AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Recuerdo del primer mensaje :
He caminado en la vida
fabricando mi destino,
de a poco junté las cosas
que estaban en mi camino,
pero no me cuestioné
tras tan largo recorrido,
si todo aquello fue real
o era un dictado frío...
________
La función del día anterior me dejó rendido, física y mentalmente. Ya no disfruto de la actuación en ese recinto como antes. Ha dejado de ilusionarme, todo me parece igual. Comienzo a pensar que la decisión de haber ido a aquella audición en la taberna fue una buena idea. Jefes nuevos, rostros frescos, nuevos compañeros… Los aires de cambio me sentarán bien. Si bien, no es algo seguro en cuanto al prestigio del teatro, es lo que menos me importa. Las cosas con sujeto que se hace llamar mi jefe, están muy tensas. No puedo seguir ni un minuto más ahí. Mucho de lo que pase hoy, va a influir en mi vida futura, para bien, para mal, pero será un parte aguas. Formar parte de un nuevo proyecto me ilusiona, porque me da la oportunidad de volver a comenzar. De aprender de los errores del pasado y no volverlos a repetir.
Con éste pensamiento feliz, termino de arreglarme, luego de haber desayunado un poco, más no mucho (De cualquier modo, no es que hiciera abundancia en casa) me gusta sentirme ligero, porque de ésta manera estoy alerta, y no con pesadez, bostezando. No quiero causar una mala impresión al señor Callahan y a la señorita Natalia. Un pensamiento vuela fugaz hasta la figura del que será mi nuevo jefe. Tan joven, pero ya con ideas claras en su cabeza. No es mucho mayor que yo, y sin embargo ya con un importante proyecto entre manos. Es ambicioso y sabe lo que hace, lo que quiere y lo que busca. Aquella noche en la taberna dijo mucho y a la vez nada. Ha depositado su confianza en mi y no quiero fallarle. No le voy a fallar…
Cerrando con trompicones la puerta de mi hogar - la perilla esta demasiado oxidada - me dirijo hacia una de las avenidas principales a buscar un carromato. La dirección que se me ha proporcionado parece ser un poco alejados De mi actual ubicación y si bien puedo ir a pie - o valido - No quiero llegar tarde y mucho menos perder mi ropa. Gastaré un poco más de lo planeado porque será un viaje un poco costoso, pero no me importa. Estoy decididoido y cuando algo se mete en mi cabeza, no hay poder humano que me haga cambiar de opinión.
Una vez abordo, me dedico a observar el paisaje circundante. Como, con el transcurso del camino, las construcciones van cambiando de aspecto. De las muy humildes, a las muy elegantes y… A las derruidas. << ¿Estaremos en la dirección correcta? >> Es inevitable el que yo saque mi cabeza y le pregunte al hombre que va guiando al caballo si es correcto el camino por el que vamos pasando. Él tranquilamente contesta, que no desespere, que la dirección que le he proporcionado está retirado del centro de la ciudad, pero que en cuestión de minutos estaremos a la puerta de mi destino. Me encojo de hombros, si lo ha dicho tan seguro, es por que así debe ser. No soy quién para cuestionarlo. Yo creo que estoy ansioso, desesperado por llegar y todo se me vuelve más alejado de lo que realmente debe estar.
-Hemos llegado señor.-La voz del ansiando me hace respingar, arrancándome de mis pensamientos. Al parecer cerré los ojos sin darme cuenta y comenzaba a quedarme dormido.
-Muchas gracias, aquí tiene. Muy amable-. Pago la cantidad pactada antes de haber abordado, observando cómo es que se aleja lentamente . Giro sobre mis talones y me sorprende ver lo que observo. La construcción parece abandonada, aunque el cancel está abierto de par en par. ¿Sería conveniente entrar sin antes anunciarme? Camino sigiloso, intentando no hacer demasiado ruido, todo parece tan silencioso…
-¿Buenos días?
Mi voz hace eco.
-Vengo al ensayo… Busco a Kurt Callahan-. Cuando ingreso por completo al recinto, me doy cuenta de que algún grupo de gente está tratando de limpiar y poner todo en orden barriendo la estancia, lo que ocasiona que el polvo acumulado se levante, haciéndome toser.-- Me ha citado a ésta hora.
fabricando mi destino,
de a poco junté las cosas
que estaban en mi camino,
pero no me cuestioné
tras tan largo recorrido,
si todo aquello fue real
o era un dictado frío...
La función del día anterior me dejó rendido, física y mentalmente. Ya no disfruto de la actuación en ese recinto como antes. Ha dejado de ilusionarme, todo me parece igual. Comienzo a pensar que la decisión de haber ido a aquella audición en la taberna fue una buena idea. Jefes nuevos, rostros frescos, nuevos compañeros… Los aires de cambio me sentarán bien. Si bien, no es algo seguro en cuanto al prestigio del teatro, es lo que menos me importa. Las cosas con sujeto que se hace llamar mi jefe, están muy tensas. No puedo seguir ni un minuto más ahí. Mucho de lo que pase hoy, va a influir en mi vida futura, para bien, para mal, pero será un parte aguas. Formar parte de un nuevo proyecto me ilusiona, porque me da la oportunidad de volver a comenzar. De aprender de los errores del pasado y no volverlos a repetir.
Con éste pensamiento feliz, termino de arreglarme, luego de haber desayunado un poco, más no mucho (De cualquier modo, no es que hiciera abundancia en casa) me gusta sentirme ligero, porque de ésta manera estoy alerta, y no con pesadez, bostezando. No quiero causar una mala impresión al señor Callahan y a la señorita Natalia. Un pensamiento vuela fugaz hasta la figura del que será mi nuevo jefe. Tan joven, pero ya con ideas claras en su cabeza. No es mucho mayor que yo, y sin embargo ya con un importante proyecto entre manos. Es ambicioso y sabe lo que hace, lo que quiere y lo que busca. Aquella noche en la taberna dijo mucho y a la vez nada. Ha depositado su confianza en mi y no quiero fallarle. No le voy a fallar…
Cerrando con trompicones la puerta de mi hogar - la perilla esta demasiado oxidada - me dirijo hacia una de las avenidas principales a buscar un carromato. La dirección que se me ha proporcionado parece ser un poco alejados De mi actual ubicación y si bien puedo ir a pie - o valido - No quiero llegar tarde y mucho menos perder mi ropa. Gastaré un poco más de lo planeado porque será un viaje un poco costoso, pero no me importa. Estoy decididoido y cuando algo se mete en mi cabeza, no hay poder humano que me haga cambiar de opinión.
Una vez abordo, me dedico a observar el paisaje circundante. Como, con el transcurso del camino, las construcciones van cambiando de aspecto. De las muy humildes, a las muy elegantes y… A las derruidas. << ¿Estaremos en la dirección correcta? >> Es inevitable el que yo saque mi cabeza y le pregunte al hombre que va guiando al caballo si es correcto el camino por el que vamos pasando. Él tranquilamente contesta, que no desespere, que la dirección que le he proporcionado está retirado del centro de la ciudad, pero que en cuestión de minutos estaremos a la puerta de mi destino. Me encojo de hombros, si lo ha dicho tan seguro, es por que así debe ser. No soy quién para cuestionarlo. Yo creo que estoy ansioso, desesperado por llegar y todo se me vuelve más alejado de lo que realmente debe estar.
-Hemos llegado señor.-La voz del ansiando me hace respingar, arrancándome de mis pensamientos. Al parecer cerré los ojos sin darme cuenta y comenzaba a quedarme dormido.
-Muchas gracias, aquí tiene. Muy amable-. Pago la cantidad pactada antes de haber abordado, observando cómo es que se aleja lentamente . Giro sobre mis talones y me sorprende ver lo que observo. La construcción parece abandonada, aunque el cancel está abierto de par en par. ¿Sería conveniente entrar sin antes anunciarme? Camino sigiloso, intentando no hacer demasiado ruido, todo parece tan silencioso…
-¿Buenos días?
Mi voz hace eco.
-Vengo al ensayo… Busco a Kurt Callahan-. Cuando ingreso por completo al recinto, me doy cuenta de que algún grupo de gente está tratando de limpiar y poner todo en orden barriendo la estancia, lo que ocasiona que el polvo acumulado se levante, haciéndome toser.-- Me ha citado a ésta hora.
Última edición por Joshua Maloney el Mar Jul 14, 2015 5:14 pm, editado 1 vez
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Por fin el relón se cerró, todo habia concluído por aquella noche. Fue lo único que pensé en aquel instante. Sentía el cuerpo engarrotado y el cuello duro, ya que habían sido semanas de tensión, pero gracias a Dios, ya todo había llegado a su fin. Solté un hondo suspiro apenas pude ponerme de pie, en el momento en que todos los actores comenzaron a felicitarse unos a otros. Yo estaba muy lejos de sentir alegría, había trabajado durísimo para aquella noche, sin embargo si otras fueran las circunstancias, estaría saltando de puro gozo. Sólo pude dar algunos pasos hacia atrás para que nadie reparara en mí.
Deseaba con todas mis fuerzas retirarme inmediatamente, pero las pesadas cortinas rojas volvieron a abrirse debido a los aplausos del respetable público, sin que yo pudiera hacer algo para evitarlo, obligándome a mostrar una careta alegre y cordial. Sentí la presencia de Kurt a mi lado, escuché sus palabras, más no le miré, suficiente dolor había ya en mi interior como para seguir clavando más agujas a mi corazón, únicamente sonrí a los presentes, regalándoles una sonrisa franca al momento de hacer una leve reverencia en señal de agradecimiento. Acto seguido me alejé de la algarabía lo más pronto posible, ya no podía soportar un minuto más ahí.
Como pude, llegué hasta el área de camerinos tratando de desabotonar el cuello alto de mi vestimenta, pues sentía que me estaba ahogando e hiperventilaba. Hice algunos ejercicios de respiración para tratar de tranquilizarme, pero las piernas me temblaban. En verdad lo estaba pasando fatal, ya que la cabeza comenzó a darme tumbos, quizás se tratara de toda la tensión acumulada en todos esos meses, pues no encontraba otra explicación.
Me deshice de la parte superior de mi ropa, dejándola descansar sobre el respaldo de mi silla. Ahí me dediqué a desmaquillarme lo más pronto que pude. ¡El negro circundante de los ojos no cedía, por más que me pasaba el aceite con una esponja! Sólo perdí la concentración cuando escuché un silvido agudo. Ahí pude reaccionar y regresar al mundo real, en el cuál todos mis compañeros observaban con asombro y curiosidad al hombre que yacía de pie, en medio de todos los miembros de la compañía. Se trataba ni más ni menos que del mecenas que había hecho realidad todo éste sueño. Siempre me había preguntado el cómo luciría, ya que ni en mis más remotos sueños había podido conocer tan de cerca a un miembro de la realeza. Un hombre demasiado alto. Para mi asombro era un hombre bastante joven. Muy elegante pero sobrio al hablar. De verdad despedía elegancia en cada una de sus palabras, tenía a todos con la boca abierta, incluyéndome, desde luego.
El acabose fue cuando pidió un fuerte aplauso para mi persona, ¡Dios no quería que nadie me viera! no pude pasar desapercibido, y no pude evitar ponerme rojo. ¡Odiaba ponerme así! Únicamente agradecí con un leve movimiento de cabeza, pues yo quería que la tierra se abriera y me tragara de un bocado en aquel instante. Nunca me había gustado ser el centro de atención de nada. Lo que yo quería en aquel momento era huir. Si, huir lo más lejos que pudiera. Poner metros - muchos metros - de distancia, entre Kurt y yo.
Cuando todos comenzaron a dispersarse, terminé por volver a ser yo, y entregarle a Josep mi traje de Hamlet para que lo llevara a Natalia. Le agradecí despeinándolo como era mi costumbre y una vez estuve listo para partir, eché una última ojeada al lugar. Quizás, muy probablemente jamás volvería a poner un pie de ahi, sumado a que quedaba retirado de casa. Y... Los recuerdos me golpearían durísimo.
Mi casa...No deseaba volver. Al menos no tan temprano. Quizás deambularía un poco por las callejuelas buscando distracción. Algo en qué pensar, que no fuera en él. Todos esos días alejados de su persona habían sido duros, pero sentía que podría olvidarlo, sin embargo, volverle a ver había sido un gran retroceso. Todo el terreno ganado, lo había perdido en el instante en que su mirada azul se había cruzado con la mía. Derrumbó en segundos una barrera que creía haber construído fuerte. Tal poder tenía sobre mí... Lastimosamente.
Me limpié los ojos con el antebrazo, pues ya había comenzado a derramar algunas lágrimas de nuevo. No podía permanecer mucho tiempo más ahí, así que salí por la puerta trasera sin hacer demasiado aspaviento. Dejaría a los demás miembros de la companía celebrar sin mi presencia. Así pues, con mi mochila al hombro, me dediqué a caminar sin rumbo aparente, con la mirada gacha y las manos en mis bolsillos, hasta que el estómago comenzó a protestar. Yo no quería comer, pero mi cuerpo pedía a gritos que le alimentara. A veces no entendía el funcionamiento de mi propio cuerpo. Parecía que mente, corazón y barriga, tenían vida propia.
Con sumo pesar, entré a la primera hostería que encontré. Me senté en la mesa más alejada y pedí un café. Ahí perdí mi mirada sobre una servilleta, tratando de alejarme lo más posible de la realidad, para no sentirme tan miserable.
Deseaba con todas mis fuerzas retirarme inmediatamente, pero las pesadas cortinas rojas volvieron a abrirse debido a los aplausos del respetable público, sin que yo pudiera hacer algo para evitarlo, obligándome a mostrar una careta alegre y cordial. Sentí la presencia de Kurt a mi lado, escuché sus palabras, más no le miré, suficiente dolor había ya en mi interior como para seguir clavando más agujas a mi corazón, únicamente sonrí a los presentes, regalándoles una sonrisa franca al momento de hacer una leve reverencia en señal de agradecimiento. Acto seguido me alejé de la algarabía lo más pronto posible, ya no podía soportar un minuto más ahí.
Como pude, llegué hasta el área de camerinos tratando de desabotonar el cuello alto de mi vestimenta, pues sentía que me estaba ahogando e hiperventilaba. Hice algunos ejercicios de respiración para tratar de tranquilizarme, pero las piernas me temblaban. En verdad lo estaba pasando fatal, ya que la cabeza comenzó a darme tumbos, quizás se tratara de toda la tensión acumulada en todos esos meses, pues no encontraba otra explicación.
Me deshice de la parte superior de mi ropa, dejándola descansar sobre el respaldo de mi silla. Ahí me dediqué a desmaquillarme lo más pronto que pude. ¡El negro circundante de los ojos no cedía, por más que me pasaba el aceite con una esponja! Sólo perdí la concentración cuando escuché un silvido agudo. Ahí pude reaccionar y regresar al mundo real, en el cuál todos mis compañeros observaban con asombro y curiosidad al hombre que yacía de pie, en medio de todos los miembros de la compañía. Se trataba ni más ni menos que del mecenas que había hecho realidad todo éste sueño. Siempre me había preguntado el cómo luciría, ya que ni en mis más remotos sueños había podido conocer tan de cerca a un miembro de la realeza. Un hombre demasiado alto. Para mi asombro era un hombre bastante joven. Muy elegante pero sobrio al hablar. De verdad despedía elegancia en cada una de sus palabras, tenía a todos con la boca abierta, incluyéndome, desde luego.
El acabose fue cuando pidió un fuerte aplauso para mi persona, ¡Dios no quería que nadie me viera! no pude pasar desapercibido, y no pude evitar ponerme rojo. ¡Odiaba ponerme así! Únicamente agradecí con un leve movimiento de cabeza, pues yo quería que la tierra se abriera y me tragara de un bocado en aquel instante. Nunca me había gustado ser el centro de atención de nada. Lo que yo quería en aquel momento era huir. Si, huir lo más lejos que pudiera. Poner metros - muchos metros - de distancia, entre Kurt y yo.
Cuando todos comenzaron a dispersarse, terminé por volver a ser yo, y entregarle a Josep mi traje de Hamlet para que lo llevara a Natalia. Le agradecí despeinándolo como era mi costumbre y una vez estuve listo para partir, eché una última ojeada al lugar. Quizás, muy probablemente jamás volvería a poner un pie de ahi, sumado a que quedaba retirado de casa. Y... Los recuerdos me golpearían durísimo.
Mi casa...No deseaba volver. Al menos no tan temprano. Quizás deambularía un poco por las callejuelas buscando distracción. Algo en qué pensar, que no fuera en él. Todos esos días alejados de su persona habían sido duros, pero sentía que podría olvidarlo, sin embargo, volverle a ver había sido un gran retroceso. Todo el terreno ganado, lo había perdido en el instante en que su mirada azul se había cruzado con la mía. Derrumbó en segundos una barrera que creía haber construído fuerte. Tal poder tenía sobre mí... Lastimosamente.
Me limpié los ojos con el antebrazo, pues ya había comenzado a derramar algunas lágrimas de nuevo. No podía permanecer mucho tiempo más ahí, así que salí por la puerta trasera sin hacer demasiado aspaviento. Dejaría a los demás miembros de la companía celebrar sin mi presencia. Así pues, con mi mochila al hombro, me dediqué a caminar sin rumbo aparente, con la mirada gacha y las manos en mis bolsillos, hasta que el estómago comenzó a protestar. Yo no quería comer, pero mi cuerpo pedía a gritos que le alimentara. A veces no entendía el funcionamiento de mi propio cuerpo. Parecía que mente, corazón y barriga, tenían vida propia.
Con sumo pesar, entré a la primera hostería que encontré. Me senté en la mesa más alejada y pedí un café. Ahí perdí mi mirada sobre una servilleta, tratando de alejarme lo más posible de la realidad, para no sentirme tan miserable.
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Dormí durante horas, ni si quiera la luz del medio día consiguió sacarme de la cama. Me sentía muy cansado, física y emocionalmente y no quería salir de la cama.
-Kurt, son las seis de la tarde, tienes que ponerte en pie. Tenemos una reunión importante-Escuchaba la voz de Natalia entre sueños, también sentí sus manos acariciando mi cabello-vamos, te estamos esperando…-me revolví un poco gruñendo, no quería salir de la cama, no quería enfrentarme con mi realidad silenciosa y hueca. Pero Natalia abrió las cortinas y las ventanas dejando que la luz de la tarde y el frio entrasen, también me preparo ropa y agua fresca para que me limpiase la cara.-Tienes 15 minutos para bajar, Enrique quiere hablar contigo…-entonces salió de la habitación y yo me tumbe boca arriba mirando hacia la pequeña claraboya que tenía en el techo.
Enrique… ¿de qué quería hablar? ¿De esos supuestos cambios? No estaba dispuesto a ceder en lo que se refería a hacer cambios estructurales en la obra ni era mi intención entregarle mi compañía en bandeja de plata…Con pocas ganas salí de la cama y me lave la cara, aún llevaba la camisera de Joshua, la cual acaricie un momento y me la quité. Probablemente fuese lo único que me quedaría de él. Me vestí y peine lo mejor que pude, no podía bajar hecho una piltrafa a recibir a nuestro “querido Conde”.
Al bajar las escaleras les escuché hablar en el despacho. No había nadie en la casa, todos tenían un par de días libres hasta ver que se decidía con Enrique y cuando volveríamos a empezar.
-Buenas tardes señor Chambord- Enrique estaba sentado en mi asiento y Natalia frente a él. El Conde se puso en pie y se acercó para estrecharme la mano.
-Señor Callahan, espero que haya descansado porque nos queda mucho trabajo por delante-me dijo con una sonrisa.-Por favor siéntese-me ofreció mi silla y yo tuve que agradecer. –Bueno, como le había comentado a nuestra querida Natalia, gracias a la buena aceptación del público y sus opiniones sobre la representación he contratado el teatro para 10 días, empezaremos pasado mañana. –dijo con una enorme sonrisa, sin duda era una gran noticia, estaba contento, eso significaba que teníamos una oportunidad de hacer un hueco en el mundo del teatro a nivel profesional en París.
-Eso suena maravilloso y…
-Con respecto a la gira por Francia, estoy preparándolo todo, por eso no debéis preocuparos, he contactado con amigos en Lyon, Marsella, Burdeos, Normandía y Toulouse.
-Sí, eso también es maravilloso pero esa no iba a ser mi pregunta…
-Y ¿cuál es entonces?
El hecho de que no me dejase terminar una frase empezaba a molestarme-Quería hablar sobre aquello que me comentó ayer, lo de que quería introducir cambios…
-Oh sí, ya lo recuerdo…son pequeñas cosas, nada de lo que deba agobiarse. Con respecto al elenco y la escenografía…os daré algo más de dinero para que mejoréis el atrezo, no quiero desmerecer tu trabajo Natalia, lo has hecho de maravilla pero creo que hay algunas cosas que podríamos mejorar con algo de dinero-Natalia asintió entusiasmada, pero a mí esa actitud me resultaba un tanto pedante- y con respecto al elenco…-por ahí sí que no iba a pasar-todos los actores son magníficos, pero considero que esa chica..no recuerdo su nombre, la que representa a Ofelia..
-Sashenka-conteste dispuesto a negarme a cualquier cambio que la perjudicase
-Sí, ella, la veo un tanto…no sé, no termina de convencerme en el papel de una joven noble…no parece parisina, ¿de dónde es?
- Es de París y déjeme decirle que Sashenka es la mejor actriz de la compañía y nadie trabaja más que ella
-Eso es porque es la única actriz señor Callahan y no discuto sobre sus aptitudes a la hora de trabajar pero preferiría que buscase a otra para el papel.
-Creo que eso no va a ser posible en tan poco tiempo señor-empezaba a responder con más descontento.
-Está bien…entiendo que haya poco tiempo, pero quiero que se plantee en cambiarle el tipo de papeles que representa…y con respecto a la estrella, quiero que le aumente el sueldo, no se preocupe que tendrá más presupuesto para ello.
-Me temo que Joshua…bueno, puede que deje la compañía
-¿Cómo? ¿Por qué?
-Aun no lo sé con certeza señor-en el fondo sí que me lo temía, Joshua apenas podía estar en la misma sala que yo, sabía que en cualquier momento vendría para decirme que se iba- Pero creo que tenía otros planes para después del estreno…-no podía hablar sobre lo que realmente había pasado entre nosotros evidentemente.
-Bueno, no te preocupes por eso, iré a hablar con él personalmente
-No creo que sea necesario…-dije pero Enrique parecía haber dejado de escuchar, se puso de pie y empezó a darle instrucciones a Natalia sobre otros asuntos.
-Un placer como siempre señor Callahan, ya sabe que tiene dos días para tener a los actores a punto y por Joshua no se preocupe –saco su chequera y le dio un papel a Natalia-con eso tendrás suficiente para mejorar el decorado, nos volveremos a ver pronto para confirmar la gira y el itinerario de la misma – Se despidió y salió del teatro, Natalia no se quedo mucho rato más porque solo disponía de dos días para conseguir más materiales.
Por mi parte me quede sentado en mi escritorio, un poco enfurruñado, la actitud del Conde me molestaba…y entonces me puse a pensar qué pasaría si no lograba convencer a Joshua… ¿tendría que salir a escena? Nadie más se sabía ese papel y aunque no me hacía gracia reconocerlo, esperaba que Enrique convenciese a Josh para quedarse. Suspire y volví a mi habitación. Me tumbe en la cama mirando al techo, pensando en la última vez en la que estuve con “Hamlet” en esa cama, en como una noche como aquella acabo tan mal.
Me sentía solo.
-Kurt, son las seis de la tarde, tienes que ponerte en pie. Tenemos una reunión importante-Escuchaba la voz de Natalia entre sueños, también sentí sus manos acariciando mi cabello-vamos, te estamos esperando…-me revolví un poco gruñendo, no quería salir de la cama, no quería enfrentarme con mi realidad silenciosa y hueca. Pero Natalia abrió las cortinas y las ventanas dejando que la luz de la tarde y el frio entrasen, también me preparo ropa y agua fresca para que me limpiase la cara.-Tienes 15 minutos para bajar, Enrique quiere hablar contigo…-entonces salió de la habitación y yo me tumbe boca arriba mirando hacia la pequeña claraboya que tenía en el techo.
Enrique… ¿de qué quería hablar? ¿De esos supuestos cambios? No estaba dispuesto a ceder en lo que se refería a hacer cambios estructurales en la obra ni era mi intención entregarle mi compañía en bandeja de plata…Con pocas ganas salí de la cama y me lave la cara, aún llevaba la camisera de Joshua, la cual acaricie un momento y me la quité. Probablemente fuese lo único que me quedaría de él. Me vestí y peine lo mejor que pude, no podía bajar hecho una piltrafa a recibir a nuestro “querido Conde”.
Al bajar las escaleras les escuché hablar en el despacho. No había nadie en la casa, todos tenían un par de días libres hasta ver que se decidía con Enrique y cuando volveríamos a empezar.
-Buenas tardes señor Chambord- Enrique estaba sentado en mi asiento y Natalia frente a él. El Conde se puso en pie y se acercó para estrecharme la mano.
-Señor Callahan, espero que haya descansado porque nos queda mucho trabajo por delante-me dijo con una sonrisa.-Por favor siéntese-me ofreció mi silla y yo tuve que agradecer. –Bueno, como le había comentado a nuestra querida Natalia, gracias a la buena aceptación del público y sus opiniones sobre la representación he contratado el teatro para 10 días, empezaremos pasado mañana. –dijo con una enorme sonrisa, sin duda era una gran noticia, estaba contento, eso significaba que teníamos una oportunidad de hacer un hueco en el mundo del teatro a nivel profesional en París.
-Eso suena maravilloso y…
-Con respecto a la gira por Francia, estoy preparándolo todo, por eso no debéis preocuparos, he contactado con amigos en Lyon, Marsella, Burdeos, Normandía y Toulouse.
-Sí, eso también es maravilloso pero esa no iba a ser mi pregunta…
-Y ¿cuál es entonces?
El hecho de que no me dejase terminar una frase empezaba a molestarme-Quería hablar sobre aquello que me comentó ayer, lo de que quería introducir cambios…
-Oh sí, ya lo recuerdo…son pequeñas cosas, nada de lo que deba agobiarse. Con respecto al elenco y la escenografía…os daré algo más de dinero para que mejoréis el atrezo, no quiero desmerecer tu trabajo Natalia, lo has hecho de maravilla pero creo que hay algunas cosas que podríamos mejorar con algo de dinero-Natalia asintió entusiasmada, pero a mí esa actitud me resultaba un tanto pedante- y con respecto al elenco…-por ahí sí que no iba a pasar-todos los actores son magníficos, pero considero que esa chica..no recuerdo su nombre, la que representa a Ofelia..
-Sashenka-conteste dispuesto a negarme a cualquier cambio que la perjudicase
-Sí, ella, la veo un tanto…no sé, no termina de convencerme en el papel de una joven noble…no parece parisina, ¿de dónde es?
- Es de París y déjeme decirle que Sashenka es la mejor actriz de la compañía y nadie trabaja más que ella
-Eso es porque es la única actriz señor Callahan y no discuto sobre sus aptitudes a la hora de trabajar pero preferiría que buscase a otra para el papel.
-Creo que eso no va a ser posible en tan poco tiempo señor-empezaba a responder con más descontento.
-Está bien…entiendo que haya poco tiempo, pero quiero que se plantee en cambiarle el tipo de papeles que representa…y con respecto a la estrella, quiero que le aumente el sueldo, no se preocupe que tendrá más presupuesto para ello.
-Me temo que Joshua…bueno, puede que deje la compañía
-¿Cómo? ¿Por qué?
-Aun no lo sé con certeza señor-en el fondo sí que me lo temía, Joshua apenas podía estar en la misma sala que yo, sabía que en cualquier momento vendría para decirme que se iba- Pero creo que tenía otros planes para después del estreno…-no podía hablar sobre lo que realmente había pasado entre nosotros evidentemente.
-Bueno, no te preocupes por eso, iré a hablar con él personalmente
-No creo que sea necesario…-dije pero Enrique parecía haber dejado de escuchar, se puso de pie y empezó a darle instrucciones a Natalia sobre otros asuntos.
-Un placer como siempre señor Callahan, ya sabe que tiene dos días para tener a los actores a punto y por Joshua no se preocupe –saco su chequera y le dio un papel a Natalia-con eso tendrás suficiente para mejorar el decorado, nos volveremos a ver pronto para confirmar la gira y el itinerario de la misma – Se despidió y salió del teatro, Natalia no se quedo mucho rato más porque solo disponía de dos días para conseguir más materiales.
Por mi parte me quede sentado en mi escritorio, un poco enfurruñado, la actitud del Conde me molestaba…y entonces me puse a pensar qué pasaría si no lograba convencer a Joshua… ¿tendría que salir a escena? Nadie más se sabía ese papel y aunque no me hacía gracia reconocerlo, esperaba que Enrique convenciese a Josh para quedarse. Suspire y volví a mi habitación. Me tumbe en la cama mirando al techo, pensando en la última vez en la que estuve con “Hamlet” en esa cama, en como una noche como aquella acabo tan mal.
Me sentía solo.
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Mi casa era un desastre. La había descuidado demasiado, estaba tan sucia, tan abandonada, que me parecía un recinto extraño. La sentía fría, olvidada, sin vida. Tal vez era un reflejo de mi mismo en aquel instante. Pero no tenía otro lugar adonde ir, así que solté un largo suspiro de resignación. Debía hacer algo por aquel inmueble, y por mí mismo, porque aunque me sentía más solo que nunca, no debía permitirme la derrota. Si bien estaba herido, tenía dos manos brazos dos piernas, para tratar de salir adelante.
Tomé la escoba, el recogedor, me puse un pañuelo en el cabello y un mandil. Comencé por la recámara abriendo la ventana de par en par, dejando que el sol entrara por ella y recibiera un poco de aire. Barrí debajo de la misma, sacudí los muebles y almacené la basura y el polvo en una pequeña bolsa de papel. Tendí la cama, le cambié las sábanas ( el único par que tenía ) dejándola limpia e impecable.
Y así sucesivamente fui poniendo en orden todo aquello que en semanas había estado fuera de lugar. Aunque era un espacio pequeño y humilde, trataba de enfatizar las cosas tanto como podía. Necesitaba sentirme distraído, ocupando mi mente en pensamientos positivos, y que en nada tuvieran que ver con cierto rubio de ojos azules. Así fue como un florero con tres tulipanes rojos terminaron dentro. Al menos un toque de vida, en la soledad. Esperaba que la vecina no echara en falta sus flores.
Tuve la grandiosa idea, de tratar de encerar el piso, pero nunca me hubiera imaginado que fuera tan difícil y laborioso. De cualquier forma estaba quedando estupendamente bien, aunque mis brazos, mi espalda y mis piernas ya me dolían mucho por estar agachado, parado, trepado en una silla para limpiar el techo, etc. Me incorporé un poco llevando mis manos a las cintura suspirando, de verdad estaba cansado. Entonces escuché Tres toquidos en mi puerta, que me hicieron regresar a la realidad. Por obvias razones no esperaba visita de ninguna persona, pero quizás fuera el casero, esperando cobrar los dos meses de renta que le debía. Sin mucho ánimo, y si tratando de idear algo para salir del embrollo, me dirigí a abrir la puerta, cuando vi quien estaba detrás, el alma se me fue el piso. ¡Se trataba nada más y nada menos que del Conde Chambord! Pero... ¿Qué hacía en el marco de mi puerta? ¿Cómo es que había llegado hasta ahí? Las piernas parecieron volverse de hilo, y el rostro lo sentí caliente, seguramente ya estaba rojo tomate de vergüenza. Traté de hablar, pero las palabras parecían rehusarse. De por sí yo era una persona demasiado callada, y ahora con un personaje de la realeza parisina delante de mi...Bueno, no sabía que decir, ni como actuar.
-Buenas tardes Maloney ¿me permites pasar? -sonrió, dejando ver esa dentadura perfecta.
-Eh, si, claro, claro por supuesto...Adelante, por favor monsieur.
Le cedí el paso, esperando que no me hiciera algún comentario acerca de mi casa porque me sentía tan empequeñecido, tan, pobre, que esperaba la ropa y los zapatos del conde, nos ensuciaran por el simple hecho de poner un pie dentro (Aunque estaba todo lo reluciente que pudiera estar)
Tal y como me temía, el conde comenzó a observar cada uno de los detalles de mi humilde vivienda. Yo estaba con la mirada gacha, y las manos por detrás meciéndome como un niño. Me sentía observado en el más ínfimo de los detalles. Más nada podía hacer.
-Me gusta tu casa, Joshua. Es muy sencilla, pero acogedora. ¿Puedo sentarme? - señaló el único diván que había en la pequeña salita. Colocando su capa pulcramente doblada, en el respaldo.
-Por supuesto - tartamudeé, nervioso, recordando que no tenía nada que ofrecerle, pues las últimas monedas las había gastado en el café al cuál había ido, apenas la función había terminado. Estaba siendo un pésimo anfitrión.
-Ven Joshua, siéntate, necesito hablar de asuntos importantes contigo - palmeó el lugar contiguo al suyo. Caminé un par de pasos y tomé asiento, aún evitando mirarlo directamente, esperando que fuera el quien llevara el hilo de la plática, y me limitaría a responder, se me daba bien eso. - Iré directo al grano y seré franco contigo. Acabo de hablar con Callahan y me ha dado una noticia fulminante. - fue entonces que levanté mi rostro y lo miré directamente por breves instantes. -Me ha dicho que muy posiblemente dejes la compañia ¿Es cierto esto?
Parpadeé. Si bien era cierto que lo había pensado, y una factible posibilidad, no había nada en concreto, de cualquier forma, ahora estaba conciente de que tal vez Kurt, ya no me quisiera trabajando allí junto a él. Hasta cierto punto era predecible y doloroso.
-Eh, bueno...Yo...
-Sí lo haces porque el dinero no te alcanza lo suficiente, déjame decirte, que he girado la instrucción de que se te aumente el sueldo. No vivirás con lujos por el momento pero tengo fe en tí y en la compañía. Haremos grandes cosas. Te lo puedo asegurar. Haremos giras por varias partes de Francia - eso ya es un hecho y lo tengo resuelto - enfatizó-. Pero faltaría la parte medular, que eres tú. No podemos pensar a lo grande, si Hamlet, quiere hacerse el escurridizo.
Allí estaba yo con los ojos muy abiertos. ¿Era verdad todo aquello que decía? El conde no tenía pinta de ser bromista, por lo que su palabra debía ser tomada en cuenta. ¡Todo lo que había soñado últimos meses podría convertirse en una maravillosa realidad! Comencé a rascarme la ceja, era un tic que yo tenía cuando me encontraba sumamente nervioso y expectante.
-Vamos Joshua, no te lo pienses demasiado. Te he visto arriba del escenario y sé que amas actuar. En esta compañía podremos lograr grandes cosas. Te quiero dentro; por el momento no me interesa tener otro actor principal que no seas tú.
El conde hablaba como si la compañia le perteneciera. Era bien sabido que él proporcionaba el dinero para la realización de la obra, pero todo el fuerzo y el trabajo duro había sido un todo; actores actrices y por supuesto la sabiduría y experiencia de Kurt.
-Sería...Maravilloso poder conocer todas esas ciudades, monsieur.- fue todo lo que pude decir, estaba ido de la realidad.
El decidir quedarse, implicaría, el que viera a Kurt todos los días. Aún no estaba lo suficientemente fuerte emocionalmente como para hacerle frente diariamente; se sentía entre la espada y la pared. Por un lado estaban sus sentimientos y el hecho de sentirse utilizado, por otro, el esfuerzo de todos y cada uno de los amigos que había logrado conseguir en la compañía. No podía abandonarlos, no podía dejarlos a su suerte. Bien decían que el espectáculo debía continuar, pero aún flotaban muchas dudas al respecto.
-Bien Joshua, por el momento debo retirarme. Aún debo solucionar algunos asuntos importantes con respecto a algunas empresas que tengo el extranjero. Pero me ha dado gusto platicar brevemente contigo y conocer cómo vives- se levantó, e inmediatamente ayudé a colocarle la capa, me dió las gracias. -Ahora que sé dónde vives, vendré a visitarte más seguido. Claro si es que estás de acuerdo... Debemos platicar muchas cosas respecto a tu futuro en el teatro.
-Ésta siempre será su casa monsieur Chambord.
-Hasta pronto Hamlet, y...por cierto, la cofia y el mandil te hacen ver bien, con tu permiso.
El mismo cerró la puerta detrás de sí. Yo me quedé como tonto parado el centro de la sala, aún no creyendo todo lo que acababa de escuchar. Hasta que reaccioné tardíamente, sintiéndome más tonto aún, por haber recibido un conde, con el pañuelo y el mandil sucio de tanto fregar los pisos.
<< Joshua, eres un completo idiota. >>
Recargué la espalda en la puerta, cruzándome de brazos. ¿Estaba despierto? ¿No era un sueño? Comencé a hiperventilar, dejando escapar la tensión. No iba dejar de pensar todo el tiempo, en aquellos sueños que siempre quise realizar, y que al parecer podrían convertirse en una realidad muy pronto. Sonreí levemente, después de mucho tiempo.
Al parecer la desición ya estaba tomada.
Tomé la escoba, el recogedor, me puse un pañuelo en el cabello y un mandil. Comencé por la recámara abriendo la ventana de par en par, dejando que el sol entrara por ella y recibiera un poco de aire. Barrí debajo de la misma, sacudí los muebles y almacené la basura y el polvo en una pequeña bolsa de papel. Tendí la cama, le cambié las sábanas ( el único par que tenía ) dejándola limpia e impecable.
Y así sucesivamente fui poniendo en orden todo aquello que en semanas había estado fuera de lugar. Aunque era un espacio pequeño y humilde, trataba de enfatizar las cosas tanto como podía. Necesitaba sentirme distraído, ocupando mi mente en pensamientos positivos, y que en nada tuvieran que ver con cierto rubio de ojos azules. Así fue como un florero con tres tulipanes rojos terminaron dentro. Al menos un toque de vida, en la soledad. Esperaba que la vecina no echara en falta sus flores.
Tuve la grandiosa idea, de tratar de encerar el piso, pero nunca me hubiera imaginado que fuera tan difícil y laborioso. De cualquier forma estaba quedando estupendamente bien, aunque mis brazos, mi espalda y mis piernas ya me dolían mucho por estar agachado, parado, trepado en una silla para limpiar el techo, etc. Me incorporé un poco llevando mis manos a las cintura suspirando, de verdad estaba cansado. Entonces escuché Tres toquidos en mi puerta, que me hicieron regresar a la realidad. Por obvias razones no esperaba visita de ninguna persona, pero quizás fuera el casero, esperando cobrar los dos meses de renta que le debía. Sin mucho ánimo, y si tratando de idear algo para salir del embrollo, me dirigí a abrir la puerta, cuando vi quien estaba detrás, el alma se me fue el piso. ¡Se trataba nada más y nada menos que del Conde Chambord! Pero... ¿Qué hacía en el marco de mi puerta? ¿Cómo es que había llegado hasta ahí? Las piernas parecieron volverse de hilo, y el rostro lo sentí caliente, seguramente ya estaba rojo tomate de vergüenza. Traté de hablar, pero las palabras parecían rehusarse. De por sí yo era una persona demasiado callada, y ahora con un personaje de la realeza parisina delante de mi...Bueno, no sabía que decir, ni como actuar.
-Buenas tardes Maloney ¿me permites pasar? -sonrió, dejando ver esa dentadura perfecta.
-Eh, si, claro, claro por supuesto...Adelante, por favor monsieur.
Le cedí el paso, esperando que no me hiciera algún comentario acerca de mi casa porque me sentía tan empequeñecido, tan, pobre, que esperaba la ropa y los zapatos del conde, nos ensuciaran por el simple hecho de poner un pie dentro (Aunque estaba todo lo reluciente que pudiera estar)
Tal y como me temía, el conde comenzó a observar cada uno de los detalles de mi humilde vivienda. Yo estaba con la mirada gacha, y las manos por detrás meciéndome como un niño. Me sentía observado en el más ínfimo de los detalles. Más nada podía hacer.
-Me gusta tu casa, Joshua. Es muy sencilla, pero acogedora. ¿Puedo sentarme? - señaló el único diván que había en la pequeña salita. Colocando su capa pulcramente doblada, en el respaldo.
-Por supuesto - tartamudeé, nervioso, recordando que no tenía nada que ofrecerle, pues las últimas monedas las había gastado en el café al cuál había ido, apenas la función había terminado. Estaba siendo un pésimo anfitrión.
-Ven Joshua, siéntate, necesito hablar de asuntos importantes contigo - palmeó el lugar contiguo al suyo. Caminé un par de pasos y tomé asiento, aún evitando mirarlo directamente, esperando que fuera el quien llevara el hilo de la plática, y me limitaría a responder, se me daba bien eso. - Iré directo al grano y seré franco contigo. Acabo de hablar con Callahan y me ha dado una noticia fulminante. - fue entonces que levanté mi rostro y lo miré directamente por breves instantes. -Me ha dicho que muy posiblemente dejes la compañia ¿Es cierto esto?
Parpadeé. Si bien era cierto que lo había pensado, y una factible posibilidad, no había nada en concreto, de cualquier forma, ahora estaba conciente de que tal vez Kurt, ya no me quisiera trabajando allí junto a él. Hasta cierto punto era predecible y doloroso.
-Eh, bueno...Yo...
-Sí lo haces porque el dinero no te alcanza lo suficiente, déjame decirte, que he girado la instrucción de que se te aumente el sueldo. No vivirás con lujos por el momento pero tengo fe en tí y en la compañía. Haremos grandes cosas. Te lo puedo asegurar. Haremos giras por varias partes de Francia - eso ya es un hecho y lo tengo resuelto - enfatizó-. Pero faltaría la parte medular, que eres tú. No podemos pensar a lo grande, si Hamlet, quiere hacerse el escurridizo.
Allí estaba yo con los ojos muy abiertos. ¿Era verdad todo aquello que decía? El conde no tenía pinta de ser bromista, por lo que su palabra debía ser tomada en cuenta. ¡Todo lo que había soñado últimos meses podría convertirse en una maravillosa realidad! Comencé a rascarme la ceja, era un tic que yo tenía cuando me encontraba sumamente nervioso y expectante.
-Vamos Joshua, no te lo pienses demasiado. Te he visto arriba del escenario y sé que amas actuar. En esta compañía podremos lograr grandes cosas. Te quiero dentro; por el momento no me interesa tener otro actor principal que no seas tú.
El conde hablaba como si la compañia le perteneciera. Era bien sabido que él proporcionaba el dinero para la realización de la obra, pero todo el fuerzo y el trabajo duro había sido un todo; actores actrices y por supuesto la sabiduría y experiencia de Kurt.
-Sería...Maravilloso poder conocer todas esas ciudades, monsieur.- fue todo lo que pude decir, estaba ido de la realidad.
El decidir quedarse, implicaría, el que viera a Kurt todos los días. Aún no estaba lo suficientemente fuerte emocionalmente como para hacerle frente diariamente; se sentía entre la espada y la pared. Por un lado estaban sus sentimientos y el hecho de sentirse utilizado, por otro, el esfuerzo de todos y cada uno de los amigos que había logrado conseguir en la compañía. No podía abandonarlos, no podía dejarlos a su suerte. Bien decían que el espectáculo debía continuar, pero aún flotaban muchas dudas al respecto.
-Bien Joshua, por el momento debo retirarme. Aún debo solucionar algunos asuntos importantes con respecto a algunas empresas que tengo el extranjero. Pero me ha dado gusto platicar brevemente contigo y conocer cómo vives- se levantó, e inmediatamente ayudé a colocarle la capa, me dió las gracias. -Ahora que sé dónde vives, vendré a visitarte más seguido. Claro si es que estás de acuerdo... Debemos platicar muchas cosas respecto a tu futuro en el teatro.
-Ésta siempre será su casa monsieur Chambord.
-Hasta pronto Hamlet, y...por cierto, la cofia y el mandil te hacen ver bien, con tu permiso.
El mismo cerró la puerta detrás de sí. Yo me quedé como tonto parado el centro de la sala, aún no creyendo todo lo que acababa de escuchar. Hasta que reaccioné tardíamente, sintiéndome más tonto aún, por haber recibido un conde, con el pañuelo y el mandil sucio de tanto fregar los pisos.
<< Joshua, eres un completo idiota. >>
Recargué la espalda en la puerta, cruzándome de brazos. ¿Estaba despierto? ¿No era un sueño? Comencé a hiperventilar, dejando escapar la tensión. No iba dejar de pensar todo el tiempo, en aquellos sueños que siempre quise realizar, y que al parecer podrían convertirse en una realidad muy pronto. Sonreí levemente, después de mucho tiempo.
Al parecer la desición ya estaba tomada.
Última edición por Joshua Maloney el Lun Jul 25, 2016 8:28 am, editado 1 vez
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Una, dos, tres…las colillas caían una tras otra desde mi ventana, la noche se me hizo eterna, me sentía pesado y algo acalorado. La primavera estaba terminando y daba paso al verano con alguna que otra noche de bochorno. No había nadie en casa, Josep me dijo que tenía que visitar a alguien esa noche, era demasiado independiente para la edad que tenía aunque era lógico teniendo en cuenta su situación. Me preguntaba dónde iría a esas horas y a quién visitaría, pero siempre que sacaba el tema él lo esquivaba, me preocupaba que una noche ya no regresase, sin embargo yo no era su padre ni nada parecido, solo podía quedarme pendiente y a la espera por si ocurría algo.
Desde mi posición se veían los campos de cultivo que tenían algunos campesinos cerca de la casona. Los arboles de frutas que desprendían un olor agradable y a lo lejos se escuchaba al ganado parlotear, todo ello quedaba separado de la casa por un camino de tierra algo estrecho por el que apenas pasaban coches y la mayoría solían ser de los campesinos que llevaban su cosecha a las ferias. Sin duda era un lugar agradable en el que vivir y comía mejor y más barato. Nada en comparación a donde vivía antes, aunque ese lugar también tenía sus ventajas…nunca pasaba una noche solo.
Eche la ultima colilla, ya no me quedaba más tabaco – mañana tendré que ir por más…-me senté en mi escritorio y me puse a escribir. Llevaba tiempo sin hacerlo, tenía una carpeta con varios relatos cortos que había estado escribiendo desde que aprendí a hacerlo. No eran muy buenos pero me gustaba sacar todo eso que me inundaba la cabeza. El que estaba escribiendo trataba sobre dos jóvenes que se conocieron por casualidad, un amor difícil que acabo en desgracia…
Un tanto autobiográfico sí, la verdad es que Joshua me inundaba la cabeza y solo quería sacármelo de ella. Menos mal que la vida no se detiene y que las responsabilidades siempre llaman a tu puerta para darte trabajo y distraerte. Natalia vino a buscarme para darme algunos recados, ya era por la mañana y yo apenas me había dado cuenta.
Quería que fuese al centro a buscar papel, tinta y que pusiese anuncios para buscar más actores. Eso no me hizo gracia, yo no quería cambiar a nadie y tampoco veía necesario contratar a más gente pero ella insistió argumentando que ahora que teníamos más presupuesto era el mejor momento para ir preparando a más gente. Tenía razón eso no iba a negárselo pero tampoco me convencía del todo…
De todas formas salí porque ya no me quedaba tabaco.
Camine hasta que encontré un carro que me acerco al centro de la ciudad, allí busque el papel, hice unas cuantas copias del anunció y pegue algunas por la ciudad, luego fui a buscar a mi amigo Essis. Le encontré tocando el saxofón con un chico un tanto peculiar…me dijo que se llamaba Esteve.
Fue una noche extraña…todo empezó a medio día cuando me fui a comer con el tal Esteve, me dijo que era pintor y terminamos en su casa, luego en su sofá y finalmente ambos nos vinimos en su cama casi a la vez. Una completa locura.
Salí de su casa a la mañana siguiente, muy temprano, con un cuadro y mi paquete de tabaco. Seguía sin poder creerme lo que había pasado y me puso aun más confuso, aunque reflexionado por el camino…quizá era lo que necesitaba para olvidar a Joshua.
Era domingo y había quedado con todos los actores para definir lo que haríamos, si habíamos pasado la prueba o no, si habría más actuaciones o giras…menos mal que cuando llegué aun no había nadie. Subí a mi habitación y deje el cuadro junto a mi escritorio. Me cambie de camisa y me asee. Más fresco, aunque con dolor de cabeza por no haber dormido, baje a esperar a que todos llegasen pero alguien ya lo había hecho.
Joshua estaba apoyado en una pared junto al escenario, muy cerca de la ventana en la que le bese y más cerca aún del sitio en el que lo hicimos por primera vez.
-Buenos días, creo que has sido el primero en llegar…-llevaba un jersey verde ligero, esa mañana hacia un poco de fresco, tenía los brazos cruzado y levanto la mirada cuando le hable. Nos miramos a los ojos por un momento y supe que nunca podría olvidarme de él y que...estaba enamorado de esos ojos, aunque en aquel momento me mirasen con cierto enfado. Quise acercarme a él, decirle que me perdonase, que le quería que… “¿y qué más a vas a decirle? ¿También vas a contarle que has estado con otro esta noche?” una voz en mi cabeza me frenó y se me removió el estomago porque era cierto. No le merecía.
Alguien más entró, uno de los actores nos saludo y enseguida fueron llegando más. Lo agradecí. Me escabullí a mi despacho con la excusa de tener que ir a buscar unos papeles…cerré la puerta y la atranque con una silla.
Sentía mi respiración agitada y no entendía porque, tampoco entendía las lágrimas que empezaron a caer por mis mejillas. –Los hombres no lloran, los hombres no lloran-me repetía una y otra vez, algo que me habían enseñado a base de golpes desde pequeño, mientras me secaba la cara. Intente serenarme, respirar profundamente y aunque las lagrimas cesaron mi malestar no. Me sentía como si le hubiese traicionado aunque en realidad no era así porque no estábamos juntos, pero no podía evitar sentirme así.
-Kurt, ya han llegado todos, te estamos esperando-dijo Josep desde el otro lado de la puerta
-Enseguida salgo- Me encendí un cigarrillo y me asegure de limpiarme bien la cara y salí. Natalia me esperaba fuera, estaba de pie frente al resto, me acerque a ella.
-¿Estás bien? Tienes los ojos rojos…-me dijo con cara de extrañeza y en voz baja
-Sí, es solo que anoche no dormí. –Ella asintió sin estar muy convencida- Buenos días a todos, tenemos buenas y grandes noticias para vosotros –intenté sonreír aunque no sé si dio resultado – El Conde nos financiará para una gira por varias ciudades, probablemente estemos fuera de París unos tres meses…
Todos empezaron a aplaudir y emocionarse, se abrazaban entre ellos y se daban la enhorabuena. Viendo esa alegría pude sonreír de verdad.
-Además quiere que actuemos toda esta semana en el teatro del estreno-la emoción continuó. Mucho del atrezo utilizado se había quedado en el teatro, hasta saber lo que pasaría, por lo que las cosas para llevar eran menos y no sería tan trabajoso empezar. –Por lo tanto mañana volvemos a escena así que hoy habrá ensayo general- algunos que estaban sentados en el suelo se pusieron de pie y gritaron que estaban listos- Pues vamos a trabajar…
Desde mi posición se veían los campos de cultivo que tenían algunos campesinos cerca de la casona. Los arboles de frutas que desprendían un olor agradable y a lo lejos se escuchaba al ganado parlotear, todo ello quedaba separado de la casa por un camino de tierra algo estrecho por el que apenas pasaban coches y la mayoría solían ser de los campesinos que llevaban su cosecha a las ferias. Sin duda era un lugar agradable en el que vivir y comía mejor y más barato. Nada en comparación a donde vivía antes, aunque ese lugar también tenía sus ventajas…nunca pasaba una noche solo.
Eche la ultima colilla, ya no me quedaba más tabaco – mañana tendré que ir por más…-me senté en mi escritorio y me puse a escribir. Llevaba tiempo sin hacerlo, tenía una carpeta con varios relatos cortos que había estado escribiendo desde que aprendí a hacerlo. No eran muy buenos pero me gustaba sacar todo eso que me inundaba la cabeza. El que estaba escribiendo trataba sobre dos jóvenes que se conocieron por casualidad, un amor difícil que acabo en desgracia…
Un tanto autobiográfico sí, la verdad es que Joshua me inundaba la cabeza y solo quería sacármelo de ella. Menos mal que la vida no se detiene y que las responsabilidades siempre llaman a tu puerta para darte trabajo y distraerte. Natalia vino a buscarme para darme algunos recados, ya era por la mañana y yo apenas me había dado cuenta.
Quería que fuese al centro a buscar papel, tinta y que pusiese anuncios para buscar más actores. Eso no me hizo gracia, yo no quería cambiar a nadie y tampoco veía necesario contratar a más gente pero ella insistió argumentando que ahora que teníamos más presupuesto era el mejor momento para ir preparando a más gente. Tenía razón eso no iba a negárselo pero tampoco me convencía del todo…
De todas formas salí porque ya no me quedaba tabaco.
Camine hasta que encontré un carro que me acerco al centro de la ciudad, allí busque el papel, hice unas cuantas copias del anunció y pegue algunas por la ciudad, luego fui a buscar a mi amigo Essis. Le encontré tocando el saxofón con un chico un tanto peculiar…me dijo que se llamaba Esteve.
Fue una noche extraña…todo empezó a medio día cuando me fui a comer con el tal Esteve, me dijo que era pintor y terminamos en su casa, luego en su sofá y finalmente ambos nos vinimos en su cama casi a la vez. Una completa locura.
Salí de su casa a la mañana siguiente, muy temprano, con un cuadro y mi paquete de tabaco. Seguía sin poder creerme lo que había pasado y me puso aun más confuso, aunque reflexionado por el camino…quizá era lo que necesitaba para olvidar a Joshua.
Era domingo y había quedado con todos los actores para definir lo que haríamos, si habíamos pasado la prueba o no, si habría más actuaciones o giras…menos mal que cuando llegué aun no había nadie. Subí a mi habitación y deje el cuadro junto a mi escritorio. Me cambie de camisa y me asee. Más fresco, aunque con dolor de cabeza por no haber dormido, baje a esperar a que todos llegasen pero alguien ya lo había hecho.
Joshua estaba apoyado en una pared junto al escenario, muy cerca de la ventana en la que le bese y más cerca aún del sitio en el que lo hicimos por primera vez.
-Buenos días, creo que has sido el primero en llegar…-llevaba un jersey verde ligero, esa mañana hacia un poco de fresco, tenía los brazos cruzado y levanto la mirada cuando le hable. Nos miramos a los ojos por un momento y supe que nunca podría olvidarme de él y que...estaba enamorado de esos ojos, aunque en aquel momento me mirasen con cierto enfado. Quise acercarme a él, decirle que me perdonase, que le quería que… “¿y qué más a vas a decirle? ¿También vas a contarle que has estado con otro esta noche?” una voz en mi cabeza me frenó y se me removió el estomago porque era cierto. No le merecía.
Alguien más entró, uno de los actores nos saludo y enseguida fueron llegando más. Lo agradecí. Me escabullí a mi despacho con la excusa de tener que ir a buscar unos papeles…cerré la puerta y la atranque con una silla.
Sentía mi respiración agitada y no entendía porque, tampoco entendía las lágrimas que empezaron a caer por mis mejillas. –Los hombres no lloran, los hombres no lloran-me repetía una y otra vez, algo que me habían enseñado a base de golpes desde pequeño, mientras me secaba la cara. Intente serenarme, respirar profundamente y aunque las lagrimas cesaron mi malestar no. Me sentía como si le hubiese traicionado aunque en realidad no era así porque no estábamos juntos, pero no podía evitar sentirme así.
-Kurt, ya han llegado todos, te estamos esperando-dijo Josep desde el otro lado de la puerta
-Enseguida salgo- Me encendí un cigarrillo y me asegure de limpiarme bien la cara y salí. Natalia me esperaba fuera, estaba de pie frente al resto, me acerque a ella.
-¿Estás bien? Tienes los ojos rojos…-me dijo con cara de extrañeza y en voz baja
-Sí, es solo que anoche no dormí. –Ella asintió sin estar muy convencida- Buenos días a todos, tenemos buenas y grandes noticias para vosotros –intenté sonreír aunque no sé si dio resultado – El Conde nos financiará para una gira por varias ciudades, probablemente estemos fuera de París unos tres meses…
Todos empezaron a aplaudir y emocionarse, se abrazaban entre ellos y se daban la enhorabuena. Viendo esa alegría pude sonreír de verdad.
-Además quiere que actuemos toda esta semana en el teatro del estreno-la emoción continuó. Mucho del atrezo utilizado se había quedado en el teatro, hasta saber lo que pasaría, por lo que las cosas para llevar eran menos y no sería tan trabajoso empezar. –Por lo tanto mañana volvemos a escena así que hoy habrá ensayo general- algunos que estaban sentados en el suelo se pusieron de pie y gritaron que estaban listos- Pues vamos a trabajar…
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Tres días después de mi fugaz encuentro con el conde, recibí en mi puerta nuevamente, a un embajador con una nota, escrita de puño y letra del antes mencionado. Estaba haciéndome una invitación a cenar en su residencia. El anciano mozo que había entregado la encomienda, parecía tener las órdenes precisas de llevarme a costa de lo que fuera. Le pedí que me esperara un poco para ir a tomar mi abrigo. Segundos antes eche un último vistazo al espejo, para no verme demasiado desaliñado.
Así fue como abordé el carruaje, que me llevó por las calles empedradas de París, hasta las afueras de la ciudad. Ahí, donde comenzaban las hileras de mansiones -apostadas a ambos lados del camino- que competían unas con otras, en grandeza y belleza. Era un espectáculo aparte, observar cada detalle grabado en sus fachadas. De verdad se debía poseer mucho dinero para poder habitar en una de ellas. Yo iba fascinado.
Cuando el cochero se detuvo, abrió la puerta y bajé a un temeroso y nervioso. Me escoltó hasta la puerta principal, donde ya me esperaba una señorita muy educada que me ofreció pasar al interior. Allí permaneci unos segundos mientras ella se dirigía a alertar al conde sobre mi llegada. Aproveché para observar la elegancia del interior. A pesar de la juventud de mi anfitrión, el gusto por la buena decoración podía sentirse en cada uno de los rincones. Nacer en cuna de oro era todo un honor y un privilegio.
La misma señorita que me escoltó hasta el Hall, regresó devolviéndone a la realidad, llevándome ahora, hacia el área del comedor, también muy impresionante: De doce plazas, con respaldos largos y anchos. Había únicamente dos lugares arreglados sobre la mesa. Uno en la cabecera, y otro justo al lado. Ahí me senté, dándome cuenta que había montones de cubiertos a ambos lados del plato. Me sentí intimidado. ¿Para qué servía cada uno? Volví a temblar, acariciándome los brazos, para tratar de tranquilizarme.
-¿Tienes frío Joshua? - la voz del Conde me hizo brincar en la silla. Me levanté, haciendo una pequeña reverencia. Estiró su mano para saludarme, misma que acepté, podiéndome que por favor le llamara Enrique. Me dio las gracias por haber aceptado su invitación y volví a sentarme. Llegaron dos criados más con sendas charolas de comida que olían exquisitamente delicioso. Amablemente "Enrique" - iba a ser muy difícil el acostumbrarme a llamarle así- fue explicándome el uso de cada uno de los cubiertos. Lo tomaba casi como un juego y mucha paciencia. Al final me fui relajando. El conde no era como yo me había imaginado. Era una persona muy sencilla, que me hizo reír un par de veces con sus ocurrencias.
Nunca me atreví a preguntar el nombre de cada una de las cosas que degustamos. Ni de la copa de vino que me ofreció, una vez salimos a dar un pequeño paseo por su jardín. Un sitio muy colorido y bien cuidado. Supe entonces que le gustaban las flores. Yo le dije que mis preferidas eran los tulipanes rojos y me elogió por mi buen gusto, resaltando que "ya lo sabía" (Se dio cuenta el día que tomé prestados tres tulipanes , y los puse sobre mi mesa) Era muy observador, después de todo.
Luego de la plática florida, hizo hincapié en lo que me había contado anteriormente. Me quería dentro de la obra, inclusive me adelantó planes como primicia, etc. Para tranquilizarlo, le dije que lo había pensado mejor y estaba dispuesto a continuar, dejándole en claro que lo hacía por amor al arte más que por el dinero extra. Sonrió e inclusive me abrazó. Me tomó por sorpresa y casi derramé la copa de vino sobre su ropa. Me sentí... Extraño, pero reconfortado. A veces un abrazo hacía mucha, mucha falta. Más por la situación tan complicada por la que pasaba.
Lo que una muestra de aprecio podía hacer...
La medianoche nos sorprendió, y con ello el momento de la despedida. Me acompañó hasta la puerta del carruaje. Me regaló un último abrazo y un "nos volveremos a ver" para cuando llegué a mi casa, me sentía completamente relajado y contento. Sería quizás que el vino me había relajado más de la cuenta, no lo sabía. Únicamente me dediqué a desvestirme, y a meterme en la cama, me sentía cansado. Dormí como lirón esa noche.
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Dias después, traté de no pensar en nada más, que en la obra misma. Sí, tendría que volver a ver a Kurt nuevamente, pero si no lo hacía, nunca iba a poder sanar, debía demostrarme , que a pesar del dolor, la vida podía seguir adelante. Así que traté de relajarme lo más posible, de ir hacia la casona para continuar mi labor. Llegué muy temprano, no había llegado absolutamente nadie, pero no era algo extraño. O yo llegaba muy temprano, o los demás llegaban muy tarde. Tomé asiento cerca de una de las ventanas, recargué mi espalda sobre la pared, cruzándome de brazos. Esperando...
Tal como lo imaginaba, Kurt se presentó minutos después, tal ves un poco sorprendido por mi presencia, e incluso me dirigió algunas palabras. Más no le contesté, únicamente lo miré fijamente, con el ceño fruncido. Me hablaba con tanta familiaridad, como si nada hubiera pasado, que bastaba tan sólo esa actitud despreocupada para sentirme muy enfadado. Creo que bastó sólo eso, para que de inmediato se disculpara y se perdiera por un instante. Dejé escapar el aire contenido. Esperaba que el resto del día continuará así y no se me hiciera pesado soportar su presencia. Oh, pero había otra persona a la cuál esquivar: Natalia, que para no perder la costumbre, ahí estaba detrás de él todo el tiempo. Después de todo, eran tal para cuál.
Para cuando Kurt nos hubo reunido a todos en el centro del salón, y reveló lo que yo ya sabía, todos comenzaron a dar de vítores y abrazarse unos a otros; no era para menos todos y cada uno de ellos estaban felices, puesto que el trabajo arduo, había tenído frutos. Estaba feliz también, pero a mi modo. Ensayamos de manera tranquila, rectificando unas cosas aquí y otras allá, debido a que nos habíamos relajado. Ahora debíamos retomar el ritmo, y no olvidar pequeños detalles que hacían la diferencia, sobre todo en los diálogos. Lamentablemente para nosotros Sashenka dejaría la companía por situaciones personales. Fue una dura sorpresa, que tuve que asimilar en ése instante, puesto que habíamos llegado a tener una buena química y pronto se iría. Así era la vida, que nos llevaba por destinos inciertos. Por lo pronto, buscarían un reemplazo a la brevedad posible.
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La noche del re estreno, me había quedado dormido. Estaba tan cansado que no me había dado cuenta de la hora; para cuando llegué, y con los nervios a flor de piel, estaban casi todos listos. ¡No podía creer que me hubiera sucedido algo así! Cuando llegue al lugar donde normalmente me maquillaba, la mandíbula casi se me iba al piso. Todo el espejo, y algunas partes de la pared estaban adornadas con tulipanes rojos. Muchos, ¡demasiados tulipanes por todas partes! ¿Quién había hecho tal cosa? Parpadeé incrédulo. Escuchaba los susurros de la gente a mis espaldas, algunos comentarios buenos, otros sorprendidos, y otros haciendo más allá haciendo apuestas. Pero no tenía tiempo de hacer preguntas, me deshice rápidamente de mis ropas, y me cambié delante de todos sin importar nada; comencé a maquillarme lo más rápido posible, puesto que sólo me quedaban cinco minutos para que todo diera comienzo nuevamente.
Así fue como abordé el carruaje, que me llevó por las calles empedradas de París, hasta las afueras de la ciudad. Ahí, donde comenzaban las hileras de mansiones -apostadas a ambos lados del camino- que competían unas con otras, en grandeza y belleza. Era un espectáculo aparte, observar cada detalle grabado en sus fachadas. De verdad se debía poseer mucho dinero para poder habitar en una de ellas. Yo iba fascinado.
Cuando el cochero se detuvo, abrió la puerta y bajé a un temeroso y nervioso. Me escoltó hasta la puerta principal, donde ya me esperaba una señorita muy educada que me ofreció pasar al interior. Allí permaneci unos segundos mientras ella se dirigía a alertar al conde sobre mi llegada. Aproveché para observar la elegancia del interior. A pesar de la juventud de mi anfitrión, el gusto por la buena decoración podía sentirse en cada uno de los rincones. Nacer en cuna de oro era todo un honor y un privilegio.
La misma señorita que me escoltó hasta el Hall, regresó devolviéndone a la realidad, llevándome ahora, hacia el área del comedor, también muy impresionante: De doce plazas, con respaldos largos y anchos. Había únicamente dos lugares arreglados sobre la mesa. Uno en la cabecera, y otro justo al lado. Ahí me senté, dándome cuenta que había montones de cubiertos a ambos lados del plato. Me sentí intimidado. ¿Para qué servía cada uno? Volví a temblar, acariciándome los brazos, para tratar de tranquilizarme.
-¿Tienes frío Joshua? - la voz del Conde me hizo brincar en la silla. Me levanté, haciendo una pequeña reverencia. Estiró su mano para saludarme, misma que acepté, podiéndome que por favor le llamara Enrique. Me dio las gracias por haber aceptado su invitación y volví a sentarme. Llegaron dos criados más con sendas charolas de comida que olían exquisitamente delicioso. Amablemente "Enrique" - iba a ser muy difícil el acostumbrarme a llamarle así- fue explicándome el uso de cada uno de los cubiertos. Lo tomaba casi como un juego y mucha paciencia. Al final me fui relajando. El conde no era como yo me había imaginado. Era una persona muy sencilla, que me hizo reír un par de veces con sus ocurrencias.
Nunca me atreví a preguntar el nombre de cada una de las cosas que degustamos. Ni de la copa de vino que me ofreció, una vez salimos a dar un pequeño paseo por su jardín. Un sitio muy colorido y bien cuidado. Supe entonces que le gustaban las flores. Yo le dije que mis preferidas eran los tulipanes rojos y me elogió por mi buen gusto, resaltando que "ya lo sabía" (Se dio cuenta el día que tomé prestados tres tulipanes , y los puse sobre mi mesa) Era muy observador, después de todo.
Luego de la plática florida, hizo hincapié en lo que me había contado anteriormente. Me quería dentro de la obra, inclusive me adelantó planes como primicia, etc. Para tranquilizarlo, le dije que lo había pensado mejor y estaba dispuesto a continuar, dejándole en claro que lo hacía por amor al arte más que por el dinero extra. Sonrió e inclusive me abrazó. Me tomó por sorpresa y casi derramé la copa de vino sobre su ropa. Me sentí... Extraño, pero reconfortado. A veces un abrazo hacía mucha, mucha falta. Más por la situación tan complicada por la que pasaba.
Lo que una muestra de aprecio podía hacer...
La medianoche nos sorprendió, y con ello el momento de la despedida. Me acompañó hasta la puerta del carruaje. Me regaló un último abrazo y un "nos volveremos a ver" para cuando llegué a mi casa, me sentía completamente relajado y contento. Sería quizás que el vino me había relajado más de la cuenta, no lo sabía. Únicamente me dediqué a desvestirme, y a meterme en la cama, me sentía cansado. Dormí como lirón esa noche.
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Dias después, traté de no pensar en nada más, que en la obra misma. Sí, tendría que volver a ver a Kurt nuevamente, pero si no lo hacía, nunca iba a poder sanar, debía demostrarme , que a pesar del dolor, la vida podía seguir adelante. Así que traté de relajarme lo más posible, de ir hacia la casona para continuar mi labor. Llegué muy temprano, no había llegado absolutamente nadie, pero no era algo extraño. O yo llegaba muy temprano, o los demás llegaban muy tarde. Tomé asiento cerca de una de las ventanas, recargué mi espalda sobre la pared, cruzándome de brazos. Esperando...
Tal como lo imaginaba, Kurt se presentó minutos después, tal ves un poco sorprendido por mi presencia, e incluso me dirigió algunas palabras. Más no le contesté, únicamente lo miré fijamente, con el ceño fruncido. Me hablaba con tanta familiaridad, como si nada hubiera pasado, que bastaba tan sólo esa actitud despreocupada para sentirme muy enfadado. Creo que bastó sólo eso, para que de inmediato se disculpara y se perdiera por un instante. Dejé escapar el aire contenido. Esperaba que el resto del día continuará así y no se me hiciera pesado soportar su presencia. Oh, pero había otra persona a la cuál esquivar: Natalia, que para no perder la costumbre, ahí estaba detrás de él todo el tiempo. Después de todo, eran tal para cuál.
Para cuando Kurt nos hubo reunido a todos en el centro del salón, y reveló lo que yo ya sabía, todos comenzaron a dar de vítores y abrazarse unos a otros; no era para menos todos y cada uno de ellos estaban felices, puesto que el trabajo arduo, había tenído frutos. Estaba feliz también, pero a mi modo. Ensayamos de manera tranquila, rectificando unas cosas aquí y otras allá, debido a que nos habíamos relajado. Ahora debíamos retomar el ritmo, y no olvidar pequeños detalles que hacían la diferencia, sobre todo en los diálogos. Lamentablemente para nosotros Sashenka dejaría la companía por situaciones personales. Fue una dura sorpresa, que tuve que asimilar en ése instante, puesto que habíamos llegado a tener una buena química y pronto se iría. Así era la vida, que nos llevaba por destinos inciertos. Por lo pronto, buscarían un reemplazo a la brevedad posible.
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La noche del re estreno, me había quedado dormido. Estaba tan cansado que no me había dado cuenta de la hora; para cuando llegué, y con los nervios a flor de piel, estaban casi todos listos. ¡No podía creer que me hubiera sucedido algo así! Cuando llegue al lugar donde normalmente me maquillaba, la mandíbula casi se me iba al piso. Todo el espejo, y algunas partes de la pared estaban adornadas con tulipanes rojos. Muchos, ¡demasiados tulipanes por todas partes! ¿Quién había hecho tal cosa? Parpadeé incrédulo. Escuchaba los susurros de la gente a mis espaldas, algunos comentarios buenos, otros sorprendidos, y otros haciendo más allá haciendo apuestas. Pero no tenía tiempo de hacer preguntas, me deshice rápidamente de mis ropas, y me cambié delante de todos sin importar nada; comencé a maquillarme lo más rápido posible, puesto que sólo me quedaban cinco minutos para que todo diera comienzo nuevamente.
Última edición por Joshua Maloney el Mar Jul 26, 2016 7:24 am, editado 1 vez
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 322
Fecha de inscripción : 12/08/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
-¡¿Qué?! ¡¿Cuándo te lo ha dicho?! – Natalia intento tranquilizarme pero yo estaba enfurecido
-Cálmate kurt, escúchame…por favor
-seguro que ha sido cosa de ese hijo de puta
-¡Kurt! Ya basta…te digo que no fue así, ella vino a hablar conmigo y me dijo…
-¿y por qué no vino a hablar conmigo? Ahora lo entiendo, estas compinchada con Enrique por eso me dijiste que pusiese ese dichoso anuncio, ¡él sabía que yo no quería que Sashenka dejase la compañía pero de alguna forma se las ha arreglado para echarla!
-Kurt baja la voz, todos están fuera y seguro que están escuchándonos, para por favor…
-No puedo creerme que me hayas traicionado así
-¿Qué yo te he traicionado? ¿Y me lo dices tú? ¿El mismo que se llevo a “ese” a la cama? ¡Tendrás cara! –se refería a Joshua
-No le metas en esto, no tiene nada que ver, se suponía que éramos socios en esto
-No olvides quien consiguió el dinero, ni quien lo pone Kurt
-Me lo acabas de dejar todo muy claro-tiré la silla que atrancaba la puerta y salí de la casa intentado hacer el menor ruido posible mientras todos continuaban con el ensayo general, pero lo cierto es que tenía ganas de partirle la cara ese imbécil. Estaba convencido de que él tenía algo que ver, la gente que tiene dinero se cree que puede comprar a cualquiera. Fui a buscar a Sashenka pero no la encontré, me dijeron que se había marchado…me sentía tremendamente frustrado porque no podía hacer nada al respecto.
No podía enfrentarme a Enrique, no tenía pruebas y si lo hacía seguramente se encargaría de que yo también desapareciese…quizá en algún calabozo o algo peor. La rabia me consumía por dentro.
Esa noche solo conseguí dormir a base de botellas de whisky barato y tabaco. Por la mañana tenía un dolor de cabeza tremendo y solo me desperté por todo el jaleo que había abajo, ya se estaban preparando para ir al teatro. Me di un baño de agua fría y me preparé para irme con ellos. Me fui en el último carro con Josep, como de costumbre.
Una vez en el teatro empezamos a colocar todo lo que faltaba en la escenografía, Natalia estaba con los chicos ayudándoles a vestirse y maquillarse. Josep me dijo que Natalia haría de Ofelia. Algo que se añadió a mi molestia ¿Cuándo había tomado esa decisión? ¿Ni si quiera era capaz de decírmelo a la cara? Simplemente asentí, estaba de muy mal humor.
Vi que todos empezaban a salir de los camerinos preparados y cuchicheando, pero no veía al protagonista por ninguna parte, me dijeron que acababa de llegar. Fui a buscarle para pedirle explicaciones, le encontré maquillándose frente a su espejo, el cual estaba cargado de tulipanes rojos. Trague saliva ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Quién había…? No tarde ni dos segundos en responderme a mí mismo aunque no podía creérmelo. ¿Cómo sabía el Conde que esas eran sus flores favoritas?
Tulipanes rojos...las flores favoritas de Joshua. Me lo contó una de las tardes que fuimos a tocar a la plaza...vimos tulipanes en una floristería y me dijo que eran sus favoritas, quise comprarle una pero no me llegaba, eran una flores que llegaban desde Holanda y eran bastante caras. Joshua me miro.
-No vuelvas a llegar tarde y date prisa que todos te estamos esperando-mi tono no fue para nada amable. Salí de los camerinos y les di algunas instrucciones a todos antes de salir a escena, incluida a Natalia aunque no tenía ganas de hablar con ella, bueno en realidad no tenía ganas de estar allí. Enrique vino y me saludo, pero fingí estar muy ocupado para no tener que darle la mano ni hablar con él, me fui a mi cubículo debajo del escenario donde se escondía el apuntador.
Encerrado y a oscuras solo podía escuchar mi respiración. Cerré los ojos e intenté concentrarme para no estropear la obra, tenía que estar atento a todo lo que ocurría en el escenario para, en caso de necesidad, ayudar al que se hubiese quedado pillado con alguna frase. Pero lo cierto es que me estaba costando. Lo último que vi en los camerinos fue la guinda del pastel. No podía haber sido otro que el “señor” Chambod…nadie más podría permitirse esa cantidad de flores, ahora entendía mejor su enorme interés por Joshua.
Mis pensamientos se acallaron cuando escuche pasos en el escenario, como siempre Josep hacia la presentación de la obra y todo daba inicio. No estuve al cien por cien, estaba distraído y eso se notó cuando Natalia olvido una de sus frases de Ofelia y tarde en darme cuenta que en escena estábamos. A pesar de todo el público aplaudió y nos echó flores al escenario. Salimos a agradecer y yo intentaba sonreír y quedarme al margen.
Cuando acabó me puse a preparar las pocas cosas que debíamos llevarnos porque no se podían quedar allí. Pude cargarlo todo en un solo coche. Me despedí de todos agradeciéndoles su trabajo y recordándoles que mañana todos debíamos estar pronto para preparar la actuación del día siguiente.
Inocentemente creí que ese día había terminado y que ya no podía pasar nada peor…cuando llegamos a casa todo estaba en silencio, Josep subió a su habitación y yo fui a mi despacho a dejar todo lo que habíamos traído del teatro. Mi sorpresa fue encontrarme a Chambod sentado en mi silla.
-Por fin ha llegado señor Callahan, llevo un buen rato esperándole-se puso de pie- ¿ahora ya tiene tiempo suficiente para estrecharme la mano?- me la tendió y no tuve más remedio que responder.
-Sí, aun habían cosas que recoger allí- le miré-no esperaba verle hoy, ¿qué le trae por aquí?
-Sí lo sé, la verdad es que yo tampoco tenía intención de venir-se sentó en mi silla-por favor siéntese. –tuve que sentarme frente a él –pero lo veía necesario…después de lo que ha pasado hoy
-Y… ¿qué es eso que ha pasado hoy?
-Tu distracción evidentemente-se acomodo en la silla- ¿va todo bien Kurt? Si hay algún problema quisiera saberlo para poder ayudarte.
-No hay ningún problema señor Chambod, solamente me despiste unos segundos
-¿Seguro?
-Completamente
-Bueno…me sorprendió ver a Natalia en el escenario esta noche
-A mi también, desde luego no estaba en mis planes
-¿Qué ha pasado con la otra joven?
-Pensé que usted lo sabría mejor que nadie- Enrique se rio entre dientes
-¿Crees que ha sido cosa mía?
Me encogí de hombros-¿de quién si no?
-Está muy feo acusar sin pruebas señor Callahan y lo cierto es que me ofende…pero se lo dejaré pasar. Por esta vez. –No le contesté pero no aparte la mirada-creo que no le caigo bien y hasta cierto punto puedo entenderlo, no le gusta que vengan a darle ordenes ni que interfieran en sus asuntos-Se puso de pie-créame que le entiendo…a mí tampoco me gusta –camino hasta ponerse detrás mío-pero entienda que en esta vida muchas veces es más útil ser inteligente y fingir cortesía que idiota y sincero-sentí como me daba unas palmadas en el hombro-intentemos tener una relación agradable , por el bien de la compañía y el suyo propio- Abrió la puerta-Buenas noches señor Callahan. –se fue.
Rugí de rabia e impotencia. Tire la silla y la puerta, cuando subí las escaleras Josep me preguntó si estaba bien.
-Duérmete es muy tarde-me encerré en mi habitación, parecía una bestia enjaulada. No paraba de dar vueltas de un lado a otro con la respiración agitada. Volví a beber.
Durante los siguientes días intenté no pensar en nada, solo en hacer mi trabajo lo mejor posible y no defraudar a nadie. Pero era muy difícil. Por supuesto el Conde vino todos los días. Con flores. A pesar ello eso no era lo peor… en más de una ocasión vi a Joshua y a Enrique hablando a solas, escuchaba a Joshua reírse y eso me dolía más que cualquier otra cosa.
Beber se estaba convirtiendo en la tónica de todas las noches, aunque cada día decía que no bebería para estar fresco al día siguiente lo cierto es que no era capaz de cumplirlo.
-Se ríe...se ríe con él y a mí ni si quiera quiere verme, lo sé, sé que no aguanta estar en la misma habitación que yo… –le decía al tabernero mientras me tomaba un chupito tras otro
-Tienes que olvidarte de ella chico, búscate a otra ¡será por mujeres!-me puso su mano en el hombro-en serio chico…no merece la pena –pague la cuenta y me fui con la botella en la mano. Iba dando tumbos por las calles secándome los ojos llorosos y gritando improperios... Penoso. Acabaron arrestándome por alteración del orden público.
-¡Callahan! ¡Levántese! han pagado su fianza- Salí a duras penas y creí estar viendo alucinaciones.
-¿Mamá? ¿Qué…que haces aquí? ¿Quién te ha dicho que…?
-Uno de los alguaciles es amigo mío y me ha dicho que te trajeron de madrugada-se acerco a mí y me acaricio –hijo mío pero… ¿qué te ha pasado? Vamos a casa…
-Cálmate kurt, escúchame…por favor
-seguro que ha sido cosa de ese hijo de puta
-¡Kurt! Ya basta…te digo que no fue así, ella vino a hablar conmigo y me dijo…
-¿y por qué no vino a hablar conmigo? Ahora lo entiendo, estas compinchada con Enrique por eso me dijiste que pusiese ese dichoso anuncio, ¡él sabía que yo no quería que Sashenka dejase la compañía pero de alguna forma se las ha arreglado para echarla!
-Kurt baja la voz, todos están fuera y seguro que están escuchándonos, para por favor…
-No puedo creerme que me hayas traicionado así
-¿Qué yo te he traicionado? ¿Y me lo dices tú? ¿El mismo que se llevo a “ese” a la cama? ¡Tendrás cara! –se refería a Joshua
-No le metas en esto, no tiene nada que ver, se suponía que éramos socios en esto
-No olvides quien consiguió el dinero, ni quien lo pone Kurt
-Me lo acabas de dejar todo muy claro-tiré la silla que atrancaba la puerta y salí de la casa intentado hacer el menor ruido posible mientras todos continuaban con el ensayo general, pero lo cierto es que tenía ganas de partirle la cara ese imbécil. Estaba convencido de que él tenía algo que ver, la gente que tiene dinero se cree que puede comprar a cualquiera. Fui a buscar a Sashenka pero no la encontré, me dijeron que se había marchado…me sentía tremendamente frustrado porque no podía hacer nada al respecto.
No podía enfrentarme a Enrique, no tenía pruebas y si lo hacía seguramente se encargaría de que yo también desapareciese…quizá en algún calabozo o algo peor. La rabia me consumía por dentro.
Esa noche solo conseguí dormir a base de botellas de whisky barato y tabaco. Por la mañana tenía un dolor de cabeza tremendo y solo me desperté por todo el jaleo que había abajo, ya se estaban preparando para ir al teatro. Me di un baño de agua fría y me preparé para irme con ellos. Me fui en el último carro con Josep, como de costumbre.
Una vez en el teatro empezamos a colocar todo lo que faltaba en la escenografía, Natalia estaba con los chicos ayudándoles a vestirse y maquillarse. Josep me dijo que Natalia haría de Ofelia. Algo que se añadió a mi molestia ¿Cuándo había tomado esa decisión? ¿Ni si quiera era capaz de decírmelo a la cara? Simplemente asentí, estaba de muy mal humor.
Vi que todos empezaban a salir de los camerinos preparados y cuchicheando, pero no veía al protagonista por ninguna parte, me dijeron que acababa de llegar. Fui a buscarle para pedirle explicaciones, le encontré maquillándose frente a su espejo, el cual estaba cargado de tulipanes rojos. Trague saliva ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Quién había…? No tarde ni dos segundos en responderme a mí mismo aunque no podía creérmelo. ¿Cómo sabía el Conde que esas eran sus flores favoritas?
Tulipanes rojos...las flores favoritas de Joshua. Me lo contó una de las tardes que fuimos a tocar a la plaza...vimos tulipanes en una floristería y me dijo que eran sus favoritas, quise comprarle una pero no me llegaba, eran una flores que llegaban desde Holanda y eran bastante caras. Joshua me miro.
-No vuelvas a llegar tarde y date prisa que todos te estamos esperando-mi tono no fue para nada amable. Salí de los camerinos y les di algunas instrucciones a todos antes de salir a escena, incluida a Natalia aunque no tenía ganas de hablar con ella, bueno en realidad no tenía ganas de estar allí. Enrique vino y me saludo, pero fingí estar muy ocupado para no tener que darle la mano ni hablar con él, me fui a mi cubículo debajo del escenario donde se escondía el apuntador.
Encerrado y a oscuras solo podía escuchar mi respiración. Cerré los ojos e intenté concentrarme para no estropear la obra, tenía que estar atento a todo lo que ocurría en el escenario para, en caso de necesidad, ayudar al que se hubiese quedado pillado con alguna frase. Pero lo cierto es que me estaba costando. Lo último que vi en los camerinos fue la guinda del pastel. No podía haber sido otro que el “señor” Chambod…nadie más podría permitirse esa cantidad de flores, ahora entendía mejor su enorme interés por Joshua.
Mis pensamientos se acallaron cuando escuche pasos en el escenario, como siempre Josep hacia la presentación de la obra y todo daba inicio. No estuve al cien por cien, estaba distraído y eso se notó cuando Natalia olvido una de sus frases de Ofelia y tarde en darme cuenta que en escena estábamos. A pesar de todo el público aplaudió y nos echó flores al escenario. Salimos a agradecer y yo intentaba sonreír y quedarme al margen.
Cuando acabó me puse a preparar las pocas cosas que debíamos llevarnos porque no se podían quedar allí. Pude cargarlo todo en un solo coche. Me despedí de todos agradeciéndoles su trabajo y recordándoles que mañana todos debíamos estar pronto para preparar la actuación del día siguiente.
Inocentemente creí que ese día había terminado y que ya no podía pasar nada peor…cuando llegamos a casa todo estaba en silencio, Josep subió a su habitación y yo fui a mi despacho a dejar todo lo que habíamos traído del teatro. Mi sorpresa fue encontrarme a Chambod sentado en mi silla.
-Por fin ha llegado señor Callahan, llevo un buen rato esperándole-se puso de pie- ¿ahora ya tiene tiempo suficiente para estrecharme la mano?- me la tendió y no tuve más remedio que responder.
-Sí, aun habían cosas que recoger allí- le miré-no esperaba verle hoy, ¿qué le trae por aquí?
-Sí lo sé, la verdad es que yo tampoco tenía intención de venir-se sentó en mi silla-por favor siéntese. –tuve que sentarme frente a él –pero lo veía necesario…después de lo que ha pasado hoy
-Y… ¿qué es eso que ha pasado hoy?
-Tu distracción evidentemente-se acomodo en la silla- ¿va todo bien Kurt? Si hay algún problema quisiera saberlo para poder ayudarte.
-No hay ningún problema señor Chambod, solamente me despiste unos segundos
-¿Seguro?
-Completamente
-Bueno…me sorprendió ver a Natalia en el escenario esta noche
-A mi también, desde luego no estaba en mis planes
-¿Qué ha pasado con la otra joven?
-Pensé que usted lo sabría mejor que nadie- Enrique se rio entre dientes
-¿Crees que ha sido cosa mía?
Me encogí de hombros-¿de quién si no?
-Está muy feo acusar sin pruebas señor Callahan y lo cierto es que me ofende…pero se lo dejaré pasar. Por esta vez. –No le contesté pero no aparte la mirada-creo que no le caigo bien y hasta cierto punto puedo entenderlo, no le gusta que vengan a darle ordenes ni que interfieran en sus asuntos-Se puso de pie-créame que le entiendo…a mí tampoco me gusta –camino hasta ponerse detrás mío-pero entienda que en esta vida muchas veces es más útil ser inteligente y fingir cortesía que idiota y sincero-sentí como me daba unas palmadas en el hombro-intentemos tener una relación agradable , por el bien de la compañía y el suyo propio- Abrió la puerta-Buenas noches señor Callahan. –se fue.
Rugí de rabia e impotencia. Tire la silla y la puerta, cuando subí las escaleras Josep me preguntó si estaba bien.
-Duérmete es muy tarde-me encerré en mi habitación, parecía una bestia enjaulada. No paraba de dar vueltas de un lado a otro con la respiración agitada. Volví a beber.
Durante los siguientes días intenté no pensar en nada, solo en hacer mi trabajo lo mejor posible y no defraudar a nadie. Pero era muy difícil. Por supuesto el Conde vino todos los días. Con flores. A pesar ello eso no era lo peor… en más de una ocasión vi a Joshua y a Enrique hablando a solas, escuchaba a Joshua reírse y eso me dolía más que cualquier otra cosa.
Beber se estaba convirtiendo en la tónica de todas las noches, aunque cada día decía que no bebería para estar fresco al día siguiente lo cierto es que no era capaz de cumplirlo.
-Se ríe...se ríe con él y a mí ni si quiera quiere verme, lo sé, sé que no aguanta estar en la misma habitación que yo… –le decía al tabernero mientras me tomaba un chupito tras otro
-Tienes que olvidarte de ella chico, búscate a otra ¡será por mujeres!-me puso su mano en el hombro-en serio chico…no merece la pena –pague la cuenta y me fui con la botella en la mano. Iba dando tumbos por las calles secándome los ojos llorosos y gritando improperios... Penoso. Acabaron arrestándome por alteración del orden público.
-¡Callahan! ¡Levántese! han pagado su fianza- Salí a duras penas y creí estar viendo alucinaciones.
-¿Mamá? ¿Qué…que haces aquí? ¿Quién te ha dicho que…?
-Uno de los alguaciles es amigo mío y me ha dicho que te trajeron de madrugada-se acerco a mí y me acaricio –hijo mío pero… ¿qué te ha pasado? Vamos a casa…
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
- Mensajes : 194
Fecha de inscripción : 11/10/2013
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Kurt entró al camerino, pude presenciar su llegada a través del espejo. Rápidamente dirigí mi vista hacia él, y de pronto acaeció lo que ya me imaginaba. Me reprendió. No dije nada más, puesto que me lo merecía. Aunque para ser honestos, me sentí mal, y triste. Haber tenido la torpeza de levantarme tarde, había tenido su coste. Pero es que no había podido dormir la noche interior, y dí vueltas en la cama una, y otra, y otra vez sin poder conciliar el sueño. Todo este problema entre Kurt y yo, el conde, la obra, me tenían completamente aturdido.
Lamentablemente para mí, en el último minuto, me di cuenta de que Natalia, representaría el papel de Ophelia. Tuve un aguijonazo el estómago, porque no la soportaba. Pero yo era un actor, y como tal debía representar un papel digno en representación de todos los actores, tragándome el orgullo, dejarlo encerrado en algún rincón y continuar hacia delante para sacar la obra adelante.
Antes de salir a escena, eché un vistazo hacia la concurrencia por el entretela, observando que todas las butacas del teatro estaban ocupadas en su totalidad. Desde luego, Enrique tenía un lugar privilegiado, justo el centro de todo. Él podía darse esos privilegios sin preguntar si quiera, eso me ponía aún más nervioso, porque estaba seguro de que estaría observándome todo el tiempo. Había algo en su mirada que no me acaba de gustar. Suspire lenta y pausada mente durante varios segundos, para tratar de poner mi mente en blanco de problemas ajenos a todo, y tranquilizarme, debía pensar en cosas bonitas y felices o en situaciones tristes y dolorosas, dependiendo de la escena. Eso sí, nada que incluyera a cierto rubio.
Finalmente, llegó el momento cumbre de la puesta en escena. Para cuando toda la tragedia término, el telón se cerró. Pudimos escuchar nuevamente los aplausos del respetable, por varios minutos. Nuevamente el telón volvió a abrirse en un par de ocasiones y a cerrarse otras tantas, aunque la emoción yo no fui la misma de la primera vez. El teatro comenzaba hacerse, como de costumbre como yo me dirigí lugar del principio, para quitarme el atuendo y volver a ser una persona normal. Fui abordado inmediatamente por Enrique quien entró aplaudiendo, alabando mis grandes dotes de actuación; no me gustaba que lo hiciera, mucho menos delante de los demás, porque yo me sentía como cualquiera de ellos, ni más ni menos. Tendría que dejárselo claro la próxima vez que tuviera la oportunidad, esperando que no me lo tomara mal. Me hacía sentir incómodo con tantas atenciones, puesto que no estaba acostumbrado. Sus detalles me agradaban, pero no delante de toda la concurrencia, porque la gente comenzaba especular, y eso no me convenía. Bien era sabido que esta clase de "familiaridad" entre un hombre y otro, no era bien visto por la sociedad. El país estaba atravesando por una serie de dificultades, en que hasta el más influyente de todos, terminaba recluido en los calabozos sin volver a ver la luz del día. Nuevamente, a Enrique parecería no importarle nada de eso. Su autosuficiencia lo sacaba a flote. Y fue esa mismo suficiencia, el decidir también por mí, en que debíamos festejar... A solas. En su mansión desde luego, donde deliciosos manjares nos esperaban. No pude negarme, ¿acaso habría podido? El conde parecía decidir todo por mi, como si fuera dueño de mi vida. Quizás yo estuviera pensando mal de él, y únicamente, lo que estuviera ocurriendo, fueran simples atenciones de un amigo a otro, porque eso es lo que éramos, simplemente amigos.
Tratando de mantener una actitud positiva, le acompañé hasta su mansión. Cenamos, platicamos, reímos, y así fue transcurriendo el tiempo, hasta que el reloj de piso a techo que tenía cerca del comedor, comenzó a dar de campanadas. Acababan de dar las dos de la mañana. ¡El tiempo se había pasado volando! El conde mandó llamar a su mayordomo - nunca había conocido hombre más fiel que él- para que me prepararan una habitación. Sin remilgos, porque de nada hubieran servido, accedí. Era una hermosa habitación muy grande, y muy bonita. Con grandes y amolios ventanales, pir donde se colaban algunos rayos de luna.
-Es la mejor de todas, para huéspedes distinguidos. - Enrique se acercó hacia a mi. Con ese andar tan elegante y seguro. Entonces tomo mi rostro entre sus manos y sin más, me besó. Tuve el impulso de separarme, pero sus labios comenzaron a besarme de aquella forma que... Simplemente doblegué mi miedo y me dejé llevar, permitiéndole ganar terreno. - Cierra la puerta - le ordenó al mayordomo, quien sin decir una sola palabra se retiró, dejándonos a solas.
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Los días subsecuentes, Enrique se aparecía todos los días en la casona, para llevarme flores. Ya se estaba volviendo una costumbre, que no sabía si me gustaba o no. Recuerdo haberle dicho que me sentía un poco incómodo, porque los actores comenzaban alejarse de mí, y ya no querían hablarme como antes, incluído Josep. Me sentía más solo que nunca, a pesar de estar rodeado de atenciones. A veces, cuando comenzábamos a platicar Enrique y yo, fingía reírme, por educación. Porque sentía el ambiente pesado. Deseaba tener mi propio espacio, como antes. Decidir por mí, ser dueño de mi tiempo.
También me encontraba preocupado por Kurt porque aunque no lo supiera, de vez en cuando y sin que lo notara, lo observaba de lejos. Se le notaba más delegado y demacrado. Como si no tuviera brillo. Gracias a mi especial Don, podría darme cuenta de que había comenzado a beber nuevamente. El aroma a licor barato, pululaba a su alrededor. Más nada podía ser, ya tenía quien velara por él.
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La mañana siguiente, pude ver algo que me sorprendió. Kurt llegó acompañado de una mujer madura muy rubia, hermosa. Subieron las escaleras al segundo piso, y cerraron la puerta tras de sí, la de su despacho. ¿Quién sería ella? Fingí no darle importancia y continuar con el ensayo normalmente, aunque mi mente estaba en otra parte. Entre bambalinas, se comentaba que Kurt había tenido un pasado tormentoso, donde tenían cabida decenas de chicas guapas y que aquella mujer, debía ser su nueva conquista. Pero claro ¿todo era un chisme? ¿No? Natalia estaba por llegar, sería demasiado estúpido volver a cometer el mismo error dos veces. Aunque pensándolo bien, no sería nada descabellado pensar que se acercaría otro drama. Fingí no darle importancia, pero el estómago comenzó a molestarme nuevamente. Estaba enojado, molesto... ¡Arggg! Ya deseaba que la gira comenzara, y no tener que verle la cara todos los días. En algún momento había sentido lástima por él, ahora me alegraba. Bien merecido se lo tenía por no poder mantener la polla guardada entre los pantalones, como bien había escuchado alguna vez. Esperaba que Natalia volviera a propinarle un par de buenas bofetadas por infiel.
<< Eso, deberías odiarlo. No hace más que restregártelo en la cara >>
Tan molesto estaba, que tomé mi abrigo, y sali de ahí ninguna clase de explicación. Lo que necesitaba era aire fresco para poner en orden mis ideas y decidir de una vez por todas, qué hacer con mi vida en el aspecto sentimental. Todo estaba hecho un completo desorden.
Lamentablemente para mí, en el último minuto, me di cuenta de que Natalia, representaría el papel de Ophelia. Tuve un aguijonazo el estómago, porque no la soportaba. Pero yo era un actor, y como tal debía representar un papel digno en representación de todos los actores, tragándome el orgullo, dejarlo encerrado en algún rincón y continuar hacia delante para sacar la obra adelante.
Antes de salir a escena, eché un vistazo hacia la concurrencia por el entretela, observando que todas las butacas del teatro estaban ocupadas en su totalidad. Desde luego, Enrique tenía un lugar privilegiado, justo el centro de todo. Él podía darse esos privilegios sin preguntar si quiera, eso me ponía aún más nervioso, porque estaba seguro de que estaría observándome todo el tiempo. Había algo en su mirada que no me acaba de gustar. Suspire lenta y pausada mente durante varios segundos, para tratar de poner mi mente en blanco de problemas ajenos a todo, y tranquilizarme, debía pensar en cosas bonitas y felices o en situaciones tristes y dolorosas, dependiendo de la escena. Eso sí, nada que incluyera a cierto rubio.
Finalmente, llegó el momento cumbre de la puesta en escena. Para cuando toda la tragedia término, el telón se cerró. Pudimos escuchar nuevamente los aplausos del respetable, por varios minutos. Nuevamente el telón volvió a abrirse en un par de ocasiones y a cerrarse otras tantas, aunque la emoción yo no fui la misma de la primera vez. El teatro comenzaba hacerse, como de costumbre como yo me dirigí lugar del principio, para quitarme el atuendo y volver a ser una persona normal. Fui abordado inmediatamente por Enrique quien entró aplaudiendo, alabando mis grandes dotes de actuación; no me gustaba que lo hiciera, mucho menos delante de los demás, porque yo me sentía como cualquiera de ellos, ni más ni menos. Tendría que dejárselo claro la próxima vez que tuviera la oportunidad, esperando que no me lo tomara mal. Me hacía sentir incómodo con tantas atenciones, puesto que no estaba acostumbrado. Sus detalles me agradaban, pero no delante de toda la concurrencia, porque la gente comenzaba especular, y eso no me convenía. Bien era sabido que esta clase de "familiaridad" entre un hombre y otro, no era bien visto por la sociedad. El país estaba atravesando por una serie de dificultades, en que hasta el más influyente de todos, terminaba recluido en los calabozos sin volver a ver la luz del día. Nuevamente, a Enrique parecería no importarle nada de eso. Su autosuficiencia lo sacaba a flote. Y fue esa mismo suficiencia, el decidir también por mí, en que debíamos festejar... A solas. En su mansión desde luego, donde deliciosos manjares nos esperaban. No pude negarme, ¿acaso habría podido? El conde parecía decidir todo por mi, como si fuera dueño de mi vida. Quizás yo estuviera pensando mal de él, y únicamente, lo que estuviera ocurriendo, fueran simples atenciones de un amigo a otro, porque eso es lo que éramos, simplemente amigos.
Tratando de mantener una actitud positiva, le acompañé hasta su mansión. Cenamos, platicamos, reímos, y así fue transcurriendo el tiempo, hasta que el reloj de piso a techo que tenía cerca del comedor, comenzó a dar de campanadas. Acababan de dar las dos de la mañana. ¡El tiempo se había pasado volando! El conde mandó llamar a su mayordomo - nunca había conocido hombre más fiel que él- para que me prepararan una habitación. Sin remilgos, porque de nada hubieran servido, accedí. Era una hermosa habitación muy grande, y muy bonita. Con grandes y amolios ventanales, pir donde se colaban algunos rayos de luna.
-Es la mejor de todas, para huéspedes distinguidos. - Enrique se acercó hacia a mi. Con ese andar tan elegante y seguro. Entonces tomo mi rostro entre sus manos y sin más, me besó. Tuve el impulso de separarme, pero sus labios comenzaron a besarme de aquella forma que... Simplemente doblegué mi miedo y me dejé llevar, permitiéndole ganar terreno. - Cierra la puerta - le ordenó al mayordomo, quien sin decir una sola palabra se retiró, dejándonos a solas.
-------
Los días subsecuentes, Enrique se aparecía todos los días en la casona, para llevarme flores. Ya se estaba volviendo una costumbre, que no sabía si me gustaba o no. Recuerdo haberle dicho que me sentía un poco incómodo, porque los actores comenzaban alejarse de mí, y ya no querían hablarme como antes, incluído Josep. Me sentía más solo que nunca, a pesar de estar rodeado de atenciones. A veces, cuando comenzábamos a platicar Enrique y yo, fingía reírme, por educación. Porque sentía el ambiente pesado. Deseaba tener mi propio espacio, como antes. Decidir por mí, ser dueño de mi tiempo.
También me encontraba preocupado por Kurt porque aunque no lo supiera, de vez en cuando y sin que lo notara, lo observaba de lejos. Se le notaba más delegado y demacrado. Como si no tuviera brillo. Gracias a mi especial Don, podría darme cuenta de que había comenzado a beber nuevamente. El aroma a licor barato, pululaba a su alrededor. Más nada podía ser, ya tenía quien velara por él.
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La mañana siguiente, pude ver algo que me sorprendió. Kurt llegó acompañado de una mujer madura muy rubia, hermosa. Subieron las escaleras al segundo piso, y cerraron la puerta tras de sí, la de su despacho. ¿Quién sería ella? Fingí no darle importancia y continuar con el ensayo normalmente, aunque mi mente estaba en otra parte. Entre bambalinas, se comentaba que Kurt había tenido un pasado tormentoso, donde tenían cabida decenas de chicas guapas y que aquella mujer, debía ser su nueva conquista. Pero claro ¿todo era un chisme? ¿No? Natalia estaba por llegar, sería demasiado estúpido volver a cometer el mismo error dos veces. Aunque pensándolo bien, no sería nada descabellado pensar que se acercaría otro drama. Fingí no darle importancia, pero el estómago comenzó a molestarme nuevamente. Estaba enojado, molesto... ¡Arggg! Ya deseaba que la gira comenzara, y no tener que verle la cara todos los días. En algún momento había sentido lástima por él, ahora me alegraba. Bien merecido se lo tenía por no poder mantener la polla guardada entre los pantalones, como bien había escuchado alguna vez. Esperaba que Natalia volviera a propinarle un par de buenas bofetadas por infiel.
<< Eso, deberías odiarlo. No hace más que restregártelo en la cara >>
Tan molesto estaba, que tomé mi abrigo, y sali de ahí ninguna clase de explicación. Lo que necesitaba era aire fresco para poner en orden mis ideas y decidir de una vez por todas, qué hacer con mi vida en el aspecto sentimental. Todo estaba hecho un completo desorden.
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 322
Fecha de inscripción : 12/08/2013
DATOS DEL PERSONAJE
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Datos de interés:
Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Me quede mirando el cielo a través de la claraboya que había en el techo. En ese momento solo pensaba en la buena idea que tuve abriéndola. Mientras mi madre se ponía a recoger la habitación.
No recuerdo cómo llegamos hasta mi casa, solo que fue un camino largo en el que solo me concentraba en no vomitar. Creo que llegamos en medio de un ensayo y que todos nos vieron subir…pero me daba igual, la cabeza aun me daba vueltas. En un momento dado me quede dormido.
-Cariño…kurt…despierta, te he preparado la cena, necesitas comer algo-escuche a mi madre pero no quería salir de la cama, me cubrí con las sábanas y me hice un ovillo entre ellas. Mi madre se sentó en la cama a mi lado- ¿dónde estás ratoncito? Sal...Tengo un trozo de queso para ti.-me decía mientras me apartaba las sábanas
-Mamá…ya no tengo 5 años…puedes irte, estaré bien-ella suspiro
-Lo sé…sería más fácil si los tuvieras- acaricio mi cabello-al menos cuando eras pequeño me dejabas cuidarte- me quede en silencio cerrando los ojos- cuéntame ¿qué ha pasado?
-Nada, solo me pase de copas, nada más
-Mi hijo no es ningún borracho para ser arrestado por desorden público, algo ha tenido que pasarte
-¿Y cómo sabes que no lo soy? Tú no me conoces
-He velado por ti desde el momento en que supe que iba a tenerte y te llevé dentro de mi durante 9 meses- me aparto el cabello de la cara- y he estado a tu lado todo el tiempo que me has permitido así que sí, te conozco Kurt, mejor de lo que crees
-Me largaste con 8 años mamá, quizá me conocías cuanto tenía esa edad pero ya no soy ese niño, así que gracias por traerme a casa y adiós. –se quedo en silencio por unos instantes, se que había sido duro con ella pero ya estaba harto, solo quería estar solo.
-Te daría una azotaina pero creo que eso no aliviaría el dolor que me provocan tus palabras-suspiro, ella siempre lloraba en silencio y después suspiraba- se que no vas a perdonarme nunca lo que hice, comprendo que cometí un error pero solo te envíe allí porque creía que así tendrías un futuro mejor lejos del lugar en el que vivíamos. No pasa una noche sin que me arrepienta de haberte alejado de mí, por favor no cometas ese mismo error
-Estoy cansado…
-Está bien, descansa-me dio un beso en la frente y se puso de pie, yo me quede dormido nuevamente.
Mientras yo dormía ella dejo mi habitación impoluta y leyó todo lo que tenía escrito en mi libreta, cosas sobre mi relación con Joshua y demás, aunque nunca lo reconoció. Me desperté a medio día, no había nadie en la habitación, pensé que se había ido y me levante con un dolor de cabeza bestial. El plato de comida aun estaba allí, me fui hacia la ventana con él y un paquete de tabaco, me senté en el alfeizar y devore la comida. Mi madre había preparado mi plato favorito. Después de quedarme lleno me fume un par de cigarrillos viendo los campos y viñedos.
-----------
Madre de Kurt:
Baje por la mañana al escuchar ruido en la casa, supuse que serían los actores de la compañía y así era. Había como unas diez personas allí y ninguna cara conocida. Tímidamente termine de bajar las escaleras y entre en esa especie de salón donde había algo parecido a un escenario, al verme todos se quedaron en silencio y desde la esquina escuche alguien que decía mi nombre. Era Natalia.
-Señora Callahan… ¿qué hace usted aquí?
-Natalia querida, cuánto tiempo sin verte-me acerque para darle dos besos y después me gire hacia el resto que empezaron a cuchichear- Buenos días señores, soy la madre de Kurt. Ayer mi hijo estaba indispuesto y le traje a casa, se disculpa por no haber podido trabajar ayer con vosotros.
-Pero ¿está enfermo? ¿Se pondrá bien?- un niño de no más de 12 años se acerco a mí y me hizo sonreír por su preocupación
-Claro que sí, no tiene nada grave-acaricie su cabello y mejilla- seguramente hoy mismo se incorpore al trabajo diario
-Señora Callahan, venga conmigo para que charlemos
-Claro que si querida…ha sido un placer conoceros a todos, espero poder veros actuar esta noche-Natalia me ofreció una taza de té en el despacho que tenían y allí charlamos…
-------------
-Vaya, ya te has levantado…-mi madre entró en la habitación
-Creía que ya te habías ido
-No, tenía que cuidar de ti-se acercó para coger el plato vacio- He bajado para hablar con los actores, son bastantes y estaban preocupados por ti, al parecer no fuiste anoche al teatro-había olvidado por completo la representación, me sentí muy culpable por haberles dejado solos- pero si pude hablar con Natalia, ahora es toda una mujer-dejo el plato en la mesa de mi escritorio –me ha contado que ya habéis estrenado y que os iréis de gira. También me ha hablado sobre algunos roces que habéis tenido…y me ha mencionado algo sobre un tal Joshua
-No tenía que haberte hablado de nada de eso –tire la colilla por la ventana
-¿Es por ese chico por el que estas así?
-¡mamá!
-¿qué? Siempre he sabido que te gustaban los chicos también…aun sigo queriendo encontrar a ese escritor que te llevo lejos de París para darle una azotaina –me quede callado
-No es por él-dije con la boca pequeña-ya te he dicho que no me pasa nada
Me miró fijamente-No me mientas Kurt Callahan…y dime lo que ha pasado –resople aburrido por esa conversación no quería hablar con ella sobre Joshua, es más, no quería volver a hablar de él ni saber nada. -¿él no te corresponde?
-¡No! No es eso mamá, déjame ya –pero ella insistió e insistió hasta que consiguió sacarme la historia entera, aunque sin muchos detalles claramente. –y eso es todo…-me puse de pie y me tire de boca en la cama –ahora me odia y seguro que se casará con el petimetre de Enrique y tendrán bebes –mi madre se rio suave y yo también sonreí
-Dudo mucho que puedan hacer ambas cosas cariño –se sentó a mi lado y me acaricio la espalda-tienes que reconocer que parte de culpa tienes por haberle echado así y nunca haberle dicho que le querías…
-Lo sé…es solo que en ese momento intentaba protegerle de mí, no quería hacerle daño
-Creo que os habéis hecho daño los dos igualmente –me acariciaba el cabello apartándolo de mi cara-¿porque no hablas con él esta noche? Le dices todo eso que me has dicho sobre lo que sientes por él
-Me rechazará ahora tiene a otro…
-¿y qué? Tienes que decírselo para sacártelo de dentro y si te rechaza, bueno, no hay más que hacer pero al menos lo intentaste, lucha por él
-¿y si…?
-No tengas dudas, le amas. Lo sé por la forma en la que hablas de él y por todo lo que me has contado y si le amas no tendrás ojos para nadie más.
La conversación con mi madre me animó mucho, se quedaría para ver la representación de esa noche.
Por la tarde baje y todos me preguntaron si estaba mejor, les die que sí y que me disculpasen por haber faltado el día anterior. Volvimos a prepararlo todo en los carros, mi madre se fue con Natalia hablando y yo como siempre en el ultimo con Josep.
Estaba contento y a la vez nervioso, había visto a Josh en el ensayo y cuando se iba con los demás pero poco más, no sabía si lo que iba a hacer estaba bien o no pero…la señora Callahan tenía razón, al menos debía intentarlo. Por algún motivo la actuación de esa noche fue mejor que las anteriores, todos parecían tener más animo. Salimos todos juntos a recibir los aplausos del público entre los que se encontraba mi madre por primera vez. Tuve una sensación extraña al verla allí, creo que estaba orgullosa de mí.
Mi intención era pillar a solas a Joshua en los camerinos y tuve suerte porque era el único que quedaba aun dentro o eso creía yo…
Le había llevado tres claveles rojos, no eran tulipanes pero…era lo que había podido conseguir. Cuando estuve a punto de entrar escuche dos voces. Frene el paso y me asome despacio, lo suficiente para ver como el Conde abrazaba a Joshua y le besaba. Me aleje de la entrada y deshice las flores entre mis manos con toda la rabia, frustración y dolor que sentía, las deje regadas por el suelo. –Eres un imbécil Kurt Callahan, un completo idiota… ¿qué otra cosa esperabas?
No me monte en ninguno de los coches, vague por el camino hasta que alguien me recogió y me llevó al centro, me metí en una taberna y fácilmente me deje seducir por el aroma del whisky y una pelirroja de ojos verdes que solo me metió en problemas…
Acabe en el callejón intentado convencer al novio de la pelirroja y sus otros 3 amigos que había sido ella la que se me había acercado. Pero era inútil, lo único que ellos querían era un saco de hueso con el que divertirse mientras ella me robaba todo lo que llevaba encima, que no era prácticamente nada.
Borracho como una cuba y contra cuatro no tenía nada que hacer, aunque intente defenderme acabe en el suelo mientras ellos me daban patadas, sin embargo ese dolor no se comparaba al que sentí cuando vi a Joshua besarse con el otro. De hecho solo podía pensar en esa imagen, una y otra y otra vez…
Pero de repente una sombra se acerco y empezó a apartarles, vi como tres corrían y al otro inconsciente en el suelo. Esa sombra se acerco a mí y me llamo por mi nombre, me cogió del rostro y entonces pude verle.
-Joshua… ¿eres tú? –al verle supe que había muerta, era la única explicación pero no me importó estarlo. Acaricie su cabello y era tan suave como lo recordaba-Te quiero…-le dije-ojalá te lo hubiese dicho cuando aún vivía pero…qué más da ya, ahora estaremos juntos-dije antes de quedarme inconsciente.
No recuerdo cómo llegamos hasta mi casa, solo que fue un camino largo en el que solo me concentraba en no vomitar. Creo que llegamos en medio de un ensayo y que todos nos vieron subir…pero me daba igual, la cabeza aun me daba vueltas. En un momento dado me quede dormido.
-Cariño…kurt…despierta, te he preparado la cena, necesitas comer algo-escuche a mi madre pero no quería salir de la cama, me cubrí con las sábanas y me hice un ovillo entre ellas. Mi madre se sentó en la cama a mi lado- ¿dónde estás ratoncito? Sal...Tengo un trozo de queso para ti.-me decía mientras me apartaba las sábanas
-Mamá…ya no tengo 5 años…puedes irte, estaré bien-ella suspiro
-Lo sé…sería más fácil si los tuvieras- acaricio mi cabello-al menos cuando eras pequeño me dejabas cuidarte- me quede en silencio cerrando los ojos- cuéntame ¿qué ha pasado?
-Nada, solo me pase de copas, nada más
-Mi hijo no es ningún borracho para ser arrestado por desorden público, algo ha tenido que pasarte
-¿Y cómo sabes que no lo soy? Tú no me conoces
-He velado por ti desde el momento en que supe que iba a tenerte y te llevé dentro de mi durante 9 meses- me aparto el cabello de la cara- y he estado a tu lado todo el tiempo que me has permitido así que sí, te conozco Kurt, mejor de lo que crees
-Me largaste con 8 años mamá, quizá me conocías cuanto tenía esa edad pero ya no soy ese niño, así que gracias por traerme a casa y adiós. –se quedo en silencio por unos instantes, se que había sido duro con ella pero ya estaba harto, solo quería estar solo.
-Te daría una azotaina pero creo que eso no aliviaría el dolor que me provocan tus palabras-suspiro, ella siempre lloraba en silencio y después suspiraba- se que no vas a perdonarme nunca lo que hice, comprendo que cometí un error pero solo te envíe allí porque creía que así tendrías un futuro mejor lejos del lugar en el que vivíamos. No pasa una noche sin que me arrepienta de haberte alejado de mí, por favor no cometas ese mismo error
-Estoy cansado…
-Está bien, descansa-me dio un beso en la frente y se puso de pie, yo me quede dormido nuevamente.
Mientras yo dormía ella dejo mi habitación impoluta y leyó todo lo que tenía escrito en mi libreta, cosas sobre mi relación con Joshua y demás, aunque nunca lo reconoció. Me desperté a medio día, no había nadie en la habitación, pensé que se había ido y me levante con un dolor de cabeza bestial. El plato de comida aun estaba allí, me fui hacia la ventana con él y un paquete de tabaco, me senté en el alfeizar y devore la comida. Mi madre había preparado mi plato favorito. Después de quedarme lleno me fume un par de cigarrillos viendo los campos y viñedos.
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Madre de Kurt:
Baje por la mañana al escuchar ruido en la casa, supuse que serían los actores de la compañía y así era. Había como unas diez personas allí y ninguna cara conocida. Tímidamente termine de bajar las escaleras y entre en esa especie de salón donde había algo parecido a un escenario, al verme todos se quedaron en silencio y desde la esquina escuche alguien que decía mi nombre. Era Natalia.
-Señora Callahan… ¿qué hace usted aquí?
-Natalia querida, cuánto tiempo sin verte-me acerque para darle dos besos y después me gire hacia el resto que empezaron a cuchichear- Buenos días señores, soy la madre de Kurt. Ayer mi hijo estaba indispuesto y le traje a casa, se disculpa por no haber podido trabajar ayer con vosotros.
-Pero ¿está enfermo? ¿Se pondrá bien?- un niño de no más de 12 años se acerco a mí y me hizo sonreír por su preocupación
-Claro que sí, no tiene nada grave-acaricie su cabello y mejilla- seguramente hoy mismo se incorpore al trabajo diario
-Señora Callahan, venga conmigo para que charlemos
-Claro que si querida…ha sido un placer conoceros a todos, espero poder veros actuar esta noche-Natalia me ofreció una taza de té en el despacho que tenían y allí charlamos…
-------------
-Vaya, ya te has levantado…-mi madre entró en la habitación
-Creía que ya te habías ido
-No, tenía que cuidar de ti-se acercó para coger el plato vacio- He bajado para hablar con los actores, son bastantes y estaban preocupados por ti, al parecer no fuiste anoche al teatro-había olvidado por completo la representación, me sentí muy culpable por haberles dejado solos- pero si pude hablar con Natalia, ahora es toda una mujer-dejo el plato en la mesa de mi escritorio –me ha contado que ya habéis estrenado y que os iréis de gira. También me ha hablado sobre algunos roces que habéis tenido…y me ha mencionado algo sobre un tal Joshua
-No tenía que haberte hablado de nada de eso –tire la colilla por la ventana
-¿Es por ese chico por el que estas así?
-¡mamá!
-¿qué? Siempre he sabido que te gustaban los chicos también…aun sigo queriendo encontrar a ese escritor que te llevo lejos de París para darle una azotaina –me quede callado
-No es por él-dije con la boca pequeña-ya te he dicho que no me pasa nada
Me miró fijamente-No me mientas Kurt Callahan…y dime lo que ha pasado –resople aburrido por esa conversación no quería hablar con ella sobre Joshua, es más, no quería volver a hablar de él ni saber nada. -¿él no te corresponde?
-¡No! No es eso mamá, déjame ya –pero ella insistió e insistió hasta que consiguió sacarme la historia entera, aunque sin muchos detalles claramente. –y eso es todo…-me puse de pie y me tire de boca en la cama –ahora me odia y seguro que se casará con el petimetre de Enrique y tendrán bebes –mi madre se rio suave y yo también sonreí
-Dudo mucho que puedan hacer ambas cosas cariño –se sentó a mi lado y me acaricio la espalda-tienes que reconocer que parte de culpa tienes por haberle echado así y nunca haberle dicho que le querías…
-Lo sé…es solo que en ese momento intentaba protegerle de mí, no quería hacerle daño
-Creo que os habéis hecho daño los dos igualmente –me acariciaba el cabello apartándolo de mi cara-¿porque no hablas con él esta noche? Le dices todo eso que me has dicho sobre lo que sientes por él
-Me rechazará ahora tiene a otro…
-¿y qué? Tienes que decírselo para sacártelo de dentro y si te rechaza, bueno, no hay más que hacer pero al menos lo intentaste, lucha por él
-¿y si…?
-No tengas dudas, le amas. Lo sé por la forma en la que hablas de él y por todo lo que me has contado y si le amas no tendrás ojos para nadie más.
La conversación con mi madre me animó mucho, se quedaría para ver la representación de esa noche.
Por la tarde baje y todos me preguntaron si estaba mejor, les die que sí y que me disculpasen por haber faltado el día anterior. Volvimos a prepararlo todo en los carros, mi madre se fue con Natalia hablando y yo como siempre en el ultimo con Josep.
Estaba contento y a la vez nervioso, había visto a Josh en el ensayo y cuando se iba con los demás pero poco más, no sabía si lo que iba a hacer estaba bien o no pero…la señora Callahan tenía razón, al menos debía intentarlo. Por algún motivo la actuación de esa noche fue mejor que las anteriores, todos parecían tener más animo. Salimos todos juntos a recibir los aplausos del público entre los que se encontraba mi madre por primera vez. Tuve una sensación extraña al verla allí, creo que estaba orgullosa de mí.
Mi intención era pillar a solas a Joshua en los camerinos y tuve suerte porque era el único que quedaba aun dentro o eso creía yo…
Le había llevado tres claveles rojos, no eran tulipanes pero…era lo que había podido conseguir. Cuando estuve a punto de entrar escuche dos voces. Frene el paso y me asome despacio, lo suficiente para ver como el Conde abrazaba a Joshua y le besaba. Me aleje de la entrada y deshice las flores entre mis manos con toda la rabia, frustración y dolor que sentía, las deje regadas por el suelo. –Eres un imbécil Kurt Callahan, un completo idiota… ¿qué otra cosa esperabas?
No me monte en ninguno de los coches, vague por el camino hasta que alguien me recogió y me llevó al centro, me metí en una taberna y fácilmente me deje seducir por el aroma del whisky y una pelirroja de ojos verdes que solo me metió en problemas…
Acabe en el callejón intentado convencer al novio de la pelirroja y sus otros 3 amigos que había sido ella la que se me había acercado. Pero era inútil, lo único que ellos querían era un saco de hueso con el que divertirse mientras ella me robaba todo lo que llevaba encima, que no era prácticamente nada.
Borracho como una cuba y contra cuatro no tenía nada que hacer, aunque intente defenderme acabe en el suelo mientras ellos me daban patadas, sin embargo ese dolor no se comparaba al que sentí cuando vi a Joshua besarse con el otro. De hecho solo podía pensar en esa imagen, una y otra y otra vez…
Pero de repente una sombra se acerco y empezó a apartarles, vi como tres corrían y al otro inconsciente en el suelo. Esa sombra se acerco a mí y me llamo por mi nombre, me cogió del rostro y entonces pude verle.
-Joshua… ¿eres tú? –al verle supe que había muerta, era la única explicación pero no me importó estarlo. Acaricie su cabello y era tan suave como lo recordaba-Te quiero…-le dije-ojalá te lo hubiese dicho cuando aún vivía pero…qué más da ya, ahora estaremos juntos-dije antes de quedarme inconsciente.
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Rubia de ojos azules, porte elegante ¿cómo no lo había pensado antes? Kurt era su vivo retrato. Sentí alivio, porque aunque yo ya no éramos absolutamente nada, más que completos desconocidos habitando en el mismo recinto, sabía que no podría ser tan cínico como para... En fin. Bastaba con resumir que no le conocía de nada y por eso me había visto la cara. Aún así su madre me agradó a simple vista. Era esa clase de dama que no podía pasar desapercibida por su belleza. Había llegado acompañando a Kurt, quien volvía a estar desaliñado y demacrado. ¿Estaría enfermo? Esperaba que nada grave, y que sólo fuera una cosa de nada y la visita de su madre, simplemente eso, una visita de rutina ¿ verdad?
Una vez que ella fue abordada por Natalia -cosa que también me molestó- porque seguramente le llenaría la cabeza de ideas, di la media vuelta para tratar de ayudar a mis demás compañeros de escena (todos los pensamientos de preocupación hacia el rubio, desaparecieron por el enojo que sentía aún hacia él en específico) y nada tan grave como para repasar horas y horas; pero extrañaba a Sashenka y su sonrisa. Ahora más que nunca necesitaba de sus consejos. Me sentía confundido respecto a Enrique y no sabía que hacer. Cada vez sus acercamientos eran más posesivos. Sus planes a futuro para mí, no eran para nada halagadores. Ya tenía todo un itinerario listo para la gira: Yo no dormiría en las caravanas como mis compañeros de compañía, sino con el, en su cuarto, en su cama para ser precisos y... No. Ya vería la forma de escabullirme y solventar el problema. Porque, me daba la impresión de que El Conde sólo estaba patrocinando la obra por mi causa. No es que me sintiera el centro del universo pero, algo similar ocurrió con Aleksandr, mi antigua y primera pareja. Mientras yo fungiera como juguete, lo demás salía sobrando, y tenía mucho miedo de que las cosas estuvieran marchando por ese camino nuevamente. ¿Y si decidía ponerle un alto a Enrique? ¿Y si se enfadaba y echaba todo por la borda? Tragué saliva. Cerré los ojos y traté de olvidar la historia trágica que acababa de imaginar. << Deja de hacer una tormenta en un vaso de agua, Joshua. No eres tan importante >>
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Nuevamente en la noche acaeció en París, y con ello una nueva representación. Para mi sorpresa, tuvimos otra gran acogida y las butacas estuvieron llenas completamente, con el agregado de la madre de Kurt estaba entre los presentes, no en un lugar privilegiado como el conde, que ahora le platicaba alegremente con una bella dama que tenía a su lado derecho - pero se le veía radiante con ese vestido azul que combinaba con sus ojos y el cabello recogido en una coleta con rulos. Sentí una punzada en el corazón. A mi también me habría gustado que mi madre me viera actuar, pero había perdido su rastro una vez mi padre me había separado de ella. Bueno, aunque no estuviera presente, actuaría como si en verdad ella ocupara una butaca, la mas importante de todas, dentro de mi corazón.
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Di lo mejor de mi esa noche. No sé por qué, pero quería lucirme como un pavoreal y sus hermosas plumas en todo lo alto. Me sentía extrañamente emocionado y hasta cierto punto alegre. Cuando el telón se cerró por última vez, regresé rápidamente a mi camerino que, por enésima vez estaba adornado con flores. Torcí el gesto. Todo marchaba igual, aunque la diferencia ahora radicaba en que una caja aterciopelada, descansaba justo al lado de mis maquillajes, con un sobre encima. Me daba miedo el sólo pensar lo que debía estar ahí dentro. Me acerqué no muy seguro en si debía o no abrirlo en aquel instante. Estiré mi mano para intentar tomarlo, pero en el último segundo, desvié la mano para tomar un algodoncillo para comenzar a limpiarme la cara lo más rápido que pudiera; quería irme de ahí antes de que...
-¡Estuviste fantástico ésta noche! - Enrique entró y por educación me levanté. Ojalá lo hubiera pensado dos veces porque enseguida me abrazó, plantándome tremendo beso. Pude sentir su lengua jugar dentro de mi boca. Sentí asco, repulsión...Por instinto le empujé, ya que sus manos bajaban más de la cuenta, colocándolas sobre mi trasero.
-¡Detente, por favor!
-¿Sucede algo? ¿No quieres...?
Enrique intentó acercarse nuevamente, pero yo me alejé dos pasos, pues la pared ya no me permitió ir más allá. Vi claramente como entrecerró los ojos, negó y caminó hacia atrás los mismos pasos que había dado hacia adelante. Posó su vista hacia la caja de terciopelo negro. Luego regresó su mirada herida hacia mí, que por obviedad estaba tan asustado, que sentía mis dientes castañear.
-Lo que te dije la otra noche sigue en pie. No voy a forzarte a hacer algo que no quieres hacer, por el momento. Pero entonces te pediré que no me mandes señales equivocadas. -chasqueó la lengua- Tus besos me dijeron una cosa y hoy, ésta noche, me demuestran otra. Piénsalo bien Joshua. Conmigo puedes tener todo, hasta lo que no puedes imaginarte, pero - sus ojos parecieron oscurecerse- No juegues conmigo, porque suelo ser muy revanchista. Espero sepas lo que te conviene...Lee la nota por favor.
Enrique se retiró, dejándome absorto en el rincón. Nadie, incluso mi antiguo jefe me habían hecho sentir tanto miedo. Tenía la piel erizada. Como autómata regresé a mi silla para tratar de serenarme. Me miré en el espejo y una lágrima comenzó a rodar por mi mejilla.
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Ya en las afueras del teatro (por la parte trasera, pues quería escabullirme del carruaje de Enrique que siempre me esperaba fuera) algunas personas me abordaron para regalarme flores. Traté de sonreír, era la primera vez que me sucedía algo así. Acepté algunas, pero dejé en el aire otras tantas, necesitaba irme ya sujetando con fuerza la mochila donde llevaba mis pertenencias y los presentes del conde.
-¿Aceptarías la mía?
Fue una voz dulce y serena la que me obligó a detenerme. Se trataba de la madre de Kurt, quien llevaba un clavel rojo en la mano, o algo parecido. Me miró y sonrió aunque su rostro denotaba preocupación.
-Señora...claro, que sí...- Fueron pocas palabras las que salieron de mi boca. Las mujeres volvieron a acercarse y a hacer tumulto. ¡Ya no sabía que hacer!
-Ven, déjame salvarte de ellas.
La madre de Kurt tomó mi mano y me llevó nuevamente dentro, donde ya no quedaba nadie, salvo nosotros. Cerró la puerta tras ella.
-Tendrás que irte acostumbrando a esto, muchachito. -sonrió una vez mas justo antes de tomarme de las manos. -Joshua sé que no me conoces, pero necesito que me hagas un gran favor. - sus ojos denotaban preocupación, y se llenaron de lágrimas. -¡Ayúdame a encontrar a mi hijo! He ido a buscarle apenas concluyó la obra y... No pude alcanzarlo. Iba ofuscado, furioso. - apretó mis manos, la sentí temblar- Tú eres su amigo, por favor... Tú puedes saber a dónde encontrarlo.
Le vi tan desesperada, que no podía hacerle la cobardía de decirle que no. Yo sabía que Kurt era impredecible y podría perderse en cualquier parte pero...Con algo de suerte...
-E-Está bien, yo, iré a buscarle. Sostengame ésto por favor.-Le entregué la mochila- Yo, haré hasta lo imposible por encontrarle. No se preocupe. Nos veremos mas tarde.
Agradecida, me dio un beso en la mejilla que me descolocó. Pero enseguida me hice el escurridizo, mimetizándome con el entorno una vez le perdí de vista. Comencé a olfatear por el camino, de algo debía servirme éste éstupido don que tanto odiaba. El aroma de Kurt podría reconocerlo en cualquier parte. Seguí su rastro casi a la entrada de otro pueblo, pero de ahí todo se difuminaba. Había huellas de carruaje en el lodo, seguramente había abordado alguno. Entonces comencé a caminar en círculos. ¿Si yo fuera Kurt a dónde iría? Por supuesto alguna taberna, pero en París abundaban tantas, que era casi como buscar una aguja en un pajar. Sin sentirme derrotado, proseguí mi camino hasta la ciudad y los barrios menos populosos. Seguí olfateando. ¡Dios, París tenía tantos malos olores que casi me hacían devolver el estómago! Pero el aroma de Kurt por ninguna parte.
No fue sino pasada la media noche que encontré el rastro. ¡Al fin! Una luz en el camino. Presuroso lo seguí hasta una taberna de mala muerte donde abundaban las mujerzuelas. Entré pero el ya no estaba ahí. El rastro se extendía más allá, donde la luz de una farola tintineaba. Era un callejón oscuro donde se escuchaban varias voces. Una de ellas, la del rubio, ahogada en alcohol. Habían otros tres sujetos que le estaban propinando una severa golpiza. Una ira irracional invadió mi cuerpo. No lo pensé dos veces y me abalancé sobre los sujetos. Yo no sabía pelear, me consideraba un hombre pacífico. Mi fuerza- mas no mi destreza- era muy superior a la de los ladrones de poca monta, que eran unos simples humanos sin oficio ni beneficio. Así que los golpeé tan duramente, que tres escaparon trastabillando, y a aquel que le había hecho mas daño a Kurt, recibió la peor parte. Le pegué tan duro en el rostro, que sentí como los huesos de mi mano tronaron y cayó desvanecido metros atrás, sobre un montón de cajas de basura. Inmediatamente corrí a auxiliarle.
-¡Kurt, Kurt háblame por favor! -le tomé el rostro con una mano, deseando no haber llegado demasiado tarde. Estaba bastante golpeado y hablaba cosas sin sentido. - No, no has muerto, sigues aquí y sigues vivo y debes mantenerte así, no te atrevas a dejarme solo- le tomé entre mis brazos como si no pesara nada. Debía llevarle a algún sanatorio o algún sitio donde pudieran curarle las heridas sin hacer demasiadas preguntas. Entonces recordé aquella vez, cuando la persecución de los inquisidores, y mi herida de bala en el abdomen. La mujer había sido muy amable conmigo y me había salvado la vida. Quizás Kurt tenía muchas probabilidades. Así pues, con Kurt en brazos, encaminé mis pasos hacia ese lugar.
Una vez que ella fue abordada por Natalia -cosa que también me molestó- porque seguramente le llenaría la cabeza de ideas, di la media vuelta para tratar de ayudar a mis demás compañeros de escena (todos los pensamientos de preocupación hacia el rubio, desaparecieron por el enojo que sentía aún hacia él en específico) y nada tan grave como para repasar horas y horas; pero extrañaba a Sashenka y su sonrisa. Ahora más que nunca necesitaba de sus consejos. Me sentía confundido respecto a Enrique y no sabía que hacer. Cada vez sus acercamientos eran más posesivos. Sus planes a futuro para mí, no eran para nada halagadores. Ya tenía todo un itinerario listo para la gira: Yo no dormiría en las caravanas como mis compañeros de compañía, sino con el, en su cuarto, en su cama para ser precisos y... No. Ya vería la forma de escabullirme y solventar el problema. Porque, me daba la impresión de que El Conde sólo estaba patrocinando la obra por mi causa. No es que me sintiera el centro del universo pero, algo similar ocurrió con Aleksandr, mi antigua y primera pareja. Mientras yo fungiera como juguete, lo demás salía sobrando, y tenía mucho miedo de que las cosas estuvieran marchando por ese camino nuevamente. ¿Y si decidía ponerle un alto a Enrique? ¿Y si se enfadaba y echaba todo por la borda? Tragué saliva. Cerré los ojos y traté de olvidar la historia trágica que acababa de imaginar. << Deja de hacer una tormenta en un vaso de agua, Joshua. No eres tan importante >>
---
Nuevamente en la noche acaeció en París, y con ello una nueva representación. Para mi sorpresa, tuvimos otra gran acogida y las butacas estuvieron llenas completamente, con el agregado de la madre de Kurt estaba entre los presentes, no en un lugar privilegiado como el conde, que ahora le platicaba alegremente con una bella dama que tenía a su lado derecho - pero se le veía radiante con ese vestido azul que combinaba con sus ojos y el cabello recogido en una coleta con rulos. Sentí una punzada en el corazón. A mi también me habría gustado que mi madre me viera actuar, pero había perdido su rastro una vez mi padre me había separado de ella. Bueno, aunque no estuviera presente, actuaría como si en verdad ella ocupara una butaca, la mas importante de todas, dentro de mi corazón.
----
Di lo mejor de mi esa noche. No sé por qué, pero quería lucirme como un pavoreal y sus hermosas plumas en todo lo alto. Me sentía extrañamente emocionado y hasta cierto punto alegre. Cuando el telón se cerró por última vez, regresé rápidamente a mi camerino que, por enésima vez estaba adornado con flores. Torcí el gesto. Todo marchaba igual, aunque la diferencia ahora radicaba en que una caja aterciopelada, descansaba justo al lado de mis maquillajes, con un sobre encima. Me daba miedo el sólo pensar lo que debía estar ahí dentro. Me acerqué no muy seguro en si debía o no abrirlo en aquel instante. Estiré mi mano para intentar tomarlo, pero en el último segundo, desvié la mano para tomar un algodoncillo para comenzar a limpiarme la cara lo más rápido que pudiera; quería irme de ahí antes de que...
-¡Estuviste fantástico ésta noche! - Enrique entró y por educación me levanté. Ojalá lo hubiera pensado dos veces porque enseguida me abrazó, plantándome tremendo beso. Pude sentir su lengua jugar dentro de mi boca. Sentí asco, repulsión...Por instinto le empujé, ya que sus manos bajaban más de la cuenta, colocándolas sobre mi trasero.
-¡Detente, por favor!
-¿Sucede algo? ¿No quieres...?
Enrique intentó acercarse nuevamente, pero yo me alejé dos pasos, pues la pared ya no me permitió ir más allá. Vi claramente como entrecerró los ojos, negó y caminó hacia atrás los mismos pasos que había dado hacia adelante. Posó su vista hacia la caja de terciopelo negro. Luego regresó su mirada herida hacia mí, que por obviedad estaba tan asustado, que sentía mis dientes castañear.
-Lo que te dije la otra noche sigue en pie. No voy a forzarte a hacer algo que no quieres hacer, por el momento. Pero entonces te pediré que no me mandes señales equivocadas. -chasqueó la lengua- Tus besos me dijeron una cosa y hoy, ésta noche, me demuestran otra. Piénsalo bien Joshua. Conmigo puedes tener todo, hasta lo que no puedes imaginarte, pero - sus ojos parecieron oscurecerse- No juegues conmigo, porque suelo ser muy revanchista. Espero sepas lo que te conviene...Lee la nota por favor.
Enrique se retiró, dejándome absorto en el rincón. Nadie, incluso mi antiguo jefe me habían hecho sentir tanto miedo. Tenía la piel erizada. Como autómata regresé a mi silla para tratar de serenarme. Me miré en el espejo y una lágrima comenzó a rodar por mi mejilla.
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Ya en las afueras del teatro (por la parte trasera, pues quería escabullirme del carruaje de Enrique que siempre me esperaba fuera) algunas personas me abordaron para regalarme flores. Traté de sonreír, era la primera vez que me sucedía algo así. Acepté algunas, pero dejé en el aire otras tantas, necesitaba irme ya sujetando con fuerza la mochila donde llevaba mis pertenencias y los presentes del conde.
-¿Aceptarías la mía?
Fue una voz dulce y serena la que me obligó a detenerme. Se trataba de la madre de Kurt, quien llevaba un clavel rojo en la mano, o algo parecido. Me miró y sonrió aunque su rostro denotaba preocupación.
-Señora...claro, que sí...- Fueron pocas palabras las que salieron de mi boca. Las mujeres volvieron a acercarse y a hacer tumulto. ¡Ya no sabía que hacer!
-Ven, déjame salvarte de ellas.
La madre de Kurt tomó mi mano y me llevó nuevamente dentro, donde ya no quedaba nadie, salvo nosotros. Cerró la puerta tras ella.
-Tendrás que irte acostumbrando a esto, muchachito. -sonrió una vez mas justo antes de tomarme de las manos. -Joshua sé que no me conoces, pero necesito que me hagas un gran favor. - sus ojos denotaban preocupación, y se llenaron de lágrimas. -¡Ayúdame a encontrar a mi hijo! He ido a buscarle apenas concluyó la obra y... No pude alcanzarlo. Iba ofuscado, furioso. - apretó mis manos, la sentí temblar- Tú eres su amigo, por favor... Tú puedes saber a dónde encontrarlo.
Le vi tan desesperada, que no podía hacerle la cobardía de decirle que no. Yo sabía que Kurt era impredecible y podría perderse en cualquier parte pero...Con algo de suerte...
-E-Está bien, yo, iré a buscarle. Sostengame ésto por favor.-Le entregué la mochila- Yo, haré hasta lo imposible por encontrarle. No se preocupe. Nos veremos mas tarde.
Agradecida, me dio un beso en la mejilla que me descolocó. Pero enseguida me hice el escurridizo, mimetizándome con el entorno una vez le perdí de vista. Comencé a olfatear por el camino, de algo debía servirme éste éstupido don que tanto odiaba. El aroma de Kurt podría reconocerlo en cualquier parte. Seguí su rastro casi a la entrada de otro pueblo, pero de ahí todo se difuminaba. Había huellas de carruaje en el lodo, seguramente había abordado alguno. Entonces comencé a caminar en círculos. ¿Si yo fuera Kurt a dónde iría? Por supuesto alguna taberna, pero en París abundaban tantas, que era casi como buscar una aguja en un pajar. Sin sentirme derrotado, proseguí mi camino hasta la ciudad y los barrios menos populosos. Seguí olfateando. ¡Dios, París tenía tantos malos olores que casi me hacían devolver el estómago! Pero el aroma de Kurt por ninguna parte.
No fue sino pasada la media noche que encontré el rastro. ¡Al fin! Una luz en el camino. Presuroso lo seguí hasta una taberna de mala muerte donde abundaban las mujerzuelas. Entré pero el ya no estaba ahí. El rastro se extendía más allá, donde la luz de una farola tintineaba. Era un callejón oscuro donde se escuchaban varias voces. Una de ellas, la del rubio, ahogada en alcohol. Habían otros tres sujetos que le estaban propinando una severa golpiza. Una ira irracional invadió mi cuerpo. No lo pensé dos veces y me abalancé sobre los sujetos. Yo no sabía pelear, me consideraba un hombre pacífico. Mi fuerza- mas no mi destreza- era muy superior a la de los ladrones de poca monta, que eran unos simples humanos sin oficio ni beneficio. Así que los golpeé tan duramente, que tres escaparon trastabillando, y a aquel que le había hecho mas daño a Kurt, recibió la peor parte. Le pegué tan duro en el rostro, que sentí como los huesos de mi mano tronaron y cayó desvanecido metros atrás, sobre un montón de cajas de basura. Inmediatamente corrí a auxiliarle.
-¡Kurt, Kurt háblame por favor! -le tomé el rostro con una mano, deseando no haber llegado demasiado tarde. Estaba bastante golpeado y hablaba cosas sin sentido. - No, no has muerto, sigues aquí y sigues vivo y debes mantenerte así, no te atrevas a dejarme solo- le tomé entre mis brazos como si no pesara nada. Debía llevarle a algún sanatorio o algún sitio donde pudieran curarle las heridas sin hacer demasiadas preguntas. Entonces recordé aquella vez, cuando la persecución de los inquisidores, y mi herida de bala en el abdomen. La mujer había sido muy amable conmigo y me había salvado la vida. Quizás Kurt tenía muchas probabilidades. Así pues, con Kurt en brazos, encaminé mis pasos hacia ese lugar.
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/08/2013
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Cuando recobre la consciencia aun estaba convencido de que había muerto en ese callejón. Intentaba abrir los ojos para ver si Joshua seguía ahí pero me dolían mucho, pensaba que quizá se debía a que tenía que esperar para ver el cielo.
Hice un último esfuerzo y abrí el derecho, pero el izquierdo solo se abrió hasta la mitad, era como si tuviese una bola encima que me lo impidiese. Mi vista se aclaro un poco, estaba en un lugar con luz tenue, de madera y con objetos en las paredes que no era capaz de reconocer. Me asuste, ese no podía ser el cielo ¿verdad? Intente moverme pero tenía los músculos agarrotados, hice más fuerza pero un dolor intenso en el costado me dejo sin aliento y volví a mi posición intentado respirar.
El dolor era demasiado real e intenso como para estar muerto.
-¡Cariño!-enseguida sentí que se acercaba a mí y cogía mi mano-no te muevas…-era la voz de mi madre
-¿dón…dónde estoy?-balbucee con dificultad
-Estas en casa de una especie de doctora
-¿qué? Y ¿qué hago aquí?
-llevas un par de días inconsciente, la otra noche recibiste una paliza que casi te mata y…bueno, Joshua te encontró y te trajo aquí- así que no había sido una alucinación, realmente le había visto.
-¿un par de días? ¿y la obra y la gira? –Tenía que salir de esa cama, teníamos que preparar la gira-tengo que ir al teatro…-el dolor volvió y mi madre me empujo nuevamente contra el colchón
-No puedes moverte, aun estas débil, te han partido dos costillas –por eso dolía tanto-no te preocupes por eso, la gira se ha suspendido por el momento, todos están preocupados por ti
-¿qué? No...No podemos suspender la gira y menos por mí, tienen…tienen que ir
-Han decidido que no irán sin ti, Enrique ha propuesto mantener la representación en París dos semanas más debido a su gran existo y hasta esperar a tu recuperación
-No, me niego, ¡no!-Enrique otra vez…metiendo sus narices en algo que no era de su incumbencia
-Lo siento cariño pero ahora mismo no hay más que hacer… debes recuperarte
-Tengo sed…-dije cerrando los ojos, empecé a sentir de todo, calor, una sed que me arañaba la garganta, hambre y malestar a la vez. Moví mis dedos para saber si aun me funcionaban las piernas y aunque me costó pude hacerlo
-Enseguida te traigo agua-mi madre se puso de pie para buscarme agua y me dio un poco
-No puedo abrir mi ojo izquierdo… noto algo encima
-Esta inflamado, pero no te preocupes, la inflamación bajara y quedaras igual
-¿qué más me han hecho en la cara?-me entró el pánico, mi cara era muy importante para mí, siempre me había cuidado de no perder ni un diente, de no romperme la nariz ni nada parecido. Me toque los dientes con la lengua, afortunadamente estaban todos
-Nada más cariño, tranquilízate-me dio un beso en la frente-sigues siendo igual de guapo –cerré los ojos
-Creo que…necesito dormir un poco más-volví a quedarme dormido y perdí la noción del tiempo.
Tuve sueños extraños y pesadillas, intentaba revolverme en la cama lo notaba pero me costaba. La última vez el dolor me despertó.
-Mamá…-busque su mano pero no fue a ella a la que encontré, abrí el ojo derecho, que era el que menos me costaba y le vi a él- ¿Joshua?-me puse rojo aunque quizá no se me notase, estaba avergonzado, no quería que me viese así y tampoco sabía qué le había dicho cuando me encontró. Aparte mi mano llevándola a mi pecho –gracias por venir, sé que no querrás estar aquí así que puedes irte tranquilo, no hace falta que me tengas pena, estoy bien – seguramente estaría allí por compromiso, probablemente todos me hubiesen ido a visitar mientras dormía.
Hice un último esfuerzo y abrí el derecho, pero el izquierdo solo se abrió hasta la mitad, era como si tuviese una bola encima que me lo impidiese. Mi vista se aclaro un poco, estaba en un lugar con luz tenue, de madera y con objetos en las paredes que no era capaz de reconocer. Me asuste, ese no podía ser el cielo ¿verdad? Intente moverme pero tenía los músculos agarrotados, hice más fuerza pero un dolor intenso en el costado me dejo sin aliento y volví a mi posición intentado respirar.
El dolor era demasiado real e intenso como para estar muerto.
-¡Cariño!-enseguida sentí que se acercaba a mí y cogía mi mano-no te muevas…-era la voz de mi madre
-¿dón…dónde estoy?-balbucee con dificultad
-Estas en casa de una especie de doctora
-¿qué? Y ¿qué hago aquí?
-llevas un par de días inconsciente, la otra noche recibiste una paliza que casi te mata y…bueno, Joshua te encontró y te trajo aquí- así que no había sido una alucinación, realmente le había visto.
-¿un par de días? ¿y la obra y la gira? –Tenía que salir de esa cama, teníamos que preparar la gira-tengo que ir al teatro…-el dolor volvió y mi madre me empujo nuevamente contra el colchón
-No puedes moverte, aun estas débil, te han partido dos costillas –por eso dolía tanto-no te preocupes por eso, la gira se ha suspendido por el momento, todos están preocupados por ti
-¿qué? No...No podemos suspender la gira y menos por mí, tienen…tienen que ir
-Han decidido que no irán sin ti, Enrique ha propuesto mantener la representación en París dos semanas más debido a su gran existo y hasta esperar a tu recuperación
-No, me niego, ¡no!-Enrique otra vez…metiendo sus narices en algo que no era de su incumbencia
-Lo siento cariño pero ahora mismo no hay más que hacer… debes recuperarte
-Tengo sed…-dije cerrando los ojos, empecé a sentir de todo, calor, una sed que me arañaba la garganta, hambre y malestar a la vez. Moví mis dedos para saber si aun me funcionaban las piernas y aunque me costó pude hacerlo
-Enseguida te traigo agua-mi madre se puso de pie para buscarme agua y me dio un poco
-No puedo abrir mi ojo izquierdo… noto algo encima
-Esta inflamado, pero no te preocupes, la inflamación bajara y quedaras igual
-¿qué más me han hecho en la cara?-me entró el pánico, mi cara era muy importante para mí, siempre me había cuidado de no perder ni un diente, de no romperme la nariz ni nada parecido. Me toque los dientes con la lengua, afortunadamente estaban todos
-Nada más cariño, tranquilízate-me dio un beso en la frente-sigues siendo igual de guapo –cerré los ojos
-Creo que…necesito dormir un poco más-volví a quedarme dormido y perdí la noción del tiempo.
Tuve sueños extraños y pesadillas, intentaba revolverme en la cama lo notaba pero me costaba. La última vez el dolor me despertó.
-Mamá…-busque su mano pero no fue a ella a la que encontré, abrí el ojo derecho, que era el que menos me costaba y le vi a él- ¿Joshua?-me puse rojo aunque quizá no se me notase, estaba avergonzado, no quería que me viese así y tampoco sabía qué le había dicho cuando me encontró. Aparte mi mano llevándola a mi pecho –gracias por venir, sé que no querrás estar aquí así que puedes irte tranquilo, no hace falta que me tengas pena, estoy bien – seguramente estaría allí por compromiso, probablemente todos me hubiesen ido a visitar mientras dormía.
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 11/10/2013
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Con Kurt en brazos, llegué hasta la puerta de la anciana. Toqué -mas bien casi la eché abajo- con uno de mis pies, hasta que finalmente una chica se apersonó. Pareció reconocerme, me permitió el paso y cerró la puerta, cerciorándose de que nadie hubiera visto nada. Como ya me sabía el camino, fui hasta la última habitación y lo deposité sobre la mesa. La chica balbuceó algo, se retiró e inmediatamente después, llegó aquella mujer que me había salvado la vida anteriormente. Lo inspeccionó con mucho cuidado. Me hizo algunas preguntas, que traté de contestar lo mejor que pude y enseguida me pidió salir. Iba a rehusarme pero su mirada tensa me lo hizo pensar dos veces. Esperé y esperé, hasta que el sol salió. Fueron horas angustiantes, pero finalmente todo había salido todo lo mejor que se pudiera esperar. El diagnóstico: Dos costillas rotas, múltiples contusiones en el cuerpo, golpes en la cara... Finalmente le acondicionó ése mismo cuarto con una cama más acogedora. Le di las gracias, haciendo incapié desde luego, en que se le pagaría hasta el último centavo. No dijo nada, sólo gruñó mientras rociaba a Kurt con un algo que olía a incienso. Un humo espeso. Ahí me despedí, dejando en claro que regresaría más tarde.
----
Afortunadamente, la madre de Kurt - junto con todo el elenco, incluída Natalia- esperaban en la casona esperando por noticias, quise suponer. Los puse al tanto dejando claro que estaba fuera de peligro. Tuve que inventarme una historia de lo más absurda (puesto que mentir no se me daba muy bien) esperando despejar dudas. La madre de Kurt agradecida, me devolvió mi mochila, deseosa le dijera en dónde podría alcanzar a su hijo. Quise acompañarla de regreso, pero negó, inclusive me pidió me fuera a descansar y a asear. Hasta el momento no me habìa percatado de que estaba espantosamente desaliñado y sucio, con algunas salpicaduras de sangre sobre la ropa. Ella me abrazó, me dió las gracias y partió acompañada por Natalia.
Regresé a casa, donde una nota me esperaba. La habían deslizado por debajo de la puerta. No me molesté en leerla porque ya sabía de quien se trataba. Tuve el impulso de romperla, pero lo pensé dos veces. La "amenaza" del conde había calado muy hondo. Estaba asustado porque, oh cierto, aún no había leído la nota anterior ni lo que había dentro de la caja. Arrojé la mochila hacia el sofá, fui directo a la recámara, me desnudé y me metí en la cama tratando de dormir, cosa que no logré hasta tiempo después, el cansancio mental era demasiado fuerte.
-----
Me desperté sobresaltado en la cama. ¡Había tenido una pesadilla de lo más real! Habìa soñado con el mismísimo diablo. Me había llevado al infierno y me hacía pagar muy caro todos mis pecados. Pero no llevaba cuernos, ni era rojo ni tenía patas de cabra. Simplemente tenía la pinta de un humano cualquiera, pero cambiaba de rostro paulatinamente. Fue cuando tomó el rostro de Enrique y unos enormes dientes puntiagudos cubiertos de sangre tratando de morderme, cuando me sobresalté.
Fui por agua a la cocina y la apuré de un trago. Suspiré hondo, estaba temblando de miedo. Ya era de noche, más bien de madrugada. El reloj de de la pared marcaba la 3:30 am. Me sobresalté aún más y corri a guarecerme nuevamente bajo mis cobijas y me puse a rezar, hasta que el sueño me venció.
Para cuando volví a abrir los ojos, ya estaban tocando desesperadamente la puerta. Desganado, con pesadez y gruñendo, tomé el pomo de la puerta y la giré. Se trataba nada más ni nada menos que Enrique. Comenzaba a hartarme de ese rubio. ¡No me dejaba en paz! Sin esperar que le diera el permiso de entrar, fue a acomodar su gabardina en el respaldo de la silla. Después volvió hacia mi persona y me abrazó preguntándome si me encontraba bien. << Me encontraba mucho mejor sin tí >> tuve el impulso de responderle, pero no tenía caso. Después de decirle que a mí no me había ocurrido absolutamente nada, no me quedó más remedio que contarle dos veces lo acontecido, porque había mucho chismorreo en la casona cuando llegó a buscarme. La gente tendía a maximizar todo y agregar sucesos que nunca ocurrieron.
Desgraciadamente para mí, el tema cambió de nuevo hacia "el regalo y la nota" me disculpé con Enrique por no haber leído nada, ni mucho menos visto el interior de la dichosa caja. Fue El conde mismo quien le sacó de mi mochila y lentamente comenzó a leerla sin que yo se lo hubiera pedido. Me puse rojo de verguenza. Era una carta que hablaba de su "amor" hacia el chico de ojos verdes y de las muchas veces que pensaba en mí y en estar conmigo bajo decenas de pétalos de rosa, desnudos. No supe que decir, todo me resultaba incómodo y morboso. Después abrio la caja, revelando una cruz de plata. Era pequeña pero hermosa. Me la colocó inmediatamente y me sentí como un perro al cuál le ponían correa. Me pidió por favor, que nunca me la retirara. Acepté no muy seguro ¿pero qué otra cosa podía hacer? La palabra de Enrique debía ser ley. Dolía reconocer que le tenía mucho miedo.
Más tarde me encontraba desayunando con él, en esos restaurantes lujosos a los cuáles le gustaba ir, pero eso sí, siempre en un privado, por obvias razones. No le convenía ser visto en situaciones extrañas. Y a mi tampoco para ser honestos. Hablamos a cerca de la obra, y que debido al estado de salud inconveniente de Kurt, se pospondría la gira, lo había decidido. Yo solo picoteaba la comida, no tenía hambre, lo único en que podía pensar era en el estado de salud de Kurt y en ése "te quiero" que había escuchado, o al menos eso era lo que parecía haber dicho.
Como yo no mostraba muchos ánimos. Salimos del lugar y fuimos a encontrarnos con los demás actores para hacerles partícipes de la decisión del conde. Algunos estuvieron de acuerdo, otros no pues ya habían hecho planes para esos días; pero lo mejor de todo, es que mientras tanto, emprenderían la búsqueda para el reemplazo de Ofelia. Actuar con Natalia era un suplicio doble. Agradecí internamente a el conde; por lo menos haría algo medianamente aceptable entre tanta desgracia.
Ensayamos un poco más, y en cuanto pude, me escabullí para ver a Kurt. Quien se encontraba dormido cuando llegué. Aún tenía el rostro muy inflamado. Sentí mucha pena por el. El verle así tan demacrado y desvalido me revolvia los sentimientos. Aún estaba herido por todo lo que me había hecho, pero por otro... Dolía reconocer que por mucho esfuerzo que había hecho, no podía olvidarlo. El amor seguía fresco y latente dentro de mi cuerpo. Y más aún sentí ese aguijonazo de electricidad cuando comenzó a despertar y tomó mi mano pensando que era su madre, pero la apartó segundos después al notar su equivocación, dejando salir aquellas palabras mal agradecidas:
-Siempre tan oportuno, Kurt. - fruncí el ceño, enfadado -Vine aquí porque estaba preocupado por tí. Quería... Saber como te encontrabas. Estás mejor desde la otra noche que te traje aquí. Eso es bueno... Estarás bien muy pronto. - tomé una silla y me senté al lado de la cama. -Todos han preguntado por tí y te mandan sus buenos deseos. Desean tu pronta recuperación.
Aquellas palabras salían a trompicones. Habían pasado algo de tiempo desde la última vez que charlamos. No sabía exactamente qué actitud tomar en aquel instante. Simplemente queria llevar la fiesta en paz, aunque fueran unos minutos. Como bien he dicho, la herida seguía abierta y latente.
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Afortunadamente, la madre de Kurt - junto con todo el elenco, incluída Natalia- esperaban en la casona esperando por noticias, quise suponer. Los puse al tanto dejando claro que estaba fuera de peligro. Tuve que inventarme una historia de lo más absurda (puesto que mentir no se me daba muy bien) esperando despejar dudas. La madre de Kurt agradecida, me devolvió mi mochila, deseosa le dijera en dónde podría alcanzar a su hijo. Quise acompañarla de regreso, pero negó, inclusive me pidió me fuera a descansar y a asear. Hasta el momento no me habìa percatado de que estaba espantosamente desaliñado y sucio, con algunas salpicaduras de sangre sobre la ropa. Ella me abrazó, me dió las gracias y partió acompañada por Natalia.
Regresé a casa, donde una nota me esperaba. La habían deslizado por debajo de la puerta. No me molesté en leerla porque ya sabía de quien se trataba. Tuve el impulso de romperla, pero lo pensé dos veces. La "amenaza" del conde había calado muy hondo. Estaba asustado porque, oh cierto, aún no había leído la nota anterior ni lo que había dentro de la caja. Arrojé la mochila hacia el sofá, fui directo a la recámara, me desnudé y me metí en la cama tratando de dormir, cosa que no logré hasta tiempo después, el cansancio mental era demasiado fuerte.
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Me desperté sobresaltado en la cama. ¡Había tenido una pesadilla de lo más real! Habìa soñado con el mismísimo diablo. Me había llevado al infierno y me hacía pagar muy caro todos mis pecados. Pero no llevaba cuernos, ni era rojo ni tenía patas de cabra. Simplemente tenía la pinta de un humano cualquiera, pero cambiaba de rostro paulatinamente. Fue cuando tomó el rostro de Enrique y unos enormes dientes puntiagudos cubiertos de sangre tratando de morderme, cuando me sobresalté.
Fui por agua a la cocina y la apuré de un trago. Suspiré hondo, estaba temblando de miedo. Ya era de noche, más bien de madrugada. El reloj de de la pared marcaba la 3:30 am. Me sobresalté aún más y corri a guarecerme nuevamente bajo mis cobijas y me puse a rezar, hasta que el sueño me venció.
Para cuando volví a abrir los ojos, ya estaban tocando desesperadamente la puerta. Desganado, con pesadez y gruñendo, tomé el pomo de la puerta y la giré. Se trataba nada más ni nada menos que Enrique. Comenzaba a hartarme de ese rubio. ¡No me dejaba en paz! Sin esperar que le diera el permiso de entrar, fue a acomodar su gabardina en el respaldo de la silla. Después volvió hacia mi persona y me abrazó preguntándome si me encontraba bien. << Me encontraba mucho mejor sin tí >> tuve el impulso de responderle, pero no tenía caso. Después de decirle que a mí no me había ocurrido absolutamente nada, no me quedó más remedio que contarle dos veces lo acontecido, porque había mucho chismorreo en la casona cuando llegó a buscarme. La gente tendía a maximizar todo y agregar sucesos que nunca ocurrieron.
Desgraciadamente para mí, el tema cambió de nuevo hacia "el regalo y la nota" me disculpé con Enrique por no haber leído nada, ni mucho menos visto el interior de la dichosa caja. Fue El conde mismo quien le sacó de mi mochila y lentamente comenzó a leerla sin que yo se lo hubiera pedido. Me puse rojo de verguenza. Era una carta que hablaba de su "amor" hacia el chico de ojos verdes y de las muchas veces que pensaba en mí y en estar conmigo bajo decenas de pétalos de rosa, desnudos. No supe que decir, todo me resultaba incómodo y morboso. Después abrio la caja, revelando una cruz de plata. Era pequeña pero hermosa. Me la colocó inmediatamente y me sentí como un perro al cuál le ponían correa. Me pidió por favor, que nunca me la retirara. Acepté no muy seguro ¿pero qué otra cosa podía hacer? La palabra de Enrique debía ser ley. Dolía reconocer que le tenía mucho miedo.
Más tarde me encontraba desayunando con él, en esos restaurantes lujosos a los cuáles le gustaba ir, pero eso sí, siempre en un privado, por obvias razones. No le convenía ser visto en situaciones extrañas. Y a mi tampoco para ser honestos. Hablamos a cerca de la obra, y que debido al estado de salud inconveniente de Kurt, se pospondría la gira, lo había decidido. Yo solo picoteaba la comida, no tenía hambre, lo único en que podía pensar era en el estado de salud de Kurt y en ése "te quiero" que había escuchado, o al menos eso era lo que parecía haber dicho.
Como yo no mostraba muchos ánimos. Salimos del lugar y fuimos a encontrarnos con los demás actores para hacerles partícipes de la decisión del conde. Algunos estuvieron de acuerdo, otros no pues ya habían hecho planes para esos días; pero lo mejor de todo, es que mientras tanto, emprenderían la búsqueda para el reemplazo de Ofelia. Actuar con Natalia era un suplicio doble. Agradecí internamente a el conde; por lo menos haría algo medianamente aceptable entre tanta desgracia.
Ensayamos un poco más, y en cuanto pude, me escabullí para ver a Kurt. Quien se encontraba dormido cuando llegué. Aún tenía el rostro muy inflamado. Sentí mucha pena por el. El verle así tan demacrado y desvalido me revolvia los sentimientos. Aún estaba herido por todo lo que me había hecho, pero por otro... Dolía reconocer que por mucho esfuerzo que había hecho, no podía olvidarlo. El amor seguía fresco y latente dentro de mi cuerpo. Y más aún sentí ese aguijonazo de electricidad cuando comenzó a despertar y tomó mi mano pensando que era su madre, pero la apartó segundos después al notar su equivocación, dejando salir aquellas palabras mal agradecidas:
-Siempre tan oportuno, Kurt. - fruncí el ceño, enfadado -Vine aquí porque estaba preocupado por tí. Quería... Saber como te encontrabas. Estás mejor desde la otra noche que te traje aquí. Eso es bueno... Estarás bien muy pronto. - tomé una silla y me senté al lado de la cama. -Todos han preguntado por tí y te mandan sus buenos deseos. Desean tu pronta recuperación.
Aquellas palabras salían a trompicones. Habían pasado algo de tiempo desde la última vez que charlamos. No sabía exactamente qué actitud tomar en aquel instante. Simplemente queria llevar la fiesta en paz, aunque fueran unos minutos. Como bien he dicho, la herida seguía abierta y latente.
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
-Lo siento…-dije en voz baja, me sentí como un niño recriminado por haber sido grosero. Le mire mientras él hablaba pero lo cierto es que no le escuchaba, solo podía pensar en lo guapo que estaba y lo bien que olía. Sonreí un poco, estaba enfadado se le notaba, pero era la primera vez desde nuestra discusión que me hablaba.
Devolví la mirada a mis manos y nos quedamos en silencio un momento. Cogí con esfuerzo el vaso de agua que tenía en mi mesita de noche y le di un trago, lo deje en su sito y volví a mirarle.
-Joshua…yo…quiero enterrar el hacha de guerra-volví a mirar hacia mis manos, quería contarle todo lo que sentía por él pero aun no estaba preparado para mirarle- Estoy cansado de esta situación, quiero paz- y también la necesitaba, no podía seguir con esa dinámica de beber, no dormir y dejar que me diesen palizas en un callejón, era hora de salir de ese pozo y la forma de empezar era haciendo las paces con él- sé que lo que hubo entre los dos...fuese lo que fuese, no acabo nada bien, pero trabajamos juntos y sería más fácil si no hubiese tanta tensión entre los dos-movía mis dedos un tanto nervioso-sé que te hice daño y que los has pasado mal…y yo también aunque no lo creas- cerré los ojos-antes de todo éramos amigos y me gustaba estar contigo, hablar contigo…tu silencio ha sido muy duro para mi, aunque supongo que es lo único que me merezco de ti.
Nuevamente bebí agua, empezaba a sentir un nudo en la garganta. Joshua quiso hablar pero no le deje.
-por favor, deja que termine –deje el vaso- solo quiero que entiendas que te aparte de mi porque no quería hacerte daño como se lo hice a Natalia-intente moverme para sentarme pero fue un error, el dolor me impidió moverme escasos centímetros- Natalia…ella…-el dolor apenas me dejaba hablar-es mi mejor amiga, desde que escape –él sabía a lo que me refería ya le había contado todo sobre mi infancia- y aunque yo nunca tuve nada en serio con ella, ella si lo creía y cuando nos vio…bueno-el dolor iba remitiendo, respiro –de todas formas yo nunca llegué a sentir por ella lo que me hacías sentir porque yo-y ahí estaba, realmente iba a decírselo-yo…me enamore de ti-me quede unos segundos en silencio-¿cómo no hacerlo? Tú no te das cuenta de lo especial que eres. Tienes un gran corazón, eres muy inteligente y tienes unos ojos preciosos y una sonrisa…-suspire-pero me asuste, no quería romperte el corazón como se lo rompí a Natalia y al final lo único que conseguí fue que acabases odiándome-trague saliva, el nudo luchaba en mi garganta-aunque supongo que eso no fue del todo malo porque así pudiste empezar algo con el señor Chambod –cerré los ojos nuevamente y respire profundamente, tenía que asumir el hecho de que Joshua y yo no podríamos estar juntos-Espero que él te de todo lo que te mereces, que es mucho…, algo que yo nunca hubiese podido darte –volví a frotarme el ojo derecho pero esta vez para quitarme las lagrimas- No quiero que me mal interpretes, solo te digo esto porque necesitaba decirte la verdad, hace poco entendí que es mejor ser un idiota sincero-sonreí de lado –no pretendo nada, solo que quizá, con el tiempo, puedas perdonarme
Sentí como si un enorme peso se me quitaba de las espaldas. No sabía cómo iba a reaccionar Joshua, quizá solo consiguiese cabrearle más o quizá por fin pudiésemos volver a llevarnos bien. En cualquier caso me alegraba de habérmelo quitado de dentro
Devolví la mirada a mis manos y nos quedamos en silencio un momento. Cogí con esfuerzo el vaso de agua que tenía en mi mesita de noche y le di un trago, lo deje en su sito y volví a mirarle.
-Joshua…yo…quiero enterrar el hacha de guerra-volví a mirar hacia mis manos, quería contarle todo lo que sentía por él pero aun no estaba preparado para mirarle- Estoy cansado de esta situación, quiero paz- y también la necesitaba, no podía seguir con esa dinámica de beber, no dormir y dejar que me diesen palizas en un callejón, era hora de salir de ese pozo y la forma de empezar era haciendo las paces con él- sé que lo que hubo entre los dos...fuese lo que fuese, no acabo nada bien, pero trabajamos juntos y sería más fácil si no hubiese tanta tensión entre los dos-movía mis dedos un tanto nervioso-sé que te hice daño y que los has pasado mal…y yo también aunque no lo creas- cerré los ojos-antes de todo éramos amigos y me gustaba estar contigo, hablar contigo…tu silencio ha sido muy duro para mi, aunque supongo que es lo único que me merezco de ti.
Nuevamente bebí agua, empezaba a sentir un nudo en la garganta. Joshua quiso hablar pero no le deje.
-por favor, deja que termine –deje el vaso- solo quiero que entiendas que te aparte de mi porque no quería hacerte daño como se lo hice a Natalia-intente moverme para sentarme pero fue un error, el dolor me impidió moverme escasos centímetros- Natalia…ella…-el dolor apenas me dejaba hablar-es mi mejor amiga, desde que escape –él sabía a lo que me refería ya le había contado todo sobre mi infancia- y aunque yo nunca tuve nada en serio con ella, ella si lo creía y cuando nos vio…bueno-el dolor iba remitiendo, respiro –de todas formas yo nunca llegué a sentir por ella lo que me hacías sentir porque yo-y ahí estaba, realmente iba a decírselo-yo…me enamore de ti-me quede unos segundos en silencio-¿cómo no hacerlo? Tú no te das cuenta de lo especial que eres. Tienes un gran corazón, eres muy inteligente y tienes unos ojos preciosos y una sonrisa…-suspire-pero me asuste, no quería romperte el corazón como se lo rompí a Natalia y al final lo único que conseguí fue que acabases odiándome-trague saliva, el nudo luchaba en mi garganta-aunque supongo que eso no fue del todo malo porque así pudiste empezar algo con el señor Chambod –cerré los ojos nuevamente y respire profundamente, tenía que asumir el hecho de que Joshua y yo no podríamos estar juntos-Espero que él te de todo lo que te mereces, que es mucho…, algo que yo nunca hubiese podido darte –volví a frotarme el ojo derecho pero esta vez para quitarme las lagrimas- No quiero que me mal interpretes, solo te digo esto porque necesitaba decirte la verdad, hace poco entendí que es mejor ser un idiota sincero-sonreí de lado –no pretendo nada, solo que quizá, con el tiempo, puedas perdonarme
Sentí como si un enorme peso se me quitaba de las espaldas. No sabía cómo iba a reaccionar Joshua, quizá solo consiguiese cabrearle más o quizá por fin pudiésemos volver a llevarnos bien. En cualquier caso me alegraba de habérmelo quitado de dentro
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Kurt se disculpó nuevamente. Siempre se estaba disculpando conmigo. No era algo nuevo para mí... Cada una de sus disculpas se fueron convirtiendo en desconfianza, porque siempre , detrás de cada una de ellas, había ocurrido una herida más grande que la anterior. De todas formas estaba ahí en plan de paz, como lo estaba mencionando el mismo tan atinadamente. Si, era difícil estar en el mismo espacio sin sentir cosas en la barriga, pero indudablemente necesitaban descanso. En eso le daba la razón. Tanta tensión acumulada conforme transcurrían los días, le había puesto los nervios a flor de piel. Ahora que lo meditaba un poco, todo ese problema de la soledad, desconfianza y anexas, eran los motivos por los cuáles me había refugiado en los brazos del conde, que con tanta amabilidad, y experiencia, las había aprovechado muy bien, y yo tontamente había caído. Estaba tan arrepentido...
A mí también me gustaba platicar con Kurt, antes de que todo pasara. Fuimos amigos, unos muy buenos. Pero una cosa llevó a otra y ahí estábamos los dos sufriendo como condenados por diversos motivos, pero con un factor común. En ése instante quise decirle algo cálido, darle la razón, no ser simplemente un espectador en aquel cuarto improvisado, pero el rubio no me dejó continuar. Me quedé cruzado de brazos, mirando cómo se movían mis pies de un lado a otro, escuchando atentamente todo lo que iba confesando. Cuando mencionó lo de Natalia, alcé mi vista por breves segundos. Así que el no estaba enamorado ¿sería verdad? desvié la mirada hacia el vaso de agua, que iba y venía mientras ese silvido en la respiración de Kurt por el dolor. Yo también tuve alguna vez las costillas fracturadas y sabía perfectamente que el dolor era insoportable, aún más debía serlo para él, que no poseía esa maldición que caía sobre mis espaldas.
Pero no estaba preparado para lo que vendría a continuación. Fueron sus últimas palabras las que me dejaron completamente helado. ¿Cómo es que sabía que entre el conde y yo...? ¡Argg! esas estúpidas flores y esos malditos regalos que llegaban todos los días. ¡Ah! y esas personas chismosas que se dedicaban a correr la notica por todos los recovecos ¿Por qué no se metían en sus propios asuntos y le dejaban en paz? No hubiera querido que Kurt se lo mencionara, no quería que pensara que era un chico fácil que se deslumbraba por los regalos caros y las atenciones. Pude sentir cómo mis mejillas se encendieron. Estaba sumamente avergonzado. Si bien no le debía explicaciones, no estaba cómodo para nada. Es más, tuve el impulso de contarle que se sentía acosado y amenazado. Pero no podía confiar en él como antes. Debía guardar para mi mismo toda esa frustración y el enojo que me producía el hecho de mencionar su nombre. Me sentía completamente solo...
-Por Dios Kurt.. - En cuanto mencionó lo del enamoramiento,el corazón comenzó a latir con suma rapidez y me levanté de la silla- ¿Cómo puedes decirme esto ahora? - mis ojos estaban rojos. Quería llorar, pero Kurt no se merecía -una vez más - mis lágrimas. -¿Sabes lo mal que lo pase? me sentí una completa basura. Me sentí usado, utilizado... Te entregué lo único y más importante que podía ofrecerle a alguien y lo hiciste pedacitos. No una, sino varias veces. - Ahora le veía directamente a los ojos. También debía sacar toda esa negatividad y tristeza de una vez por todas. Ya se estaban sincerando, pues ahora a sacar todo de una buena vez-. Dices que lo hiciste por mi bien, que por no hacerme sufrir, pues bien lo conseguiste... Me hiciste sufrir como un condenado aún y que tu maravillosa idea de alejarme, era precisamente para no hacerlo. ¿Qué contradictorio no? Decidiste por mi, y simplemente pensaste en ti. -ya se habían escapado unas lágrimas de mis ojos y las limpié lo más rápido que pude. Me acerqué hasta su cama, hacia la parte donde descansaban los pies de Kurt-. No puedo creerte Kurt, discúlpame pero... Tus palabras han dejado de tener valor. Ya no te creo... No...
Tomé mi abrigo que había dejado sobre el perchero de la entrada y caminé hacia la puerta. Me detuve unos segundos. Quería seguir diciendo tantas cosas ¿pero para qué? no era el momento ni lugar adecuado.
-Espero que te recuperes... Vendré a verte en cuanto pueda. Se lo he prometido a tu madre. -Esto último lo dije sin hacer contacto visual. Abrí la puerta y cerré con cuidado. Una vez afuera pude dejar escapar un suspiro largo. Sentía claramente como las piernas me temblaban. Tenía tantas ganas de tomarme un trago - como nuca había sentido - que fue lo primero que hice una vez puse un pie fuera. ¿Qué mas daba? mi vida se estaba yendo al vacío.
A mí también me gustaba platicar con Kurt, antes de que todo pasara. Fuimos amigos, unos muy buenos. Pero una cosa llevó a otra y ahí estábamos los dos sufriendo como condenados por diversos motivos, pero con un factor común. En ése instante quise decirle algo cálido, darle la razón, no ser simplemente un espectador en aquel cuarto improvisado, pero el rubio no me dejó continuar. Me quedé cruzado de brazos, mirando cómo se movían mis pies de un lado a otro, escuchando atentamente todo lo que iba confesando. Cuando mencionó lo de Natalia, alcé mi vista por breves segundos. Así que el no estaba enamorado ¿sería verdad? desvié la mirada hacia el vaso de agua, que iba y venía mientras ese silvido en la respiración de Kurt por el dolor. Yo también tuve alguna vez las costillas fracturadas y sabía perfectamente que el dolor era insoportable, aún más debía serlo para él, que no poseía esa maldición que caía sobre mis espaldas.
Pero no estaba preparado para lo que vendría a continuación. Fueron sus últimas palabras las que me dejaron completamente helado. ¿Cómo es que sabía que entre el conde y yo...? ¡Argg! esas estúpidas flores y esos malditos regalos que llegaban todos los días. ¡Ah! y esas personas chismosas que se dedicaban a correr la notica por todos los recovecos ¿Por qué no se metían en sus propios asuntos y le dejaban en paz? No hubiera querido que Kurt se lo mencionara, no quería que pensara que era un chico fácil que se deslumbraba por los regalos caros y las atenciones. Pude sentir cómo mis mejillas se encendieron. Estaba sumamente avergonzado. Si bien no le debía explicaciones, no estaba cómodo para nada. Es más, tuve el impulso de contarle que se sentía acosado y amenazado. Pero no podía confiar en él como antes. Debía guardar para mi mismo toda esa frustración y el enojo que me producía el hecho de mencionar su nombre. Me sentía completamente solo...
-Por Dios Kurt.. - En cuanto mencionó lo del enamoramiento,el corazón comenzó a latir con suma rapidez y me levanté de la silla- ¿Cómo puedes decirme esto ahora? - mis ojos estaban rojos. Quería llorar, pero Kurt no se merecía -una vez más - mis lágrimas. -¿Sabes lo mal que lo pase? me sentí una completa basura. Me sentí usado, utilizado... Te entregué lo único y más importante que podía ofrecerle a alguien y lo hiciste pedacitos. No una, sino varias veces. - Ahora le veía directamente a los ojos. También debía sacar toda esa negatividad y tristeza de una vez por todas. Ya se estaban sincerando, pues ahora a sacar todo de una buena vez-. Dices que lo hiciste por mi bien, que por no hacerme sufrir, pues bien lo conseguiste... Me hiciste sufrir como un condenado aún y que tu maravillosa idea de alejarme, era precisamente para no hacerlo. ¿Qué contradictorio no? Decidiste por mi, y simplemente pensaste en ti. -ya se habían escapado unas lágrimas de mis ojos y las limpié lo más rápido que pude. Me acerqué hasta su cama, hacia la parte donde descansaban los pies de Kurt-. No puedo creerte Kurt, discúlpame pero... Tus palabras han dejado de tener valor. Ya no te creo... No...
Tomé mi abrigo que había dejado sobre el perchero de la entrada y caminé hacia la puerta. Me detuve unos segundos. Quería seguir diciendo tantas cosas ¿pero para qué? no era el momento ni lugar adecuado.
-Espero que te recuperes... Vendré a verte en cuanto pueda. Se lo he prometido a tu madre. -Esto último lo dije sin hacer contacto visual. Abrí la puerta y cerré con cuidado. Una vez afuera pude dejar escapar un suspiro largo. Sentía claramente como las piernas me temblaban. Tenía tantas ganas de tomarme un trago - como nuca había sentido - que fue lo primero que hice una vez puse un pie fuera. ¿Qué mas daba? mi vida se estaba yendo al vacío.
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Tenía la cabeza gacha y la vista borrosa porque tenía los ojos empañados, mientras Joshua hablaba. Al parecer había dejado de ser digno de su confianza…-No hace falta que vuelvas-le dije pero no me oyó porque ya se había ido. Quería salir de allí, largarme y uno volver más estaba harto de todo, de él de mi de todo y el hecho de estar ahí postrado e inmovilizado me jodía más.
A los pocos minutos entro una mujer extraña…era menuda y bajita, tenia los cabellos muy blancos pero recogidos perfectamente, se acercó a mí y empezó a tocarme, me quede mudo. Supuse que era la mujer que estaba cuidando de mí. Comprobó si tenía fiebre, me pregunto sobre el dolor y me pidió que comiese algo pero me negué. No tenía hambre.
-Te podré algo para el dolor y para que puedas descansar –no podía negarme pero cuando vi la aguja con la que pretendía pincharme me revolví –No va a dolerte…
-Sí, eso dicen todos pero mienten, no por favor-intente escapar de sus manos pero el intento me dejo sin aliento de nuevo. Intentaba respirar pero me costaba –No...Déjeme, por favor comeré- Me ayudo a colocarme en mi posición y a pesar de mis plegarias me clavo la aguja y segundos después dormía plácidamente.
Al despertar mi madre estaba en la habitación dejando que un poco de la luz del día entrase, no sé cuánto tiempo llevaba sin ver la luz del sol pero me cegó por unos instantes.
-¿Cuanto he dormido?
-Un día entero cariño…-me sacudió la sabana que tenía encima-¿estás listo para comer?-volqué la cara
-No tengo hambre – no tenía ganas de comer ni de salir de esa habitación nunca
-Si no comes no podrás recuperarte
-Me da igual
-Creo que no eres consciente de tu estado, podrías morir, necesitas comer
-Ojalá- al escucharme mi madre se acerco a mí y me dio una bofetada
-No te atrevas a despreciar la vida que se ha concedido y menos por un rechazo- ¿Cómo sabía ella todo eso? No me pare mucho a pensarlo, la bofetada me hizo reaccionar y me sentía más despierto que en todos esos días- Y ahora ven…-me ayudó a sentarme en la cama poniéndome almohadas en la espalda –te terminaras el plato entero, abre la boca
-Puedo solo – cogí el plato y la cuchara - Mamá… ¿podrías decirle a Joshua que no vuelva por favor? –le dije mientras comía o más bien, devoraba el guiso que me trajo. Ella asintió pero comprobé por los días siguientes que nunca lo hizo.
Joshua vino a visitarme ese día y el siguiente, en el primero estaba dormido y el segundo fingí estarlo. Lo cierto es que me sentía humillado, no podía culparle pero tampoco podía evitar sentirme así y por ese motivo no quería hablar con él.
Mis otros compañeros también vinieron.
Natalia y Josep eran los que más tiempo pasan conmigo contándome las novedades y lo bien que iba la obra. Ya habían encontrado a una chica nueva que sustituiría a Sashenka.
-Te encantará ya lo veras- me dijo Natalia
-No lo creo- no dudaba de los dotes de actuación de la nueva adquisición era solo que el tema de Sashenka me molestaba mucho aun.
Empezaba a plantearme dejar la compañía de teatro. Seguro que Enrique estaría encantado de hacer cargo de todo. Quería olvidarme de Joshua y sería mejor para los dos no volvernos a ver y además…ya no confiaba en Natalia. Me buscaría un nuevo camino como había hecho siempre, quizá en Londres o en Roma, el italiano no se me daba mal.
Reflexionaba sobre todo eso mientras me comía el arroz con pescado que preparaba mi madre. Estaba solo porque mi madre se fue a hacer unos recados. Natalia y Josep se habían despedido hacia un rato y agradecí encarecidamente los libros que me trajeron para entretenerme.
- Bella Italia, sì, può essere un buon punto di partenza da zero – decía en voz alta, recordando un poco el italiano que había aprendido y con el tercer bocado que le di a la comida Joshua entró en la habitación. Casi me atragante, no le esperaba tan pronto, el solía venir después de la comida. Masticaba despacio mientras le veía entrar. La inflamación de mi ojo izquierdo había remitido, ya no sentía tanto dolor pero al verle siempre me ponía nervioso. Seguí comiendo sin decir nada, no quería molestarle, si venia por compromiso con mi madre al menos intentaría no darle la lata.
A los pocos minutos entro una mujer extraña…era menuda y bajita, tenia los cabellos muy blancos pero recogidos perfectamente, se acercó a mí y empezó a tocarme, me quede mudo. Supuse que era la mujer que estaba cuidando de mí. Comprobó si tenía fiebre, me pregunto sobre el dolor y me pidió que comiese algo pero me negué. No tenía hambre.
-Te podré algo para el dolor y para que puedas descansar –no podía negarme pero cuando vi la aguja con la que pretendía pincharme me revolví –No va a dolerte…
-Sí, eso dicen todos pero mienten, no por favor-intente escapar de sus manos pero el intento me dejo sin aliento de nuevo. Intentaba respirar pero me costaba –No...Déjeme, por favor comeré- Me ayudo a colocarme en mi posición y a pesar de mis plegarias me clavo la aguja y segundos después dormía plácidamente.
Al despertar mi madre estaba en la habitación dejando que un poco de la luz del día entrase, no sé cuánto tiempo llevaba sin ver la luz del sol pero me cegó por unos instantes.
-¿Cuanto he dormido?
-Un día entero cariño…-me sacudió la sabana que tenía encima-¿estás listo para comer?-volqué la cara
-No tengo hambre – no tenía ganas de comer ni de salir de esa habitación nunca
-Si no comes no podrás recuperarte
-Me da igual
-Creo que no eres consciente de tu estado, podrías morir, necesitas comer
-Ojalá- al escucharme mi madre se acerco a mí y me dio una bofetada
-No te atrevas a despreciar la vida que se ha concedido y menos por un rechazo- ¿Cómo sabía ella todo eso? No me pare mucho a pensarlo, la bofetada me hizo reaccionar y me sentía más despierto que en todos esos días- Y ahora ven…-me ayudó a sentarme en la cama poniéndome almohadas en la espalda –te terminaras el plato entero, abre la boca
-Puedo solo – cogí el plato y la cuchara - Mamá… ¿podrías decirle a Joshua que no vuelva por favor? –le dije mientras comía o más bien, devoraba el guiso que me trajo. Ella asintió pero comprobé por los días siguientes que nunca lo hizo.
Joshua vino a visitarme ese día y el siguiente, en el primero estaba dormido y el segundo fingí estarlo. Lo cierto es que me sentía humillado, no podía culparle pero tampoco podía evitar sentirme así y por ese motivo no quería hablar con él.
Mis otros compañeros también vinieron.
Natalia y Josep eran los que más tiempo pasan conmigo contándome las novedades y lo bien que iba la obra. Ya habían encontrado a una chica nueva que sustituiría a Sashenka.
-Te encantará ya lo veras- me dijo Natalia
-No lo creo- no dudaba de los dotes de actuación de la nueva adquisición era solo que el tema de Sashenka me molestaba mucho aun.
Empezaba a plantearme dejar la compañía de teatro. Seguro que Enrique estaría encantado de hacer cargo de todo. Quería olvidarme de Joshua y sería mejor para los dos no volvernos a ver y además…ya no confiaba en Natalia. Me buscaría un nuevo camino como había hecho siempre, quizá en Londres o en Roma, el italiano no se me daba mal.
Reflexionaba sobre todo eso mientras me comía el arroz con pescado que preparaba mi madre. Estaba solo porque mi madre se fue a hacer unos recados. Natalia y Josep se habían despedido hacia un rato y agradecí encarecidamente los libros que me trajeron para entretenerme.
- Bella Italia, sì, può essere un buon punto di partenza da zero – decía en voz alta, recordando un poco el italiano que había aprendido y con el tercer bocado que le di a la comida Joshua entró en la habitación. Casi me atragante, no le esperaba tan pronto, el solía venir después de la comida. Masticaba despacio mientras le veía entrar. La inflamación de mi ojo izquierdo había remitido, ya no sentía tanto dolor pero al verle siempre me ponía nervioso. Seguí comiendo sin decir nada, no quería molestarle, si venia por compromiso con mi madre al menos intentaría no darle la lata.
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Pude escuchar perfectamente, aquella frase. Yo no sabía hablar en italiano, pero era muy parecido al español, asi que pude entender lo que había querido decir. Tuve el impulso de tocar a su puerta, pero no lo hice, y entré sin pedir permiso. Me sentía enfadado, por qué estaba seguro de que Kurt, estaba dándose por vencido. Y el italiano significaba, que a la mejor aquel hombre con el que se fue siendo apenas un adolescente, comenzaba a rondar en su mente nuevamente. Bien, no podía hacer nada al respecto y si era su decisión, no iba haber poder humano que lo hiciera cambiar de opinión. El problema era que si esto ocurría, el conde se haría cargo de la compañía, y él no estaba dispuesto a quedarse en ella, si esto sucedía. Los dos últimos días fueron un completo infierno. Estaba cansado, demasiado, y no podía mover los brazos siquiera, y no era una situación física, sino mental. Inclusive podía verse una cosa oscura alrededor de mis ojos por no poder conciliar el sueño.
-Tengo buenas noticias para - volví a colocarme a sus pies, con las manos metidas en la bolsa del pantalón - Es muy probable que salgas hoy. Herminia me ha dicho que has comenzado a comer y que tu recuperación va muy bien. - dirigí la vista al plato de comida- Es bueno que comas... Huele sabroso. - fue todo lo que dije, y me fui a sentar a la silla. Me dolía un poco la espalda y los hombros. Yo sí que no había comido muy bien, el apetito se había escapado por una puerta y no daba señales de querer volver. Pero daba igual. Todo me daba igual en realidad.
-Todos esperan tu regreso. Inluída la nueva chica que hará de Ofelia. Dice que ya te conoce. Que conoce a todos... - Lo miré para ver si de una vez por todas dejaba de ver su plato de comida y se interesaba en lo que estaba platicándole. -Yo no recuerdo haberle visto... Quizás yo no me encontraba aquella tarde en la casona- me encogí de hombros- Da igual...
Me acomodé en la silla, a manera de recargar mi cabeza por encima de mi antebrazo, que sujetaba el respaldo de la misma. Sentía los párpados muy pesados. ¡Tenía mucho sueño! Y muy contrario a lo que pudiera pensar, estar ahí me tranquilizaba. No me habría importado quedarme dormido, pero no podía hacerlo por obvias razones. Cabeceé un poco, que fue lo justo para espabilar.
-Creo que es mejor que me vaya...- dije somnoliento. -Es muy probable que... Tengas que asistir mañana. Vamos a necesitar algunos ajustes... Tú sabes. Necesitamos al director de escena-. Sonreí un poco. ¡Dios! mi carácter estaba tan volátil últimamente. Reía, me enfadaba, lloraba, suspiraba. Todo en cuestión de segundos. Debía estar volviéndome loco. -Hasta mañana - palmeé sus pies por encima de la cobija, y salí por la puerta, sin decir una sola palabra más.
Fui arrastrando las piernas por todo el pasillo hasta la puerta. Abrí, y un poderoso rayo de sol me pegó justo en la cara. Hacía mucho sol aquella mañana. Auguraba un buen día. Pero yo sólo quería irme a casa. O alguna otra parte donde no estuvieran vigilándome. Últimamente me daba esa sensación. Si bien, yo no encontraba nada sospechoso, algo percibía, como si mi sexto sentido me alertara de que debía cuidar cada paso que daba. ¿Estaría volviéndome paranóico también?
-Tengo buenas noticias para - volví a colocarme a sus pies, con las manos metidas en la bolsa del pantalón - Es muy probable que salgas hoy. Herminia me ha dicho que has comenzado a comer y que tu recuperación va muy bien. - dirigí la vista al plato de comida- Es bueno que comas... Huele sabroso. - fue todo lo que dije, y me fui a sentar a la silla. Me dolía un poco la espalda y los hombros. Yo sí que no había comido muy bien, el apetito se había escapado por una puerta y no daba señales de querer volver. Pero daba igual. Todo me daba igual en realidad.
-Todos esperan tu regreso. Inluída la nueva chica que hará de Ofelia. Dice que ya te conoce. Que conoce a todos... - Lo miré para ver si de una vez por todas dejaba de ver su plato de comida y se interesaba en lo que estaba platicándole. -Yo no recuerdo haberle visto... Quizás yo no me encontraba aquella tarde en la casona- me encogí de hombros- Da igual...
Me acomodé en la silla, a manera de recargar mi cabeza por encima de mi antebrazo, que sujetaba el respaldo de la misma. Sentía los párpados muy pesados. ¡Tenía mucho sueño! Y muy contrario a lo que pudiera pensar, estar ahí me tranquilizaba. No me habría importado quedarme dormido, pero no podía hacerlo por obvias razones. Cabeceé un poco, que fue lo justo para espabilar.
-Creo que es mejor que me vaya...- dije somnoliento. -Es muy probable que... Tengas que asistir mañana. Vamos a necesitar algunos ajustes... Tú sabes. Necesitamos al director de escena-. Sonreí un poco. ¡Dios! mi carácter estaba tan volátil últimamente. Reía, me enfadaba, lloraba, suspiraba. Todo en cuestión de segundos. Debía estar volviéndome loco. -Hasta mañana - palmeé sus pies por encima de la cobija, y salí por la puerta, sin decir una sola palabra más.
Fui arrastrando las piernas por todo el pasillo hasta la puerta. Abrí, y un poderoso rayo de sol me pegó justo en la cara. Hacía mucho sol aquella mañana. Auguraba un buen día. Pero yo sólo quería irme a casa. O alguna otra parte donde no estuvieran vigilándome. Últimamente me daba esa sensación. Si bien, yo no encontraba nada sospechoso, algo percibía, como si mi sexto sentido me alertara de que debía cuidar cada paso que daba. ¿Estaría volviéndome paranóico también?
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Sorprendentemente comenzó a hablarme, sinceramente no me esperaba eso después de nuestra última conversación en la que yo le confesé mis sentimientos y él me trato de mentiroso. La verdad es que estaba dolido y no quería hablar con él, quería que se marchase y a la vez que no terminase de hablar nunca porque no quería dejar de escuchar su voz. Era todo tan confuso…
Termine de comer mientras él me decía que pronto me iría a casa, quería hacerme trabajar al día siguiente incluso, si es verdad que estaba mejor pero todavía no había sido capaz de ponerme en pie y las costillas estaban soldándose aun pero no le dije nada, solo le mire de reojo, parecía estar muy agotado, seguro que el Conde y él se lo habían pasado muy bien la noche anterior. Esa idea que me abordo enseguida y me lleno la cabeza de imágenes me provoco pinchazos y me revolvió el estomago de celos. Estuve a punto de decirle que se largase, de repente estaba tan cabreado con él…le mire para decírselo y se había quedado dormido. El enfado se me paso casi de golpe, quise ponerme en pie para cogerle y ponerle en la cama pero no fui capaz de llegar hasta él, di un par de pasos y volví a la cama con un dolor punzante en el costado.
De todas formas no durmió mucho rato, cuando se despertó me hablo como si no se hubiese dado cuenta que llevaba media hora de siesta. Se despidió y se marchó. No pude hablar con él de nada, casi mejor.
Como ya me había adelantado la mujer que cuidaba de mi vino a verme y me dijo que estaba pensando en mandarme a casa. Aunque no me sentía con muchas fuerzas yo también lo preferí, seguro que todo aquello ya había costado un dineral que seguramente no podríamos pagar y estar un día más allí era un despilfarro. Aunque mi madre me insistió en hacerse cargo de todos los gastos yo tenía muy claro que en cuanto llegase a Italia buscaría trabajo de cualquier cosa y le devolvería hasta el último centavo.
Y sí, había decido irme con la idea clara de que no podría trabajar como actor, al menos no hasta cubrir mis deudas y después ya veríamos…
Por la tarde me ayudaron a ponerme de pie, camine algunos pasos por la habitación aunque siempre con dolor. Esa fue la última noche que pase allí.
Por la mañana tenía todo preparado para volver a casa. Mi madre me llevo hasta la casona, era bastante temprano así que aun no había nadie, salvo Josep y Natalia que me esperaban contentos de verme mejor. Necesite ayuda para subir las escaleras. Mi habitación estaba como la había dejado…bueno, no, estaba mejor. Ordenada y limpia, con aire fresco, como a mí me gustaba.
-Creo que...necesito descansar un poco…-les dije y les agradecí la bienvenida. Cuando me quede solo y me acomode en la cama encontré la camiseta de Joshua debajo de la almohada. Me sorprendió encontrarla allí, la mire y olí, su olor iba desapareciendo pero aun quedaba. Cerré los ojos y me quede dormido sujetando esa prenda.
No me desperté hasta después de comer. Cuando lo hice vi que Natalia estaba allí cosiendo algún traje. Me sonrió.
-Vaya, si que estabas cansado…has dormido muchísimo
Sonreí de lado-Sí…creo que son las medicinas- aun estaba medicado- Me alegra de que estés aquí, necesito hablar contigo –Me senté y vi un plato de comida, me puse de pie sentándome en el escritorio y cogiendo el plato.
-Tu dirás…-Natalia estaba sentada en otra silla que seguramente se había subido ella, estaba junto a la cama y parecía tranquila.
-Pues es sobre mi trabajo en el teatro-ella dejo de coser y me miro- he decidido que haré un viaje por tiempo indefinido y obviamente eso implicará que deje mi trabajo en el teatro
-¡¿qué?! No puedes estar hablando en serio…
-Bastante en serio de hecho, ya está decidido, dentro de un par de días me iré a Roma
-Pero ¿Por qué? –se puso de pie-no puedes irte Kurt y dejarme con todo esto a mi sola
-No estás sola, tienes a Enrique que es al único al que necesitas
-¿Esto es por lo del otro día? Te estás comportando como un crio kurt - empezó a alzar la voz – ¿Recuerdas porque estamos haciendo esto? ¿Lo recuerdas? Fuiste tú el que me insistió en formar una trope propia, ¡deje a Antoine por ti! Por esto ¿y ahora decides que te vas?
-Comprendo que estés enfadada pero es lo mejor…
-¿lo mejor para quién? Solo para ti Kurt, eres un egoísta de mierda- cogió todas su cosas-pero haz lo que quieras, como haces siempre, ya me las apañaré sola –salió de la habitación enfadada y dolida. La entendía perfectamente pero no podía seguir más tiempo allí, no quería ver a Joshua, no quería ver a Enrique, quería olvidarme de todo aquello, irme lejos y empezar una nueva vida en paz.
Ese día no baje aunque les escuche ensayar e irse al teatro para la actuación, por supuesto también escuche a Enrique…bueno, el había ganado. Que se lo quedase todo.
Esa noche no pude dormir a pesar de las medicinas, estaba preparando mi equipaje, no me llevaría muchas cosas, un par de libros, esos de los que no te desprendes nunca, un poco de ropa, algo de dinero y un par de cuadernos. Pero antes de guardas las últimas plumas me senté a escribir la única carta de despedida que dejaría.
“Querido Joshua
Te escribo esta carta porque no quiero irme de Paris sin antes decirte algunas cosas. Sé que piensas que soy un mentiroso y que no soy para nada de fiar, ya me lo dejaste claro la última vez que hablamos pero créeme que esta carta no tiene ninguna intención retorcida o cualquier otra cosa de mala fe que creas que desee hacerte.
Reconozco que me dolió que pensases así de mi…creía que nos conocíamos pero me equivoque y no quiero empezar con reproches así que no diré más sobre esto.
Solo quería darte las gracias por salvarme la vida, se que llega tarde pero te lo agradezco de verdad. No sé cómo me encontraste pero sí sé que tú fuiste la sombra que vi en el callejón, defendiéndome y te lo agradezco. Poco más me queda por decir salvo que me iré y dejaré el teatro, estaréis en buenas manos. El tiempo y la distancia lo curan todo, ya no tendrás que verme más y eso lo hará más fácil.
Espero de corazón que te vaya bien en la vida, que encuentres a alguien que te ame y que seas capaz de creerle cuando te lo diga. Estoy seguro de que encontraras a tu príncipe.
Un abrazo, Kurt”
Guardé la carta en un sobre y la dejé sobre la mesa. Me tiré en la cama viendo las estrellas a través de la ventana del techo. No sé en qué momento me quedé dormido pero no fue durante mucho tiempo, el sol estaba saliendo.
Me vestí y fui a ver a mi madre muy temprano, hablamos sobre que me iría, por supuesto no estaba de acuerdo, me dijo que era un tontería y que tan y como estaba podía volver a rajarme las costillas con un viaje así. Me prohibió ir pero evidentemente poco había que hacer al respecto. Me fui después de desayunar y pase por la casa de Joshua de vuelta al teatro, pasé el sobre por debajo de la puerta y me fui a mi casa para coger mis cosas.
Cuando llegue algún que otro ya había llegado como cada día para prepararse antes de ir al teatro. A los pocos que vi les dije que me iría por un tiempo, que hasta entonces todo se quedaría en manos de Natalia y de Enrique. La noticia les sorprendió pero poco me dijeron al respecto. Subí a mi habitación y cogí mi maleta, no pesaba mucho pero aun me costaba caminar y coger la maleta estaba resultando terriblemente doloroso, puede que mi madre tuviese razón sobre lo de que no aguantaría el viaje pero tenía que irme.
La camiseta de Josh estaba sobre la cama, aun no había decidido qué hacer con ella, por un lado quería llevármela pero…la idea era olvidarle y eso era lo único que tenía de él así que lo mejor era dejarla…me senté en la cama mirando la prensa durante un rato y finalmente la deje sobre el escritorio, si me iba tenía que dejar todo atrás. Todo.
Cogí mi maleta y aguantando el dolor cargue con ella hasta el camino de tierra que llevaba a la ciudad, allí espere hasta que llego el carro de un campesino que solía ir al mercado a esas horas, me llevó sin problema y caminé desde el mercado hasta la plaza en la que se reunían todas las caravanas que viajaban a distintos países.
-Serán 20 francos hasta Italia, 8 días, no incluye comida pero si el alojamiento.
-¿20? La ultima vez viaje por 10 –El hombre se rio
-Suerte amigo si pretende encontrar algo mejor de lo que le ofrezco
Termine de comer mientras él me decía que pronto me iría a casa, quería hacerme trabajar al día siguiente incluso, si es verdad que estaba mejor pero todavía no había sido capaz de ponerme en pie y las costillas estaban soldándose aun pero no le dije nada, solo le mire de reojo, parecía estar muy agotado, seguro que el Conde y él se lo habían pasado muy bien la noche anterior. Esa idea que me abordo enseguida y me lleno la cabeza de imágenes me provoco pinchazos y me revolvió el estomago de celos. Estuve a punto de decirle que se largase, de repente estaba tan cabreado con él…le mire para decírselo y se había quedado dormido. El enfado se me paso casi de golpe, quise ponerme en pie para cogerle y ponerle en la cama pero no fui capaz de llegar hasta él, di un par de pasos y volví a la cama con un dolor punzante en el costado.
De todas formas no durmió mucho rato, cuando se despertó me hablo como si no se hubiese dado cuenta que llevaba media hora de siesta. Se despidió y se marchó. No pude hablar con él de nada, casi mejor.
Como ya me había adelantado la mujer que cuidaba de mi vino a verme y me dijo que estaba pensando en mandarme a casa. Aunque no me sentía con muchas fuerzas yo también lo preferí, seguro que todo aquello ya había costado un dineral que seguramente no podríamos pagar y estar un día más allí era un despilfarro. Aunque mi madre me insistió en hacerse cargo de todos los gastos yo tenía muy claro que en cuanto llegase a Italia buscaría trabajo de cualquier cosa y le devolvería hasta el último centavo.
Y sí, había decido irme con la idea clara de que no podría trabajar como actor, al menos no hasta cubrir mis deudas y después ya veríamos…
Por la tarde me ayudaron a ponerme de pie, camine algunos pasos por la habitación aunque siempre con dolor. Esa fue la última noche que pase allí.
Por la mañana tenía todo preparado para volver a casa. Mi madre me llevo hasta la casona, era bastante temprano así que aun no había nadie, salvo Josep y Natalia que me esperaban contentos de verme mejor. Necesite ayuda para subir las escaleras. Mi habitación estaba como la había dejado…bueno, no, estaba mejor. Ordenada y limpia, con aire fresco, como a mí me gustaba.
-Creo que...necesito descansar un poco…-les dije y les agradecí la bienvenida. Cuando me quede solo y me acomode en la cama encontré la camiseta de Joshua debajo de la almohada. Me sorprendió encontrarla allí, la mire y olí, su olor iba desapareciendo pero aun quedaba. Cerré los ojos y me quede dormido sujetando esa prenda.
No me desperté hasta después de comer. Cuando lo hice vi que Natalia estaba allí cosiendo algún traje. Me sonrió.
-Vaya, si que estabas cansado…has dormido muchísimo
Sonreí de lado-Sí…creo que son las medicinas- aun estaba medicado- Me alegra de que estés aquí, necesito hablar contigo –Me senté y vi un plato de comida, me puse de pie sentándome en el escritorio y cogiendo el plato.
-Tu dirás…-Natalia estaba sentada en otra silla que seguramente se había subido ella, estaba junto a la cama y parecía tranquila.
-Pues es sobre mi trabajo en el teatro-ella dejo de coser y me miro- he decidido que haré un viaje por tiempo indefinido y obviamente eso implicará que deje mi trabajo en el teatro
-¡¿qué?! No puedes estar hablando en serio…
-Bastante en serio de hecho, ya está decidido, dentro de un par de días me iré a Roma
-Pero ¿Por qué? –se puso de pie-no puedes irte Kurt y dejarme con todo esto a mi sola
-No estás sola, tienes a Enrique que es al único al que necesitas
-¿Esto es por lo del otro día? Te estás comportando como un crio kurt - empezó a alzar la voz – ¿Recuerdas porque estamos haciendo esto? ¿Lo recuerdas? Fuiste tú el que me insistió en formar una trope propia, ¡deje a Antoine por ti! Por esto ¿y ahora decides que te vas?
-Comprendo que estés enfadada pero es lo mejor…
-¿lo mejor para quién? Solo para ti Kurt, eres un egoísta de mierda- cogió todas su cosas-pero haz lo que quieras, como haces siempre, ya me las apañaré sola –salió de la habitación enfadada y dolida. La entendía perfectamente pero no podía seguir más tiempo allí, no quería ver a Joshua, no quería ver a Enrique, quería olvidarme de todo aquello, irme lejos y empezar una nueva vida en paz.
Ese día no baje aunque les escuche ensayar e irse al teatro para la actuación, por supuesto también escuche a Enrique…bueno, el había ganado. Que se lo quedase todo.
Esa noche no pude dormir a pesar de las medicinas, estaba preparando mi equipaje, no me llevaría muchas cosas, un par de libros, esos de los que no te desprendes nunca, un poco de ropa, algo de dinero y un par de cuadernos. Pero antes de guardas las últimas plumas me senté a escribir la única carta de despedida que dejaría.
“Querido Joshua
Te escribo esta carta porque no quiero irme de Paris sin antes decirte algunas cosas. Sé que piensas que soy un mentiroso y que no soy para nada de fiar, ya me lo dejaste claro la última vez que hablamos pero créeme que esta carta no tiene ninguna intención retorcida o cualquier otra cosa de mala fe que creas que desee hacerte.
Reconozco que me dolió que pensases así de mi…creía que nos conocíamos pero me equivoque y no quiero empezar con reproches así que no diré más sobre esto.
Solo quería darte las gracias por salvarme la vida, se que llega tarde pero te lo agradezco de verdad. No sé cómo me encontraste pero sí sé que tú fuiste la sombra que vi en el callejón, defendiéndome y te lo agradezco. Poco más me queda por decir salvo que me iré y dejaré el teatro, estaréis en buenas manos. El tiempo y la distancia lo curan todo, ya no tendrás que verme más y eso lo hará más fácil.
Espero de corazón que te vaya bien en la vida, que encuentres a alguien que te ame y que seas capaz de creerle cuando te lo diga. Estoy seguro de que encontraras a tu príncipe.
Un abrazo, Kurt”
Guardé la carta en un sobre y la dejé sobre la mesa. Me tiré en la cama viendo las estrellas a través de la ventana del techo. No sé en qué momento me quedé dormido pero no fue durante mucho tiempo, el sol estaba saliendo.
Me vestí y fui a ver a mi madre muy temprano, hablamos sobre que me iría, por supuesto no estaba de acuerdo, me dijo que era un tontería y que tan y como estaba podía volver a rajarme las costillas con un viaje así. Me prohibió ir pero evidentemente poco había que hacer al respecto. Me fui después de desayunar y pase por la casa de Joshua de vuelta al teatro, pasé el sobre por debajo de la puerta y me fui a mi casa para coger mis cosas.
Cuando llegue algún que otro ya había llegado como cada día para prepararse antes de ir al teatro. A los pocos que vi les dije que me iría por un tiempo, que hasta entonces todo se quedaría en manos de Natalia y de Enrique. La noticia les sorprendió pero poco me dijeron al respecto. Subí a mi habitación y cogí mi maleta, no pesaba mucho pero aun me costaba caminar y coger la maleta estaba resultando terriblemente doloroso, puede que mi madre tuviese razón sobre lo de que no aguantaría el viaje pero tenía que irme.
La camiseta de Josh estaba sobre la cama, aun no había decidido qué hacer con ella, por un lado quería llevármela pero…la idea era olvidarle y eso era lo único que tenía de él así que lo mejor era dejarla…me senté en la cama mirando la prensa durante un rato y finalmente la deje sobre el escritorio, si me iba tenía que dejar todo atrás. Todo.
Cogí mi maleta y aguantando el dolor cargue con ella hasta el camino de tierra que llevaba a la ciudad, allí espere hasta que llego el carro de un campesino que solía ir al mercado a esas horas, me llevó sin problema y caminé desde el mercado hasta la plaza en la que se reunían todas las caravanas que viajaban a distintos países.
-Serán 20 francos hasta Italia, 8 días, no incluye comida pero si el alojamiento.
-¿20? La ultima vez viaje por 10 –El hombre se rio
-Suerte amigo si pretende encontrar algo mejor de lo que le ofrezco
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
- Mensajes : 194
Fecha de inscripción : 11/10/2013
Localización : París
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Otro día más sin nada que me trajera de nuevo la alegría; como todos los anteriores, sin colores, sin matices, como un día gris que vaticina una gran tormenta, que dura días y días. Así se sentía mi corazón. Marchito, enfermo. Por más que trataba de sonreír ante el espejo del baño, diciéndome que todo iba estar bien, que tratara de sonreír, nada parecía surtir efecto. ¿A quién quería engañar? Estaba demasiado triste, mucho. Esa mañana en particular sentía el cuerpo pesado y no tenía mucho apetito. Me sobé la tripita que protestaba, pero debería esperar a que cerebro y estómago hicieran sinergia. De haber sido otras las circunstancias, me hubiera encamado todo el día aferrado a la almohada, y llorar hasta cansarme. Pero no podía. Mucha gente dependía de mí, y bueno, era un actor, o al menos trataba de hacerlo, era mi deber pararme en el escenario y fingir, adentrarme al papel, pero ¡por Dios que era cada día más difícil! Sumado estaba el rostro de Enrique y todas esas pestilentes palabras que a veces soltaba al oído. ¡Empezaba a detestarlo con todas mis fuerzas! Y apenas comenzaba la temporada, quedaban muchas giras y ciudades por visitar ¿cómo iba a hacer para mantenerme en pie sin sentir asco y repulsión?
”Él" vino de repente a mi cabeza. Kurt era mi motivo principal para seguir adelante, aunque lo negara. A pesar de todo, seguía amándolo como desde el primer día. Sonreí por breves instantes, pero en seguida me acongojé. De nuevo ese dolor punzante que recorría todo mi costado izquierdo, desapareciendo en la punta de mis dedos, cada que recordaba sus ojos azules, sus besos... Todo. Mis ojos volvieron a ponerse acuosos. ¿Por qué el tiempo no podía dar marcha atrás? Instintivamente acaricié aquella parte de la espalda donde había leído las palabras "Te quiero". Me levanté de la cama y me saqué la prenda para tratar de verlas reflejadas en el espejo de mi habitación, pero de aquellas no quedaba nada, salvo el recuerdo. ¿Por qué de pronto estaba perdiendo todo lo que era importante para mí?
Sobrevino el sollozo. Pero lo acallé lo más que pude. << Todo va a estar bien. Todo va a estar bien >> dirigí mis pasos hacia la pequeña salita para recoger unas sandalias y cubrir mis pies, el suelo estaba demasiado frío. Fue entonces que ví un sobre blanco en el suelo. ¿Se trataría de Enrique? Fruncí el ceño. ¿Es que no iba a dejarme nunca en paz? Y sin embargo... Di esos últimos pasos y lo levanté. Enseguida pude notar su olor inconfundible. El corazón se me aceleró y lo abrí a toda prisa. Conforme pasaban las palabras, yo no podía creer lo que estaba leyendo. La pequeña hoja de papel escrita con una exquisita caligrafía, se movía impetuosa debido al temblor de mis manos. No fue sino hasta que una lágrima cayó en el papel, desvaneciendo una letra E, que reaccioné. Kurt se estaba despidiendo de mí. Se iba de mi vida. ¡Nunca más le volvería a ver!
-¡No! - grité - ¡No puedes irte y dejarme así...!
Es que yo no podía imaginarme una vida sin él. Simplemente no podía. Fue como si todo lo malo, se borrara en un instante. Todo el pasado voló de un soplido, y fue la desesperación la que me obligó a correr hacia la puerta y girar el pomo para salir desesperadamente a la calle, observando a ambos lados de la misma sin importar que sólo llevaba encima un pantalón de lana café.
-¿Dónde...? ¿Por dónde te has ido? - llevé mis manos hacia la cabeza para tratar de hilar las ideas. Concentrarme. Aspiré el aroma tratando de reconocer la estela de su olor de entre centenares. Caminé en círculos buscando cualquier indicio. Parecía que la gente me observaba con ojos incrédulos, pero no tenía tiempo de dar explicaciones y no pensaba darlas además.
Al final de la calle fue que logré percibir algo, y me aferré a esa pequeña esperanza. Por instinto traté de alzar el vuelo, importándome poco que los pueblerinos se dieran cuenta de mi condición, pero mi cuerpo no reaccionó. No pude transformarme, me sentía sin fuerzas para ello. ¡Pero no podía darme por vencido! Iría a pie si fuera necesario. Así que comencé a andar lo más rápido que mis piernas podían. Sin importar el frío. Sin importar nada. ¡Necesitaba encontrarlo!
Tenía mi naríz fría y el aire helado entraba a mis pulmones causándome un ligero malestar. Más no me daba por vencido. Seguí caminando, corriendo, tropezándome, cayéndome y volviéndome a levantar, hasta que al final y después de mucho tiempo, el aroma se extravió entre un tumulto de gente. Estaba perdido, lo había perdido. ¡Lo estaba perdiendo!
-¡KURT! -grité ya en medio de mi desesperación -¡KURT CALLAHAN!
Estuve gritando tres veces mas, hasta que el mismo aire frío ya colado en mi garganta, me hizo callar. Tenía la boca seca. Tosí. Estaba tan cansado...
-¡KURT! -lancé en ese grito mi último aliento. Sabiendo que tal vez ya era demasiado tarde. Tal vez el ya se había ido, muy muy lejos...
”Él" vino de repente a mi cabeza. Kurt era mi motivo principal para seguir adelante, aunque lo negara. A pesar de todo, seguía amándolo como desde el primer día. Sonreí por breves instantes, pero en seguida me acongojé. De nuevo ese dolor punzante que recorría todo mi costado izquierdo, desapareciendo en la punta de mis dedos, cada que recordaba sus ojos azules, sus besos... Todo. Mis ojos volvieron a ponerse acuosos. ¿Por qué el tiempo no podía dar marcha atrás? Instintivamente acaricié aquella parte de la espalda donde había leído las palabras "Te quiero". Me levanté de la cama y me saqué la prenda para tratar de verlas reflejadas en el espejo de mi habitación, pero de aquellas no quedaba nada, salvo el recuerdo. ¿Por qué de pronto estaba perdiendo todo lo que era importante para mí?
Sobrevino el sollozo. Pero lo acallé lo más que pude. << Todo va a estar bien. Todo va a estar bien >> dirigí mis pasos hacia la pequeña salita para recoger unas sandalias y cubrir mis pies, el suelo estaba demasiado frío. Fue entonces que ví un sobre blanco en el suelo. ¿Se trataría de Enrique? Fruncí el ceño. ¿Es que no iba a dejarme nunca en paz? Y sin embargo... Di esos últimos pasos y lo levanté. Enseguida pude notar su olor inconfundible. El corazón se me aceleró y lo abrí a toda prisa. Conforme pasaban las palabras, yo no podía creer lo que estaba leyendo. La pequeña hoja de papel escrita con una exquisita caligrafía, se movía impetuosa debido al temblor de mis manos. No fue sino hasta que una lágrima cayó en el papel, desvaneciendo una letra E, que reaccioné. Kurt se estaba despidiendo de mí. Se iba de mi vida. ¡Nunca más le volvería a ver!
-¡No! - grité - ¡No puedes irte y dejarme así...!
Es que yo no podía imaginarme una vida sin él. Simplemente no podía. Fue como si todo lo malo, se borrara en un instante. Todo el pasado voló de un soplido, y fue la desesperación la que me obligó a correr hacia la puerta y girar el pomo para salir desesperadamente a la calle, observando a ambos lados de la misma sin importar que sólo llevaba encima un pantalón de lana café.
-¿Dónde...? ¿Por dónde te has ido? - llevé mis manos hacia la cabeza para tratar de hilar las ideas. Concentrarme. Aspiré el aroma tratando de reconocer la estela de su olor de entre centenares. Caminé en círculos buscando cualquier indicio. Parecía que la gente me observaba con ojos incrédulos, pero no tenía tiempo de dar explicaciones y no pensaba darlas además.
Al final de la calle fue que logré percibir algo, y me aferré a esa pequeña esperanza. Por instinto traté de alzar el vuelo, importándome poco que los pueblerinos se dieran cuenta de mi condición, pero mi cuerpo no reaccionó. No pude transformarme, me sentía sin fuerzas para ello. ¡Pero no podía darme por vencido! Iría a pie si fuera necesario. Así que comencé a andar lo más rápido que mis piernas podían. Sin importar el frío. Sin importar nada. ¡Necesitaba encontrarlo!
Tenía mi naríz fría y el aire helado entraba a mis pulmones causándome un ligero malestar. Más no me daba por vencido. Seguí caminando, corriendo, tropezándome, cayéndome y volviéndome a levantar, hasta que al final y después de mucho tiempo, el aroma se extravió entre un tumulto de gente. Estaba perdido, lo había perdido. ¡Lo estaba perdiendo!
-¡KURT! -grité ya en medio de mi desesperación -¡KURT CALLAHAN!
Estuve gritando tres veces mas, hasta que el mismo aire frío ya colado en mi garganta, me hizo callar. Tenía la boca seca. Tosí. Estaba tan cansado...
-¡KURT! -lancé en ese grito mi último aliento. Sabiendo que tal vez ya era demasiado tarde. Tal vez el ya se había ido, muy muy lejos...
Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 322
Fecha de inscripción : 12/08/2013
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Seis meses después de llegar a Roma aún seguía pensando en todo lo que dejé atrás.
El viaje fue muy duro y por un momento pensé que no llegaría con vida a mi destino. Después de pagar los 20 francos me correspondía un asiento en el coche en el que viajábamos 10 personas, aunque solo habían asientos para 6…Abrazado a mi petate en lo único en lo que podía pensar era en Joshua y en la veces en las que conseguía sacarle una sonrisa, incluso creí haber escuchado su voz a lo lejos llamándome, algo que era ciertamente imposible y que atribuí a mi cabeza desvariada y a un deseo profundo de que fuese verdad.
Así que asumí que simplemente se trataba de un espejismo, como el de los comerciantes que se perdían en el desierto y soñaban con un oasis de agua fresca y sombra y que creían vislumbrarlo entre las montañas de arena seca y ardiente, pero que en realidad no eran más que alucinaciones de una mente desesperada que sabe que va a morir pronto…y en el fondo así me sentía yo.
Los primeros días en los que atravesábamos el país con dirección al sur se pasaron lentos y tediosos. Dormíamos en hostales, comíamos por el camino y pasábamos el resto del día enlatados en los coches, que eran 7 en total. Los problemas llegaron al pasar la frontera…
El camino se hizo más hostil y aunque me encontraba mejor, tenía la sensación de estar reabriendo las cicatrices que tenía por la postura en la que viajaba. El paso entre las montañas, el frío nevado y la poca estabilidad del coche al pasar por caminos empedrados acabaron por devolverme el dolor seco y asfixiante de mi costado izquierdo. Solo recuerdo el grito de dolor y la cara de susto de mis compañeros de viaje antes de quedarme inconsciente.
Cuando desperté habíamos hecho la parada de descanso en una posada de habitaciones pequeñas pero de camas limpias. Compartían conmigo la habitación una familia a la que no había visto. Podía escuchar al padre pedirle a su hija que sacase las gasas y la faja de su maletín y otros pasos menudos y autónomos que se acercaron a mi cama. Era una señora de la edad de mi madre quizá, morena con los ojos castaños y con un vestido modesto.
-Que bien que hayas despertado, vamos a cambiarte el vendaje y la faja
-¿Dónde…? ¿Quienes…? –tenía muchas preguntas
-Estas en un hostal de Bologna, nosotros somos los Tallec, el es mi marido Jean, tu médico-me sonrió- yo soy Lucie y ella es nuestra hija Juliette – Su marido era un hombre alto y escuálido, con un bigote perfectamente peinado y unas gafas redondas que escondían una mirada alegre. Por otro lado su hija apenas me miró, tenía las mejillas como tomates y un flequillo que casi le cubría del todo los ojos, con un vestido de color alegre y los cabellos recogidos de una chica que hacía poco que había dejado de ser una niña.
-¿qué me ha pasado?
-Te desmayaste, tienes unas cuantas costillas fracturadas y estuviste un par de días con fiebre- ¿un par de días?
Efectivamente me pasé delirando un par de días en el coche al que me cambiaron, en el mismo en el que viajaba aquella familia. Mis antiguos compañeros no querían saber nada de mí por temor a que tuviese viruela. El médico que viajaba en uno de los 7 coches se dispuso a hacerse cargo de mí, me cuidaron durante el resto del viaje.
Cuando llegamos a Roma me había repuesto casi al completo y les pedí por favor que me dejasen pagarles por todo, pero no aceptaron mi dinero así que me dieron trabajo en la consulta que pensaban abrir en la ciudad. Tendría casa y comida, además de un pequeño suelo que no cobraría hasta el 3º mes después de haber solventado el pago de los cuidados.
Nos instalamos en una pequeña casa cerca de la plaza principal. Tenía dos plantas y yo dormía abajo, junto a la cocina. En la habitación solo había una cama y un baúl, todo lo que necesitaba. Esa primera noche le escribí una carta a mi madre diciéndole que estaba bien y que tenía un trabajo, que no se preocupara por mí. Las cartas se convirtieron en una rutina semanal.
Ella me escribía contándome las novedades, hablándome de la gira que había empezado, de los éxitos y los logros, me daba la sensación de que me omitía información relevante por no preocuparme. También pude notar que de alguna forma ella ocupaba ahora mi puesto, lo cual me dejaba más tranquilo. Me hablo de la chica nueva y de que estaba preocupada por Joshua, pero no especificaba el por qué así que pensaba que solo me lo decía para despertar mis deseos de volver pero nada más lejos. Estaba convencido de que los dos estaríamos mejor lejos el uno del otro aunque yo no dejase de pensar en él en ningún momento, de extrañarle y de desear que fuese feliz. “Ya pasara” me repetía cada noche.
En mis cartas hacia un gran esfuerzo por no preguntar por él y de solo contar lo bueno por supuesto. Las largas horas de trabajo quedaban omitidas, al igual que las visiones traumáticas de piernas rotas, sangre, enfermos terminales y el temor constante de acabar cogiendo algunas de las enfermedades que hacían que las victimas tosiesen sangre, se retorcieran de dolor en sus camas o acabasen muriendo entre vómitos. Algo que veía a diario pues me había convertido en una especie de ayudante para el doctor Tallec.
A pesar de todo eso no podía quejarme de mi nueva vida. Tenía una cama limpia y 3 comidas calientes al día, incluso ropa nueva. Juliette me hizo un par de camisas y llego a tejerme un jersey en solo 15 días. Era una chica un tanto peculiar, hacia todo lo que sus padres le pedían pero en su cabeza soñaba con llegar a ser médico como su padre y no casarse con el pretendiente que su madre había escogido para ella.
Nos hicimos amigos. Por las noches llamaba a mi puerta y nos quedábamos en la cocina sin hacer mucho ruido. Ella me enseñaba italiano e inglés, también me enseño todos los huesos del cuerpo, los órganos y los músculos, por mi parte le hablaba del teatro, de literatura y de música, llegó a dominar el laúd y el violín aunque siempre sospeché que en realidad ella ya sabía tocarlos.
Agradecía su compañía porque me ayudaba a sobrellevar mejor el insomnio hasta que una de esas noches, después de seis meses, ella me pidió que nos fugásemos. Claro que me negué y le dije que no podía hacerles eso a sus padres y dejar a su prometido.
-¿Es que acaso no me quieres? –me dijo entre lagrimas sujetándome de la camisa que ella misma me había hecho. ¿Cómo no me había dado cuenta antes?
-Cla…claro que te quiero…pero…no como tú piensas…tu eres como mi hermana pequeña yo…yo amo a otra persona- y era verdad entonces, seis meses después de estar lejos de él, tan verdad como cuando se lo dije a él en esa habitación mientras me recuperaba de mis costillas rotas y como cuando yo mismo fui consciente de ese amor al dibujar las letras de un “te quiero” con la única guía de sus lunares con los que soñaba cada noche.
-¿y…y por qué nunca me hablaste de ella?
-Porque ella… no me quiere, piensa que soy un mentiroso y tiene razón, no me merezco su amor pero…-me frote los ojos para despejarme las lágrimas- yo la sigo amando y no…no puedo fugarme contigo y tú no deberías hacerlo- la sujete de los brazos-serás una gran medico, no puedes irte ahora.
-¡No! ¡Claro que no! Me obligarán a casarme, mi vida está perdida…-Se deshizo en lagrimas entre mis brazos pero yo no podía hacer nada por ella y no era sensato fomentar sus ideas de fuga.
Esa fue la última vez que hablamos. Se acabaron las noches con su compañía, la música y su cariño. Empecé a sentirme realmente solo por lo que empecé a beber…y a escribir.
Decidí que ya hora de dejar todo atrás definitivamente, de olvidarme de Joshua de una vez por todas así que cogí un paquete de papel, saque mis plumas y la tinta del baúl y empecé a desahogarme de Joshua Maloney. Me llevaron varias semanas llenar las hojas en blanco con toda nuestra historia, o más bien, con todo lo que había vivido con él sin omitir ningún detalle, ninguna caricia, ningún pensamiento…mi plan era quemarlo todo, reducirlo a cenizas y ser libre. Pero el caso era que no me atrevía a hacerlo.
El tiempo pasó sin muchos cambios, salvo que la señora Tallec se había puesto en marcha con la preparación de la boda de su hija. Más de una vez me encontré a Julliette llorando a mares en algún rincón, pero la última vez la pille y no a deje escapar como solía hacer.
-Tengo la solución para esas lágrimas –le dije y nos fuimos a la cocina para abrir una botella de whisky, serví un par de vasos y le di uno. Ella lo miro con miedo al principio, después suspiro y se lo bebió de golpe- eh eh…tranquila, que nos tiene que durar toda la noche-me reía entre dientes y ella también lo hizo, era la primera vez en meses.
Le pregunté por qué lloraba, aunque en realidad ya lo sabía, no era por mí, era por tener que casarse. Evidentemente ella no estaba enamorada de mi, solo quería buscar alguien con el que irse muy lejos para ser libre, no quería ser la esposa de nadie, no quería pertenecerle a nadie…Me contó sus miedos, su rabia y sus sueños. Era una joven fuerte e inteligente, completamente a destiempo con la época que le tocó vivir.
Después de la quinta copa me toco hablar a mí. Me preguntó por la persona por la que bebía cada noche. Le conté un resumen del “desastre” hablando de Josh como si fuese una mujer.
-Pues huir no es la solución- me miro muy seria- es hora de que dejes de ser un inmaduro y vuelvas a casa Kurt-le dio un trago más a su vaso
-Tú no lo entiendes, no puedo…
-Cometiste un error y lo único que has hecho ha sido empeorarlo huyendo, deja de tener miedo y vuelve, ¿tú la sigues queriendo?
-Como el primer día- conteste mientras removía el líquido de color madera entro de mi copa
-Entonces debes volver y hacer las cosas bien
-Ya le pedí perdón y no quiso saber nada de mí…
-¿Y qué esperabas? Le hiciste daño y un simple lo siento no puede resolverlo todo
-Ya no me quiere
-Estoy segura de que eso no es cierto y si lo es…el caso es que tu aun la amas y desde mi punto de vista eso es lo que importa…mírame -cogió mi mano- debes volver y hacerla feliz
-Pero me rechazo
-No es eso lo que parece…yo creo que está esperando a que luches por su amor
-¿y si es demasiado tarde? Ha pasado casi un año…puede que ya tenga otro amor
-Si es así y te aleja quédate cerca de ella y procura hacerla feliz aunque sea desde las sombras, en silencio
-¿cómo hago eso?
-Encontraras la manera, créeme…- ambos nos terminamos la copa y la botella.
Esa noche vi amanecer después de que Juliette se hubiese ido a su habitación a descansar. No dejaba de darle vueltas a la posibilidad de volver. Me había ido para nada, había sido un autentico cobarde que se dejo vencer por las circunstancias pero se acabó. Juliette tenía razón, debía enfrentarme al Conde, recuperar mi teatro, enfrentarme al dolor que le provoque a Joshua y hacerle feliz desde lejos y sin pedir nada, ni siquiera su perdón.
Al día siguiente reuní todos mis ahorros, que eran bastantes a pesar de mi afición a la bebida de los últimos meses, tenía suficiente para volver a casa y empezar de cero. Necesitaba estabilidad. Me despedí de los Tallec antes de la boda de Juliette, meses más tarde recibiría una carta suya diciéndome que su marido estaba dispuesto a abrir una consulta para ella, me alegre mucho por ella.
Inicié el viaje de vuelta a casa, quizá el más difícil…
El viaje fue muy duro y por un momento pensé que no llegaría con vida a mi destino. Después de pagar los 20 francos me correspondía un asiento en el coche en el que viajábamos 10 personas, aunque solo habían asientos para 6…Abrazado a mi petate en lo único en lo que podía pensar era en Joshua y en la veces en las que conseguía sacarle una sonrisa, incluso creí haber escuchado su voz a lo lejos llamándome, algo que era ciertamente imposible y que atribuí a mi cabeza desvariada y a un deseo profundo de que fuese verdad.
Así que asumí que simplemente se trataba de un espejismo, como el de los comerciantes que se perdían en el desierto y soñaban con un oasis de agua fresca y sombra y que creían vislumbrarlo entre las montañas de arena seca y ardiente, pero que en realidad no eran más que alucinaciones de una mente desesperada que sabe que va a morir pronto…y en el fondo así me sentía yo.
Los primeros días en los que atravesábamos el país con dirección al sur se pasaron lentos y tediosos. Dormíamos en hostales, comíamos por el camino y pasábamos el resto del día enlatados en los coches, que eran 7 en total. Los problemas llegaron al pasar la frontera…
El camino se hizo más hostil y aunque me encontraba mejor, tenía la sensación de estar reabriendo las cicatrices que tenía por la postura en la que viajaba. El paso entre las montañas, el frío nevado y la poca estabilidad del coche al pasar por caminos empedrados acabaron por devolverme el dolor seco y asfixiante de mi costado izquierdo. Solo recuerdo el grito de dolor y la cara de susto de mis compañeros de viaje antes de quedarme inconsciente.
Cuando desperté habíamos hecho la parada de descanso en una posada de habitaciones pequeñas pero de camas limpias. Compartían conmigo la habitación una familia a la que no había visto. Podía escuchar al padre pedirle a su hija que sacase las gasas y la faja de su maletín y otros pasos menudos y autónomos que se acercaron a mi cama. Era una señora de la edad de mi madre quizá, morena con los ojos castaños y con un vestido modesto.
-Que bien que hayas despertado, vamos a cambiarte el vendaje y la faja
-¿Dónde…? ¿Quienes…? –tenía muchas preguntas
-Estas en un hostal de Bologna, nosotros somos los Tallec, el es mi marido Jean, tu médico-me sonrió- yo soy Lucie y ella es nuestra hija Juliette – Su marido era un hombre alto y escuálido, con un bigote perfectamente peinado y unas gafas redondas que escondían una mirada alegre. Por otro lado su hija apenas me miró, tenía las mejillas como tomates y un flequillo que casi le cubría del todo los ojos, con un vestido de color alegre y los cabellos recogidos de una chica que hacía poco que había dejado de ser una niña.
-¿qué me ha pasado?
-Te desmayaste, tienes unas cuantas costillas fracturadas y estuviste un par de días con fiebre- ¿un par de días?
Efectivamente me pasé delirando un par de días en el coche al que me cambiaron, en el mismo en el que viajaba aquella familia. Mis antiguos compañeros no querían saber nada de mí por temor a que tuviese viruela. El médico que viajaba en uno de los 7 coches se dispuso a hacerse cargo de mí, me cuidaron durante el resto del viaje.
Cuando llegamos a Roma me había repuesto casi al completo y les pedí por favor que me dejasen pagarles por todo, pero no aceptaron mi dinero así que me dieron trabajo en la consulta que pensaban abrir en la ciudad. Tendría casa y comida, además de un pequeño suelo que no cobraría hasta el 3º mes después de haber solventado el pago de los cuidados.
Nos instalamos en una pequeña casa cerca de la plaza principal. Tenía dos plantas y yo dormía abajo, junto a la cocina. En la habitación solo había una cama y un baúl, todo lo que necesitaba. Esa primera noche le escribí una carta a mi madre diciéndole que estaba bien y que tenía un trabajo, que no se preocupara por mí. Las cartas se convirtieron en una rutina semanal.
Ella me escribía contándome las novedades, hablándome de la gira que había empezado, de los éxitos y los logros, me daba la sensación de que me omitía información relevante por no preocuparme. También pude notar que de alguna forma ella ocupaba ahora mi puesto, lo cual me dejaba más tranquilo. Me hablo de la chica nueva y de que estaba preocupada por Joshua, pero no especificaba el por qué así que pensaba que solo me lo decía para despertar mis deseos de volver pero nada más lejos. Estaba convencido de que los dos estaríamos mejor lejos el uno del otro aunque yo no dejase de pensar en él en ningún momento, de extrañarle y de desear que fuese feliz. “Ya pasara” me repetía cada noche.
En mis cartas hacia un gran esfuerzo por no preguntar por él y de solo contar lo bueno por supuesto. Las largas horas de trabajo quedaban omitidas, al igual que las visiones traumáticas de piernas rotas, sangre, enfermos terminales y el temor constante de acabar cogiendo algunas de las enfermedades que hacían que las victimas tosiesen sangre, se retorcieran de dolor en sus camas o acabasen muriendo entre vómitos. Algo que veía a diario pues me había convertido en una especie de ayudante para el doctor Tallec.
A pesar de todo eso no podía quejarme de mi nueva vida. Tenía una cama limpia y 3 comidas calientes al día, incluso ropa nueva. Juliette me hizo un par de camisas y llego a tejerme un jersey en solo 15 días. Era una chica un tanto peculiar, hacia todo lo que sus padres le pedían pero en su cabeza soñaba con llegar a ser médico como su padre y no casarse con el pretendiente que su madre había escogido para ella.
Nos hicimos amigos. Por las noches llamaba a mi puerta y nos quedábamos en la cocina sin hacer mucho ruido. Ella me enseñaba italiano e inglés, también me enseño todos los huesos del cuerpo, los órganos y los músculos, por mi parte le hablaba del teatro, de literatura y de música, llegó a dominar el laúd y el violín aunque siempre sospeché que en realidad ella ya sabía tocarlos.
Agradecía su compañía porque me ayudaba a sobrellevar mejor el insomnio hasta que una de esas noches, después de seis meses, ella me pidió que nos fugásemos. Claro que me negué y le dije que no podía hacerles eso a sus padres y dejar a su prometido.
-¿Es que acaso no me quieres? –me dijo entre lagrimas sujetándome de la camisa que ella misma me había hecho. ¿Cómo no me había dado cuenta antes?
-Cla…claro que te quiero…pero…no como tú piensas…tu eres como mi hermana pequeña yo…yo amo a otra persona- y era verdad entonces, seis meses después de estar lejos de él, tan verdad como cuando se lo dije a él en esa habitación mientras me recuperaba de mis costillas rotas y como cuando yo mismo fui consciente de ese amor al dibujar las letras de un “te quiero” con la única guía de sus lunares con los que soñaba cada noche.
-¿y…y por qué nunca me hablaste de ella?
-Porque ella… no me quiere, piensa que soy un mentiroso y tiene razón, no me merezco su amor pero…-me frote los ojos para despejarme las lágrimas- yo la sigo amando y no…no puedo fugarme contigo y tú no deberías hacerlo- la sujete de los brazos-serás una gran medico, no puedes irte ahora.
-¡No! ¡Claro que no! Me obligarán a casarme, mi vida está perdida…-Se deshizo en lagrimas entre mis brazos pero yo no podía hacer nada por ella y no era sensato fomentar sus ideas de fuga.
Esa fue la última vez que hablamos. Se acabaron las noches con su compañía, la música y su cariño. Empecé a sentirme realmente solo por lo que empecé a beber…y a escribir.
Decidí que ya hora de dejar todo atrás definitivamente, de olvidarme de Joshua de una vez por todas así que cogí un paquete de papel, saque mis plumas y la tinta del baúl y empecé a desahogarme de Joshua Maloney. Me llevaron varias semanas llenar las hojas en blanco con toda nuestra historia, o más bien, con todo lo que había vivido con él sin omitir ningún detalle, ninguna caricia, ningún pensamiento…mi plan era quemarlo todo, reducirlo a cenizas y ser libre. Pero el caso era que no me atrevía a hacerlo.
El tiempo pasó sin muchos cambios, salvo que la señora Tallec se había puesto en marcha con la preparación de la boda de su hija. Más de una vez me encontré a Julliette llorando a mares en algún rincón, pero la última vez la pille y no a deje escapar como solía hacer.
-Tengo la solución para esas lágrimas –le dije y nos fuimos a la cocina para abrir una botella de whisky, serví un par de vasos y le di uno. Ella lo miro con miedo al principio, después suspiro y se lo bebió de golpe- eh eh…tranquila, que nos tiene que durar toda la noche-me reía entre dientes y ella también lo hizo, era la primera vez en meses.
Le pregunté por qué lloraba, aunque en realidad ya lo sabía, no era por mí, era por tener que casarse. Evidentemente ella no estaba enamorada de mi, solo quería buscar alguien con el que irse muy lejos para ser libre, no quería ser la esposa de nadie, no quería pertenecerle a nadie…Me contó sus miedos, su rabia y sus sueños. Era una joven fuerte e inteligente, completamente a destiempo con la época que le tocó vivir.
Después de la quinta copa me toco hablar a mí. Me preguntó por la persona por la que bebía cada noche. Le conté un resumen del “desastre” hablando de Josh como si fuese una mujer.
-Pues huir no es la solución- me miro muy seria- es hora de que dejes de ser un inmaduro y vuelvas a casa Kurt-le dio un trago más a su vaso
-Tú no lo entiendes, no puedo…
-Cometiste un error y lo único que has hecho ha sido empeorarlo huyendo, deja de tener miedo y vuelve, ¿tú la sigues queriendo?
-Como el primer día- conteste mientras removía el líquido de color madera entro de mi copa
-Entonces debes volver y hacer las cosas bien
-Ya le pedí perdón y no quiso saber nada de mí…
-¿Y qué esperabas? Le hiciste daño y un simple lo siento no puede resolverlo todo
-Ya no me quiere
-Estoy segura de que eso no es cierto y si lo es…el caso es que tu aun la amas y desde mi punto de vista eso es lo que importa…mírame -cogió mi mano- debes volver y hacerla feliz
-Pero me rechazo
-No es eso lo que parece…yo creo que está esperando a que luches por su amor
-¿y si es demasiado tarde? Ha pasado casi un año…puede que ya tenga otro amor
-Si es así y te aleja quédate cerca de ella y procura hacerla feliz aunque sea desde las sombras, en silencio
-¿cómo hago eso?
-Encontraras la manera, créeme…- ambos nos terminamos la copa y la botella.
Esa noche vi amanecer después de que Juliette se hubiese ido a su habitación a descansar. No dejaba de darle vueltas a la posibilidad de volver. Me había ido para nada, había sido un autentico cobarde que se dejo vencer por las circunstancias pero se acabó. Juliette tenía razón, debía enfrentarme al Conde, recuperar mi teatro, enfrentarme al dolor que le provoque a Joshua y hacerle feliz desde lejos y sin pedir nada, ni siquiera su perdón.
Al día siguiente reuní todos mis ahorros, que eran bastantes a pesar de mi afición a la bebida de los últimos meses, tenía suficiente para volver a casa y empezar de cero. Necesitaba estabilidad. Me despedí de los Tallec antes de la boda de Juliette, meses más tarde recibiría una carta suya diciéndome que su marido estaba dispuesto a abrir una consulta para ella, me alegre mucho por ella.
Inicié el viaje de vuelta a casa, quizá el más difícil…
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
- Mensajes : 194
Fecha de inscripción : 11/10/2013
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
Luego de aquella tarde en el puerto, fui muriendo día a día. Kurt se había ido y no había sido lo suficientemente rápido y astuto para buscarle hasta por debajo de las piedras. Ni la maldición que había recaído en mí apenas abrí los ojos a la vida, me había valido para encontrarle. Quizás las cosas tenían que ser así y nuestros caminos jamás habían sido creados para coincidir. ¿Estábamos condenados al fracaso desde un principio? ¿Habíamos jugado con fuego, y nos quemamos?
Al paso de los días el Joshua "alegre y optimista" o al menos lo que quedaba de él, dejó de existir. Si bien no abandondé la compañía, porque tenía un deber para con mis compañeros, no me sentía pleno. Por el contrario una infinita tristeza me invadió, la vida dejó de tener sentido. Cada que ponía un pie arriba del escenario me olvidaba por algunos minutos de mi desgracia, pero apenas el telón cerraba, la triste figura volvía a hacer acto de aparición. Ya no hablaba con nadie, salvo conmigo mismo y mis pensamientos derrotistas repletos de sinsabores y frustraciones.
Cada que desmaquillaba mi cara frente al espejo durante las largas y extenuantes giras, aquellas ojeras se iban pronunciando cada vez más, mostrando al verdadero yo. Ya ni las constantes amenazas del conde (que básicamente constaban de delatarme ante la inquisición por ser homosexual) me importaban. Mucho menos cuando arrancó de mi cuello, aquella cadena con la cruz de plata, que prácticamente me quitó un peso de encima y me sentí un poco mejor, dando por terminada "nuestra relación". Una que solo existió en su pervertida cabeza y que nunca pudo consumar. Aunque sus palabras fueron terminantes: "Una vez acabada la gira, deberás irte". No discutí, pensaba hacerlo una vez terminara todo por voluntad propia. Toda la casa y la obra me recordaban a él, no era sano para mi, seguir martirizándome.
La madre de Kurt en cambio, se sintió mas unida a mi. Era una buena mujer y me apoyaba en todo lo que podía, pero eso sí, jamás le permití hablarme de su hijo, ya que sabía le escribía seguido. Era una herida que necesitaba sanar y el no tener noticias suyas era parte de todo. Así poco a poco me lo arrancaría del alma de una vez por todas.
Cuando la gira por París terminó luego de muchos meses que parecieron eternos, dieron por terminado mi contrato. Enrique me llamó a su despacho y prescindió de mi delante de todos mis compañeros, quienes habían sido llamados para presenciar el espectáculo. Era su última humillación y la gozó. Mas lo que hice fue despedirme de todos y cada uno de ellos, con un abrazo y una sonrisa, dandoles algunos pequeños consejos, ganandome un atronador aplauso de todos al terminar, haciéndome derramar algunas lágrimas de felicidad. Así fue como recogí todas y cada una de mis cosas y abandoné la casona.
De la madre de Kurt me despedí a medias. Porque había pactado con ella vernos de vez en cuando, pues ya le había tomado cariño. Le di mi nueva dirección por lo que se ofreciera y me retiré a mi nueva casa a las afueras de la ciudad. No era muy grande, pero con lo que había ganado durante la gira, había sido más que suficiente para tener algo propio que ya iría acondicionando conforme fuera ganando dinero. Así me mantendría ocupado para no pensar en él, quien seguramente ya habría conocido a alguien más. El tiempo era implacable y no perdonaba. Hacía ya casi siete meses desde su partida.
Al mes siguiente, había encontrado una nueva- aunque no desconocida- manera de ganar dinero en las plazoletas parisinas, abarrotadas de gente durante la noche. Había vuelto a tocar el violín y había logrado arrancarle el alma musical, volviéndome uno con él. En una de tantas noches tratando de ganarme el pan, fué que le conocí. Se había burlado descaradamente de mi escasa barba, y mi cabello alborotado: "Aunque te dejes la barba, sigues pareciendo un niño. Tus ojos verdes te delatan"
Se llamaba María, una chica rubia de nariz respingada de diesiocho años que trabajaba vendiendo flores, destapando ollín de las chimeneas, haciendo recados, cocinando pasteles... En fin, toda clase de labores. Era la hija mayor de un matrimonio de edad, quienes vivían o sobrevivían, vendiendo leche de cabra para tratar de alimentar a sus cuatro hijas. De inmediato hicimos una buena y bonita amistad. Nos estábamos convirtiendo en los mejores amigos, aunque yo sabía que no le era completamente desagradable, sus actitudes para conmigo la delataban pues toda ella era muy transparente.
Una de esas noches de violín (Le gustaba una pieza de mi propia autoria que llevaba por nombre: Ojos azules") me pidió que le hablara sobre "ella", situación que me pilló por sorpresa, pues nunca antes le comenté nada de mi pasado: "Eres muy obvio. No le pones un título así a una melodía, si no hay una mujer de por medio", como bien dije, era una señorita muy joven pero lista e intuitiva. Sabiendo que no iba a dejarme en paz hasta no sacarme la verdad, le conté todo, omitiendo claro, que era de un hombre de quien hablaba. Pareció molesta. Pero como bien dijo, ya era parte de mi pasado y debía seguir adelante. Lo que María no sabía, era que yo aún le amaba a pesar de todo. No podía arrancarme a Kurt Callahan por más intentos que hacía. Siempre y cuando menos me lo esperaba, me encontraba pensando en él.
Para cuando ella cumplió los diecinueve, que fue un mes posterior a mi confesión, me llevó de dia de campo a comer unos panecillos que ella misma había hecho. Lo pasamos muy bien, hablando de todo. Incluso dimos un paseo una vez recogimos el tendido. Entonces sentí que tomaba mi mano. Tuve el impulso de negarme y alejarla, pero ella apretó más. Me quedé callado, pero finalmente no la alejé. Se sentía extrañamente bien. No había nadie que nos estuviera juzgando. No me sentía observado, ni señalado por pecador. Me sentí normal... Si bien la mano que esperaba estrechar no era la de él, al menos había alguien que se preocupaba por mí. Que siempre estaba ahí para mí y no me defraudaría. Yo no le amaba, sino sentía un cariño fraterno por ella, algo especial, mas no amor.
Ella dejó de caminar y dijo mi nombre. Al girar mi rostro al de ella, se apresuró a besarme. Se prendó de mi cuello, e inmediatamente solté la canastilla, sorprendido. Era un acto dulce que no producía mucho sentimiento en mí, pero no quise negarle la felicidad de su primer beso (porque lo era) entonces me arrastró por la camisa a algunos arbustos y nos perdimos de la gente y de todo lo demás.
Luego de ese encuentro, María dio por hecho algo que nunca se dijo con palabras. Y yo no la saqué de su error. Estaba bien así para ella, aunque no tanto para mí. Simplemente me aferraba a la tranquilidad de su compañía. Aparentar ser como el común de la población era algo que posiblemente debía haber hecho desde un principio. Me hubiera ahorrado mucho dolor y sufrimiento. Aún lo sentía, desde luego, porque cada que ella me miraba, sus ojos me recordaban los de él. No estaba siendo honesto, ni justo ¿pero qué mas daba ya? Mientras ella fuera felíz.
Los meses volvieron a pasar, y todo parecía seguir en la normalidad, aunque ella seguía burlándose de mi barba, mientras yo tocaba el violín e iba recolectando las monedas mientras un grupo de chicos cantaban algunos villancicos. La navidad se acercaba ya...
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Al paso de los días el Joshua "alegre y optimista" o al menos lo que quedaba de él, dejó de existir. Si bien no abandondé la compañía, porque tenía un deber para con mis compañeros, no me sentía pleno. Por el contrario una infinita tristeza me invadió, la vida dejó de tener sentido. Cada que ponía un pie arriba del escenario me olvidaba por algunos minutos de mi desgracia, pero apenas el telón cerraba, la triste figura volvía a hacer acto de aparición. Ya no hablaba con nadie, salvo conmigo mismo y mis pensamientos derrotistas repletos de sinsabores y frustraciones.
Cada que desmaquillaba mi cara frente al espejo durante las largas y extenuantes giras, aquellas ojeras se iban pronunciando cada vez más, mostrando al verdadero yo. Ya ni las constantes amenazas del conde (que básicamente constaban de delatarme ante la inquisición por ser homosexual) me importaban. Mucho menos cuando arrancó de mi cuello, aquella cadena con la cruz de plata, que prácticamente me quitó un peso de encima y me sentí un poco mejor, dando por terminada "nuestra relación". Una que solo existió en su pervertida cabeza y que nunca pudo consumar. Aunque sus palabras fueron terminantes: "Una vez acabada la gira, deberás irte". No discutí, pensaba hacerlo una vez terminara todo por voluntad propia. Toda la casa y la obra me recordaban a él, no era sano para mi, seguir martirizándome.
La madre de Kurt en cambio, se sintió mas unida a mi. Era una buena mujer y me apoyaba en todo lo que podía, pero eso sí, jamás le permití hablarme de su hijo, ya que sabía le escribía seguido. Era una herida que necesitaba sanar y el no tener noticias suyas era parte de todo. Así poco a poco me lo arrancaría del alma de una vez por todas.
Cuando la gira por París terminó luego de muchos meses que parecieron eternos, dieron por terminado mi contrato. Enrique me llamó a su despacho y prescindió de mi delante de todos mis compañeros, quienes habían sido llamados para presenciar el espectáculo. Era su última humillación y la gozó. Mas lo que hice fue despedirme de todos y cada uno de ellos, con un abrazo y una sonrisa, dandoles algunos pequeños consejos, ganandome un atronador aplauso de todos al terminar, haciéndome derramar algunas lágrimas de felicidad. Así fue como recogí todas y cada una de mis cosas y abandoné la casona.
De la madre de Kurt me despedí a medias. Porque había pactado con ella vernos de vez en cuando, pues ya le había tomado cariño. Le di mi nueva dirección por lo que se ofreciera y me retiré a mi nueva casa a las afueras de la ciudad. No era muy grande, pero con lo que había ganado durante la gira, había sido más que suficiente para tener algo propio que ya iría acondicionando conforme fuera ganando dinero. Así me mantendría ocupado para no pensar en él, quien seguramente ya habría conocido a alguien más. El tiempo era implacable y no perdonaba. Hacía ya casi siete meses desde su partida.
Al mes siguiente, había encontrado una nueva- aunque no desconocida- manera de ganar dinero en las plazoletas parisinas, abarrotadas de gente durante la noche. Había vuelto a tocar el violín y había logrado arrancarle el alma musical, volviéndome uno con él. En una de tantas noches tratando de ganarme el pan, fué que le conocí. Se había burlado descaradamente de mi escasa barba, y mi cabello alborotado: "Aunque te dejes la barba, sigues pareciendo un niño. Tus ojos verdes te delatan"
Se llamaba María, una chica rubia de nariz respingada de diesiocho años que trabajaba vendiendo flores, destapando ollín de las chimeneas, haciendo recados, cocinando pasteles... En fin, toda clase de labores. Era la hija mayor de un matrimonio de edad, quienes vivían o sobrevivían, vendiendo leche de cabra para tratar de alimentar a sus cuatro hijas. De inmediato hicimos una buena y bonita amistad. Nos estábamos convirtiendo en los mejores amigos, aunque yo sabía que no le era completamente desagradable, sus actitudes para conmigo la delataban pues toda ella era muy transparente.
Una de esas noches de violín (Le gustaba una pieza de mi propia autoria que llevaba por nombre: Ojos azules") me pidió que le hablara sobre "ella", situación que me pilló por sorpresa, pues nunca antes le comenté nada de mi pasado: "Eres muy obvio. No le pones un título así a una melodía, si no hay una mujer de por medio", como bien dije, era una señorita muy joven pero lista e intuitiva. Sabiendo que no iba a dejarme en paz hasta no sacarme la verdad, le conté todo, omitiendo claro, que era de un hombre de quien hablaba. Pareció molesta. Pero como bien dijo, ya era parte de mi pasado y debía seguir adelante. Lo que María no sabía, era que yo aún le amaba a pesar de todo. No podía arrancarme a Kurt Callahan por más intentos que hacía. Siempre y cuando menos me lo esperaba, me encontraba pensando en él.
Para cuando ella cumplió los diecinueve, que fue un mes posterior a mi confesión, me llevó de dia de campo a comer unos panecillos que ella misma había hecho. Lo pasamos muy bien, hablando de todo. Incluso dimos un paseo una vez recogimos el tendido. Entonces sentí que tomaba mi mano. Tuve el impulso de negarme y alejarla, pero ella apretó más. Me quedé callado, pero finalmente no la alejé. Se sentía extrañamente bien. No había nadie que nos estuviera juzgando. No me sentía observado, ni señalado por pecador. Me sentí normal... Si bien la mano que esperaba estrechar no era la de él, al menos había alguien que se preocupaba por mí. Que siempre estaba ahí para mí y no me defraudaría. Yo no le amaba, sino sentía un cariño fraterno por ella, algo especial, mas no amor.
Ella dejó de caminar y dijo mi nombre. Al girar mi rostro al de ella, se apresuró a besarme. Se prendó de mi cuello, e inmediatamente solté la canastilla, sorprendido. Era un acto dulce que no producía mucho sentimiento en mí, pero no quise negarle la felicidad de su primer beso (porque lo era) entonces me arrastró por la camisa a algunos arbustos y nos perdimos de la gente y de todo lo demás.
Luego de ese encuentro, María dio por hecho algo que nunca se dijo con palabras. Y yo no la saqué de su error. Estaba bien así para ella, aunque no tanto para mí. Simplemente me aferraba a la tranquilidad de su compañía. Aparentar ser como el común de la población era algo que posiblemente debía haber hecho desde un principio. Me hubiera ahorrado mucho dolor y sufrimiento. Aún lo sentía, desde luego, porque cada que ella me miraba, sus ojos me recordaban los de él. No estaba siendo honesto, ni justo ¿pero qué mas daba ya? Mientras ella fuera felíz.
Los meses volvieron a pasar, y todo parecía seguir en la normalidad, aunque ella seguía burlándose de mi barba, mientras yo tocaba el violín e iba recolectando las monedas mientras un grupo de chicos cantaban algunos villancicos. La navidad se acercaba ya...
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Joshua Maloney- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 12/08/2013
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Re: - Destinos inciertos - / Kurt / +18
La señora Tallec lleno mi petate de ropa de abrigo y provisiones para todo el viaje, no sabía cómo agradecer tanta hospitalidad. Cuando les dije que me iría se sorprendieron y el señor Tallec no se lo tomo muy bien pero luego les explique que debía irme para ayudar a mi madre. En cierta forma era verdad, iría a ver qué había sido del teatro en mi ausencia y liberarla de esa carga.
En mi última carta le decía a mi madre que me quedaría unos meses más, quería llegar por sorpresa. El billete de vuelta fue más barato, aunque la caravana con la que iría no estaba en tan buenas condiciones como en la que había llegado a Roma. Los alojamientos eran peores, la comida escasa y la incomodidad más molesta, sin embargo el viaje se me hizo muy corto. Pronto estuvimos en los caminos que llevaban a Paris después de cruzar la frontera de los Alpes.
La nieve empezaba a caer cubriéndolo todo de un blanco puro que a la vista resultaba esponjoso pero que en las manos era tosco y helado. Agradecí la ropa de abrigo y la comida de la señora Tallec. Más de ocho días después podíamos ver las luces de la ciudad a lo lejos y los vapores que subían desde las fábricas hasta los cielos sin detenerse. Llegamos al día siguiente por la tarde y fui al único lugar al que aun podía llegar sin avisar.
Llame a la puerta de casa de mi madre, ella se quedo muda, me abrazo y me hizo pasar. Descanse toda la noche y al día siguiente me puso al día de todo lo que había pasado durante ese año en el desayuno.
Me contó que la gira fue agotadora y maravillosa, un gran éxito pero me dio dos malas noticias. Enrique había despedido a Joshua de una forma humillante cuando acabo la gira y también la había “echado amablemente” a ella aludiendo a que no pintaba nada allí porque yo me había marchado sin dar explicaciones. Natalia se quedo trabajando con él y con el resto de actores. Mentiría si dijese que no me esperaba algo así y tampoco podía culparles.
Había perdido mi compañía de teatro. Mi sueño de había escapado de mis manos después de haberlo acariciado. Eso en cierta forma me hundió y abandone la idea de ser escritor de teatro o de dedicarme a ese mundo por el resto de mis días como era mi plan. Mi madre al intuir lo que me pasaba se acerco a mí poniendo su mano sobre mi hombro.
-No te preocupes, solo es temporal…-me dio un beso en la cabeza- he visto a Joshua tocando en las plazas por la noche…en la plaza central suele ponerse junto a una tiendecita de chocolates
-Mamá yo…no…creo que sea buena idea ahora mismo
-No no...si solo lo comentaba..-sonrió- por cierto, si necesitas trabajo puedo conseguirte uno en el cabaret en el que trabajo
-Gracias, estaré pocos días aquí, me buscare un sitio donde vivir
-Puedes quedarte todo el tiempo que quieras
Estaba nervioso. Por un lado no me sentía preparado para ver a Joshua pero por otro necesitaba hacerlo, al fin y al cabo había vuelto por él. Mi madre pareció notarlo y me sugirió que diese una vuelta…bueno, en realidad me echo de casa con la excusa de que fuese a comprar cebollas al mercado. Fui fumándome un cigarro, dos, tres…puede que fuesen 6…
Para llegar al mercado tenía que pasar por la plaza principal. Tenía la sensación de que le vería pero no fue así. No estaba. Pase por otras plazas pero tampoco “puede que sea muy temprano” me dije y volví a casa con las cebollas.
Más tarde, con la excusa de encontrar un lugar donde vivir, volví a salir en busca de Josh. Me recorrí todas las plazas de París sin éxito y así durante tres días más hasta que el cuarto me quede hasta más tarde tomando un vino caliente cerca de la última plaza por la que estuve buscándole y escuche el sonido de un violín a lo lejos. Mi corazón empezó a palpitarme y empecé a sentir que me ahogaba. Me acerque poco a poco hasta la melodía que provenía desde el centro de la plaza, donde se arremolinaba un tumulto de gente que bailaba y cantaba.
Con mucho cuidado y cubriéndome la cara lo máximo posible con la bufanda y el abrigo me acerque lo suficiente como para poder verle. Estaba cambiado. Se había dejado barba y tenía el cabello un poco más largo que la última vez que le vi. Qué guapo estaba…
Me quedé escondido entre dos hombres más grandes que yo, mirándole, escuchando su música hasta que termino…una chica de cabellos salvajes y ojos azules paso con su cesta casi vacía de flores a recoger las monedas del público mientras Joshua guardaba su violín. Me quede un poco sorprendido, me extrañaba que Joshua tuviese una ayudante, él siempre era tímido y un tanto solitario. Pero cuando la gente empezó a marcharse y ella termino de recaudar lo entendí.
La chica de los cabellos salvajes se acerco a él, le dijo algo al oído y después se colgó de su cuello para darle un beso al que él respondió claro. No pude reaccionar, por unos segundos me había quedado sin los hombres que me escondían, rápidamente me di la vuelta y me fui a paso ligero del lugar sintiendo una presión en el pecho y algo extraño en el estomago, no sabía si eran celos, rabia, dolor, tristeza…puede que todo a la vez.
Cuando llegue a casa mi madre ya se había ido a trabajar, me senté en el sofá, que era mi cama ahora, y me quede allí fumando y fundiéndome las botellas de whisky que había encontrado por casa, recordándome que la posibilidad de que Joshua tuviese pareja era algo que ya me había planteado antes de volver y que había decidido que eso no me impediría seguir el consejo de Juliette pero…lo cierto es que era difícil no sentirme furioso y que la sangre me hirviese de celos.
Durante una semana solo pude pensar en aquella chica besando a Joshua, preguntándome porqué estaba con una mujer, dónde la había conocido ¿se habrían casado? Estaba perdiendo la cabeza. Por supuesto mi señora madre lo notó y me obligo a ir con ella al cabaret a trabajar. Era el chico de los recados, el que lavaba los platos, el que se ocupaba de limpiar los retretes y de hacer todo el trabajo sucio que nadie más quería hacer. No me importaba, me ayudaba a distraerme y el sueldo no era tan horrible…
Dos semanas y media después las tiendas empezaron a llenarse de muérdago y adornos en tonos rojos y dorados, pronto seria Noche Buena y algunas cosas habían cambiado durante esas semanas. Pude encontrar un lugar donde vivir cerca de la plaza donde Joshua tocaba a menudo, sí, por fin me había sosegado un poco y estaba dispuesto a cumplir lo que me había propuesto. Desde la ventana de mi habitación podía escuchar a lo lejos el violín limpio y animado que recordaba los villancicos a los mayores y enseñaba a los niños. Antes de entrar a trabajar me quedaba a escondidas a escuchar un par de canciones y enviaba a algún chico a dejar unas monedas en la cesta de la chica de ojos azules.
Después me metía en el cabaret a distraerme con el trabajo de la sonrisa que tenía Joshua mientras tocaba y de las caricias que aquella chica podía hacerle. Empezaba a acostumbrarme a esa rutina y no estaba tan mal, al menos sabía que Joshua estaba bien y que probablemente era feliz con aquella chica.
Mi madre iba a preparar una cena especial para Noche Buena, sería la primera que pasaríamos juntos en muchos años así que insistió en que fuese a cenar con ella. No pude negarme aunque mis planes eran quedarme en casa con una botella de ron o quizá en algún burdel, empezaba a necesitar la compañía de otra persona y ya no me sentía tan culpable al saber que Joshua también había rehecho su vida.
-Bienvenido hijo, pasa que la mesa ya está puesta, voy a ver cómo va el pavo
Mientras mi madre trasteaba en la cocina yo iba hacia el pequeño comedor que compartía espacio con el salón. La mesa era humilde pero cubierta por un mantel rojo con bordados dorados, había puesto la mesa para cuatro y eso me extraño.
-¿Has invitado a alguien más?-le pregunte desde el comedor y antes de que me contestase llamaron a la puerta
-abre por favor, estoy ocupada aquí- me dijo desde la cocina, supuse que serían las visitas y fui a abrir la puerta.
De todas las personas que podía esperarme ver al abrir la puerta, ellos fueron los últimos que me esperaba.
Me quedé mudo y pálido al ver a Joshua y a su novia cogidos del brazo frente a mí. No pude reaccionar y creo que Joshua tampoco. En ese momento llego mi madre apartándome con delicadeza de la puerta.
-Bienvenidos queridos, pasad por favor – le dio dos besos a la chica de ojos azules –María, me alegra que hayáis podido venir pasad pasad- así que se llamaba María…- Joshua hijo, ya te echaba de menos- le abrazo mientras María entraba y yo buscaba una forma de salir de allí.
Empecé a sentir que me faltaba el aire, mi madre cerró la puerta y llevo a la pareja hacia el comedor, era mi oportunidad de salir.
-Kurt, cariño, ven que necesito tu ayuda- me dijo desde el comedor pero yo había cogido mi abrigo y estaba a punto de salir por la puerta. Se apresuro a cogerme del brazo- deja el abrigo donde estaba, me prometiste que esta noche cenarías conmigo- me dijo en tono bajo para que no se escuchase
-Eso fue antes de saber que les habías invitado, ¿Por qué lo has hecho?
-Ven conmigo ahora- me obligo a entrar de nuevo y me arrastro hasta el comedor – Kurt, ella es María, la pareja de Joshua y bueno a Joshua ya le conoces, por favor siéntate mientras traigo el pavo que ya está listo – se fue a la cocina y yo me quede ahí como una estatua.
María se acerco a mí con una sonrisa y me dio dos besos – así que tú eres el hijo de la señora Callahan, te imaginaba diferente.
-Espero que no haya sido una decepción
-Oh no para nada, no quería decir eso
-Sentaros ya jóvenes, mirad este pavo…-sin duda el pavo que había sacado mi madre de la cocina tenía una pinta impresionante pero yo solo podía pensar en controlar el temblor de mis manos y las ganas que tenía de salir del allí. Pero finalmente me senté en mi lugar, presidiendo la mesa, con mi madre en el lado izquierdo y a Joshua en el derecho. Le mire de reojo y estaba convencido de que él se sentía tan incomodo como yo, pero ninguno de los dos podíamos escapar.
En mi última carta le decía a mi madre que me quedaría unos meses más, quería llegar por sorpresa. El billete de vuelta fue más barato, aunque la caravana con la que iría no estaba en tan buenas condiciones como en la que había llegado a Roma. Los alojamientos eran peores, la comida escasa y la incomodidad más molesta, sin embargo el viaje se me hizo muy corto. Pronto estuvimos en los caminos que llevaban a Paris después de cruzar la frontera de los Alpes.
La nieve empezaba a caer cubriéndolo todo de un blanco puro que a la vista resultaba esponjoso pero que en las manos era tosco y helado. Agradecí la ropa de abrigo y la comida de la señora Tallec. Más de ocho días después podíamos ver las luces de la ciudad a lo lejos y los vapores que subían desde las fábricas hasta los cielos sin detenerse. Llegamos al día siguiente por la tarde y fui al único lugar al que aun podía llegar sin avisar.
Llame a la puerta de casa de mi madre, ella se quedo muda, me abrazo y me hizo pasar. Descanse toda la noche y al día siguiente me puso al día de todo lo que había pasado durante ese año en el desayuno.
Me contó que la gira fue agotadora y maravillosa, un gran éxito pero me dio dos malas noticias. Enrique había despedido a Joshua de una forma humillante cuando acabo la gira y también la había “echado amablemente” a ella aludiendo a que no pintaba nada allí porque yo me había marchado sin dar explicaciones. Natalia se quedo trabajando con él y con el resto de actores. Mentiría si dijese que no me esperaba algo así y tampoco podía culparles.
Había perdido mi compañía de teatro. Mi sueño de había escapado de mis manos después de haberlo acariciado. Eso en cierta forma me hundió y abandone la idea de ser escritor de teatro o de dedicarme a ese mundo por el resto de mis días como era mi plan. Mi madre al intuir lo que me pasaba se acerco a mí poniendo su mano sobre mi hombro.
-No te preocupes, solo es temporal…-me dio un beso en la cabeza- he visto a Joshua tocando en las plazas por la noche…en la plaza central suele ponerse junto a una tiendecita de chocolates
-Mamá yo…no…creo que sea buena idea ahora mismo
-No no...si solo lo comentaba..-sonrió- por cierto, si necesitas trabajo puedo conseguirte uno en el cabaret en el que trabajo
-Gracias, estaré pocos días aquí, me buscare un sitio donde vivir
-Puedes quedarte todo el tiempo que quieras
Estaba nervioso. Por un lado no me sentía preparado para ver a Joshua pero por otro necesitaba hacerlo, al fin y al cabo había vuelto por él. Mi madre pareció notarlo y me sugirió que diese una vuelta…bueno, en realidad me echo de casa con la excusa de que fuese a comprar cebollas al mercado. Fui fumándome un cigarro, dos, tres…puede que fuesen 6…
Para llegar al mercado tenía que pasar por la plaza principal. Tenía la sensación de que le vería pero no fue así. No estaba. Pase por otras plazas pero tampoco “puede que sea muy temprano” me dije y volví a casa con las cebollas.
Más tarde, con la excusa de encontrar un lugar donde vivir, volví a salir en busca de Josh. Me recorrí todas las plazas de París sin éxito y así durante tres días más hasta que el cuarto me quede hasta más tarde tomando un vino caliente cerca de la última plaza por la que estuve buscándole y escuche el sonido de un violín a lo lejos. Mi corazón empezó a palpitarme y empecé a sentir que me ahogaba. Me acerque poco a poco hasta la melodía que provenía desde el centro de la plaza, donde se arremolinaba un tumulto de gente que bailaba y cantaba.
Con mucho cuidado y cubriéndome la cara lo máximo posible con la bufanda y el abrigo me acerque lo suficiente como para poder verle. Estaba cambiado. Se había dejado barba y tenía el cabello un poco más largo que la última vez que le vi. Qué guapo estaba…
Me quedé escondido entre dos hombres más grandes que yo, mirándole, escuchando su música hasta que termino…una chica de cabellos salvajes y ojos azules paso con su cesta casi vacía de flores a recoger las monedas del público mientras Joshua guardaba su violín. Me quede un poco sorprendido, me extrañaba que Joshua tuviese una ayudante, él siempre era tímido y un tanto solitario. Pero cuando la gente empezó a marcharse y ella termino de recaudar lo entendí.
La chica de los cabellos salvajes se acerco a él, le dijo algo al oído y después se colgó de su cuello para darle un beso al que él respondió claro. No pude reaccionar, por unos segundos me había quedado sin los hombres que me escondían, rápidamente me di la vuelta y me fui a paso ligero del lugar sintiendo una presión en el pecho y algo extraño en el estomago, no sabía si eran celos, rabia, dolor, tristeza…puede que todo a la vez.
Cuando llegue a casa mi madre ya se había ido a trabajar, me senté en el sofá, que era mi cama ahora, y me quede allí fumando y fundiéndome las botellas de whisky que había encontrado por casa, recordándome que la posibilidad de que Joshua tuviese pareja era algo que ya me había planteado antes de volver y que había decidido que eso no me impediría seguir el consejo de Juliette pero…lo cierto es que era difícil no sentirme furioso y que la sangre me hirviese de celos.
Durante una semana solo pude pensar en aquella chica besando a Joshua, preguntándome porqué estaba con una mujer, dónde la había conocido ¿se habrían casado? Estaba perdiendo la cabeza. Por supuesto mi señora madre lo notó y me obligo a ir con ella al cabaret a trabajar. Era el chico de los recados, el que lavaba los platos, el que se ocupaba de limpiar los retretes y de hacer todo el trabajo sucio que nadie más quería hacer. No me importaba, me ayudaba a distraerme y el sueldo no era tan horrible…
Dos semanas y media después las tiendas empezaron a llenarse de muérdago y adornos en tonos rojos y dorados, pronto seria Noche Buena y algunas cosas habían cambiado durante esas semanas. Pude encontrar un lugar donde vivir cerca de la plaza donde Joshua tocaba a menudo, sí, por fin me había sosegado un poco y estaba dispuesto a cumplir lo que me había propuesto. Desde la ventana de mi habitación podía escuchar a lo lejos el violín limpio y animado que recordaba los villancicos a los mayores y enseñaba a los niños. Antes de entrar a trabajar me quedaba a escondidas a escuchar un par de canciones y enviaba a algún chico a dejar unas monedas en la cesta de la chica de ojos azules.
Después me metía en el cabaret a distraerme con el trabajo de la sonrisa que tenía Joshua mientras tocaba y de las caricias que aquella chica podía hacerle. Empezaba a acostumbrarme a esa rutina y no estaba tan mal, al menos sabía que Joshua estaba bien y que probablemente era feliz con aquella chica.
Mi madre iba a preparar una cena especial para Noche Buena, sería la primera que pasaríamos juntos en muchos años así que insistió en que fuese a cenar con ella. No pude negarme aunque mis planes eran quedarme en casa con una botella de ron o quizá en algún burdel, empezaba a necesitar la compañía de otra persona y ya no me sentía tan culpable al saber que Joshua también había rehecho su vida.
-Bienvenido hijo, pasa que la mesa ya está puesta, voy a ver cómo va el pavo
Mientras mi madre trasteaba en la cocina yo iba hacia el pequeño comedor que compartía espacio con el salón. La mesa era humilde pero cubierta por un mantel rojo con bordados dorados, había puesto la mesa para cuatro y eso me extraño.
-¿Has invitado a alguien más?-le pregunte desde el comedor y antes de que me contestase llamaron a la puerta
-abre por favor, estoy ocupada aquí- me dijo desde la cocina, supuse que serían las visitas y fui a abrir la puerta.
De todas las personas que podía esperarme ver al abrir la puerta, ellos fueron los últimos que me esperaba.
Me quedé mudo y pálido al ver a Joshua y a su novia cogidos del brazo frente a mí. No pude reaccionar y creo que Joshua tampoco. En ese momento llego mi madre apartándome con delicadeza de la puerta.
-Bienvenidos queridos, pasad por favor – le dio dos besos a la chica de ojos azules –María, me alegra que hayáis podido venir pasad pasad- así que se llamaba María…- Joshua hijo, ya te echaba de menos- le abrazo mientras María entraba y yo buscaba una forma de salir de allí.
Empecé a sentir que me faltaba el aire, mi madre cerró la puerta y llevo a la pareja hacia el comedor, era mi oportunidad de salir.
-Kurt, cariño, ven que necesito tu ayuda- me dijo desde el comedor pero yo había cogido mi abrigo y estaba a punto de salir por la puerta. Se apresuro a cogerme del brazo- deja el abrigo donde estaba, me prometiste que esta noche cenarías conmigo- me dijo en tono bajo para que no se escuchase
-Eso fue antes de saber que les habías invitado, ¿Por qué lo has hecho?
-Ven conmigo ahora- me obligo a entrar de nuevo y me arrastro hasta el comedor – Kurt, ella es María, la pareja de Joshua y bueno a Joshua ya le conoces, por favor siéntate mientras traigo el pavo que ya está listo – se fue a la cocina y yo me quede ahí como una estatua.
María se acerco a mí con una sonrisa y me dio dos besos – así que tú eres el hijo de la señora Callahan, te imaginaba diferente.
-Espero que no haya sido una decepción
-Oh no para nada, no quería decir eso
-Sentaros ya jóvenes, mirad este pavo…-sin duda el pavo que había sacado mi madre de la cocina tenía una pinta impresionante pero yo solo podía pensar en controlar el temblor de mis manos y las ganas que tenía de salir del allí. Pero finalmente me senté en mi lugar, presidiendo la mesa, con mi madre en el lado izquierdo y a Joshua en el derecho. Le mire de reojo y estaba convencido de que él se sentía tan incomodo como yo, pero ninguno de los dos podíamos escapar.
Kurt Callahan- Humano Clase Baja
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