Road meets the sky [Lyuba A. Yumara]

Recuerdo del primer mensaje :

Una tenue y delicada música parecía proveniente del mismo atardecer, se preguntó desde cuando el atardecer sonaba a un violinista solitario, quería salir para poder escuchar esa melodía de primera mano pero no podía, miró un reloj de pared, impaciente por la noche, y mientras aquella canción seguía sonando a lo lejos tomó un libro para matar los últimos minutos de sol allá afuera.

La verdad era que no se pudo concentrar en su lectura, con insistencia miraba el reloj y la ventana hasta que finalmente Selene reinó, era una luna enorme que iluminaba todo, se asomó por la ventana y la noche era fresca, así que decidió salir con un abrigo ligero.

Caminó hasta la plaza que estaba muy cerca de su casa, estaba seguro que de aquel lugar provenía la música que minutos antes llamó su atención, pero ahora no había nadie; se paró en el punto en el que se imaginaba se había posado el músico a tocar y observó todo a su al rededor, aún había paseantes, pues acababa de obscurecer. Vio a las madres con sus hijos, a los jóvenes con sus prometidas, a los hombres con sus familias y se dio cuenta de lo terriblemente solo que estaba, de lo sola que era una existencia como la de él, por eso veía en cada mujer que conocía a la mujer que no podía tener de por vida. "Patético" pensó de si mismo.

Aguardó en la plaza, no sabía para qué, tal vez debería seguir caminando pero en cambio se sentó ahí, en una banca bajo la luz de un farol. Su figura se antojaba tétrica para quien no lo conociera, las sombras invadiendo su rostro y la ropa negra definiendo su forma, pero quien lo conociera podía decir que no había nada menos alejado de la realidad; era amable, caballeroso y gentil, nada que se pudiera esperar de un vampiro.

Comenzó a contar a los niños varones que en su comportamiento se asemejaran a él a esa edad; tenía costumbres de verdad extrañas, y se dio cuenta que no había sido un niño del todo normal pues apreciaba más el estudio que los juegos. Y de pensar en su niñez, feliz no podía mentir, pasó a pensar en lo amargo de su adultez y en los altibajos de su inmortalidad. Recién convertido pensó en la muerte definitiva como opción, perdido como adolescente que se siente incomprendido, teniendo que ser rescatado por la mujer que le había dado su eternidad y luego con el tiempo cómo tuvo que defenderse de cazadores de vampiros para no caer antes de lo que decidiera. Primero deseaba abandonarlo todo y luego se aferró con todas sus fuerzas a esto que tenía.

Y eso, finalmente lo condujo a recordar el encuentro que había tenido con la hija de uno de esos cazadores, Yumara... padre e hija, y en las provocaciones de la chica, en el sabor de su sangre; en sus ojos grandes y expresivos, en su juventud temeraria. La imagen de esa chica, de Lyuba llegó a él con fuerza a su cabeza, pero no sabía el motivo.

Sintió sus manos húmedas por la sangre tomarlo por el rostro, cerró los ojos y frunció el seño por el dolor que se intensificaba, la escuchó hacer el ofrecimiento y negó debilmente. No podía, y no quería, quería decirle algo pero no podía, el tormento de la herida era mucho, pero más que eso, se sorprendía de conocer esta Lyuba, tal vez finalmente hubiese entendido que él no era como otros vampiros, no quería colgarse la etiqueta de santo porque no lo era, pero sabía, siempre lo había sabido, que algo andaba mal con él, que su sed de sangre no era derramarla por derramarla, que su compasión no era algo normal, que su aprecio por la vida era un defecto tratándose de un vampiro.

-No, no lo digas -pudo finalmente decir, aún con los ojos cerrados, haciendo un esfuerzo por seguir hablando, sintiéndola cerca, no quería escuchar su oferta-, puedo arreglarlo -por supuesto que iba a declinar su propuesta-, no quiero hacerte daño -y aquello había salido con total franqueza de su boca, podía cobrarse esa herida en su abdomen, pero no lo iba a hacer, porque ese no era él y porque a pesar de su accidentada y corta historia, sentía un deber superior para con ella, algo que aún no podía nombrar; tal vez haber probado su sangre lo había confundido, o tal vez el misterio que era, sus cambios de humor y su historia, su padre que fuera su enemigo.

Abrió los ojos y la tenía ahí, a un palmo de distancia, sintiendo su respiración y viendo su congoja con lujo de detalle.

Aun tenía los ojos cerrados, deseando que aquel dolor suyo desapareciera por completo . No deseaba ponerse en su lugar , porque eso significaba que tenia que revivir aquellos momentos horrorosos que había vivido durante un año o mas. Ya ni se acordaba perfectamente. Con lentitud, despegó sus parpados , observando el rostro que tenía en frente. Sus ojos oscuros , pasivos y tranquilos. Sus ojos azules marinos estaban llenos de vergüenza, por eso mismo su vista se había desviado en aquel silencio tan torrencial . Sus palabras rompieron el silencio , tal cual se rompe un espejo a causa de un descuido, rompiéndose en miles de pedacitos . Se negaba, pero ella era muy cabezota así que ella no iba a aceptar sus palabras – No,no pienso dejarte solo en esto.. – susurro sin hacer el esfuerzo de separarse. Aunque poseía la piel fría y ambos parecían bañarse en un charco de sangre, no la atormentaba. Y lo mas raro, mas irracional, era que no sabia la razón por la que no se alejaba de la frialdad de su piel .

En su rostro se pudo divisar una pequeña sonrisa mientras hablaba con tranquilidad – Por favor, Daniil…- suplicó ella acariciando su mejilla . Su voz, tan dulce como el canto de los ángeles. Frágil, como los dedos de aquellos que osan tocar el arpa divino inventando una armonía inexistente pero letal. Con una suave caricia, apartó su palma, comenzando por deshacer lo que antes estaba escondiendo, su herida de la noche que le había conocido. Lo dejó a su lado,levantando su muñeca un poco – Confío en ti… - aseguró con seguridad en su voz. Confiaba plenamente en el, no la había matado en ningún momento , había tenido ocasiones pero no lo había hecho nisiquiera lo había intentado. Esperaba impaciente que el tomara de nuevo su sangre, no tenia miedo, aunque sentir los colmillos afilados extrayendo la sangre era algo doloroso pero al menos había arreglado lo que antes había provocado . Pasó su otra mano por el cabello negro del vampiro, intentando animarle con una sonrisa dulce y demostrándole su plena confianza en el.

"Confío en ti…", qué difícil era para él escuchar esas palabras, cómo podía confiar en un vampiro como él, en un monstruo, pero aquella sonrisa dulce se lo confirmaba, sintió su mano deslizarse por su cabello y fue un breve momento de paz en medio del sinsentido, Lyuba confiaba en él y no podía creerlo, lo único que sentía era que ella cometía un error, el error de depositar su confianza en un ser tan terrible como él.

-No -cerró los ojos nuevamente y alejó su rostro de aquel antebrazo herido-, buscaré algo en las calles, no quiero hacerte daño... otra vez -y aunque aquella vez en el puerto había sido provocado hasta el cansancio aún se sentía culpable y avergonzado, odiaba que otros lo vieran mientras se alimentaba, ni qué decir si era observado por su propia víctima.

La herida en su torso había alcanzado un nivel de dolor tal que se sentía entumecido, no estaba mejorando, claro que no, pues no había tenido oportunidad de curarla y no había bebido la sangre que necesitaba, pero se negaba a tomar una vez más el preciado líquido de la joven que se lo estaba ofreciendo, no podía aceptar su sacrificio.

-Por favor -volvió a toser por el dolor, ella estaba empecinada pero si ella era necia él podía serlo más, no lo haría, no quería. Tomó su rostro con una mano, acariciando su mejilla, tratando de sonreír sin conseguirlo-. Vete, déjame aquí, no me pasará nada.

Daniil seguía por rechazarla , rechazar el bien que estaba ofreciendo la gitana. Ella lo miró un largo rato, sin decir nada tan solo esperando que el cambiara sus respuesta y sus acciones. Chasqueó la lengua besando su frente con cierto cariño en aquel gesto tan cercano . Al besar su frente, apretó los ojos con fuerza por el miedo que poseía solo en imaginar aquella mandíbula casi devoraba su brazo. Intentó tranquilizarse, la única manera que podía calmar al vampiro era mediante ella y su sonrisa, al menos por un momento. Se separo de nuevo, para mirarle a los ojos , volviendo a insistir en aquel tema - Si , Daniil. Sé que…podrás controlarte – aseguró ella sonriendo - ¿Cómo?. Definitivamente no..escúchame – exigió ella haciéndole que la mirase a los ojos mientras proseguía - ¿Qué mas te da que sea otro o yo?,hago parte del montón… - sonrió dejando escapar aquellas palabras - No es necesario que esta noche sea mas sangrienta…- murmuro sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo , imaginándose el dolor de su victima. No iba a dejarle provocar una muerte mas en Paris.


Su mano fría acarició la mejilla de la gitana y por un momento Lyuba deseaba hacerle caso . Como si estuviera hechizada por aquellas palabras . Aun con aquella pequeña sonrisa en sus labios, ella acaricio la mano de el – No voy a dejarte solo , no insistas – murmuro ella con un tono decidido. Demostraba valentía , estando tan cerca y ayudando a un vampiro. Eran muy peligrosos y mas si se trataba de sangre – Daniil, la herida esta empeorando..no voy a decírtelo mas veces . Por favor, no me harás nada….yo confío en ti – siguió insistiendo rozando con su muñeca sus labios, esperando que de una vez por todas el clavase sus colmillos afilados – Puedes resistir la tentación..- susurro mas para ella que para el. – Por favor ..- exigió ella entre dientes , apartando la mirada de aquella escena, intentando relajar su mente como su cuerpo . Conocía el dolor mas que nadie , tenia recuerdos y en algunas ocasiones revivía aquello , pero esta noche , era muy distinta a las demás.

Los argumentos de Lyuba sonaban con sentido, bastante lógicos pero él simplemente se negaba, y lo iba a hacer hasta que pudiera, hasta el último de sus alientos. Pensó en lo absurdo que todo resultaba, como tal la herida no era mortal para un vampiro pero seguramente en pocos minutos perdería el conocimiento y si era abandonado ahí hasta el amanecer el sol se encargaría del resto. Suspiró en una suerte de llanto silencioso, extrañando la grandeza de Rusia y pensando que tal vez ahí terminaba su historia, y lo terrible que era pensar que aún en la muerte tranquila no iba a poder reunirse con su familia quienes seguro estaban en el paraíso con ángeles meciendo incienso cuando su destino, inequívocamente era el infierno.

Asintió débilmente cuando escuchó que su herida estaba empeorando, lo sabía, podía sentirlo, lo único que podía percibir ya era su sangre, con sabor a hierro y sal. Aquel beso en la frente lo tomó por sorpresa pero no pudo hacer una mueca si quiera que lo demostrara.

-Dime -dijo entre tos y quejidos-, ¿por qué quieres salvarme?, si hace a penas unos minutos querías hacer lo contrario -habló como lo hace un filósofo, como si de una epifanía se tratara, no esperando una respuesta.

Había algo en el "por favor" de Lyuba que sonaba a ruego y eso le rompía el corazón. Respirar era ya un triunfo, la vista comenzaba a ponerse borrosa y él en lo único que podía pensar era en ella, en su bienestar, en no herirla. La volvió a tomar de una mejilla, no lograba enfocar la vista pero aquello ojos claros se clavaron en él como flechas.

-¿Confías en mi? -preguntó retóricamente-, si es así, no quiero que me veas hacerlo, no quiero que me veas mientras bebo tu sangre, cierra los ojos -era una prueba que sabía era complicada, pues ella estaría con la incertidumbre de sus actos, pero no quería ser observado, no por ella, esa era su forma de decirle que aceptaba tomar su sangre, y de asegurarle que no le haría daño.

Su pregunta fue como si le devolviera la navaja, abundándola al corazón mismo. Hizo una mueca con sus labios, deseando no responderle. Pero no dejaba buena imagen, escondiendo las razones de sus actos detrás de una mirada azulada tal cual el mar claro. ¿Deseaba una respuesta coherente?. No era el único, Lyuba también estaba cuestionándose el por qué de la acción de antes. Tal vez se estaba volviendo demente, loca …y seguramente acabaría en un sanatorio mental, aquel lugar donde los dementes no podían herir a nadie salvo a ellos mismo o a las cuatro paredes en la que estaba encadenado. Su cuerpo sintió un escalofrío solo por imaginar aquello – No …lo se.. – respondió apartando su vista de el , intentando no encontrarse con su mirada confusa. “Desearía saber la respuesta tanto como tu, Daniil” pensó escuchando sus siguientes palabras.

- Si, confío en ti.. – dijo finalmente cerrando los ojos y apretándolos con fuerza, deseando que aquello fuera una anestesia antes de una operación dolorosa. Escondió su rostro detrás de sus mechones negros que caían con cascada sobre sus hombros y su espalda. “Piensa en algo bonito, en un lugar tranquilo donde te sentirías feliz” se dijo mentalmente , olvidándose de aquella situación y escondiéndose detrás de su imaginación por un rato. No deseaba pensar en sus padres, en aquel momento ellos seguramente no se sentirían orgullosos de la ayuda que ella había ofrecido y menos de sus actos tan poco comunes. El baile, una manera de hacer que ella olvidara cualquier problema. Vivía por aquellos movimientos sensuales de caderas, con las vueltas joviales que solía hacer al ritmo de la música, rápido o lento. Hasta su rostro parecía tranquilo por los métodos que solía tranquilizar su mente y su cuerpo. Se imaginaba una gitana, tal cual era ahora, pero con mucha riqueza, con un vestido solo para los bailes, una grande escena…y un dolor agudo en su muñeca.

Cuando ella cerró los ojos, Daniil se tomó unos segundos para prepararse, para hacerse a la idea de lo que iba a hacer, nunca nadie antes se había ofrecido así, le había ofrecido su sangre por voluntad propia, tragó saliva y el dolor comenzaba a agudizarse tanto que el colapso sería inevitable. La abrazó el momento previo a hacerlo, aferrándose a ella como si eso lo fuese a anclar a este mundo, para no dejarse llevar, para no hacerle daño como había prometido.

Clavó sus colmillos, siempre escondidos pues ante todo era el caballeroso y dulce médico de Nóvgorod, no podía ser visto como lo que era, un monstruo, agradeció que la plaza estuviera vacía y que ningún curioso se hubiese asomado hasta ahora. La sintió tensar el cuerpo al contacto, la apretó más fuerte en el abrazo para que supiera que estaba ahí, que seguía siendo él y que no la lastimaría, pensó que entre más rápido terminara aquello sería mejor. Quería que no le doliera a Lyuba pero eso era técnicamente imposible, así que simplemente trató de hacerlo rápido y en un sólo movimiento. "Como aplicar una inyección", pensó.

Unos minutos después , que le parecieron una eternidad se separó de ella tras un largo suspiro. La chica seguía con los ojos cerrados, tratando de evitar la realidad y no la culpaba.

-¿Estás bien? -preguntó tapándose la boca con una mano, pues no quería que lo viera manchado de sangre, de su sangre.

Intentaba con todas sus fuerzas hacer que el dolor desapareciese ,pero no lo lograba. Parecía tener una visión de aquello, aunque tenia los ojos cerrados. Se abrazó a el aun mas, sintiendo sus colmillos como cien navajas en su muñeca con una sola intención: deshabilitar su cuerpo faltado de proteínas . Se mordió el labio inferior con fuerza pensando que todo iba a acabar pronto y animándose con el pensamiento de que el iba a estar bien. ¿Pero por que se preocupaba por el?. Se planteaba aquella pregunta miles de veces, ni una sola respuesta, por mas ilógica que pudiera ser . Se sentía sin fuerza alguna para moverse como lo hacia de costumbre. El dolor fue desapareciendo poco a poco , y ella abrió los ojos despacio observando su muñeca. Iba a tardar en curarse, ya que era la segunda vez que Daniil tomaba su sangre. Al principio no dijo nada , solo clavó sus ojos en su muñeca pensando en una modalidad para curarla y evitar que esta se cicatrizase. Pero no encontraba ninguna, su cuerpo poseía mas cicatrices de lo normal y por eso mismo algunas veces evitaba mirarse a los espejos por miedo de observarlas.

Suspiró con suavidad, volviendo sus ojos hacia el vampiro – Estoy bien.. – dijo dibujando una pequeña sonrisa en su rostro pálido . A diferencia de otras gitanas, ella tenia la tez mas blanca, casi idéntica al de los vampiros - ¿Tu como estás? – preguntó tapándose la herida con el pañuelo que antes había tenido . Evitó perder mas sangre y aferró el nudo del pañuelo , aun con una pequeña sonrisa en sus labios. Se preocupaba por el y su bien estar ,por eso mismo volvió a mirar su herida , la cual se cicatrizaba con lentitud. El manto negro seguía acompañado de sus estrellas sobre el firmamento, aquellas que eran el silencio de los secretos del mundo y de la humanidad. Guardaban silencio y no revelaban nada , preferían observar como el mundo se venia abajo . Lyuba , la amante de la noche y de sus maravillas, le gustaba disfrutar sentada, en un banco, aquellas estrellas y en especial la Luna. Pero esa noche, no deseaba hacerlo, deseaba observar al vampiro. Ahora, lo encontraba igual de maravilloso y enigmático como las estrellas . La morena seguía observándole a los ojos, despejando su mente de cualquier pregunta que parecía atormentarla mas. Se abrazo a el sin el por qué de aquel impulso suyo , el silencio era el único que representaba a la gitana en aquel momento.

Por un breve momento que duró la inmensidad de la noche estuvo tentado a llorar como lo hace un niño, cerró los ojos para evitar que tan patético acto lograra a concretarse, tal vez después pudiera hacerlo en la intimidad de su casa, solo como vivía, solo como estaba en esa existencia de días que se cancelan en un calendario infinitamente. Los ojos de Lyuba, claros como cielo despejado y profundos como océanos embravecidos, se clavaban en sus orbes obscuras como chocolate derretido y las palabras lo mismo faltaban que salían sobrando. El "estoy bien" dicho con voz clara fue como quitarse una tonelada de plomo de la espalda, estaba bien y era un alivio.

-Yo... estoy... -miró su estómago herido y pudo ver como sanaba lentamente-, estoy bien -alzó la mirada y volvió a verla, tratando de sonreír no fallando tan estrepitosamente esta vez, logrando concretar un gesto alegre, agradecido.

Se tomó otros segundos para sentir la mitigación del dolor, disfrutar del sosiego que poco a poco se apoderaba de él después de haber tenido aquel tormento paralizándolo. Su mirada vagó por la chica y llegó hasta la herida que él había provocado, ella había colocado precariamente un pañuelo, lo cuál no sería suficiente para parar la hemorragia, olvidándose de tapar su boca manchada de sangre tomó el brazo.

-Déjame verlo -era una preocupación real y un sentido de deber como el médico que era. Antes que ella respondiera y aún mirando la herida sólo pudo construir una palabra en su mente: -Gracias -dijo dándose cuenta de la magnitud del acto de Lyuba, tal vez ella había sido la causante pero se necesitaban más agallas para ofrecer la sangre propia de ese modo para curar al que se supone es el enemigo a seguir.

Aún estaba demasiado aturdido como para hacer un movimiento, aunque el dolor cedía y ahora era tolerable. Ella se negó a dejarle ver su herida y se apartó de él, después de haberla tenido tan cerca extrañó el contacto el instante mismo que éste se rompió. "Se ha hecho tarde" la escuchó decir y en un acto reflejo miró el cielo aún adornado por estrellas, quiso calcular cuánto podía faltar para el amanecer pero no pudo, no con la mente tan revuelta como la tenía en ese momento. La joven había aprovechado su descuido para caminar un par de pasos y decir que se iría. La sola idea de que ella se fuera provocaba en Daniil un sentimiento al que sólo pudo darle el nombre de tristeza; conocía bien la tristeza, la había sentido muchas veces y de muchas formas, escucharla decir aquello en definitiva eso le provocaba, era un reto y su salvadora, no podía permitir que se fuera como si nada.

Se levantó como pudo, aún con la camisa desabotonada y el abrigo mal puesto sobre la banca, ella le daba la espalda pero seguro había escuchado que se acercaba. La tomó de la mano y se acercó a su oído.

-No te vayas -se lo estaba pidiendo, pero sonó a ruego. La notó turbada y no era para menos, él estaba igual-, es una noche extraña para los dos, deberíamos hacernos compañía -todo esto sin soltarla de la mano y sin mirarse a los ojos.

El dolor, o la recuperación de éste pasó a segundo plano cuando ella, sin refutar le dijo que se quedaría. Se quedaría, repasó aquello mentalmente y se dio cuenta que al pedírselo no sabía para qué, "para hacerse compañía" había insinuado pero en realidad no tenía claro qué motivo sería suficiente para hacerlos terminar la noche que extraña había empezado y extraña iba a terminar. Ella jugó con su cabello, recorriéndolo con sus dedos, pidiéndole que no le pidiera respuestas porque no las tenía y creyó que era justo. Porque era justo, él también carecía de los por qués, cómos, cuándos y dóndes de todo eso. Al menos ambos compartían la incertidumbre, el no conocer las razones, de desconocer el plan divino que los había conducido a eso.

De pronto la sintió cerca, demasiado, más de lo que recordaba haberla tenido, sus narices casi rozando y sus alientos mezclándose. Extrañó en ese momento tener un corazón con la habilidad de latir, porque estaba seguro que estaría latiendo con fuerza dentro de su pecho, acelerado como caballo desbocado. Y él pecó de timidez al no ser el primero en provocar el acercamiento inevitable, de dudar por tanto rato, de ser quien tuviera que seguir y no el líder en todo eso. Cerró los ojos el momento mismo en que sintió los labios de Lyuba sobre los suyos, un segundo bastó para que la chispa se encendiera en su mente y correspondiera, al principio con movimientos cerriles, algo torpes para ir cobrando confianza y fuerza y finalmente él dominar ese juego, llevando una mano a la nuca de la joven para evitar se despegara de él y la otra a su cintura con delicadeza para decirle sin palabras que lo que había hecho estaba bien.

El aliento hizo falta, y sólo entonces se separó de ella, la tomó por los hombros y la miró fijamente, una bofetada, la tercera en su historia juntos era una posibilidad. La miró nada más, con rostro estoico, esperando que ella pusiera palabras a eso, tal vez innecesarias, pero que él necesitaba tanto.

De entre toda la confusión Lyuba emergía con una sonrisa como Venus nacía de la espuma del mar, de la nada y de pronto, como algo que quita el aliento, sin explicación, pero su sonrisa logró apaciguar el momento borrascoso y raro, tenso e intrincado, la sola sonrisa de la gitana logró que Daniil no sintiera que todo estaba de cabeza, por un segundo creyó que todo estaba en su lugar, aunque no era así, todo seguía enmarañado como había comenzado.

-No, no debiste -dijo mientras no hacía nada por separarse de ella, su frente con su frente, sus rostros a un palmo de distancia-, pero no estuvo mal que lo hicieras -porque si dijera lo contrario estaría mintiendo y no iba a hacerlo, esa noche no se sentía como para mentir.

Con el pasar de las horas, con la salida del sol, conforme la normalidad regresara, y ellos poco a poco retornaran a su rutina vendrían las preguntas, los reproches personales, la resaca moral, pero en ese instante no valía la pena pensar en ello, quería que la noche fuese eterna y que ella no se fuera jamás. ¡Lo que vendría después?, no tenía ni la más remota idea, ella tal vez recobraría la cordura y regresara a matarlo, o él empezaría a ser un vampiro como se debía y finalmente bebería de su cuello, no tenía idea de cómo serían los momentos subsecuentes a ese, pero de lo que sí tenía idea era que no se arrepentía. La tomó por ambas manos, sin despegar sus frentes y le sonrió.

-No tienes por qué pedir perdón -le dijo muy quedo, casi en un susurro-, es extraño, lo sé -suspiró y se tomó un segundo más para seguir disfrutando de aquello, de esa calma inaudita que de pronto lo había invadido.

-Es tarde, deberías regresar a casa -dijo después del breve momento de silencio al tiempo que sus pulgares acariciaban el dorso de las manos de Lyuba-, podemos hablar después -porque después era muy vago, incierto, "después" podía no presentarse.

¿Por qué le dolían aquellas palabras?, no tenía idea, era una joven a la que a penas conocía, ahora le debía la vida pero podía ayudarla, o podía alejarse, pretender que eso jamás había pasado, que la cicatriz que ahora tenía en el abdomen era una más de una noche de caza accidentada, nada más, pero no podía enterrar esa verdad así como si nada, no esta en especial y quería darse de topes en la pared al no encontrar el por qué de esa actitud. No era ajeno a querer entablar un vínculo con todo aquel que le ponía algo de atención, especialmente mujeres, era un niño que necesitaba cariño, así de triste y patético era.

-Pero no hace falta -sonrió con tristeza-, no pasó nada -no quería restarle valor a lo que había sucedido, porque para él no había nada más alejado de la verdad, y algo que le decía que para Lyuba también, que ambos conservarían aquel momento en un sitio especial, que para ambos no había sido poco, al contrario; pero tampoco quería que se atormentara por un simple beso, algo que podía olvidarse si no se le daba mayor atención, que podía no tener significado más que el de impulso momentáneo.

Pensó que en ese momento la cordura se apoderaría de ellos y ella se iría, y él no haría nada para retenerla, pero no, Lyuba había decidido quedarse y a pesar que el sentido común le decía otra cosa, Daniil se alegró y esbozó una sonrisa que era reflejo de ello.

-Está bien -la miró a los ojos, cómo le gustaban sus ojos, hasta entonces caía en cuenta de ello-, ¿y qué quieres que hagamos hasta que el amanecer me obligue a irme? -preguntó como si se tratara de una tarde de juegos, como si se tratara de cualquier cosa, casi despreocupado, porque no quería que después de lo sucedido, casi morir, ser salvado por ella y luego un beso, las cosas se pusieran más incómodas de lo que ya eran.

Decepción, ¿había visto decepción en sus ojos?, ¿sus palabras, su "no pasó nada" la habían decepcionado?, no, para qué se hacía ideas, para qué construía tramas en su cabeza, para qué si cuando éstas no sucedieran el corazón se le iba a romper, más de lo que lo tenía.

La miró pasarlo de largo y sentarse, un segundo después tardó él en reaccionar e imitarla. Se sentó a su lado y por unos momentos hubo silencio, Daniil se dedicó a pensar, pensar en esa noche y en su vida, pero ese era un tema complicado de repasar en una sola noche, la miraba de reojo, ella tenía la vista perdida en el horizonte y sus propios pensamientos. Ambos estaban ahí, en medio de la noche, en un silencio enrarecido pero que resultaba mejor opción.

Alzó la mirada, ubicó Orión en el cielo, sabiendo donde encontrarlo en esa época del año y mentalmente juntó los puntos para formar la figura del guerrero, había algo en la bóveda celeste que lo tranquilizaba, por eso siempre miraba el cielo, por eso contaba estrellas o buscaba constelaciones. Luego escuchó la voz de la gitana y se giró para verla, con ambas cejas levantadas pues aquella cuestión lo había tomado desprevenido, nunca nadie se lo había hecho.

Era un tema delicado para él, sin duda, pues era revivir y repasar los motivos que lo llevaron a tan negligente decisión. Al menos, pensó, había sido su decisión.

-¿Tienes tiempo? -bromeó, porque era una historia larga, sin embargo se decidió por darle la versión acotada, por varios motivos, principalmente porque no estaba listo para contar su historia, porque no estaba listo para abrirse así con alguien y porque en verdad era una historia larga-, buscaba venganza -dijo con firmeza, esas dos palabras lo resumían perfectamente, pero decidió dar más detalles-, mataron a mi familia y alguien me ofreció esta posibilidad para poder buscar retribución -al decir aquello no pudo mirarla a los ojos y clavó la mirada en el lugar en el suelo donde ambas puntas de sus pies dejaban un hueco-, nunca lo conseguí y ahora estoy maldito -rió con amargura.

Pero ambos podían jugar ese juego, el de hacerse preguntas, la miró después de haber evitado sus ojos.

-¿Sé que provienes de una familia de cazadores de vampiros, pero nunca has pensado en otra posibilidad para ti, en no ser cazadora y ser algo más?