AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Página 3 de 4.
Página 3 de 4. • 1, 2, 3, 4
Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Recuerdo del primer mensaje :
Estaba que me llevaba el tren, después de haberme dicho que era licántropo y que ni siquiera se llamaba Lucian quería que me quedara tan pancha sin que me explicara nada y solamente me sentía como si hubiera creído con el corazón una mentira tan grande que ahora me dejaba desolada. Había vivido engañada durante el tiempo en que lo había conocido y lo había querido, me había enamorado como imbécil de un hombre que ni siquiera era quien decía ser, un hombre que hasta ahora venía y me decía que se transformaba en lobo y que tenía más de 40 años y que se llamaba David. Lo peor no era que estuviera enojada con mi confidente, a quien le había dicho toda la verdad sobre mi pasado, sobre mi presente, sobre mi verdadero nombre y el porqué yo seguía vendiendo mi cuerpo y mis habilidades al mejor postor, porqué había hecho del sexo mi oficio, lo peor del asunto era que una parte de mi estaba realmente preocupada por él, por lo que pudiera pasarle, por lo que habría pensado de mi al ser tan intransigente, al haber visto su herida que sangraba a chorros y que no cerraba. Sólo tenía ganas de llorar.
Me había puesto lo primero que había encontrado en mi casa, un vestido de los que usaba para salir a la calle en mis días libres, cero escote, largo normal, mangas largas, cabello dearreglado, nada de maquillaje, iba realmente sin fijarme en nadie que pasaba a mi lado, había básicamente huido de tener que tomar una decisión con respecto a Lucian, no quería verlo por el momento pero sentía la peor angustia de toda mi vida, era como confiarle mi peor secreto a un amigo imaginario. Las lágrimas me salán sin que yo tuviera ningún poder para detenerlas, corrían dejando surcos en mis mejillas y sólo atinaba a quitármelas con las palmas de las manos mientras caminaba sin rumbo fijo y sin fijarme tampoco por dónde iba pisando, sólo corriendo, como si mi propio pasado me persiguiera. No quería detenerme, quería caminar hasta que mis pies me pidieran clemencia y tuviera que detenerme, los sollozos me sacudían entera y probablemente más de una persona se fijaba en la loca que iba llorando por la calle.
Eran lágrimas de angustia, de tristeza, de enojo, de desesperación, de absolutamente todo, el nudo en la garganta no me permitía dejar de verterlas y fue justo cuando tropecé con una piedra que me hice suficiente daño en el pie como para darme cuenta de que iba descalza, descalza sobre las piedras que conformaban la calle pero era tarde para regresar así que seguí mi camino hasta volver a tropezar y caer de rodillas sobre el suelo, precisamente el alto que necesitaba y con las manos recargadas en el suelo y la cabeza agachada dejé que mi llanto se hiciera más fuerte. Sólo necesitaba un momento.
Me había puesto lo primero que había encontrado en mi casa, un vestido de los que usaba para salir a la calle en mis días libres, cero escote, largo normal, mangas largas, cabello dearreglado, nada de maquillaje, iba realmente sin fijarme en nadie que pasaba a mi lado, había básicamente huido de tener que tomar una decisión con respecto a Lucian, no quería verlo por el momento pero sentía la peor angustia de toda mi vida, era como confiarle mi peor secreto a un amigo imaginario. Las lágrimas me salán sin que yo tuviera ningún poder para detenerlas, corrían dejando surcos en mis mejillas y sólo atinaba a quitármelas con las palmas de las manos mientras caminaba sin rumbo fijo y sin fijarme tampoco por dónde iba pisando, sólo corriendo, como si mi propio pasado me persiguiera. No quería detenerme, quería caminar hasta que mis pies me pidieran clemencia y tuviera que detenerme, los sollozos me sacudían entera y probablemente más de una persona se fijaba en la loca que iba llorando por la calle.
Eran lágrimas de angustia, de tristeza, de enojo, de desesperación, de absolutamente todo, el nudo en la garganta no me permitía dejar de verterlas y fue justo cuando tropecé con una piedra que me hice suficiente daño en el pie como para darme cuenta de que iba descalza, descalza sobre las piedras que conformaban la calle pero era tarde para regresar así que seguí mi camino hasta volver a tropezar y caer de rodillas sobre el suelo, precisamente el alto que necesitaba y con las manos recargadas en el suelo y la cabeza agachada dejé que mi llanto se hiciera más fuerte. Sólo necesitaba un momento.
Última edición por Magnolia Velvet el Jue Jul 07, 2011 1:13 am, editado 1 vez
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Estábamos paseando por encima de silencios cristalizados, momentos en los que el corazón de cada uno amenazaba con escapar en cualquier oportunidad, instantes suspendidos en el aire que duraban lo que parecían eternidades pero en realidad pasaban en segundos. Yo flotaba en una neblina que me embotaba los sentidos, caminaba por inercia, me movía por inercia, sabía lo que tenía que hacer pero de alguna manera estaba totalmente segura de que no sabría cómo hacerlo, yo, Magnolia Velvet, prostituta renombrada no tenía ni idea de cómo iba a hacer para desvestir al hombre que me miraba tan intensamente. Lo único que quedaba era no dejar que el pánico me controlara y permitir que él tomara la iniciativa, al menos en lo que reiniciaba el instinto animal que debía tener dentro, que yo sabía que tenía dentro, que probablemente se había escondido.
Su beso fue como una llamada para que despertara, deslicé una mano por su hombro hasta quedar en su brazo mientras él marcaba el ritmo que debíamos seguir, con su lengua y sus manos mientras yo rompía la burbuja en la que me había inmerso y me abrazaba a su cuello en un movimiento rápido, justo a tiempo para suspirar cuando se separó y morderme el labio cuando siguió la trayectoria con sus labios hacia lugares menos obvios. Temblé al sentir su voz mandar vibraciones por mi piel, su risa dejando el cálido aliento de su boca pegado en mi cuello. Me mantuve agarrada a él, abrazada como si fuera mi tabla de salvación, aun cuando dejé que mi risa también se escapara de mis labios cuando confesó que no podía deshacer los cordones de mi vestido. Un vestido que no había sido diseñado ni para presumir, ni para seducir, ni tampoco obviamente para llevarlo con corsé. Debajo de esa tela sencilla, de la peor calidad, estaba solamente mi cuerpo desnudo.
Dejé que me pusiera en posición bajando la mirada a mis pies descalzos, a esos pies heridos que habían sido la razón por la cual él se había detenido a ayudarme, heridas que ya había olvidado y que no me dolían nada. Ni la herida del pie, ni la de las rodillas, ya sólo eran meros recuerdos que navegaban en mi cerebro sin mayor importancia que haber sido los detonantes de esta noche. Al tenerlo nuevamente de frente y ver su sonrisa me dejé ir, dejé de sentirme tonta por no saber cómo continuar, dejé atrás todo lo que me estaba reteniendo y sonreí de regreso. Lo vi cerrar los ojos y acaricié su mejilla con el dorso de mis dedos antes de bajar una sola mano para desabotonar los primeros botones de su camisa mientras la otra se mantenía aferrada a su cuello y mis labios se acercaban a los suyos. Era el momento. Quería que supiera con quién se estaba acostando mientras lo estaba haciendo. Rocé nuestros labios levemente. -No hables... no preguntes...- Dando a entender que la que hablaría sería yo, la que añadiría palabras a una sinfonía de gemidos de placer sería yo. Deposité un beso en sus labios, apenas tocándolos, bajé trazando un camino por el mentón, la mandíbula, el cuello, el punto justo debajo de la oreja mientras mis manos hacían su trabajo. -Tengo 21 años... y nací en Viena... mis padres eran condes y nací junto a Emilia, mi gemela- Si. Iba a ser doloroso pero pretendía amortiguar los cuchillazos a mi alma con sus caricias, con sus besos, con todo lo que él pudiera darme esa noche.
Su beso fue como una llamada para que despertara, deslicé una mano por su hombro hasta quedar en su brazo mientras él marcaba el ritmo que debíamos seguir, con su lengua y sus manos mientras yo rompía la burbuja en la que me había inmerso y me abrazaba a su cuello en un movimiento rápido, justo a tiempo para suspirar cuando se separó y morderme el labio cuando siguió la trayectoria con sus labios hacia lugares menos obvios. Temblé al sentir su voz mandar vibraciones por mi piel, su risa dejando el cálido aliento de su boca pegado en mi cuello. Me mantuve agarrada a él, abrazada como si fuera mi tabla de salvación, aun cuando dejé que mi risa también se escapara de mis labios cuando confesó que no podía deshacer los cordones de mi vestido. Un vestido que no había sido diseñado ni para presumir, ni para seducir, ni tampoco obviamente para llevarlo con corsé. Debajo de esa tela sencilla, de la peor calidad, estaba solamente mi cuerpo desnudo.
Dejé que me pusiera en posición bajando la mirada a mis pies descalzos, a esos pies heridos que habían sido la razón por la cual él se había detenido a ayudarme, heridas que ya había olvidado y que no me dolían nada. Ni la herida del pie, ni la de las rodillas, ya sólo eran meros recuerdos que navegaban en mi cerebro sin mayor importancia que haber sido los detonantes de esta noche. Al tenerlo nuevamente de frente y ver su sonrisa me dejé ir, dejé de sentirme tonta por no saber cómo continuar, dejé atrás todo lo que me estaba reteniendo y sonreí de regreso. Lo vi cerrar los ojos y acaricié su mejilla con el dorso de mis dedos antes de bajar una sola mano para desabotonar los primeros botones de su camisa mientras la otra se mantenía aferrada a su cuello y mis labios se acercaban a los suyos. Era el momento. Quería que supiera con quién se estaba acostando mientras lo estaba haciendo. Rocé nuestros labios levemente. -No hables... no preguntes...- Dando a entender que la que hablaría sería yo, la que añadiría palabras a una sinfonía de gemidos de placer sería yo. Deposité un beso en sus labios, apenas tocándolos, bajé trazando un camino por el mentón, la mandíbula, el cuello, el punto justo debajo de la oreja mientras mis manos hacían su trabajo. -Tengo 21 años... y nací en Viena... mis padres eran condes y nací junto a Emilia, mi gemela- Si. Iba a ser doloroso pero pretendía amortiguar los cuchillazos a mi alma con sus caricias, con sus besos, con todo lo que él pudiera darme esa noche.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Esa noche era nuestra, así de sencillo, como se lo había dicho antes y como se lo volvería a decir cuántas veces fuera necesario, éramos nosotros sin máscaras, no importaba si conocía su historia o no, no importaba nada, era la primera mujer a la que tenía así en París, en esta escala en mi viaje, en esta etapa de mi vida que era como una vida en sí misma, porque lo que había pasado en el burdel, y las otras que había tenido en ese sitio, eso eran, prostitutas a las que les había pagado, hoy aquí era distinto, Magnolia era una mujer nada más. La sentí comenzar a desabrocharme la camisa y la dejé, sin decir nada y sin detenerme en mis besos, pequeños sobre su piel como gotas frías.
Con los ojos cerrados era como si pudiera sentirla más, olerla más, disfrutarla más, por eso me negaba a abrirlos, aunque al hacerlo sabía lo que me iba a encontrar, una mujer hermosa solo para mi, una chica ingenua que nada tiene que ver con la cortesana que conocí antes, la Magnolia de esta noche es frágil y delicada, algo así como las flores del jardín que nadie plantó ahí pero que crecen descuidadamente, que no piden el cuidado de nadie pero que agradecen el agua del rocío matutino.
Me habló cerca del oído, iba a protestar, decir algo, lo que fuera pero ella me había pedido lo contrario, e hice caso, en parte porque tampoco sabía qué decir; ahí estaba, me lo estaba contando todo, su nombre, su edad, su origen, y su historia, aunque aún tenía dudas prometí no presionarla y no lo haría, por ejemplo el cómo alguien que estaba destinada a la nobleza como ella había terminado así, y qué era de su gemela, muchas preguntas se amontonaron en mi cabeza pero logré exitosamente que ninguna escapara imprudentemente.
Abrí los ojos en cuanto ella guardó silencio y como lo había predicho, la visión frente a mi parecía más un sueño que la realidad de esa velada, tan hermosa y tan sutil, le sonreí agradecido por la confianza depositada, y no dije nada, porque ella me lo había pedido; la volví a besar en los labios mientras con mis manos deslizaba el vestido hacia abajo por su piel ahora que estaba desabrochado, poco a poco fui develando más y más porciones de su figura perfecta y luego de besarle los labios, las mejillas, la mandíbula y la punta de la nariz, le besé un hombro.
-Gracias –le dije apenas audible, pues estaba hablando cuando ella me había pedido que no lo hiciera, gracias por contarme todo aquello, por la confianza, por la noche. Sentí, sin embargo, que de algún modo era injusto que ella me dijera su historia, a cuenta gotas y a penas, pero lo estaba haciendo, y que yo siguiera mintiendo sobre lo que era, quería que fuera de dos, que esto fuera de ambos, pero cómo decirle a alguien que eres un vampiro sin asustarlo, así que me mordí la lengua para no hacerlo, no ahora al menos, debía esperar, esperar a decirle y esperar a escuchar qué más seguía en su relato, porque todas mis dudas iban a ser resueltas, de eso estuve seguro, de un modo u otro iba a saberlo.
Con los ojos cerrados era como si pudiera sentirla más, olerla más, disfrutarla más, por eso me negaba a abrirlos, aunque al hacerlo sabía lo que me iba a encontrar, una mujer hermosa solo para mi, una chica ingenua que nada tiene que ver con la cortesana que conocí antes, la Magnolia de esta noche es frágil y delicada, algo así como las flores del jardín que nadie plantó ahí pero que crecen descuidadamente, que no piden el cuidado de nadie pero que agradecen el agua del rocío matutino.
Me habló cerca del oído, iba a protestar, decir algo, lo que fuera pero ella me había pedido lo contrario, e hice caso, en parte porque tampoco sabía qué decir; ahí estaba, me lo estaba contando todo, su nombre, su edad, su origen, y su historia, aunque aún tenía dudas prometí no presionarla y no lo haría, por ejemplo el cómo alguien que estaba destinada a la nobleza como ella había terminado así, y qué era de su gemela, muchas preguntas se amontonaron en mi cabeza pero logré exitosamente que ninguna escapara imprudentemente.
Abrí los ojos en cuanto ella guardó silencio y como lo había predicho, la visión frente a mi parecía más un sueño que la realidad de esa velada, tan hermosa y tan sutil, le sonreí agradecido por la confianza depositada, y no dije nada, porque ella me lo había pedido; la volví a besar en los labios mientras con mis manos deslizaba el vestido hacia abajo por su piel ahora que estaba desabrochado, poco a poco fui develando más y más porciones de su figura perfecta y luego de besarle los labios, las mejillas, la mandíbula y la punta de la nariz, le besé un hombro.
-Gracias –le dije apenas audible, pues estaba hablando cuando ella me había pedido que no lo hiciera, gracias por contarme todo aquello, por la confianza, por la noche. Sentí, sin embargo, que de algún modo era injusto que ella me dijera su historia, a cuenta gotas y a penas, pero lo estaba haciendo, y que yo siguiera mintiendo sobre lo que era, quería que fuera de dos, que esto fuera de ambos, pero cómo decirle a alguien que eres un vampiro sin asustarlo, así que me mordí la lengua para no hacerlo, no ahora al menos, debía esperar, esperar a decirle y esperar a escuchar qué más seguía en su relato, porque todas mis dudas iban a ser resueltas, de eso estuve seguro, de un modo u otro iba a saberlo.
Invitado- Invitado
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Todavía me estaba salvando de que se me cortara la voz mientras hablaba, mantener las manos ocupadas en su camisa me hacía tener que dividir mi mente en dos cosas diferentes y lograba el efecto de no tener que echarme a llorar por cosas que ya estaban en el pasado. Sentía escalofríos a cada beso que depositaba en distintos lugares de mi piel, dejando ambas partes de la camisa colgando una vez que tuve su pecho desnudo frente a mí, pasando las puntas de mis dedos por su pálida y fría piel mientras decidía cómo seguir con la historia que le estaba contando, no era tan difícil porque era mi historia y me la sabía de memoria, la había repasado millones de veces en la mente, en mis sueños, en mis pesadillas, en las noches de insomnio, a cada minuto, cuando estaba sola, cuando quería ausentarme del mundo. Era mía.
Me quedé esperando su reacción, porque todos se sorprendían que quien hubiera llegado bastante lejos en lo que a status social respecta, acabara en un burdel vendiendo placer al mejor postor. "Todos" En realidad los que conocían mi historia los podía contar con los dedos de una sola mano. Seguí nuevamente el ritmo de su beso, labios contra labios, tela acariciando mi cuerpo al hacerle casi a la fuerza de gravedad para quedar alrededor de mis pies. Hasta quedarme en ropa interior solamente, sin liguero, sin encaje, sin corsé, sin nada de eso que me hacía la cortesana sexy que generalmente era cuando estaba sin ropa. Hoy era solamente la mujer detrás de todos esos trucos.
Su agradecimiento me tomó un poco por sorpresa pero lo dejé pasar dejando que me besara mientras yo deslizaba la camisa por sus hombros para dejarla caer y que le hiciera compañía a mi vestido. -Mi padre quería un hijo... y mi madre le dio dos niñas y nada más... no hubo primogénito que se quedara con todo su imperio- Deslicé las puntas de mis dedos por sus brazos ya desnudos bajando, subiendo y bajando de nuevo. -No recuerdo una sola vez que mi padre nos abrazara, o nos dijera cosas lindas. Toda influencia paternal fue ofrecida por mi abuelo, que también se encargaba de nuestra educación- Mi voz era un susurro apenas audible pero confiaba en que él me estuviera escuchando, que fuera el testigo de una historia que a mi me dolía mucho.
Bajé mis manos al cinto de su pantalón tomándome mi tiempo, manteniendo la cabeza agachada, rozando mi nariz por su hombro, depositando besos por aquí y por allá. -Emilia y yo éramos las mejores amigas, hacíamos todo juntos y éramos igualitas, como dos gotas de agua, tanto que los sirvientes se desesperaban por no saber quién era quién.- Fuera el pantalón mientras yo suspiraba y ponía una nueva pausa en medio de la historia, tantas cosas qué contar... tantos detalles... y tan poco tiempo para contarle todo lo que quería que supiera. Un resumen de mi vida que no le diría nada más que lo que quisiera preguntar una vez terminada la historia.
Me quedé esperando su reacción, porque todos se sorprendían que quien hubiera llegado bastante lejos en lo que a status social respecta, acabara en un burdel vendiendo placer al mejor postor. "Todos" En realidad los que conocían mi historia los podía contar con los dedos de una sola mano. Seguí nuevamente el ritmo de su beso, labios contra labios, tela acariciando mi cuerpo al hacerle casi a la fuerza de gravedad para quedar alrededor de mis pies. Hasta quedarme en ropa interior solamente, sin liguero, sin encaje, sin corsé, sin nada de eso que me hacía la cortesana sexy que generalmente era cuando estaba sin ropa. Hoy era solamente la mujer detrás de todos esos trucos.
Su agradecimiento me tomó un poco por sorpresa pero lo dejé pasar dejando que me besara mientras yo deslizaba la camisa por sus hombros para dejarla caer y que le hiciera compañía a mi vestido. -Mi padre quería un hijo... y mi madre le dio dos niñas y nada más... no hubo primogénito que se quedara con todo su imperio- Deslicé las puntas de mis dedos por sus brazos ya desnudos bajando, subiendo y bajando de nuevo. -No recuerdo una sola vez que mi padre nos abrazara, o nos dijera cosas lindas. Toda influencia paternal fue ofrecida por mi abuelo, que también se encargaba de nuestra educación- Mi voz era un susurro apenas audible pero confiaba en que él me estuviera escuchando, que fuera el testigo de una historia que a mi me dolía mucho.
Bajé mis manos al cinto de su pantalón tomándome mi tiempo, manteniendo la cabeza agachada, rozando mi nariz por su hombro, depositando besos por aquí y por allá. -Emilia y yo éramos las mejores amigas, hacíamos todo juntos y éramos igualitas, como dos gotas de agua, tanto que los sirvientes se desesperaban por no saber quién era quién.- Fuera el pantalón mientras yo suspiraba y ponía una nueva pausa en medio de la historia, tantas cosas qué contar... tantos detalles... y tan poco tiempo para contarle todo lo que quería que supiera. Un resumen de mi vida que no le diría nada más que lo que quisiera preguntar una vez terminada la historia.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Mantuve el silencio que había estado guardando, sólo roto por aquel “gracias” que me fue inevitable pronunciar, también me quedé quieto, atento a la continuación de aquella historia, mi rostro muy cerca de la curvatura de su cuello, mi nariz rozando su piel mientras sus palabras tristes llegan a mis oídos, su voz me parece una ensoñación taciturna, algo que llega de lejos y que me cuesta trabajo comprender, como si estuviera en una lengua olvidada, y me siento un niño curioso con mil preguntas pero al que no se le permite cuestionar so pena de un castigo mayor.
Todo lo que me decía me parecía igualmente interesante y absolutamente aciago, y sentía que me estaba entrometiendo en una intimidad celosamente guardada, sin embargo había sido ella quien había decidido decirme todo, contarme su historia y por ese lado era un tipo realmente afortunado, contar con su confianza me hacía sentir venturoso, de vez en cuando a mis 500 años tengo momentos como este, en el que la buena fortuna se apiada de mí y me pone personas como Magnolia en el camino, personas que confían en mí, que no me huyen, que no se irán, poco a poco recargo la frente en su hombro mientras la sigo escuchando, parece un relato triste para antes de ir a dormir, un cuento afligido, y lo único que puedo hacer es quedarme ahí a su lado con ese perfil de derrota, de algún modo puedo entenderla aunque nuestras historias difieren en tiempo, lugar y forma, no lo hacen en el fondo, es perder, ambas historias se tratan de perder y por eso me quedo a su lado sin moverme, porque ambos somos protagonistas de crónicas perdidas en el olvido.
Sentí sus manos luchar con el cinturón y fue hasta entonces que tuve fuerza para alzar la mirada, cruzar mis ojos con los suyos, verla semidesnuda frente a mí, sin embargo, ella continuó hablando y de inmediato agaché la mirada, no sé por qué, tal vez porque pensaba en lo que a mí me gustaría y en definitiva me gustaría que no me miraran a los ojos mientras hablaba de mi pasado. Iba a ayudarla con el pantalón pero ella pudo sola, la ayudé sólo un poco para lograr sacarlo de los tobillos. Entonces ambos estuvimos igual, con el mínimo de ropa sentados al borde de la cama.
La tomé por la cintura y le besé el cuello mientras poco a poco la tendía sobre la cama, tan lento que quería que ella no se diera cuenta. Estuvimos como antes estábamos recostados en el jardín, sólo que ahora eran sábanas de algodón egipcio y no flores las que nos rodeaban. Yo en silencio, yo sin atreverme a hablar, sin atreverme a decirle algo, porque ¿qué iba a decirle?, nada que dijera o hiciera iba a borrar su historia, o la iba a hacer menos dolorosa.
Una vez que estuvimos así en la cama le sonreí con tristeza, preguntándole con los ojos qué era lo que seguía, en su relato o con nosotros, ni yo mismo estuve seguro. Acaricié su frente y su cabello por un instante, con el pulgar dibujando trazos inciertos en su piel, como si ese simple acto pudiera darle consuelo, sabía que no era así, pero lo intentaba, al menos lo estaba intentando. Ni esas caricias castas ni lo que venía a continuación iban a confortarla como para olvidar la tragedia de su vida.
Todo lo que me decía me parecía igualmente interesante y absolutamente aciago, y sentía que me estaba entrometiendo en una intimidad celosamente guardada, sin embargo había sido ella quien había decidido decirme todo, contarme su historia y por ese lado era un tipo realmente afortunado, contar con su confianza me hacía sentir venturoso, de vez en cuando a mis 500 años tengo momentos como este, en el que la buena fortuna se apiada de mí y me pone personas como Magnolia en el camino, personas que confían en mí, que no me huyen, que no se irán, poco a poco recargo la frente en su hombro mientras la sigo escuchando, parece un relato triste para antes de ir a dormir, un cuento afligido, y lo único que puedo hacer es quedarme ahí a su lado con ese perfil de derrota, de algún modo puedo entenderla aunque nuestras historias difieren en tiempo, lugar y forma, no lo hacen en el fondo, es perder, ambas historias se tratan de perder y por eso me quedo a su lado sin moverme, porque ambos somos protagonistas de crónicas perdidas en el olvido.
Sentí sus manos luchar con el cinturón y fue hasta entonces que tuve fuerza para alzar la mirada, cruzar mis ojos con los suyos, verla semidesnuda frente a mí, sin embargo, ella continuó hablando y de inmediato agaché la mirada, no sé por qué, tal vez porque pensaba en lo que a mí me gustaría y en definitiva me gustaría que no me miraran a los ojos mientras hablaba de mi pasado. Iba a ayudarla con el pantalón pero ella pudo sola, la ayudé sólo un poco para lograr sacarlo de los tobillos. Entonces ambos estuvimos igual, con el mínimo de ropa sentados al borde de la cama.
La tomé por la cintura y le besé el cuello mientras poco a poco la tendía sobre la cama, tan lento que quería que ella no se diera cuenta. Estuvimos como antes estábamos recostados en el jardín, sólo que ahora eran sábanas de algodón egipcio y no flores las que nos rodeaban. Yo en silencio, yo sin atreverme a hablar, sin atreverme a decirle algo, porque ¿qué iba a decirle?, nada que dijera o hiciera iba a borrar su historia, o la iba a hacer menos dolorosa.
Una vez que estuvimos así en la cama le sonreí con tristeza, preguntándole con los ojos qué era lo que seguía, en su relato o con nosotros, ni yo mismo estuve seguro. Acaricié su frente y su cabello por un instante, con el pulgar dibujando trazos inciertos en su piel, como si ese simple acto pudiera darle consuelo, sabía que no era así, pero lo intentaba, al menos lo estaba intentando. Ni esas caricias castas ni lo que venía a continuación iban a confortarla como para olvidar la tragedia de su vida.
Invitado- Invitado
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Ni siquiera necesita tocarme puntos obvios para que el deseo crezca en mi interior, el roce de su aliento en mi piel, la sensación de tenerlo tan cerca, escuchándome, sólo para mi, el hecho de que no pregunte nada obedeciendo a mi petición me derrite para dejarme hecha un charco inservible en el suelo. Me detenía a tomar aire y para saber qué seguía en la historia, yo la sabía de memoria pero los acontecimientos se dedicaban a pasar uno detrás de otro en mi mente sin darme oportunidad de contar de uno en uno. Quería que mi boca fuera lo suficientemente rápida para captar todo lo que mi cerebro quería que le dijera. Sentía cómo a cada palabra que salía de mi boca, un peso de mi espalda se me iba disolviendo haciando más ligera mi carga, porque él me estaba escuchando y en ese momento era lo único que me importaba, que él me escuchara, que escuchara mi historia y que no me juzgara por lo que había pasado, que escuchara mi vida entera y que al final me dijera que todo iba a estar bien porque yo había pasado diez años de mi vida diciéndome a mi misma que todo iba a estar bien a falta de alguien que me lo dijera y sin creerme nada de lo que salía de mi boca.
Dejé salir un suspiro cuando me besó el cuello dejándome llevar por sus movimientos hasta estar acostados uno junto al otro mientras yo seguía buscando una continuación de mi historia. Vi su sonrisa y fue lo que me animó a seguir, fue instintivo, mi boca se abrió y mi voz salió disparada sin preguntar nada, solamente contando lo que alguna vez había sido de los Von Habsburg. -Perdimos a mi abuelo por la negligencia de mi padre... se fue un día y no volvió a vernos... perdimos a mi padre en la bebida y las apuestas... y a mi madre de angustia un poco después. La primera muerte en mi familia- Después se ponía peor todo pero sus caricias me hacían querer continuar, no iba a dejarlo a la mitad, no cuando comenzaba la parte interesante de la historia. -Em y yo nos acostumbramos a ser hijas de los sirvientes, no nos faltaba nada porque mi padre vendía todo lo que le aparecía enfrente para pagar sus deudas de juego, caballos, muebles, pinturas, cubiertos, vestidos de mi madre, joyas. Todo. Era una parte importante de la historia, no podía ocultar la naturaleza de mi padre. -A Em y a mi no nos importaba quedarnos sin nada mientras nos tuviéramos la una a la otra... eran solo cosas materiales, lo importante era poder tomarnos de las manos en las noches de tormenta, salir a jugar en el bosque sin que nadie se enterara, cambiarnos para molestar a los sirvientes... teníamos diez años, ¿Qué más podíamos pensar?-
Miraba al techo dedicándole revisiones constantes a mi escucha de reojo. Mis manos en mi abdomen que subía y bajaba de acuerdo a mi respiración. Me mordí el labio girando mi cuerpo hasta quedar de lado para poder deslizar mi dedo índice por su torso, dibujando figuras que no tenían ni un principio ni un final, que no tenían significado alguno. Un sollozo que no quería ser sollozo se me escapó de entre los labios, había abierto la boca para seguir contando mi historia pero se me quebró la voz. Tomé aire, inspiré hondo y pasé saliva esperando que el nudo en mi garganta se deshiciera o bajara un poco para que me dejara hablar. Venía el incendio en el que perdí todo, el incendio que me había dejado solamente con siete libros que guardaba con celo, mi violín que se había salvado apenas y una cicatriz que cruzaba la palma de mi mano borrando las líneas con las que había nacido.
Dejé salir un suspiro cuando me besó el cuello dejándome llevar por sus movimientos hasta estar acostados uno junto al otro mientras yo seguía buscando una continuación de mi historia. Vi su sonrisa y fue lo que me animó a seguir, fue instintivo, mi boca se abrió y mi voz salió disparada sin preguntar nada, solamente contando lo que alguna vez había sido de los Von Habsburg. -Perdimos a mi abuelo por la negligencia de mi padre... se fue un día y no volvió a vernos... perdimos a mi padre en la bebida y las apuestas... y a mi madre de angustia un poco después. La primera muerte en mi familia- Después se ponía peor todo pero sus caricias me hacían querer continuar, no iba a dejarlo a la mitad, no cuando comenzaba la parte interesante de la historia. -Em y yo nos acostumbramos a ser hijas de los sirvientes, no nos faltaba nada porque mi padre vendía todo lo que le aparecía enfrente para pagar sus deudas de juego, caballos, muebles, pinturas, cubiertos, vestidos de mi madre, joyas. Todo. Era una parte importante de la historia, no podía ocultar la naturaleza de mi padre. -A Em y a mi no nos importaba quedarnos sin nada mientras nos tuviéramos la una a la otra... eran solo cosas materiales, lo importante era poder tomarnos de las manos en las noches de tormenta, salir a jugar en el bosque sin que nadie se enterara, cambiarnos para molestar a los sirvientes... teníamos diez años, ¿Qué más podíamos pensar?-
Miraba al techo dedicándole revisiones constantes a mi escucha de reojo. Mis manos en mi abdomen que subía y bajaba de acuerdo a mi respiración. Me mordí el labio girando mi cuerpo hasta quedar de lado para poder deslizar mi dedo índice por su torso, dibujando figuras que no tenían ni un principio ni un final, que no tenían significado alguno. Un sollozo que no quería ser sollozo se me escapó de entre los labios, había abierto la boca para seguir contando mi historia pero se me quebró la voz. Tomé aire, inspiré hondo y pasé saliva esperando que el nudo en mi garganta se deshiciera o bajara un poco para que me dejara hablar. Venía el incendio en el que perdí todo, el incendio que me había dejado solamente con siete libros que guardaba con celo, mi violín que se había salvado apenas y una cicatriz que cruzaba la palma de mi mano borrando las líneas con las que había nacido.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Qué más me quedaba a mí que escucharla, qué otra cosa podía hacer si ella eso deseaba y yo también, sonaba a una vieja historia, casi irreal, o que yo quería que así lo fuera porque la sola idea de pensar en Magnolia pasando por todo eso me parecía atroz, un crimen imperdonable y conociéndome en cualquier instante empezaría a desear buscar a los culpables de aquel atropello, aunque no los hubiera. Así como estábamos comencé a deslizar la yema de los dedos por su piel, a penas tocando, acariciando muy suave, haciendo círculos infinitos que le hicieran saber que ahí seguía, que no importaba que tan feas se pusieran las cosas en su relato, o en la vida en general, ahí me iba a quedar. Su historia, desde luego, continuó, y al tiempo que seguía hablando yo seguía dibujando constelaciones al azar en su piel, suave para no turbarla, pero sin perder el contacto para no extrañarla.
Era como una historia que había esperado mucho tiempo para salir a la luz, no sé a cuántos antes que a mí se las haya contado, y no me interesaba, lo importante era que en mí estaba depositando esa confianza y lo único que me preocupaba era estar a la altura, ser digno de ella. No sabía a dónde terminaría aquello pero al final, supuse, todos en su vida terminaban yéndose, y si yo sufro día y noche por haber perdido a mi familia de un solo plumazo del destino, supongo que debe ser más terrible aún perderlos de a poco, como una máquina que se va desarmando y deja de funcionar, como algo grande que se desmorona y queda nada. Nada es una palabra contundente.
Se detuvo y yo también en mi labor de tocarla, la miré y no sólo su voz la delataba, también su expresión de congoja, su ceño ligeramente fruncido y sus ojos con aquel brillo que yo conocía muy bien, maximizado por la tenue luz de las velas. La tomé de la mano, qué más me quedaba, me hubiera gustado saber la historia de antemano para continuarla yo ya que evidentemente ella se estaba quebrando, o ya estaba así desde antes, desde hace mucho, desde que lo había perdido todo pero hasta ahora me permitía ver sus cuarteaduras. Si lo que me contaba me parecía un crimen, ver su rostro inmaculado manchado por la sombra de la tristeza no era sólo un crimen, era un pecado, había algo que simplemente estaba mal en eso, ver a una mujer tan hermosa (no sólo físicamente) con aquella expresión apocada estaba mal, tan sencillo como eso.
Apreté un poco mi mano sobre la suya, ambas sobre su abdomen que subía y bajaba conforme el aire era requerido; si quería seguir, si quería parar, eso no importaba, no iba a cambiar nada y quería que lo supiera aunque no lo dije con palabras, primero porque yo no podía hablar, porque la obedecería hasta que ella lo dispusiera, y porque no hacían falta, yo podía decirle todo aquello con un gesto y una mirada, un ademán e incluso con sólo pensarlo. Aguardé inmóvil, sabía que ella era fuerte y se iba a recomponer, y si esa noche no lo lograba, si esa noche no se sentía fuerte, la abrazaría y nada más, otro día o tal vez nunca terminaría su historia.
Era como una historia que había esperado mucho tiempo para salir a la luz, no sé a cuántos antes que a mí se las haya contado, y no me interesaba, lo importante era que en mí estaba depositando esa confianza y lo único que me preocupaba era estar a la altura, ser digno de ella. No sabía a dónde terminaría aquello pero al final, supuse, todos en su vida terminaban yéndose, y si yo sufro día y noche por haber perdido a mi familia de un solo plumazo del destino, supongo que debe ser más terrible aún perderlos de a poco, como una máquina que se va desarmando y deja de funcionar, como algo grande que se desmorona y queda nada. Nada es una palabra contundente.
Se detuvo y yo también en mi labor de tocarla, la miré y no sólo su voz la delataba, también su expresión de congoja, su ceño ligeramente fruncido y sus ojos con aquel brillo que yo conocía muy bien, maximizado por la tenue luz de las velas. La tomé de la mano, qué más me quedaba, me hubiera gustado saber la historia de antemano para continuarla yo ya que evidentemente ella se estaba quebrando, o ya estaba así desde antes, desde hace mucho, desde que lo había perdido todo pero hasta ahora me permitía ver sus cuarteaduras. Si lo que me contaba me parecía un crimen, ver su rostro inmaculado manchado por la sombra de la tristeza no era sólo un crimen, era un pecado, había algo que simplemente estaba mal en eso, ver a una mujer tan hermosa (no sólo físicamente) con aquella expresión apocada estaba mal, tan sencillo como eso.
Apreté un poco mi mano sobre la suya, ambas sobre su abdomen que subía y bajaba conforme el aire era requerido; si quería seguir, si quería parar, eso no importaba, no iba a cambiar nada y quería que lo supiera aunque no lo dije con palabras, primero porque yo no podía hablar, porque la obedecería hasta que ella lo dispusiera, y porque no hacían falta, yo podía decirle todo aquello con un gesto y una mirada, un ademán e incluso con sólo pensarlo. Aguardé inmóvil, sabía que ella era fuerte y se iba a recomponer, y si esa noche no lo lograba, si esa noche no se sentía fuerte, la abrazaría y nada más, otro día o tal vez nunca terminaría su historia.
Invitado- Invitado
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Intenté tranquilizarme con respiraciones cada vez más profundas, con su mano en mi abdomen que me hacía saber que estaba conmigo pasara lo que pasara, dijera lo que dijera, callara lo que yo quisiera callar. Pero no era momento de echarme para atrás, no podía dejar la historia por la mitad solamente porque lo que seguía iba a partirme el corazón como cada vez que lo recordaba, porque así me tenía cuarteada ese órgano que solamente me estorbaba al hacerme vivir repetidamente lo que yo hubiera deseado que nunca pasara. Bajé la mirada instantáneamente a sus dedos que paseaban por mi cuerpo como si quisieran ir dibujando algo que tuviera algún sentido en ese torbellino de ideas que revoloteaban ya por la habitación. Me gustaba y odiaba al mismo tiempo su silencio. Porque quería que me dijera que todo estaba bien, que me iba a recuperar y que todo el dolor que había sentido y que ahora sentía de vez en cuando se disolvería en la nada y podría volver a ser alguien digno de ser feliz. Me acerqué a él sintiendo la presión de su mano en la mía y lo besé. Tomándome mi tiempo. Haciendo tiempo para el desenlace de la historia. Ojos cerrados, bocas pegadas, lenguas explorando. Sólo un beso. Como cualquier otro. O tal vez como ningún otro.
No me despegué de él cuando terminé de besarlo, mi respiración se entrecortaba y la suya me pegaba en la piel del rostro. Quería fundir nuestros cuerpos en uno solo, para no tener que sentir el frío que mis palabras me dejaban por dentro, quería una manta para mi alma. -Háblame ahora. Dime que va a estar bien- Susurré. No supe si me había escuchado o si lo había dicho tan bajito y el viento se había llevado mi aliento a un lugar lejando y desconocido. Mantuve cerrados los ojos decidiendo continuar pero dejando una pausa larga antes de abrir la boca, un interludio, intermedio, pausa, descanso. La historia continuó en susurros que golpeaban contra su piel fría. -Una noche los acreedores de mi padre no quisieron esperar más... ya hacía mucho tiempo que mi padre no dormía en su cama, se quedaba dormido en el despacho con el único amigo que le quedaba: el alcohol.- Por eso yo no bebía, solamente licor de cereza pero nunca de más y jamás me había emborrachado. No quería ser como él. -Emilia se había quedado dormida pero yo daba vueltas y vueltas en mi cama... y por más que le llamaba para que despertaba, tenía el sueño muy pesado...- Pausa de nuevo. Un poco más larga. -Bajé a la cocina por leche tibia y entonces todo comenzó... ruido de cristales rotos, caballos desbocados, palabrotas dirigidas hacia mi padre, luces afuera de la casa...-
Esta vez duré más tiempo callada, bajando mis manos a su trasero para apretarlo contra mi en una especie de salvación de último minuto, quería mantenerme en este mundo para conservar la poca cordura que me quedaba, saber lo que tenía que hacer, cómo lo tenía que hacer y cuándo, tener la certeza de que por mucho que me hubiera quedado sola para siempre, mis manos sobre la piel de un hombre nunca me fallarían, era lo único que tenía. Mi respiración se había hecho más pesada. -Incendiaron la casa....- Pasé la palma de la mano quemada por su hombro, no sabía si lo sentiría pero yo la sentía diferente. -Todos estábamos dentro...- ¿Qué más podía decir? Por un momento la locura se apoderó de mi y solamente atiné a cubrirme los oídos y a apretar los párpados, igual que había hecho hacía tanto tiempo por no poder salvar a mi hermana y no querer escuchar sus gritos de agonía. -¡¡No pude regresar por ella, no pude salvarla... no podía... no me dejaron regresar y quemarme en ese maldito infierno junto con ella!!- Yo merecía regresar, y no vivir jamás la vida que me había tocado vivir.
-No quería escucharla gritar... no podía... pero me quedé ahí afuera hasta que alguien vino a detener el fuego y me encontró en brazos de la cocinera de la casa que me había sacado y que lloraba mi pérdida como si hubiera sido suya- No sabía que todo eso podía ponerse peor de lo que ya estaba. -No pude salvar nada... siete libros... un violín... la ropa que tenía puesta...-
No me despegué de él cuando terminé de besarlo, mi respiración se entrecortaba y la suya me pegaba en la piel del rostro. Quería fundir nuestros cuerpos en uno solo, para no tener que sentir el frío que mis palabras me dejaban por dentro, quería una manta para mi alma. -Háblame ahora. Dime que va a estar bien- Susurré. No supe si me había escuchado o si lo había dicho tan bajito y el viento se había llevado mi aliento a un lugar lejando y desconocido. Mantuve cerrados los ojos decidiendo continuar pero dejando una pausa larga antes de abrir la boca, un interludio, intermedio, pausa, descanso. La historia continuó en susurros que golpeaban contra su piel fría. -Una noche los acreedores de mi padre no quisieron esperar más... ya hacía mucho tiempo que mi padre no dormía en su cama, se quedaba dormido en el despacho con el único amigo que le quedaba: el alcohol.- Por eso yo no bebía, solamente licor de cereza pero nunca de más y jamás me había emborrachado. No quería ser como él. -Emilia se había quedado dormida pero yo daba vueltas y vueltas en mi cama... y por más que le llamaba para que despertaba, tenía el sueño muy pesado...- Pausa de nuevo. Un poco más larga. -Bajé a la cocina por leche tibia y entonces todo comenzó... ruido de cristales rotos, caballos desbocados, palabrotas dirigidas hacia mi padre, luces afuera de la casa...-
Esta vez duré más tiempo callada, bajando mis manos a su trasero para apretarlo contra mi en una especie de salvación de último minuto, quería mantenerme en este mundo para conservar la poca cordura que me quedaba, saber lo que tenía que hacer, cómo lo tenía que hacer y cuándo, tener la certeza de que por mucho que me hubiera quedado sola para siempre, mis manos sobre la piel de un hombre nunca me fallarían, era lo único que tenía. Mi respiración se había hecho más pesada. -Incendiaron la casa....- Pasé la palma de la mano quemada por su hombro, no sabía si lo sentiría pero yo la sentía diferente. -Todos estábamos dentro...- ¿Qué más podía decir? Por un momento la locura se apoderó de mi y solamente atiné a cubrirme los oídos y a apretar los párpados, igual que había hecho hacía tanto tiempo por no poder salvar a mi hermana y no querer escuchar sus gritos de agonía. -¡¡No pude regresar por ella, no pude salvarla... no podía... no me dejaron regresar y quemarme en ese maldito infierno junto con ella!!- Yo merecía regresar, y no vivir jamás la vida que me había tocado vivir.
-No quería escucharla gritar... no podía... pero me quedé ahí afuera hasta que alguien vino a detener el fuego y me encontró en brazos de la cocinera de la casa que me había sacado y que lloraba mi pérdida como si hubiera sido suya- No sabía que todo eso podía ponerse peor de lo que ya estaba. -No pude salvar nada... siete libros... un violín... la ropa que tenía puesta...-
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Era claro que estaba turbada, y no era para menos, quería que con el simple contacto conmigo pudiera tranquilizarse, pero esa habilidad no la tengo yo ni nadie, no puedo calmar un alma tan atribulada aunque me lo proponga con firmeza. Mirándola, al menos conteniendo su sosiego con mis ojos, su beso me tomó por sorpresa aunque no tardé en corresponder, no sólo era un beso, era un ruego, sentí toda la plegaría de protección en aquel movimiento que bajo otras circunstancias podría representar el parteaguas a algo más básico y salvaje, pero no esta vez, ahora era parte de su relato, el interludio musical entre estrofa y estrofa de una vieja canción que suena desgastada y triste, eso, sobre todo triste. El beso fue un rellano en la loca carrera que estábamos llevando, un descanso, un suspiro, una caída en aquel ascenso al Gólgota; porque todos padecemos calvarios personales, no importa el dinero, el origen, la belleza o la suerte, todos somos una mezcla de melancolía y fobias, y aquel acto tan sencillo fue una tregua momentánea, una que yo iba a darle sin poner pero alguno, porque tanto ella como yo lo necesitábamos.
Me pidió que le hablara, pero qué podía decirle yo que la hiciera sentir menos miserable, nada en absoluto y era frustrante. Pegué mi frente con la suya, nuestros ojos mirándose directo y nuestras respiraciones aún faltas por lo antes sucedido.
-Todo va a estar bien –repetí lo que ella me había pedido que le dijera, porque esa noche yo iba a hacer y ser lo que ella quisiera-, yo estoy aquí –eso último lo agregué casi en medio de un impulso, qué importaba que yo estuviera ahí, yo no iba a hacer menos desdichada su historia o existencia, pero me gustaba pensar que en mi ella podía encontrar refugio.
Guardé silencio, separé nuestras frentes y ella reanudó aquella tortura, una que yo quería aliviar aunque fuera un poco; su voz comenzó bajita hasta ir recobrando su volumen habitual, a pesar de todo, no sonaba monótona bajo ninguna circunstancia, cada frase y palabra iba acompañada de un aspaviento e inflexión que dotaban la narración de una carga emocional única, la que sólo la experiencia, da, la que sólo haberlo vivido en carne propia es capaz de proporcionar. Algo me indicaba a dónde se dirigía todo, no sabía por qué, qué era esa señal foránea que me lo decía, pero estuve seguro. La sentí asirme como impidiendo que me fuera, aunque no hice movimiento alguno que lo indicara, era como si sólo quisiera asegurarse y me removí en mi lugar para quedar más cerca, como si eso hubiera sido posible, entrelacé mi pierna con la de ella; no me iba a mover, a menos que ella dispusiera lo contrario.
Siguió hablando y cada palabra hundía más, y un poco más mi corazón, lo sentía pesado y frío pero era sólo la deprecación de escucharla contarme su historia. Finalmente aquello, lo inevitable, lo que sombríamente ya auguraba, y quién podría culparla por quebrarse al relatar aquello. La abracé con fuerza, deslicé una mano entre su cintura y el colchón y la otra rodeó sus hombros, la atraje hasta mi cuerpo, la acurruqué en mi regazo y la besé en la frente.
-Me gustaría poder decirte algo… -la frase quedó inconclusa, porque no había terminación para ella, era sólo eso, me hubiera encantado tener una palabra adecuada pero no existía, no había sido creada aún y probablemente nunca lo haría. Besé sus mejillas, una a la vez y muy despacio-, no fue tu culpa, no podías hacer nada… -luego continué, parecían frases sueltas de una conversación olvidada, me refería a su hermana, porque si de algo sé, es de culpa y de lidiar con ella (o no saber hacerlo, como sea). Esa frase me golpeó sin previo aviso a mi también, como si el Daniil humano que murió hace tanto se la dijera al Daniil que soy ahora, qué podía hacer yo si no estaba con mi familia cuando los mataron.
Me separé un poco para verla, sin soltarla, abrazándola un poco más fuerte incluso, mi expresión, estoy seguro, era de un pasmo atroz.
-Pero a ella no le gustaría verte así –continué, no sabía de dónde estaba sacando coherencia para seguir hablando-, aunque fueron pocos años, creo que le gustaría más que la recordaras cuando ambas compartían y eran cómplices, que en el momento de su muerte –la volví a sostener de modo que no nos veíamos a los ojos-, sé que es difícil combatir un recuerdo tan poderoso –y se lo estaba diciendo en serio, porque yo lo hacía, peleaba encarnizadamente por no recordarlos en el momento de su muerte –pero eres fuerte, más de lo que crees –eso era verdad, alguien que ha pasado por todo eso y está de pie, lúcido y dispuesto a continuar es un titán, aunque no muchas veces lo vemos.
Me pidió que le hablara, pero qué podía decirle yo que la hiciera sentir menos miserable, nada en absoluto y era frustrante. Pegué mi frente con la suya, nuestros ojos mirándose directo y nuestras respiraciones aún faltas por lo antes sucedido.
-Todo va a estar bien –repetí lo que ella me había pedido que le dijera, porque esa noche yo iba a hacer y ser lo que ella quisiera-, yo estoy aquí –eso último lo agregué casi en medio de un impulso, qué importaba que yo estuviera ahí, yo no iba a hacer menos desdichada su historia o existencia, pero me gustaba pensar que en mi ella podía encontrar refugio.
Guardé silencio, separé nuestras frentes y ella reanudó aquella tortura, una que yo quería aliviar aunque fuera un poco; su voz comenzó bajita hasta ir recobrando su volumen habitual, a pesar de todo, no sonaba monótona bajo ninguna circunstancia, cada frase y palabra iba acompañada de un aspaviento e inflexión que dotaban la narración de una carga emocional única, la que sólo la experiencia, da, la que sólo haberlo vivido en carne propia es capaz de proporcionar. Algo me indicaba a dónde se dirigía todo, no sabía por qué, qué era esa señal foránea que me lo decía, pero estuve seguro. La sentí asirme como impidiendo que me fuera, aunque no hice movimiento alguno que lo indicara, era como si sólo quisiera asegurarse y me removí en mi lugar para quedar más cerca, como si eso hubiera sido posible, entrelacé mi pierna con la de ella; no me iba a mover, a menos que ella dispusiera lo contrario.
Siguió hablando y cada palabra hundía más, y un poco más mi corazón, lo sentía pesado y frío pero era sólo la deprecación de escucharla contarme su historia. Finalmente aquello, lo inevitable, lo que sombríamente ya auguraba, y quién podría culparla por quebrarse al relatar aquello. La abracé con fuerza, deslicé una mano entre su cintura y el colchón y la otra rodeó sus hombros, la atraje hasta mi cuerpo, la acurruqué en mi regazo y la besé en la frente.
-Me gustaría poder decirte algo… -la frase quedó inconclusa, porque no había terminación para ella, era sólo eso, me hubiera encantado tener una palabra adecuada pero no existía, no había sido creada aún y probablemente nunca lo haría. Besé sus mejillas, una a la vez y muy despacio-, no fue tu culpa, no podías hacer nada… -luego continué, parecían frases sueltas de una conversación olvidada, me refería a su hermana, porque si de algo sé, es de culpa y de lidiar con ella (o no saber hacerlo, como sea). Esa frase me golpeó sin previo aviso a mi también, como si el Daniil humano que murió hace tanto se la dijera al Daniil que soy ahora, qué podía hacer yo si no estaba con mi familia cuando los mataron.
Me separé un poco para verla, sin soltarla, abrazándola un poco más fuerte incluso, mi expresión, estoy seguro, era de un pasmo atroz.
-Pero a ella no le gustaría verte así –continué, no sabía de dónde estaba sacando coherencia para seguir hablando-, aunque fueron pocos años, creo que le gustaría más que la recordaras cuando ambas compartían y eran cómplices, que en el momento de su muerte –la volví a sostener de modo que no nos veíamos a los ojos-, sé que es difícil combatir un recuerdo tan poderoso –y se lo estaba diciendo en serio, porque yo lo hacía, peleaba encarnizadamente por no recordarlos en el momento de su muerte –pero eres fuerte, más de lo que crees –eso era verdad, alguien que ha pasado por todo eso y está de pie, lúcido y dispuesto a continuar es un titán, aunque no muchas veces lo vemos.
Invitado- Invitado
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
No estaba segura de que no hubiera podido hacer nada, n mi mente se repetía incesante la idea de que probablemente si me hubiera queado en mi habitación hubiera podido tomar u mano y morir con ella, no solamente haber escapado con una cicatriz horrible en la palma de mi mano y un montón de culpabilidad qué cargar a cuestas por el resto de mis días. Hubiéramos podido gritar juntas en agonía, pero salvarme yo y dejar que ella muriera... era simplemente demasiado qué asimilar. De alguna o de otra manera me sentía la asesina a sangre fría que había incendiado la casa, dejando dentro tanto a mi padre como a mi gemela.
Quería creer en lo que me decía y el hecho de escucharlo de la boca de alguien fuera de mi mente lograba un sentimiento que me calmaba por dentro, aun cuando fuera mentira, era una mentira a la que yo me aferraba para no perder la poca cordura que me quedaba, y me aferraba con uñas y dientes como si él fuera a irse de pronto y dejarme ahí sola, abandonada con todo el dolor que me sobrepasaba en ese momento, hundida en un mar de tragedias y nostalgia para que me ahogara y muriera de una vez por todas. No me di cuenta en qué momento abrí los ojos, en qué momento había dejado de gritarle para escucharlo solamente, mis manos habían buscado quitarse de mis oídos para grabarme cada palabra que me dijera y mi frente se negaba a dejarlo ir tan fácilmente. Mi respiración se entrecortaba mientras mis pulmones luchaban por conseguir más oxígeno que el que les daba con mis resuellos endebles.
Pero no se fue. Se acercó más a mi y ahí fue cuando me abandoné por completo. Esa noche podía ser quien yo quisiera pero sería suya, toda yo. Por el simple hecho de quedarse conmigo, de resguardarme, de querer edificar un refugio dentro de mi donde mi yo interna pudiera esconderse sin ser víctima de mis propios pensamientos, donde nadie pudiera hacerme daño y la culpa se disipara hasta hacerse invisible, un lugar donde yo estuviera a salvo de todo aquello que me lastimaba, de mis recuerdos, de lo que decía la gente, de los juicios de todos, de mi misma. Me abracé a él para no dejar un solo espacio entre nosotros, para pegar pecho con pecho, abdomen con abdomen, el resto de la ropa que quedaba entre ambos cuerpos como única separación entre nosotros.
No necesitaba decirme nada, sus brazos ya lo hacían por él, su aliento en mi rostro, su cuerpo pegado al mío, sus oídos atentos, sus ojos tiernos sobre los míos escuchando lo que tenía que decirme, dejando que la sensación de ser más que la gemela que se había salvado negligentemente de un incendio que nos tocaba a ambas, me bañara completa. Nunca había pensado en Emilia mirándome desde el cielo para cuidarme. Creía en Dios pero hacía tanto tiempo que me sentía indigna de asistir a una Iglesia que probablemente ese Dios ya se habría olvidado de mi. Creía en el cielo pero al ser un lugar que yo nunca pisaría, había decidido no hacerme ilusiones, no pensar en él, no crearme falsas esperanzas. Mejor pensar en que cuando muriera, mi existencia posterior sería aun peor que la vida que había llegado. Mucho peor. -Yo no quería que muriera... yo no quería quedarme sola... no quería que me vendieran... no quería...-
No iba a llorar, me había secado anteriormente, tan sólo dejaba que la voz se me quebrara de cuando en cuando con motivo de mis propios demonios internos. NEgaba una y otra vez sin estar dispuesta a separarme de él jamás, no quería eso, quería fundirme con el único cuerpo frío que me había dejado sentir más calor que nunca en mi vida. Tardé un momento en recuperar la compostura porque iba a necesitarla para el final. No porque el final fuera peor, era una historia con la que había aprendido a vivir después de tanto tiempo. Era solamente para contarlo de la manera debida. Respiré profundamente, acomodé mis labios junto a su oido y me acomodé para pegar más mi cuerpo al suyo. -Me vendieron para saldar las deudas de mi padre... a un burdel... a una madame que me enseñó todo lo que sé... vendiendo mi inocencia al mejor postor... negocio con el cual pude saldar media deuda de un solo movimiento... quedándome marcada para siempre... sabiendo que nunca podría sacudirme a la puta que llevo dentro..- Había terminado en un susurro. Un susurro que cerró la historia de mi vida dejándola en el aire para cualquiera que quisiera venir a escuchar los ecos sobrantes de la misma. Una cicatriz grotesca que aun cuando estaba cerrada, no dejaba de causar resquemor a todo aquel que la veía. Había terminado por fin con el relato de Olivia, había dicho lo que tenía que decir y lo que me dolía tanto decir, había pasado del sangriento clímax al descenlace conformista en menos de unos minutos. Y durante todo ese tiempo, él no se fue de mi lado.
Quería creer en lo que me decía y el hecho de escucharlo de la boca de alguien fuera de mi mente lograba un sentimiento que me calmaba por dentro, aun cuando fuera mentira, era una mentira a la que yo me aferraba para no perder la poca cordura que me quedaba, y me aferraba con uñas y dientes como si él fuera a irse de pronto y dejarme ahí sola, abandonada con todo el dolor que me sobrepasaba en ese momento, hundida en un mar de tragedias y nostalgia para que me ahogara y muriera de una vez por todas. No me di cuenta en qué momento abrí los ojos, en qué momento había dejado de gritarle para escucharlo solamente, mis manos habían buscado quitarse de mis oídos para grabarme cada palabra que me dijera y mi frente se negaba a dejarlo ir tan fácilmente. Mi respiración se entrecortaba mientras mis pulmones luchaban por conseguir más oxígeno que el que les daba con mis resuellos endebles.
Pero no se fue. Se acercó más a mi y ahí fue cuando me abandoné por completo. Esa noche podía ser quien yo quisiera pero sería suya, toda yo. Por el simple hecho de quedarse conmigo, de resguardarme, de querer edificar un refugio dentro de mi donde mi yo interna pudiera esconderse sin ser víctima de mis propios pensamientos, donde nadie pudiera hacerme daño y la culpa se disipara hasta hacerse invisible, un lugar donde yo estuviera a salvo de todo aquello que me lastimaba, de mis recuerdos, de lo que decía la gente, de los juicios de todos, de mi misma. Me abracé a él para no dejar un solo espacio entre nosotros, para pegar pecho con pecho, abdomen con abdomen, el resto de la ropa que quedaba entre ambos cuerpos como única separación entre nosotros.
No necesitaba decirme nada, sus brazos ya lo hacían por él, su aliento en mi rostro, su cuerpo pegado al mío, sus oídos atentos, sus ojos tiernos sobre los míos escuchando lo que tenía que decirme, dejando que la sensación de ser más que la gemela que se había salvado negligentemente de un incendio que nos tocaba a ambas, me bañara completa. Nunca había pensado en Emilia mirándome desde el cielo para cuidarme. Creía en Dios pero hacía tanto tiempo que me sentía indigna de asistir a una Iglesia que probablemente ese Dios ya se habría olvidado de mi. Creía en el cielo pero al ser un lugar que yo nunca pisaría, había decidido no hacerme ilusiones, no pensar en él, no crearme falsas esperanzas. Mejor pensar en que cuando muriera, mi existencia posterior sería aun peor que la vida que había llegado. Mucho peor. -Yo no quería que muriera... yo no quería quedarme sola... no quería que me vendieran... no quería...-
No iba a llorar, me había secado anteriormente, tan sólo dejaba que la voz se me quebrara de cuando en cuando con motivo de mis propios demonios internos. NEgaba una y otra vez sin estar dispuesta a separarme de él jamás, no quería eso, quería fundirme con el único cuerpo frío que me había dejado sentir más calor que nunca en mi vida. Tardé un momento en recuperar la compostura porque iba a necesitarla para el final. No porque el final fuera peor, era una historia con la que había aprendido a vivir después de tanto tiempo. Era solamente para contarlo de la manera debida. Respiré profundamente, acomodé mis labios junto a su oido y me acomodé para pegar más mi cuerpo al suyo. -Me vendieron para saldar las deudas de mi padre... a un burdel... a una madame que me enseñó todo lo que sé... vendiendo mi inocencia al mejor postor... negocio con el cual pude saldar media deuda de un solo movimiento... quedándome marcada para siempre... sabiendo que nunca podría sacudirme a la puta que llevo dentro..- Había terminado en un susurro. Un susurro que cerró la historia de mi vida dejándola en el aire para cualquiera que quisiera venir a escuchar los ecos sobrantes de la misma. Una cicatriz grotesca que aun cuando estaba cerrada, no dejaba de causar resquemor a todo aquel que la veía. Había terminado por fin con el relato de Olivia, había dicho lo que tenía que decir y lo que me dolía tanto decir, había pasado del sangriento clímax al descenlace conformista en menos de unos minutos. Y durante todo ese tiempo, él no se fue de mi lado.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Yo era el espectador de una obra de teatro que no quería ver, pero debía mirar con atención; no quería porque me hacía darme cuenta que por más que me esforzara, las desgracias suceden en este mundo que tontamente me decidí a salvar, pero debía porque era una promesa implícita entre ambos y que iba a cumplir por más que me dolieran sus palabras. Al menos, por esa noche, me iba a encargar de brindarle la sensación de que mi protección hacía ella era de carácter perpetuo, aunque no fuera así, aunque mañana, al alba esta unión resultara endeble y débil, y se rompiera con el primer rayo de sol, quería confeccionar para ambos esa ilusión y hacerla sentir real, de que era para siempre, aunque ambos supiéramos de antemano que no iba a ser así. Las imágenes de lo que me estaba contando me atacaron como una horda de insectos que me pican las manos, y eran sólo imágenes fabricadas en mi mente, no podía medir la magnitud de lo que era tener esos cuadros vívidos, noche y día y tener que vivir con ellos porque no hay más opción.
Por supuesto que no quería que su hermana muriera, pero qué le iba a decir yo, que tampoco quería que mi familia muriera, en cuanto esas palabras escaparon de su boca lo único que pude hacer fue estrujarla más, de modo que mi boca quedara cerca de su oído.
-No siempre obtenemos lo que queremos –le dije muy quedo en un susurro débil, porque eran palabras terribles-, pero si lo intentamos, obtenemos lo que necesitamos –había aprendido aquella filosofía hacía muchos años, y aunque no menguaba el dolor del que era víctima, me ayudaba a contenderlo mejor, y si eso hacía llevadero, aunque fuese un ápice, el propio desconsuelo de Magnolia, era ya un gran logro para mí.
Se estremecía en mis brazos, pero era como si la casa entera lo hiciera, el suelo bajo sus pies, porque su tristeza me golpeaba y me tambaleaba pero no podía caerme porque de nada servía que los dos nos pusiéramos en el mismo tenor. Me contenía y me sobreponía a sus palabras, que eran de un sabor acre horrible, pero tenía que tragarlas como una medicina necesaria, sin hacer gestos, sin decir en voz alta que sabía mal, eso ambos lo sabíamos. Terminó su historia en un anticlimático desenlace, uno que no sabes cómo clasificar, si bien fue una atrocidad que la vendieran siendo una inocente jovencita, había conseguido conquistar más batallas de las que llevaba cuenta, seguramente. Era un final y nada más, ni feliz, ni triste, ni nada, porque los finales son sólo eso, el término de algo, y lo único que me queda a mi es decirle como consuelo torpe que ese capítulo de su vida se ha cerrado, y ahora, a pesar de su profesión y todo, ha encontrado amigos y gente que quiere escuchar su historia, como yo, porque decirla en voz alta alivia el dolor, yo lo sé bien, a veces me sorprendo a mi mismo contando mi historia en voz alta aunque no haya escucha, sólo para hacerla parecer menos atroz.
Retiré un mechón de cabello de su rostro para ver sus ojos, el brillo en ellos danzando a la par que las velas que poco a poco se han consumido al pasar de la noche. Una media sonrisa se dibujó en mi rostro mientras mis ojos no se separaban de los de ella, pero mi expresión, estoy seguro, debía ser de aflicción pura.
-Pero… -dije sin darme cuenta, el inicio de la frase salió sin pedir permiso, ahora sólo me quedaba terminarla –pero son los momentos difíciles los que nos moldean –si era alguien, si era la cortesana maravillosa que yo conocía era gracias al dolor de su pasado, los momentos felices son bienvenidos pero no nos sirven de nada, es la pena, la pérdida y la tristeza las que nos enseñan las lecciones más valiosas.
Me acerqué a ella sin dejarla contestar, podía estar de acuerdo o no, no importaba, sólo quería decírselo, y la besé suave en los labios mientras con el dorso de mi mano acariciaba su mejilla, un beso más en aquella noche en apariencia no hacía la diferencia, pero estos besos eran los incisos que marcaban pauta, también jugaban el papel de contar partes que con palabras no podían contarse, eran mensajeros y heraldos.
Por supuesto que no quería que su hermana muriera, pero qué le iba a decir yo, que tampoco quería que mi familia muriera, en cuanto esas palabras escaparon de su boca lo único que pude hacer fue estrujarla más, de modo que mi boca quedara cerca de su oído.
-No siempre obtenemos lo que queremos –le dije muy quedo en un susurro débil, porque eran palabras terribles-, pero si lo intentamos, obtenemos lo que necesitamos –había aprendido aquella filosofía hacía muchos años, y aunque no menguaba el dolor del que era víctima, me ayudaba a contenderlo mejor, y si eso hacía llevadero, aunque fuese un ápice, el propio desconsuelo de Magnolia, era ya un gran logro para mí.
Se estremecía en mis brazos, pero era como si la casa entera lo hiciera, el suelo bajo sus pies, porque su tristeza me golpeaba y me tambaleaba pero no podía caerme porque de nada servía que los dos nos pusiéramos en el mismo tenor. Me contenía y me sobreponía a sus palabras, que eran de un sabor acre horrible, pero tenía que tragarlas como una medicina necesaria, sin hacer gestos, sin decir en voz alta que sabía mal, eso ambos lo sabíamos. Terminó su historia en un anticlimático desenlace, uno que no sabes cómo clasificar, si bien fue una atrocidad que la vendieran siendo una inocente jovencita, había conseguido conquistar más batallas de las que llevaba cuenta, seguramente. Era un final y nada más, ni feliz, ni triste, ni nada, porque los finales son sólo eso, el término de algo, y lo único que me queda a mi es decirle como consuelo torpe que ese capítulo de su vida se ha cerrado, y ahora, a pesar de su profesión y todo, ha encontrado amigos y gente que quiere escuchar su historia, como yo, porque decirla en voz alta alivia el dolor, yo lo sé bien, a veces me sorprendo a mi mismo contando mi historia en voz alta aunque no haya escucha, sólo para hacerla parecer menos atroz.
Retiré un mechón de cabello de su rostro para ver sus ojos, el brillo en ellos danzando a la par que las velas que poco a poco se han consumido al pasar de la noche. Una media sonrisa se dibujó en mi rostro mientras mis ojos no se separaban de los de ella, pero mi expresión, estoy seguro, debía ser de aflicción pura.
-Pero… -dije sin darme cuenta, el inicio de la frase salió sin pedir permiso, ahora sólo me quedaba terminarla –pero son los momentos difíciles los que nos moldean –si era alguien, si era la cortesana maravillosa que yo conocía era gracias al dolor de su pasado, los momentos felices son bienvenidos pero no nos sirven de nada, es la pena, la pérdida y la tristeza las que nos enseñan las lecciones más valiosas.
Me acerqué a ella sin dejarla contestar, podía estar de acuerdo o no, no importaba, sólo quería decírselo, y la besé suave en los labios mientras con el dorso de mi mano acariciaba su mejilla, un beso más en aquella noche en apariencia no hacía la diferencia, pero estos besos eran los incisos que marcaban pauta, también jugaban el papel de contar partes que con palabras no podían contarse, eran mensajeros y heraldos.
Invitado- Invitado
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Era un sentimiento bipolar, entre más metía el dedo en la herida, mejor me iba sintiendo, como si al sangrar, el corazón dejara de tener tanta presión dentro y tan sólo se calmara por un buen rato más, como si me diera un tiempo muerto para poder vivir mi vida como quisiera sin acordarme de ninguna tragedia ocurrida hace tanto tiempo, como si echara un velo encima de Olivia para que no me acordara de que esa niña tímida y aburrida era la misma que todas las mañanas regresaba a casa con olor a sexo y a vergüenza. Su palabras también me hacían calmarme, más que cualquier otra cosa, más incluso que la propia voz de mi cabeza que me decía que no pasaría nada, que todo estaría bien, que por más que yo fuera una mala persona y una inútil para cualquier cosa, llegaría el día en que todo cambiaría y yo podría dejar del burdel. Pero Daniil no tenía que decirme todo eso, no tenía que plagar la habitación de mentiras, cada una más descarada que la anterior, él sólo tenía que mirarme, que tocarme, que escucharme para hacerme saber que cualquier cosa que hubiera pasado o fuera a pasar, quedaba fuera de nuestro alcance por ahora, quedaba fuera de esas paredes que serían nuestro refugio hoy.
Yo no sabía lo que necesitaba, no tenía idea de qué podría querer en ese justo instante, lo único que sabía era que para no perder la cordura, hoy, esta noche, necesitaba sus brazos a mi alrededor, su aliento en mi piel, sus ojos mirándome y sus labios en los míos. Era todo. Y estaba cumpliendo todas mis expectativas, sobretodo con sus labios en los míos, y con el hecho de estarme rodeando con sus brazos, así fríos como estaban y con la expresión de su cara que denotaba que sufría conmigo. Un poco de solidaridad entre el mar de malas noticias que me envolvían. Devolví el beso enredando una de mis manos en su cabello, dejándome llevar un momento con ese hombre que al segundo encuentro, se había hecho más importante para mi que el mismo aire que respiraba.
Quería devolverle el favor, escuchar su historia y sufrir por él, quería hacerlo sentir mucho mejor, hacerlo sentir algo, cualquier cosa. Cuando me separé apenas me moví, relamí mis labios quedándome con su sabor grabado en la memoria, mordí su labio inferior tomándome el tiempo para que mi respiración se acomodara y sonreírle. -Siempre estás tan frío- Comenté. No como una recriminación a su temperatura corporal. Nunca. Tampoco como un tema fuera de momento. Era más bien como la aceptación total de lo que era y hacerle saber que yo lo sabía. No era algo que fuera a arruinar la amistad que teníamos, a mi sinceramente no me importaba eso, algunos de ellos eran hombres que necesitaban un consuelo mucho más que cualquier otro, tan sólo por haber vivido tanto tiempo y por haber pasado lo que pasaron. Le sonreí cerrando los ojos y pegando mis labios a los suyos para besarlo de nuevo, dejando que la herida que me sangraba dentro me doliera, me ardiera hasta las entrañas y así dejar que él me consolara toda la noche. O lo que quedaba de ella.
Yo no sabía lo que necesitaba, no tenía idea de qué podría querer en ese justo instante, lo único que sabía era que para no perder la cordura, hoy, esta noche, necesitaba sus brazos a mi alrededor, su aliento en mi piel, sus ojos mirándome y sus labios en los míos. Era todo. Y estaba cumpliendo todas mis expectativas, sobretodo con sus labios en los míos, y con el hecho de estarme rodeando con sus brazos, así fríos como estaban y con la expresión de su cara que denotaba que sufría conmigo. Un poco de solidaridad entre el mar de malas noticias que me envolvían. Devolví el beso enredando una de mis manos en su cabello, dejándome llevar un momento con ese hombre que al segundo encuentro, se había hecho más importante para mi que el mismo aire que respiraba.
Quería devolverle el favor, escuchar su historia y sufrir por él, quería hacerlo sentir mucho mejor, hacerlo sentir algo, cualquier cosa. Cuando me separé apenas me moví, relamí mis labios quedándome con su sabor grabado en la memoria, mordí su labio inferior tomándome el tiempo para que mi respiración se acomodara y sonreírle. -Siempre estás tan frío- Comenté. No como una recriminación a su temperatura corporal. Nunca. Tampoco como un tema fuera de momento. Era más bien como la aceptación total de lo que era y hacerle saber que yo lo sabía. No era algo que fuera a arruinar la amistad que teníamos, a mi sinceramente no me importaba eso, algunos de ellos eran hombres que necesitaban un consuelo mucho más que cualquier otro, tan sólo por haber vivido tanto tiempo y por haber pasado lo que pasaron. Le sonreí cerrando los ojos y pegando mis labios a los suyos para besarlo de nuevo, dejando que la herida que me sangraba dentro me doliera, me ardiera hasta las entrañas y así dejar que él me consolara toda la noche. O lo que quedaba de ella.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Había algo en su expresión intrincada que me recordaba a mí. Algo en sus palabras duras como roca y amargas como hiel que contaban parte de lo que yo era también, y de lo que éramos todos a final de cuentas, cada uno con un dolor clavado en el corazón al que nos hemos acostumbrado aunque no debíamos. Su dolor mitigado por el propio dolor, como una herida que sangra, tanto y tan profusamente que en lugar de sufrimiento se comienza a sentir alivio.
Que me hubiera soltado su historia de una forma tan desnuda y sincera me hacía sentir, al menos por esta noche, el hombre más importante sobre esta tierra que cada día me parece que tiene menos salvación. Por eso yo le agradecía a ella, yo había escuchado su historia sin juzgarla porque me servía a mi también, porque aplacaba mis demonios también. Un beso más, otro más, los ángeles que con incienso nos dan la bienvenida al cielo, al paraíso que yo no he de conocer pero que en el lecho y en su regazo ella me permite visitar. Me siento grande, importante, un héroe cuando ella me mira de ese modo, pero también diminuto e insignificante al no poder hacer nada en realidad, al abrir los ojos a la verdad, al caer de golpe al suelo tras estar como intruso en el cielo que yo tengo prohibido. Just the bang and the clatter as an angel hits the ground.
La escuché, su voz era agua que sofocaba en incendio que me consumía en ese instante, un alivio, un descanso, una playa a la cual llegar con naufrago sediento y la miré tratando de no reflejar en mi mirada la consternación que me invadía al saber que ella se había dado cuenta de lo que soy, al pensar que podría salir huyendo porque vaya, cualquiera lo haría, pero estoy seguro que nada de eso logré, que mis ojos reflejaban sin más la tribulación de imaginarse todos esos escenarios, sin embargo eso confirmaba que no sólo es hermosa, inteligente y astuta también, que todo lo que le había dicho lo había dicho con la razón de mi lado, boqueé algo pero no dije nada porque no sabía qué, a menudo me sucede eso, a pesar de la cantidad de libros que he devorado las palabras no suelen ser mi fuerte y en ocasiones simplemente no llegan a mi cabeza para ser articuladas por mi boca, luego simplemente sonreí con gesto triste, una expresión tan común en mí.
-He estado muerto por mucho tiempo –me acerqué a ella y susurré contra su piel, cerrando los ojos y haciendo aquella confesión con suavidad, como un barco anclado al muelle que se mece con el viento y el oleaje. Mi frase, como muchas otras cosas que digo a menudo, era vaga, incierta, un acertijo. Podía ser tomada literalmente, o como una metáfora, cualquier cosa era válida-, pero te aseguro que he de vivir para no permitir que nada malo te vuelva a pasar –comencé a depositar besos dulces y castos a lo largo de su cuello, no era una mentira aunque pareciera una, aunque nuestros caminos se bifurcaran, siempre tendría prevalente el sentimiento de querer protegerla.
Que me hubiera soltado su historia de una forma tan desnuda y sincera me hacía sentir, al menos por esta noche, el hombre más importante sobre esta tierra que cada día me parece que tiene menos salvación. Por eso yo le agradecía a ella, yo había escuchado su historia sin juzgarla porque me servía a mi también, porque aplacaba mis demonios también. Un beso más, otro más, los ángeles que con incienso nos dan la bienvenida al cielo, al paraíso que yo no he de conocer pero que en el lecho y en su regazo ella me permite visitar. Me siento grande, importante, un héroe cuando ella me mira de ese modo, pero también diminuto e insignificante al no poder hacer nada en realidad, al abrir los ojos a la verdad, al caer de golpe al suelo tras estar como intruso en el cielo que yo tengo prohibido. Just the bang and the clatter as an angel hits the ground.
La escuché, su voz era agua que sofocaba en incendio que me consumía en ese instante, un alivio, un descanso, una playa a la cual llegar con naufrago sediento y la miré tratando de no reflejar en mi mirada la consternación que me invadía al saber que ella se había dado cuenta de lo que soy, al pensar que podría salir huyendo porque vaya, cualquiera lo haría, pero estoy seguro que nada de eso logré, que mis ojos reflejaban sin más la tribulación de imaginarse todos esos escenarios, sin embargo eso confirmaba que no sólo es hermosa, inteligente y astuta también, que todo lo que le había dicho lo había dicho con la razón de mi lado, boqueé algo pero no dije nada porque no sabía qué, a menudo me sucede eso, a pesar de la cantidad de libros que he devorado las palabras no suelen ser mi fuerte y en ocasiones simplemente no llegan a mi cabeza para ser articuladas por mi boca, luego simplemente sonreí con gesto triste, una expresión tan común en mí.
-He estado muerto por mucho tiempo –me acerqué a ella y susurré contra su piel, cerrando los ojos y haciendo aquella confesión con suavidad, como un barco anclado al muelle que se mece con el viento y el oleaje. Mi frase, como muchas otras cosas que digo a menudo, era vaga, incierta, un acertijo. Podía ser tomada literalmente, o como una metáfora, cualquier cosa era válida-, pero te aseguro que he de vivir para no permitir que nada malo te vuelva a pasar –comencé a depositar besos dulces y castos a lo largo de su cuello, no era una mentira aunque pareciera una, aunque nuestros caminos se bifurcaran, siempre tendría prevalente el sentimiento de querer protegerla.
Invitado- Invitado
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Sentía la manos como entumidas, como si de pronto me hubiera quedado sin idea de dónde ponerlas, cómo moverme, qué hacer. De pronto me quedaba sin opciones y sin historia que llenara el silencio y me sentía incómoda. No con él, Daniil tenía esa aura que me hacía segura, sino conmigo misma. Como si fuera otra persona en esa misma piel. Y sin embargo lo que tenía muy claro, sumamente claro era que no quería estar en otro lugar que no fuera entre sus brazos. ¿Romántico?, ¿Estúpido?, ¿Totalmente inapropiado? Si. Y yo lo sabía, pero por una noche me tenía que permitir ser romántica, estúpida, inapropiada y sobretodo frágil. Ya mañana me recompondría, me volvería a reconstruir desde los cimientos porque eso era lo que yo hacía siempre. Parchar mis barreras como podía apenas veía que alguien le hacía un agujerito pequeño, reconstruirme desde cero cuando la depresión me golpeaba y me dejaba como un barco a la deriva. Para eso yo era muy buena. Pero sería mañana. Hoy quería ser frágil, quería que me consintiera, que me mimara, que me abrazara, me besara y me quisiera, todo en un mismo movimiento, en un mismo acto, todo al mismo tiempo.
Le sonreí con toda la sinceridad que llevaba encima en ese momento cuano vi su carita preocupada. ¿Qué pensaba?, ¿Que iba a salir corriendo de él? Puse un dedo en sus labios repasándolos por millonésima vez en la noche, apretándome más contra él, parecía que ambos queríamos fundirnos en el cuerpo del otro, hacernos sólo uno. Tal vez así las penas se aligeraran un poco. Lo acaricié con las manos, por donde podía tocar, con una de mis piernas, con los labios donde alcanzaba. -Todos lo estamos...- Devolví el susurro de la misma manera, ojos cerrados, frotando piel contra piel. Y luego me dejé caer al abismo, cuando continuó con su promesa. Un sollozo se me escapó de entre los labios, sollozo que luego se perdió en un gemido provocado solamente por su boca en mi cuello. -Pero para mi estás más vivo que nadie...- Era cierto, era más real que nadie porque estaba conmigo y era más humano que nadie porque me entendía, me había escuchado, me había consolado y ahora tan sólo me sostenía sin juzgarme, sin dejarme sola, sin burlarse.
-Gracias, Daniil- Una tontería después de lo que él había hecho por mi esa noche, una nimiedad comparada con todo lo que me había dado pero no tenía nada más que ofrecer, nada más que un agradecimiento, mi cuerpo que siempre estaría dispuesto a recibirlo y un cachito de mi corazón que probablemente a estas alturas ya se hubiera convertido en un guiñapo inservible y despreciable. Esperaba que fuera suficiente para él. Y si no, tendría toda una vida para devolverle todo lo que había sido para mi en sólo dos días. Deslicé una de mis manos por su espalda hacia abajo, intentando plasmar todo lo que mi boca no decía en una sola caricia. Bajé la cabeza y lo besé en el cabello, aspirando su aroma, todo había quedado en una especie de cámara lenta, todo a fuego lento. Y así era mejor. Esta era nuestra noche. Sólo de él y yo.
Le sonreí con toda la sinceridad que llevaba encima en ese momento cuano vi su carita preocupada. ¿Qué pensaba?, ¿Que iba a salir corriendo de él? Puse un dedo en sus labios repasándolos por millonésima vez en la noche, apretándome más contra él, parecía que ambos queríamos fundirnos en el cuerpo del otro, hacernos sólo uno. Tal vez así las penas se aligeraran un poco. Lo acaricié con las manos, por donde podía tocar, con una de mis piernas, con los labios donde alcanzaba. -Todos lo estamos...- Devolví el susurro de la misma manera, ojos cerrados, frotando piel contra piel. Y luego me dejé caer al abismo, cuando continuó con su promesa. Un sollozo se me escapó de entre los labios, sollozo que luego se perdió en un gemido provocado solamente por su boca en mi cuello. -Pero para mi estás más vivo que nadie...- Era cierto, era más real que nadie porque estaba conmigo y era más humano que nadie porque me entendía, me había escuchado, me había consolado y ahora tan sólo me sostenía sin juzgarme, sin dejarme sola, sin burlarse.
-Gracias, Daniil- Una tontería después de lo que él había hecho por mi esa noche, una nimiedad comparada con todo lo que me había dado pero no tenía nada más que ofrecer, nada más que un agradecimiento, mi cuerpo que siempre estaría dispuesto a recibirlo y un cachito de mi corazón que probablemente a estas alturas ya se hubiera convertido en un guiñapo inservible y despreciable. Esperaba que fuera suficiente para él. Y si no, tendría toda una vida para devolverle todo lo que había sido para mi en sólo dos días. Deslicé una de mis manos por su espalda hacia abajo, intentando plasmar todo lo que mi boca no decía en una sola caricia. Bajé la cabeza y lo besé en el cabello, aspirando su aroma, todo había quedado en una especie de cámara lenta, todo a fuego lento. Y así era mejor. Esta era nuestra noche. Sólo de él y yo.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Alguna vez leí, no recuerdo dónde porque he leído muchos textos, a un poeta que pedía ángeles, porque el infierno lo había consumido por muchos años. “I have need of angels. Enough hell has swallowed me for too many years. But finally understand this—I have burned up one hundred thousand human lives already, from the strength of my pain”.
Tengo necesidad de ángeles, y esta noche no encuentro otro que no sea Magnolia, ella lo es, por no huir de un monstruo como yo, por depositar su frágil confianza en mí sin saber a ciencia cierta que haría yo con esa información. Podía destruirla o arrullarla hasta que sus dolores y pesadillas se desvanezcan en el tiempo, he elegido la segunda porque debe ser un pecado atroz hacerle daño a ella, y muchos pecados he cometido ya como para escribir otro en la lista.
Todos estamos muertos; otro escritor dijo que muchos existimos y muy pocos vivimos, y es probable que tenga razón. De algo que me sirva haber leído tanto por tantos años, que alguien más le ponga palabras a lo que siento porque de ser de otro modo yo me sentiría completamente incapaz, un inútil total al tratar de delinear lo que mi interior intenta decir.
Sentí sus manos y con ellas me decía lo que con su voz no podía, ya era incapaz de decir, y sus besos dibujando mapas imaginarios en mi cuerpo de frío hielo. Mis manos hoscas trataban con ahínco ser delicadas, no lastimarla ni por error, acariciando caderas y vientre, ombligo y espalda, deleitándome con su figura que sí bien ya conocía, no me había dado el tiempo de estudiarla de esta forma.
-¿Gracias? –pregunté contra su cabello mientras nuestros cuerpos se movían al ritmo de un vals silencioso y de cadencia animal-, ¿gracias? –repetí y reí –no tienes que agradecerme, en todo caso… -aguardé para terminar mi frase, la bese suave y tierno en los labios, cerrando los ojos como un chiquillo tan avergonzado que no puede ver sus actos, me separé y la contemplé, su gesto era todo menos el de una puta, era delicado y dulce, era reconfortante, luminoso mientras yo soy la obscuridad-, …yo soy el que tiene que agradecerte –finalmente concluí la frase. Agradecerle por redimir la mierda de mis pecados, de mi vida, de mi no vida, de las complicaciones que solo me busco y en las que solo muero. Por una noche no quiero que sea así, por esta noche quiero sentirme acompañado aunque se vaya al alba y a mí, imposibilitado para salir a la luz del sol, sólo me quede resignarme a que se ha ido.
La tomé de la cintura con delicadeza, era porcelana y yo un buey que no mide su fuerza, así me sentía, como una cabra en una tienda de cristalería, poco a poco la dejé debajo de mí, acaricié su rostro, su cuello, sus hombros, sus pechos con mis manos que de un momento a otro me parecieron más torpes que de costumbre.
-Déjame entonces, agradecerte –hablé con el fragmento de una conversación que parecía terminada ya, le sonreí para luego besarla, lento al principio, demandante conforme el compás lo iba marcando.
Tengo necesidad de ángeles, y esta noche no encuentro otro que no sea Magnolia, ella lo es, por no huir de un monstruo como yo, por depositar su frágil confianza en mí sin saber a ciencia cierta que haría yo con esa información. Podía destruirla o arrullarla hasta que sus dolores y pesadillas se desvanezcan en el tiempo, he elegido la segunda porque debe ser un pecado atroz hacerle daño a ella, y muchos pecados he cometido ya como para escribir otro en la lista.
Todos estamos muertos; otro escritor dijo que muchos existimos y muy pocos vivimos, y es probable que tenga razón. De algo que me sirva haber leído tanto por tantos años, que alguien más le ponga palabras a lo que siento porque de ser de otro modo yo me sentiría completamente incapaz, un inútil total al tratar de delinear lo que mi interior intenta decir.
Sentí sus manos y con ellas me decía lo que con su voz no podía, ya era incapaz de decir, y sus besos dibujando mapas imaginarios en mi cuerpo de frío hielo. Mis manos hoscas trataban con ahínco ser delicadas, no lastimarla ni por error, acariciando caderas y vientre, ombligo y espalda, deleitándome con su figura que sí bien ya conocía, no me había dado el tiempo de estudiarla de esta forma.
-¿Gracias? –pregunté contra su cabello mientras nuestros cuerpos se movían al ritmo de un vals silencioso y de cadencia animal-, ¿gracias? –repetí y reí –no tienes que agradecerme, en todo caso… -aguardé para terminar mi frase, la bese suave y tierno en los labios, cerrando los ojos como un chiquillo tan avergonzado que no puede ver sus actos, me separé y la contemplé, su gesto era todo menos el de una puta, era delicado y dulce, era reconfortante, luminoso mientras yo soy la obscuridad-, …yo soy el que tiene que agradecerte –finalmente concluí la frase. Agradecerle por redimir la mierda de mis pecados, de mi vida, de mi no vida, de las complicaciones que solo me busco y en las que solo muero. Por una noche no quiero que sea así, por esta noche quiero sentirme acompañado aunque se vaya al alba y a mí, imposibilitado para salir a la luz del sol, sólo me quede resignarme a que se ha ido.
La tomé de la cintura con delicadeza, era porcelana y yo un buey que no mide su fuerza, así me sentía, como una cabra en una tienda de cristalería, poco a poco la dejé debajo de mí, acaricié su rostro, su cuello, sus hombros, sus pechos con mis manos que de un momento a otro me parecieron más torpes que de costumbre.
-Déjame entonces, agradecerte –hablé con el fragmento de una conversación que parecía terminada ya, le sonreí para luego besarla, lento al principio, demandante conforme el compás lo iba marcando.
Invitado- Invitado
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
A estas alturas de la noche, la verdadera razón por la cual yo había terminado en su casa, habitación, cama, brazos estaba desdibujada en mi memoria. Apenas recordaba que todo había comenzado muy mal, seguido peor, acabado dramáticamente y que ahora estábamos dos en el rellano de nuestras emociones, tan sólo tomando una pausa antes de volver a acelerar nuestros corazones en una danza un poco más elemental. Una pausa que podría durar unos segundos o días completos, eso era para que nosotros lo decidiéramos. Una pausa que iba llena de besos cada vez más demandantes, caricias cada vez más certeras, palabras cada vez más ausentes. Cerré los ojos sintiendo su aliento en mi cabeza, dejando que tuviera como siempre la decencia de decirme que no era necesario que le agradeciera aunque con su sola presencia hubiera llegado a hacer mi vida entera un poco más llevadera, porque así era Daniil, aun cuando te hubiera salvado directamente de las fauces de un lobo, te daría las gracias. Sonreí ante mi pensamiento y me deleité con su beso, con sus labios suaves y fríos al tacto, con su lengua explorándome, con su dulzura metiéndose bajo mi piel.
Abrí los ojos para mirarlo cuando se separó. Había sido uno de esos besos que siempre son insuficientes, que aunque te extingan en una exhalación te quedas con ganas de más, de esos con los que prefieres morir sin oxígeno pegada a sus labios antes de separarte y darte cuenta de que el beso se ha terminado. Me quedé callada porque no eran necesarias las palabras, no valía la pena pelearse por quién debía de agradecerle a quién, sobretodo en este punto de la conversación. ¿Gracias? Gracias a él por dejarme entrar en su intimidad, intimidad a la que ninguna otra mujer había dado acceso. Me sentía halagada. Acaricié sus mejillas, al darme cuenta de su expresión, queriendo reconfortarlo de la misma manera en la que él me había reconfortado porque en este mundo tan egoísta, no todo el mundo te tiende una mano, sobretodo cuando corre peligro su reputación ante la gente.
Dejé que acomodara mi cuerpo a su gusto, por momentos era la cortesana experta y por momentos me sonrojaba a niveles insospechados en un arranque de pudor patrocinado por Olivia. ¡Por Dios! ¡Que ni siquiera estábamos completamente desnudos! Pero todo era parte del encanto de la noche, como ya he mencionado, era nuestra noche. Sin prisas, sin presiones, sin que nadie estuviera atento a cuánto tiempo llevabas metido en una habitación y que nadie te estuviera buscando, esa noche éramos un par de amantes de cuya relación era solamente testigo la luna. La luna y estas paredes.
Dejé escapar una sonrisa cuando lo tuve encima de mi. Se sentía extrañamente familiar porque aunque ya habíamos estado así, esta noche estaba teñida e un color totalmente nuevo para ambos y eso la hacía más especial. Ojalá durara más de una noche, que fuera cíclico, y que cada vez que fuera hora de partir, decidiéramos quedarnos otro rato más, y otro rato más. ¡Al diablo lo que hubiera allá afuera! En ese momento sólo quería quedarme en esa cama siguiendo el ritmo de todos los besos que quisiera darme y todo lo que su cuerpo quisiera hacerme.
Abrí los ojos para mirarlo cuando se separó. Había sido uno de esos besos que siempre son insuficientes, que aunque te extingan en una exhalación te quedas con ganas de más, de esos con los que prefieres morir sin oxígeno pegada a sus labios antes de separarte y darte cuenta de que el beso se ha terminado. Me quedé callada porque no eran necesarias las palabras, no valía la pena pelearse por quién debía de agradecerle a quién, sobretodo en este punto de la conversación. ¿Gracias? Gracias a él por dejarme entrar en su intimidad, intimidad a la que ninguna otra mujer había dado acceso. Me sentía halagada. Acaricié sus mejillas, al darme cuenta de su expresión, queriendo reconfortarlo de la misma manera en la que él me había reconfortado porque en este mundo tan egoísta, no todo el mundo te tiende una mano, sobretodo cuando corre peligro su reputación ante la gente.
Dejé que acomodara mi cuerpo a su gusto, por momentos era la cortesana experta y por momentos me sonrojaba a niveles insospechados en un arranque de pudor patrocinado por Olivia. ¡Por Dios! ¡Que ni siquiera estábamos completamente desnudos! Pero todo era parte del encanto de la noche, como ya he mencionado, era nuestra noche. Sin prisas, sin presiones, sin que nadie estuviera atento a cuánto tiempo llevabas metido en una habitación y que nadie te estuviera buscando, esa noche éramos un par de amantes de cuya relación era solamente testigo la luna. La luna y estas paredes.
Dejé escapar una sonrisa cuando lo tuve encima de mi. Se sentía extrañamente familiar porque aunque ya habíamos estado así, esta noche estaba teñida e un color totalmente nuevo para ambos y eso la hacía más especial. Ojalá durara más de una noche, que fuera cíclico, y que cada vez que fuera hora de partir, decidiéramos quedarnos otro rato más, y otro rato más. ¡Al diablo lo que hubiera allá afuera! En ese momento sólo quería quedarme en esa cama siguiendo el ritmo de todos los besos que quisiera darme y todo lo que su cuerpo quisiera hacerme.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Le sonreí con los ojos al tiempo que mis manos se deslizaba por su cuerpo, tratando de desprenderla de aquellas últimas prendas que se interponían en mi camino, como si con mis palmas pudiera conocerla y reconocerla, como si mi tacto pudiera encontrar secretos, pero algo foráneo me decía que entre ambos ya no había tales cosas, incluso cuando yo había tragado mis palabras para no desfallecer y contarle la tragedia de mi vida, que quizá, no era tan grande como yo quería verla.
Deposité un beso en cada mejilla, en cada párpado y en la punta de la nariz para luego instalarme en su boca y querer devorarla, todo era sutil y calmado, disfrutándonos, aquella vez en el lupanar había sido como se suponía debía ser, algo salvaje, de pocas palabras, cada quien cumpliendo el papel que le correspondía, pero esta noche… esta noche sería distinto en muchos sentidos, las palabras habían sido el preámbulo, pasamos horas platicando, ella contándome su pesar y yo escuchando, tratando, aunque no sabía cómo, de remediar todas las fisuras que pudiera existir en el contenedor de su alma; tal vez con sólo haberla escuchado bastaba, no lo sé, me desesperaba sentirme tan inútil ante la situación.
Bajé luego, besé el hueso de la mandíbula y luego el cuello, pegué la nariz a su piel para quedarme por siempre con esa esencia, enloqueciendo un segundo al imaginarme el sabor de su sangre, controlándome porque debía hacerlo, siguieron la clavícula y el esternón, alcé los ojos sin despegar la boca, quería ver su expresión mientras dibujaba mapas con besos sobre su piel. Mis manos se deleitaban mientras con sus caderas, piernas y glúteos, jalándola hacia mí, deseando tenerla así por siempre. Egoísta y no me importaba, la quería sólo para mí.
-Esta noche quiero complacerte –le dije en voz baja y muy ronca, si la primera vez que estuvimos juntos ella me deleitó a mí, porque ese era su trabajo, esta ocasión me tocaba a mí aunque no recibiera un pago a cambio, no importaba, quería hacerla tocar el cielo, ver el Paraíso y regresar a esta tierra un poco menos lúcida y un tanto más feliz.
Una mano se fijó en la espalda baja, como si danzáramos y tuviera que sostenerla de ese modo para que no cayera, aunque ambos estuviéramos sobre la cama, mi cama, con la otra mano comencé a incitar, a jugar un poco deslizándola en medio de sus piernas que hasta entonces estaban juntas y ahora se separaban un poco, acaricié ahí y subía y bajaba sin llegar a tocar su intimidad, sólo para hacerla desearlo más. La regla dice que no hay deseo si no se le da sentido de urgencia, quería que sintiera que tenerme de ese modo, más que anhelo era una necesidad.
Pero claro, jugar a construir la tentación era un arma de doble filo, pues yo mismo me estaba torturando, aunque debo admitirlo, era una tortura que se gozaba, un dolor placentero el de aún no tocarla como era evidente que terminaría haciéndolo, como era claro que ansiaba hacerlo. Un quejido o dos se escaparon de mi boca de forma gutural al olerla, sentirla y desearla.
Aristóteles decía que en esta vida sólo hay un principio motriz: el deseo, y hasta ahora comprendía lo que trataba de decir.
Deposité un beso en cada mejilla, en cada párpado y en la punta de la nariz para luego instalarme en su boca y querer devorarla, todo era sutil y calmado, disfrutándonos, aquella vez en el lupanar había sido como se suponía debía ser, algo salvaje, de pocas palabras, cada quien cumpliendo el papel que le correspondía, pero esta noche… esta noche sería distinto en muchos sentidos, las palabras habían sido el preámbulo, pasamos horas platicando, ella contándome su pesar y yo escuchando, tratando, aunque no sabía cómo, de remediar todas las fisuras que pudiera existir en el contenedor de su alma; tal vez con sólo haberla escuchado bastaba, no lo sé, me desesperaba sentirme tan inútil ante la situación.
Bajé luego, besé el hueso de la mandíbula y luego el cuello, pegué la nariz a su piel para quedarme por siempre con esa esencia, enloqueciendo un segundo al imaginarme el sabor de su sangre, controlándome porque debía hacerlo, siguieron la clavícula y el esternón, alcé los ojos sin despegar la boca, quería ver su expresión mientras dibujaba mapas con besos sobre su piel. Mis manos se deleitaban mientras con sus caderas, piernas y glúteos, jalándola hacia mí, deseando tenerla así por siempre. Egoísta y no me importaba, la quería sólo para mí.
-Esta noche quiero complacerte –le dije en voz baja y muy ronca, si la primera vez que estuvimos juntos ella me deleitó a mí, porque ese era su trabajo, esta ocasión me tocaba a mí aunque no recibiera un pago a cambio, no importaba, quería hacerla tocar el cielo, ver el Paraíso y regresar a esta tierra un poco menos lúcida y un tanto más feliz.
Una mano se fijó en la espalda baja, como si danzáramos y tuviera que sostenerla de ese modo para que no cayera, aunque ambos estuviéramos sobre la cama, mi cama, con la otra mano comencé a incitar, a jugar un poco deslizándola en medio de sus piernas que hasta entonces estaban juntas y ahora se separaban un poco, acaricié ahí y subía y bajaba sin llegar a tocar su intimidad, sólo para hacerla desearlo más. La regla dice que no hay deseo si no se le da sentido de urgencia, quería que sintiera que tenerme de ese modo, más que anhelo era una necesidad.
Pero claro, jugar a construir la tentación era un arma de doble filo, pues yo mismo me estaba torturando, aunque debo admitirlo, era una tortura que se gozaba, un dolor placentero el de aún no tocarla como era evidente que terminaría haciéndolo, como era claro que ansiaba hacerlo. Un quejido o dos se escaparon de mi boca de forma gutural al olerla, sentirla y desearla.
Aristóteles decía que en esta vida sólo hay un principio motriz: el deseo, y hasta ahora comprendía lo que trataba de decir.
Invitado- Invitado
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Desde hacía diez años, en muy contadas ocasiones me había tocado jugar la parte pasiva en la cama. Generalmente yo desnudaba, yo seducía, yo me movía, yo jugaba con el hombre en turno, yo besaba y lograba que viera las estrellas cuantas veces quisiera... o estuviera en posibilidades de pagarme en efectivo al final. Era precisamente por ello por lo que ahora me sentía un poco tonta, un poco torpe y sumamente vulnerable... pero de todas las situaciones en el mundo, de todos los lugares que existían, de todas las personas que habitaban la tierra, con Daniil era con el único con el que sinceramente no me importaba nada de lo anterior. Sabía que yo era experta, lo había demostrado la última vez, de eso no cabía duda y ahora podía permitirme también ser torpe... ser incluso idiota, llorar, retorcerme y gemir con e más minimo roce, como si cada suspiro que salía de su boca pudiera tocarme y elevarme al cielo en un segundo. Me estaba dando permiso de ser la niña inocente que nunca había podido ser.
Con sus besos me mataba y me revivía una y otra vez, mi pecho subía y bajaba a un ritmo establecido por ambos, devolvía los besos, me movía mínimamente, intentaba poner mis manos en lugares que no estorbaran, mantenía los ojos abiertos para no perderme ninguna expresión de su rostro. Una vez que se deslizó por mi cuello hacia abajo enterré una de mis manos en su cabello, acariciando suavemente, peinando un poco mientras las sensaciones que sus labios me dejaban en el cuerpo iban subiendo de tono a velocidad lenta. Cualquier expectador se hubiera desesperado pero nosotros íbamos a la velocidad correcta, levantando la pasión desde las cenizas que habíamos dejado después de quemarnos mutuamente contándonos y descubriendo secretos. Sonreí bajando la mirada hacia él, la respiración se agitaba exponencialmente, sintiéndolo tan cerca que creía que podía sentir cada bombeo de sangre de su corazón, cada espasmo de sus músculos, cada respiración.
Un grado más se elevaba en la temperatura del cuarto solamente con su deseo recientemente expresado. Quería complacerme. ¿Qué más podía decir para hacerme querer quedarme para siempre en esos brazos, en esa cama, en esa casa, en Paris? Iba a hablar, a decirle que no era necesario, que ya había hecho suficiente pero al despegar mis labios, sus manos me tomaron desprevenida y lo único que salió fue un quejido que desgarró el aire que nos rodeaba, eché la cabeza hacia atrás. Sabía lo que estaba haciendo y por como lo hacía, no tardaría mucho en conseguir su objetivo. A mi se me había olvidado que no solamente con caricias en puntos específicos se disfruta, la compañía, el apoyo y el saber que no se irá por nada de lo que yo pueda decirle o hacerle, estaba haciendo el trabajo que miles de hombres no habían sabido llevar a cabo.
Me mordí el labio inferior sintiendo la necesidad de mis caderas de buscar esa mano pero me contuve, parte importante de disfrutar el encuentro era tener la paciencia necesaria para dejar que todo se construya desde abajo y si ya habíamos esperado tanto tiempo, unos minutos más sólo nos iban a hacer disfrutar más. Acaricié sus brazos y levanté la cabeza para buscar sus labios que quedaban lejos... -Bésame...- Era un pedido especial, casi un ruego... dicho en un tono de voz tan suave que parecía no querer interrumpir nada de lo que pasaba más abajo de mi cintura. -Por favor...-
Con sus besos me mataba y me revivía una y otra vez, mi pecho subía y bajaba a un ritmo establecido por ambos, devolvía los besos, me movía mínimamente, intentaba poner mis manos en lugares que no estorbaran, mantenía los ojos abiertos para no perderme ninguna expresión de su rostro. Una vez que se deslizó por mi cuello hacia abajo enterré una de mis manos en su cabello, acariciando suavemente, peinando un poco mientras las sensaciones que sus labios me dejaban en el cuerpo iban subiendo de tono a velocidad lenta. Cualquier expectador se hubiera desesperado pero nosotros íbamos a la velocidad correcta, levantando la pasión desde las cenizas que habíamos dejado después de quemarnos mutuamente contándonos y descubriendo secretos. Sonreí bajando la mirada hacia él, la respiración se agitaba exponencialmente, sintiéndolo tan cerca que creía que podía sentir cada bombeo de sangre de su corazón, cada espasmo de sus músculos, cada respiración.
Un grado más se elevaba en la temperatura del cuarto solamente con su deseo recientemente expresado. Quería complacerme. ¿Qué más podía decir para hacerme querer quedarme para siempre en esos brazos, en esa cama, en esa casa, en Paris? Iba a hablar, a decirle que no era necesario, que ya había hecho suficiente pero al despegar mis labios, sus manos me tomaron desprevenida y lo único que salió fue un quejido que desgarró el aire que nos rodeaba, eché la cabeza hacia atrás. Sabía lo que estaba haciendo y por como lo hacía, no tardaría mucho en conseguir su objetivo. A mi se me había olvidado que no solamente con caricias en puntos específicos se disfruta, la compañía, el apoyo y el saber que no se irá por nada de lo que yo pueda decirle o hacerle, estaba haciendo el trabajo que miles de hombres no habían sabido llevar a cabo.
Me mordí el labio inferior sintiendo la necesidad de mis caderas de buscar esa mano pero me contuve, parte importante de disfrutar el encuentro era tener la paciencia necesaria para dejar que todo se construya desde abajo y si ya habíamos esperado tanto tiempo, unos minutos más sólo nos iban a hacer disfrutar más. Acaricié sus brazos y levanté la cabeza para buscar sus labios que quedaban lejos... -Bésame...- Era un pedido especial, casi un ruego... dicho en un tono de voz tan suave que parecía no querer interrumpir nada de lo que pasaba más abajo de mi cintura. -Por favor...-
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Tan sólo pensar en ella de este modo me provocaba querer tomarla, poseerla, escucharla gritar mi nombre y me desesperaba el compás que yo mismo marcaba, pero también sabía que habría una recompensa a mi paciencia, y por ello aguardaba, hundía mi cabeza en su pecho tratando de devorarlo con besos mientras mis manos jugaban a querer y no, construía minuciosamente el deseo que al final nos retribuiría a ambos. El movimiento de sus caderas, que ella misma trató de controlar, me dijo que estaba lista, dispuesta, ansiosa y una sonrisa de lado se dibujó en mi rostro aunque ella no podía verla, no importaba, era un gesto más para mí que otra cosa, un aspaviento tan poco común en mí que incluso me sentí ajeno a él, pero no por ello no lo disfruté, mi sonrisa era maliciosa, traviesa, nada había en ella del taimado médico que soy, era como si el Daniil vampiro sonriera, y tan pocas veces le es permitido salir a la luz que cuando lo consigue lo aprovecha.
Ella me pidió que la besara, alcé los ojos un momento para toparme con los suyos y luego ascendí los pocos centímetros que nos separaban para que mi boca quedara a la altura de la suya, sin embargo, no la besé de inmediato, me embriagué de su imagen, del rubor en sus mejillas, de sus ojos suplicantes y aquella mano que se deslizaba por terreno peligroso finalmente alcanzó su objetivo al unísono que yo juntaba mis labios con los suyos para acallar el gemido que de ellos pudiera brotar. Aquel beso fue demandante, una declaración al mundo que esa noche, Magnolia Velvet me pertenecía; cerré los ojos con fuerza mientras mi lengua arrancaba la batalla campal con la suya, mientras sentía sus espasmos al sentir mi mano dentro de ella. Un dedo nada más aunque pronto comprendí, al sentirla de aquel modo que podía unir uno más.
Me separé para ver su expresión, para ver el gesto que ella poseía al tenerme de ese modo sin detener el ejercicio de entrar y salir que mi diestra estaba propinando. Me acerqué de nuevo a su rostro, besé, lamí, succioné en el cuello, detrás de la oreja, en el pecho mientras la sentía retorcerse de aquel modo debajo de mí.
-Dime… -mi voz era ronca, enrarecida por el propio ambiente obnubilado, le hablé cerca del oído mientras mordisqueaba el lóbulo de éste –dime qué es lo que quieres, que lo haré –recuerdo nuestro primer encuentro, le había advertido que en la alcoba yo no poseía ningún gusto extravagante, pero sí ella así lo deseaba, esta noche podíamos hacer una excepción.
Agaché el rostro, descansando la frente en la curvatura de su cuello mientras el trabajo que estaba haciendo con la mano se hacía más rápido y violento, si la sentía terminar con mi mano, lo haría después de todos los modos que me fuera posible, si no quería, si quería aguardar, también era capaz de hacerlo. Estaba a sus pies, un humilde siervo y ella mi dueña, era un vasallo con una sola misión aquella noche, hacerla tocar el cielo tantas veces como ella lo pidiera.
Ella me pidió que la besara, alcé los ojos un momento para toparme con los suyos y luego ascendí los pocos centímetros que nos separaban para que mi boca quedara a la altura de la suya, sin embargo, no la besé de inmediato, me embriagué de su imagen, del rubor en sus mejillas, de sus ojos suplicantes y aquella mano que se deslizaba por terreno peligroso finalmente alcanzó su objetivo al unísono que yo juntaba mis labios con los suyos para acallar el gemido que de ellos pudiera brotar. Aquel beso fue demandante, una declaración al mundo que esa noche, Magnolia Velvet me pertenecía; cerré los ojos con fuerza mientras mi lengua arrancaba la batalla campal con la suya, mientras sentía sus espasmos al sentir mi mano dentro de ella. Un dedo nada más aunque pronto comprendí, al sentirla de aquel modo que podía unir uno más.
Me separé para ver su expresión, para ver el gesto que ella poseía al tenerme de ese modo sin detener el ejercicio de entrar y salir que mi diestra estaba propinando. Me acerqué de nuevo a su rostro, besé, lamí, succioné en el cuello, detrás de la oreja, en el pecho mientras la sentía retorcerse de aquel modo debajo de mí.
-Dime… -mi voz era ronca, enrarecida por el propio ambiente obnubilado, le hablé cerca del oído mientras mordisqueaba el lóbulo de éste –dime qué es lo que quieres, que lo haré –recuerdo nuestro primer encuentro, le había advertido que en la alcoba yo no poseía ningún gusto extravagante, pero sí ella así lo deseaba, esta noche podíamos hacer una excepción.
Agaché el rostro, descansando la frente en la curvatura de su cuello mientras el trabajo que estaba haciendo con la mano se hacía más rápido y violento, si la sentía terminar con mi mano, lo haría después de todos los modos que me fuera posible, si no quería, si quería aguardar, también era capaz de hacerlo. Estaba a sus pies, un humilde siervo y ella mi dueña, era un vasallo con una sola misión aquella noche, hacerla tocar el cielo tantas veces como ella lo pidiera.
Invitado- Invitado
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Fijé mi vista en sus ojos cuando volvió a estar a la altura de mi mirada, sintiendo mis labios arder de deseo con esa pausa que a mi se me hizo eterna, sus manos marcando a fuego los trazos que hacía sobre mis muslos para hacerme esperar el toque tan ansiado, dejándome aturdida y demasiado afiebrada como para saber que mis labios estaban separados y el aire que entraba por ellos los resecaba un poco. Alcancé apenas a relamerme antes de ver cómo se acercaba, en cámara lenta, torturándome a cada milésima de segundo que pasaba sin besarme, sin atender mis peticiones. Sus labios y su mano haciéndome elevarme un poco más al cielo de lo que ya estaba, gimiendo en su boca, aferrándome a sus hombros conforme el ritmo iba acelerándose, arqueando la espalda, moviendo la cadera contra su mano, buscando por instinto algo de oxígeno pero renuente a separarme de sus labios hasta saciarme de su esencia.
Me quejé abiertamente al sentirlo separarse de mi, un quejido que indicaba que prefería morirme sin oxígeno en medio de un beso suyo que separarme y perderlo por sólo unos segundos. La respiración se hacía pesada, mi pecho subía y bajaba violentamente mientras de mi boca salían no sólo gemidos, sino suspiros también y gruñidos y ronroneos, todo junto formando una sinfonía que nadie más que nosotros entenderíamos, nuestro propio ritmo, nuestro propio baile, sólo de los dos. Quise articular una palabra, decirle algo, que se detuviera, que siguiera, que me permitiera un segundo, que me volviera completamente loca. Todo al mismo tiempo. Me abracé a su cuello apretándome a él casi derritiéndome entera cuando escuché su voz en mi oído, tan ronca, tan sexy, tan... complaciente.
Me dejó sin palabras, ¿Qué quería? Lo quería a él, a esas alturas, en medio de la locura que representaban sus manos, su boca, su piel contra la mía y sus ojos mirándome era lo único que sabía con certeza. Me retorcía, subía escalones en mi ascenso al Cielo a velocidad récord. No iba a poder aguantarlo mucho más tiempo. Nada de tiempo. Fue como una explosión interna que me tomó por sorpresa.Todos mis músculos tensándose, mi boca buscando su cuello donde se posó solamente para morder algo salvajemente la piel, un gemido que no sólo desgarró el aire, sino también me rompió por dentro y un jadeo que quería decir "Si" y "No" a la vez. Estar como Olivia en el territorio de Magnolia me dejaba confundida y aturullada. Una serie de gemidos más pequeños que le siguieron al que había publicado mi orgasmo mientras su mano seguía estimulándome y el sudor me corría por todo el cuerpo.
Escondí mi rostro en su cuello, el sonrojo, el cansancio, mi incapacidad total de articular una palabra, ¡Mucho menos de formar una frase entera! La vergüenza de haber llegado tan rápido, la necesidad innata por devolverle el favor, por hacerle ver estrellas como él me había hecho ver el firmamento entero hacía un segundo. Apreté los párpados separando mis dientes de su piel y pasando mi lengua por encima de las marcas dejadas antes de hablar con una voz que no reconocí como mía... pero... ¿De quién más iba a ser esa voz que rogaba por la atención de ese vampiro que me había volteado la vida de cabeza? -Quiero... ir despacio... quiero disfrutarte... y grabármelo todo en la memoria...- Sólo lo quería a él. Una noche nada más.
Me quejé abiertamente al sentirlo separarse de mi, un quejido que indicaba que prefería morirme sin oxígeno en medio de un beso suyo que separarme y perderlo por sólo unos segundos. La respiración se hacía pesada, mi pecho subía y bajaba violentamente mientras de mi boca salían no sólo gemidos, sino suspiros también y gruñidos y ronroneos, todo junto formando una sinfonía que nadie más que nosotros entenderíamos, nuestro propio ritmo, nuestro propio baile, sólo de los dos. Quise articular una palabra, decirle algo, que se detuviera, que siguiera, que me permitiera un segundo, que me volviera completamente loca. Todo al mismo tiempo. Me abracé a su cuello apretándome a él casi derritiéndome entera cuando escuché su voz en mi oído, tan ronca, tan sexy, tan... complaciente.
Me dejó sin palabras, ¿Qué quería? Lo quería a él, a esas alturas, en medio de la locura que representaban sus manos, su boca, su piel contra la mía y sus ojos mirándome era lo único que sabía con certeza. Me retorcía, subía escalones en mi ascenso al Cielo a velocidad récord. No iba a poder aguantarlo mucho más tiempo. Nada de tiempo. Fue como una explosión interna que me tomó por sorpresa.Todos mis músculos tensándose, mi boca buscando su cuello donde se posó solamente para morder algo salvajemente la piel, un gemido que no sólo desgarró el aire, sino también me rompió por dentro y un jadeo que quería decir "Si" y "No" a la vez. Estar como Olivia en el territorio de Magnolia me dejaba confundida y aturullada. Una serie de gemidos más pequeños que le siguieron al que había publicado mi orgasmo mientras su mano seguía estimulándome y el sudor me corría por todo el cuerpo.
Escondí mi rostro en su cuello, el sonrojo, el cansancio, mi incapacidad total de articular una palabra, ¡Mucho menos de formar una frase entera! La vergüenza de haber llegado tan rápido, la necesidad innata por devolverle el favor, por hacerle ver estrellas como él me había hecho ver el firmamento entero hacía un segundo. Apreté los párpados separando mis dientes de su piel y pasando mi lengua por encima de las marcas dejadas antes de hablar con una voz que no reconocí como mía... pero... ¿De quién más iba a ser esa voz que rogaba por la atención de ese vampiro que me había volteado la vida de cabeza? -Quiero... ir despacio... quiero disfrutarte... y grabármelo todo en la memoria...- Sólo lo quería a él. Una noche nada más.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Hubo un momento, un preciso momento en el que no supe si la miraba, o miraba el cielo. Nadie puede ver el firmamento si la vista no alza, y yo me estaba atreviendo a observar con estos ojos que lo han visto todo, el Paraíso en su mirada. Sentirla como la estaba sintiendo me volvía condenadamente loco, escucharla como la estaba escuchando, olerla como lo estaba haciendo. Era todo un gaudeamus a mis sentidos. No quería soltarla, soltarla significaba que la oportunidad se me podría escapar, y no quería que me dejara, nunca, no esta noche.
La sentí finalmente contraerse contra mi mano y pegué mis labios a su piel sonriendo mientras sentía su leve mordida, quién lo iba a imaginar, ella me mordía a mí y no viceversa. No saqué la mano de inmediato, aguardé a que ella poco a poco normalizara la respiración. Me aferré a su cuerpo, la abracé cuando ella respondió a todas mis preguntas, deleitándome con la imagen de ella sonrojada, lucía encantadora. Cerré los ojos y asentí suavemente. Si quería ir lento, eso haría aunque por dentro la necesidad de ella me estuviera consumiendo.
La sostuve con ambas manos y tracé un camino de besos, lentos, austeros, poco a poco, desde sus mejillas y labios, hasta su mandíbula y cuello, luego bajé a sus pechos, ombligo y vientre dejando un sendero húmedo por todo su cuerpo. Alcé la mirada y deslicé mis manos y brazos por debajo de las piernas. No podía dejar de verla, era la perfecta visión de un ángel, todo confabulaba para que así fuera, la luz tenue de las velas, el ambiente perfumado por su esencia, la noche que nos tendió una trampa a ambos para que nuestros caminos se cruzaran.
Con cuidado coloqué sus piernas sobre mis hombros, al volver a ascender por su cuerpo la obligué a flexionarlas de modo que las llevara hacia arriba. La miré con una sonrisa perteneciente a esa parte mía que es un vampiro, que tiene cierto grado de maldad, aunque aún era consciente de quién era y que no debía lastimarla. Jamás me perdonaría si llegara a herirla.
-Te deseo –le dije mientras me apoderaba de sus labios nuevamente, necesitaba una señal de que ella lo hacía también y con la misma intensidad, porque dentro estaba suplicante por poder sentirla, sentir cómo terminaba una vez más, cuantas veces ella me lo permitiera. Mi cadera hizo un movimiento involuntaria hacia adelante, muestra de cuánto ansiaba finalmente estar dentro de ella.
Bajé una mano poco a poco, acariciando de vez en cuando su cuerpo húmedo, no le daría tregua, no le daría segundos para recapitular, mientras me dejara, la agotaría hasta decir basta. Tomé mi erección y la coloqué en su entrada, a penas rozando, la miré de nuevo y le sonreí, qué iba a decirle, era sólo repetir lo mucho que ansiaba tenerla de aquel modo, así que mejor no dije nada, mejor se lo demostraría, y finalmente me introduje poco a poco, como un tortuoso suplicio, martirio que dolía por la lentitud con la que llegaba, pero que nos traería recompensas a ambos. La posición en la que la había colocado me daba la oportunidad de penetrar más, y no puedo describir el placer que estar haciendo aquello me embriagaba en aquel momento.
-No… -mi respiración y voz eran entrecortadas –no quiero lastimarte, dime si… -no pude terminar, no era coherente en ese instante, pero esperaba que ella entendiera lo que trataba de decirle, antes, antes de empezar esa vieja danza que nos conduciría a la gloria a los dos.
La sentí finalmente contraerse contra mi mano y pegué mis labios a su piel sonriendo mientras sentía su leve mordida, quién lo iba a imaginar, ella me mordía a mí y no viceversa. No saqué la mano de inmediato, aguardé a que ella poco a poco normalizara la respiración. Me aferré a su cuerpo, la abracé cuando ella respondió a todas mis preguntas, deleitándome con la imagen de ella sonrojada, lucía encantadora. Cerré los ojos y asentí suavemente. Si quería ir lento, eso haría aunque por dentro la necesidad de ella me estuviera consumiendo.
La sostuve con ambas manos y tracé un camino de besos, lentos, austeros, poco a poco, desde sus mejillas y labios, hasta su mandíbula y cuello, luego bajé a sus pechos, ombligo y vientre dejando un sendero húmedo por todo su cuerpo. Alcé la mirada y deslicé mis manos y brazos por debajo de las piernas. No podía dejar de verla, era la perfecta visión de un ángel, todo confabulaba para que así fuera, la luz tenue de las velas, el ambiente perfumado por su esencia, la noche que nos tendió una trampa a ambos para que nuestros caminos se cruzaran.
Con cuidado coloqué sus piernas sobre mis hombros, al volver a ascender por su cuerpo la obligué a flexionarlas de modo que las llevara hacia arriba. La miré con una sonrisa perteneciente a esa parte mía que es un vampiro, que tiene cierto grado de maldad, aunque aún era consciente de quién era y que no debía lastimarla. Jamás me perdonaría si llegara a herirla.
-Te deseo –le dije mientras me apoderaba de sus labios nuevamente, necesitaba una señal de que ella lo hacía también y con la misma intensidad, porque dentro estaba suplicante por poder sentirla, sentir cómo terminaba una vez más, cuantas veces ella me lo permitiera. Mi cadera hizo un movimiento involuntaria hacia adelante, muestra de cuánto ansiaba finalmente estar dentro de ella.
Bajé una mano poco a poco, acariciando de vez en cuando su cuerpo húmedo, no le daría tregua, no le daría segundos para recapitular, mientras me dejara, la agotaría hasta decir basta. Tomé mi erección y la coloqué en su entrada, a penas rozando, la miré de nuevo y le sonreí, qué iba a decirle, era sólo repetir lo mucho que ansiaba tenerla de aquel modo, así que mejor no dije nada, mejor se lo demostraría, y finalmente me introduje poco a poco, como un tortuoso suplicio, martirio que dolía por la lentitud con la que llegaba, pero que nos traería recompensas a ambos. La posición en la que la había colocado me daba la oportunidad de penetrar más, y no puedo describir el placer que estar haciendo aquello me embriagaba en aquel momento.
-No… -mi respiración y voz eran entrecortadas –no quiero lastimarte, dime si… -no pude terminar, no era coherente en ese instante, pero esperaba que ella entendiera lo que trataba de decirle, antes, antes de empezar esa vieja danza que nos conduciría a la gloria a los dos.
Invitado- Invitado
Página 3 de 4. • 1, 2, 3, 4
Temas similares
» El consuelo de los tristes (Giselle)
» Buscando, buscando..encontré la flor más bella (Privado)
» Buzon de Consuelo
» Consuelo o Desconsuelo (Privado)
» Consuelo Tejeda de Abreu
» Buscando, buscando..encontré la flor más bella (Privado)
» Buzon de Consuelo
» Consuelo o Desconsuelo (Privado)
» Consuelo Tejeda de Abreu
Página 3 de 4.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour