Isn't it a lovely night? [Antha Feuer]

-Mi opinión es similar: no me has decepcionado, todo lo contrario, me gusta mucho tu charla, tus preguntas y respuestas… y tus expresiones – comentó sintiéndose más tranquila y segura sobre sí misma. Había sido una pregunta tal vez poco convencional, sobre cuya respuesta dudaría pues casi nadie tendría la entereza de contestar sinceramente; pero no en este caso. Creía en él y en sus palabras.

Entorno ligeramente los ojos al sentir de nuevo su helado tacto – Sigues frío – comentó sin hacer más observaciones al respecto. Había esperado que el ambiente caldeado del lugar, unido a la comida y bebida, hubiesen subido un poco su temperatura corporal pero no era así, continuaba igual que cuando ella arribó al restaurante… igual que en su anterior encuentro. Sacudió ligeramente la cabeza y se concentró en disfrutar del contacto sin importar su temperatura.

-Yo creo que es una noche excelente – le sonrió afirmando lo dicho y devolviéndole el ligero apretón antes de soltar nuevamente el agarre – Y diría, además, que nos estamos poniendo un tanto melancólicos, un tanto oscuros y un poco tontos… ¿Superado el tema? – pregunta retorica, otra vez, pues antes de que él pudiese contestar ella ya se había estirado por sobre la mesa hasta alcanzar la botella para luego llenar las copas. A continuación le obsequió una expresión entre pícara y avergonzada – No me malinterpretes, me encanta que me atiendas, pero yo también puedo hacerlo y no me molesta en lo absoluto… soy una chica grande – terminó arrugando ligeramente la nariz y luego riendo desfachatadamente.

Se tomó unos minutos de silencio durante los cuales dedicó su atención al plato que tenía en frente, y el cual ya se encontraba casi vacío. Luego estiró su mano y, colocándola con la palma hacia arriba sobre la mesa, cerró y abrió los dedos invitando a Daniil a que retomara la posición de hacia un rato. Se estaba acostumbrando a su contacto y tenía que admitir que le gustaba pensar que tenía libertad de solicitarlo cuando quisiera… o cuando estuviese lo suficientemente tomada como para que no le importase los convencionalismos sobre el comportamiento de una mujer hacia un hombre.

Mordisqueó ligeramente su labio inferior sintiendo un suave cosquilleo donde los dientes chocaban con la suave carne – No te molestes si no me comporto como una dama todo el tiempo – le solicitó pensando en cómo debió verse para los demás su anterior proceder y paseando inconscientemente la vista por las personas presentes en el restaurante, como si esperara que alguna de ellas le mirase con reproche por haberse atrevido a tomar por su cuenta al “administración” del vino.

No le tomó mucho tiempo cambiar otra vez su estado de ánimo luego del ligero bajón que acababa de sufrir. Tal vez debería advertirle que cuando tomaba se ponía un poco… cambiante en cuanto a sus reacciones y estabilidad emocional. “No, puedo manejarlo” pensó haciendo un esfuerzo para olvidar lo que pudiesen pensar o no de ella, y permitiendo que su mente vagara sobre el tema a seguir - Cuéntame sobre tu elección de la bebida para la noche ¿Dónde lo probaste la primera vez? ¿Hay alguna historia interesante y tórrida detrás? – preguntó curiosa, mirándole por lo bajo y sonriendo maliciosamente mientras se enfocaba en la botella próxima a terminarse que reposaba entre los dos. No era una pregunta al azar, en realidad le interesaba saber, o más bien, tener una aproximación de las razones de sus gustos, en especial sobre el sabor al cual le asociaría de ahora en adelante.

Se encontraba escuchándole atentamente segura de que, aunque él afirmara que no era una historia interesante, el simple hecho del lugar en donde sucedió le vaticinaba que seria, en realidad, un relato muy entretenido para ella. Entonces él río y terminó la idea haciendola sospechar que la realidad era mucho más profunda de lo que quería admitir; además, aquella risa había resultado demasiado diciente, sobre todo si habían enaguas enredadas en la historia.

-Huy, hay mucho que inquirir sobre lo que acabas de decir – empezó levantando ligeramente las cejas – Pero antes de ahondar en terrenos escabrosos – sonrío burlona – Quisiera hacer solo un comentario: amo Turín – sus ojos brillaron emocionados al recordar su primer y único viaje a la hermosa e inspiradora región. Había viajado en aquella ocasión en compañía, no solo de algunos de sus hermanos, sino también de amigos cercanos, resultando el viaje no solo emocionante sino también bastante escandaloso. Al menos nada de aquello había llegado a los oídos de sus padres y eso los había salvado de un merecido castigo – Aunque tengo que lamentar que la única vez que fui no conté con la oportunidad de visitar aquellos lugares que atraían mi atención. Me refiero por supuesto a las iglesias demás sitios históricos– Por supuesto que no había podido visitarles, habían estado tan ocupados divirtiéndose que, si ella se hubiese arriesgado a proponer un plan tan poco atractivo, de seguro la habrían abandonado en el lugar – Siempre pensé que tendría otra oportunidad para visitar y conocer todo lo que me perdí en aquella ocasión…aunque hasta ahora no lo he logrado – No estaba triste en lo absoluto, solo se trataba de la afirmación de un suceso, pues sabía que aún tenía tiempo y Turín estaba en la lista de pendientes en su vida.

-Hay otra razón por la cual quisiera volver… una un poco menos ortodoxa, pero ahora volvamos al tema - No pudo evitar sonreírle con complicidad – Así que tenía tres hijas tu amigo… me pregunto cuál de ellas resulto ser la afortunada… ¿O tal vez sería más de una? – tomó la copa y dio un sorbo largo y pausado mientras se preguntaba mentalmente que respuesta le daría Daniil –Cuéntame – le instó guiñándole un ojo – prometo no pensar mal de ti después… supongo que lo único que podrías decirme para alterarme a estas alturas de nuestra relación seria que eres un asesino serial o algo por el estilo – bromeo entre risas – pero un enredo de faldas no me sorprendería en absoluto, menos para alguien tan atractivo, interesante y definitivamente magnético – Volvió a sonreír con malicia, haciendo caso omiso de los cumplidos que acababa de ofrecerle – A menos claro que la parte interesante de tu historia se haya desarrollado con el padre de las chicas –

Dicen que el licor adormece los sentidos y nubla la mente pero, en el caso de Antha acallaba también aquella vocecita que tenía el trabajo constante, irritante y absolutamente indispensable de evitarle decir lo que pensara según como viniera… y sentirse avergonzada por ello en el momento; por esta razón no le importó decir lo que dijo, por el contrario, solo se dedicó a mirar a Daniil fijamente manteniendo la expresión burlona en el rostro, apretando la fría mano de él con la suya y sosteniendo la copa en alto con la otra mano.

Antha soltó una sonora carcajada al ver los cambios en el rostro de Daniil generados por sus suposiciones. Esperaba que la respuesta fuera precisamente la que llego pero igual se había preparado por si el hombre tenía alguna sorpresa bajo la manga. A final del día todos tienen derecho a sufrir algún desliz y daba por hecho que él no sería la excepción a la regla.

-Te creo – comentó inclinando levemente la cabeza – Ya que de otro modo no habrías sido tan elocuente en cuanto a la razón de ser novato en rechazos de citas – le recordó pensando que ningún “Casanova” andaría por allí ventilando que no suele pedir citas de manera frecuente, a menos de que estuviese utilizando un comportamiento recatado sobre su próxima víctima… hum no, ese no sería el Daniil que conocía o, mejor, que presentía pues aún faltaba mucho para que pudiera afirmar que en verdad le conocía.

-Oh! Eso… - Carraspeó un poco insegura – Pues antes que nada tengo que hacerte una confesión – mordió ligeramente su labio inferior antes de continuar – Siempre me he sentido atraída por la magia y el esoterismo - soltó la copa para poder mover los dedos rápidamente frente a sus propios ojos, como enfatizando sus palabras pero al mismo tiempo dándoles un tinte jocoso. Luego sonrió divertida – Además, adoro las gitanas y siempre que veo una no pierdo la oportunidad de pedirle que me lea el futuro – Le lanzó una mirada que rivalizaba entre tímida y divertida. Sabía bien que ese era algo que, aunque ella consideraba hasta cierto punto inofensivo, podía causar bastantes reacciones negativas… algunas personas no les gustaba la idea de que existiera un destino y, aunque ya habían tocado ligeramente el tema en su primer encuentro, ella prefería esperar para conocer la totalidad de su sentir al respecto.

-En fin- continuó después de un nuevo bocado de pasta – Estaba en Italia, en un pequeño mercado, cuando escuche sin querer una conversación entre dos gitanas… ellas hablaban de las “villas mágicas”, de su poder, de la información que entre ellas reposaba y de muchas otras cosas que hicieron que detuviera mi andar y prestara atención… - Aunque había reducido gradualmente el volumen de su voz, hablaba con pasión y energía – Tres nombres sobresalieron de lo poco que pude terminar de oír antes de que ellas se percataran de mi presencia y cambiaran a temas más mundanos: Lyon, Praga y Turín - Concluyó levantando la copa y acercándola hasta sus labios pero, antes de llegar a beber, la aparto nuevamente y miro a Daniil – Estarás pensando que estoy loca… - pauso unos segundos y miro hacia el techo – No, espera, eso ya lo habíamos aclarado, solo he terminado de confirmar algo que ya sabias– bromeó para, ahora sí, probar de nuevo el oscuro líquido.

- Supongo que no era lo que esperabas ¿verdad? – le cuestiono con una enorme sonrisa en los labios. Al fin de cuentas la respuesta debía ser un poco más ajustada a una joven dama: algún lugar especial, alguna amistad muy querida… algún sueño romántico con un guapo jovenzuelo que esperara su llegada. Bah, nada de eso iba con ella y esperaba que él llegara a entender que, aunque fuera de lo común y bastantes excéntricas, sus razones eran tan validas como cualquiera de las anteriores, e incluso más si incluían su curiosidad en la formula.

Movió los ojos alrededor del lugar, reacomodó el mechón rebelde tras su oreja y acerco ligeramente la mano a la llama de la vela que alumbraba la mesa en la que se encontraban - ¿Sigues en contacto con la joven? – Preguntó queriendo ahondar en el tema – Aún no me queda completamente clara la relación con el vino, es decir, entiendo que poseia un viñedo, pero ¿Fue por él… por ella… por ellas? ¿Por qué este vino es especial para ti?

-¿De verdad te interesa? – eso sí que era extraño – Por lo general la gente normal rehúye estas conversaciones – Comentó satisfecha de ver en él curiosidad autentica y no solo compromiso de preguntar sobre algo que no definitiva no le interesara – Y si, te estoy diciendo anormal… lo cual, en mi caso, es un cumplido – le sonrió, habían alcanzado en tan poco tiempo un nivel de confianza mutua que la hacía preguntarse qué clase de fuerza extraña los había puesto uno frente al otro.

-Pues muy poco en realidad, estuve preguntando pero es difícil dar con gitanas que no solo embauquen – Rio por lo bajo – no te imaginas la cantidad de dinero que he perdido gracias a esta mala costumbre… ni la cantidad de cosas irreales y completamente imposibles que he escuchado – Todos los que había conocido hasta ese momento, incluyendo su familia y amigos cercanos, la había instado a que dejara de acudir por consejo donde aquellas timadoras, pero era inevitable, la atraían como un imán. – La única parte de la historia que ha coincidió varias veces es el nombre de las tres ciudades entre las cuales, dicen, confluyen las redes magnéticas del planeta. Por eso quisiera volver, tal vez indagando en el lugar pueda conseguir información un poco más, hum, sustancial – Vacio la copa – Wow, sin querer acabas de enterarte de una de mis más insanas aficiones – comentó sonriendo.

El complemento de la historia del viñedo no solo el aclaró bastante el panorama, sino que además la hizo pensar en cuantas otras cosas pudieron, y debieron pasar en aquellas cavas – Creo que lo de los vinos debió de ser lo menos importante – afirmó pensando en el pobre hombre y sintiéndose a la vez divertida por la audacia de Daniil - Es una lástima, una joven que es capaz de arriesgarse tanto de seguro valía la pena – concluyó imitando el gesto de su compañero para restarle importancia al asunto y permitirse seguir adelante.

Siguió la mirada de Daniil cuando esta se movió por el local. Al parecer había pasado más tiempo del que ella creía. Curioso, solía pasarle eso cuando estaba en su compañía. Antes de poder hacer algún comentario al respecto el le agradeció por haber aceptado la invitación – Gracias a ti por formularla - apretó ligeramente la mano que reposaba aún entre la suya. Ahora que lo pensaba, no estaba muy segura sobre cómo había podido terminar su plato, o cuando había esto sucedido. “Demonios” pensó un tanto consternada por la apariencia que pudiese tener pues, a pesar de no sentirse ebria, sabía que la percepción variaba precisamente por los efectos del alcohol.

Estaba tan ensimismada en estos pensamientos, que tardó unos segundos en procesar el cambio en el tono en la voz de Daniil – ¿Ocurre algo? – le preguntó preocupada – Porque aún falta el postre – bromeó intentando sacar una sonrisa de su serio semblante –Aunque tengo que admitir que yo estoy satisfecha, pero siempre puedo acompañarte mientras saboreas algo dulce – Ofreció con una sonrisa sincera en los labios.

Ella le miró entornando los ojos, era claro que algo había ocurrido aunque él lo negara. “Déjalo, ya lo averiguaras”. Bien, esa era una buena idea así que se limito a sonreírle - Me parece una idea encantadora – aceptó para luego llevarse la mano libre al pecho y apoyarla allí mientras le miraba sorprendida - ¿lo recuerdas? – era una reacción actuada y eso tendría que estar claro para todos los presentes gracias a la exagerada expresión en su rostro, el cual volvió rápidamente a la normalidad, es decir sonriendo, mientras ella levantaba ligeramente la mano convocando al mesero que los había atendido durante la velada.

-Me siento en la obligación de hacer el siguiente comentario a sabiendas que debería quedarme callada – comentó de pronto sin más – ¡Eres el hombre con el estomago más pequeño que he conocido!… eso me recuerda que te había otorgado el beneficio de la duda al respecto. Bien, tu ganas, en verdad creo que, después de ver lo poco que cenas, tu desayuno ideal sea tan “frugal” – rio brevemente – Es una cualidad ideal para cualquier esposa ya que podría traducirse con pasar menos tiempo en la cocina… Tienes el gancho perfecto – le guiño un ojo antes de echarse a reír, tal vez un poco más fuerte que las veces anteriores, por lo que casi inmediatamente se cubrió la boca con la mano.

Demoró un par de segundos calmar el ataque de risa y serenarse – perdón, creo que, por delicioso que este el vino, lo dejare por esta noche – le sonrió un tanto avergonzada antes de cambiar el tema volviendo a algo que él había mencionado antes pero a lo cual ella no había reaccionado a tiempo – Nada, sin pasiones no seriamos nada… ¡cascaras vacías sin propósito ni sentido! – Suspiró - ¿Te estás ofreciendo como acompañante de un viaje tan poco convencional? – le cuestiono sintiéndose profundamente alagada por la sugerencia – Porque si escuche bien, y espero que así sea, me encantaría poder contar con tu presencia en tan vaga y curiosa empresa. Es más – continuó emocionada – tal vez podríamos incluso visitar a tu “amiga”, sin que su padre se entere por supuesto.

En ese momento se acerco el joven mesero presto a recibir el siguiente pedido de la pareja. Antha miró a Daniil ladeando ligeramente la cabeza para luego dirigirse al mesero – ¿Podría traernos una porción de tarta de chocolate, por favor?.. Ah, y dos cucharas – Esperó hasta que el muchacho desapareciera antes de volverse a su acompañante – ¡Mi preferido! – anunció – La próxima vez yo escojo el vino y tu el postre – La próxima vez, por supuesto, no permitiría que esta fuera la primera y única vez que salieran a cenar.

-Entonces, Daniil – alargó su nombre un poco como anticipándole lo que vendría a continuación - ¿En qué momento consideras tú que puedo empezar a ser impertinente una vez más?... ¿Cuando llegue el postre… cuando éste se termine… o cuando abandonemos el restaurante? – No le pregunto si mantenía en píe su promesa, pues asumía que así seria, solo la intrigaba saber el momento ideal para él, pues ella tampoco estaba dispuesta a quebrantar su parte en el trato.

Siguiendo un impulso giró la cabeza hacia el punto que constantemente miraba Daniil, pero no vio nada particularmente atractivo como para que él no apartara sus ojos de ese lugar. Al menos, aunque se reusara a mirarla, él intentó sonreír pero luego rechazó el ofrecimiento de probar la torta. ¿Acaso su problema era tan grave? Esa sería una respuesta realmente preocupante pues ella, no importaba que tan mal estuviese, jamás rechazaría un poco de chocolate, en ninguna de sus presentaciones, aunque tuviese que pasarlo junto con sus propias lágrimas.

Ella empezó a sentirse mal por él. Se le veía tan incomodo que un atisbo de culpabilidad cruzó por su cuerpo como un relámpago. Y ahora se arrepentía además de lo dura que había sido, pues tenía que admitir que a pesar de lo difícil que era la situación para él, permanecía sentado frente a ella, dispuesto a contestar cuando no tenía ninguna obligación real de hacerlo.

Suspiro pesadamente al escuchar la primera parte de su respuesta pensando que sería lo único que podría llegar a obtener, pero entonces la miró, con una mirada que podría derretir un trozo de metal, antes de continuar.

Antha le miró en silencio por algunos segundos. “¿Qué tiene eso que ver con su enfermedad?” se preguntó. Solo podía imaginarse la expresión de desconcierto que debía tener en ese preciso momento. Después, su propio cerebro la reprendió por no prestar más atención, él ya había admitido que no estaba enfermo… o algo así. Sin entender a que se debía el cambio de tema, pero dispuesta a seguirle la corriente con tal de comprenderlo contestó – Si, claro que las he escuchado. ¿A qué niño no atemorizan sus padres o nanas con historias semejantes? – Sonrió con aprensión – Siempre me gustaron, más que horrorizarme me divertían y, además, solía entretenerme replicándolas entre mis hermanos menores y asustándolos durante las noches con ellas… Aunque prefería las de fantasmas, por si te interesa saber – comentó saliéndose un poco del tema. Tomó otro trozo de tarta, uno muy pequeño para después hacer referencia a la primera imagen que vino a su mente después de sus palabras– Los licántropos tampoco estaban mal, me gustaban porque me gustan los animales, especialmente los lobos… y los osos, pero creo que no hay ninguna historia de hombres-osos, o al menos nunca la he escuchado –

Bien, ya había contestado ¿y ahora qué? La cucharilla realizó un nuevo viaje hasta su boca mientras se preguntaba que podía tener que ver una pregunta tan inusual con la conversación que estaban llevando y entonces, la sorpresa por poco la hizo atorarse. Abrió los ojos de par en par mientras forzaba a su garganta a ayudar a despejar su boca con rapidez - ¿No estarán insinuándome que eres un hombre lobo, verdad? – La pregunta sonó tan increíblemente estúpida que sufrió el peor de los sonrojos que había sentido en mucho, mucho tiempo. Soltó la risa avergonzada – Lo siento, pero es que no comprendo porque me preguntas algo tan extraño… ¿No se supone que estamos hablamos de lo que te ocurre? ¿O es que en verdad me estas pidiendo que busque una explicación sobrenatural a tu comportamiento?-

La lógica de Antha dio un vuelco al oírle. Había sido categórico al negar su extraña pregunta sobre si era un hombre lobo, pero la respuesta estaba lejos de satisfacerla púes no había ocurrió como ella esperaba, al fin y al cabo había sonado más como una broma así que ¿porqué contestaba él de manera tan seria y concienzuda? Por cada palabra que pronunciaba le surgían más dudas, y ya estaba llegando al punto en que no sabía como manejar la confusión que se estaba creando en su cabeza… además de que el vino que había bebido no estaba ayudando mayor cosa.

¿Y esperaba que le contestara? O, más bien ¿Que esperaba que le contestara?… ¿Qué de pronto creía en seres sobrenaturales porque él se lo pedía durante una cena amistosa? “¿Y por qué no? creíste lo que te dijo la gitana” le respondió la conciencia haciéndola flaquear en su determinación por empezar a catalogar la conversación como “sin sentido”. Claro que había una diferencia enorme entre creer en algunos personajes de cuentos de niños y en otros no. Ella, por ejemplo, creía que los fantasmas existían, aunque nunca había sufrido ningún tipo de encuentro… pero de allí a pensar en licántropos o vampiros había un gran trecho. Tan simple como que los primeros eran incorpóreos y siempre se podía atribuir sucesos extraños con malas jugadas de tu mente, pero en los otros dos casos… La sola idea era poco alentadora.

Continúo escuchándole en silencio. Había adquirido sin querer una postura rígida. La cucharilla reposaba, ahora solitaria, sobre uno de los extremos del plato y ella mantenía sus dos manos sobre la mesa, una sobre la otra, fuertemente apretadas. A pesar de querer negarlo tenía que admitir que él había respondido veladamente a su última pregunta y, aquella respuesta era evidentemente positiva. Le estaba pidiendo que le diera una explicación sobrenatural, y encima ya había aceptado que una de las opciones no era la indicada.

El peso de lo obvio cayó de pronto sobre Antha, quien soltó pesadamente el aire que contenían sus pulmones. Miró por un momento sus propias manos y luego levanto sus ojos hacia los de Daniil. Si se dejaba arrastrar por aquella insensata petición podía dar una rápida respuesta la cual, no solo permitía encajar todas las situaciones anormales que había notado desde que lo había conocido, sino que además, y por loco que pareciera, hacía sonar como lógicas todas las explicaciones que le había brindado e, incluso, el porqué de su vaguedad e incomodidad ante las preguntas más simples.

Empezó a sentir un frío que se extendía desde su estomago hacia todas las partes de su cuerpo. Era como si de pronto se hubiese congelado en vida y el suelo bajo sus pies empezara a hundirse. Estaba a punto de perder el conocimiento y eso, en lugar de preocuparla, la enojó. No iba a desmayarse como una tonta frente a él. Está bien, le creería por ahora pero tendría que comprobar lo que decía y si, por alguna razón, resultaba ser una broma de mal gusto… Grrr… no quería ni pensar que sería peor, que él admitiera que era una broma o que fuese realidad lo que le estaba sugiriendo.

Se aferró al enojó que había iniciado a crecer en su pecho. Era lo único a lo que podía echar mano en ese momento y, para su sorpresa, sirvió enormemente para apaciguar el desasosiego y, tenía que aceptarlo, el miedo que empezaba a generarle el asunto. Tal vez había encontrado una salida para poder terminar de aclarar el asunto en vez de perder el conocimiento, o salir corriendo como una liebre asustada. Permaneció en silencio durante algunos segundos, mirándole fijamente mientras su pecho se movía con ímpetu, forzando el aíre adentro y afuera. Podía sentir también su corazón acelerado y como la sangre que, hacia unos segundos había huido hacia sus pies, volvía a reclamar territorio sobre su rostro.

Entonces se levanto de la silla y dio un par de pasos hacia la salida antes de detenerse y volverse hacia él – Quédate donde estas – le sugirió para luego salir sola a la calle, donde empezó a caminar de un lado al otro como un animal enjaulado. Volvía a sostener el puente de su nariz entre los dedos y mantenía los labios firmemente apretados. Mil pensamientos daban vuelta en su cabeza y solo estaba concentrándose en lo básico, en él, no quería permitir que su mente divagara sobre las implicaciones que esta revelación, en caso de ser cierta, podría tener sobre el mundo tal como lo conocía.

Demoró unos pocos minutos antes de retornar al local (ante las estupefactas miradas de los comensales y los trabajadores del lugar) para luego sentarse como si nada y encima tomarse su tiempo organizando su cabello, el cual se había alborotado debido a la brisa del exterior. Luego sirvió media copa de vino – afortunadamente el mesero había dejado sobre la mesa la botella y las copas– y se lo tomó en un solo trago. Aclaró su garganta y le miró nuevamente deseando que sus ojos no estuviesen transmitiendo los sentimientos negativos que sentía en ese momento pero sabiendo que era casi imposible demostrar una tranquilidad que no poseía.

-Abre la boca – Fue mas una orden que una petición. Si en verdad era un vampiro, como ella al fin había concluido, supondría que tendría colmillos y tenía que verlos antes de empezar a creer realmente en su propia teoría.