AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
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Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Recuerdo del primer mensaje :
Estaba que me llevaba el tren, después de haberme dicho que era licántropo y que ni siquiera se llamaba Lucian quería que me quedara tan pancha sin que me explicara nada y solamente me sentía como si hubiera creído con el corazón una mentira tan grande que ahora me dejaba desolada. Había vivido engañada durante el tiempo en que lo había conocido y lo había querido, me había enamorado como imbécil de un hombre que ni siquiera era quien decía ser, un hombre que hasta ahora venía y me decía que se transformaba en lobo y que tenía más de 40 años y que se llamaba David. Lo peor no era que estuviera enojada con mi confidente, a quien le había dicho toda la verdad sobre mi pasado, sobre mi presente, sobre mi verdadero nombre y el porqué yo seguía vendiendo mi cuerpo y mis habilidades al mejor postor, porqué había hecho del sexo mi oficio, lo peor del asunto era que una parte de mi estaba realmente preocupada por él, por lo que pudiera pasarle, por lo que habría pensado de mi al ser tan intransigente, al haber visto su herida que sangraba a chorros y que no cerraba. Sólo tenía ganas de llorar.
Me había puesto lo primero que había encontrado en mi casa, un vestido de los que usaba para salir a la calle en mis días libres, cero escote, largo normal, mangas largas, cabello dearreglado, nada de maquillaje, iba realmente sin fijarme en nadie que pasaba a mi lado, había básicamente huido de tener que tomar una decisión con respecto a Lucian, no quería verlo por el momento pero sentía la peor angustia de toda mi vida, era como confiarle mi peor secreto a un amigo imaginario. Las lágrimas me salán sin que yo tuviera ningún poder para detenerlas, corrían dejando surcos en mis mejillas y sólo atinaba a quitármelas con las palmas de las manos mientras caminaba sin rumbo fijo y sin fijarme tampoco por dónde iba pisando, sólo corriendo, como si mi propio pasado me persiguiera. No quería detenerme, quería caminar hasta que mis pies me pidieran clemencia y tuviera que detenerme, los sollozos me sacudían entera y probablemente más de una persona se fijaba en la loca que iba llorando por la calle.
Eran lágrimas de angustia, de tristeza, de enojo, de desesperación, de absolutamente todo, el nudo en la garganta no me permitía dejar de verterlas y fue justo cuando tropecé con una piedra que me hice suficiente daño en el pie como para darme cuenta de que iba descalza, descalza sobre las piedras que conformaban la calle pero era tarde para regresar así que seguí mi camino hasta volver a tropezar y caer de rodillas sobre el suelo, precisamente el alto que necesitaba y con las manos recargadas en el suelo y la cabeza agachada dejé que mi llanto se hiciera más fuerte. Sólo necesitaba un momento.
Me había puesto lo primero que había encontrado en mi casa, un vestido de los que usaba para salir a la calle en mis días libres, cero escote, largo normal, mangas largas, cabello dearreglado, nada de maquillaje, iba realmente sin fijarme en nadie que pasaba a mi lado, había básicamente huido de tener que tomar una decisión con respecto a Lucian, no quería verlo por el momento pero sentía la peor angustia de toda mi vida, era como confiarle mi peor secreto a un amigo imaginario. Las lágrimas me salán sin que yo tuviera ningún poder para detenerlas, corrían dejando surcos en mis mejillas y sólo atinaba a quitármelas con las palmas de las manos mientras caminaba sin rumbo fijo y sin fijarme tampoco por dónde iba pisando, sólo corriendo, como si mi propio pasado me persiguiera. No quería detenerme, quería caminar hasta que mis pies me pidieran clemencia y tuviera que detenerme, los sollozos me sacudían entera y probablemente más de una persona se fijaba en la loca que iba llorando por la calle.
Eran lágrimas de angustia, de tristeza, de enojo, de desesperación, de absolutamente todo, el nudo en la garganta no me permitía dejar de verterlas y fue justo cuando tropecé con una piedra que me hice suficiente daño en el pie como para darme cuenta de que iba descalza, descalza sobre las piedras que conformaban la calle pero era tarde para regresar así que seguí mi camino hasta volver a tropezar y caer de rodillas sobre el suelo, precisamente el alto que necesitaba y con las manos recargadas en el suelo y la cabeza agachada dejé que mi llanto se hiciera más fuerte. Sólo necesitaba un momento.
Última edición por Magnolia Velvet el Jue Jul 07, 2011 1:13 am, editado 1 vez
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Me aferraba a su cuerpo como si fuera la tabla de salvación para no dejarme ir al abismo de la locura pero al mismo tiempo quería que me arrancara la cordura de un solo beso, que prendiera fuego en mi cuerpo y que acabara consumiéndome entre sus brazos para no volver a sentir nada que no fuera su piel contra la mía, sus besos y sus caricias, su voz trazando caminos en mi mente que lograban desarmarme hasta el alma en pedacitos. Luego comencé a temblar. A cada beso que depositaba sentía que mi cuerpo se cimbraba haciendo que se cayera lo poco que quedaba de mis barreras endeblemente sostenidas ahora. No sólo estaba desnuda ante él de manera física, también moral y mentalmente, totalmente vulnerable sabiendo que no haría nada para lastimarme o para aprovecharse de ello. Confiando plenamente en alguien como hacía tanto que no lo hacía y dejando que me viera como pocos en la vida lo habían hecho.
En ese momento lo quería todo de él, absolutamente todo, quería que me abrazara, que me besara, que me elevara al cielo solamente con sus palabras y todo lo estaba haciendo, sin importarle si nos habíamos visto dos veces y una de esas dos veces hubiera sido en el burdel, haciendo lo que cualquier pareja hace en un burdel. Ya no sabía si gemía, jadeaba o decía su nombre y apenas íbamos comenzando. Sus besos dejaban un camino que contaba una historia, nuestra historia que ahora mismo se miraba borrosa en cuanto a su duración, no tenía claro si nos conocíamos hacía diez segundos o hacía cien años pero me daba exactamente lo mismo. Era Daniil. Y con eso bastaba.
Me retorcí cada vez más conforme iba bajando con sus labios, tocando puntos estratégicos y dándome una pista de lo que íbamos a hacer a continuación y sobretodo cómo lo íbamos a hacer, su sonrisa me hizo partirme en dos por dentro, una que sentía curiosidad por nunca haberla visto antes y otra que sintió un corrientazo de electricidad por todo el cuerpo cuando descubrió esa parte de él que tenía tan oculta. Gemí al escucharlo, me deseaba y por los ojos que ponía, no me deseaba como el pedazo de carne que representaba en el burdel, no como una descarga de una semana sin sexo, no como solamente un par de piernas más qué abrir para realizar un acto sin un objetivo mayor a sentir un rato de placer que al final pagaría. Ni siquiera sabía cómo reaccionar ante ese deseo que me demostraba, ¿Hablaba yo de arrancarme la cordura?
-No me hagas esperar más...- Fue un pequño ruego salido en un susurro cuando se separó de mis labios, cuando lo tenía tan cerca que sentía su aliento golpeándome la piel del rostro. Cerré los ojos al sentirlo tan ansioso y salté por la sorpresa de sentir su mano en un área que había quedado sensible hacía unos momentos. Enterré las uñas en el colchón cuando lo sentí colocarse, que estuviera a punto de entrar en mi y la presión que ejercía sobre mi cuerpo, además de sus ojos mirándome y sus manos tocándome me hacía volverme una completa inútil. Gruñí al sentirlo entrar lentamente, antes de echar mi cabeza hacia atrás y mi cadera hacia delante en un movimiento instintivo. Escuché su voz en medio de una bruma, hablándome de lastimar... -Estoy bien, estoy bien... Logró que volviera a jadear dejando inconclusa mi respuesta, al fin y al cabo era lo que tenía que saber pero la sensación de su miembro adentro, sin moverse ni un centímetro, esperando mi reacción pudo haberme hecho llegar al orgasmo otra vez. Como si fuera mi primera vez, como si no estuviera ya tan lubricada que pudiera hacerme daño. Me estaba dando cuenta de que hubiera sido muy feliz si mi primera vez hubiera sido así. No de esta manera, la forma daba igual, cualquier posición me daba lo mismo pero habría dado mi mano derecha porque hubiera sido con él.
En ese momento lo quería todo de él, absolutamente todo, quería que me abrazara, que me besara, que me elevara al cielo solamente con sus palabras y todo lo estaba haciendo, sin importarle si nos habíamos visto dos veces y una de esas dos veces hubiera sido en el burdel, haciendo lo que cualquier pareja hace en un burdel. Ya no sabía si gemía, jadeaba o decía su nombre y apenas íbamos comenzando. Sus besos dejaban un camino que contaba una historia, nuestra historia que ahora mismo se miraba borrosa en cuanto a su duración, no tenía claro si nos conocíamos hacía diez segundos o hacía cien años pero me daba exactamente lo mismo. Era Daniil. Y con eso bastaba.
Me retorcí cada vez más conforme iba bajando con sus labios, tocando puntos estratégicos y dándome una pista de lo que íbamos a hacer a continuación y sobretodo cómo lo íbamos a hacer, su sonrisa me hizo partirme en dos por dentro, una que sentía curiosidad por nunca haberla visto antes y otra que sintió un corrientazo de electricidad por todo el cuerpo cuando descubrió esa parte de él que tenía tan oculta. Gemí al escucharlo, me deseaba y por los ojos que ponía, no me deseaba como el pedazo de carne que representaba en el burdel, no como una descarga de una semana sin sexo, no como solamente un par de piernas más qué abrir para realizar un acto sin un objetivo mayor a sentir un rato de placer que al final pagaría. Ni siquiera sabía cómo reaccionar ante ese deseo que me demostraba, ¿Hablaba yo de arrancarme la cordura?
-No me hagas esperar más...- Fue un pequño ruego salido en un susurro cuando se separó de mis labios, cuando lo tenía tan cerca que sentía su aliento golpeándome la piel del rostro. Cerré los ojos al sentirlo tan ansioso y salté por la sorpresa de sentir su mano en un área que había quedado sensible hacía unos momentos. Enterré las uñas en el colchón cuando lo sentí colocarse, que estuviera a punto de entrar en mi y la presión que ejercía sobre mi cuerpo, además de sus ojos mirándome y sus manos tocándome me hacía volverme una completa inútil. Gruñí al sentirlo entrar lentamente, antes de echar mi cabeza hacia atrás y mi cadera hacia delante en un movimiento instintivo. Escuché su voz en medio de una bruma, hablándome de lastimar... -Estoy bien, estoy bien... Logró que volviera a jadear dejando inconclusa mi respuesta, al fin y al cabo era lo que tenía que saber pero la sensación de su miembro adentro, sin moverse ni un centímetro, esperando mi reacción pudo haberme hecho llegar al orgasmo otra vez. Como si fuera mi primera vez, como si no estuviera ya tan lubricada que pudiera hacerme daño. Me estaba dando cuenta de que hubiera sido muy feliz si mi primera vez hubiera sido así. No de esta manera, la forma daba igual, cualquier posición me daba lo mismo pero habría dado mi mano derecha porque hubiera sido con él.
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Su reacción fue la señal perfecta. No puedo decir que no esperaba ese movimiento, pero aún así, cuando llegó fue como si un guerrero bárbaro le cortara la cabeza a mi cordura, y eso que apenas comenzábamos. Tensé los brazos que me servía de apoyo y cerré los ojos fugazmente ante su reacción, al abrirlos tenía su rostro a un palmo de distancia y podía contemplarlo en todo su esplendor, así sonrojado y dulce y a la vez deseoso, aguardando por mí, para qué me miento, era la misma descripción gráfica de la sensualidad, me sentía no sólo importante, sino poderoso también al saber que era yo quien provocaba todo aquello. Me gustaba poder tenerla de frente, así podía deleitarme con su expresión a cada movimiento y en cada caricia.
En cuanto escuché que estaba bien, fue el permiso que necesitaba para continuar, asentí y bajé el rostro para mordisquear su oreja izquierda al tiempo que comenzaba a moverme encima de ella, poco a poco, sutilmente, era evidente que estaba muy excitada y si me lo proponía, podía hacerla terminar ya. Pero ese no era mi propósito, mi propósito era darle una noche que jamás olvidara y por ello, el ritmo debía tener cierta cadencia, pausado, tortuoso, que nos hiciera desearlo cada vez más a ambos, que quisiéramos aumentar el ritmo cuanto antes pero que algo nos hiciera detenernos. Ella estaba acostumbrada a hacer realidad las fantasías de los pobres diablos que nos parábamos en el burdel sin tener la menor idea de qué hacíamos ahí, enfermos de soledad desahuciados, sin esperanza de vida, su trabajo era crear la fantasía de que esa soledad era pasajera, pero entonces ¿quién le hacía creer lo mismo a ella?, ¿quién era su constructor de mundos irreales pero tan bien hechos que lucieran factibles?, yo quería ser ese, el que le sirviera, el que la escuchara, el que la complaciera como ella lo pidiera.
Luego de estar mordiendo su oreja, descendí por su cuello, su aroma me aturdía al grado de querer perder el control, un poco. Tal vez perder el control tan sólo un poco me era permitido y así lo hice, mordí sin clavar mis colmillos su cuello, sólo mordisqueé apenas para poder hacerme una idea del sabor de su sangre, pero sin llegar a lastimarla. Mientras continuaba con aquel movimiento mesurado, aunque cada vez que podía me introducía más en ella, quería sentirla de todas las maneras posibles. Y era muy sencillo, la tenía de aquel modo que podía no significar nada si las partes involucradas así se lo proponían, pero después de nuestra charla y después de todo, era como si también palpara su alma, como si la conociera de toda la vida.
Me separé sin abandonar el ritmo y le sonreí al darme cuenta de aquello, le sonreí como quien se da cuenta de la verdad más aplastante de su existencia. Como un niño idiota que hasta ahora cae en cuenta del regalo al que se ha hecho acreedor. Me volví a acercar a su oído, pero esta vez no mordí, no besé, mi intención era sólo golpearla con mi aliento en la piel humedecida por el sudor que comenzaba a formarse.
-Deberías sentirte orgullosa por ser tan bella –le digo en un susurro, haciendo acopio de toda mi fuerza porque estaba caminando por la cuerda floja de la locura-, pero soy yo el privilegiado al dejarme verte tan de cerca –quizá era lo último coherente que diría en la noche. Callé sin separarme y lentamente, casi imperceptible, aumenté el ritmo.
En cuanto escuché que estaba bien, fue el permiso que necesitaba para continuar, asentí y bajé el rostro para mordisquear su oreja izquierda al tiempo que comenzaba a moverme encima de ella, poco a poco, sutilmente, era evidente que estaba muy excitada y si me lo proponía, podía hacerla terminar ya. Pero ese no era mi propósito, mi propósito era darle una noche que jamás olvidara y por ello, el ritmo debía tener cierta cadencia, pausado, tortuoso, que nos hiciera desearlo cada vez más a ambos, que quisiéramos aumentar el ritmo cuanto antes pero que algo nos hiciera detenernos. Ella estaba acostumbrada a hacer realidad las fantasías de los pobres diablos que nos parábamos en el burdel sin tener la menor idea de qué hacíamos ahí, enfermos de soledad desahuciados, sin esperanza de vida, su trabajo era crear la fantasía de que esa soledad era pasajera, pero entonces ¿quién le hacía creer lo mismo a ella?, ¿quién era su constructor de mundos irreales pero tan bien hechos que lucieran factibles?, yo quería ser ese, el que le sirviera, el que la escuchara, el que la complaciera como ella lo pidiera.
Luego de estar mordiendo su oreja, descendí por su cuello, su aroma me aturdía al grado de querer perder el control, un poco. Tal vez perder el control tan sólo un poco me era permitido y así lo hice, mordí sin clavar mis colmillos su cuello, sólo mordisqueé apenas para poder hacerme una idea del sabor de su sangre, pero sin llegar a lastimarla. Mientras continuaba con aquel movimiento mesurado, aunque cada vez que podía me introducía más en ella, quería sentirla de todas las maneras posibles. Y era muy sencillo, la tenía de aquel modo que podía no significar nada si las partes involucradas así se lo proponían, pero después de nuestra charla y después de todo, era como si también palpara su alma, como si la conociera de toda la vida.
Me separé sin abandonar el ritmo y le sonreí al darme cuenta de aquello, le sonreí como quien se da cuenta de la verdad más aplastante de su existencia. Como un niño idiota que hasta ahora cae en cuenta del regalo al que se ha hecho acreedor. Me volví a acercar a su oído, pero esta vez no mordí, no besé, mi intención era sólo golpearla con mi aliento en la piel humedecida por el sudor que comenzaba a formarse.
-Deberías sentirte orgullosa por ser tan bella –le digo en un susurro, haciendo acopio de toda mi fuerza porque estaba caminando por la cuerda floja de la locura-, pero soy yo el privilegiado al dejarme verte tan de cerca –quizá era lo último coherente que diría en la noche. Callé sin separarme y lentamente, casi imperceptible, aumenté el ritmo.
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Todo estaba ocurriendo como si le hubiéramos puesto el botón de la cámara lenta. Los movimientos, las palabras, los gemidos, todo se grababa a fuego en el aire y en la memoria de ambos haciendo que incluso doliera un poco. No un dolor que te hiciera gritar, más bien un dolor que iba a compañado para que nunca nos olvidáramos de este momento. Sentía la presión de su cuerpo sobre el mío, sentía cómo se comenzaba a mover contra mi, sentía sus mordiscos en mi oreja y todo eso estaba amplificado cien veces sólo por el hecho de que el encuentro se había cargado de un montón de emociones. No sólo lujuria. No sólo ansiedad. No sólo un encuentro carnal para saciar instintos muy básicos. Era todo eso y más que eso. Y todo hacía que esa noche me sintiera como la última mujer en la tierra, amada por el único hombre que quería que me amara, de la forma que quisiera, el tiempo que quisiera y todas las veces que nos permitiera la noche.
Por otro lado, también fue momento de darme cuenta de la confianza que tan pronto había depositado en Daniil. Había descubierto que era un vampiro y sabía lo que los vampiros hacían para alimentare, había visto en el burdel a varias chicas con las marcas en el cuello. A mi nunca me había sucedido y tampoco sabía cómo reaccionaría en caso de que en medio de un arrebato de pasión desenfrenada, uno de ellos se alimentara de mi. ¿Le pegaría?, ¿Me alejaría?, ¿Me gustaría? Pasé mis manos por su nuca, enredando mis dedos entre su cabello, acariciándolo, jalándolo suavemente, impidiendo que alejara sus labios de mi piel. Estaba en mi cuello, con sus colmillos cerca, con la posibilidad de morderme, romperme y beber, y yo no me moví. Ni para quitarlo ni tampoco para tensarme. Confiaba plenamente en él y cuando sentí su mordida inocente solamente atiné a cerrar los ojos y gemir, largo y profundamente, un sonido que también hizo su parte grabándose en el denso aire de la habitación. Una atmósfera que habíamos estado fabricando desde que habíamos entrado.
Me sobresalté mínimamente cuando se separó, no quería que terminara, quería quedarme así toda la noche, el día siguiente, la noche siguiente. ¿Porqué tenía que terminar? Abrí los ojos de golpe mirando su sonrisa y atinando sólo a gemir gracias a la estimulación que estaba llevándose a cabo un poco más abajo. Iba saltando de gemido en gemido, de sensación en sensación y justo cuando empezaba a pensar que no podía sorprenderme más... iba y me decía palabras bonitas, me acariciaba como nadie nunca, me miraba como sólo él sabía mirarme, y todos esos diferentes caminos me llevaban al único final que los dos estábamos buscando.
Negué con la cabeza. ¿Sentirme orgullosa? Hoy me gustaba más sentirme en sus brazos. Era todo lo que necesitaba para sentirme mujer esa noche. Me aferré a sus hombros, sintiendo cada empujón como una descarga de electricidad que me derretía por dentro y me volvía a formar en un segundo, escuché la segunda parte de la oración y me morí. Morí, fui al cielo, miré hacia abajo donde Daniil todavía me abrazaba y decidí dejarme caer otra vez. Quise decir algo, que la afortunada era yo, que no debía decir esas cosas, pero mientras mi cerebro acompletaba frases incoherentes, mi boca se negaba a hacer otra cosa más que a hacerle saber que estaba disfrutando todo lo que hacía. Pasé un brazo por detrás de su cuello y lo acerqué más a mi. Caderas golpeando una contra la otra, cuerpos resbalándose por el sudor. Me acerqué a su oído para soltar un susurro combinado con gemido y exclamación. -Voy a... voy a...- El color rojo tiñó mis mejillas mientras mis labios buscaban los suyos, para sellar ese orgasmo en un beso que diría muchas cosas que nadie más que los dos tenía que escuchar.
Por otro lado, también fue momento de darme cuenta de la confianza que tan pronto había depositado en Daniil. Había descubierto que era un vampiro y sabía lo que los vampiros hacían para alimentare, había visto en el burdel a varias chicas con las marcas en el cuello. A mi nunca me había sucedido y tampoco sabía cómo reaccionaría en caso de que en medio de un arrebato de pasión desenfrenada, uno de ellos se alimentara de mi. ¿Le pegaría?, ¿Me alejaría?, ¿Me gustaría? Pasé mis manos por su nuca, enredando mis dedos entre su cabello, acariciándolo, jalándolo suavemente, impidiendo que alejara sus labios de mi piel. Estaba en mi cuello, con sus colmillos cerca, con la posibilidad de morderme, romperme y beber, y yo no me moví. Ni para quitarlo ni tampoco para tensarme. Confiaba plenamente en él y cuando sentí su mordida inocente solamente atiné a cerrar los ojos y gemir, largo y profundamente, un sonido que también hizo su parte grabándose en el denso aire de la habitación. Una atmósfera que habíamos estado fabricando desde que habíamos entrado.
Me sobresalté mínimamente cuando se separó, no quería que terminara, quería quedarme así toda la noche, el día siguiente, la noche siguiente. ¿Porqué tenía que terminar? Abrí los ojos de golpe mirando su sonrisa y atinando sólo a gemir gracias a la estimulación que estaba llevándose a cabo un poco más abajo. Iba saltando de gemido en gemido, de sensación en sensación y justo cuando empezaba a pensar que no podía sorprenderme más... iba y me decía palabras bonitas, me acariciaba como nadie nunca, me miraba como sólo él sabía mirarme, y todos esos diferentes caminos me llevaban al único final que los dos estábamos buscando.
Negué con la cabeza. ¿Sentirme orgullosa? Hoy me gustaba más sentirme en sus brazos. Era todo lo que necesitaba para sentirme mujer esa noche. Me aferré a sus hombros, sintiendo cada empujón como una descarga de electricidad que me derretía por dentro y me volvía a formar en un segundo, escuché la segunda parte de la oración y me morí. Morí, fui al cielo, miré hacia abajo donde Daniil todavía me abrazaba y decidí dejarme caer otra vez. Quise decir algo, que la afortunada era yo, que no debía decir esas cosas, pero mientras mi cerebro acompletaba frases incoherentes, mi boca se negaba a hacer otra cosa más que a hacerle saber que estaba disfrutando todo lo que hacía. Pasé un brazo por detrás de su cuello y lo acerqué más a mi. Caderas golpeando una contra la otra, cuerpos resbalándose por el sudor. Me acerqué a su oído para soltar un susurro combinado con gemido y exclamación. -Voy a... voy a...- El color rojo tiñó mis mejillas mientras mis labios buscaban los suyos, para sellar ese orgasmo en un beso que diría muchas cosas que nadie más que los dos tenía que escuchar.
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Estoy acostumbrado a las sinfonías rotas, a las canciones que intentan en vano volar. Estoy acostumbrado a perder, parece ser la única constante real en mi vida, y en mi no vida. Estoy acostumbrado a la culpa, porque siendo yo el culpable de todas mis desgracias, parece menos vergonzoso a la hora de contarlas. Pero también, sé que no debí, nunca, acostumbrarme a todas esas cosas, a la miseria y a la congoja, a ser vencido con tanta facilidad, porque de pronto, quien quiera que rija los caminos retorcidos del destino, me da la batuta, como hoy, y me siento completamente perdido.
Sabía lo que debía hacer con ella, en ese mismo momento, pero no tenía idea de qué hacer después, y eso era lo que me tenía verdaderamente derrotado. Aumenté el ritmo y me deleité con su rostro, sus mejillas sonrojadas, y con la melodía de los sonidos que emanaban de su boca, que se combinaban con los mío propios, ambos confeccionando un aria que nos conduciría rápido a las nubes. Construyendo minuciosamente y a lo largo de la noche una escalera al cielo.
Cuando trató de decirme que pronto terminaría, en lugar de darle una tregua momentánea, aumenté el ritmo y el compás, un ramalazo de electricidad recorrió mi espalda y junté mi boca con la suya, estaba de más decirle que yo también lo haría, que pronto alcanzaría la cima a su lado. Con ella, sólo con ella y nadie más.
Sentí cómo su cuerpo se tensaba debajo del mío, la atraje a mi cuerpo y la estreché, quería sentirla cerca, lo más que se pudiera aunque la Física dictaba que dos cuerpos no podían ocupar el mismo espacio al mismo tiempo. ¡Al diablo la ciencia!, estuve seguro que en ese instante mismo, en el que me separé de sus labios a falta de aliento, éramos uno solo. Dos cuerpos ocupando el mismo espacio al mismo tiempo. Porque por ella iba a desafiar todas las leyes del universo, me sentí, por un segundo efímero y traicionero, un infanzón en su cruzada, gallardo y dispuesto a batirse en duelo. Por ella, por nadie más.
Cuando todo hubo terminado me sentí agotado y era una sensación tan rara, hacía muchos años, siglos, que no la sentía, me dejé caer encima de su cuerpo mientras la obligaba a que sus piernas resbalaran por mis hombros para no lastimarla y llevé la frente a su pecho tratando de normalizar la respiración. La primera vez que nos vimos, aquella vez en el burdel, supe que ella era diferente, pero hasta ese momento era capaz de medir la magnitud de ello. Con ella era un simple mortal, uno más y… al contrario de lo que pudiera pensarse, para mí eso era un regalo.
Alcé el rostro buscando su mirada, quería en sus ojos encontrar respuestas a preguntas no formuladas; le sonreí, porque cómo no hacerlo al verla así, conmigo aún enredado a su cuerpo, el rubor en sus mejillas aún encendido, su piel perlada por el sudor, debía conservar esto en mi memoria para siempre, porque me serviría para continuar las muchas veces que deseo ya no hacerlo más. Saber que tuve entre mis brazos a una mujer como ella, no sólo hermosa, sino un intrincado acertijo también, me serviría para sonreír a futuro.
-Gracias –susurré y estiré una mano para acariciar su rostro, recorrerlo con el dorso de mi mano, no sabía qué más decir, la mayoría de las veces no sé qué decir, no tenía por qué ser diferente esta vez. Además, "gracias" calzaba muy bien, gracias por haberme permitido el honor de su compañía, gracias por haber depositado confianza en alguien que el sentido común dicta que no (un vampiro), gracias por hacerme sonreír, por dejarme sentirme importante, gracias por ser tan bella... había demasiadas cosas por las cuáles agradecerle.
Sabía lo que debía hacer con ella, en ese mismo momento, pero no tenía idea de qué hacer después, y eso era lo que me tenía verdaderamente derrotado. Aumenté el ritmo y me deleité con su rostro, sus mejillas sonrojadas, y con la melodía de los sonidos que emanaban de su boca, que se combinaban con los mío propios, ambos confeccionando un aria que nos conduciría rápido a las nubes. Construyendo minuciosamente y a lo largo de la noche una escalera al cielo.
Cuando trató de decirme que pronto terminaría, en lugar de darle una tregua momentánea, aumenté el ritmo y el compás, un ramalazo de electricidad recorrió mi espalda y junté mi boca con la suya, estaba de más decirle que yo también lo haría, que pronto alcanzaría la cima a su lado. Con ella, sólo con ella y nadie más.
Sentí cómo su cuerpo se tensaba debajo del mío, la atraje a mi cuerpo y la estreché, quería sentirla cerca, lo más que se pudiera aunque la Física dictaba que dos cuerpos no podían ocupar el mismo espacio al mismo tiempo. ¡Al diablo la ciencia!, estuve seguro que en ese instante mismo, en el que me separé de sus labios a falta de aliento, éramos uno solo. Dos cuerpos ocupando el mismo espacio al mismo tiempo. Porque por ella iba a desafiar todas las leyes del universo, me sentí, por un segundo efímero y traicionero, un infanzón en su cruzada, gallardo y dispuesto a batirse en duelo. Por ella, por nadie más.
Cuando todo hubo terminado me sentí agotado y era una sensación tan rara, hacía muchos años, siglos, que no la sentía, me dejé caer encima de su cuerpo mientras la obligaba a que sus piernas resbalaran por mis hombros para no lastimarla y llevé la frente a su pecho tratando de normalizar la respiración. La primera vez que nos vimos, aquella vez en el burdel, supe que ella era diferente, pero hasta ese momento era capaz de medir la magnitud de ello. Con ella era un simple mortal, uno más y… al contrario de lo que pudiera pensarse, para mí eso era un regalo.
Alcé el rostro buscando su mirada, quería en sus ojos encontrar respuestas a preguntas no formuladas; le sonreí, porque cómo no hacerlo al verla así, conmigo aún enredado a su cuerpo, el rubor en sus mejillas aún encendido, su piel perlada por el sudor, debía conservar esto en mi memoria para siempre, porque me serviría para continuar las muchas veces que deseo ya no hacerlo más. Saber que tuve entre mis brazos a una mujer como ella, no sólo hermosa, sino un intrincado acertijo también, me serviría para sonreír a futuro.
-Gracias –susurré y estiré una mano para acariciar su rostro, recorrerlo con el dorso de mi mano, no sabía qué más decir, la mayoría de las veces no sé qué decir, no tenía por qué ser diferente esta vez. Además, "gracias" calzaba muy bien, gracias por haberme permitido el honor de su compañía, gracias por haber depositado confianza en alguien que el sentido común dicta que no (un vampiro), gracias por hacerme sonreír, por dejarme sentirme importante, gracias por ser tan bella... había demasiadas cosas por las cuáles agradecerle.
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Esta noche había muerto y revivido incontables veces, había viajado del infierno de mi vida al cielo de sus besos en tiempo récord y vuelto a la Tierra sólo para encontrarme de nuevo en sus brazos, era una constante, cada vez que cerraba los ojos sólo para probar que no estuviera soñando, volvía a abrirlos y ahí seguía él. Abrazado a mi, haciéndome sentir que merecía esos viajes al cielo.
De pronto, todas las sensaciones se me arremolinaron en el pecho, como un nudo de mil cosas que tiembla y retumba a punto de estallar. Haciendo que mi propio cuerpo iniciara una carrera contra tiempo para hacerme explotar. Una carrera que iba a correr agarrada de su mano, abrazada a su cuello, enterrando mis dedos en sus hombros, besándolo hasta que me saciara de él y me robara hasta el último aliento de vida que me quedaba. Su ritmo aumentaba, el mío se acopló de inmediato. Era un baile. Nuestro baile. Ya no sabía lo que hacía, solamente me dejaba ir por medio de puro instinto hacia nos llevaba el camino que habíamos empezado a escribir desde que me había encontrado llorando tirada en la calle. Caminando, trotando, corriendo, apurándonos a deshacernos en millones de pedacitos y volvernos a unir esperando que cuando terminara todo, fuéramos un solo cuerpo.
Y al fin llegamos...
Y dije su nombre, una, dos, cien, mil, un millón de veces, lo repetía y lo repetía, en mi mente y en mis labios, y de pronto la mención de su nombre se fundió con los latidos de mi corazón que se había desbocado, haciéndose un solo sonido que me hacía retorcerme bajo su peso, que me hacía pensar que morir en ese momento sería la mejor forma de dejar este mundo, que me hizo ausentarme de ese momento y ese lugar para sentir que podía hacer y ser cualquier cosa.
El silencio me invadió, era como si de pronto todo hubiera dejado de existir, su cama, su habitación, su casa, la calle, París. Éramos un par de intrusos en la nada oscura, con su nombre y mi nombre como los latidos que marcaban la sangre que recorría nuestros cuerpos. La única señal inequívoca de que seguíamos vivos. Las respiraciones profundas, esas las sentíamos, golpeando frías sobre el sudor de nuestros cuerpos calientes y lo único que importaba era que me abrazaba y me abrazaba con tanta fuerza que podía sentir cómo nuestros corazones se estiraban con el único fin de tocarse. Lo sentí moverse y dejé que mi cuerpo se acoplara al suyo una vez más, sólo sentía el cansancio de aquella gimnasia brutal que acabábamos de efectuar y la satisfacción de que su piel todavía estaba tocando la mía.
La oscuridad todavía nos rodeaba, pero su rostro era perfectamente claro, como si la negrura del lugar que habíamos alcanzado solamente tuviera permitido fluctuar alrededor, sin tocarnos. Respondí su sonrisa con una igualita. Me encantaba. Él, y lo que hacía y lo que representaba y... todo. Y luego va y me agradece y el nudo de sentimientos que ya había explotado se vuelve a formar y hace que me derrita otra vez e intento decidirme entre echarme a llorar o a reír y termino por abrazarlo tan fuerte que si fuera yo más grande y más fuerte, lo rompería. Estoy segura.
No inenté agradecerle de regreso, sería en vano porque diría que no debía hacerlo. Porque mi agradecimiento era entregarle mi alma hecha trizas y parchada por todos lados. Porque le agradecería a cada segundo, de cada minuto, de cada hora, de cada día que viviera a partir de ahora, porque acababa de hacerse un hueco en mi vida y en mi corazón que nadie podría quitarle y porque desde este momento, yo tenía la imagen perfecta que podría levantarme de los infiernos que la vida me pusiera enfrente con tan sólo recordarla. Gracias, mi querido vampiro.
De pronto, todas las sensaciones se me arremolinaron en el pecho, como un nudo de mil cosas que tiembla y retumba a punto de estallar. Haciendo que mi propio cuerpo iniciara una carrera contra tiempo para hacerme explotar. Una carrera que iba a correr agarrada de su mano, abrazada a su cuello, enterrando mis dedos en sus hombros, besándolo hasta que me saciara de él y me robara hasta el último aliento de vida que me quedaba. Su ritmo aumentaba, el mío se acopló de inmediato. Era un baile. Nuestro baile. Ya no sabía lo que hacía, solamente me dejaba ir por medio de puro instinto hacia nos llevaba el camino que habíamos empezado a escribir desde que me había encontrado llorando tirada en la calle. Caminando, trotando, corriendo, apurándonos a deshacernos en millones de pedacitos y volvernos a unir esperando que cuando terminara todo, fuéramos un solo cuerpo.
Y al fin llegamos...
Y dije su nombre, una, dos, cien, mil, un millón de veces, lo repetía y lo repetía, en mi mente y en mis labios, y de pronto la mención de su nombre se fundió con los latidos de mi corazón que se había desbocado, haciéndose un solo sonido que me hacía retorcerme bajo su peso, que me hacía pensar que morir en ese momento sería la mejor forma de dejar este mundo, que me hizo ausentarme de ese momento y ese lugar para sentir que podía hacer y ser cualquier cosa.
El silencio me invadió, era como si de pronto todo hubiera dejado de existir, su cama, su habitación, su casa, la calle, París. Éramos un par de intrusos en la nada oscura, con su nombre y mi nombre como los latidos que marcaban la sangre que recorría nuestros cuerpos. La única señal inequívoca de que seguíamos vivos. Las respiraciones profundas, esas las sentíamos, golpeando frías sobre el sudor de nuestros cuerpos calientes y lo único que importaba era que me abrazaba y me abrazaba con tanta fuerza que podía sentir cómo nuestros corazones se estiraban con el único fin de tocarse. Lo sentí moverse y dejé que mi cuerpo se acoplara al suyo una vez más, sólo sentía el cansancio de aquella gimnasia brutal que acabábamos de efectuar y la satisfacción de que su piel todavía estaba tocando la mía.
La oscuridad todavía nos rodeaba, pero su rostro era perfectamente claro, como si la negrura del lugar que habíamos alcanzado solamente tuviera permitido fluctuar alrededor, sin tocarnos. Respondí su sonrisa con una igualita. Me encantaba. Él, y lo que hacía y lo que representaba y... todo. Y luego va y me agradece y el nudo de sentimientos que ya había explotado se vuelve a formar y hace que me derrita otra vez e intento decidirme entre echarme a llorar o a reír y termino por abrazarlo tan fuerte que si fuera yo más grande y más fuerte, lo rompería. Estoy segura.
No inenté agradecerle de regreso, sería en vano porque diría que no debía hacerlo. Porque mi agradecimiento era entregarle mi alma hecha trizas y parchada por todos lados. Porque le agradecería a cada segundo, de cada minuto, de cada hora, de cada día que viviera a partir de ahora, porque acababa de hacerse un hueco en mi vida y en mi corazón que nadie podría quitarle y porque desde este momento, yo tenía la imagen perfecta que podría levantarme de los infiernos que la vida me pusiera enfrente con tan sólo recordarla. Gracias, mi querido vampiro.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Por los últimos cuatrocientos sesenta años, desde que aquella duquesa del Volga me ofreció la inmortalidad, despertar ha representado dolor para mí. Y hablo de un dolor físico, un dolor clavado en el pecho que de vez en cuando alguien se encarga de remover la estaca para que duela más, para que no lo olvide. Pero así como llega alguien a recordarme lo que soy, el camino que decidí tomar (porque nadie me obligó), también, como puntos más esporádicos y aleatorios en mi existencia, me topo con personas como Magnolia que parecen mitigar el agobio y la zozobra en la que un día sí y el otro también, deambulo casi por inercia.
El silencio nos envolvió y lejos de parecer incómodo, era lo más adecuado, su respiración, el latido de su corazón y el crepitar de las velas eran la única canción de cuna que necesitaba. Un cancerbero adormilado por la melodía de un arpa.
Rodé para quedar de espaldas al colchón, pero sin soltarla, me negaba a soltarla, la atraje contra mí para que mi pecho fuese su almohada, acaricié el hombro y el brazo y luego el cabello para finalmente depositar un beso en la frente, suave como un pas de bourrée bien ejecutado, sutil pero dejando en claro lo que era. Podía decirle mil cosas y ninguna haría justicia a lo que en ese momento sentía. Un soneto cursi o las palabras descarnadas que de mi boca quisieran escapar, cualquier cosa parecía poco ante lo mucho que ella me había dado ya.
Le sonreí de nuevo aunque no estuve seguro si había borrado esa expresión del rostro desde que… desde que la vi, desde que se plantó ante mí con toda su belleza. Ella que puede desdeñar hombres, pues posee las armas, había escogido a este pobre diablo, ella que podía hacerlo mejor, había decidido que era yo, al menos por esa noche, el indicado.
La miré a los ojos, si debía ahogarme, qué mejor que en su océano. Las palabras y las ideas, todo dentro de mi cabeza se arracimaron, como si una a la otra se empujaran luchando por ser la primera en salir, tragué saliva y cerré los ojos. De todo aquello, un sentimiento salió ganador, y no era justo, porque era el que siempre vencía no dándole oportunidad al resto.
Sentí miedo. Esa era la verdad.
-Podemos quedarnos así, si quieres –por la eternidad, quería agregar, la abracé fuerte, aunque cuidé cada uno de mis movimientos, ella era de fina porcelana y yo un bruto que podía romperla, besé su hombro y cerré los ojos con fuerza pensando en eso, en la eternidad y mi miedo. Estaba cansado de tener miedo pero cómo no tenerlo si sólo bastaba con verla y verme para saber que ella era demasiado buena para mí-. ¿O tienes hambre? –volví a buscar su rostro y dije entre broma y sinceridad, me incorporé un poco y me recargué sobre un codo en la cama-, podemos hacer lo que tú quieras –yo, humilde siervo, seguía bajo sus órdenes, no era sólo por esa noche, lo haría siempre, sin refutar o cuestionar, me tenía a su merced.
El silencio nos envolvió y lejos de parecer incómodo, era lo más adecuado, su respiración, el latido de su corazón y el crepitar de las velas eran la única canción de cuna que necesitaba. Un cancerbero adormilado por la melodía de un arpa.
Rodé para quedar de espaldas al colchón, pero sin soltarla, me negaba a soltarla, la atraje contra mí para que mi pecho fuese su almohada, acaricié el hombro y el brazo y luego el cabello para finalmente depositar un beso en la frente, suave como un pas de bourrée bien ejecutado, sutil pero dejando en claro lo que era. Podía decirle mil cosas y ninguna haría justicia a lo que en ese momento sentía. Un soneto cursi o las palabras descarnadas que de mi boca quisieran escapar, cualquier cosa parecía poco ante lo mucho que ella me había dado ya.
Le sonreí de nuevo aunque no estuve seguro si había borrado esa expresión del rostro desde que… desde que la vi, desde que se plantó ante mí con toda su belleza. Ella que puede desdeñar hombres, pues posee las armas, había escogido a este pobre diablo, ella que podía hacerlo mejor, había decidido que era yo, al menos por esa noche, el indicado.
La miré a los ojos, si debía ahogarme, qué mejor que en su océano. Las palabras y las ideas, todo dentro de mi cabeza se arracimaron, como si una a la otra se empujaran luchando por ser la primera en salir, tragué saliva y cerré los ojos. De todo aquello, un sentimiento salió ganador, y no era justo, porque era el que siempre vencía no dándole oportunidad al resto.
Sentí miedo. Esa era la verdad.
-Podemos quedarnos así, si quieres –por la eternidad, quería agregar, la abracé fuerte, aunque cuidé cada uno de mis movimientos, ella era de fina porcelana y yo un bruto que podía romperla, besé su hombro y cerré los ojos con fuerza pensando en eso, en la eternidad y mi miedo. Estaba cansado de tener miedo pero cómo no tenerlo si sólo bastaba con verla y verme para saber que ella era demasiado buena para mí-. ¿O tienes hambre? –volví a buscar su rostro y dije entre broma y sinceridad, me incorporé un poco y me recargué sobre un codo en la cama-, podemos hacer lo que tú quieras –yo, humilde siervo, seguía bajo sus órdenes, no era sólo por esa noche, lo haría siempre, sin refutar o cuestionar, me tenía a su merced.
Última edición por Daniil Stravinsky el Sáb Nov 05, 2011 3:54 am, editado 1 vez
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Conforme mi cuerpo iba volviendo a la normalidad la oscuridad se iba disolviendo también, era como si nos jalaran de las profundidades de algún mar perdido en algún continente recién descubierto. Salimos de las aguas de esa tranquilidad para llegar a un silencio que te curaba desde dentro, un silencio que parecía pertenecer a ese momento, uno que era sólo de los dos. Y por primera vez en los diez años que llevaba complaciendo egos masculinos en la cama, el aspecto de mi cabello, de mi cuerpo, de mi rostro, de toda mi persona junta, era lo que menos me importaba. No llevaba maquillaje, la ropa había quedado fuera de la ecuación hacía ya un largo rato y después de estar en la cama sintiendo que me moría, probablemente no era la imagen por excelencia de la cortesana que Paris conocía pero... ¿A quién le importaba eso ahora? A mi no. A mi, Olivia, que hoy era más que una simple puta, que había logrado salirme de la piel de Magnolia por una noche inolvidable, que le había quitado hierro a toda la historia que escondía detrás de tantas máscaras y armaduras, que había confiado en él para contarle mis más oscuros secretos. A mi no me importaba en lo absoluto.
De inmediato recargué la cabeza en su pecho, mi oído pegado al lado donde su corazón latía, donde todavía quedaban resquicios de lo que nuestra noche había provocado. Sus caricias me calmaban por dentro, como un bálsamo reparador que todo lo podía. Ahora fue mi turno para dibujar constelaciones inventadas obre su piel. Bajaba del pecho al abdomen y de nuevo al pecho haciendo circulitos mientras él se dedicaba a mimarme y a estropearme para siempre. Porque ahora cada vez que estuviera en la cama con un hombre, desearía que fuera él, rememoraría cada segundo de este encuentro y envidiaría a la Olivia que soy hoy y que se sintió como si la vida de pronto volviera a cobrar sentido. M negaba a romper el contacto físico con él, mi dedo, mi mejilla, la mitad de mi cuerpo, su mano, sus labios en mi frente, era como si alejándose, sólo permitiría que me quemara por completo. Yo no quería quemarme lejos de él, si debía morirme, quería que fuera entre sus brazos, bajo su cuerpo, mis últimas respiraciones al compás de las suyas que durarían eternamente, el compás de mi corazón al mismo ritmo que sus caricias sobre mi piel.
Levanté la mirada dándome cuenta de su expresión. ¿Congoja?, ¿Tristeza? Era como un libro abierto, un libro con letras que yo aú no conozco y que por lo tanto no sé descifrar a la perfección pero sabía que no era una emoción buena. Levanté mi mano para acariciar su mejilla en un gesto inocente, había vuelto a ser la Olivia que siempre quería regresar y ahora se nagaba a irse sin haber pasado la noche con él. Tenía varias opciones en el camino, quedarme así, lo que era mi ferviente deseo, ir a comer algo, que yo sabía que sólo ingeriría yo e irme, que sería la opción elegida por Magnolia. ¿Por cuánto tiempo más me era permitido quedarme como la parte inocente de mi persona?, ¿Cuánto podía durar este sentimiento tan reconfortante?
Busqué mi voz en un rincón de mi cuerpo, después de gritar su nombre se había ido a esconder para no romper el momento en el que el silencio parecía ser el protagonista, un silencio tan lleno de palabras que parecía que más que darnos una tregua, nos ahogaba aun más en nuestro placer. La encontré rezagada, ronca y apagada pero con la certeza de saber lo que quería en ese momento. Aventuré una mano por detrás de mi cuerpo intentando tomar una sábana y cubrirme, mi temperatura corporal bajaba de grado en grado pero no quería ser quien arruinara el momento. -Dijiste que podía quedarme aquí... contigo... toda la noche...- Eso quería hacer... no estaba muy enterada de lo que hacían los vampiros cuando amanecía pero quería quedarme ahí, con él, hasta que el tiempo nos apresurara para que volviéramos los dos a la realidad, una realidad de prostituta y cliente.
-Hambre no... tengo... quiero...- Pausa momentánea en la que ordené mis ideas. -No quiero que me sueltes- Tal vez el sueño se hiciera presente de un momento a otro, tal vez se demorara en llegar, podría darme hambre o frío o cualquier otra cosa que me hiciera levantarme pero por ahora, en este mismo instante, tan sólo quería que me sostuviera tan fuerte como pudiera y me mimara tanto como quisiera.
De inmediato recargué la cabeza en su pecho, mi oído pegado al lado donde su corazón latía, donde todavía quedaban resquicios de lo que nuestra noche había provocado. Sus caricias me calmaban por dentro, como un bálsamo reparador que todo lo podía. Ahora fue mi turno para dibujar constelaciones inventadas obre su piel. Bajaba del pecho al abdomen y de nuevo al pecho haciendo circulitos mientras él se dedicaba a mimarme y a estropearme para siempre. Porque ahora cada vez que estuviera en la cama con un hombre, desearía que fuera él, rememoraría cada segundo de este encuentro y envidiaría a la Olivia que soy hoy y que se sintió como si la vida de pronto volviera a cobrar sentido. M negaba a romper el contacto físico con él, mi dedo, mi mejilla, la mitad de mi cuerpo, su mano, sus labios en mi frente, era como si alejándose, sólo permitiría que me quemara por completo. Yo no quería quemarme lejos de él, si debía morirme, quería que fuera entre sus brazos, bajo su cuerpo, mis últimas respiraciones al compás de las suyas que durarían eternamente, el compás de mi corazón al mismo ritmo que sus caricias sobre mi piel.
Levanté la mirada dándome cuenta de su expresión. ¿Congoja?, ¿Tristeza? Era como un libro abierto, un libro con letras que yo aú no conozco y que por lo tanto no sé descifrar a la perfección pero sabía que no era una emoción buena. Levanté mi mano para acariciar su mejilla en un gesto inocente, había vuelto a ser la Olivia que siempre quería regresar y ahora se nagaba a irse sin haber pasado la noche con él. Tenía varias opciones en el camino, quedarme así, lo que era mi ferviente deseo, ir a comer algo, que yo sabía que sólo ingeriría yo e irme, que sería la opción elegida por Magnolia. ¿Por cuánto tiempo más me era permitido quedarme como la parte inocente de mi persona?, ¿Cuánto podía durar este sentimiento tan reconfortante?
Busqué mi voz en un rincón de mi cuerpo, después de gritar su nombre se había ido a esconder para no romper el momento en el que el silencio parecía ser el protagonista, un silencio tan lleno de palabras que parecía que más que darnos una tregua, nos ahogaba aun más en nuestro placer. La encontré rezagada, ronca y apagada pero con la certeza de saber lo que quería en ese momento. Aventuré una mano por detrás de mi cuerpo intentando tomar una sábana y cubrirme, mi temperatura corporal bajaba de grado en grado pero no quería ser quien arruinara el momento. -Dijiste que podía quedarme aquí... contigo... toda la noche...- Eso quería hacer... no estaba muy enterada de lo que hacían los vampiros cuando amanecía pero quería quedarme ahí, con él, hasta que el tiempo nos apresurara para que volviéramos los dos a la realidad, una realidad de prostituta y cliente.
-Hambre no... tengo... quiero...- Pausa momentánea en la que ordené mis ideas. -No quiero que me sueltes- Tal vez el sueño se hiciera presente de un momento a otro, tal vez se demorara en llegar, podría darme hambre o frío o cualquier otra cosa que me hiciera levantarme pero por ahora, en este mismo instante, tan sólo quería que me sostuviera tan fuerte como pudiera y me mimara tanto como quisiera.
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Quería decirle muchas cosas, pero mi mente aún seguía demasiado descolocada por lo que había sucedido unos minutos atrás. Pronunciar su nombre con claridad, pero no supe cómo, no supe qué hacer. Porque la había conocido como Magnolia pero esa noche, lo supe bien, había estado con Olivia; al menos mi consuelo era haber gozado ya de ambas, inmerecidamente y como fuera, pero eso había sido.
La miré de nuevo, no me iba a cansar de hacerlo, cómo cansarse de tal visión, ya estaba más calmada, el color en sus mejillas regresaba a su tono habitual, y le sonreí cuando escuché su respuesta a mi pregunta. No era tonto, no olvidaba lo que ella era, una humana y por tanto sabía de sus necesidades, pero asentí sin decir nada. Si le ofrecía de comer no era para decirle adiós, sino para deleitarme con los gestos que hiciera al probar comida.
-Puedes quedarte toda la vida –tuve que mentirle, mentirnos, porque sabía que aunque lo deseáramos con fuerza y furia, tarde o temprano tendríamos que regresar a la realidad y ésta nos golpearía de frente, nos embestiría y nos llevaría entre las patas-, si así lo quieres –terminé mi frase, mi casa era suya, y mis brazos su refugio por el tiempo que ella quisiera.
«Nadie aprende, nadie aspira, nadie enseña a soportar la soledad», y yo había aprendido por cuenta propia, había anhelado en un portento, ser capaz de soportarla. Lo que no sabía Magnolia, u Olivia, daba igual, era que con el simple hecho de saberla a mi lado, aquello parecía nimio, insignificante, tanto que podía ser fácilmente aplastado por una bota como a un insecto. Mi soledad, en una suerte ilusoria del momento, desapareció con ella, en sus manos y en su voz, en el abrazo, en la noche, y con la mañana y su partida, regresaría porque siempre regresa como ave migratoria.
No, ella no lo sabía porque yo no se lo decía, cuando me pidió quedarse a mi lado (la cosa que más ansiaba en ese instante) sólo tuve a bien abrazarla de nuevo, hundir mi rostro en su cabello perfumado y en la curvatura de su cuello, aferrándome a su cuerpo con desesperación. No lo sabía, porque yo no se lo decía, porque me avergonzaba saber que con ella, toda felicidad que alguna vez hubo en esta misma habitación, se iría, huiría a su lado. Una jauría de bestias nómadas destrozando mi cordura, así sería su partida. Por eso no se lo decía, porque no quería pensar en su ausencia y el sabor amargo que ésta traería consigo.
Me volví a separar y la miré, no sé por cuanto tiempo, un segundo fugaz o una infinitud incalculable, la tomé por ambos brazos.
-No te voy a soltar, nunca –le dije como campeador seguro de su victoria-, no te dejaré caer –sólo esperaba que ella no me dejara caer a mi también, que ya he caído muchas veces en esta travesía-. Espera –me puse de pie de un solo movimiento, soltarla me produjo desde ya la sensación de extrañarla; alcancé una bata cercana y me la puse, salí rápido de la habitación y a los pocos minutos regresé.
-Sé que me dijiste que no tienes hambre –me volví a acomodar a su lado-, pero le pedí a la cocinera que te hiciera algo de comer, no nos moveremos de aquí, lo traerán a la habitación –reí un poco –mereces eso y más, mereces ser tratada como una reina y haré lo poco que está en mis manos para que sea de ese modo.
Moví la cabeza en dirección a la ventana, resguardada por las gruesas cortinas de terciopelo azul, supe, porque lo recordaba, que la delgada línea del horizonte ya se pintaba de morado, el frío que sentí al ponerme de pie, a pesar de que mi propia temperatura ya era de ese modo, confirmó mis sospechas, el amanecer iba a alcanzarnos y luego regresé la vista a ella, preocupado que con el alba, ella se marchara. Deslicé un brazo por su cintura y con la otra la rodeé por los hombros, me hice un ovillo recargando mi cabeza cerca de su pecho, escuchando la cadencia de sus latidos.
La miré de nuevo, no me iba a cansar de hacerlo, cómo cansarse de tal visión, ya estaba más calmada, el color en sus mejillas regresaba a su tono habitual, y le sonreí cuando escuché su respuesta a mi pregunta. No era tonto, no olvidaba lo que ella era, una humana y por tanto sabía de sus necesidades, pero asentí sin decir nada. Si le ofrecía de comer no era para decirle adiós, sino para deleitarme con los gestos que hiciera al probar comida.
-Puedes quedarte toda la vida –tuve que mentirle, mentirnos, porque sabía que aunque lo deseáramos con fuerza y furia, tarde o temprano tendríamos que regresar a la realidad y ésta nos golpearía de frente, nos embestiría y nos llevaría entre las patas-, si así lo quieres –terminé mi frase, mi casa era suya, y mis brazos su refugio por el tiempo que ella quisiera.
«Nadie aprende, nadie aspira, nadie enseña a soportar la soledad», y yo había aprendido por cuenta propia, había anhelado en un portento, ser capaz de soportarla. Lo que no sabía Magnolia, u Olivia, daba igual, era que con el simple hecho de saberla a mi lado, aquello parecía nimio, insignificante, tanto que podía ser fácilmente aplastado por una bota como a un insecto. Mi soledad, en una suerte ilusoria del momento, desapareció con ella, en sus manos y en su voz, en el abrazo, en la noche, y con la mañana y su partida, regresaría porque siempre regresa como ave migratoria.
No, ella no lo sabía porque yo no se lo decía, cuando me pidió quedarse a mi lado (la cosa que más ansiaba en ese instante) sólo tuve a bien abrazarla de nuevo, hundir mi rostro en su cabello perfumado y en la curvatura de su cuello, aferrándome a su cuerpo con desesperación. No lo sabía, porque yo no se lo decía, porque me avergonzaba saber que con ella, toda felicidad que alguna vez hubo en esta misma habitación, se iría, huiría a su lado. Una jauría de bestias nómadas destrozando mi cordura, así sería su partida. Por eso no se lo decía, porque no quería pensar en su ausencia y el sabor amargo que ésta traería consigo.
Me volví a separar y la miré, no sé por cuanto tiempo, un segundo fugaz o una infinitud incalculable, la tomé por ambos brazos.
-No te voy a soltar, nunca –le dije como campeador seguro de su victoria-, no te dejaré caer –sólo esperaba que ella no me dejara caer a mi también, que ya he caído muchas veces en esta travesía-. Espera –me puse de pie de un solo movimiento, soltarla me produjo desde ya la sensación de extrañarla; alcancé una bata cercana y me la puse, salí rápido de la habitación y a los pocos minutos regresé.
-Sé que me dijiste que no tienes hambre –me volví a acomodar a su lado-, pero le pedí a la cocinera que te hiciera algo de comer, no nos moveremos de aquí, lo traerán a la habitación –reí un poco –mereces eso y más, mereces ser tratada como una reina y haré lo poco que está en mis manos para que sea de ese modo.
Moví la cabeza en dirección a la ventana, resguardada por las gruesas cortinas de terciopelo azul, supe, porque lo recordaba, que la delgada línea del horizonte ya se pintaba de morado, el frío que sentí al ponerme de pie, a pesar de que mi propia temperatura ya era de ese modo, confirmó mis sospechas, el amanecer iba a alcanzarnos y luego regresé la vista a ella, preocupado que con el alba, ella se marchara. Deslicé un brazo por su cintura y con la otra la rodeé por los hombros, me hice un ovillo recargando mi cabeza cerca de su pecho, escuchando la cadencia de sus latidos.
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
"Toda la vida" Sonaba tentador, ignorar los llamados de la sociedad, del mundo real, de la gente que me buscaría aunque fuera solamente para obtener un poco de placer entre mis piernas, olvidarme de mis propias necesidades, de mis pulmones que querían respirar, de mi estómago que quería comer, quedarme ahí dentro, tan sólo alimentándome de sus besos y sus caricias, cambiando todas mis prioridades por una sola: Estar con él. Y volver esa cama mi mundo entero, y convertir su casa en lo único que vería. Era irreal pero sonaba tan bonito. Y era imposible pero algo dentro de mí palpitaba cuando consideraba la idea, implicaría olvidarme de quién era, de Magnolia y todos sus clientes, del burdel, de todo lo que implicaba ser una prostituta, cortesana, lo que fuera, implicaba volverme Olivia para siempre, volver a ser aquella niña dulce y temerosa de todo, volver a ser la que era hacía tanto tiempo.
Miedo. ¿En serio podía volver a ser Olivia?, ¿Sería yo capaz de dejar a Magnolia y todas sus tretas de lado para volver ser aquella niña de diez años que jugaba sin preocupaciones? Sonaba imposible también porque el cuerpo y la mente habían madurado con los golpes físicos y morales que me había dado la vida y aunque ya los había olvidado, a veces, al recordarlos, todavía dolían. Y al fin y al cabo ser Magnolia tenía sus cosas buenas, como encontrarme con hombres como Daniil, que me enseñaban mucho, que me consolaban y permitían que me escondiera un momento entre sus brazos. Una pausa dentro de la vorágine del mundo que a veces parecía girar demasiado deprisa.
Jugué con su cabello cuando se abrazó a mi. Éramos los dos un par de almas parchadas que gracias a esos trozos que nos faltaban y agujeros que nos habían hecho, encajábamos a la perfección el uno con el otro. Yo le había contado mi historia y él sabía ahora mucho de lo que me hacía ser como soy y aunque yo apenas entendía a ese hombre, sabía que también tenía una historia escondida detrás de esa expresión tan dulce que siempre tenía en el rostro, siempre preocupado por los demás antes que por si mismo, siempre buscando la felicidad de otros antes que la suya y aun así teniendo por dentro un remolino que luchaba por acallar. El no me contaba nada, había sido un tiempo sólo para mi, sanar las heridas del alma con caricias en el cuerpo, intentar resanar las grietas con besos, llenar los agujeros con palabras bonitas. Él no me lo contaba pero ya habría tiempo, teníamos toda la vida.
Sonreí todavía demasiado atontada por el acontecimiento anterior y cuando se levantó tuve frío. Irónico cómo puedo sentirme cálida con un cuerpo helado abrazado a mi y helada cuando se marcha. QUise decirle que no se fuera, que no importaba nada, que todo lo que no fuera estar abrazados podía esperar. Y es que con él pegado a mi podía jugar todavía a quedarme ahí, a que no tenía obligaciones que cumplir ni necesidades que acallar, ni tampoco una casa a dónde regresar, podía jugar a que sólo él y yo existíamos en el mundo; cuando se fue sentí que la realidad me golpeaba en la cara con un puño de hierro, la tristeza, la soledad, la amargura, el arrepentimiento de pronto se cernían sobre mi como nube negra amenazando tormenta. Y luego volvió y entonces disipó toda la negrura otra vez, volvió como prometió que haría siempre y me abracé a él en cuanto estuvo a mi lado escuchando su voz que retumbaba en su pecho. Comida. Podía vivir sin ella. O al menos eso pensé hasta que mis tripas lo escucharon y optaron por tomar sus propias decisiones quejándose en voz alta acompañadas de mi risa que no pude evitar soltar. -Gracias- Y ahí estaba otra vez un agradecimiento que sonaba tan vacío, que no tenía la carga total del sentimiento agradecido que yo tenía para con él, y aún así no se había inventado una palabra que expresara lo que yo sentía. Estúpidos límites del lenguaje que pretenden que con unas cuantas miles palabras podamos expresar todo lo que nos apachurra el corazón y nos hace derramar lágrimas de sangre.
Lo recibí en mis brazos cuando se hizo un ovillo, sentí el frío del amanecer envolverlo todo o habría sido una ilusión de saber que con la llegada del sol era su hora de dormir, tal vez había logrado una simbiosis con su cuerpo porque al fin y al cabo éramos los dos vampiros de alguna o de otra forma, él porque lo habían mordido, yo porque nunca dormía de noche. Parecía que congeniábamos sin querer y también queriendo. Era como una danza que efectuábamos los dos improvisando los pasos y esperando que el resultado fuera bonito. Sentí mi corazón palpitar más fuerte cuando pegó su cabeza en mi pecho, era una sinfonía que mi cuerpo componía solamente para él y lo apreté más contra mi, de nuevo queriendo ser un sólo ente. ¿Lo quería?, ¿No era demasiado pronto para decir esas cosas?, Apenas nos habíamos visto un par de veces y se suponía que no debía tener este tipo de lazos con los clientes. La Madame lo ordenaba pero ¡Al diablo con ella y al diablo con todos!
Intenté frenarlo, morderme la lengua hasta hacerme sangrar, intenté callar mi cerebro con golpes mentales, lo busqué con todas mis fuerzas pero al final, en un susurro inaudible, como una ventisca que se escapaba entre una rendija, por debajo de una puerta, buscando un espacio mínimo para colarse, salió de entre mis dientes aquellas dos palabras que me tenía prohibidas. ¿Porqué? Porque siempre que las decía, todo terminaba mal. No quería que las escuchara pero mi pecho no las podía guardar más tiempo a riesgo de que explotara en mil pedazos. Las dije susurrando, casi sólo como un movimiento de labios, delineando las palabras, acompasadas por el ritm que mi sangre llevaba alrededor de mi cuerpo. -Te quiero...- No querían decir nada y a la vez querían decir todo, se quedaron flotando en el aire y cerré los ojos esperando que no hubiera oido, que solamente las hubiera sentido, así no se malinterpretarían y tan sólo quedarían grabadas con fuego en su cuerpo, las tendría presentes todos los días pero sin haberlas hecho tangibles nunca. Te quiero. Era lo que yo le podía ofrecer.
Miedo. ¿En serio podía volver a ser Olivia?, ¿Sería yo capaz de dejar a Magnolia y todas sus tretas de lado para volver ser aquella niña de diez años que jugaba sin preocupaciones? Sonaba imposible también porque el cuerpo y la mente habían madurado con los golpes físicos y morales que me había dado la vida y aunque ya los había olvidado, a veces, al recordarlos, todavía dolían. Y al fin y al cabo ser Magnolia tenía sus cosas buenas, como encontrarme con hombres como Daniil, que me enseñaban mucho, que me consolaban y permitían que me escondiera un momento entre sus brazos. Una pausa dentro de la vorágine del mundo que a veces parecía girar demasiado deprisa.
Jugué con su cabello cuando se abrazó a mi. Éramos los dos un par de almas parchadas que gracias a esos trozos que nos faltaban y agujeros que nos habían hecho, encajábamos a la perfección el uno con el otro. Yo le había contado mi historia y él sabía ahora mucho de lo que me hacía ser como soy y aunque yo apenas entendía a ese hombre, sabía que también tenía una historia escondida detrás de esa expresión tan dulce que siempre tenía en el rostro, siempre preocupado por los demás antes que por si mismo, siempre buscando la felicidad de otros antes que la suya y aun así teniendo por dentro un remolino que luchaba por acallar. El no me contaba nada, había sido un tiempo sólo para mi, sanar las heridas del alma con caricias en el cuerpo, intentar resanar las grietas con besos, llenar los agujeros con palabras bonitas. Él no me lo contaba pero ya habría tiempo, teníamos toda la vida.
Sonreí todavía demasiado atontada por el acontecimiento anterior y cuando se levantó tuve frío. Irónico cómo puedo sentirme cálida con un cuerpo helado abrazado a mi y helada cuando se marcha. QUise decirle que no se fuera, que no importaba nada, que todo lo que no fuera estar abrazados podía esperar. Y es que con él pegado a mi podía jugar todavía a quedarme ahí, a que no tenía obligaciones que cumplir ni necesidades que acallar, ni tampoco una casa a dónde regresar, podía jugar a que sólo él y yo existíamos en el mundo; cuando se fue sentí que la realidad me golpeaba en la cara con un puño de hierro, la tristeza, la soledad, la amargura, el arrepentimiento de pronto se cernían sobre mi como nube negra amenazando tormenta. Y luego volvió y entonces disipó toda la negrura otra vez, volvió como prometió que haría siempre y me abracé a él en cuanto estuvo a mi lado escuchando su voz que retumbaba en su pecho. Comida. Podía vivir sin ella. O al menos eso pensé hasta que mis tripas lo escucharon y optaron por tomar sus propias decisiones quejándose en voz alta acompañadas de mi risa que no pude evitar soltar. -Gracias- Y ahí estaba otra vez un agradecimiento que sonaba tan vacío, que no tenía la carga total del sentimiento agradecido que yo tenía para con él, y aún así no se había inventado una palabra que expresara lo que yo sentía. Estúpidos límites del lenguaje que pretenden que con unas cuantas miles palabras podamos expresar todo lo que nos apachurra el corazón y nos hace derramar lágrimas de sangre.
Lo recibí en mis brazos cuando se hizo un ovillo, sentí el frío del amanecer envolverlo todo o habría sido una ilusión de saber que con la llegada del sol era su hora de dormir, tal vez había logrado una simbiosis con su cuerpo porque al fin y al cabo éramos los dos vampiros de alguna o de otra forma, él porque lo habían mordido, yo porque nunca dormía de noche. Parecía que congeniábamos sin querer y también queriendo. Era como una danza que efectuábamos los dos improvisando los pasos y esperando que el resultado fuera bonito. Sentí mi corazón palpitar más fuerte cuando pegó su cabeza en mi pecho, era una sinfonía que mi cuerpo componía solamente para él y lo apreté más contra mi, de nuevo queriendo ser un sólo ente. ¿Lo quería?, ¿No era demasiado pronto para decir esas cosas?, Apenas nos habíamos visto un par de veces y se suponía que no debía tener este tipo de lazos con los clientes. La Madame lo ordenaba pero ¡Al diablo con ella y al diablo con todos!
Intenté frenarlo, morderme la lengua hasta hacerme sangrar, intenté callar mi cerebro con golpes mentales, lo busqué con todas mis fuerzas pero al final, en un susurro inaudible, como una ventisca que se escapaba entre una rendija, por debajo de una puerta, buscando un espacio mínimo para colarse, salió de entre mis dientes aquellas dos palabras que me tenía prohibidas. ¿Porqué? Porque siempre que las decía, todo terminaba mal. No quería que las escuchara pero mi pecho no las podía guardar más tiempo a riesgo de que explotara en mil pedazos. Las dije susurrando, casi sólo como un movimiento de labios, delineando las palabras, acompasadas por el ritm que mi sangre llevaba alrededor de mi cuerpo. -Te quiero...- No querían decir nada y a la vez querían decir todo, se quedaron flotando en el aire y cerré los ojos esperando que no hubiera oido, que solamente las hubiera sentido, así no se malinterpretarían y tan sólo quedarían grabadas con fuego en su cuerpo, las tendría presentes todos los días pero sin haberlas hecho tangibles nunca. Te quiero. Era lo que yo le podía ofrecer.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Había cometido el error de salir de la habitación pero no volvería a hacerlo, cuando ambos pisáramos el exterior de este microcosmos la ilusión se esfumaría, a partir de este momento todo lo que necesitáramos lo traería Leslie hasta la puerta y ahí lo dejaría, quería, por todos los medios imposibles, y hasta por los imposibles, prolongar esta fantasía en la que Olivia y Daniil eran sólo eso, no una cortesana y un vampiro, sino simplemente una mujer y un hombre. Las últimas vidas en el universo.
Me sentía en terrible ventaja frente a ella, había escuchado a detalle su historia, y ¿qué sabía ella de mí?, nada en realidad, que era un vampiro, pero qué acaso eso no era evidente, y no porque mis actitudes hablaran por mi estirpe, para bien o para mal, siempre he sido el paria que jamás terminó por encajar, y por ello mismo sabía que despertaba más preguntas de las que debería, de las que un gris médico proveniente de una vieja ciudad rusa era capaz de crear, y agradecía, por sobre todas las cosas, que no me bombardeara con cuestiones, que me dejara sólo refugiarme en ella sin necesidad de conocer los motivos.
No quería separarme, como si su regazo pudiera curar todas mis heridas, aminorar mis tristezas que no eran pocas, me sentía menos miserable de este modo y eso ya era más de lo que cualquiera había hecho por mí, me decía “gracias” pero debía ser viceversa, quizá ella no estaba al tanto de la magnitud de lo que estaba haciendo, y por eso no comprendía que quien debía agradecer era yo. Como acto reflejo apreté el abrazo, diciéndole que no me dejara nunca, mintiéndome, mintiéndonos porque luego, tal vez no hoy, pero quizá mañana, ambos regresaríamos a nuestra rutina y esos juramentos de “para siempre” se vendrían abajo como quien intenta construir un imperio con naipes. Sólo esperaba que como ella, yo estaría decepcionado llegado el momento. Reí ligeramente cuando su cuerpo la delató, cuando me dio la razón, cuando me hizo entender que había hecho bien en pedir algo que comer.
Alcé la vista como un niño perdido cuando tomó aire para hablar de nuevo y lo que dijo me dejó completamente helado. Escuché aquel pal de palabras pero fue como si en realidad me golpearan, me apalearan hasta dejarme al borde de la muerte. Sí, eso había sido, Magnolia… Olivia me había matado, porque los palos y piedras rompen huesos y desgarran la piel, pero las palabras, esas calan hondo, rasgan desde adentro, queman, congelan y todo a la vez.
Guardé silencio, porque de nuevo me dejaba desarmado, tenía una facilidad temible para dejarme sin palabras, para hacer que cualquier cosa que se me ocurriera luciera insignificante. Cerré los ojos muy lento y me removí en mi lugar para alcanzar su rostro, lo tomé entre mis manos cuando mis ojos estuvieron a la altura de los suyos, entonces la miré y le sonreí, me acerqué a ella, la besé con suavidad, primero en los labios, luego en una mejilla.
-Yo también –le respondí con voz acompasada, como un arrullo queriendo calmar algún tipo de tempestad. En realidad lo único que intentaba era calmarme a mí mismo, no caer en pánico de escuchar ese par de palabras que evidentemente yo no merecía, mucho menos provenientes de ella. La abracé luego y tuve que contener el llanto, hundiendo el rostro en la curvatura de su cuello, rodeándola con mis brazos, mirando a la nada pensando en qué embustero camino del destino nos tenía ahí a ambos.
Eso que acababa de decir, bajo ninguna circunstancia, era una mentira, pero al ser verdad era más terrible aún, al darnos cuenta de nuestra realidad ese par de palabras, lanzadas como un último par de cartas (sabiendo que incluso así, íbamos a perder la partida) de nada nos servirían, si acaso, sólo como parte del viacrucis de tener que regresar allá afuera, a nuestras vidas, a nuestros sitios. Pero durante toda la noche, y ahora durante la fría mañana, mi sitio era este, en sus brazos, en sus manos, en sus labios.
Por fortuna para mí, para evitar el vergonzoso ejercicio de las lágrimas, alguien tocó a la puerta, era Leslie, no podía ser nadie más, con la comida que le había pedido. Me separé para verla un segundo, esperando que mi gesto no delatara lo que a duras penas pude controlar, sin decir más me puse de pie, seguro que mi mucama al otro lado de la puerta ya había emprendido la huida y abrí la puerta.
Jamás me parecieron tan vívidos los colores de la fruta, tomé la bandeja y cerré tras de mí la puerta, miré a Olivia (porque era Olivia, y nadie más) y le sonreí, dejé el platón a un lado y me volví a acostar junto a ella, aunque esta vez no la abracé, me dediqué a mirarla recargando la cabeza en un brazo.
-Adelante –le dije –puedes comer lo que quieras, y si no es suficiente sólo dime y haré que preparen algo más –no podía dejar de verla, embeberme de su imagen era una necesidad, tan grande que dolía, sí, dolía ahí dentro, en el pecho, querer poder observarla para siempre, aunque me prohibieran tocarla, con sólo tener derecho a contemplarla me bastaría para sobrevivir lo que me restaba de inmortalidad.
Me sentía en terrible ventaja frente a ella, había escuchado a detalle su historia, y ¿qué sabía ella de mí?, nada en realidad, que era un vampiro, pero qué acaso eso no era evidente, y no porque mis actitudes hablaran por mi estirpe, para bien o para mal, siempre he sido el paria que jamás terminó por encajar, y por ello mismo sabía que despertaba más preguntas de las que debería, de las que un gris médico proveniente de una vieja ciudad rusa era capaz de crear, y agradecía, por sobre todas las cosas, que no me bombardeara con cuestiones, que me dejara sólo refugiarme en ella sin necesidad de conocer los motivos.
No quería separarme, como si su regazo pudiera curar todas mis heridas, aminorar mis tristezas que no eran pocas, me sentía menos miserable de este modo y eso ya era más de lo que cualquiera había hecho por mí, me decía “gracias” pero debía ser viceversa, quizá ella no estaba al tanto de la magnitud de lo que estaba haciendo, y por eso no comprendía que quien debía agradecer era yo. Como acto reflejo apreté el abrazo, diciéndole que no me dejara nunca, mintiéndome, mintiéndonos porque luego, tal vez no hoy, pero quizá mañana, ambos regresaríamos a nuestra rutina y esos juramentos de “para siempre” se vendrían abajo como quien intenta construir un imperio con naipes. Sólo esperaba que como ella, yo estaría decepcionado llegado el momento. Reí ligeramente cuando su cuerpo la delató, cuando me dio la razón, cuando me hizo entender que había hecho bien en pedir algo que comer.
Alcé la vista como un niño perdido cuando tomó aire para hablar de nuevo y lo que dijo me dejó completamente helado. Escuché aquel pal de palabras pero fue como si en realidad me golpearan, me apalearan hasta dejarme al borde de la muerte. Sí, eso había sido, Magnolia… Olivia me había matado, porque los palos y piedras rompen huesos y desgarran la piel, pero las palabras, esas calan hondo, rasgan desde adentro, queman, congelan y todo a la vez.
Guardé silencio, porque de nuevo me dejaba desarmado, tenía una facilidad temible para dejarme sin palabras, para hacer que cualquier cosa que se me ocurriera luciera insignificante. Cerré los ojos muy lento y me removí en mi lugar para alcanzar su rostro, lo tomé entre mis manos cuando mis ojos estuvieron a la altura de los suyos, entonces la miré y le sonreí, me acerqué a ella, la besé con suavidad, primero en los labios, luego en una mejilla.
-Yo también –le respondí con voz acompasada, como un arrullo queriendo calmar algún tipo de tempestad. En realidad lo único que intentaba era calmarme a mí mismo, no caer en pánico de escuchar ese par de palabras que evidentemente yo no merecía, mucho menos provenientes de ella. La abracé luego y tuve que contener el llanto, hundiendo el rostro en la curvatura de su cuello, rodeándola con mis brazos, mirando a la nada pensando en qué embustero camino del destino nos tenía ahí a ambos.
Eso que acababa de decir, bajo ninguna circunstancia, era una mentira, pero al ser verdad era más terrible aún, al darnos cuenta de nuestra realidad ese par de palabras, lanzadas como un último par de cartas (sabiendo que incluso así, íbamos a perder la partida) de nada nos servirían, si acaso, sólo como parte del viacrucis de tener que regresar allá afuera, a nuestras vidas, a nuestros sitios. Pero durante toda la noche, y ahora durante la fría mañana, mi sitio era este, en sus brazos, en sus manos, en sus labios.
Por fortuna para mí, para evitar el vergonzoso ejercicio de las lágrimas, alguien tocó a la puerta, era Leslie, no podía ser nadie más, con la comida que le había pedido. Me separé para verla un segundo, esperando que mi gesto no delatara lo que a duras penas pude controlar, sin decir más me puse de pie, seguro que mi mucama al otro lado de la puerta ya había emprendido la huida y abrí la puerta.
Jamás me parecieron tan vívidos los colores de la fruta, tomé la bandeja y cerré tras de mí la puerta, miré a Olivia (porque era Olivia, y nadie más) y le sonreí, dejé el platón a un lado y me volví a acostar junto a ella, aunque esta vez no la abracé, me dediqué a mirarla recargando la cabeza en un brazo.
-Adelante –le dije –puedes comer lo que quieras, y si no es suficiente sólo dime y haré que preparen algo más –no podía dejar de verla, embeberme de su imagen era una necesidad, tan grande que dolía, sí, dolía ahí dentro, en el pecho, querer poder observarla para siempre, aunque me prohibieran tocarla, con sólo tener derecho a contemplarla me bastaría para sobrevivir lo que me restaba de inmortalidad.
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Una pausa. Había habido una pausa entre mis dos palabras apocalípticas y su reacción. Probablemente había sido algo malo decirlas porque al fin y al cabo, ¿Quién era yo?, ¿Quién creía que era yo para pedir cualquier cosa más allá de un placer inmediato? Lo miré totalmente destanteada, ojos enormes empezándose a aguar e intentando encontrar cualquier excusa, pero... ¿Qué excusa puedes poner ante el cariño que sientes por alguien? Lo que me quedaba era solamente pedir perdón y volver al rincón oscuro donde mi lugar se mantenía intacto y donde me tocaba vivir para siempre. -Ehm... yo...- Me tragué el nudo que tenía atorado en la garganta y empecé a redactar una disculpa por haber sido tan inoportuna. -Yo lo...- Empecé a decir atropelladamente. Sin pensar en qué querría decirme o hacerme o qué era lo que proseguía cuando mi confianza había sido otorgada y ahora venía el quiebre de algo tan frágil que podía morirse al ser tocado. Cuando se removió pude sentir el frío calando en mis huesos, el frío que anticipaba que se iría, porque era obvio que no estaba preparado para eso y era obvio que querría evitarse la pena.
Me moví siguiéndolo para zafarme de su abrazo y escapar lo más rápido que pudiera. No hubiera sido la primera vez que huía de mis propios sentimientos, que me daba miedo lo que pensarían los demás porque yo hacía ya diez años que tenía prohibido sentir cualquier cosa. Sentía que me quemaba el pecho y que algo, no sabía muy bien qué, quería escaparse de ahí. No me hubiera sorprendido si de pronto el corazón me hubiera salido por la boca. Pero todo esto se esfumó de un golpe cuando me sonrió y habría llegado a la cima de cualquier montaña sólo con la fuerza que me inyectó su gesto. Yo estaba por huir y él iba y me besaba. Estaba pisando terreno totalmente desconocido. Me mordí el labio abriéndome una herida por la fuerza que infringí en ella, por las ganas que tenía de no echarme a llorar en ese mismo momento, habiendo esperado a que no me mirara para que una lágrima traicionera se me escapara, se deslizara por mi mejilla y se perdiera entre el nudo que habíamos hecho los dos en ese abrazo.
"Yo también" había dicho y a mi me carcomía algo que parecía felicidad o al menos, sabía a lo que alguna vez yo había probado en una infancia que había sido diferente a lo que estaba viviendo. El sabor metálico se me quedó en los labios, apenas había sido una boca y mi cerebro no acababa de entender que Daniil podría olerlo. Porque esa noche, éramos hombre y mujer y el vampiro se había quedado en algún lugar lejano, fuera de esa habitación. Me relamí el labio cuando el toque en la puerta me hizo dar un bote por la sorpresa. Quise aferrarme con las uñas a su piel para que no volviera a irse, pero fue solamente un impulso de un segundo, cuando me di cuenta de que sólo se iba por un segundo, sólo para volver a la cama, recostándose tan cerca que mi alma parecía querer desprenderse de mi cuerpo para abrazarse a ese cuerpo que ahora parecía necesitar tanto. ¿Cómo iba a hacer yo para largarme de ahí?, ¿Porque en algún momento tendría que irme, cierto?
Acomodé mi cuerpo acostándome de lado, la bandeja en medio de ambos y mirándonos por encima de la fruta sin atreverme a tomar nada, paseando las puntas de los dedos por una y otra fruta hasta decantarme por un arándano, cerrar los jos y meterla en mi boca para saborearla. Saborearla sabiendo que al menos por ahora, mi corazón estaba a salvo, porque él había decidido quedarse, no romperlo sino acariciarlo y cuidarlo por el tiempo que pudiéramos escapar de nuestra realidad y quedarnos ahí metidos. Escondidos de todo y de todos. Sólos él y yo para siempre. Aunque ese "Para siempre" durara sólo unas horas más.
Me moví siguiéndolo para zafarme de su abrazo y escapar lo más rápido que pudiera. No hubiera sido la primera vez que huía de mis propios sentimientos, que me daba miedo lo que pensarían los demás porque yo hacía ya diez años que tenía prohibido sentir cualquier cosa. Sentía que me quemaba el pecho y que algo, no sabía muy bien qué, quería escaparse de ahí. No me hubiera sorprendido si de pronto el corazón me hubiera salido por la boca. Pero todo esto se esfumó de un golpe cuando me sonrió y habría llegado a la cima de cualquier montaña sólo con la fuerza que me inyectó su gesto. Yo estaba por huir y él iba y me besaba. Estaba pisando terreno totalmente desconocido. Me mordí el labio abriéndome una herida por la fuerza que infringí en ella, por las ganas que tenía de no echarme a llorar en ese mismo momento, habiendo esperado a que no me mirara para que una lágrima traicionera se me escapara, se deslizara por mi mejilla y se perdiera entre el nudo que habíamos hecho los dos en ese abrazo.
"Yo también" había dicho y a mi me carcomía algo que parecía felicidad o al menos, sabía a lo que alguna vez yo había probado en una infancia que había sido diferente a lo que estaba viviendo. El sabor metálico se me quedó en los labios, apenas había sido una boca y mi cerebro no acababa de entender que Daniil podría olerlo. Porque esa noche, éramos hombre y mujer y el vampiro se había quedado en algún lugar lejano, fuera de esa habitación. Me relamí el labio cuando el toque en la puerta me hizo dar un bote por la sorpresa. Quise aferrarme con las uñas a su piel para que no volviera a irse, pero fue solamente un impulso de un segundo, cuando me di cuenta de que sólo se iba por un segundo, sólo para volver a la cama, recostándose tan cerca que mi alma parecía querer desprenderse de mi cuerpo para abrazarse a ese cuerpo que ahora parecía necesitar tanto. ¿Cómo iba a hacer yo para largarme de ahí?, ¿Porque en algún momento tendría que irme, cierto?
Acomodé mi cuerpo acostándome de lado, la bandeja en medio de ambos y mirándonos por encima de la fruta sin atreverme a tomar nada, paseando las puntas de los dedos por una y otra fruta hasta decantarme por un arándano, cerrar los jos y meterla en mi boca para saborearla. Saborearla sabiendo que al menos por ahora, mi corazón estaba a salvo, porque él había decidido quedarse, no romperlo sino acariciarlo y cuidarlo por el tiempo que pudiéramos escapar de nuestra realidad y quedarnos ahí metidos. Escondidos de todo y de todos. Sólos él y yo para siempre. Aunque ese "Para siempre" durara sólo unas horas más.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Había pedido fruta con total alevosía y ventaja, para deleitarme con el perfume de un colorido cóctel, pero sobre todo, con la imagen de Olivia disfrutando de ello. Había algo muy atrayente en la imagen, quizá pensar en sus labios degustando sabores que para mí ya no son nada, o el simple hecho de cubrir sus necesidades, las más básicas, como lo era alimentarse. La imagen de proveedor jamás se me había venido a la cabeza, porque soy un solitario, pero me gustaba imaginarme de ese modo, aunque fuera sólo un momento, un capricho, un lapso determinado de tiempo con principio y final marcado, pero sobre todo, por tratarse de ella. Era idílico, no era capaz de romper la fantasía en ese instante, al contrario, tenía que asirme a ella con todo lo que tuviera, porque luego se escaparía. Luego, más tarde, no sé cuando, sería como querer atrapar volutas de humo con las manos.
La observé, no sin antes notar la mancha de sangre que gracias a la ley sencilla de la tensión superficial, propia de los líquidos, ésta no escurría hasta su barbilla, el aroma me golpeó todos los sentidos y luego estiró la mano para alcanzar una de las frutas dispuestas, sonreí de lado, eso era lo que quería, verla disfrutando algo sencillo, esa expresión quería ver en su rostro, ese deleite.
Me atreví a estirar la mano y tocar con la yema de los dedos medio y anular su boca, ahí donde la herida era más grande, mis dedos se mancharon de sangre y los observé por unos segundos para luego probar con la lengua su sabor. Jamás me atrevería a morderla, jamás me atrevería a hacerle daño, esta era la única forma que tenía de conocer ese sabor que desde aquella vez en el burdel, me imaginé y de sólo hacerlo, me volvía loco.
-Sabe a arándano –bromeé, aunque era verdad, su sangre se había mezclado con el sabor de la mora que acababa de probar, sonreí de lado y yo mismo alcancé una uva y me la eché a la boca-, había olvidado lo bien que sabe esto –comenté, esperando que supiera a lo que me refería. Mi mirada vagó de la fruta a ella, esperando que siguiera comiendo, que se atreviera a tomar algo más grande, era para ella, debía entenderlo, que nadie la regañaría, que yo se lo estaba ofreciendo y que quería verla disfrutarlo.
-¿Te has hecho daño? –rompí el silencio que por un momento nos envolvió a ambos, aunque no era incómodo, el silencio ayudaba a contar partes en nuestra conversación que con palabras no podían ser dichas, señalé mi propia boca en referencia a la suya para que supiera de qué hablaba.
Por un segundo, que se prolongó y agradecí por eso, reinó esta especia de aura de tranquilidad, de normalidad, de sabernos conocidos y poder convivir más allá de compartir el lecho y revolcarnos entre las sábanas. Tampoco voy a mentir, me gustaba esa parte también, pero saber que la conexión iba más allá, de algún modo me reconfortaba. Tampoco quería pecar de soñador, que ya lo dijo un pintor, no recuerdo qué pintor; «Tengo miedo de ser feliz, porque nunca dura».
La observé, no sin antes notar la mancha de sangre que gracias a la ley sencilla de la tensión superficial, propia de los líquidos, ésta no escurría hasta su barbilla, el aroma me golpeó todos los sentidos y luego estiró la mano para alcanzar una de las frutas dispuestas, sonreí de lado, eso era lo que quería, verla disfrutando algo sencillo, esa expresión quería ver en su rostro, ese deleite.
Me atreví a estirar la mano y tocar con la yema de los dedos medio y anular su boca, ahí donde la herida era más grande, mis dedos se mancharon de sangre y los observé por unos segundos para luego probar con la lengua su sabor. Jamás me atrevería a morderla, jamás me atrevería a hacerle daño, esta era la única forma que tenía de conocer ese sabor que desde aquella vez en el burdel, me imaginé y de sólo hacerlo, me volvía loco.
-Sabe a arándano –bromeé, aunque era verdad, su sangre se había mezclado con el sabor de la mora que acababa de probar, sonreí de lado y yo mismo alcancé una uva y me la eché a la boca-, había olvidado lo bien que sabe esto –comenté, esperando que supiera a lo que me refería. Mi mirada vagó de la fruta a ella, esperando que siguiera comiendo, que se atreviera a tomar algo más grande, era para ella, debía entenderlo, que nadie la regañaría, que yo se lo estaba ofreciendo y que quería verla disfrutarlo.
-¿Te has hecho daño? –rompí el silencio que por un momento nos envolvió a ambos, aunque no era incómodo, el silencio ayudaba a contar partes en nuestra conversación que con palabras no podían ser dichas, señalé mi propia boca en referencia a la suya para que supiera de qué hablaba.
Por un segundo, que se prolongó y agradecí por eso, reinó esta especia de aura de tranquilidad, de normalidad, de sabernos conocidos y poder convivir más allá de compartir el lecho y revolcarnos entre las sábanas. Tampoco voy a mentir, me gustaba esa parte también, pero saber que la conexión iba más allá, de algún modo me reconfortaba. Tampoco quería pecar de soñador, que ya lo dijo un pintor, no recuerdo qué pintor; «Tengo miedo de ser feliz, porque nunca dura».
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Fue hasta que alcanzó con su dedo mi herida que me di cuenta de la situación, del momento tan bizarro en el que nos habíamos metido. Era sangre, mi sangre y él era un vampiro, que bebía sangre. Por mucho que hoy fuéramos sólo un par de humanos enredados entre las mismas sábanas y jugando a desaparecer el mundo, la verdad nos golpeaba a cada rato tan sólo con recordarla. No sabía exactamente qué debía hacer al respecto pero de pronto volví a sentir la temible necesidad de disculparme, de decirle que no lo haría más y que de ser posible me exprimiría entera solamente para que no sintiera esa necesidad tan apremiante. ME quedé mirándolo mientras mi boca había hecho una pausa en masticar la fruta que había probado sintiendo el ambiente distensarse cuando mencionó el sabor de mi sangre. ¿Y listo?, ¿Eso era todo?, ¿No iba a confundirme como aquella vez que Asagi...? Entorné los ojos pasándome la mano instintivamente por el cuello en una caricia que parecía querer cerrar los dos diminutos puntitos que habían quedado como prueba de esa noche de locura.
Me quedé callada, mi cara debía ser un circo de sentimientos entremezclados, todos peleándose por ser el primero en salir a flote. Sonreí incorporándome un poco para tomar otra de las frutas que me ofrecía la bandeja, un trozo de melón cortado tan dulce que el jugo se deslizó por mi mano y por mi brazo haciéndome cosquillas en la piel antes de morderlo y hacer que el movimiento de otra gota de jugo se repitiera pero ahora en mi barbilla. Negué con la cabeza cuando preguntó mientras todavía tenía el bocado en la boca. Había tomado un poco más de lo que podía masticar y ahora intentaba masticarlo para pasarlo. Y quería decirle que había sido sin querer, que había olvidado que la sangre era algo como un tema prohibido, o al menos eso era lo que pensaba yo y quería comer otro trozo de ese melón tan delicioso que se deshacía en mi boca y chorreaba en mi mano.
Una vez sin melón en la boca y habiéndome relamido los labios con la lengua volví a negar. Era ridículo seguir con ese tono de melancolía y tristeza y desazón e incertidumbre en el aire. ¿Cierto? -Me he mordido sin querer...- ¿Ahora cómo le preguntaba si le había hecho daño? ¿O si se había sentido mal? Lo miré deteniendo el trozo de melón entre mis dedos dándome cuenta de nuevo que las palabras que le diría a partir de hoy y para siempre nunca serían suficientes para darle a entender lo mucho que significaban, porque no había forma de amplificar su significado tan sólo diciéndolas, ni siquiera había un tono de voz que pudiera decirle lo mucho que significaban todas las palabras que salían de mi boca y que le dedicaba sólo a él. -Lo siento...- Iba a proseguir pero fue como encontrarme con un acantilado bajo mis pies. ¿Qué más podía decirle?, ¿Qué sentía?, ¿Qué era lo que quería que me perdonara?, ¿Porqué no podía simplemente decirle otra vez que lo quería y borrar todo lo demás?, ¿Qué hacía falta en el mundo para que dos personas pudieran vivir felices solamente porque se querían?
Comí el trozo de melón sobrante dejando que las gotas se deslizaran por mi mano sin atreverme a dejar de mirarlo por miedo a que se evaporara en el aire, a que gracias al error de traer la sangre a su casa, se fuera para siempre. Pensamientos insulsos, estúpidos, totalmente fuera de lugar. Suspiré estirando una mano hacia sus labios, justamente uno de los dedos que se bañaba en jugo de melón, deslicé dejando una estela de sabor sobre su piel y lo insté a probarlo aunque algo en lo más profundo de mi ser me decía que sería imposible que probara algo. -Sabe a primavera en jugo...-
Luego me acerqué a él para probar el jugo de sus labios y saber si así sabía diferente. Como el licor de cereza de nuestro primero encuentro, sabía mucho mejor, tenía algo que ningún sabor en el mundo podría igualar y que era tan tangible que parecía poderlo tocar. Parecía, porque justo n el momento en que yo pensaba que podía atraparlo para siempre, el sabor se desvanecía entre mis dedos dejándome con un palmo de narices. Como si me dijera que la única forma en que podría probarlo sería en sus labios, cuando lo tuviera enfrente, cuando lo besara con tanto sentimiento de necesidad que quisiera que se fundiera conmigo una y otra y otra vez. -Ahora sabe a Daniil.. en primavera...-
Me quedé callada, mi cara debía ser un circo de sentimientos entremezclados, todos peleándose por ser el primero en salir a flote. Sonreí incorporándome un poco para tomar otra de las frutas que me ofrecía la bandeja, un trozo de melón cortado tan dulce que el jugo se deslizó por mi mano y por mi brazo haciéndome cosquillas en la piel antes de morderlo y hacer que el movimiento de otra gota de jugo se repitiera pero ahora en mi barbilla. Negué con la cabeza cuando preguntó mientras todavía tenía el bocado en la boca. Había tomado un poco más de lo que podía masticar y ahora intentaba masticarlo para pasarlo. Y quería decirle que había sido sin querer, que había olvidado que la sangre era algo como un tema prohibido, o al menos eso era lo que pensaba yo y quería comer otro trozo de ese melón tan delicioso que se deshacía en mi boca y chorreaba en mi mano.
Una vez sin melón en la boca y habiéndome relamido los labios con la lengua volví a negar. Era ridículo seguir con ese tono de melancolía y tristeza y desazón e incertidumbre en el aire. ¿Cierto? -Me he mordido sin querer...- ¿Ahora cómo le preguntaba si le había hecho daño? ¿O si se había sentido mal? Lo miré deteniendo el trozo de melón entre mis dedos dándome cuenta de nuevo que las palabras que le diría a partir de hoy y para siempre nunca serían suficientes para darle a entender lo mucho que significaban, porque no había forma de amplificar su significado tan sólo diciéndolas, ni siquiera había un tono de voz que pudiera decirle lo mucho que significaban todas las palabras que salían de mi boca y que le dedicaba sólo a él. -Lo siento...- Iba a proseguir pero fue como encontrarme con un acantilado bajo mis pies. ¿Qué más podía decirle?, ¿Qué sentía?, ¿Qué era lo que quería que me perdonara?, ¿Porqué no podía simplemente decirle otra vez que lo quería y borrar todo lo demás?, ¿Qué hacía falta en el mundo para que dos personas pudieran vivir felices solamente porque se querían?
Comí el trozo de melón sobrante dejando que las gotas se deslizaran por mi mano sin atreverme a dejar de mirarlo por miedo a que se evaporara en el aire, a que gracias al error de traer la sangre a su casa, se fuera para siempre. Pensamientos insulsos, estúpidos, totalmente fuera de lugar. Suspiré estirando una mano hacia sus labios, justamente uno de los dedos que se bañaba en jugo de melón, deslicé dejando una estela de sabor sobre su piel y lo insté a probarlo aunque algo en lo más profundo de mi ser me decía que sería imposible que probara algo. -Sabe a primavera en jugo...-
Luego me acerqué a él para probar el jugo de sus labios y saber si así sabía diferente. Como el licor de cereza de nuestro primero encuentro, sabía mucho mejor, tenía algo que ningún sabor en el mundo podría igualar y que era tan tangible que parecía poderlo tocar. Parecía, porque justo n el momento en que yo pensaba que podía atraparlo para siempre, el sabor se desvanecía entre mis dedos dejándome con un palmo de narices. Como si me dijera que la única forma en que podría probarlo sería en sus labios, cuando lo tuviera enfrente, cuando lo besara con tanto sentimiento de necesidad que quisiera que se fundiera conmigo una y otra y otra vez. -Ahora sabe a Daniil.. en primavera...-
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
La observé con interés desmedido, pero es que eso era lo que provocaba en mí, un imán para mis ojos, incluso en la sencilla labor de comer me parecía la más fascinante de las criaturas. Era como si pudiera hacerlo todo de forma etérea, sutil. Era sutil, esa era la palabra. Noté cómo se llevaba la mano al cuello pero no dije nada, era obvio que no era el primer vampiro con el que se topaba, pero me pregunté en qué plano se había topado a otros como yo. Estúpido, eso era, un estúpido, quién era yo para cuestionarle lo que fuera, que durante la noche y lo que llevábamos de este día se hubiese encargado de ayudarme a fabricar una ilusión de que algo en mi vida podía ir bien no significaba que a la larga yo pudiera hacerle preguntas de esa índole.
Sin embargo, fue como tirarle un balde de agua a una pintura de acuarela, algo en mi se deslavó, se fue, se despintó, esa sensación de saberme único, merecedor de su cariño. Sacudí la cabeza, dejaría que las dudas, los achaques, los golpes arremetieran contra mí luego, y de ser posible pondría mi propio cuerpo para evitar que lo hicieran con ella.
-No, no –me apresuré a hablar –no tienes de qué disculparte -¿era culpa suya que fuera lo que era?, ¿Qué la sed me dejara momentáneamente ciego?, no, no era culpa de ella, era culpa mía, por haberme dejado llevar, entonces, cuando llegó a mí el ofrecimiento de la inmortalidad, y ahora, que una gota de sangre me hizo flaquear-, no has hecho nada malo –esbocé una sonrisa, quería que le quedara muy claro que desde que la había encontrado en la calle, invitado a mi casa y hasta ese momento, lo único que había hecho por mí era aminorar la miseria, amortiguar el dolor, hacerlo nimio en comparación del poder de su sola presencia. Que su estancia en mi casa, en mi habitación, a mi lado, todo era lo totalmente opuesto a hacer algo mal.
Luego seguí el trayecto de las gotas que el melón derramaba cuando ella clavaba sus dientes en él, por un segundo cerré los ojos para absorber el aroma de la fruta, dulce y delicioso. Abrí de nuevo los ojos cuando sentí su mano sobre mi faz, sonreí ante cómo había descrito el sabor de aquel jugo y probé el ligero gusto que había dejado sobre mí. Fui tomado por sorpresa cuando se inclinó hacia a mí para besarme, por un momento tardé en reaccionar para luego, con cuidado, tomar la bandeja de la fruta y hacerla a un lado, agarrar con fuerza su mano, esa por la que se había deslizado un poco más de melón y, tras separarnos del beso, lamer de la palma a un poco más allá de la muñeca. Le sonreí.
-Tú eres como Olivia en primavera –le dije con una risa tonta para volver a acercarme, esta vez tocó lamer y besar su barbilla, donde también había rastro del jugo, delineé mi camino hasta su boca para atrapar sus labios, ahora los sabores se mezclaban, los de la fruta con ella, era como probar algo conocido aderezado con algo nuevo, me gustaba la sensación. Me separé para observarla embebido en su belleza-, me gustan todas las versiones de Olivia –me encogí de hombros y aproveché que mi fuerza era mayor para quedar encima de ella, siempre cuidando de no lastimarla.
-¿Quieres seguir viendo a qué sabemos con cada fruta? –pregunté con una sonrisa de lado, sin darle escapatoria, menos mal que parecía no querer ir a ningún lado. Sí, eso, me gustaba probarla con un dejo diferente, frutal, almibarado pero no demasiado. Aunque claro, siempre iba a preferir a la Olivia natural, sin adornos.
Sin embargo, fue como tirarle un balde de agua a una pintura de acuarela, algo en mi se deslavó, se fue, se despintó, esa sensación de saberme único, merecedor de su cariño. Sacudí la cabeza, dejaría que las dudas, los achaques, los golpes arremetieran contra mí luego, y de ser posible pondría mi propio cuerpo para evitar que lo hicieran con ella.
-No, no –me apresuré a hablar –no tienes de qué disculparte -¿era culpa suya que fuera lo que era?, ¿Qué la sed me dejara momentáneamente ciego?, no, no era culpa de ella, era culpa mía, por haberme dejado llevar, entonces, cuando llegó a mí el ofrecimiento de la inmortalidad, y ahora, que una gota de sangre me hizo flaquear-, no has hecho nada malo –esbocé una sonrisa, quería que le quedara muy claro que desde que la había encontrado en la calle, invitado a mi casa y hasta ese momento, lo único que había hecho por mí era aminorar la miseria, amortiguar el dolor, hacerlo nimio en comparación del poder de su sola presencia. Que su estancia en mi casa, en mi habitación, a mi lado, todo era lo totalmente opuesto a hacer algo mal.
Luego seguí el trayecto de las gotas que el melón derramaba cuando ella clavaba sus dientes en él, por un segundo cerré los ojos para absorber el aroma de la fruta, dulce y delicioso. Abrí de nuevo los ojos cuando sentí su mano sobre mi faz, sonreí ante cómo había descrito el sabor de aquel jugo y probé el ligero gusto que había dejado sobre mí. Fui tomado por sorpresa cuando se inclinó hacia a mí para besarme, por un momento tardé en reaccionar para luego, con cuidado, tomar la bandeja de la fruta y hacerla a un lado, agarrar con fuerza su mano, esa por la que se había deslizado un poco más de melón y, tras separarnos del beso, lamer de la palma a un poco más allá de la muñeca. Le sonreí.
-Tú eres como Olivia en primavera –le dije con una risa tonta para volver a acercarme, esta vez tocó lamer y besar su barbilla, donde también había rastro del jugo, delineé mi camino hasta su boca para atrapar sus labios, ahora los sabores se mezclaban, los de la fruta con ella, era como probar algo conocido aderezado con algo nuevo, me gustaba la sensación. Me separé para observarla embebido en su belleza-, me gustan todas las versiones de Olivia –me encogí de hombros y aproveché que mi fuerza era mayor para quedar encima de ella, siempre cuidando de no lastimarla.
-¿Quieres seguir viendo a qué sabemos con cada fruta? –pregunté con una sonrisa de lado, sin darle escapatoria, menos mal que parecía no querer ir a ningún lado. Sí, eso, me gustaba probarla con un dejo diferente, frutal, almibarado pero no demasiado. Aunque claro, siempre iba a preferir a la Olivia natural, sin adornos.
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Parecía que sus ojos me traspasaban, miraban a través de mi, hurgaban y revolvían y desvelaban todos mis más oscuros secretos pero él ya me había tenido en sus brazos como Magnolia, como Olivia, como una combinación de las dos y había salido sin ganas de irse para siempre y abandonarme, olvidarme, quererme borrar de su memoria, podía mirar cuanto quisiera porque ahí para él ya no había ningún secreto, sabía mi pasado, sabía mi presente y si seguía por la misma línea, podía segurar que sabría mi futuro, tan sólo era necesario ver la historia de otras como yo. Diferentes mujeres, el mismo fin.
Esta vez no me sonrojé al sentir sus ojos sobre mi, en esta noche había habido momentos importantes en los que pensaba que yo también podía adivinar sus pensamientos pero tal vez solamente me estaba engañando, veía velos de tristeza, de congoja, de miedo caer sobre sus ojos y cubrirlos pero tal vez estuviera en un error. Mi conocimiento sobre vampiros era limitado, sabía que mordían, que dolía y que la luz del sol les hacía daño. También sabía que la sangre les gustaba pero ahora mismo estaba un poco destanteada, tal vez todo lo que pensaba sobre ellos también era una mentira, tal vez si le preguntara podría saber la verdadera verdad pero no me atrevía a decirle nada, y menos ahora porque el momento estaba hecho de cristal y un movimiento en falso podía romperlo en mil pedacitos que se esparcirían por el cuarto dejándonos los corazones astillados con trocitos de vidrio que harían que sangraran hasta vaciarse por completo.
Y aun cuando mi mente era un torbellino de ideas, errores, miedos y necesidad de Daniil, él podía, con una sola sonrisa borrar de un plumazo todo lo malo y hacerme recordar que estaba entre sus brazos y que era sólo eso lo que importaba en ese momento. Su movimiento me tomó por sorpresa pero el gesto de lamer mi mano volvió a erizarme la piel, a dejarme lista para él, a desconectar mi cerebro para que mi cuerpo tomara el control y pidiera su ración de ese hombre que escogía las palabras perfectas como flores de un jardín para obsequiarme con ellas. Un jadeo emergió de mi garganta cuando se acercó otra vez, y el beso se tornó algo más básico y elemental para luego separarme y sonreír como la tonta que era yo en el fondo, la que gustaba de palabras dulces, de detalles románticos, de noches como esa que yo rogaba que no terminaran nunca. Quise decirle algo pero en un certero movimiento fugaz me tenía aprisionada bajo su peso. Una mejor posición, según dijo mi cuerpo al reaccionar al contacto. -A mi me gustas tu- Dejando de lado cualquier tipo de versión, mientras fuera Daniil, me tenía vuelta loca en su cuerpo, perdida en sus ojos sin necesidad de encontrarme, trastornada en sus besos, dulces como la miel, adicta en sus brazos, totalmente perdida en él.
Me había sonrojado, lo sabía como sé que soy rubia, por lo que había dicho, porque mi boca había creado una barrera para mi cerebro y dejado que el corazón se desbordara por entre mis labios, aun sabiendo que eso no me dejaba nada bueno, que cada vez que osaba enamorarme, que creía haber encontrado a alguien para mi, que caía en la oscura certeza de querer a alguien de verdad, alguien o algo sucedía, se atravesaba y me lo arrancaba de las manos. Y tenía miedo, tanto como se puede tener de perder a alguien tan valioso como Daniil. Y tenía una esperanza que parecía brillar al fondo de una oscuridad tan densa que era palpable al tacto. Y me sentía tonta. Y de pronto me arrepentía, y de pronto me importaba un bledo. Y de pronto no sabía ni qué pensar.
Estiré una mano hacia la bandeja de fruta sin ofrecerle ninguna respuesta, tomé lo primero que encontré y me lo llevé a la boca. Una fresa que fue mordida a la mitad y luego colocada sobre los labios ajenos para cubrir con su jugo la piel y bajando bajando por la mandíbula hasta el cuello, parando justo donde la yugular parecía palpitar y haciendo táctil la ironía alcé la cabeza para besar sus labios de manera que se quedara con ganas de más. Bajé succionando el jugo, barbilla, mandíbula, cuello... bajo y más bajo hasta el cuello donde abrí la boca y mordí. No fuertemente, ni tampoco con el afán de romper la piel. Fue un mero impulso, algo que no podría explicar del todo. Y me separé apenas rozando mi nariz por encima de donde había herido sutilmente, en círculos, como si con ello pudiera sanar el mordisco. -Ácido y dulce... excelente combinación...-
Esta vez no me sonrojé al sentir sus ojos sobre mi, en esta noche había habido momentos importantes en los que pensaba que yo también podía adivinar sus pensamientos pero tal vez solamente me estaba engañando, veía velos de tristeza, de congoja, de miedo caer sobre sus ojos y cubrirlos pero tal vez estuviera en un error. Mi conocimiento sobre vampiros era limitado, sabía que mordían, que dolía y que la luz del sol les hacía daño. También sabía que la sangre les gustaba pero ahora mismo estaba un poco destanteada, tal vez todo lo que pensaba sobre ellos también era una mentira, tal vez si le preguntara podría saber la verdadera verdad pero no me atrevía a decirle nada, y menos ahora porque el momento estaba hecho de cristal y un movimiento en falso podía romperlo en mil pedacitos que se esparcirían por el cuarto dejándonos los corazones astillados con trocitos de vidrio que harían que sangraran hasta vaciarse por completo.
Y aun cuando mi mente era un torbellino de ideas, errores, miedos y necesidad de Daniil, él podía, con una sola sonrisa borrar de un plumazo todo lo malo y hacerme recordar que estaba entre sus brazos y que era sólo eso lo que importaba en ese momento. Su movimiento me tomó por sorpresa pero el gesto de lamer mi mano volvió a erizarme la piel, a dejarme lista para él, a desconectar mi cerebro para que mi cuerpo tomara el control y pidiera su ración de ese hombre que escogía las palabras perfectas como flores de un jardín para obsequiarme con ellas. Un jadeo emergió de mi garganta cuando se acercó otra vez, y el beso se tornó algo más básico y elemental para luego separarme y sonreír como la tonta que era yo en el fondo, la que gustaba de palabras dulces, de detalles románticos, de noches como esa que yo rogaba que no terminaran nunca. Quise decirle algo pero en un certero movimiento fugaz me tenía aprisionada bajo su peso. Una mejor posición, según dijo mi cuerpo al reaccionar al contacto. -A mi me gustas tu- Dejando de lado cualquier tipo de versión, mientras fuera Daniil, me tenía vuelta loca en su cuerpo, perdida en sus ojos sin necesidad de encontrarme, trastornada en sus besos, dulces como la miel, adicta en sus brazos, totalmente perdida en él.
Me había sonrojado, lo sabía como sé que soy rubia, por lo que había dicho, porque mi boca había creado una barrera para mi cerebro y dejado que el corazón se desbordara por entre mis labios, aun sabiendo que eso no me dejaba nada bueno, que cada vez que osaba enamorarme, que creía haber encontrado a alguien para mi, que caía en la oscura certeza de querer a alguien de verdad, alguien o algo sucedía, se atravesaba y me lo arrancaba de las manos. Y tenía miedo, tanto como se puede tener de perder a alguien tan valioso como Daniil. Y tenía una esperanza que parecía brillar al fondo de una oscuridad tan densa que era palpable al tacto. Y me sentía tonta. Y de pronto me arrepentía, y de pronto me importaba un bledo. Y de pronto no sabía ni qué pensar.
Estiré una mano hacia la bandeja de fruta sin ofrecerle ninguna respuesta, tomé lo primero que encontré y me lo llevé a la boca. Una fresa que fue mordida a la mitad y luego colocada sobre los labios ajenos para cubrir con su jugo la piel y bajando bajando por la mandíbula hasta el cuello, parando justo donde la yugular parecía palpitar y haciendo táctil la ironía alcé la cabeza para besar sus labios de manera que se quedara con ganas de más. Bajé succionando el jugo, barbilla, mandíbula, cuello... bajo y más bajo hasta el cuello donde abrí la boca y mordí. No fuertemente, ni tampoco con el afán de romper la piel. Fue un mero impulso, algo que no podría explicar del todo. Y me separé apenas rozando mi nariz por encima de donde había herido sutilmente, en círculos, como si con ello pudiera sanar el mordisco. -Ácido y dulce... excelente combinación...-
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Re: Buscando ¿consuelo? +18 [Daniil]
Era increíble la capacidad que tenía para hacerme sonreír. Esta noche y esta mañana, se sentía como si finalmente, después de siglos con el ceño fruncido, mis músculos se destensaran y recordaran como formar una sonrisa. Era mucho más de lo que en apariencia era, y me daba miedo, miedo de no estar a la altura, miedo de que de un momento a otro todo se esfumara, porque así ha sido a lo largo de mi vida, todo se va de repente, como una parvada que tiene que ir hacia el sur, sólo que nunca regresa. Perder, esa es la constante que marca el ritmo de mi vida y no vida.
La tenía prisionera entre la cama y mi cuerpo, la podía observar a los ojos, me hundía en ellos como en una trampa de arena traicionera, podía morir ahí, morir por segunda vez, y lo haría con este condenado gesto de felicidad que me apocaba el rostro. Felicidad, ese era un concepto que incluso se me antojaba en otro idioma indescifrable para mi, una lengua muerta y olvidada, pero me lo permitía en este instante, podía ver su significado aunque fuese de paso, aunque fuese a lo lejos, pues se trataba de un sueño, podía darme esa libertad. Lo que dolía en realidad era saber, desde ya, que esto tenía un final marcado desde el principio.
Su voz aun me parecía extracto de mis más locas fantasías, su voz, sí, y lo que decía, qué podía encontrar en mí que le resultara atractivo, en cambio yo luchaba por encontrarle un defecto y no podía, tampoco es como si lo hubiese deseado, en ese instante, que queríamos prolongar eternamente, ella era todo lo que quería y necesitaba. Reí nervioso, era increíble que aunque aquella noche me hubiese contado su tragedia, y yo, no sé por obra divina de quién, tuve la oportunidad de estar con Olivia, aún pudiera ponerme nervioso.
Sentí el jugo de aquella fruta sobre mi piel, de nuevo los aromas se mezclaban y me convertían en su esclavo, lo era, lo había sido desde siempre, desde que imprudentemente decidió contarme su historia; me hubiera gustado contarle la mía, pero era muy larga y aburrida. Cerré los ojos ante el contacto de sus labios sobre mi piel y di un suspiro intranquilo, si seguía así no podía asegurar i autocontrol. Un leve, levísimo quejido de dolor se escapó de mis labios ante el mordisco, más por sorpresa que por dolor real y abrí los ojos con un dejo de risa.
-Yo digo que… -mis manos se enredaron en su cabello-, no son los sabores, somos nosotros –los que hacíamos aquella combinación, los que parecían que pertenecían el uno al otro como dos piezas que embonan a la perfección, como el día complementa a la noche, no era el mejor con la palabras y quedaba demostrado a cada momento, sólo intentaba hacerle entender aquello, daba igual que perfumes y esencias nos rodearan, mientra fuéramos nosotros dos. De nuevo, sin poder hacer nada al respecto, me apoderé de su boca con posesión y anhelo. Hice un movimiento brusco para tenerla de nuevo en mi regazo, enredándome en ella como si fuese esencial para mi tanto como el aire que respirábamos, eso provocó que la fruta rodara por el suelo, haciendo un ruido sordo sobre la madera del piso-, no importa, no importa –le dije mientras me acomodaba junto a ella.
Besé luego el hombro, el cuello, la mandíbula hasta llegar a su oído donde mordí levemente, mis manos, mis manos luchaban por acariciarla pero no delatar su desespero.
-¿Te gusto yo? –pregunté retóricamente cerca de su oído, sin despegar los labios de su piel-, no, no tanto como me gustas tú a mí –me moví contra su cuerpo, aspiré el perfume de su cabello, también tenía hambre, hambre de ella. Era como si no pudiera saciarme de su pureza y encanto, de su arrebatadora devoción.
La tenía prisionera entre la cama y mi cuerpo, la podía observar a los ojos, me hundía en ellos como en una trampa de arena traicionera, podía morir ahí, morir por segunda vez, y lo haría con este condenado gesto de felicidad que me apocaba el rostro. Felicidad, ese era un concepto que incluso se me antojaba en otro idioma indescifrable para mi, una lengua muerta y olvidada, pero me lo permitía en este instante, podía ver su significado aunque fuese de paso, aunque fuese a lo lejos, pues se trataba de un sueño, podía darme esa libertad. Lo que dolía en realidad era saber, desde ya, que esto tenía un final marcado desde el principio.
Su voz aun me parecía extracto de mis más locas fantasías, su voz, sí, y lo que decía, qué podía encontrar en mí que le resultara atractivo, en cambio yo luchaba por encontrarle un defecto y no podía, tampoco es como si lo hubiese deseado, en ese instante, que queríamos prolongar eternamente, ella era todo lo que quería y necesitaba. Reí nervioso, era increíble que aunque aquella noche me hubiese contado su tragedia, y yo, no sé por obra divina de quién, tuve la oportunidad de estar con Olivia, aún pudiera ponerme nervioso.
Sentí el jugo de aquella fruta sobre mi piel, de nuevo los aromas se mezclaban y me convertían en su esclavo, lo era, lo había sido desde siempre, desde que imprudentemente decidió contarme su historia; me hubiera gustado contarle la mía, pero era muy larga y aburrida. Cerré los ojos ante el contacto de sus labios sobre mi piel y di un suspiro intranquilo, si seguía así no podía asegurar i autocontrol. Un leve, levísimo quejido de dolor se escapó de mis labios ante el mordisco, más por sorpresa que por dolor real y abrí los ojos con un dejo de risa.
-Yo digo que… -mis manos se enredaron en su cabello-, no son los sabores, somos nosotros –los que hacíamos aquella combinación, los que parecían que pertenecían el uno al otro como dos piezas que embonan a la perfección, como el día complementa a la noche, no era el mejor con la palabras y quedaba demostrado a cada momento, sólo intentaba hacerle entender aquello, daba igual que perfumes y esencias nos rodearan, mientra fuéramos nosotros dos. De nuevo, sin poder hacer nada al respecto, me apoderé de su boca con posesión y anhelo. Hice un movimiento brusco para tenerla de nuevo en mi regazo, enredándome en ella como si fuese esencial para mi tanto como el aire que respirábamos, eso provocó que la fruta rodara por el suelo, haciendo un ruido sordo sobre la madera del piso-, no importa, no importa –le dije mientras me acomodaba junto a ella.
Besé luego el hombro, el cuello, la mandíbula hasta llegar a su oído donde mordí levemente, mis manos, mis manos luchaban por acariciarla pero no delatar su desespero.
-¿Te gusto yo? –pregunté retóricamente cerca de su oído, sin despegar los labios de su piel-, no, no tanto como me gustas tú a mí –me moví contra su cuerpo, aspiré el perfume de su cabello, también tenía hambre, hambre de ella. Era como si no pudiera saciarme de su pureza y encanto, de su arrebatadora devoción.
{Mátame, lo merezco, prometí esta respuesta hace eones, perdóname Margonolia hermosa}
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