AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Recuerdo del primer mensaje :
Eterna condena, ese era el precio que pagué por la belleza de una mujer. Troya cayó ante mis ojos por culpa de la bella Helena y sus caprichos. Durante siglos Afrodita envió a sus lacayos a buscarla y custodiarla seguramente arrepentida de haber llevado a mi hermano París ante ella, pero ahora había escapado, el mundo tal y como lo conocía cambiaría, pues esa mujer era un demonio capaz de impartir odio y caos por donde pisaba.
Los rumores me llevaron a tierras norteñas, al parecer un conde llamado Höor Cannif daba cobijo a la sobrenatural, era experta en engatusar a los hombres así que no podía culpar a un mero mortal a caer ante sus influjos ¿acaso no lo hizo antes con los míos?
Esperaba que aquel hombre me escuchara y entrara en razón, pues no me iría sin Helena, ahora apodada Briseida para no llamar mi atención ni la de aquellos que como yo la buscaban.
La noche había caído cuando me presenté frente a los muros de Akershus, mi corcel negro llevaba anudados tras de si a dos hombres encapuchados y una doncella bocazas que me encontré por el camino. Intuía el conde no soltaría presa sin un reembolso sencillo.
Pronto los arqueros me apuntaron, grité el nombre de aquel que podía darme respuestas, exigí que le hicieran salir para habar de hombre a hombre, parlamentar, así se hacían las cosas en mis tierras, mas como respuesta me encontré los culos de muchos de esos bárbaros y alguna que otra verga.
Su desfachatez me llevo a gruñir, el honor no abundaba al otro lado de la frontera, pero bien sabía que el héroe, como lo apodaban acabaría saliendo de entre esos muros cuando entendiera que no había opción si quería que su amiga, como lela misma se había tildado, siguiera en pie.
El acero acarició el cuello de la dama y de un tirón saque el saco de su cabeza dejando ahora su angelical rostro al descubierto.
-Höor Cannif -rugí de nuevo esperando que ahora encontrara motivación para mi propuesta.
No tardó en demasía en espada bastarda a la espalda cruzar el portón que tras de él se cerro, los arqueros seguían apuntando mas su mano se alzó y estos se relajaron.
-¡Suéltala! -ordenó imperativo -querías verme, aquí estoy, ahora suéltala.
Empujé a la chiquilla que con lagrimas en los ojos corrió hasta los brazos de su amigo, este alzó su mentón para mirarla, preguntándole si estaba bien y ella solo asintió.
-!Ve dentro! -ordenó devolviendome toda la atención -¿quien eres? -preguntó hundiendo sus pardos en los míos.
-Ettore -respondí con calma -pero eso no es importante, tras tus muros custodias a una mujer griega, devuélvemela y me iré sin mas, de no hacerlo esta ciudad caerá, removeré cada piedra hasta dar con ella. Su nombre es Helna, o Briseida como se hace llamar ahora, es una inmortal, dámela y me largaré.
-No hay ninguna Helena tras mis murallas -aseguró -vete por donde has venido y olvidaré esta afrenta.
Hizo ademan de ir a soltar a sus hombres, mas mi espada se interpuso en su camino.
-No te creo, esa mujer es experta en la mentira y en conseguir que los hombres pierdan por ella la cabeza.
-He dicho que no doy cobijo a esa mujer, de hacerlo, no mentiría, simplemente note la entregaría. Aparta tu espada vampiro -rugió.
Eterna condena, ese era el precio que pagué por la belleza de una mujer. Troya cayó ante mis ojos por culpa de la bella Helena y sus caprichos. Durante siglos Afrodita envió a sus lacayos a buscarla y custodiarla seguramente arrepentida de haber llevado a mi hermano París ante ella, pero ahora había escapado, el mundo tal y como lo conocía cambiaría, pues esa mujer era un demonio capaz de impartir odio y caos por donde pisaba.
Los rumores me llevaron a tierras norteñas, al parecer un conde llamado Höor Cannif daba cobijo a la sobrenatural, era experta en engatusar a los hombres así que no podía culpar a un mero mortal a caer ante sus influjos ¿acaso no lo hizo antes con los míos?
Esperaba que aquel hombre me escuchara y entrara en razón, pues no me iría sin Helena, ahora apodada Briseida para no llamar mi atención ni la de aquellos que como yo la buscaban.
La noche había caído cuando me presenté frente a los muros de Akershus, mi corcel negro llevaba anudados tras de si a dos hombres encapuchados y una doncella bocazas que me encontré por el camino. Intuía el conde no soltaría presa sin un reembolso sencillo.
Pronto los arqueros me apuntaron, grité el nombre de aquel que podía darme respuestas, exigí que le hicieran salir para habar de hombre a hombre, parlamentar, así se hacían las cosas en mis tierras, mas como respuesta me encontré los culos de muchos de esos bárbaros y alguna que otra verga.
Su desfachatez me llevo a gruñir, el honor no abundaba al otro lado de la frontera, pero bien sabía que el héroe, como lo apodaban acabaría saliendo de entre esos muros cuando entendiera que no había opción si quería que su amiga, como lela misma se había tildado, siguiera en pie.
El acero acarició el cuello de la dama y de un tirón saque el saco de su cabeza dejando ahora su angelical rostro al descubierto.
-Höor Cannif -rugí de nuevo esperando que ahora encontrara motivación para mi propuesta.
No tardó en demasía en espada bastarda a la espalda cruzar el portón que tras de él se cerro, los arqueros seguían apuntando mas su mano se alzó y estos se relajaron.
-¡Suéltala! -ordenó imperativo -querías verme, aquí estoy, ahora suéltala.
Empujé a la chiquilla que con lagrimas en los ojos corrió hasta los brazos de su amigo, este alzó su mentón para mirarla, preguntándole si estaba bien y ella solo asintió.
-!Ve dentro! -ordenó devolviendome toda la atención -¿quien eres? -preguntó hundiendo sus pardos en los míos.
-Ettore -respondí con calma -pero eso no es importante, tras tus muros custodias a una mujer griega, devuélvemela y me iré sin mas, de no hacerlo esta ciudad caerá, removeré cada piedra hasta dar con ella. Su nombre es Helna, o Briseida como se hace llamar ahora, es una inmortal, dámela y me largaré.
-No hay ninguna Helena tras mis murallas -aseguró -vete por donde has venido y olvidaré esta afrenta.
Hizo ademan de ir a soltar a sus hombres, mas mi espada se interpuso en su camino.
-No te creo, esa mujer es experta en la mentira y en conseguir que los hombres pierdan por ella la cabeza.
-He dicho que no doy cobijo a esa mujer, de hacerlo, no mentiría, simplemente note la entregaría. Aparta tu espada vampiro -rugió.
Última edición por Ettore el Lun Jun 11, 2018 12:20 pm, editado 1 vez
Ettore Troy- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 17/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
Fenrir fue el primero en enterarse de todo, tanto de la presencia de la bestia como del grito de la mujer. Era un cachorro, pero no dudó en rodear a Freya con su cuerpo para protegerla. Podían discutir a veces, pero ella era quien le daba de comer y eso era lo que al perro le importaba. Mostró los dientes al arrugar los belfos en dirección al grandioso animal. Los ojos del can brillaron violáceos con reflejos verdosos. La diosa le podía ver salivar, casi como si saborease el muslo de aquel monstruo al deshacerse en su boca.
–Deja que se luzca el troyano.–
Le dijo a su compañero, acariciándole el lomo. Fue entonces cuando el chillido en el exterior hizo que el huargo gigante alzara las orejas hasta ahora gachas y amenazantes. Giró la cabeza y dejó escapar un breve quejido, antes de salir junto a Valfreyja hacia fuera para ver lo que ocurría. La deidad de la fertilidad, el amor y la guerra pudo ver a la dama rubia entre las garras del águila. Era una elfa, discernía perfectamente su aura pura, aunque por el miedo que le recorría el cuerpo, ahora se veía turbia.
Apareció entonces el norteño que de algún extraño modo había convertido el frío que le había hecho castañetear los dientes en pura adrenalina. Corría, observando lo que ocurría en el cielo y se detuvo en seco para cargar una flecha en el arco y disparar con puntería certera. No era nada del otro mundo, muchos guerreros eran duchos en eso. Mas lo que sí sorprendió a Freya fue que, sin pensarlo siquiera, o al menos no mucho, el mortal se lanzó al vacío, arriesgando su vida por salvar a alguien a quien ni conocía.
–Humanos inconscientes.–
Negó, pasándose una mano por la cara, justo cuando veía al conde caer sobre el ave. Si el desgraciado moría con las puertas de Hel abiertas, sería el fin para Midgard. No sólo se había jugado su propia vida, sino la de todos los que habitaban el planeta. Loco, insensato y mortal. Siguió el recorrido del conde con la mirada, viéndolo aterrizar un par de cientos de metros más abajo, junto a la elfa y al águila, que por su falta de movimiento tras impactar contra el suelo, parecía muerta.
La diosa montó sobre Fenrir y le azuzó con la voz para que descendiese por el escarpado terreno. Sus garras se adherían bien a las piedras, sus uñas funcionaban como arpones y sus almohadillas se adaptaban a la forma de la montaña. Tardaron unos minutos en llegar a la misma altura que aquel par, además de a un buen salto de distancia.
–Puedes hacerlo, pequeño.–
Animó al huargo, inclinándose hacia delante, acariciando el tupido pelaje del cuello del animal, susurrándole al oído. El ojo derecho de Fenrir se centró en el rostro de Valfreyja antes de dar un par de pasos hacia atrás, encoger los cuartos traseros e impulsarse para dar el salto. Aterrizó sin problema, aunque la zurda trasera rascó el borde y casi se fue de culo hacia el precipicio. Avanzó en dirección al ave que seguía sin moverse cuando la diosa desmontó.
–Buen provecho.–
Sonrió al can que sin dudarlo más, se lanzó a comerse al bicho tal cual estaba, crudo y con plumas. Ella, mientras, se aproximó a ver a los heridos.
–Piensa antes de actuar. Salvaste a la elfa, pero casi condenas Midgard.–
Fulminó al conde con la mirada, aunque éste estuviera quejándose y con el hombro dislocado. Ella tenía una única prioridad y aunque estuviera manco, mientras le quedara una mano con la que empuñar la espada, le serviría.
–Deja que se luzca el troyano.–
Le dijo a su compañero, acariciándole el lomo. Fue entonces cuando el chillido en el exterior hizo que el huargo gigante alzara las orejas hasta ahora gachas y amenazantes. Giró la cabeza y dejó escapar un breve quejido, antes de salir junto a Valfreyja hacia fuera para ver lo que ocurría. La deidad de la fertilidad, el amor y la guerra pudo ver a la dama rubia entre las garras del águila. Era una elfa, discernía perfectamente su aura pura, aunque por el miedo que le recorría el cuerpo, ahora se veía turbia.
Apareció entonces el norteño que de algún extraño modo había convertido el frío que le había hecho castañetear los dientes en pura adrenalina. Corría, observando lo que ocurría en el cielo y se detuvo en seco para cargar una flecha en el arco y disparar con puntería certera. No era nada del otro mundo, muchos guerreros eran duchos en eso. Mas lo que sí sorprendió a Freya fue que, sin pensarlo siquiera, o al menos no mucho, el mortal se lanzó al vacío, arriesgando su vida por salvar a alguien a quien ni conocía.
–Humanos inconscientes.–
Negó, pasándose una mano por la cara, justo cuando veía al conde caer sobre el ave. Si el desgraciado moría con las puertas de Hel abiertas, sería el fin para Midgard. No sólo se había jugado su propia vida, sino la de todos los que habitaban el planeta. Loco, insensato y mortal. Siguió el recorrido del conde con la mirada, viéndolo aterrizar un par de cientos de metros más abajo, junto a la elfa y al águila, que por su falta de movimiento tras impactar contra el suelo, parecía muerta.
La diosa montó sobre Fenrir y le azuzó con la voz para que descendiese por el escarpado terreno. Sus garras se adherían bien a las piedras, sus uñas funcionaban como arpones y sus almohadillas se adaptaban a la forma de la montaña. Tardaron unos minutos en llegar a la misma altura que aquel par, además de a un buen salto de distancia.
–Puedes hacerlo, pequeño.–
Animó al huargo, inclinándose hacia delante, acariciando el tupido pelaje del cuello del animal, susurrándole al oído. El ojo derecho de Fenrir se centró en el rostro de Valfreyja antes de dar un par de pasos hacia atrás, encoger los cuartos traseros e impulsarse para dar el salto. Aterrizó sin problema, aunque la zurda trasera rascó el borde y casi se fue de culo hacia el precipicio. Avanzó en dirección al ave que seguía sin moverse cuando la diosa desmontó.
–Buen provecho.–
Sonrió al can que sin dudarlo más, se lanzó a comerse al bicho tal cual estaba, crudo y con plumas. Ella, mientras, se aproximó a ver a los heridos.
–Piensa antes de actuar. Salvaste a la elfa, pero casi condenas Midgard.–
Fulminó al conde con la mirada, aunque éste estuviera quejándose y con el hombro dislocado. Ella tenía una única prioridad y aunque estuviera manco, mientras le quedara una mano con la que empuñar la espada, le serviría.
Valfreyja- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 22/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
Afrodita se dio la vuelta nada mas comprobó como mi herida cerraba de inmediato bajo su atenta mirada, deslizó sus dedos por los bordes que pronto se convirtieron en carne, regalándome una etérea caricia que se quedó en nada.
-Voy por leña -dije al aire antes de salir de la cueva también para asegurarme de que el vikingo seguía vivo.
Al parecer fuere cual fuere el peligro había remitido y Freya se encargaba del norteño que la miraba con cara de fastidio
Ladeé la sonrisa al escucharlos discutir antes de perderme entre los arboles para recoger la leña suficiente para mantener la gruta caliente.
Cuando llegue el norteño estaba despellejando la pieza que yo había cazado con un cuchillo bien afilado y de considerables dimensiones. Una joven elfa se encontraba cubierta con las pieles de Höor congelada de frio apoyada contra la pared, tenia pinta de estar agotada y herida, pero no parecía revestir gravedad, se recuperaría, solo necesitaba descansar.
Prendí la lumbre con cierta dificultad pues los troncos estaban mojados por la lluvia y la ventisca y no me fue sencillo encontrar hojarasca seca, por suerte pude aprovechar lo que había en el interior de la gruta y el fuego fue cogiéndose cada vez mas vigoroso.
-Acércate -le dije a la chica -no tardaras en entrar en calor.
Höor partió la carnaza y la colocó sobre unas brasas que apartó para cocinarla.
-He llenado la bota con la sangre del animal, tendrás que conformarte Ettore, dudo puedas por aquí encontrar humano alguno al que vaciar -me dijo ladeando la sonrisa mientras la bota impactaba en mi pecho y mi ceja se enarcaba de inmediato mirándolo de soslayo.
-Yo no me alimento de animales -gruñí furibundo antes de ponerme en pie para acercarme a la boca de la cueva.
-Voy por leña -dije al aire antes de salir de la cueva también para asegurarme de que el vikingo seguía vivo.
Al parecer fuere cual fuere el peligro había remitido y Freya se encargaba del norteño que la miraba con cara de fastidio
Ladeé la sonrisa al escucharlos discutir antes de perderme entre los arboles para recoger la leña suficiente para mantener la gruta caliente.
Cuando llegue el norteño estaba despellejando la pieza que yo había cazado con un cuchillo bien afilado y de considerables dimensiones. Una joven elfa se encontraba cubierta con las pieles de Höor congelada de frio apoyada contra la pared, tenia pinta de estar agotada y herida, pero no parecía revestir gravedad, se recuperaría, solo necesitaba descansar.
Prendí la lumbre con cierta dificultad pues los troncos estaban mojados por la lluvia y la ventisca y no me fue sencillo encontrar hojarasca seca, por suerte pude aprovechar lo que había en el interior de la gruta y el fuego fue cogiéndose cada vez mas vigoroso.
-Acércate -le dije a la chica -no tardaras en entrar en calor.
Höor partió la carnaza y la colocó sobre unas brasas que apartó para cocinarla.
-He llenado la bota con la sangre del animal, tendrás que conformarte Ettore, dudo puedas por aquí encontrar humano alguno al que vaciar -me dijo ladeando la sonrisa mientras la bota impactaba en mi pecho y mi ceja se enarcaba de inmediato mirándolo de soslayo.
-Yo no me alimento de animales -gruñí furibundo antes de ponerme en pie para acercarme a la boca de la cueva.
Ettore Troy- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 17/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
Apreté los dientes sacándome de encima como pude al emplumado animal que me había caído encima. La chica me miraba fijamente asustada, estaba herida, temblaba seguramente fruto del miedo, por mis labios con cada palabra exhalaba una blanca neblina, hacía mucho frio. Me quité las pieles y cubrí su cuerpo con mis pieles.
-Tranquila, hay una gruta arriba, entraras en calor rápido y ademas tenemos cena -dije guiñándole un ojo refiriéndome por supuesto a aquella presa cobrada.
Freya llegó en ese momento por supuesto con ese carácter que se gastaba tan impetuoso que me hizo ladear la sonrisa mientras me echaba la bronca por haber arriesgado Midgar por salvar a la elfa.
-Bueno, cuando acabes de echarme la bronca por algo que no va a cambiar podías echarme una mano ocn el brazo ¿que me dices?
Esta gruñó, algo me decia que mi valeroso acto no le habia gustado, a fin de ucnets ella solo me necesitaba para empuñar la espada.
Freya se acerco, coloco su mano en la parte alta de mi hombro y con la otra cogió mi antebrazo.
-Te va a doler –dijo clavando sus ojos en los míos.
-Seguro que si –sonreí.
Freya tiro con un golpe seco de mi antebrazo y lo dejo caer de nuevo con suavidad.
Apreté los dientes, gruñí ligeramente pero una vez lo note dentro lo moví ligeramente, todavía me dolía pero al menos podría usar el arco.
-¿Mejor? –pregunto sin desviar su mirada.
-si -atajé poniéndome en pie.
Fue entonces cuando su perro se comió mi águila.
-¡Joder Freya! -gruñí frunciendo el ceño -era nuestra comida, mantén a tu chucho quieto.
Con la ventisca no íbamos a encontrar mas caza y quizás los dioses no necesitaran alimentarse, peor Ettore necesitaría sangre y la elfa y yo comida para recuperar energía.
Volvimos a la gruta, Frya se reía escuchando mis maldiciones en un perfecto nórdico, al parecer le parecía muy divertido verme cabreado.
-Ya que eres la diosa de la abundancia podrías conseguir que abundara la comida en estos instantes en la gruta -repliqué.
Fue entonces cuando me vi un animal gigantesco tendido en el suelo.
-¡Wou Freya! -dije ilusionado rodeando con mi brazo sus hombros y acercándola con naturalidad para depositar un beso en su mejilla que esta se quitó dándome un empujón mientras yo me reía y ahora ella gruñía.
-Tranquila, hay una gruta arriba, entraras en calor rápido y ademas tenemos cena -dije guiñándole un ojo refiriéndome por supuesto a aquella presa cobrada.
Freya llegó en ese momento por supuesto con ese carácter que se gastaba tan impetuoso que me hizo ladear la sonrisa mientras me echaba la bronca por haber arriesgado Midgar por salvar a la elfa.
-Bueno, cuando acabes de echarme la bronca por algo que no va a cambiar podías echarme una mano ocn el brazo ¿que me dices?
Esta gruñó, algo me decia que mi valeroso acto no le habia gustado, a fin de ucnets ella solo me necesitaba para empuñar la espada.
Freya se acerco, coloco su mano en la parte alta de mi hombro y con la otra cogió mi antebrazo.
-Te va a doler –dijo clavando sus ojos en los míos.
-Seguro que si –sonreí.
Freya tiro con un golpe seco de mi antebrazo y lo dejo caer de nuevo con suavidad.
Apreté los dientes, gruñí ligeramente pero una vez lo note dentro lo moví ligeramente, todavía me dolía pero al menos podría usar el arco.
-¿Mejor? –pregunto sin desviar su mirada.
-si -atajé poniéndome en pie.
Fue entonces cuando su perro se comió mi águila.
-¡Joder Freya! -gruñí frunciendo el ceño -era nuestra comida, mantén a tu chucho quieto.
Con la ventisca no íbamos a encontrar mas caza y quizás los dioses no necesitaran alimentarse, peor Ettore necesitaría sangre y la elfa y yo comida para recuperar energía.
Volvimos a la gruta, Frya se reía escuchando mis maldiciones en un perfecto nórdico, al parecer le parecía muy divertido verme cabreado.
-Ya que eres la diosa de la abundancia podrías conseguir que abundara la comida en estos instantes en la gruta -repliqué.
Fue entonces cuando me vi un animal gigantesco tendido en el suelo.
-¡Wou Freya! -dije ilusionado rodeando con mi brazo sus hombros y acercándola con naturalidad para depositar un beso en su mejilla que esta se quitó dándome un empujón mientras yo me reía y ahora ella gruñía.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Entre dioses y heroes +18
Me sentía como un pescador invisible, no se si es que estaba echando un mal cebo pero entre el inmortal dramático que no dejaba de llorar la muerte de su amada ..que mira era cansino, 2500 años después aun estaba con la misma cantaleta y el nórdico que trataba a Freya como si fuera una de sus amigas barbaras empezaba a pensar que algo estaba haciendo mal.
Me acerqué a Afrodita enarcando una ceja mientras la miraba de soslayo.
-¿desde cuando a las mujeres os gustan los hombres patéticos? -pregunté llevando otra uva a mis labios.
Ettore se peleaba con los troncos para perderlos mientras el otro gilipollas pelaba el animal como si no hubiera un mañana.
-Te hacia con mejor gusto Afrodita, hubo un tiempo que lo tenias, ya solo puedes caer un poco mas bajo y acabar con el de los calzoncillos meados -apunté ladeando la sonrisa -pero no puedo yo culpar vuestra mediocridad diosas, cuando queráis a un hombre de verdad me podéis buscar -añadí guiñándole un ojo.
La diosa de las valquirias me miró de soslayo, podía enfadarse por mis palabras mas ella mejor que ninguna otra sabía que estaban cargadas de verdad, el único motivo por el que no aplastaba a esos dos peones era que me divertía verlos enfrentar a la muerte sin parar.
Bueno, eso ,y que de matar a Ettore Afrodita me odiaría, prefería que fueran los “titanes” los que hicieran el trabajo sucio.
Pensaba complicar el viaje todo cuanto en mis manos estuviera, a fin de cuentas ¿no estaba yo aquí para eso?
Me deje caer junto a la elfa que miraba como la carne se cocinaba.
-¿quieres que te caliente? No todos los días te puedes montar a un dios -dije ensanchando la sonrisa como si acabara de pedir un trozo de pan.
Höor negó con la cabeza alzando la mirada para encontrarse cómplice con la de Ettore.
-Vosotros a lo vuestro -dije haciéndoles una seña con el dedo para que siguieran cocinando y aprendieran de sus mayores.
Me acerqué a Afrodita enarcando una ceja mientras la miraba de soslayo.
-¿desde cuando a las mujeres os gustan los hombres patéticos? -pregunté llevando otra uva a mis labios.
Ettore se peleaba con los troncos para perderlos mientras el otro gilipollas pelaba el animal como si no hubiera un mañana.
-Te hacia con mejor gusto Afrodita, hubo un tiempo que lo tenias, ya solo puedes caer un poco mas bajo y acabar con el de los calzoncillos meados -apunté ladeando la sonrisa -pero no puedo yo culpar vuestra mediocridad diosas, cuando queráis a un hombre de verdad me podéis buscar -añadí guiñándole un ojo.
La diosa de las valquirias me miró de soslayo, podía enfadarse por mis palabras mas ella mejor que ninguna otra sabía que estaban cargadas de verdad, el único motivo por el que no aplastaba a esos dos peones era que me divertía verlos enfrentar a la muerte sin parar.
Bueno, eso ,y que de matar a Ettore Afrodita me odiaría, prefería que fueran los “titanes” los que hicieran el trabajo sucio.
Pensaba complicar el viaje todo cuanto en mis manos estuviera, a fin de cuentas ¿no estaba yo aquí para eso?
Me deje caer junto a la elfa que miraba como la carne se cocinaba.
-¿quieres que te caliente? No todos los días te puedes montar a un dios -dije ensanchando la sonrisa como si acabara de pedir un trozo de pan.
Höor negó con la cabeza alzando la mirada para encontrarse cómplice con la de Ettore.
-Vosotros a lo vuestro -dije haciéndoles una seña con el dedo para que siguieran cocinando y aprendieran de sus mayores.
Ares- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 29/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
Se percató entonces de la posición que tenía el sol, no porque pudiera verlo, pues las tupidas nubes lo cubrían, sino porque lo que antes había sido un cielo ligeramente claro, de pronto se oscurecía y no por una tormenta, precisamente. ¿Cuánto tiempo se había pasado pegada al libro? Lo había cogido casi al amanecer. Nada de aquello tenía sentido para la völva que observó el tomo con el ceño fruncido y cierto recelo. Era un ejemplar peligroso y eso que era el de los vivos. A saber lo que ocurriría si pusiera sus manos sobre el de los muertos. Un sudor frío le recorrió la columna vertebral de manera ascendente, extraño.
Se apartó del saliente y regresó hacia su cueva, en la que no había rastro alguno de aquel supuesto fuego que la obligara a salir antes. ¿Había sido acaso una defensa de su propio poder para separarla del hipnotismo del libro? ¿O, por el contrario, había sido el propio libro que había querido alejarla de sus secretos? Por el momento no indagaría en el asunto, porque, a decir verdad, sentía miedo. Era aún joven y no controlaba todo el poder que tenía, así como tampoco conocía la totalidad de su alcance, tanto para hacer el bien como para que intentaran usarla para lo opuesto. No sabía cuáles eran los límites de su fuerza para defenderse en caso de un ataque excesivamente poderoso. Y, teniendo en cuenta que se acercan unos dioses, esperaría antes de volver a tocar ese tomo egipcio que, sin demora, regresó a la biblioteca de su mente, bien colocado en su estante pertinente.
Se sentó frente a los leños donde aún llameaba la hoguera, tranquila, como si nada hubiese ocurrido minutos atrás. Se frotó las manos y acercó las palmas a las flamas danzantes esperando calentarlas. Al ritmo que llevaba el grupo, al día siguiente le darían alcance y sería momento de averiguar si debía o no ayudarles. Por ahora comería algo y descansaría de nuevo. Parecía no haber hecho nada por lo rápido que había transcurrido el tiempo, sin embargo, se encontraba realmente cansada, drenada de energía, como si alguien o algo hubiese estado succionando su espíritu sin que ella se diera cuenta.
Se apartó del saliente y regresó hacia su cueva, en la que no había rastro alguno de aquel supuesto fuego que la obligara a salir antes. ¿Había sido acaso una defensa de su propio poder para separarla del hipnotismo del libro? ¿O, por el contrario, había sido el propio libro que había querido alejarla de sus secretos? Por el momento no indagaría en el asunto, porque, a decir verdad, sentía miedo. Era aún joven y no controlaba todo el poder que tenía, así como tampoco conocía la totalidad de su alcance, tanto para hacer el bien como para que intentaran usarla para lo opuesto. No sabía cuáles eran los límites de su fuerza para defenderse en caso de un ataque excesivamente poderoso. Y, teniendo en cuenta que se acercan unos dioses, esperaría antes de volver a tocar ese tomo egipcio que, sin demora, regresó a la biblioteca de su mente, bien colocado en su estante pertinente.
Se sentó frente a los leños donde aún llameaba la hoguera, tranquila, como si nada hubiese ocurrido minutos atrás. Se frotó las manos y acercó las palmas a las flamas danzantes esperando calentarlas. Al ritmo que llevaba el grupo, al día siguiente le darían alcance y sería momento de averiguar si debía o no ayudarles. Por ahora comería algo y descansaría de nuevo. Parecía no haber hecho nada por lo rápido que había transcurrido el tiempo, sin embargo, se encontraba realmente cansada, drenada de energía, como si alguien o algo hubiese estado succionando su espíritu sin que ella se diera cuenta.
Heith Baltz- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 77
Fecha de inscripción : 28/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
Cuando estaba aguardando por la respuesta del hombre que salía de debajo de aquel animal emplumado, tras ellos aparecieron un enorme cánido y una rubia subida a su lomo. La elfa reculó, observando a ambos con sorpresa y miedo, pero el huargo pasó de largo, sin hacerle caso siquiera y la mujer tampoco le prestó mucha atención a parte de echarle un ligero vistazo. Les observó hablar, más bien discutir, y como la diosa le colocaba el hombro en su sitio al norteño. Ella estaba herida también, lo peor era el muslo, pero tampoco era nado excesivamente grave. Los tres juntos y el gran perro, ascendieron, agarrados al pelaje de la bestia que era el que tenía mejor anclaje al terreno, hasta adentrarse en una cueva donde había alguien preparando ya un fuego. En total eran tres hombres, dos mujeres y ella.
Con las pieles que le había prestado el moreno, la acompañaron a sentarse junto a la hoguera y una mujer de cabello oscuro se acercó a ella y se dedicó a hacerle curas. -Muchas gracias.- La dama tenía manos delicadas y con su tacto parecía incluso calmar el dolor de la de orejas picudas. Observó todo a su alrededor, tenía curiosidad por lo que hacían todos ellos en ese lugar dado el clima. En teoría, había sido desterrada a una zona sin población, precisamente para dificultarle su adaptación, para que se sintiera desde el primer instante como un auténtico castigo. -Gracias.- Repitió, aunque esta vez se dirigía al moreno que despellejaba y troceaba a un gigantesco animal de aspecto horrendo. -De no haber estado vosotros aquí, ahora mismo estaría en el estómago de una de esas grandes aves.- Aseguró, acomodándose la pernera rota del pantalón tras haberle aplicado Afrodita el vendaje. -Mi nombre es Alea.- Se presentó de manera cordial. La diosa del amor fue la primera en decirle quien era, al tiempo en que el de la guerra se aposentaba a su lado y le hacía una insinuación extraña y poco adecuada al momento. -Eh... no gracias.- Respondió, algo confusa. No tenía muy claro haber entendido lo que le decía, pero por cómo miraron a ese hombre el resto de los presentes, tuvo la sensación de que no era nada que debiera aceptar por si las dudas.
El gran lobo pasó junto a los caballos y le sorprendió que éstos no relincharan. En Alfheim, si una bestia como aquella se aproximara a las monturas, éstas temerían por sus vidas. Ocurrían cosas raras allí y esperaba, rápido, comenzar a comprenderlas. Si no se adaptaba pronto, Midgard le pasaría factura seguro, porque lo de las águilas había sido sólo el primer intento de un mundo ajeno por deshacerse de lo que no pertenecía allí.
Con las pieles que le había prestado el moreno, la acompañaron a sentarse junto a la hoguera y una mujer de cabello oscuro se acercó a ella y se dedicó a hacerle curas. -Muchas gracias.- La dama tenía manos delicadas y con su tacto parecía incluso calmar el dolor de la de orejas picudas. Observó todo a su alrededor, tenía curiosidad por lo que hacían todos ellos en ese lugar dado el clima. En teoría, había sido desterrada a una zona sin población, precisamente para dificultarle su adaptación, para que se sintiera desde el primer instante como un auténtico castigo. -Gracias.- Repitió, aunque esta vez se dirigía al moreno que despellejaba y troceaba a un gigantesco animal de aspecto horrendo. -De no haber estado vosotros aquí, ahora mismo estaría en el estómago de una de esas grandes aves.- Aseguró, acomodándose la pernera rota del pantalón tras haberle aplicado Afrodita el vendaje. -Mi nombre es Alea.- Se presentó de manera cordial. La diosa del amor fue la primera en decirle quien era, al tiempo en que el de la guerra se aposentaba a su lado y le hacía una insinuación extraña y poco adecuada al momento. -Eh... no gracias.- Respondió, algo confusa. No tenía muy claro haber entendido lo que le decía, pero por cómo miraron a ese hombre el resto de los presentes, tuvo la sensación de que no era nada que debiera aceptar por si las dudas.
El gran lobo pasó junto a los caballos y le sorprendió que éstos no relincharan. En Alfheim, si una bestia como aquella se aproximara a las monturas, éstas temerían por sus vidas. Ocurrían cosas raras allí y esperaba, rápido, comenzar a comprenderlas. Si no se adaptaba pronto, Midgard le pasaría factura seguro, porque lo de las águilas había sido sólo el primer intento de un mundo ajeno por deshacerse de lo que no pertenecía allí.
Alea- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
Mientras Afrodita calmaba a los pobres corceles, se le acercó Ares por la espalda y con su cálido aliento, contrario al frío del troyano, le susurró al oído palabras maliciosas. El dios de la guerra siempre había sido muy bueno en levantar pasiones, buenas, pero especialmente con las malas. No en vano era el dios de la violencia, la brutalidad y la sangre. No era el encargado de las muertes, pero la morena estaba convencida que las disfrutaba tanto o más que Hades. Los ojos avellana de la dama se fijaron en los del soberbio hombre que comía uvas como si nada más importara en el mundo.
–Hubo un tiempo, sí, pero luego te cruzaste tú en mi camino.–
Fue la respuesta que le ofreció ella a sus ataques que pretendían más minar la virilidad del troyano que no dañarla a ella. Pero éste ignoraba todo lo que decía Ares, ya sabiendo que nada digno salía de su boca.
Entraron en la cueva el norteño, la diosa de la guerra nórdica y una mujer de cabellos largos y dorados como los rayos del sol más tempranero. Su pierna sangraba, se veía el pequeño sendero carmesí que dejaba en el suelo cada vez que pisaba, a pesar de ir cubierta con las pieles que ahora el conde ya no portaba.
La morena se aproximó a ella cuando se colocó frente al fuego y, tras pedirle permiso, no porque lo necesitara, pues ella era una diosa, sino porque le pareció lo correcto al ver lo asustada que la muchacha estaba, pasó a revisarle la herida. Usó su poder para aliviar un poco el dolor, pero no intervino más, de nuevo consciente de lo que sus actos podían ocasionar. Vendó la zona, apretando un poco para que el corte cerrara pronto y se incorporó.
–Mi nombre es Afrodita y este charlatán es Ares.–
Presentó también al que se unía a la fiesta que, como siempre, no perdía ocasión de intentar llevarse a la cama una presa. Más que el dios de la guerra, tendría que ser el dios del sexo y no por halagarle, aunque no iba a negar la griega que éste sabía muy bien lo que se hacía.
Se apartó, apoyando ambas manos en las rodillas al alzarse y giró, siguiendo al troyano con la mirada, que se alejaba tras rechazar la sangre que le había ofrecido el conde de Akershus. Se mordió el labio, meditando en si debía seguirle o no, para finalmente salir de la gruta tras él. Le observó desde una distancia prudencial, más bien esperando a que él se percatara de su presencia y le dijera algo, aunque sólo fuera que se marchara. Le daba el poder de elegir si ella se acercaba o se retiraba, según el humor que se gastara en aquellos momentos. Carraspeó un poco, dándole señal de que aguardaba por una reacción suya, la que fuera.
–Hubo un tiempo, sí, pero luego te cruzaste tú en mi camino.–
Fue la respuesta que le ofreció ella a sus ataques que pretendían más minar la virilidad del troyano que no dañarla a ella. Pero éste ignoraba todo lo que decía Ares, ya sabiendo que nada digno salía de su boca.
Entraron en la cueva el norteño, la diosa de la guerra nórdica y una mujer de cabellos largos y dorados como los rayos del sol más tempranero. Su pierna sangraba, se veía el pequeño sendero carmesí que dejaba en el suelo cada vez que pisaba, a pesar de ir cubierta con las pieles que ahora el conde ya no portaba.
La morena se aproximó a ella cuando se colocó frente al fuego y, tras pedirle permiso, no porque lo necesitara, pues ella era una diosa, sino porque le pareció lo correcto al ver lo asustada que la muchacha estaba, pasó a revisarle la herida. Usó su poder para aliviar un poco el dolor, pero no intervino más, de nuevo consciente de lo que sus actos podían ocasionar. Vendó la zona, apretando un poco para que el corte cerrara pronto y se incorporó.
–Mi nombre es Afrodita y este charlatán es Ares.–
Presentó también al que se unía a la fiesta que, como siempre, no perdía ocasión de intentar llevarse a la cama una presa. Más que el dios de la guerra, tendría que ser el dios del sexo y no por halagarle, aunque no iba a negar la griega que éste sabía muy bien lo que se hacía.
Se apartó, apoyando ambas manos en las rodillas al alzarse y giró, siguiendo al troyano con la mirada, que se alejaba tras rechazar la sangre que le había ofrecido el conde de Akershus. Se mordió el labio, meditando en si debía seguirle o no, para finalmente salir de la gruta tras él. Le observó desde una distancia prudencial, más bien esperando a que él se percatara de su presencia y le dijera algo, aunque sólo fuera que se marchara. Le daba el poder de elegir si ella se acercaba o se retiraba, según el humor que se gastara en aquellos momentos. Carraspeó un poco, dándole señal de que aguardaba por una reacción suya, la que fuera.
Afrodita- Hechicero Clase Alta
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Re: Entre dioses y heroes +18
Rodó los ojos ante la contestación del norteño, pero terminó por ceder y le ayudó a colocarse el hombro en su sitio tras una advertencia. Sabía lo que le podía doler a los mortales lo de los huesos, claro que los dioses no sabían de dolores de aquel tipo. Ya una vez listo, los tres subieron hacia la gruta, guiados por Fenrir que saciado tras haberse engullido aquella águila estaba contento y lleno de energía. El conde no hacía más que quejarse porque el enorme cánido se hubiese comido el ave como si de ello dependieran sus vidas. No se iban a morir por no comer en un par de días y como buen vikingo debería saberlo y enorgullecerse de resistir con lo que pudiera. Por el contrario, su mascota necesitaba carne en abundancia, sino se ponía de mal humor y eso sí que no le gustaría al mortal presenciarlo.
Una vez arriba, las quejas cesaron de pronto y Freya, que estaba pensando en sus cosas, ignorando al guerrero, y sin mirar siquiera lo que les rodeaba, fue agredida con un abrazo y beso. Apartó de inmediato al moreno con una mueca de desagrado en el rostro.
–Ni se te ocurra volver a hacer eso.–
Se pasó la mano por la mejilla, limpiándose los restos de aquel contacto sobradamente innecesario que el mortal había tenido con ella. Se acercó entonces al fuego y observó a la griega que enseguida se dedicó a curar a la que se presentó como Alea.
–¿Qué hace una elfa como tú, sola, en Midgard?-
La diosa nórdica tenía claro que aquello no le olía bien. Los elfos eran seres que solían actuar siempre en pequeños grupos y nunca pisaban aquel reino, porque consideraban a los humanos una raza inferior, indigna de conocerlos, de admirarlos, de tocarlos. Y aquella estaba allí sin compañeros, herida y sin aquella altanería que solía acompañar a su raza. Algo no le cuadraba en la imagen.
El norteño ya ponía carne a asar y le entregaba un odre con sangre al vampiro que se negaba a tomar de un animal como si fuera algo indigno. Todos allí se alimentarían de aquella pieza y el troyano, aparentemente un sibarita, se negaba a hincarle los dientes, nunca mejor dicho. Él sabría, a ella ni le iba ni le venía si el cainita fallecía por desnutrición como estúpido.
Se sentó junto a la rubia mientras ésta la observaba sorprendida por saber de su condición. La deidad sonrió ladina, inclinándose hacia la oreja de Alea y en un susurro a penas audible, como si el resto no supiera aquello que iba a decirle, le comentó.
–Yo soy Freya, diosa de la fertilidad, el amor y la guerra, asgardiana.–
Una vez arriba, las quejas cesaron de pronto y Freya, que estaba pensando en sus cosas, ignorando al guerrero, y sin mirar siquiera lo que les rodeaba, fue agredida con un abrazo y beso. Apartó de inmediato al moreno con una mueca de desagrado en el rostro.
–Ni se te ocurra volver a hacer eso.–
Se pasó la mano por la mejilla, limpiándose los restos de aquel contacto sobradamente innecesario que el mortal había tenido con ella. Se acercó entonces al fuego y observó a la griega que enseguida se dedicó a curar a la que se presentó como Alea.
–¿Qué hace una elfa como tú, sola, en Midgard?-
La diosa nórdica tenía claro que aquello no le olía bien. Los elfos eran seres que solían actuar siempre en pequeños grupos y nunca pisaban aquel reino, porque consideraban a los humanos una raza inferior, indigna de conocerlos, de admirarlos, de tocarlos. Y aquella estaba allí sin compañeros, herida y sin aquella altanería que solía acompañar a su raza. Algo no le cuadraba en la imagen.
El norteño ya ponía carne a asar y le entregaba un odre con sangre al vampiro que se negaba a tomar de un animal como si fuera algo indigno. Todos allí se alimentarían de aquella pieza y el troyano, aparentemente un sibarita, se negaba a hincarle los dientes, nunca mejor dicho. Él sabría, a ella ni le iba ni le venía si el cainita fallecía por desnutrición como estúpido.
Se sentó junto a la rubia mientras ésta la observaba sorprendida por saber de su condición. La deidad sonrió ladina, inclinándose hacia la oreja de Alea y en un susurro a penas audible, como si el resto no supiera aquello que iba a decirle, le comentó.
–Yo soy Freya, diosa de la fertilidad, el amor y la guerra, asgardiana.–
Valfreyja- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
No era necesario el carraspeo que escuché a mis espaldas, había captado la presencia de la diosa nada mas puso su delicado pie fuera de la gruta.
Mis ojos, que estaban anclados al firmamento, la buscaron un instante antes de volver a dedicar mi atención a las titilantes estrellas.
-La constelación de Perseo -susurré dibujándola con mi dedo bajo su atenta mirada.
Perseo era un semidiós hijo de Zeus y la mortal Dánae. Una de sus más conocidas hazañas fue dar muerte a la gorgona Medusa, que tenía el poder de convertir en piedra a cualquiera sólo con su mirada. Utilizando el escudo de bronce de Atenea como espejo, partió la cabeza de Medusa.
-La de Andromeda -continué trazando figuras en el aire - ¿Crees que algún día seré una constelación? -pregunté ladeando la sonrisa antes de desviar hacía ella mi sonrisa.
Muchos eran los héroes que se alzaban imperecederos en el firmamento, quizás...algún día pudiera estar entre ellos, aunque no conseguí salvar Troya, tampoco es que pudieran contar mis grandes hazañas, frente a mis murallas con mi mujer e hijo presenciando la batalla caí abatido frente a Aquiles.
-¿que quieres Afrodita? -pregunté yendo al grano, estaba claro que había salido tras de mi por algún motivo.
Me giré para enfrentarla, tenia que reconocer que su belleza no conocía parangón, mas como todas las diosas, era sumamente “caprichosa”
Dentro podía escuchar el vocifero del norteño que era bastante escandaloso, se reía sin parar seguramente disfrutando de la cena, a mi me tocaría pasar hambre.
Mis ojos, que estaban anclados al firmamento, la buscaron un instante antes de volver a dedicar mi atención a las titilantes estrellas.
-La constelación de Perseo -susurré dibujándola con mi dedo bajo su atenta mirada.
Perseo era un semidiós hijo de Zeus y la mortal Dánae. Una de sus más conocidas hazañas fue dar muerte a la gorgona Medusa, que tenía el poder de convertir en piedra a cualquiera sólo con su mirada. Utilizando el escudo de bronce de Atenea como espejo, partió la cabeza de Medusa.
-La de Andromeda -continué trazando figuras en el aire - ¿Crees que algún día seré una constelación? -pregunté ladeando la sonrisa antes de desviar hacía ella mi sonrisa.
Muchos eran los héroes que se alzaban imperecederos en el firmamento, quizás...algún día pudiera estar entre ellos, aunque no conseguí salvar Troya, tampoco es que pudieran contar mis grandes hazañas, frente a mis murallas con mi mujer e hijo presenciando la batalla caí abatido frente a Aquiles.
-¿que quieres Afrodita? -pregunté yendo al grano, estaba claro que había salido tras de mi por algún motivo.
Me giré para enfrentarla, tenia que reconocer que su belleza no conocía parangón, mas como todas las diosas, era sumamente “caprichosa”
Dentro podía escuchar el vocifero del norteño que era bastante escandaloso, se reía sin parar seguramente disfrutando de la cena, a mi me tocaría pasar hambre.
Ettore Troy- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
Afrodita se encargó de curar a la chica elfa que tímida tuvo que soportar a Ares y sus proposiciones sucias.
-Deja a la chica -le dije lanzandole un hueso a Ares que esquivó con facilidad estallando de risa.
Ares me lanzó un bota con Ouzo, según el una bebida típica griega hecho a base de uvas y mezclada con Anis.
Fuere lo que fuere me vendría bien para entrar en calor, así que le di un buen trago y se lop asé a la joven elfa, ambos andábamos maltrechos por el combate contra el águila así que nos vendrían bien unos tragos.
-¿que haces tan lejos de Alfheim?
Alfheim está justo al lado de Asgard en el cielo. Los elfos de luz son criaturas hermosas. Se consideran los “Ángeles de la guarda” el dios Freyr, es el jefe de Alfheim. Los elfos de luz son dioses menores de la naturaleza y la fertilidad.
La elfa le devolvió la bota a Ares que no tardó en darle buena cuenta y en pasársela después a Freya que desconfiada como era lo olió primero antes de darle un trago.
Todos menos Ettore y Afrodita que lo acompañaba fuera estábamos disfrutando de la cena, llevábamos parte del viaje sin llenar el estomago así que frente a la lumbre nos echamos unas risas animados por el Ouzo que Ares había traído.
Estiré la ano llevándola lo que me sobraba hacia Fenir, estaba tan lleno que ya no podía mas.
Freya enarcó una ceja y yo ladeé la sonrisa con picardía.
-¿que? antes se ha tragado un águila ¿me dirás ahora ue no va a querer un bocado?
Ares me lanzó de nuevo la bota mientras se reia por las caras que ponía Freya.
-¿siempre andas tan estreñida? -le preguntó -creía eras la diosa de la fertilidad.
Los dos estallamos en carcajadas.
-Conmigo ha hecho un gran trabajo -apunté recordando mi largo linaje.
Ares se descojonaba mirando a la elfa que en silencio nos miraba sin entender muy bien de que nos reíamos tanto.
-Con esta no parece haber trabajado a conciencia, no sabe ni lo que es un polvo...
-Deja a la chica -le dije lanzandole un hueso a Ares que esquivó con facilidad estallando de risa.
Ares me lanzó un bota con Ouzo, según el una bebida típica griega hecho a base de uvas y mezclada con Anis.
Fuere lo que fuere me vendría bien para entrar en calor, así que le di un buen trago y se lop asé a la joven elfa, ambos andábamos maltrechos por el combate contra el águila así que nos vendrían bien unos tragos.
-¿que haces tan lejos de Alfheim?
Alfheim está justo al lado de Asgard en el cielo. Los elfos de luz son criaturas hermosas. Se consideran los “Ángeles de la guarda” el dios Freyr, es el jefe de Alfheim. Los elfos de luz son dioses menores de la naturaleza y la fertilidad.
La elfa le devolvió la bota a Ares que no tardó en darle buena cuenta y en pasársela después a Freya que desconfiada como era lo olió primero antes de darle un trago.
Todos menos Ettore y Afrodita que lo acompañaba fuera estábamos disfrutando de la cena, llevábamos parte del viaje sin llenar el estomago así que frente a la lumbre nos echamos unas risas animados por el Ouzo que Ares había traído.
Estiré la ano llevándola lo que me sobraba hacia Fenir, estaba tan lleno que ya no podía mas.
Freya enarcó una ceja y yo ladeé la sonrisa con picardía.
-¿que? antes se ha tragado un águila ¿me dirás ahora ue no va a querer un bocado?
Ares me lanzó de nuevo la bota mientras se reia por las caras que ponía Freya.
-¿siempre andas tan estreñida? -le preguntó -creía eras la diosa de la fertilidad.
Los dos estallamos en carcajadas.
-Conmigo ha hecho un gran trabajo -apunté recordando mi largo linaje.
Ares se descojonaba mirando a la elfa que en silencio nos miraba sin entender muy bien de que nos reíamos tanto.
-Con esta no parece haber trabajado a conciencia, no sabe ni lo que es un polvo...
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Entre dioses y heroes +18
El ambiente se iba caldeando a base de Ouzo, mi bota nunca se terminaba, así que por mucho que bebiéramos era una fuente inagotable de diversión. El norteño ahora mas relajado y caliente era bastante mas divertido que mientras caminaba por los fiordos medio congelado, por contra la elfa parecía estar bastante cohibida por todo.
-Afrodita!! -grité desde dentro tratando de llamar su atención -Deja ya al penas ese y ven a divertirte.
Tiré mi brazo por encima de los hombros de Freya.
-Vamos preciosa, deja ya de dar cariños a tu perro que pareces zoofilia y demuéstrame por que te llaman la diosa de la fertilidad, las cosechas y todo lo demás.
-Y de la guerra -apuntó Höor con picarda pasandole la bota a la elfa silenciosa.
-Pues hazme la guerra -dije lanzandole un mordisco al aire recibiendo un empujón de la diosa que no era mucho menos estrecha que el resto de las mujeres allí presentes.
Höor se cogió de hombros como si la cosa no fuera con él, al parecer el muy idiota pensaba mantener su verga enfundada porque estaba “comprometido” con la pirata.
-¿No has visto como mira al de las calzas tu mujer? -pregunté metiendo cizaña a lo que el norteño se limitaba a reírse dando un nuevo trago.
El engreido ocnde no imaginaba cuanta verdad encerraban mis palabras, al menos en parte, pues Thor y ella tenían un futuro mas cercano del que muy desgraciado imaginaba a estas alturas de la aventura.
Mi sonrisa se pinto maliciosa recuperando la bota y dándole un buen trago.
El perro de Freya haría de guardián de la gruta, asi que todos podríamos dormir para mi disgusto pues por mi parte prefería pasar el tiempo en otros menesteres mas placenteros que visitar a Morfeo.
-Afrodita!! -grité desde dentro tratando de llamar su atención -Deja ya al penas ese y ven a divertirte.
Tiré mi brazo por encima de los hombros de Freya.
-Vamos preciosa, deja ya de dar cariños a tu perro que pareces zoofilia y demuéstrame por que te llaman la diosa de la fertilidad, las cosechas y todo lo demás.
-Y de la guerra -apuntó Höor con picarda pasandole la bota a la elfa silenciosa.
-Pues hazme la guerra -dije lanzandole un mordisco al aire recibiendo un empujón de la diosa que no era mucho menos estrecha que el resto de las mujeres allí presentes.
Höor se cogió de hombros como si la cosa no fuera con él, al parecer el muy idiota pensaba mantener su verga enfundada porque estaba “comprometido” con la pirata.
-¿No has visto como mira al de las calzas tu mujer? -pregunté metiendo cizaña a lo que el norteño se limitaba a reírse dando un nuevo trago.
El engreido ocnde no imaginaba cuanta verdad encerraban mis palabras, al menos en parte, pues Thor y ella tenían un futuro mas cercano del que muy desgraciado imaginaba a estas alturas de la aventura.
Mi sonrisa se pinto maliciosa recuperando la bota y dándole un buen trago.
El perro de Freya haría de guardián de la gruta, asi que todos podríamos dormir para mi disgusto pues por mi parte prefería pasar el tiempo en otros menesteres mas placenteros que visitar a Morfeo.
Ares- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
El fuego, las pieles y la cura habían comenzado a surtir efecto, haciendo que la elfa se sintiera más tranquila y, poco a poco, se fuera abriendo a los allí presentes. Obviamente no sabía hasta qué punto podía confiar en ellos, pero no eran de su raza, así que dudaba la juzgaran por los mismos temas. Y, además, el mortal la había salvado del ave gigantesca, en vez de dejarla ser devorada viva y por la fama que tenían los pájaros de Midgard, seguramente hubiesen empezado por vaciarle los ojos a picotazos. Sintió un escalofrío al imaginarlo y los que la rodeaban debieron interpretarlo como que tenía frío, porque le ofrecieron beber algo que decían hacía entrar en calor rápido. -Estoy bien, gracias.- Negó, rechazando la primera invitación, pero pronto lo intentaron de nuevo y pensando que no cesarían en su empeño hasta que accediera, finalmente aceptó y le dio un trago. Su nariz se arrugó, así como sus labios y sacudió la cabeza, devolviendo la bota al dios de la guerra que era el que más cuenta le daba al líquido de su interior.
Alzó su mirada hacia la diosa que acababa de presentarse y con los labios medio prietos, murmuró algo. Ésta le instó a repetirlo, porque nadie había comprendido lo que decía. -No vendrán más, estoy sola.- Se miró los dedos, moviéndolos como si ondearan contra las llamas de la hoguera. La luz dorada del fuego se recortaba a través de la silueta de sus manos, hipnotizando sus verdosos orbes. -Fui desterrada.- Agachó la cabeza, avergonzada y se cubrió con las pieles hasta desaparecer bajo estas. Sentía que las miradas de los demás la atravesaban. -Alfheim no es como todo el mundo piensa, aquello es una dictadura... Nos comportamos como clones, meras ovejas… La individualidad está penada y por eso estoy aquí ahora…- Asomó la mitad de su rostro por entre un hueco que formó con las manos. Sólo sus ojos y nariz se podían ver entre el pelaje tupido y oscuro de lo que cubría el resto de su cuerpo. Las miradas seguían fijas en ella y aquello la desconcertaba. Sin embargo, no se sentía apabullada, era raro.
Había comido un poco antes de probar el Ouzo, así que tras escapársele un bostezo y sin dejarles mucho tiempo para pensarse bien las cosas que ella acababa de confesarles, se alzó y apartó un poco del grupo. -Con vuestro permiso, estoy muy cansada...- Sonrió débilmente y fue a acostarse.
Alzó su mirada hacia la diosa que acababa de presentarse y con los labios medio prietos, murmuró algo. Ésta le instó a repetirlo, porque nadie había comprendido lo que decía. -No vendrán más, estoy sola.- Se miró los dedos, moviéndolos como si ondearan contra las llamas de la hoguera. La luz dorada del fuego se recortaba a través de la silueta de sus manos, hipnotizando sus verdosos orbes. -Fui desterrada.- Agachó la cabeza, avergonzada y se cubrió con las pieles hasta desaparecer bajo estas. Sentía que las miradas de los demás la atravesaban. -Alfheim no es como todo el mundo piensa, aquello es una dictadura... Nos comportamos como clones, meras ovejas… La individualidad está penada y por eso estoy aquí ahora…- Asomó la mitad de su rostro por entre un hueco que formó con las manos. Sólo sus ojos y nariz se podían ver entre el pelaje tupido y oscuro de lo que cubría el resto de su cuerpo. Las miradas seguían fijas en ella y aquello la desconcertaba. Sin embargo, no se sentía apabullada, era raro.
Había comido un poco antes de probar el Ouzo, así que tras escapársele un bostezo y sin dejarles mucho tiempo para pensarse bien las cosas que ella acababa de confesarles, se alzó y apartó un poco del grupo. -Con vuestro permiso, estoy muy cansada...- Sonrió débilmente y fue a acostarse.
Alea- Hechicero Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
El troyano estaba admirando las estrellas y con su dedo dibujaba las constelaciones que habían sido apodadas según viejos héroes que demostraron su valía en el campo de batalla. Ella deseaba dar un paso al frente, acercarse, pero sentía que si lo hacía el griego se enfadaría de nuevo y dejaría de hablarle. Era una conversación normal la que estaban manteniendo, aunque por ahora fuera unidireccional, una que aún no incluía el tema habitual de Helena, lo cuál agradecía.
Fue cuando él la increpó a explicar por qué motivo había salido al exterior, tras él, que ella se movió, avanzando un poco, aproximándose a él, aunque dejando un metro entre ambos aún como precaución. Podría haberle regalado las orejas, decirle que él ya era una leyenda y que su nombre resonaría en los albores de la historia como el hombre que intentó proteger Troya hasta su último aliento. Pero no lo hizo, porque Ettore no la creería, le diría que de nuevo le mentía, aunque ella supiera que lo que decía era cierto. Apretó los labios, tomando aire lentamente por la nariz.
–¿Por qué has rechazado el ofrecimiento del norteño? Aunque seas un vampiro, necesitas alimentarte y hace más de dos días que no ingieres sangre…–
Le preocupaba que llegara a su límite y que se perdiera en la sed, atacando a la elfa y al guerrero vikingo que aguardaban en la cueva. Él se mostraba impasible, fuerte, pero la inmortalidad era una condena, distinta a la suya, pero igual de pesada.
–Si tomar de un animal te parece degradante, puedo ofrecerte la mía.–
Hablaba completamente en serio, consciente de que lo que corría por sus venas era mucho más poderoso que lo que lo hacía por la de los humanos. Pero también por ese motivo, con una ínfima cantidad sería suficiente para que se saciara y recobrara todas sus fuerzas. Jamás había visto a un cainita alimentarse de una deidad, pero no creía que hubiera ningún problema en ello. A fin de cuentas, era algo consentido, no como si él intentara morderla a traición.
Terminó de acortar la distancia que los separaba, situándose junto al troyano que atónito la observaba. Seguramente debía pensar que la diosa bromeaba, por ello, decidida a aclarar el malentendido, habló de nuevo.
–Puedo ofrecerte mi sangre, si gustas.–
Fue cuando él la increpó a explicar por qué motivo había salido al exterior, tras él, que ella se movió, avanzando un poco, aproximándose a él, aunque dejando un metro entre ambos aún como precaución. Podría haberle regalado las orejas, decirle que él ya era una leyenda y que su nombre resonaría en los albores de la historia como el hombre que intentó proteger Troya hasta su último aliento. Pero no lo hizo, porque Ettore no la creería, le diría que de nuevo le mentía, aunque ella supiera que lo que decía era cierto. Apretó los labios, tomando aire lentamente por la nariz.
–¿Por qué has rechazado el ofrecimiento del norteño? Aunque seas un vampiro, necesitas alimentarte y hace más de dos días que no ingieres sangre…–
Le preocupaba que llegara a su límite y que se perdiera en la sed, atacando a la elfa y al guerrero vikingo que aguardaban en la cueva. Él se mostraba impasible, fuerte, pero la inmortalidad era una condena, distinta a la suya, pero igual de pesada.
–Si tomar de un animal te parece degradante, puedo ofrecerte la mía.–
Hablaba completamente en serio, consciente de que lo que corría por sus venas era mucho más poderoso que lo que lo hacía por la de los humanos. Pero también por ese motivo, con una ínfima cantidad sería suficiente para que se saciara y recobrara todas sus fuerzas. Jamás había visto a un cainita alimentarse de una deidad, pero no creía que hubiera ningún problema en ello. A fin de cuentas, era algo consentido, no como si él intentara morderla a traición.
Terminó de acortar la distancia que los separaba, situándose junto al troyano que atónito la observaba. Seguramente debía pensar que la diosa bromeaba, por ello, decidida a aclarar el malentendido, habló de nuevo.
–Puedo ofrecerte mi sangre, si gustas.–
Afrodita- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
La contestación de la elfa no le aportó mucha información que no hubiese deducido ya. Freya sabía perfectamente cómo se las gastaban en Alfheim y que la imagen que los mortales tenían de aquel mundo estaba completamente idealizada, igual que la que tenían de Asgard. Sin embargo, les interesaba que así fuera, porque hacía las cosas más interesantes.
Obviamente, no había llegado a incluir en sus cavilaciones lo del destierro, pero le olía mal que estuviera allí sola y sin apoyo, aunque la mera presencia de una elfa de luz en Midgard ya era casi una blasfemia para los demás habitantes del séptimo mundo. Quería indagar más, porque la explicación que daba Alea sobre el motivo de tal castigo no le sonó a mucho. Los elfos hilaban muy fino, ¿pero tanto? Sí que se habían vuelto remilgados con el tiempo. Mas la de cabellos casi níveos se levantó de allí donde había estado sentada, envuelta en pieles como un gusano de seda y se disculpó para ir a descansar. Maltrecha estaba y aunque la griega la había ayudado con la herida, ésta tendría que cerrar sola. Freya podría haberla curado, pero entonces la vida de aquellos que no eran asgardianos, resultaría demasiado sencilla.
–Descansa, no quisiera encontrarme con un hermoso cadáver pálido mañana.–
Bromeó a su manera, con acidez y sin tacto. La joven rubia la miró sin comprender y algo asustada, no sabiendo si la estaba amenazando o se preocupaba por su bienestar. Valfreyja hizo un gesto con la mano para que se retirara tranquila y agarró un trozo de carne para morderlo, aún riendo porque Fenrir se había negado a comer lo que le ofrecía el norteño.
–No es que no tenga hambre, es que no se fía de ti. Observa.–
Le quitó el pedazo al conde de las manos y se lo lanzó al aire. El enorme animal se incorporó lo justo para cazar al vuelo la pieza y se la tragó sin masticar siquiera, relamiéndose luego. Estalló entonces en una carcajada, mirando al moreno con una sonrisa de suficiencia y altanería.
–¿Lo ves? Te falta don de animales.–
Dirigió su mirada hacia el exterior, donde la diosa griega hablaba con el troyano. Podría escuchar si quisiera su conversación, no le costaba nada y, sin embargo, por algún extraño motivo, decidió no hacerlo. Tal vez fuera compañerismo entre deidades femeninas que debían aguantar a otros dioses petulantes, Afrodita al de la guerra y ella a Thorsteinn.
–Bebe más ouzo, tampoco quiero que tú te congeles, Cannif. Te necesito vivito y coleando para empuñar la espada.–
No se andaba con tonterías ni pensaba decorar la verdad con florituras sobre héroes. Las cosas eran como eran y al vikingo más le valía metérselo en la cabeza: era un medio para un fin.
Obviamente, no había llegado a incluir en sus cavilaciones lo del destierro, pero le olía mal que estuviera allí sola y sin apoyo, aunque la mera presencia de una elfa de luz en Midgard ya era casi una blasfemia para los demás habitantes del séptimo mundo. Quería indagar más, porque la explicación que daba Alea sobre el motivo de tal castigo no le sonó a mucho. Los elfos hilaban muy fino, ¿pero tanto? Sí que se habían vuelto remilgados con el tiempo. Mas la de cabellos casi níveos se levantó de allí donde había estado sentada, envuelta en pieles como un gusano de seda y se disculpó para ir a descansar. Maltrecha estaba y aunque la griega la había ayudado con la herida, ésta tendría que cerrar sola. Freya podría haberla curado, pero entonces la vida de aquellos que no eran asgardianos, resultaría demasiado sencilla.
–Descansa, no quisiera encontrarme con un hermoso cadáver pálido mañana.–
Bromeó a su manera, con acidez y sin tacto. La joven rubia la miró sin comprender y algo asustada, no sabiendo si la estaba amenazando o se preocupaba por su bienestar. Valfreyja hizo un gesto con la mano para que se retirara tranquila y agarró un trozo de carne para morderlo, aún riendo porque Fenrir se había negado a comer lo que le ofrecía el norteño.
–No es que no tenga hambre, es que no se fía de ti. Observa.–
Le quitó el pedazo al conde de las manos y se lo lanzó al aire. El enorme animal se incorporó lo justo para cazar al vuelo la pieza y se la tragó sin masticar siquiera, relamiéndose luego. Estalló entonces en una carcajada, mirando al moreno con una sonrisa de suficiencia y altanería.
–¿Lo ves? Te falta don de animales.–
Dirigió su mirada hacia el exterior, donde la diosa griega hablaba con el troyano. Podría escuchar si quisiera su conversación, no le costaba nada y, sin embargo, por algún extraño motivo, decidió no hacerlo. Tal vez fuera compañerismo entre deidades femeninas que debían aguantar a otros dioses petulantes, Afrodita al de la guerra y ella a Thorsteinn.
–Bebe más ouzo, tampoco quiero que tú te congeles, Cannif. Te necesito vivito y coleando para empuñar la espada.–
No se andaba con tonterías ni pensaba decorar la verdad con florituras sobre héroes. Las cosas eran como eran y al vikingo más le valía metérselo en la cabeza: era un medio para un fin.
Valfreyja- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
Incrédulo giré el rostro hundiendo mis ojos en los de la diosa ¿lo decía en serio? ¿pretendía que me alimentara de ella? Ladeé la sonrisa caminando despacio, podía notar como sus ojos titilaban como estrellas con cada nuevo paso que daba hacía ella.
Mi cuerpo se detuvo a escasa distancia, su calor colisionó no solo con la gelidez de la noche que mecía sus ropas a causa de la ventisca como de mi propio cuerpo frio como el hielo.
-¿alimentarme de ti? -pregunté deslizando mis ojos por las venas de su cuello.
El pelo acariciaba su piel enmarcando su rostro, era preciosa y ella era consciente de eso.
-¿por que necesitas que no muera? ¿para que de caza a Helena? -pregunté llevando mi diestra a los dos mechones de pelo que se enredaban violentos en la piel de su cuello acompañándolos con un gesto hasta acomodarlos tras su oreja derecha.
La yema de mi dedo se deslizó por su yugular, mis ojos acompañaron la caricia de forma etérea mientras mis labios se entreabrieron. Mis ojos se enturbiaron oscurecidos de hambruna y deseo, el palpitar de su corazón
Mis colmillos emergieron delatando lo que era, un ser oscuro de la noche, el hombre que un día fui no era el mismo que ante los ojos de Afrodita se mostraba en este instante.
-La sangre de animal no me sustenta -susurré meciendo su pelo con mi aliento por la cercanía de nuestros cuerpos -mas...-elevé la mirada hasta sus pardos -rechazo el ofrecimiento, puedo aguantar.
Mi mirada echa fuego decía lo contrario, pero yo era orgulloso como el que mas.
-Descansa Afrodita, lo vas a necesitar -apunté dispuesto a adentrarme en la cueva.
Mi cuerpo se detuvo a escasa distancia, su calor colisionó no solo con la gelidez de la noche que mecía sus ropas a causa de la ventisca como de mi propio cuerpo frio como el hielo.
-¿alimentarme de ti? -pregunté deslizando mis ojos por las venas de su cuello.
El pelo acariciaba su piel enmarcando su rostro, era preciosa y ella era consciente de eso.
-¿por que necesitas que no muera? ¿para que de caza a Helena? -pregunté llevando mi diestra a los dos mechones de pelo que se enredaban violentos en la piel de su cuello acompañándolos con un gesto hasta acomodarlos tras su oreja derecha.
La yema de mi dedo se deslizó por su yugular, mis ojos acompañaron la caricia de forma etérea mientras mis labios se entreabrieron. Mis ojos se enturbiaron oscurecidos de hambruna y deseo, el palpitar de su corazón
Mis colmillos emergieron delatando lo que era, un ser oscuro de la noche, el hombre que un día fui no era el mismo que ante los ojos de Afrodita se mostraba en este instante.
-La sangre de animal no me sustenta -susurré meciendo su pelo con mi aliento por la cercanía de nuestros cuerpos -mas...-elevé la mirada hasta sus pardos -rechazo el ofrecimiento, puedo aguantar.
Mi mirada echa fuego decía lo contrario, pero yo era orgulloso como el que mas.
-Descansa Afrodita, lo vas a necesitar -apunté dispuesto a adentrarme en la cueva.
Ettore Troy- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
La elfa fue la primera en echarse a dormir, Freya con ese humor ácido que se gastaba le dijo algo de que no quería verla muerta al despertar.
-Pues no te he visto saltar para salvarla del águila -apunté ladeando la sonrisa mientras con mi diestra dibujaba la trayectoria que había seguido mi mano antes de caer por el precipicio y cabalgar sobre el águila desnucada.
Ares se reía dándole un buen tiendo al Ozuco por las palabras que la diosa me dedicaba en las que no necesitaba ser muy listo para entender que le bastaba con que tuviera un brazo para empuñar el arma y que todo lo demás le importaba francamente una mierda.
-Por Freya apunté tomando la bota y dándole un nuevo trago y por la sinceridad norteña -bromeé dejándome caer sobre las pieles dispuesto dormir hasta el día siguiente.
Ares seguía hablando con la deidad de la abundancia y las cosechas, pero pronto sus palabras simplemente se trasformaron para mi en un eco lejano.
Al alba, desperté a mis compañeros y emprendimos el viaje hacia la cumbre, la nieve estaba completamente derretida, y pese a que hacia frio, un sol nos acompaño durante el camino, eso si oculto convenientemente para Ettore, de eso se encargaron lso dioses para que no se convirtiera en ceniza por el camino..
Alcanzamos la cumbre al atardecer del quinto día desde que comenzamos aquel viaje a través de las montañas.
Una vez arriba respire con tranquilidad. Allí el aire parecía mucho más puro, el sol brillaba con fuerza, parecía que nada podía cubrirlo.
Cabalgamos durante dos horas sin separarnos de la cornisa del otro lado de la montaña. El sonido del agua cayendo me llamo la atención, desmonte con rapidez y me asome por el acantilado, la imagen que descubrí era tremendamente interesante.
De una gruta en el interior de la montaña caía una cascada de agua que impactaba con las erosionadas rocas, creando gran cantidad de salientes, esta terminaba en un rio de gran caudal, alrededor del rio, un manto verde lleno de arboles daba una preciosa imagen natural. Junto al rio se veía el fuego de las chimeneas de una pequeña ciudad, rodeada de hermosos arboles, no de gran tamaño. Al otro lado se alzaba majestuosa otra montaña de gran tamaño.
-¿Donde Freya? ¿Donde esta la Völva?
-Pues no te he visto saltar para salvarla del águila -apunté ladeando la sonrisa mientras con mi diestra dibujaba la trayectoria que había seguido mi mano antes de caer por el precipicio y cabalgar sobre el águila desnucada.
Ares se reía dándole un buen tiendo al Ozuco por las palabras que la diosa me dedicaba en las que no necesitaba ser muy listo para entender que le bastaba con que tuviera un brazo para empuñar el arma y que todo lo demás le importaba francamente una mierda.
-Por Freya apunté tomando la bota y dándole un nuevo trago y por la sinceridad norteña -bromeé dejándome caer sobre las pieles dispuesto dormir hasta el día siguiente.
Ares seguía hablando con la deidad de la abundancia y las cosechas, pero pronto sus palabras simplemente se trasformaron para mi en un eco lejano.
Al alba, desperté a mis compañeros y emprendimos el viaje hacia la cumbre, la nieve estaba completamente derretida, y pese a que hacia frio, un sol nos acompaño durante el camino, eso si oculto convenientemente para Ettore, de eso se encargaron lso dioses para que no se convirtiera en ceniza por el camino..
Alcanzamos la cumbre al atardecer del quinto día desde que comenzamos aquel viaje a través de las montañas.
Una vez arriba respire con tranquilidad. Allí el aire parecía mucho más puro, el sol brillaba con fuerza, parecía que nada podía cubrirlo.
Cabalgamos durante dos horas sin separarnos de la cornisa del otro lado de la montaña. El sonido del agua cayendo me llamo la atención, desmonte con rapidez y me asome por el acantilado, la imagen que descubrí era tremendamente interesante.
De una gruta en el interior de la montaña caía una cascada de agua que impactaba con las erosionadas rocas, creando gran cantidad de salientes, esta terminaba en un rio de gran caudal, alrededor del rio, un manto verde lleno de arboles daba una preciosa imagen natural. Junto al rio se veía el fuego de las chimeneas de una pequeña ciudad, rodeada de hermosos arboles, no de gran tamaño. Al otro lado se alzaba majestuosa otra montaña de gran tamaño.
-¿Donde Freya? ¿Donde esta la Völva?
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: Entre dioses y heroes +18
Freya señaló el otro extremo, frente a la base de una enorme montaña. Ante nuestros pies se extendía un pronunciado acantilado que nos separaba de la ladera de la montaña. En el fondo del acantilado corría un río de aguas vivas.
Al otro lado del acantilado vi una pequeña cascada, cubierta en parte por la vegetación de la ladera de la montaña, descendiendo a trompicones hasta el río del fondo.
-Humanos y diosas, ahí veo algo -les dije señalando con el dedo
Todos prestaron atención a donde les indicaba.
-Perfecto, una cascada -dijo Freya decepcionada-. Ya he visto muchas en mi vida.
-Debe de haber una entrada por donde sale el agua -respondí tajante -quizás esté ahí vuestra Völva
-.¿ Como pretendes que crucemos?-preguntó Ettore mirando hacia abajo
-Podemos hacer un puente con una cuerda -planteó Höor
-Yo llevo una cuerda que nos servirá -secundó la elfa que se había mantenido al margen de la discusión, mientras se acercaba a una yegua y sacaba de una de las bolsas un royo de delgada cuerda.
Al tenerla en mis manos pude comprobar la calidad de la cuerda, aunque fuera delgada, aguantaría de sobra nuestro peso., claro que yo no pasaría sobre ella. Höor ató un extrema a una roca y el otro a una de sus flechas y la lanzó contra la vegetación que abundaba al rededor de la entrada.
Comprobó con varios tirones si la flecha estaba bien afianzada. Aunque estaba bien clavada, la vegetación no aguantaría nuestro peso. Tenía que cruzar para asegurar mejor la cuerda.
-Yo lo haré -Se ofreció la elfa.
Dejó caer el resto de sus bolsas para aligerar el peso al máximo. A pesar de su optimismo cruzar el vacío no carecía de peligro. Después se quitó las botas para mejorar el contacto con la cuerda y de un ágil salto se subió a la misma con delicadeza. Cruzo el acantilado con una sorprendente habilidad, llegando al otro lado sin mayor dificultad.
Una vez en la ladera de la montaña, desato la cuerda de la flecha y la ató al rededor de varias enredaderas para repartir el peso. Cuando terminó, vi como sacaba una daga de su chaleco, y cortaba varias ramas que cubrían la entrada a la gruta por la cual salía el agua que formaba la cascada. Tras mirar la entrada nos indicó moviendo un brazo que ya podíamos cruzar.
Al otro lado del acantilado vi una pequeña cascada, cubierta en parte por la vegetación de la ladera de la montaña, descendiendo a trompicones hasta el río del fondo.
-Humanos y diosas, ahí veo algo -les dije señalando con el dedo
Todos prestaron atención a donde les indicaba.
-Perfecto, una cascada -dijo Freya decepcionada-. Ya he visto muchas en mi vida.
-Debe de haber una entrada por donde sale el agua -respondí tajante -quizás esté ahí vuestra Völva
-.¿ Como pretendes que crucemos?-preguntó Ettore mirando hacia abajo
-Podemos hacer un puente con una cuerda -planteó Höor
-Yo llevo una cuerda que nos servirá -secundó la elfa que se había mantenido al margen de la discusión, mientras se acercaba a una yegua y sacaba de una de las bolsas un royo de delgada cuerda.
Al tenerla en mis manos pude comprobar la calidad de la cuerda, aunque fuera delgada, aguantaría de sobra nuestro peso., claro que yo no pasaría sobre ella. Höor ató un extrema a una roca y el otro a una de sus flechas y la lanzó contra la vegetación que abundaba al rededor de la entrada.
Comprobó con varios tirones si la flecha estaba bien afianzada. Aunque estaba bien clavada, la vegetación no aguantaría nuestro peso. Tenía que cruzar para asegurar mejor la cuerda.
-Yo lo haré -Se ofreció la elfa.
Dejó caer el resto de sus bolsas para aligerar el peso al máximo. A pesar de su optimismo cruzar el vacío no carecía de peligro. Después se quitó las botas para mejorar el contacto con la cuerda y de un ágil salto se subió a la misma con delicadeza. Cruzo el acantilado con una sorprendente habilidad, llegando al otro lado sin mayor dificultad.
Una vez en la ladera de la montaña, desato la cuerda de la flecha y la ató al rededor de varias enredaderas para repartir el peso. Cuando terminó, vi como sacaba una daga de su chaleco, y cortaba varias ramas que cubrían la entrada a la gruta por la cual salía el agua que formaba la cascada. Tras mirar la entrada nos indicó moviendo un brazo que ya podíamos cruzar.
Ares- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 29/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
Los ojos del troyano se hundieron en los de la morena mientras él terminaba de acortar la distancia que separaba sus cuerpos. Ella podía sentir la temperatura el cuerpo ajeno, pero el frío no la afectaba, era una diosa y allí en medio de una montaña con ventisca, estaba con un vestido sin mangas que demostraba la resistencia que su dermis tenía al clima que se diera. Mas cuando los dedos foráneos retiraron aquellos mechones de pelo y los colocaron tras su oreja, el vello de su nuca se erizó de inmediato.
–El que elimines o no a Helena es decisión tuya. Hablamos de tu venganza, no de la mía…–
Los orbes de la diosa observaron crecer aquellos colmillos cuando la boca del griego se entreabrió, aproximándose a su cuello. Dejó caer los párpados, relajando los brazos al dejarlos caer a ambos lados del cuerpo, pero en cuanto escuchó las palabras ajenas abrió de nuevo los ojos. ¿Estaba rechazando su ofrecimiento? La furia divina le subió por la garganta como una bilis amarga y porque apretó los labios no dejó escapar esa rabia que sentía. Apretó los dedos al cerrar las manos, clavándose las uñas en las palmas. Por un instante estuvo a punto de estallar, pero entonces recordó que ella era la culpable de la muerte de la familia de aquel hombre, que la odiara era lo más lógico. Tomó aire en profundidad y mientras todos se dedicaban a sus cosas en el interior de la cueva, ella se quedó toda la noche fuera para reflexionar.
Antes de que, supuestamente, saliera el sol, ya estaban todos en pie y dispuestos para la marcha. Afrodita le había pedido a Zeus que encapotara el cielo para un asunto de vital importancia, obviamente sin confesarle que era por mantener a salvo al troyano que bajo el sol moriría irremediablemente. Se encaminaron así hacia la cumbre y una vez allí, se organizaron para cruzar a la otra ladera, donde según Freya se encontraba la völva, aquella hechicera poderosa que podría indicarles dónde se escondía Helena. La diosa del amor deseaba que llegara ese momento, porque entonces, Ettore, comprendería que no le había engañado.
Los mortales se empeñaron en cruzar con una cuerda, dejando a los caballos amarrados al otro lado, ya luego volverían a por ellos una vez localizada la supuesta espada que necesitaba el norteño para romper algo como un sello o una atadura, lo que fuera. Los dioses pasaron de un lado al otro como si nada, Freya a lomos de su montura, Ares a su estilo y Afrodita caminando sobre el aire mismo, como si diera un salto de fe y pisara un puente invisible.
–El que elimines o no a Helena es decisión tuya. Hablamos de tu venganza, no de la mía…–
Los orbes de la diosa observaron crecer aquellos colmillos cuando la boca del griego se entreabrió, aproximándose a su cuello. Dejó caer los párpados, relajando los brazos al dejarlos caer a ambos lados del cuerpo, pero en cuanto escuchó las palabras ajenas abrió de nuevo los ojos. ¿Estaba rechazando su ofrecimiento? La furia divina le subió por la garganta como una bilis amarga y porque apretó los labios no dejó escapar esa rabia que sentía. Apretó los dedos al cerrar las manos, clavándose las uñas en las palmas. Por un instante estuvo a punto de estallar, pero entonces recordó que ella era la culpable de la muerte de la familia de aquel hombre, que la odiara era lo más lógico. Tomó aire en profundidad y mientras todos se dedicaban a sus cosas en el interior de la cueva, ella se quedó toda la noche fuera para reflexionar.
Antes de que, supuestamente, saliera el sol, ya estaban todos en pie y dispuestos para la marcha. Afrodita le había pedido a Zeus que encapotara el cielo para un asunto de vital importancia, obviamente sin confesarle que era por mantener a salvo al troyano que bajo el sol moriría irremediablemente. Se encaminaron así hacia la cumbre y una vez allí, se organizaron para cruzar a la otra ladera, donde según Freya se encontraba la völva, aquella hechicera poderosa que podría indicarles dónde se escondía Helena. La diosa del amor deseaba que llegara ese momento, porque entonces, Ettore, comprendería que no le había engañado.
Los mortales se empeñaron en cruzar con una cuerda, dejando a los caballos amarrados al otro lado, ya luego volverían a por ellos una vez localizada la supuesta espada que necesitaba el norteño para romper algo como un sello o una atadura, lo que fuera. Los dioses pasaron de un lado al otro como si nada, Freya a lomos de su montura, Ares a su estilo y Afrodita caminando sobre el aire mismo, como si diera un salto de fe y pisara un puente invisible.
Afrodita- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 21/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
La noche transcurrió de manera amena, cuando el norteño se fue a la cama y el troyano apareció con los diente largos, literalmente, soltando un gruñido, fue como si allí sólo quedaran la diosa nórdica y el engreído. Podía ser un presuntuoso, pero comprendía su humor ácido, los dos tenían eso en común, además de la guerra, claro. Así que entre ouzo y comentarios sarcásticos, dejaron pasar las horas como si fueran minutos.
El día llegó enseguida, aunque para alguien eterno todo iba muy deprisa, tanto lo que querían que lo hiciera como lo que no. Las vidas mortales eran equiparables a un suspiro, por eso era importante dar pronto con la völva y que el norteño rompiera el anclaje que tenía con Hela.
Partieron todos juntos en dirección a su destino y fue la elfa, la invitada inesperada, la que dio el paso primordial para facilitar la llegada del mortal al otro lado del precipicio. Como mandaba la tradición él debía llegar de manera mortal, así que la ayuda divina estaba prohibida, mas eso no impedía que los propios dioses cruzaran a su modo cada uno Valfreyja lo hizo a lomos de Fenrir de un salto grandioso con mucha carrerilla.
Ya una vez todos al otro lado, recogieron aquella cuerda fabricada en Alfheim, ligera como una pluma y resistente como el acero, digna herramienta preparada y utilizada por elfos. Si Alea traía más cosas como aquella en sus sacos, poco estricto habría sido el supuesto destierro.
La entrada a la gruta estaba descubierta de hierbas y se podía ver la oscuridad de la cueva a través de la fina cortina de agua que conformaba la cascada, la de cabellos casi platino ató varias hojas grandes juntas de la vegetación de alrededor y conformó con ellas una especie de protección para dividir las aguas y pasar todos por debajo sin mojarse demasiado. Ares fue el encargado de sostenerla, empeñado en demostrar que él era el de la fuerza y que los dos mortales no servían para nada. La diosa nórdica se echó unas buenas risas cuando, mientras lo sostenía, le salpicaban a él las gotas de agua que parecían una lluvia fría directa a la cabeza del todo poderoso.
El día llegó enseguida, aunque para alguien eterno todo iba muy deprisa, tanto lo que querían que lo hiciera como lo que no. Las vidas mortales eran equiparables a un suspiro, por eso era importante dar pronto con la völva y que el norteño rompiera el anclaje que tenía con Hela.
Partieron todos juntos en dirección a su destino y fue la elfa, la invitada inesperada, la que dio el paso primordial para facilitar la llegada del mortal al otro lado del precipicio. Como mandaba la tradición él debía llegar de manera mortal, así que la ayuda divina estaba prohibida, mas eso no impedía que los propios dioses cruzaran a su modo cada uno Valfreyja lo hizo a lomos de Fenrir de un salto grandioso con mucha carrerilla.
Ya una vez todos al otro lado, recogieron aquella cuerda fabricada en Alfheim, ligera como una pluma y resistente como el acero, digna herramienta preparada y utilizada por elfos. Si Alea traía más cosas como aquella en sus sacos, poco estricto habría sido el supuesto destierro.
La entrada a la gruta estaba descubierta de hierbas y se podía ver la oscuridad de la cueva a través de la fina cortina de agua que conformaba la cascada, la de cabellos casi platino ató varias hojas grandes juntas de la vegetación de alrededor y conformó con ellas una especie de protección para dividir las aguas y pasar todos por debajo sin mojarse demasiado. Ares fue el encargado de sostenerla, empeñado en demostrar que él era el de la fuerza y que los dos mortales no servían para nada. La diosa nórdica se echó unas buenas risas cuando, mientras lo sostenía, le salpicaban a él las gotas de agua que parecían una lluvia fría directa a la cabeza del todo poderoso.
Valfreyja- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/04/2018
Re: Entre dioses y heroes +18
Despertó temprano, como era habitual para ella y se dedicó a recolectar el resto de ingredientes que el día anterior no había podido adquirir dado al extraño suceso con el libro y el tiempo que se había esfumado. Para la hora de comer ya lo tenía todo y volvía a encontrarse en su guarida, disfrutando de una picada de frutos secos con hierbas aromáticas, aliñadas con una salsa preparada a base de machacar frutillas silvestres. Al terminar, accedió de nuevo a la biblioteca de su mente, sabiendo que el grupo estaba a punto de llegar a la puerta que daba acceso a su hogar. Necesitaba hacer eso a solas, porque no quería mostrarse débil frente a gente que no conocía de nada, aunque dioses caminaran junto a ellos, pues era vox populi que la deidades jugaban con los mortales a su antojo. Extrajo entonces el tomo egipcio y lo dejó a su lado, aguardando a los que serían sus invitados forzosos.
Para cuando se aproximó el atardecer, pudo escuchar los sonidos al otro lado de la cascada. En realidad ella vivía protegida por un campo de magia y aquella supuesta población que alcanzaban a ver, era una mera ilusión y de haberse acercado a ella, se hubiesen dado de bruces con una arboleda dominada por unos animales poco amigables. Pero los dioses y su poder eran capaces de ver más allá de su cortina de humo y dieron con la entrada a la gruta, con lo cual ya contaba la völva. Se alzó, dejando el libro bajo unas pieles, medio oculto y fue a recibir a los recién llegados a mitad de camino de la profunda garganta de la cueva. -Os estaba esperando.- Les dijo, mirándoles a todos con detenimiento y el rostro serio. Sus orbes se detuvieron más de la cuenta en el único mortal que allí había, pues el resto eran todos sobrenaturales a su manera. La recordaba bien del sueño, como también rememoraba a la perfección el hecho de que se lanzara sobre ella y la cubriera cuando el techo del laberinto comenzó a desprenderse sobre ellos, protegiéndola. Sus labios se tensaron un breve instante, mostrando algo semejante a una ligera sonrisa, una que se esfumó inmediatamente. -Seguidme, quedarse tan hacia el exterior no es seguro.- Giró sobre los talones y se encaminó a la sala principal, la zona con el cielo de piedra más alto de toda la galería. Una vez allí, se aproximó al fuego e hizo un gesto con la mano, invitándoles a tomar asiento a su alrededor. -Sé por lo que habéis venido y lo tengo todo preparado.- Se dirigía entonces a Freya, la diosa nórdica de la fertilidad, la guerra y el amor. Era ella la que mandaba allí o esa era la impresión que había tenido durante la primera de sus visiones, la que la dejó tendida e indefensa en mitad del bosque, mientras cazaba. -Lo que no sé es por qué habéis venido vosotros.- Comentó, fijando entonces sus orbes en los tres griegos.
Para cuando se aproximó el atardecer, pudo escuchar los sonidos al otro lado de la cascada. En realidad ella vivía protegida por un campo de magia y aquella supuesta población que alcanzaban a ver, era una mera ilusión y de haberse acercado a ella, se hubiesen dado de bruces con una arboleda dominada por unos animales poco amigables. Pero los dioses y su poder eran capaces de ver más allá de su cortina de humo y dieron con la entrada a la gruta, con lo cual ya contaba la völva. Se alzó, dejando el libro bajo unas pieles, medio oculto y fue a recibir a los recién llegados a mitad de camino de la profunda garganta de la cueva. -Os estaba esperando.- Les dijo, mirándoles a todos con detenimiento y el rostro serio. Sus orbes se detuvieron más de la cuenta en el único mortal que allí había, pues el resto eran todos sobrenaturales a su manera. La recordaba bien del sueño, como también rememoraba a la perfección el hecho de que se lanzara sobre ella y la cubriera cuando el techo del laberinto comenzó a desprenderse sobre ellos, protegiéndola. Sus labios se tensaron un breve instante, mostrando algo semejante a una ligera sonrisa, una que se esfumó inmediatamente. -Seguidme, quedarse tan hacia el exterior no es seguro.- Giró sobre los talones y se encaminó a la sala principal, la zona con el cielo de piedra más alto de toda la galería. Una vez allí, se aproximó al fuego e hizo un gesto con la mano, invitándoles a tomar asiento a su alrededor. -Sé por lo que habéis venido y lo tengo todo preparado.- Se dirigía entonces a Freya, la diosa nórdica de la fertilidad, la guerra y el amor. Era ella la que mandaba allí o esa era la impresión que había tenido durante la primera de sus visiones, la que la dejó tendida e indefensa en mitad del bosque, mientras cazaba. -Lo que no sé es por qué habéis venido vosotros.- Comentó, fijando entonces sus orbes en los tres griegos.
Heith Baltz- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 28/04/2018
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