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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Erlend Cannif** Dom Jun 25, 2017 6:21 am

Hacia apenas unas semanas que habíamos vuelto de nuestro viaje de recién casados. Uno que se truncó en las gélidas aguas de un mar embravecido, llevándonos a una realidad paralela, distinta a la que vivíamos, pero que nos mostró una realidad que ninguno de los dos había sido capaz de afrontar.
La efimeridad de su vida, el miedo a perderla, a perdernos de alguna manera. Eso me llevó a proponerle algo que jamas creí que haría, compartir la inmortalidad con ella, ser ambos unos hijos de la noche, no separar así jamas nuestras vidas.

Mucho habíamos hablado en esos días de lo que el futuro nos depararía, como bien dijo ella, teníamos una eternidad para rellenar las hojas en blanco del libro de nuestra vida, ahora eramos familia, una que pese a todos los inconvenientes o pruebas alzadas por el camino superaban las dificultades siempre juntos.

Aun así, pese a nuestros idílicos encuentros, mi esposa llevaba una semana encontrándose mal, vomitaba muchísimo, estaba mareada y mi preocupación lejos de menguar aumentaba con el paso de los días y su palpable no mejora.
Ella siempre alegaba estar bien, que dejara de preocuparme por nada, pero la verdad es que eso era difícil cuando ella era todo en mi vida.

Aquella noche tenia trabajo, Assur Black me había contratado para cuidar de su doncella, así que tras despedirme de mi mujer con un beso en los labios e infinidad de caricias acabé marchándome por la puerta.
Ella sonreía empujándome hacia fuera, mis manso no dejaban de acariciar su perfecto cuerpo, la deseaba a todas horas, eso era un hecho.

Miré por la ventana antes de emprender al galope la distancia que me separaba de la mansión Black.
Ella con aquel gato montes que encontré en el bosque y que le regalé como mascota se despedía de mi con la mejor de sus sonrisas.

….......................................................................................................................................................

Regresé antes de que los primeros rayos del alba me alcanzaras, enarqué una ceja nada mas atravesar la puerta, mi esposan o estaba sola, otra aura insignificante, humana la acompañaba.
En principio pensé en que seria alguna amiga, quizás su hermano, algo que admito me tenso un poco.
Pero tal y como acorté la distancia hasta el gran salón, pude vislumbrar a mi esposa sentada en la alfombra con un crió de unos tres o cuatro años dormido en su regazo.

Le acariciaba el pelo mientras tarareaba una nana, carraspeé a su espalda y me encontré con su infinita sonrisa mientras me lo mostraba.
Negué con la cabeza, entendía que el desazón de no poder ser madre a mi lado la invadía, peor esta no era una opción, yo no quería criar un hijo que no fuera mio, de ella, esto solo era un parche.
Ademas ¿de donde lo había sacado?

Me acerqué a ella en silencio, incapaz de decir nada en un primer momento, esperé a que me explicara, rezaba a Odin porque su explicación fuera que era el hijo de una amiga que había tenido que dejarlo una noche o unos días...


Última edición por Erlend Cannif el Mar Feb 20, 2018 11:06 am, editado 1 vez
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Mensaje por Adaline Cannif Vie Jul 07, 2017 12:18 am

Me separé de mi esposo viéndolo marchar en su corcel negro, mientras acariciaba a nuestro pequeño gato montés. Lo había bautizado como Whiskers y era él quien me hacía compañía en las noches en que Erlend debía marcharse a trabajar. Me resultaba difícil despedirme de él, aunque comprendía que debía ganarse la vida. Tampoco me hacía especialmente feliz saber que lo enviaban a realizar tareas peligrosas, aunque sabía que pocos se manejaban tan bien como él. Era un guerrero que superaba incluso a otros inmortales, pero eso no hacía menguar la inquietud que sentía por su seguridad por lo que siempre aguardaba con ansias el momento en que regresara a mi lado.

Esa noche nos despedimos con besos y caricias, nunca tenía suficiente de él, aún con el transcurso de las semanas. Siempre lo deseaba, siempre lo necesitaba. El conocerle mejor no hacía que me ilusionara menos al verle regresar, y ahora que me había propuesto compartir una eternidad junto a él tenía la seguridad de que íbamos a prolongar esos momentos y que nada tendría por qué interrumpir nuestra felicidad, juntos superaríamos siempre las dificultades que se presentaran en nuestro camino.

Whiskers se subió inquieto al marco de una ventana y eso provocó que me asomara por ella. La noche se presentaba clara y tranquila, bastante fresca y brillante. Inducía a salir y eso fue precisamente lo que hice. Era temprano y bien podía alcanzar aún algunos puestos de un mercado cercano para comprar un par de cosas. Acaricié al pequeño felino y salí por la puerta tras asegurarme de dejarle bien aprovisionado con comida y agua. 

El camino me era familiar por lo que avanzaba por el con facilidad, pero algo llamó mi atención esta vez al encontrarme a mitad de el. Una columna de humo gris que se elevaba como una gruesa capa que nublaba el cielo. ¿No era ese el terreno de un campamento gitano? Estaba segura de que los había visto anteriormente por allí. Mis pies dejaron de caminar para comenzar a correr en esa dirección, podían necesitar una mano extra si se trataba de un incendio.

Llegué casi sin aire y en cuanto entré al terreno para vislumbrar los carromatos mi mirada se detuvo horrorizada en la escena. Todo ardía, el campamento completo estaba devastado, el aire nocturno me traía el olor a humo y a sangre. Vi los cuerpos de algunos gitanos sobre el suelo, hombres y mujeres por igual. Caminé entre los cadáveres, agachándome para determinar si habría alguno vivo entre ellos, intentando evitar las arcadas que ahora volvían con más fuerza que nunca, pero no encontré a ninguno vivo.

Me doblé sintiendo mis piernas flaquear y en ese momento escuché el llanto de un niño. Procuré detectar de donde provenía y corrí en dirección al sonido, atravesando el poco espacio existente entre varios carromatos envueltos en llamas. Tuve que detenerme a rasgar la manga de mi vestido para cubrirme la boca porque el humo me hacía lagrimear, el calor de las llamas cercanas se volvía insoportable y el ambiente cargado y neblinoso no me permitía ver bien. -¿Dónde estás?-

Lo busqué desesperada hasta dar con un barril, me asomé a él y vi un pequeño rostro anegado en lágrimas. Por un instante nuestras miradas se fundieron al vernos por primera vez. Me apresuré a tomarlo por debajo de los hombros y alzarlo en mis brazos para comenzar a salir de allí. Uno de los carromatos se desplomaba justo ahora, casi cayéndonos a ambos encima. Me sentía mareada, sentía que iba a desmayarme pero hice acopio de fuerzas, teníamos que salir de allí. Mis pies no se detuvieron, con él en brazos salí del campamento y me dejé caer sobre el suelo, observando la devastación. Mis manos acariciaron al pequeño, cerciorándome de que estuviera bien. 



-----------------------------------------------------------------------------------------------------



Sentada frente a la chimenea de nuestro hogar, meciéndonos en una reclinadora, cantaba al pequeño una nana que madre solía cantarme a mi. -¿Te han dicho lo guapo que eres?- Reía alegremente y le tocaba la nariz con dulzura. Él me miraba con sus ojazos miel y jugaba abstraído con mis manos. 

Me había costado tranquilizarlo, sabía que debía haber sido un trauma para él. Había perdido a sus padres y todo lo que le era familiar. A pesar de que solo llevábamos unas horas juntos sentía un lazo muy fuerte entre nosotros, y era como si él también lo sintiera, se había ido relajando conmigo. Lo había acicalado, le había alimentado y ahora descansaba sobre mi regazo mientras mis dedos le acariciaban suavemente la frente.

Escuché pasos detrás de mi y me levanté para recibir a Erlend. Sonreí al voltear y enseñarle al niño. –¿No es hermoso?- Era imposible que me fuera a decir que no lo era. Seguro él apreciaría lo mismo que yo veía. -Ha perdido a sus padres hoy…-

Mi mirada regresó al pequeño y le canté un poco más. -Ha sido un día muy ajetreado para él. Va a necesitar más descanso y recuperarse de la pérdida.- Sonreí jugando con sus manitas. –¿Te importaría ir al mercado? Iba a ir yo pero ya no pude ir… Vamos a necesitar varias cosas, te haré una lista.-

Volví a sentarme, esta vez en el sofá, y observé a mi esposo que repentinamente permanecía mudo. -Erlend… él no tiene a nadie.- Mi ceño se frunció al pensar en la suerte que podría correr el pequeño, seguramente no me lo había encontrado porque sí, ahora yo era responsable de él.

Su pequeña vida estaba en mis manos, no iba a dejar que fuera a dar a un orfelinato o a un lugar peor. -Podría quedarse con nosotros. Nunca... nunca tendremos hijos… nos necesita.-
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Mensaje por Erlend Cannif** Vie Jul 07, 2017 3:48 am

Dejé escapar el aire de forma pesada dejándome caer de forma calma al lado de mi mujer, guardé silencio tratando de encontrar las palabras y no saltar de buenas a primeras como el bárbaro que era, aunque como las llamas mi interior ardía sin tregua ni pausa.
Teníamos planes, planes donde no entraba un niño, iba a convertirse en inmortal, mi compañera eterna y ahora con el en su regazo todo parecía tambalearse.
Me eligió, lo hizo cuando nos casamos y se reafirmó en el viaje de novios, pero ahora con las manos de ese crio enredándose en su pelo, de su boca salían palabras que aunque no las dijo de forma hiriente en mi cabeza así retumbaron.
“Podría quedarse con nosotros. Nunca... nunca tendremos hijos… nos necesita.”

Negué incrédulo por sus palabras, quería que sustituyera mis ansias de ser padre con eso que ahora traía entre sus brazos como si fuera un gato rescatado de la copa de un árbol.
-No Adaline, puede hoy pasar lo que queda de noche aquí, pero mañana quiero lo lleves a un maldito orfanato.
No es nuestro hijo, no es mi hijo y lamento si se ha quedado huérfano pero eso no implica que tengamos que abandonar nuestros sueños por hacernos cargo de ese niño que no es nuestro.
Ya sabias que nunca podría darte descendencia, te lo he repetido infinidad de veces, tantas como tu me has jurado que conmigo tenias suficiente ¿que ha cambiado? -pregunté sin entender que la llevaba a actuar así.

Me puse en pie cuando el niño empezó a llorar asustado por como el tono de mis palabras se iba alzando.
-He dicho que no, y no, es no -rugí malhumorado por como ella lo rodeaba entre sus brazos para calmarlo olvidándose de mi.
-Te ibas a convertir, ese era el plan, en eso quedamos maldita sea y ahora ¿quieres cambiarlo todo por un niño que no significa nada para ninguno?

Como un animal enjaulado daba vueltas por ese habitáculo, no estaba dispuesto a pasar por esto, ya tuve un hijo una vez, uno que ni siquiera pude sujetar entre mis brazos, si creía que ese crio de piel oscura podría suplir al mio, aplacar mis ansias de paternidad se equivocaba.
-Lo quiero fuera de nuestra casa, mañana cuando despierte no quiero que aquí quede ni rastro de esa criatura o yo mismo me encargaré de que así sea - la amenacé alzando uno de mis dedos de forma inquisitiva.

Ademas llevaba unas semanas sintiéndose mal, estaba preocupado por ella y a Adaline no se le pasaba por la mente otra cosa que cargarse de una responsabilidad.
-Te traje un gato -apuntillé señalando al felino -ya he cedido suficiente.
El intruso seguía llorando como si no hubiera un mañana, algo que a mi empezaba a desesperarme.
-Hazlo callar -rugí -y deja de mirarme así. Dijiste que podías aceptar una vida sin hijos, que me querías ¿que me estas pidiendo ahora? No lo quiero, deshazte de él, es mi ultima palabra.
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Mensaje por Adaline Cannif Mar Jul 11, 2017 12:19 am

La sonrisa se borró de mi rostro en cuanto sus primeras palabras escaparon de su boca. Fruncí el ceño al oírlo. Quiero que lo lleves mañana a un maldito orfanato. Una bofetada no me habría dolido igual, habría dolido menos. Instintivamente abracé al pequeño, al escuchar incrédula el resto del argumento. ¿Qué ha cambiado? ¿Qué había cambiado? ¿Me lo preguntaba en serio? ¿No veía al niño en mis brazos? 

Intenté respirar en medio de la ofuscación que sentí al ser testigo de esa reacción que para nada me esperaba. Uno, dos, tres… hice un esfuerzo que requirió todo mi autocontrol… cuatro… cinco… Lo miré boquiabierta cuando lo primero que me achacó fue que estaba echando por tierra nuestros planes. Me puse roja, procurando tranquilizar al pequeño que comenzaba a llorar por causa de sus gritos. 

-No es necesario que grites Erlend, estoy frente a ti. – Comenzó a caminar como un animal enjaulado, rugiendo, y negándose a considerar siquiera mis palabras. Mi mirada se fue ensombreciendo a medida que continuaba. Seis… siete… ocho…. Allí fue cuando detuve mi conteo, la gota que derramó el vaso fue oírle decir que si no me deshacía del niño a la mañana siguiente lo haría él.

Tensé la mandíbula y me puse de pie acercándome a él para enfrentarlo. -El niño no estaría llorando si no estuvieras gritando y gruñendo. Ya ha sufrido lo inimaginable hoy Erlend, no necesita que lo alteres así.- Regresé la mirada al pequeño secándole las lágrimas con los dedos e hice un esfuerzo para sonreirle y que se concentrara en mi en lugar del vikingo. -Ahora vamos a ir a dormir.- 

Atravesé la sala con rapidez y alcé un dedo en dirección a él en señal de advertencia. -No se te ocurra seguirme, tú y yo hablaremos dentro de un momento. Esto no se acaba aquí.-  

Crucé el pasillo como una saeta, antes de entrar a la habitación y cerrar la puerta tras de mi. Apoyé mi espalda en ella intentando respirar y calmar mis latidos, por el bien de Erlend y mio, por el bien del pequeño era yo quien debía mantener la cordura y la mente clara.

Me aproximé a la cama y deposité al niño en ella, volviendo a secar sus lágrimas. -Hoy vas a dormir aquí.- Le quité los zapatos y lo acosté, le eché una frazada encima y me senté a su lado con una sonrisa. -No le tengas miedo. Es un vikingo. Les gusta gruñir y resoplar pero no te haría daño. Es el mejor de los vikingos, si te ibas a topar con uno este es el mejor con el que podrías hacerlo.- Él dejó de llorar y me miró con curiosidad. ¿Qué era un vikingo? 

-Ah pues, son los más valientes y fieros guerreros, provienen de una tierra del norte, agreste, salvaje, y hermosa, no hay nadie que pueda derrotarlos. Beben, luchan, vencen, navegan en barcos adornados con cabezas de dragón… algún día seguro viajarás en uno.-
Le acaricié la frente cariñosamente y mientras lo hacía volví a sentir ese fuerte lazo entre nosotros. Su vida de verdad estaba enlazada a la mia desde el instante en que le encontré en medio de la devastación del campamento gitano. 

Sentí que las lágrimas se agolpaban a mis ojos y antes de que fueran a derramarse me apresuré a contenerlas. Recordé una canción que me tranquilizaba de niña y que madre me cantaba cuando algo me asustaba y comencé a cantarla. 




Le fue venciendo el sueño y finalmente cerró los ojos, entregándose al sueño. Se veía tan inocente, nos necesitaba, me necesitaba a mi... No entendía como Erlend podía ser tan duro.

Salí de la habitación y regresé a la sala, allí estaba mi esposo aún, con cara de pocos amigos frente a la chimenea. -¿Qué ha cambiado?- respiré profundo antes de responder. -Hoy no solo fallecieron sus padres. Lo encontré en un campamento gitano, el mismo que tú y yo vimos alguna vez mientras caminábamos hacia el mercado. Algo sucedió, estaba incendiándose, hombres y mujeres yacían muertos en el suelo, no quedaba uno solo vivo.- Me costaba recordarlo, incluso ahora sentía que me iba a descomponer de nuevo. -Alguien se ha ensañado con ellos, estoy segura de que la única razón por la que el niño aún vivía se debe a que le escondieron para alejarlo de las miradas de quienes arrasaron con el campamento.-

Me acerqué a él para tocar su brazo, procurando me mirara y me escuchara. -Lo encontré en medio del incendio, si yo no hubiera llegado habría muerto. Salvar su vida ha sacudido la mía. Me dices que él no significa nada para mi o para ti, pero… no es así. Al rescatarlo ha pasado a ser mi responsabilidad, lo miro y siento un lazo muy fuerte, algo que no se explica con palabras. Encontrarle no ha sucedido al azar, llegó a mi por una razón, estoy segura de ello. No te estoy pidiendo que cambiemos nuestros planes, siguen siendo lo más importante para mi, solo que los posterguemos. Sé que sabes que los sentimientos más fuertes no los determina compartir la misma sangre. ¿De verdad me estás diciendo que no hay suficiente espacio en esta casa para los tres? ¿Qué prefieres que lo lleve a un orfanato?-
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Mensaje por Erlend Cannif** Mar Jul 11, 2017 4:37 am

Mis ojos se salían de las órbitas al ver como mi mujer me hablaba ninguneandome y protegiendo a ese cachorro que en pocas horas parecía haberme ganado la batalla.
-No te gritaría si entraras en razón, soy yo, tu marido, ese que elegiste. Eso no es mi hijo -rugí señalándolo preso de la ira.

Ella secó las lagrimas del pequeño usurpador, alegando que lo llevaba a dormir, que no lloraría si yo dejaba de comportarme como un salvaje y me advertía que no se me ocurriera seguirlos.
-Quizás te olvidas de que justo con un bárbaro te has casado, un maldito salvaje vikingo que ademas es un vampiro -gruñí gritando mientras esta me daba la espalda y se iba con el mocoso entre sus brazos rumbo a mi habitación.
-Ni se te ocurra tumbarlo en mi cama -rugí ofuscado sintiendo como perdía la batalla por el momento.

Saque un vaso de la despensa, una botella de Bourbon y lo repleté hasta los bordes bebiendomelo de un trago.
Ese niño iba a frustrar nuestros planes, iba a convertirse en mi compañera eterna y ahora con eso irrumpiendo en nuestras vidas, tendríamos que esperar bastante tiempo para que se convirtiera algo a lo que no estaba dispuesto.
Lo quería fuera de mi vida, de mi casa, un orfanato era la opción para que todos siguiéramos con nuestras vidas.

Iba por la segunda copa cuando Adaline salió de la habitación con el ceño fruncido y los brazos en jarra.
Enarqué una ceja sin apartar mi mirada de la suya rellenando el tercer vaso.
-No se quedará -sentencié aun sin escucharla.

Adaline me contó como había encontrado al pequeño, no pude evitar que a mi mente vinieran imágenes de mi poblado masacrado y ardiendo preso del fuego.
Katherine sobre su montura alejándose con ese hijo que nunca sostuve entre mis brazos.
Mi mujer se sentó a mi lado acariciando mi brazo para calmarme, pero esta vez por Odin que no funcionarían sus trucos.
-Entiendo lo que dices, entiendo que la idea de no poder ser madre te frustra como a mi. Pero ese no es mi hijo, tampoco el tuyo Adaline, lo has salvado, eso es algo heroico por tu parte y aunque no estoy de acuerdo en que arriesgaras tu vida por ese crio, no voy a discutir eso ahora contigo.
Pero ¿te estas dando cuenta de lo que me pides? ¿postergar los planes? Últimamente te encuentras mal, estas pálida, te mareas, no se si alguna enfermedad se esta apoderando de ti y te consume despacio, deberíamos mas que postergar, adelantar esos malditos planes, no quiero perderte y te elijo a ti Adaline, llámame egoísta pero no cabemos los tres en esta casa siendo vampiros. Seras una neófita, te lo comerás en un descuido y cargaras con eso toda tu no vida
Déjame llevarlo al orfanato -le pedí tratando de que entrara en razón -sabes que es lo mejor para los tres.

Acaricié su mejilla lentamente, atrayendola ligeramente de la nuca para poder perderme en su boca.
-Adaline, no es el momento de meter un niño en nuestras vidas. Me tienes a mi ..hasta hace poco decías que era cuanto necesitabas ¿ya no es así?
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Mensaje por Adaline Cannif Vie Jul 14, 2017 9:20 pm

-No se quedará – dijo, tan pronto regresé a la sala. Su rotunda negativa me cortó y permanecí de pie, tan solo mirándolo, nunca lo vi tan intransigente antes. De hecho, nunca lo vi intransigente, él siempre me había escuchado, y yo hacía lo posible por ver su punto de vista. Me mordí el labio al tomar asiento a su lado y comprender que no me estaba escuchando, estaba cerrado en el no, y no prestaba atención a mis palabras.

Dejé su brazo y crucé los mios frente a mi viendo hacia la chimenea. -Apenas me creo que no puedas escucharme. Sabes bien lo difícil que es perderlo todo en un solo momento, que te lo arrebaten sin que lo esperes.- Tanto Erlend como yo habíamos perdido demasiado. Él perdió a toda su familia en un instante de forma brutal, grotesca, le fue arrancado todo irremediablemente. Yo… perdí a mi padre a manos de un licántropo… la imagen de su cuerpo destrozado nunca la iba a olvidar, me había marcado y de igual forma marcó mi sino. Mi madre… permaneció algo más de tiempo conmigo, pero luego su vida se fue extinguiendo frente a mis ojos sin que pudiera hacer nada para evitarlo. -Olvidas que quedé huérfana cuando era muy chica… No tanto como el pequeño que descansa en la habitación, pero aún así, no fue nada sencillo, seguía siendo una niña. Mientras crecía muchas veces me perdí, y creo realmente que nunca me encontré a mi misma hasta que te conocí Erlend.-

Giré mi rostro hacia él buscando la comprensión en su mirada. –Si mi hermano no se hubiese hecho cargo de mi, mi destino hubiese sido un orfanato, ese mismo lugar al que ahora me dices que le enviemos y al que muchas veces temí ir cuando él se tardaba en regresar de su trabajo en la herrería.-
 
Mis manos subieron hacia su pecho, lo acaricié al intentar que me comprendiese, que esta era una oportunidad que nos había sido dada, un regalo inapreciable que no podíamos soltar así como así. Lo que nunca creímos posible ahora lo era. -El lazo que siento con el pequeño es muy fuerte, lo sentí en el momento en que lo tomé en mis brazos. Él es como yo Erlend, veo algo de mi en él, aunque solo hayan transcurrido horas, no necesito más tiempo para verlo. No quiero que se pierda como yo lo hice. Se que podemos cuidarlo, guiarlo, se que puedo ser una buena madre para él. No creo que nos hayamos encontrado al azar.-

-Es un niño fuerte, logro distinguir esa cualidad en él, el que llorase es normal, ha pasado por mucho hoy. Imagina lo que puedes enseñarle, puedes entrenarlo para que sea un guerrero como tú, hacer una diferencia en su vida
Cuando te dije que no me importaba que fuésemos solo tú y yo, nunca fui más sincera. No tenía manera de prever lo que pasaría hoy. Sabes que te amo más que a nada, eso no lo cambiará el niño.- Puse mis dedos sobre sus labios y los dibujé suavemente cuando me acercó a su rostro, intentando mantener la mente despejada. -Te preocupas por mi salud y te amo por eso, pero estoy bien, las nauseas… los mareos, han de ser una gripe estomacal o algo así, nunca me habías visto enferma antes, entiendo que te preocupes debido a ello, pero no tengo nada que no haya de curarse pronto.- 

Mis dedos acariciaron detrás de su cuello, procurando calmar sus inquietudes respecto a mi, y me pegué a él. -Además, dijiste que te gustaba mi calor, el postergar un poco mi conversión significa que lo tendrás un tiempo más. ¿Qué es un breve tiempo comparado con una eternidad para compartir? ¿O ya no te gusto así?-
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Mensaje por Erlend Cannif** Dom Jul 16, 2017 5:42 am

Dejé escapar el aire de forma pesada contra sus labios, trataba de convencerme con palabras ciertas, mas no por eso razonables, los dos sabíamos lo que era perderlo todo en un instante.
Cerrar los ojos y al abrirlos ver como nada es lo que queda en pie de lo que habías sido.. a lo largo de mis mil años había vagado por el mundo perdido, siendo el reflejo en mi acero de un asesino al que los demonios guiaban por un sendero peligroso plagado de caos y sin Valhalla al final del camino.

Con ella había descubierto luz, mas calmado, mas asentado rozaba la felicidad con la yema de mis dedos y ahora, ese niño planeaba arrancármela, pues de algún modo ese vinculo que ella decía sentir con él, por ser el vivo reflejo en parte de la historia de mi mujer ponía en jaque nuestros planes.
Negué contra su rostro tratando de que entendiera que no era lo que yo quería, pero su determinación había hecho que ella tomara una decisión, podía leerla en sus ojos, el niño iba a quedarse me gustara o no.
-¿y si te digo que si el se queda yo me voy? -pregunté quizás echándole el mayor ordago de mi vida, pues bien sabíamos los dos que mi necesidad de ella era superior a la que a ella la ataba a mi.

Negué de nuevo ante la ausencia de respuesta, creo que su silencio hablaba demasiado fuerte aunque yo no quisiera aceptar que ya había perdido esta batalla antes incluso de poder alcanzar la espada.
-No quiero enseñar a ese niño a luchar, a ser un vikingo, no es mi maldito hijo -rugí airado guardando silencio cuando sus dedos repasaron mis labios para recordarme que me amaba, que el niño no podría cambiar ni por un momento lo que por mi sentía.
-Si es así..llévale al orfanato, a él le conoces desde hace unas horas, yo soy tu maldito marido Adaline ¿en que demonios piensas? Tenemos una vida trazada, una en la que vas a convertirte en inmortal y dejar la enfermedad atrás, necesito tener la certeza de que nada te pasara.

De nuevo mi esposa, paciente conmigo como de costumbre aseguro encontrarse perfectamente para cumplir no solo con la crianza de ese niño, si no con sus obligaciones de esposa conmigo.
No dudó en sacar todas sus armas de seducción y yo caía preso de sus labios cuando su aliento me quemaba logrando arrancarme un jadeo.
-Sabes que me gusta sentir tu calor, tu cuerpo contra el mio, sabes que me gusta el bombeo incesante de tu corazón y beber de ti cuando me sacudo en tu interior..me arrastras a los mayores estados de euforia y éxtasis jamas sentidos, pero no puedo perderte Adaline, eso es algo que creo tu bien sabes.

Acarició con sus dedos la parte de atrás de mi nuca, enredado mi pelo lentamente en ellos mientras mis tormentas contemplaban inquietas sus labios.
Tiré de su cintura para subirla a horcajadas sobre mi, mi miembro rugió como le mas voraz de los aceros contra su sexo logrando que sus caderas bailaran a mi son.
-Adaline...-susurré contra su boca dejándome embriagar por ella, nuestros labios colisionaron, gruñí contra estos preso de la necesidad mientras sus caderas bailaban a mi son dejando que mis manso marcaran lentamente el ritmo. Nuestras lenguas se enredaron salvajes, rabiosas, duelo de sierpes que serpenteaban en las gélidas aguas del mar del norte.
Los haces de luz de la constelación del cazador se colaban por el ventanal dotando la estancia de unos tonos blanquecinos que contrarrestaban con el amarillo anaranjado de la lumbre que nos calentaba.
-te quiero -susurré tirando de las cintas de su corseé para liberar su cuerpo – te necesito, aquí, conmigo -musité mordiendo su boca, hablando solo cuando nuestras lenguas se separaban para tomar una brizna de aire.
Sigamos con nuestros planes -musité acariciando con su nariz la mía...
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Mensaje por Adaline Cannif Miér Jul 19, 2017 2:57 am

Apenas pude creer lo que escuchaban mis oídos cuando Erlend me dio un ultimátum en forma de pregunta. ¿Qué haría yo si él me decía que de quedarse el niño él se iría? No podía creer que me estuviera preguntando eso. No podía creer que llegásemos a ese punto. No después de nuestra luna de miel, no después de todo lo que habíamos pasado juntos, de todas las pruebas. Nuestro amor siempre supo manejarlo todo, porque todo se resumía a una sola verdad, una que sabía que él aún no creía del todo, él me había dicho que no podía vivir sin mi y en esa misma medida yo tampoco podía vivir sin él, él era mi todo, sin él yo dejaba de existir, no había Adaline si él no estaba. Ahora me lanzaba esa pregunta y con ella tambaleaba la base de mi vida, porque él era esa base. Así que mi respuesta fue el silencio, me negué a contestarle.

Gruñó otra vez, alzando la voz y gritando, negándose a la posibilidad de ver al niño como un vikingo, de entrenarlo, de animarse a ser su padre. No entendía por se negaba con tanta rotundidad como si la vida se le fuera en ello. Intenté calmarlo cuando me acercó a él, y negué con la cabeza cuando volvió a sugerir que llevara al niño al orfanato. Orfanato, orfanato. Esa palabra daba vueltas en mi mente una y otra vez provocándome una inquietud suprema y un desasosiego que al parecer Erlend no comprendía, no podía llevar al niño al orfanato, acaba de explicarle mis razones y sus pequeños ojos pardos que confiaban en mi al haberse quedado dormido en nuestra habitación no me permitían ni por un instante pensar en otra posibilidad que no fuera la de que permaneciese en nuestra casa.

Finalmente creo que comencé a entender de donde provenía parte de la renuencia de mi marido, cuando habló de mi salud, a pesar de que le expliqué que no ocurría nada conmigo que fuera de cuidado. Mis manos en su nuca lo acariciaban y mis dedos se deslizaron en su oscuro pelo mientras notaba que sus tempestades lucían inquietas, preocupadas. -¿Qué hago para convencerte de que lo que tengo es algo simple que desaparecerá en corto tiempo?- Me acerqué a él tanto como me fue posible logrando que todo espacio entre nosotros fuera inexistente. -La próxima semana seguramente estaremos riéndonos de esto al haber desaparecido ya cualquier rastro de enfermedad. De verdad estoy bien.-

Él hablo de que le gustaba mi calor aún, dándome a entender que su deseo por mi no había disminuido desde que nos conocimos y mis dedos comenzaron a desabotonar con lentitud los botones de su camisa. Sus manos tiraron de mis caderas, sutil trampa que mi esposo me tendía, era difícil para mi llevarle la contraria cuando sus manos guiaron a mis caderas logrando que nuestras pelvis se rozaran y su miembro quedara estacionado justo en ese lugar que le acogía, la calidez que siendo suya le buscaba en medio de mis piernas.

-Erlend considéralo al menos, no me des un rotundo no, ni siquiera… ni siquiera has mirado bien al niño.-
 Mi mente daba vueltas al escucharle pronunciar mi nombre contra mis labios, mis dedos acariciaron su pelo, enredándose en ellos, gemí en su boca mientras nuestras lenguas se rozaban desatando el deseo entre ambos al ritmo que marcaban nuestras caderas. Sus manos recorrieron mi cuerpo y se centraron en las cintas de mi corsé, y yo solo quería besarlo, llenarlo de caricias y rendirme a la pasión que mi esposo desataba entre ambos como una llamarada de fuego. Yo también lo quería, yo también lo necesitaba.

Pero luego pronunció esas palabras, “sigamos con nuestros planes” y tuve que reaccionar a ello. -Erlend, no…- Tomé sus manos con las mías y e hice un esfuerzo supremo para detenerlas mientras intentaba que en nuestras ideas hubiera algo de cordura. -No es un capricho lo que te pido.- Otra vez intenté hacerle ver que sus palabras hablaban de dejar pasar la más grande oportunidad que alguna vez tendríamos, la de ser padres.

-No estoy enferma.-
 Me separé de él con lentitud regresando a un lado del sillón. No podía seguir adelante con nuestros planes, no cuando una pequeña vida había pasado a depender de mi. Apelé a sus tormentas al mirarlas. -¿Por qué no puedes considerar lo que te pido y creerme cuando te aseguro que todo irá bien? ¿O es otro el motivo por el que no deseas ceder?- 
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Mensaje por Erlend Cannif** Miér Jul 19, 2017 4:56 am

Un no rotundo es lo que obtuve como respuesta a mis sensatas palabras y eso que iban acompañadas de caricias, de besos y de la promesa de hacerle el amor frente a la lumbre.
No solo eso, se separó de mi poniendo distancia, la otra punta del sofá para ser exactos, mientras yo gruñía y bufaba cabreado y preso del calenton.

Adaline me declaraba una guerra muda, una en la que me proponía pasar mucha hambre si no aceptaba a esa criatura.
Fruncí el ceño mirándola, al parecer este, el sofá, iba a ser el sitio donde dormiría si no aceptaba a ese mocoso como parte de la familia.
Llevaba clara si se creía que iba a ganar esta gesta, por mucho que me asediara me pensaba mantener en mis trece, ese niño iba a cambiar nuestros planes y yo no estaba dispuesto a variarlos ni un ápice.

Negué con la cabeza metras sus tempestades buscaban piedad en mis tormentas.
-No, si estas enferma, vomitas, estas pálida y mareada, no voy a consentir que ese mocoso te arrastre con él -ese era parte del motivo, el otro, mas profundo quizás era que no pensaba sustituir a mi hijo, ese que no pude sujetar entre mis brazos por eso.

Adaline me conocía e inquisitiva me preguntó por mis razones, unas que no conocía pero que yo creo intuía.
-No voy a empañar el recuerdo que tengo de mi hijo..no lo pude criar y esto solo seria un sustituto, una versión pésima de lo que hubiera sido ser padre. No quiero un crio de piel oscura corriendo por mi casa y llamándome papa ¿tan difícil es que entiendas esto?
De querer un hijo a toda costa, yo mismo te hubiera planteado la idea de ir a adoptar al orfanato..no lo hice porque yo no quiero un hijo que no sea mio.

Hice hincapié en todas y cada una de esas ultimas palabras, los dos parecíamos enrocados en nuestra posición y mala solución veía a este debate.
-Llévalo al orfanato -ordené -no es como un gato, un niño es una responsabilidad que yo no quiero adquirir.
No puedes obligarme a ser padre, no quiero ser su padre -rugí.

La puerta se abrió, el crio lloraba buscando refugio nuevamente, mis ojos sobrevolaron la distancia que me separaba de él.
Era pequeño, ojos grandes y pardos, pelo azabache y tez oscura, en nada se parecía a mi, y sin embargo iba descalzó por la casa como si ya fuera el rey de la sabana.
Tenia frio, posiblemente destemplado por el fuego y el humo que debía haber inhalado.
-Te has puesto en peligro para salvarlo -mascullé entre dientes quitándome la capa de los hombros para dársela a mi mujer.
Curtida y bien engrasada estaba preparada para proteger de las mas bajas temperaturas del norte, entraría en calor con eso encima.
-Duermo en el sofá -aseguré centrándome en los ojos de mi mujer...mañana no lo quiero aquí.


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Mensaje por Adaline Cannif Sáb Jul 22, 2017 1:48 pm

Me crucé de brazos cuando escuché a Erlend gruñir y bufar como buen vikingo bárbaro que hacía honor a su nombre, como si yo no me hubiera quedado con las ganas de él. Había estado deseosa de verlo toda la noche, en parte porque necesitaba asegurarme de que regresaba a salvo de ese trabajo que tenía, en parte porque estaba conmocionada con haberme hecho paso en el incendio, y la otra por supuesto, el deseo enorme de enseñarle al pequeño.

Mis ojos fijos en las llamas que alumbraban los maderos de la chimenea se entrecerraron al escucharle insistir en que si estaba enferma y de allí se desviaron hacia él. -Podrías tener algo más de fe en mi juicio y creerme cuando te digo que estoy bien, pero pareciera que mi opinión para ti no cuenta.- Comenzaba a enfadarme en serio, Erlend no iba a dar su brazo a torcer y su excusa para rechazar al niño se basaba en una enfermedad que yo estaba segura, se desvanecería pronto. Ni siquiera me sentía mal ahora, parecía que los mareos y los vómitos me acuciaban más por las mañanas. De todas formas me negaba a ir al doctor, no me gustaban los hospitales ni las clínicas, no iba a ir al doctor, no iba a ir.

Lo observé en silencio al escuchar sus siguientes palabras, me tomaron por sorpresa, no había pensado en que pudiera ver al niño como a un reemplazo del suyo. -Tu hijo es irreemplazable Erlend, se… que hubieras deseado criarlo, ser parte de su vida.- Me acerqué a él, procurando tocarlo, hacerle comprender que no le pedía que empañara su memoria. -No te pido que le reemplaces, solo que le abras un espacio en tu vida al pequeño que descansa en la habitación. Creo que tienes suficiente espacio aquí para eso ¿no?- Mi mano acarició su pecho, arriba de su corazón, no me importaba que no latiera, no me importaba que fuera un inmortal, él sentía, de eso estaba segura. Había amor en él hacia mi, por más cabezota y testarudo que se estuviera comportando, entonces ¿por qué no podía abrir espacio a un hijo?

Dejé caer la mano cuando escuché aquella manera displicente de hablar del pequeño y arqueé la ceja cuando le llamó niño de piel oscura. -Es solo un niño, y es un niño hermoso, no entiendo que es lo que no te gusta. ¿Qué sea gitano? Eso no le hace menos, los gitanos son fascinantes, con algo de suerte ha heredado algo de su arrojo y de su astucia.- Me separé de él, volvía a gritarme que lo llevara al orfanato y eso me hacía perder la compostura.

-¡No pienso llevarle al orfanato! ¿Tienes idea de lo que es un orfanato? ¿Piensas que yo hubiera sido feliz en un orfanato?-
Mi voz iba subiendo en decibeles porque cada vez que decía esa palabra tocaba algo demasiado personal, me hacía recordar el horror y la angustia que sentía de niña al pensar en ir a dar a uno de ellos, esa sensación volvía y se hacía presente como si los años no hubieran pasado.

Terminó rugiendo que no podía obligarle a ser padre y yo solo temblaba de la frustración y de la incredulidad. -No pienso obligarte a nada, ya dejaste muy clara cual es tu posición.- La puerta se abrió revelando la pequeña figura que nos buscaba entre sollozos y le dirigí una mirada de reprimenda a Erlend antes de dirigirme al pequeño. Me agaché junto a él para consolarlo y lo tomé cariñosamente en mis brazos. -Está todo bien.- Le sonreí acariciándole el pelo que caía sobre su frente y limpiando sus lágrimas. -No pasa nada, con nosotros estás a salvo, nada puede pasarte acá porque tenemos un vikingo para defendernos y cuidarnos, y él es el más fiero guerrero.-  

Miré a mi esposo de reojo, me estaba pasando una capa, la cual tomé de sus manos para arropar con ella al niño. El pequeño respondía a mi francés pero también usaba un idioma gitano, mezclaba palabras de uno y otro idioma. Froté sus pequeños brazos para hacerle entrar en calor bajo la capa mientras pegaba mi nariz a la suya jugando con él.

Miré nuevamente a mi marido que refunfuñaba por haberme expuesto al incendio. Podía gruñir y gritar pero se preocupaba por mi e incluso también por el niño al pasarme su capa. Lo observé en el sofá y me quedé mirándolo pensativa. Desde que nos conocimos nunca dormimos separados, me había acostumbrado a extender mi brazo y encontrarlo junto a mi, a acurrucarme buscándole, me iba a costar cerrar los ojos si no estaba a mi lado, pero eso no iba a decírselo, especialmente al escuchar su cierre. -Buenas noches.- Di la media vuelta y marché de regreso a la habitación. Arropé nuevamente al niño, quien ahora envuelto en la capa de Erlend se encontraba mucho más a gusto. Saqué una cobija del armario y cuando volvió a cerrar los ojos me deslicé silenciosamente de la cama para llevársela.

En la sala, lo encontré acostado en el sofá, no estaba dormido y yo solo lo miré. Estaba tentada de saltar hacia sus brazos, buscar que me estrechara entre ellos, perderme en sus besos y creer que todo iba a estar bien, pero no, él no estaba dispuesto a ceder. Me mordí el labio en guerra fría con sus tempestades, di la media vuelta y regresé a nuestra habitación.
 
 


A la mañana siguiente me desperté sobresaltada, casi no pegué ojo durante la noche. Lo primero que vi fue al pequeño, precisamente era él el que me despertaba al tirar de mi pelo con sus manitas. Me eché a reir al ver sus ojazos y corrí detrás de él cuando se negó a bañarse. Luego de una pequeña lucha finalmente cedió, y al cabo de un rato lo tomé de la mano para salir subrepticiamente de la habitación llevando un dedo a mis labios. A esa hora Erlend dormía, por lo que debíamos ser extremadamente silenciosos. Una vez en la cocina, le preparé algo de comer. Huevos con jamón, leche y pan. Iba a tener que comprar más víveres para la cocina, iba a tener que comprarle ropa, haría falta otra cama… no iba a enviarle al orfanato y mi esposo… por primera vez no tenía idea de como manejar la situación, no sabía que iba a pasar entre los dos.

-Ahora debemos atravesar el salón sin hacer ruido.- Debíamos hacerlo juntos para llegar a la puerta de salida sin que nos escuchara Erlend, el problema no iba a ser tanto escabullirnos, pensé mientras nos desplazábamos de puntillas hacia la salida, el problema iba a ser regresar con todo el abastecimiento y enfrentarme otra vez con él. 
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Mensaje por Erlend Cannif** Dom Jul 23, 2017 9:05 am

Cuando abrí los ojos seguía en el sofá, me desperecé, me crujían todos y cada uno de los huesos, por no decir que los músculos se me habían quedado engarrotados.
Esperaba que mi preciosa esposa hubiera recapacitado esta noche en la que por primera vez desde que nos casamos ni habíamos mantenido relaciones, ni habíamos dormido juntos.

Me levanté con la firme intención de perdonarla, de reencontrarnos, de besarla y hacerla mia antes de ir a alimentarme, pero lo que no esperé ver es como Ada le daba al pequeño Hakon la cena en mi cocina.
Fruncí el ceño al ver la imagen, una que me cabreaba, lo había elegido a él y la cantidad de cosas que veía por la bancada de la cocina especiales para niño me lo gritaba como un insulto lanzado a mi cara con saña.

Gruñí, resopleé y nervioso di un puñetazo al marco de la puerta bajo la atenta mirada de mi esposa y de nuevo despertando un incontrolable llanto en esa pequeño de ojos grandes y piel oscura.
-Te dije que no lo quería aquí cuando despertara -rugí mirándola a ella, mis ojos rojos como el fuego chocaron con sus tempestades.

Me acerqué al crio y lo tomé de su minúsculo brazo arrastrándolo por el suelo mientras este gritaba y extendía sus brazos en busca de mi esposa.
De un tirón lo elevé para colocarlo sobre mi hombro mientras Ada corría a rescatar a ese que pretendía convertir en su maldito hijo.
-Lo llevaré al orfanato -gruñí -quédate aquí -le ordené a Adaline.

Sus ojos se anhelaban en lagrimas, estaba asustada, por primera vez en todo este tiempo vi como me miraba, veía un monstruo, un ser despreciable, no me entendía, yo no quería un hijo, esto no era como acoger a un gato, esto tenia unas consecuencias, unas que detendrían los planes que habíamos trazado ambos.

Me detuve, mi paso implacable lo hizo ante la escena que presenciaban mis pardos, era consciente de que si seguía andando Ada nunca me perdonaría y yo no podía reflejarme en esos ojos sintiéndome un monstruo, si lo hacia...era justo en eso en lo que para ella me convertiría.
Dejé que el niño llegara a brazos de mi mujer y sin mediar palabra salí por la puerta de nuestra mansión, no sabia bien a donde iba, solo sabia que ahora mismo estaba tan cabreado que no podía quedarme.

No le había importado mi opinión, ella había hecho y deshecho a voluntad, le importo bien poco lo que le dije, no quería ser el padre de ese niño, yo ya tuve un hijo, uno de mi sangre al que ni siquiera pude coger una sola vez entre mis brazos, este nunca podría sustituir a mi sangre, mi linaje y verlo solo me recordaría lo que perdí hace ya demasiado tiempo.
Mis demonios rugían, gritaban despertándose del letargo al que los había sometido durante todo este tiempo.


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Mensaje por Adaline Cannif Jue Jul 27, 2017 10:37 pm

El pequeño y yo pasamos fuera de casa la mayor parte del día, entretenidos en realizar compras. Se que para él podría haber sido fastidioso y aburrido pero me encargué de entretenernos, comprándole dulces y trepándolo en mis hombros para que fuera viendo los distintos escaparates a medida que caminaba por el centro de la ciudad. Él se iba desinhibiendo conmigo y respondía a mis preguntas. -¿Te gusta este par de pantalones? ¿Quieres un sombrero? ¿Cuál color es tu favorito?- 

Llegada la hora del almuerzo lo llevé conmigo a un restaurante fino y pintoresco que a Erlend y a mi nos gustaba visitar ocasionalmente. Mi mirada brillaba al verlo comer y mientras bromeaba con él y le contaba historias infantiles me percaté por primera vez de que de verdad estaba lista para ser madre. Ocuparme de él, enseñarle todo lo que pudiera y compartirle mi cariño era algo que me resultaría fácil gracias al lazo invisible que sentía entre ambos, y no es que creyera que adquirir la responsabilidad de cuidarlo y ocuparme de él iba a ser fácil pero ¿podía hacer otra cosa ahora que nuestras vidas se habían cruzado? Lo único que me hacía falta en ese momento era Erlend, sentía ese hueco, el que existía debido a que él no estaba con nosotros. Si bien era cierto que comenzaba a encariñarme con el niño, mi esposo no dejaba de ser lo más importante en el mundo para mi.

Después de comprar ropa y cargados de bolsas y paquetes nos dimos una vuelta por el parque adonde me dediqué a jugar con él y luego descansé sobre el césped, observándolo mientras alzaba una pequeña rama y comenzaba a moverla como lo habría hecho si se hubiese tratado de una espada, actitud que me hizo alzar una ceja. Mi esposo era un terco, no quería ver el potencial que tenía el niño para crecer como un guerrero vikingo.

Finalmente llegamos a casa rendidos y nos tendimos a descansar un rato en la habitación. Erlend aún dormía, escuchaba sus ronquidos hasta la recámara. No me gustaba que hubiera dormido en el sofá, él era alto y de largas piernas, seguro le resultaba estrecho el mueble y además... lo había extrañado durante la noche.

Pronto me fui a ocupar en la cocina, dejando en los estantes el contenido de las bolsas que habíamos traído. -¿Te gusta cocinar? Me puedes ayudar si quieres, apuesto a que eres un excelente asistente.- le guiñé el ojo. Para mi esposo me era imposible preparar platillos debido a su condición de inmortal por lo que me daba gusto poder hacerlo finalmente para alguien más, además mi hermano era un chef, él me había enseñado mucho de lo que ahora ponía en práctica al sazonar los alimentos. Él y madre…

Un golpe abrupto me sacó de mi ensimismamiento y mi mirada se fijó en Erlend. Había estado preocupada todo el día, sabiendo que lo estaba contradiciendo al no haber dejado al pequeño en un orfanato como él quería. Tenía la esperanza de que recapacitara y cambiara de opinión pero el alma se me fue al suelo al ver su expresión. Estaba molesto, sus ojos se tornaban rojos como debían haber sido los ojos de los furiosos dragones a los cuales rendían culto los drakkares. Nunca lo vi así, nunca se enojó de esa forma conmigo. Intenté respirar procurando encontrar las palabras correctas. -Se que no querías que…- Ni siquiera terminé la frase cuando en un par de zancadas se acercó y tomó al pequeño del brazo para arrastrarlo por la cocina, gritando que lo sacaría de la casa.

-¡No Erlend!-
corrí hacia él, había trepado al niño en su hombro y por más que mis manos quisieron atrapar su brazo para detenerlo veía un fuego frío e implacable en sus tormentas que no atendía a razones. -Erlend escúchame, no puedes llevártelo, no al orfanato. ¡No puedes!- Estaba desesperada, el niño lloraba asustado por ser arrancado de mi lado, y yo estaba asustada como nunca lo estuve.

Él no me escuchó, salió por la puerta de la cocina y atravesó el salón dispuesto a llevar a cabo su amenaza. ¿Su amenaza? ¿Cómo era posible que Erlend me amenazara? Llegué hasta el salón y lo alcancé. -¡No puedes llevártelo!- Finalmente se detuvo y me miró, nuestras miradas quedaron ancladas, nunca lo vi de la forma en que lo hice ahora, sorprendida, contrariada, angustiada, dolida. Lo miré como se mira a un extraño al que no conoces, a ese que ha salido de donde no lo esperas, reemplazando al hombre al que has amado hasta lo más profundo de tus entrañas, con todo lo que eres. El golpe era tan fuerte, tan rotundo e implacable que no alcanzaba a respirar, y luego sus ojos volvían a ser los de mi esposo, me reconocían de nuevo. Dejó al niño en el suelo y yo extendí mis brazos para recibirlo en ellos y abrazarlo con fuerza.

Muda, permanecí en silencio, estremecida, observándolo salir por la puerta, cuando lo hizo sentí que bajo mis pies se abría un precipicio enorme que me lanzaba al vacío. ¿Qué acababa de suceder? Me apresuré a llevar al niño a la habitación. -Has de quedarte aquí, no le abras la puerta a nadie que no sea yo. Volveré. No tengas miedo, volveré.-

Salí corriendo de la casa con el corazón en vilo buscando a Erlend con la mirada. Allí estaba aún, de pie, en el patio. -¿Te vas? ¿Así nada más? ¿Las cosas no marchan como quieres y tu primera solución es salir por la puerta?- Me planté frente a él, temblando del escepticismo y las emociones encontradas, fuertes e intensas me carcomían desde lo más profundo. -No he dejado al niño en casa para contrariarte. ¿No puedes entender mis razones?- Mi voz iba subiendo, estaba cansada, aturdida, frustrada porque ni una sola de las palabras que le dirigí la noche anterior habían hecho mella en él, y a la vez el pánico me atenazaba, parecía dispuesto a irse.  

-Terco vikingo, ¿no ves lo difícil que es esto para mi?-
Tensé la mandíbula y cerré los puños, mis nudillos se tornaban blancos y el huracán en mi interior se movía violento, desintegrándolo todo. -Nunca te pedí nada, es la primera vez que lo hago.- Me fui acercando a él, no me importaba que estuviera tan molesto, que no quisiera que lo hiciera, él era mi vikingo. -El niño es importante para mi, soy responsable de él… Se que no es lo que quieres oír, pero ¿he de callarme y no decirte lo que siento?- Temblé apretando los dientes, ¿acaso eso era lo que quería?
 
Lo observé en silencio y con un par de pasos acorté la poca distancia que nos separaba. -No me obligues a escoger Erlend… por favor…- Mis brazos subieron hasta él, rodeándolo con ellos, deseosa de impedir que siguiera alejándose de la casa, alejándose de mi, de mi, no podía alejarse de mi. -Sabes que te quiero… vuelve adentro conmigo...- 


Última edición por Adaline Cannif el Vie Jul 28, 2017 8:44 am, editado 3 veces
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Mensaje por Erlend Cannif** Vie Jul 28, 2017 4:58 am

Los pasos de mi esposa me hicieron detenerme en le porche, el acelerado bombear de su corazón mostraba sin duda el grado de tensión que acumulaba en su cuerpo, sabia que odiaba que me fuera así, temía que mis demonios escaparan e hiciera alguna tontería en mi ausencia, así que sus palabras no me extrañaron al decirme si así era como yo arreglaba las cosas.
Ciertamente si, estaba enfadado porque no había respetado mi decisión imponiendo la suya sobre la mía como si yo no pintara nada en esta familia.

Guardé silencio con el gesto tenso mientras se iba acercando pidiéndome que la entendiera, para ella era difícil esto por lo que había pasado siendo niña, quería mi apoyo, uno que por mis vivencias tampoco obtenía.
Los dos habíamos sufrido y esto nos removía.
Mirarlo me recordaba que yo no podría ser padre nunca ¿acaso no entendía ella?
¿Por que su dolor tenia que imperar sobre el mio?
Gruñí cuando me dijo que no le diera a elegir entre los dos. Esa frase me sonó a declaración de guerra pues algo me decía que yo seria el perdedor.
-Llevas dos días con ese mocoso y ya te cuesta tu elección, no se en que lugar me deja eso, pero piénsalo.

Acortó mas la distancia, no quería dejarme ir y su cuerpo tenso, tembloroso suplicaba un abrazo que no llegaba.
Era cierto nunca me había pedido nada, había acatado mi voluntad en la mayoría de las decisiones a tomar, había renunciado por mi a su hermano.
Se que no lo decía, es mas lo justificaba de otro modo, pero que desde que estaba conmigo había perdido a su familia era un echo que yo no podía pasar por alto.
De nuevo quería arrebatarle algo, no era justo y lo sabia.
Deje escapar el aire desinflandome, engullí mi orgullo y extendí mis brazos para rodear su cintura a la vez que ella hacia lo propio con mi cuello.
Mis labios se posaron en su cuello y por este deje un reguero de besos.
-Te quiero y si he de convertirme en padre para que seas feliz lo haré -apunté acariciando con mi nariz su cuello.

Cerré los ojos fundiendonos en un abrazo, la amaba tanto que la idea de perderla me asustaba, no estaba prometiendole que seria un gran padre, eso tendría que llegar con el tiempo.
Yo no quería al niño, quería a mi mujer y para mi su salud era lo principal.
-Pero si empeoras, si veo que te deterioras, no dudaré en sacar esa pequeña carga de tu vida y de la mía ¿esta claro? -le advertí clavando mis pardos en los suyos -y ahora déjame mujer coger un palo para hacerle una espada, yo no crio hijos que no sean vikingos.

Su sonrisa se ensancho por mis palabras, supongo que esa era la confirmación clara de que cedía a su petición y lo hacia por amor.
-Vuelve dentro, hace frio para ti aquí fuera -le pedí depositando un beso en sus labios -no tardó.
A la media hora volví con maderos para la chimenea y un tronco algo mas fino que podría usar para hacerle le arma al niño, había cogido algo de resina para ir endureciendo la madera conforme iba tallandola.

Mi mujer jugaba con el pequeño frente a la lumbre, sus ojos resplandecían de felicidad y eso me hizo sonreír acercándome a ambos para dejarme caer tras ella rodeando su cintura y apoyando mi barbilla en su hombro.
-Supongo que hoy si merezco que me sacies en la cama ¿no es cierto? -pregunté con picardia deslizando la yema de mis dedos por su muslo.
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Mensaje por Adaline Cannif Mar Ago 15, 2017 1:07 am

Erlend seguía de pie con el rostro tenso y la mandíbula apretada. Creo… que nunca me había enfrentado al hecho de no saber cómo hablarle, siempre nos habíamos comprendido de un modo u otro, ahora sentía como si por primera vez desde que le conocí se estuviese levantando un muro entre nosotros, uno que no estaba dispuesta a aceptar, no iba a permitir que se erigiera separándonos, pero... ¿cómo tumbarlo cuando parecía que él y yo queríamos algo completamente opuesto? ¿Le estaba pidiendo demasiado al querer que aceptase al pequeño en nuestras vidas? No podía ni quería obligarlo o imponerle algo que no deseaba... si lo hacía solo resentiría la presencia del niño, pero por otro lado ¿cómo abandonarlo si dependía de mi? Puede que a Erlend le enfureciese que le dijera que no quería que me obligase a escoger pero a mi me partía por dentro, se me estaba rompiendo el alma.

Me acerqué a él, no quería que se fuera, no quería de ninguna forma que le consumieran sus demonios, no estaba dispuesta a dejarle marcharse, pero… tampoco parecía que él estuviese dispuesto a ceder, no me veía, ni siquiera me tocaba, y al darme cuenta de ello se me fue el alma al suelo. Sentí una presión en mi pecho tan grande que me impidió respirar y me sumió en la más completa oscuridad. Apreté los labios, quizás le pedía demasiado, él había sufrido hasta lo indecible la pérdida de su hijo y ahora yo con esto le removía todo por dentro y reabría sus heridas.

De repente sus brazos se movieron alcanzando mi cintura, me estremecí cuando lo hizo y mis brazos de inmediato rodearon su cuello, el amor que le tenía era tan inmenso que la sola idea de perderlo me robaba la vida. Me aferré a él, hundiendo mi rostro en su cuello y mis lágrimas empaparon su camisa. Sus palabras llegaron haciéndome alzar el rostro para ver ese par de tempestades que adoraba. -Te quiero y si he de convertirme en padre para que seas feliz lo haré.- Sentí un nudo en la garganta que me impedía hablar. ¿Había oído bien lo que me decía? ¿Estaba aceptando al niño con nosotros?

Lo abracé con fuerza, el alma me volvía al cuerpo al comprender que no solo no se iba si no que estaba aceptando que el pequeño se quedara a nuestro lado. -Te quiero.- Sonreí sintiendo que pasaba de la desesperación más absoluta a una dicha tan grande que no me bastaba el cuerpo para contenerla. -Te quiero, y si te hubieses marchado yo…- No terminé la frase, solo asentí a lo que me decía, se preocupaba por mi y así me lo expresaba, era justo lo que me decía. -No empeoraré ya verás, estoy segura.- Mi sonrisa se amplió cuando dijo que no criaba hijos que no fueran vikingos y que por lo tanto iría por leña para hacer una espada. No tenía idea como acababa de iluminarme la vida con esas palabras por lo que lo besé con toda la intensidad del sentimiento que me embargaba. -No tardes mucho.-  

Corrí de regreso al interior de la casa y de allí hacia la habitación, abrí la puerta para acuclillarme y abrir los brazos hacia el pequeño con una enorme sonrisa. -No hay nada que temer, ¡te quedas!- Lo alcé en brazos entre risas y lo llevé conmigo al salón. Le mordí la nariz jugando y dancé con él en brazos mientras avanzaba por el pasillo. Pocas veces fui tan feliz, nunca quise más a Erlend, sabía que había cedido por mi, que sólo lo hacía por amor a mi.

El pequeño me miraba sorprendido con sus enormes ojos miel, le limpié las lágrimas que aún humedecían sus mejillas, y comenzó a reír al verme feliz, con facilidad se le pasó el miedo y ahora jugaba conmigo frente a la chimenea. Lo iba a cuidar como a nadie, le iba a enseñar todo lo que sabía, él era una pequeña luz en nuestro hogar. Whiskers se acercó y se lo presenté, reí al verlos tumbarse y rodar jugando sobre el suelo de madera. Mi esposo entró y se sentó detrás de mi, hablándome al oído. Sonreí al escucharlo y sentir como acariciaba mi muslo, erizándome la piel.

-Apenas pude pegar un ojo sin ti anoche.- confesé, ladeando mi rostro para deslizar mi lengua entre sus labios y apoderarme de su boca, sentirle junto a mi me llenaba de felicidad. -Si te hubieras marchado te hubiésemos seguido hasta el final del mundo, no puedo vivir sin ti.- Deposité tibios besos en su rostro, acariciando su nariz, sus pómulos, y regresando a su boca. -Te quiero, no te marches nunca, para mi no hay un hogar si tú no estás.- 

Le di otro beso antes de zafarme de sus brazos y alcé cariñosamente al pequeño que después de tanto ajetreo finalmente se había quedado dormido, Whiskers descansaba sobre su estómago. -Espera, ya regreso.- Durante el día había comprado lo necesario para la segunda habitación, justo diagonal a la nuestra. Allí me encaminé, le cambié la ropa mientras me miraba con los párpados semiabiertos, apenas aguantando la pesadez de los mismos, y le puse la pijama que le había comprado. Lo deposité suavemente en la cama y besé su frente, la emoción que me embargó nunca la sentí antes, era algo completamente desconocido para mi. Ni siquiera tenía idea de que podía tener un instinto maternal, ¿de dónde había salido?

Salí de la habitación cerrando la puerta detrás de mi, mis latidos bombeaban con fuerza, con algo de suerte Erlend se encariñaría con él como ya lo había hecho yo. Regresé a la sala, adonde aún se encontraba él, y me dejé caer a su lado sobre la alfombra, sintiendo como distintas emociones me atravesaban y mi piel ganaba calor al estar cerca suyo. -Nunca podría renunciar a ti, a la mejor no ha parecido así desde anoche pero esa es mi más grande verdad Erlend.- Tomé su rostro para besarlo, acariciando sus labios a la vez que le buscaba, deseosa de que sintiera la fuerza de mi deseo y de mi amor por él.
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Mensaje por Erlend Cannif** Mar Ago 15, 2017 4:58 am

Ladeé la sonrisa cuando su lengua perfiló mis labios, sobre la humedad de estos susurró que no me hubiera dejado ir, algo que en el fondo no tenia yo tan claro. Al niño no lo iba a abandonar y según mi forma de verlo o cedía o la perdía, así que hice lo primero porque la quería.
Entendía su necesidad de ser madre, era algo que yo nunca iba a poderle dar y aunque era cierto que ver al niño de piel oliva me recordaba que yo no había sido capaz ni siquiera de sujetar una sola vez a mi hijo entre mis brazos, era igual de cierto que tenia que vencer mis demonio y mirar hacia el futuro.

Dejé escapar el aire cuando se zafó de mi lado para acostar a Hakon, me pidió que la esperara ,así que tras revolver el pelo del crio que ya iba medio adormilado esperé con mis ojos clavados en la chimenea su regreso, habia recibido una carta ese mismo día, su dueña Ariyne, aun no me había decidido a leerla después de lo que estaba pasando en mi casa, así que aproveché ese instante para hacerlo.

Cada reglón implicaba dolor, el que yo le había causado, pero del mismo modo veía perdón entre sus lineas, me deseaba suerte y me recordaba que siempre me querría por mucho tiempo que pasara.
Guardé la carta en el sobre volviendo a mirar la chimenea cuando escuché la voz de mi mujer a las espaldas, sonreí de medio lado girándome para tomarla de la cintura y arrastrarla hasta mi regazo.
Mi boca colisionó voraz con la ajena, mi cuerpo la había estañado la noche anterior y pensaba cobrarme con creces su ausencia.
Sus palabras volvieron a sonar reales contra mis labios, si era sincero, no creía que yo fuera el elegido si me tenia que comparar con el pequeño, pero..tampoco lo dije pues los actos hablaron por si solos.
Ella no iba a renunciar a él y yo...solo tenia dos opciones, sabia que mi decisión la complacía, que la hacia quererme porque por amor había cedido a convertirme en padre pero este camino no iba a ser fácil.

Tiré de ella subiéndola sobre mi, mi lengua saqueó su boca lentamente, perdiéndome en la esencia de mi mujer, esa que había echado de menos durante todo un día.
-¿como ibas a recompensarme por ser tan buen marido? -bromeé dándole un azote en el culo mientras esta se reía bajando su rostro hasta que la cascada de su pelo de cuervo calló por sendos lados de nuestros rostros.
Sus manos en la alfombra y nuestros cuerpos navegando a la deriva, friccionando, caldeando el ambiente frente a las llamas del fuego de la lumbre.

Mi alzada hombría impacto dura contra su centro, de sus labios escapó un gemido que murió en mi boca, mi lengua avasalló la ajena, derribo sus murallas y se adentro triunfal en ella arrasando con todo a su paso incluida la cordura.
-Te quiero Adaline, se que a veces no soy el mejor hombre del mundo, no escucho y me vuelvo terco e insoportable, pero ten claro que no puedo, ni quiero vivir sin ti.
Te necesito en mi vida porque sin ti todo es oscuridad.
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Mensaje por Adaline Cannif Sáb Ago 26, 2017 12:03 am

Unos segundos tan solo, un preludio que se tornó corto cuando sus labios finalmente aceptaron los mios y de su unión surgió un beso voraz y necesitado que logró que el espacio entre ambos se tornara denso y ardiente. Aunque aún apenas podía iniciar a apaciguar la necesidad de él que había sentido todo el día en su ausencia.

Sabía a qué se debía su silencio, no me creía del todo cuando le afirmaba que de haberse ido le hubiésemos seguido hasta donde quiera que se encontrase pero yo sabía una cosa, no hubiera podido seguir sin él. No quería dejar ir al niño, no podía… pero tampoco podía seguir adelante sin mi esposo, lo necesitaba. ¿Cuándo me creería completamente que lo necesitaba para que mi corazón siguiera bombeando? ¿De que mis latidos eran impulsados cada amanecer por la certeza de sentirle a mi lado y de saber que era mi esposo? ¿De qué esa era la única forma en que lograba vivir?  

Su brazo me orilló hacia él, tirando de mi para que me acomodara sobre su regazo. Mis manos se deslizaron sobre sus hombros, acariciando los músculos que nunca dejaban de fascinar al paso de mis dedos y volví a buscar sus labios, deseando demostrarle lo que él era para mi, deshacerme de esa manera de la angustia que me provocaba el verle salir por la puerta creyendo que se despedía de mi lado, aún en medio de nuestra discusión, por más en desacuerdo que estuviésemos. 

Me sorprendió al azotar mi trasero lo cual provocó que soltara la risa y con ella la aprehensión de todo el día. No le respondí con palabras si no con mis actos, mis piernas le envolvieron estrechando nuestros cuerpos, deslicé mis caderas hacia su virilidad que al impactar con mi centro desató un gemido de mis labios que murió en su boca en un beso febril que únicamente mi marido podía provocarme. Sólo él, siempre él.

Escuché sus palabras mientras mis yemas surcaban su rostro. -Te quiero y se qué lo que acabas de hacer, ceder para que el niño se quede en casa, lo haces solo por mi. Comprendo que remuevo demasiado, entiendo que lo difícil que es lo que te he pedido… Para mi tampoco será fácil, me aterra hacerme cargo de un niño, ¿qué se yo de eso? Pero si tu estás conmigo sé que podré hacerlo… puede que no lo creas pero sin ti…- Negué con la cabeza. -Tú eres quien me hace fuerte, quien me hace creer en las posibilidades que traerá el mañana, sin ti ese futuro solo es un pozo negro...- Mi mirada se nublaba así que me recompuse, resistiéndome a demostrarle cualquier cosa que no fuera la alegría y la fuerza de lo que me hacía sentir al ceder a mi deseo de cuidar del pequeño. -Hoy me has hecho muy feliz, no tienes idea de lo que significa para mi.- Sonreí abriendo mi boca para invitarlo a adentrarse en ella, para comprobarle con hechos que él era mi todo. 

Me separé de él y me puse de pie, le tendí la mano para que me acompañara y enredando nuestros dedos le llevé conmigo a nuestra habitación. -Déjame demostrarte como quiero recompensarte esta noche y demostrarte que te amo con todo lo que soy y que tampoco quiero ni puedo vivir sin ti.- Lo dejé un momento para abrir la puerta que me dirigía al baño, encender los candelabros y preparar el agua de la tina hasta que alcanzara la temperatura ideal, después de lo cual regresé a reclamar su compañía.

El baño tenuemente iluminado, humedecido las gotas de una ligera lluvia que golpeteaba el cristal de la ventana, se tornaba cálido por nuestros cuerpos. Mis dedos de rozaron su piel a medida que abría su camisa, la piel de mi marido me embriagaba. Mi mirada seguía el movimiento de mis manos, examinando su cuerpo perfecto que desafiaba a todos los dioses. - Jeg vil elske alt om deg i kveld (Quiero amar todo de ti esta noche)-
 
Sus dedos soltaron una a una las cintas del corse que aprisionaba mi cuerpo, dejando así que mi vestido cayera sobre el suelo. Volví a sus labios pegándome a su cuerpo, acariciando el suyo, mi lengua se movió lasciva en su boca, lujuriosa, necesitada, y pude sentir la presión de su miembro contra mi vientre comprobando así como nos despertábamos la piel, incendiándonos otra vez, desatando el hambre del otro. -Jeg vil miste meg selv i deg. (Quiero perderme en ti).-
 
Tiré de sus pantalones mientras me dejaba caer de rodillas, deslizando mis manos por su cuerpo hasta alcanzar sus caderas y aferrar mis manos en ellas, observando la erección firme y poderosa de mi marido. Toqué la punta con mi lengua sintiéndolo vibrar y comencé a succionarlo suavemente. Lo acaricié con mis dedos, envolviéndolo en ellos, disfrutando de su tacto, deslizando el glande entre mis labios, cubriéndolo al sentirlo palpitar. Alcé la mirada para disfrutar de la vista de mi esposo, sintiendo su respiración agitada antes de succionarlo con fuerza, cerrando mis ojos para dedicarme a complacer todos sus sentidos, deseando llevarle al límite, volverle loco.

Mi cuerpo se estremecía encendiéndose en llamas al escuchar sus jadeos y sus gruñidos, la humedad se acumulaba en mi centro mientras mi boca se ocupaba de su erección, saboreando la esencia de mi hombre, jugando con mi lengua, deslizándola hasta la base de su glande, succionando, perdiéndome en su sabor con el contoneo de sus caderas y sus dedos enredados en mi pelo, sonriendo al sentir como su miembro se encendia con el roce de mi lengua, disfrutando de la tensión y de su palpitar descontrolado.

Lo saqué de mi boca cuando sentí que de no hacerlo estallaría en ella y lo empujé hacia el interior de la tina. El agua cubrió nuestros cuerpos, lo envolví con mis brazos acariciando su húmeda piel, entornando mis párpados al observar sus labios, los cuales mordí viéndolos hincharse antes de lamerlos y susurrar contra ellos. -¿Aumentamos la recompensa señor Cannif?
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Mensaje por Erlend Cannif** Sáb Ago 26, 2017 12:20 pm

Se separó de mi poniéndose en pie, gruñí ligeramente haciendo un mohin, tirando de su mano para que volviera, estaba bien allí, batallando con su boca en una eterna pelea.
-No – pedí
Si picara sonrisa lo decía todo, así que menos reticente me dejé llevar a nuestra habitación conyugal, sus palabras susurradas contra mis labios me enloquecieron.
-¿Vas a hacer lo que yo creo? Le pregunté mientras mis ojos tomaban un rojo intenso.

Innumerables las veces que le había pedido que me despertara cuando se metía en al tina a pensar en mi, pero ninguna de ellas lo había hecho.
Mi respiración se tornó errática mientras seguía la estela de mi esposa colándose por la puerta del baño.

No tardo demasiado en volver, claro que con el ansia que recorría en este instante mi cuerpo , resulto ser una eternidad.
De nuevo tiró de mi, esta vez dejando que sus dedos se perdieran en los botones de mi camisa, entre besos lentos nos adentramos en el baño, iluminado tenuemente por los candelabros, con el calor que desprendía el agua en contraste con el repiqueteo de la gélida agua del exterior la atmósfera era idílica, perfecta.

Jadeé contra su boca cuando la camisa descendió despacio por mis hombros mientras los dedos de mi mujer dibujaban cada musculo de mi cuerpo.
-Te quiero -susurré contra sus labios.
Nada podía ser mas cierto que eso. Verla con Hakon me hacia echar de menos poder tener descendencia propia con ella y eso me daba una puntada de rabia en el estomago, sabia que yo era el culpable de no poder cumplir sus sueños de convertirse en madre.
“lo siento” fue lo que pensé cuando su boca choco con la mía y mis dedos se perdieron en las lazadas del corseé que deshice con maña.

El vestido cayó a peso dejando la figura de mi esposa al descubierto, luces y sombras acariciaron su tez, tonos naranjas que la hacían resplandecer y la fricción de nuestros cuerpos que como la mejor de las forjas templaba nuestros aceros.
Mi carácter en ocasiones era endiablado, ella por el contrario siempre estaba para mi, cuidándome, amándome, arropándome, no se que hice para merecer esto, pero juro que la quería muchísimo.
No fui justo con ella, no siempre lo era y un así ella me quería, me calmaba y me buscaba para no permitir que me hundiera en el abismo.

Nuestras bocas batallaron lascivas, ínfimo el turbio espacio que dejaban nuestras lenguas al rozarse dentro y fuera, saqueando cada resquicio, cada sendero.
Gruñí cuando bajó mi pantalón liberando mi acero, sus palabras la antesala de lo que vendría luego.
Mi esposa empezaba a hablar un perfecto norteño, admito me excitaba muchísimo oírla hablar en mi idioma, aunque eso no fue nada comparado a cuando sus rodillas tocaron el suelo y su mano empujó mis caderas para que mi glande fuera premiado por sus labios.

De pie mis tormentas se perdían sus pozos, turbias la miradas, mis jadeos no paraban, errática pesada mi respiración al sentir como su boca caliente envolvía mi duro mástil, de arriba a bajo, lamiéndolo, succionandolo, torturando mi frenillo con sus labios.
Sus dedos jugaban con mi piel moviendola despacio, haciendome palpitar de placer. Solo cuando sintió que me iba a correr detuvo su mamada mirándome con una picara sonrisa mientras yo gruñia completamente fuera de mi.

Tiro para meterme con ella en la tina, pero yo negué, estaba a punto de correrme, necesitaba un mínimo descanso.
-Métete y enséñame como piensas en mi, por favor -le pedí con los ojos henchidos de placer, turbios, rojos, estaba ahora mismo muy excitado.

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Mensaje por Adaline Cannif Dom Sep 10, 2017 4:33 am

Mis labios se curvaron en un puchero cuando me detuvo, impidiéndome que juntos nos sumergiésemos en la bañera. Llevaba tanto tiempo deseándole por las mañanas, durante ellas él dormía y yo le extrañaba. Me sumergía en ese baño deseando tenerlo allí, en medio de mis piernas, fantaseando con él, soñándole deslizarse entre ellas, darme el alivio que necesitaba tanto y que a esas horas no podía obtener de él.

Lo miré en silencio protestando, lo quería en la bañera, conmigo. Su pecho aún estaba agitado y sus ojos me miraban oscurecidos, de un color escarlata intenso. Comprendí que necesitaba una pausa y cuando me dijo lo que deseaba una sonrisa lenta se dibujó en mis labios.

No podía evitar desear complacerlo y sabía que él quería ver lo que pasaba aquí cuando no estaba, me lo había dicho muchas veces pero nunca se lo había mostrado.

Me dirigí a la bañera y me introduje en el agua, quedando sentada en dirección a él. Las luces naranja de los candelabros iluminaban la estancia mientras se confundían con el brillo dorado que en ese momento oscurecía mi mirada. Le observé un instante antes de cerrar los ojos como lo hacía cuando estando sola comenzaba a pensar en él.

Tomé la esponja y comencé a frotarla lentamente sobre mi cuerpo, imaginando que se trataba de sus fuertes y expertas manos que se deslizaban por cada rincón mio, que eran sus caderas las que se apretaban contra mi pubis, y rememoraba la primera vez que descubrí su grande y hermoso falo en aquella playa bajo las estrellas, imaginando como este rozaba la piel interna de mi muslo, deslizándose hacia mi interior, adueñándose de lo que le pertenecía, de manera que mi centro comenzó a palpitar de forma placentera y dolorosa.

Mi respiración comenzó a volverse irregular mientras recorría mi piel con la suavidad del jabón impregnado en la esponja, la necesidad provocando que mis pechos se movieran con un suave ritmo. Le imaginaba a él, imaginaba su manera perfecta de amarme, de tomarme. Podía sentirle respirar contra mi cuello, erizándome con su aliento mientras sus labios dibujaban caminos a lo largo de cada retazo de piel que mi mano lentamente recorría, sintiendo mi intimidad contraerse despacio, llenándose de una humedad tibia que se escurría suavemente en el agua.

Solté la esponja ahora llevando mis manos hasta mis pechos, pretendiendo que eran sus carnosos y seductores labios adueñándose de mis pezones mientras mis dedos los acariciaban, gimiendo al mismo tiempo que los estimulaba, arquéandome, deseando que fuera la boca de mi marido la que succionaba, que bebiera de ellos como si del más dulce y afrodisíaco elixir se tratara. 

Dejé que una mano siguiera jugando con mi pezón y con la otra agarré de nuevo la esponja, restregándola suavemente en medio de mis piernas, imaginando la erección de mi vikingo, comenzando a frotar más rápido, más intenso, dejándome arrastrar por la necesidad. -Erlend…-
 
Mi respiración comenzó a acelerarse y dejé que mi dedo buscara mi clítoris imaginando que se trataba de su duro y perfecto glande, de su tronco penetrándome, invadiéndome, llevándome al Valhalla. -Erlend…- repetí fantaseando con tenerlo muy adentro, con que atravesara cada centímetro, que lo llenara todo; imaginando sus manos, sus dedos, volviéndose estos tan vívidos en mi mente que no pude evitar aferrarme con una mano al borde de la bañera mientras con la otra continuaba invadiéndome a mi misma al soñar que lo hacía él.

Friccioné mi botón con insistencia, elevando mis caderas, mis labios ahora entreabiertos, hinchados y rojos deseando con locura a mi marido, continué moviendo mis dedos con insistencia necesitada y dolorosa. 

Los músculos de mi laberinto se contrajeron más, mi espalda buscó el soporte de la bañera, apretando mi espalda contra ella, moviendo mis dedos con más intensidad, mientras un calor sofocante incendiaba mi cuerpo. Mis latidos se desbocaron, reflejo de mi excitación, deseosa de él mientras mis labios continuaban repitiendo su nombre entre suaves e insistentes gemidos. 

Me moví, trepándome a un pequeño saliente interno de la bañera, abandonando el agua, abrí mis piernas frente a sus tempestades. El movimiento de mis pechos acompañó el de mis dedos que acariciaron insistentemente mi botón rosado y suave, estremeciéndome antes de que mis dedos entraran completamente, profundamente, moviéndolos con penetraciones que enardecieron la sangre en mi venas, desbocándola de manera fulminante. Le deseaba con urgencia, quería que me tomara de forma apasionada, desenfrenada, brutal, salvaje. 

Me perdí en ese deseo de él, mi pecho subía y bajaba con celeridad, como un río crecido tras una tormenta que aguarda un incendio que está a punto de quemarlo todo, esparciendo las cenizas de la pasión. Mis labios entreabiertos así lo atestiguaron liberando continuos gemidos y jadeos.

-Erlend.-
pedí, abriendo mis ojos brillantes y turbios para centrarme en sus tormentas, con mi intimidad hinchada y húmeda, que lo invitaba a adentrarse en ella, deseosa de recibirlo antes de que las flamas ardientes fuesen liberadas aún necesitándole. 
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Mensaje por Erlend Cannif** Dom Sep 10, 2017 2:08 pm

Nada en el mundo me había resultado en toda mi existencia mas excitante que aquella demencial imagen. Mi esposa, esa que amaba con la fuerza de los mares, con el fulgor de las estrellas y mas que a mis propios dioses del norte se había introducido en las cristalinas aguas de nuestra tina.
Muchas eran las veces que le había pedido que me despertara, quería ver el modo que tenia de pensar en mi cuando yo no estaba, cuando aun quedaban horas para el ocaso y por ende el sol reinaba fuera.

Mis ojos oscurecieron mas que la misma noche, apenas un candelabro iluminaba aquella estancia regalando a mi amada una luz naranjada que bien combinaban con el incendio que sentía en mi alma.
Si alguna vez podía dudar de que tenia esa humana para lograr que me rindiera a sus pies con solo una palabra ahora mismo lo estaba viendo de cerca.
Era el modo en el que se tocaba, como deslizaba sus dedos por su cuerpo regalándose unas atenciones que me correspondía a mi dárselas, excitado por aquella imagen demoníaca de Adaline, mi respiración se fue tornando mas y mas pesada.

Su corazón latía desbocado, mi aliento secaba mis labios, mientras su mejillas adquirían un color rojizo y sus labios me invitaban a participar en ese excitante baño.
Gruñí al ver como subía su cuerpo sobre una de las esquinas de la bañera, lo que me regaló fue la imagen de su sexo, abiertos los labios, ofrecidos pude apreciar aquel clítoris enrojecido y engrosado que me suplicaba que lo acariciara despacio.

Sus pardos brillantes se clavaron en mis ojos, los había mantenido cerrados todo este tiempo, pero ahora eran la invitación perfecta a ser tomada por un marido hambriento que no pensaba en otra cosa que en su cuerpo.
Gruñí caminando hacia ella, sus labios se curvaron mientras sus dedos hábiles me mostraban lo que quería, pezones, pechos alzados y todo era mio, ella era mía y mi suerte crecía ante aquella demencial imagen compartida.

Me introduje en la bañera sin dejar de mirar lo que me había puesto en bandeja, la dejé hacer, fue mi hombría la que sustituyó a sus dedos, se acarició lenta con el glande, deslizándolo por su centro mientras gemía contra mis labios.
-¿es esto lo que haces mientras duermo? -le pregunté con la voz ronca plagada de deseo.
Su sonrisa me incito a abordar sus labios, disparé todos los cañones necesarios para que me diera paso a anclarme a ellos con rudeza.
Nuestras lenguas bailaban cual sierpes en una danza perfecta, aquel instante era único, nuestro y muy, muy excitante.
Mi hombría se introdujo en su empapada vagina, un gruñido escapó de los labios de ambos, cerré los ojos apoyando mi frente contra la ajena, quería sentir cada constate, cada embestida, así que lo hice despacio, sintiendo como resbalaba entre sus paredes, como sus dedos colmaban de atenciones mi cuerpo y como sus labios me regalaban mil te quieros, cien promesas y un para siempre.
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Mensaje por Adaline Cannif Mar Sep 26, 2017 2:38 am

Mi mirada brillante seguía fija en sus tempestades que me miraban enrojecidas cual fuego líquido, logrando incinerar con su mirada la sangre que corría desaforada por mis venas. Aún presa de la excitación mis dedos no se cortaron en lo que hacían, mi carne hinchada y sensible continuaba abierta para él, esperándole, mi esencia femenina resbalando entre mis dedos, estos presionaban mi clítoris y mi cuerpo se retorcía por él al observarle desnudo frente a mi. 

Cada vez que lo veía su imagen parecía más poderosa ante mis ojos, no sabía como podía ser así, pero su cuerpo esculpido de forma perfecta atrapando la luz de las velas era exactamente la imagen que llevaba conmigo cada mañana que pasaba en estas cuatro paredes y que ahora me atrapaba en una tormenta que se desataba en cada gemido que seguía brotando de mis labios.

Lo observé acercarse y descendí del borde de la bañera para hundirme de nuevo en el agua, mi dios vikingo finalmente cedía a mi necesidad de él. Temblé de placer cuando al buscarlo se hizo hueco entre mis piernas. Mi mano alcanzó su falo, grande y duro, y mis dedos se detuvieron a acariciarlo antes de comenzar a introducirlo en mi intimidad completamente empapada y palpitante, deseosa de que me prodigara lo que tanto quería recibir, sus caricias, sus besos, él.

Lo inserté despacio, mojada de lujuria y de amor, gimiendo al acercar su cabeza a mi entrada para que fuera entrando de a poco, sin que mi mirada oscura dejara de admirar esas tempestades que me removían con la misma fuerza contundente de la primera vez. Todo estaba en su lugar si estábamos juntos, él lo llenaba todo, y cada latido de mi corazón seguía produciéndose por él.

-Es lo que hago cada mañana al extrañarte, nunca dejo de pensarte… Te anhelo tanto que no logro contener mi necesidad de ti.- Seguía tan enamorada de él como aquella primera noche. Podían pasar mil años, una eternidad y mi único deseo seguiría siendo él, dormir a su lado, vivir con él, encontrar mi refugio en su cuerpo y que él encontrara su hogar en el calor con que siempre le acogerían mis piernas para cobijarle entre ellas y manifestarle la fuerza de mi amor.

-Te quiero.-
dije echando mis brazos alrededor de su cuello, sintiendo aquel aliento frío que se tornaba siempre tan perfecto al erizar con su paso mi piel, llenándome de un océano de sensaciones que estremecían cada retazo de lo que yo era.

Su lengua lamió mis labios y la mía salíó en conquista de la suya. Este momento era perfecto, era nuestro, se detenía en el tiempo y sentirlo conmigo me hacía creer en un para siempre. Me pegué a él al sentir su lengua pesada y caliente bailar con la mía mientras él me ocupaba, apropiándose de lo suyo. Podía sentir todo el camino de su falo en mi interior, mi clítoris latía desbocado y yo le oprimía justo allí adonde latía dolorosamente, gimiendo en su boca y mordiéndole los labios. Me estaba tomando despacio y mis piernas le arroparon rodeándole para empujarlo más, para que descubriera todos esos secretos que en mi alma solo él alcanzaba a conocer. Sentirle adentro, dejar que nuestra pasión nos consumiera era lo único que deseaba, conquistarle de nuevo, siempre.

Mi cuerpo lo acogía, su falo duro me penetraba empujando, clavándose en mi, haciendo oscilar las cristalinas aguas, una y otra vez. Me acoplé a sus embestidas, metiéndolo muy adentro, mi sexo contrayéndose del placer más puro, nuestras manos recorriendo nuestros rincones, acariciándolo todo. Él era perfecto, era mi dios vikingo. Mis dedos se deslizaban sobre su cuerpo húmedo, tocando cada espacio, cada rincón, deseosa de que nunca dejara de amarme. Quería volverle loco de amor y deseo cada día, hacerlo feliz, que siempre regresara a mi para perder el control conmigo, volver a perdernos el uno en el otro y amarnos con la misma fuerza que mantenía en el cielo a las constelaciones que nos habían encaminado hacia el otro. -No te marches nunca Erlend… no me dejes nunca.- 
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