Dos y dos son cuatro // Privado - Lobbo [+18]

Recuerdo del primer mensaje :

Llevaban algo más de un mes en Rumanía y las cosas se habían complicado bastante, no tanto en su relación como en el reino en sí. Lobbo se había vuelto más territorial y sobreprotector aún e incluso se había negado a dejar que Thea participara en la lucha por proteger el palacio, como si pudiera evitar que ella peleara como el resto. Se habían sucedido muchas discusiones a raíz de eso, pero con esfuerzo y rebeldía, el joven Landvik había terminado cediendo. Básicamente porque no le había quedado otra opción.
 
Ahora las aguas estaban más calmadas o eso parecía. La morena llevaba mejor lo del embarazo, ya parecía haber encontrado un equilibrio con la vida que crecía dentro y ya no drenaba del mismo modo que al inicio su energía.
 
La hija del comandante se acariciaba con ambas manos el vientre que comenzaba a abultarse ligeramente. De no ser un licántropo, ni se percataría de los ligeros movimientos que tenían lugar ahí dentro, pero su extrema sensibilidad le permitía saber que las cosas iban bien de algún modo. Suspiró al alzar la vista y se encontró con una de las doncellas que, en silencio, aguardaba que le diera permiso para aproximarse. -¿Qué ocurre?- Preguntó con tono calmo, ladeando ligeramente la cabeza en un gesto muy lobuno. La muchacha se acercó a ella y con una reverencia le entregó un sobre cerrado con cera, pero sin sello. Thea arrugó la frente al verlo y lo primero que hizo fue olerlo. No le sonaba aquel aroma, el único que reconocía era el de la sirvienta y un extraño resto de tabaco y canela. Con un gesto de la mano le indicó a la chica que se marchara y la dejara a solas. Fue a sentarse al escritorio y tomó el abrecartas. Justo hundía la hoja bajo la ceja para abrir el sobre cuando se percató del acercamiento de su prometido. En un primer momento, por mero instinto, ocultó la carta, pero enseguida lo meditó, pensando de manera razonada que la orden jamás se comunicaría con ella de manera tan descarada, así que la colocó de nuevo sobre la mesa y giró la cabeza para encontrarse con los pardos del castaño. -¿Ya terminó la reunión?- Lobbo había estado hablando con Damon y Velkan, desde el ataque de los brujos se había convertido en algo periódico. Dejó ambos objetos al levantarse y se giró para acercarse al contrario. Posó las manos en el pecho del macho y las hizo descender hasta sus hombros, acercando su rostro al foráneo hasta que sus narices se rozaron lentamente. -¿Se sabe algo de la antigua reina?- Inquirió, porque aunque había repelido los ataques, acabado con muchos hechiceros oscuros y regresado la calma al reino, uno nunca estaba seguro de cuándo retornaría el mal a morar en las casas de su pueblo. Todos estaban preocupados aún y ellos, además, debían sumar los problemas propios que tenían como extraña pareja que eran. Pudo ver entonces como la mirada el alfa se desviaba hacia aquel pedazo rectangular de papel que reposaba sobre el escritorio. Se separó un poco y fue a cogerlo. -Me lo acaba de traer una de las doncellas, viene dirigido a mí, pero no tiene sello.- Sacó el papel de su interior delante del joven Landvik y se dispuso a leer el contenido, arqueando una ceja al descubrir que se trataba de una declaración de amor. -¿Es una broma tuya?- Inquirió, clavando sus orbes avellana en los ajenos.

La contestación del macho hizo que la sonrisa de la morena se ensanchara a la vez que se torcía más hacia uno de los lados. Entrecerró ligeramente los ojos, ofreciendo una mirada más afilada, más animal, más salvaje. Estaba excitada, de sentirse poderosa, de verle a él ansioso. Lobbo se había convertido en el centro de su universo sin a penas darse cuenta. Todo había comenzado por trabajo, por un interés oculto y rebuscado. Pero la vida le había dado una inesperada sorpresa a ambos, convirtiendo a dos enemigos en amantes, en enamorados.

La pregunta del castaño hizo que, por un breve instante, a Thea se le cortara la respiración. Sintió que la había descubierto, que la mentira con la que habían iniciado la relación que ahora tenían, se venía abajo. Mas, por suerte, fue el propio Landvik el que le dio una respuesta a sus dudas y le proporcionó alivio y una excusa válida como contestación. Sonrió, sintiéndose tranquilizada y negó por lo engreído que podía llegar a ser su prometido. -Siempre las has traído a todas locas… ¿por qué iba yo a ser diferente?- En el fondo, sabía que era distinta porque nunca fue el atractivo físico del lobo algo que le pareciera del otro mundo. Pero fue el roce, el descubrir no sólo la soberbia y el animal que siempre exhibía, sino al hombre que se empeñaba en mantener oculto. El protector, el celoso, el divertido… ese joven al que sólo ella veía.

De nuevo sonrió con malicia, asintiendo a la pregunta. -Claro que debes esperar al postre, no hemos estado Sasha y yo cocinando para que la cena se eché a perder...- Le estaba provocando, porque aunque se enfriaran las cosas se podrían comer igual en otro momento, para desayunar por ejemplo. Pero quería desesperarle un poco, mientras su pie seguía haciendo de las suyas, presionando la abultada bragueta, resiguiendo la verga cuyo calor traspasaba la tela del pantalón que la cubría.

Se llevó un trozo de carne a la boca y la masticó despacio, saboreando cada mordisco. Estaba poco hecha, sangrante, como a ambos les gustaba. No dejaban de ser lobos por mucho que solieran vestir piel humana. Sus instintos siempre afloraban, como el deseo que sentían el uno por el otro. Mas era el pequeño hilo de razón que tenían lo que impedía que se abalanzaran sobre el contrario tirando al suelo todo lo que había sobre la mesa. -Aunque la tarta huele muy bien, ¿cierto? Dan ganas de darle un tiento...- Comentó en un ronco y meloso susurro, estirando el brazo. Tocó la masa con el dedo índice, resiguiendo las decoraciones que ésta hacía por encima, igual que una fingida red con pequeños cuadros entre los que asomaba la mermelada que se había hecho con las cerezas. Hundió la primera falange en la compota espesa y morada. -Ups...- Fingió haberlo hecho sin querer y se llevó el dedo a los labios para lamerlo, ocultando tras aquel gesto una nueva sonrisa pícara.

Mi respiración se vio entrecortada solo por mirarla, me estaba provocando y ella lo sabía, cada sinuoso movimiento, su voz sonaba melosa, casi en un ronroneo sutil.
-No sigas por ahí -pedí deseando que fuera justo ese el camino a tomar.
Deslicé mis ojos por la el postre, acariciaba las decoraciones y de ahí pasó a la compota donde “por error” hundió su dedo”

Ladeé la sonrisa al escuchar aquel pícaro “Ups” acompañado de la mirada mas intensa que mi futura esposa nunca me había dedicado, mi verga estaba tan henchida en ese momento que toda la sangre se comprimió en el mismo punto.
Me alcé haciendo gala de mi velocidad sobre natural y giré la silla con violencia quedando así los dos de frente con aquella mesa perfectamente decorada y condimentada.
-No puedo aguantar al postre -gruñí con la voz ronca.

Mi diestra se coló por el borde de la silla, jadeé al enganchar su trasero y sin mas la alcé pegándola a mi cuerpo. Con la zurda pegué un manotazo a todo lo que había sobre el madero dejando caer su culo sobre este con rudeza.
-Lobbo -la escuché gruñir al ver como todo lo que había cocinado se había ido a la mierda de un zarpazo. Arrugó su belfo superior mostrándome los dientes mientras yo bajaba la cremallera y sacaba mi enorme polla dura como una piedra.
-Vamos, mira como esta -pedí acariciando las venas henchidas que sobresalían -mira como estoy de cachondo -dije arrastrando ligeramente las palabras

Thea bajó su mirada hasta mi enorme polla, sus ojos se tornaron ámbar, hambrientos, centellearon y sin pensarlo tiró su brazo para enredarlo en mi pelo atrayéndome contra su boca para que la saqueara entre roncos gruñidos, lamidas y mordiscos.
Ansioso fuí arrancándole la ropa, destrozandosela con las zarpas hasta dejar su cuerpo completamente desnuda sobre la tabla.
Llevé mi glande rezumante a su hendidura recorriendola de arriba a bajo mojandola con los fluidos de mi prometida, estaba tan cachondo ...

La intención de la morena era obvia y el macho la conocía suficiente como para saber que nada era sin querer y que la inocencia había quedado relegada a un segundo plano entre ellos hacía ya mucho tiempo como para que ahora colara. Así que la reacción del castaño había sido tan desesperada y brusca como Thea había anticipado. Pero, aún y con ese pensamiento en mente, cuando le vio tirar todo lo que había dispuesto sobre la mesa, no pudo evitar dejar escapar un gruñido. Le había llevado su tiempo hacerlo, especialmente la tarta. La hija de Ruran no dejaba de ser una loba, igual que él, y una alfa también. Así que su orgullo y la necesidad de dominar la situación era algo que estaba siempre presente. Arrugó el labio superior, mostrándole los dientes y gruñó de nuevo.

Escuchó la mano ajena trasteando por debajo de la cintura y en cuanto le escuchó pedir que le mirase, los orbes ambarinos de la hembra descendieron hasta aquella pulsante y ardiente verga que clamaba atenciones a gritos. Sonrió al verla y enseguida se le pasó el enfado momentáneo. Agarró a Lobbo de la nuca y le atrajo de un solo tirón para devorarle la boca en un apasionado y animal beso, lleno de lamidas, mordidas y succiones ansiosas.

El castaño se deshizo de la poca ropa que ella llevaba, rasgando el batín y rompiendo las tiras del sostén de encaje. Era difícil encontrar prendas íntimas bonitas, pero lo cierto era que con el macho que tenía, no necesitaba seducirle con esas tonterías. Lo había hecho más por sentirse ella misma atractiva, porque el joven Landvik la deseaba con sólo mirarla a los ojos u olerla y ella lo sabía.

Las piernas de la morena rodearon las caderas ajenas y aferraron el duro trasero de su prometido para acercarlo con brusquedad cuando éste aún paseaba su húmedo glande por los labios empapados de su sexo. -Déjate de juegos.- Pidió, casi ordenando. Apretó con los talones en las nalgas foráneas para que no tonteara más y la penetrara de una burda estocada hasta el fondo. Lobbo lo hizo y un aullido de placer hizo eco en la estancia, mientras Thea arqueaba la espalda y con una mano se apoyaba hacia atrás en la mesa. La derecha seguía anclada a los mechones de la nuca ajena, tirando de los rizos, clavando las uñas en la piel.

Los dos estaban sumamente cachondos y el ritmo del vaivén de las caderas del macho iba acompañado por el chapoteo de los fluidos de sus cuerpos. Por el rabillo del ojo vio que la tarta seguía en una esquina, a punto de caerse por el temblor de la mesa con cada arremetida. Soltó al macho y de un rápido zarpazo atrapó un pedazo, justo antes de que el pastel se precipitara al suelo. Se acercó los dedos manchados de mermelada de cereza a la boca y empezó a lamerlos con lascivia entre jadeos. Se manchó los labios y parte de la cara, sonriendo provocativa. -Come de mí.- Invitó a su prometido, antes de pasarse los restos por el canalillo y apretarse uno de los senos, llenándolo de confitura rojiza dulce y pegajosa.