él me llevaría al otro lado de su mano. Me dejé llevar dispuesta a abandonar este mundo de tinieblas y oscuridad. Dejé escapar un suspiro al notar la comodidad del lecho. No quería abrir los ojos, me sentía pequeña, por primera vez en mi vida…tuve miedo. Temblé al tenerlo cerca, hacía mucho que no sentía esa sensación de desamparo…desde el ataque en el despacho.
-Lo sientes -susurré incrédula, no sabía lo del vínculo, me di cuenta que… no sabía nada de él. El viaje con esa inmortal, su mundo, su gente y costumbres…yo no casaba allí. -No sabía… si estabas vivo o muerto. No voy a decirte lo que me han hecho, eres uno de ellos y lo sabes -giré el rostro al intentar tocarme, no quería, no deseaba eso… para mí él era un extraño -No vamos a regresar. Te quedas y yo ..-estaba tan débil que apenas podía tener los ojos abiertos, me hice un ovillo en la cama…estaba destrozada -Ya no me quieres, así que dejame ir a una ciudad a la que odias-rompí a llorar como una niña. Le tenía miedo… él no era el mismo y a mí me habían destrozado.
Mil veces grité que lo amaba en la celda, mil veces se rieron y me golpearon.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: El acero y el fuego. (privado)(+18)
Sobre el mullido lecho se abrazó a si misma, derrotada, como si nada ya tuviera sentido y en parte lo entendía.
No estábamos pasando la mejor de nuestras etapas, supongo que en parte todo era culpa mía, ella se había mostrado amorosa durante todo este tiempo, afectuosa y enamorada, por el contrario yo me endurecía ante sus ojos porque no veía la sombra del que abandonó el norte un día.
París me había cambiado, era un luchador, un salvaje que acero en mano nunca se dejaba tumbar, al menos no hasta que mi valquiria bajara para llevarme a la gran cena.
En París, me enamoré y luché, luche hasta caer, levantarme y volver a ponerme en pie.
No entendía sus costumbres, luché aun así sintiéndome en ocasiones un pelele, luché porque la amaba y seguía haciéndolo como el primer día, el problema es que me había perdido y no había brújula que marcara mi norte, por primera vez en mucho tiempo me sentía roto.
Le eche en cara a Haytham que era su perro fiel, sin embargo no me convertí en otra cosa distinta que en eso mismo.
Siempre en la sombra, viendo ante mis ojos como ella y él guardaban sus secretos, como una lista de pretendientes pasaba ante mis ojos y la frase de mi mujer “no te metas en esto es peligroso” como si fuera un niño al que proteger.
No se dio cuenta de que yo era un vikingo que amaba la guerra, una que corría por mis venas desde antes de nacer.
Me veía débil, quizás porque en eso me convertí en París, en un ser endeble, me veía débil y yo se lo permití.
Siempre confió mas en Haytham, quizás porque no temía perderlo en combate y por ende si a mi o quizás porque me infravaloraba.
Solo se que el paso de mi vida por París me convirtió en algo que odiaba ser, un hombre sin honor, uno que no se impuso en muchas ocasiones y que aguantó cosas que ningún norteño toleraría sin que el ajeno recibiera su merecido del filo del acero forjado en nuestras fraguas.
Me dejé caer la suelo de rodillas, quizás esa y no otra era mi posición, solo que no lo había visto hasta hoy, su mano entre las mías, apoyé contra ellas mi frente mientras las lagrimas se sucedían incapaz de cortar un llanto que de ningún norteño saldría.
Tenia miedo, miedo a perderla a que se fuera, a que dejara de amarme, porque yo no era el mismo hombre.
Nos dejaron solos, mi orgullo quedo en el suelo, pero ¿acaso me quedaba de eso? Ya no sabia como ponerme en pie, le había reprochado infinidad de veces cosas que no tenían sentido, hice lo que hice porque así lo quise y si ahora me arrepentía de haberme arrastrado no era culpa suya si no mía.
Luché, eso lo hice y no negaré que en la lucha perdí demasiado.
No le conté lo de Lakme porque no tenia sentido, ya no era importante, ahora el norte se había apoderado de mi, buscaba en él al hombre que un día fui.
Besé su mano con suavidad, suplicante, ya no sabia que mas hacer para que entendiera que la quería ¿acaso no había hecho ya bastante?
-Volveremos a París, este ya no es mi hogar, me ha costado, pero me he dado cuenta que ya no es sangre norteña lo que corre por mis venas. Soy un híbrido, mas parecido a lo que detesto que a lo que admiro, volveré a casa, con los tuyos y los míos, el norte no merece un líder débil, uno que cae y ya no es capaz de ponerse en pie.
Lo siento.
No estábamos pasando la mejor de nuestras etapas, supongo que en parte todo era culpa mía, ella se había mostrado amorosa durante todo este tiempo, afectuosa y enamorada, por el contrario yo me endurecía ante sus ojos porque no veía la sombra del que abandonó el norte un día.
París me había cambiado, era un luchador, un salvaje que acero en mano nunca se dejaba tumbar, al menos no hasta que mi valquiria bajara para llevarme a la gran cena.
En París, me enamoré y luché, luche hasta caer, levantarme y volver a ponerme en pie.
No entendía sus costumbres, luché aun así sintiéndome en ocasiones un pelele, luché porque la amaba y seguía haciéndolo como el primer día, el problema es que me había perdido y no había brújula que marcara mi norte, por primera vez en mucho tiempo me sentía roto.
Le eche en cara a Haytham que era su perro fiel, sin embargo no me convertí en otra cosa distinta que en eso mismo.
Siempre en la sombra, viendo ante mis ojos como ella y él guardaban sus secretos, como una lista de pretendientes pasaba ante mis ojos y la frase de mi mujer “no te metas en esto es peligroso” como si fuera un niño al que proteger.
No se dio cuenta de que yo era un vikingo que amaba la guerra, una que corría por mis venas desde antes de nacer.
Me veía débil, quizás porque en eso me convertí en París, en un ser endeble, me veía débil y yo se lo permití.
Siempre confió mas en Haytham, quizás porque no temía perderlo en combate y por ende si a mi o quizás porque me infravaloraba.
Solo se que el paso de mi vida por París me convirtió en algo que odiaba ser, un hombre sin honor, uno que no se impuso en muchas ocasiones y que aguantó cosas que ningún norteño toleraría sin que el ajeno recibiera su merecido del filo del acero forjado en nuestras fraguas.
Me dejé caer la suelo de rodillas, quizás esa y no otra era mi posición, solo que no lo había visto hasta hoy, su mano entre las mías, apoyé contra ellas mi frente mientras las lagrimas se sucedían incapaz de cortar un llanto que de ningún norteño saldría.
Tenia miedo, miedo a perderla a que se fuera, a que dejara de amarme, porque yo no era el mismo hombre.
Nos dejaron solos, mi orgullo quedo en el suelo, pero ¿acaso me quedaba de eso? Ya no sabia como ponerme en pie, le había reprochado infinidad de veces cosas que no tenían sentido, hice lo que hice porque así lo quise y si ahora me arrepentía de haberme arrastrado no era culpa suya si no mía.
Luché, eso lo hice y no negaré que en la lucha perdí demasiado.
No le conté lo de Lakme porque no tenia sentido, ya no era importante, ahora el norte se había apoderado de mi, buscaba en él al hombre que un día fui.
Besé su mano con suavidad, suplicante, ya no sabia que mas hacer para que entendiera que la quería ¿acaso no había hecho ya bastante?
-Volveremos a París, este ya no es mi hogar, me ha costado, pero me he dado cuenta que ya no es sangre norteña lo que corre por mis venas. Soy un híbrido, mas parecido a lo que detesto que a lo que admiro, volveré a casa, con los tuyos y los míos, el norte no merece un líder débil, uno que cae y ya no es capaz de ponerse en pie.
Lo siento.
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Re: El acero y el fuego. (privado)(+18)
-Volveré sola, sin ti, sin ellas-apenas lo dije con un hilo de voz, las palabras en aquella taberna seguían retumbando en mi mente, me perseguían en mis peores pesadillas. Odiaba Paris y no le condenaría a volver, su sitio era aquel con los suyos ¿el mío? Lejos de allí, de donde no debí salir. Mi mansión, mi despacho y sola como siempre debí estar. Mi naturaleza no era esta, un marido y dos hijas que según él no deseé tener. Aún seguía doliéndome aquello, más que incluso aquella noche.
No entendía cómo llegamos a este punto o quizás… estaba tan ciega que no quería verlo. Él era feliz en el norte, pude verlo en sus ojos castaños, sonreían rabiosos de felicidad. Y mi recibimiento me ayudó a comprender muchas cosas. Comprendí que no era feliz a mi lado, le condené a vivir en una ciudad que odiaba con todo su ser. Sus hijas, serían guerreras, vikingas como él y no señoritas de clase alta. Y él… volvió a ser quién era, un guerrero sin sentimientos con mil escudos para que nada ni nadie pudiese dañarle.
Me incorporé en la cama cuando tomó mi mano. Temblé presa del miedo que me causaba solo tocarle. Se había vuelto un extraño ante mis ojos. Solo quería volver a casa, olvidarle. Él ya no me quería del mismo modo pues… ¿cómo iba a quererme si ya me había conseguido? Palabras que escuché estando encerrada. “Una puta de Paris ha venido a arrebatarnos a nuestro guerrero, nuestro líder” , “Un capricho del vikingo”, “La mataremos con nuestras propias manos por habérnoslo arrebatado”.
Aparté la mano ante el recuerdo de aquellas rudas frases , dichas con toda la repulsión y odio. Yo y no otra le había convertido en lo que no era, en lo que jamás pensó ser. Un ser débil que solo corre detrás de mis faldas. No quería eso para él, me importaba demasiado para ver como ante mis ojos se marchitaba. Lo quería, lo amaba tanto que prefería dejarle aquí, arropado con el calor de su familia que a mi lado, a aquella casa fría y falta de amor y cariño.
No podía demostrarle más que lo amaba, solo se me ocurría una manera y esa era…dejarle marchar, dejar que no fuese nada mío. Me quité el anillo, dejándolo en la palma de su mano y mis dedos, se enredaron en su cadena… en mi promesa. Apreté los labios con fuerza, sentí morir porque no había cumplido aquello único que le prometí. Solté la cadena e intenté ponerme en pie, tiré de uno de sus brazos con las pocas fuerzas que me quedaban para que no suplicase más, él no merecía eso…era un guerrero.
-No me supliques. No tienes porqué hacerlo. Tú no eres así. El hombre que conocí no se rendía nunca. Te devuelvo tu honor, tu fuerza y las ganas de vivir… quiero que te quedes -tragué saliva, quería irme de allí para siempre -No puedo cuidarlas, mi cabeza y mi cuerpo … -no seguí la frase él lo entendería -Te dolerá… sé que mi partida te dolerá pero te hará fuerte, te devolverá tu ser. Solo quiero que rehagas tu vida, Hoör. No es a mi lado…te he convertido en lo que eres ahora… un hombre débil y ellos no esperan eso. Tu hogar es este y el mío uno muy lejano. No debimos conocernos, porque ya nada será igual… tranquilo, no me iré a los brazos de nadie. eso es lo que temes… siempre lo has temido y no te creías que solo quería estar entre los suyos. Me hice fuerte por ti… ahora… hazlo por mí -solo quería irme de allí cuanto antes, el dolor me estaba consumiendo.
No entendía cómo llegamos a este punto o quizás… estaba tan ciega que no quería verlo. Él era feliz en el norte, pude verlo en sus ojos castaños, sonreían rabiosos de felicidad. Y mi recibimiento me ayudó a comprender muchas cosas. Comprendí que no era feliz a mi lado, le condené a vivir en una ciudad que odiaba con todo su ser. Sus hijas, serían guerreras, vikingas como él y no señoritas de clase alta. Y él… volvió a ser quién era, un guerrero sin sentimientos con mil escudos para que nada ni nadie pudiese dañarle.
Me incorporé en la cama cuando tomó mi mano. Temblé presa del miedo que me causaba solo tocarle. Se había vuelto un extraño ante mis ojos. Solo quería volver a casa, olvidarle. Él ya no me quería del mismo modo pues… ¿cómo iba a quererme si ya me había conseguido? Palabras que escuché estando encerrada. “Una puta de Paris ha venido a arrebatarnos a nuestro guerrero, nuestro líder” , “Un capricho del vikingo”, “La mataremos con nuestras propias manos por habérnoslo arrebatado”.
Aparté la mano ante el recuerdo de aquellas rudas frases , dichas con toda la repulsión y odio. Yo y no otra le había convertido en lo que no era, en lo que jamás pensó ser. Un ser débil que solo corre detrás de mis faldas. No quería eso para él, me importaba demasiado para ver como ante mis ojos se marchitaba. Lo quería, lo amaba tanto que prefería dejarle aquí, arropado con el calor de su familia que a mi lado, a aquella casa fría y falta de amor y cariño.
No podía demostrarle más que lo amaba, solo se me ocurría una manera y esa era…dejarle marchar, dejar que no fuese nada mío. Me quité el anillo, dejándolo en la palma de su mano y mis dedos, se enredaron en su cadena… en mi promesa. Apreté los labios con fuerza, sentí morir porque no había cumplido aquello único que le prometí. Solté la cadena e intenté ponerme en pie, tiré de uno de sus brazos con las pocas fuerzas que me quedaban para que no suplicase más, él no merecía eso…era un guerrero.
-No me supliques. No tienes porqué hacerlo. Tú no eres así. El hombre que conocí no se rendía nunca. Te devuelvo tu honor, tu fuerza y las ganas de vivir… quiero que te quedes -tragué saliva, quería irme de allí para siempre -No puedo cuidarlas, mi cabeza y mi cuerpo … -no seguí la frase él lo entendería -Te dolerá… sé que mi partida te dolerá pero te hará fuerte, te devolverá tu ser. Solo quiero que rehagas tu vida, Hoör. No es a mi lado…te he convertido en lo que eres ahora… un hombre débil y ellos no esperan eso. Tu hogar es este y el mío uno muy lejano. No debimos conocernos, porque ya nada será igual… tranquilo, no me iré a los brazos de nadie. eso es lo que temes… siempre lo has temido y no te creías que solo quería estar entre los suyos. Me hice fuerte por ti… ahora… hazlo por mí -solo quería irme de allí cuanto antes, el dolor me estaba consumiendo.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
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Re: El acero y el fuego. (privado)(+18)
Alcé la mirada húmeda por las lagrimas, incrédulo mi gesto se tenso, mis pardos se tornaron gélidos, no le bastaban mis suplicas que de rodillas nuevamente me arrastrara, suplicara su amor, su perdón.
Aun así me abandonaba, siempre que la situación se complicaba lo hacia. En el pasado huía de sus sentimientos, incapaz de ceder, de mandar a la mierda esa lista que dejo su padre a puño y letra escrita y que el perro fiel de su mano derecha se aseguraba de que de algún modo se cumpliera.
Amenazas si no lo hacia, perder el dinero, otros problemas varios de los que me mantuvo ajeno, su explicación para ello, mi seguridad ¿tan inútil me veía? ¿tan débil como para no ser capaz de defenderme a mi y a aquello que amaba?
No era culpa suya, frente a ella había un pelele que temblaba ante la idea de perderla.
Le demostré todo, nada me quedo por hacer, y aun así...hoy me decía que podía quedarme en el norte, que todo había terminado entre nosotros.
Me alcé del suelo, gesto tenso, no pensaba claudicar, al menos si se largaba a París me iba a escuchar.
-Eres una cobarde, he perdido el rumbo y lejos de esta vez ser tu la que me sirve de faro, cierras tus ojos y me dejas a oscuras.
¿Te abandone yo cuando indecisa no sabias que hacer con tu vida? ¿no luche suficiente cuando el miedo te hacia llevar ese anillo que me devuelves en un maldito abrigo y no en tu dedo?
Negué incrédulo, mantuve mi mirada fija en la suya, si quería irse, era libre, pero no volvería a abrirle la puerta de mi vida.
-¿Sabes cual es el problema? Que esto lo he arrastrado desde hace ya demasiado tiempo, porque tu siempre has tenido miedo de una conversación que no se producía pero que anidaba en mis entrañas.
Había notado que me temía, cuando la tocaba huía ¿lo merecía?
-Te violaron, pero volviste a sus brazos y yo que nunca te he quebrado ¿soy el que te produce miedo?
Me he disculpado por la rudeza de mis actos en estas ultimas semanas, soy culpable de muchas cosas Valeria, posiblemente de no hablar con sinceridad antes, de no explotar cuando tuve que hacerlo, incluso de refugiarme en el alcohol cuando las cosas en París contigo me hacían ahogarme, caer, peor me levante, llevo levantándome toda mi vida y estoy aquí, perdido pero frente a ti.
No volveré a correr tras de ti, no tengo brújula que guie mis pasos, pero si abandonas a tus hijas, a mi, espero que la felicidad de los vestidos, de los hombres entre tus piernas te haga olvidar lo que fui o lo que soy o lo que seré algún día.
Te quiero pero no voy a forzarte a seguir con una bárbaro, porque soy un bárbaro, un maldito norteño, si yo tengo que aceptar que eres lo que eres, tu tendrás que aceptar que estas son mis leyes.
Amo el norte, por mis venas corre cada valle,a da rio, cada cuervo que grazna sobre los cadáveres de los míos.
El acero es mi bandera, la forjas con lo que fui creado y los golpes lo que me convirtió en el hombre que hoy soy.
Hace tiempo Skadi me dijo que no me reconocía, tenia razón, tampoco me reconozco yo.
Así que lucha, quédate a mi lado y ayúdame a salir de esta en pie o vete, juro que sin ti también me alzaré.
Aun así me abandonaba, siempre que la situación se complicaba lo hacia. En el pasado huía de sus sentimientos, incapaz de ceder, de mandar a la mierda esa lista que dejo su padre a puño y letra escrita y que el perro fiel de su mano derecha se aseguraba de que de algún modo se cumpliera.
Amenazas si no lo hacia, perder el dinero, otros problemas varios de los que me mantuvo ajeno, su explicación para ello, mi seguridad ¿tan inútil me veía? ¿tan débil como para no ser capaz de defenderme a mi y a aquello que amaba?
No era culpa suya, frente a ella había un pelele que temblaba ante la idea de perderla.
Le demostré todo, nada me quedo por hacer, y aun así...hoy me decía que podía quedarme en el norte, que todo había terminado entre nosotros.
Me alcé del suelo, gesto tenso, no pensaba claudicar, al menos si se largaba a París me iba a escuchar.
-Eres una cobarde, he perdido el rumbo y lejos de esta vez ser tu la que me sirve de faro, cierras tus ojos y me dejas a oscuras.
¿Te abandone yo cuando indecisa no sabias que hacer con tu vida? ¿no luche suficiente cuando el miedo te hacia llevar ese anillo que me devuelves en un maldito abrigo y no en tu dedo?
Negué incrédulo, mantuve mi mirada fija en la suya, si quería irse, era libre, pero no volvería a abrirle la puerta de mi vida.
-¿Sabes cual es el problema? Que esto lo he arrastrado desde hace ya demasiado tiempo, porque tu siempre has tenido miedo de una conversación que no se producía pero que anidaba en mis entrañas.
Había notado que me temía, cuando la tocaba huía ¿lo merecía?
-Te violaron, pero volviste a sus brazos y yo que nunca te he quebrado ¿soy el que te produce miedo?
Me he disculpado por la rudeza de mis actos en estas ultimas semanas, soy culpable de muchas cosas Valeria, posiblemente de no hablar con sinceridad antes, de no explotar cuando tuve que hacerlo, incluso de refugiarme en el alcohol cuando las cosas en París contigo me hacían ahogarme, caer, peor me levante, llevo levantándome toda mi vida y estoy aquí, perdido pero frente a ti.
No volveré a correr tras de ti, no tengo brújula que guie mis pasos, pero si abandonas a tus hijas, a mi, espero que la felicidad de los vestidos, de los hombres entre tus piernas te haga olvidar lo que fui o lo que soy o lo que seré algún día.
Te quiero pero no voy a forzarte a seguir con una bárbaro, porque soy un bárbaro, un maldito norteño, si yo tengo que aceptar que eres lo que eres, tu tendrás que aceptar que estas son mis leyes.
Amo el norte, por mis venas corre cada valle,a da rio, cada cuervo que grazna sobre los cadáveres de los míos.
El acero es mi bandera, la forjas con lo que fui creado y los golpes lo que me convirtió en el hombre que hoy soy.
Hace tiempo Skadi me dijo que no me reconocía, tenia razón, tampoco me reconozco yo.
Así que lucha, quédate a mi lado y ayúdame a salir de esta en pie o vete, juro que sin ti también me alzaré.
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Re: El acero y el fuego. (privado)(+18)
Rota.
Así me sentía en ese mismo instante, para siempre. Él en su estado de letargo, no podía imaginarse lo que me hicieron por creer que traicioné al amor de mi vida, a su condición de vikingo. No solo intentaron con golpes que confesase, lo que me hicieron en esa celda Hoör jamás debía de saberlo. Amaba a los suyos y yo, solo fui su condena. Por mi culpa ya no era ese guerrero inquebrantable, ante mí tenía el hombre débil y vulnerable que temía perderme por mi partida. Nunca me lo había dicho pero sé lo que realmente piensa. Con él nunca hubo secretos y al mismo tiempo, demasiados.
Me arrepiento de haberlo protegido cuando él mismo podía haberlo hecho pero ¿no proteges con tu vida a lo que amas? Y sin aún reconocer que lo quería, lo protegí a capa de espada, porque sería la persona que más me importaría nunca. Mi mirada cansada, le confesaba que pasé los peores días de mi existencia. Me utilizaron, me hirieron de muerte en el alma. Debía marcharme, no quería estar en esa tierra ni un segundo más y la verdad, prefería haber muerto allí… cosa que procuraron que no sucediera.
….**
Días antes.
Boca seca, las lagrimas habían marcado en mi fino y perfecto rostro, pequeños caminos de suciedad y sangre que se perdían hasta mi cuello. Desperté a la mañana siguiente de lo ocurrido, buscando desesperadamente a mi marido. No solo no se encontraba a mi lado, podía ser que no lo viese más. Solo recordaba pequeños fragmentos, la bastarda, la sangre, el acto que nos condenó a perdernos en el otro una vez más. Desangrándose ante mí, sin saber si estaba vivo o muerto. La desnudez no me importó, aferrada a los barrotes, pedía por favor solo un si o uno… para saber si se encontraba vivo.
-¿Está vivo? Mi esposo… por favor. Solo eso. No sé qué ocurrió, jugábamos como siempre y… ¿alguien me oye? Mi esposo, Hoör Cannif… ¿Está …está vivo? -lo pregunté a uno de ellos, un vikingo alto de ojos claros que me miraba como si fuese una rata a la que aplastar. No pude decir más, aún estando él fuera y yo dentro, los barrotes nos separaban pero se las ingenió para cogerme del cuello y alzarme, apretar con cierta fuerza…torturándome -No tienes derecho a saber si vive o muere. Vas a pagar tu traición y él no está aquí para impedirlo, tampoco… creo que quisiera. Quiero saber lo que tan loco volvió al gran Cannif , nos lo has arrebatado…ya no es ese guerrero, si no tu perro faldero ¿qué tal se siente al follarte, francesa? -no pude más que intentar coger aire, en vano.
En cuestión de minutos, ese hombre se encontraba dentro, tomando lo que no era suyo…comprobando lo que ansiaba saber. Como si fuese un desecho, me lanzó al suelo tras haberme probado. No pude evitar reír del dolor, algo que le desconcertó , de la misma rabia… me golpeó tantas veces que no recuerdo pero antes de perder el conocimiento me susurró algo, algo que si salía de allí debía llevar a cabo.
-Si sales de esta, nadie va a creerte. Me provocaste, te tomé porque lo pediste y… puedes decírselo a tu vikingo si quieres, nadie va a salvarte… porque si sales de aquí con vida… destruiré todo lo que tanto te importa ¿dos hijas decías que tenías? Nadie debe saberlo ¿me oyes, zorra extranjera? Si sales de aquí, márchate. Él pertenece a esta tierra, si sale de esta debe ser enterrado aquí y si no quieres, que le pase nada a tus hijas… haz lo que te dije. VETE -entre lagrimas de impotencia, me abracé a mí misma y dejé que el tiempo pasase…
*---
Y allí estábamos, uno frente al otro. no sentí nada de lo que dije pero cuanto antes me marchase de allí, antes las pondría a salvo. Él no iba a saber jamás que uno de los suyos me violó, me amenazó. Aguanté cada una de sus palabras, me dolían como cuchillos clavándose en cada poro de mi piel. no pude aguantarle la mirada, intenté adentrarme en la bañera…lo necesitaba. No podría limpiar mi alma, pero al menos sí mi cuerpo y lo que quedase de ese malnacido. Una vez dentro del agua, seguía oyéndole y dolía tanto. No quise ni mirarle a los ojos, sentí que le estaba fallando y defraudando a cada segundo y no podía soportarlo. ¿Cobarde? Puede… pero allí no podía permanecer más, maldita sea.
-Tu sitio es el Norte, estás en casa. Yo no pertenezco a tu mundo y no quiero hacerlo -me abracé, no le tenía miedo…sí a lo que me había pasado, ya no podría confiar en nadie más. me reí por no llorar ¿arrastrado desde hace mucho tiempo? me nombraba a Haytham siempre, como si él no lo hubiese olvidado para mí…tan solo era un recuerdo de alguien que apareció y se fue de mi vida tal y como había venido.
No me lo estaba poniendo difícil. Valeria Cavey siempre huía, pero esta vez no tenía opción. No pregunté por mis hijas, tenía miedo, pavor y terror… solo quería marcharme. Decirle adiós a lo que más amaba y olvidar lo que me hicieron. La imagen de aquel hombre, ese bárbaro que me tomó , provocó que bajase la mirada.
-Pues que Skadi ocupe mi lugar, es lo que quería ¿no? a ti. Ella es como tú, una guerrera y no una cobarde -apenas me salía la voz, me habían humillado tanto que ¿cómo iba a querer luchar? Solo quería a ellos, a salvo.-Significarás para mí lo que nadie nunca y te atreves a decirme que me voy a refugiar en otros, en mis vestidos. Para ti, sigo siendo esa Valeria egoísta, caprichosa que juega con los demás ¿no es cierto? En tu cabeza… imaginas que Haytham Cross me espera en puerto y que empezaré una vida lejos de ti, de ellas y con él -negué con la cabeza, me sumergí por entero en el agua, al salir y apoyar la cabeza en el borde, dos lagrimas surcaron mis mejillas, mezclándose con el agua de la bañera…-Quiero que me olvides. Críalas y diles que estoy muerta. Me marcharé al alba -alcé las manos para que no me tocase, tenía señales por todas partes, no era hermosa… mi rostro marcado por los golpes, mis ojos verdes se habían apagado.
Así me sentía en ese mismo instante, para siempre. Él en su estado de letargo, no podía imaginarse lo que me hicieron por creer que traicioné al amor de mi vida, a su condición de vikingo. No solo intentaron con golpes que confesase, lo que me hicieron en esa celda Hoör jamás debía de saberlo. Amaba a los suyos y yo, solo fui su condena. Por mi culpa ya no era ese guerrero inquebrantable, ante mí tenía el hombre débil y vulnerable que temía perderme por mi partida. Nunca me lo había dicho pero sé lo que realmente piensa. Con él nunca hubo secretos y al mismo tiempo, demasiados.
Me arrepiento de haberlo protegido cuando él mismo podía haberlo hecho pero ¿no proteges con tu vida a lo que amas? Y sin aún reconocer que lo quería, lo protegí a capa de espada, porque sería la persona que más me importaría nunca. Mi mirada cansada, le confesaba que pasé los peores días de mi existencia. Me utilizaron, me hirieron de muerte en el alma. Debía marcharme, no quería estar en esa tierra ni un segundo más y la verdad, prefería haber muerto allí… cosa que procuraron que no sucediera.
….**
Días antes.
Boca seca, las lagrimas habían marcado en mi fino y perfecto rostro, pequeños caminos de suciedad y sangre que se perdían hasta mi cuello. Desperté a la mañana siguiente de lo ocurrido, buscando desesperadamente a mi marido. No solo no se encontraba a mi lado, podía ser que no lo viese más. Solo recordaba pequeños fragmentos, la bastarda, la sangre, el acto que nos condenó a perdernos en el otro una vez más. Desangrándose ante mí, sin saber si estaba vivo o muerto. La desnudez no me importó, aferrada a los barrotes, pedía por favor solo un si o uno… para saber si se encontraba vivo.
-¿Está vivo? Mi esposo… por favor. Solo eso. No sé qué ocurrió, jugábamos como siempre y… ¿alguien me oye? Mi esposo, Hoör Cannif… ¿Está …está vivo? -lo pregunté a uno de ellos, un vikingo alto de ojos claros que me miraba como si fuese una rata a la que aplastar. No pude decir más, aún estando él fuera y yo dentro, los barrotes nos separaban pero se las ingenió para cogerme del cuello y alzarme, apretar con cierta fuerza…torturándome -No tienes derecho a saber si vive o muere. Vas a pagar tu traición y él no está aquí para impedirlo, tampoco… creo que quisiera. Quiero saber lo que tan loco volvió al gran Cannif , nos lo has arrebatado…ya no es ese guerrero, si no tu perro faldero ¿qué tal se siente al follarte, francesa? -no pude más que intentar coger aire, en vano.
En cuestión de minutos, ese hombre se encontraba dentro, tomando lo que no era suyo…comprobando lo que ansiaba saber. Como si fuese un desecho, me lanzó al suelo tras haberme probado. No pude evitar reír del dolor, algo que le desconcertó , de la misma rabia… me golpeó tantas veces que no recuerdo pero antes de perder el conocimiento me susurró algo, algo que si salía de allí debía llevar a cabo.
-Si sales de esta, nadie va a creerte. Me provocaste, te tomé porque lo pediste y… puedes decírselo a tu vikingo si quieres, nadie va a salvarte… porque si sales de aquí con vida… destruiré todo lo que tanto te importa ¿dos hijas decías que tenías? Nadie debe saberlo ¿me oyes, zorra extranjera? Si sales de aquí, márchate. Él pertenece a esta tierra, si sale de esta debe ser enterrado aquí y si no quieres, que le pase nada a tus hijas… haz lo que te dije. VETE -entre lagrimas de impotencia, me abracé a mí misma y dejé que el tiempo pasase…
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Y allí estábamos, uno frente al otro. no sentí nada de lo que dije pero cuanto antes me marchase de allí, antes las pondría a salvo. Él no iba a saber jamás que uno de los suyos me violó, me amenazó. Aguanté cada una de sus palabras, me dolían como cuchillos clavándose en cada poro de mi piel. no pude aguantarle la mirada, intenté adentrarme en la bañera…lo necesitaba. No podría limpiar mi alma, pero al menos sí mi cuerpo y lo que quedase de ese malnacido. Una vez dentro del agua, seguía oyéndole y dolía tanto. No quise ni mirarle a los ojos, sentí que le estaba fallando y defraudando a cada segundo y no podía soportarlo. ¿Cobarde? Puede… pero allí no podía permanecer más, maldita sea.
-Tu sitio es el Norte, estás en casa. Yo no pertenezco a tu mundo y no quiero hacerlo -me abracé, no le tenía miedo…sí a lo que me había pasado, ya no podría confiar en nadie más. me reí por no llorar ¿arrastrado desde hace mucho tiempo? me nombraba a Haytham siempre, como si él no lo hubiese olvidado para mí…tan solo era un recuerdo de alguien que apareció y se fue de mi vida tal y como había venido.
No me lo estaba poniendo difícil. Valeria Cavey siempre huía, pero esta vez no tenía opción. No pregunté por mis hijas, tenía miedo, pavor y terror… solo quería marcharme. Decirle adiós a lo que más amaba y olvidar lo que me hicieron. La imagen de aquel hombre, ese bárbaro que me tomó , provocó que bajase la mirada.
-Pues que Skadi ocupe mi lugar, es lo que quería ¿no? a ti. Ella es como tú, una guerrera y no una cobarde -apenas me salía la voz, me habían humillado tanto que ¿cómo iba a querer luchar? Solo quería a ellos, a salvo.-Significarás para mí lo que nadie nunca y te atreves a decirme que me voy a refugiar en otros, en mis vestidos. Para ti, sigo siendo esa Valeria egoísta, caprichosa que juega con los demás ¿no es cierto? En tu cabeza… imaginas que Haytham Cross me espera en puerto y que empezaré una vida lejos de ti, de ellas y con él -negué con la cabeza, me sumergí por entero en el agua, al salir y apoyar la cabeza en el borde, dos lagrimas surcaron mis mejillas, mezclándose con el agua de la bañera…-Quiero que me olvides. Críalas y diles que estoy muerta. Me marcharé al alba -alcé las manos para que no me tocase, tenía señales por todas partes, no era hermosa… mi rostro marcado por los golpes, mis ojos verdes se habían apagado.
Valeria Cavey- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 421
Fecha de inscripción : 26/05/2016
Localización : Paris
DATOS DEL PERSONAJE
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