AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
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La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Recuerdo del primer mensaje :
De todo lo que he saboreado…
Nada es más sabroso que tu cuerpo, tus labios.
El criado del brujo, quien no tenía nada que ver con tal, le ayudó a al menos tener algún que otro vestido para cambiarse y así poder alternarlos. Ya había desayunado, un poco de café y alguna pieza de fruta, tampoco necesitaba más hasta la hora de comer…ya sería entonces cuando arrasaría con parte de los platos en la mesa. La primera clase era la más importante y por ello, quería estar de lo más preparada. Antes de empezar, le mostraría su “talento”, ¿de qué manera? Disponiendo en la mesa con sumo cuidado todas y cada una de las especias, hierbas, ungüentos, esencias y un sinfín de cosas que solo ella tenía constancia de para qué servían y lo que eran.
Desde su posición, sonrió ampliamente al ver el amplio abanico que podía ofrecer y enseñar al brujo. Se preguntó incontables veces, si fue capaz de todo eso que le había mostrado en el callejón, lo de la alfombra y demás… ¿qué más secretos guardaba aquel hombre? Era un misterio y un gran descubrimiento por su parte. ¿Quién iba a pensar que aquel joven podía ser un brujo negro? O como bien lo llamaba ella, un brujo del mal. Rió por lo bajo al recordar el apodo con el que le había bautizado, le venía como anillo al dedo.
-Para la fiebre, centaura… cornejo… perfecto -murmuró por lo bajo, llevándose una de las flores color violeta para olerla.. No iba a empezar hasta que él hiciese acto de presencia y… como viese su mesa en la que trabajaba llena de potingues e hierbas de ella… seguramente pondría el grito en el cielo. -Centinodia para el estómago … y ¿cuántas clases hay? Ah bien, perfecto -lo iba apuntando todo en su pequeño cuaderno, algo así como una especie de inventario.
Oyó pasos, supo de quién se trataba al instante. Fritz era más sigiloso, como si caminase de puntillas y así no molestar. Sonrió de espaldas a él, acababa de terminar de apuntar todo y así al menos, la próxima vez que fuese a la tienda o… mejor, sondease los callejones en donde vendían de exportación…podría saber con lo que contaba y le faltaba. Se llevó a los labios la pluma, acariciando éstos de lo más pensativa, la pluma le hacía cosquillas.
-Buenos días, señor Tisdale -dijo lo suficientemente alto, giró el rostro, quedando de perfil y recorrerlo con la mirada, imposible no hacerlo. El muy canalla era atractivo y ella no era estúpida, sonrió traviesa al recordar fugazmente lo que ocurrió anoche y ya solo con eso, se distrajo lo suficiente, tanto… que suspiró por lo bajo intentando no gemir, ella era así de expresiva. No había dejado de acariciarse los labios con los finos y suaves cabellos de la pluma, tomando alguno con los dientes -Estas son todas mis hierbas, especias, esencias…y cosas que se escapan de la sabiduría humana porque es mejor no saber -
Tomó impulso y se sentó en el borde de la mesa, ahora sí, mirándole intensamente con sus orbes azules como el mismo cielo. Pensativa, guió la mano de la pluma hasta el brujo y la deslizó por su frente , bajando por su nariz y acabar rozando sus labios, aquellos que había mordido infinidad de veces durante toda la noche y provocó que ella, se mordiese el inferior.
-¿Empezamos con la primera clase? Cogeré apuntes… como buena ayudante aplicada -más que dispuesta, lo miró fijamente a los ojos, estaba deseando empezar.
De todo lo que he saboreado…
Nada es más sabroso que tu cuerpo, tus labios.
El criado del brujo, quien no tenía nada que ver con tal, le ayudó a al menos tener algún que otro vestido para cambiarse y así poder alternarlos. Ya había desayunado, un poco de café y alguna pieza de fruta, tampoco necesitaba más hasta la hora de comer…ya sería entonces cuando arrasaría con parte de los platos en la mesa. La primera clase era la más importante y por ello, quería estar de lo más preparada. Antes de empezar, le mostraría su “talento”, ¿de qué manera? Disponiendo en la mesa con sumo cuidado todas y cada una de las especias, hierbas, ungüentos, esencias y un sinfín de cosas que solo ella tenía constancia de para qué servían y lo que eran.
Desde su posición, sonrió ampliamente al ver el amplio abanico que podía ofrecer y enseñar al brujo. Se preguntó incontables veces, si fue capaz de todo eso que le había mostrado en el callejón, lo de la alfombra y demás… ¿qué más secretos guardaba aquel hombre? Era un misterio y un gran descubrimiento por su parte. ¿Quién iba a pensar que aquel joven podía ser un brujo negro? O como bien lo llamaba ella, un brujo del mal. Rió por lo bajo al recordar el apodo con el que le había bautizado, le venía como anillo al dedo.
-Para la fiebre, centaura… cornejo… perfecto -murmuró por lo bajo, llevándose una de las flores color violeta para olerla.. No iba a empezar hasta que él hiciese acto de presencia y… como viese su mesa en la que trabajaba llena de potingues e hierbas de ella… seguramente pondría el grito en el cielo. -Centinodia para el estómago … y ¿cuántas clases hay? Ah bien, perfecto -lo iba apuntando todo en su pequeño cuaderno, algo así como una especie de inventario.
Oyó pasos, supo de quién se trataba al instante. Fritz era más sigiloso, como si caminase de puntillas y así no molestar. Sonrió de espaldas a él, acababa de terminar de apuntar todo y así al menos, la próxima vez que fuese a la tienda o… mejor, sondease los callejones en donde vendían de exportación…podría saber con lo que contaba y le faltaba. Se llevó a los labios la pluma, acariciando éstos de lo más pensativa, la pluma le hacía cosquillas.
-Buenos días, señor Tisdale -dijo lo suficientemente alto, giró el rostro, quedando de perfil y recorrerlo con la mirada, imposible no hacerlo. El muy canalla era atractivo y ella no era estúpida, sonrió traviesa al recordar fugazmente lo que ocurrió anoche y ya solo con eso, se distrajo lo suficiente, tanto… que suspiró por lo bajo intentando no gemir, ella era así de expresiva. No había dejado de acariciarse los labios con los finos y suaves cabellos de la pluma, tomando alguno con los dientes -Estas son todas mis hierbas, especias, esencias…y cosas que se escapan de la sabiduría humana porque es mejor no saber -
Tomó impulso y se sentó en el borde de la mesa, ahora sí, mirándole intensamente con sus orbes azules como el mismo cielo. Pensativa, guió la mano de la pluma hasta el brujo y la deslizó por su frente , bajando por su nariz y acabar rozando sus labios, aquellos que había mordido infinidad de veces durante toda la noche y provocó que ella, se mordiese el inferior.
-¿Empezamos con la primera clase? Cogeré apuntes… como buena ayudante aplicada -más que dispuesta, lo miró fijamente a los ojos, estaba deseando empezar.
Última edición por Gaïa Goncourt el Vie Feb 10, 2017 5:04 pm, editado 1 vez
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 112
Fecha de inscripción : 13/01/2016
Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
El dolor es el mínimo precio que pagar para vencer.
Le dolía cada rincón de su cuerpo pero no le importaba en absoluto. Sus ojos azules no se cerraron ni un instante, tampoco manifestó sus dolencias. Seguía allí, dispuesta a todo aún estando en una cama. Esa chica no tenía fin y menos se rendía, se lo estaba dejando claro a cada paso que daban. Sus conocimientos se iban ampliando poco a poco, aún le quedaba mucho por aprender, muchísimo…era un hecho. nunca se dejaba de aprender en la vida y fuera de ésta, la magia era un interrogante y el que se existiese… le llevaba a un sinfín de caminos y todos debía de recorrerlos.
Otro interrogante, ella y sus conocimientos. Claro que pensó en ganarse la vida con sus conocimientos o mejor, vivir de ello de otra forma que no fuese tan peligroso como tacharle cual bruja. Siempre quiso tener su propio negocio, con sus esencias, sus remedios y ser más que una simple “curandera”. Si le contaba algo sobre eso, seguramente terminaría burlándose o un “es poca cosa” “no tienes futuro” pero aún no pudo reprimirse la respuesta.
-Por eso vendo mis remedios, curo a las personas que acuden a mí. No solo sé de especias e hierbas, pociones… mis manos saben dónde tocar, qué presionar y poder aliviar dolores, tensiones y sufrimiento… que tenga que ver con el dolor. Hago magia, señor Tisdale pero con las manos… no necesito ningún poder -suspiró, buscando su mirada y lanzarle aquella pregunta que dudaba obtuviese respuesta pero… no estaba tan bien encaminada, algo le dijo de él aunque…ya se hubiese hecho una idea.
Abrió los ojos, como si se sorprendiese que era de alta cuna. Un Conde nada más y nada menos. Y mantuvo el silencio, él lo tenía todo y ¿ella? las ganas de aprender y superarse. Él…fuerte y decidido, con poder ¿qué más necesitaba ese hombre? Nada, lo tendría todo y sin querer, la pregunta se le escapó de los labios.
-Si lo tienes todo… ¿qué te hace falta? Tienes poder, una enorme casa, un buen apellido… eres atractivo, cualquier mujer se quedaría prendada de ti y vale, sé que tú y el contacto físico no es que sea tu agrado ni tu fuerte y te entiendo -creía estar demasiado cerca, así que reculó lo justo para mantener las distancias, aún así… nunca lo había tenido tan cerca como ese momento.
El momento en el que se lo dieron todo, aún recordarlo se le erizaba la piel, le había gustado, fue divertido y desde que las cosas quedaron claras, se había centrado simplemente en su saber. Nada más. inevitable que lo mirase intensamente, le gustaba mucho, demasiado y eso no iba a ser problema, así que lo evitaría y como siempre… iba a ser todo lo sincera que él conocía de ella.
-Que esté medio impedida no quiere decir que no te desee, te haría cualquier cosa. No tengo la culpa, tú tampoco pero es inevitable… -su aura cambió y él, pudo notarlo -No me gustan las personas, tampoco que estén tan cerca pero qué quieres que te diga… contigo no es lo mismo. Llámalo atracción, lo que quieras… pero tranquilo que no me he enamorado, te lo diré y repetiré tantas veces como sean necesarias. -suspiró, quedando boca arriba, quizás lo que diría a continuación sería un pensamiento compartido -Yo no puedo enamorarme, eso del amor no es para mí, sería ser vulnerable y si quiero ser poderosa… esa persona sería mi talón de Aquiles. Tampoco pretendo casarme nunca aunque mis hermanos no busquen otra cosa… les escribí, les dije que todo marchaba bien y ya le diría cuando es la boda. Un engaño que de momento, me mantiene tranquila y vale, todo esto te importa nada… -rió, buscando su mirada y guiñarle un ojo cómplice -Y ¿Tú tienes que casarte? Por la herencia, los hijos y eso…supongo que no cuando vives como quieres -boom, quizás no debió preguntar sobre eso.
Le dolía cada rincón de su cuerpo pero no le importaba en absoluto. Sus ojos azules no se cerraron ni un instante, tampoco manifestó sus dolencias. Seguía allí, dispuesta a todo aún estando en una cama. Esa chica no tenía fin y menos se rendía, se lo estaba dejando claro a cada paso que daban. Sus conocimientos se iban ampliando poco a poco, aún le quedaba mucho por aprender, muchísimo…era un hecho. nunca se dejaba de aprender en la vida y fuera de ésta, la magia era un interrogante y el que se existiese… le llevaba a un sinfín de caminos y todos debía de recorrerlos.
Otro interrogante, ella y sus conocimientos. Claro que pensó en ganarse la vida con sus conocimientos o mejor, vivir de ello de otra forma que no fuese tan peligroso como tacharle cual bruja. Siempre quiso tener su propio negocio, con sus esencias, sus remedios y ser más que una simple “curandera”. Si le contaba algo sobre eso, seguramente terminaría burlándose o un “es poca cosa” “no tienes futuro” pero aún no pudo reprimirse la respuesta.
-Por eso vendo mis remedios, curo a las personas que acuden a mí. No solo sé de especias e hierbas, pociones… mis manos saben dónde tocar, qué presionar y poder aliviar dolores, tensiones y sufrimiento… que tenga que ver con el dolor. Hago magia, señor Tisdale pero con las manos… no necesito ningún poder -suspiró, buscando su mirada y lanzarle aquella pregunta que dudaba obtuviese respuesta pero… no estaba tan bien encaminada, algo le dijo de él aunque…ya se hubiese hecho una idea.
Abrió los ojos, como si se sorprendiese que era de alta cuna. Un Conde nada más y nada menos. Y mantuvo el silencio, él lo tenía todo y ¿ella? las ganas de aprender y superarse. Él…fuerte y decidido, con poder ¿qué más necesitaba ese hombre? Nada, lo tendría todo y sin querer, la pregunta se le escapó de los labios.
-Si lo tienes todo… ¿qué te hace falta? Tienes poder, una enorme casa, un buen apellido… eres atractivo, cualquier mujer se quedaría prendada de ti y vale, sé que tú y el contacto físico no es que sea tu agrado ni tu fuerte y te entiendo -creía estar demasiado cerca, así que reculó lo justo para mantener las distancias, aún así… nunca lo había tenido tan cerca como ese momento.
El momento en el que se lo dieron todo, aún recordarlo se le erizaba la piel, le había gustado, fue divertido y desde que las cosas quedaron claras, se había centrado simplemente en su saber. Nada más. inevitable que lo mirase intensamente, le gustaba mucho, demasiado y eso no iba a ser problema, así que lo evitaría y como siempre… iba a ser todo lo sincera que él conocía de ella.
-Que esté medio impedida no quiere decir que no te desee, te haría cualquier cosa. No tengo la culpa, tú tampoco pero es inevitable… -su aura cambió y él, pudo notarlo -No me gustan las personas, tampoco que estén tan cerca pero qué quieres que te diga… contigo no es lo mismo. Llámalo atracción, lo que quieras… pero tranquilo que no me he enamorado, te lo diré y repetiré tantas veces como sean necesarias. -suspiró, quedando boca arriba, quizás lo que diría a continuación sería un pensamiento compartido -Yo no puedo enamorarme, eso del amor no es para mí, sería ser vulnerable y si quiero ser poderosa… esa persona sería mi talón de Aquiles. Tampoco pretendo casarme nunca aunque mis hermanos no busquen otra cosa… les escribí, les dije que todo marchaba bien y ya le diría cuando es la boda. Un engaño que de momento, me mantiene tranquila y vale, todo esto te importa nada… -rió, buscando su mirada y guiñarle un ojo cómplice -Y ¿Tú tienes que casarte? Por la herencia, los hijos y eso…supongo que no cuando vives como quieres -boom, quizás no debió preguntar sobre eso.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 112
Fecha de inscripción : 13/01/2016
Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Nunca nada es fácil, encontrarás obstáculos en tú camino, pero llegarás al final
Había escuchado y visto también de gente que tenía ciertos conocimientos médicos que, sin magia alguna, podían curar los dolores de las personas. Conocía a una mujer, entrada ya en años, que atendía a pacientes con dolores graves y salían de allí como nuevos… y todo eso, sin magia de por medio. Así que sabía perfectamente de lo que ella me estaba hablando, eran curanderas, personas que se dedicaban a ayudar a los demás –algunos de forma desinteresada- sin magia de por medio, a través de sus conocimientos del cuerpo humano y de especies, hierbas y plantas.
Si ella también sabía hacer eso podría ganarse la vida ayudando a las demás personas, por lo que en realidad, no entendía por qué decía que no tenía un sitio donde quedarse… si vivía de sus conocimientos, le iba a ser suficiente. Si le añadías, además, que sabía también de especias para alimentos… no entendía por qué había estado viviendo en la calle. Era algo que me desconcertaba, puesto que tenía cualidades que podía utilizar para tener una vida mejor.
-Eres una curandera, he visto a gente que cura a las personas solamente con sus manos sin magia de por medio, sé lo que es –la miré con una sonrisa divertida en mis labios- no tienen magia pero tampoco les hace falta. Solamente tienen que tener conocimientos sobre el cuerpo humano y ya es suficiente para aliviar los dolores. Es algo muy diferente que utilizar hechizos de curación. Pero para lo que tú quieres, sí que necesitas poder. Así que aún te queda mucho camino por delante –acababa de empezar, el primer paso estaba dado, pero aún le quedaban muchísimos más.
Suspiré ante sus siguientes palabras… podría ser que la gente, al saber que era Conde, pensaran que ya lo tenía todo en la vida, que por el título que ostentaba ya no necesitaba nada más… pero yo no era como las personas normales y corrientes. Si fuera por mí no ostentaría el título, pero era algo que no podía negar a tener, y claro que había cosas que me faltaban… como por ejemplo, cierto objeto que me tenía de cabeza durante mucho tiempo y el cual quería recuperar a toda costa.
-No me importa el título de Conde, es algo que tengo que llevar por obligación aunque la gente se piense lo contrario. No suelo decir que soy Conde de Escocia, si tengo el título, es porque mi padre lo dejó todo preparado antes de su muerte… y no pude negarme –no era como si tuviera un hermano para que él ocupara aquel puesto, tenía que llevarlo yo me gustara o no. Me reí ante lo de las mujeres- ¿Celosa, madre tierra? Soy irresistible, ¿qué le vamos a hacer? cualquier mujer que se precie caería ante mí, como caíste tú, y como cayeron muchas más –la miré de forma fija ante sus últimas palabras viendo como se separaba un poco, resultándome hasta gracioso aquello… ahora se alejaba cuando siempre se había estado acercando- Ya te dije que mientras estuviera impartiéndote las lecciones será lo único en lo que deberíamos de centrarnos… fuera de ello ni yo sé exactamente lo que podría pasar. Porque lo sabes tú, y lo sé yo. No voy a ser tan estúpido como para negarte algo que es obvio –me refería, por supuesto, a la atracción que había entre nosotros. Se veía a la legua- Y más te vale no enamorarte de mí Gaïa, porque te aseguro que no obtendrás lo mismo por mí parte… jamás. Como has dicho el amor es una debilidad que, los fuertes, no se pueden permitir… así que yo no quiero tener una debilidad en mí vida y que la gente pueda utilizarla en mí contra, no es algo que esté dispuesto a asumir y sería un dolor de cabeza insoportable. –Me mordí el labio e hice una leve pausa- Espero que tú tapadera sea lo suficientemente estable el tiempo que estés aquí, porque si pasara lo contrario y te descubrieran… no cuentes conmigo para que te ayude –le dije, porque llegado el caso, incluso podría pasar– Como bien has dicho vivo como quiero, así que eso responde bastante a tú pregunta. Pero dejemos de hablar de mí, ¿por qué quieres aprender a utilizar la magia, Gaïa? Cuéntame, ¿qué es lo que quieres hacer cuando sepas controlarla? La magia no es algo que se deba de tomar a la ligera.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Fecha de inscripción : 16/12/2015
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
No juegues conmigo, soy peor que el fuego.
Todo lo que volvía a decirle lo sabía. Sus poderes no tenían nada que ver con la magia y aún así, eran mucho más poderosos que algunas pociones elaborados por brujos. Suspiró largamente, le dolía el cuerpo pero era soportable, el líquido ámbar era un gran aliciente para el cuerpo. Le había recuperado en apenas minutos, mañana al despertar al menos podría levantarse. No, no iba a pedirle ayuda a él. Sabía perfectamente que los brujos curaban pero si lo hacía, se señalaría como débil y eso jamás iba a permitirlo.
-Los pocos ahorros que tengo los conseguí vendiendo mis remedios. Y ya sé que te preguntarás muchas cosas que jamás me preguntarías pero quién sabe si te las diga… o te importe -enarcó una ceja, mirándole de reojo de lo más divertida. Aquellos dos tenían una relación extraña, en momentos no se soportaban y otros básicamente parecían no poder estar sin la presencia del otro. La atracción era innegable, cuando sus orbes se encontraban saltaban chispas entre sí.
No quitaba que aquel brujo fuese un prepotente y un maldito engreído ¿celosa decía? Oh vamos, si tuviese que estar celosa de alguien sería de su propia persona, no de un niño rico que tuvo la gracia y la suerte de nacer en una casa importante, heredando poderes que más quisiera cualquiera…sobre todo, ella misma. Conoció la magia en sus reuniones clandestinas, por brujos de clase baja que mostraban su arte sin nada a cambio. Apenas era una niña, una niña que no debió de conocer ese mundo y menos involucrarse en el de alguna forma.
No pudo evitarlo. La risa de la joven, resonó en toda la casa y eso que era enorme. ¿ENAMORARSE? Oh vamos, menos de él. No por nada, él era el claro ejemplo de lo que no debía , menos cometer aquel acto de locura. El amor. El amor no servía para otra cosa que escribir sobre él. Puro cuento , patraña y fantasía. Como cualquier niña leyó cuentos, todos acababan igual. Ella, tan madura que fue desde temprana edad, no sería tan estúpida de enamorarse de alguien y menos de una persona que ni la correspondería, ni le daría aquello que necesitaba ¿cómo iba a saberlo?
-Enamorarme de ti dices. No, gracias. Sería mi ruina, mi propia muerte ¿es que todas se enamoran de ti no? por eso no permanecen demasiado en un mismo lugar. No vas a tener ese problema contigo. Si me enamorase, no sería de ti…eres demasiado complicado aunque en la cama seas un demonio -rió de lo más divertida, acercándose y enfadarlo un tanto. Una de sus manos la pasó por su pecho, aún con la ropa -¿Lo sientes, Logan? Para mí no eres el señor Tisdale el Conde, solo un brujo prepotente, guapo…capaz de conseguir cualquier cosa…pero algo te falta ¿cierto? Noto tu anhelo a veces, no leo tu aura… -sonrió de medio lado, dejando la palma en su vientre y hacer cierta presión en el lugar.
-Puedo ayudarte, no me refiero a… a ver, a eso ya comprobaste que sí pero me refiero ¿hay algo en lo que pueda serte útil? Mañana…ahora no puedo ni moverme, bueno, sí que puedo…¿quieres comprobarlo? Ahora no estamos en las clases -sonrió de medio lado insinuante, mostrando la cara de la atracción y la de ayudante…eso siempre.
-Quiero perfeccionar mi don, para eso deseo hacer uso y conocer la magia...ahora solo falta seguir mi camino... no rendirme y sé que tú me ayudarás
Todo lo que volvía a decirle lo sabía. Sus poderes no tenían nada que ver con la magia y aún así, eran mucho más poderosos que algunas pociones elaborados por brujos. Suspiró largamente, le dolía el cuerpo pero era soportable, el líquido ámbar era un gran aliciente para el cuerpo. Le había recuperado en apenas minutos, mañana al despertar al menos podría levantarse. No, no iba a pedirle ayuda a él. Sabía perfectamente que los brujos curaban pero si lo hacía, se señalaría como débil y eso jamás iba a permitirlo.
-Los pocos ahorros que tengo los conseguí vendiendo mis remedios. Y ya sé que te preguntarás muchas cosas que jamás me preguntarías pero quién sabe si te las diga… o te importe -enarcó una ceja, mirándole de reojo de lo más divertida. Aquellos dos tenían una relación extraña, en momentos no se soportaban y otros básicamente parecían no poder estar sin la presencia del otro. La atracción era innegable, cuando sus orbes se encontraban saltaban chispas entre sí.
No quitaba que aquel brujo fuese un prepotente y un maldito engreído ¿celosa decía? Oh vamos, si tuviese que estar celosa de alguien sería de su propia persona, no de un niño rico que tuvo la gracia y la suerte de nacer en una casa importante, heredando poderes que más quisiera cualquiera…sobre todo, ella misma. Conoció la magia en sus reuniones clandestinas, por brujos de clase baja que mostraban su arte sin nada a cambio. Apenas era una niña, una niña que no debió de conocer ese mundo y menos involucrarse en el de alguna forma.
No pudo evitarlo. La risa de la joven, resonó en toda la casa y eso que era enorme. ¿ENAMORARSE? Oh vamos, menos de él. No por nada, él era el claro ejemplo de lo que no debía , menos cometer aquel acto de locura. El amor. El amor no servía para otra cosa que escribir sobre él. Puro cuento , patraña y fantasía. Como cualquier niña leyó cuentos, todos acababan igual. Ella, tan madura que fue desde temprana edad, no sería tan estúpida de enamorarse de alguien y menos de una persona que ni la correspondería, ni le daría aquello que necesitaba ¿cómo iba a saberlo?
-Enamorarme de ti dices. No, gracias. Sería mi ruina, mi propia muerte ¿es que todas se enamoran de ti no? por eso no permanecen demasiado en un mismo lugar. No vas a tener ese problema contigo. Si me enamorase, no sería de ti…eres demasiado complicado aunque en la cama seas un demonio -rió de lo más divertida, acercándose y enfadarlo un tanto. Una de sus manos la pasó por su pecho, aún con la ropa -¿Lo sientes, Logan? Para mí no eres el señor Tisdale el Conde, solo un brujo prepotente, guapo…capaz de conseguir cualquier cosa…pero algo te falta ¿cierto? Noto tu anhelo a veces, no leo tu aura… -sonrió de medio lado, dejando la palma en su vientre y hacer cierta presión en el lugar.
-Puedo ayudarte, no me refiero a… a ver, a eso ya comprobaste que sí pero me refiero ¿hay algo en lo que pueda serte útil? Mañana…ahora no puedo ni moverme, bueno, sí que puedo…¿quieres comprobarlo? Ahora no estamos en las clases -sonrió de medio lado insinuante, mostrando la cara de la atracción y la de ayudante…eso siempre.
-Quiero perfeccionar mi don, para eso deseo hacer uso y conocer la magia...ahora solo falta seguir mi camino... no rendirme y sé que tú me ayudarás
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/01/2016
Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Cuanto más duro sea tú objetivo, más realizado te sentirás al lograrlo
Enarqué una ceja mientras la miraba, decía que había obtenido ahorros al haber vendido con lo que trabajaba… entonces, ¿por qué estaba en la calle? Si era así entonces era porque así ella lo había decidido y querido, no por otra cosa distinta o diferente, sino porque no había querido estar en ningún lugar. Pero no concebía peor sitio que la calle, más cuando tenías dinero para poder estar en algún lugar aunque fuera de paso.
Pero eso eran cosas suyas en las que no me iba a entrometer, si ella había querido aquello yo no era nadie para decirle lo contrario. Pero con lo que ella sabía, y con lo que podía hacer con los frascos podía ganar mucho dinero que, de otra forma, no conseguiría. Pero de nuevo era ella quien decidía, y no yo… por lo que no iba a decirle nada al respecto si no quería gastar dinero en un hogar. Era mayorcita para saber lo que se hacía y lo que estaba haciendo.
-Entonces no entiendo por qué estabas en la calle y decías que no tenías sitio a donde ir, tienes los medios para ganar dinero y encontrar algo, otra cosa muy diferente, es que tú no quieras encontrarlo o gastar ese dinero. Pero a mí me da igual, no soy yo el que está en esa situación. Y como has dicho, no es algo que me importe –esperé viendo las muecas que ponía, su energía se había gastado de una forma muy rápida y tendría que mejorar eso también, no solamente estaba así por los golpes que le había dado, aunque notaba como de forma muy lenta su energía iba creciendo poco a poco.
La miré cuando comenzó a reírse y supe por qué lo estaba haciendo, por lo que le había dicho de enamorarse. Bueno, yo ya la había avisado y así después me ahorraría muchos dolores de cabeza que no quería tener, ni deseaba tenerlos. Si no entablaba mucha relación con las personas era precisamente por eso, porque la gente confundía las cosas de una forma muy rápida y se llevaban a errores que después eran más complicados de tratar.
Reí yo también por sus palabras y negué con la cabeza, me daba exactamente igual sus explicaciones y lo que tuviera que decirme, yo ya sabía que le había avisado y nada de lo que pudiera decirme me importaba. Esperaba no tener que recordarle en un futuro esta charla porque, de lo contrario, iba a reírme de lo lindo como tuviera que hacer aquello. Suspiré y chasqueé la lengua, molesto con el tema y con que le diera tantas vueltas.
-Te lo he dicho para evitar futuros problemas, no estoy el tiempo suficiente como para saber si se enamoran de mí o no, no es algo que me importe en absoluto. Y no quiero tener que lidiar con ese tema contigo, así que espero que lo tengas bastante claro –la miré- lo que yo haga, o deje de hacer con las demás… no es cosa tuya. No te importa así que no pienso darte explicación alguna –la miré mientras su mano recorría desde mí pecho hasta mí vientre dejándola ahí. ¿Qué me faltaba algo? Alcé una ceja ante eso, no sabiendo muy bien lo que me quería decir- Tengo todo cuando quiero y deseo –salvo el condenado libro- no hay nada que no tenga ya que quiera o desee poseer, Gaïa, así que dime ¿qué es según tú lo que anhelo? Porque créeme, vas a errar completamente. Solo hay una cosa que necesito y ni tan siquiera tú puedes dármela, así que no veo qué es lo que puede ser –me reí entre dientes- sí, me serías útil si cerraras la boquita y te recuperaras para mañana, porque no pienso esperar a que te recuperes del todo para seguir con tu entrenamiento. Así que espero que ese frasco cumpla con su función –rodé los ojos ante lo último- la magia es peligrosa, espero que estés dispuesta a pagar el precio que conlleva el querer utilizarlo, y no es nada barata, tomará de ti… tomará muchas partes de ti, que luego no podrás recuperar. Pero es lo que quieres, así que comprendo que asumes las consecuencias de ello.
Enarqué una ceja mientras la miraba, decía que había obtenido ahorros al haber vendido con lo que trabajaba… entonces, ¿por qué estaba en la calle? Si era así entonces era porque así ella lo había decidido y querido, no por otra cosa distinta o diferente, sino porque no había querido estar en ningún lugar. Pero no concebía peor sitio que la calle, más cuando tenías dinero para poder estar en algún lugar aunque fuera de paso.
Pero eso eran cosas suyas en las que no me iba a entrometer, si ella había querido aquello yo no era nadie para decirle lo contrario. Pero con lo que ella sabía, y con lo que podía hacer con los frascos podía ganar mucho dinero que, de otra forma, no conseguiría. Pero de nuevo era ella quien decidía, y no yo… por lo que no iba a decirle nada al respecto si no quería gastar dinero en un hogar. Era mayorcita para saber lo que se hacía y lo que estaba haciendo.
-Entonces no entiendo por qué estabas en la calle y decías que no tenías sitio a donde ir, tienes los medios para ganar dinero y encontrar algo, otra cosa muy diferente, es que tú no quieras encontrarlo o gastar ese dinero. Pero a mí me da igual, no soy yo el que está en esa situación. Y como has dicho, no es algo que me importe –esperé viendo las muecas que ponía, su energía se había gastado de una forma muy rápida y tendría que mejorar eso también, no solamente estaba así por los golpes que le había dado, aunque notaba como de forma muy lenta su energía iba creciendo poco a poco.
La miré cuando comenzó a reírse y supe por qué lo estaba haciendo, por lo que le había dicho de enamorarse. Bueno, yo ya la había avisado y así después me ahorraría muchos dolores de cabeza que no quería tener, ni deseaba tenerlos. Si no entablaba mucha relación con las personas era precisamente por eso, porque la gente confundía las cosas de una forma muy rápida y se llevaban a errores que después eran más complicados de tratar.
Reí yo también por sus palabras y negué con la cabeza, me daba exactamente igual sus explicaciones y lo que tuviera que decirme, yo ya sabía que le había avisado y nada de lo que pudiera decirme me importaba. Esperaba no tener que recordarle en un futuro esta charla porque, de lo contrario, iba a reírme de lo lindo como tuviera que hacer aquello. Suspiré y chasqueé la lengua, molesto con el tema y con que le diera tantas vueltas.
-Te lo he dicho para evitar futuros problemas, no estoy el tiempo suficiente como para saber si se enamoran de mí o no, no es algo que me importe en absoluto. Y no quiero tener que lidiar con ese tema contigo, así que espero que lo tengas bastante claro –la miré- lo que yo haga, o deje de hacer con las demás… no es cosa tuya. No te importa así que no pienso darte explicación alguna –la miré mientras su mano recorría desde mí pecho hasta mí vientre dejándola ahí. ¿Qué me faltaba algo? Alcé una ceja ante eso, no sabiendo muy bien lo que me quería decir- Tengo todo cuando quiero y deseo –salvo el condenado libro- no hay nada que no tenga ya que quiera o desee poseer, Gaïa, así que dime ¿qué es según tú lo que anhelo? Porque créeme, vas a errar completamente. Solo hay una cosa que necesito y ni tan siquiera tú puedes dármela, así que no veo qué es lo que puede ser –me reí entre dientes- sí, me serías útil si cerraras la boquita y te recuperaras para mañana, porque no pienso esperar a que te recuperes del todo para seguir con tu entrenamiento. Así que espero que ese frasco cumpla con su función –rodé los ojos ante lo último- la magia es peligrosa, espero que estés dispuesta a pagar el precio que conlleva el querer utilizarlo, y no es nada barata, tomará de ti… tomará muchas partes de ti, que luego no podrás recuperar. Pero es lo que quieres, así que comprendo que asumes las consecuencias de ello.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Contigo aprendí que no hay que fiarse ni de tu propia sombra.
No entendería muchas cosas de aquella chica y con razón, era un constante misterio sin resolver. No mintió cuando dijo que no tenía donde quedarse. Su hogar quedaba a las afueras de Paris, con sus hermanos, su abuela… pero ahora estaba allí por simple ambición y búsqueda para conseguir y perseguir sus sueños , objetivos. Lo miró fijamente, si tanto le llamó la atención lo de estar en la calle se lo explicaría, ya vería si le creía o no…le daba exactamente igual.
-Me escapé. Me fui de casa y no me mires así, no lo hice por ser una rebelde y demás. Los Goncourt, de donde vengo, son licenciados, eminencias en el saber. Todos mis hermanos son profesores… y a mí me tenían de moneda de cambio. No iba a casarme, menos con cualquiera ¡sé que lo imaginas! No me ves, yo tampoco… ¿para qué iba a hacer semejante tontería? Si me casase tendría que renunciar a lo que hago, me gusta ¿quién iba a casarse con alguien a quien le gusta quemarse con fuego. Los inquisidores están al acecho, alguien de buena posición no se jugaría el cuello por una muchacha que juega a ser bruja ¿no crees? Por eso voy por libre, si estoy en la calle es por simples negocios, no puedo perder ninguno. -chasqueó la lengua, tenía ahorros suficientes para pagarse una buena habitación pero prefería comprar más hierbas, especias y emplearlo en sus conocimientos pues ella ya dormiría donde fuese.
Inevitable que se riese al recalcar que a ella no le importaba lo que hiciese con otras, por supuesto que no. La diferencia no era mucha entre ambos. Si alguien le gustaba lo suficiente para pasar un buen rato pues bienvenido fuese, era libre, no estaba atada a nadie y él era lo mismo ¿por qué creía que podía ser como todas esas jovencitas celosas? Resopló, volviendo a reír, desde luego era imposible ese hombre ¿qué se pensaba que ya estaba loca por él? absurdo, imposible que pensase eso pero… le seguía advirtiendo.
-¿Qué cosa es? ¿Algo que no puedes conseguir? Para ser difícil…tiene que ser algo importante -sonrió de medio lado, esperando que le contestase pero ¿en serio esperaba lo hiciese? -Tranquilo, solo te molestaré para cosas que tengan que ver con la magia y los entrenamientos, no necesito nada más de ti. Ya me quedó más que claro que espere para que me ayudes… tampoco lo esperaba -qué engreído, qué estúpido.
Ella sí tenía que estar ahí para lo que fuese pero cuando ella tuviese que acudir a alguien nadie le estaría tendiendo la mano. ¿Qué esperaba? Nada. Frunció el ceño, enfadada consigo mismo es que ¿cómo iba a ayudarla? No pintaba nada más que ser su ayudante, no eran amigos, ¿amantes? Lo fueron pero nada más. Sus orbes azules se perdieron en las ajenas durante unos segundos, los justos para captar su atención. sus manos se apoyaron en el pecho ajeno y de un empujón le tiró al suelo, ya no le necesitaba para nada.
-No hace falta que te ayude a levantarte, o ¿sí? Eres un completo idiota, me da igual que seas un Conde o Marqués ¿acaso te he pedido ayuda, Logan? NO. así que no vuelvas a insinuar que no haría nada sin ti porque te equivocas, puedo seguir sin ti pero ¿y tú? ansías encontrar algo y yo puedo ayudarte… no puedo irme por muy poco que nos guste a los dos. Estoy dispuesta a ayudarte pero no será gratuito… ¿es que es tan difícil ser un poco benévolo? Bah, ahí en el suelo estás mejor, eres un perro rastrero …que no me ayuda dice, maldita sea-. Te cabalgaría hasta romperte en mil pedazos, me has cabreado...que no me ayudas dices... muy bien -cuando estaba enfadada no medía para nada sus movimientos…acababa de firmar su sentencia de muerte.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
La miré mientras esperaba a que respondiera alguna de mis dudas, como por ejemplo, por qué me había dicho que no tenía donde quedarse si en verdad era mentira, y sí tenía un sitio. Vale que fuera mi ayudante, pero no por ello tenía que vivir en el mismo sitio que yo. Por suerte para ella mi casa era tan grande que podía quedarse allí por un tiempo y apenas nos cruzaríamos por la casa, solamente cuando estuviera enseñándola… el resto del tiempo no iba a verme el pelo en ningún momento. Estaría bajo, en mí lugar secreto, o atendiendo algún cliente y ella eso sí que no iba a presenciarlo.
Enarqué una ceja cuando dijo que sus hermanos eran eminencias del saber, y ahora podía comprender algo más porque ella sabía tanto sobre especias… lo habría adquirido de sus hermanos y de su abuela, sin duda alguna. Así que… querían casarla, me reí entre dientes porque no, yo tampoco la veía casada para nada. No le pegaba con la forma de ser que tenía, y además, para hacer lo que ella quería aprender debía de tener cuidado… la inquisición se había puesto últimamente muy quisquillosa y había que andar con miles de ojos.
-Lo entiendo, deberías de llevarte cuidado. Últimamente están más revolucionados que de costumbre y no tienen miramientos algunos… en ese aspecto, carecen de modales –chasqueé la lengua. Que quemaran a gente por sus habilidades… era una atrocidad, había gente que los usaba para el bien y otra, como yo, que sacaba beneficio por ello. Pero en esta vida no había nada que fuera justo. La miré cuando me preguntó qué sería y suspiré, ¿qué más le daba? Era algo personal mío y, si yo no había podido encontrarlo, ella mucho menos lo haría- ¿Qué tú puedes ayudarme? Gaïa… si yo con mis poderes todavía no lo he localizado, ¿qué te hace pensar que lo harás tú? Además, ¿qué te importa? –al parecer le había jodido, en parte, el comentario que había tenido en la cocina con ella cuando le había dicho que no buscara algo más en mí… porque sus réplicas llegaban ahora altas y claras. Y no sólo eso, ¿se pensaba que iba a ayudarla de buenas a primeras? Ya la estaba ayudando más de lo que había ayudado a nadie.
Antes de que pudiera verlo venir, sus manos estaban apoyadas en mí pecho, empujó y… como consecuencia caí al suelo. El golpe no me había hecho daño, pero sí me había cabreado. ¿Qué coño estaba haciendo? ¿Acaso era estúpida? Sí, lo era. Con creces además. Me cabreó en menos de un segundo y la ira comenzó a fluir por todo mí cuerpo mientras la miraba de forma fija, si las miradas pudieran matar… ya estaría enterrada bajo seis metros. Me levanté, acercándome a la cama, y mirándola de aquella forma mientras me picaban las manos… tenía ganas de abofetearla por aquello.
-¿Qué no me has pedido ayuda? –Me reí, sarcástico y divertido a la vez por aquello- Qué mentira más estúpida. Y el enseñarte magia, ¿qué, Gaïa, dónde entra? Porque hasta donde creo recordar y lo hago muy bien… me pediste ayuda, para tener magia, para poder poseerla… así que no mientas, porque sabes no es verdad. A ver dónde encuentras a otro que esté dispuesto a enseñarte sin llevarse apenas nada a cambio, porque el ser mí ayudante no cuenta para nada y no te lo tomarían en cuenta… menos, cuando vieran que apenas hay posibilidades contigo –sí, aquello lo dije porque sabía que le dolerían mis palabras- ¿Qué no te ayudo? La única aquí que no puede ayudarme… eres tú. Se acabó. Ya que dices que no te ayudo búscate a otro que te aguante y que quiera hacer el imposible contigo –me giré en dirección a la puerta, con los puños apretados. Antes de salir la miré de reojo girándome lo justo- Te doy veinticuatro horas para que salga de mí casa, señorita Goncourt. Ya que no puedo ayudarla en nada, como usted dice, no veo por qué tenga que estar aquí –salí cerrando un portazo. Qué estupidez más grande había cometido al intentar ayudarla. Pero no volvería a pasar, de los errores uno aprendía.
Enarqué una ceja cuando dijo que sus hermanos eran eminencias del saber, y ahora podía comprender algo más porque ella sabía tanto sobre especias… lo habría adquirido de sus hermanos y de su abuela, sin duda alguna. Así que… querían casarla, me reí entre dientes porque no, yo tampoco la veía casada para nada. No le pegaba con la forma de ser que tenía, y además, para hacer lo que ella quería aprender debía de tener cuidado… la inquisición se había puesto últimamente muy quisquillosa y había que andar con miles de ojos.
-Lo entiendo, deberías de llevarte cuidado. Últimamente están más revolucionados que de costumbre y no tienen miramientos algunos… en ese aspecto, carecen de modales –chasqueé la lengua. Que quemaran a gente por sus habilidades… era una atrocidad, había gente que los usaba para el bien y otra, como yo, que sacaba beneficio por ello. Pero en esta vida no había nada que fuera justo. La miré cuando me preguntó qué sería y suspiré, ¿qué más le daba? Era algo personal mío y, si yo no había podido encontrarlo, ella mucho menos lo haría- ¿Qué tú puedes ayudarme? Gaïa… si yo con mis poderes todavía no lo he localizado, ¿qué te hace pensar que lo harás tú? Además, ¿qué te importa? –al parecer le había jodido, en parte, el comentario que había tenido en la cocina con ella cuando le había dicho que no buscara algo más en mí… porque sus réplicas llegaban ahora altas y claras. Y no sólo eso, ¿se pensaba que iba a ayudarla de buenas a primeras? Ya la estaba ayudando más de lo que había ayudado a nadie.
Antes de que pudiera verlo venir, sus manos estaban apoyadas en mí pecho, empujó y… como consecuencia caí al suelo. El golpe no me había hecho daño, pero sí me había cabreado. ¿Qué coño estaba haciendo? ¿Acaso era estúpida? Sí, lo era. Con creces además. Me cabreó en menos de un segundo y la ira comenzó a fluir por todo mí cuerpo mientras la miraba de forma fija, si las miradas pudieran matar… ya estaría enterrada bajo seis metros. Me levanté, acercándome a la cama, y mirándola de aquella forma mientras me picaban las manos… tenía ganas de abofetearla por aquello.
-¿Qué no me has pedido ayuda? –Me reí, sarcástico y divertido a la vez por aquello- Qué mentira más estúpida. Y el enseñarte magia, ¿qué, Gaïa, dónde entra? Porque hasta donde creo recordar y lo hago muy bien… me pediste ayuda, para tener magia, para poder poseerla… así que no mientas, porque sabes no es verdad. A ver dónde encuentras a otro que esté dispuesto a enseñarte sin llevarse apenas nada a cambio, porque el ser mí ayudante no cuenta para nada y no te lo tomarían en cuenta… menos, cuando vieran que apenas hay posibilidades contigo –sí, aquello lo dije porque sabía que le dolerían mis palabras- ¿Qué no te ayudo? La única aquí que no puede ayudarme… eres tú. Se acabó. Ya que dices que no te ayudo búscate a otro que te aguante y que quiera hacer el imposible contigo –me giré en dirección a la puerta, con los puños apretados. Antes de salir la miré de reojo girándome lo justo- Te doy veinticuatro horas para que salga de mí casa, señorita Goncourt. Ya que no puedo ayudarla en nada, como usted dice, no veo por qué tenga que estar aquí –salí cerrando un portazo. Qué estupidez más grande había cometido al intentar ayudarla. Pero no volvería a pasar, de los errores uno aprendía.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Y volvemos al punto de partida.
Maldito brujo egocéntrico. Volvía a crear una enorme barrera de hielo entre ambos, más alta la de uno, más la hacía el otro. Cuando parecía que se comportaban como dos personas adultas cuando volvían al punto de partida, maldito y mil veces maldito. Él siempre alardeaba de que no necesitaba ayuda pero ella allí estaba. Qué ilusa. Si no le necesitaba ¿para qué la quería? Le quedó más que claro que en aquella casa no pintaba nada y era mejor volver sus pasos a donde debía estar: por la calle ganándose la vida con sus remedios. ¿La magia? Podía esperar, no le soportaba, sacaba lo peor de ella y a la vez, la provocaba sobremanera. La tensión entre ambos disipaba aquel enfrentamiento en el que al menos , en el lecho se complementaban lo que alumna y maestro eran incapaces.
“La única que no puede ayudarme eres tú”
Aquella frase se le había grabado con fuego. ¿Él acaso le había ayudado en algo? ‘Oh vamos! Solo le dio un par de libros para que los estudiase y poco más. ¿Pretendía fuese su ayudante perfecta leyendo libros como una rata de biblioteca? Estaba cansada de leer y el hecho del entrenamiento a golpes para mejorar sus reflejos le agotó. ¿De eso se trataba la magia? O él era un maestro pésimo o es que simplemente… él no tenía ni idea de cómo enseñarla. Rugió cuando oyó el portazo, ese hombre la odiaba como jamás nadie le había odiado y era un sentimiento extraño.
No podía irse aunque quisiera, el pacto de sangre se lo impedía, así que por mucho que la echase, permanecería allí…”para siempre”. Para siempre no era un rato, era para toda la eternidad, unida a él. ¿Cómo un matrimonio? Su cara de desagrado pronto se hizo notar al pensar en ello junto con una risa de desconcierto. ¿En qué momento todo se había vuelto del revés?
A la mañana siguiente, se aseó y preguntó al señor Fritz donde se encontraba el señor. Sus pasos, decididos, se dirigieron hacia la sala. Distinguió la silueta del brujo sentada en su sillón, en aquel donde hacia unas noches, se habían pertenecido sin contemplaciones. Carraspeó, sus ojos azules buscaron su mirada, volviendo a chocar irremediablemente en una batalla que no se acabaría nunca, jamás.
-No puedo irme. El pacto de sangre.-no dijo más pero tampoco se andó por las ramas, se equivocaba, le necesitaba… ¿a quién iba a encontrar a esas alturas para que le ayudase? -Mi hermano viene a Paris para asegurarse que sigo el buen camino. Le dije que encontré a alguien, el adecuado para mi persona. No es cierto, le mentí para que me dejasen en paz pero… no me creen ¿por qué será? No vas a aceptar. -seguramente él ya se estuviese riendo por lo patética que resultaba en ese instante pero debía de intentarlo -Solo serán unos días, crea que de verdad encontré “el amor” y me olvidé de mis obsesiones curativas. Solo tú puedes ayudarme ¿quién querría fingir que me ama? Tú serías perfecto porque ni lo haces, ni lo harás nunca. No vas a aceptar-repitió alzando las manos -Y si lo haces, prometo no volver a dejarte caer de la cama -enarcó una ceja, riendo por lo bajo… no sabía dónde se había metido.
Maldito brujo egocéntrico. Volvía a crear una enorme barrera de hielo entre ambos, más alta la de uno, más la hacía el otro. Cuando parecía que se comportaban como dos personas adultas cuando volvían al punto de partida, maldito y mil veces maldito. Él siempre alardeaba de que no necesitaba ayuda pero ella allí estaba. Qué ilusa. Si no le necesitaba ¿para qué la quería? Le quedó más que claro que en aquella casa no pintaba nada y era mejor volver sus pasos a donde debía estar: por la calle ganándose la vida con sus remedios. ¿La magia? Podía esperar, no le soportaba, sacaba lo peor de ella y a la vez, la provocaba sobremanera. La tensión entre ambos disipaba aquel enfrentamiento en el que al menos , en el lecho se complementaban lo que alumna y maestro eran incapaces.
“La única que no puede ayudarme eres tú”
Aquella frase se le había grabado con fuego. ¿Él acaso le había ayudado en algo? ‘Oh vamos! Solo le dio un par de libros para que los estudiase y poco más. ¿Pretendía fuese su ayudante perfecta leyendo libros como una rata de biblioteca? Estaba cansada de leer y el hecho del entrenamiento a golpes para mejorar sus reflejos le agotó. ¿De eso se trataba la magia? O él era un maestro pésimo o es que simplemente… él no tenía ni idea de cómo enseñarla. Rugió cuando oyó el portazo, ese hombre la odiaba como jamás nadie le había odiado y era un sentimiento extraño.
No podía irse aunque quisiera, el pacto de sangre se lo impedía, así que por mucho que la echase, permanecería allí…”para siempre”. Para siempre no era un rato, era para toda la eternidad, unida a él. ¿Cómo un matrimonio? Su cara de desagrado pronto se hizo notar al pensar en ello junto con una risa de desconcierto. ¿En qué momento todo se había vuelto del revés?
A la mañana siguiente, se aseó y preguntó al señor Fritz donde se encontraba el señor. Sus pasos, decididos, se dirigieron hacia la sala. Distinguió la silueta del brujo sentada en su sillón, en aquel donde hacia unas noches, se habían pertenecido sin contemplaciones. Carraspeó, sus ojos azules buscaron su mirada, volviendo a chocar irremediablemente en una batalla que no se acabaría nunca, jamás.
-No puedo irme. El pacto de sangre.-no dijo más pero tampoco se andó por las ramas, se equivocaba, le necesitaba… ¿a quién iba a encontrar a esas alturas para que le ayudase? -Mi hermano viene a Paris para asegurarse que sigo el buen camino. Le dije que encontré a alguien, el adecuado para mi persona. No es cierto, le mentí para que me dejasen en paz pero… no me creen ¿por qué será? No vas a aceptar. -seguramente él ya se estuviese riendo por lo patética que resultaba en ese instante pero debía de intentarlo -Solo serán unos días, crea que de verdad encontré “el amor” y me olvidé de mis obsesiones curativas. Solo tú puedes ayudarme ¿quién querría fingir que me ama? Tú serías perfecto porque ni lo haces, ni lo harás nunca. No vas a aceptar-repitió alzando las manos -Y si lo haces, prometo no volver a dejarte caer de la cama -enarcó una ceja, riendo por lo bajo… no sabía dónde se había metido.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Aquella mujer era exasperante, sacaba en un plazo muy corto de tiempo lo peor que había en mí, la parte más odiada y detestada que tenía, la que muchos no querían ni que asomara un poco siquiera… y ella, sin embargo, hacía que asomara por completo. Gruñí mientras me alejaba de aquella habitación con los puños cerrados con fuerza, se había acabado, todo. Ya no iba a soportar ni una tontería más de su parte, ni el tener que enseñarle ya que con ello no ganaba absolutamente nada. Me había apañado todo aquel tiempo sin ella, y así es como iba a seguir.
En vez de ir hacia mí habitación me fui hacia la sala donde solía entrenar, la rabia corría por mí cuerpo y por venas y sentía la imperante necesidad de descargar todo aquello que sentía encima; rabia, ira, frustración… tenía que sacar todo eso de mí cuerpo o alguien lo iba a pagar muy caro. Además aquella noche tenía la cita con unos clientes y no podía mostrarme así con ellos, cuando eran casi mí fuente de mayores ingresos… y no de dinero precisamente, el dinero era algo que me sobraba dado mi estatus.
Comencé a entrenar descargando golpes en un saco que tenía para ello descargando todo lo negativo que sentía y descargando también algo de adrenalina que tenía en el cuerpo, sintiendo como poco a poco mí cuerpo incluso se iba sintiendo mejor y como yo mismo lo notaba. Ni siquiera supe cuanto tiempo había pasado ahí bajo en la sala de entrenamiento descargando, cuando subí cerrando la puerta de nuevo con magia ya era de noche y Fritz me había preparado la cena.
Tenía el tiempo justo para cenar, darme una ducha y que los clientes se presentaran en la casa. Justo cuando terminé de la ducha y bajaba al salón Fritz me avisaba de que acababan de llegar, y no había ni rastro de aquella mujer. Perfecto. Les conduje hacia una sala para estar más cómodos y en privado e hice aquello por lo que habían venido y habían pagado con aquel artefacto tan misterioso, del cual, esperaba desentrañar los secretos rápidamente. Me gustaban todas aquellas cosas y sabía que conseguirlas no era fácil, por lo que el pago era más que justo. Yo les di aquello que más ansiaban y necesitaban y ellos me pagaban con aquello que yo más quería… era un trajo más que justo.
A la mañana siguiente desperté con los primeros rayos de sol, hoy era el día en que Gaïa tendría que abandonar aquella casa, había durado menos de lo esperado, pero no pensaba aguantar ni una más. Cuando Fritz me trajo el desayuno al salón le dije que me avisara cuando ella se fuera de la casa, y esperaba que no tardara mucho. Lo que no esperaba es que fuera ella misma quien, después de lo hablado, se acercara hacia donde yo estaba.
Levanté mí mirada para verla parada mirándome con sus ojos azules como el cielo, hasta que abrió la boca diciendo lo del pacto de sangre. Era cierto, no podría irse porque el mismo pacto que habíamos hecho la enlazaría de nuevo a mí y no permitiría que se fuera… maldito fuera, ¿en qué demonios estaba pensando cuando lo hice? Ahora me estaba jodiendo la vida a base de bien. Enarqué una ceja por sus siguientes palabras en lo que no me importaba lo más mínimo lo que le hubiera dicho a su hermano o lo que este se pensaba que ella estuviera haciendo.
Es más, ¿por qué me lo contaba? Si se pensaba que, después de todo, iba a ayudarla iba muy mal desencaminada. Ni siquiera lo tenía en mente y mucho menos después de lo de ayer en lo que me había dejado muy claro que no me necesitaba para nada. Me reí, divertido con la situación, mirándola parada en mitad del salón mientras me explicaba el problema que tenía entre manos. Divertido para mí, sin duda. Porque a ella no le estaba haciendo ninguna gracia.
-¿Y… qué esperas de mí? ¿Piensas, siquiera, que voy a ayudarte en algo? Ayer me dejaste, muy claro además, que no podía ayudarte en nada y que no precisabas de mí ayuda así que… no veo porque, ahora, deba yo de ayudarte. Además –me levanté del sillón- te dije, también muy claro, que te daba veinticuatro horas para salir de mí casa y sin embargo aquí estás todavía –gruñí levemente- Estoy empezando a aborrecer tus intentos de frustrarme y de cabrearme, te lo digo muy enserio. Me cansas, Gaïa, y no de la manera en que te piensas. Estoy perdiendo la ya poca paciencia que tengo y, por esta vez, no voy a ser tan clemente como lo he estado siendo últimamente… créeme. –Me crucé de brazos a la espera de que lo que tuviera que decir- Poco me importa ahora el que me tires o no de la cama porque ni siquiera voy a estar contigo cerca de una cama, y poco me importa también lo que le hayas dicho a tú hermano. Es tú problema, soluciónalo tú que ya eres bastante mayorcita para eso. –enarqué una ceja- Pero, ¿fingir que me gustas? Ni lo haría antes ni lo haré ahora, tendrás que buscarte a otro imbécil que te quiera seguir el juego, porque yo no voy a ser ese. Y ahora, si no te importa, quiero que te vayas de mí vista y soluciones lo de tú hermano. No tengo humor para tratar contigo así que, por tú bien, márchate y vuelve cuando lo tengas todo arreglado –me giré, sin decirle nada más, para volver a sentarme en el sillón con uno de los libros en la mano.
En vez de ir hacia mí habitación me fui hacia la sala donde solía entrenar, la rabia corría por mí cuerpo y por venas y sentía la imperante necesidad de descargar todo aquello que sentía encima; rabia, ira, frustración… tenía que sacar todo eso de mí cuerpo o alguien lo iba a pagar muy caro. Además aquella noche tenía la cita con unos clientes y no podía mostrarme así con ellos, cuando eran casi mí fuente de mayores ingresos… y no de dinero precisamente, el dinero era algo que me sobraba dado mi estatus.
Comencé a entrenar descargando golpes en un saco que tenía para ello descargando todo lo negativo que sentía y descargando también algo de adrenalina que tenía en el cuerpo, sintiendo como poco a poco mí cuerpo incluso se iba sintiendo mejor y como yo mismo lo notaba. Ni siquiera supe cuanto tiempo había pasado ahí bajo en la sala de entrenamiento descargando, cuando subí cerrando la puerta de nuevo con magia ya era de noche y Fritz me había preparado la cena.
Tenía el tiempo justo para cenar, darme una ducha y que los clientes se presentaran en la casa. Justo cuando terminé de la ducha y bajaba al salón Fritz me avisaba de que acababan de llegar, y no había ni rastro de aquella mujer. Perfecto. Les conduje hacia una sala para estar más cómodos y en privado e hice aquello por lo que habían venido y habían pagado con aquel artefacto tan misterioso, del cual, esperaba desentrañar los secretos rápidamente. Me gustaban todas aquellas cosas y sabía que conseguirlas no era fácil, por lo que el pago era más que justo. Yo les di aquello que más ansiaban y necesitaban y ellos me pagaban con aquello que yo más quería… era un trajo más que justo.
A la mañana siguiente desperté con los primeros rayos de sol, hoy era el día en que Gaïa tendría que abandonar aquella casa, había durado menos de lo esperado, pero no pensaba aguantar ni una más. Cuando Fritz me trajo el desayuno al salón le dije que me avisara cuando ella se fuera de la casa, y esperaba que no tardara mucho. Lo que no esperaba es que fuera ella misma quien, después de lo hablado, se acercara hacia donde yo estaba.
Levanté mí mirada para verla parada mirándome con sus ojos azules como el cielo, hasta que abrió la boca diciendo lo del pacto de sangre. Era cierto, no podría irse porque el mismo pacto que habíamos hecho la enlazaría de nuevo a mí y no permitiría que se fuera… maldito fuera, ¿en qué demonios estaba pensando cuando lo hice? Ahora me estaba jodiendo la vida a base de bien. Enarqué una ceja por sus siguientes palabras en lo que no me importaba lo más mínimo lo que le hubiera dicho a su hermano o lo que este se pensaba que ella estuviera haciendo.
Es más, ¿por qué me lo contaba? Si se pensaba que, después de todo, iba a ayudarla iba muy mal desencaminada. Ni siquiera lo tenía en mente y mucho menos después de lo de ayer en lo que me había dejado muy claro que no me necesitaba para nada. Me reí, divertido con la situación, mirándola parada en mitad del salón mientras me explicaba el problema que tenía entre manos. Divertido para mí, sin duda. Porque a ella no le estaba haciendo ninguna gracia.
-¿Y… qué esperas de mí? ¿Piensas, siquiera, que voy a ayudarte en algo? Ayer me dejaste, muy claro además, que no podía ayudarte en nada y que no precisabas de mí ayuda así que… no veo porque, ahora, deba yo de ayudarte. Además –me levanté del sillón- te dije, también muy claro, que te daba veinticuatro horas para salir de mí casa y sin embargo aquí estás todavía –gruñí levemente- Estoy empezando a aborrecer tus intentos de frustrarme y de cabrearme, te lo digo muy enserio. Me cansas, Gaïa, y no de la manera en que te piensas. Estoy perdiendo la ya poca paciencia que tengo y, por esta vez, no voy a ser tan clemente como lo he estado siendo últimamente… créeme. –Me crucé de brazos a la espera de que lo que tuviera que decir- Poco me importa ahora el que me tires o no de la cama porque ni siquiera voy a estar contigo cerca de una cama, y poco me importa también lo que le hayas dicho a tú hermano. Es tú problema, soluciónalo tú que ya eres bastante mayorcita para eso. –enarqué una ceja- Pero, ¿fingir que me gustas? Ni lo haría antes ni lo haré ahora, tendrás que buscarte a otro imbécil que te quiera seguir el juego, porque yo no voy a ser ese. Y ahora, si no te importa, quiero que te vayas de mí vista y soluciones lo de tú hermano. No tengo humor para tratar contigo así que, por tú bien, márchate y vuelve cuando lo tengas todo arreglado –me giré, sin decirle nada más, para volver a sentarme en el sillón con uno de los libros en la mano.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Tenemos un pacto. El odio y el rencor no lo desharán… estamos unidos para siempre.
Chocaban irremediablemente, no había duda alguna. Eran tan sumamente parecidos y tan distintos al mismo tiempo que era completamente imposible que los dos se pusiesen de acuerdo en cualquier cosa o conversar de forma normal. Gaïa no reconocería jamás haberse equivocado y menos, pediría perdón…menos a alguien como él. Ese egocéntrico hombre sacaba lo peor de ella, maldito brujo. No se merecía poseer aquel poder, menos tan siquiera atreverse a decir “ser su mentor”. Por mucho que lo negase, él era la mejor opción para alcanzar sus objetivos, él era la clave y quizás por ello, se renegaba de tal manera.
Le costó ir hacia aquella habitación. Hermoso Hércules que se presentaba ante ella, como un colosal guerrero al que nada temía y era aclamado por muchos. Comprensible. Si se iba, ella pagaría las consecuencias. El pacto fue claro, conciso…estaban unidos por magia, magia negra y nada ni nadie podía desenredar aquello. Masculló por lo bajo, en esos momentos, se recordó a sí misma cuando ante sus hermanos debía de comportarse todo lo bien que era capaz para conseguir algo que le interesase o simplemente, por hacer algo de las suyas.
Sus palabras, volvían a asestarle otro y otro golpe más. Invisibles, pero igual de dolorosos. No tuvo que despreciarle de esa manera pero él se lo buscó ¿no? ya no estaba segura, nada en su vida le salía bien, solo sus potingues como sus hermanos lo llamaban. Suspiró largamente, apretando con fuerza los puños, cada palabra era una negativa que añadir a que no, no iba a ayudarla. Se lo merecía, por su orgullo pero ¿cómo iba a admitir el haberse equivocado? Negó una vez con la cabeza, mirándole fijamente con sus ojos azules como el cielo. Éstos mostraban mucho más de lo que le diría con palabras, suplicantes… se desviaron de él hacia el suelo, no podía parecer aún más patética de lo que ya lo era.
-No puedo irme. El pacto. ¿Es que no me has oído, maldita sea? -alzó un tanto la voz, la estaba cabreando aún más de lo que ya lo estaba. Pedirle algo así, para ella era mucho…más de lo que él se pensase. -Señor Tisdale -murmuró, costándole horrores tan siquiera dirigirse a él con respeto, tal cabreada como se encontraba.-Sé que fingir que te agrada alguien a la que odias es mucho más complicado. -se mordió el labio inferior, acercándose a él con paso lento…sin prisa, poco a poco se estaba calmando -Quizás, no debí decir ciertas cosas. Ni tirarle de la cama, tenerle más respeto… -pensándolo bien, él era con quien más afinidad había tenido a la hora de pensar en su futuro y encima, le ofreció un lecho donde dormir -Me iré a pesar de las consecuencias, no tendrá que preocuparse más por mí -
Tragó saliva, se estaba equivocando. A cada palabra, se percató de que no solo fue injusta si no que acababa de echar por tierra su única oportunidad. Los libros prestados, el alojamiento, el entrenamiento….se mordió la lengua y suspiró, agachando una vez más la mirada, estaba muy arrepentida. Todo lo nuevo le había asustado y su forma de reaccionar no fue la adecuada.
-Se lo pediré a otra persona. No sé si será complicado o no. Los hombres de clase alta no se conforman con especias, ni con un amago de “bruja o curandera”, tendré…que ofrecer otro tipo de negociación. -y negó porque no le estaba insinuando que a él le había insinuado eso -No me refiero que a lo sucedido entre usted y yo… fuese con esa intención, lo hice porque quise, no era parte del trato, ambos estábamos de acuerdo y… -se calló, le acababa de dar la espalda y con razón. -En una hora me marcharé, ya no seré un cargo ni una molestia. Le dejé los libros al lado de la tarta-se giró, se acababa de tragar su propio orgullo… sí, insinuado que se había equivocado.
Chocaban irremediablemente, no había duda alguna. Eran tan sumamente parecidos y tan distintos al mismo tiempo que era completamente imposible que los dos se pusiesen de acuerdo en cualquier cosa o conversar de forma normal. Gaïa no reconocería jamás haberse equivocado y menos, pediría perdón…menos a alguien como él. Ese egocéntrico hombre sacaba lo peor de ella, maldito brujo. No se merecía poseer aquel poder, menos tan siquiera atreverse a decir “ser su mentor”. Por mucho que lo negase, él era la mejor opción para alcanzar sus objetivos, él era la clave y quizás por ello, se renegaba de tal manera.
Le costó ir hacia aquella habitación. Hermoso Hércules que se presentaba ante ella, como un colosal guerrero al que nada temía y era aclamado por muchos. Comprensible. Si se iba, ella pagaría las consecuencias. El pacto fue claro, conciso…estaban unidos por magia, magia negra y nada ni nadie podía desenredar aquello. Masculló por lo bajo, en esos momentos, se recordó a sí misma cuando ante sus hermanos debía de comportarse todo lo bien que era capaz para conseguir algo que le interesase o simplemente, por hacer algo de las suyas.
Sus palabras, volvían a asestarle otro y otro golpe más. Invisibles, pero igual de dolorosos. No tuvo que despreciarle de esa manera pero él se lo buscó ¿no? ya no estaba segura, nada en su vida le salía bien, solo sus potingues como sus hermanos lo llamaban. Suspiró largamente, apretando con fuerza los puños, cada palabra era una negativa que añadir a que no, no iba a ayudarla. Se lo merecía, por su orgullo pero ¿cómo iba a admitir el haberse equivocado? Negó una vez con la cabeza, mirándole fijamente con sus ojos azules como el cielo. Éstos mostraban mucho más de lo que le diría con palabras, suplicantes… se desviaron de él hacia el suelo, no podía parecer aún más patética de lo que ya lo era.
-No puedo irme. El pacto. ¿Es que no me has oído, maldita sea? -alzó un tanto la voz, la estaba cabreando aún más de lo que ya lo estaba. Pedirle algo así, para ella era mucho…más de lo que él se pensase. -Señor Tisdale -murmuró, costándole horrores tan siquiera dirigirse a él con respeto, tal cabreada como se encontraba.-Sé que fingir que te agrada alguien a la que odias es mucho más complicado. -se mordió el labio inferior, acercándose a él con paso lento…sin prisa, poco a poco se estaba calmando -Quizás, no debí decir ciertas cosas. Ni tirarle de la cama, tenerle más respeto… -pensándolo bien, él era con quien más afinidad había tenido a la hora de pensar en su futuro y encima, le ofreció un lecho donde dormir -Me iré a pesar de las consecuencias, no tendrá que preocuparse más por mí -
Tragó saliva, se estaba equivocando. A cada palabra, se percató de que no solo fue injusta si no que acababa de echar por tierra su única oportunidad. Los libros prestados, el alojamiento, el entrenamiento….se mordió la lengua y suspiró, agachando una vez más la mirada, estaba muy arrepentida. Todo lo nuevo le había asustado y su forma de reaccionar no fue la adecuada.
-Se lo pediré a otra persona. No sé si será complicado o no. Los hombres de clase alta no se conforman con especias, ni con un amago de “bruja o curandera”, tendré…que ofrecer otro tipo de negociación. -y negó porque no le estaba insinuando que a él le había insinuado eso -No me refiero que a lo sucedido entre usted y yo… fuese con esa intención, lo hice porque quise, no era parte del trato, ambos estábamos de acuerdo y… -se calló, le acababa de dar la espalda y con razón. -En una hora me marcharé, ya no seré un cargo ni una molestia. Le dejé los libros al lado de la tarta-se giró, se acababa de tragar su propio orgullo… sí, insinuado que se había equivocado.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Ahora era cuando parecía que comenzaba a darse cuenta de los errores que había cometido cuando había estado aquí este tiempo. Para empezar si hubiera sido igual de estricto que mí maestro jamás me habría hablado de la manera en que ella lo hacía, ni mucho menos. Había tenido más libertades de las que yo jamás tuve en todos aquellos años de entrenamiento y ni siquiera había sabido aceptarlo y darse por dichosa. Sin embargo lo que había hecho había sido buscarme una y otra vez, pese a que siempre le había dejado claro que no lo hiciera.
Rodé los ojos ante sus palabras de nuevo sobre el pacto, sí, la había oído perfectamente la primera vez que lo había dicho. ¿Quién narices le había enseñado aquello a ella? Justamente había sido yo, por lo que estaba al corriente de que aquel maldito pacto me iba a joder todos mis planes. Porque no sólo le afectaría a ella, sino que a mí también y no estaba muy seguro de en qué manera iba a afectarnos. La miré enarcando una ceja cuando me llamó por el apellido y esperé a que comenzara a hablar. Su disculpa no me alivió en lo más mínimo ni fue en pago por todo, pero era el comienzo.
-Al menos te has dado cuenta del enorme error que has cometido, la verdad es que has tardado demasiado en percatarte de ello –porque era así, ¿qué otro brujo iba a aceptar como un aprendiz a una joven que apenas poseía magia, y que no se sabría si pudiera llegar a tener algún día? Nadie, solo yo. Imbécil.- Sí, mostrarme más respeto y obedecerme en todo habría facilitado las cosas –reconocí- He sido demasiado clemente contigo, ni siquiera te puedes hacer una idea de cuánto en realidad, y no has sabido aprovecharlo. Lástima para ti –mis palabras habían salido sin siquiera pensar en lo que decía, pero tenía toda la razón del mundo, mí abuelo no le habría permitido alzar la voz más de lo necesario, o hablar cuando no tenía que hacerlo.
Suspiré y me senté de nuevo en el sillón llevando mis dedos al puente de mí nariz pensando en lo que debía de hacer. Nadie en su sano juicio iba a aceptarla como aprendiz, esto por descontado, pero además no era ese el problema que me tenía preocupado… sino el maldito pacto de sangre. Ella no podía irse y abandonar un juramente hecho con sangre, además, uno de magia negra. Los pactos hechos con sangre eran los más peligrosos de sangre, los que más consecuencias acarreaban si no llegaban a cumplirse.
Si ella se iba yo también lo sufriría puesto que mí sangre, como la de ella, iba unida en ese pacto. ¿Por qué narices se me había ocurrido la idea? Ahora no me quedaba más remedio que decirle que se quedara, y no sólo eso, sino tener que aceptar fingir que estaba con ella porque prefería aquello al destino y el castigo que pudiera obtener por el pacto. Gruñí molesto por todo porque para nada quería hacer aquello, no quería ver a su hermano ni a ningún jodido miembro de su familia. Mucho menos tener que fingir que estábamos juntos, ¿qué clase de maldición era esa? Volví a gruñir de nuevo y la miré observando como se iba hacia la puerta sin haber escuchado realmente sus últimas palabras.
-Detente, Gaïa –mí voz sonó dura y fría, molesta incluso, mientras sentía que la rabia se apoderaba de mi cuerpo. Fue una orden en toda regla y ella no pudo más que pararse en cuando se lo dije, quisiera o no, y volví a ordenarle que se girara para que me mirara. No iba a levantarme de aquel sillón- Sólo diré esto una sola vez, así que espero que escuches con atención: no puedes irte y no quiero que te vayas. Pero a diferencia del por qué crees que te lo digo, es porque ese pacto también me afectará a mí puesto que también lleva mi sangre. No estoy dispuesto a conocer las consecuencias si no se cumplen, así que por más que me pese te quedarás aquí y seguiremos como hasta ahora. Me mostrarás más respeto porque soy tú maestro, aceptarás sin rechistar lo que te mande que haga o lo que te ordene en cuestión de estudios, no quiero oírte decir ni una sola palabra de reproche, ¿queda claro? –mis ojos se clavaron fríos en los suyos- Aceptaré aunque no quiera que tú hermano venga, fingiré lo mejor que pueda y en unos días despacharás a tú hermano porque no pienso seguir la treta mucho tiempo. Y ahora, quiero estar solo. Avísame cuando vaya a venir tú hermano y ya me pondrás al día –le hice una seña con la mano para que entendiera que podía irse, y que quería estar solo.
Rodé los ojos ante sus palabras de nuevo sobre el pacto, sí, la había oído perfectamente la primera vez que lo había dicho. ¿Quién narices le había enseñado aquello a ella? Justamente había sido yo, por lo que estaba al corriente de que aquel maldito pacto me iba a joder todos mis planes. Porque no sólo le afectaría a ella, sino que a mí también y no estaba muy seguro de en qué manera iba a afectarnos. La miré enarcando una ceja cuando me llamó por el apellido y esperé a que comenzara a hablar. Su disculpa no me alivió en lo más mínimo ni fue en pago por todo, pero era el comienzo.
-Al menos te has dado cuenta del enorme error que has cometido, la verdad es que has tardado demasiado en percatarte de ello –porque era así, ¿qué otro brujo iba a aceptar como un aprendiz a una joven que apenas poseía magia, y que no se sabría si pudiera llegar a tener algún día? Nadie, solo yo. Imbécil.- Sí, mostrarme más respeto y obedecerme en todo habría facilitado las cosas –reconocí- He sido demasiado clemente contigo, ni siquiera te puedes hacer una idea de cuánto en realidad, y no has sabido aprovecharlo. Lástima para ti –mis palabras habían salido sin siquiera pensar en lo que decía, pero tenía toda la razón del mundo, mí abuelo no le habría permitido alzar la voz más de lo necesario, o hablar cuando no tenía que hacerlo.
Suspiré y me senté de nuevo en el sillón llevando mis dedos al puente de mí nariz pensando en lo que debía de hacer. Nadie en su sano juicio iba a aceptarla como aprendiz, esto por descontado, pero además no era ese el problema que me tenía preocupado… sino el maldito pacto de sangre. Ella no podía irse y abandonar un juramente hecho con sangre, además, uno de magia negra. Los pactos hechos con sangre eran los más peligrosos de sangre, los que más consecuencias acarreaban si no llegaban a cumplirse.
Si ella se iba yo también lo sufriría puesto que mí sangre, como la de ella, iba unida en ese pacto. ¿Por qué narices se me había ocurrido la idea? Ahora no me quedaba más remedio que decirle que se quedara, y no sólo eso, sino tener que aceptar fingir que estaba con ella porque prefería aquello al destino y el castigo que pudiera obtener por el pacto. Gruñí molesto por todo porque para nada quería hacer aquello, no quería ver a su hermano ni a ningún jodido miembro de su familia. Mucho menos tener que fingir que estábamos juntos, ¿qué clase de maldición era esa? Volví a gruñir de nuevo y la miré observando como se iba hacia la puerta sin haber escuchado realmente sus últimas palabras.
-Detente, Gaïa –mí voz sonó dura y fría, molesta incluso, mientras sentía que la rabia se apoderaba de mi cuerpo. Fue una orden en toda regla y ella no pudo más que pararse en cuando se lo dije, quisiera o no, y volví a ordenarle que se girara para que me mirara. No iba a levantarme de aquel sillón- Sólo diré esto una sola vez, así que espero que escuches con atención: no puedes irte y no quiero que te vayas. Pero a diferencia del por qué crees que te lo digo, es porque ese pacto también me afectará a mí puesto que también lleva mi sangre. No estoy dispuesto a conocer las consecuencias si no se cumplen, así que por más que me pese te quedarás aquí y seguiremos como hasta ahora. Me mostrarás más respeto porque soy tú maestro, aceptarás sin rechistar lo que te mande que haga o lo que te ordene en cuestión de estudios, no quiero oírte decir ni una sola palabra de reproche, ¿queda claro? –mis ojos se clavaron fríos en los suyos- Aceptaré aunque no quiera que tú hermano venga, fingiré lo mejor que pueda y en unos días despacharás a tú hermano porque no pienso seguir la treta mucho tiempo. Y ahora, quiero estar solo. Avísame cuando vaya a venir tú hermano y ya me pondrás al día –le hice una seña con la mano para que entendiera que podía irse, y que quería estar solo.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Admití mi error, es hora de firmar una tregua de paz… ¿o no?
Imposible hablar seriamente con aquel hombre. Se alteraban de la misma forma en cuanto se miraban a los ojos, mantenían una conversación y terminaban tirándose los tratos a la cabeza. Ella reconoció tener la culpa en este caso, lo admitía y él pudo comprender que no lo decía por decir, se arrepentía de verdad. ¿Cómo no creerla con esos ojos azules cristalinos repletos de un sinfín de cosas que ni admitiría ni podía mostrarle? No aún. No se conocían, solo en algunos aspectos pero a la hora de la verdad, en cuanto se tenían que poner de acuerdo y hablar de cosas serias… siempre acababa de la misma forma.
Ya se había disculpado, le dijo lo que pensaba pero quizás no era suficiente. Si no quería aceptar tendría que buscar a alguien de clase alta que le ayudase a la mentira ¿y a cambio? Haría lo que le pidiese por la ayuda prestada, la libertad tenía un precio y ella estaba dispuesta a pagar lo que desease. Se giró dispuesta a avanzar hacia el pasillo, dejarle allí cuando su voz la detuvo de golpe. Chasqueó la lengua, esperaba lo peor porque ¿acaso no se lo merecía? Él no había parado de alardear de ello una y otra vez. Lo aceptó y ahora venía su castigo, otro más.
El pacto. ¿Qué otra cosa? Asintió con la cabeza, bajando la mirada , no esperando en absoluto lo que dijo a continuación ¿aceptaba? ¿en serio? Una leve sonrisa apareció en sus labios, si aceptaba todo saldría sobre ruedas, eso quería creer. Sus ojos azules, buscaron la mirada ajena y cuando se encontraron , le transmitió una sincera gratitud que sin duda a él no podía pasar desapercibido. En cuanto pudo moverse, corrió hacia el brujo y sin importarle que la apartase, le abrazó por la cintura, besando su mejilla de forma sonora y de lo más graciosa, tan adorable como una niña.
-Límpiate el beso si quieres pero tenía que hacerlo -rió mordiéndose el labio inferior, hacia mucho no lo tenía tan cerca y solo con aquel acercamiento habían vuelto a saltar chispas, chispas de atracción -Le dejaré solo, le molestaré lo menos posible y … en cuanto llegue mi hermano, empezará la treta… antes, estudiaré y familiarizaré con todo lo que me propuso, esos libros -Salió como alma que llevaba el diablo para enterrarse en sus conocimientos y poder estar más cerca de alcanzar sus objetivos.
En esos días, no le molestó. Pasaron unas dos semanas, hasta que Fritz le avisó de que alguien la buscaba. Si Joe se encontraba allí, tendría un gran problema, no le esperaba tan pronto pero por lo visto se dio prisa en asegurarse que su hermana escogió el camino perfecto y adecuado. No esperó tenerle delante, no supo reaccionar hasta que fue abrazada y besada en la mejilla.
-Gai! Cuánto tiempo, la abuela te escribe todos los días y sí las traigo… pero ya te las daré, dime ¿dónde está el no afortunado? Tienes que haberle dado el mejor de tus mejunjes me equivoco? -Gaïa rió por lo bajo sin mucho ánimo y le dio paso, esperando a que el señor Fritz avisase al señor Tisdale. Rezaba mentalmente para que saliese bien. enseguida, unos ojos azules más oscuros que los de la joven, lo examinaban todo con aquellas orbes plagadas de curiosidad -Bonita…casa ¿se celebrará aquí la boda? ¿cuándo lo conociste? ¿y cómo? Y espero que no me estés engañando, sé cuando lo haces…tendrás que hacer muy bien tu papel porque como no sea verdad, volverás a casa…se acabó tu viaje sin sentido —Gaïa resopló sin contestarle, no iba a empezar una pelea… no aún.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Al final había acabado cediendo ante aquello que me había propuesto Gaïa, y todo porque no quería que se fuera y que el pacto de sangre que habíamos hecho también repercutiera en mí… con la magia de sangre era algo con lo que no podías jugar si no querías acabar mal, y yo no podía discernir las consecuencias de aquello. La magia de sangre era un tema bastante desconocido, y no se podía saber con exactitud cómo podía actuar y tomar represalias. Tampoco sabía si el pacto fuese meno o mayor de fuerza si se respondería igual… era la primera vez en mí vida que me encontraba con aquella situación, y al final, tuve que ceder para no correr ningún riesgo.
Pude ver la sonrisa que asomó en sus labios al decirle que aceptaba, estaba convencido de que ella pensaba que no iba a aceptar, y no iba a hacerlo, salvo por el pequeño detalle del pacto. Entonces me había obligado a verme envuelto en aquello, tendría que fingir que era su esposo y, no solamente eso, fingir delante de su hermano. Una mueca asomó por mis labios al pensarlo de forma detenida, yo que era una persona de normalidad fría y que no mostraba afecto me veía en la tesitura de tener que mentir y hacer todo aquello que yo no era, y que no había hecho en mí vida.
Rápida se acercó a mí hasta abrazarme por la cintura, a lo que rodé los ojos de manera exasperada y dejó un beso en mí mejilla de forma sonora, casi graciosa… como si fuera una niña pequeña. Suspiré porque era a lo que iba a tener que acostumbrarme al menos por un par de días hasta que su hermano se convenciera de que ella le había dicho la verdad, se largara, y yo siguiera con mí vida como había estando siendo. Enarqué una ceja cuando dijo que me dejaría hasta que llegara su hermano y dejé que se fuera para quedarme a solas en el salón, sentado en el sillón y volviendo a coger el libro entre mis manos.
Las siguientes semanas pasaron sin muchos acontecimientos, ella había respetado el espacio que le había mencionado y la veía por las tardes estudiando y leyendo que le había dado, mientras me apoyaba en el marco de la puerta con una taza en las manos, sin perturbarla pero comprobando que hacía lo que le había pedido. Por mí parte seguía con mis negocios clandestinos donde la gente venía para pedirme varias cosas, a cambio de otras a mí favor. Todo parecía que había vuelto a la normalidad, o eso es lo que se asemejaba… pero nada duraba para siempre.
Una de las tardes que me encontraba leyendo Fritz entró por la puerta sin decir nada, esperando a que me diera cuenta de que estaba ahí, levanté mí vista del libro para mirarlo y darle a entender que podía hablar. Llevaba de nuevo un libro en mis manos que estaba estudiando y esperé a que comenzara a hablar… cuando lo hizo chasqueé la lengua. El hermano de Gaïa había llegado ya y eso significaba que tenía que comenzar a fingir, ¿estaba preparado? No, desde luego que no lo estaba… pero era lo que habíamos acordado. Cerré el libro de mala gana y lo dejé encima de la mesita que había al lado del sillón, me levanté y le dije que me llevara hacia donde estaban ellos. Ni siquiera me había avisado de que su hermano llegaría hoy, no sabía mucho sobre él, ni como se llamaba, ni nada parecido a aquello… tendría que ir sobre la marcha, y esperar a que todo fuera bien. Cuando llegué a la estancia donde estaban oí lo último que dijo, y me reí divertido haciéndome notar en el lugar. Pronto dos pares de ojos, exactamente idénticos, se fijaron en mí.
-Me temo que lo de volver a casa no va a ser posible, no está bien que la esposa de un hombre no viva con él –mí tono fue jocoso en todo momento, me acerqué a ellos con lentitud y examiné al hermano de Gaïa. Eran muy parecidos, él era algo más alta que ella pero si te fijabas bien en sus rostros podías encontrar la similitud- Perdona la descortesía de mí prometida, no sabía que llegabas hoy –me paré delante de él y lo miré, era casi de mí misma altura aunque yo era algo más alto que él- Logan Tisdale, señor Goncourt –le tendí mí mano y le di una rápida mirada a Gaïa… quería matarla en aquel momento por no haberme avisado con tiempo, ni decirme nada sobre él, ¿así pensaba que todo iba a funcionar?
Pude ver la sonrisa que asomó en sus labios al decirle que aceptaba, estaba convencido de que ella pensaba que no iba a aceptar, y no iba a hacerlo, salvo por el pequeño detalle del pacto. Entonces me había obligado a verme envuelto en aquello, tendría que fingir que era su esposo y, no solamente eso, fingir delante de su hermano. Una mueca asomó por mis labios al pensarlo de forma detenida, yo que era una persona de normalidad fría y que no mostraba afecto me veía en la tesitura de tener que mentir y hacer todo aquello que yo no era, y que no había hecho en mí vida.
Rápida se acercó a mí hasta abrazarme por la cintura, a lo que rodé los ojos de manera exasperada y dejó un beso en mí mejilla de forma sonora, casi graciosa… como si fuera una niña pequeña. Suspiré porque era a lo que iba a tener que acostumbrarme al menos por un par de días hasta que su hermano se convenciera de que ella le había dicho la verdad, se largara, y yo siguiera con mí vida como había estando siendo. Enarqué una ceja cuando dijo que me dejaría hasta que llegara su hermano y dejé que se fuera para quedarme a solas en el salón, sentado en el sillón y volviendo a coger el libro entre mis manos.
Las siguientes semanas pasaron sin muchos acontecimientos, ella había respetado el espacio que le había mencionado y la veía por las tardes estudiando y leyendo que le había dado, mientras me apoyaba en el marco de la puerta con una taza en las manos, sin perturbarla pero comprobando que hacía lo que le había pedido. Por mí parte seguía con mis negocios clandestinos donde la gente venía para pedirme varias cosas, a cambio de otras a mí favor. Todo parecía que había vuelto a la normalidad, o eso es lo que se asemejaba… pero nada duraba para siempre.
Una de las tardes que me encontraba leyendo Fritz entró por la puerta sin decir nada, esperando a que me diera cuenta de que estaba ahí, levanté mí vista del libro para mirarlo y darle a entender que podía hablar. Llevaba de nuevo un libro en mis manos que estaba estudiando y esperé a que comenzara a hablar… cuando lo hizo chasqueé la lengua. El hermano de Gaïa había llegado ya y eso significaba que tenía que comenzar a fingir, ¿estaba preparado? No, desde luego que no lo estaba… pero era lo que habíamos acordado. Cerré el libro de mala gana y lo dejé encima de la mesita que había al lado del sillón, me levanté y le dije que me llevara hacia donde estaban ellos. Ni siquiera me había avisado de que su hermano llegaría hoy, no sabía mucho sobre él, ni como se llamaba, ni nada parecido a aquello… tendría que ir sobre la marcha, y esperar a que todo fuera bien. Cuando llegué a la estancia donde estaban oí lo último que dijo, y me reí divertido haciéndome notar en el lugar. Pronto dos pares de ojos, exactamente idénticos, se fijaron en mí.
-Me temo que lo de volver a casa no va a ser posible, no está bien que la esposa de un hombre no viva con él –mí tono fue jocoso en todo momento, me acerqué a ellos con lentitud y examiné al hermano de Gaïa. Eran muy parecidos, él era algo más alta que ella pero si te fijabas bien en sus rostros podías encontrar la similitud- Perdona la descortesía de mí prometida, no sabía que llegabas hoy –me paré delante de él y lo miré, era casi de mí misma altura aunque yo era algo más alto que él- Logan Tisdale, señor Goncourt –le tendí mí mano y le di una rápida mirada a Gaïa… quería matarla en aquel momento por no haberme avisado con tiempo, ni decirme nada sobre él, ¿así pensaba que todo iba a funcionar?
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Fue toda una sorpresa, no solo para el propio dueño de la casa, también para ella. No se lo imaginaba, pensaba tardaría más en visitarlos y con suerte se iría en un par de días, todo dependía del papel que desempeñaría ambos. La expresión de Gaïa lo decía todo, ¿cómo no se daba cuanta aquel brujo? Sus orbes azules, se clavaron en la figura del joven en cuanto apareció en escena, estaba tan sorprendida como él seguramente pero ambos lo disimulaban demasiado bien.
-Yo tampoco lo sabía, obviamente te lo habría comunicado, querido -ante aquel querido y sin que su hermano se diese cuento, hizo un mohín de desagrado de lo más divertido y gracioso, que disfrazó con una breve sonrisa cordial a su hermano mayor. Qué panorama, cuanto iban a pasar durante todo ese día -Dispondré a que nos traigan la tarta de frutos rojos que me dediqué hacer ayer por la tarde, he mejorado mucho ¿sabes? -su hermano se echó a reír, estrechando la mano del que sería su supuestamente cuñado, hermano de familia política
-Un placer, señor Tisdale, y me encantaría probar uno de tus dulces. Veo que tus intentos en dar un paso más en la gastronomía no han menguado y sigues luchando por ello , aunque no te hará falta, el señor que me ha abierto ¿su criado? Vaya, vas a contar con criado y todo, claro una casa tan grande aunque mi hermana sabe realizar perfectamente sus tareas domésticas -Gaïa miró hacia otro lado, su clase media había salido a relucir y como no “sus dotes de buena esposa” algo que detestaba.
-Eso ya lo sabe, hermano. Ya le di buen ejemplo de ello ¿no es verdad, querido? -se acercó a él y tomó su mano, mirándole fijamente, luchando por no salir corriendo, no sin antes darle un buen golpe a aquel brujo… le estaba crispando los nervios por la manera “divertida” de llevar a aquel tema. -Le diré a Fritz que prepare el pato a la naranja que tanto te gusta y … compartiremos una cena muy amena. -miró a ambos, le dio igual si no quisieran, ella ya lo había dispuesto.
-¿me acompañas, querido? Me gustaría comentarte unas cosas…en privado -le ofreció la mano a Logan para que la tomase y fue ella quien lo arrastró casi hacia otra sala contigua, antes de que dijese nada , ella siseó -No lo sabía, si lo hubiese sabido … maldita sea, espero se vaya en un par de días. Preguntará sobre la boda y planes de futuro -bajó un instante la mirada y se quedó mirándole fijamente a los ojos, le gustaba lo mismo que a él aquella situación. -Tienes que ser más “atento”, no se lo va a creer si estamos sentados en cada uno un sofá y… por favor, convéncele para que se vaya… con que le des un discurso de esos de “amor eterno” y lo mucho que me quieres bastará…
Y su hermano comenzaba a impacientarse, indicó a Fritz que se llevara la tarta y preparase café y té. Suspiró largamente, justo cuando la puerta parecía abrirse, digamos quería pillarlos de improviso. Gaïa no lo dudó, tiró de su mano y buscó los labios del brujo… dejando un beso, esperando que entendiese de su reacción… le gustaba lo mismo que a él.
-Yo tampoco lo sabía, obviamente te lo habría comunicado, querido -ante aquel querido y sin que su hermano se diese cuento, hizo un mohín de desagrado de lo más divertido y gracioso, que disfrazó con una breve sonrisa cordial a su hermano mayor. Qué panorama, cuanto iban a pasar durante todo ese día -Dispondré a que nos traigan la tarta de frutos rojos que me dediqué hacer ayer por la tarde, he mejorado mucho ¿sabes? -su hermano se echó a reír, estrechando la mano del que sería su supuestamente cuñado, hermano de familia política
-Un placer, señor Tisdale, y me encantaría probar uno de tus dulces. Veo que tus intentos en dar un paso más en la gastronomía no han menguado y sigues luchando por ello , aunque no te hará falta, el señor que me ha abierto ¿su criado? Vaya, vas a contar con criado y todo, claro una casa tan grande aunque mi hermana sabe realizar perfectamente sus tareas domésticas -Gaïa miró hacia otro lado, su clase media había salido a relucir y como no “sus dotes de buena esposa” algo que detestaba.
-Eso ya lo sabe, hermano. Ya le di buen ejemplo de ello ¿no es verdad, querido? -se acercó a él y tomó su mano, mirándole fijamente, luchando por no salir corriendo, no sin antes darle un buen golpe a aquel brujo… le estaba crispando los nervios por la manera “divertida” de llevar a aquel tema. -Le diré a Fritz que prepare el pato a la naranja que tanto te gusta y … compartiremos una cena muy amena. -miró a ambos, le dio igual si no quisieran, ella ya lo había dispuesto.
-¿me acompañas, querido? Me gustaría comentarte unas cosas…en privado -le ofreció la mano a Logan para que la tomase y fue ella quien lo arrastró casi hacia otra sala contigua, antes de que dijese nada , ella siseó -No lo sabía, si lo hubiese sabido … maldita sea, espero se vaya en un par de días. Preguntará sobre la boda y planes de futuro -bajó un instante la mirada y se quedó mirándole fijamente a los ojos, le gustaba lo mismo que a él aquella situación. -Tienes que ser más “atento”, no se lo va a creer si estamos sentados en cada uno un sofá y… por favor, convéncele para que se vaya… con que le des un discurso de esos de “amor eterno” y lo mucho que me quieres bastará…
Y su hermano comenzaba a impacientarse, indicó a Fritz que se llevara la tarta y preparase café y té. Suspiró largamente, justo cuando la puerta parecía abrirse, digamos quería pillarlos de improviso. Gaïa no lo dudó, tiró de su mano y buscó los labios del brujo… dejando un beso, esperando que entendiese de su reacción… le gustaba lo mismo que a él.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
¿Cómo había llegado a aquel panorama? Ni siquiera podía recordarlo, ahora maldecía el pacto de sangre que había hecho con ella y me recriminaba por ser tan estúpido como para hacerlo, ¿en qué demonios estaría pensando para hacerlo? Ahora ya estaba y debía de apechugar con las consecuencias. Un par de días de fingir y toda esta locura acabaría, su hermano se iría, nos dejaría en paz y podríamos seguir con lo que estábamos haciendo. Pero nadie me decía que no podía sacarle el lado divertido de todo esto, nada más había que ver la expresión de ella cuando me dijo ese querido, no lo estaba disfrutando como lo estaba haciendo yo.
Claro que yo no tenía nada que perder y ella tenía todo por lo que perderlo, volvía a tener la situación de ventaja y ella en desventaja… y la iba a utilizar. Yo me jodería con todo aquello pero ella lo haría mucho más y sabía cómo debía de hacerlo para ello. Su hermano me estrechó la mano y la aparté a los pocos segundos manteniendo mí posición, quería que se fuera lo antes posible y Gaïa tenía muchas cosas que explicarme, apenas me había contado nada sobre su familia, ¿de verdad quería que aquello funcionara? Estábamos abocados al fracaso desde el principio. Los miré a uno y a otro mientras hablaban y suspiré cuando él habló diciendo aquello, haciendo que frunciera el ceño.
-¿Sabes? El “criado” al que te refieres lleva en mí familia desde que yo era pequeño y va a seguir aquí hasta el día en que se muera. No necesito que mí esposa se ocupe de las labores de la casa porque es innecesario, se tiene que dedicar a mí que para eso voy a ser su marido –Gaïa se acercó entonces a mí dándome un pequeño y leve tirón a mi mano como si quisiera darme a entender algo y sonreí, ladino, mirándola durante unos segundos- Oh si, cierto. Un magnífico ejemplo –evidentemente su hermano se pensaría algo diferente- Es muy aplicada –intenté no reírme en aquel momento y dejé que tirara de mí mano para llevarnos a un lugar más apartado. Me solté de su mano y la miré algo cabreado, fijando mis ojos en los suyos- ¿No crees que deberías de haberme dicho algo antes de que él llegara? Apenas sé nada sobre vosotros, ¿cuánto crees que va a tardar en pillarnos? –me crucé de brazos y bufé, su plan se iba a caer en pedazos y no iba a ser yo quien lo intentara reconstruir. Era su culpa y ahora ya no había vuelta atrás- Por cierto, yo sí que he pensado a diferencia de ti en una tapadera –llevaba días ya con aquello en mente y, hasta que no me había visto acorralado, no había dado el paso- Toma –de mí bolsillo saqué un anillo que podría ser perfectamente de compromiso- Así al menos nos creerá un poco más, y no gracias a ti precisamente –rodé los ojos ante la mención de lo del discurso, ¿en serio pretendía que dijera y mintiera sobre cuánto la amaba? Estaba loca si lo pensaba. De repente su mano tiró de la mía y sus labios se pegaron a los míos, y sí, supe por qué lo había hecho. Podía sentir el aura de su hermano detrás de la puerta espiándonos, y debíamos de aparentar. Rodeé su cintura con mí brazo, aferré su pelo con la otra y devoré sus labios como si fuera un verdadero… lo que quisiera que fuera, sediento de ella. Dejé un mordisco en sus labios y reí entre dientes- No debemos de hacer esperar a tú hermano, querida. Bastante nos hemos retrasado ya –sonreí lado y la solté notando que el aura de su hermano se alejaba con prisa para no ser descubierto.
Claro que yo no tenía nada que perder y ella tenía todo por lo que perderlo, volvía a tener la situación de ventaja y ella en desventaja… y la iba a utilizar. Yo me jodería con todo aquello pero ella lo haría mucho más y sabía cómo debía de hacerlo para ello. Su hermano me estrechó la mano y la aparté a los pocos segundos manteniendo mí posición, quería que se fuera lo antes posible y Gaïa tenía muchas cosas que explicarme, apenas me había contado nada sobre su familia, ¿de verdad quería que aquello funcionara? Estábamos abocados al fracaso desde el principio. Los miré a uno y a otro mientras hablaban y suspiré cuando él habló diciendo aquello, haciendo que frunciera el ceño.
-¿Sabes? El “criado” al que te refieres lleva en mí familia desde que yo era pequeño y va a seguir aquí hasta el día en que se muera. No necesito que mí esposa se ocupe de las labores de la casa porque es innecesario, se tiene que dedicar a mí que para eso voy a ser su marido –Gaïa se acercó entonces a mí dándome un pequeño y leve tirón a mi mano como si quisiera darme a entender algo y sonreí, ladino, mirándola durante unos segundos- Oh si, cierto. Un magnífico ejemplo –evidentemente su hermano se pensaría algo diferente- Es muy aplicada –intenté no reírme en aquel momento y dejé que tirara de mí mano para llevarnos a un lugar más apartado. Me solté de su mano y la miré algo cabreado, fijando mis ojos en los suyos- ¿No crees que deberías de haberme dicho algo antes de que él llegara? Apenas sé nada sobre vosotros, ¿cuánto crees que va a tardar en pillarnos? –me crucé de brazos y bufé, su plan se iba a caer en pedazos y no iba a ser yo quien lo intentara reconstruir. Era su culpa y ahora ya no había vuelta atrás- Por cierto, yo sí que he pensado a diferencia de ti en una tapadera –llevaba días ya con aquello en mente y, hasta que no me había visto acorralado, no había dado el paso- Toma –de mí bolsillo saqué un anillo que podría ser perfectamente de compromiso- Así al menos nos creerá un poco más, y no gracias a ti precisamente –rodé los ojos ante la mención de lo del discurso, ¿en serio pretendía que dijera y mintiera sobre cuánto la amaba? Estaba loca si lo pensaba. De repente su mano tiró de la mía y sus labios se pegaron a los míos, y sí, supe por qué lo había hecho. Podía sentir el aura de su hermano detrás de la puerta espiándonos, y debíamos de aparentar. Rodeé su cintura con mí brazo, aferré su pelo con la otra y devoré sus labios como si fuera un verdadero… lo que quisiera que fuera, sediento de ella. Dejé un mordisco en sus labios y reí entre dientes- No debemos de hacer esperar a tú hermano, querida. Bastante nos hemos retrasado ya –sonreí lado y la solté notando que el aura de su hermano se alejaba con prisa para no ser descubierto.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Su hermano tan impertinente como siempre. ¿Cuánto tiempo dudaría aquella tortura? Sus ojos azules se fijaban en ambos hombres, alternativamente. Iba a ser unos días muy largos. Desde que dejaron claro la posición en la que quedaba cada uno y el papel que desempeñarían, no volvieron a hablar de ello desde entonces. ¿Qué aún recordaba aquel primer encuentro en la que la atracción y el juego les llevaron a donde se encontraban? Sí, pero ya pertenecía al pasado, ocurrió y ya está. Una sola vez y bastaba, además era un hombre difícil, solitario y que solo le importaba su profesión, ella por el pacto sabía que era un completo estorbo.
-Ya lo dije. No lo sabía, no sabía qué venía ¿o acaso no me crees? Maldita sea… -estaba molesta, no con él, por supuesto, si no con el hombre sentado en el salón -No quise molestarle, lo sabe. Por eso no le dije nada y creo que sabe lo que tiene que saber, no es más de lo que él me conoce en realidad. Con que le digas que soy una buena ama de casa en la cocina se da por satisfecho, es de esos -desvió la mirada hacia un punto inexistente y suspiró, sorprendiéndose por el anillo que ahora portaba en su dedo. Alzó éste y se perdió en la imagen de la joya con una leve sonrisa, justo como su hermano quería como ella ¿y ella misma? -Es bonito , demasiado bonito para que yo lo lleve y ya, es que pienso muy poco…. Pero usted piensa en todo -
Fingió una sonrisa al igual que fingió aquel beso, uno que se volvió a los ojos de su hermano muy real. No sabía bien cómo reaccionar, desde lo ocurrido el acercamiento había sido nulo, ahora sería mucho más difícil que se tratasen de alguna forma más íntima… ella tampoco ponía de su parte, solo había fingido por lo de su hermano pero nada más. lo miró a los ojos durante unos segundos, volviendo con él de la mano. El hombre que esperaba sentado, de forma disimulada mirando la decoración…
-Disculpa, teníamos asuntos que tratar. ¿Cuántos días te quedas? -fue franca, sincera… todo lo que podía a su hermano, solo quería que se marchase -No nos vamos a casar aún, estamos dejando un poco de margen… nada más -miró fijamente a Logan, no era capaz de expresarse tan cariñosa como debería así que no le soltó de la mano, apretando un tanto para que le ayudase -Además, queremos algo íntimo, él y yo y poco más… - sonrió, una sonrisa demasiado fingida pero igual resplandeciente… esa que le daba toda esa vida de la que se caracterizaba.
-Lo que más me impacta es que… alguien… bueno, tu reputación no es que sea muy buena precisamente. -hizo un gesto con la mano para que ambos le entendiesen -Gaïa siempre ha sido muy efusiva, le gustaba mucho… bueno, el decoro no es su fuerte y siempre terminaba saltándose las reglas. Me sorprende que alguien haya sobrepasado eso, verla como una simple mujerzuela para querer casarse con ella - Gaïa lo miró fijamente, congelándose la sonrisa… queriendo que la tierra se la tragase, la imagen que daba de ella en absoluto era cierta pero claro quería que volviese por lo que estaba intentando que el brujo la viese con otros ojos.
La joven Goncourt, carraspeó, mirando hacia el suelo, intentando pensar… en algo y no darle un puñetazo de los que daban historia. Suspiró, sin poder decir nada, levantándose del asiento y mirando a ambos, negando con la cabeza… su hermano sabía bien indagar en donde pudiese hacerle daño. La imagen que tenía de ella no era la de una joven vivaz capaz de querer aprender…si no el de una vulgar muchacha que va de cama en cama. Y era cierto ¿quién iba a quererla?
-Creo que será mejor que te asees para la cena, es a las nueve. -les dedicó una reverencia y se marchó, hacia el jardín.
-Ya lo dije. No lo sabía, no sabía qué venía ¿o acaso no me crees? Maldita sea… -estaba molesta, no con él, por supuesto, si no con el hombre sentado en el salón -No quise molestarle, lo sabe. Por eso no le dije nada y creo que sabe lo que tiene que saber, no es más de lo que él me conoce en realidad. Con que le digas que soy una buena ama de casa en la cocina se da por satisfecho, es de esos -desvió la mirada hacia un punto inexistente y suspiró, sorprendiéndose por el anillo que ahora portaba en su dedo. Alzó éste y se perdió en la imagen de la joya con una leve sonrisa, justo como su hermano quería como ella ¿y ella misma? -Es bonito , demasiado bonito para que yo lo lleve y ya, es que pienso muy poco…. Pero usted piensa en todo -
Fingió una sonrisa al igual que fingió aquel beso, uno que se volvió a los ojos de su hermano muy real. No sabía bien cómo reaccionar, desde lo ocurrido el acercamiento había sido nulo, ahora sería mucho más difícil que se tratasen de alguna forma más íntima… ella tampoco ponía de su parte, solo había fingido por lo de su hermano pero nada más. lo miró a los ojos durante unos segundos, volviendo con él de la mano. El hombre que esperaba sentado, de forma disimulada mirando la decoración…
-Disculpa, teníamos asuntos que tratar. ¿Cuántos días te quedas? -fue franca, sincera… todo lo que podía a su hermano, solo quería que se marchase -No nos vamos a casar aún, estamos dejando un poco de margen… nada más -miró fijamente a Logan, no era capaz de expresarse tan cariñosa como debería así que no le soltó de la mano, apretando un tanto para que le ayudase -Además, queremos algo íntimo, él y yo y poco más… - sonrió, una sonrisa demasiado fingida pero igual resplandeciente… esa que le daba toda esa vida de la que se caracterizaba.
-Lo que más me impacta es que… alguien… bueno, tu reputación no es que sea muy buena precisamente. -hizo un gesto con la mano para que ambos le entendiesen -Gaïa siempre ha sido muy efusiva, le gustaba mucho… bueno, el decoro no es su fuerte y siempre terminaba saltándose las reglas. Me sorprende que alguien haya sobrepasado eso, verla como una simple mujerzuela para querer casarse con ella - Gaïa lo miró fijamente, congelándose la sonrisa… queriendo que la tierra se la tragase, la imagen que daba de ella en absoluto era cierta pero claro quería que volviese por lo que estaba intentando que el brujo la viese con otros ojos.
La joven Goncourt, carraspeó, mirando hacia el suelo, intentando pensar… en algo y no darle un puñetazo de los que daban historia. Suspiró, sin poder decir nada, levantándose del asiento y mirando a ambos, negando con la cabeza… su hermano sabía bien indagar en donde pudiese hacerle daño. La imagen que tenía de ella no era la de una joven vivaz capaz de querer aprender…si no el de una vulgar muchacha que va de cama en cama. Y era cierto ¿quién iba a quererla?
-Creo que será mejor que te asees para la cena, es a las nueve. -les dedicó una reverencia y se marchó, hacia el jardín.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Parecía que todo esto en realidad me estaba divirtiendo más a mí que a ella, ¿y por qué? Porque simplemente ella tenía todas las perder y yo sin embargo no me arriesgaba a nada, además ver las caras que ponía cuando actuaba delante de ella como el perfecto prometido que debía de ser era muy gracioso. Sacarla de sus casillas con aquella situación también lo era, así que pensaba aprovechar todo cuanto pudiera de aquella oportunidad que me había brindado… me divertiría de todo aquello, y cuando me cansara de la situación tan sólo tenía que despachar a su hermano de mala manera y el asunto se acabaría en ese mismo momento.
Suspiré irritado con aquello y rodé los ojos cuando le di aquel anillo que debería de llevar puesto pues, a ojos de su hermano, afianzaba aún más que lo que estábamos interpretando era cierto. Debía de tener un anillo que demostrara que nos íbamos a casar aunque fuera solamente una mentira, reí entre dientes, claro que yo siempre pensaba en todo. Nada se escapaba de mí control si así yo no lo quería… por lo que era realmente absurdo que su hermano pudiera pillarnos por mí culpa, más bien, nos pillaría porque ella apenas me había contado nada.
En cuanto noté que su hermano se había acercado para espiarnos, cosa que no me gustó en absoluto, la acerqué para acallarla con mis labios y darle un beso ya que su hermano estaba ahora de espectador entre las sombras, dándole a entender que éramos una pareja normal. Incluso me atreví a afianzar el agarre sobre ella y, en cierta manera, hasta me dejé llevar por unos breves y cortos segundos. Me atreví incluso a hacer una gracia, que iba con doble sentido, cuando me separé y noté que su hermano ya se había quitado de la puerta por miedo a ser descubierto… pero en aquella casa y con mí poder, era raro que algo pudiera escaparse de mí control.
Tuve que dejar que me cogiera de la mano mientras volvíamos al salón donde de nuevo estaba sentado su hermano, mirando la decoración del lugar. Su mirada volvió a posarse sobre nosotros y esperé la respuesta en cuanto ella le hizo aquella pregunta, era un tema que me interesaba. Esperaba que fueran pocos días, sino, me vería obligado a sacarlo a la fuerza y no le iba a gustar para nada. Viendo y sintiendo su mirada sobre mí decidí rodear su cintura con mí brazo y pegarla a mí mientras ella hablaba sobre la boda.
-Me gustaría algo íntimo, no soy muy partidario de las grandes celebraciones y mientras estén los que se van a casar, es más que suficiente –puntualicé sintiendo la mirada de su hermano puesta en mí- Quiero a vuestro hermana solamente para mí –sonreí de lado, dejando una sonrisa torcida que seguramente a él no le gustaría, aunque seguramente mis palabras le gustaran menos mientras yo intentaba que la risa no saliera de mis labios y manteniendo la compostura. Compostura que se vio truncada en cuanto él comenzó a abrir la boca y soltar todo aquello por su boca, ¿de qué narices estaba hablando? Seguramente lo estuviera diciendo para que aquello no pasara, podía notar las mentiras que salían de sus palabras y que intentaba camuflar la verdad de todo aquello, y fruncí el ceño apretando el agarre que tenía sobre ella- Palabras muy duras para ser vuestra hermana, ¿no os parece? Más aún cuando estáis hablando con su prometido –lo miré de forma fija centrándome en él- Quisiera dejar una cosa clara; su pasado es algo que realmente no me importa, ni siquiera vos sabéis cuál es mí pasado, ¿y si fuera peor que el de ella? Me da igual quien fue en el pasado, me importa su presente. Así que os advierto que no volváis a decir tales gilipolleces delante de mí, y si no os gusta lo que estáis viendo u oyendo, sabéis donde está la puerta. O mí mayordomo os puede enseñar el camino si es demasiado para vos –Gaïa se alejó haciendo una reverencia y yo miré a su hermano- Sed puntual, odio a la gente que no lo es –y sin decir mucho más la seguí encontrándola a solas en el jardín. Menudo gilipollas que tenía como hermano, estaba claro a lo que había venido- ¿Sabes lo que pretende hacer, verdad? –Dije sin acercarme a ella todavía manteniendo la distancia hasta que finalmente di un par de pasos- ¿Por qué se lo permites? Tú eres la dueña de tú destino y no ellos, no deberías de ceder ante sus caprichos –todo aquello era un completo desastre y ahora entendía las intenciones que su hermano había traído consigo- ¿Saben siquiera que quieres aprender los conocimientos de la magia?
Suspiré irritado con aquello y rodé los ojos cuando le di aquel anillo que debería de llevar puesto pues, a ojos de su hermano, afianzaba aún más que lo que estábamos interpretando era cierto. Debía de tener un anillo que demostrara que nos íbamos a casar aunque fuera solamente una mentira, reí entre dientes, claro que yo siempre pensaba en todo. Nada se escapaba de mí control si así yo no lo quería… por lo que era realmente absurdo que su hermano pudiera pillarnos por mí culpa, más bien, nos pillaría porque ella apenas me había contado nada.
En cuanto noté que su hermano se había acercado para espiarnos, cosa que no me gustó en absoluto, la acerqué para acallarla con mis labios y darle un beso ya que su hermano estaba ahora de espectador entre las sombras, dándole a entender que éramos una pareja normal. Incluso me atreví a afianzar el agarre sobre ella y, en cierta manera, hasta me dejé llevar por unos breves y cortos segundos. Me atreví incluso a hacer una gracia, que iba con doble sentido, cuando me separé y noté que su hermano ya se había quitado de la puerta por miedo a ser descubierto… pero en aquella casa y con mí poder, era raro que algo pudiera escaparse de mí control.
Tuve que dejar que me cogiera de la mano mientras volvíamos al salón donde de nuevo estaba sentado su hermano, mirando la decoración del lugar. Su mirada volvió a posarse sobre nosotros y esperé la respuesta en cuanto ella le hizo aquella pregunta, era un tema que me interesaba. Esperaba que fueran pocos días, sino, me vería obligado a sacarlo a la fuerza y no le iba a gustar para nada. Viendo y sintiendo su mirada sobre mí decidí rodear su cintura con mí brazo y pegarla a mí mientras ella hablaba sobre la boda.
-Me gustaría algo íntimo, no soy muy partidario de las grandes celebraciones y mientras estén los que se van a casar, es más que suficiente –puntualicé sintiendo la mirada de su hermano puesta en mí- Quiero a vuestro hermana solamente para mí –sonreí de lado, dejando una sonrisa torcida que seguramente a él no le gustaría, aunque seguramente mis palabras le gustaran menos mientras yo intentaba que la risa no saliera de mis labios y manteniendo la compostura. Compostura que se vio truncada en cuanto él comenzó a abrir la boca y soltar todo aquello por su boca, ¿de qué narices estaba hablando? Seguramente lo estuviera diciendo para que aquello no pasara, podía notar las mentiras que salían de sus palabras y que intentaba camuflar la verdad de todo aquello, y fruncí el ceño apretando el agarre que tenía sobre ella- Palabras muy duras para ser vuestra hermana, ¿no os parece? Más aún cuando estáis hablando con su prometido –lo miré de forma fija centrándome en él- Quisiera dejar una cosa clara; su pasado es algo que realmente no me importa, ni siquiera vos sabéis cuál es mí pasado, ¿y si fuera peor que el de ella? Me da igual quien fue en el pasado, me importa su presente. Así que os advierto que no volváis a decir tales gilipolleces delante de mí, y si no os gusta lo que estáis viendo u oyendo, sabéis donde está la puerta. O mí mayordomo os puede enseñar el camino si es demasiado para vos –Gaïa se alejó haciendo una reverencia y yo miré a su hermano- Sed puntual, odio a la gente que no lo es –y sin decir mucho más la seguí encontrándola a solas en el jardín. Menudo gilipollas que tenía como hermano, estaba claro a lo que había venido- ¿Sabes lo que pretende hacer, verdad? –Dije sin acercarme a ella todavía manteniendo la distancia hasta que finalmente di un par de pasos- ¿Por qué se lo permites? Tú eres la dueña de tú destino y no ellos, no deberías de ceder ante sus caprichos –todo aquello era un completo desastre y ahora entendía las intenciones que su hermano había traído consigo- ¿Saben siquiera que quieres aprender los conocimientos de la magia?
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Solo tú, puedes salvarme.
Justo como imaginaba, su hermano no perdería el tiempo en lanzarle piedras contra su tejado, un tejado bien reforzado con los años. Esperaba que el señor Tisdale pudiese deshacerse de aquel mosquito molesto. Si utilizaban la magia acabarían antes, en eso no había pensado pero de momento prefería el método normal y echarlo sin dejar ningún cabo suelto. No sería fácil pero lo iba a intentar con todas sus fuerzas. El hecho de estar prometida con Logan no solo era raro, la cercanía entre ellos después de tantos días sin dirigirse apenas la palabra. Aceptó su equivocación y desde entonces había sido muy aplicada en leerse todos los libros que le dispuso, aunque aún le quedaba mucho…apenas había empezado.
Notaba el agarre de Logan y le inquietó, le puso nerviosa pues ambos rehuían tal cosa y por obligación actuaban en contra de sus deseos. Carraspeó sintiendo la tensión entre su hermano y el que era su mentor sin saber muy bien cómo reaccionar. Si se levantaba, gritaba lo absurdo de la situación y directamente echaba a su hermano para no volver… sería lo más sensato y también lo más estúpido, no se marcharía de allí con las manos vacías. La obligaría a volver a la casa familiar y sus días como estudiante de magia, al igual que su libertad…quedarían vetadas para siempre.
Les dejó en el salón, mirándose frente a frente y ella simplemente quería tomar aire fresco. No era la primera vez que la atacaba de ese modo, con aspirar aire y relajarse no perdería los nervios. No esperaba nadie fuese en su busca y Logan…bueno, era imposible. Era puro teatro y con aquella obra debían de seguir. Suspiró, los pasos le alertaban de que alguien se acercaba, su hermano seguro pero su voz… le sorprendió, olvidándose de todo…prácticamente.
-Se equivoca señor Tisdale, ellos son dueños de mi destino. Debo casarme, tener hijos…estar en casa y olvidarme de lo demás, por eso me fui -no dio más explicaciones y aún así no parecía afectarla por su media sonrisa, esos ojos azules incapaces de rendirse -Soy una Goncourt , y no quiero renunciar a mi apellido… ellos son mis tutores, son más mayores que yo y aunque sea mayor de edad no importa y lo sabe -se encogió de hombros, claro que sabía que pretendía -Sé lo que intenta, le da rabia que sea así, no como cualquier joven que se queda en casa. Siempre me encantó descubrir mundo, hacer cosas diferentes y aprender…sobre todo, eso, aprender -
Suspiró largamente, envidiaba a la persona que tenía delante. Sí, le envidiaba a él por poder hacer lo que quisiese. Sonrió, acercándose a él para que oyese su respuesta, un secreto a voces…no le vendría bien en estos momentos. Le agradecía lo que estaba haciendo, no sabría nunca como pagárselo.
-No lo sabe y si lo supiese… no, no estaría aquí, si no de camino. Me tomarían por loca definitivamente y ellos mismos me denunciarían a la inquisición. Están en contra de ello, de los seres que no deben estar en este mundo… por eso me fui, porque no soy como ellos porque soy como tú, al menos en espíritu -se le escapó una risa de desconcierto, negando con la cabeza -Las gracias no sirven por todo lo que estás haciendo por mí… gracias, de verdad, Logan -vaciló pero no ocultó las ganas que tenía de acercarse e inclinarse para dejar un beso en su mejilla -Pagaré mi deuda aunque sea toda mi vida… lo que haga falta pero no permitas que me lleve -y lo último, sí que sonó como un ruego…
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
No entendía cómo podía tener aquella mujer un hermano tan… gilipollas. Sí, esa era la palabra que lo definía mejor. Yo podría ser un capullo arrogante que tomara todo aquello cuanto quisiera y que además vagara libremente sin darle explicaciones a nadie… pero él rallaba lo excesivo. Era por personas como él que me alegraba de ser como era, la mentalidad que tenía y las cosas que salían por su boca me reafirmaban en que me gustaba mucho más ser yo, y prefería a mil tíos que fueran como yo… a uno tan siquiera que fuera como él. Solo me bastaba ver el aura que lo rodeaba para saber lo que estaba tramando, pero sus palabras despejaban cualquier tipo de duda que pudiera tener al respecto.
Mis palabras podían sonar como a una amenaza y esperaba que se sintiera como tal, porque no pensaba dejar que pasara ni una y mucho menos en mí casa. Cierto que aquella tetra no tenía nada que ver conmigo, pero comenzaba a cabrearme y a mosquearme la actitud que aquel hombre estaba teniendo, y pese a todo, estaba en mí casa y ahí sí que no iba a permitir nada… y si después de amenazarlo, intentaba seguir haciendo de las suyas, iba a acabar mucho peor de lo que él se imaginaba. Y disfrutaría haciéndolo, porque empezaba a odiar a aquel hombre, su mentalidad, y las gilipolleces que salían de sus labios.
Miré a Gaïa en el jardín y me pregunté cómo dos personas, de la misma sangre, podían ser tan diferentes. Yo no había tenido ningún hermano ni hermana, era hijo único y por lo tanto no sabía lo dispar que pueden ser dos personas que comparten línea sanguínea como aquellos dos. Eran la noche y el día y en cierta manera, de alegré de que ella no fuese como su hermano. Y sí, entendía lo que él pretendía y que aunque ella intentara y quisiera ser dueña de su destino los cánones de la sociedad no se lo permitían porque todo lo que ella quería era todo lo contrario a lo que marcaba la sociedad.
A mí lo que unas normas de la época dictaran era algo que no me importaba, nunca me había importado, y solamente ostentaba el título de conde porque mí padre así lo había dispuesto todo y no podía negarme… se lo debía, e iba a estar dispuesto a encontrar al culpable de su muerte y hacer que pagara por ello… no importaba lo que me costara. Suspiré mirándola y miré hacia otro lado cuando dio un paso más cerca de mí, escuchando sus palabras.
-Realmente no deberías de dejar que eso pasara, deberías de decidir tú aunque sé que no es lo que dictan las normas de la sociedad… y tú hermano se está aprovechando de ello. Si te casaras perderías el apellido, seguirías siendo una Goncourt pero no de la misma manera –hice una leve pausa- No deberías de dejar que se salgan con la suya, Gaïa, aunque por ello pierdas tú apellido. Está claro qué es lo que más te motiva y no es precisamente eso que tú hermano quiere para ti. No va a poder atarte siempre, y eso lo sabe. –Dio un par de pasos más, acercándose a mí y reí entre dientes por aquella respuesta- Quizás deba de darle una buena lección a tú hermano antes de que se vaya de aquí, podría borrarle la memoria sobre ese hecho para que no vaya a la Inquisición –mis ojos se volvieron más duros y fríos- No me gusta tú hermano, ni sus ideales, ni la forma que tiene de tratarte. No pienso tolerar ninguna falta de respeto en mí casa y más le vale que se comporte… o conocerá la magia de primera mano –me daba igual que ella no opinara lo mismo, bastante estaba aguantando ya con todo aquello como para que me insultaran en mí propia casa- Ni siquiera sé como ese hombre puede ser tú hermano, ni como tú dejas que diga todas esas sandeces –la miré cuando dijo de aquella forma que parecía un ruego, que no dejara que la llevara con él. Alcé su mentón con una de mis manos y miré sus ojos azules durante unos segundos- No dejaré que te lleve con él, madre tierra. Eres mí aprendiz y yo nunca dejo nada a medias –mí brazo rodeó su cintura y mis labios rozaron los suyos- Eres mía Gaïa, en todos los efectos prácticos –lo dije de forma burlona porque, a ojos de su hermano, era su prometido- quizás me conforme con el pago de toda tú vida -Mordí su labio inferior y me separé para comenzar a andar de vuelta hacia dentro, donde pronto comenzaría la cena, me paré y le tendí una mano de forma jocosa y burlona- Si tú hermano se comporta, puede que no acabe con la boca partida esta noche –sonreí de lado, porque como le había dicho, no pensaba aguantar ni una más.
Mis palabras podían sonar como a una amenaza y esperaba que se sintiera como tal, porque no pensaba dejar que pasara ni una y mucho menos en mí casa. Cierto que aquella tetra no tenía nada que ver conmigo, pero comenzaba a cabrearme y a mosquearme la actitud que aquel hombre estaba teniendo, y pese a todo, estaba en mí casa y ahí sí que no iba a permitir nada… y si después de amenazarlo, intentaba seguir haciendo de las suyas, iba a acabar mucho peor de lo que él se imaginaba. Y disfrutaría haciéndolo, porque empezaba a odiar a aquel hombre, su mentalidad, y las gilipolleces que salían de sus labios.
Miré a Gaïa en el jardín y me pregunté cómo dos personas, de la misma sangre, podían ser tan diferentes. Yo no había tenido ningún hermano ni hermana, era hijo único y por lo tanto no sabía lo dispar que pueden ser dos personas que comparten línea sanguínea como aquellos dos. Eran la noche y el día y en cierta manera, de alegré de que ella no fuese como su hermano. Y sí, entendía lo que él pretendía y que aunque ella intentara y quisiera ser dueña de su destino los cánones de la sociedad no se lo permitían porque todo lo que ella quería era todo lo contrario a lo que marcaba la sociedad.
A mí lo que unas normas de la época dictaran era algo que no me importaba, nunca me había importado, y solamente ostentaba el título de conde porque mí padre así lo había dispuesto todo y no podía negarme… se lo debía, e iba a estar dispuesto a encontrar al culpable de su muerte y hacer que pagara por ello… no importaba lo que me costara. Suspiré mirándola y miré hacia otro lado cuando dio un paso más cerca de mí, escuchando sus palabras.
-Realmente no deberías de dejar que eso pasara, deberías de decidir tú aunque sé que no es lo que dictan las normas de la sociedad… y tú hermano se está aprovechando de ello. Si te casaras perderías el apellido, seguirías siendo una Goncourt pero no de la misma manera –hice una leve pausa- No deberías de dejar que se salgan con la suya, Gaïa, aunque por ello pierdas tú apellido. Está claro qué es lo que más te motiva y no es precisamente eso que tú hermano quiere para ti. No va a poder atarte siempre, y eso lo sabe. –Dio un par de pasos más, acercándose a mí y reí entre dientes por aquella respuesta- Quizás deba de darle una buena lección a tú hermano antes de que se vaya de aquí, podría borrarle la memoria sobre ese hecho para que no vaya a la Inquisición –mis ojos se volvieron más duros y fríos- No me gusta tú hermano, ni sus ideales, ni la forma que tiene de tratarte. No pienso tolerar ninguna falta de respeto en mí casa y más le vale que se comporte… o conocerá la magia de primera mano –me daba igual que ella no opinara lo mismo, bastante estaba aguantando ya con todo aquello como para que me insultaran en mí propia casa- Ni siquiera sé como ese hombre puede ser tú hermano, ni como tú dejas que diga todas esas sandeces –la miré cuando dijo de aquella forma que parecía un ruego, que no dejara que la llevara con él. Alcé su mentón con una de mis manos y miré sus ojos azules durante unos segundos- No dejaré que te lleve con él, madre tierra. Eres mí aprendiz y yo nunca dejo nada a medias –mí brazo rodeó su cintura y mis labios rozaron los suyos- Eres mía Gaïa, en todos los efectos prácticos –lo dije de forma burlona porque, a ojos de su hermano, era su prometido- quizás me conforme con el pago de toda tú vida -Mordí su labio inferior y me separé para comenzar a andar de vuelta hacia dentro, donde pronto comenzaría la cena, me paré y le tendí una mano de forma jocosa y burlona- Si tú hermano se comporta, puede que no acabe con la boca partida esta noche –sonreí de lado, porque como le había dicho, no pensaba aguantar ni una más.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
Atada por y para siempre a su apellido. Los Goncourt, no solo eran conocidos ilustres maestros de la enseñanza, pertenecían a la inquisición. Los pensamientos y creencias de alguien como ella, la terminarían tomando por una “bruja”, una loca ante los ojos de su propia familia. Sus orbes azules, se clavaron en el señor Tisdale sin saber bien cómo enfrentarse a él, ¿qué decirle cuando su maldito hermano los tenía en el máximo punto de mira? No era tan fácil como se veía desde la realeza, ella…una simple mujer de clase media tenía mucho por lo que luchar y a veces, ni siquiera llegaba a decidir si tomar el camino hacia la felicidad completa o por el contrario… tener esa vida que debía.
-Ya lo sé. Pero eso no implica que no sea un Goncourt , tenga esos ideales y pensamientos que debería. Ser una buena esposa, evadir lo anormal y antinatural. Dedicarse a sus hijos, su marido y su casa. A mi abuela, le arrebataron la oportunidad y a mi madre pero yo no iba a permitirlo pero aquí estamos -sonrió, ante todo no perdía esa sonrisa afable que la caracterizaba, jamás dejaría que nada le afectase y menos referente a sus hermanos -Eso quiero, lo que más deseo tener que dejar de pertenecer a esa familia, pertenecerles y emprender mi camino pero si no me caso, si no elijo “esa vida” que quieren para mí… no sé, no sé…Logan -tuvo que tutearlo pues no imaginaba que aquel momento llegaría tan pronto, apenas había saboreado los conocimientos de la magia.
-Al final tendré que casarme con alguien que entienda mi mundo aunque es difícil, complicado. Nadie lo comprendería de la misma forma que tú lo entenderías. Y no, claro que no te estoy pidiendo tu mano. No deseamos eso, ¿tú y yo casándonos? Entonces sí que terminaríamos locos -rió de lo más divertida, ella no quería casarse y él tampoco, eran almas libres, no necesitaban a otra persona en absoluto -Sería interesante darle un buen escarmiento con magia pero sería exponerte, sería peligroso y ya has hecho suficiente por mí -lo miró a los ojos, fijamente sin perder esa sonrisa.
La determinación de las palabras de él, se unió con la mirada de ella. Tampoco estaban dispuesta a dejar que se saliese con la suya. Pero esas palabras, sonaron diferentes, “eres mía, Gaïa”. Tragó saliva, rodeando con sus menudos brazos la cintura del joven brujo y le atrajo hacia sí, sellando un nuevo pacto. En teoría sí que era suya y viceversa, les unía un lazo más importante y fuerte que un simple matrimonio, aquel pacto de sangre. Lamió su labio inferior, frunciendo el ceño y reír ante su petición. No iba a ganar e iba a demostrárselo.
Entró de la mano del señor Tisdale, ambos rodeados de la cintura. El mejor papel de sus vidas, sabía que tras las ventanas les estaría vigilando así que… ella aprovechó para antes de entrar en el salón. Se detuvo para ser ella quien le tomase del rostro y le besase, un beso necesitado, cargado de deseo y esa tensión que se había creado desde el primer segundo. Rió contra su boca, apartándose y sonreír de lo más divertida antes de entrar con la mayor sonría en sus labios.
-Prefiero tu compañía, esta noche que la de él -le dio igual que le escuchase, iba a prepararse para la cena ¿no se suponía debía ser aquella dama que debería? -Estaré lista a la hora de cenar… hasta entonces -acortó la distancia que los separaban para susurrar muy cerca de sus labios -Me arreglaré para ti, querido prometido -le colocó bien la ropa, desliando sus manos por ésta y dedicarle la mejor de sus sonrisas -No te emociones, es por mi hermano -le guiñó un ojo y desapareció escaleras arriba, el hermano de Gaïa les miró de reojo antes de desaparecer al igual.
A la hora acordada, el resonar de sus tacones, dieron el aviso de que en efecto ella llegaba. Un traje morado de gasa, atrevido para aquella época pero qué importaba, ella terminaba haciendo siempre lo que le daba la gana, en cuanto hizo aparición, su hermano se quedó totalmente sorprendido… observándola sin dar crédito a que esa joven pudiese ser su hermana.
-Espero no hayais empezado sin mí -se acercó a Logan con una sonrisa , ahora sí que debían fingir.
-Ya lo sé. Pero eso no implica que no sea un Goncourt , tenga esos ideales y pensamientos que debería. Ser una buena esposa, evadir lo anormal y antinatural. Dedicarse a sus hijos, su marido y su casa. A mi abuela, le arrebataron la oportunidad y a mi madre pero yo no iba a permitirlo pero aquí estamos -sonrió, ante todo no perdía esa sonrisa afable que la caracterizaba, jamás dejaría que nada le afectase y menos referente a sus hermanos -Eso quiero, lo que más deseo tener que dejar de pertenecer a esa familia, pertenecerles y emprender mi camino pero si no me caso, si no elijo “esa vida” que quieren para mí… no sé, no sé…Logan -tuvo que tutearlo pues no imaginaba que aquel momento llegaría tan pronto, apenas había saboreado los conocimientos de la magia.
-Al final tendré que casarme con alguien que entienda mi mundo aunque es difícil, complicado. Nadie lo comprendería de la misma forma que tú lo entenderías. Y no, claro que no te estoy pidiendo tu mano. No deseamos eso, ¿tú y yo casándonos? Entonces sí que terminaríamos locos -rió de lo más divertida, ella no quería casarse y él tampoco, eran almas libres, no necesitaban a otra persona en absoluto -Sería interesante darle un buen escarmiento con magia pero sería exponerte, sería peligroso y ya has hecho suficiente por mí -lo miró a los ojos, fijamente sin perder esa sonrisa.
La determinación de las palabras de él, se unió con la mirada de ella. Tampoco estaban dispuesta a dejar que se saliese con la suya. Pero esas palabras, sonaron diferentes, “eres mía, Gaïa”. Tragó saliva, rodeando con sus menudos brazos la cintura del joven brujo y le atrajo hacia sí, sellando un nuevo pacto. En teoría sí que era suya y viceversa, les unía un lazo más importante y fuerte que un simple matrimonio, aquel pacto de sangre. Lamió su labio inferior, frunciendo el ceño y reír ante su petición. No iba a ganar e iba a demostrárselo.
Entró de la mano del señor Tisdale, ambos rodeados de la cintura. El mejor papel de sus vidas, sabía que tras las ventanas les estaría vigilando así que… ella aprovechó para antes de entrar en el salón. Se detuvo para ser ella quien le tomase del rostro y le besase, un beso necesitado, cargado de deseo y esa tensión que se había creado desde el primer segundo. Rió contra su boca, apartándose y sonreír de lo más divertida antes de entrar con la mayor sonría en sus labios.
-Prefiero tu compañía, esta noche que la de él -le dio igual que le escuchase, iba a prepararse para la cena ¿no se suponía debía ser aquella dama que debería? -Estaré lista a la hora de cenar… hasta entonces -acortó la distancia que los separaban para susurrar muy cerca de sus labios -Me arreglaré para ti, querido prometido -le colocó bien la ropa, desliando sus manos por ésta y dedicarle la mejor de sus sonrisas -No te emociones, es por mi hermano -le guiñó un ojo y desapareció escaleras arriba, el hermano de Gaïa les miró de reojo antes de desaparecer al igual.
A la hora acordada, el resonar de sus tacones, dieron el aviso de que en efecto ella llegaba. Un traje morado de gasa, atrevido para aquella época pero qué importaba, ella terminaba haciendo siempre lo que le daba la gana, en cuanto hizo aparición, su hermano se quedó totalmente sorprendido… observándola sin dar crédito a que esa joven pudiese ser su hermana.
-Espero no hayais empezado sin mí -se acercó a Logan con una sonrisa , ahora sí que debían fingir.
Gaïa Goncourt- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/01/2016
Re: La primera clase- Privado Logan Tisdale +18
No había mucho más que decir respecto a su hermano o a lo que pasaría si él no se comportaba como era debido, no iba permitir que soltara alguna gilipollez más por la boca y estaba convencido de que seguramente lo haría, pero ya había avisado a Gaïa de lo que haría llegado ese punto y ese momento. Su hermano no me gustaba en lo más mínimo, ni su forma de pensar, ni sus ideales y mucho menos lo que quería implantar en Gaïa decidiendo por ella su destino. A mí me habían impuesto el mío y aunque no quisiera debía de ser conde porque era el legado que mí padre me había dejado, no por otra cosa, y solamente seguía siendo Conde y portaba aquel título por no mancillar su honor y su memoria, era algo que hacía por él.
Pero que su hermano pretendiera “controlar” su vida y su futuro era algo que no me gustaba para nada y que odiaba por sobre cualquier cosa, yo no había tenido opción a negarme de ser Conde, era algo que debía de hacer pero ella en cambio sí tenía más opciones para no ser lo que ellos querían que fuera. Tenía opciones, y solamente podría ser aquello que más anhelaba si se alejaba del apellido Goncourt, algo que ella todavía no veía pero que ambas cosas eran totalmente incompatibles. Algún día se daría cuenta, el camino que ella quería tomar era uno muy complicado pero lo era mucho más si quería conservar el apellido de su familia, algo que podía entender, pero que a largo plazo debería de renunciar a él.
Bufé cuando dijo aquello porque sus palabras podrían sonar de lo más convincentes, pero realmente ella no tenía muy claro si algún día podría desvincularse de aquel apellido. Si lo seguía llevando debería de acata aquellas directrices, normas y reglas que como ella misma había dicho su abuela y su madre tuvieron que hacer, ella podría cambiarlo, pero solamente estaba en su mano y yo no era quien para decirle lo contrario… ella debía de dar el paso, y solamente ella. Rodé los ojos cuando dijo de casarnos, evidentemente aquello no era algo que fuera a pasar, yo no me veía casado con nadie y adoraba demasiado la libertad que ahora tenía, en cambio ella no tendría tanta suerte como yo y por los cánones de la época deberá de casarse aunque no quisiera hacerlo.
-Podría darle el escarmiento y luego borrar las partes en las que incluyo la magia, así solo se acordaría del escarmiento pero no del “cómo” se lo di… podría ser divertido incluso –sonreí de lado pensándolo, porque sí, tenía muchas ganas de darle aquella lección el imbécil de su hermano y esperaba que se comportara durante la cena porque no tenía claro aguantar ni una más… mucho menos en mí propia casa cuando él era un invitado y debía de comportarse como tal. Además como le había dicho ella era mía, nos unía un pacto de sangre que no se podía romper con nada y si se alejaba ambos pagaríamos las consecuencias de ello por lo que no estaba dispuesto a que eso pasara. Sentí que rodeaba mí cintura con sus manos y miré hacia las ventanas viendo que su hermano estaba mirándonos a ambos, sentí su lengua lamiendo mí labio cuando le mordí el suyo, cogió mí mano y tiró para entrar dentro de nuevo sintiendo que rodeaba mí cintura con su mano y yo hacía lo mismo. Antes de entrar se paró en el primer escalón haciendo que fuese algo más alta, cogió mí rostro y me besó de aquella forma que yo correspondí hasta que se separó, reí entre dientes por aquella afirmación y la dejé que se fuera bajo la mirada de su hermano que también desapareció.
Por mí parte me fui al estudio para seguir leyendo y relajarme un poco por lo que había pasado, no me gustaba la presencia de su hermano en mí casa así que quise prepararme para lo que venía en la cena, seguramente, sus ataques no pararían y realmente esperaba que no dijera nada. Luego me bañé y preparé para la cena y bajé hasta el salón donde su hermano ya estaba pero no había ni rastro de Gaïa, seguramente habría ayudado a Fritz con la cena y estuvieran los dos por la cocina. Ni siquiera le dirigí la palabra a su hermano no tenía nada que decirle y no iba a pretender que estaba contento de tenerle allí cuando no era verdad. El ruido de unos tacones que se hacían cada vez más notorios me hizo saber que Gaïa se acercaba hacia donde estábamos, y de hecho, bastaron un par de segundos para que entrara por la puerta.
Llevaba el pelo suelto cayendo por su cuerpo, cada onda de su melena rubia suelta dejando ver lo largo que lo llevaba, se había puesto un vestido de color morado que no sabía de dónde lo había sacado, si se lo había dejado Fritz de algún lado… pero que le quedaba como un guante. La tela se ajustaba a cada una de sus curvas y la recorrí entera con la mirada de forma lenta mientras ella seguía acercándose hasta donde yo estaba, con esa sonrisa que sabía por qué era y luego miré fugazmente a su hermano que la miraba de forma atónita, reí entre dientes y me acerqué a ella para dejar un beso fugaz en sus labios y hacerle una seña para que se sentara.
-Por el contrario, te estábamos esperando querida –esperé a que se sentara y luego tomé yo asiento a su lado- Estás preciosa, el color morado te queda demasiado bien –comenté esperando a que Fritz nos sirviera la cena, la tortura no había hecho más que comenzar.
Logan Tisdale- Hechicero/Realeza
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