Noche en blanco (libre)(+18)

Recuerdo del primer mensaje :

Desde mi matrimonio había tratado de esforzarme como el que mas por ser el hombre que cualquier dama hubiera querido poner en su vida.
Quizás fuera incapaz de albergar sentimientos,  algo que me robaron en la mas tierna infancia mientras dormía de forma apacible en la cuna. Eso me trasformó en un monstruo y la traición de mi esposa, en la bestia que soy ahora.
Había quedado en cinta, yo satisfecho por que mi linaje perdurara, por darle a ese vástago una vida que a mi me fue arrebatada, puse en él toda mis esperanzas y la imprudencia de mi mujer me arrebató la esperanza y en parte la razón.

Entre en una taberna oscura, bastante sombría pero abarrotada de gente, que posiblemente como yo deseaban tomar unas copas sin ser molestados.
El olor a alcohol entraba en mis fosas nasales acompañado de humo de tabaco, de opio y alguna otra sustancia entremezclada con sudor y sexo.

Me acerque a la barra y pedí una jarra de cerveza, que me fue servida de inmediato.
Hundí mis labios en el vidrio oscurecido de la taza y deje que aquella dulce bebida alcohólica calentara mi garganta y con ella mi cuerpo.
Deje reposar la bebida un instante sobre la mesa, era larga, de madera de roble llena de betas. Aquella noche nada me detendría, la oscuridad me consumía. Relamí mis labios sin soltar el mango dispuesto a seguir bebiendo sin pausa.
La búsqueda me había dado sed, y para que mentir la desesperación ganas de olvidar por una noche lo que buscaba.

Me fije en mi alrededor, la gente ya bastante ebria en su mayoría reía a carcajadas, ajena a sus problemas, podía sentir varias auras inmortales en el recinto, mas ninguna parecía desear problemas y al igual que yo hundían su cabeza en alcohol posiblemente tratando de olvidar como yo distintas afrentas.

No podía negar que esa mujer era francamente interesante, no se esforzó un ápice en ocultar lo que como bien decía yo ya sabia ¿como alguien podía pensar que no habría investigado meticulosamente a la mujer que iba a desposarse con mi hijo?
Era una mujer fría, sin escrúpulos y que como mi hijo parecía incapaz de sentir aunque por distintos motivos.

Contemplé el contrato, deslicé las paginas entre mis dedos leyéndolas con avidez, buscando cada vació legal que pudiera quedar y francamente ambos habían brindado ese contrato de un modo inaudito.
No tenia objeción, a estas alturas ya me había rendido a que mi hijo pudiera encontrar una mujer que lo amara, tras el ultimo fracaso, una niña creada por y para él que yo le conseguí y que él hizo huir, no iba a ponerme a discutir por insignificancias.
-No es necesario señorita Erline que le diga que de ser mi hijo normal, usted seria un objetivo a eliminar, mas reconozco que se apreciar un buen acuerdo cuando lo veo y vos sois lo único a lo que mi hijo puede acogerse dado su “estado”
No os engañaré quiero nietos, uno que continué mi legado, pues mi hijo nunca podrá estar al frente de todo esto pues su empatia es inexistente. Lucio es brillante, que voy a contarte que no sepas, un gran hechicero, pero no puede sustituirme sin sentimientos en mi puesto jerárquico dentro de la orden que une a todos los aquelarres.

Medité las palabras de Erline, ella quería para si los sentimientos, pero eso seria un problema.
-¿Y si una vez consumas los sentimientos de mi hijo ya no deseas estar junto a un hombre cuyo corazón abandera una piedra?
Entenderá señorita que no puedo consentir que abandone a mi hijo portando en su vientre el futuro de mi aquelarre.

Tendréis mi total protección en este asunto, os doy mi palabra y como Lucio, soy hombre de esta, mas creo que este problema del frasco se puede arreglar con algo tan sencillo como añadiendo una clausula al contrato, si vos dejáis a mi hijo, toda la descendencia que hayáis tenido durante el matrimonio sera para los Sacro, os iréis con una mano delante y otra detrás, eso si, con sentimientos ¿que me decís?

No estaba pidiendo nada descabellado, a cambio recibiría su completa ayuda con respecto al plan de colocar otro cuerpo y corazón idénticos a los de Lucio, el engaño seria perfecto, el se encargaría de todo cabo suelto, pero su futuro era lo que esa mujer engendrara y lo sabia, no iba a renunciar a ello.

Extendí la mano para sellar el acuerdo, uno que creía ventajoso para todos.
-¿que me decís?

— Yo también se detectar un buen negocio cuando lo veo, y su hijo lo es. Es joven, guapo, tiene su propia fortuna y las cosas muy claras. Su carácter retorcido deafía al mío y es un reto estimulante entre tanto tedio. Quizás usted no pueda comprenderlo, pero no tener sentimientos nos aboca a una existencia gris, nada te llena, nada te satisface, nada te motiva. Créame, soy una mujer práctica ante todo, y como le dije a Lucio, de haber vástagos, tengo claro que serán Sacro, que si tienen el don de la magia no habrá nadie mejor que ustedes para gestionar eso, yo no nada aporto ahi. Que no necesite el amor de mi marido o de mis hijos no significa que les desee una vida mediocre.

Se levantó para estrechar la mano de Longinus y sellar el pacto que haría de aquella boda una noche inolvidable y quizás abriría la boca del infierno. Pero a ella le gustaba quemarse.

— Deseo ese frasco porque no me gusta cerrarme las puertas a nada. No significa que desee recuperar mis sentimientos ahora mismo. Si estoy bien así, prefiero no cambiar nada, pero quizás llegue el día que lo eche de menos y quiera tener la posibilidad de tenerlos. Me pregunto qué pasaría entonces. He hecho muchas cosas en esta vida que quizás duelan demasiado si bebo lo que hay en ese frasco, es una decisión que debo meditar con calma, a fin de cuentas, viviendo sin alma no me ha ido tan mal. Igualmente, sea como sea, cumplo mis contratos señor Sacro, seré una puta, pero no una arpía.

Se encaminó hacia la puerta dispuesta a salir de allí con todo organizado y claro. Quedaba la última función, el papel de su vida, y después quizás...se desataría el caos. Todo podía salir mal, podrían acabar con ella en cualquier momento, Lucio podría echar al fuego las actas matrimoniales al enterarse de todo...había multiples finales para esa partida de damas.

Había llegado el gran día, la mansión estaba decorada con flores blancas como la pureza que mi esposa y yo mismo no ostentábamos.
Debía reconocer y lo hacia que Erline había hecho un gran trabajo, no solo había hecho imprimir unas elegantes invitaciones en un tiempo récord, si no que todas y cada una de estas habían sido entregadas en mano con premura a los mas grandes representantes de cada casa.
Sin duda aquella boda se había convertido en un acontecimiento social, no solo por la envergadura de los contrayentes, si no por la rapidez con la que había sido ejecutada sorprendiendo a propios y extraños.

Dicen que da igual si hablan bien o mal, lo importante es que hablen y sobre nosotros los rumores corrían raudos como la pólvora, desde una boda por el embarazo de la joven prostituta, viuda de seda para los amigos y que el joven Sacro había sido hechizado por la belleza de unas esmeraldas malditas.
Quizás tuvieran razón en todo o en nada ciertamente, la única realidad es que mis atronadores pasos retumbaron en la catedral mientras el coro de voces angelicales, las arpas y un violín de fondo acompañaba mi caminar.

Llegué ante el atril, allí clave mi rodilla frente al sacerdote que oficiaría la ceremonia de mi segunda boda y también segunda para mi amada esposa. No nos costó demasiado lograr que la iglesia cediera a bendecir este nuevo matrimonio, para ella mas fácil pues la muerte había separado su anterior unión, para mi mas complejo pues había sido una separación.
La araña movió sus hilos logrando que invalidaran el anterior ante los ojos de dios alegando inmadurez de mi anterior esposa, una locura transitoria.
Ciertamente ella huyo de mi porque yo era un monstruo y ella un bello cordero que acabó en las fauces del lobo.

En este caso el contrato estaba claro, todo redactado punto por punto, una responsabilidad compartida como el resto de nuestras vidas.
Mis ojos se hundieron en su figura cuando cruzó el umbral de la catedral, las voces de los invitados se elevaron al verla entrar, estaba bella.
Ladeé la sonrisa la verla desde mi posición, poniéndome en pie para recibir a mi mujer, aquella con la que iba a compartir una vida no de amor, ese era un sentimiento que no ostentábamos ninguno de los dos pero si de pasión desmedida pues ambos nos dejábamos llevar por el otro a un punto donde escorpión y araña sabían jugar bien sus cartas.
Eramos letales y quizás eso era lo que mas me atraía de ella, nunca estaba seguro de nada y eso me llevaba aun punto de lujuria insospechada.
Me mantenía alerta, incluso ahora que caminaba sin dejar de mirarme, ofrecida por completo al que seria su marido.

Segunda vez que pasaba por el altar. La primera estaba segura de que Olivier la amaba, sentimiento no correspondido obviamente. Pero sí que le tuvo cierto cariño, respeto...algo así. Él siempre supo que Erline no era una mujer abnegada y devota, que si accedía a llevar ese anillo era por su dinero, por el estatus que le daría. Pero el viejo empresario valoró positivamente el trato: otorgarle su fortuna a cambio de que ella le ofreciera los mejores años de su vida, que no tardaría en cabar, pues era mayor y estaba enfermo. Ambos cumplieron y no pudo decirse que Erline deshonrara a su marido con comportamientos escandalosos y subversivos.

Pero en el caso de Sacro era otro cantar, el escándalo ya estaba servido, sobre todo por la separación de él, que se la achacaban a la Araña. Nadie en su sano juicio se habría separado de una mujer decente como la de Lucio a no ser que tuviera otra, en este caso no cualquier "otra" sino la mujer fatal de París.

Apareció en la puerta de la catedral ataviada con un vestido blanco con incrustaciones negras, para hacer juego con el anillo de platino con diamante negro que compraron en Londres y portando al cuello la joya Aracne, pues la segunda parte del trato pasaba por esa joya. Podía ver las miradas puestas en ella y en Lucio, los murmullos y los gestos de reprobación. Se la sudaba absolumente. Llegó al altar y le sonrió a su marido, todo estaba claro y dispuesto, la ceremonia se desarrolló como debía y se intercambiaron los anillos como estaba mandado, el beso entre los contrayentes y todos a celebrar.

Spoiler:

La familia Sacro había elegido para lugar de la celebración un palacete a las afueras donde se sirvió la comida en un inmenso jardín. Después hubo música baile y se sirvió una cena con la consiguiente fiesta. Todo a lo grande, que no se dijera que esa boda era por la puerta de atrás. Lucio bebió bastante celebrando con unos y con otros, Erline sin embargo permaneció más sobria tratando de mantenerse más en los corrillos de charla que en el centro de la movida. Cruzó varias miradas con Longinus, el padre de Lucio y éste le aseguró con un breve asentimiento de cabeza que estaba todo listo.

La ceremonia no fue distinta de lo que esperaba, mi recién estrenada esposa lucia radiante como un sucubo en el infierno. Tentadores sus labios, pecaminosa su sonrisa, creo que su mirada y bajada de pestañas excitó hasta al cura.
Mi sonrisa ladeada mostró en todo momento lo acertado que me resultaba este acuerdo, ella era una mujer difícil de complacer, a su vez yo era un hombre imposible de predecir, supongo que ahí radicaba nuestro éxito, en que ninguno de los dos podía albergar la esperanza de que el otro sintiera nada.

Eso no implicaba que nada esperara de ella, mas bien lo contrario, el juego de la araña y el escorpión era excitante, una carga de adrenalina constante. Nuestra “relación” era una montaña rusa, tan pronto alcanzábamos la cima con el orgasmo como caíamos en picado.
Su mano lucia el anillo de compromiso negro y una argolla de oro blanco con una inscripción que esperaba le recordara nuestro trato “semper fidelis”

Atendimos cortésmente a todos los presentes, mi madre parecía encantada con la joven que aunque no gozaba de una gran fama y su vestido no era nada discreto a diferencia de lo que mi tradicional madre hubiera querido, creo veía en ella el único modo de que su hijo trajera a sus nietos al mundo.
Mis progenitores habían perdido la esperanza de que una mujer pudiera querer a alguien como yo, yo ni siquiera sabia lo que implicaba esa palabra, así que...Erline era perfecta para su hijo si alama.

Los invitados fueron abandonando la estancia, mi preciosa esposa me pidió un ultimo brindis antes de consumar nuestra noche de bodas, así que ya solos en el salón, busqué sus labios con ahincó, había bebido ya bastante, estaba animado y con ganas de colarme entre sus piernas, mas mi esposa insistió y yo me limite a complacerla apurando la copa que me entregó.

Entre risas, besos y caricias subimos ansiosos a la habitación, tal y como ascendía peldaño a peldaño empecé a marearme, cuando alcancé la cámara apenas lograba mantenerme en pie, había bebido bastante pero no como para que todo me diera vueltas.
-¿que me has hech...? -no acabé la frase cuando me lanzó sobre el lecho de un empujón.
Apenas lograba enfocar a mi esposa y su blanco vestido.
-Erline -la llamé antes de caer profundamente dormido.

La borrachera de Lucio era lo normal, lo que la ocasión requería, y los ojos de quien espiaba para el clan contrario, no notaron nada extraño. Subieron a la habitación como estaba mandado tras acabar la fiesta, y nadie dudaba que siendo quienes era, acabarían consumando la unión, pero lo que iba a suceder en esa alcoba no estaba en los planes de aquellos que no estaban al tanto del doble juego de La Araña.

Lucio se tomó la copa de manos de Erline y acabó por desplomarse inconsciente en el suelo. Era el pistoletazo de salida. La nueva señora Sacro se quitó el vestido de novia mientras los ejecutores del plan asignados por Longinus se delizaban al interior de la recámara por un panel móvil de la pared. Se llevaron a Lucio y trajeron al falso Lucio (realmente era idéntico) drogado y también inconsciente. El pobre infeliz iba a ser el cordero sacrificado por una causa más elevada. No quería saber quién era ni cómo habían conseguido hacer un hechizo tan sumamente complicado. Habría resto de magia, evidentemente, pero es que Lucio era un brujo, eso no debería levantar las sospechas de nadie, aunque ella de eso no sabía, era el patriarca del clan el que debería haber tenido en cuenta todos los detalles.

Lo colocaron sobre el lecho y se marcharon, tenía que hacer lo convenido y cuanto antes, mejor. Hundió el pasador de su pelo en el corazón del hombre dándole muerte, y después lo pinchó en algún que otro sitio más, todo debeía parecer como si se tratase del Lucio original y de una Erline asesina, capaz de matar a su esposo por conseguir lo que queria. Sacó un cuchillo de cocina de un cajón y le arrancó el corazón de forma burda, no era cirujana. Llevaba puestas sólo las medias, la ropa interior y el collar Aracne, que acarició en círculos y pronunció "Auditionem".

La piedra brilló en colores jade y esmeralda y cuando escuchó el murmullo al otro lado simplemente dijo.— Está hecho.

Sus manos estaban manchadas de sangre, tenía algunas salpicaduras también en la cara pero decidió sentarse en un sillón a esperar la visita de las brujas del clan rival. No tardaron en aparecer; apenas cinco o diez minutos después, el aire vibró y unas hebras azuladas giraron en círculo abriendo un portal por el cual aparecieron la mujer con la que pactó y dos hechiceros más. Erline se levantó del sillón descruzando sus piernas y le tendió el órgano sangrante, pero cuando la bruja extendió la mano, Erline la retiró.

— Teníamos un trato. El frasco.

Cuando entre, mi hijo reposaba drogado en el suelo según lo acordado, un gesto de cabeza bastó para que dos de los guardaespaldas que portaba lo sacaran de aquella cámara poniéndolo a salvo, no íbamos a bajar ni por un instante la guardia, es mas cuando le di el abrazo en el enlace celebrado un conjuro de protección lo hubiera protegido de que la recién estrenada Sacro hubiera decidido arrancarle el corazón de cuajo.

Que mi hijo hubiera caído en la trampa de la araña me decepcionaba, francamente lo veía mas hábil como para fiarse de una viuda cuyo mayor poder era la elocuencia, peor supongo que todos los hombres teníamos debilidades y admitir que la mujer que ahora tenia frente a mi podía ser la de mi hijo no se me antojaba del todo deshonroso.
Era bella, capaz de volver loco a cualquiera y mi hijo joven e impulsivo, siempre tuvo el don de la manipulación, apenas necesitaba usar el don familiar de manipular la mente del otro a voluntad, pues el con su “palabrería” siempre lograba lo que quería.

Dos brujas de mi aquelarre dejaron caer a un infeliz brujo en el suelo, de donde lo había sacado no era asunto suyo, pero coincidía en edad y grupo sanguíneo aparte de que evidentemente la magia utilizada lo había trasformada de forma exacta e inequívoca en el doble de mi hijo.
Salimos de la cámara, no queríamos que nuestra presencia fuera en ningún momento captada, claro que no nos fuimos demasiado lejos, a fin de cuentas, el plan no era unicamente conseguir el frasco de sentimientos robados a mi hijo en su tierna infancia si no dar caza al clan que se saltaba las leyes de la hechicería tratando de dar muerte con artimañas al heredero de uno de los clanes mas poderosos sin que se hubiera dictado caza de sangre o una guerra encarnizada.

Los dirigentes de este clan serian llevados ante el consejo, los representantes de los distintos aquelarres sentenciaríamos la pena de estos infelices y yo que los encabezaba a todos ellos podía prometer un final desastroso para el clan que hacia demasiado había atentado contra el mio pero que sin pruebas no podía ser condenado al exilio, muerte o despojo de poderes.

La interpretación de la araña fue magistral, no escatimó en violencia, sangre y demás y con el corazón aun caliente sobre su mano exigió el frasco a la mujer de negra túnica que se adentró en su cuarto.
Un gestó bastó para pedir paciencia a los míos, que en una doble compuerta, con un escudo de protección para ocultar nuestras auras esperaba el momento adecuado para saltar a la cámara.



La bruja entregó el botín a Erline, que lo aferró con sus delicadas manos mientras las esmeraldas de la viuda brillaban excitadas por aquello que tenia entre manos, posiblemente eso que había anhelado desde hace mucho tiempo, ser capaz de sentir algo.
No alcanzó a tocar el corazón cuando mis hombres y yo entrama en la habitación, la magia entro en juego, la oscura dama se defendió con fuego, pero dos de mis hombres crearon una barrera infranqueable y yo mismo me encargue de capturarla enviándola a un negro agujero que en el suelo de la cámara se había abierto y que la engulló por completo.
Prisión de donde no escaparía, jaula mágica donde recordaría el porque de su desdicha, una tortura que jamas pasaría hasta que fuera juzgada, su clan se debatía ahora en una posición arriesgada.

Me acerqué a la mujer de mi hijo, el trato había sido cumplido por ambas partes y sobre el lecho depositaron a un ebrio y drogado Lucio que de seguro no tendría un buen despertar.
-Soy hombre de palabra, el frasco es tuyo, valora los inconvenientes de tomártelo, mi hijo no es un hombre fácil de amar, dudo que seas capaz de respetar este acuerdo si los sentimientos entran a formar parte del acuerdo.
Ese fue mi ultimo consejo antes de chasquear los dedos desapareciendo yo y el resto de mi aquelarre conmigo ante sus ojos.

El plan había salido a pedir de boca, los Sacro se llevaron a la bruja y sus compinches a donde fuera que los pudieran juzgar y pronto vinieron a limpiar el cuarto de sangre de derramada. Lucio fue transportado a otra alcoba, donde seguramente alguien le informó de lo sucedido.

Empezaba a amanecer y Erline seguía con su camisón manchado de sangre, igual que sus manos y su cara, sentada en una butaca contemplando el frasco azul. Llevaba un par de horas sumida en sus propios pensamientos, valorando los pros y los contras de beberlo o no, pensando si en verdad sería la poción que había pedido o la habrían engañado como ella las engañó. Por su cabeza pasaron infinidad de cosas, desde cómo se lo habría tomado Lucio, a cómo iban a ser los días siguientes. ¿Preferiría quemar las actas matrimoniales con lo que había pasado? tampoco podía culparlo, estaba claro que Erline se la había jugado, y no por salvarlo a él (que lo había hecho) sino por su propio interés.

Deslizó el dedo por el frasco y finalmente engarzó el frasco con unas cadenitas y lo colgó de sue cuello, ya vería qué hacía con él. Debía tomar un baño pero realmente estaba agotada, llevaba tres semanas en una tensión invisible de la que no era consciente porque se jugaba mucho en esa noche, y finalmente su apuesta había sido la vencedora. Reclinó la cabeza en las orejas del sillón y se quedó dormida, todavía con las medias y la ropa interior blanca que llevaba bajo su espectacular y peculiar vestido de novia.

Abrí los ojos despacio, apenas los rayos tenues de la luna plateada entraban en la cámara y todo me daba vueltas.
Me costó ubicarme, la boda, ella, los invitados y esa copa ultima que me llevó a un estado de inercia y letargo.
No era así como esperaba pasar mi noche de bodas, mas lo peor es que lejos de ser un necio la conocía lo suficiente como para saber que algo la había llevado a hacer eso, algún tipo de traición se había gestado a mis espaldas y pensaba averiguar de que trataba.

Me costó enfocarla, ella dormía placida pero manchada de sangre frente a la lumbre, apenas su tez era cubierta por la ropa interior y ese colgante de araña que tan bien representaba a la doncella que lo portaba.
Me alcé del lecho, las piernas me fallaron, mas aun así, en un segundo intento logré la estabilidad necesaria para ponerme recto.

Pocas, por no decir que ninguna vez ,mi quería esposa me había visto emplear la magia, mas esta vez la sentía fluir desordenada por mis venas, quizás aun por el aturdimiento, quizás por la rabia que me invadía, no por su traición, si no por no esperarme algo así de ella, por ser un necio y confiar en la mujer que ante mis ojos dormía.

Rugí de golpe, los cristales explotaron y los entes emergieron de mi cuerpo devorando aquella habitación por completo, las sombras bailaban frente al fuego, mi imagen era infernal, tanto que mis labios se curvaron en una mueca socarrona.
Podría decir que no me daba cuenta de lo que estaba haciendo, mas mentiría, disfrute de como estas sombras se enredaban en su cuerpo. Su mirada era de pánico, sus esmeraldas brillaban ante mis ojos negros y fue entonces cuando mi voz ronca y espectral emergió de mis labios como la del escorpión voraz.
-¿que me has hecho? -pregunté repitiendo la misma pregunta que no halló respuesta con anterioridad.

Sus jadeos y los míos eran lo único que se escuchaba en esa cámara, eso y el caos de los espectros que nos acompañaban.

No fue un despertar entre vino y rosas, sino entre explosiones de cristales y aullidos sobrenaturales que la sobresaltaron y la trajeron de vuelta desde el territorio de Morfeo a la realidad. Se había destado el infierno en aquella habitacion y Lucio era el rey del inframundo, su aspecto era macabro y Erline por primera vez en mucho tiempo, probablemente desde que Joe la desangró, sintió miedo real por su vida.

Pero la dama Araña no se rendía nunca sin plantar batalla, sin aferrarse a esa vida vacía por motivos que ella misma desconocía.

— Te he salvado la vida. El clan que te robó los sentimientos me ofreció recompensa si les entregaba tu corazón sangrante. Pacté con tu padre para que pudieran cazarlos con las manos en la masa y llevarlos ante el Consejo, pero tú no podías saber nada o no habría funcionado.— Le mantuvo la mirada y se pegó al cabecero de la cama pasándose el dorso de la mano por la mejilla que sangraba a consecuencia de una de las esquirlas de cristal que la habían herido.

El frasco azul colgaba de su cuello con una cadenitas y se perdía en su escote, con apenas unas gotas ¿podría recuperar parte de su esencia? tenía mil dudas al respecto. ¿Y si lo probaba con Lucio? podría deslizar unas gotas en su copa y ver qué efecto causaban. Ella no era bruja y no sabía de pociones ni elixires, pero quizás podía ser una trampa y que las brujas le hubieran dado un veneno...a lo mejor lo más sensato era hablarlo con Lucio.

— Esta fue mi recompensa...en teoría con esto podría recuperar mis sentimientos, pero no tengo ni idea de si me han engañado o de verdad funciona.

Mis ojos se centraron en ese frasco que pendía de su cuello perdiéndose entre sus pechos.
Eso era cuanto había obtenido por “traicionarme” tampoco podía decir que no me esperara de ella esto, es mas, creo que me sorprendió que pactara con mi padre, aunque algo me decía que sus intenciones distaban mucho de “ salvarme” de seguro fue mas bien asegurar que aquello acabaría bien para ella.

Mi respiración errática era una constante en aquella cámara, una noche de bodas convertida en caos, en engaño. Los entes poco a poco fueron desapareciendo dejando un frio polar e aquel lugar en el que la tensión podía cortarse.
Nuestras miradas engarzadas fueron un duelo sin palabras, era difícil explicar lo que de seguro a ambos se nos pasaban por la cabeza.

Ambos eramos incapaces de sentir, así que nuestra mente solo maquinaba a toda velocidad lo que a uno y a otro nos interesaba.
Romper mi compromiso por una traición que sabia que tarde o temprano de su mano se daría era absurdo.
Absurdo porque el cabreo que me embriagaba era excitante, esos duelo entre ambos era lo único que me arrastraba al abismo y necesitaba ese abismo oscuro que ella me daba para que mis entrañas se abrieran en canal y me permitieran sentir un ápice de vida.

Me acerqué a ella con rudeza, mis labios colisionaron ansiosos con los ajenos, beso húmedo, salvaje y necesitado que nos hizo perdernos en el lecho como dos diablos.
Una cámara con todo destrozado era fiel imagen de nuestras almas rotas a pedazos, eramos lo que ninguno de los dos quiso ser, juguetes del destino y ahora de su pecho pendía aquello que a uno u a otro podría devolvernos la magia de convertirnos en lo que siempre quisimos.

Peligroso cuando solo había un botecito para disputarse un escorpión y una araña.
En este momento solo nuestros cuerpos se prestaban tórrida batalla, gruñidos, jadeos y arañazos hasta caer extenuados sobre el lecho.
Esa fue el inicio del todo o quizás el final de la nada..el caso es que allí estábamos, tumbados sobre el lecho mirándonos a los ojos.
-¿vas a bebértelo? -pregunté extendiendo la mano para que me permitiera verlo -¿has meditado las consecuencias de ese acto? Tu traición podría costarte cara, te recuerdo que tenemos firmado un pacto.

Se quitó el colgante del cuello y lo elevó para que al trasluz Lucio pudiera admirar el extraño color azul cambiante que tenía.

— todavía lo estoy pensando. Por el contrato no te preocupes, sea como sea siempre cumplo mis acuerdos.

La noche dio paso al día y éste a otro y a otro. Se establecieron en una ala de la mansión Sacro pero iban y venían a la mansión D'Amencourt donde Erline tenía su despacho y atendía sus negocios. El verano finalizó mientras ambos se adaptaban a estas nuevas rutinas, iban a fiestas y reuniones sociales a las que los invitaban porque su nuevo estatus, aunque escandaloso era muy potente económicamente hablando. Estaba de vuelta en la alta sociedad, y la pareja funcionaba muy bien a ojos de todo el mundo, ambos interpretaban sus papeles a la perfección. Esa mañana Erline había cancelado su asistencia a varios eventos de las próximas semanas, y se encontraba sentada sobre el escritorio de la sala de estar redacatando otra misiva más. Iba envuelta en una de sus características batas de seda de intensos colores, con el pelo suelto y descalza, cuando Lucio regresó a la mansión de su esposa de un día largo entre negocios, comidas y las cosas que hacían los caballeros. Erline levantó la vista de la carta que estaba redactando y le dijo sin más.

— vas a ser padre en mayo. Estoy cancelando mi asistencia a la boda de los Villard, ya tengo náuseas y sólo de verle la cara a esa mujer me van a dar el doble.

Era la parte del trato que más le preocupaba a Erline, no por darle la descendencia en si, sino por cómo le afectaría a ella. ¿Sería capaz de despertarle eso que llamaban instinto maternal? se daban muchos casos en los que las madres rechazaban a sus hijos, una especie de reacción defensiva. ¿Le ocurriría a ella? si eso no lo coneguía, dudaba que nada lo hiciese, salvo la poción que guardaba dentro de una cajita metálica de alta seguridad escondida en el reloj sobre la chimenea.

La criada entró llevándole el té que le había pedido, una infusión a base de hojas de acanto y melissa con unos pétalos de una extraña flor oriental que al parecer calmaban las náuseas. El doctor dijo que no las encontrarían y que las tendrían que traer de China, con lo que tardarían semanas. Pero no contaba con que madame D'Amencourt poseía el más completo invernadero de la ciudad y en su haber estaba dichia flor. Le dijo a Corbin que cultivase más de esa especie, que leyese en los libros de botánica cómo hacerlo y lo llevase a cabo ya que iba a necesitar muchos pétalos para extraer su elixir y no sufrir las "bondades" del embarazo. Lo sorbió despacio poniendo un gesto de disgusto.

— odio estar enferma.— Porque aunque fuera un embarazo, para ella era como estar enferma, nauseabunda, débil. Siempre había tenido muy buena salud y no se le daba bien caer en un estado así.

Cuando entre a nuestra cámara después de un largo día de trabajo me encontré a mi preciosa esposa sentada en el escritorio escribiendo una misiva, no se molestó en alzarse para darme un beso, entre nosotros habían cosas que simplemente no eran necesarias, mostrar alegría al vernos una de ellas pues sinceramente, el sentimiento de la alegría tampoco lo concebíamos exactamente.

Alzó la mirada de la carta para enfrentar mis pardos “vas a ser padre en mayo” sus palabras sonaron carentes de emoción y fueron recibidas como si el contrato hubiera sido cumplido, con esa muestra de satisfacción pero carente de emoción.
-Me alegro, ya estaba buscando una mujer mas joven que te sustituyera – bromeé mas o menos, pues ambos sabíamos que eso era algo que no descartaba hacer si no me daba descendencia.
Me acerqué mirándola fijamente mientras me acercaba a ella deslizando mis dedos por su nuca.

No pretendió ser un gesto afectuoso, mas bien uno reconfortante era importante que este embarazo llegara a termino, ya había experimentado lo que la inconsciencia de una mujer puede hacer y eso acababa con mis planes tirados al traste.
El instinto maternal de Erline se reducía a la nada, algo que me preocupaba, si una mujer que amaba lo que llevaba en sus entrañas había cometido una imprudencia ¿cuantas cometería la viuda de seda?

Tomaba un te con cara de asco, afirmaba estar asqueada del embarazo, se sentía enferma, algo que solo corroboró mi malestar entorno a sus quejas.
Tomé su mentón para que me mirara.
-No estas enferma, estas embarazada y créeme cuando te digo que eso que crece en tu interior es cuanto necesito para la continuación de mi linaje, así que ...cambia tu actitud, no te pido felicidad solo sacrificio -asegure sin mas.

Algo me decía que no tardaría en salirme con eso del 50% en todo este contrato, pero estaba claro que yo no podía compartir su malestar, así que esto era cosa de ella, traerlo al mundo era su obligación, su parte del contrato.
-Haré lo posible por aliviar tu malestar, solo dime como -le dije intentando ser “comprensivo”
Había escuchado a hombres decir que sus mujeres se volvían insoportables en estos nueve meses, supuse que una escusa si es que la necesitaban para acabar entre las piernas de rameras, pero algo me decía que pronto corroboraría si ese mito era cierto en mis propias carnes.

Lo miró con la frialdad de sus ojos de serpiente. ¿A qué venía tanto sermón? ¿Acaso no estaba cumpliendo? tan sólo es que físicamente era peor que tener la gripe. Dejó reposar el té sobre el platillo.

—¿sacrificio? no, esto no es un sacrificio, no tengo alma de mártir. Te dije que cumplo mi parte y la cumpliré, pero desde luego me quejaré todo cuando me venga en gana. Si no quieres escucharlo, nada te obliga. ¿Quieres ayudarme de verdad? piensa los nombres, conozco tantos nombres de niña como prostitutas y de niño más del triple...adivina por qué. Así que espero que la criatura no me recuerde a ninguno de ellos.

Era evidente que estaba de mal humor, se volvía sarcástica y fría y todo le molestaba. Se sentía enferma, descompuesta y que no podía controlar por primera vez su propio cuerpo, algo inaudito para alguien que desde los 12 años vivía de él y de su control.

Dio otro sorbo al té, pero tuvo que dejar la taza y levantarse a por una palangana para vomitarlo todo. No había vuelto a ser débil desde niña más que en momentos muy puntuales y en su compleja psique había tantas capas de cemento que mostrar por unos segundos que era humana y que podía sufrir, y estar disgustada o molesta por algo...la abrumaba.

— Pues lárgate a por otra más joven, no te preocupes, hoy tienes mi beneplácito y no afectará al contrato.— gruñó. Sólo quería quitárselo de la vista, deseaba esconderse en su guarida, replegar su tela de araña y tejerla en la tranquilizadora soledad, donde recuperaría su fuerza para picar de nuevo.

Fruncí el ceño, quizás otro hombre con paciencia y comprensión haría algo distinto a lo que un hombre sin sentimientos era capaz de hacer, peor no aguantaba ese tono condescendiente que usaba conmigo.
Según ella podía largarme a un burdel a buscar a una mas joven, tenia su bendición sin romper nuestro trato, así que no me corté un pelo, me levanté del lecho con indiferencia y caminé hacia el armario en busca de ropa limpia que ponerme.
-Enferma no, peor lo que si estas es insoportable -aseguré sin mas.

Me giré al verla vomitar el té que se había tomado, podría decir que un ápice de preocupación por ella destilaron mis ojos, francamente no fue eso, lo que crecía en sus entrañas era lo que yo necesitaba para continuar mi linaje y no seria inteligente por mi parte contrariarla en estos momentos delicados para cualquier dama.
-acompáñame -le pedí tendiéndole la mano -no al burdel, como sabes carezco de magia blanca, pero conozco a una mujer con poderes curativos, quizás pueda paliar un poco el malestar que sientes -ladeé la sonrisa -porque si no, seré yo quien tome el control sobre ti para que aprendas a esperar a tu marido como acordamos.

La vi fruncir el ceño por mi comentario mientras yo alzaba mi dedo en su dirección para que no replicara.
-Un hombre tiene necesidades así que creo que en el contrato hay algún anexo sobre las noches de tórrida pasión que merezco ¿recuerdas? 50%

Creo que me hubiera tirado un zapato si mis palabras pudieran arrancarle algún tipo de sentimiento, pero la verdad, su hastió y falta de emoción por todo era mas que evidente.
-Por lo que he escuchado sois mucho mas efusiva en el teatro -no fue una frase que albergara celos, quizás si posesividad, me habían comentado que rondaba a los actores con demasiada frecuencia, no se exactamente que buscaba pero mi imaginación era amplia y las dudas acerca de mi paternidad si me daba motivos no se harían de esperar.

Esperaba sinceramente que no tuviera la necesidad de verme cabreado, pero sin duda estaba haciendo méritos para hacerlo y no le iba a gustar, ya me había traicionado una vez.
-No soportaré una traición mas -dije entre dientes.

— este pájaro no es de otro cuervo. ¿Por quien me tomas? He visto lo que podéis hacer. Pudiendo tener descendencia con sangre mágica ¿iba a querer preñarme de algún pobretón del teatro? Tsk. A veces piensas con el culo.

Pero agradecía el intento de hacer que se sintiera mejor aunque fuera por su propio interés, porque quería tirársela al llegar a casa. Se vistió rápidamente y acompañó a Lucio en el coche de caballos a donde la quería llevar. La mujer vivía en una fea casa desvencijada con un montón de calabazas plantadas en el suelo, el camino estaba lleno de malezas y la puerta crujió cuando salió a recibirles. Evidentemente la vieja conocía a Lucio, y bajo su apariencia frágil y decrépita se escondía una poderosa bruja experta en sanación.

— Oh... ya veo. Tu mujer está padeciendo un embarazo molesto. Seguro que ya habéis agotado la vía de las pociones más corrientes. Vamos a por algo más efectivo. Tumbate aqui.

La hizo ponerse sobre un chamizo maloliente y Erline volvió a tener náuseas, vomitando nada más que bilis, pero por el olor. Cerró los ojos mareada, tratando de recuperar el aire, mientras la bruja correteaba de aquí para allá juntando objetos y plantas que colocó por encima de la mesa y sobre ella. Cogió una tiza roja y otra negra y comenzó a dibujar símbolos mientras murmuraba cosas incomprensibles. Notó como la energía crepitaba y la envolvía, cómo el aire hacía revolotear sus cabellos y en algun momento se le embotaron los sentidos. Quería seguir consciente, pero no pudo, algo tiraba de ella hacia la oscuridad y termminó por perder el conocimiento.

— es lo normal. Volved a casa y... que se mantenga alejada del pescado, tenía que desviar sus ascos y los he atado a lo que venga del mar.— señaló una raspa de pescado que había sobre la mesa.— Cuando esté cerca del pescado le regresarán de forma automática.

Se despertó horas más tarde, descansada, hambrienta, sin esa sensación de estar subida a un barco y que el mundo se moviera continuamente.

— ¿Lucio?..— lo buscó a tientas por la cama.— ¿salió bien el hechizo? ¿ya estoy curada? Oh, dioses!! tengo tanta hambre...

Llamó a la sirvienta y le pidió que les trajera el desayuno a la cama y que fuera generosa. Al rato apareció con una camarera llena de cosas suculentas que colocó en una bandeja antes de servírselo a Erline. Jamás había sentido tanta hambre como esa mañana. Engulló un croissant, tostadas con mermelada, chocolate caliente...

— No sé lo que me hizo esa mujer pero...ha funcionado, creo que jamás había saboreado una comida así.

Evidentemente para Erline la cosa del sexo era una cuestión profesional. Podría simplemente abrirse de piernas y dejarse hacer, pero a esas alturas hubiera sido una enorme ofensa para Lucio, pues hubiera significado que no tenía ni un ápice de interés en él, hasta el punto de ni siquiera esforzarse por fingir un poco.

Se forzó a hacerlo de forma que al menos Lucio quedara satisfecho. Uno de esos polvos que pasarían a la historia sin pena ni gloria, no estaba para muchos trotes, pero tampoco era una profesional, no podía bajar el listón.

— ¿quieres recitarme a Shakespeare? Vaya... una puta que lee, qué novedad.— no le iba a decir a qué iba al teatro. Iba porque le daba la gana, de la misma forma que ella sabía que Lucio salía por ahi de bares con amigos. ¿Tenía sentido preguntarle qué hacía en ellos? pues divertirse. ¿Qué se hacía en un teatro? pues eso mismo. Entornó los ojos y lo provocó paseando aquellos labios carnosos por su cuello.— ¿Crees que en verdad me gustas un poco?... Oh sí, desde luego que lo crees. Pues dale las gracias al teatro, aprendo cada día más.

¿Verdad o mentira? pues posiblemente ambas. Lucio ya empezaba a atisbar que los impulsos de Erline eran aleatorios y egoistas, y tenía cierto toque para la maldad sutil. Si intuía que algo pudiera molestarle, lo usaría en su contra cuando estuviera en plan odioso como estaba ahora. En sus días de mal humor era mejor no tenerle en cuenta los comentarios porque ni siquiera encontraba placer al ofender, eran un simple mecanismo defensivo, su forma de levantar barreras para no ser la más débil. ¿Le gustaba Lucio? pues seguramente ella diría que ni más ni menos que cualquier otro. Más que el brujo en sí, le gustaba la sensación de estar siempre en la cuerda floja con él, de que no fuera un títere al que manejar a su antojo y del cual aburrirse en seguida.

— Siempre quise actriz y...paradojas de la vida, lo soy pero no sobre unas tablas.— Con lo cual volvían a la pregunta que Erline le hizo a Ephraim. Cuando te pones tantas pieles ¿cómo saber que no te vas a perder en ellas? ¿no pierdes de vista quién eres?. El actor le dio un punto de vista interesante, le dijo que había papeles que eran una gozada interpretar y otros que eran una desgracia, pero que todos tocaban algo por dentro. ¿Quien era Erline en verdad? buena pregunta. El papel de estrella del Satine le gustó, el de esposa de Olivier también. ¿Y el de madre de los Sacro? ese estaba por venir. ¿Y el de mujer de Lucio? pffff...en ese momento no podría responder a esa pregunta. Al parecer era uno de esos papeles que costaba de interpretar.

Con su cuerpo entre mis manos y mi boca recorriendo cada sendero de su piel me di cuenta de dos cosas, la primera que las clases de teatro le venían muy bien, la segunda que ni con esas lograba fingir placer.
Ciertamente entre nosotros nunca volaron ni los te quieros, ni los sentimientos de ningún tipo, jamas eso fue algo que nos torturo a ninguno de los dos, el escorpión y la araña vivían cómodos en sus respectivos nidos, pero cuando se unían, cuando nuestros cuerpos chocaban siempre usamos el veneno mas voraz con el otro.
El sexo nunca fue un problema, esa fina linea en la que ambos nos movíamos lograba que el placer fuera una realidad en nuestras relaciones, sin embargo en este momento Erline no ponía un ápice de interés.
-Podrías follar recitando a Shakespeare y seria lo mismo..nada -aseguré apartándome de su cuerpo mientras me dejaba caer al otro lado del colchón.

Mas no fue eso en el fondo lo único que toco, no mis sentimientos, si no mi hombría, fue su siguiente mordaz frase plagada de veneno y de afilado acero la que me toco los cojones por completo, mis ojos lobunos se hundieron en sus verdes.
-Sois bastante mediocre como actriz, quizás deberíais ensayar un poco mas o quizás vuestro entusiasmo en el teatro os ha hecho perder el norte en vuestro matrimonio ¿recordáis? Tenemos un contrato, uno al que no aportáis ni esa mierda de 50% acordado.

No había dolor en mis palabras, no gastaba de eso,quizás decepción, pero tampoco era un necio y la idea de que me tomaran el pelo no estaba escrita en mi repertorio de cosas que permitir el día de hoy.
-Hasta las putas fingen mejor que vos -aseguré ladeando la sonrisa mientras me alzaba del lecho en busca de mi ropa.
-No me esperéis despierta -puntualicé ni siquiera se porque mientras me vestía con rapidez dispuesto a salir de aquella cámara.

Erline había perdido el interés en nuestro matrimonio, un interés que quizás nunca tuvo, era cierto que yo ganaba mas que ella en esto, yo necesitaba un linaje y ella francamente nada de mi.
No era de los que se arrepentía de los pactos ni de los acuerdos alcanzados, pero Erline parecía entrar en letargo al tenerme frente a si, por contra despertaba frente a otros.

Un portazo fue mi despedida, no necesitábamos palabras y no las tendría. Ordene que se preparara mi equipaje y se trasladara a la mansión Sacro antes de salir por la puerta como un demonio en busca del infierno.

El portazo de Lucio sonó como un rotundo "quiero que me quieras". No lo reconocería jamás porque era orgulloso, porque se suponía que no sentían nada el uno por el otro, pero el brujo tenía un gran ego y necesitaba sentir que era el único gallo del corral, el adorado y deseado por toda mujer. Pero su adicción a las emociones fuertes y a apostar a lo grande lo habían llevado a casarse con la única mujer que no lo haría, que no necesitaba hacerlo. Pero quizás fue un instinto maternal o las hormonas o vete a saber qué fue, Erline se levantó del lecho y corrió tras él, alcanzándolo en el pasillo. Agarró su brazo y lo detuvo, cuando Lucio se giró pudo ver unos sorprendidos ojos verdes. Ella misma estaba soprendida por su reacción.

— Espera...Lucio...eeehm...— no sabía qué decir, ni siquiera sabía por qué había salido tras él.— da... da igual.— lo soltó pestañeando varias veces algo confundida. — creo que... vine a disculparme. Bfff...sería la primera vez que lo hago en serio.— frunció el ceño y miró al brujo.— ¿Me has hecho algún hechizo? ¿estás influyendo en mi voluntad? Yo no me disculpo nunca!!

Levantó las manos co cierto gesto de exasperación. ¿Que no estaba enferma? Anda que no!! el embarazo era peor que una enfermedad, la estaba volviendo sensible. ¿Qué había peor que eso?

— Olvídalo, vete a donde a quieras.— Se giró en dirección a la alcoba, a meterse entre las sábanas y perderse en la inconsciencia del sueño, cuanto antes acabase esa noche, mejor. Le había molestado el comentario de Lucio y encima ella iba a ir a disculparse...era de locos.



Pasaron los primeros meses y con el fin del primer tramo de embarazo desaparecieron las náuseas, pero se sentía muy extraña, notaba como algo se movía en su vientre, cómo el carácter se le volvía voluble: tan pronto estaba animada y con ganas de pelea, de pinchar a cualquiera que osara desafiar su viperina lengua...como tenía ganas de matar sin más, o se desesperaba por cualquier cosa.

Su día a día era más o menos tranquilo, pasear, ir de compras, leer, tomar algún té... mientras preparaba ambas mansiones para que tuvieran todo lo necesario para acoger a un nuevo miembro. Descubrió que elegir el color de las paredes o la cantidad de toquillas y peleles adecuados para el bebé, era algo que le aburría bastante, pero a falta de nada mejor que hacer, se entretenía en buscar los más especiales y caros. ¿Cómo podía haber mujer cuya máxima aspiración en la vida fuera eso? todavía no lo entendía.

Lucio estaba distante, y se habían mantenido así, encontrándose de vez en cuando, hablándose como extraños. Esa situación venía quitándole el sueño últimamente. Le mandó un recado al ayudante de Lucio para decirle que lo esperaba esa noche a cenar, solos los dos en el invernadero de su mansión.