AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La negativa(privado)(+18)
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La negativa(privado)(+18)
Recuerdo del primer mensaje :
Hacia apenas unas semanas que habíamos vuelto de nuestro viaje de recién casados. Uno que se truncó en las gélidas aguas de un mar embravecido, llevándonos a una realidad paralela, distinta a la que vivíamos, pero que nos mostró una realidad que ninguno de los dos había sido capaz de afrontar.
La efimeridad de su vida, el miedo a perderla, a perdernos de alguna manera. Eso me llevó a proponerle algo que jamas creí que haría, compartir la inmortalidad con ella, ser ambos unos hijos de la noche, no separar así jamas nuestras vidas.
Mucho habíamos hablado en esos días de lo que el futuro nos depararía, como bien dijo ella, teníamos una eternidad para rellenar las hojas en blanco del libro de nuestra vida, ahora eramos familia, una que pese a todos los inconvenientes o pruebas alzadas por el camino superaban las dificultades siempre juntos.
Aun así, pese a nuestros idílicos encuentros, mi esposa llevaba una semana encontrándose mal, vomitaba muchísimo, estaba mareada y mi preocupación lejos de menguar aumentaba con el paso de los días y su palpable no mejora.
Ella siempre alegaba estar bien, que dejara de preocuparme por nada, pero la verdad es que eso era difícil cuando ella era todo en mi vida.
Aquella noche tenia trabajo, Assur Black me había contratado para cuidar de su doncella, así que tras despedirme de mi mujer con un beso en los labios e infinidad de caricias acabé marchándome por la puerta.
Ella sonreía empujándome hacia fuera, mis manso no dejaban de acariciar su perfecto cuerpo, la deseaba a todas horas, eso era un hecho.
Miré por la ventana antes de emprender al galope la distancia que me separaba de la mansión Black.
Ella con aquel gato montes que encontré en el bosque y que le regalé como mascota se despedía de mi con la mejor de sus sonrisas.
….......................................................................................................................................................
Regresé antes de que los primeros rayos del alba me alcanzaras, enarqué una ceja nada mas atravesar la puerta, mi esposan o estaba sola, otra aura insignificante, humana la acompañaba.
En principio pensé en que seria alguna amiga, quizás su hermano, algo que admito me tenso un poco.
Pero tal y como acorté la distancia hasta el gran salón, pude vislumbrar a mi esposa sentada en la alfombra con un crió de unos tres o cuatro años dormido en su regazo.
Le acariciaba el pelo mientras tarareaba una nana, carraspeé a su espalda y me encontré con su infinita sonrisa mientras me lo mostraba.
Negué con la cabeza, entendía que el desazón de no poder ser madre a mi lado la invadía, peor esta no era una opción, yo no quería criar un hijo que no fuera mio, de ella, esto solo era un parche.
Ademas ¿de donde lo había sacado?
Me acerqué a ella en silencio, incapaz de decir nada en un primer momento, esperé a que me explicara, rezaba a Odin porque su explicación fuera que era el hijo de una amiga que había tenido que dejarlo una noche o unos días...
Hacia apenas unas semanas que habíamos vuelto de nuestro viaje de recién casados. Uno que se truncó en las gélidas aguas de un mar embravecido, llevándonos a una realidad paralela, distinta a la que vivíamos, pero que nos mostró una realidad que ninguno de los dos había sido capaz de afrontar.
La efimeridad de su vida, el miedo a perderla, a perdernos de alguna manera. Eso me llevó a proponerle algo que jamas creí que haría, compartir la inmortalidad con ella, ser ambos unos hijos de la noche, no separar así jamas nuestras vidas.
Mucho habíamos hablado en esos días de lo que el futuro nos depararía, como bien dijo ella, teníamos una eternidad para rellenar las hojas en blanco del libro de nuestra vida, ahora eramos familia, una que pese a todos los inconvenientes o pruebas alzadas por el camino superaban las dificultades siempre juntos.
Aun así, pese a nuestros idílicos encuentros, mi esposa llevaba una semana encontrándose mal, vomitaba muchísimo, estaba mareada y mi preocupación lejos de menguar aumentaba con el paso de los días y su palpable no mejora.
Ella siempre alegaba estar bien, que dejara de preocuparme por nada, pero la verdad es que eso era difícil cuando ella era todo en mi vida.
Aquella noche tenia trabajo, Assur Black me había contratado para cuidar de su doncella, así que tras despedirme de mi mujer con un beso en los labios e infinidad de caricias acabé marchándome por la puerta.
Ella sonreía empujándome hacia fuera, mis manso no dejaban de acariciar su perfecto cuerpo, la deseaba a todas horas, eso era un hecho.
Miré por la ventana antes de emprender al galope la distancia que me separaba de la mansión Black.
Ella con aquel gato montes que encontré en el bosque y que le regalé como mascota se despedía de mi con la mejor de sus sonrisas.
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Regresé antes de que los primeros rayos del alba me alcanzaras, enarqué una ceja nada mas atravesar la puerta, mi esposan o estaba sola, otra aura insignificante, humana la acompañaba.
En principio pensé en que seria alguna amiga, quizás su hermano, algo que admito me tenso un poco.
Pero tal y como acorté la distancia hasta el gran salón, pude vislumbrar a mi esposa sentada en la alfombra con un crió de unos tres o cuatro años dormido en su regazo.
Le acariciaba el pelo mientras tarareaba una nana, carraspeé a su espalda y me encontré con su infinita sonrisa mientras me lo mostraba.
Negué con la cabeza, entendía que el desazón de no poder ser madre a mi lado la invadía, peor esta no era una opción, yo no quería criar un hijo que no fuera mio, de ella, esto solo era un parche.
Ademas ¿de donde lo había sacado?
Me acerqué a ella en silencio, incapaz de decir nada en un primer momento, esperé a que me explicara, rezaba a Odin porque su explicación fuera que era el hijo de una amiga que había tenido que dejarlo una noche o unos días...
Última edición por Erlend Cannif el Mar Feb 20, 2018 11:06 am, editado 1 vez
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
Los ojos de mi esposa se alzaron de la joya hasta mi intensa mirada, nuestra estrella era testigo de aquella promesa silenciosa, una llena de miedos, de palabras no dichas y de caricias.
Mis dedos se deslizaban por su pierna, piel suave, trémula que bajo el tacto de mis gélidos se erizaba por completo.
El tiempo había pasado desde que la conocí en esa playa, sin embargo la veía tan bella como el primer día, me enamoré de ella en el mismo instante en el que mis tormentas se fundieron con aquellos orbes pardos que tenía, el agua bañaba su cuerpo, temblaba como en este momento, aunque por motivos bien diversos.
Aseguró que cumpliría su palabra, era cierto que el embarazo había detenido nuestro proyecto, yo estaba enamorado de ella, necesitaba saber que no habría futuro donde no la hallara, temía a la oscuridad, los demonios que esta albergaba pero ahora, con la llegada de nuestros hijos me sentía feliz.
Adaline me lo había ofrecido todo y la amaba por eso, porque sin ella no hubiera podido ser padre nunca.
-Te amo -aseguré contra sus labios mientras el enano nos miraba con aquella cara de querer entender lo que hacíamos con nuestras lenguas y nuestros labios tal era así que parecía un besugo imitándonos despertando las carcajadas de su madre.
Aparté sus largos mechones para poder colocar el colgante que representaba una promesa eterna, una que ambos habíamos adquirido para con el otro y que marcaría el resto de nuestros días.
Deslicé msi dedos por la piel de su nuca, mi aliento calcinó su bello y mis ojos recorrieron cada tramo mientras abrochaba el colgante dejando así la promesa impresa de ambos.
-Estas preciosa -juré ante msi dioses, pues nunca sería capaz de amar a otra.
Llevé mi diestra a su vientre, mi hijo era fuerte, sano, daba patadas, pronto estaría con nosotros, contaba el tiempo que faltaba para poder sostenerle, aquello que Aryne me arrebató, jamas conocí a mi primer hijo pero en esta ocasión todo iba a ser muy distinto, era tiempo de paz, de luz y no de oscuridad.
-Te necesito -sentencie mordiendo su labios inferior arrastrándolo ligeramente hacia mi mientras ambos sonreíamos contra la boca ajena.
Mis dedos se deslizaban por su pierna, piel suave, trémula que bajo el tacto de mis gélidos se erizaba por completo.
El tiempo había pasado desde que la conocí en esa playa, sin embargo la veía tan bella como el primer día, me enamoré de ella en el mismo instante en el que mis tormentas se fundieron con aquellos orbes pardos que tenía, el agua bañaba su cuerpo, temblaba como en este momento, aunque por motivos bien diversos.
Aseguró que cumpliría su palabra, era cierto que el embarazo había detenido nuestro proyecto, yo estaba enamorado de ella, necesitaba saber que no habría futuro donde no la hallara, temía a la oscuridad, los demonios que esta albergaba pero ahora, con la llegada de nuestros hijos me sentía feliz.
Adaline me lo había ofrecido todo y la amaba por eso, porque sin ella no hubiera podido ser padre nunca.
-Te amo -aseguré contra sus labios mientras el enano nos miraba con aquella cara de querer entender lo que hacíamos con nuestras lenguas y nuestros labios tal era así que parecía un besugo imitándonos despertando las carcajadas de su madre.
Aparté sus largos mechones para poder colocar el colgante que representaba una promesa eterna, una que ambos habíamos adquirido para con el otro y que marcaría el resto de nuestros días.
Deslicé msi dedos por la piel de su nuca, mi aliento calcinó su bello y mis ojos recorrieron cada tramo mientras abrochaba el colgante dejando así la promesa impresa de ambos.
-Estas preciosa -juré ante msi dioses, pues nunca sería capaz de amar a otra.
Llevé mi diestra a su vientre, mi hijo era fuerte, sano, daba patadas, pronto estaría con nosotros, contaba el tiempo que faltaba para poder sostenerle, aquello que Aryne me arrebató, jamas conocí a mi primer hijo pero en esta ocasión todo iba a ser muy distinto, era tiempo de paz, de luz y no de oscuridad.
-Te necesito -sentencie mordiendo su labios inferior arrastrándolo ligeramente hacia mi mientras ambos sonreíamos contra la boca ajena.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
Erlend hizo a un lado mi negro cabello y colocó el colgante en mi cuello. Ambos sabíamos lo que esto significaba, era un juramento compartido, ninguno de los dos lo había olvidado, sólo lo estábamos postergando por nuestros hijos.
Tumbada sobre la arena le contemplé y, junto a él, me sentí más viva que nunca. Sus manos al acariciar mis piernas hicieron entrar mi piel en calor, la erizaron con su tacto mientras las mías se deslizaban por su cintura buscando su piel debajo de su camisa, deseando continuar encerrada en él, en la cárcel de su cuerpo y en los rincones de su alma, que me mantuviera prisionera como ya lo era, y que no me dejara ir jamás.
-Lo llevaré siempre puesto y recordaré lo que nos hemos jurado el uno al otro.- Sonreí y el resplandor alcanzó mis oscuras orbes. En esa playa, mirándolo a los ojos, nuestro amor relucía más que las estrellas. Me sentía feliz, bendecida por la vida y mi esposo sonreía también. Verlo así, expectante, contando los meses, deseoso de ser padre, era mi mayor alegría.
Tomé su rostro, acaricié con mi lengua sus labios y le besé profundamente. -Te amo, seremos tú y yo para toda la eternidad, siempre.- Iba a esmerarme en conquistarle cada día y a asegurarme de alimentar la llama de nuestro amor para que siempre estuviese encendida y que nunca peligrase.
Lo acaricié con dulzura, enganchada de sus tormentas oscuras y sentí que me ahogaba en el brillo que reflejaban confirmándome con el nuestro juramento. Su mirada me dejaba sin escapatoria, ver mi reflejo en sus tempestades era todo lo que quería para siempre.
Nos besamos al sentarnos sobre la arena, admirándonos el uno al otro con mudas caricias mientras comenzábamos a construir una fortaleza de arena. Nuestro pequeño Hakon contribuía con la construcción muy animado, señalando como deseaba que los muros fuesen más altos y la torre del vigía debería de ser gigantesca. Frunció el ceño pensativo preguntando si podíamos también añadir un drakar que llegase hasta ella.
-El próximo año, volveremos acá con nuestro bebé.- Un sentimiento muy fuerte me embargó al decir esas palabras. -Y también debemos regresar solos.- Le guiñé el ojo a Erlend con una sonrisa pícara y me incliné hacia él, concentrándome en su carnoso labio inferior, lamiéndolo y mordiéndolo.
Cuando la noche avanzó, mi pequeño regresó a mis brazos, apoyó su cabecita en mi pecho y le escuché murmurar "mamá" entre sueños, pareciéndome uno de los sonidos más dulces que había escuchado en toda mi vida. Tomé la mano de Erlend y caminé junto a él para regresar a casa.
Tras atravesar el umbral de nuestras ruinas, acosté a mi niño en su cama y regresé al lado de mi esposo. Pasé mis manos por su cuello y me agarré a su melena oscura, sonriendo al mirarlo, embelesándome con su boca al calentarnos los labios y sintiendo sus manos deslizarse por mi cintura hasta alcanzar la curvatura de mis glúteos.
Deseaba fervientemente derramar mi amor en su piel, él había marcado la mía desde aquella primera noche en que nos conocimos y dejado señales en mi cuerpo que ni el tiempo ni la distancia podrían borrar.
Tres palabras salieron de mis labios cuando tiró de mis nalgas dejándome de puntillas contra él. Nuestros labios colisionaron con intensidad y nuestros jadeos se entremezclaron con nuestro mutuo amor, nuestro deseo y la devoción que sentíamos por el otro. -Hazme el amor...-
Tumbada sobre la arena le contemplé y, junto a él, me sentí más viva que nunca. Sus manos al acariciar mis piernas hicieron entrar mi piel en calor, la erizaron con su tacto mientras las mías se deslizaban por su cintura buscando su piel debajo de su camisa, deseando continuar encerrada en él, en la cárcel de su cuerpo y en los rincones de su alma, que me mantuviera prisionera como ya lo era, y que no me dejara ir jamás.
-Lo llevaré siempre puesto y recordaré lo que nos hemos jurado el uno al otro.- Sonreí y el resplandor alcanzó mis oscuras orbes. En esa playa, mirándolo a los ojos, nuestro amor relucía más que las estrellas. Me sentía feliz, bendecida por la vida y mi esposo sonreía también. Verlo así, expectante, contando los meses, deseoso de ser padre, era mi mayor alegría.
Tomé su rostro, acaricié con mi lengua sus labios y le besé profundamente. -Te amo, seremos tú y yo para toda la eternidad, siempre.- Iba a esmerarme en conquistarle cada día y a asegurarme de alimentar la llama de nuestro amor para que siempre estuviese encendida y que nunca peligrase.
Lo acaricié con dulzura, enganchada de sus tormentas oscuras y sentí que me ahogaba en el brillo que reflejaban confirmándome con el nuestro juramento. Su mirada me dejaba sin escapatoria, ver mi reflejo en sus tempestades era todo lo que quería para siempre.
Nos besamos al sentarnos sobre la arena, admirándonos el uno al otro con mudas caricias mientras comenzábamos a construir una fortaleza de arena. Nuestro pequeño Hakon contribuía con la construcción muy animado, señalando como deseaba que los muros fuesen más altos y la torre del vigía debería de ser gigantesca. Frunció el ceño pensativo preguntando si podíamos también añadir un drakar que llegase hasta ella.
-El próximo año, volveremos acá con nuestro bebé.- Un sentimiento muy fuerte me embargó al decir esas palabras. -Y también debemos regresar solos.- Le guiñé el ojo a Erlend con una sonrisa pícara y me incliné hacia él, concentrándome en su carnoso labio inferior, lamiéndolo y mordiéndolo.
Cuando la noche avanzó, mi pequeño regresó a mis brazos, apoyó su cabecita en mi pecho y le escuché murmurar "mamá" entre sueños, pareciéndome uno de los sonidos más dulces que había escuchado en toda mi vida. Tomé la mano de Erlend y caminé junto a él para regresar a casa.
Tras atravesar el umbral de nuestras ruinas, acosté a mi niño en su cama y regresé al lado de mi esposo. Pasé mis manos por su cuello y me agarré a su melena oscura, sonriendo al mirarlo, embelesándome con su boca al calentarnos los labios y sintiendo sus manos deslizarse por mi cintura hasta alcanzar la curvatura de mis glúteos.
Deseaba fervientemente derramar mi amor en su piel, él había marcado la mía desde aquella primera noche en que nos conocimos y dejado señales en mi cuerpo que ni el tiempo ni la distancia podrían borrar.
Tres palabras salieron de mis labios cuando tiró de mis nalgas dejándome de puntillas contra él. Nuestros labios colisionaron con intensidad y nuestros jadeos se entremezclaron con nuestro mutuo amor, nuestro deseo y la devoción que sentíamos por el otro. -Hazme el amor...-
FIN DEL TEMA
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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