AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Tempestad. (+18)
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Este tema va a continuación de La Clameur du Silence.
AMBIENTACIÓN AQUÍ
"Full fathom five thy father lies;
Of his bones are coral made;
Those are pearls that were his eyes:
Nothing of him that doth fade
But doth suffer a sea-change
Into something rich and strange.
Sea-nymphs hourly ring his knell
Hark! Now I hear them – Ding-dong, bell."
— William Shakespeare, The Tempest, Act I, Sc. II
2 de enero de mil ochocientos y algo.
Sus manos se cerraban sobre el asa de la maleta de cuero con correas que sujetaba delante de sus rodillas. El muelle estaba silencioso y cubierto de niebla, su silueta se recortaba apenas a unos metros de la pasarela que unía el Northwind a tierra, tal era el nombre del navío que los llevaría hasta las costas del norte. Su vestido era de un color negro riguroso como si del luto más profundo se tratase, cubierto con un grueso abrigo gris. Las botas de cordones le llegaban hasta las rodillas y las medias de lana negra completaban el atuendo; el único toque de color que destacaba bajo su palidez era el rubio de sus cabellos y sus ojos verdes tocados de marrón alrededor de las pupilas.
Lo había dejado todo arreglado, su familia sabía que se marchaba, si bien creían que iba a estudiar un mes a Londres. Descubrirían más adelante su verdadero destino, cuando ya no hubiera vuelta atrás.
No sabía cómo reaccionaría al verlo, no la esperaba allí, no había sabido nada más de él desde aquella noche semanas atrás. Cada vez que miraba por la ventana hacia el cementerio de Pére-Lechaise esperaba ver su pelaje blanco entre las tumbas, pero no había sucedido.
Las heridas y cortes habían sanado, los huesos se habían recompuesto y sus recuerdos dolían en algún lugar del corazón, pero estaba escrito lo que debía ser, y ella no sería quien desafiase al orden cósmico.
La semana anterior, cuando regresaba de la biblioteca, ensimismada, pensando en algo que había leido, chocó contra un hombre y se desparramaron sus libros y papeles por el suelo. Muy amablemente, el desconocido la ayudó a recogerlos y pudo ver su rostro a la perfección; mandíbula cuadrada, ojos azul hielo, pelo ralo rubio como el trigo y barba poblada. El extraño siguió su camino y Lana se quedó plantada en la calle teniendo una visión. En su mente se sucedió una serie de escenas bastante claras.
El extraño rubio se acercaba a una mujer hermosa a la que llamaba Thyra, y le entregaba malas noticias. El rey acababa de usurpar sus tierras y había mandado a un pequeño contingente de hombres para someter a los aldeanos y trabajadores de dicha propiedad. El rey pensaba que en ausencia de la señora del lugar, podía apropiarse de lo que le diera la gana.
La siguiente escena tras un breve fundido a negro, era Thyra ordenando a Ulf que se fuera al norte y que lo arreglase, dandole un montón de legajos y haciendo que le acompañara un burócrata que defendiese sus derechos por la via legal, pero si el rey no atendía a razones, tenía instrucciones de emplear la fuerza.
Tras otro fundido a negro se le reveló el nombre del barco, el Northwind, y la fecha escrita en unos pasajes.
Por último, la bruja vio el norte, vio la contienda, la sangre y el fuego. Vio al rey reir satisfecho después que una oráculo predijese la muerte de los rebeldes. Todos ellos caerían.
Sus rodillas fallaron y se desplomó sobre el suelo de la acera de la biblioteca. No podía dejarlo a su suerte, tenía que preguntarle al Barón Samedi si era la hora de Ulf, porque si no lo era, tendría que intervenir. Se apresuró a llegar a casa para beber Sazerac, entrar en una especie de trance y conjurar al más poderoso de los Loas, pero éste parecía no responder, la bruja todavía no estaba preparada para llamar a la puerta de una deidad así. Pero Legba sí acudió, siempre tan misterioso con sus acertijos.
— Giuliana, las respuestas que buscas no las vas a encontrar.
— ¿por qué?.— La bruja inquirió al más sabio de sus dioses.
— Porque erraste en las preguntas.
— ¿Y cómo sabré qué preguntas son las adecuadas?
— Porque obtendrás respuestas.
— Eso no me ayuda.— Legba rió con aquella boca cosida tan desagradable.
— No estoy aquí para cumplir tus deseos, niña.
— Dime al menos si el Barón reclamará su alma, si no estoy cometiendo el peor de los errores negándole ese deseo al señor de la Muerte.
— Si el Barón desea su alma... no habrá nada que puedas hacer para impedirlo.— Legba se encendió un puro apresándolo entre los resquicios que dejaban sus labios cosidos.
Eso ya era una respuesta, más o menos. Agradeció a Legba su enrevesada ayuda y lo preparó todo para subir a ese barco. Compró el pasaje, llenó la maleta con lo que podía necesitar para ayudar con los hechizos que sabía y llegado el día, cuando aún no despuntaba el alba, se perdió entre las nieblas parisinas para llegar al puerto y esperar a que apareciesen los norteños.
Este tema va a continuación de La Clameur du Silence.
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"Full fathom five thy father lies;
Of his bones are coral made;
Those are pearls that were his eyes:
Nothing of him that doth fade
But doth suffer a sea-change
Into something rich and strange.
Sea-nymphs hourly ring his knell
Hark! Now I hear them – Ding-dong, bell."
— William Shakespeare, The Tempest, Act I, Sc. II
2 de enero de mil ochocientos y algo.
Sus manos se cerraban sobre el asa de la maleta de cuero con correas que sujetaba delante de sus rodillas. El muelle estaba silencioso y cubierto de niebla, su silueta se recortaba apenas a unos metros de la pasarela que unía el Northwind a tierra, tal era el nombre del navío que los llevaría hasta las costas del norte. Su vestido era de un color negro riguroso como si del luto más profundo se tratase, cubierto con un grueso abrigo gris. Las botas de cordones le llegaban hasta las rodillas y las medias de lana negra completaban el atuendo; el único toque de color que destacaba bajo su palidez era el rubio de sus cabellos y sus ojos verdes tocados de marrón alrededor de las pupilas.
Lo había dejado todo arreglado, su familia sabía que se marchaba, si bien creían que iba a estudiar un mes a Londres. Descubrirían más adelante su verdadero destino, cuando ya no hubiera vuelta atrás.
No sabía cómo reaccionaría al verlo, no la esperaba allí, no había sabido nada más de él desde aquella noche semanas atrás. Cada vez que miraba por la ventana hacia el cementerio de Pére-Lechaise esperaba ver su pelaje blanco entre las tumbas, pero no había sucedido.
Las heridas y cortes habían sanado, los huesos se habían recompuesto y sus recuerdos dolían en algún lugar del corazón, pero estaba escrito lo que debía ser, y ella no sería quien desafiase al orden cósmico.
La semana anterior, cuando regresaba de la biblioteca, ensimismada, pensando en algo que había leido, chocó contra un hombre y se desparramaron sus libros y papeles por el suelo. Muy amablemente, el desconocido la ayudó a recogerlos y pudo ver su rostro a la perfección; mandíbula cuadrada, ojos azul hielo, pelo ralo rubio como el trigo y barba poblada. El extraño siguió su camino y Lana se quedó plantada en la calle teniendo una visión. En su mente se sucedió una serie de escenas bastante claras.
El extraño rubio se acercaba a una mujer hermosa a la que llamaba Thyra, y le entregaba malas noticias. El rey acababa de usurpar sus tierras y había mandado a un pequeño contingente de hombres para someter a los aldeanos y trabajadores de dicha propiedad. El rey pensaba que en ausencia de la señora del lugar, podía apropiarse de lo que le diera la gana.
La siguiente escena tras un breve fundido a negro, era Thyra ordenando a Ulf que se fuera al norte y que lo arreglase, dandole un montón de legajos y haciendo que le acompañara un burócrata que defendiese sus derechos por la via legal, pero si el rey no atendía a razones, tenía instrucciones de emplear la fuerza.
Tras otro fundido a negro se le reveló el nombre del barco, el Northwind, y la fecha escrita en unos pasajes.
Por último, la bruja vio el norte, vio la contienda, la sangre y el fuego. Vio al rey reir satisfecho después que una oráculo predijese la muerte de los rebeldes. Todos ellos caerían.
Sus rodillas fallaron y se desplomó sobre el suelo de la acera de la biblioteca. No podía dejarlo a su suerte, tenía que preguntarle al Barón Samedi si era la hora de Ulf, porque si no lo era, tendría que intervenir. Se apresuró a llegar a casa para beber Sazerac, entrar en una especie de trance y conjurar al más poderoso de los Loas, pero éste parecía no responder, la bruja todavía no estaba preparada para llamar a la puerta de una deidad así. Pero Legba sí acudió, siempre tan misterioso con sus acertijos.
— Giuliana, las respuestas que buscas no las vas a encontrar.
— ¿por qué?.— La bruja inquirió al más sabio de sus dioses.
— Porque erraste en las preguntas.
— ¿Y cómo sabré qué preguntas son las adecuadas?
— Porque obtendrás respuestas.
— Eso no me ayuda.— Legba rió con aquella boca cosida tan desagradable.
— No estoy aquí para cumplir tus deseos, niña.
— Dime al menos si el Barón reclamará su alma, si no estoy cometiendo el peor de los errores negándole ese deseo al señor de la Muerte.
— Si el Barón desea su alma... no habrá nada que puedas hacer para impedirlo.— Legba se encendió un puro apresándolo entre los resquicios que dejaban sus labios cosidos.
Eso ya era una respuesta, más o menos. Agradeció a Legba su enrevesada ayuda y lo preparó todo para subir a ese barco. Compró el pasaje, llenó la maleta con lo que podía necesitar para ayudar con los hechizos que sabía y llegado el día, cuando aún no despuntaba el alba, se perdió entre las nieblas parisinas para llegar al puerto y esperar a que apareciesen los norteños.
Última edición por Giuliana Mordrake el Dom Ene 15, 2017 2:12 pm, editado 1 vez
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
Ulf estaba furibundo, podía notarlo, sus palabras se lo acabaron de confirmar. ¿Qué mosca le había picado? acababa de matar a un hombre, llevaba días en tensión para sacarlo de aquel entuerto, había entrado en trance y gastado una cantidad enorme de energía en el hechizo y...¿todo lo que le preocupaba es que no se había abierto de piernas con él? Oh! deberían haberlo hecho sobre el cadáver del impostor, ya que estaban.
Ulf estaba de vuelta, eso era lo importante y aunque estaba dolida, se levantó y empezó a recoger la sangre en silencio, a borrar los restos de magia y finalmente habló con los hombres norteños que tenía contratados para su seguridad (que los había contratado el falso Ulf haciendose pasar por éste) para que se deshicieran del cuerpo. Cansada, triste y un poco confusa por los matices que estaba tonando aquello, se puso un vestido limpio y se adentró en el cementerio. Suponía que Ulf estaría donde la vio por primera vez, allí había ua mesita de piedra y un banco donde había pasado muchas horas de lectura o simplemente dejando el tiempo pasar sumida en sus pensamientos.
Quedaban muchos cabos sueltos, el rey Rannulf, Sigrid, más oráculos...pero necesitaba parar, necesitaba unos días para recuperarse del desgaste. Se acercó al lobo, pero no sabía en qué condiciones estaba, quizás la bebida lo hubiera violentado más, o quizás lo hubiera aplacado, era difícil saberlo, porque era muy temperamental.
— Ulf... lo siento. Pensé que eras tú...no podía ver nada, sólo escuchaba su voz y no pensé que...— suspiró.— Pero cuando me di cuenta se me cayó el mundo encima, los Loa me mandaron una visión de ti en ese calabozo y lo entendí. Desde ese instante tan sólo deseaba matarlo, pero no podía porque... eras tú. Debía traerte de vuelta y...ya no sé cuantas cosas he hecho mal, por favor perdoname.
Se acercó a él un poco más calibrando su reacción, si iba a soltarle un zarpazo o recibiría bien su tacto. Extendio las manos, tan sólo quería abrazarlo, tocarlo, sentirlo de nuevo cerca, a él, no al otro. Pero la reacción de la fiera podía ser peligrosa.
— vamonos... vamonos lejos, olvidemoslo todo, por favor...
Ulf estaba de vuelta, eso era lo importante y aunque estaba dolida, se levantó y empezó a recoger la sangre en silencio, a borrar los restos de magia y finalmente habló con los hombres norteños que tenía contratados para su seguridad (que los había contratado el falso Ulf haciendose pasar por éste) para que se deshicieran del cuerpo. Cansada, triste y un poco confusa por los matices que estaba tonando aquello, se puso un vestido limpio y se adentró en el cementerio. Suponía que Ulf estaría donde la vio por primera vez, allí había ua mesita de piedra y un banco donde había pasado muchas horas de lectura o simplemente dejando el tiempo pasar sumida en sus pensamientos.
Quedaban muchos cabos sueltos, el rey Rannulf, Sigrid, más oráculos...pero necesitaba parar, necesitaba unos días para recuperarse del desgaste. Se acercó al lobo, pero no sabía en qué condiciones estaba, quizás la bebida lo hubiera violentado más, o quizás lo hubiera aplacado, era difícil saberlo, porque era muy temperamental.
— Ulf... lo siento. Pensé que eras tú...no podía ver nada, sólo escuchaba su voz y no pensé que...— suspiró.— Pero cuando me di cuenta se me cayó el mundo encima, los Loa me mandaron una visión de ti en ese calabozo y lo entendí. Desde ese instante tan sólo deseaba matarlo, pero no podía porque... eras tú. Debía traerte de vuelta y...ya no sé cuantas cosas he hecho mal, por favor perdoname.
Se acercó a él un poco más calibrando su reacción, si iba a soltarle un zarpazo o recibiría bien su tacto. Extendio las manos, tan sólo quería abrazarlo, tocarlo, sentirlo de nuevo cerca, a él, no al otro. Pero la reacción de la fiera podía ser peligrosa.
— vamonos... vamonos lejos, olvidemoslo todo, por favor...
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Escuché los pasos de Giuliana acercarse a mi, embotado por el alcohol, me relamí los labios sin inmutarme, sabia que teníamos por delante una conversación ,pero la verdad no sabia si era este el mejor instante para ello.
Trataba de entender que la había llevado a mantener la farsa, a no atrapar ese impostor con su maldita magia y haberlo encadenado en las mazmorras como lo había estado yo en ese maldito templo.
Gruñía sin poder evitarlo y solo la botella amansaba ligeramente mi desazón, quizás porque yo había sido educado de otro modo, porque el acero guiaba mi pasos y no el engaño y para mi lo que la bruja había hecho, era mantener su posición esperando el momento adecuado. Claro que a cambio había cedido en demasiadas cosas, se había dejado tocar por ese despreciable impostor.
Su mano atajó la distancia entre ambos, un gruñido le dejó claro que este no era el momento para estar acompañado, quería beber hasta perder el sentido, dejar de pensar en que la mujer de la que estaba enamorado había cedido ante un desgraciado.
Me explicó el momento en el que descubrió el engaño, al parecer gracia a sus dioses pues había quedado ciega tras el regreso del tártaro.
No había estado para cuidarla, era culpa mía y eso me torturaba, di un nuevo trago a la botella, esta vez permitiendo que su mano acariciara mi brazo con suavidad.
Me giré para enfrentarla, mi frente contra la suya, estaba enfadado, mucho, peor sus palabras esas que me instigaban a irnos lejos y el grado de ebriedad que consumía mi cuerpo fue suficiente para empezar a hablar sin pensar.
-Me merezco un tiempo en paz, para hacer todo aquello que no me ha permitido esta guerra a la que fielmente he servido -susurré contra su boca enredando las palabras – quiero tener mis propios hijos bruja, no quiero que mi linaje acabe conmigo.
Atajé la distancia colisionando con sus labios, mi lengua busco la suya, necesitado de lo que durante demasiado tiempo se me había negado primero por la bruja, luego los dioses y finalmente el rey del norte.
Jadeé contra su boca enredándome en su piel, tirando de sus caderas para subirla sobre mi, horcajadas, calentándonos.
-Vayámonos lejos de París y del norte, a un sitio donde nadie pueda conocernos y allí...
Tiré de la cadena que colgaba de mi cuello y ladeé la sonrisa contemplando sus pantanos que me miraban aturdida.
-Casémonos ¿que me dices? -pregunté hundiendo mis grises en sus ojos.
Mi mirada turbia fruto del alcohol esperaba una respuesta por su parte y dado como había ido hasta hoy nuestra relación cualquier cosa podía suceder.
Trataba de entender que la había llevado a mantener la farsa, a no atrapar ese impostor con su maldita magia y haberlo encadenado en las mazmorras como lo había estado yo en ese maldito templo.
Gruñía sin poder evitarlo y solo la botella amansaba ligeramente mi desazón, quizás porque yo había sido educado de otro modo, porque el acero guiaba mi pasos y no el engaño y para mi lo que la bruja había hecho, era mantener su posición esperando el momento adecuado. Claro que a cambio había cedido en demasiadas cosas, se había dejado tocar por ese despreciable impostor.
Su mano atajó la distancia entre ambos, un gruñido le dejó claro que este no era el momento para estar acompañado, quería beber hasta perder el sentido, dejar de pensar en que la mujer de la que estaba enamorado había cedido ante un desgraciado.
Me explicó el momento en el que descubrió el engaño, al parecer gracia a sus dioses pues había quedado ciega tras el regreso del tártaro.
No había estado para cuidarla, era culpa mía y eso me torturaba, di un nuevo trago a la botella, esta vez permitiendo que su mano acariciara mi brazo con suavidad.
Me giré para enfrentarla, mi frente contra la suya, estaba enfadado, mucho, peor sus palabras esas que me instigaban a irnos lejos y el grado de ebriedad que consumía mi cuerpo fue suficiente para empezar a hablar sin pensar.
-Me merezco un tiempo en paz, para hacer todo aquello que no me ha permitido esta guerra a la que fielmente he servido -susurré contra su boca enredando las palabras – quiero tener mis propios hijos bruja, no quiero que mi linaje acabe conmigo.
Atajé la distancia colisionando con sus labios, mi lengua busco la suya, necesitado de lo que durante demasiado tiempo se me había negado primero por la bruja, luego los dioses y finalmente el rey del norte.
Jadeé contra su boca enredándome en su piel, tirando de sus caderas para subirla sobre mi, horcajadas, calentándonos.
-Vayámonos lejos de París y del norte, a un sitio donde nadie pueda conocernos y allí...
Tiré de la cadena que colgaba de mi cuello y ladeé la sonrisa contemplando sus pantanos que me miraban aturdida.
-Casémonos ¿que me dices? -pregunté hundiendo mis grises en sus ojos.
Mi mirada turbia fruto del alcohol esperaba una respuesta por su parte y dado como había ido hasta hoy nuestra relación cualquier cosa podía suceder.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
Estaba casi borracho, lo podía percibir por la cantidad de alcohol que faltaba en la botella y los gruñidos nerviosos. Pero Ulf tenía buen aguante, borracho no diría mentiras, de eso estaba segura, quizás diría más cosas de la cuenta o de malos modos, pero jamás mentiras.
Claro que se merecía un descanso, y ella también, habían sido unos meses duros y los últimos días la habían agitado físicamente. A ella también le parecía un buen plan. Se dejó agarrar por las nalgas, el tirón seco del lobo que la aupó sobre él sólo le corroboró lo que ya sabía: que la deseaba, que la quería y la echaba de menos. Ulf no era bueno con las palabras, él se comunicaba mejor por el tacto y las miradas y era su forma de expresar todo eso con una acción. Acarició su pelo y sus mejillas con ambas manos, juntando su frente con la del norteño y hablando a escasos milímetros de su boca.
— Ulf... es lo mejor que he escuchado en mucho tiempo...vayámonos hoy mismo, sólo necesito mi abrigo y tu mano y...
Entonces le dijo aquello. ¿Estaba de broma? no, claro que no lo estaba; borracho sí, pero de broma no. Le acababa de pedir matrimonio. Se mordió el labio inferior observando la profundidad del color del pantano que había en sus ojos. Quería sus propios hijos, quería tenerlos con ella, quería amanecer con la bruja cada mañana hasta el fin de sus días. Eso era muy grande, esas palabras tenían una dimensión enorme, y sin embargo la respuesta era muy sencilla.
— sí... sí que quiero estar contigo para siempre... hasta que... la muerte nos separe y nos vuelva a juntar, o puede que no porque a veces cada uno aparece en un lugar distinto pero... luego resucitemos de nuevo y... ¡¡no sé que demonios estoy diciendo!! Sí!! claro que si!!
Rompió a reir a la vez que empezaba a llorar de la emoción, estaba con el ánimo algo alterado por todo lo sucedido. Besó sus labios una vez y después otra y una tercera que fue mucho más larga y sentida. Entonces su gesto cambió y se puso seria, algun pensamiento negativo la alcanzó.
— Ulf...¿y si no puedo darte hijos? he estado muerta, quizás el precio de eso sea no poder... no quiero encadenarte a mi si no puedo hacerte feliz, me partiría el corazón.
Claro que se merecía un descanso, y ella también, habían sido unos meses duros y los últimos días la habían agitado físicamente. A ella también le parecía un buen plan. Se dejó agarrar por las nalgas, el tirón seco del lobo que la aupó sobre él sólo le corroboró lo que ya sabía: que la deseaba, que la quería y la echaba de menos. Ulf no era bueno con las palabras, él se comunicaba mejor por el tacto y las miradas y era su forma de expresar todo eso con una acción. Acarició su pelo y sus mejillas con ambas manos, juntando su frente con la del norteño y hablando a escasos milímetros de su boca.
— Ulf... es lo mejor que he escuchado en mucho tiempo...vayámonos hoy mismo, sólo necesito mi abrigo y tu mano y...
Entonces le dijo aquello. ¿Estaba de broma? no, claro que no lo estaba; borracho sí, pero de broma no. Le acababa de pedir matrimonio. Se mordió el labio inferior observando la profundidad del color del pantano que había en sus ojos. Quería sus propios hijos, quería tenerlos con ella, quería amanecer con la bruja cada mañana hasta el fin de sus días. Eso era muy grande, esas palabras tenían una dimensión enorme, y sin embargo la respuesta era muy sencilla.
— sí... sí que quiero estar contigo para siempre... hasta que... la muerte nos separe y nos vuelva a juntar, o puede que no porque a veces cada uno aparece en un lugar distinto pero... luego resucitemos de nuevo y... ¡¡no sé que demonios estoy diciendo!! Sí!! claro que si!!
Rompió a reir a la vez que empezaba a llorar de la emoción, estaba con el ánimo algo alterado por todo lo sucedido. Besó sus labios una vez y después otra y una tercera que fue mucho más larga y sentida. Entonces su gesto cambió y se puso seria, algun pensamiento negativo la alcanzó.
— Ulf...¿y si no puedo darte hijos? he estado muerta, quizás el precio de eso sea no poder... no quiero encadenarte a mi si no puedo hacerte feliz, me partiría el corazón.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Como de costumbre mi pequeña bruja hablaba sin pensar, como si la idea de que dejara pasar la afrenta de acostarse con otro fuera mas que suficiente, dijo que estaba decidida a partir, que solo necesitaba unas cosas y mi mano...
Guardó silencio y yo ladeé la sonrisa negando con cierta diversión con la cabeza
-parece que ahora eres tu la que necesita de la botella -bromeé haciendo que esta impactara contra el pecho de la bruja.
Me relamí los labios contemplando sus ojos verdes, mi boca se orilló contra la suya esperando esas palabras que ansiaba escuchar y que no tardaron ne llegar.
No pude evitar echarme a reír, no callaba, por Odin ahora era el momento de hablar de si la muerte nos hallaba donde demonios nos íbamos a encontrar.
-Pediré a tu dios del ron que me haga un siti en tu infierno, a fin de cuentas, ya somos viejos conocidos y lidiar con un vikingo que quiere llegar a ti y una bruja que quiere llegar a mi no se lo recomiendo ni al mismo Thor rey del trueno.
Su boca sentenció mis palabras, enredadas peor firmes, tenia claro que ella era todo cuanto ansiaba en este mundo y en los que vinieran.
Solo necesitaba un poco de paz en tiempos de guerra, lo merecía, había sido fiel a la familia Cannif, peor ahora mi destino estaba con ella y pensaba al menos por un tiempo consolidar lo nuestro lejos de estas tierras. Quería hijos fuertes, sanos, que hicieran prevalecer mi linaje.
Las lagrimas y la risa de la bruja morían entre mis dedos, manos que acunaban su rostro con deseo.
Beso que casi se convierte en día, pues fue largo, sentido e implorado por ambas partes, demasiado tiempo lejos, demasiado vivido...
Sonreí contra su boca cuando la preocupación abordó a la bruja.
-Eso no pasará, tendremos hijos y crecerán fuertes ajenos a la guerra que acontece la menos mientras sean niños.
Ella asentía, como si mis palabras le devolvieran al vida, ahora solo teníamos que elegir un destino, cualquier lugar del mundo seria perfecto s era junto a esa mujer...
-¿donde quieres ir? -pregunté ladeando la sonrisa -el Tártaro lo tengo muy vito y la cena ne el Valhalla tendrá que esperar, así que si es posible, un lugar terrenal -bromeé atrayendola por las nalgas contra mi cuerpo.
Dejé que la cadena cayera al suelo y con suavidad tome su mano para deslizar con mis dedos el anillo sobre el ajeno.
Nuestros ojos quedaron anclados como nuestro destino ne ese gesto, nada podría romper la unión que para un lobo era indestructible.
-Giuliana -susurré buscando su boca de nuevo.
Guardó silencio y yo ladeé la sonrisa negando con cierta diversión con la cabeza
-parece que ahora eres tu la que necesita de la botella -bromeé haciendo que esta impactara contra el pecho de la bruja.
Me relamí los labios contemplando sus ojos verdes, mi boca se orilló contra la suya esperando esas palabras que ansiaba escuchar y que no tardaron ne llegar.
No pude evitar echarme a reír, no callaba, por Odin ahora era el momento de hablar de si la muerte nos hallaba donde demonios nos íbamos a encontrar.
-Pediré a tu dios del ron que me haga un siti en tu infierno, a fin de cuentas, ya somos viejos conocidos y lidiar con un vikingo que quiere llegar a ti y una bruja que quiere llegar a mi no se lo recomiendo ni al mismo Thor rey del trueno.
Su boca sentenció mis palabras, enredadas peor firmes, tenia claro que ella era todo cuanto ansiaba en este mundo y en los que vinieran.
Solo necesitaba un poco de paz en tiempos de guerra, lo merecía, había sido fiel a la familia Cannif, peor ahora mi destino estaba con ella y pensaba al menos por un tiempo consolidar lo nuestro lejos de estas tierras. Quería hijos fuertes, sanos, que hicieran prevalecer mi linaje.
Las lagrimas y la risa de la bruja morían entre mis dedos, manos que acunaban su rostro con deseo.
Beso que casi se convierte en día, pues fue largo, sentido e implorado por ambas partes, demasiado tiempo lejos, demasiado vivido...
Sonreí contra su boca cuando la preocupación abordó a la bruja.
-Eso no pasará, tendremos hijos y crecerán fuertes ajenos a la guerra que acontece la menos mientras sean niños.
Ella asentía, como si mis palabras le devolvieran al vida, ahora solo teníamos que elegir un destino, cualquier lugar del mundo seria perfecto s era junto a esa mujer...
-¿donde quieres ir? -pregunté ladeando la sonrisa -el Tártaro lo tengo muy vito y la cena ne el Valhalla tendrá que esperar, así que si es posible, un lugar terrenal -bromeé atrayendola por las nalgas contra mi cuerpo.
Dejé que la cadena cayera al suelo y con suavidad tome su mano para deslizar con mis dedos el anillo sobre el ajeno.
Nuestros ojos quedaron anclados como nuestro destino ne ese gesto, nada podría romper la unión que para un lobo era indestructible.
-Giuliana -susurré buscando su boca de nuevo.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 196
Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
La preocupación por los efectos colaterales de haber estado muerta se disipó en cuanto apenas, porque cuando Ulf decía algo con convicción, parecía que ni los dioses le podían negar sus derechos. Si él decía que los tendrían...pues seguramente fuera así.
Le colocó un anillo en el dedo y lo miró por unos instantes. Ella no tenía un anillo para darle, pero es que tampoco esperaba algo así.
— Ulf... mi Ulf...— acarició sus mejillas y besó sus labios.— quiero ir a Nueva Orleans de nuevo. Ven, tengo una ofrenda para ti. Bueno...más de una.— sonrió pícara y tiró de su mano hacia la casa, le tenía demasiado respeto a los muertos como para darse el lote en el cementerio.
Cazó una botella de whisky, no quería darle al Sazerac porque entraria en trance y no era plan. Le dio un sorbo a la botella y le indicó a Ulf que se sentara en la silla del despacho donde solía realizar sus hechizos. Rompió un collar de cuentas de plata y tomó varias colocándolas en un platillo. Murmuró algunas palabras y brotó un poco de humo blanco de donde sólo había metal. Después se cortó un mechón de pelo, largo y rubio, que trenzó sujetando los extremos con aquellas cuentas y metió otra en el medio para reforzarlo. Después se pinchó un dedo y la gota de sangre la dejó empapar el pelo e hizo lo mismo con una gota de Ulf. Terminado el ritual, anudó la fina trenza alreddor de la muñeca de Ulf.
— no tengo anillo que darte, me pillaste por sorpresa, pero este amuleto te protegerá, mientras yo siga viva y tú lo lleves puesto, mi energía fluirá hacia ti, siempre te buscaré, siempre regresaré a donde tú estés.
Y ahora que ya podían respirar tranquilos y que no habían cadáveres en su casa, tiró del lobo hacia el cuarto, porque a pesar de que estaba reventada, quería sentirlo suyo, demostrarle con caricias y besos que su entrega no era sólo de palabra, que estaba dispuesta a compartir su vida con él, siempre, hasta el fin de los días.
Se quitó la ropa y se sentó sobre Ulf que estaba en la cama, a pesar del ardor que transmitía el lobo, quería tomárselo con calma. Podrían pronunciar los votos en diez idiomas diferentes que no serían más ciertos que lo que se acababan de prometer en ese cementerio: una vida juntos, un amor sin barreras, un amor de los que perdona los tropiezos y sólo tiene en cuenta lo bueno. Podrían celebrarlo con más gente o montar una fiesta o algo similar, pero no lo disfrutarían como iban a disfrutar ese momento en el que sólo estaban ellos, las sábanas y todas las horas por delante. Recorrió su cara con las manos y los labios, dejando besos en su frente, en su nariz, en sus mejillas y barbilla hasta llegar a los labios donde se detuvo todo el tiempo que le parecía necesario. Descendió por el cuello y los hombros acariciando sus pectorales y su espalda, saboreando su piel como un manjar que hay que degustar con calma, para notar todos los matices salados.
Le colocó un anillo en el dedo y lo miró por unos instantes. Ella no tenía un anillo para darle, pero es que tampoco esperaba algo así.
— Ulf... mi Ulf...— acarició sus mejillas y besó sus labios.— quiero ir a Nueva Orleans de nuevo. Ven, tengo una ofrenda para ti. Bueno...más de una.— sonrió pícara y tiró de su mano hacia la casa, le tenía demasiado respeto a los muertos como para darse el lote en el cementerio.
Cazó una botella de whisky, no quería darle al Sazerac porque entraria en trance y no era plan. Le dio un sorbo a la botella y le indicó a Ulf que se sentara en la silla del despacho donde solía realizar sus hechizos. Rompió un collar de cuentas de plata y tomó varias colocándolas en un platillo. Murmuró algunas palabras y brotó un poco de humo blanco de donde sólo había metal. Después se cortó un mechón de pelo, largo y rubio, que trenzó sujetando los extremos con aquellas cuentas y metió otra en el medio para reforzarlo. Después se pinchó un dedo y la gota de sangre la dejó empapar el pelo e hizo lo mismo con una gota de Ulf. Terminado el ritual, anudó la fina trenza alreddor de la muñeca de Ulf.
— no tengo anillo que darte, me pillaste por sorpresa, pero este amuleto te protegerá, mientras yo siga viva y tú lo lleves puesto, mi energía fluirá hacia ti, siempre te buscaré, siempre regresaré a donde tú estés.
Y ahora que ya podían respirar tranquilos y que no habían cadáveres en su casa, tiró del lobo hacia el cuarto, porque a pesar de que estaba reventada, quería sentirlo suyo, demostrarle con caricias y besos que su entrega no era sólo de palabra, que estaba dispuesta a compartir su vida con él, siempre, hasta el fin de los días.
Se quitó la ropa y se sentó sobre Ulf que estaba en la cama, a pesar del ardor que transmitía el lobo, quería tomárselo con calma. Podrían pronunciar los votos en diez idiomas diferentes que no serían más ciertos que lo que se acababan de prometer en ese cementerio: una vida juntos, un amor sin barreras, un amor de los que perdona los tropiezos y sólo tiene en cuenta lo bueno. Podrían celebrarlo con más gente o montar una fiesta o algo similar, pero no lo disfrutarían como iban a disfrutar ese momento en el que sólo estaban ellos, las sábanas y todas las horas por delante. Recorrió su cara con las manos y los labios, dejando besos en su frente, en su nariz, en sus mejillas y barbilla hasta llegar a los labios donde se detuvo todo el tiempo que le parecía necesario. Descendió por el cuello y los hombros acariciando sus pectorales y su espalda, saboreando su piel como un manjar que hay que degustar con calma, para notar todos los matices salados.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Mi bruja siempre tan enigmática aseguró tener algo para mi, una ofrenda y teniendo en cuenta la magia que se gastaba me hizo primero arquear una ceja con cierta diversión
-¿no sera una mujer virgen? -reí contra sus labios notando como golpeaba mi pecho molesta y pronto ambos empezamos a reír cómplices.
Por primera vez en mucho tiempo mi mente estaba despejada, no tenia en nada que pensar mas allá de disfrutar con esa mujer que merecía tras recorrer el tártaro un poco de paz.
-¿Orleans? -reí mientras me dejaba llevar hacia el interior de su casa -yo que apostaba mas por una isla desierta -bromeé de nuevo llevando mi mano a su trasero para darle un par de golpes -Orleans esta bien Giuliana.
Seguramente tuviera mucho que enseñarme de su ciudad natal, en cierto modo yo había mostrado la peor cara del norte, una que nos había llevado a la muerte, esperaba ahora disfrutar de la mejor parte de su mundo.
-Eso si, a tus dioses vamos a dejarlos descansar por un tiempo, creo que ya nos aborreces -le dije guiñándole un ojo.
Tomó una botella de whisky antes de entrar en una de las habitaciones donde invitándome a sentarme en una silla presencia un ritual que hacia con su pelo.
-Empiezas fuerte -susurré llevando mi mano a la botella para darle un trago mientras esta continuaba con ese objeto en forma de pulsera que anudo a mi muñeca.
-¿esto que es para que no me pierda? -bromeé tirando de su cintura para besar sus labios, estaba ansioso de ella.
No tardó en explicarme para que servia ese amuleto que de un modo u otro nos enlazaba por completo, creo que eso simbolizaba mucho mas nuestra unión que el propio anillo que yo coloqué en su dedo.
La seguí hacia la habitación, besos, caricias y pronto ambos acabamos desnudos sobre el colchón.
Nuestras bocas paladeaban despacio cada recoveco del otro, como si fuera la primera vez que surcábamos nuestros cuerpos.
La yema de mi dedo se perdió en sus labios, deslizándose por este que descendió ligeramente para ser encontrado por mi hambrienta boca.
Beso húmedo, sosegado, sentido y esperado, nos deleitamos con caricias que hablaban ese idioma universal que todos entendían, nuestros cuerpos pronto quedaron enlazados en un baile lento, mecidos por las olas para sentenciar este encuentro que nos producía roncos jadeos.
Sus dedos se enredaron con los míos y volteando sobre el lecho quedé encima suyo, adentrándome en su laberinto que ofrecido me cobijaba haciéndome arder en deseo.
-Giuliana -gruñí contra su boca incrementando el ritmo de las embestidas que provocaban mil tempestades contra ella.
-¿no sera una mujer virgen? -reí contra sus labios notando como golpeaba mi pecho molesta y pronto ambos empezamos a reír cómplices.
Por primera vez en mucho tiempo mi mente estaba despejada, no tenia en nada que pensar mas allá de disfrutar con esa mujer que merecía tras recorrer el tártaro un poco de paz.
-¿Orleans? -reí mientras me dejaba llevar hacia el interior de su casa -yo que apostaba mas por una isla desierta -bromeé de nuevo llevando mi mano a su trasero para darle un par de golpes -Orleans esta bien Giuliana.
Seguramente tuviera mucho que enseñarme de su ciudad natal, en cierto modo yo había mostrado la peor cara del norte, una que nos había llevado a la muerte, esperaba ahora disfrutar de la mejor parte de su mundo.
-Eso si, a tus dioses vamos a dejarlos descansar por un tiempo, creo que ya nos aborreces -le dije guiñándole un ojo.
Tomó una botella de whisky antes de entrar en una de las habitaciones donde invitándome a sentarme en una silla presencia un ritual que hacia con su pelo.
-Empiezas fuerte -susurré llevando mi mano a la botella para darle un trago mientras esta continuaba con ese objeto en forma de pulsera que anudo a mi muñeca.
-¿esto que es para que no me pierda? -bromeé tirando de su cintura para besar sus labios, estaba ansioso de ella.
No tardó en explicarme para que servia ese amuleto que de un modo u otro nos enlazaba por completo, creo que eso simbolizaba mucho mas nuestra unión que el propio anillo que yo coloqué en su dedo.
La seguí hacia la habitación, besos, caricias y pronto ambos acabamos desnudos sobre el colchón.
Nuestras bocas paladeaban despacio cada recoveco del otro, como si fuera la primera vez que surcábamos nuestros cuerpos.
La yema de mi dedo se perdió en sus labios, deslizándose por este que descendió ligeramente para ser encontrado por mi hambrienta boca.
Beso húmedo, sosegado, sentido y esperado, nos deleitamos con caricias que hablaban ese idioma universal que todos entendían, nuestros cuerpos pronto quedaron enlazados en un baile lento, mecidos por las olas para sentenciar este encuentro que nos producía roncos jadeos.
Sus dedos se enredaron con los míos y volteando sobre el lecho quedé encima suyo, adentrándome en su laberinto que ofrecido me cobijaba haciéndome arder en deseo.
-Giuliana -gruñí contra su boca incrementando el ritmo de las embestidas que provocaban mil tempestades contra ella.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Tempestad. (+18)
Ya habían sufrido suficiente durante aquellos meses infernales, el asunto del Norte, la muerte de la madre de Lana, sus propias muertes... era hora de disfrutar un poco, de recomponer el tiempo perdido, de reencontrarse y saborearse mutuamente.
La noche los acogió en su oscuridad, sus jadeos y gemidos se descompusieron en la brisa suave que entraba por las ventanas y el alba los recibió abrazados y dormidos. Por una vez parecía que se abría el camino del reposo merecido para ambos. Física y mentalmente estaban agotados. La bruja abrió los ojos primero y contempló los rizos dorados del vikingo, su piel curtida y tatuada a cicatrices y se quedó un largo rato así, contemplándolo. Había cruzado el infierno vudú por ella, había ido a rescatarla del nosferatu, se había escapado de la prisión del norte para regresar a su lado...no podía quererlo más. Ella no se quedaba atrás, había ido a luchar en una causa que no era la suya, había matado cayendo en la oscuridad de ese acto atroz, había muerto y regresado para salvarlo a él... estaban hecho el uno para el otro. Seguramente sus vidas serían un infierno, discutirían y se harían daño mil veces pero sabía que siempre regresarían el uno junto al otro porque se querían de verdad, mucho más allá de un cuerpo, estaban unidos por el corazón.
Cuando Ulf se revolvió en la cama y los rayos pálidos impactaron en su piel, Giuliana apoyó las manos sobre el pecho del lobo y sobre éstas su barbilla sonriendo.
— no me acordaba de lo feo que eras... tanto como aquel nosferatu de las alcantarillas. Qué pena que lo mataras, ahora podría ir a reprocharle que menudo marrón me dejó contigo.— besó sus labios sonriendo, tenía ganas de olvidar todo aquello, olvidar París por unas semanas y dejar atrás tanta ansiedad y tanto dolor.— si no nos demoramos mucho, esta misma noche podemos embarcar hacia Louisiana, salen barcos cada dos días desde el puerto de Le Havre.
Después de remolonear en la cama durante un rato se levantó porque tenía hambre, quería un buen desayuno y la cocinera les preparó todo un festín del que dieron buena cuenta. Debían hacer una maleta con lo justo aunque fuera, y comprar los billetes hacia América. Le hacía muchísima ilusión alejarse un poco de la contaminación de la vieja Europa, de esa ciudad plagada de espías norteños y con la espada de Damocles siempre encima de sus cabezas. necesitaban reponerse, una retirada a tiempo es media victoria. debía retirarase y recuperar fuerzas, y de paso Lana visitaría a su tia Gwenda, la bruja vudú, la hermana de su madre que vivía en los pantanos. Necesitaba aprender más cosas, un poco de guía para su poder, porque la guerra no había hecho más que comenzar.
El sol se puso por la proa del barco y la bruja y el lobo la observaron desde cubierta. Los colores rojizos se reflejaban en sus ojos y el horizonte infinito le dio una sensación de paz indescriptible.
— Nada de saltar del barco esta vez ¿entendido? sólo quiero una travesía tranquila, tenemos siete días para disfrutarlos en el camarote, así que prométeme que no habrán más sobresaltos, yo prometo no matarme ni cortarme las venas ni hacer magia vudú y tú júrame que no te irás espada en mano a meterte en líos.
Se acomodó entre los brazos de Ulf, que la abrazaba mientras el navío avanzaba y la brisa del mar les daba de frente.
— hablando de líos...Sigrid escapó indemne. Siento decirlo pero...tengo ganas de matarla, me echó al agua helada para ahogarme, trató de ponerte en mi contra y después se unió al rey...en todo momento me intentó perjudicar. No es venganza, es justicia. Algún día le devolveré todo el daño que me ha hecho. Nunca había sido vengativa...hasta ahora. Nunca había tenido un motivo para odiar tan intensamente, tú no existías en mi vida y ahora que estás, no puedo pasar por alto que ha intentado destruirme y destruirnos. ¿Es normal lo que me pasa?
La noche los acogió en su oscuridad, sus jadeos y gemidos se descompusieron en la brisa suave que entraba por las ventanas y el alba los recibió abrazados y dormidos. Por una vez parecía que se abría el camino del reposo merecido para ambos. Física y mentalmente estaban agotados. La bruja abrió los ojos primero y contempló los rizos dorados del vikingo, su piel curtida y tatuada a cicatrices y se quedó un largo rato así, contemplándolo. Había cruzado el infierno vudú por ella, había ido a rescatarla del nosferatu, se había escapado de la prisión del norte para regresar a su lado...no podía quererlo más. Ella no se quedaba atrás, había ido a luchar en una causa que no era la suya, había matado cayendo en la oscuridad de ese acto atroz, había muerto y regresado para salvarlo a él... estaban hecho el uno para el otro. Seguramente sus vidas serían un infierno, discutirían y se harían daño mil veces pero sabía que siempre regresarían el uno junto al otro porque se querían de verdad, mucho más allá de un cuerpo, estaban unidos por el corazón.
Cuando Ulf se revolvió en la cama y los rayos pálidos impactaron en su piel, Giuliana apoyó las manos sobre el pecho del lobo y sobre éstas su barbilla sonriendo.
— no me acordaba de lo feo que eras... tanto como aquel nosferatu de las alcantarillas. Qué pena que lo mataras, ahora podría ir a reprocharle que menudo marrón me dejó contigo.— besó sus labios sonriendo, tenía ganas de olvidar todo aquello, olvidar París por unas semanas y dejar atrás tanta ansiedad y tanto dolor.— si no nos demoramos mucho, esta misma noche podemos embarcar hacia Louisiana, salen barcos cada dos días desde el puerto de Le Havre.
Después de remolonear en la cama durante un rato se levantó porque tenía hambre, quería un buen desayuno y la cocinera les preparó todo un festín del que dieron buena cuenta. Debían hacer una maleta con lo justo aunque fuera, y comprar los billetes hacia América. Le hacía muchísima ilusión alejarse un poco de la contaminación de la vieja Europa, de esa ciudad plagada de espías norteños y con la espada de Damocles siempre encima de sus cabezas. necesitaban reponerse, una retirada a tiempo es media victoria. debía retirarase y recuperar fuerzas, y de paso Lana visitaría a su tia Gwenda, la bruja vudú, la hermana de su madre que vivía en los pantanos. Necesitaba aprender más cosas, un poco de guía para su poder, porque la guerra no había hecho más que comenzar.
El sol se puso por la proa del barco y la bruja y el lobo la observaron desde cubierta. Los colores rojizos se reflejaban en sus ojos y el horizonte infinito le dio una sensación de paz indescriptible.
— Nada de saltar del barco esta vez ¿entendido? sólo quiero una travesía tranquila, tenemos siete días para disfrutarlos en el camarote, así que prométeme que no habrán más sobresaltos, yo prometo no matarme ni cortarme las venas ni hacer magia vudú y tú júrame que no te irás espada en mano a meterte en líos.
Se acomodó entre los brazos de Ulf, que la abrazaba mientras el navío avanzaba y la brisa del mar les daba de frente.
— hablando de líos...Sigrid escapó indemne. Siento decirlo pero...tengo ganas de matarla, me echó al agua helada para ahogarme, trató de ponerte en mi contra y después se unió al rey...en todo momento me intentó perjudicar. No es venganza, es justicia. Algún día le devolveré todo el daño que me ha hecho. Nunca había sido vengativa...hasta ahora. Nunca había tenido un motivo para odiar tan intensamente, tú no existías en mi vida y ahora que estás, no puedo pasar por alto que ha intentado destruirme y destruirnos. ¿Es normal lo que me pasa?
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
La bruja se había despertado con los primeros rayos del alba, sus ojos pantanosos reflejaban la terciopelada luz que entraba por el postigo de la ventana dotándolos de un tono casi inhumano.
Sonreí hundiendo mis grises al escucharla decirme que no recordaba lo feo que era, mas se ensanchó mi sonrisa al recordarme lo del nosferatu y de algún modo mi menté viajo entre todos aquellos acontecimientos que nos habían sucedido desde entonces.
-Es que el primer beso marca para siempre -bromeé entre risas mientras la atraía por la cintura para fundirme en un nuevo beso.
Aquella noche habíamos hecho el amor enredándonos en esas sabanas que aun olían a nosotros, deslicé mis dedos por su pelo haciéndole a un lado uno de los mechones que caía travieso por su rostro.
-Cuanto antes dejemos todo atrás mejor, me parece perfecto partir hoy mismo -susurré contra su boca -antes he de ir a ver a Freya, quiero que se quede con Hoor una temporada, al menos hasta que volvamos del viaje.
Después de retozar en la cama ambos como ya merecíamos, nos levantamos para dar buena cuenta del copioso desayuna que nos prepararon.
Entre risas miradas cómplices y caricias nos lo acabamos y así, yo me dirigí a las caballerizas y ella se encargó de preparar las maletas y acudir a puerto para comprar los pasajes que necesitábamos para emprender viaje.
Con el Ocaso embarcamos en el navío que nos llevaría directos a Nueva Orleans. Esperaba que el viaje fuera tranquilo, claro que compartiendo vida con aquella bruja experta en el vudú, la palabra “tranquilidad” se me antojaba una utopía.
Desde cubierta observamos la puesta de sol, con sus anaranjados tonos y como el mar devoraba el astro para dejar a la dama blanca como indiscutible reina del firmamemento.
Escuché sus palabras con cierta diversión, tiré de su cintura rodeándola con mis brazos mientras apoyaba mi barbilla en su cabeza.
-Vamos a ver señorita, mato a vírgenes, me trasformo en una diosa de las amazonas y visito el Tártaro en mis ratos libres ¿crees que por esta vez podremos tener un viaje sin pensar en Ingrid, en el norte, o en París?
Mi nariz rozo la suya de forma cariñosa mientras mis dedos apretaban sus nalgas.
-Definitivamente algo me dice que la oscuridad intenta apoderarse de ti, Hell es poderoso, atrae a muchos de un modo inexorable, pero te diré algo, cuando la venganza empieza a arraigar, es como una vela encendida...se desgasta de forma lenta, pero siempre acaba consumiéndose,.
Olvida a Ingrid -pedí hundiendo mis ojos en los ajenos -olvida la vendetta.
Bajamos a cenar a un gran salón donde servían todo tipo de platos distintos, mis tripas rugían mientras la bruja sonreía al oírlas. Tiró de mi mano con una sonrisa hasta tomar asiento en una pequeña mesa redonda, apenas iluminada por unas velas.
Pronto llegó el camarero para tomar la comanda y servirnos un buen vino blanco que acompañaría el pescado.
Admito que estaba preocupado por la bruja, sabia que mis palabras habían calado en ella, pero, lo que no sabia es si estas bastarían. Su madre ya me advirtió del peligro que corría, su fuerza crecía y algún día podría arrastrarla a un abismo del que desconocía si podría traerla de vuelta.
Sonreí hundiendo mis grises al escucharla decirme que no recordaba lo feo que era, mas se ensanchó mi sonrisa al recordarme lo del nosferatu y de algún modo mi menté viajo entre todos aquellos acontecimientos que nos habían sucedido desde entonces.
-Es que el primer beso marca para siempre -bromeé entre risas mientras la atraía por la cintura para fundirme en un nuevo beso.
Aquella noche habíamos hecho el amor enredándonos en esas sabanas que aun olían a nosotros, deslicé mis dedos por su pelo haciéndole a un lado uno de los mechones que caía travieso por su rostro.
-Cuanto antes dejemos todo atrás mejor, me parece perfecto partir hoy mismo -susurré contra su boca -antes he de ir a ver a Freya, quiero que se quede con Hoor una temporada, al menos hasta que volvamos del viaje.
Después de retozar en la cama ambos como ya merecíamos, nos levantamos para dar buena cuenta del copioso desayuna que nos prepararon.
Entre risas miradas cómplices y caricias nos lo acabamos y así, yo me dirigí a las caballerizas y ella se encargó de preparar las maletas y acudir a puerto para comprar los pasajes que necesitábamos para emprender viaje.
Con el Ocaso embarcamos en el navío que nos llevaría directos a Nueva Orleans. Esperaba que el viaje fuera tranquilo, claro que compartiendo vida con aquella bruja experta en el vudú, la palabra “tranquilidad” se me antojaba una utopía.
Desde cubierta observamos la puesta de sol, con sus anaranjados tonos y como el mar devoraba el astro para dejar a la dama blanca como indiscutible reina del firmamemento.
Escuché sus palabras con cierta diversión, tiré de su cintura rodeándola con mis brazos mientras apoyaba mi barbilla en su cabeza.
-Vamos a ver señorita, mato a vírgenes, me trasformo en una diosa de las amazonas y visito el Tártaro en mis ratos libres ¿crees que por esta vez podremos tener un viaje sin pensar en Ingrid, en el norte, o en París?
Mi nariz rozo la suya de forma cariñosa mientras mis dedos apretaban sus nalgas.
-Definitivamente algo me dice que la oscuridad intenta apoderarse de ti, Hell es poderoso, atrae a muchos de un modo inexorable, pero te diré algo, cuando la venganza empieza a arraigar, es como una vela encendida...se desgasta de forma lenta, pero siempre acaba consumiéndose,.
Olvida a Ingrid -pedí hundiendo mis ojos en los ajenos -olvida la vendetta.
Bajamos a cenar a un gran salón donde servían todo tipo de platos distintos, mis tripas rugían mientras la bruja sonreía al oírlas. Tiró de mi mano con una sonrisa hasta tomar asiento en una pequeña mesa redonda, apenas iluminada por unas velas.
Pronto llegó el camarero para tomar la comanda y servirnos un buen vino blanco que acompañaría el pescado.
Admito que estaba preocupado por la bruja, sabia que mis palabras habían calado en ella, pero, lo que no sabia es si estas bastarían. Su madre ya me advirtió del peligro que corría, su fuerza crecía y algún día podría arrastrarla a un abismo del que desconocía si podría traerla de vuelta.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Tempestad. (+18)
La proa del barco era el balcón perfecto al que asomarse para contemplar el paisaje de ensueño que componía la luna sobre las aguas negras, inmensas y tranquilas. Se merecían esa tregua, aunque ambos sabían que su lucha no había terminado. En aquellos meses habían hecho frente al nosferatu, a la muerte de la madre de Lana, al despropósito de aventura en el Norte, habían rescatado a Freya pero lo habían pagado con sus vidas en un viaje al infierno vudú...Qué menos que disfrutar de unos días donde sólo fueran Ulf y Lana. Bajaron al comedor y les sirvieron vino y una cena suculenta. La bruja sonrió.
— ¿esto es una cita Ulf? me encanta que nuestra primera cita haya sido despues de meses muriendo, resucitando e incluso después de pedirme matrimonio...ya iba siendo hora. Cualquiera diría que somos una pareja normal.
En ese momento se preguntaba cuánto tiempo tardaría Ulf en necesitar sangre y acción, el vikingo que nunca descansaba.
— Ahora que lo pienso...sólo te he visto una vez en forma de lobo...me gustaría ver de nuevo tu otra forma, pareces tan blanco y tan suave...— deslizó la mano por encima de la mesa acariciando la de Ulf. Ni en sus mejores sueños podía imaginarse una cena así, "romántica", en alta mar. Quién iba a decirle a la niña rarita que frecuentaba cementerios que encontraría en un vikingo rubio como el sol a su media naranja.
La cena estaba buena, el pescado era fresco y lo cierto es que el simple hecho de saber que no estaban embarcandose rumbo al epicentro de la guerra, sino al extremo contrario, la hacía estar muy relajada. De pronto fue como si tuviera una revelación. Estaban los dos en aquel barco sin nada más que hacer que estar juntos, y fue como si de pronto lo viera allí. Suyo, para ella, por completo. No tenía que compartirlo con sus hombres, ni con Höor, ni con el Norte, ni con nada ni nadie más. Estaba allí sólo con ella y eso le dio un vuelco en las entrañas.
Ella ya había terminado el plato y Ulf estaba terminando el postre, se levantó de la mesa y lo cogió de la mano como si tuviera una urgencia por algo.
— ven...acompáñame... vamos.
Apretó el paso hacia el camarote, el cual abrió y cerró con un empujón de la puerta a sus espaldas y tras hacerlo se pegó a Ulf metiendo las manos bajo su camisa, besándolo con desesperación.
— es que... estabas ahí, tan tranquilo comiendo y... de pronto me di cuenta de que eres mio, y yo soy tuya y...tenemos una semana entera de viaje, pero no puedo esperar, por si de repente pasa algo y tengo que compartirte de nuevo con la guerra...quiero estar contigo todo el tiempo que pueda.
— ¿esto es una cita Ulf? me encanta que nuestra primera cita haya sido despues de meses muriendo, resucitando e incluso después de pedirme matrimonio...ya iba siendo hora. Cualquiera diría que somos una pareja normal.
En ese momento se preguntaba cuánto tiempo tardaría Ulf en necesitar sangre y acción, el vikingo que nunca descansaba.
— Ahora que lo pienso...sólo te he visto una vez en forma de lobo...me gustaría ver de nuevo tu otra forma, pareces tan blanco y tan suave...— deslizó la mano por encima de la mesa acariciando la de Ulf. Ni en sus mejores sueños podía imaginarse una cena así, "romántica", en alta mar. Quién iba a decirle a la niña rarita que frecuentaba cementerios que encontraría en un vikingo rubio como el sol a su media naranja.
La cena estaba buena, el pescado era fresco y lo cierto es que el simple hecho de saber que no estaban embarcandose rumbo al epicentro de la guerra, sino al extremo contrario, la hacía estar muy relajada. De pronto fue como si tuviera una revelación. Estaban los dos en aquel barco sin nada más que hacer que estar juntos, y fue como si de pronto lo viera allí. Suyo, para ella, por completo. No tenía que compartirlo con sus hombres, ni con Höor, ni con el Norte, ni con nada ni nadie más. Estaba allí sólo con ella y eso le dio un vuelco en las entrañas.
Ella ya había terminado el plato y Ulf estaba terminando el postre, se levantó de la mesa y lo cogió de la mano como si tuviera una urgencia por algo.
— ven...acompáñame... vamos.
Apretó el paso hacia el camarote, el cual abrió y cerró con un empujón de la puerta a sus espaldas y tras hacerlo se pegó a Ulf metiendo las manos bajo su camisa, besándolo con desesperación.
— es que... estabas ahí, tan tranquilo comiendo y... de pronto me di cuenta de que eres mio, y yo soy tuya y...tenemos una semana entera de viaje, pero no puedo esperar, por si de repente pasa algo y tengo que compartirte de nuevo con la guerra...quiero estar contigo todo el tiempo que pueda.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
En el comedor los dos no devoramos con la mirada, ladeo la sonrisa recordando sus palabras, sin duda somos una pareja algo distinta a las demás, no hemos hecho nada como correspondía, nuestra primera cita fue un caos, y la segunda y la tercera.
Sonrió recordando que el primer beso de esta mujer se lo dio a un nosferatu ¿como espero que algo con ella tenga un matiz estándar?
Su mano se desliza sobre la mía, es suave, cálida y me hace elevar la vista a sus ojos verdes.
-¿quieres hacerlo con el lobo? -pregunto en un tono mordaz.
Ya lo que nos falta para ser una pareja mas extraña de lo normal, ella niega entre risas, con una cambiante podría hacerlo en las dos formas, pero en nuestro caso estoy supeditado a la humana, quizás por eso me trasformo poco con ella.
La cena estaba muy buena, era la primera cita “normal” que los dos teníamos, con velas, tranquilos, acariciando nuestras manos con los dedos enlazados y hablando de banalidades, no de guerras, no de caos, ni de muerte, solo de lo que hacer durante el viaje.
Giuliana tira de mi de pronto, la cuchara a medio camino de mi boca. Enarco una ceja y la suelto de golpe, algo me dice que se acabó la tranquilidad y por un momento me debato en preguntarle si cojo whisky o algo para su trance, casi estoy seguro que una de sus visiones nos a jodido la noche.
¿Ahora que? Gruño siguiendola hasta el camarote.
Abre la puerta de forma atarantada, como si algo nos siguiera, mas mis sentidos lobunos no son capaces de percibir nada.
Nos adentramos en el camarote, la puerta la cierra de golpe y me empotra contra ella, sus labios me atraviesan y ahora comprendo, mi sonrisa se ladea siguiendo el ritmo frenético de su lengua.
La tempestad son nuestros cuerpos cuando chocan como la mar revuelta.
Jadeo escuchando sus palabras, es cierto, no podemos desperdiciar ni un momento.
Mis manso aflojan los lazos de su corseé hambriento. tiro de estos buscando el piel con piel.
Aullé cuando la prenda cae al suelo y sus pezones duros como astas me desafían pegadose a mis pectorales.
Sus dedos no se detienen, ávidos de mi dureza por la tela de mi pantalón se pasean. Erguida como una espada del mejor de los aceros, la acaricia con los dedos, forjandola a fuego lento.
Cierro los ojos dejándome llevar por el placer que me da, mi boca deja escapar el aire de forma errática. mis manos alzan su falda arremangandola para acabar alzándola de las nalgas con violencia. Su feminidad se encuentra con mi arma, ojos turbios que se pierden en la bruma y nuestras bocas se devoran sin pausa.
Baile de caderas contra mi glande, esta mojada, su laberinto se abre y acoge con un gemido a mi hombría que se adentra por completo en su forja ,dispuesto a prender fuego, a golpearla como martillo contra yunque.
Sonrió recordando que el primer beso de esta mujer se lo dio a un nosferatu ¿como espero que algo con ella tenga un matiz estándar?
Su mano se desliza sobre la mía, es suave, cálida y me hace elevar la vista a sus ojos verdes.
-¿quieres hacerlo con el lobo? -pregunto en un tono mordaz.
Ya lo que nos falta para ser una pareja mas extraña de lo normal, ella niega entre risas, con una cambiante podría hacerlo en las dos formas, pero en nuestro caso estoy supeditado a la humana, quizás por eso me trasformo poco con ella.
La cena estaba muy buena, era la primera cita “normal” que los dos teníamos, con velas, tranquilos, acariciando nuestras manos con los dedos enlazados y hablando de banalidades, no de guerras, no de caos, ni de muerte, solo de lo que hacer durante el viaje.
Giuliana tira de mi de pronto, la cuchara a medio camino de mi boca. Enarco una ceja y la suelto de golpe, algo me dice que se acabó la tranquilidad y por un momento me debato en preguntarle si cojo whisky o algo para su trance, casi estoy seguro que una de sus visiones nos a jodido la noche.
¿Ahora que? Gruño siguiendola hasta el camarote.
Abre la puerta de forma atarantada, como si algo nos siguiera, mas mis sentidos lobunos no son capaces de percibir nada.
Nos adentramos en el camarote, la puerta la cierra de golpe y me empotra contra ella, sus labios me atraviesan y ahora comprendo, mi sonrisa se ladea siguiendo el ritmo frenético de su lengua.
La tempestad son nuestros cuerpos cuando chocan como la mar revuelta.
Jadeo escuchando sus palabras, es cierto, no podemos desperdiciar ni un momento.
Mis manso aflojan los lazos de su corseé hambriento. tiro de estos buscando el piel con piel.
Aullé cuando la prenda cae al suelo y sus pezones duros como astas me desafían pegadose a mis pectorales.
Sus dedos no se detienen, ávidos de mi dureza por la tela de mi pantalón se pasean. Erguida como una espada del mejor de los aceros, la acaricia con los dedos, forjandola a fuego lento.
Cierro los ojos dejándome llevar por el placer que me da, mi boca deja escapar el aire de forma errática. mis manos alzan su falda arremangandola para acabar alzándola de las nalgas con violencia. Su feminidad se encuentra con mi arma, ojos turbios que se pierden en la bruma y nuestras bocas se devoran sin pausa.
Baile de caderas contra mi glande, esta mojada, su laberinto se abre y acoge con un gemido a mi hombría que se adentra por completo en su forja ,dispuesto a prender fuego, a golpearla como martillo contra yunque.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Tempestad. (+18)
Nuestra relación ha estado plagada de infortunios, de imprevistos y mazazos, uno tras otro. ¿Por qué debería hacer las cosas como cualquier otra pareja? la gente normal tiene tiempo de aburrirse, a nosotros no nos da ni para bajar la guardia. Estamos en mitad del mar, y aunque algo puede torcerse, una tormenta, un naufragio, otra muerte...es más improbable, pero por si acaso deseo a mi lobo, a mi Ulf, a mi nosferatu particular. No lo dejaré salir de la cama en horas, nos debemos abrazos, roces, besos, gemidos y todo aquello que nos ha sido negado.
Disfrutar de su piel, de su sonrisa, de su deseo, es como la llama que prende mi vida, una que era gris y solitaria antes de conocerlo. Él encendió esa luz en este corazón amortajado y no seré yo quien la apague. Poco a poco nos acoplamos mejor, entendemos el deseo del otro, lo que le gusta, lo que le lleva a rozar el éxtasis y lo que le sumerje en él. Aún siento que tengo mucho por aprender, mucho por averiguar, pero estoy en el buen camino, siento como su piel se estremece junto a la mía y sé que nuestros cuerpos están hablando mejor de lo que hablamos nosotros. Mitad hombre y mitad bestia, y yo mitad mujer y mitad oscuridad. No somos del todo de este mundo, pero nos hemos encontrado y eso... eso debe contar para algo.
Las olas mecían el cascarón del barco, empujando suavemente la madera sobre las olas. Con ese suave movimiento el lobo y la bruja descansaban en la cama revuelta, pegados, revueltos ellos también, después de darse el atracón de carne y suspiros. No había nada mejor que hacer que recuperar ese tiempo perdido, y lo estaban llevando a la práctica. Seis noches con sus seis días que habían dado para mucho. Amanecía el séptimo día y el puerto de Nueva Orleans se dibujaría en el horizonte en breve. Giuliana se removió entre las sábanas despertando perezosamente. En esos días se habían asaltado una y otra vez, cuando les apetecía y así lo deseaban y en resumen estaba saciada y satisfecha, de muy buen humor y mucho más tranquila. Parecía que la guerra y las penuras quedaban lejos y desdibujadas.
— Ulf...llegaremos en un rato. Deberíamos salir y desayunar algo, porque hasta que lleguemos a casa de mi tía Gwenda tenemos al menos tres horas.
Se incorporó en la cama y después de besar al rubio de forma risueña se dispuso a vestirse. Tenía ganas de regresar al lugar donde nació, aunque no huiera tenido una infancia muy feliz, lo recordaba con cariño. Desayunaron y una hora más tarde el barco amarró a puerto. Nueva Orleans olía a pantano, ese olor acre mezclado con las especias que utilizaban en su gastronomía, flotaban por el aire. En las calles se obervaban muchos rostros oscuros, negros y criollos convivían con europeos pálidos en una amalgama de color. Las casas estaban pintadas en colores alegres y la temperatura era cálida y húmeda. Estaba en casa y no pudo evitar sonreír al poner el pie en el suelo.
Disfrutar de su piel, de su sonrisa, de su deseo, es como la llama que prende mi vida, una que era gris y solitaria antes de conocerlo. Él encendió esa luz en este corazón amortajado y no seré yo quien la apague. Poco a poco nos acoplamos mejor, entendemos el deseo del otro, lo que le gusta, lo que le lleva a rozar el éxtasis y lo que le sumerje en él. Aún siento que tengo mucho por aprender, mucho por averiguar, pero estoy en el buen camino, siento como su piel se estremece junto a la mía y sé que nuestros cuerpos están hablando mejor de lo que hablamos nosotros. Mitad hombre y mitad bestia, y yo mitad mujer y mitad oscuridad. No somos del todo de este mundo, pero nos hemos encontrado y eso... eso debe contar para algo.
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Las olas mecían el cascarón del barco, empujando suavemente la madera sobre las olas. Con ese suave movimiento el lobo y la bruja descansaban en la cama revuelta, pegados, revueltos ellos también, después de darse el atracón de carne y suspiros. No había nada mejor que hacer que recuperar ese tiempo perdido, y lo estaban llevando a la práctica. Seis noches con sus seis días que habían dado para mucho. Amanecía el séptimo día y el puerto de Nueva Orleans se dibujaría en el horizonte en breve. Giuliana se removió entre las sábanas despertando perezosamente. En esos días se habían asaltado una y otra vez, cuando les apetecía y así lo deseaban y en resumen estaba saciada y satisfecha, de muy buen humor y mucho más tranquila. Parecía que la guerra y las penuras quedaban lejos y desdibujadas.
— Ulf...llegaremos en un rato. Deberíamos salir y desayunar algo, porque hasta que lleguemos a casa de mi tía Gwenda tenemos al menos tres horas.
Se incorporó en la cama y después de besar al rubio de forma risueña se dispuso a vestirse. Tenía ganas de regresar al lugar donde nació, aunque no huiera tenido una infancia muy feliz, lo recordaba con cariño. Desayunaron y una hora más tarde el barco amarró a puerto. Nueva Orleans olía a pantano, ese olor acre mezclado con las especias que utilizaban en su gastronomía, flotaban por el aire. En las calles se obervaban muchos rostros oscuros, negros y criollos convivían con europeos pálidos en una amalgama de color. Las casas estaban pintadas en colores alegres y la temperatura era cálida y húmeda. Estaba en casa y no pudo evitar sonreír al poner el pie en el suelo.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Un viaje de siete días mecidos por las olas, no hemos desaprovechado el tiempo, ni un solo suspiro, gemido o roce de la bruja me ha pasado desapercibido.
Nos hemos fundido en uno, hemos reídos, hemos hablado de sueños, metas, de todo aquello que no tiene que ver con la guerra o la brujería oscura que ella ostenta.
Hemos sido simplemente una pareja que vive, que no ha sido forjada de alguna manera para cumplir los designios de sus dioses, si no una vida normal, placida..humana a fin de cuentas.
Pero tierra se acerca y cuando los primeros rayos de sol entran por los postigos del camarote me doy cuenta de que lo vivido solo es un espejismo que me alienta a que algún día tendremos nuestra utopía.
Algo me dice que en tierra de nuevo seremos lo que somos, ella una bruja y yo un guerrero. Cierto desazón me invade aun enredado entre sus piernas, sonrió cuando ella alza la cabeza para mirar mis brumosos pantanos, se despereza mientras mi mano acaricia sus nalgas juguetona y tras darle una palmada y retozar un poco sigo su consejo y me levanto desnudo del lecho.
Me lavo en la palangana de agua, me visto y plago de besos el cuello de Giuliana que ríe como una niña entusiasmada por regresar a casa.
Subimos al comedor, tomamos un copioso desayuno, según ella, una vez toquemos tierra tres horas de largo viaje nos esperan. Para mi no es demasiado y trasformado en lobo podría reducirlas a la mitad, pero supongo que lo de un viaje sin magia, sin acero, también implica que camine a dos patas.
El puerto de Nueva Orleans es grande, con mucho trajín de pescadores y viajeros cargados como nosotros con las maletas que van dando tumbos por las distintas aduanas que hay que pasar hasta salir de ese lugar.
Huele a pantano, a especias. No tardo en apreciar las distintas tonalidades de las pieles de sus gentes, completamente contrarias a la mía. Mis ojos se pierden en los de Giuliana, detecto su emoción en ese aura cargada de tonos rojos y naranjas, se lo que se siente cuando pones el pie en tu hogar y aunque no puedo decir que las veces que hemos pisado el mio hayan resultado agradables, no dejo nunca de añorar mi norte, mi tierra, esa que me vio nacer, crecer, la que me convirtió en la que soy ahora y por la que luchare con mi ultimo aliento.
Mi mano toma la suya, somos una pareja mas que camina por las pintorescas calles, barrios repletos de luz, de colores vivos, de fachadas distintas.
El clima muy contrario al del norte me asfixia, me retiro las pieles de los hombros y aun así mi rostro se perla de sudor, no estoy acostumbrado a estas temperaturas y me resiento por ellas.
-Mi mundo por una jarra fría -susurró buscando los labios de mi prometida -prométeme que no habrá magia oscura en este viaje.
Mis intentos por alejarla de ese mundo son claros, una promesa que le hice a su madre y que trato de cumplir a toda costa, mas algo me dice que allí a donde hemos ido no podrá cumplir esa promesa aunque me la haga en estos momentos.
-Teníamos que haber ido a una isla desierta -bromeo con cierta picardia mientras mis labios repasan su cuello.
Se detiene frente a la fachada de una casa, sus ojos escrutan el lugar, al parecer no ha cambiado demasiado desde la ultima vez que lo vio y su sonrisa se ensancha, algo me dice que hemos llegado a la casa de su tía.
Nos hemos fundido en uno, hemos reídos, hemos hablado de sueños, metas, de todo aquello que no tiene que ver con la guerra o la brujería oscura que ella ostenta.
Hemos sido simplemente una pareja que vive, que no ha sido forjada de alguna manera para cumplir los designios de sus dioses, si no una vida normal, placida..humana a fin de cuentas.
Pero tierra se acerca y cuando los primeros rayos de sol entran por los postigos del camarote me doy cuenta de que lo vivido solo es un espejismo que me alienta a que algún día tendremos nuestra utopía.
Algo me dice que en tierra de nuevo seremos lo que somos, ella una bruja y yo un guerrero. Cierto desazón me invade aun enredado entre sus piernas, sonrió cuando ella alza la cabeza para mirar mis brumosos pantanos, se despereza mientras mi mano acaricia sus nalgas juguetona y tras darle una palmada y retozar un poco sigo su consejo y me levanto desnudo del lecho.
Me lavo en la palangana de agua, me visto y plago de besos el cuello de Giuliana que ríe como una niña entusiasmada por regresar a casa.
Subimos al comedor, tomamos un copioso desayuno, según ella, una vez toquemos tierra tres horas de largo viaje nos esperan. Para mi no es demasiado y trasformado en lobo podría reducirlas a la mitad, pero supongo que lo de un viaje sin magia, sin acero, también implica que camine a dos patas.
El puerto de Nueva Orleans es grande, con mucho trajín de pescadores y viajeros cargados como nosotros con las maletas que van dando tumbos por las distintas aduanas que hay que pasar hasta salir de ese lugar.
Huele a pantano, a especias. No tardo en apreciar las distintas tonalidades de las pieles de sus gentes, completamente contrarias a la mía. Mis ojos se pierden en los de Giuliana, detecto su emoción en ese aura cargada de tonos rojos y naranjas, se lo que se siente cuando pones el pie en tu hogar y aunque no puedo decir que las veces que hemos pisado el mio hayan resultado agradables, no dejo nunca de añorar mi norte, mi tierra, esa que me vio nacer, crecer, la que me convirtió en la que soy ahora y por la que luchare con mi ultimo aliento.
Mi mano toma la suya, somos una pareja mas que camina por las pintorescas calles, barrios repletos de luz, de colores vivos, de fachadas distintas.
El clima muy contrario al del norte me asfixia, me retiro las pieles de los hombros y aun así mi rostro se perla de sudor, no estoy acostumbrado a estas temperaturas y me resiento por ellas.
-Mi mundo por una jarra fría -susurró buscando los labios de mi prometida -prométeme que no habrá magia oscura en este viaje.
Mis intentos por alejarla de ese mundo son claros, una promesa que le hice a su madre y que trato de cumplir a toda costa, mas algo me dice que allí a donde hemos ido no podrá cumplir esa promesa aunque me la haga en estos momentos.
-Teníamos que haber ido a una isla desierta -bromeo con cierta picardia mientras mis labios repasan su cuello.
Se detiene frente a la fachada de una casa, sus ojos escrutan el lugar, al parecer no ha cambiado demasiado desde la ultima vez que lo vio y su sonrisa se ensancha, algo me dice que hemos llegado a la casa de su tía.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Tempestad. (+18)
— Si mi tía está en casa nos invitará a comer y podrás probar el mejor ron de Nueva Orleans.
Giuliana tomó la mano de Ulf, entrelazando los dedos con él y sonriéndole, tenía ganas de ver a su tía Gwenda. Subieron los tres escalones de madera del porche de la casa, que estaba pintada de blanco y verde y llamaron a la puerta. Medio minuto después una mujer la abrió; tenía el cabello rubio rojizo, ojos azules como los de Lana y una piel más tostada por el clima soleado del sur. Tenía algunas canas entreveradas sobre todo por la sienes y su vestido era de un tejido de lino teñido de azul oscuro y adornado de cuentas turquesa. Cuando vio a su sobrina sonrió y la abrazó, manteniéndola pegada contra su cuerpo unos instantes, ya sabía que venían, sus dioses se lo habían revelado en visiones.
— Siento mucho lo de tu madre...pero ya sabes cómo va esto. La volveremos a ver. ¿Tú eres el lobo? ya sabía que vendrías, soy Gwenda.
La mujer soltó a su sobrina y también abrazó a Ulf, transmitiéndole una energía fuerte y chispeante. Gwenda también era una bruja wiccana, como Amelia, la madre de Giuliana, pero ella había aprendido el Vudú, se había volcado en él y ahora era una gran entendida. Se abía mezclado con la gente de Nueva Orleans, se movía entre criollos y negros, entre gente de los bajos fondos y gente más burguesa, pero no con la alta sociedad.
— Pasad, adelante, esta es vuestra casa.— les condujo por una extensa sala de estar hasta una cocina enorme donde había una alacena llena de hierbas y tarros, una bancada de madera que obviamente utilizaba para sus remedios de santería y fue derecha a por una botella y varios vasos.— Tu abuela está dormida, cada vez duerme más, es normal.— La abuela de Lana contaba ya con ochenta años y también era una bruja wiccana. Marsalie O'Ronagh había educado a sus hijas para que aceptaran los dones que les habían sido dados, ella fue miembro de la hermandad druídica irlandesa hasta que empezaron a ser perseguidos y se mudó con su familia al Nuevo Mundo.
Gwenda sirvió tres vasos de ron de caña, oscuro, dulce y bien fermentado, potente. Observó el rostro de Ulf y el de Lana.
— se os ve bien juntos. Pero sois un imán para lo inesperado...noto vuestra energía vibrando. Creo que ya lo habréis comprobado ¿verdad? no sois una pareja corriente... contadme todo.
Lana le contó a su tía lo acontecido sin entretenerse en los detalles, la paliza que les pegó el nosferatu, el viaje al norte, la traición de los hombres de Ulf, las amazonas... En ese capítulo Gwenda se divirtió enormemente y quiso saber más detalles, lo de levantar a un ejército de zombies era tan absurdamente brillante que no podía más que estar orgullosa de su sobrina. Lo del rey y sus muertes y el posterior purgatorio la hizo ponerse seria, eso eran palabras mayores. Cuando Lana le dijo que Ulf se rajó el cuello para ir tras ella, le dedicó una mirada intensa al lobo. Si él estaba dispuesto a morir por ella, entonces tenía todo su respeto.
— si os vais a quedar unos días, resérvame unas horas para que te explique algunos trucos que debes saber. Pero sobre todo... descansad, disfrutad. Estáis destinados a hacer grandes cosas, puedo sentirlo.
Giuliana tomó la mano de Ulf, entrelazando los dedos con él y sonriéndole, tenía ganas de ver a su tía Gwenda. Subieron los tres escalones de madera del porche de la casa, que estaba pintada de blanco y verde y llamaron a la puerta. Medio minuto después una mujer la abrió; tenía el cabello rubio rojizo, ojos azules como los de Lana y una piel más tostada por el clima soleado del sur. Tenía algunas canas entreveradas sobre todo por la sienes y su vestido era de un tejido de lino teñido de azul oscuro y adornado de cuentas turquesa. Cuando vio a su sobrina sonrió y la abrazó, manteniéndola pegada contra su cuerpo unos instantes, ya sabía que venían, sus dioses se lo habían revelado en visiones.
— Siento mucho lo de tu madre...pero ya sabes cómo va esto. La volveremos a ver. ¿Tú eres el lobo? ya sabía que vendrías, soy Gwenda.
La mujer soltó a su sobrina y también abrazó a Ulf, transmitiéndole una energía fuerte y chispeante. Gwenda también era una bruja wiccana, como Amelia, la madre de Giuliana, pero ella había aprendido el Vudú, se había volcado en él y ahora era una gran entendida. Se abía mezclado con la gente de Nueva Orleans, se movía entre criollos y negros, entre gente de los bajos fondos y gente más burguesa, pero no con la alta sociedad.
— Pasad, adelante, esta es vuestra casa.— les condujo por una extensa sala de estar hasta una cocina enorme donde había una alacena llena de hierbas y tarros, una bancada de madera que obviamente utilizaba para sus remedios de santería y fue derecha a por una botella y varios vasos.— Tu abuela está dormida, cada vez duerme más, es normal.— La abuela de Lana contaba ya con ochenta años y también era una bruja wiccana. Marsalie O'Ronagh había educado a sus hijas para que aceptaran los dones que les habían sido dados, ella fue miembro de la hermandad druídica irlandesa hasta que empezaron a ser perseguidos y se mudó con su familia al Nuevo Mundo.
Gwenda sirvió tres vasos de ron de caña, oscuro, dulce y bien fermentado, potente. Observó el rostro de Ulf y el de Lana.
— se os ve bien juntos. Pero sois un imán para lo inesperado...noto vuestra energía vibrando. Creo que ya lo habréis comprobado ¿verdad? no sois una pareja corriente... contadme todo.
Lana le contó a su tía lo acontecido sin entretenerse en los detalles, la paliza que les pegó el nosferatu, el viaje al norte, la traición de los hombres de Ulf, las amazonas... En ese capítulo Gwenda se divirtió enormemente y quiso saber más detalles, lo de levantar a un ejército de zombies era tan absurdamente brillante que no podía más que estar orgullosa de su sobrina. Lo del rey y sus muertes y el posterior purgatorio la hizo ponerse seria, eso eran palabras mayores. Cuando Lana le dijo que Ulf se rajó el cuello para ir tras ella, le dedicó una mirada intensa al lobo. Si él estaba dispuesto a morir por ella, entonces tenía todo su respeto.
— si os vais a quedar unos días, resérvame unas horas para que te explique algunos trucos que debes saber. Pero sobre todo... descansad, disfrutad. Estáis destinados a hacer grandes cosas, puedo sentirlo.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Una mujer apareció al otro lado de la puerta, sin duda era su tía, ambas se fundieron en un abrazo sentid mientras yo me limitaba a ser un mero espectador de la escena.
La mujer lucia las mismas brumas que Giuliana, aunque su aspecto era bastante diferente.
Se notaba que tenia un aura fuerte, vital y lo demostró cuando tras soltar a su sobrina me dio un abrazo afectuoso pese a no conocerme absolutamente de nada.
-Si, yo soy el lobo -apunté ensanchando la sonrisa.
No sabia en que momento Giuliana le había hablado de mi, claro que teniendo en cuenta que me había paseado por el tártaro y que todos sus dioses me conocían no me extrañaba que aquella mujer hubiera oído hablar de mi.
Nos adentramos en la casa, modesta pero con un gran salón pegado a la cocina, la mujer tomó una botella y tres vasos para darnos una cálida bienvenida.
-Su sobrina me ha hablado de vuestra bebida, dice que será el mejor ron que he probado -apunte llevando el vaso a mis labios para darle un trago -esta bueno -dije relamiendome.
Mis ojos se centraron en la alacena de la cocina, toda llena de botes de cristal con distintas hiervas.
Por su aura también sabia que poseía el don de la magia, algo que me hizo ladear la sonrisa antes de volver a llevar el vaso a mis labios.
Le había pedido a Giuliana un viaje lejos de problemas, para notros, sin magia de por medio y me llevaba a casa de una bruja..era como si ella quisiera un viaje lejos de las espadas y yo la llevara al campo de batalla.
La tía nos pidió que le contáramos todo aquello que nos había pasado juntos desde el día en el que nos conocimos. El repaso que Giuliana hacia resultaba abrumador.
Sin duda habíamos afrontado muchos peligros y la airosos habíamos salido de todos ellos, en gran parte gracias a la imaginación de mi bruja..
Yo seguía manteniendo el silencio, degustando aquel ron potente, aunque no puede evitar reír cuando contó la anécdota de las amazonas.
-Podías haber tardado un poco mas y me hubieran usado de semental -bromeé acercando mis labios a su cuello y dejando allí un mordisco suave que la hizo reír.
Enarqué una ceja cuando dijo que le quería enseñar algunos trucos, negué hundiendo mis ojos lobunos en ella.
-A riesgo de ser descortés ..digamos que hemos venido aquí en busca de tranquilidad, como dices somos un imán de los problemas y cuando tus dioses se cruzan en mi camino, las cosas acaban siempre igual, con nosotros muertos o en condiciones complicadas.
Mi intención es mantener a tu sobrina lejos de la oscuridad y aunque se que la magia es parte de ella, como yo estoy forjado a base de acero...eso no quita por que por unos días al menos podamos ser simplemente Giuliana y Ulf.
Mis ojos se desviaron hasta los de la bruja, sabia que mis palabras no eran precisamente educadas, mas bien algo rudas para una persona que acababa de darnos cobijo en su casa, su tía, pero si quería un pelele que cerrara la boca, ese no era yo, yo era un vikingo y lo acordado era un viaje tranquilo.
-Cuando esto acabé yo volveré al campo de batalla, para mi no hay redención hasta que mi pueblo sea libre, por eso te pido solo unos días en los que no tenga que ver a Legva, lo tengo mas visto que a Odin -bromeé
La mujer lucia las mismas brumas que Giuliana, aunque su aspecto era bastante diferente.
Se notaba que tenia un aura fuerte, vital y lo demostró cuando tras soltar a su sobrina me dio un abrazo afectuoso pese a no conocerme absolutamente de nada.
-Si, yo soy el lobo -apunté ensanchando la sonrisa.
No sabia en que momento Giuliana le había hablado de mi, claro que teniendo en cuenta que me había paseado por el tártaro y que todos sus dioses me conocían no me extrañaba que aquella mujer hubiera oído hablar de mi.
Nos adentramos en la casa, modesta pero con un gran salón pegado a la cocina, la mujer tomó una botella y tres vasos para darnos una cálida bienvenida.
-Su sobrina me ha hablado de vuestra bebida, dice que será el mejor ron que he probado -apunte llevando el vaso a mis labios para darle un trago -esta bueno -dije relamiendome.
Mis ojos se centraron en la alacena de la cocina, toda llena de botes de cristal con distintas hiervas.
Por su aura también sabia que poseía el don de la magia, algo que me hizo ladear la sonrisa antes de volver a llevar el vaso a mis labios.
Le había pedido a Giuliana un viaje lejos de problemas, para notros, sin magia de por medio y me llevaba a casa de una bruja..era como si ella quisiera un viaje lejos de las espadas y yo la llevara al campo de batalla.
La tía nos pidió que le contáramos todo aquello que nos había pasado juntos desde el día en el que nos conocimos. El repaso que Giuliana hacia resultaba abrumador.
Sin duda habíamos afrontado muchos peligros y la airosos habíamos salido de todos ellos, en gran parte gracias a la imaginación de mi bruja..
Yo seguía manteniendo el silencio, degustando aquel ron potente, aunque no puede evitar reír cuando contó la anécdota de las amazonas.
-Podías haber tardado un poco mas y me hubieran usado de semental -bromeé acercando mis labios a su cuello y dejando allí un mordisco suave que la hizo reír.
Enarqué una ceja cuando dijo que le quería enseñar algunos trucos, negué hundiendo mis ojos lobunos en ella.
-A riesgo de ser descortés ..digamos que hemos venido aquí en busca de tranquilidad, como dices somos un imán de los problemas y cuando tus dioses se cruzan en mi camino, las cosas acaban siempre igual, con nosotros muertos o en condiciones complicadas.
Mi intención es mantener a tu sobrina lejos de la oscuridad y aunque se que la magia es parte de ella, como yo estoy forjado a base de acero...eso no quita por que por unos días al menos podamos ser simplemente Giuliana y Ulf.
Mis ojos se desviaron hasta los de la bruja, sabia que mis palabras no eran precisamente educadas, mas bien algo rudas para una persona que acababa de darnos cobijo en su casa, su tía, pero si quería un pelele que cerrara la boca, ese no era yo, yo era un vikingo y lo acordado era un viaje tranquilo.
-Cuando esto acabé yo volveré al campo de batalla, para mi no hay redención hasta que mi pueblo sea libre, por eso te pido solo unos días en los que no tenga que ver a Legva, lo tengo mas visto que a Odin -bromeé
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Re: La Tempestad. (+18)
Gwenda sonrió ante el comentario de Ulf, ese chico le caía bien, tenía sentido del humor y eso siempre era bueno.
— Ulf, veo que ya has conocido al señor de la Encrucijada, no es el mejor anfitrión del mundo y siempre anda con sus juegos y acertijos...pero si lo has visto varias veces y sigues aquí es que le caes bien. A mi también me caes bien. No tengo ningún interés de acabar tentando la paciencia de Legba, de hecho quería enseñarle a Giuliana la parte de la magia que no conoce y corre por nuestras venas...la wiccana. Nada de muertos ni de oscuridad, es magia blanca y puede serle útil. Si como dices vas a volver al campo de batalla, querrás una sanadora en tus filas...porque me atrevo a segurar que esta mujer no te abandonará ni a sol ni a sombra.
La bruja le sonrió con cierta resignación, eso era cierto: respetaba la esencia de Ulf, su sangre guerrera, su destino como posible héroe o mártir de la causa. Pero mientras a ella le quedase un aliento de vida, trataría de mantenerlo vivo. Miró a Ulf con el interrogante en la mirada.
— Puedes quedarte a ver cómo es la magia wiccana, es distinta del vudú, no hay sangre ni oscuridad...me gustaría saber algunas cosas más, quizás hubiera podido salvar a mi madre...
— Tu madre no tenía cura, Lana. Lo vi en mis visiones, todo estaba escrito de esa forma, ni la magia blanca la hubiera salvado. Id a descansar, pasead por la ciudad, enséñale a Ulf los rincones que te gustan... y si en algún momento queréis venir, tenéis la puerta abierta.
Bien, eso parecía bastante sensato, se tomarían unos días de descanso, disfrutando del sol del sur y de los colores y sabores del pantano, y quizás lo vieran de otro modo, sobre todo el lobo. Entendía que Ulf quisiera apartarla de algo que podía consumirla, pero cuanto mejor conociera su poder y lo usase para fines nobles, mejor, más a salvo estarían.
Gwenda les dio una botella de Sazerac casero, ya preparado y los bendijo con una plegaria celta para que atrajesen la buena fortuna. Salieron de la casa con la promesa de que regresarían alguna mañana para ver a la abuela y se encaminaron a un hotel de las afueras de Nueva Orleans. Estaba harta del trajín, de tanta gente en todas partes, quería tranquilidad, escuchar pájaros al despertarse, levantarse tarde, desayunar en la cama y pasear sin más obligación que esa.
— Ulf, veo que ya has conocido al señor de la Encrucijada, no es el mejor anfitrión del mundo y siempre anda con sus juegos y acertijos...pero si lo has visto varias veces y sigues aquí es que le caes bien. A mi también me caes bien. No tengo ningún interés de acabar tentando la paciencia de Legba, de hecho quería enseñarle a Giuliana la parte de la magia que no conoce y corre por nuestras venas...la wiccana. Nada de muertos ni de oscuridad, es magia blanca y puede serle útil. Si como dices vas a volver al campo de batalla, querrás una sanadora en tus filas...porque me atrevo a segurar que esta mujer no te abandonará ni a sol ni a sombra.
La bruja le sonrió con cierta resignación, eso era cierto: respetaba la esencia de Ulf, su sangre guerrera, su destino como posible héroe o mártir de la causa. Pero mientras a ella le quedase un aliento de vida, trataría de mantenerlo vivo. Miró a Ulf con el interrogante en la mirada.
— Puedes quedarte a ver cómo es la magia wiccana, es distinta del vudú, no hay sangre ni oscuridad...me gustaría saber algunas cosas más, quizás hubiera podido salvar a mi madre...
— Tu madre no tenía cura, Lana. Lo vi en mis visiones, todo estaba escrito de esa forma, ni la magia blanca la hubiera salvado. Id a descansar, pasead por la ciudad, enséñale a Ulf los rincones que te gustan... y si en algún momento queréis venir, tenéis la puerta abierta.
Bien, eso parecía bastante sensato, se tomarían unos días de descanso, disfrutando del sol del sur y de los colores y sabores del pantano, y quizás lo vieran de otro modo, sobre todo el lobo. Entendía que Ulf quisiera apartarla de algo que podía consumirla, pero cuanto mejor conociera su poder y lo usase para fines nobles, mejor, más a salvo estarían.
Gwenda les dio una botella de Sazerac casero, ya preparado y los bendijo con una plegaria celta para que atrajesen la buena fortuna. Salieron de la casa con la promesa de que regresarían alguna mañana para ver a la abuela y se encaminaron a un hotel de las afueras de Nueva Orleans. Estaba harta del trajín, de tanta gente en todas partes, quería tranquilidad, escuchar pájaros al despertarse, levantarse tarde, desayunar en la cama y pasear sin más obligación que esa.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Re: La Tempestad. (+18)
Abandonamos la casa de la tía de Giuliana, eso si, con un buena botella de alcohol de la que sin duda daríamos buena cuenta en la habitación del hotel donde pensábamos alojarnos.
Había escuchado a su tía hablar de magia blanca, quizás ese fuera el camino para mi bruja, la oscuridad es poderosa, te llama, te reclama y te posee, su madre me advirtió de que la mantuviera lejos de ella y mi intención era justamente esa.
Entendía que la magia era parte de ella, como para mi lo era la guerra, pero..en este viaje solo quería paz y hablar de aquello que nos interesaba de algún modo a los dos.
Nos instalamos en un hotel en la misma ciudad, no muy alejado de la casa familiar de Giuliana, ladeé la sonrisa al ver el gran lecho. La habitación era bastante sobria, mi sonrisa ladeada impactó contra sus labios mientras la alzaba por las nalgas y las hacia chocar en el tocador
-Parece resistente -bromeé abriéndole las piernas. Mi cuerpo quedó entre ellas besos largos, húmedos, apasionados que entre roncos gruñidos dieron paso a un nuevo encuentro salvaje y directo.
Deslicé mis dedos por su cuerpo desnudo mientras contemplaba sus pantanos.
-Entonces...¿donde vas a convertirte en mi mujer? -pregunté cobijados ambos por el lecho y sus sabanas blancas.
Había algo que me preocupaba, habíamos mantenido relaciones de forma constante desde que nos conocimos hasta ahora, sabia que muchas de las mujeres norteñas tomaban hierbas para no quedarse en estado ,pero nunca había visto a la bruja hacer tal cosa y sin embargo nuestros encuentros no habían plantado semilla alguna en su vientre yermo.
-¿Giuliana tu tomas algo para no darme hijos?
Si tuvieran que dar un trofeo al hombre mas sutil que pobla estas tierras sin duda no seria a mi a quien se lo dieran, peor me inquietaba la idea de que ella no quisiera tener algún día descendencia.
Era un vikingo, para nosotros era importante tener un linaje, que mi apellido continuara.
La atraje de las nalgas apretándola contra mi, mordí su boca hambriento.
-Sabes que Freya no es mi hija, ella no lo sabe, y porta mi apellido. Siempre seré un padre para ella, pero quiero tener mi propia descendencia, un varón...
Había escuchado a su tía hablar de magia blanca, quizás ese fuera el camino para mi bruja, la oscuridad es poderosa, te llama, te reclama y te posee, su madre me advirtió de que la mantuviera lejos de ella y mi intención era justamente esa.
Entendía que la magia era parte de ella, como para mi lo era la guerra, pero..en este viaje solo quería paz y hablar de aquello que nos interesaba de algún modo a los dos.
Nos instalamos en un hotel en la misma ciudad, no muy alejado de la casa familiar de Giuliana, ladeé la sonrisa al ver el gran lecho. La habitación era bastante sobria, mi sonrisa ladeada impactó contra sus labios mientras la alzaba por las nalgas y las hacia chocar en el tocador
-Parece resistente -bromeé abriéndole las piernas. Mi cuerpo quedó entre ellas besos largos, húmedos, apasionados que entre roncos gruñidos dieron paso a un nuevo encuentro salvaje y directo.
Deslicé mis dedos por su cuerpo desnudo mientras contemplaba sus pantanos.
-Entonces...¿donde vas a convertirte en mi mujer? -pregunté cobijados ambos por el lecho y sus sabanas blancas.
Había algo que me preocupaba, habíamos mantenido relaciones de forma constante desde que nos conocimos hasta ahora, sabia que muchas de las mujeres norteñas tomaban hierbas para no quedarse en estado ,pero nunca había visto a la bruja hacer tal cosa y sin embargo nuestros encuentros no habían plantado semilla alguna en su vientre yermo.
-¿Giuliana tu tomas algo para no darme hijos?
Si tuvieran que dar un trofeo al hombre mas sutil que pobla estas tierras sin duda no seria a mi a quien se lo dieran, peor me inquietaba la idea de que ella no quisiera tener algún día descendencia.
Era un vikingo, para nosotros era importante tener un linaje, que mi apellido continuara.
La atraje de las nalgas apretándola contra mi, mordí su boca hambriento.
-Sabes que Freya no es mi hija, ella no lo sabe, y porta mi apellido. Siempre seré un padre para ella, pero quiero tener mi propia descendencia, un varón...
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
El hotel era tranquilo y daba directamente a una zona tranquila de la ciudad. Quería enseñarle a Ulf el Mardi Gras, que era un carnaval lleno de musica y color que se celebraba en la ciudad, y también la reserva natural de Bayou Sauvage, en el delta del Mississipi, donde el pantano estaba lleno de vida y misterio. Esos días serían tranquilos, como él le había pedido, porque se lo merecían.
Estalló en carcajadas cuando la subió al tocador y comentó que podría ser resistente, le trajo el recuerdo del camarote donde tuvieron su segundo encuentro sexual. Claro que entonces las circunstancias eran muy distintas. Él estaba herido, habían recogido a Sigrid del mar y ella pensaba que el vikingo preferiría llevarse a la pelirroja a su camarote. Pero no fue así, y habían pasado muchas cosas desde entonces. Su cuerpo reaccionó a la proximidad del lobo, al que adoraba, y con el que tenía una complicidad en la cual sobraban las palabras. Sus bocas se unieron, sus manos se recorrieron de nuevo con la furia de la tempestad, y sus gemidos fueron el trueno que rasgaba el aire. Cuando se dio cuenta llovía a cántaros afuera, Nueva Orleans tenía ese clima cambiante y húmedo y sin más te caía encima un chaparrón. Le encantaba el sonido de la lluvia y más si la pillaba envuelta entre los brazos de Ulf, relajados en la cama. Apoyó las manos cruzadas en el pecho del rubio y sobre ellas, la barbilla, mirándolo.
— he pensado que podría gustarte El árbol de la vida. Es un roble centenario que está en un parque retirado, el Audabon. Es tan grande, que bajo sus ramas se pueden celebrar bodas, banquetes o lo que quieras, y aunque llueva no te mojas. Creo que es un lugar bonito, porque dudo que la catedral de San Luis signifique algo para ninguno de nosotros...aunque tiene un bonito cementerio.— le sonrió con picardía y le pellizcó los inexistentes michelines.— No vendrá mucha gente,aquí sólo me queda una corta familia y algunos conocidos... así que creo que servirá. Le diré a mi tía que traiga a algún funcionario que de fe.
Le resultaba extrañamente natural estar hablando de boda con Ulf, como si aquello lo hubiera esperado toda su vida, y apenas se lo creía unos días antes. Entonces llegó la pregunta bomba, sin anestesia. Escuchó sus palabras y se le vino el mundo encima. Retiró las manos de su pecho y se incorporó sentándose en la cama. Ulf pensaba que no quería tener hijos, y si no era así, se había dado cuenta por fin de la realidad que ella temía más que la muerte. Se levantó y alcanzó una bata que se colocó por encima anudándola a su cintura; después se apoyó en el marco de la ventana mirando afuera, cómo la tormenta pintaba de tonos grises las calles y árboles. La lluvia era desapacible, pero traía la vida, conseguía que floreciesen las plantas y se renovase el agua de los pantanos. Tardó unos instantes en comenzar a hablar, su tono era apagado, nada que ver con el de antes cuando estaban planificando su enlace.
— Ojalá fuera eso Ulf... ojalá pudiera decidir cuándo darte hijos. Ya te lo dije, creo que algo está mal en mi cuerpo, quizás por haber estado muerta o... no sé, sencillamente los dioses no me quieren bendecir con el regalo de la vida. ¿Y si nunca puedo darte ese varón? no me hace falta que me manden visiones para saber lo que ocurrirá...te marchitarás como una hoja, consumido por la pena. Y yo no podré vivir sintiéndome tan culpable.
Se abrazó a si misma, pensativa, mascando el bajón, y al poco de pronunciar sus palabras, notó como le sobrevenía una visión. Si antes invocaba a los dioses y sus mensajes, antes se hubieran producido. Se quedó rígida, se tambaleó y sus ojos se pusieron en blanco, Ulf la cazó al vuelo antes de desplomarse a peso.
Brumas. Brumas y pantanos. Agua chocando en la quilla de una barcaza que se deslizaba silenciosa. De pronto todo se precipitó: sangre, un gallo boca abajo regaba un plato. Ladridos a lo lejos, un cántico repetitivo, su tía Gwenda en trance, con las runas de las piedras extendidas sobre la sangre. Relámpagos y lluvia. Notaba el calor en su cuerpo, las manos de Ulf y de Gwenda estaban manchadas de sangre y dibujaron unos símbolos sobre su vientre...quemaba, se mareaba y todo se volvía negro. Despertaba entre nieve y ventisca, cubierta de pieles. Levantaba la cabeza y observaba dos cabezas rubias, una más pequeña que la otra, lleba de sus mismos rizos.
Salió del trance respirando agitadamente. El ritual. Debían realizar el ritual de fertilidad, eso es lo que los dioses le estaban diciendo.
Estalló en carcajadas cuando la subió al tocador y comentó que podría ser resistente, le trajo el recuerdo del camarote donde tuvieron su segundo encuentro sexual. Claro que entonces las circunstancias eran muy distintas. Él estaba herido, habían recogido a Sigrid del mar y ella pensaba que el vikingo preferiría llevarse a la pelirroja a su camarote. Pero no fue así, y habían pasado muchas cosas desde entonces. Su cuerpo reaccionó a la proximidad del lobo, al que adoraba, y con el que tenía una complicidad en la cual sobraban las palabras. Sus bocas se unieron, sus manos se recorrieron de nuevo con la furia de la tempestad, y sus gemidos fueron el trueno que rasgaba el aire. Cuando se dio cuenta llovía a cántaros afuera, Nueva Orleans tenía ese clima cambiante y húmedo y sin más te caía encima un chaparrón. Le encantaba el sonido de la lluvia y más si la pillaba envuelta entre los brazos de Ulf, relajados en la cama. Apoyó las manos cruzadas en el pecho del rubio y sobre ellas, la barbilla, mirándolo.
— he pensado que podría gustarte El árbol de la vida. Es un roble centenario que está en un parque retirado, el Audabon. Es tan grande, que bajo sus ramas se pueden celebrar bodas, banquetes o lo que quieras, y aunque llueva no te mojas. Creo que es un lugar bonito, porque dudo que la catedral de San Luis signifique algo para ninguno de nosotros...aunque tiene un bonito cementerio.— le sonrió con picardía y le pellizcó los inexistentes michelines.— No vendrá mucha gente,aquí sólo me queda una corta familia y algunos conocidos... así que creo que servirá. Le diré a mi tía que traiga a algún funcionario que de fe.
- Tree of Life:
Le resultaba extrañamente natural estar hablando de boda con Ulf, como si aquello lo hubiera esperado toda su vida, y apenas se lo creía unos días antes. Entonces llegó la pregunta bomba, sin anestesia. Escuchó sus palabras y se le vino el mundo encima. Retiró las manos de su pecho y se incorporó sentándose en la cama. Ulf pensaba que no quería tener hijos, y si no era así, se había dado cuenta por fin de la realidad que ella temía más que la muerte. Se levantó y alcanzó una bata que se colocó por encima anudándola a su cintura; después se apoyó en el marco de la ventana mirando afuera, cómo la tormenta pintaba de tonos grises las calles y árboles. La lluvia era desapacible, pero traía la vida, conseguía que floreciesen las plantas y se renovase el agua de los pantanos. Tardó unos instantes en comenzar a hablar, su tono era apagado, nada que ver con el de antes cuando estaban planificando su enlace.
— Ojalá fuera eso Ulf... ojalá pudiera decidir cuándo darte hijos. Ya te lo dije, creo que algo está mal en mi cuerpo, quizás por haber estado muerta o... no sé, sencillamente los dioses no me quieren bendecir con el regalo de la vida. ¿Y si nunca puedo darte ese varón? no me hace falta que me manden visiones para saber lo que ocurrirá...te marchitarás como una hoja, consumido por la pena. Y yo no podré vivir sintiéndome tan culpable.
Se abrazó a si misma, pensativa, mascando el bajón, y al poco de pronunciar sus palabras, notó como le sobrevenía una visión. Si antes invocaba a los dioses y sus mensajes, antes se hubieran producido. Se quedó rígida, se tambaleó y sus ojos se pusieron en blanco, Ulf la cazó al vuelo antes de desplomarse a peso.
Brumas. Brumas y pantanos. Agua chocando en la quilla de una barcaza que se deslizaba silenciosa. De pronto todo se precipitó: sangre, un gallo boca abajo regaba un plato. Ladridos a lo lejos, un cántico repetitivo, su tía Gwenda en trance, con las runas de las piedras extendidas sobre la sangre. Relámpagos y lluvia. Notaba el calor en su cuerpo, las manos de Ulf y de Gwenda estaban manchadas de sangre y dibujaron unos símbolos sobre su vientre...quemaba, se mareaba y todo se volvía negro. Despertaba entre nieve y ventisca, cubierta de pieles. Levantaba la cabeza y observaba dos cabezas rubias, una más pequeña que la otra, lleba de sus mismos rizos.
Salió del trance respirando agitadamente. El ritual. Debían realizar el ritual de fertilidad, eso es lo que los dioses le estaban diciendo.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
El lecho acogía nuestros cuerpos, sonrisas cómplices, apasionados besos y una conversación que en la que no podía estar mas de acuerdo.
Habíamos vivido con la soga al cuello desde que nos habíamos conocido hace ya bastante tiempo, merecíamos un descanso, uno en el que la felicidad fuera lo que imperara en nuestro tiempo, atrás dejar la muerte, la oscuridad y el caos y no se me ocurría mejor forma de empezar o de terminar este viaje que desposandonos bajo ese gran roble.
-¿El árbol de la vida? -pregunté con una picara sonrisa -hagamoslo, unamos nuestras vidas bajo ese roble de grandes raíces.
De nuevo nuestras bocas colisionaron, mis manos recorrieron cada surco de su piel, sus dedos dibujaban las cicatrices de las gestas de las que había salido victorioso, cada una contaba una historia.
Ella también llevaba cicatrices, unas ocultas que era incapaz de ver a simple vista.
Mi pregunta la dejo noqueada, pude ver como sus pantanos se llenaban de bruma y rauda apartó sus dedos de mi pecho privándome así de su presencia. Se alzó caminando descalza hacia la ventana.
Dejé escapar el aire contemplando su silueta, los sutiles rayos de luz la envolvían dotándola del aspecto de una diosa.
Tardó en comenzar a hablar, como si buscara tras sus propias palabras el modo de hacer o decir lo correcto.
Me senté al borde de la cama escuchándola, mis dedos se pasearon furibundos por mi pelo fruto de la desesperación que me embargaba.
Decirle que no me importaba era mentir, la amaba, pero quería descendencia y cierto era que si no me la daba, acabaría marchitandome a su lado, pues mi linaje se perdería conmigo por y para siempre.
¿Podría perdonármelo? Otras opciones habían para las mujeres yermas, el abandono normalmente si no consentían ser la segunda esposa...
¿Consentiría serlo? Buscar una segunda mujer que me diera hijos era una opción que tomaban muchos de los míos.
Sumido en mis pensamientos vi como su cuerpo temblaba como una hoja, se abrazó a si misma antes de desmoronarse.
Corrí evitando así que se golpease, conocía esa rigidez, esos espasmos, de nuevo una visión la atormentaba y con ella se rompía nuestra calma.
Tardo varios minutos en restablecerse, mis grises la contemplaban preocupados ¿que seria esta vez aquello que sus dioses le habían reclamado?
La alcé en volandas del frio suelo para depositarla sobre el lecho, mis dedos recorrieron su piel desnuda tratando de que encontrara una paz que no podían ofrecerle mis palabras por lo que el silencio se interpuso entre nosotros tornando el aire espeso ante nuestros ojos.
-¿Que has visto? -pregunté finalmente.
Supongo que solo quería eludir el tema en cuestión que me preocupaba, que no hubiera quedado en estado todavía sin duda era raro, pero..también habíamos pasado mucho y quizás eso hubiera provocado que su cuerpo no estuviera preparado para darme hijos, con descanso, tiempos prósperos estaba seguro de que me llenaría la casa de risas infantiles, pequeños vikingos que portaran mi apellido, mi linaje.
Habíamos vivido con la soga al cuello desde que nos habíamos conocido hace ya bastante tiempo, merecíamos un descanso, uno en el que la felicidad fuera lo que imperara en nuestro tiempo, atrás dejar la muerte, la oscuridad y el caos y no se me ocurría mejor forma de empezar o de terminar este viaje que desposandonos bajo ese gran roble.
-¿El árbol de la vida? -pregunté con una picara sonrisa -hagamoslo, unamos nuestras vidas bajo ese roble de grandes raíces.
De nuevo nuestras bocas colisionaron, mis manos recorrieron cada surco de su piel, sus dedos dibujaban las cicatrices de las gestas de las que había salido victorioso, cada una contaba una historia.
Ella también llevaba cicatrices, unas ocultas que era incapaz de ver a simple vista.
Mi pregunta la dejo noqueada, pude ver como sus pantanos se llenaban de bruma y rauda apartó sus dedos de mi pecho privándome así de su presencia. Se alzó caminando descalza hacia la ventana.
Dejé escapar el aire contemplando su silueta, los sutiles rayos de luz la envolvían dotándola del aspecto de una diosa.
Tardó en comenzar a hablar, como si buscara tras sus propias palabras el modo de hacer o decir lo correcto.
Me senté al borde de la cama escuchándola, mis dedos se pasearon furibundos por mi pelo fruto de la desesperación que me embargaba.
Decirle que no me importaba era mentir, la amaba, pero quería descendencia y cierto era que si no me la daba, acabaría marchitandome a su lado, pues mi linaje se perdería conmigo por y para siempre.
¿Podría perdonármelo? Otras opciones habían para las mujeres yermas, el abandono normalmente si no consentían ser la segunda esposa...
¿Consentiría serlo? Buscar una segunda mujer que me diera hijos era una opción que tomaban muchos de los míos.
Sumido en mis pensamientos vi como su cuerpo temblaba como una hoja, se abrazó a si misma antes de desmoronarse.
Corrí evitando así que se golpease, conocía esa rigidez, esos espasmos, de nuevo una visión la atormentaba y con ella se rompía nuestra calma.
Tardo varios minutos en restablecerse, mis grises la contemplaban preocupados ¿que seria esta vez aquello que sus dioses le habían reclamado?
La alcé en volandas del frio suelo para depositarla sobre el lecho, mis dedos recorrieron su piel desnuda tratando de que encontrara una paz que no podían ofrecerle mis palabras por lo que el silencio se interpuso entre nosotros tornando el aire espeso ante nuestros ojos.
-¿Que has visto? -pregunté finalmente.
Supongo que solo quería eludir el tema en cuestión que me preocupaba, que no hubiera quedado en estado todavía sin duda era raro, pero..también habíamos pasado mucho y quizás eso hubiera provocado que su cuerpo no estuviera preparado para darme hijos, con descanso, tiempos prósperos estaba seguro de que me llenaría la casa de risas infantiles, pequeños vikingos que portaran mi apellido, mi linaje.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/12/2016
Re: La Tempestad. (+18)
La visión le había traido angustia, pero había algo bueno: Ulf seguía en ellas. No había muerte ni separación, tan sólo dolor, magia, algo oscuro. Volvió en si unos segundos más tarde, con las manos del vikingo aferradas a las suyas. Él ya sabía cómo se las gastaban los Loas, no tenía por qué mentirle al respecto. Pero también era cierto que las visiones no siempre se cumplían. Ese don era terriblemente confuso.
— vi... vi un ritual de magia, mi tía y tú...dibujabais unos simbolos en mi piel, todo sucedió deprisa, pero creo que... era un ritual wiccano de fertilidad.— bueno, lo de wiccano no estaba claro, no se solían sacrificar gallos negros en esa magia, pero no estaba segura.— y después la visión tenía colores distintos, estaban en algun lugar frío, posiblemente tu norte, dormíamos bajo pieles y había dos cabezas rubias, la tuya y otra mucho más pequeña...Ulf...no sé que significa!!
Se incorporó un poco sobre la cama y alargó la mano hacia un vaso de agua, necesitaba beber un trago porque no podía ni hablar.
— no sé si los dioses me sugieren que le pida a mi tía algun hechizo de fertilidad... que al parecer tendrá buen resultado. Pero tengo miedo de que el precio a pagar sea terrible. Mi madre me dijo que toda magia tiene un precio, y no sé cuál tendremos que asumir.
Lo miró angustiada porque no había respuesta buena en esa cuestión. Si la magia tenía un precio, seguro que no era pequeño, y por contra, si no lo hacían, ya sabía cual era el precio a pagar: tendría que dejar libre a Ulf, para que encontrase una mujer que pudiera asegurarle la descendencia. Estaba a punto de cumplir los veinte años, se suponía que su cuerpo nunca estaría en mejores condiciones que ahora para engendrar. Su madre tuvo el primer hijo con 18...pero perdieron a todos sus vástagos menos a Giuliana. Quizás su vientre hubiera heredado los problemas que tenía Amelia para concebir y retener el fruto fecundado.
— vi... vi un ritual de magia, mi tía y tú...dibujabais unos simbolos en mi piel, todo sucedió deprisa, pero creo que... era un ritual wiccano de fertilidad.— bueno, lo de wiccano no estaba claro, no se solían sacrificar gallos negros en esa magia, pero no estaba segura.— y después la visión tenía colores distintos, estaban en algun lugar frío, posiblemente tu norte, dormíamos bajo pieles y había dos cabezas rubias, la tuya y otra mucho más pequeña...Ulf...no sé que significa!!
Se incorporó un poco sobre la cama y alargó la mano hacia un vaso de agua, necesitaba beber un trago porque no podía ni hablar.
— no sé si los dioses me sugieren que le pida a mi tía algun hechizo de fertilidad... que al parecer tendrá buen resultado. Pero tengo miedo de que el precio a pagar sea terrible. Mi madre me dijo que toda magia tiene un precio, y no sé cuál tendremos que asumir.
Lo miró angustiada porque no había respuesta buena en esa cuestión. Si la magia tenía un precio, seguro que no era pequeño, y por contra, si no lo hacían, ya sabía cual era el precio a pagar: tendría que dejar libre a Ulf, para que encontrase una mujer que pudiera asegurarle la descendencia. Estaba a punto de cumplir los veinte años, se suponía que su cuerpo nunca estaría en mejores condiciones que ahora para engendrar. Su madre tuvo el primer hijo con 18...pero perdieron a todos sus vástagos menos a Giuliana. Quizás su vientre hubiera heredado los problemas que tenía Amelia para concebir y retener el fruto fecundado.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
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Re: La Tempestad. (+18)
La escuché una vez se recobró, como siempre las visiones eran engañosas, malditos dioses que jugaban con nuestro sino, ignoraba que era eso que habíamos hecho para cabrearlos, pues no solo nos habían arrastrado al Tártaro si no que ahora parecían negarse a bendecirnos con un hijo, un linaje.
Ofuscado di vueltas por aquella habitación como si me tratara de un animal salvaje, admito que necesitaba salir de entre esas cuatro paredes, solo la tristeza de Giuliana, una que era mas que capaz de percibir por su aura llegaba a mi forzándome a detener la trasformación y saltar por la ventana para desquitarme en el bosque con cualquier otra alimaña.
-¿Consecuencias? ¿cuando nuestros actos no han tenido consecuencias Giuliana? Mataste a muchas vírgenes, la magia oscura ha sido usada sin ningún reparo por ti para salvarme a mi.
Tensé el gesto, quizás esto era una de esas consecuencias de las que hablaba, decía que la magia siempre las tenia.
-Quizás me de un hijo y se lleve a mi mujer en el parto, vida por vida...¿crees que podría aceptar esa consecuencia?
No quería que usara la magia, no estaba dispuesto a perderla, se lo prometí a su madre y por Odin que iba a cumplir mi promesa.
-Otra opción es poder buscar una segunda esposa, no dejaría de amarte ni por un momento, pero necesito un linaje.
Se que mis palabras dolían pero necesitaba que todas nuestras opciones quedaran expuestas sobre la mesa antes de casarnos, no quería que después vinieran las sorpresas y los matrimonios fallidos.
-Preguntemosle a tu tía sobre eso que has visto, hablemos con ella, quizás pueda con mas tino interpretar tu visión y si no dame algo de ron y me voy a ver a mi amigo Legva, a fin de cuentas...ya somos íntimos los dos -bromeé tratando de arrancarle una sonrisa -lo solucionaremos..no lo hemos hecho siempre pequeña bruja -susurre tirando de ella para acariciar sus labios con los míos -vamos, enséñame tu tierra , el arbol donde nos uniremos y habla con tu tía..iremos después a verla.
Ofuscado di vueltas por aquella habitación como si me tratara de un animal salvaje, admito que necesitaba salir de entre esas cuatro paredes, solo la tristeza de Giuliana, una que era mas que capaz de percibir por su aura llegaba a mi forzándome a detener la trasformación y saltar por la ventana para desquitarme en el bosque con cualquier otra alimaña.
-¿Consecuencias? ¿cuando nuestros actos no han tenido consecuencias Giuliana? Mataste a muchas vírgenes, la magia oscura ha sido usada sin ningún reparo por ti para salvarme a mi.
Tensé el gesto, quizás esto era una de esas consecuencias de las que hablaba, decía que la magia siempre las tenia.
-Quizás me de un hijo y se lleve a mi mujer en el parto, vida por vida...¿crees que podría aceptar esa consecuencia?
No quería que usara la magia, no estaba dispuesto a perderla, se lo prometí a su madre y por Odin que iba a cumplir mi promesa.
-Otra opción es poder buscar una segunda esposa, no dejaría de amarte ni por un momento, pero necesito un linaje.
Se que mis palabras dolían pero necesitaba que todas nuestras opciones quedaran expuestas sobre la mesa antes de casarnos, no quería que después vinieran las sorpresas y los matrimonios fallidos.
-Preguntemosle a tu tía sobre eso que has visto, hablemos con ella, quizás pueda con mas tino interpretar tu visión y si no dame algo de ron y me voy a ver a mi amigo Legva, a fin de cuentas...ya somos íntimos los dos -bromeé tratando de arrancarle una sonrisa -lo solucionaremos..no lo hemos hecho siempre pequeña bruja -susurre tirando de ella para acariciar sus labios con los míos -vamos, enséñame tu tierra , el arbol donde nos uniremos y habla con tu tía..iremos después a verla.
Ulf Tollak- Cambiante Clase Alta
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