Noche en blanco (libre)(+18)

Recuerdo del primer mensaje :

Desde mi matrimonio había tratado de esforzarme como el que mas por ser el hombre que cualquier dama hubiera querido poner en su vida.
Quizás fuera incapaz de albergar sentimientos,  algo que me robaron en la mas tierna infancia mientras dormía de forma apacible en la cuna. Eso me trasformó en un monstruo y la traición de mi esposa, en la bestia que soy ahora.
Había quedado en cinta, yo satisfecho por que mi linaje perdurara, por darle a ese vástago una vida que a mi me fue arrebatada, puse en él toda mis esperanzas y la imprudencia de mi mujer me arrebató la esperanza y en parte la razón.

Entre en una taberna oscura, bastante sombría pero abarrotada de gente, que posiblemente como yo deseaban tomar unas copas sin ser molestados.
El olor a alcohol entraba en mis fosas nasales acompañado de humo de tabaco, de opio y alguna otra sustancia entremezclada con sudor y sexo.

Me acerque a la barra y pedí una jarra de cerveza, que me fue servida de inmediato.
Hundí mis labios en el vidrio oscurecido de la taza y deje que aquella dulce bebida alcohólica calentara mi garganta y con ella mi cuerpo.
Deje reposar la bebida un instante sobre la mesa, era larga, de madera de roble llena de betas. Aquella noche nada me detendría, la oscuridad me consumía. Relamí mis labios sin soltar el mango dispuesto a seguir bebiendo sin pausa.
La búsqueda me había dado sed, y para que mentir la desesperación ganas de olvidar por una noche lo que buscaba.

Me fije en mi alrededor, la gente ya bastante ebria en su mayoría reía a carcajadas, ajena a sus problemas, podía sentir varias auras inmortales en el recinto, mas ninguna parecía desear problemas y al igual que yo hundían su cabeza en alcohol posiblemente tratando de olvidar como yo distintas afrentas.

Desde aquella noche apenas nos habíamos encontrado, quizás porque no sabia como solucionarlo, mi incapacidad de empatizar con ella era lo que me forzaba a mantener mis escudos en lato, a no ceder ante las ganas que francamente si tenia de regresar a su lado.

No sabia como demonios gestionar la situación, así que me limité a sumergirme en los negocios, a salir con los amigos en busca de diversiones lo suficientemente fuertes como para llevarme al lecho ebrio, pero sin llegas a mantener relaciones sexuales con ninguna fulana o mujer, sabia que la viuda de seda tenia suficientes contacto como para descubrir una infidelidad si la cometía y me gustara o no nuestro contrato seguía vigente hasta que ella lo quebrantara de un modo u otro...a fin de cuentas ambos eramos personas de negocios.

Mi sorpresa vino cuando una misiva reclamó mi presencia en su hogar, me asusté, admito que así fue, no se exactamente la sensación que describía eso que me corroía, pero conociéndola dudaba que fuera una cita para vernos sin mas, no cuando durante todo este tiempo nuestra relación había sido fría, me atrevería a decir que hasta despiadada porque las dagas habían volado en una y otra dirección. Yo recordandole lo mucho que me molestaban sus nuevas amistades, ella recordándome que perderme entre piernas ajenas era comer mierda.

Tomé mi espectro con el rostro desencajado, cabalgué la distancia que separaba nuestras mansiones al galope, importándome muy poco respetar las normas de convivencia que se estipulaban en las calles, pues ni me percaté si por ellas transitaban viandantes.
Desmonté en la puerta de su casona, abandoné allí mi montura sin tan siquiera dirigirme al mozo, todo me importaba bien poco, la seguridad de mi vástago era lo que imperaba por encima de todo, y quizás también la de ella, claro que eso no iba a reconocerlo, no ahora que entre nosotros todo se había ido a la mierda.

Abrí la puerta de su habitación jadeando, mis ojos la buscaron ,ella estaba sentada frente al espejo de su tocador deslizando aquel peine de plata entre sus cabellos castaños, sus esmeraldas me buscaron, posiblemente porque no me esperaba hasta la noche, peor la preocupación me había hecho acudir a su llamada sin importarme ni el protocolo ni nada, era mi mujer, tenia derecho de aparecer en su cámara cuando me viniera en gana.

Me relamí los labios adentrándome en la camara, cerrando tras de mi la puerta.
-¿y bien? -pregunté algo mas tranquilo ahora que me percataba que u vientre seguía hinchado y que a simple vista nada le había pasado.

Erline enarcó una ceja mirándolo reflejado en el espejo, no lo esperaba tan precipitadamente. Se giró despacio observándolo de arriba a abajo, se tomó su tiempo para hacerlo porque esa noche el magnetismo del cuerpo de Lucio la llamaba a gritos y no sabía por qué. Bueno, intuía que los cambios en su cuerpo tenían algo que ver, la líbido estaba por las nubes, pero a la vez no iba de la mano con el deseo por destruir y pisotear, por tener el control de la situación, al contrario, sólo quería dejarlo en manos de él. Era extraño, era una sensación de vulnerabilidad que le había sido ajena desde los doce años.

— Llegas pronto...dame unos minutos.— Se levantó del tocador y fue al vestidor cambiándose con la idea de cambiarse de vestido, de arreglarse como si fuera a la Ópera pero finalmente desistió y se apoyó en el paraban atándose a la inexistente cintura la bata de seda y colocándose el pelo sobre uno de sus hombros. Miró al brujo apoyando la mano sobre su tripa.— ¿cenas conmigo? una tregua por esta noche.

La mesa estaba preparada en el invernadero, el lugar favorito de Erline, donde últimamente pasaba más horas paseando o disfrutando simplemente del silencio y del rumor del agua. A veces charlaba con Corbin, uno de sus jardineros que se había convertido en su uevo confidente ahora que Jack se había marchado de la ciudad sin dejar rastro. Todos los que conocían el negocio de la carne podían entender más o menos al otro sin necesidad de mucha explicación.

La había mandado poner frente a la cueva de luciérnagas donde éstas iluminaban con su tenue forsforescencia el ambiente. El menú era sencillo, aunque la bruja la había curado de sus náuseas, prefería no comer alimentos pesados, picantes o con mucho procesado. Se sentaron a cenar y Erline le comentó a Lucio algunas pequeñas novedades de la casa, como que había mandado comunicar la habitación principal con la que sería la del infante una vez decidieran sacarlo del cuarto, porque no quería que le sucediese lo mismo que le pasó a Lucio. Mientras cenaban, le preguntó por sus negocios, por su tiempo. La conversación era extraña, no habían conversado nunca así, como si fueran dos amigos o un maldito matrimonio y la sensación era rara para ambos, el no estar agrediéndose ni provocándose. Pronto la Araña se quedó sin temas de conversación, porque en realidad le parecían insulsos, y estaban evitando ir al fondo de la cuestión.

Dejó los cubiertos sobre la mesa y miró a Lucio con la expresión seria, de quien había meditado mucho en esos meses de vaivenes.

— Todos estos cambios...— se miró la tripa.— me han vuelto loca. No sé lo que me pasa la mitad del tiempo, no sé identificar si lo que siento son emociones o gases.Creo que es el momento.— Sacó el pequeño frasco de su bolsillo y vertió unas gotas en una copa y repitio la operación en otra alargándosela a Lucio.— comprobemos si esta poción es real. La mitad para ti y la otra para mi, creo que es lo justo... no lo sé. En otro momento me la hubiera quedado para mi pero...no sé, algo me empuja a hacerlo así.

Le pasó la copa al hechicero inspirando hondo. Quería un cambio, necesitaba o bien volver a su apatía gris donde nada le afectaba o vivir plenamente lo que le estaba sucediendo, pero ese estado intermedio sólo la volvía más paranoica.

“¿Cenas conmigo? una tregua por esta noche.”
Asentí con la cabeza, estaba alerta, conocía a la araña, era retorcida y manipuladora y desde que llevaba en mi vientre a mi vástago había estado de un humor de perros como si buscara con ello que yo acabara rompiendo el contrato para así ser libre de este matrimonio que no iba a ningún lado.
Al principio la partida de ajedrez era sumamente estimulante, como dos locos arriesgábamos en cada movimiento al rey y eso nos hacia sentir un peligro constante muy estimulante, pero últimamente nos habíamos enrocado cada uno en su posición y ante nosotros dejábamos a los peones desfilar con toda la frialdad que eramos capaces de ostentar.

La cena se desarrolló en el invernadero frente a las pequeñas luciérnagas que de seguro ante una pareja de enamorados hubieran creado un clima romántico.
Conversábamos sobre gilipolleces, cosas cotidianas sin un ápice de entusiasmo. La mayoría sobre lo que estábamos esperando, me contaba lo que el medico le había dicho, las reformas que tenia que hacer para juntar los dormitorios.

De golpe dejo los cubiertos sobre la mesa, supe que en ese momento llegaría la verdadera razón por la que me haba citado aquella noche, la tregua se terminaba, alcé el aguijón dispuesto a clavarlo cuando llegará le ataque de la araña. Mas creo que cuando empezó a hablar pudo notar mi cara de sorpresa, incertidumbre porque no entendía bien a donde pretendía llegar.

Fue entonces cuando vi su gesto, la pócima fue repartida en las copas, me pedía que bebiera, que había llegado el momento de probar algo distinto porque de seguir así iba a volverse loca.
Medité la situación, décimas de segundo necesite para saber que peligraba lo que llevaba en su interior.
Mi anterior esposa cometió una estupidez que me costó la vida de mi hijo, no iba a dejar que esta vez su locura arrastrara consigo a mi linaje.

Apuré la copa de un trago ante sus ojos y me relamí después centrando en ella mis pardos esperando que hiciera lo propio, si funcionaba no nos diferenciaríamos de esas patéticas parejas que copaban este mundo.
-Continuemos la cena -le pedí con una ladeada sonrisa -no siento nada distinto, quizás media es demasiado poco -advertí.

Seguimos hablando, pero nuestras sillas cada vez iban acercándose a la vez que nuestros cuerpos. Mis dedos se pasearon tibias por su cintura, mis labios se apoyaron en el hombro mientras la miraba fijamente escuchando lo que me contaba sobre las cosas que había comprado para el crio.
-¿Ya se sabe lo que es? -pregunté sin dejar de acariciar su piel con mi boca.

Erline se tomó su copa. Ya estaba hecho, lo que tantos dolores de cabeza le había producido antes de la boda, ya había sido zanjado. Si funcionaba, experimentaría lo que era ser...humana. Y a Lucioo le produciría algo similar, empezaría a sentir algo por primera vez en toda su vida. Ciertamente era sólo medio frasco para cada uno y cabía la posibilidad de que no hiciese el efecto completo y deseado, pero no tenía ni idea de por qué lo se había visto empujada a compartirlo.

— Las viejas dicen que este tipo de barriga es de llevar a una niña, lo siento querido, pero yo no elijo el fruto de la siembra. De todas formas creo que esos son cuentos, otras mujeres dicen que tengo cara de gestar un varón, yo que sé. Sólo hay dos posibilidades, supongo que lo decubriremos pronto.

Siguieron charlando de todo tipo de cosas, acercándose más con la sillas e incluso compartieron el postre del mismo plato. Quizás la poción no valiese para rendir sus respectivas plazas, pero estaba consiguiendo que ese acercamiento después de meses de guerra encarnizada, fuera agradable, tranquilo, sin pullas. Eso era una verdadera novedad para ambos. El servicio les retiró los platos y dejaron tan sólo una botella de licor para Lucio, Erline no tomaría alcohol, llevaba sin hacerlo desde el primer día, su cuerpo lo rechazaba enérgicamente con naúseas y eso la había puesto de muy mal humor, pero ahora no parecía importarle, el agua estaría bien. Sujetó la mano de Lucio y la puso sobre su vientre en un momento dado cuando el feto se movía. Ese gesto fue como el final de algo y el principio de otra cosa, como si por primera vez en mucho tiempo volvieran a conectar por algo, en este caso por lo que ambos compartían que era esa vida fabricada a medias y que sería para siempre de ambos. De las pocas cosas que existen que serían para siempre. Se quedaron en silencio unos instantes tan sólo disfrutando del ambiente tranquilo del invernadero, ese lugar que Erline no compartía con nadie y que había abierto para Lucio.

— Durante estos meses he pensado que sólo yo estaba cambiando, que esto sólo me afectaba a mi y a mi cuerpo, pero creo que va mucho más allá, no había visto la dimensión de lo que hemos creado, aunque fuera al principio una decisión práctica. No sólo me afecta a mi, tú estás tan ligado a esta criatura como yo, durante muchos años nos necesitará para sobrevivir, para forjarse, para encontrar su propia personalidad. Tengo docenas de sirvientes que dependen de mi, pero me da igual si me aman o me odian. Por el contrario...sí me importa que nuestra descendencia que depende de nosotros nos acabe odiando, y por el camino que vamos, creo que será así. ¿No deberíamos hacer algo al respecto? Creo que ese es el motivo de haber traído el frasco esta noche.

Nos reíamos conversando de cosas banales, como si meramente compartir el instante, las miradas cómplices y un postre pudiera ser suficiente para sentirnos saciados.
Normalmente necesitábamos ir al limite, arrancarnos gruñidos, pasearnos por esa fina linea entre el bien y el mal y empujarnos uno al otro hasta que escorpión y araña se proclamaban dueños del infierno.
Sin embargo, ahora las luciérnagas brillaban y nosotros las admirábamos tranquilos, acariciándonos, sonriendo con mi mano sintiendo las patadas de mi vástago.

Felicidad, sorpresa pintada en mis ojos lobunos que perdidos en sus esmeraldas reflejaron la emoción de sentir vida, esa que yo y ella habíamos engendrado.
Entendía lo que me decía, me había ofrecido la pócima porque no estaba dispuesta a que nuestros hijos nos odiaran y yo ahora que lo pensaba, la primera vez ciertamente que le daba importancia tampoco.
-No quiero que nuestro hijo crezca sin su padre, déjame volver a casa, estoy cumpliendo mi 50% -ladeé la sonrisa tirando con suavidad de su cintura para subirla en mi regazo.

Mi nariz se perdió e su cuello, acariciándola, oliendo esos perfumes que usaba y que en este instante me daba cuenta que había echado de menos.
-Lo que me recuerda -dije con picarda mientras las luces móviles se reflejaban en sus ojos -que después de probar el caviar, es un delito comer otra cosa, te he echado de menos, a tu cuerpo -aseguré con picarda buscando delicadamente sus labios para fundirnos en un beso que me supo a algo distinto.

Poco a poco nuestros cuerpos fueron cediendo a una necesidad desmedida, una que no había sentido en toda mi vida, sentir cada caricia hasta erizar mi piel, cada beso, era extraño pero cuanto mas despacio lo hacia, mas disfrutaba del encuentro, del sabor a fruta madura de sus besos, del movimiento de sus caderas que me llevaron al cielo.
Acabamos en el suelo, amándonos lentamente, riendo, con las manos anudadas y los dedos enlazados.
-Fiamma, si es niña, significa llama y creo que es un nombre muy acorde a la hija de un escorpión y una araña.

La poción hizo su efecto, ambos comenzaron a sentir cosas que apenas sabían identificar, era como despertar a una vida nueva, a una forma de ver el mundo como nunca antes lo habían visto. La noche fue el colofón, un final dulce a tantos meses de hostilidades. El día los encontró en su habitación, esa enorme suite de la mansión D'Amencourt que pronto volvería a estar habitada por el matrimonio. Lucio estaba cumpliendo, Erline también y esa poción los había llevado de la mano hacia un territorio inexplorado. Con las luces del alba también llegaron las dudas, la culpabilidad y cierto arrepentimiento por algunos actos cometidos, pero como sólo habían tomado la mitad cada uno, no llegó a provocar depresión o psicosis. No todo sería felicidad, pero estaban aprendiendo a manejarlo como un adolescente antes sus primeros cambios de humor.

Los días pasaron rápidos, juntos, compartiendo el día a día, descubriendo en los detalles las pequeñas cosas de la vida, las sensaciones que provocaban. Disfrutar de una buena comida o de un paseo, o desesperarse y frustrarse por alguna tontería o nimiedad. Eso era sentir, tener un abanico de sentimientos extrañamente grande, pero lo más reconfortante es que ambos estaban igual, así que hablaban sin tapujos de lo que se les pasaba por la cabeza.

Los dos últimos meses de gestación sucumbieron al otoño y una fría mañana de diciembre Erline notó los tremendos dolores. Estaba aquí, el bebé llegaba. Ansiosa, asustada por si no sobrevivía al parto, descolocada y con esa sensación de caer al vacío despertó a Lucio.

— Lucio... Lucio despierta, ya viene...¡Oh dioses! como duele... corre, avisa a todo el mundo.

Tenían pagados ya los servicios de las mejores comadronas, médicos y personal especializado, y además ella se quedaba más tranquila si la bruja que le remedió las náuseas se quedaba por allí por si la medicina científica encontraba escollos insalvables.

El servicio preparó la habitación contigua, el ritmo frenético se desató en la mansión y trasladaron a la señora a esa estancia luminosa, caldeada y preparada para dar la bienvenida al nuevo o nueva Sacro. Se retorcía en la cama cada vez que las contracciones le sobrevenían, su frente se perlaba de sudor, así como el pecho y la espalda, por el gran esfuerzo que realizaban los músculos, y trataba de respirar y relajarse.

“Lucio... Lucio despierta, ya viene...¡Oh dioses! como duele... corre, avisa a todo el mundo
Nunca había sentido mas nervios en mi puta vida, me levanté de un salto, creo que no acertaba ni a calzarme los pantalones de la impaciencia, algo que al parecer a mi querida mujer le hacia mucha gracias.
Con el ceño fruncido, bueno, realmente feliz, peor fingiendo que su risa podía sacarme de quicio salí por la puerta casi a la pata coja pidiendo al servicio que prepararan todo, que el heredero Sacro venia en camino.

Habíamos pagado una considerable suma de dinero para que nada fuera mal, los mejores médicos, madronas y como no, aquella mujer de blanca magia que me había ofrecido su servicio durante todo el embarazo y que estaría presente en el parto.
Como era costumbre me pidieron que esperara fuera. Fueron las horas mas angustiosas de mi existencia, bebí, fume mientras mi padre que había sido avisado de inmediato y que atravesó un portal mágico con mi madre para estar presentes en tan importante día, posaba su mano en mi hombro infundiéndome ánimos.
Él esperaba un varón, uno que tomara el relevo de nuestro linaje algún día, aunque ahora que gracias a Erline había recuperado la capacidad de sentir, nuestra relación se había estrechado hasta el punto en el que pensaba delegar en mi, mi poder era grande y era según él lo lógico pues estaba muy complacido por como estaba llevando los negocios ahora que tenia capacidad de empalizar con el resto de grandes aquelarres.
Mi hijo consolidaba esa continuación del linaje Sacro y nuestra hegemonía.

Los últimos gritos de mi mujer dieron paso al llanto de un bebe, la puerta pronto se abrió para mi, mis ojos brillaban buscando los de mi mujer e inquietos los de mi futuro vástago.
-Es niña aseguró la comadrona para decepción de mi padre.
Sonreí acercándome a ellas, francamente en cuanto le vi la cara me importó bien poco su sexo, era preciosa, idéntica a su madre.
-Es como tu, esta llena de arrugas -susurré haciendo galas de mi humor negro, aunque con un deje de felicidad en mi voz.
Busqué sus labios con calma, últimamente nuestros besos no eran solo pasionales si no llenos de sentimientos, algo que disfrutábamos desde hacia unos meses y que nos había cambiado por completo.
-Gracias -susurré.

Era mi primogénita, ella me había convertido en padre y solo tenia eso, agradecimiento para mi esposa, jamas la había visto tan bella como en ese instante en el que su rostro perlado en sudor, sin maquillaje, mostraba la naturalidad as absoluta.
Nos dejaron solos, era nuestro momento, tiempo tendríamos para recibir visitas.

Una niña, otra luchadora que tendría que sobrevivir al mundo como su madre tuvo que pelear. Pero ella no vendría en la miseria y la sordidez, ella tendría de todo y más, no le faltaría familia ni apoyos y con un poco de suerte, heredaría lo mejor de sus progenitores. ¿Qué era lo mejor? era complicado esclarecerlo porque de dos monstruos ¿qué es lo que puede salir bien?

No importaba, era preciosa, con cinco deditos en cada mano y cada pie, con esa pelusilla oscura en su redonda cabeza y dos ojos grandes y claros de un color gris indefinido. Era pronto para saber si sacaría los ojos de su padre o de su madre. Erline estaba agotada, los dolores de parto habían sido intensos como jamás experimentó nada igual. Con el bebé en brazos sobre su pecho apoyó la cabeza en Lucio y se quedó dormida. Cuando el padre la sujetó entre las manos y la acunó, la pequeña bostezó y le sonrió, desprendiendo una pequeña corriente mágica, sutil e imperceptible, dejándole claro a Lucio que sería una gran hechicera, pues el poder corría por ella en forma de torrentes.

Los primeros días fueron extraños, tenerla con ellos, verle por fin la cara...era una sensación abrumadora, no se cansaba de mirarla. Mientras la tuvo dentro llegó a considerarla una enfermedad, un parásito, pero ahora era todo muy distinto. Desarrolló un instinto de protección terriblemente fuerte con ella, sólo de pensar que pudiera tener hambre o frío o que pudiera enfermar se volvía paranoica. El servicio comenzó a sentir de nuevo lo que eran las maneras de Erline cuando se enfadaba. Nada estaba lo suficientemente bien, tenía que estar perfecto; nada que afectase a su hija podría ser perdonado y las broncas se sucedían a diario por cosas como un arrullo manchado o una ventana un poco abierta. ¿Estaría la poción perdiendo efecto?

Lucio entró en la sala de estar al llegar a casa y se encontró con Erline susurrándole canciones a Flamma que se estaba quedando dormida. La dejó en su cuna y fue al encuentro de su marido. Aunque seguía sangrando de vez en cuando, se había repuesto bastante bien.

— Lucio...tenemos que hablar. ¿Tú no te sientes algo raro? yo no dejo de enfadarme, todo me produce hastío, encuentro estúpido a todo el mundo...creo que la poción está dejando de funcionar. ¡Tenemos que conseguir más! no quiero perder lo que siento por la niña ahora!!.— apuso los ojos en blanco cuando se dio cuenta de lo que había dicho.— ¿lo ves? ni siquiera me preocupa perder lo que siento por ti, sólo por ella...¡¡estoy volviendo a ser yo!! no quiero perderte tampoco a ti, pero siento que regresa mi antigua naturaleza.

Los días fueron pasando, nuestra hija crecía sana, solo me ausentaba de casa el tiempo necesario para cerrar ciertos negocios, visitar las haciendas y como no, reunirme con el consejo de hechicería que se estaba formando en París y donde yo representaba a mi familia.
Todos veían en mi al futuro sucesor de mi padre, así que ademas de solventar ciertos conflictos internos y redecillas entre aquelarres conseguí que los cabezas de cada familia me vieran como un buen líder.
Ganarme los favores, tenerlos de mi parte me seria útil y eso era algo que jamas hubiera conseguido con mi falta de empatía de antes.

Ese día cuando llegué a casa me encontré con una Elaine un tanto desesperada, no me había pasado por alto que desde que nuestra hija había venido al mundo estaba mucho mas ansiosa, diría que de mal humor, nada estaba como ella quería y llevaba al servicio de cabeza.
No le di mayor importancia, muchos eran los socios que me habían hablado del mal humor de las mujeres recién paridas pero cuando Elaine me miró con sus esmeraldas fijas en mis pardos reconociendo que sentía que se diluía la magia repleta de sentimientos que había consumido. Apreté los dientes consciente del significado de sus palabras
-Yo sigo enamorado de ti, de nuestra hija -confesé deslizando mi mano por su nuca para a traerla contra mi boca.

Medité sintiendo su sabor la situación, ahora mismo seria un autentico desastre que Elaine dejara ya no solo de quererme, si no de quererla, pero...¿de donde sacar sentimientos? Eso no era lago que se vendiera en botigas, o que mezclando unas cuantas hierbas pudiera fabricarlos.
Robarlos, arrancar los sentimientos a bebes puros, ese era el único modo que conocía para encarcelar en botes sentimientos, peor..eso era arriesgado, mis padres no lo hicieron porque eso hubiera puesto a los aquelarres en su contra, si yo conjuraba ese hechizo corría el riesgo de acabar desterrado a un lugar entre los mundos, una especie de cárcel para seres mágicos donde vives el bucle eterno del mismo día pasar ante tus ojos en una tortura infinita.
-No podemos conseguir mas, el que compartimos era el que me fue arrebatado en la cuna, no hay mas, no se puede fabricar -aseguré -¿cual es el problema?nadie te arrancó los sentimientos, si no sientes es porque no quieres hacerlo, me comporto contigo como un hombre prendado de su mujer, te amo, adoro a nuestra hija ¿que mas necesitas para quererme?

Ahora que yo sentía, me costaba mas entenderla, supongo que antes nunca me pregunté porque no albergaba sentimientos cuando nadie se los había arrancado del pecho..ella no tenia ninguna incapacidad, simplemente no quería amar.

— ¡Dioses Lucio! y yo qué sé que narices está mal conmigo! si lo supiera ya habría puesto remedio mucho antes ¿no crees? No es cuestión de querer o no querer, a ti te arrancaron los sentimientos mediante magia, y la magia te los ha devuelto. Pero a mi me los arrancó la vida y no sé si pueden crecer en un alma seca.

Estaba furibunda, paranoica por la expectativa de perder los sentiientos hacia su hija, porque hacia Lucio ya habñian empezado a desvanecerse.

— Dime qué necesitas para ese conjuro...¿Sangre? ¿Carne? ¿Una virgen? dímelo y te lo traeré, no pienso dejar que esto se acabe así, no quiero perder lo único que me ha importado en toda mi maldita vida.

— Un bebé.— La respuesta de Lucio fue demoledora, Erline no se imaginaba el precio tan elevado que tenía la magia. Un bebé como Flamma, como su pequeña...no, eso no podía hacerlo. ¿No podía? la duda la corroyó unos instantes, y así es como se dio cuenta que la vieja Erline en verdad estaba retornando. Nadie con un ápice de sesibilidad lo pensaría ni por un segundo, pero ella lo había considerado. Se llevó las manos a la cabeza y se dejó caer en el sillón.

— Tiene que haber otra cosa...hazme un hechizo para obligarme a quererla, a quererte...lo que sea....no quiero volver a ser la de antes.

Pero entonces no sería ella, sería un títere en manos de Lucio, y eso también acabaría con todo. ¿Por qué había tomado la maldita poción? era todo mejor cuando no sentía nada!!! bueno, tampoco era así, estaba aburrida y hastiada permanetemente ... la dudas la sacudían de un extremo a otro sin tregua.

Se apartó de mi como si el contacto le quemara, estaba fuera de si, furibunda y cuando aseguró que no quería perder eso que sentía por nuestra hija supe que era el principio del fin.
Dolor, creo que me desgarré en ese instante, nunca había sentido en mis carnes el desamor, quizás porque hasta hace unos meses tampoco me había enamorado, pero cuando me excluyó de la operación, supe que ya no me quería.

Quizás no debí echárselo en cara ¿para que? Pero el caso es que lo hice porque cuando amas no mides las palabras.
-¿y yo? ¿te importa no amarme a mi? Ella dices que es lo único que te ha importado en la vida.
Di un manotazo en la mesa cabreado, nunca lo había estado tanto supongo que porque mi incapacidad de sentir me llevaba a racionalizar hasta los enfados, pero en esta ocasión era mi corazón el que me empujaba a lanzarme y enfrentar sus esmeraldas de cerca.
-¿Donde me deja eso Erline?

Negué, ella se planteaba arrancarle los sentimientos a un bebe, ella estaba despertando del hechizo y lo peor es que yo no, yo la amaba a ella y a nuestra hija y maldije en silencio haberme bebido la puta poción porque el dolor era insoportable.
-Me juraste que estarías a mi lado -dije desgarrado.
Quizás no fue, así, mas bien fue un contrato entre dos seres despiadados, pero o ahora no era ese hombre, yo solo quería abrazarla, pasar una vida a su lado criando a nuestra hija, felices.

Por mi mente se pasaron las imágenes de estos ultimos meses, risas en los jardines, cenas bajo la luz de las velas, en el invernadero con las luciérnagas y una música lenta de por medio. Vino en la tina, hacer el amor despacio y sin prisa, yo no podía volver a una vida fría, una en la que las emociones las buscábamos a base de golpes en el lecho en el que furibundos nos arrancábamos la piel a tiras como lobos hambrientos.
-Yo te quiero – rugí como si eso sirviera de algo y fue lo ultimo que dije antes de abandonar la casa desbordado.

Se sintió morir en ese instante, porque sabía que lo que Lucio le estaba diciendo era real, era verdad, ella misma lo había sentido y seguía sientiendo algo por Flamma que no quería perder. Se estaba yendo a la mierda todo y no podía permitirlo.

Al rato de marcharse Lucio salió de lamnsión rumbo a todos los hospitales de la ciudad. ¿Un bebé es lo que se necesitaba para ese hechizo? bien, compraría uno. A veces las mujeres parían niños deformes, o morían ellas dejándolos huérfanos y desvalidos de forma que acababan muriendo de cualquier otra cosa, bien lo sabía ella que había visto parir y abandonar un sinfin de niños en los burdeles.

Negoció un precio y se llevó un pequeño bulto a casa, pero esta vez no fue a la mansión D'Amencourt, fue diractamente a la villa de los Sacro. Longinus la recibió ante el aviso urgente de su nuera. Erline se movía arriba y abajo en la estancia con aquella coa envuelta en telas, nerviosa, alterada.

— Haz el hechizo!! devuélveme los sentimientos!! se están marchando...he dejado de querer a Lucio y pronto dejaré de querer también a Flamma... no quiero volver a eso!! hazlo!! aquí tienes lo que necesitas.— Destapó la mantita y bajo ella apareció un bebé con una terrible deformidad en la boca y el paladar. La matrona le dijo que moriría en breve porque no podía ingerir la leche sin que se le fuera a los pulmones. Se encontraba en un cruce de caminos, ese acto sería atroz, pero ese niño moriría igualmente, su via podía servir para salvar la de Flamma.

Cuando la desesperada misiva de mi nuera llegó a mi caserón supe que algo había sucedido, algo de magnitudes lo suficientemente importantes como para que acudiera ante mi.
La esperaba en mi despacho, copa de whisky en la mano, esta entró alterada como un huracán que todo lo arrasa, entre sus brazos un bulto que llevaba completamente cubierto y que en un principio pensé con preocupación extrema que era mi nieta lo que me llevó a alzarme del sillón exaltado.

Cuando descubrió lo oculto, descubrí que era un niño deforme, sus suplicas llegaron a mis oídos en forma del ruego desesperado de una madre.
Un día mi mujer me exigió lo mismo con Lucio, que arrancara sentimientos a otros niños para que él los consumiera a lo largo de su existencia.
Mi negativa fue clara, no podía jugármela, yo era el cabecilla de todos los aquelarres, si mis enemigos descubrían estas practicas oscuras descabezarían a la serpiente y a mi me gustaba bien cubrir mis huellas.

Evalué la situación, lo mas sensato seria darla por loca, desequilibrada, en estos tiempos meter a una recién parida en un manicomio no era complicado, la mujer no se igualaba al hombre en ningún caso y nosotros eramos una familia con renombre y contactos.
Que me frenó, Lucio, sabia que por un lado se negaría a separar a la niña de su madre, por no decir que ahora que había vuelto a sentir lo hacia con tanta integridad que amaba por encima de todo a esa mujer de ojos de gata y corazón negro.

Por otra parte, era evidente que si el hechizo se desvanecía en ella, en cualquier momento podría pasar en Lucio o quizás no al ser ciertamente suyos los sentimientos ingeridos.
La magia en ocasiones era complicada hasta para nosotros los hechiceros.
-Bien señora Sacro, veo su desesperación, de no ser así no estaría aquí con un bebe moribundo entre sus brazos.
La magia conlleva consecuencias y mi ayuda no es gratis -hice una pausa para servirle una copa -puedo ayudaros, arrancar los sentimientos a ese niño y ofrecértelos, pero...sera efímero y tras este tendrán que venir otros. No se si me entiende, se convertirá en una yonki de sentimientos y su dosis se basara en arrebatarle la vida a pequeños.
Claro que visto su falta de empatia, no hay problema, puedo ayudaros, os fabricaré una pequeña daga con una cánula, esta sera mágica, si la calváis en el corazón del bebe absorberá su esencia y después solo tenéis que beber el liquido que la cánula contenga.

Di un sorbo de mi copa con calma.
-A cambio solo quiero una cosa, vuestro primer hijo varón me será entregado, Lucio nunca sabrá nada de esto, pues vos le diréis que su hijo a fallecido en el parto.
Tendrás la familia que deseas, amaras a mi hijo y a tu pequeña Fiamma. Creo que es un trato justo, podrás ser feliz a cambio del primer varón.
Ese niño sera cuidado por mi, educado para algún día sucederme...no puedo entregar mi legado a Lucio, no ahora que se que los sentimientos pueden tener fecha de caducidad.

— ¿Un trato justo? ¿dónde está la justicia? tengo que matar niños y además entregar a mi primer hijo varón...yo no lo veo un trato justo. Si al menos la poción fuera duradera...No, lo siento Longinus, no puedo aceptar ese trato. Tendrá que buscar otro en quien descansar el legado de los Sacro.

Se marchó de allí con el bebé deforme entre los brazos y al principio estaba muy estresada porque había confiado en el poder del padre de Lucio, pero éste no le había dado una solución adecuada a su problema, así que la mente analítica y maquinadora de Erline se impuso sobre el tropiezo que había cometido y se puso a buscar de inmediato alternativas a la situación tan jodida que se le planteaba. El viaje en el carruaje le dio para mucho, entró en la mansión y le entregó el bebé a una criada para que lo cuidase e hizo que los mozos fueran en busca de su marido.

Se sentó al lado de la cuna de Flamma a contemplar su preciosa carita mientras la mecía y le murmuraba una canción que le había venido a la mente meses atrás y que quizás formase parte de la infancia que había borrado de sus recuerdos para sobreponerse a la vida que le tocó. Cuando Lucio entró por la puerta le dijo las terribles palabras.

— Tenemos que hablar. Es importante, trata de no ofuscarte y salir corriendo..— se pellizcó el puente de la nariz.— Me dijiste que necesitabas un bebé para la pócima, fui a un hospital y compré uno que morirá por las malformaciones que tiene. Pensé que eso bastaría para el hechizo, pero tu padre me dijo que siempre será efímero. Se ofreció a ayudarme pero a cambio debía entregarle a mi primer hijo varón porque dice que no puede legarte su clan, ya que no tienes sentimientos. Le dije que no era un trato justo y me marché. Estamos jodidos, Lucio, los dos. Sólo que tú no lo sabías. Sólo nos queda una opción: hacerles una visita a las brujas que encerró tu padre y que te devuelvan tus sentimientos. Yo... creo que yo no tengo arreglo. No voy a beber del corazón de un bebé cada pocos meses. No me dejes cambiar de opinión sobre eso...quizás sea lo que me queda de poción en el cuerpo, o quizás sea mi amor real por Flamma...pero no estoy dispuesta a hacer esa barbaridad. Tal vez después de todo sí sea capaz de sentir algo.

Mi esposa llegó furibunda a casa, como un vendaval irrumpió en mi despacho, estaba terminando los documentos de un arrendamiento cuando esta se dejó caer en la silla frente a mi logrando que mis ojos se elevaran hasta chocar con los suyos.
Su rostro desencajado me dejó claro la importancia que tenia este momento, la conversación no podía esperar y sus palabras me hicieron recostarme por un instante en la cómoda silla de mi despacho.

Las medité evaluando la situación, se había vuelto loca al comprar ese niño, era obvia su desesperación y también la ausencia de sentimientos que empezaba a sufrir y que con respecto a mi ya estaban extintos.
En silencio escribí una misiva, me alcé pidiendo a una de las criadas que llevara esa nota y al crio que mi esposa, en un arranque de locura, había traído a la dirección señalada, que se apresuraran.

Regresé frente a Erline, mis ojos lobunos se centraron en sus esmeraldas.
-Quiero que entiendas que para mi no hay nada mas importante que mi hija y tu, os amo a ambas y soy consciente de la decisión desesperada que nos atañe a ambos en estos momentos -guardé silencio un momento mientras mi cabeza replanteaba su plan dándole una vuelta de tuerca -haremos lo que dices, buscaré le modo de ponerme en contacto con parte de ese aquelarre.
Los mandatarios han quedado desterrados a una prisión ajena a este mundo, con ellos sera imposible, peor el resto de los suyos, posiblemente escondidos para no ser cazados y exterminados pueden querer escucharme, puede interesarles un trato justo.

Vi como se relajaba ante mis palabras, la frialdad entre los dos era patente y no por mi parte, pero no quería presionarla con mis ganas de ella, en este momento no parecía encontrar paz en su alma.
-Yo me encargare de esto, el tema de magia esta fuera de tu alcancé, te mantendré informada de todos mis movimientos, ahora ve con nuestra hja, relájate y olvídate de todo lo que hoy ha sucedido, todo esta bien todo esta arreglado, yo me encargaré.

Mis palabras sonaban seguras, iba a proteger a mi familia y para hacerlo no podía tener a mi esposa pisando mis talones pues mi decisión no era exactamente la que ella creía.
Nuestra hija la necesitaba, tenia que devolverle los sentimientos de una forma permanente, los niños podían tener un padre hijo de puta, para mi la importancia de un linaje era suficiente para protegerles aun no queriendo como debía.
Muchos eran los padres estrictos, no habría problema en que mi amor se perdiera, sin embargo Erline tenia que querer a mi hija y de cierta manera también a mi para aguantar al enemigo que ocuparía su lecho cada noche por el resto de sus días.

Si, el tema de la magia estaba fuera de su alcance, pero todo tenía un precio y ella podía pagar de muchas formas los favores de quienes sí la tenían y dominaban. Lucio estaba caminando sobre el filo de la navaja, porque ahora ya sabía que las verdaderas intenciones de su padre no estaban con él, sino con el legado que fuera capaz de engendrar. Esta vez no podría protegerlo de las consecuencias de sus actos, esta vez no podía pensar sólo en ella porque todos los caminos pasaban por Lucio, necesitaba que formasen un equipo en aquello, todo en pos de recobrar aquello que los había unido aunque fuera de forma artificial. Los meses vividos con la pequeña, siendo los tres un familia, habían sido como de otro mundo, no quería regresar al vacío y la nada que era antes de eso.

¿Pero qué podía hacer? había agotado ese cartucho, Longinus no iba a ayudarles, pero al menos había descubierto su verdadera intención. Cuando Flamma se durmió fue en busca de Lucio que seguía en el despacho, posiblemente maquinando y poniendo en marcha el plan. Rodeó el escritorio y se sentó en la mesa frente a él, quería acaparar toda su atención.

— Lo haremos a tu modo, pero estamos juntos en esto. No pensé que diría esto jamás, pero no quiero perderte, quiero que todo sea como antes, no importa lo que cueste.

Habían disfrutado de la complicidad, del enamoramiento, de la profunda necesidad del otro, de todos aquellos sentimientos y matices que les habían sido negados y que habían explotado en sus almas como un millón de estrellas. Atrapó la cara de Lucio con sendas manos y besó sus labios con hambre, buscando el eco de lo que había sentido, rastreandolo con la voracidad de un perro de caza tras la presa dispuesta a no rendirse, a cobrarse su recompensa. ¿Y si tuvieran un heredero varón? Pues Longinus iba a joderse y bien jodido, porque sería suyo, de los dos, y nadie le pondría una mano encima.

Se sentó a horcajadas sobre las piernas del brujo desabrochando su camisa con rapidez, besando su cuello y su pecho, bajando por donde los músculos se unían en una costura de carne hasta el ombligo. Pocas veces sentía el deseo quemarla por dentro como esa noche, estaba tan cabreada por estar perdiendo los de nuevo los sentimientos que el fuego abrasador la llevaba a querer arrasar con todo. Desabrochó el pantalón de su marido y jugueteó con los dedos hasta atrapar su miembro y repasarlo con sus labios. La lengua siguió el sendero y cuando se cansó de lamer fue directa a morder los labios del brujo mientras se montaba sobre él. Esa noche podría arder el infierno porque la Araña estaba de vuelta, pero esta vez el Escorpión no sería su enemigo sino que ambos serían aliados para proteger a su prole, la que ya tenían y la que estaa por venir.

Cubrí el rastro en el hospital, nada podría relacionarla con la compra de ese bebe y me encargué personalmente de que sanaran al niño, la misma bruja que ayudó en el parto de Erline. Su madre recuperaría un hijo en perfecto estado, no haría preguntas y no habrían denuncias.
Dejada esa parte cubierta, empecé a tramar el modo de dar con los supervivientes del aquelarre desterrado, si algún hechicero daba con ellos, la ley nos daba permiso para aniquilarlos.
Condenados a vivir como ratas, de seguro se habían escondido en un lugar donde no serian buscados.
Despojados del groso de su magia, posiblemente se hubieran aislado en laguna zona donde abundaran los enemigos que ni nosotros, el resto de clanes enfrentábamos de no ser necesario.
Nosferatus.

Busqué la camisa de mi boda, yo no corrí ningún tipo de daño, pero por contra mi ropa fue usada para ese desgraciado que ocupó mi puesto, sé que al aquelarre se llevó el corazón y tocó mi camisa, así que de seguro un resquicio de su esencia quedaba. Un hechizo localizador, esperaba que funcionara.
Saqué el péndulo, cuando la puerta se abrió, mi esposa se adentró por ella y mis ojos siguieron su estela.

Hacia tiempo que no me buscaba al caer la noche, prefería quedarse junto nuestra hija, mas en esta ocasión sus palabras aseguraron que estabas juntos en esto y que no quería perderme.
Entreabrí los labios para recibir los ajenos, la araña me envolvía con su red y entre jadeos me deje hacer.
-No vas a perderme -prometí.
No así le dije que nada cambiaría, pues en esta ocasión estaba claro que no podíamos ganar los dos.
-Te quiero Erline- susurré contra su boca -no lo olvides.
Esas eran las palabras mas sinceras que podría escuchar de mis labios posiblemente hasta la muerte.

Hicimos el amor despacio, plagados de deseo, necesitados de consumir nuestros cuerpos.
El vaivén de sus caderas era la mas dulce de las torturas y mientras mis labios surcaban su piel y mis manso navegaban por ella me daba cuenta de que no volvería a sentir esto.
Acabamos la noche arropados con una manta en el invernadero, con las luciérnagas brillando para nosotros.
A la mañana siguiente haría el conjuro y buscaría al enemigo, pero por hoy solo quería disfrutar de mi mujer.

Longinus no era novato y no en vano había criado a un hijo psicópata como Lucio. Cuando Erline le dio nuna negativa la dejó marchar pero sabía que es amujer retorcida e implacable no se daría por satisfecha y buscaría la forma de obtener lo que quería. En ese aspecto la Viuda había sido descuidada, se había dejado llevar por los sentimientos que todavía corrían por sus venas en forma de poción y no había cubierto sus huellas, así que los espías de Longinus supieron de lon que hizo en el hospital y de lo que Lucio hizo después. El patriarca de los Sacro no sabía qué se traían entre manos pero no le faltaba perspicacia, así que mandó espiar todos y cada uno de los movimientos de su hijo y su nuera.

Lucio dijo que se ocuparía de aquello, que lo iba a arreglar, así que la flamante esposa del brujo se dedicó a pasear a la pequeña Flamma en su carrito a la luz del sol, ya que decían que era bueno para los infantes. Se llevó algun sirviente para compañarla y se detuvo en un banco a sentarse unos instantes mientras le recolacaba la mantita a la bebé; fue encontes cuando se dio cuenta que la seguían. Mierda. Había sido descuidada y ese error podría cambiarlo todo. Hizo como si no pasara nada y se sentó ennuna terraza a tomarb un té, que oportunamente se derramó sobre su falda y puso rumbo a casa. Cuando entró dejó a Flamma con la niñera y corrió hasta el despacho de Lucio, pero éste no se hallaba allí. Pasó los dedos por encima del mapa que estaba extendido sobre el escritorio y se fijó donde había una cruz marcada. Había dado con alguna pista y estaría allí.

Salió en tromba derecha a su vestidor, se deshizo del vestido manchado y se calzó un atuendo de sirvienta que solía tener para noches locas. Recogió su pelo en una cofia y salió por la puerta de la cocina, cesta en mano. Los espías de Longinus no se dieron cuenta del cambio y cuando se vio en la avenida principal cogió un coche de caballos y pidió al cochero que se diera prisa en llegar a la dirección donde debía estar su marido. Tenía que avisarlo de que estaba bajo las pesquisas de su padre, que no hiciera nada extraño o le caería encima la fuerza de su propio aquelarre.

Aquella mañana madrugué, me metí en el despacho, sabia que las cosas podían salir mal, pero no tenia mas opciones si pretendía mantener a mi familia unida.
La magia me llevó a un punto determinado en el mapa, por suerte apenas seria un par de horas a caballo, si que tras volver a mi habitación para tomar la chaqueta deje que mis ojos vagaran por el cuerpo femenino que sobre el lecho reposaba tras una noche de pasión.
Me asomé a la cuna, Fiamma dormía, acaricié su pelo oscuro, todo valía la pena si a cambio mantenía a mi familia unida y desde luego si Elaine perdí los sentimientos mi hija crecería en un ambiente de dolor sin fin.

Cabalgué sin tregua acortando la distancia que me separaba de la Place des Vosges. Cercana a la Iglesia de Saints-Paul-et-Louis entre las rue Saint Antoine y Rivoli.
Una casa vieja servia como refugio a una joven hechicera, la sobrina del jefe del aquelarre que había quedado encarcelado para la eternidad en un universo paralelo, una cárcel para hechiceros.

Iba a subir cuando una mujer se abrazó a mi, mis ojos buscaron a la propietaria de ese abrazo para encontrarme con las esmeraldas de Erline, desesperada había acudido a mi encuentro.
-¿Fiamma? -pregunté asustado.
Ella negó mientras sus dedos recorrían mi rostro y yo besaba sus labios al ver el miedo reflejado en sus ojos.
-Disimula -me pidió entre susurro.
No tardé en comprender que me habían seguido, posiblemente porque padre había comprendido que yo haría lo que hiciera falta por conseguir que mi familia siguiera unida.

Ahora disimular era absurdo, aquel que me seguía, habría descubierto que buscaba al miembro del clan abatido, mi traición aunque no consumada era un hecho.
Cerré los ojos contra el cuello de mi mujer, no podía dejarlo ir, mis ojos lobunos se hundieron en los de ella, desde que había recuperado mis sentimientos no había arrancado vida.
Podía ahora presenciar su aura, así que mis ojos se centraron en el callejón derecho, un hombre leía apoyado en la pared, frente a una farola un periódico del día.
Había ocultado su aura, pero el deje quedaba claro para un hechicero de mi potencial.

Me acerqué sin mas y al pasar frente a él le “ordené” que entrara en el callejón.
Usando mi poder de dominación ,este fue incapaz de negarse, así que obedeció.
El caos se desató alli dentro, mi magia mas oscura lo envolvió, sombras, la nigromancia alzaba los muertos y estos sepultaban el cuerpo del hechicero que mi padre envió. No quedo nada en su sitio, destripado, con las extremidades cercioradas y con la carne arrancada a trozos los muertos acabaron con su cuerpo.

Salí de allí recomendado la chaqueta.
-Vamos, querida -le dije tendiéndole mi brazo -hablemos con el aquelarre, no tenemos mucho tiempo.
Por el camino le conté mi plan, ahora era cómplice de este.

Sabía lo que había sucedido en ese callejón y lo cierto es que no sintió ninguna lástima por ese pobre diablo, estaba sirviendo a Longinus y éste le había enviado a la muerte. Todos eramos capaces de elegir, de tener nuestro propio criterio, de decidir sobre nuestro destino y si él decidía obedecer ciegamente ganándose la muerte, era única y exclusivamente su propia culpa.

Erline siguió a su marido al interior de la edificación, constaba de varias plantas, la superior estaba derruida, pero bajo el primer suelo se escondían unos sótanos que daban cobijo a lo que quedaba del clan enemigo de los Sacro. Allí varios brujos y brujas malvivían escondidos, ocultando su magia para no ser descubiertos por el clan Sacro y tratando de pasar desapercibidos sin un líder que los guiase.

— Ya sabéis quien él.— La voz de Erline resonó en la estancia con eco cuando todos se levantaron y se pusieron a la defensiva al ver entrar al hechicero.— No intentéis ninguna tontería, recordar dónde acabaron vuestros amos.— Sí, utilizó la palabra amos porque quería que esos meros peones se dieran cuenta de que habían servido al clan equivocado.— Vanimos a negociar,así que bajad las barreras. Vosotros tenéis algo que nosotros queremos y nosotros tenemos algo que vosotros queréis, podemos hacer esto de una forma que todos salgamos ganando o podéis mandarlo todo a la mierda y acabar muertos.

Tenía la atención de todos ellos sobre su persona, seguramente pensasen quién era ella, una mera humana para darles ninguna orden. Pero lo cierto es que no estaba a la defensiva, estaba relajada y tan sólo les daba la información de lo que iba a suceder si no se atenían a razonar.

— No hay por qué ponerse a la defensiva, hablemos. Hice un pacto con vuestra líder,ella trató de engañarme y simplemente yo no me dejé y la engañé a ella. Huelo las mentiras y las dobles intenciones a lo lejos, ese es mi poder, así que seamos honestos y francos y nadie saldrá herido.

Bueno, eso no era del todo cierto, había dicho "herido", pero no había dicho nada sobre "muerto". Si el caln se negaba a colaborar, Lucio sabría qué hacer.