AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La negativa(privado)(+18)
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La negativa(privado)(+18)
Recuerdo del primer mensaje :
Hacia apenas unas semanas que habíamos vuelto de nuestro viaje de recién casados. Uno que se truncó en las gélidas aguas de un mar embravecido, llevándonos a una realidad paralela, distinta a la que vivíamos, pero que nos mostró una realidad que ninguno de los dos había sido capaz de afrontar.
La efimeridad de su vida, el miedo a perderla, a perdernos de alguna manera. Eso me llevó a proponerle algo que jamas creí que haría, compartir la inmortalidad con ella, ser ambos unos hijos de la noche, no separar así jamas nuestras vidas.
Mucho habíamos hablado en esos días de lo que el futuro nos depararía, como bien dijo ella, teníamos una eternidad para rellenar las hojas en blanco del libro de nuestra vida, ahora eramos familia, una que pese a todos los inconvenientes o pruebas alzadas por el camino superaban las dificultades siempre juntos.
Aun así, pese a nuestros idílicos encuentros, mi esposa llevaba una semana encontrándose mal, vomitaba muchísimo, estaba mareada y mi preocupación lejos de menguar aumentaba con el paso de los días y su palpable no mejora.
Ella siempre alegaba estar bien, que dejara de preocuparme por nada, pero la verdad es que eso era difícil cuando ella era todo en mi vida.
Aquella noche tenia trabajo, Assur Black me había contratado para cuidar de su doncella, así que tras despedirme de mi mujer con un beso en los labios e infinidad de caricias acabé marchándome por la puerta.
Ella sonreía empujándome hacia fuera, mis manso no dejaban de acariciar su perfecto cuerpo, la deseaba a todas horas, eso era un hecho.
Miré por la ventana antes de emprender al galope la distancia que me separaba de la mansión Black.
Ella con aquel gato montes que encontré en el bosque y que le regalé como mascota se despedía de mi con la mejor de sus sonrisas.
….......................................................................................................................................................
Regresé antes de que los primeros rayos del alba me alcanzaras, enarqué una ceja nada mas atravesar la puerta, mi esposan o estaba sola, otra aura insignificante, humana la acompañaba.
En principio pensé en que seria alguna amiga, quizás su hermano, algo que admito me tenso un poco.
Pero tal y como acorté la distancia hasta el gran salón, pude vislumbrar a mi esposa sentada en la alfombra con un crió de unos tres o cuatro años dormido en su regazo.
Le acariciaba el pelo mientras tarareaba una nana, carraspeé a su espalda y me encontré con su infinita sonrisa mientras me lo mostraba.
Negué con la cabeza, entendía que el desazón de no poder ser madre a mi lado la invadía, peor esta no era una opción, yo no quería criar un hijo que no fuera mio, de ella, esto solo era un parche.
Ademas ¿de donde lo había sacado?
Me acerqué a ella en silencio, incapaz de decir nada en un primer momento, esperé a que me explicara, rezaba a Odin porque su explicación fuera que era el hijo de una amiga que había tenido que dejarlo una noche o unos días...
Hacia apenas unas semanas que habíamos vuelto de nuestro viaje de recién casados. Uno que se truncó en las gélidas aguas de un mar embravecido, llevándonos a una realidad paralela, distinta a la que vivíamos, pero que nos mostró una realidad que ninguno de los dos había sido capaz de afrontar.
La efimeridad de su vida, el miedo a perderla, a perdernos de alguna manera. Eso me llevó a proponerle algo que jamas creí que haría, compartir la inmortalidad con ella, ser ambos unos hijos de la noche, no separar así jamas nuestras vidas.
Mucho habíamos hablado en esos días de lo que el futuro nos depararía, como bien dijo ella, teníamos una eternidad para rellenar las hojas en blanco del libro de nuestra vida, ahora eramos familia, una que pese a todos los inconvenientes o pruebas alzadas por el camino superaban las dificultades siempre juntos.
Aun así, pese a nuestros idílicos encuentros, mi esposa llevaba una semana encontrándose mal, vomitaba muchísimo, estaba mareada y mi preocupación lejos de menguar aumentaba con el paso de los días y su palpable no mejora.
Ella siempre alegaba estar bien, que dejara de preocuparme por nada, pero la verdad es que eso era difícil cuando ella era todo en mi vida.
Aquella noche tenia trabajo, Assur Black me había contratado para cuidar de su doncella, así que tras despedirme de mi mujer con un beso en los labios e infinidad de caricias acabé marchándome por la puerta.
Ella sonreía empujándome hacia fuera, mis manso no dejaban de acariciar su perfecto cuerpo, la deseaba a todas horas, eso era un hecho.
Miré por la ventana antes de emprender al galope la distancia que me separaba de la mansión Black.
Ella con aquel gato montes que encontré en el bosque y que le regalé como mascota se despedía de mi con la mejor de sus sonrisas.
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Regresé antes de que los primeros rayos del alba me alcanzaras, enarqué una ceja nada mas atravesar la puerta, mi esposan o estaba sola, otra aura insignificante, humana la acompañaba.
En principio pensé en que seria alguna amiga, quizás su hermano, algo que admito me tenso un poco.
Pero tal y como acorté la distancia hasta el gran salón, pude vislumbrar a mi esposa sentada en la alfombra con un crió de unos tres o cuatro años dormido en su regazo.
Le acariciaba el pelo mientras tarareaba una nana, carraspeé a su espalda y me encontré con su infinita sonrisa mientras me lo mostraba.
Negué con la cabeza, entendía que el desazón de no poder ser madre a mi lado la invadía, peor esta no era una opción, yo no quería criar un hijo que no fuera mio, de ella, esto solo era un parche.
Ademas ¿de donde lo había sacado?
Me acerqué a ella en silencio, incapaz de decir nada en un primer momento, esperé a que me explicara, rezaba a Odin porque su explicación fuera que era el hijo de una amiga que había tenido que dejarlo una noche o unos días...
Última edición por Erlend Cannif el Mar Feb 20, 2018 11:06 am, editado 1 vez
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
Despacio me moví sobre su cuerpo, el agua ondeaba repiqueteando nuestro movimiento, de sus labios un te quiero que me hizo rugir de placer mas absoluto.
El encuentro era una baile bajo las estrellas que brillaban en el cielo.
La amaba tanto como lo hice el primer día, ese que la estrella del cazador marcó el sino de nosotros dos.
Desde entonces nunca me separé de ella, nunca encontré mejor destino que el puerto de sus piernas, ni mayor botín que nuestras lenguas enredadas.
Jadeé preso de las sensaciones, preso del calor que recorría con frenesí mi anatomía, su cuerpo era perfecto, piel tersa, su sangre galopando por sus venas, su boca era una fresa, sus ojos dos estrellas, ella era el principio y sin duda seria le final de mi existencia pues aunque ella no lo supiera, no pensaba pasar ni un solo día sin ella.
Gemí al escuchar ese “no te vayas” ¿a donde irme cuando mi hogar era ella?
Negué contra su boca, perdiéndome en su esencia, en ese sabor a fruta madura, las embestidas cada vez eran mas fuertes, nuestros cuerpos colisionaban violentos, su espalda se arqueaba ofrecida mientras mi nombre colmaba entre gritos las paredes de esa habitación.
Ella era mi mujer,mi diosa, nunca pensé poder amar como lo hacia.
-Te necesito -gruñí recorriendo con mis colmillos su yugular, -te necesito -jadeé erizando su piel al pasar mi lengua por las gotas de perlado sudor que resbalaban por su cuello.
Embestí con mas fuerza, el agua se desbordaba de la tina, su sexo palpitaba ardiente, sus piernas abiertas por completo, conquistando mi existencia con el movimiento de sus caderas.
El deseo nos arrastró hasta el mismo Hel, jadeamos contra la boca ajena mientras sentía mi verga sacudirse con violencia entre sus paredes, llenándola de mi.
Mi sonrisa se ladeo contra sus labios manteniéndome muy dentro de ella, sus brazos se abrazaban a mi cuerpo.
Sonreí mirándola, era feliz en este momento y se notaba en el resplandor de mi mirada.
-¿así que esto haces mientras duermo? -pregunté con picarda.
Mis dedos se deslizaron lentos por su piel, ella se acomodó cansada contra mi cuerpo, besé su rostro mientras sonreía con cara de idiota, esa era la que se me quedaba cada vez que miraba a mi mujer.
-Te necesito Ada, no me dejes aunque sea insoportable en ocasiones, terco, un idiota, no me dejes porque yo no puedo vivir sin ti mujer.
La vi revolverse ligeramente blanca.
-¿que pasa? -pregunté enarcando una ceja, se incorporó dejando un reguero de agua y corrió hasta el wc para vomitar nuevamente.
Dejé escapar el aire y me acerqué a ella abrazándola mientras le sujetaba el pelo y la miraba plagado de preocupación.
-Ada, voy a llevarte al hospital -le dije sin mas.
No iba a aceptar una negativa, esta situación se estaba alargando demasiado y yo conocía la fragilidad del cuerpo humano, la quería demasiado como para perderla.
El encuentro era una baile bajo las estrellas que brillaban en el cielo.
La amaba tanto como lo hice el primer día, ese que la estrella del cazador marcó el sino de nosotros dos.
Desde entonces nunca me separé de ella, nunca encontré mejor destino que el puerto de sus piernas, ni mayor botín que nuestras lenguas enredadas.
Jadeé preso de las sensaciones, preso del calor que recorría con frenesí mi anatomía, su cuerpo era perfecto, piel tersa, su sangre galopando por sus venas, su boca era una fresa, sus ojos dos estrellas, ella era el principio y sin duda seria le final de mi existencia pues aunque ella no lo supiera, no pensaba pasar ni un solo día sin ella.
Gemí al escuchar ese “no te vayas” ¿a donde irme cuando mi hogar era ella?
Negué contra su boca, perdiéndome en su esencia, en ese sabor a fruta madura, las embestidas cada vez eran mas fuertes, nuestros cuerpos colisionaban violentos, su espalda se arqueaba ofrecida mientras mi nombre colmaba entre gritos las paredes de esa habitación.
Ella era mi mujer,mi diosa, nunca pensé poder amar como lo hacia.
-Te necesito -gruñí recorriendo con mis colmillos su yugular, -te necesito -jadeé erizando su piel al pasar mi lengua por las gotas de perlado sudor que resbalaban por su cuello.
Embestí con mas fuerza, el agua se desbordaba de la tina, su sexo palpitaba ardiente, sus piernas abiertas por completo, conquistando mi existencia con el movimiento de sus caderas.
El deseo nos arrastró hasta el mismo Hel, jadeamos contra la boca ajena mientras sentía mi verga sacudirse con violencia entre sus paredes, llenándola de mi.
Mi sonrisa se ladeo contra sus labios manteniéndome muy dentro de ella, sus brazos se abrazaban a mi cuerpo.
Sonreí mirándola, era feliz en este momento y se notaba en el resplandor de mi mirada.
-¿así que esto haces mientras duermo? -pregunté con picarda.
Mis dedos se deslizaron lentos por su piel, ella se acomodó cansada contra mi cuerpo, besé su rostro mientras sonreía con cara de idiota, esa era la que se me quedaba cada vez que miraba a mi mujer.
-Te necesito Ada, no me dejes aunque sea insoportable en ocasiones, terco, un idiota, no me dejes porque yo no puedo vivir sin ti mujer.
La vi revolverse ligeramente blanca.
-¿que pasa? -pregunté enarcando una ceja, se incorporó dejando un reguero de agua y corrió hasta el wc para vomitar nuevamente.
Dejé escapar el aire y me acerqué a ella abrazándola mientras le sujetaba el pelo y la miraba plagado de preocupación.
-Ada, voy a llevarte al hospital -le dije sin mas.
No iba a aceptar una negativa, esta situación se estaba alargando demasiado y yo conocía la fragilidad del cuerpo humano, la quería demasiado como para perderla.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
Mi esposo tenía esa manera de hacerme sentir plena, sin ni siquiera intentarlo. Sentía tanto cuando estaba con él, cada vez que nos amábamos. En este momento era feliz, al tenerlo conmigo en la tina, después de añorarlo con locura cada día, y precisamente por todo lo que habíamos atravesado esta noche, significaba muchísimo para mi, quería hacerlo feliz, que sintiera al menos una millonésima de todo lo que me provocaba. Mis pupilas se habían oscurecido, brillantes en mis iris pardos se perdían en todo lo que miraban, perdida en un mundo en el que únicamente existía él.
Movía mis caderas metiéndole con mis talones anclados detrás de su espalda, había empezado despacio, lo cual nos permitía disfrutar de cada sensación, cada recorrido, de cada nuevo roce. Mis dedos se deslizaban sobre su poderosa espalda húmeda disfrutando de su piel, de como mis pezones se erguían al rozar sus pectorales, endureciéndose como piedras. Nuestros labios tornándose más ansiosos, nuestras lenguas se comportaban lascivas, lujuriosas, nuestros cuerpos calentándose a temperaturas inauditas con cada nueva fricción, entregándonos jadeos entre cada nuevo beso que lanzaba ráfagas calientes por todas mis terminales nerviosas.
Movía mis caderas metiéndole con mis talones anclados detrás de su espalda, había empezado despacio, lo cual nos permitía disfrutar de cada sensación, cada recorrido, de cada nuevo roce. Mis dedos se deslizaban sobre su poderosa espalda húmeda disfrutando de su piel, de como mis pezones se erguían al rozar sus pectorales, endureciéndose como piedras. Nuestros labios tornándose más ansiosos, nuestras lenguas se comportaban lascivas, lujuriosas, nuestros cuerpos calentándose a temperaturas inauditas con cada nueva fricción, entregándonos jadeos entre cada nuevo beso que lanzaba ráfagas calientes por todas mis terminales nerviosas.
Mi alma sonreía, mi esposo era perfecto en todos los sentidos, estar con él, sentirlo en cada rincón mío, cada músculo de su anatomía pegado a mi, bajo mis dedos, era como una explosión que llenaba de luces toda mi alma. Amaba a ese hombre como a nada, como sabía que no volvería a amar. Tenerlo adentro mío, con el avance de sus colmillos recorriendo mi mandíbula y mi cuello, me arrancaba gemidos, logrando que mi corazón aumentase sus bombeos desbocado por la excitación y que mi pecho amenazase con estallar al escucharle repetir que me necesitaba. -También te necesito…-
Nuestros movimientos se tornaban ahora más salvajes, el agua oscilaba violenta, mi intimidad sonrojada y húmeda bañaba con su néctar a su virilidad, lubricándola ansiosa de que continuase moviéndose de forma certera, atravesándome. El sudor resbalaba por mi piel, me aferraba a sus hombros para mantenerme a flote, sentía hundirme bajo el más intenso mar de placer al entregarme al hombre que amaba. Junto con él alcancé el cielo y el infierno, los toqué con las yemas de mis dedos, mi vientre era lava encendida, y ese sentimiento tan rotundo me llenaba.
Mi esposo había traído para mi esta noche la magia de su norte, la fuerza de sus dioses y las había desatado en mi cuerpo, avivando mi sangre y acariciándome el alma. Cerré mis ojos gimiendo y lo pegué a mi sin permitir que nada nos separase, éramos uno solo al entregarme a él por completo. Mi cuerpo estalló junto al suyo y sonreí cuando se sacudió en mi interior con fiereza.
Mi esposo había traído para mi esta noche la magia de su norte, la fuerza de sus dioses y las había desatado en mi cuerpo, avivando mi sangre y acariciándome el alma. Cerré mis ojos gimiendo y lo pegué a mi sin permitir que nada nos separase, éramos uno solo al entregarme a él por completo. Mi cuerpo estalló junto al suyo y sonreí cuando se sacudió en mi interior con fiereza.
Lo abracé extenuada, intentando respirar otra vez. Asentí sin comprender de donde sacaba las fuerzas para reir cuando me preguntó si eso hacía mientras dormía. -Siempre, siempre pienso en ti.- Lo miré bastante embelesada con su persona, mi esposo, con su cuerpo empapado y las gotas de agua resbalando sobre este, era lo más sensual que podía llegar a ver. -Nunca te dejaré, no quiero que pienses ni siquiera que es posible. Aún cuando podamos tener desavenencias, si llegamos a ver las cosas de distinta manera, sé que lo solucionaremos. Tú eres mi hogar, estés donde estés, allí estaré yo. Juntos, siempre.-
Descansé mi cuerpo contra el suyo, incapaz de moverme hasta que fue algo más lo que me orilló a salir corriendo de la tina. Otra vez, esos vomitos, llegaron como intrusos. Aún de rodillas, temblando después de vomitar, me sentía aborchonada porque él me hubiera visto así.
-No… al hospital no.- Él me abrazaba, yo era muy terca, no me gustaban los hospitales. Por otro lado, nuestro niño descansaba en su habitación. Quería que descansara, que durmiera plácidamente, ir a verlo de vez en cuando durante el transcurso de la noche… Dejé escapar el aire, tampoco Erlend merecía la angustia que sabía que le provocaba verme así. -De acuerdo… iremos con nuestro pequeño…-
Un par de horas después estábamos en el hospital. Mi mano acariciaba suavemente la pequeña frente, viendo esos ojos inocentes adormilados, me había encariñado tan rápido con él, era imposible no quererlo. Sonreí al ver que al menos dormía mientras mi otra mano sujetaba la de mi esposo, acariciándola despacio. Llegó mi turno y un hombre de bata blanca, frente amplía, rasgos firmes y pelo algo canoso me llamó por mi nombre.
Repentinamente me sentí muy inquieta. Coloqué a nuestro niño con cuidado sobre las piernas de Erlend y entré en el consultorio mientras ellos permanecían en la sala de espera. Le hice un resumen al doctor acerca de lo sucedido, asentía pensativo, haciéndome muchas preguntas, luego ordenó que me hicieran exámenes, para descartar toda posibilidad me dijo. Asentí dejándome sacar sangre y demás.
Repentinamente me sentí muy inquieta. Coloqué a nuestro niño con cuidado sobre las piernas de Erlend y entré en el consultorio mientras ellos permanecían en la sala de espera. Le hice un resumen al doctor acerca de lo sucedido, asentía pensativo, haciéndome muchas preguntas, luego ordenó que me hicieran exámenes, para descartar toda posibilidad me dijo. Asentí dejándome sacar sangre y demás.
Aún tuvieron que transcurrir otro par de horas antes de que estuviera de vuelta en el interior del consultorio. –¿Qué es lo que tengo doctor?- La noticia llegó como un vendaval, uno muy fuerte, completamente inesperado. -Le tengo buenas noticas señora Cannif, su esposo estará feliz también. Enhorabuena, está embarazada.- Luego de abrir los ojos muy grandes y quedarme viendo al doctor como si estuviese viendo a un mono haciendo morisquetas en un circo, negué con la cabeza. -Eso es imposible, no hay manera de que pueda estar embarazada, no.- El médico me miró extrañado por mi rotunda negativa, había visto a mi esposo y antes sus ojos era lo más normal del mundo tratándose de una pareja joven y saludable. Me enseñó la evidencia, los resultados del examen. Negué otra vez, no, no era posible, no.
Pensé de nuevo, las nauseas matutinas, mi hambre inusitada, incluso… mi período se había retrasado… pero yo no podía estar embarazada… No, esto era un error. A menos, a menos… mi mente daba vueltas. Pensé en la luna de miel, en el cambio de razas, en como Erlend fue humano durante ese lapso. Me negaba a creerlo, incluso me sentí a punto de desmayarme cuando me dejé caer sobre la silla. Las lágrimas rodaron abundantes por mis mejillas, copiosas, el pecho me iba a explotar por lo que ahora sentía.
Me levanté y abracé al médico, dándole un beso efusivo en la mejilla y salí corriendo para ir a buscar a mi marido. --¡Erlend! ¡Erlend!- Corrí por el pasillo llamándolo, con el corazón desbocado. -¡Erlend!- Lo abracé, a él y a nuestro pequeño. Estaba conmocionada, pletórica, lloraba en abundancia y no lograba sacarme el nudo de la garganta. -El.. el médico dice… dice…- Él me veía sumamente preocupado por mi estado pero es que no podía evitarlo, las lágrimas corrían, no encontraba las palabras. -Dice que ¡estoy embarazada! Te-tendremos un hijo.-
Me levanté y abracé al médico, dándole un beso efusivo en la mejilla y salí corriendo para ir a buscar a mi marido. --¡Erlend! ¡Erlend!- Corrí por el pasillo llamándolo, con el corazón desbocado. -¡Erlend!- Lo abracé, a él y a nuestro pequeño. Estaba conmocionada, pletórica, lloraba en abundancia y no lograba sacarme el nudo de la garganta. -El.. el médico dice… dice…- Él me veía sumamente preocupado por mi estado pero es que no podía evitarlo, las lágrimas corrían, no encontraba las palabras. -Dice que ¡estoy embarazada! Te-tendremos un hijo.-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: La negativa(privado)(+18)
Sentado acariciaba nervioso la palma de la mano de mi mujer, le habían hecho pruebas de todo tipo, admito que la idea de que estuviera enferma me desesperaba, no porque no pudiera trasformarla y evitar así un fatídico desenlace, si no porque sabia que ahora que Hakon había irrumpido en nuestras vidas ella no querría pasar por ser un neófito.
Seria una discusión con un mal final porque podía tener muy claro que en lo referente a su condición no existía negociación.
Hakon dormitaba entre mis brazos arropado con la manta, ese enano se había hecho un hueco en mi corazón, no lo reconocía, a mi me costaba mostrar sentimientos, pero así era.
El medico llamó a mi mujer, al parecer tras un par de horas los resultados estaban, besó mis labios con fuerza y a frente de Hakon antes de abandonarnos en la sala de espera.
Fueron los minutos mas largos de mi vida, mas cuando mi esposa regreso echa un manojo de lagrimas, gritando mi nombre con el corazón preso de un tamborileo frenético no supe que hacer.
-¿Que pasa Ada? Habla mujer.
Mis tormentas inmersas en sus pozos recibieron una noticia que era imposible, de ser otra la mujer que me la daba hubiera pensado que me había sido infiel, mas eso ni se me paseó por la cabeza cuando se trataba de ella.
Adaline me amaba con la intensidad de las mareas, con la fuerza de las llamas, con la verdad de viento, ella nunca me traicionaría porque siempre me había demostrado que pese a estar casada con un hombre lleno de demonios y con un pie en el abismo, sus sentimientos eran tan profundos como los míos.
Después de la sorpresa vino la alegría mas absoluta, me era indiferente como se había obrado ese maldito milagro, si eran los dioses los que me bendecían con un linaje o como había pasado, pero iba a ser padre, mis ojos resplandecieron, brillantes por unas lagrimas que no dejé escapar pues los hombres no lloran jamás.
Con Hakon en uno de mis brazos me alcé como un resorte para rodear su cintura tirando de ella hasta que nuestras bocas chocaron con un infinito amor, con falta de cordura, con la risa de un loco, nunca fui mas feliz que en este preciso instante en el que mi mujer me regalaba la felicidad plena, algo que jamas soñé con poseer de ninguna manera.
-Te quiero, gracias -susurré contra sus labios emocionado
La alcé de la cintura dándole una vuelta, Hakon se había despertado y reía al ver la felicidad del instante, eramos una familia, no solo Hakon se convertiría en mi hijo, si no que en breve tendría un Cannif correteando espada en mano por los jardines de esa mansión que una vez estuvo en ruinas y que hoy llamábamos hogar.
-Te quiero Adaline -susurré sin poder dejar de besarla -me parece que tenemos que ir a comprar muchas cosas, pero la cuna quiero fabricarla como antaño, con mis propias manos, nunca pude hacérsela a mi hijo mayor -apunté colocando mi mano en su vientre -será una buena cuna de madera.
Seria una discusión con un mal final porque podía tener muy claro que en lo referente a su condición no existía negociación.
Hakon dormitaba entre mis brazos arropado con la manta, ese enano se había hecho un hueco en mi corazón, no lo reconocía, a mi me costaba mostrar sentimientos, pero así era.
El medico llamó a mi mujer, al parecer tras un par de horas los resultados estaban, besó mis labios con fuerza y a frente de Hakon antes de abandonarnos en la sala de espera.
Fueron los minutos mas largos de mi vida, mas cuando mi esposa regreso echa un manojo de lagrimas, gritando mi nombre con el corazón preso de un tamborileo frenético no supe que hacer.
-¿Que pasa Ada? Habla mujer.
Mis tormentas inmersas en sus pozos recibieron una noticia que era imposible, de ser otra la mujer que me la daba hubiera pensado que me había sido infiel, mas eso ni se me paseó por la cabeza cuando se trataba de ella.
Adaline me amaba con la intensidad de las mareas, con la fuerza de las llamas, con la verdad de viento, ella nunca me traicionaría porque siempre me había demostrado que pese a estar casada con un hombre lleno de demonios y con un pie en el abismo, sus sentimientos eran tan profundos como los míos.
Después de la sorpresa vino la alegría mas absoluta, me era indiferente como se había obrado ese maldito milagro, si eran los dioses los que me bendecían con un linaje o como había pasado, pero iba a ser padre, mis ojos resplandecieron, brillantes por unas lagrimas que no dejé escapar pues los hombres no lloran jamás.
Con Hakon en uno de mis brazos me alcé como un resorte para rodear su cintura tirando de ella hasta que nuestras bocas chocaron con un infinito amor, con falta de cordura, con la risa de un loco, nunca fui mas feliz que en este preciso instante en el que mi mujer me regalaba la felicidad plena, algo que jamas soñé con poseer de ninguna manera.
-Te quiero, gracias -susurré contra sus labios emocionado
La alcé de la cintura dándole una vuelta, Hakon se había despertado y reía al ver la felicidad del instante, eramos una familia, no solo Hakon se convertiría en mi hijo, si no que en breve tendría un Cannif correteando espada en mano por los jardines de esa mansión que una vez estuvo en ruinas y que hoy llamábamos hogar.
-Te quiero Adaline -susurré sin poder dejar de besarla -me parece que tenemos que ir a comprar muchas cosas, pero la cuna quiero fabricarla como antaño, con mis propias manos, nunca pude hacérsela a mi hijo mayor -apunté colocando mi mano en su vientre -será una buena cuna de madera.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
No sé ni cuantos pensamientos se me cruzaban por la cabeza en ese momento, solo sé que me encontraba presa de una alegría infinita. Me hice a la idea de que nunca sería madre, de que mi esposo era todo lo que necesitaba, de que ese amor que nos profesábamos sería siempre suficiente, y es que él llenaba toda mi vida. Lo hacía, pero en un rincón de mi mente siempre lamenté no poder darle el regalo de un hijo. Sabía todo lo que sentía por haber perdido a aquel al que nunca llegó a conocer, que el conocimiento de no haber podido ser un padre para él le torturaba, y de todas las cosas que pudieron haberme sido negadas, darle un hijo, lo más grande que hubiera deseado darle, nunca podría hacerlo.
Nuestro amor era fuerte, inmenso, veraz, de ese tipo de amor que encuentras una sola vez en tu vida, un amor que muchos nunca llegan a encontrar. ¿Cuántos podían decir que no se casaron por conveniencia, que después de unos años no se les fue el amor? Cuando miraba a Erlend sabia que era de las pocas afortunadas que podían asegurar sin la menor sombra de duda que el amor que le profesaba sería imbatible, imperecedero, más allá del tiempo, para siempre.
Miré a los ojos de mi esposo, esperando me creyera. Los segundos se eternizaron, aguardaba una reacción algo nerviosa. Le estaba contando un imposible, pero la manera en que me miró, sin una sombra de duda, arrasó con mis inquietudes, haciéndolas desvanecerse. -¡Un hijo!- Repetí riendo. Ya teníamos uno, estaba en sus brazos, y esa imagen me colmaba más que cualquier otra. Ver a mi marido con nuestro niño alzado, tenía el presentimiento de que el pequeño se ganaría su cariño, como ya se había ganado el mío.
Las lágrimas siguieron rodando por mis mejillas, este era otro regalo para nuestro amor. Al primero le encontré en el campamento gitano, el segundo, se gestaba ahora en mi vientre.
Reí cuando Erlend me alzó en brazos, parecíamos un par de locos, besándonos con sentimiento, abrazándonos con fuerza. Mis carcajadas se oyeron en aquella sala de espera, mientras era alzada en el aire, debieron haber despertado a mi pequeño porque las de él también se escuchaban. Éramos tres seres radiantes, felices. Eché los brazos al cuello de mi esposo, sin dejar de mirarlo, la felicidad que veía en él me llenaba como nada, poder decirle, vas a ser padre, aún me maravillaba.
-Más vale que se parezca a ti.- Me eché a reir, dándole otro beso plagado de amor. Volteé hacia el pequeño rostro jugando con mi nariz sobre su naricita. -Vas a tener un hermanito.- Tomé a mi marido de la mano para abandonar el hospital, asintiendo cuando mencionó que él mismo construiría la cuna. -Quiero que la hagas tú.-
Arropé a nuestro niño, cerrándole el abrigo hasta arriba, acomodando la bufanda alrededor de su cuello. Repasé con la mirada los pequeños guantes que calentaban sus manos. al igual que el gorro en su cabeza. -Quiero que me acompañes a comprar todo.- Pasé mi mano por la cintura masculina mientras los tres caminábamos bajo las estrellas, los cuatro… Ese cuatro lograba sacudirme por dentro como nada. Seguía siendo un manojo de emociones y quería que Erlend estuviera presente en todo lo relacionado con nuestro futuro bebé.
-Mañana… a primera hora de la noche.- Le hubiera dicho ahora mismo, pero las horas ya habían avanzado y las tiendas habían cerrado. Presioné su mano en la mía y caminamos sobre la banqueta, de regreso a nuestro hogar. Nuestra estrella volvía a brillar con fuerza mientras andábamos y mi mirada se mantenía sobre la imagen de mi esposo bajo los reflejos plateados. Su imagen nunca dejaría de estremecerme, nunca tuve mayor fortuna que la de haberle encontrado una noche en la playa. -Te quiero Erlend.-
Última edición por Adaline Cannif el Vie Nov 03, 2017 5:52 am, editado 1 vez
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: La negativa(privado)(+18)
Ahora si, como una familia, con su mano atrapando mi cintura, con Hakon colgando de mi cuello sentado sobre mi brazo y con mi mano sobre las nalgas de mi esposa caminamos dado un paseo hacia el carro.
Mis ojos se alzaron, concentrado en la estrella de Orión, en nuestra constelación, que brillaba enérgica esa noche mas que ninguna.
-Nunca pensé que podría ser padre Ada, creo que ni siquiera me lo creo, estoy – uffff -mi voz se quebraba tal y como iba asumiendo el regalo que mi mujer y los dioses me estaban ofreciendo -voy a ser un buen padre y voy a ser un mejor marido.
Me detuve tirando de ella para que enfrentara mi humedecida mirada, ella había echado lagrimas de felicidad y en mis ojos podía ver la contención y la emoción que sentía.
-Antes he sido un gilipollas, me daba miedo querer a Hakon, era como si fallara el recuerdo de mi hijo ¿entiendes? Yo te quiero tanto, me has hecho tan feliz, por fin vamos a ser una familia, Tu, Hakon, Ubbe -sonreí con picarda pues acababa de darle nombre al bebe sin saber su sexo siquiera -y yo. Se que cuando me cabreo no conozco limites, que me comporto como una bestia y que en seguida salgo corriendo para aplacar mis demonios de cualquier manera. No te merezco, eres perfecta.
Deslicé mis dedos por su mejilla hasta enredaros en un puño tras su nuca para a traerla contra mis labios.
Beso húmedo, necesitado, mi lengua acariciaba la suya despacio en un duelo que tomaba intensidad entre jadeos.
-Erlend -me dijo recordándome que Hakon nos miraba muy atento -que aprenda -le dije riéndome contra su boca.
No era un misterio que para nosotros los vikingos el sexo era parte de nuestras vidas, no nos ocultábamos para hacerlo, yo crecí viendo a mis padres fornicar en la cama. Mi hermana y yo dormíamos en su misma habitación, en la época donde yo nací, no habían cuartos distintos, y los veíamos y los escuchábamos...no había salido tan mal pese a eso.
Le di un azote en su trasero haciéndola reír y de nuevo empezamos a caminar hacia el carro.
Hacíamos planes de lo que haríamos juntos la día siguiente, la cuna la haría yo, ella me había dado su aprobación, pero lo demás íbamos a comprarlo.
Tendríamos que hacer algunos cambios en la mansión, que ahora distaba de ser unas ruinas, era un hogar, uno que mi mujer dejo perfecto para los dos, pues admito que lejos de ser la típica casa parisina, respetaba mucho mi forma de ver la vida.
Estaba muy enamorado de ella, porque siempre pensaba en mi, en los dos. ella era esa luz que un día conocí en la playa, hoy no podía imaginarme la vida sin ella. Ella me hacia ser alguien mejor, había anhelado el Valhalla durante toda mi inmortalidad y ahora, ya vivía mi propio Valhalla y ella era mi valquiria.
Nos acostamos antes de que amaneciera, le haba dado algo de fruta, mimándola, iba a cuidarla como una reina.
Con el ocaso mi esposa saltó sobre mi lecho, Hakon la seguía haciendo ruido con un cazo a modo de casco y una espada de madera entre sus manos muerto de la risa.
-Ya, ya me levanto – dije desperezándome consciente de que ella quería que la acompañara a comprar lo del bebe.
Estaba radiante, era preciosa, era mi mujer.
Mis ojos se alzaron, concentrado en la estrella de Orión, en nuestra constelación, que brillaba enérgica esa noche mas que ninguna.
-Nunca pensé que podría ser padre Ada, creo que ni siquiera me lo creo, estoy – uffff -mi voz se quebraba tal y como iba asumiendo el regalo que mi mujer y los dioses me estaban ofreciendo -voy a ser un buen padre y voy a ser un mejor marido.
Me detuve tirando de ella para que enfrentara mi humedecida mirada, ella había echado lagrimas de felicidad y en mis ojos podía ver la contención y la emoción que sentía.
-Antes he sido un gilipollas, me daba miedo querer a Hakon, era como si fallara el recuerdo de mi hijo ¿entiendes? Yo te quiero tanto, me has hecho tan feliz, por fin vamos a ser una familia, Tu, Hakon, Ubbe -sonreí con picarda pues acababa de darle nombre al bebe sin saber su sexo siquiera -y yo. Se que cuando me cabreo no conozco limites, que me comporto como una bestia y que en seguida salgo corriendo para aplacar mis demonios de cualquier manera. No te merezco, eres perfecta.
Deslicé mis dedos por su mejilla hasta enredaros en un puño tras su nuca para a traerla contra mis labios.
Beso húmedo, necesitado, mi lengua acariciaba la suya despacio en un duelo que tomaba intensidad entre jadeos.
-Erlend -me dijo recordándome que Hakon nos miraba muy atento -que aprenda -le dije riéndome contra su boca.
No era un misterio que para nosotros los vikingos el sexo era parte de nuestras vidas, no nos ocultábamos para hacerlo, yo crecí viendo a mis padres fornicar en la cama. Mi hermana y yo dormíamos en su misma habitación, en la época donde yo nací, no habían cuartos distintos, y los veíamos y los escuchábamos...no había salido tan mal pese a eso.
Le di un azote en su trasero haciéndola reír y de nuevo empezamos a caminar hacia el carro.
Hacíamos planes de lo que haríamos juntos la día siguiente, la cuna la haría yo, ella me había dado su aprobación, pero lo demás íbamos a comprarlo.
Tendríamos que hacer algunos cambios en la mansión, que ahora distaba de ser unas ruinas, era un hogar, uno que mi mujer dejo perfecto para los dos, pues admito que lejos de ser la típica casa parisina, respetaba mucho mi forma de ver la vida.
Estaba muy enamorado de ella, porque siempre pensaba en mi, en los dos. ella era esa luz que un día conocí en la playa, hoy no podía imaginarme la vida sin ella. Ella me hacia ser alguien mejor, había anhelado el Valhalla durante toda mi inmortalidad y ahora, ya vivía mi propio Valhalla y ella era mi valquiria.
Nos acostamos antes de que amaneciera, le haba dado algo de fruta, mimándola, iba a cuidarla como una reina.
Con el ocaso mi esposa saltó sobre mi lecho, Hakon la seguía haciendo ruido con un cazo a modo de casco y una espada de madera entre sus manos muerto de la risa.
-Ya, ya me levanto – dije desperezándome consciente de que ella quería que la acompañara a comprar lo del bebe.
Estaba radiante, era preciosa, era mi mujer.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
-Papá duerme de día.- expliqué, con las manos en la harina y mi expresión distraída. Pensaba en él, su expresión de la noche anterior nunca la iba a olvidar, ni la emoción que escuché en su voz ronca, que por momentos se quebraba, ni sus tempestades brillantes que se contenían por alguna razón. Quizás porque le habían enseñado que los hombres no vertían lágrimas, algo que ante mis ojos no le hubiera desmerecido ni hecho menos fuerte. Para mi no había hombre más fuerte, más firme, más luchador, más decidido o más capaz que Erlend. Seguía muy enamorada de él, tanto que a veces no comprendía como mi pecho no explotaba siendo incapaz de contener todo el sentimiento que le profesaba.
Sentí mis ojos húmedos, desde que me había enterado de que iba a ser madre el sentimiento no dejaba de abrumarme, era una maraña de emociones a flor de piel. Pasé rápidamente mis dedos sobre mis ojos y vi como Hakon me observaba serio, con sus enormes ojazos, como si fuera capaz incluso de leer lo que pensaba.
Me percaté de que acababa de referirme a Erlend como a su padre. -Quizás… si en algún momento lo sientes así, quieras llamarme mamá.- Para aligerar el momento le pasé un dedo lleno de harina sobre la naricita mientras ambos reíamos. Él decía que tenía la cara llena de polvo blanco. -Son los sacrificios a los que debo someterme para hacer galletas.- Era muy listo, durante el día había seguido con la mirada todo lo que hacía en la casa y preguntado al respecto. Lo veía muy concentrado cuando le enseñaba algo y de paso me ayudaba con algunas tareas.
No sabría explicar exactamente el alcance del cariño que le tenía en tan corto tiempo, o por qué aunque no tuviera mi sangre, el lazo que sentía con él era tan profundo que me hacía olvidar que yo misma no le había parido. -Ahora hay que esperar a que estén.- dije, tras meter la bandeja en el horno. Me sentía contenta de poder utilizar mis habilidades en la cocina y que causarán ilusión en alguien más. A mi esposo no le podía consentir de esa manera, y cocinar para mi misma podía tornarse monótono muy a menudo.
Las siguientes horas las pasamos en el jardín. Con las tijeras de podar me dediqué a las plantas mientras lo veía correr de un lado a otro con la espada de madera y el cazo improvisado sobre la cabeza. A menudo Whiskers lo seguía con la mirada, otras veces ambos acababan tumbados sobre el césped jugando, o al descansar el pequeño felino apoyaba su cabeza sobre el estómago de Hakon, lo había aceptado ya y se llevaban bien.
En cuanto cayó el anochecer ambos entramos sigilosamente en la habitación, yo con un dedo en los labios y mirada conspiradora, Hakon conteniendo la risa. En cuanto di la señal saltamos sobre la cama. Erlend nos atajó a los dos con rapidez con ambos brazos, a mi por la cintura, a Hakon por un pie, lo cual hizo que los tres soltáramos carcajadas.
Me acerqué a mi marido, echándole los brazos al cuello, me encantaba verlo despertar por las noches. Me sumergía en esos ojos pardos y en silencio nos contemplábamos comunicándonos tantas cosas, tan solo con cruzar nuestras miradas.
-Buenas noches señor Cannif.- Le saludé sellando nuestros labios, acariciando con mi lengua su labio inferior antes de paladear el interior de su boca en un beso húmedo y lánguido, disfrutando de él y de su cuerpo junto al mío, de poder mirarle, percibirle, confirmar que seguía conmigo en nuestro hogar. -Nunca he sido más feliz, apenas logro creer lo que sucede, esto... nosotros tres, el bebé que está en camino, que estemos juntos cada día es todo lo que necesito.- Lo miré embelesada, recorriendo sus masculinos rasgos, impregnándome de él. -Vamos... señor Cannif.- Me levanté del lecho para tironear de él y llevarlo conmigo al baño.
Una hora después caminábamos los tres en las calles de Paris, Hakon iba sobre los hombros de Erlend, yo me abrazaba a él y observábamos las vitrinas. Sonreí al detenernos frente a una, al ver la ropa de bebé y entramos en la tienda.
-Quiero comprar de todo, ropa, juguetes, biberones, mantas, pañales…- Me detuve al pensar en la ropa. -Ubbe es un buen nombre, me gusta.- Mi esposo lo había propuesto la noche anterior y a mi me había parecido perfecto. Lo recordaba al pasar mi mano por la tela de un trajecito de color azul. -Me encantaría que sea varón pero la amaré de igual manera si es niña.- Sonreí al mirarlo.
-Si es niña me gustaría que se llame Synnove.- Synnove significaba regalo del sol en la lengua de mi esposo. Él había sido humano, había caminado bajo el sol y ese nombre me parecía apropiado además de hermoso. -Ubbe o Synnove…- Otra vez los sentimientos me sobrepasaban al mirar a mi marido con mis pardos vibrantes, por lo que disimulé tomando a mi niño en brazos para hacerlo volar entre ellos jugando.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: La negativa(privado)(+18)
Ladeé la sonrisa escuchando la risa infantil de Hakon adentrándose en mi cuarto, intentando permanecer en silencio como le decía mi mujer aunque era incapaz de hacerlo.
Yo seguía con los ojos cerrados, ellos avanzaban despacio y contaron hasta tres saltando sobre mi para sorprenderme, mi rugido los hizo reír mas, a mi esposa la tomé por la cintura, a mi hijo por el tobillo y entre risas nos encontramos besándonos de forma pausada mientras Hakon nos miraba con esa risita y esos enormes ojos pardos.
Le di un azote a mi esposa y revolví el pelo del enano me puse en pie para vestirme.
Quería ir a ver cosas para nuestro hijo, iba a necesitar ropa, juguetes y ademas Hakon solo tenia unas cuantas cosas, así que ese día como si fuéramos una pareja mas, habíamos decidido recorrer las calles de París para ir de compras.
Con el enano sobre mis hombros creyéndose el rey del mundo y mi esposa abrazada a mi conversamos entre risas, miradas cómplices y caricias. Nunca me sentí mas feliz que en ese momento, mis ojos pardos contemplaban los rasgos perfectos de mi esposa.
-Haberte conocido a cambiado mi vida, te quiero y aunque se que no soy santo de la devoción de tu hermano, te aseguro que nunca voy a poder agradecerle suficiente que me enviara a protegerte -mi sinceridad centelleaba en mis ojos -llevaba mil años siendo un monstruo infeliz lleno de oscuridad y llegaste tu Adaline y me convertiste en un hombre nuevo.
Mis labios recorrieron sus labios de nuevo, la amaba y necesitaba que supiera que aunque yo no era un hombre fácil iba a cuidarla para siempre.
-Te necesito, te necesito muchísimo -aseguré
Mirábamos los escaparates, deteniéndonos frente a una tienda infantil, la mirada de mi esposa resplandecía y de un tirón la empuje pegándola a mi cuerpo hacia el interior.
Ella miraba la ropa, acariciaba con sus dedos un pelele azul mientras yo la abrazaba y Hakon correteaba a nuestro alrededor.
-¿Te gusta? -pregunté dispuesto a bajarle el mundo y colocarlo a sus pies.
Sonreí cuando me dijo que si era niño lo llama riamos Ubbe, me gustaba ese nombre y mas aun me gusto cuando dijo que de ser niña se llamaría Synnobe, un nombre muy apropiado.
-Sea lo que sea Adaline, me has hecho el mejor regalo del mundo, me has convertido en padre, primero con Hakon, no se como pude discutir contigo, quiero que sepas que lo quiero -mis ojos húmedos aguantaban las lagrimas mientras mi mano se posó en su vientre -gracias por esto.
Yo seguía con los ojos cerrados, ellos avanzaban despacio y contaron hasta tres saltando sobre mi para sorprenderme, mi rugido los hizo reír mas, a mi esposa la tomé por la cintura, a mi hijo por el tobillo y entre risas nos encontramos besándonos de forma pausada mientras Hakon nos miraba con esa risita y esos enormes ojos pardos.
Le di un azote a mi esposa y revolví el pelo del enano me puse en pie para vestirme.
Quería ir a ver cosas para nuestro hijo, iba a necesitar ropa, juguetes y ademas Hakon solo tenia unas cuantas cosas, así que ese día como si fuéramos una pareja mas, habíamos decidido recorrer las calles de París para ir de compras.
Con el enano sobre mis hombros creyéndose el rey del mundo y mi esposa abrazada a mi conversamos entre risas, miradas cómplices y caricias. Nunca me sentí mas feliz que en ese momento, mis ojos pardos contemplaban los rasgos perfectos de mi esposa.
-Haberte conocido a cambiado mi vida, te quiero y aunque se que no soy santo de la devoción de tu hermano, te aseguro que nunca voy a poder agradecerle suficiente que me enviara a protegerte -mi sinceridad centelleaba en mis ojos -llevaba mil años siendo un monstruo infeliz lleno de oscuridad y llegaste tu Adaline y me convertiste en un hombre nuevo.
Mis labios recorrieron sus labios de nuevo, la amaba y necesitaba que supiera que aunque yo no era un hombre fácil iba a cuidarla para siempre.
-Te necesito, te necesito muchísimo -aseguré
Mirábamos los escaparates, deteniéndonos frente a una tienda infantil, la mirada de mi esposa resplandecía y de un tirón la empuje pegándola a mi cuerpo hacia el interior.
Ella miraba la ropa, acariciaba con sus dedos un pelele azul mientras yo la abrazaba y Hakon correteaba a nuestro alrededor.
-¿Te gusta? -pregunté dispuesto a bajarle el mundo y colocarlo a sus pies.
Sonreí cuando me dijo que si era niño lo llama riamos Ubbe, me gustaba ese nombre y mas aun me gusto cuando dijo que de ser niña se llamaría Synnobe, un nombre muy apropiado.
-Sea lo que sea Adaline, me has hecho el mejor regalo del mundo, me has convertido en padre, primero con Hakon, no se como pude discutir contigo, quiero que sepas que lo quiero -mis ojos húmedos aguantaban las lagrimas mientras mi mano se posó en su vientre -gracias por esto.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
Esa noche, caminando con mi esposo y con mi pequeño sobre sus hombros, me sentí pletórica. Había vivido muchas cosas con mi vikingo, habíamos superado otras tantas, nos habíamos acercado aún más al otro al tener aquella experiencia que nos puso a prueba en la luna de miel, y ahora, con él, con mi niño y con mi embarazo no podía ser más feliz, en realidad no me creía que estuviera despierta, tenía que autoconvencerme al sentir sus fuertes brazos alrededor de mi cintura de que todo era real.
Lo único que provocó que mi expresión cambiase fue la mención de mi hermano, se tornó pensativa y algo distraída, si las circunstancias hubiesen sido diferentes… si aún hubiésemos estado en contacto… Tardé un momento en volver al presente, la voz de mi esposo me traía de regreso.
Me recompuse y giré entre sus brazos para mirarle, nuestro niño ahora se entretenía corriendo a un lado nuestro. -Nos hemos cambiado el uno al otro, si no te hubiera conocido… lo que soy ahora no habría salido a relucir, hubiese sido otra, hubiese tenido otra vida, una frívola y vacía. Ahora mi vida contigo lo llena todo, tú eres lo que siempre quise aunque tuve que esperar hasta verte por primera vez en la playa para abrir mis ojos y comprenderlo.-
Le eché los brazos al cuello, sin despegar mi mirada de esas vastas tempestades pardas que con solo mirarme me acariciaban el corazón. -Esa forma que tienes de mirarme, la forma en que me tocas, la entonación de tu voz al pronunciar mi nombre, tus susurros al acariciar mi oído en tu idioma, nada me estremece de igual forma, es un regalo al que no pienso renunciar ni hoy ni mañana.- No pude evitar aproximarme a sus labios en un roce lento y profundo, nuestras lenguas se acariciaron mientras mis manos le mantenían cerca de mi transmitiéndole cada una de las emociones que sentía al lado suyo.
-Nunca pensé que podría darte un hijo… para mi no hay noche más perfecta porque puedo estar de pie frente a ti, mirarte a los ojos y compartir mi felicidad contigo, no hay nada que pueda traerme más felicidad que poder darte lo único que pensé que nunca podría.- Mi voz se quebró, cargada de la emoción que me sobrecogía. -No sabes lo que significa para mi todo lo que dices... y que quieras a Hakon... te quiero tanto...-
Mis dedos alcanzaron los suyos para acariciarlos cariñosamente al descansar sobre mi vientre. -Ubbe o Synnove.- añadí antes de limpiarme con rapidez mis lágrimas y sonreí volviendo al trajecito azul. -Me encanta el pelele. Sugiero que compremos ropa para niño y niña, no me convencen los colores neutrales. Nuestro hijo no será neutral, será magnífico.-
Tiré de él para llevarlo alegremente por los pasillos, a mi niño lo atrapé en mis brazos cuando corría haciéndolo reir al alzarlo en volandas. Recorriendo pasillos fuimos escogiendo los pequeños trajes más hermosos, gorros y pequeños zapatos. A Hakon le había comprado ropa el día anterior pero aproveché para añadir abrigos y alguna que otra pieza de ropa a su vestuario.
Al llegar al área de juguetes, deposité a nuestro niño en el suelo para que los observara y tiré de mi esposo para detenernos detrás de unas cajas que nos mantuvieran cubiertos de las miradas de otros compradores. -Me temo señor Cannif que le haré vaciar sus bolsillos, quiero comprarlo todo.- Sonreí henchida de felicidad cuando volví a buscar sus labios, despacio la punta de mi lengua le acarició con todo el amor que sentía mientras mis manos abarcaban su espalda, incluso olvidándome por completo de adonde estábamos.
-A ver si aún alcanza para que nos lleves a cenar.- Rei entre sus labios, nada se comparaba con que estuviera conmigo, con que aceptara a nuestro niño y con que compartiera conmigo la ilusión de nuestro bebé…
-A ver si aún alcanza para que nos lleves a cenar.- Rei entre sus labios, nada se comparaba con que estuviera conmigo, con que aceptara a nuestro niño y con que compartiera conmigo la ilusión de nuestro bebé…
Última edición por Adaline Cannif el Sáb Dic 30, 2017 8:24 pm, editado 1 vez
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: La negativa(privado)(+18)
Las palabras de mi esposa susurradas contra mis labios me hacían feliz, sinceramente estaba viviendo un momento muy dulce, era como si los dioses por primera vez se apiadaran de mi y tras un milenio sirviéndolos me concedieran todo lo que un vikingo podía desear.
Una mujer bella, la luz de mi vida y que ahora me daba un linaje, ella había obrado el milagro, cuando no creía que para mi existía esperanza, ella lo hizo posible.
Ser padre era para mi lo mas grande que podía pasarme y ella me había hecho padre por dos veces, la primera no me la tomé bien, pero ahora era muy capaz de verlo todo con otra perspectiva.
Sonreí cuando dijo que nuestro hijo no seria neutro, de eso francamente estaba seguro.
Íbamos por los pasillos de la mano cargando con trajes y gorros en tonos rosas y azules, me gustaba ver a mi esposa feliz, y a Hakon corriendo de lado a lado tocándolo todo, enseñándole a su madre zapatitos para el bebe que ella le habia dicho que iba a tener.
Cogimos también unos abrigos para Hakon, el día anterior mi esposa había comprado algo de ropa para él, pero el frio se había instalado en París con la llegada de la navidad, así que no le vendrían mal también unos suéters.
-Coge lo que necesites -susurré contra sus labios orillandola a mi cuerpo por la cintura -y coge algo de ropa para ti -la miré con picarda interior -bromeé mientras esta me daba un manotazo al ver la cara de pervertido que ponía.
Nuestras bocas se unieron ansiosas, hambrientas, dejando que nuestras sin hueso se lamieran dentro y fuera de nuestras bocas en un beso húmedo y plagado de amor.
Hakon se había sentado en el suelo con un caballo tallado en madera jugando a trotar, así que ambos sonreímos observando a nuestro hijo soñar.
-¿Donde quiere cenar mi preciosa esposa hoy? -pregunté besando su mejilla antes de acercarme al enano y elevarlo por los aires subiéndolo sobre mis hombros.
-Vamos a pagar todo eso, creo nos hemos llevado media tienda.
Yo era un pagano, peor sabia que para Ada la navidad era importante.
-¿y si después de la cena nos acercamos a comprar un abeto? Mi mujer me miró confundida -te has adaptado a mis costumbres, a mis fiestas, a mi inmortalidad ¿por que no por una navidad adaptarme yo a vosotros?
Estoy seguro que Hakon disfrutara decorando el árbol y no se...quiero haceros felices, devolveros la mitad de lo que yo siento en este momento.
Es que yo no creía que seria padre nuca y aun no me creo que ...mis ojos brillaban húmedos, asi que los escondí junto a mi rostro en el cuello de mi mujer -te quiero, déjame daros una navidad.
Una mujer bella, la luz de mi vida y que ahora me daba un linaje, ella había obrado el milagro, cuando no creía que para mi existía esperanza, ella lo hizo posible.
Ser padre era para mi lo mas grande que podía pasarme y ella me había hecho padre por dos veces, la primera no me la tomé bien, pero ahora era muy capaz de verlo todo con otra perspectiva.
Sonreí cuando dijo que nuestro hijo no seria neutro, de eso francamente estaba seguro.
Íbamos por los pasillos de la mano cargando con trajes y gorros en tonos rosas y azules, me gustaba ver a mi esposa feliz, y a Hakon corriendo de lado a lado tocándolo todo, enseñándole a su madre zapatitos para el bebe que ella le habia dicho que iba a tener.
Cogimos también unos abrigos para Hakon, el día anterior mi esposa había comprado algo de ropa para él, pero el frio se había instalado en París con la llegada de la navidad, así que no le vendrían mal también unos suéters.
-Coge lo que necesites -susurré contra sus labios orillandola a mi cuerpo por la cintura -y coge algo de ropa para ti -la miré con picarda interior -bromeé mientras esta me daba un manotazo al ver la cara de pervertido que ponía.
Nuestras bocas se unieron ansiosas, hambrientas, dejando que nuestras sin hueso se lamieran dentro y fuera de nuestras bocas en un beso húmedo y plagado de amor.
Hakon se había sentado en el suelo con un caballo tallado en madera jugando a trotar, así que ambos sonreímos observando a nuestro hijo soñar.
-¿Donde quiere cenar mi preciosa esposa hoy? -pregunté besando su mejilla antes de acercarme al enano y elevarlo por los aires subiéndolo sobre mis hombros.
-Vamos a pagar todo eso, creo nos hemos llevado media tienda.
Yo era un pagano, peor sabia que para Ada la navidad era importante.
-¿y si después de la cena nos acercamos a comprar un abeto? Mi mujer me miró confundida -te has adaptado a mis costumbres, a mis fiestas, a mi inmortalidad ¿por que no por una navidad adaptarme yo a vosotros?
Estoy seguro que Hakon disfrutara decorando el árbol y no se...quiero haceros felices, devolveros la mitad de lo que yo siento en este momento.
Es que yo no creía que seria padre nuca y aun no me creo que ...mis ojos brillaban húmedos, asi que los escondí junto a mi rostro en el cuello de mi mujer -te quiero, déjame daros una navidad.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
Mi esposo era la visión más atractiva del mundo, sonreí al mirarlo, aún con mis brazos alrededor de su cuello. Con el rabillo del ojo veía a Hakon entretenido sobre un caballo de madera, lo cual amplió mi sonrisa. -Compraré para mi lo que usted quiera señor Cannif.- Lo miré pícaramente tras su sugerencia de que me comprara ropa interior. Encadené mis dedos en su nuca, acariciandola despacio, mi boca tentando aún a la suya coqueteaba con ella con una sonrisa, hasta encontrarla de nuevo para que mi lengua fuera a su encuentro, llenándonos de calor.
Reí cuando de un solo movimiento alzó a Hakon, colocándolo sobre sus hombros y tiré de su mano para que me acompañara a lo largo del resto de la tienda. Compramos de todo para nuestro bebé y múltiples abrigos para Hakon. Incluí más pijamas para él, zapatos y le rogué a Erlend que llevásemos con nosotros el caballo de madera que le había gustado a nuestro hijo.
Antes de salir y después de tentar su mirada al comprar ropa interior para mi, lo llevé conmigo a la sección de ropa masculina, sugiriendo algunas camisas y abrigos para él. Jugué a comprarle una corbata pero sabía que no le gustaba utilizarlas por lo que negué alegremente devolviéndola a su lugar. -A mi me gustas más sin corbata, y si se puede sin ropa.- Susurré traviesamente en su oído acariciando el contorno de su oreja. Juntos nos acercamos al cajero para pagar todo lo que llevábamos con nosotros.
Mi mirada relucía, me encantaba todo lo que habíamos comprado, Erlend me había ayudado a elegir, al igual que Hakon, quien me iba señalado los diversos pares de zapatitos que debía comprar después de explicarle que papá y yo tendríamos un bebé.
Salíamos de la tienda para cargar las cajas en el carruaje que mi esposo había alquilado, el cochero nos esperaba frente a la misma, así que le indiqué cual sería nuestra siguiente parada. Se trataba de un acogedor restaurante italiano que se encontraba cerca. Amaba la pasta que preparaban allí, Erlend me había llevado en algunas ocasiones y quería que nuestro hijo se diese el gusto de conocerla.
Me quedé mirando el rostro de mi esposo pasmada frente al carruaje cuando escuché que sugería que compráramos un abeto. -Pero… ¿estás seguro?- Sabía que él no compartía mi creencia en la Navidad así que la pregunta me tomó por sorpresa, pero luego escuché su explicación, quería traernos felicidad a mi y a nuestro hijo.
La mirada de mi bello esposo brilló húmeda frente a mis ojos, se apresuró a esconderla en mi cuello dejándome con un nudo en la garganta mientras mis dedos viajaban hacia su pelo, acariciándolo suavemente. Se que él no quería que lo viese llorar, que se tragaba las lágrimas y notar lo feliz que se encontraba por ser padre me llenaba de una emoción infinitamente cálida y dulce, algo difícil de describir con palabras pero muy, muy profunda.
Lo tomé suavemente del mentón para alzar su rostro y mirarlo, contemplando todo lo que podía percibir en esas tempestades. -Te quiero, compremos ese abeto, decorémoslo con muchas luces y tengamos un festejo de Navidad.-
Tiré de él para que entrásemos en el carruaje, Hakon tomó asiento a un lado frente a nosotros y yo me acerqué a los labios de mi esposo una y otra vez con múltiples besos, sonriendo a veces y enrojeciendo al reir entre dientes, notando que nuestro hijo ocasionalmente nos miraba atento aunque afortunadamente también se distraía observando con curiosidad la ciudad por la ventana.
Nos detuvimos frente al restaurante adonde pronto encontramos una mesa al lado de un ventanal, me encantaban las vistas amplias de la ciudad desplegando luces en la noche y mi esposo lo sabía por lo que fue él mismo quien nos guió hasta allí.
Mientras aguardábamos por nuestra orden lo tomé de la mano para acariciarla antes de llevarla a mis labios y besar sus nudillos. -Me encanta la idea de celebrar la Navidad, mañana será Nochebuena, puedo cocinar algo para Hakon…- Mi mirada se tornó algo nostálgica recordando las navidades que junto con mis padres y mi hermano celebraba de niña. -Padre siempre compraba el abeto más grande de todo el vecindario, me ayudaba a trepar en sus ramas y de esa forma colocar la estrella en su punta.- Sonreí lentamente. -Me hubiera gustado que él y madre pudieran verme ahora, contigo y con Hakon… Me gustaría haber conocido a tus padres y a tu hermana…- añadí, aún acariciando sus dedos.
-Quisiera conservar la tradición de la Navidad para nuestros hijos. Te prometo que también los criaremos con las tuyas, quiero que crezcan conociendo todo lo importante sobre mi fe y sobre la tuya y sobre las tradiciones de ambos lados de la familia.-
Reí cuando de un solo movimiento alzó a Hakon, colocándolo sobre sus hombros y tiré de su mano para que me acompañara a lo largo del resto de la tienda. Compramos de todo para nuestro bebé y múltiples abrigos para Hakon. Incluí más pijamas para él, zapatos y le rogué a Erlend que llevásemos con nosotros el caballo de madera que le había gustado a nuestro hijo.
Antes de salir y después de tentar su mirada al comprar ropa interior para mi, lo llevé conmigo a la sección de ropa masculina, sugiriendo algunas camisas y abrigos para él. Jugué a comprarle una corbata pero sabía que no le gustaba utilizarlas por lo que negué alegremente devolviéndola a su lugar. -A mi me gustas más sin corbata, y si se puede sin ropa.- Susurré traviesamente en su oído acariciando el contorno de su oreja. Juntos nos acercamos al cajero para pagar todo lo que llevábamos con nosotros.
Mi mirada relucía, me encantaba todo lo que habíamos comprado, Erlend me había ayudado a elegir, al igual que Hakon, quien me iba señalado los diversos pares de zapatitos que debía comprar después de explicarle que papá y yo tendríamos un bebé.
Salíamos de la tienda para cargar las cajas en el carruaje que mi esposo había alquilado, el cochero nos esperaba frente a la misma, así que le indiqué cual sería nuestra siguiente parada. Se trataba de un acogedor restaurante italiano que se encontraba cerca. Amaba la pasta que preparaban allí, Erlend me había llevado en algunas ocasiones y quería que nuestro hijo se diese el gusto de conocerla.
Me quedé mirando el rostro de mi esposo pasmada frente al carruaje cuando escuché que sugería que compráramos un abeto. -Pero… ¿estás seguro?- Sabía que él no compartía mi creencia en la Navidad así que la pregunta me tomó por sorpresa, pero luego escuché su explicación, quería traernos felicidad a mi y a nuestro hijo.
La mirada de mi bello esposo brilló húmeda frente a mis ojos, se apresuró a esconderla en mi cuello dejándome con un nudo en la garganta mientras mis dedos viajaban hacia su pelo, acariciándolo suavemente. Se que él no quería que lo viese llorar, que se tragaba las lágrimas y notar lo feliz que se encontraba por ser padre me llenaba de una emoción infinitamente cálida y dulce, algo difícil de describir con palabras pero muy, muy profunda.
Lo tomé suavemente del mentón para alzar su rostro y mirarlo, contemplando todo lo que podía percibir en esas tempestades. -Te quiero, compremos ese abeto, decorémoslo con muchas luces y tengamos un festejo de Navidad.-
Tiré de él para que entrásemos en el carruaje, Hakon tomó asiento a un lado frente a nosotros y yo me acerqué a los labios de mi esposo una y otra vez con múltiples besos, sonriendo a veces y enrojeciendo al reir entre dientes, notando que nuestro hijo ocasionalmente nos miraba atento aunque afortunadamente también se distraía observando con curiosidad la ciudad por la ventana.
Nos detuvimos frente al restaurante adonde pronto encontramos una mesa al lado de un ventanal, me encantaban las vistas amplias de la ciudad desplegando luces en la noche y mi esposo lo sabía por lo que fue él mismo quien nos guió hasta allí.
Mientras aguardábamos por nuestra orden lo tomé de la mano para acariciarla antes de llevarla a mis labios y besar sus nudillos. -Me encanta la idea de celebrar la Navidad, mañana será Nochebuena, puedo cocinar algo para Hakon…- Mi mirada se tornó algo nostálgica recordando las navidades que junto con mis padres y mi hermano celebraba de niña. -Padre siempre compraba el abeto más grande de todo el vecindario, me ayudaba a trepar en sus ramas y de esa forma colocar la estrella en su punta.- Sonreí lentamente. -Me hubiera gustado que él y madre pudieran verme ahora, contigo y con Hakon… Me gustaría haber conocido a tus padres y a tu hermana…- añadí, aún acariciando sus dedos.
-Quisiera conservar la tradición de la Navidad para nuestros hijos. Te prometo que también los criaremos con las tuyas, quiero que crezcan conociendo todo lo importante sobre mi fe y sobre la tuya y sobre las tradiciones de ambos lados de la familia.-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: La negativa(privado)(+18)
Felicidad, si algo podía decir que me embargaba aquella noche era justo ese sentimiento. Las calles estaban iluminadas de bellas luces de colores, de flores y las farolas parecían brillar con mucha mas intensidad.
Yo nunca fui participe de aquella festividad cristiana, francamente no la entendía bien. Se celebraba el nacimiento de un dios hecho hombre y que su padre mandó a la tierra para sufrir por su creación.
El dios cristiano era muy complicado de comprender para mi acostumbrado a los dioses nórdicos seres fieros, guerreros con orgullo y honor a raudales, pero...estaba en París y la verdad mi mujer me había regalado algo que jamas pensé podría poseer, un hijo, así que solo quería complacerla, hacerla feliz porque ella era lo mas importante de mi vida.
Nos sentamos en el restaurante, Adaline pidió un plato de pasta para ella, Hakon quería espaguetis, así que no pude evitar reírme viendo como se llenaba la cara de salsa de tomate mientras intentaba sin mucho éxito vencer a los largos gusanos blancos que se le escapaban de los labios.
Ada se los cortó para que nuestro hijo pudiera comérselos mejor, la verdad es que la cosa perdió su gracia pero de un puntapié Ada me aseguró que era malo por reírme de nuestro hijo mientras le limpiaba la boca y el resto de la cara pues llevaba tomate hasta en las orejas.
Aquella noche estaba siendo perfecta, bebía una cerveza mirándolos a ambos disfrutar de su plato, de su agua y de un postre de chocolate que pidió Ada para ambos dos.
No se como fui tan gilipollas la noche que trajo a Hakon, pensé que me quitaría tiempo de ella y que en parte era la sustitución de un hijo que nunca sostuve entre mis brazos, que errado estuve aquella noche y la siguiente.
Hakon era junto al bebe que llevaba en sus entrañas lo mejor que nos había pasado, era la prueba de nuestro amor y la verdad es que oírlo reír, a los dos era un modo de sentirme humano, vivo, por fin tenia una familia, por fin era padre.
Cuando acabaron pagué la cuenta y devolví a mi hijo a su lugar, mis hombros, abrazados caminamos un par de cuadras, allí había una de esas tiendas a pie de calle donde la gente acudía para elegir sus abetos.
-¿cual quiere mi preciosa esposa? Pregunté caminando entre las calles para ver los arboles de distintos tamaños que teníamos.
-Eres consciente de que el lince se va a volver loco trepando -dije riéndome mientras Hakon señalaba un árbol gigante que se veía en el fondo.
-Creo que nuestro vikingo a elegido, y como debía el mas grande -bromeé riéndome mientras sus labios me buscaban hambrientos y nos heredamiento en un beso húmedo y apasionado.
-¿que tal si elegimos también los adornos? -le dije al ver la tristeza de la añoranza fija en sus ojos -se que por mi culpa has perdido mucho, pero no me importa que le compres algo a tu hermano, llevaselo, yo me quedaré con Hakon y te esperaremos para decorar el árbol.
Yo solo quiero que tu y el pequeño seáis felices.
Hakon me interrumpir, había bajado de mis hombros y corría con una estrella en su mano como si fuera una fugaz, seguramente de esas que habría visto muchas veces desde el campamento gitano.
-creo Hakon que una vez la pongamos en el árbol podrás pedir un deseo ¿funciona así no? -le pregunté a mi esposa sonriendo -o habrá deseo hijo que no te conceda, pero tendrás que luchar porque la vida no es fácil y el acero se forja a base de golpes de yunque y martillo, no lo olvides.
Yo nunca fui participe de aquella festividad cristiana, francamente no la entendía bien. Se celebraba el nacimiento de un dios hecho hombre y que su padre mandó a la tierra para sufrir por su creación.
El dios cristiano era muy complicado de comprender para mi acostumbrado a los dioses nórdicos seres fieros, guerreros con orgullo y honor a raudales, pero...estaba en París y la verdad mi mujer me había regalado algo que jamas pensé podría poseer, un hijo, así que solo quería complacerla, hacerla feliz porque ella era lo mas importante de mi vida.
Nos sentamos en el restaurante, Adaline pidió un plato de pasta para ella, Hakon quería espaguetis, así que no pude evitar reírme viendo como se llenaba la cara de salsa de tomate mientras intentaba sin mucho éxito vencer a los largos gusanos blancos que se le escapaban de los labios.
Ada se los cortó para que nuestro hijo pudiera comérselos mejor, la verdad es que la cosa perdió su gracia pero de un puntapié Ada me aseguró que era malo por reírme de nuestro hijo mientras le limpiaba la boca y el resto de la cara pues llevaba tomate hasta en las orejas.
Aquella noche estaba siendo perfecta, bebía una cerveza mirándolos a ambos disfrutar de su plato, de su agua y de un postre de chocolate que pidió Ada para ambos dos.
No se como fui tan gilipollas la noche que trajo a Hakon, pensé que me quitaría tiempo de ella y que en parte era la sustitución de un hijo que nunca sostuve entre mis brazos, que errado estuve aquella noche y la siguiente.
Hakon era junto al bebe que llevaba en sus entrañas lo mejor que nos había pasado, era la prueba de nuestro amor y la verdad es que oírlo reír, a los dos era un modo de sentirme humano, vivo, por fin tenia una familia, por fin era padre.
Cuando acabaron pagué la cuenta y devolví a mi hijo a su lugar, mis hombros, abrazados caminamos un par de cuadras, allí había una de esas tiendas a pie de calle donde la gente acudía para elegir sus abetos.
-¿cual quiere mi preciosa esposa? Pregunté caminando entre las calles para ver los arboles de distintos tamaños que teníamos.
-Eres consciente de que el lince se va a volver loco trepando -dije riéndome mientras Hakon señalaba un árbol gigante que se veía en el fondo.
-Creo que nuestro vikingo a elegido, y como debía el mas grande -bromeé riéndome mientras sus labios me buscaban hambrientos y nos heredamiento en un beso húmedo y apasionado.
-¿que tal si elegimos también los adornos? -le dije al ver la tristeza de la añoranza fija en sus ojos -se que por mi culpa has perdido mucho, pero no me importa que le compres algo a tu hermano, llevaselo, yo me quedaré con Hakon y te esperaremos para decorar el árbol.
Yo solo quiero que tu y el pequeño seáis felices.
Hakon me interrumpir, había bajado de mis hombros y corría con una estrella en su mano como si fuera una fugaz, seguramente de esas que habría visto muchas veces desde el campamento gitano.
-creo Hakon que una vez la pongamos en el árbol podrás pedir un deseo ¿funciona así no? -le pregunté a mi esposa sonriendo -o habrá deseo hijo que no te conceda, pero tendrás que luchar porque la vida no es fácil y el acero se forja a base de golpes de yunque y martillo, no lo olvides.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
La noche transcurría de forma perfecta, Erlend se veía relajado y alegre, con una sonrisa especial que se dibujaba en sus labios iluminando su rostro hasta hacer brillar sus tormentas. Con toda seguridad esa imagen reflejaba la mía propia, ambos nos sentíamos inmensamente felices.
-Es un milagro de Navidad.- dije al detenernos en la tienda de árboles navideños. Aunque él no creyera en la misma, no podía calificar lo acontecido de otra forma. ¿Cómo explicar de lo contrario que ahora cargase una pequeña vida en mi vientre, haciendo posible lo imposible?
Mis labios rozaron los suyos, una de mis manos se deslizó por su cintura, la otra por su cuello hasta enredarse con su pelo negro que me detuve a acariciar despacio. -Deseo tanto que nuestro hijo se parezca a ti. Tanto. Seré feliz cada vez que lo mire y pueda descubrir algo nuevo de ti en él.-
Fusionamos nuestras bocas, hambrientos del otro y dichosos. Me gustaba sentir a mi esposo así, más cerca de mi que nunca. Si se pudiera describir de alguna manera lo que sentíamos la única palabra que calzaría sería plenitud. Me sentía plena con mi esposo, con nuestro niño y con nuestro futuro bebé, y la aceptación que veía en Erlend al cargar a Hakon sobre sus hombros y al dirigirse a él volvía a hacer relucir lágrimas en mis ojos.
Tiré de su mano riendo, Hakon había señalado el pino que llevaríamos a casa por lo que Erlend se detuvo a pagar por el y yo aproveché para escoger las luces de colores con mi niño. Lo único que me dejó pensativa fue su mención de Gael. Por un momento no supe que decir, recordé nuevamente las navidades pasadas, e inevitablemente su imagen acudió en los retazos de recuerdos que se pasearon en mi memoria. -Sé que debo verlo, pero será hasta el nuevo año… A ninguno de los dos nos haría bien reencontrarnos en Navidad, créeme cuando te lo digo.- No podía ir y causar una explosión con mi presencia, y eso era lo que iba a suceder si nos reuníamos. No, no era ahora el momento en que debía suceder.
Pronto regresamos a casa, cargados de una montaña de paquetes, tantos que tuvimos que ir y venir del carruaje un par de veces.
Entre Erlend y el cochero descargaron el enorme árbol y yo me encargué de señalarles en que parte del salón lo quería colocado antes de ir a buscar a Whiskers, alzarlo en mis brazos, enseñarle el árbol e indicarle muy seria que solo podía verlo no tocarlo.
Las cajas cayeron sobre el suelo y tanto Hakon como yo rebosamos entusiasmo al decorarlo. También compramos esferas doradas y unos pequeños ángeles de cristal que fuimos colgando con ilusión en el extremo de cada una de las ramas siguiendo el camino que Erlend dejaba al ir entretejiendo las luces en ellas.
-Solo falta la estrella.- dije, señalándosela a Hakon. -Eres tú quien debe ponerla y de hecho bien podríamos los tres pedir un deseo ¿no crees Erlend?- Escuché la risa infantil al ser alzado por los grandes y fuertes brazos de mi marido. -A la cuenta de tres pones la estrella y pedimos el deseo. Uno… dos… ¡tres!-
Las luces de colores iluminaron el salón en el momento en el que la estrella se irguió resplandeciente en la punta, y al mirar a mis dos hombres mi deseo fue uno solo. Tan solo uno que anhelé con todas mis fuerzas. Que todo fuese bien con mi embarazo y que la próxima Navidad nuestro bebé nos acompañase a los tres.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: La negativa(privado)(+18)
Entre los tres fuimos decorando el árbol con las luces y las bolas de colores plata. Para mi, un pagano aquella fiesta no tenia mas significado que ver a mi esposa y a mi hijo reír felices, compartir juntos un pequeño momento de paz, a fin de cuentas si era a su dios o a los míos a los que tenia que agradecer que se hubiera obrado el milagro poco me importaba.
Mi hijo crecía fuerte en sus entrañas, nada deseaba mas que naciera sano, un vikingo que algún día seguiría mis pasos, eso y que mi esposa no desfalleciera en el parto era mi petición a la estrella y también a Freya.
Alcé a Hakon por los aires, sujetaba en sus oscuras manos la estrella, reía sin parar intentando acertar la punta para colocarla mientras pataleaba porque a veces le hacia cosquillas.
Bajo y corrió al regazo de su madre para ver como el árbol brillaba en tonos blanquecinos, resplandecía ante nuestros ojos como si una fina lluvia estuviera cayendo y miles de luciérnagas sobrevolaran sus puntas.
La imagen era idílica, como perfecta era mi familia.
Tomé asiento tras mi esposa en el suelo, dejando que se hundiera entre mis piernas y sirviendole de respaldo.
Los naranjas haces de luz de las llamas lamían nuestra piel, brillaban en nuestras miradas y nos calentaban.
Nuestro montes daba saltos alrededor del árbol intentando cazar las bolas, de poco o nada había servido que mi esposa le dejara claro que no se tocaba, algo que me hacia reír porque Ada fruncía el ceño y el gato corría por todos lados.
-Te quiero -susurré en su oído -ese trabajo diferente cambió mi vida para siempre y doy gracias a Freya de que te pudiera en mi camino porque sin ti mi vida estaría abocada a la oscuridad, sentía el aliento de Hela acompañar mis pasos, solo Hel para mi hubiera quedado.
Nuestras manos enlazadas delataban cuanto nos amábamos, daba igual las dificultades que hubiéramos tenido que enfrentar, mil veces lucharía contra todo si al final del día, su boca me acogía, sus piernas se convertían en refugio y sus brazos en mi único hogar.
Vida era lo que anidaba en su vientre, suya y mía, fruto de un amor irrompible.
Besé su cuello ,deslizando por allí mi boca hambrienta de ella, mordí el lóbulo de su oreja calentando su cuerpo que aun sujetaba a Hakon en su regazo.
-¿Y si acostamos a Hakon? -susurré deslizando mi mano por debajo de su corseé. Mi respiración agitada mecía su cabello, era un vikingo, no me importaba hacerlo delante de mi hijo, pero sabia que ella era mas pudorosa en ese aspecto.
Por encima del hombro nuestros labios se encontraron en un beso húmedo, pasional y prolongado.
Nuestras lenguas como huracanes danzaban enredadas ,envolviéndose hambrientas del sabor del otro.
-Te deseo, siempre te he deseado.
Mi hijo crecía fuerte en sus entrañas, nada deseaba mas que naciera sano, un vikingo que algún día seguiría mis pasos, eso y que mi esposa no desfalleciera en el parto era mi petición a la estrella y también a Freya.
Alcé a Hakon por los aires, sujetaba en sus oscuras manos la estrella, reía sin parar intentando acertar la punta para colocarla mientras pataleaba porque a veces le hacia cosquillas.
Bajo y corrió al regazo de su madre para ver como el árbol brillaba en tonos blanquecinos, resplandecía ante nuestros ojos como si una fina lluvia estuviera cayendo y miles de luciérnagas sobrevolaran sus puntas.
La imagen era idílica, como perfecta era mi familia.
Tomé asiento tras mi esposa en el suelo, dejando que se hundiera entre mis piernas y sirviendole de respaldo.
Los naranjas haces de luz de las llamas lamían nuestra piel, brillaban en nuestras miradas y nos calentaban.
Nuestro montes daba saltos alrededor del árbol intentando cazar las bolas, de poco o nada había servido que mi esposa le dejara claro que no se tocaba, algo que me hacia reír porque Ada fruncía el ceño y el gato corría por todos lados.
-Te quiero -susurré en su oído -ese trabajo diferente cambió mi vida para siempre y doy gracias a Freya de que te pudiera en mi camino porque sin ti mi vida estaría abocada a la oscuridad, sentía el aliento de Hela acompañar mis pasos, solo Hel para mi hubiera quedado.
Nuestras manos enlazadas delataban cuanto nos amábamos, daba igual las dificultades que hubiéramos tenido que enfrentar, mil veces lucharía contra todo si al final del día, su boca me acogía, sus piernas se convertían en refugio y sus brazos en mi único hogar.
Vida era lo que anidaba en su vientre, suya y mía, fruto de un amor irrompible.
Besé su cuello ,deslizando por allí mi boca hambrienta de ella, mordí el lóbulo de su oreja calentando su cuerpo que aun sujetaba a Hakon en su regazo.
-¿Y si acostamos a Hakon? -susurré deslizando mi mano por debajo de su corseé. Mi respiración agitada mecía su cabello, era un vikingo, no me importaba hacerlo delante de mi hijo, pero sabia que ella era mas pudorosa en ese aspecto.
Por encima del hombro nuestros labios se encontraron en un beso húmedo, pasional y prolongado.
Nuestras lenguas como huracanes danzaban enredadas ,envolviéndose hambrientas del sabor del otro.
-Te deseo, siempre te he deseado.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
La noche había resultado perfecta. Sentada en el suelo observaba el brillo en los ojos de nuestro niño que se encargaba de imitarme regañando a Whiskers cuando su fascinación por el árbol le inducía a poner en peligro la decoración del mismo.
Erlend tomó asiento detrás mío por lo que una sonrisa iluminó mi semblante. Me apoyé contra su pecho, mi cuerpo ganaba calor por su cercanía mientras entrelazábamos nuestras manos. -Nunca dejaré de dar gracias porque aceptases ese trabajo…- Rememoré esa noche, la estrella que brillaba en nuestro árbol me parecía muy hermosa y me hacía recordar el fulgor de plata de la nuestra, aquella que me concedió el deseo que pedí esa noche sobre las rocas, rogándole que calmara mi anhelo y me enviase un amante que colmara mi ser.
-Las estrellas si cumplen deseos…- murmuré, tomando una de sus manos para que abrazara mi cuerpo mientras ladeaba mi cuello al sentir como sus labios trazaban un lento camino de besos. -La estrella del cazador cumplió exactamente mi deseo de conocerte… esa noche pedí que aparecieras… mi amante … mi deseo… mi amor, me dio todo lo que pedí y mucho más.-
Suspiré cuando una de sus manos se abrió paso debajo de mi corsé, deslizándose suavemente, creando una caricia maravillosa que me erizó la piel. Asentí cuando sugirió llevar a Hakon a dormir, antes de recibir su lengua entre mis labios. Me dediqué a rozar su lengua, fundiendo nuestras distintas temperaturas, fría y cálida, aumentaban el fuego que despertaba mi cuerpo, enrojeciéndome la piel.
-A dormir.- Me eché a reir cuando separamos apenas nuestros rostros y atiné a enunciar las palabras. Por supuesto, no me refería a él si no a mi pequeño. Se había dormido en mi regazo por lo que me puse de pie, mirando a mi marido con una sonrisa que indicaba lo mucho que significaba para mi esta noche y lo afortunada que me sentía al tenerle conmigo. La sonrisa se ensanchó en mis labios llegando hasta mi mirada para otorgarle un brillo especial.
-Espérame aquí, no te vayas a mover.- Advertí muy enfática, lo quería allí, para mi. Cargué a Hakon que apoyó de inmediato su pequeña cabeza en mi pecho y me dirigí con él a su habitación.
Lo coloqué suavemente sobre el colchón, nuestro pequeño gato montés nos había seguido y se colaba sobre el lecho para hacerle compañía. Mis dedos retiraron algunos mechones de pelo de su frente, seguía profundamente dormido. Le quité los zapatos y me aseguré de que quedara bien cubierto con la frazada antes de besar su frente y dejar una pequeña luz encendida por si despertaba a mitad de la noche.
Salí sigilosamente para regresar al salón con mi esposo. -¿Qué me decía señor Cannif?- Me dejé caer frente a él, sin despegar un instante mi mirada de sus oscuras tormentas.
Me acerqué para abrir su camisa, ansiosa de desprender la tela de su cuerpo y de acariciar cada centímetro de piel. -Te quiero.- Mi respiración se aceleró por su cercanía, sin pensarlo atrapé sus labios en un beso que con rapidez se tornó voraz.
Ansiosa de él me dediqué a saquearle la boca, llevando sus manos sobre mi ropa, sintiendo nuestras lenguas danzar mientras ansiaba a mi esposo, su cuerpo, el tacto de su piel, compartir con él cada caricia que eternizara esta noche.
-Te deseo… No quiero que nunca dejes de quererme o de desearme… sin importar cuanto tiempo pase… Te deseo con la misma fuerza que despertaste en la playa cuando te vi por primera vez. No podía ni siquiera atreverme soñar que llegases a ser mío y ahora te siento tan mío min doom, te quiero tanto.-
Cerré mis ojos acariciando su nariz con mis labios antes de alcanzar de nuevo su boca. A su lado cada sensación siempre fue poderosa, inigualable, más real que ninguna otra cosa en mi vida. Erlend siempre logró que mi corazón latiera con fuerza, sus tempestades sacudían mi alma y sus caricias alimentaban mi amor. -Te quiero… eres mi razón de ser, mi amor por toda la eternidad.-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: La negativa(privado)(+18)
Ladeé la sonrisa al ver como mi esposa relamiéndose los labios, aun con mis sabor sobre ellos, alzó a Hakon de su regazo adormilado.
El pequeño se cogía a su cuello despidiéndose de mi con su manita, enredado en sus infinito pelo azabache, sonreí complacido al verlos, eran mi vida, ellos daban sentido a un mundo que un día para mi fue muy oscuro.
Le guiñe el ojo a Hakon antes de que de nuevo sus ojos se cerraran aferrándose a su madre, a la mujer que amaba y que pronto me haría nuevamente padre.
Mi esposa se giró para pedirme con una picara sonrisa que no me moviera de allí lo que me hizo reír con un gesto de que nada podría moverme de enfrente de ese árbol.
No tardó demasiado en regresar a mi lado, se dejo caer entre mis brazos, nuestras bocas se pegaron ansiosas, dibujándose en un beso que empezó a ser rudo, mi lengua se abrió paso entre sus labios, gruñí jadeando, arrasando su lengua como un tornado.
Sus manso abrian mi camisa, las mías se deslizaban raudas por encima de sus ropas mientras seguíamos besándonos.
Le saqué la camisola por la cabeza, instante que aprovechamos para tomar aire antes de que nuestras bocas se encontraran de nuevo devorándose, mordiendo nuestros belfos húmedos de la saliva del encuentro.
-Te quiero -susurré empujando con mi cuerpo el ajeno hasta que esta quedo tumbada sobre un lecho de alfombra con su pelo entendido en forma de abanico sobre esta.
Deslicé mis dedos por su precioso rostro, sobre nuestras cabezas la estrella que guió a los reyes de oriente ¿me habría guiado también a mi la estrella del cazador hasta ella?
-No te imaginas como has cambiado mi vida. Tu deseo me llevó hasta ti, pero con el, tu me salvaste de un mundo plagado de oscuridad, yo convivía con demonios a diario, me gritaban, me arrastraban a un abismo tan oscuro que no encontraba el modo de salir.
Solo en el sexo fugaz, en el alcohol y en la muerte encontraba un poco de silencio y de paz...¿sabes hace cuanto no necesito nada de eso? Tu me has convertido en un hombre mejor, me has cambiado Adaline Cannif y ahora me vas a volver a convertir en padre somos una familia, gracias, gracias por formar parte de mi vida, quiero una eternidad contigo, yo te necesito.
Despacio fui desnudandola, mis ojos rojos como las mismas brasas centelleaban deslizándose por su tersa piel, mi boca marcaba el sendero de sus piernas sin poder dejar de contemplar tanta belleza.
-Quiero beber de ti -susurré ascendiendo por sus muslos mientras esta alzaba la cabeza para mirarme con los ojos oscurecidos.
Abrió mas sus piernas, su centro abierto ofrecido acogió mi lengua mientras un gemido escapaba de sus labios y sus dedos se aferraban a mi pelo.
Surqué su rio plagado de elixir, me embebí de sus claras aguas, jugando con la pequeña roca que sobresalía de ellas mientras mi mujer temblaba de placer bailando contra mi boca, vaivén de caderas que me enloqueció, tire de su boton con mis labios jadeando contra su humedad.
-Me excitas muchísimo Ada
El pequeño se cogía a su cuello despidiéndose de mi con su manita, enredado en sus infinito pelo azabache, sonreí complacido al verlos, eran mi vida, ellos daban sentido a un mundo que un día para mi fue muy oscuro.
Le guiñe el ojo a Hakon antes de que de nuevo sus ojos se cerraran aferrándose a su madre, a la mujer que amaba y que pronto me haría nuevamente padre.
Mi esposa se giró para pedirme con una picara sonrisa que no me moviera de allí lo que me hizo reír con un gesto de que nada podría moverme de enfrente de ese árbol.
No tardó demasiado en regresar a mi lado, se dejo caer entre mis brazos, nuestras bocas se pegaron ansiosas, dibujándose en un beso que empezó a ser rudo, mi lengua se abrió paso entre sus labios, gruñí jadeando, arrasando su lengua como un tornado.
Sus manso abrian mi camisa, las mías se deslizaban raudas por encima de sus ropas mientras seguíamos besándonos.
Le saqué la camisola por la cabeza, instante que aprovechamos para tomar aire antes de que nuestras bocas se encontraran de nuevo devorándose, mordiendo nuestros belfos húmedos de la saliva del encuentro.
-Te quiero -susurré empujando con mi cuerpo el ajeno hasta que esta quedo tumbada sobre un lecho de alfombra con su pelo entendido en forma de abanico sobre esta.
Deslicé mis dedos por su precioso rostro, sobre nuestras cabezas la estrella que guió a los reyes de oriente ¿me habría guiado también a mi la estrella del cazador hasta ella?
-No te imaginas como has cambiado mi vida. Tu deseo me llevó hasta ti, pero con el, tu me salvaste de un mundo plagado de oscuridad, yo convivía con demonios a diario, me gritaban, me arrastraban a un abismo tan oscuro que no encontraba el modo de salir.
Solo en el sexo fugaz, en el alcohol y en la muerte encontraba un poco de silencio y de paz...¿sabes hace cuanto no necesito nada de eso? Tu me has convertido en un hombre mejor, me has cambiado Adaline Cannif y ahora me vas a volver a convertir en padre somos una familia, gracias, gracias por formar parte de mi vida, quiero una eternidad contigo, yo te necesito.
Despacio fui desnudandola, mis ojos rojos como las mismas brasas centelleaban deslizándose por su tersa piel, mi boca marcaba el sendero de sus piernas sin poder dejar de contemplar tanta belleza.
-Quiero beber de ti -susurré ascendiendo por sus muslos mientras esta alzaba la cabeza para mirarme con los ojos oscurecidos.
Abrió mas sus piernas, su centro abierto ofrecido acogió mi lengua mientras un gemido escapaba de sus labios y sus dedos se aferraban a mi pelo.
Surqué su rio plagado de elixir, me embebí de sus claras aguas, jugando con la pequeña roca que sobresalía de ellas mientras mi mujer temblaba de placer bailando contra mi boca, vaivén de caderas que me enloqueció, tire de su boton con mis labios jadeando contra su humedad.
-Me excitas muchísimo Ada
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
Los gruñidos de Erlend eran música para mis oídos, cerré los ojos invitando a las sensaciones que él me prodigaba, tomándole las manos para que llenara con ellas mis colinas, sintiéndolo masajearlas con destreza. Firmes, turgentes, cálidas, respondían a sus atenciones endureciéndose, provocándome las yemas de sus dedos miles de corrientes eléctricas que desembocaban en suaves gemidos que entraban en su boca, mientras me dedicaba a deleitarme con los labios y la lengua de mi marido, jadeando a pasos agigantados, compartiendo la misma humedad que acuciaba nuestra pasión, para degustar su excitante y exquisito sabor.
No había nada ni nadie que deseara más que a él, mi deseo ardía como nunca, deseosa de tocarlo y de sentirlo todo.
Apenas me separé de él para que sacara mi camisola por mi cabeza, mis ojos brillantes lo observaron unos segundos bajo las luces de la estancia, mi alma estremeciéndose al notar la forma en que me miraba. Me hacía sentir hermosa, única, y eso es lo que quería ser, ser todo para él, ser su luz como él era la mía, darle el cobijo que mi piel pudiera brindarle, que navegara por siempre en mi feminidad húmeda y que anclara su hogar entre mis piernas una y otra vez, para toda una eternidad.
Mi cuerpo regresó de inmediato al suyo, mis dedos ansiosos deslizándose por su espalda, prodigándole caricias que al volverse mutuas nos incendiaban el cuerpo. Mi respiración se agitaba cada vez más, destacando el ritmo acelerado, mi piel enrojecida, mi pulso disparado y mis pezones de un rosa intenso necesitados de su boca, deseosos de que bebiera de ellos.
Mi espalda se arqueó para sentir como sus labios y sus dientes arrasaban, llenándome de una oleada de placer que me hizo gemir profundamente. Cerré mis ojos y eché mi cabeza hacia atrás, disfrutando de cada segundo que nos regalábamos el uno al otro. Hundía mis dedos en su pelo para acariciarlo y perderme en sus hebras, sintiendo su aliento estrellarse contra el mojado rastro con la que su lengua torturaba mis pezones.
Jadeante me dejé caer con él sobre la alfombra. Mirándolo a escasa distancia, bajo las luces del árbol, hundiéndome en esa mirada que había visto todo en más de mil años no pude evitar amarlo por haberme escogido a mi.
Escuché sus palabras y estas significaron un mundo, después de enfrentarnos a cada obstáculo del camino, de probar nuestro amor al vencerlos. Sé, sabía sin duda alguna que cuando le conocí no se suponía que fuera yo, no se suponía que fuera para mi, pero él marco el antes y el después, nunca hubiera podido renunciar a él.
-Te quiero.- Mis dedos buscaron su rostro, le atrajeron de vuelta para devorarle los labios, deseosa de que se olvidara de todo, del mundo que nos rodeaba, que únicamente pensara en mí, convertirme en lo único para él en ese momento nuestro. -Te quiero, te quiero para mi, conmigo, siempre mío.-
Lo tocaba, lo quería, de forma anhelante, posesiva, lo amaba aún más por ser como había sido esta noche, por su aceptación, por el hogar que encontraba en él, por la familia que ahora gracias a él éramos.
Vi sus ojos rojos encendidos al irme retirando el resto de la ropa y abrí mis piernas a medida que sus labios recorrían mis muslos, temblando por completo y sin remedio cuando se instaló con su aliento gélido acariciando mi monte de venus que palpitó desaforado calentándose para él.
Mis caderas se levantaron, mi corazón latió con fuerza, el deseo que me provocaba iba más allá de lo físico, otra vez me tocaba en lo más profundo, adonde anidaban todos mis sentimientos.
Sentí sus labios en mi centro y me perdí por completo, atrayéndolo con mis manos para que continuara con ese enloquecedor beso, sintiéndome morir cuando su lengua me acarició deslizándose entre mis labios. Me estremecí, la sangre en mis venas creció como una tórrida marejada en medio de mis piernas que corrió a una velocidad vertiginosa para desembocar en su paladar.
Me contorsioné bajo su boca, candente y lujuriosa me enloquecía. Mis latidos galoparon incontenidos, desaforados, en una carrera que murió contra mis dedos que ahora le acompañaron para jugar con mi botón, mi vulva hinchada invitándolo en muda súplica incluso antes de que las palabras ahogadas salieran de mis labios. - Muérdeme… muérdeme Erlend... por favor…-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: La negativa(privado)(+18)
Ardía de deseo, de amor, de necesidad, sus labios engrosados contra mi boca, la sangre fluía por ellos desaforada. El calor entre sus piernas, mis ojos rojos como brasas, sus dedos enredados en los mechones de mi pelo, jadeé fuera de mi cuando sus caderas me buscaron danzando. Nos miramos fijamente unos instantes, ella me pidió que la mordiera, mis dientes crecieron desorbitadamente, gruñí preso de la necesidad, ella suplicaba excitada, al borde del abismo, de correrse contra mi boca.
-¡No puedo! -rugí apartando mis labios de su zona baja -te haré daño, estas embarazada -susurré gateando por su piel.
Pude ver como de amor y ternura se tildaban sus ojos, como si en parte le complaciera que cuidará así de ella.
La embestí con fuerza, gruñí sintiendo como sus paredes ya empapadas para mi se dilataban, su espalda se arqueó al tiempo que nuestros pechos friccionaron encendidos, presos del perlado sudor de ambos.
Nuestras bocas chocaron hambrientas, mi lengua se adentró en la cueva ajena, devorándola, paladeando el sabor de mi mujer. Desde que la conocí me embriagué de su boca, de su olor, de su sangre, del roce de su piel desnuda sobre la mía, amaba cada trazo del mapa que su cuerpo formaba, yo nunca tuve un hogar hasta ella, hoy me daba una familia y yo no podía estar mas agradecido.
-Si te hago dañó dímelo -susurré posando mi frente en la ajea, rugiendo cada vez que entraba mas dentro, conquistando sus fronteras, golpeando el portón con el ariete hasta vencer el rastrillo, entrar conquistar y saquear todo con mi verga dura.
Su cuerpo era un templo, lo adoraba como a mis dioses norteños, al unisono ambos explotamos en éxtasis, afianzando nuestras manos enredadas, acariciándose como lo hacían las agitadas respiraciones que goleaban nuestros húmedos labios.
Ella sonrío con picardía, mi nariz frotó la ajena en un cómplice gesto sintiéndome aun dentro.
-Eres mi lugar preferido en el mundo, aquí dentro de tu piernas -apunté haciéndola reír y volver a besarme esta vez mas despacio.
Me hice a un lado para no aplastarla y tiré de mi mujer para que se tumbará conmigo, las pieles cubrieron su piel desnuda lamida por las llamas, la yema de mi dedo dibujó el contorno de su rostro perdiéndose en las montañas de sus labios.
-Gracias -susurré antes de volver a tomarlos lamiendo su inferior con mi lengua.
Nos besamos durante horas, mirándonos a los ojos, acariciándonos, hablando de todo y nada y con las primeras luches del alba que no atravesaron los portones que mi esposa había cerrado a cal y canto para que la luz no me alcanzara, cansado sucumbí al sueño.
Adá hizo ademan de alzarse, peor yo tiré de ella casi en una suplica silenciosa, un no te vayas pese a que bien sabía que lo haría, Hakon, nuestro hijo, no tardaría en despertarse.
-¡No puedo! -rugí apartando mis labios de su zona baja -te haré daño, estas embarazada -susurré gateando por su piel.
Pude ver como de amor y ternura se tildaban sus ojos, como si en parte le complaciera que cuidará así de ella.
La embestí con fuerza, gruñí sintiendo como sus paredes ya empapadas para mi se dilataban, su espalda se arqueó al tiempo que nuestros pechos friccionaron encendidos, presos del perlado sudor de ambos.
Nuestras bocas chocaron hambrientas, mi lengua se adentró en la cueva ajena, devorándola, paladeando el sabor de mi mujer. Desde que la conocí me embriagué de su boca, de su olor, de su sangre, del roce de su piel desnuda sobre la mía, amaba cada trazo del mapa que su cuerpo formaba, yo nunca tuve un hogar hasta ella, hoy me daba una familia y yo no podía estar mas agradecido.
-Si te hago dañó dímelo -susurré posando mi frente en la ajea, rugiendo cada vez que entraba mas dentro, conquistando sus fronteras, golpeando el portón con el ariete hasta vencer el rastrillo, entrar conquistar y saquear todo con mi verga dura.
Su cuerpo era un templo, lo adoraba como a mis dioses norteños, al unisono ambos explotamos en éxtasis, afianzando nuestras manos enredadas, acariciándose como lo hacían las agitadas respiraciones que goleaban nuestros húmedos labios.
Ella sonrío con picardía, mi nariz frotó la ajena en un cómplice gesto sintiéndome aun dentro.
-Eres mi lugar preferido en el mundo, aquí dentro de tu piernas -apunté haciéndola reír y volver a besarme esta vez mas despacio.
Me hice a un lado para no aplastarla y tiré de mi mujer para que se tumbará conmigo, las pieles cubrieron su piel desnuda lamida por las llamas, la yema de mi dedo dibujó el contorno de su rostro perdiéndose en las montañas de sus labios.
-Gracias -susurré antes de volver a tomarlos lamiendo su inferior con mi lengua.
Nos besamos durante horas, mirándonos a los ojos, acariciándonos, hablando de todo y nada y con las primeras luches del alba que no atravesaron los portones que mi esposa había cerrado a cal y canto para que la luz no me alcanzara, cansado sucumbí al sueño.
Adá hizo ademan de alzarse, peor yo tiré de ella casi en una suplica silenciosa, un no te vayas pese a que bien sabía que lo haría, Hakon, nuestro hijo, no tardaría en despertarse.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
La nochebuena culminó de forma maravillosa, sumergida en ese mundo de perfecta felicidad que mi esposo había construido para nosotros, mi cuerpo contrayéndose aún y mis labios entreabriéndose para que entrase el aire en ellos, me costó algún tiempo recuperarme del todo al descansar en su piel, no había cielo más placentero ni amor más fuerte que él que esa noche volvió a manifestarse entre los dos.
Una semana transcurrió de prisa, una que nos trajo el nuevo año para comenzar a creernos del todo la bendita y extraordinaria noticia dada en el hospital, mis pardos iluminándose de forma especial cada vez que él me acariciaba el vientre y podía notar el amor que sus dedos irradiaban en ese gesto, el orgullo por aquel hijo que había de venir.
Mis hijos no podrían tener mejor padre que tú, le repetía al acariciar sus hermosas hebras oscuras, él acostado a la par mía, con su mejilla rozando mi vientre, y nuestro perfecto niño dormido prematuramente a un lado en nuestro lecho, permanecíamos así en unos momentos en los que no quería ni moverme, deleitándome tan solo con escucharles respirar, me sentía la mujer más afortunada del planeta.
Hakon resultaba ser un niño sano y vivaz, que aparte de entretenerse jugando también se acercaba en ocasiones para hacerme algunas preguntas que me demostraban su inteligencia y sus deseos de aprender. Se me ocurrió que sería una buena idea que ambos estudiásemos el noruego juntos, puesto que yo iba avanzando y constituía una forma perfecta de practicarlo durante el día. Ambos nos echábamos a reír cuando la pronunciación nos ganaba, desconcertándonos a los dos, para luego empeñarnos en hacerlo bien y así planeamos ir sorprendiendo a Erlend en cuanto se nos presentara la oportunidad.
También le iba enseñando algunas letras a mi niño que curioso miraba como bordaba Ubbe Cannif en las pequeñas piezas de ropa de niño y Synnove Cannif en las de niña, preguntándome por qué eran dos nombres diferentes, así que me detenía en mi quehacer, lo tomaba de debajo de los hombros para subirlo en mi regazo y explicarle a ese rostro que me miraba con esos enormes ojazos que aún no conocía si tendría un hermanito o una hermanita, antes de terminar haciéndole cosquillas y escuchar como su contagiosa risa infantil inundaba el salón.
Una noche más había llegado y mi pequeño ya dormía profundamente en su habitación, Erlend se encontraba afuera de casa, situación que aproveché para pedirle que me trajera una lista de antojos que no dejaban de acuciarme. Quería de todo, quería dulce, quería salado, quería mezclar las dos cosas, algunas que ni combinaban entre sí pero que me hacían la boca agua.
Aunque en ese momento, mientras me mordía el labio algo distraída, era el pensamiento de mi marido el que atraía esa reacción a mi boca, secándomela por momentos. No sé si era común que soñara despierta con mi esposo, o si era normal que le pensara de esta forma.
Lo más probable es que mi esposo constituyese una obsesión en la que me daba indulgencia cerrando los ojos, recordando su imagen cada vez que lo despertaba por las noches, como mis dedos se deslizaban por la curva de su labio superior, siguiendo el contorno del mismo antes de repasar el relieve del inferior, perdida en la sensualidad de su boca, temblando al pensar como me derretía con ella… prendada del dios nórdico que me afectaba de mil maneras sin siquiera abrir aún los ojos.
Me puse de pie para observarme en el espejo, pasando mi mano por mi vientre, imágenes nuestras acaparaban mi mente, deleitándome con como notaba una pequeña curvatura que confirmaba los inicios de mi embarazo, incluso me pareció que mis pechos estaban más redondeados, ¿estaban más grandes? Los observé preguntándome si a Erlend le gustarían.
Me imaginé sus labios en la base de mi garganta, su lengua paseando por su declive, mi cuerpo temblando mientras su aliento cubría el húmedo rastro que iba dejando. Ni siquiera tenía que hacer mucho para provocar mi excitación…
¿Y si no le gustaban mis pechos? Las hormonas del embarazo comenzaban a cambiar mi estado de ánimo haciéndolo fluctuar sin que yo misma me percatara de ello, ahora comenzaba a reptar una angustia de la que quise despojarme enseguida, así que decidí distraerme ordenando nuestro dormitorio.
Alcé una de las camisas de Erlend que aparentemente había caído detrás de un sillón sin que ninguno de los dos se percatara. La alcé preguntándome cuanto tiempo llevaría allí, al sostenerla y sacudirla un poco una nota cayó del bolsillo sorprendiéndome. La alcé con curiosidad y abrí el papel doblado para toparme de improviso con que se trataba de unas líneas de despedida que le había escrito su antigua prometida. Me quedé de una pieza al descubrirlo, paralizada, incapaz de moverme repasaba las líneas una y otra vez.
No sabía que ella le había escrito… no sabía de esta nota. Me dirigí a la cocina con los ojos llorosos buscando algo de comer mientras me preguntaba por qué él no me comentó nada sobre la carta.
Me derrumbé sobre la silla procurando llevarme la cuchara a la boca pero la dejé caer y me eché a llorar presa de mis hormonas, secándome los ojos con rapidez cuando escuché ruidos provenientes de afuera.
Permanecí en silencio escuchando el familiar rechinido de la puerta de enfrente, esa puerta necesitaba aceite. ¿Por qué pensaba en eso ahora? Si lo que quería era echarme a llorar de nuevo. ¿Y si dejaba de gustarle a Erlend? ¿Había elegido bien al elegirme a mi?
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: La negativa(privado)(+18)
El nuevo año nos había traído una felicidad absoluta, contemplaba a mi mujer jugar con Hakon absorto, no solo en su belleza que era evidente la tenia, si no en como lo hacía reír, en como lo cuidaba y arropaba entre sus brazos.
Cuando era humano me robaron el poder ser padre, el vivir estos instantes y ahora me regocijaba de por fin contemplar un hogar con risas infantiles.
Ada bordaba prendas de ropa para nuestro hijo con los nombres elegidos mientras yo hacía la cuna, ambos nos mirábamos cómplices pues los dos esperábamos el instante con dicha.
Hakon era un niño vivaz, inseparable de esa espada de madera que le hice, jugaba a ser un vikingo, decía que quería ser como su padre y eso me llenaba de dicha porque aunque en un principio me mostré reacio a adoptarlo, ahora mismo ese niño era tan Cannif como el que crecía en las entrañas de Adaline. Habíamos empezado los tramites de adopción y en breve tendría mi apellido.
Cuando el pequeño dormía nos colmábamos de besos, caricias, mi esposa me deseaba como nunca antes lo había sentido y yo admiraba ese cuerpo lleno de curvas que me enloquecía.
Temía dañarla, por eso que estaba seguro ella había notado que me frenaba mas, peor lejos de ser falta de deseo era una mor hacía ella inmenso. Yo temía morderle y hacerle daño, ella necesitaba energía para sacar adelante a mi hijo y no pensaba robarle ni una gota mientras estuviera en estado.
Ella lo suplicaba, mis explicaciones le resultaban excusas y mas de una vez me preguntó si la deseaba, mi respuesta fue clara “mas que nunca”
Los antojos habían pasado a formar parte de nuestro día a día, yo me reía porque comía por tres en vez de por dos y sin dudarlo le traía todo aquello que me pedía por absurdo que pudiera resultar, nada era demasiado si se trataba de complacerla, de hacerla feliz como ella me había hecho a mi.
Aquella noche salí a alimentarme, tras ello tenía que pasar por la taberna, se le habían antojado unas olivas, así que ya de paso compraría algo de hidromiel para tener en casa.
Mis salidas eran breves, quería volver cuanto antes a casa con mi mujer, mi hijo Hakon y mi bebe no nato, así que me limitaba a salir para hacer lo estrictamente necesario.
De vez en cuando hacía algún trabajo esporádico para Assur me pagaba bien y me permitía pasar mas tiempo con mi mujer, nuestro ritmo de vida ahora era mayor, los gastos se habían disparado, así que de no trabajar para el ancestral vampiro hubiera tenido que pasar demasiado tiempo fuera de casa y eso era algo que mi esposa y yo no queríamos.
Assur me habló de darnos una mansión en mejores condiciones, que los niños tenían que ir a buenos colegios, pero conocía a los Black, no eran hermanos de la caridad y tarde o temprano se cobraban sus deudas así que me negué en rotundo, las ruinas eran nuestro hogar, uno francamente perfecto para mi familia y aunque el norte era lo que mas me llamaba, esto era lo mas parecido a esa porción de tierra que llevaba en mi corazón.
A mi vuelta aquella noche me encontré a Ada hecha un mar de lagrimas, sujetaba una nota y elevó la mirada nada mas entré por la puerta, en un principio no caí, corrí hacía ella arrodillándome entre sus piernas preocupado por si algo le había pasado a ella o a nuestro hijo, pregunté apoyando mi frente en la ajena.
-¿estas Bien Ada? ¿Dime que no ha pasado nada que tenga que lamentar? -pedí con la desesperación marcada en mis orbes rojos como las llamas.
Negó y me mostró la carta que una vez me hizo llegar Aryne, era una despedida, se marchaba a Rumanía con un alfa.
-No es lo que piensas Ada, no te dije nada porque no tenía la menor importancia, no quería preocuparte..desde el día que te conocí jamas he estado con otra mujer, ni he deseado a otra que no fueras tu, has de creerme.
Hundí mi cabeza en su regazo cerrando los ojos.
-Se que últimamente estoy menos fogoso, pero nada tiene que ver con que no te desee, es que tengo miedo de hacerte daño ¿lo entiendes?
Cuando era humano me robaron el poder ser padre, el vivir estos instantes y ahora me regocijaba de por fin contemplar un hogar con risas infantiles.
Ada bordaba prendas de ropa para nuestro hijo con los nombres elegidos mientras yo hacía la cuna, ambos nos mirábamos cómplices pues los dos esperábamos el instante con dicha.
Hakon era un niño vivaz, inseparable de esa espada de madera que le hice, jugaba a ser un vikingo, decía que quería ser como su padre y eso me llenaba de dicha porque aunque en un principio me mostré reacio a adoptarlo, ahora mismo ese niño era tan Cannif como el que crecía en las entrañas de Adaline. Habíamos empezado los tramites de adopción y en breve tendría mi apellido.
Cuando el pequeño dormía nos colmábamos de besos, caricias, mi esposa me deseaba como nunca antes lo había sentido y yo admiraba ese cuerpo lleno de curvas que me enloquecía.
Temía dañarla, por eso que estaba seguro ella había notado que me frenaba mas, peor lejos de ser falta de deseo era una mor hacía ella inmenso. Yo temía morderle y hacerle daño, ella necesitaba energía para sacar adelante a mi hijo y no pensaba robarle ni una gota mientras estuviera en estado.
Ella lo suplicaba, mis explicaciones le resultaban excusas y mas de una vez me preguntó si la deseaba, mi respuesta fue clara “mas que nunca”
Los antojos habían pasado a formar parte de nuestro día a día, yo me reía porque comía por tres en vez de por dos y sin dudarlo le traía todo aquello que me pedía por absurdo que pudiera resultar, nada era demasiado si se trataba de complacerla, de hacerla feliz como ella me había hecho a mi.
Aquella noche salí a alimentarme, tras ello tenía que pasar por la taberna, se le habían antojado unas olivas, así que ya de paso compraría algo de hidromiel para tener en casa.
Mis salidas eran breves, quería volver cuanto antes a casa con mi mujer, mi hijo Hakon y mi bebe no nato, así que me limitaba a salir para hacer lo estrictamente necesario.
De vez en cuando hacía algún trabajo esporádico para Assur me pagaba bien y me permitía pasar mas tiempo con mi mujer, nuestro ritmo de vida ahora era mayor, los gastos se habían disparado, así que de no trabajar para el ancestral vampiro hubiera tenido que pasar demasiado tiempo fuera de casa y eso era algo que mi esposa y yo no queríamos.
Assur me habló de darnos una mansión en mejores condiciones, que los niños tenían que ir a buenos colegios, pero conocía a los Black, no eran hermanos de la caridad y tarde o temprano se cobraban sus deudas así que me negué en rotundo, las ruinas eran nuestro hogar, uno francamente perfecto para mi familia y aunque el norte era lo que mas me llamaba, esto era lo mas parecido a esa porción de tierra que llevaba en mi corazón.
A mi vuelta aquella noche me encontré a Ada hecha un mar de lagrimas, sujetaba una nota y elevó la mirada nada mas entré por la puerta, en un principio no caí, corrí hacía ella arrodillándome entre sus piernas preocupado por si algo le había pasado a ella o a nuestro hijo, pregunté apoyando mi frente en la ajena.
-¿estas Bien Ada? ¿Dime que no ha pasado nada que tenga que lamentar? -pedí con la desesperación marcada en mis orbes rojos como las llamas.
Negó y me mostró la carta que una vez me hizo llegar Aryne, era una despedida, se marchaba a Rumanía con un alfa.
-No es lo que piensas Ada, no te dije nada porque no tenía la menor importancia, no quería preocuparte..desde el día que te conocí jamas he estado con otra mujer, ni he deseado a otra que no fueras tu, has de creerme.
Hundí mi cabeza en su regazo cerrando los ojos.
-Se que últimamente estoy menos fogoso, pero nada tiene que ver con que no te desee, es que tengo miedo de hacerte daño ¿lo entiendes?
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: La negativa(privado)(+18)
La llegada de Erlend me tomó por sorpresa, no esperaba que llegara en ese preciso momento y a pesar de que me apresuré a secarme las lágrimas con las manos, él me conocía muy bien, ha de haber reparado en mis ojos vidriosos, en mis mejillas enrojecidas, en mi respiración anormal, pues sentía el pecho pesado y respiraba con fuerza. De inmediato ya estaba arrodillado frente a mi con su frente sobre la mía y nuestras respiraciones cruzándose la una con la otra.
Traté de serenarme, no tenía deseos de encararlo ni de hablar de la razón por la cual me encontraba así. Negué con rapidez cuando preguntó si me había sucedido algo a mí o a nuestro niño, se escuchaba ansioso al preguntarme que sucedía y ya no había manera de negar que algo me pasaba. Me mantuve un instante en silencio antes de sacar la carta y mostrársela.
Me respondió que no me había dicho nada porque no tenía importancia, algo que hizo que se tensaran mis extremidades en la silla y luego prosiguió diciendo que desde que nos conocimos nunca había estado con otra mujer. Traté de encontrar oxígeno, el aire se volvía más denso cuando se me cruzaba por la cabeza tan siquiera una imagen similar.
La sola idea de que mi esposo llegara a poner su atención en otra era algo en lo que ni siquiera quería pensar, puede que la carta me hubiera trastornado, pero de allí a imaginarle mirando a otra o tocando a otra, la sola idea era demasiado, me descompondría a límites insospechados y no era algo que pudiera ni quisiera remotamente considerar.
-Se que nunca me has engañado.- admití, y así era, si en algo tenía confianza era en los sentimientos que nos profesábamos, nuestro amor ardía de tal manera que yo no podía mirar a otro, para mi no existía ni siquiera esa posibilidad y tenía que admitirme a mi misma, tras escucharlo, que sabía que para él era igual.
-Pero no me gusta encontrarme con esta carta sabiendo que me la has ocultado… sobre todo sabiendo que proviene de ella…- Viese como se viese la situación, sabía lo importante que había sido en su vida, y además… no se suponía que yo llegara, ellos tenían un futuro en ciernes y de repente llegué yo… y sabia que Erlend había dejado ese futuro por mi.
Dejé escapar el aire lentamente, recostó su rostro en mi regazo y sus siguientes palabras tocaron un punto que me tenía bastante sensible. Lo observé con intensidad, permaneciendo inmóvil, repasando los hechos de nuestra intimidad en los últimos días. -Comprendo que no quieras morderme…- Se lo había pedido, no lo había hecho y no iba a negar que me hacía falta, el arrebato que me producía esa manifestación de su pasión al abrumar todos mis sentidos, era difícil no desearlo. -Sé que te lo he pedido y comprendo que no lo hagas.- Intentaba comprenderlo porque ahora debía preocuparme por la pequeña vida que crecía en mi interior y que los dos queríamos tanto… -También quiero lo mejor para nuestro bebé.-
Ahora que lo de estar menos fogoso… Me mordí el labio mientras sentía su respiración cadenciosa sobre mis piernas. Lo había sentido restringirse cuando estábamos juntos, qué podía pensar al respecto más que una sola cosa… ahora estaba embarazada, mi cuerpo estaba cambiando y le gustaba y excitaba menos.
Otra vez comenzaba a sentirme muy sensible, que mi libido anduviera disparado, que soñara despierta con él, que le deseara como nunca, que sintiera que me marchitaba sin su fogosidad y su pasión... sentir que me dolía el cuerpo si no me tocaba...
Hice un leve movimiento para que me permitiera ponerme de pie. -Voy a prepararme algo, te agradezco las olivas.- Presté ahora atención a la bolsa que había traído y las saqué de su interior. -En la sala hay un buen fuego, te resultará acogedor para tomar hidromiel.- dicho eso me ocupé en abrir uno de los muebles de cocina y sacar un pequeño saco de avena.
Hice un leve movimiento para que me permitiera ponerme de pie. -Voy a prepararme algo, te agradezco las olivas.- Presté ahora atención a la bolsa que había traído y las saqué de su interior. -En la sala hay un buen fuego, te resultará acogedor para tomar hidromiel.- dicho eso me ocupé en abrir uno de los muebles de cocina y sacar un pequeño saco de avena.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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