Las 120 jornadas de Sodoma ( Jozsef Bátori).

Le observo mientras su dedo recorría sus labios desviándose hacia sus mejillas ahora levemente sonrosadas ¿Por qué se sentía tan agusto en aquellos brazos? Era fácil porque le gustaban los abrazos tanto como le gustaba buscar formas en las nubes aquellas amontonadas que el sol bañaba con oro y fuego haciendo resplandecer en el amanecer, solia estar despierto a aquello hora y dormir poco después del ocaso, no conocía el mundo nocturno asi como no conocía la obscuridad en que ciertos pensamientos se encontraban.

Negó energéticamente –yo no puedo hacer eso…es increíble tienes una orquesta para ti y bailarinas- exclamo alegremente olvidando toda muestra anterior de temor, aunque sus muñecas quedaron teñidas de un rojo mas intenso que el de sus mejillas, sentía palpitar su piel y por poco esta no terminaba lacerada, quemada quizá por el roce.

Observo al grillo mas no logro entender su lenguaje por mas atención que hubiera prestado y por mas abierto que tuviera el corazón era una lengua que no llegaría jamás a comprender –¿algo mas? – le cuestiono en voz baja pensando no conocía demasiados mas hechizos como aquel podia también crear un barco pero era en esencia lo mismo, alejo sus manos del cuerpo de Edmundo rompiendo el abrazo aunque no asi deseándolo mas temia, que la esferilla luminosa que iba a crear fuese a salirse de control y terminara estampada en el hombre.

Sus labios se movieron pronunciando algunas palabra mientras su mirada se fijaba en sus dedo, mantenía el pulgar y el índice juntos sintiendo fluir la energía atraves de el algunos hechizos como el bien sabia necesitaban de mayor atención que otros, de no ser asi podrían terminar en una catástrofe, despego los dedos progresivamente dejando una esferilla de luz entre los mismos, abrió los dedos hasta no poder mas y la esfera no era de gran tamaño resplandecía como por luz propia cegándole.

-no puedo hacer tantas cosas como me gustaría- confeso en voz baja la esfera se desvaneció cayendo como suave rocio sobre el suelo humedeciéndolo y haciéndole destellar, creciendo con rapidez un botón rosado que floreo con petalos de aroma dulce y tersos, sonrio de medio lado observando su creación.

Cerro los parpados cuando le acaricio con aquel objeto sintiendo su aroma moverse por el aire como fresca brisa, oliéndola suave y dulce aunque un olor apenas y perceptible a los sentidos recordó entonces los campos por los que solia correr cuando niño en completa soledad porque la mayor parte de su dia se la pasaba con su abuela y no conocía a los demás niños gitanos como su hermana lo hacia, habia crecido excluido de toda sociedad y habia sido asi como no habia logrado aprender las normas éticas, a discernir entre lo bueno y lo malo o comprender acerca de las diferencias de género.

Anduvo cuando le indico observando sus propias muñecas –me e lastimado yo solo- aseguro sonriéndole de forma sincera, no quería que pensara que era su culpa cuando habia sido la de el todo lo sucedido todo menos el beso ¿o era acaso también su culpa aquello? –si no me hubiera asustado y movido no estarían asi- le indico acariciando sus enrojecidas muñecas con suavidad el mismo podia curarlas con algunas palabras y hierbajos quizás un amuleto entre sus manos.

Miro en derredor por el suelo recordando -¡¿ y el gato?!- le cuestiono dando un amplio respingo, aterrizando a un lado de el mientras rebuscaba aquel manchón peludo sobre el suelo ¿se habría quedado dormido bajo la sombra del árbol? Quizá con mucha posibilidad habia ocurrido aquello. Alzo la mirada observando al hombre nuevamente, indagando con su orbe verdoso, mas no del verde de una esmeralda sino del pasto en verano justo después de alguna esporádica lluvia.

El orbe azul aquel del color del cielo era inservible en momentos como aquel, con el flanco izquierdo ajeno a todo lo que ocurria no sabia si debía o no decirle aquello suponía que no importante en sobremanera quizá si en algun momento pretendía lanzarle algo terminaría golpeándole si no le avisaba como ya antes le habia ocurrido recordaba la piedra que lanzada en su contra le habia herido en la mejilla amoratándola cuando el realizador de dicha acción habia pensado que tendría los reflejos de esquivarla.

Observo la mano ajena unos instantes tomándola con timidez, sintiendo el tacto que los años le daban a las manos, enredando sus dedos en los ajenos y acariciándola con suavidad.

-yo…yo no se que significa neceen- confeso sin mayor remordimiento por el asunto no sabia porque nadie se habia molestado en enseñarle y por cuenta propia una persona no podia aprender a leer ni a escribir porque era como pedirle a un ciego describir los colores le dio entonces mil vueltas a la palabras intentando comprenderla atraves del contexto, quizá se refería a llevarle la contraria o a no dejarle con la ultima palabra podia ademas significar no dejarse echar la culpa, que difícil descifrar.

Era increíble como podia entender el lenguaje de los insectos de poder aprenderlo le hubiera pedido que le enseñara pero comprendía que no era algo que alguien pudiera decidir o no se nacia con ello asi como el habia nacido con su dispar mirada –diles que muchas gracias- le pidió observando como el insecto batía alas alzándose en un melodioso vuelo como si no partiendo el aire se dejase llevar por el mismo en un errático camino de regreso con sus iguales y la comparsa que habían logrado formar.

Le observo con asombro negando energéticamente dejando que sus rizados cabellos se agitasen de un lado a otro por sus bruscos movimientos –no es pena esque no se como hacerlo- le explico con tranquilidad porque hacer que József se apenara de algo era tan difícil como pedir nieve sobre una playa ocurria si pero no por cualquier cosa y aquello sin duda no le hacia ruborizarse.

Bajo la mirada hasta su mano nuevamente, acariciándolo distraídamente como si de algun bien se tratara o algun objeto de valor aunque claro estaba un humano no seria jamás un objeto pero el simple hecho de existir tenia un valor que distaba mucho de la pertenencia ¿Cómo robarle la libertad a alguien? No, imposible.

-a mi también me agradas…- aseguro sintiendo el tacto del suelo bajo sus pies porque estaba acostumbrado a la desnudez de los mismos encajarse algun cadillo o cortarse por las hierbas y piedrecillas era solo un gaje de todas aquellas libertades, se detuvo entonces de golpe -¿quieres rodar?- le cuestiono observando la empinación de la colina seguramente rodaría cuesta abajo sin problemas.

Asintio escuchando sus palabras ahora no olvidaría lo que aquella palabra significaba porque tenia una memoria envidiable, cualquier palabra pronunciada era captada y memorizada, dado que por dieciocho años habia sido su modo de comprender el mundo era el método que utilizaba ya sin siquiera caer en cuenta de ello.

Sonrio de forma amplia apoyando unos segundos su sien sobre el hombro de Edmundo -¿no planeas quedarte mucho en Paris?- le cuestiono con curiosidad el mismo no sabia cuando deberían abordar nuevamente un monstruo de metal para irse de aquella ciudad a la cual habían llegado por lo bien que se hablaba de ella en otro lados, se iria cuando alguna autoridad u hombre de la realeza no quisiera ya verlos por las calles de su ciudad, cuando fuesen amenazados con perder su libertad emprenderían entonces la huida.

¿Hacerlo y ya? Se lo cuestiono unos instantes volteándole a ver cuando volvió a hablar maravillado con la idea de tener un maestro en la materia -¿lo harias?- le cuestiono observando como su sonrisa de borraba ¿habia dicho acaso algo indebido? ¿algo que le habia molestado? Quizá no debía haber aceptado su invitación a fin de cuentas podría estar bromeando o pensarlo mejor y sentirse repudiado por la idea de ser su profesor, trago en seco desviando la mirada al suelo.

La tristeza se vio suplida por la alegría tan rápido como dio vestigios de existencia en su rostro, tiro de su mano regresando los pasos que habían avanzando, soltándolo una vez en la cumbre para sentarse sobre el suelo observando la pendiente –no podras detenerse hasta llegar abajo y no lo vayas a intentar ademas de difícil es doloroso- el lo habia intentado ya, sus palmas se habían lacerado y sus piernas virado de una forma dolorosa y no asi con secuelas, se recostó entonces en el suelo sonriendo.

-me lastimare entonces para que me lleves- rio rodando primera por voluntad y después por cuestiones físicas que desconocía, sentía la hierba rozarle el rostro, algunas piedrecillas picarle el cuerpo mas de una forma no desagradable, rodaba con rapidez aunque bien sabia que no saldría herido aunque…quería ir a casa de Edmundo y conocer los animales que consigo habia traído, saber mas de el pasar mas tiempo en su compañía…

Las risas y carcajadas afloraban de sus labios mientras rodaba, con el morral sujeto entre sus manos para no terminar encajándose algun objeto que llevase en el, la pluma era una opción, el borde de los libros y la caja con hierbajos o los amuletos que revueltos se encontraban en su interior, la pandereta que si bien resistente por los años podría sufrir deformidades, no se preocupo por ello todo tenia solución y no valia la pena preocuparse antes de tiempo por algo que podia o no ocurrir.

Se detuvo al finalizar la colina riendo, dejando el morral a un lado de su cuerpo aun sobre el suelo, observando el pálido cielo siendo surcado por trozos de algodón blancuzcos, compungió el rostro cuando un peso ajeno al suyo le comprimió el cuerpo oprimiendo el pecho y la entrepierna aun asi no levantando ninguna idea malsana en sus pensamientos, no habia lascivia en su ser ni mucho menos lujuria, su rostro habia quedado bajo el pecho del hombre por sus varios centímetros de menos, se escabullo bajo su cuerpo hasta lograr topar de frente con su rostro dejando ahora su rodilla en la zona en que antes habia estado su entrepierna y la propia estrechándose bajo el estomago de Edmundo.

-¡Mundo!- exclamo sorprendido por verle tales heridas en su rostro, se apresuro a llevar una de sus manos a la zona limpiando la sangre con los dedos recordando entonces lo que le habia dicho y lo que habia hecho al verle las heridas, acerco su rostro con rapidez besando primero su mejilla pasando entonces su húmeda y tersa lengua sobre la lacerada piel probando la sangre metálica y sintiendo la textura diferente de la lesión, de arriba abajo y de un lado a otro mas no como una lamina sino como una húmeda caricia -¡lo lamento!- se disculpo apenado por haberle causado aquel mal.

Sujeto su rostro entre sus manos besándolo repetidas veces sobre las mejillas y los parpados, por la frente y mentón, inclusive en mas de una ocasión en sus labios -¡no debía doler! ¡debia ser divertido! No quería que salieras lastimado cuanto lo siento- le indico abrazándolo sin importarle sentirle encima de el, ceso entonces todos sus movimientos sintiendo su corazón latir en su propia piel de forma agitada.

-tu corazón hace tum-tum…y lo hace muy rápido- le indico observándole con curiosidad, si iba a ser su maestro debía explicarle las reacciones fisiológicas del cuerpo aquellas que el de József parecía no comprender aun.

Le escucho con atención acariciando su rostro mientras las palabras afloraban de sus labios, siguió el contorno de sus mejillas y su mentón, rozo su perfilada nariz siguiendo el perímetro de sus labios con cuidado, moviéndolos suavemente para caer en cuenta que eran mas delgados que los propios o por lo menos que el labio superior el cual era levemente mas pronunciado que su consiguiente.

Las manos de Edmundo se perdieron en su rostro –debi acompañarte- le indico en voz baja quizá si hubieran bajando al mismo tiempo, quizá si sus brazos lo hubieran rodeado no hubiese tenido la necesidad que frenarse y lastimarse por lo empinado de la colina, que mal se sentía ahora sabiendo que era su culpa y podría haber hecho algo por ayudarlo y evitarlo.

-yo puedo curarte- aseguro al instante recordando que sabia como hacer sanar heridas diminutas, le habia arreglado el ala rota a una paloma, el tobillo torcido a uno perro y en dada ocasiones algunas heridas que sus hermanos y el se hacían al correr en busca de la eterna libertad que parecía siempre cambiar de lugar huyendo de aquellos que querían apresarla con cadenas de oro.

-¿por mi?- le cuestiono sorprendido sintiendo sus tersos labios sobre su cuello, acaricio sus cabellos como si buscase en estos una respuesta coherentes a lo que el hombre acababa de hacerle saber –no te soltare entonces- aseguro sonriendo con la inocencia que desconocía poseer -¿te iras ya?- le cuestiono desanimado –yo puedo curarte enserio…aquí o en tu casa solo déjame ayudarte a sanar- le pidió solo necesitaba buscar algunas plantas y recordar las palabras que en antaño tantas veces habia pronunciado.

Observo entonces el sol, el lugar que ocupaba alla en la inmensidad azul ¿habrian transcurrido ya las dos horas? Quizá la verdad era que quería seguir aprendiendo de aquel hombre, escuchar su lectura y sentir sus brazos rodearle, escuchar sus labios cantar y acariciarlos -¿puedo ir contigo?- le cuestiono curioso.

Asintió tranquilamente ante su cuestión lo había hecho ya varias veces en otras ocasiones y con otros motivos de ser aunque debía suponer el principio era el mismo y las palabras que conocía servirían igual en la herida de Edmundo que en la pata de un perro que herido por algun maleante cojea lastimeramente.

¿Necesidad de el? Porque todo lo que decía le parecía tan confuso ¿Cómo podia alguien sentir necesidad de otro? ¿Cómo podia un corazón latir rápido por alguien? Le parecía ilógico, incomprensivo y quería conocer aquel sentimiento….si anhelaba poder comprender aquello aunque no podría si con eso se robaba una parte de su libertad, nadie podia amar sus cadenas aunque estas fueran de oro puro, nadie era nada si no tenia libertad, la que el tanto la anhelaba y por la que vivía.

Observo su torso con cada musculo delimitado con el otro, pensó por un segundo en su propio cuerpo su torso lucia como aquel aunque no con tanta obviedad, observo la herida en su brazo y la culpa se instalo nuevamente en sus pensamientos teniendo el impulso de abrazarlo, limpiar la sangre con sus manos y lamer la herida ¿en verdad sanarían mas rápido con ayuda de la lengua? Desconocía aquello y sin embargos se sentía motivo a realizar dicha acción.

Se apoyo con los codos del suelo observándole con el rostro ladeado contemplando su cuerpo porque no le parecía algo malo ¿todos eran personas no? Todas las personas valían lo mismo –si, quiero acompañarte- aseguro levantándose con rapidez. Sacudiéndose las manos contra el pantalón y negando energéticamente, no importaba si quedaba lejos o quedaba cerca estaba acostumbrado a no permanecer mucho tiempo en un solo lugar, no seria buena idea puesto que comenzaba a hacerse de fama entre los hombres de ímpetu que portaban uniformes y pretendían mantener a los ciudadanos bajo la ley, la ley no aplicaba en el.

¿Planeaba entonces pasar la noche con el? Claro si era invitado no le veía lo malo ademas Edmundo se habia portado amablemente con el y tenia animales ¡los conocería! Dio un amplio salto para ubicarse frente a el sonriendo de hito en hito, sujeto su mano para comenzar a andar cuesta arriba deseando llegar al fin a su casa o subir al carruaje, nunca habia subido a un carruaje, habia tantas cosas que no hacia aun que prefería no pensar en ello.

-vamos- le pidió animadamente volteando a verlo por encima de su hombro.

Se mantuvo aquellos cinco minutos observando en derredor porque le era imposible quedarse quieto aunque fuese una fracción de segundo era como pedirle al mar aquietarse aun ante una tormenta sencillamente eran imposible que la mente siquiera debería juzgar por hechos factibles dado que no lo eran y no lo serian.

El resonar y estruendo que causaron las herraduras de los caballos sobre el suelo le hizo voltear para observar como el látigos se agitaba por encima de sus cabezas haciéndolos rechinar forzosamente, su mirada se lleno de incomprensión al tiempo que ajeno a la lasciva del hombre se acerco a los animales observando lo hostiles que se comportaban al inicio relajándose cuando de sus labios comenzaron a brotar palabras y sonidos en otra lengua, la de los animales quizá o la lengua universal.

Termino con su mano encima de uno de los lomos de los corceles acariciando su sedosa crin y dejando que sus dedos conocieran la textura del cuello del animal hasta poder tomar su rostro y bajarlo para tenerlo cerca, beso cerca de su nariz acariciándolo –lamento si nos volvemos un peso- murmuro sonriendo de medio lado para soltarlos y subir cuando Edmundo abrió la puerta indicándole lo que debía hacer. Que triste debía ser vivir con la libertad hatada quería suponer que cuando no necesitaban de sus meritos para transportarlo se encontraban en un campo abierto jugando a perseguirse como debían ser los caballos, libres.

Se pego a una esquina observando la ventana con atención y el paisaje que lentamente comenzaba a cambiar una sonrisa de hito en hito surcaba sus labios al tiempo que acariciaba distraídamente al minino que se paseaba de uno a otro lado, apoyo su dedo índice sobre el espejo -¿ves aquel árbol? Es donde nos conocimos…cuando me necesites acude a el y llegare- aseguro como si realmente pudiesen hablarse telepáticamente y si bien para el aquello no era posible seguramente algun presentimiento le indicaría lo que debía hacer.

Se giro entonces sonriente en dirección del hombre perdiendo aquel gesto alegre paulatinamente al percatarse de su seriedad ¿habia dicho acaso algo indebido? Relamió sus labios ahora secos acercándose con lentitud, deslizándose sobre el asiento el único que cubria los asientos -¿Mundo?- le cuestiono en voz baja -¿te sucede algo?- le pregunto esta vez rozando la herida en su brazo colocando el morral sobre su regazo y comenzando a rebuscar las cosas que necesitaba para sanar aquello ¿llevaria los hierbajos y amuletos requeridos? Quizá.

Miro sus pies cuando Edmundo dijo aquello no se habia percatado porque el mismo jamás utilizaba dicho accesorio que le impedía sentir la calidad del suelo bajo sus pies, lamer su piel y sentirse libre –puedo conseguirte unos- le indico con tranquilidad porque en cualquier tienda podia entrar, tomar unos y salir aunque aquello no seria un regalo, quizá algun dia pudiera vender algo hecho por el y con el dinero comprarle algo lindo, un par de zapatos nuevos.

-no importa…- asevero ensimismado en su labor limpiando con sus dedos aquel liquido escarlata que corria por su brazo amenazando con manchar los asientos, lo limpio con su propia camisa tiñendo el blanco de rojo y relevando el olor del trigo por el de la sangre casi ausente. Se dejo acercar acurrucándose contra el cuerpo del mayor aquel desnudo torso que al tacto era irregular por su desarrollada anatomía.

-dime- le pidió en voz baja rozando con sus dedos su torso, delimitando cada musculo, rozando su pecho y besando a fin de cuentas cerca de su esternón –porfavor dime…quiero aprender- aseguro esta vez apoyando su mejilla en su cuello, rodeándole con un brazo y dejando la otra mano estática sobre una de sus bien marcadas entradas.

-las personas piensan que soy torpe…en verdad no lo soy- aseguro recordando las palabras de Jeannete inocente e ingenuo…que la maldad se escondía tras aquel rostro de amistad que el no lograría descifrar a tiempo porque según la bruja muchas personas podían querer hacerle daño y ella no estaría ahí para protegerle decía eso cuando sus amigas eran quienes habían sido brutalmente asesinadas, destripadas y acuchilladas. Su cuerpo se estremeció aferrándose aun mas a Edmundo como un niño que, después de una pesadilla busca refugio en brazos de un ser querido.

-quiero aprender esas palabras que no comprendo, esas miradas que desconozco…tu me has visto diferente ¿Qué es? No es una mirada parecida al cariño – aseguro negando alzando su rostro para poder verle con la cercanía y sus manos aun sujetas en el –quiero comprender…y tu dijiste que serias mi maestro- porque era imposible hacerle olvidar algo que habia escuchado ya.

Sintio su calido tacto nuevamente bajo su camisa haciendo lo mismo que el anteriormente habia realizado en el torso ajeno, delineando los bien definidos músculos le recordaba de alguna abstracta manera a los rodillos que su madre usaba para lavar la ropa a margen del rio porque el no conocía los baños como la gente de alta sociedad lo hacia, solia meterse a aquel débil caudal acompañando en ocasiones de su ropa interior, se quedaba algunos minutos jugueteando con el agua y al final terminaba limpio, la magia del rio le gustaba creer, borraba toda marca de suciedad e impureza y la arrastraba consigo.

Bajo la mirada al escuchar sus palabras –lamento que te moleste- se disculpo en voz baja acomodando nuevamente su mejilla sobre su hombro permitiéndole tocarle porque nada malo habia en el hecho ¿cierto?, los cabellos se le agitaron como un matorral ávidamente haciéndole entrecerrar los parpados no subiendo los pies al asiento únicamente porque estaban demasiados sucios y terminaría dañando la tela.

-¡pobre de ti!- exclamo al escuchar que tenia una enfermedad, alzo nuevamente su rostro comenzando a marearse quizá por los bruscos movimientos que realizaba, sujeto el rostro ajeno entre sus manos quitándole los mechones de cabellos del rostro, observándole con detenimiento y besándole al final con aquella castidad poco propia de un joven de su edad –yo te cuidare- le indico escuchando lo demás, que enfermedad mas rara no crea antes haberla escuchado nombrar.

Fue despojado de su camisa y siguió el trayecto de esta hasta caer al asiento de enfrente, un trozo de tela blanco con manchones ahora rojos, bajo su mirada observando su propio cuerpo y el de Edmundo a la par, eran lo mismo y a la vez diferente, se dejo hacer mientras acariciaba sus cabellos –yo estaré contigo…yo te cuidare cuando enfermes- le dijo suave al oído rozando con sus labios su mejilla y depositando un beso inusual ¿podia aprender a besar como Edmundo lo hacia?

-oh no te preocupes ningun animal antes me a atacado- le indico negando habia inclusive convivido con serpiente que de haberse enojado y mordido lo hubieran llevado a la muerta en cuestión de segundos. Se quedo curioso percatándose de su cuerpo ser estrechado por el hombre –si me gusta…- aseguro preguntándose y cuestionándose ¿le gustaba como le agradaba abrazar a Luther? ¿Cómo besar a cualquier desdichado? No, le gustaba en otra forma que desconocía -¿a ti te gusta?- le cuestiono sentándose sobre su regazo porque los movimientos del carruaje comenzaban a arrullarlo como una nana.

Abrazo el torso de Edmundo apoyándose en el cerrando los parpados y no asi durmiendo, le escuchaba aun y le sentía, por el audible bombeo de su corazón le tranquilizaba –me gusta tenerte cerca…eres diferente de los demás…tu no me ocultas cosas- murmuro escuchando el maullido del gato que reclamaba atención mas no abrió los parpados se sentía imantado a aquel cuerpo –te quiero…-¿le quería? Si y lo anhelaba, anhelaba escucharle decir verdades a su oído, anhelaba aquel calido tacto en el cual se sentía refugiado, anhelaba conocerlo un poco mas.