Un secreto vestido de mascaras {La Alianza}

Había observado la invitación que estaba sobre su mesa. Ella había ofrecido su ayuda y por tanto, ahora era un deber el ir y presentarse. Sobre todo si aquello, más que una simple velada era una reunión de aquel grupo. aún no conocía al resto, aunque lo curioso era la forma en que habían decidido hacer ese encuentro. Extendió la invitación y observó las letras.

Bufó tras leerla de nuevo y con movimientos decididos se movió por la habitación. Llamó a su hija para que le ayudara a arreglarse y contrario a lo que se hubiese esperado de ella, dejó que un carruaje le llevara hasta el lugar indicado. Pero no era solo la forma de llegar, simplemente no podía ser quien usualmente era.

Llegaba tarde por mera conveniencia, no le gustaba estar en eventos como ese. Entregó su invitación con un delicado movimiento. fingir no era difícil y aquella especie de advertencia le hizo sonreír. Incluso con su identidad descubierta eso no sería un problema. La mujer estaba acostumbrada a correr riesgos y estar ahí era uno.

Sonrió y aunque ese lugar le causaba una mala impresión, no se notaría en su rostro. Emmerick era de la nobleza, desde ahí se le habían crispado los nervios, pero antes de saberlo ya se había formado una idea y por ello no se le había lanzado encima o insultado de forma realmente intencional. Su vestido de tonos azulesy toques en negro, si bien combinaba con aquella máscara, varias capas de tela en un corte irregular, parecían en muchos casos jirones de la tela. Estaba elaborado con suma precisión, y lo asimétrico que era, mostrando sus piernas en más proporción que la sociedad permitiría. Causar controversia por eso en un lugar así, era lo de menos.

Lo de las máscaras le parecía exagerado, por un lado, a quien conociera de ahí, ella odría reconocerlo, gajes del oficio. Y quien le conociese, probablemente haría lo mismo. Tanto lujo en tan poco espacio le parecía a estas alturas algo innecesario. Ella era de Clase Alta, pero siendo como era y teniendo el dinero a manos llenas, nunca había utilizado este de modo que pudiese notarse realmente en su forma de vida. Pero era una cazarecompensas, tenía sus propias reglas.

Observó distraídamente a la gente a su alrededor, sin mucha atención ni cuidado aparente. Solo estaba buscando al anfitrión, dado que era al único que conocía, al menos saber por dónde se movía. Si ella pasaba desapercibida sería bueno, en todo caso. Se acercó a las mesas cogiendo una bebida y caminando entre aquellas personas. Estaba alerta, más que nada porque no le agradaba mucho estar en medio de esa 'fiesta'.

Tomó apenas un poco de lo que había en su copa, tenía buen sabor. Sonrió. Eso de comportarse era de algún modo divertido, pero el ambiente tenía algo extraño. Sus sentidos, al estar rodeada de gente estaban como buscando algún indicio de que algo estuviese mal. No le gustaban las multitudes y aunque no estaba nerviosa, no podía evitar observar con demasiada fijeza a quien se cruzaba con su mirada.

Decidió tomar asiento esperando, realmente, que nadie se atreviese a acercarse. Podía oler a otras criaturas fuesen lobos o no. Qué curioso era. Se quedó con su copa viendo las parejas moverse en aquel ritmo que la música les daba. Hacía tiempo que no estaba en un baile, ya vería cómo se ponía aquello, pues apenas comenzaba.

Una fiesta… ¿en verdad iba a ir a una fiesta? No tenía idea de que se supone seria el fin del evento, había recibido la invitación y se daba una vaga idea del asunto pero no le agradaba demasiado el hecho de esconderse bajo una máscara, los únicos que usaban mascara eran los ejecutores y el no era uno. Pero debía ver el lado positivo del asunto, podía llevar a Melonee a el evento y Dakota desde luego tendría que acompañarle. Habían viajado a parís por motivos de una reunión entre clanes y la situación era propensa para asistir también a aquel evento. Dakota no iba a dejarlo ir solo a un evento desconocido y el no pensaba dejar a melonee sola en donde se estaban hospedando. Las máscaras adornaban los rostros de todos los invitados y los enormes vestidos y ropas caras se veían por todos lados.

Ajustando la máscara miro a dakota su lado, melonee lucia encantadora con el vestido pomposo y el antifaz de negro encaje, Dakota usaba como él una máscara fija curiosamente de lobo, si tenía que usar una máscara sería una que mostrase su ser. Recordaba perfectamente lo que le habían dicho en la entrada, pero no era su naturaleza esconderse, no como un cobarde, pero debía tomar esto como una estrategia, como si fuese una batalla y el, estaba ahí con sus miembros de más confianza.

Por instinto reconoció aromas y busco entre ellos algo familiar… había un aroma similar a los chamanes de su clan, otros que se parecían al suyo o al de Dakota y finalmente uno que otro similar del de melonee. No había acaso humanos normales en aquel sitio? Avanzo entre la multitud, los modales humanos no eran lo suyo pero decidió que era mejor comportarse como normalmente lo hacía, la cabeza alta, la espalda recta y la mirada vivías aún bajo la mascara. Un aroma familiar le golpeo, el jamás olvidaba una esencia, a nadie que hubiese conocido en su vida y ese aroma definitivamente era de alguien con quien antes se había cruzado. Su mirada inmediatamente busco lo que su olfato ya había detectado y estos se entrecerraron al ver la figura esbelta y la cabellera oscura. Si…la recordaba, se la había topado en uno de sus viajes a las regiones en donde se asentaban algunos miembros de su clan. Ellos habían estado alarmados por la aparición de dos lobos intrusos y estando el cerca se había encargado del asunto. La mujer y su hija estaban de paso solamente, viajaban a parís en busca del padre de la chica. Ellos habían tenido un encuentro cordial y después se habían despedido, aunque el carácter de la mujer era ciertamente en ocasiones algo hostil conocía de jerarquías y sabia cuando debía mostrar el cuello. Cosa extraña en un lobo que viajaba casi solitario.

-Buenas noches- saludo acercándose, noto que Esther, si es que no había olvidado el nombre dirigía algunas palabras a la joven a su lado y ladeo apenas un poco la cabeza. La mujer nos había de sutilezas…eso estaba bien, realmente tampoco era bueno en ellas. Se preguntó si la mujer le reconocería, pero ya lo sabría conforme pasaba la noche, siguiendo de largo avanzo hasta situarse cerca de uno de los balcones, donde el aire de la noche le acariciara el rostro, si tenía que estar ahí, al menos seria en un sitio donde el susurro de los espíritus de la tierra, del aire, de los lobos que corrían entre los arboles aun pudiese acariciar sus oídos.