Noche en blanco (libre)(+18)

Recuerdo del primer mensaje :

Desde mi matrimonio había tratado de esforzarme como el que mas por ser el hombre que cualquier dama hubiera querido poner en su vida.
Quizás fuera incapaz de albergar sentimientos,  algo que me robaron en la mas tierna infancia mientras dormía de forma apacible en la cuna. Eso me trasformó en un monstruo y la traición de mi esposa, en la bestia que soy ahora.
Había quedado en cinta, yo satisfecho por que mi linaje perdurara, por darle a ese vástago una vida que a mi me fue arrebatada, puse en él toda mis esperanzas y la imprudencia de mi mujer me arrebató la esperanza y en parte la razón.

Entre en una taberna oscura, bastante sombría pero abarrotada de gente, que posiblemente como yo deseaban tomar unas copas sin ser molestados.
El olor a alcohol entraba en mis fosas nasales acompañado de humo de tabaco, de opio y alguna otra sustancia entremezclada con sudor y sexo.

Me acerque a la barra y pedí una jarra de cerveza, que me fue servida de inmediato.
Hundí mis labios en el vidrio oscurecido de la taza y deje que aquella dulce bebida alcohólica calentara mi garganta y con ella mi cuerpo.
Deje reposar la bebida un instante sobre la mesa, era larga, de madera de roble llena de betas. Aquella noche nada me detendría, la oscuridad me consumía. Relamí mis labios sin soltar el mango dispuesto a seguir bebiendo sin pausa.
La búsqueda me había dado sed, y para que mentir la desesperación ganas de olvidar por una noche lo que buscaba.

Me fije en mi alrededor, la gente ya bastante ebria en su mayoría reía a carcajadas, ajena a sus problemas, podía sentir varias auras inmortales en el recinto, mas ninguna parecía desear problemas y al igual que yo hundían su cabeza en alcohol posiblemente tratando de olvidar como yo distintas afrentas.

Ladeé la sonrisa al ver como se la sacaba dejándome vació del calor de su cuerpo.
Lo hizo de forma altiva, como si pretendiera escucharme suplicar pro que volviera a terminar lo empezado, pobre necia, solo tenia que ordenarselo y me haría todo cuanto a mi se me antojara en cada momento.
Me alcé para subirme los pantalones, subí la cremallera y abotoné el pantalones alzando mi oscurecida mirada para chocar con sus esmeraldas.
-¿Honrado? -apunté con aire engreído antes de ensanchar la sonrisa buscando la camisa que había caído a un lado de aquel puf.

La deslicé por mis hombros dejándola abierta, iba lo suficiente colocado como para no tener ganas de abrocharla.
Tiré de la cintura de la dama mientras se recolocaba la ropa para abandonar aquel jardín.
Mis manos cubrieron sus pechos por encima del corseé, acariciándolos, mi hombría contra la parte alta de su espalda y mi aliento impactando furioso en su nuca sacudiendo su pelo.
-No te equivoques conmigo Erline, ni soy débil, ni endeble y mucho menos uno de esos a los que le abres las piernas.

La solté para dar una última calada de la manguera y ponerme en marcha sin tan siquiera esperarla, teníamos el plan trazado, una puta ocuparía mi lugar para aquel asesinato premeditado, la tumba de su marido el lugar señalado y nuestra carencia de empatia y sentimientos el afilada arma que esgrimiríamos para sentirnos plenos.

Nos perdimos nuevamente por las callejuelas de la zona mas pobre de París, muchas eran las féminas que lucían sus atributos con descaro en busca del mejor postor. En la zona mas oscurecida, farolas que apenas iluminadas, muchas rotas, se escuchaban los jadeos fruto del sexo y sus turbios encuentros.
-¿Dime princesa que furcia quieres? -pregunté recorriendo con la mirada a una rubia de ojos azules que llamaba la atención sobre el resto de todas ellas.

Por unos cuantos francos, la mujer accedió a un trió, así, juntos recorrimos las calles de París hasta tomar uno de los carruajes que algunos cocheros alquilaban en la plaza central para servicios esporádicos.
Cómplices las miradas que Erline y yo nos dedicábamos, mis ganas aumentaban tal y como la rubia calentaba mi entrepierna con cada movimiento de sus caderas.
Sus labios me buscaron, pero eludí el beso, deslizando mis dedos por su boca, exhalando el aliento contra su boca ansiosa.
Dejé que mi cuello recibiera las atenciones de la rubia mientras mi mirada se perdía en Erline que sentada frente a los dos observaba en silencio aquel caliente encuentro.

Erline observó como Lucio se daba el lote con la furcia. Era bonita y rubia, de piel inmaculada pero llena de lamparones, propios de la vida en la calle y a la intemperie. No le hacía gracias matar a una prostituta, respetaba más a la gente de ese oficio que a otro tipo de personas, pero tras pensarlo unos instantes...lo cierto es que le daba igual. Ya nada la conmovía, le daba igual que su víctima potencial fuera buena chica o una arpía, no creía que hubiera diferencia en el resultado, pues aquello iba de probar a mancharse las manos de sangre a ver si la excitación del acto ruin y vil de asesinar, le producía alguna sensación o placer. No distaba mucho de matar un cerdo o una gallina, o esa era al menos la conclusión a la que ella había llegado.

El hechicero la miraba con sus fríos ojos, vacío, yermo, muerto por dentro como ella. De alguna forma le consoloba no ser la única persona así en el mundo, había más seres vacíos. Y ya está, no servía para nada saberlo, sólo para sentir que no estaba tan sola.

La rubia desplazó su mano por la camisa del hombre y la otra por la bragueta, calentandolo, y Erline sonrió de medio lado. ¿Cuántas veces había hecho eso mismo? tantas que haría palidecer a cualquier súcubo. Se sentó junto a ellos y comenzó a trazar senderos húmedos con la lengua por el cuello del brujo, acariciando el muslo de la chica ascendiendo hasta su sexo, dándole placer para que se humedeciera y que de paso no sospechase que iba al matadero.

En realidad si las cosas se torcían Lucio pordría dominarla, pero así era demasiado fácil, ella quería experimentar con otras cosas, queria el reto y la adrenalina corriendo por sus venas.

El coche se detuvo frente a la entrada de la mansión, flanqueada por una escalera de piedra, y la chica alucinó bastante al ver la extensa y lujosa propiedad. Los hizo pasar a la sala donde sirvió unos vasos del mejor cognac francés y los dejó seguir devorándose mientras ella accionaba el mecanismo secreto que activaba la entrada a su sótano privado. Descendieron las escaleras y con el medallón de su cuello abrió la puerta de la sala, del infierno privado de la Viuda.

Le indicó a la muchacha que se tendiera en la cama vestida de sábanas y almohadones de satén negro y rojo mientras ella recorría con los dedos la pared. Se detuvo primero en una fusta, después acarició las colas de un látigo y por último se paró en una mordaza de bola. Miró a Lucio y sonrió de medio lado, con el interrogante en la mirada.

— ... Porque los labios de la mujer extraña destilan miel,
Y su paladar es más blando que el aceite;
Mas su fin es amargo como el ajenjo,
Agudo como espada de dos filos.
Sus pies descienden a la muerte;
Sus pasos conducen al Seol.
Sus caminos son inestables; no los conocerás,
Si no considerares el camino de vida...

¿Has leído la Biblia? no, claro que no...no es una lectura de cabecera para una prostituta. Es del libro de los proverbios, capítulo 5.

Se acercó con la mordaza a la joven y se la tendió. Después se acercó de nuevo a su extensa colección de fetiches y eligió una máscara de verdugo, negra y con sólo los agujeros de los ojos. Se lo pensó un instante y la dejó sobre la mesa, intercambiándola por una corbata de seda que anudó al cuello de Lucio. Comenzaba el show, a ver a dónde llegaba el brujo.

Una habitación secreta apareció frente a nuestras turbias miradas, sin duda la dama de seda no dejaba de sorprenderme, no solo era una asesina en potencia, si no que ademas jugaba fuerte.
Era o fue una furcia, posiblemente sus comienzos fueron difíciles y me atrevería a decir que su matrimonio carente de toda emoción.
Cuando me miraba en sus verdes era como un espejo, su vació envolvía el mio.
Ella aun no lo sabia pero quitar vida en mi caso al menos no me llena.

Sus dedos se pasearon por los juguetes de sumisión que en un mueble oscurecido tenia bien colocadas para le deleite de muchos.
Una mordaza fue lo que le tendió a la rubia que entre risas reposaba sobre el lecho de sabanas oscuras.
Aleteaba como una mariposa, hermosa, llamándonos con sus colores para que tomáramos de ella todo cuanto quisiéramos.

La prostituta reía colocándose aquello sobre la boca, sus dientes mordían el hierro del centro y así con sus azules nos miraba esperando a que el juego sexual comenzara.
Mis pardos destilaban necesidad, pero no de la mariposa si no del atroz depredador que parecía indecisa entre la mascara de verdugo y la delicada corbata de seda.

Ladeé la sonrisa cuando se acercó a mi con la suave tela, nuestros ojos se fundieron en brillantes centelleos.
Tomé asiento en una de las sillas, justo enfrente del lecho y tiré de su cintura para sentarla a horcajadas sobre mi.
-Ponme la corbata -le pedí.

Sus dedos alzaron la solapa de mi camisa, deslizó por ahí la seda negra, la yema de sus dedos marcaban mi cuerpo, su aliento impactaba contra mi boca.
-quiero veros jugar en el lecho -aseguré sin tomarla todavía.
Sus caderas se movían contra mi entrepierna que se alzaba con violencia, que la viuda de seda me excitaba era un hecho, peor tenia lago claro con ella, se había convertido en mi compañera de perversiones, peor..no iba a darle lo mismo que cualquier hombre.

Estaba acostumbrada a usar su cuerpo como arma arrojadiza para los hombres, era nuestra debilidad y a su vez nuestro castigo, nos lo daba o quitaba a voluntad y yo no estaba dispuesto a dejarla jugar conmigo.
En el jardín vi como cuando le dije que no era uno mas, se aparto de mi privándome de su interior, ahora seria ella la que me buscara a mi, no era de los que suplicaba por un coño cuando podía tener una colección.

Jugaría hasta con la mismisima muerte si ésta se prestara. Le anudó la corbata la cuello haciendo el nudo corredizo como siempre se lo hacía a Olivier, sólo que esta vez apretó fuerte contra la nuez de Lucio manteniendo la presión mientras lamía su labio inferior y le susurraba contra ellos.

— La dama araña envuelve lentamente al incauto mosquito con su seda...pero tú te mantendrás lejos de la telaraña porque eres un escorpión...

Soltó el nudo y dejó que Lucio se lo aflojara mientras ella dejaba caer la falda a un lado y se quedaba sólo con el corsé y las medias que se sujetaban en los muslos con encaje entrelazado. Que mirase, por qué no, si eso le ponía... Gateó por la cama hasta alcanzar a la prostituta rubia y la ayudó a sacarse la falda, la mujer no llevaba mucha ropa interior, cosas que suceden cuando eres puta en los barrios bajos. Erline afianzó la mordaza con fuerza y dspués empezó a besar el cuello de la puta, mordisqueándolo y lamiéndolo. Se colocó a su espalda y con sus manos fue recorriendo desde el pecho hasta el ombligo, colándose por sus bragas y acariciando expertamente, tocando las teclas exactas para arrancar música de su garganta. Pero los ojos líquidos de la viuda estaban clavados en los de Lucio. Aquella rubia no tenía ni idea de lo que le esperaba. Ella suponía que la pareja simeplemente quería divertirse con un trio y un poco de sado, pero aquello iba a tomar derroteros muy diferentes.

Le sonrió a la rubia mientras le susurraba algo al oido, y ésta dejó escapar un gemido, acompañado de un leve babeo, la mordaza no le dejaba cerrar la boca. Sus expertos dedos aletearon como mariposas por su sexo, tocando y acariciando las zonas más erógenas, introduciéndose despacio y con movimientos rítmicos, en las humedades de la que yacía en la cama y no podía hacer nada porque se lo acababa de prohibir su ama.

Mis ojos siguieron los movimientos de la araña, aflojaba mientras el nudo corredizo de mi corbata sin poder borrar de mi rostro esa media sonrisa que lo decía todo sin palabras.
Quería ver hasta donde llegaba esa mujer, era consciente del don que tenia para atrapar entre la seda a los incautos, pero yo no era uno de ellos.
Admito que me agradaba su modo de hacer, el vació que veía cuando miraba a través de ella, sus ojos parecían un espejo en el que podía ver mi reflejo, quizás ninguno lo admitiera pero eramos demasiado parecidos para jugar sobre el tablero.

Desde mi silla la contemplé gatear por la telaraña, el espectáculo acababa de empezar y mi hombría rugía dispuesta a participar.
Pronto las escasas prendas de ropa de la puta cayeron, la falda lo primero, no se puede decir que una gran cantidad de ropa interior cubriera su cuerpo.

La araña a la espalda envolvía con sus patas a la puta que gemía al unisono en el que los dedos de Erline se movían.
Despacio, el ritmo era lento, marcando una acompasada melodía de jadeos.
Los verdes de la araña en el escorpión centrados, la presa aun no lo sabia peor seria su ultimo canto, pronto caería la mariposa sucumbiendo ante nuestro macabro acto.

Aflojé mi pantalón, mi miembro quedó al descubierto, esta vez siendo yo mismo el que lo colmaba de atenciones, no quería aun interferir en el juego, a fin de cuentas yo ya había sido un depredador, ya había sajado vida.
Erline pronto descubriría el placer que se siente cuando te conviertes en un dios pendenciero capaz de decidir quien vive y quien muere, claro que la muerte siempre tiene un precio ¿estaría dispuesta a pagarlo?

Jadeé de forma pesada mientras me la sacudía contemplando la escena, con los labios entreabiertos miraba a la viuda de seda, la tentaba, la provocaba.
El deseo era una evidencia, algo a lo que ella estaba mas que acostumbrada, aunque creo que algo de mi la turbaba, puede que fuera la magia o no caer preso de sus labios a la primera de cambio.

Observó al escorpión, que no perdía detalle. Al igual que esos animales, Lucio era un depredador solitario, capaz de socializar cuando las circunstancias lo requerían, pues sólo entablaba realción cazador-presa. Su aguijón siempre estaría presto a asestar la picadura mortal, pero la araña no se quedaba atrás. Con paciencia tejía su hilo mortal que atrapaba en él a quien no se andaba con cuidado, como aquella voluptuosa rubia.

El deseo, uno de los instintos más primarios, uno de los más potentes, era el arma de aquella araña, que lo provocaba y lo encendiaba hasta el límite; pero era consciente de que Lucio no caería fácilmente y que además poseía el don de la magia y podía darle la vuelta a la tortilla. Ambos habían dejado al descubierto las armas, ahora sólo debían jugar a esquivar el pinchazo o el mordisco del otro.

Empujó a la rubia hacia delante, susurrándole algo al oido, y ésta descendió del lecho para arrodillarse frente al brujo y acariciarlo ella misma, mas sólo con las manos, ya que su boca estaba amordazada. Erline se levantó también pero fue en busca de otro objeto de placer, unas pequeñas bolitas redondas de varios tamaños unidas por una cuerda, y un dildo esculpido en resina flexible. Sujetó ambos, uno en cada mano y observó a Lucio con una silenciosa pregunta en los ojos, pero sólo le hizo falta ver cómo éste pasaba los suyos de las bolas a su ombligo y entendió inmediatamente para quien quería cada uno de esos objetos. Sin cortarse en absoluto, se separó a un lado la ropa interior e introdujo las bolas en su sexo, una tras otra sin variar el gesto y cerró las piernas. Se colocó tras la rubia y frotó el dildo por su retaguardia hasta encontrar la entrada, que no tardó en traspasar.

La puta gemía y jadeaba, soltando un hilillo de baba allá donde los labios no podían cerrarse, y Erline la siguió masturbando hasta que notó que empezaba a mojar bastante. La dejó un instante que siguiera dándole placer al brujo y se colocó tras éste mordisqueando su oreja y desplazando sus manos por dentro de la camisa hasta llegar a su cuello, donde acarició de nuevo la corbata. Todavía no había llegado el momento de usarla, pero quería hacerle saber que no se olvidaba. Caminó de nuevo hacia el lecho notando cómo las bolas friccionaban en su interior y la recorrió un escalofrío placentero. Se sentó sobre el colchón y ladeó la cabeza pasándose la lengua por los dientes superiores mirando al hechicero ¿ya había tenido suficiente juego o quería continuar con los preliminares? no tenía ninguna prisa y por suerte ambos eran humanos, daba igual que les sorprendiera el sol, podían seguir jugando durante horas.

La araña incitó a la prostituta a acercarse a mi, vi como se deslizaba por el lecho, gateando lentamente hacia mi posición.
Mis ojos fijos en los de la viuda de seda, estaba claro que de esa habitación ella era la que me ponía, pero  también que no caería en la telaraña que tejía.

Mordaza en la boca, sus manos se deslizaron por mi alzada hombría, deje caer mi espalda contra el respaldo de la silla, entreabrió los labios dejando que los jadeos roncos escaparan por ellos.
Mi turbia mirada siguió a la araña que se acercaba al nido a por un nuevo juguete que logró ladear mi sonrisa.
Una bolas unidas con una cadena que harían las delicias de la que se las pusiera, mis ojos la señalaron, era obvio que quería que ella y no la puta las llevara. Me complajo sin necesitar palabras, alzando su pierna sin despegar de mi su mirada, provocandome con cada gesto. Apoyó la pierna derecha con ligereza sombre la espalda baja de la prostituta, acariciándose lentamente la pierna con sus dedos.

Mis ojos centellearon al ver como se las metía despacio, sin cambiar el gesto pero sin apartar sus esmeraldas de mis pardos.
Cerró las piernas negándome la visión placentera que tenia de ella, gruñí en clara señal de molestia, quería mas de ella,  algo me decía que empezaba a envolverme con la seda y jugar con ella podía acabar pasándome factura.

La zorra siguió jugueteando con mi virilidad en alza, Erline colocada a sus espaldas paseó sus dedos por su raja hasta dar con la abertura donde se sumergió con fiereza.
Jadeos de ambos inundaron la habitación, ni un solo segundo aparté mis ojos de mi presa, aquel baile era de los dos.

Erliné se alejó de ambos no sin antes dedicarme una mirada por encima del hombro, una clara invitación que esta vez si acepté, como no seguir aquel cuerpo escultural.
Me levanté de la silla acortando la distancia que me separaba de su cuerpo y de esa cama redonda de negras sabanas de seda.

Mis manso afianzaron su cuerpo, mis dedos torturaron las cimas de sus montañas dejando que mi aliento se perdiera lento en su cuello.
Sus nalgas rozaban con mi falo calentandolo, fue mi mano la que se deslizó hasta su sexo frotándolo circularmente con la palma, sintiendo como se mojaba por completo de su elixir.
No solo por como masturbaba su clítoris con la yema de mis dedos, recorriendo la trinchera de su cuerpo, si no porque la fricción sacudía las bolas de su interior.

La oí gemir de puro placer, su espalda se arqueaba, su cabeza reposó en mi hombro, su boca era una deliciosa provocación, una que mis labios rozaban tratando de no sucumbir por completo.
La puta se acercó a los dos, admito que me había olvidado de ella y eso que era la mariposa que caería aquella noche ante la araña y el escorpión.
Tiré de su mordaza para quitársela, con un gesto le indiqué que se agachara a lamer su clítoris, con mis dedos abrí los labios inferiores para dejarla expuesta a la rubia.

Por un buen rato se dejó acariciar, lamer y masajear, no había nada de malo en disfrutar del placer que le proporcionaban ambos y jadeó un par de veces y se corrió sin llegar al orgasmo, eso la dejaba más mojada todavía, cosa que sus clientes solían agradecer. Cuando la rubia acabó su trabajito oral (por cierto, muy mediocre, podría darle un par de consejos, pero no le iba a dar tiempo de ponerlos en práctica), recogió de nuevo la mordaza y se la dio, ella se la puso de nuevo se dedicó a acariciar a Lucio. Erline se deshizo del abrazo del brujo y empujó a la rubia a donde ella estaba antes, de espaldas a él, y guió su miembro hacia su sexo para que la penetrara. Entre ambos empezó un baile ya de sobras conocido, el sonido de la carne al chocar, los gruñidos guturales que se le escapaban a la mujer de la mordaza mientras el hombre se hundía en ella. La morena se pegó a la puta, pecho con pecho, manos en sus caderas y ladeó la cabeza para cazar los labios de Lucio. La rubia estaba en el medio mientras él la empalaba y a Erline se le escpaó un gemido justo antes de elevar la mano y recorrer sus costillas palpando entre la quinta y la sexta costilla, donde se encontraba el ápex del corazón. Con la otra mano se quitó el punzón que sujetaba su pelo en un moño, dejando caer su densa melena hacia delante y se pasó el arma de mano, hundiéndola en el hueco palpado.

La mujer no podía gritar, la mordaza se lo impedía, y Lucio seguía moviéndose. La muechacha de pronto se quedó rígida, sentía cómo le faltaba el aire y las cosas se ponían feas, trató de bracear y soltarse del agarre de Erline, pero el punzón había perforado el ventrículo cardiaco, era cuestión de segundos que se desplomara... y así sucedió. Se apoyó contra Erline mientras la vida se le escapaba y ésta tuvo que sujetarla con fuerza, pues ya era un peso muerto. Lucio había dejado de moverse y la morena notaba el cuerpo de la mujer como un fardo, así que la dejó escurrir hacia un lado.

Se miró la mano, con el punzón ensangrentado y sus propios dedos manchados de rojo brillante. Lo había hecho, la habia matado y sentía algo en su fuero interno que todavía no sabía identificar: lo pensaría más tarde. Enredó los dedos en la corbata de Lucio y tiró de él manchando la prenda con la sangre e ignorando el cadáver que tenía rozando sus rodillas. Entreabrió los labios y los pegó a los del brujo en un leve roce incendiario y siseó.

— ya está hecho... y ahora no sé si también quiero matarte a ti o follarte en esta cama.

La mordaza pronto volvió a acaparar los labios de la prostituta, llegaba el momento del clímax.
La mirada de la araña centelleaba fija en la del escorpión cuando decidida llevo mi miembro hacia la entrada de su vagina, no dudé, la empotré con fuerza, roncos gruñidos acompasaban el frenético ritmo de la carne chocando mientras seguía centrado en la mujer que frente a mi marcaba los tiempos de aquel sádico encuentro.

Jadeé cuando su boca apresó mis labios, ella frente a la prostituta rozaba sus tetas con las ajenas presa de los movimientos que yo daba desde atrás y que la estimulaba sin cesar.
Nuestras lenguas se enredaron tibias, hambrientas, húmedas y lascivas, la sentí gemir alzando la mano hacia su pelo, sacando el punzón que lo mantenía recogido dejando libre su nuca.

Gruñí cuando sentí el ahogado grito de la rubia, la empotré con mas fuerza, su cuerpo cedía y las sabanas negras se manchaban de escarlata creando un charco bajo nosotros.
Hicimos a un lado el cuerpo inerte de la puta, uno que entre ambos había dado sus últimos coletazos.
Centre mi turbia mirada en Erline, parecía excitada, pero incapaz de acabar de explicar aquel frenesí que la recorría.

Sus palabras sentenciaban mi sino, según ella incapaz de dilucidar si prefería matarme o follarme, algo que yo tenia bastante claro.
La tomé del cuelo haciendo que su cuerpo impactara en el encharcado colchón, mi cuerpo cedió hambriento contra el ajeno y lentamente cruce la entrada de su laberinto metiendo hasta el fondo mi abultado y endurecido miembro ya mojado por el elixir de la muerta.
-Yo por contra lo tengo claro -gruñí contra su boca.

Apreté su cuelo no permitiendo que ni una brizna de aire entrara por la garganta de la araña que lejos de parecer asustada se excitaba abriéndome mas las piernas para que continuara ese rudo movimiento que la condenaba, aflojé para permitirle respirar cuando la mirada se le perdía en demasía, apenas un segundo antes de volver a privarla de todo rastro de oxigeno.
Su mano se enredó en mi nuca, atrayéndome contra su boca entreabierta, su lengua salio a mi encuentro perdiéndose en mis labios, incitándome a pecar a saltarme nuevamente con ella mi propia regla, la de no besar a nadie que no fuera mi esposa.

Aparté mi mano del cuello, ahora los dos cuerpos friccionaban embadurnados de carmesí sobre el lecho completamente excitados por lo que habíamos hecho.
Mis manso en sus caderas, alcé sus piernas sobre mis hombros para meterla mas dentro, ver como se abría paso entre las paredes de su sexo y acariciaba su trinchera completamente abierta.

Pero no era el único soldado en la trinchera, las bolas seguían dentro de ella. A estas alturas de la vida y tras 18 años de profesión, pocas cosas la extrañaban o la sorprendían. Lo único que todavía no había probado era a asesinar a alguien, y acababa de hacerlo. Una sensación indescriptible se había apoderado de ella, no era tan potente como la sangre de vampiro, que era la mejor droga que había probado jamás, pero esa sensación estaba flotando en su ánimo y se sentía relajada, como si hubiera completado una misión pendiente, como si hubiera encajado una pieza de puzzle que faltaba.

En ese preciso instante le daba todo igual, si Lucio la asfixiaba hasta la muerte, o si la follaba duro, o si se largaba dejandola a medias...no podía darle más igual. Porque el plato fuerte de esa cena ya había sido servido y degustado. Había paladeado a la propia muerte, había sentido lo que era acabar con una vida, hacer que desapareciera de la existencia, cortarla de raíz como el que arranca un hierbajo y después lo tira a la basura... y lo cierto es que era extraño.

Su cuerpo estaba allí, pero su mente estaba en otro lugar, como solía ocurrir con las putas, salvo que ella era buena fingiendo lo contrario. Con el piloto automático puesto, se estremecía y jadeaba, boqueaba luchando por encontrar aire que respirar cuando el agarre cesaba. Cuando estaba al borde de la inconsciencia pasaron por su mente multitud de recuerdos como a cámara rápida: su madre regañándola por llevar los zapatos llenos de barro, el concejal al que Joe arrancó el corazón y que a ella le arrancó la inocencia, la capilla de la Bastilla, la fiesta de primavera en el Satine, la ópera con Jack... todo pasaba de forma trepidante y de alguna manera parecía que iba a morir allí y que estuviera haciendo repaso de su vida. No era tan grave, Olivier, sus flores, la seda de sus vestidos...había tenido una buena vida en los últimos años. Si no tenía la intención de formar una familia y traer hijos al mundo, su belleza se marchitaría y ni siquiera podría disfrutar de los juegos de seducción y del placer carnal. En algún momento todo iría cuesta abajo, qué más daba que fuera ahora.

De pronto algo la sacó de su burbuja mental, el brujo estaba llegando al orgasmo, jadeaba y gruñía, empujaba con furia y mordía sus labios con una inusitada lujuria. Parecía que las entrañas le iban a explotar con aquellos movimientos, aunque no eran lo peor que había hecho ni de lejos, es más, estaba obteniendo placer sin darse cuenta, y su cuerpo también cedió al éxtasis.

El cuerpo de Lucio pesaba sobre el suyo, por unos segundos era un fardo, un peso muerto sobre sus piernas abiertas, aplastándola sobre la cama húmeda de líquido carmesí. Cuando el escorpión se retiró de encima, Erline se volteó y bajó de la cama. Tiró del hilo y extrajo las esferas de su cuerpo dejándolas caer sobre la mesita. Estaba cubierta de sangre y ese olor ferroso no le gustaba. Recuperó el punzón con el que se recogía el cabello y también lo dejó sobre la mesita. La cama estaba hecha un asco y el cuerpo de la rubia estaba hecho un amasijo de piernas y brazos en el suelo. Mandaría a alguien a que lo limpiara y que llevasen a la rubia al jardín a servir de abono para sus plantas.

— el trato no era este... pero no importa, lo doy por bueno. Si me acompaña arriba haré que le preparen un baño.

Trató a Lucio con poca calidez, una vez obtenido lo que la araña quería, no había necesidad de alargar aquello. Ahora sólo quería un baño y pensar en lo ocurrido, rememorar las sensaciones en busca de aquello que la había hecho vibrar.

No esperaba besos de despedida, tampoco es que los necesitara, ni añorara.
Con la frialdad preestablecida me aseguró que se me prepararía un baño para no ir manchado de vuelta a mi hogar.
No es que la ferrosa sustancia me molestara, pero las apariencias eran importantes y ser relacionado con un asesinato no era exactamente mi plan del día.
No me despedí, no era necesario, el servicio de su caserón me llevó de vuelta a mi mansión.

Me adentré por el gran portón, mi sorpresa fue encontrarme con la que hasta hoy era mi esposa con las maletas hechas.
Mi mirada se perdió en sus pardos incrédulo por la situación que acontecía en este instante y que volteaba mi vida completamente.
No es que esperara amor eterno nunca mentí, era un hombre carente de sentimientos.
Los papeles del divorcio fueron dejados con suavidad sobre la mesa del porche.

Sin mediar palabra alguna deslizó sus pies como si danzaran por la mas engalanada de las pistas, pasó por mi lado sin tan siquiera dirigirme una palabra, no era necesaria y sin mas, se subió al carruaje dispuesta a salir del infierno al que sus padres la habían sumido ofreciéndome su mano.

Tensé el gesto, no podría explicar lo que sentía en ese preciso momento..supongo que mi incapacidad de sentir era un echo, pero algo se desquebrajaba por dentro.
Seguí subiendo las escaleras, no miré atrás, no era necesario, todo parecía hablado y si no lo estaba, algo me decía, que en el sobre que reposaba en la mesa encontraría la respuesta.

Solo le pedía un hijo, uno que no estuviera condenado como yo al infierno al que me arrojaron apenas siendo un bebe que dormitaba en la cuna. Uno que heredara mi magia, mi linaje, pero estaba claro que no seria ella la que al parecer me lo concedería.

El cuerpo de la prostituta rubia fue enterrado a trozos en el jardín, bajo los setos de gardenias que eran flores muy exigentes y requerían buen abono. Como todo el personal sabía en aquella casa, la señora no era cruel ni déspota, trataba bien a todo el mundo y les pagaba bastante por encima del sueldo medio. El precio de esa comodidad era la discreción, era el hacer ojos ciegos y oídos sordos a lo que sucediese entre esas paredes. Y esa había sido una de las ocasiones en las que el servicio había hecho lo que debía. Todo aquel que trabajase en el mundillo de la carne unos años sabría que mueren putas a diario por una paliza más fuerte de lo normal, o un ajuste de cuentas, o asuntos de drogas...por una menos en las calles, nadie iba a clamar al cielo. Silencio y olvido, es todo cuanto valían sus propias vidas, esas en las que podían permitirse tener una casa, una familia, un empleo honrado y una posición en la sociedad. Es lo que valía estar fuera de las calles, no tener que vender el cuerpo y la dignidad.


Pasaron unos cuantos días y Erline decidió que se iría dos semanas a Londres. No conocía la ciudad y le apetecía salir de París, se sentía como una fiera enjaulada, era cmo si algo en su interior le pidiera más tributos de vida y sangre, y por el momento no quería repetir el asesinato porque tampoco es que le hubiera llenado demasiado. Era extraño, esa sensación de poder, de ser la dueña del destino le había durado poco. Demasiado riesgo para tan efímera sensación. Por lo pronto se iría de compras a la capital londinense, y a disfrutar del teatro de Shakespeare, del bullicio de sus calles oscuras. Tenía pensado adquirir más sedas para su vestuario, en la capital inglesa llegaban barcos de las Indias con los más exquisitos brocados y sedas. Le vendría bien un poco de desconexión.

Se adentró en las calles comerciales de París en busca de un par de sombreros decentes porque decían que en Londres siempre había una lluviosa capa de agua cayendo sobre tu cabeza. Al salir de la sombrerería se encontró con Lucio. Entornó los ojos y compuso una sonrisa en aquellos carnosos labios.

— el escorpión se digna a salir de su agujero...¿como está señor Sacro? Me alegro de verle. ¿Me acompaña a tomar algo?.— no le dio opción pues se colgó de su brazo maquinando algo rápidamente.— Estaba haciendo unas compras para mi próximo viaje.— se sentaron en una cafeteria donde la mujer pidió un café irlandés y unos dulces rellenos de chocolate.— Me marcho a conocer Londres un par de semanas, sólo he salido de París con mi difunto marido para ir a Venecia y un par de sitios más, pero el pobre olivier no estaba para esos trotes. ¿Ha estado usted allí?.— degustó el delicioso dulce lamiendo el chocolate de esa forma que costaba diferenciar si estaba haciéndolo con lascivia o no.— hum...se me está ocurriendo...¿por qué no se viene conmigo? viajar sola es muy aburrido. Siempre y cuando su esposa no lo eche mucho de menos.— no le pasó desapercibido que no llevaba el anillo.— ¿qué me dice? el barco nocturno sale hoy, he reservado la suite del St. Regis, dicen que tiene jardines colgantes en las habitaciones... ya sabe que me fascinan las flores. Quizás le venga bien un cambio de aires como a mi.

Había pasado las ultimas semanas en mi mansión, trataba de discernir si su abandono me había afectado o por contra me había sido indiferente, un suceso mas con el que lidiar.
La ausencia de sentimiento alguno hacia que mi interior fuera un caos de vaivenes hormonales que no acababa de identificar.
Lo que si había hecho esas semanas era chutarme sin parar, necesitaba algo que me faltaba, como si mi vida se hundiera en un pozo en el que no encontraba final.

Aquella mañana me vestí a primera hora, tenia que llevar los documentos que harían efectivo nuestro divorcio al abogado, así que sin demasiadas ganas y dejando atrás un experimeto que estaba probando en la probeta de mi “despacho” personal, salí a lomos de mi corcel bayo hacia el centro de París.

No me llevo demasiado tiempo entregar los papeles, aparte de tener que soportar una gran cantidad de sandeces sobre las mujeres y lo difíciles que son de complacer en todos los sentido.
El abogado puro en mano alegaba que dada mi condición económica no me costaría en absoluto sustituirla, es mas me animaba a celebrar una fiesta para elegir prometida, decía que ahora eso era la ultima moda entre la clase alta y que allí tendría un surtido abanico donde elegir esposa.

Medité por unos instantes su propuesta, no me parecía descabellada del todo, aunque por otra parte tampoco tenia demasiado claro si ese nuevo matrimonio podría funcionar, yo era lo que era, un hechicero carente de emociones, podía dar posición, dinero y un buen apellido, un linaje diferente y poderoso, pero..jamas podrían encontrar en mi un ápice de amor, pues era incapaz de sentirlo en mis carnes.

Abandoné el bufete de abogados con la buena, o mala suerte de dar de bruces con Erline, al parecer había acudido de compras y ahora necesitaba un brazo del que colgarse para entretener su mundano día.
Caballeroso le dediqué una sonrisa, pensaba poner una escusa para no acompañarla pero es lo que tienen las arañas te envuelven con su seda y cuando te das cuenta estas inmovilizado sentado en una terraza de la plaza mas concurrida de París.
La cafetería era sin duda de las mas elegantes y sofisticadas, allí la dama pidió un café irlandés y unos pequeños pasteles de chocolate.

Ladeé la sonrisa removiendo mi café solo, sin duda Erline era provocativa hasta sin proponerselo y pronto mis ojos se deslizaron hasta su lengua pérfida al verla lamer y succionar el chocolate.
-Es tentador -atajé con picardia mientras meditaba su propuesta.
Quizás salir de París me ayudaría a tomar aire fresco antes de ponerme a buscar a aquella nueva presa para meter en la boca del lobo..necesitaba un hijo, un heredero..así que..eso implicaba una madre y una esposa que supiera comportarse...
-De acuerdo, acepto.

No hice reflexión ninguna acerca del abandono de mi mujer, a fin de cuentas era consciente de que la araña ya lo sabia y por eso se manejaba tirando de los hilos tan sumamente bien. Pero, no se debía de confiar, el escorpión era letal, capaz de picar y matar y no pensaba dejar que me pillara en un renuncio, a fin de cuentas no se podía considerar que fuéramos amigos, solo eventuales extraños que se habían encontrado y cómplices en un asesinato.
-¿me esta proponiendo compartir habitación? No la veía yo de esas damas que después de fornicar con su presa se quedan para compartir lecho con ella -apunté de forma mordaz recordando nuestro ultimo encuentro -allí estaré, quizás podamos hablar de negocios durante el viaje y porque no...darnos algún que otro placer...

La mujer rió esbozando una amplia sonrisa, relajada y realmente de buen humor. La expectativa de hacer algo diferente siempre era estimulante, algo que pudiera llenar las horas de algo más que tedio y aburrimiento. La gran Londres, la desconocida, cuna de asesinos célebres y grandes dramaturgos. La vida y la muerte crudamente reflejada en sus lujosas calles y sus sórdidos callejones. Una sociedad hipócrita donde las hay, refinada, clasista y con un humor cínico digno de elogio. Sí, definitivamente quería conocer Londres y hacerlo de la mano de Lucio era una buena idea, pues al igual que ella, no le intimidaban los grandes bocados como esa ciudad.

— Usted no huele a viejo, podría dormir a su lado, aunque normalmente prefiero perderme en la inmensidad de mi cama. Es la reacción natural cuando una ha compartido tantas veces el lecho, que lo único que ansia es tenerlo para si misma. Pero descuide, si nos pilla el sol tampoco haré un drama porque se quede dormido roncando sobre mi.— le devolvió el comentario mordaz. Bebió un sorbo del café irlandés, que estaba realmente bueno, y prosiguió.— ¿Negocios? de acuerdo, podemos hablar de negocios, pero le advierto ya de antemano que no sé más que lo justo, es mi contable quien lleva todos los pormenores del patrimonio D'Amencourt.

Eso le llevó a recordar un detalle que podría ser clave en la extraña relación que estaban entablando. Emmanuel D'Amencourt, el hijo de Olivier y a quien su padre desheredó.

— Déjeme que le cuente algo, sé que usted tiene inventiva, quizás pueda ayudarme con este pequeño problema. Verá, mi marido desheredó a su hijo hace más de diez años, cuando ni siquiera me conocía. Es un hombre mezquino, avaricioso y desconsiderado. Cuando mi marido me legó todos sus bienes, recurrió la herencia, pero el juez se lo denegó.— esbozó una torva sonrisa.— conozco a varios jueces...cosas de la vida. Tras un año de pleitos que no llegaron a nada, ha decidido acabar conmigo por la via rápida. Sé que a veces me siguen, que tiene contratados algunos sicarios esperando darme el golpe de gracia. Aunque no heredará nada, porque ya me he encargado de eso, su ira contra mi no tiene fin. Es probable que nos sigan a Londres, se lo aviso porque quiero que sepa donde se mete.

Acabaron el almuerzo y se despidieron quedando por la noche en el puerto donde saldría el barco, Erline se encargaría de arreglar el tema del pasaje de Lucio y el resto de cosas que ya tenía reservadas para una única persona.

La noche llegó y la viuda se presentó a bordo del Queen Elisabeth, envuelta en sedas como siempre, esta vez de un llamativo color verde turquesa. Londres los esperaba con sus grises días y ella iba a llenarlos de color y diversión.

Acordarnos vernos frente al navío, ella iba a encargarse de tramitar mi pasaje, no podía negar que esa mujer tenia influencias hasta en el mismo infierno, lugar de donde yo no estaba muy lejos.
Me atraía la libertad que ostentaba, el vació que la devoraba y sinceramente en esos momentos difíciles para mi, la idea de perdernos por las oscuras calles de Londres me resultaba lo suficiente atractiva como para haber aceptado su propuesta.

Embarcamos a la hora señalada, nuestras miradas, engarzadas a la del otro se prometían sinceras noches de frenesí, lo bueno con ella es que no tenia porque fingir, los dos queríamos lo mismo del otro, nada, solo el placer de sentir algo macabro, diferente dejando atrás otras gilipolleces.

Vaso de ron con sendos peces vimos desde la cubierta alejarse el iluminado puerto de París, nuestro sino quedaba ahora en manso de las bravas aguas de un mar que hoy estaba calmo, quizás vivo reflejo de nosotros mismos.
Traicioneros e inmensos, nunca sabias cuando la araña podía envolverte en su seda, ni cuando el escorpión picaría.

Los verdes de Erline se paseaban por mi rostro, era consciente de que las habladurías parisinas ya habían llegado a sus oídos, como no, si su tela de araña era inmensa y allí atrapaba por doquier a todo aquel que se moviera.
-Doy por echo que conocéis que recientemente he sido abandonado por mi mujer -aseguré con total carencia de expresividad en mi voz – de igual modo, seréis consciente que eso me sitúa en una complicada posición... Tengo edad para estar casado, si no prometido y no esta bien visto que un hombre sea dejado en estos tiempos.
Atarla a mi lado era una necedad que no cometí, mas permanecer en soltería otra que tampoco cometeré.
Ahí entraba la idea de ese negocio que os proponía, quizás la primera vez cometí el error de desposarme con una joven que creía en el amor.
Ahora busco mas bien una mujer bella que este dispuesta a darme descendencia y que sea..como lo diría yo...lo suficiente inteligente como para ver, oír y callar y abrirme sus piernas cuando vuelva a casa en el estado que sea.
A cambio un apellido y dinero, puede gastarlo a expuestas si así lo desea, en eso no hay problema.
Solo quiero que no meta su linda cabecita en mis asuntos, que sea fiel y no de escándalos, que se limite a sonreír pendida de mi brazo cuando acudo a las fiestas y a llenar mi casa de risas infantiles.
¿Conocéis pues a una dama de esas características?

Hice una pausa dando un nuevo sorbo al vaso haciendo inmediatamente después chocar los peces con aire meditabundo.
-Mi abogado me recomendó dar una fiesta, al parecer se lleva mucho y los padres llevan allí a sus hijas casaderas, el problema es que no conozco demasiado de París, y la idea de meter en casa de nuevo alguien que no entienda la esencia del matrimonio como un contrato mercantil me causa cierto desasosiego...quizás vos, mucho mas afín a mi en estas cosas, podáis..ya sabéis darme consejo, uno que sera bien retribuido de ser necesario ¿Que me decís?

Cuando el barco zarpó Erline negoció con el sobrecargo del buque una mesita exclusiva en la proa, en la zona restringida a los pocos adinerados que se lo podían permitir. Pidieron vino, champán y algo para picar. Se sentaron en sendas sillas con vistas al canal de la Mancha dispuestos a disfrutar de la travesía que no tardaría más de ocho o nueve horas en amarrar en el barrio de St. Pancras remontando el Támesis arriba.

Erline escuchó de la boca de Lucio cómo había sido realmente lo que media ciudad cuchicheaba y cómo no, todo dependía de la versión de cada uno. Se decía que Guiomar Sacro había recibido palizas, que estaba sufriendo un calvario...y posiblemente hubiera algo de razón en ello. Pero no acostumbraba a juzgar a nadie y sólo tomó nota de lo que para aquel brujo era importante: el control. necesitaba tenerlo todo controlado y atado.

Tomó un sorbo de la copa de champán y repiqueteó pensativa son los dedos sobre la mesa.

— no acostumbro a ser invitada a salones donde merienda la gente de bien. Mi reputación sigue manchada a pesar del dinero, como ve, hay cosas que ni la más grande fortuna puede comprar. Pero como tampoco deseo ser invitada no me molesta. Su problema tiene una solución compleja. ¿Cómo asegurarse de que su esposa no despierte tiempo después esa pequeña fiera que casi todoas las mujeres tenemos dentro? no puede saberlo.

Cogió con el índice y el pulgar un pequeño canapé y lo volteó observando su relleno y posando los ojos después en el brujo.
— el aspecto a veces nos engaña, puede ser delicioso y al darle el bocado...saber a mierda de demonio.— mordió el hojaldre y se relamió.— en este caso hacía justicia a su aspecto, debería probarlos.

se limpió los labios con una sevilleta y cruzó las piernas mirando la inmensa masa oscura de mar. Eran insignificantes en comparación de las maravillas de la creación.

— dar una fiesta es una idea muy peregrina, es como escoger la fruta de la bandeja que nos trae el servicio. Encuentro mucho más motivador mover el culo hasta el huerto y arrancarla del árbol directamente. Pero eso tiene un pequeño inconveniente, que no es el huerto de moda, el que todos quieren porque se supone que eso garantiza la mejor cosecha. En pocas palabras, creo que usted yerra al escoger sólo señoritas que le presentan o le intentan colocar. Abra su campo de búsqueda. Quizás una muchacha de clase baja o media...sin tanto encorsetamiento social...no sé. A lo largo de estos años he conocido a tantas mujeres dispuestas a hacer lo que fuera por salir de la larga noche de la prostitución, que estoy segura de que ahí fuera está mujer que busca, la que desea complacer todos sus caprichos con tal de tener una vida cómoda sin más. Yo misma cumplí con el papel de perfecta esposa para Olivier, es lo menos. Como usted bien dijo, si el matrimonio se plantea como un negocio, ambas partes han de cumplir. Si desea encontrar socias para ese negocio, no busque en los floreros de la alta sociedad, el dinero que se mueve en los suburbios es menos restrictivo.

Escuché con atención lo que Erline me decía, aunque no carente de razón en todas y cada una de sus palabras había ciertas cosas en las que no estaba por completo de acuerdo.
Llevé mis dedos a uno de esos canapes de aspecto delicioso y alcé la mirada para encontrarme con sus verdes en ese momento.
-Aunque admito que entiendo que en una fiesta bellos pueden ser los envoltorios y acabar sabiendo a mierda...también hay que reconocer que no deseo un envoltorio de mierda, aunque su sabor sea delicioso -apunté con picardia -no nos engañemos, hoy estoy aquí porque vuestro envoltorio me parece tan delicioso como el interior oscuro, trágico y plagado de vacíos que ostentáis.

Me detuve para saborear aquel canapé que llevé a mi boca y mastiqué con gesto placentero antes de tragar.
-Dicho esto, la idea de desposarme con una prostituta hace aguas en muchos de los aspectos que requiero en una dama.
El primero que esas mujeres no destacan por su fidelidad -ladeé la sonrisa contemplando el cuerpo de Erline de arriba a bajo, muchos eran los rumores que había escuchado de su persona y la verdad es que en ninguno de ellos la palabra fiel la definía -teniendo en cuenta que yo quiero descendencia propia y no criar los hijos de otro cuervo..pues necesito que su compromiso para conmigo sea exclusivo.
Las damas de lata alcurnia verían fuera de lugar abrir las piernas a otro, inapropiado, no están criadas para eso, peor una puta hace lo que sea por un caramelo y hay muchos hombres con dulces en los bolsillos ¿no es cierto? -pregunté mordaz.

Me relamí los labios aun disfrutando del sabor que en ellos quedaba.
-¿Quizás una campesina? -pregunté mas que afirme -una pobre niña que haría lo que fuera por salir de la pobreza pero sin demasiado recorrido en el ambiente nocturno.
Quiero una buena madre, a fin de cuentas, eso, ser bonito florero y gastar mi dinero es todo cuanto ha de hacer en este mundo.

Deslicé mi mirada por su cuerpo, uno escultural, bien podría haber sido cincelado por lso dioses y la magia haberla dotado de vida.
-Nunca has tenido descendencia, mas me dijiste que tenias las cosas arregladas por si te daban muerte.
Yo puedo protegerte, a cambio te pido una mujer digna de mi linaje, conmigo terminará mi apellido y no puedo consentirlo ¿que me dices?
Mi magia a cambio de este complicado servicio.

Lucio tenía razón en algunos de los argumentos que esgrimía, en la clase baja no se encontraban diamantes en bruto así como así. Entre las prostitutas solía suceder lo que él había dicho, pero ella no estaba del todo de acuerdo.

— eso depende de la prostituta. Generalmente están tan hastiadas de venderse que no anhelan aventuras sexuales, con complacer a su marido y vivir bien, tienen más que suficiente. Aunque entiendo el punto de vista. Quizás no sea la opción más adecuada. Además está el tema de la reputación, si lo que quiere es una madre, a pocos niños les gustará saber que su madre se ha follado a medio París.

Lo cual la llevó al siguiente razonamiento, no se podia decir que no la hubiera sorprendido en aquella propuesta, pues lo creía lo suficientemente listo para no pedírselo a la única puta que destacaba por ser friamente retorcida. Bebió un poco de champán antes de proseguir.

— Mi libertad a cambio de ...¿qué exactamente? no tengo interés en criar niños, en parecer la perfecta madre cuando no sé ni criar a un gato.— se quedó pensativa unos instantes.— una casa llena de risas infantiles... no sé lo que es eso.

Tenía serias dudas sobre aquella empresa. Nunca había deseado descendencia, pero no sabía si era algo que podría hacerla sentir, a fin de cuentas se decía que la maternidad cambiaba la vida, que las mujeres que no tenían instinto acababan sacándolo porque está anclado en su naturaleza. ¿Y si era eso lo que despertaba algun tipo de sentimiento en ella? pero..¿y si no lo era? ¿iba a condenar a su descendencia a una infancia sin amor ninguno? porque era un hecho que el padre era incapaz de sentir y ella tenía la duda razonable sobre si misma.

— no es algo que pueda decidir a la ligera, es un negocio donde yo como socia pongo más que usted, porque dinero ya tengo y no veo mucho beneficio en esta empresa. Tendré que pensarlo. Pero me halaga que cuente conmigo, supongo que nuestros hijos saldrían bastante apuestos y seguramente muy sentimentales.— esbozó una sonrisa irónica y bebió de nuevo de su copa.— deje que me haga una pequeña idea... cuando quisieran que les leyesen un cuento ¿cual de los dos iría?

Me eché a reír frente a sus dos faros cuando me di cuenta de que me había mal interpretado.
-No era exactamente eso a lo que me refería, si no a que me buscarais vos y no yo una dama en condiciones para desposarse conmigo, a cambio de vuestro tiempo invertido podría ayudaros con magia en algún que otro asunto.

Recorrí su cuerpo con mis ojos, era muy bella, admitía que a su lado era mas yo de lo que nunca lo fui y ahora su idea desfilaba por mi cabeza aunque quizás era el peor error de mi vida.
-Mas... -interrumpí -quizás no sea tan descabellado. Ser mi mujer.
Vos sois una mujer de negocios y yo os propongo un trato, si bien es cierto no veo de que modo podríais salir ganando en este “contrato” si pido lo penséis.
Convertiros en la mujer de un hechicero puede tener su parte buena, ademas de que imagino podréis legar vuestras riquezas a un heredero de vuestra propia sangre.

Ladeé la sonrisa cuando habló de quien leería los cuentos a nuestra descendencia.
-No tengo problemas con la lectura señorita Erline, no así con la fidelidad, sin embargo si exijo que mi mujer se comprometa a ello.
Hundí mis ojos lobunos en su verduscos
-Espero entienda no quiero criar cuervos de otro pajarraco -apunté con una ladeada sonrisa.

Era consciente de que nada tenia que ofrecer a esa mujer, ya era rica, con lo cual no necesitaba dinero para gastar y sacarla de la miseria, no veía nada que pudiera ganar atándose a un hombre como yo carente de sentimientos.
Aparte de protección y de un apellido que en parte ya poseía, nada mas podía interesarle y sin embargo muchas serian las libertades que perdería de tomar este compromiso conmigo.

-No es necesario señorita que me responda ahora, tiene todo un viaje por delante a Londres, dejemos que la ciudad nos embriague..y bueno quizás descubramos durante estos días que el otro ronca y perdamos el interés en las bodas -apunté ladeando la sonrisa con cierta picarda -o quizás acabéis profundamente enamorada de mi.

No pude reprimir una carcajada, ambos sabíamos que eso era imposible para ambos, yo carecía de sentimientos porque me los robaron en mi mas tierna infancia, ella carecía de los mismos porque la vida se los arranco de cuajo y eso nos convertía en las dos caras de una misma moneda.

La Viuda sonrió pensando que Lucio era un buen escorpión, lo pedía todo y no daba nada. Era un apostador fuerte, eso le gustaba, había que tener mucha jeta y estar muy seguro de uno mismo para ofrecer un negocio tan poco ventajoso y que además el otro sintiese que le estaban haciendo un favor. Pero tantos años de "servicios comunitarios" le habían servido de extenso aprendizaje y el escorpión no se encontraba delante de una dama desvalida.

— así que tiene problemas con la fidelidad...verá, ese es un tema espinoso. Una mujer decente se sentiría agraviada de que su esposo buscase las piernas de otra, a mi sinceramente me da igual. En primer lugar, porque no tengo reputación que mantener ni la valoro, en segundo porque no le amaría ni ahora ni nunca así que no sé lo que es el desamor, y en tercero porque en todo caso le compadecería. Pasaría de tener las mejores atenciones a buscar un segundo plato, carne de segunda y aburrida pero...allá usted.

Su sonrisa afilada buscó la yema del dedo pulgar para mordisqueársela en un gesto pensativo que era involuntariamente provocador. O no tan involuntariamente.

— sin embargo, al igual que usted no quiere criar pájaros de otro cuervo, yo no quiero verrugas de otra cuerva. Y eso le garantizo que sería un quid pro quo. Si usted puede largarse con cualquiera, yo también. Le garantizo que no habrán retoños, no he tenido ese problema en 18 años de profesión, sé controlar mis sangrados. ¿Quiere que se los garantice por contrato? no hay problema. Además, hay criaturas nocturnas que son estériles y follan muy bien. Yo estaría contenta y usted tranquilo.— le hizo una clara referencia a los vampiros, tenía que reconocer que ese argumento estaba bien elaborado. Si el único impedimento para que Erline conservase su libertad sexual era el hecho de poder quedar encinta, con esas cláusulas quedaba cubierto el tema, y siempre podría tener amantes vampiros que no engendrarían.— pero como bien ha dicho, no hay por qué decidirlo ya. ¿Nos acabamos el champán en el camarote?