Una nueva sorpresa {Soren} ACTIVO

Descalza, sintiendo las piedrecillas bajo sus pies, caminaba bordeando su casa, esa que apenas un par de personas conocían. Ya no usaba aquellos vestidos tan elegantes ni el pelo en un moño apretado. Sólo una tela ligera la cubría, pegándose a su cuerpo mientras continuaba moviéndose con el viento del otoño, el cabello caía en ondas más abajo de sus hombros y la sonrisa parecía no querer irse de su rostro. Se sentó en el frontis a leer un poco y tomar una taza de té, el sol ya casi no estaba en lo alto y pese a que su piel notaba el cambio de temperatura, prefirió quedarse como estaba esperando a su visitante.

Miraba sus pies mientras se balanceaba en el asiento, el libro ya estaba a un costado, sin luz natural no iba a leer, no tenía planeado usar gafas, ¿qué le diría a sus clientes cuando la vieran desnuda y con lentes? Era mejor disfrutar del silencio, algo que rara vez podía conseguir. Tener dinero no aseguraba tener paz, un montón de ahorros a lo largo de los años quizás, al menos ahora tenía esta casa donde podía estar sola. Durante el resto de los días dos personas cuidaban de ella y la mantenían limpia y ordenada, además de repleta de atenciones para los animales en su patio.

Se escuchaban los caballos a los lejos, ahora una sensación extraña llenaba su estómago, ¿Qué había pensado al invitarlo? De seguro él diría que no, seguro el chofer vendría solo, apenas con un mensaje de Soren que decía que no podía, que ella estaba loca, que cómo se le ocurría invitarlo a una casa lejos de Paris si apenas se conocían. Si, todo eso le diría. Suspiró y se puso de pie al ver entrar el carruaje hasta la entrada de su hogar, bajó los tres escalones y esperó a que se detuviera, ahora sólo se abrazaba con sus propios brazos, protegiéndose del viento que comenzaba a aparecer esa noche.

De nuevo estaba nerviosa, algo complicada, con la incertidumbre apoderándose de ella. Se mordía el labio cuando saludó al hombre que conducía el carruaje y acariciaba a los caballos. Miró a la puerta esperando impaciente, con el pie golpeteando el suelo, aún sin zapatos, aún sin una capa, ahora tiritando, pero al parecer no era por frío. - ¿Todo bien en el camino Finn? – preguntó mientras pasaba la mano por el cabello de uno de los animales. En realidad su pregunta era otra, ella quería que la puerta se abriera y su amigo saliera.

Claire no supo de donde pero una repentina imagen de ella misma bañada en chocolate y con la lengua de Soren recorriendole el cuerpo apareció de repente. Volvió a estar nerviosa porque no podía parar de pensar en eso, la escena se repetía una y otra vez mientras ella se intentaba concentrar en los besos que quería darle y en soltar todos los botones de la camisa.

Bajó la mirada mientras sentía el roce de sus fríos dedos en su espalda, - Me gustaría poder darte todo eso... ¿Qué pasa si yo como chocolate y luego tu me besas, sentirías el cambio? - No recordaba si tenía por ahí algún pedacito, aunque lo dudaba, generalmente no era capaz de hacer que esos preciados manjares duraran mucho en su poder, eran escasos y difíciles de conseguir y cuando los tenía, los disfrutaba.

Por ella podían hacerlo ahí mismo, no se demoraría mucho en sacarse la ropa y esperarlo, pero una vez más recordaba que esto no era otra cosa común y corriente, esto era algo que quería recordar y que quería plantar en su memoria para siempre. Le dio un beso y sin separar sus labios se puso de pie, sólo para después estirar su mano con una sonrisa nerviosa, esa era la invitación para que la siguiera.

Su vestido caía flojo por sus hombros y sus mejillas eran lo que delataba que ella ya se sentía desnuda ante sus ojos, ¿notaría él también como su corazón parecía querer escapar? Era como un pequeño pajarito que no soportaba más tiempo en aquella jaula, miró alrededor y vio la mancha de vino en el piso, la botella en otro lado y las cosas que ahora le parecían sin sentido, inertes, como si nada más importara, sólo la respuesta que ella estaba esperando, aún, con la mano estirada.

Lo escuchó atenta y recordó que alguna vez había leído que con la leche materna pasaba un efecto similar, por lo que algunos creían. Ciertos sabores más intensos como la menta y otras verduras, también se quedaban en ella y variaban su esencia. Estuvo a punto de darle la idea de que probara su sangre, cuando el recuerdo del rechazo volvió a su cabeza, interrumpido, afortunadamente por Soren poniendose de pie y siguiendola.

Llegó hasta la puerta de su habitación y respiró profundamente varias veces antes de abrirla, como si necesitara juntar coraje para lo que venía. Entrar ahí era un contraste enorme a lo que tenía en el burdel, allá los colores predominantes eran el negro y el carmesí y acá todo parecía salido de una pintura, donde el blanco parecía bañarlo todo.

Lo llevó hasta el borde de su cama donde se quedó quieta esperándolo, bajando un poco su vestido para dejarlo caer a sus pies, al igual que sus ojos, que ya no miraban al frente. ¿Era vergüenza lo que sentía? Pensaba en si serían muy notorias las marcas de otros hombres sobre su piel, si él sentiría las cicatrices casi invisibles de colmillos que aún estaban en la zona interior de sus muslos, si no le daría asco tocarla, si no recordaría que él no era el primero y la dejaría ahí, desnuda y sola para salir corriendo.

No podía culparlo si así lo hacía, ella se lo merecía por intentar jugar a eso de querer ser nuevo la virgen, por fijarse en alguien que claramente debía estar con alguien mejor, alguien que estuviera en sus mismas condiciones, que fuera digno de un profesor, de alguien con estudios, y no una puta de 19 años que sólo conocía lo que su cuerpo le había dejado conseguir. Inclinó su cabeza a un costado como estudiandose un hombro, parecía incluso algo resignada, como si estuviera esperando mirar de reojo y no encontrarlo ahí.

Con las mejillas coloradas dejó que él volviera a vestirla, su sonrojo era de vergüenza, porque se sentía culpable, por no saber como actuar, por equivocarse, por apresurarse. La voz segura de Soren fue la sorpresa que siguió a su repentina y nueva experiencia de sentirse inexperta. Se sintió cohibida ante sus palabras y en vez de reprimirla, eso sólo hizo que el vampiro cambiara a sus ojos.

¿Por qué de repente había comenzado a mirarlo como un hombre aún más atractivo? Era esa desición que había despertado en él lo que la tenía atrapada, sin dejarla siquiera pronunciar alguna palabra simplemente asintiendo a cada una de sus preguntas, levantando la mirada para encontrar la de él, para ver directo a esos ojos detrás de aquellas gafas, sonriente porque algo que ella ni siquiera había pensado aparecía con fuerza. Atracción, Soren ahora le parecía atractivo de más formas posibles.

Imitó sus gestos y cerró los ojos también mientras los dedos recorrían la ropa y la ayudaban a re-descubrir con otros sentidos lo que la vista ya conocía. A su mente venía el recuerdo de la piel fría de Soren y eso envió un escalofrío que hizo que todo su cuerpo temblara, - Sí, puedo imaginarlo... - hablaba aún con los ojos cerrados, pese a que eran más las imagenes del burdel las que bañaban su mente que nuevas ideas recién creadas.

Movió las manos como si fuera una ciega que debía conocer todo por el tacto y llegó al borde superior de su camisa lo que le indicaba que ahí estaría el cuello, subió un poco más para llegar a sus labios y guiarse así con ese mismo tacto para juntar su boca a la de él, abrió los ojos sólo cuando interrumpió el beso, - Vas a tener que ayudarme a controlarme... se que voy muy rápido, pero contigo quiero hacer todo del modo correcto...-

-Sore…- no pudo terminar de pronunciar su nombre, sabía que si lo hacía, un espasmo de placer parecido al que recorría su cuerpo cuando alcanzaba un orgasmo la llenaría hasta dejarla sin voluntad, con aún menos de la que ahora tenía. Asentía a sus preguntas, a sus afirmaciones, si él le hubiese preguntado cualquier otra cosa, ella habría asentido de la misma forma. No recordaba a ningún cliente que la hubiese hecho sentir así jamás, ninguno que la tuviera practicamente dominada, aunque todo parecía ser una sorpresa cuando se trataba de Soren.

Un segundo estaba de pie intentando adivinar donde iban sus manos y al segundo siguiente, la suavidad de su propia cama la recibía. Como de manera inconsciente se acomodó en ella abriendo ligeramente las piernas. Puta, como siempre, aún cuando parecía insegura y desorientada, puta al fin y al cabo. - ¿Qué... qué quieres que sienta? - dijo intentando que su voz volviera a sonar firme como cuando recién lo había conocido.

Usó sus manos para tantear un poco e intentar descubrir la posición de Soren, pero nada. -Puedo sentir tu piel, es casi como si la respirara... a ratos creo que puedo sentir tu esencia, ¿a qué hueles? Es diferente, algo que jamás había sentido en nadie... eres único hasta en eso...- a esta altura ya le daba lo mismo volver a sonrojarse o que cada una de sus palabras volviera a delatarla. -¿Por qué no me dejas ver? Quiero saber donde estás... ¿Vas a ser tu el profesor ahora? - una sonrisa llenó su rostro ante la idea, esto estaba tomando un matiz distinto, uno que le gustaba.

Comenzó a respirar agitado sólo por la excitación que eso le causaba, ¿por qué? Se lo preguntó mil veces, ¿Por qué Soren tenía ese poder sobre ella? ¿Por qué sus manos sudaban pese a que aún él ni siquiera la había tocado? Quería besarlo, quería hacer algo para acortar la distancia, pero parecía imposible... algo, una señal, ¿sería otra vez una gran serie de preambulos y luego nada?

Si estaba dándole una lección no le importaba, si tenía que olvidar sus propias reglas auto-impuestas, estaba de acuerdo. Obedecería y seguiría sus indicaciones aunque la vida se le fuera en ello. Exageraba, pero también lo hacía la ansiedad y la desesperación dentro de ella. Claire notó como cada una de las cerraduras que se encontraban alrededor de si misma comenzaban a soltarse, Soren tenía la llave que las abría y era como si cada una de sus palabras pareciera hacerlo. Tener limitado un sentido no la hacía sentir indefensa o vulnerable como alguna vez pensó, sólo la tenía más excitada, casi queriendo gritar para que él llegara al punto de una vez.

Arqueó su espalda para estar más cerca de él, sabía que si él no quería, no iba a conseguirlo, pero ¿qué perdía con intentarlo? Mátame Soren, mátame, pero no sigas con esta tortura, su cabeza rogaba y su cuerpo seguía el camino contrario. –Mi corazón… ¿puedes oírlo? ¿Notas como si pareciera que va a escapar? – el roce de sus labios la hizo perder el conocimiento por un par de segundos, los ojos abiertos o cerrados, daba igual, la visión de todas formas fue negra mientras aquello duró. – Te gusta esto ¿verdad? ¿Lo disfrutas? Yo también… muchísimo…-

Intentó ponerse de rodillas sobre la cama sin quitarse aún la venda pese a que parecía ser su prioridad número uno. Eso sólo le hizo descubrir que Soren estaba sobre ella, podría haberlo sentido si él tuviera algo de calor saliendo de su cuerpo, en cambio era sólo ella quien se sentía contradictoriamente, con la piel más fría. ¿Cómo era posible que él pudiera hacerla sentir cálida y helada al mismo tiempo? Tocó el pecho del vampiro con su propio cuerpo, moviéndose lentamente mientras descubría sectores que ya conocía de otras formas, - ¿Esto es lo que quieres? – preguntó casi como si la duda fuera para si misma.

Ahora no quería deshacerse de la venda, quería seguir limitada a lo que su piel podía explicarle. Vamos Soren, muéstrame más, de a poco la voz vuelve a mí. Se sentía tan ansiosa que comenzó a notar como cada vez aumentaba la humedad entre sus piernas. Él, sin duda, podría sentirlo, estaba segura que podría oler la excitación y el deseo proveniente de ella, salía como olas que podrían golpearle el rostro. Si tan sólo pudiera verlo, sabría como cambian sus facciones. – Ahora… te necesito ahora…- no era una orden aunque así sonara, era un ruego disfrazado, intentado ser escuchado sin tener que gritar. Quería repetir las palabras, pero estaba segura que él había entendido a la perfección.

Su mente parecía moverse como un bote en un río torrentoso, de esos que con mucha suerte podrían llegar al otro lado, la orilla parecía lejana y el camino cada vez más peligroso, más tentador, más atrayente. ¿Para que quiere su vida después de todo? Si morir significa que podrá hacerlo en esa cama, con ese dolor que produce la excitación sin respuesta, ella está esperándola, a la muerte. A la que él parece querer producirle, lentamente, dolorosa. Hasta que al fin un respiro llega y un gemido intenso la delata. ¿Estaba aguantando la respiración sin darse cuenta?

Es sólo su rodilla, sólo su rodilla y me tiene al borde… ¿Será que la espera es la mayor provocación?

Muérdeme, muérdeme Soren. Quería gritarle, exigirle, pero cual sería la idea de llegar a ese punto si todo iba a acabarse tan pronto. Su espalda se arqueaba sin poder controlarla. Una especie de corriente eléctrica se extendió desde el punto donde sentía los colmillos de Soren hasta el resto de su cuerpo. Otro gemido escapó y este parecía más lastimero, como si volviera a rogar sin tener que hablar. ¿Cuándo había dejado de ser ella? La respuesta estaba clara, era ella, pero era una Claire que sólo Soren hacía aflorar, esa que lucía como una niña nerviosa, quizás demasiado pequeña para esa cama tan grande.

Sus pequeños vellos erizándose fueron el primer indicio de la rapidez con que él se desprendió de su vestido. Ahora una brisa suave la recorría y los escalofríos también, aunque a ratos dudara que fueran producidos por el cambio de temperatura. – Descúbrelo…- ¿Esa era su voz? Porque parecía una copia desvanecida de si misma. Una esencia volátil que amenazaba con irse antes de lo esperado. Las ganas de gritar volvían y la respiración estaba cada vez más agitada, comenzaban a salir pequeños jadeos cada vez que él hacía hasta el más mínimo movimiento. Sentía la rodilla de Soren más en contacto con ella y pese a que una parte de su mente le decía que debía enfadarse, la otra, que ganaba, le decía que quería más, que rogara.

-Hazlo Soren…- no, no diría por favor,- Hazlo…- al fin la voz le salía un poco más firme, ahora no era un ruego, era casi una orden.

Todo parecía más lejos, más oscuro, más intenso. Sus manos se movían solas mientras su cerebro intentaba conseguir descifrar el movimiento a seguir. Pero ahora no debía estar todo planeado, no era un cliente al que tuviera que satisfacer con una coreografía muy utilizada que de seguro lo dejaría contento. Ahora era ella la que estaba subyugada a las acciones de alguien que no sólo la tenía dominada físicamente, su mente y hasta incluso su corazón seguían las palabras de Soren. ¡Maldito Soren! Maldito por no darle la liberación rápida que su cuerpo parecía gritar con cada pequeña fibra.

Los pezones erectos fueron el ejemplo. Los colmillos del vampiro dejarían una marca que sólo serviría para que en noches siguientes ella siguiera añorando que todo esto volviera a repetirse. La humedad crecía mientras sólo era su imaginación la que trabajaba. Instintivamente casi cerró sus piernas, aquella deseada intromisión la hizo estremecer y soltar un pequeño grito que se dio el lujo de dar al recordar que los humanos más cercanos estaban a varios kilómetros de distancia. Ahora no estaba limitada por el tiempo, por estar en el burdel, por el siguiente cliente o por la idea de que Soren pensara que ella lo hacía por trabajo. Ahora aunque era ella quién estaba más desvestida, ambos estaban casi desnudos.

Usó sus manos para tirar del cabello de él mientras con los ojos cerrados sentía cada movimiento que las manos frías del vampiro hacían. La temperatura parecía aumentar en ondas que viajaban desde el centro de todo el placer hasta cada músculo que comenzaba a contraerse, más, sólo un poco más. Haz lo que hiciste en el burdel, lo habría dicho de no ser porque sólo gemidos con palabras inconexas salían de sus labios. ¿Podría aguantar más? Otro grito, más fuerte, uno que hizo casi desgarrar su garganta al salir, estaba cerca y tuvo que abrir los ojos para encontrar los de Soren, su mirada parecía decir ‘tú eres el culpable de esto’, como si fuera alguna condena estar a punto de alcanzar el clímax.

Enterró las uñas en la piel libre que pudo encontrar, ¿tanto tiempo había pasado desde que había conseguido un verdadero orgasmo con alguien? Él última había sido con un cliente, uno que conocía hace años, pero esta vez no había un miembro dentro de ella, sólo unos dedos recorriendo una zona que volvía a humedecerse mientras Claire pensaba en ese detalle. Esto sólo está comenzando… le susurró una voz en su cabeza mientras las olas de placer puro seguían viajando por partes de su cuerpo que ni siquiera habían sido acariciadas esa noche, - Soren… desnúdate…- otro ruego, ahora con los ojos muy abiertos y las inmensas ganas de compartir con alguien lo que estaba sintiendo. No sólo se había vuelto débil, ahora además había dejado de ser la puta egoísta que siempre había sido.

Alguien como ella no merecía el cielo. Alguien como ella merecía el infierno. Con cada movimiento que hacían los dedos entre sus piernas sentía su piel arder, ¿sería Soren el diablo? Música proveniente de alguna parte le llenaba los oídos, era imposible, estaban en medio de la nada, quizás eran truenos de alguna tormenta que amenazaba con golpear aquella noche. Pero esos sonidos eran sus propios gemidos, parecían hechos con la voz de alguien más, lastimeros, suplicantes, pequeños ruegos para algo que estaba tan cerca que sentía como si sólo necesitara estirar la mano para alcanzarlo. ¿Me odias vampiro? ¿Quieres que me vuelva loca? ¡Termina con esto ya! No podía gritarle todo eso, simplemente no podía, no quería tampoco…

-S…- iba a morir, estaba segura. La cabeza le daba vueltas, alguien movía la cama, sólo eso podía ser, no había más explicaciones. El cielo… su mente quería jugarle una mala pasada. ¿Era posible que ese par de pecadores fueran capaces de algo tan celestial? La piel de Soren se recuperaría rápido, no como ella. Las secuelas de lo que harían esa noche quedarían grabadas para siempre en su consciencia. –Soren…- al fin pudo decir lo que había querido hace tanto tiempo. Una pequeña y algo estúpida sonrisa afloró en su rostro, los vellos en sus brazos se erizaron, nada era normal, nada parecía seguir el conducto regular. Todo con él era diferente, hasta nuevo, ¿lo sería también alcanzar el tan ansiado orgasmo?

Tirar de esos cabellos suaves parecía fácil, encontrar su boca había sido lo complicado. No quería romper el contacto que tenía la piel de Soren con su propio cuello, pero era necesario. Aprisionó esos labios contra los suyos en un beso demandante, sediento. Fue la chispa última para encender lo que él había querido en ella, porque fue en ese beso que ella alcanzó el clímax, fue mordiendo el labio inferior del vampiro que ella logró estar cerca del cielo. Entreabrió los ojos aferrándose más a él, intentando que todo a su alrededor volviera ser real, la sensación de placer aún presente en oleadas en su cuerpo la sacudía como una frágil hoja azotada por el viento.

Se sentía como si fuera ese el primer orgasmo de su vida. No era lo mismo fingir uno, sentir uno trabajando, a tener que recomponer cada parte de si misma que había sido despojado de toda energía. Respiró aún con la boca muy cerca de la del hombre que comenzaba a llenar sus pensamientos. Los músculos de su cuerpo no se relajaban como ella esperaba, al contrario, seguían expectantes, ¿sería ese otro poder de los seres sobrenaturales? – Tú…- fue todo lo que pudo decir, es tu turno, tú tienes que sentir esto, - tenemos que compartirlo…- tenemos que vivirlo juntos. Palabras y pensamientos intercalados, miles de sensaciones que se arremolinaban buscando poder salir, le dio otro beso sólo para acallar lo que era obvio. Deja de latir corazón, tú no tienes voz en esto.

Siempre supo que ese era un riesgo que corría, parecía más difícil hacer sentir seguro a Soren que todo lo que había hecho en su vida. ¿Cómo explicarle que para ella todo había sido simplemente… perfecto? Volvió a besarlo, no una, muchas veces, pequeños toques suaves con sus labios, como aquellos roces que daban los niños cuando jugaban a besarse. Siguió recorriendo el resto de su rostro redescubriéndolo todo, primero su mejilla, su nariz, sus ojos, ¿sería mucho si le agradeciera por hacerla feliz? Soren no sabía lo que acababa de hacer, no era consciente de en que se había metido o mejor dicho donde. El corazón de una puta era siempre un lugar complicado.

-Perfecto…- susurró cuando llegó a su oído y depositó también un beso ahí. – Eres perfecto… lo hiciste perfecto…- sonrió como pocas veces lo hacía, con el espíritu y el cuerpo lleno, tranquila, serena, plena. Seguía desnuda pero estaba relajada, como si fuera algo normal estar así junto a él, con la sonrisa tatuada y el pecho inflado de alegría. – Tú cuerpo me encanta Soren, tú me encantas… todo en ti me encanta… no vuelvas a decir que no eres sexy, porque para mí lo eres, siempre lo has sido… - lo miró completamente, incluso el gesto de quitarse la camisa y dejarla a un lado ordenado le parecía algo increíble, cada pequeño detalle de él le encanta, jamás se cansaría de repetirlo.

Tomó las manos del vampiro con las suyas y las llevó hasta su boca para besarlas. Lo miró a los ojos sintiendo como el fuego volvía a encenderse en su interior, era sorprendente, quería aún más de él, cada vez más, como si en vez de apagar aquella llama sólo agregara combustible para hacerla arder más. – Te quiero… no estoy hablando de algo físico… te quiero Soren, no puedes no dar la talla porque ya superaste a todos… - bajó la cabeza para que no mirara sus enrojecidas mejillas y besó su pecho, adoraba esa piel pálida y fría que contrastaba tan bien con la suya, - No tienes que lamentar nada, no tienes por qué estar nervioso… me haces feliz vampirito… no sabes cuanto…-

Sabía que entraba en un terreno peligroso, pero valía la pena. Lentamente llegó con sus manos al borde del pantalón de Soren, levantó la mirada para encontrar la de él, necesitaba una especie de autorización para realizar el siguiente movimiento. Desde que lo había conocido sólo una vez se había sentido como una cortesana, sólo cuando estuvieron en el burdel y aún así todas sus barreras se habían derrumbado, había quedado expuesta y vulnerable. Desabrochó su pantalón mientras se deslizaba en la cama para besar su estómago, ¿por qué insistía en no confiar en si mismo? - Soren… ¿puedo ayudar con eso? – no esperó la respuesta y deslizó aquella prenda de ropa para dejarlo casi desnudo, él último paso debía darlo él. Volvió a su antigua posición y volvió a encontrar sus labios, los músculos de sus mejillas parecían arder debido a la sonrisa, - Te quiero…- susurró sintiéndose infantil y estúpida.

Hace tiempo… en realidad no tanto tiempo, para ella parecían minutos eternos los que habían transcurrido desde que había estado sentada descalza en el frente de su casa. Esos minutos de espera con la incertidumbre de si había recibido el mensaje, si aceptaría leer el mensaje o si aceptaría la invitación que le había hecho. Todas sus respuestas estaban frente a ella, o mejor dicho, casi dentro de ella. Antes, había deseado ser famosa, la mejor de París, la más cara, por la que todos rogaran, ahora lo único que quería es a él. Lo deseaba, más que a las joyas, vestidos, más que a los otros hombres, más que la fama y más que a esos sueños que tuvo desde que se dio cuenta que existía algo más allá de su pequeña casa en el campo inglés.

Sabe que está perdida, sabe que no hay escape alguno que la pueda alejar lo suficiente, especialmente porque es ella quien no quiere escapar, por el contrario, quiere estar más cerca, más dentro, más en él. Las manos como puños se aferraron a las sábanas, los ojos cerrados mientras esperaba que él tomara la decisión. Ella se sentía irremediablemente atraída hacia él. Y aquello que siempre creyó que existía en otros, aquello con lo que Soren parecía vivir cada minuto hervía en su interior. No era un sentimiento romántico, sólo era la certeza de saber que lo que hacía estaba bien, no tener la constante sensación de que cada paso dado era un error. Ella lo quería porque era muy diferente a los otros hombres que había conocido y a los que hubiese podido querer.

Con las mejillas coloradas gimió al sentir como Soren entraba en ella, el mundo volvía a darle vueltas y sus brazos se fueron hacia el cuello del vampiro para evitar caer. Su cuerpo lo recibía como si siempre hubiera estado hecho para él, calzando perfectamente como dos piezas de un puzzle, no entendía como palabras podían salir de su boca, no era la primera vez de Claire, pero era la primera vez que se sentía así. Todo siempre le parecía tan complicado y a ella le gustaban las cosas simples, - Y tú me pareces tan simple Soren…- no era más que un susurro, algo que de seguro él no entendería, ni siquiera ella era capaz de seguir el hilo de sus propios pensamientos.

Sus caderas comenzaron a moverse como si siguieran el lento ritmo de una canción tocada bajo la luna, apenas imperceptible para alguien que no estuviera dentro de la atmósfera cargada de deseo que ambos habían creado. A veces, las cosas son tan bellas que si dices algo corres el riesgo de arruinarlo todo. Pero Claire simplemente no era capaz de pronunciar otra palabra, todo en ella parecía estar centrado en Soren, los besos, las manos recorriendo su cuerpo desnudo, sus ojos descubriendo zonas que antes sólo su imaginación había conocido. La cama parecía demasiado grande para ella, demasiado, haciendo de esa distancia casi inexistente entre los dos algo gigantesco. Quería perderse en sus labios, en cada uno de sus recovecos, sin límites, sin pudores, mirando, espiando, descubriendo lo que sólo él, parecía poder enseñarle.