Noche en blanco (libre)(+18)

Recuerdo del primer mensaje :

Desde mi matrimonio había tratado de esforzarme como el que mas por ser el hombre que cualquier dama hubiera querido poner en su vida.
Quizás fuera incapaz de albergar sentimientos,  algo que me robaron en la mas tierna infancia mientras dormía de forma apacible en la cuna. Eso me trasformó en un monstruo y la traición de mi esposa, en la bestia que soy ahora.
Había quedado en cinta, yo satisfecho por que mi linaje perdurara, por darle a ese vástago una vida que a mi me fue arrebatada, puse en él toda mis esperanzas y la imprudencia de mi mujer me arrebató la esperanza y en parte la razón.

Entre en una taberna oscura, bastante sombría pero abarrotada de gente, que posiblemente como yo deseaban tomar unas copas sin ser molestados.
El olor a alcohol entraba en mis fosas nasales acompañado de humo de tabaco, de opio y alguna otra sustancia entremezclada con sudor y sexo.

Me acerque a la barra y pedí una jarra de cerveza, que me fue servida de inmediato.
Hundí mis labios en el vidrio oscurecido de la taza y deje que aquella dulce bebida alcohólica calentara mi garganta y con ella mi cuerpo.
Deje reposar la bebida un instante sobre la mesa, era larga, de madera de roble llena de betas. Aquella noche nada me detendría, la oscuridad me consumía. Relamí mis labios sin soltar el mango dispuesto a seguir bebiendo sin pausa.
La búsqueda me había dado sed, y para que mentir la desesperación ganas de olvidar por una noche lo que buscaba.

Me fije en mi alrededor, la gente ya bastante ebria en su mayoría reía a carcajadas, ajena a sus problemas, podía sentir varias auras inmortales en el recinto, mas ninguna parecía desear problemas y al igual que yo hundían su cabeza en alcohol posiblemente tratando de olvidar como yo distintas afrentas.

Una parte de mi se extrañó de que no buscara venganza, tal y como era la araña pocas veces dejaba un hilo suelto de su madeja tejida con seda claro, que sus embaucadoras palabras susurradas contra mis labios, me hicieron dejar de pensar en eso y pasar a pensar en algo bastante mas lascivo.
-¿Así que el escorpión a cazado a la viuda de seda? -susurré ladeando la cabeza para darle acceso a mi cuello, entreabrí los labios dejando que el aire saliera pesado por ellos, si algo sabia esa mujer era llevarme al borde del abismo y lanzarme a el.

Su boca recorrió mi torso, no sin antes quitar de su cuello aquel collar que sin duda le había traído una fatídica suerte aquella noche, aun iba bastante colocado, pero cuando su boca se perdió en mi entrepierna, solo pude jadear de placer lanzando hacia atrás la cabeza para dejarme hacer.

La noche termino en el hotel, los dos íbamos bastante calientes, fe de ello pudieron dar todos los huéspedes que se empaparon bien de nuestro repertorio de jadeos, gruñidos y gemidos durante gran parte de la noche.
Cuando los primeros haces de luz se adentraron por la habitación nuestros cuerpos perlados en sudor cayeron rendidos sobre el lecho, merecedores de un buen descansó acabamos cayendo dormidos.

Cuando abrí los ojos casi había atardecido, Erline sonreía con sus curvados labios mirándome, sus palabras sonaban musicales, de nuevo me llamaba mi marido.
Enarqué una ceja, no porque no me gustara como sonaba, si no porque aun no entendía que sacaba ella de todo esto, pues nada de lo que pudiera ofrecerle realmente creo que le interesaba lo suficiente como para perder esa libertad de la que la viudedad le otorgaba.
-¿Eso quiere decir que mi persona es mas que suficiente como para cerrar un acuerdo en el que tienes todas las de perder? -sonreí contra sus labios tirando de su cintura para volver a caer enredados al lecho -¿es por el sexo? - bromeé ladeando la sonrisa de forma engreída.
De sobra sabia que nos compenetramos en la cama, el placer era algo que a ambos nos estimulaba, pero eso era algo que también podía encontrar sin mi, así que, seguía sin acabar de entender el porgue aceptaba dicho trato.

La viuda de seda pensaba pasear por las tiendas de Landres, al parecer no tenia seda suficiente con la que cubrir su precioso cuerpo.
-Por mi irías desnuda todo el día -le aseguré contemplando su cuerpo mientras se ponía en pie escapando de mis manos.
-Iré a ver a un amigo que tengo en Londres, quizás vallamos a ver las carreras de caballos o a beber algo a algún local...¿nos vemos mas tarde en el hotel?

Me puse en pie acercándome a su cuerpo que frente al espejo se colocaba un lujoso vestido que resaltaba el color de sus esmeraldas.
Tiré de las cintas de su corseé para anudarlo mientras esta sonreía de forma lasciva apreciando mi desnudez en el espejo.
Mis labios se pasearon por su cuello una vez anudé la lazada para dirigirme a mi armrio y ponerme un traje acorde a la situación.
-Pásalo bien de compras esposa mía -apunté con cierta diversión antes de salir por la puerta de la habitación del hotel.

Lhincol se llevó una buena sorpresa al verme pasar por su mansión, era de un aquelarre aliado del mio, así que nos conocíamos desde niños. No tardo en dejar todos los asuntos del día para llevarme a visitar Londres, las carreras de caballos fue uno de los lugares que no podía dejar de visitar, apostamos, bebimos y nos contamos como nos iba la vida después de tantos años sin vernos.
Cenamos en un restaurante cercano al hipódromo y con unas cuantas copas de mas decidimos acabar la fiesta en el burdel mas conocido por los caballeros londinenses.
Regresé al hotel pasada la media noche, con ganas de perderme en el cuerpo de la que iba a convertirse en mi mujer.

— Es por tu irresistible encanto, mon amour.— pellizcó las mejillas de Lucio con otra mueca burlona.— ahora mismo es sólo porque me parece una aventura arriesgada, una estupidez que seguramente quiera deshacer después, pero... bah, quizás naufrague nuestro barco, o quizás me mate un rayo mañana. Qué se yo... esta vida es absurda, juguemos a hacer absurdeces y a ver a donde nos llevan.

Se fue de compras y disfrutó como una enana gastando una fortuna en sedas orientales de preciosos colores, su sastre iba a alucinar con todo aquello que enviaron directamente a París a la sastrería donde le confeccionaban las prendas. Aprovechó para surtirse de lencería y batas de seda, que nunca tenía suficientes. Aún recordaba cuando éstas eran su uniforme de trabajo. Le gustó una bata de color verde vivo con los bordados de la cola de un pavo real, y se la puso estando ya en el hotel, tras tomar un baño caliente y perfumado.

Lucio llegó algo borracho y apestando al familiar olor de tabaco, alcohol y sexo barato. Erline leía una revista social buscando eventos en los que poder colarse y hacer alguna de las suyas cuando el brujo se le acercó. Frunció el ceño y levantó la barbilla altiva.

— hueles a putas baratas.

Se levantó dejando la revista a un lado y se dirigió al armario. ¿Le habia molestado? si, definitivamente se había ofendido. No porque se fuera de putas, eso le daba igual, sabia que los hombres siempre quieren lo que no tienen, y aunque tengan  oro en casa, prefieren aunque sea mierda, pero fuera. Se ofendió porque fueran baratas, porque olieran a perfume de lilas, el que mejor disimulaba el olor de la sífilis.

Comenzó a vestirse, era tarde, pero pensaba bajar al bar del hotel, a tomar un copa o lo que fuera, pero lejos de ese olor.

— Harías bien de darte un baño, o tendrás que ocupar una de las otras habitaciones.

Su tono esta vez era cortante, seco, mientras se colocaba un vestido escandalosamente escotado de color azul cobalto.

Mi futura esposa leía una revista reclinada en el sofá cuando llegué hasta ella, me agaché para besar su mejilla cuando esta alzó el rostro altiva apartándose de mi de forma airada mientras aseguraba que olía a puta barata.
Ladeé la sonrisa, si bien era cierto, no se equivocaba en eso, si lo hacia en una cosa, su imaginación iba mas allá de lo ocurrido, no subí a las habitaciones superiores con ninguna de ellas, mi interés era perderme en el cuerpo de la araña y por esa noche dejarme caer en su red.

No me justifiqué, no tenia porque, me hubiera resultado demasiado patético suplicar por que me creyera y que se dejara de chorradas y se viniera conmigo a la cama.
No era un hombre enamorado y no pensaba parecer un desesperado.

Contemplé como abría el armario dispuesta a salir de la habitación con sus mejores galas, un vestido azul con un escote de infarto, que me hizo enarcar una ceja mientras contemplaba su belleza.
-¿Donde crees que vas así? -pregunté de forma posesiva.

Nunca fui un hombre celoso, básicamente porque nadie me había importado en exceso, quizás si posesivo, porque lo mio, era mio y odiaba que fuera tocado.
Mi voz también sonó seca y cortante, nuestros orbes se desafiaron, duelo titanico entre dos depredadores.
-Si quieres beber, en el mueble bar tienes bebida, si te esperas, me doy un baño para quitarme ese olor que tanto te molesta y te acompaño al bar de abajo, a los dos nos vendrá bien una copa -apunté acercándome a ella deslizando mis ojos por su cuerpo de forma lasciva.
-O quizás quieras frotarle la espalda a tu prometido, ya sabes...tengo un irresistible encanto -bromeé de forma altiva mirando sus esmeraldas.

Si quisiera comprobar lo que había hecho o no en el burdel, lo tenia tan fácil como escuchar a cualquiera de sus contactos, su maraña era lo suficientemente amplia como para tener esa información, pero si esperaba por un momento que saliera de mis labios en busca de redención se equivocaba conmigo, no iba a justificarme, no había hecho nada y de haberlo hecho...
Negué mirándola con la sonrisa puesta en la cara.
-¿estas celosa?

Cuando la agarró de forma brusca por la cintura mantuvo la barbilla levantada y los ojos fijos en los de Lucio, jamás agacharía la cabeza a no ser que estuviera en sus planes por algun motivo.

— ¿te gustaría?.— susurró con cierto veneno. ¡Oh! claro que si que le gustaría, eso siempre inflaba el ego masculino.— pues sigue soñando. En los celos hay inseguridad y yo estoy muy segura de mí misma.

Se soltó del agarre frunciendo levemente los labios. Si había hecho o no algo en el burdel, realmente le resultaba irrelevante, lo que le molestaba era que teniendo a la mejor en su habitación, hubiera alternado con la clase baja, era como escupirle a un delicado postre. Era denigrante. No había nada peor que una mala puta, o una puta inexperta. Era un insulto a su profesionalidad o a su trayectoria. Era peor que insultarla como persona, eso tampoco le afectaba, no se consideraba una buena mujer. Para ella la palabra "puta" encerraba mucho más significado que un insulto.

— Te espero en el bar... tira a la basura ese traje.— Puso un mohín de asco y se marcho por la puerta.

Se sentó en la barra del bar y pidió una botella de Absenta, el camarero le trajo también el azucar, la cuchara y lo necesario para proceder. Le dio conversación a la dama, pero ésta no quería cuentos esa noche, así que le pidió que la dejase sola, con el hada verde, esa que tantas veces había acogido su consciencia cuando le apetecía desbarrar, salirse de su fría racionalidad. Pero la reseaca era terrible, así que trataría de no pasarse.

¿Y si salían mal las cosas? a la mierda, siempre podrían salir mal, o siempre podría morir de aburrimiento y de tedio. Aquella aventura la tenía cavilosa y eso le encantaba, estar ocupando su cabeza con planes, proabibilidades, riesgos, pros y contras. Podía dejarlo en ese momento, lanzarle a la cara el anillo con el diamente negro y terminar allí. ¿Y luego qué? no... ahora tenía un plan retorcido en mente y quería llevarlo a cabo, y el imbécil de Sacro la insultaba yéndose con putas de baja estofa.

Bebió otro chupito, notó la quemazón bajar por la garganta y arrastrar la ira que eso le producía.

Negué con la cabeza mientras esta se largaba de nuestra habitación escupiendo veneno, su indignación era una estupidez, ella misma me había llevado mujeres de baja alcurnia a mi lecho, no es que olieran precisamente a rosas y a refinada seda esa que trinchamos como un pavo dentro de su habitación de los horrores, así que podía decir lo que quisiera, pero este cabreo se basaba posiblemente mas en un mal día que había sufrido o cualquier otra eventualidad que en si yo había ido o no de burdeles.

Tras tomar el baño y dejar el traje en recepción para que lo lavaran y plancharan me acerqué a la preciosa araña que con su ceño fruncido bebía absenta.
Mordí su hombro suavemente como saludo silencioso y tomé asiento a su lado pidiendo que me sirvieran un vaso, acompañaría a la dama con esa botella verdusca que tenia entre sus manos.
-¿no has encontrado toda la seda que necesitabas? -pregunté ladeando la sonrisa

Vacié un chupito entre mis labios mientras la contemplaba con cierta diversión, nunca la había visto enfadada y la verdad es que tenia su punto en ese estado.
-Convertirte en mi mujer te sienta bien ¿vas a esperar cada día de esta guisa a tu marido? -bromeé de nuevo atrayendo su taburete para rozar lentamente sus labios.

Si nos íbamos a casar había bastante que preparar en París, los papeles del divorcio los tenia arreglados, pero aun así tenia que pasar por el despacho de mi abogado para arreglar algunos cabos sueltos que pudieran quedar.
Deslicé mi dedo por el antebrazo desnudo de Erline sin borrar mi picara sonrisa.
-¿has pensado la fecha para nuestra boda? -pregunté tirando de su labio inferior con suavidad esperando que esa mujer se dejara llevar de una vez.
-Muy bien Erline, lo apunto en mi cabeza, nada de putas baratas -bromeé entre risas antes de vaciar un segundo chupito.

No era lo mismo disfrutar ambos de las compañías más chabacanas por una simple cuestión de morbo, de vicio, de desenfreno infrahumano, que lo que él había hecho. Si se extrapolase a un chef, un cocinerio podía utilizar ingredientes modestos para convertirlos en objeto de disfrute en el paladar. Pero comer mierda, pura mierda, cuando se tiene caviar en el plato era un insulto para el caviar, así lo veía ella.

La botella verde calmaba sus impulsos, que en esos momentos podía volverse homicidas de nuevo, pues la necesidad de aplacar la ira en alguien como Erline, a quien no le importaba el bien y el mal, lo moral o lo amoral, podía acabar en algo ilegal.

— He comprado suficiente lencería para seducir a un rey.— el desafío estaba de nuevo en sus ojos. ¿Quería ser él ese rey? o por el contrario lo disfrutaría otro desgraciado con suerte?.— pero desafortunadamente mi futuro marido me reclama. Supogo que me abriré de piernas y dejaré que haga lo que le plazca hasta que caiga roncando.

La táctica de la "estrellita de mar", abrir las patas y quedarse quieta. No había mejor forma de bajarle la libido a un campeón. Desde luego, el juego del sexo no le iba a funcionar con ella, sabía demasiado.

— ¿Fecha? hm...todavía no he dicho que si. Pero de ser creo que sería el dia del eclipse, ya que para uno de los dos este matrimonio va a ser una laaaarga y oscura noche.— le provocó de nuevo, empujando un chupito verde hacia Lucio.
— Bien, harás bien en recordarlo.— Se sirvió otro vasito para ella y se soltó el pelo soltando el punzón de su moño, que sujetó entre los dedos, palpando sus bordes afilados y sintiendo ganas de clavarlo en algo...alguien... qué más daba.

Enarqué una ceja frente a sus palabras, no había nada que me enfureciera mas que ser infravalorado y ahora la viuda negra me comparaba con el bufón de la corte.
-¿tienes un rey escondido bajo las faldas? -pregunté ladeando la sonrisa -yo recordaba mas bien a vuestro ex marido como un hombre un tanto burdo, de seguro le bastaba con que le abrierais las piernas si es que aun se le empinaba.

Mi cabreo aumentaba, un hecho que no pasaría desapercibido para la araña, ambos mostrábamos nuestros punzantes aguijones dispuestos a dar sepultura de ser necesario al otro.
Yo no había hecho nada para recibir este trato y la tontería empezaba a aburrirme o quizás no era esa la palabra, pues aunque reconozco me resultaba excitante su enfado si con celos hubiera tenido que ver, no me gustaba que su única explicación fuera una simple comparación entre lo que le resultaba de lujo o de baja clase.
-Quizás a tu futuro marido no le plazca yacer contigo esta noche -apunté desafiante.

Burda era la mentira, mas mi orgullo en esta ocasión ganaba la partida al deseo que por ella sentía, así que me mantuve en mis trece contemplando esa mirada felina que buscaba encontrar las cartas escondidas por el mentiroso.
-El eclipse, creo que representa bien la oscuridad que acontecerá a nuestra vida si no depones esa actitud absurda, estoy aquí y eso debería de bastarte.

Aparté mi mirada de sus verdes regresandola hasta la verdusca bebida que vacié de un trago, a la mierda, ya iba borracho  por un poco mas tampoco es que fuera a importar demasiado, a fin de cuentas esa noche no apuntaba maneras, la araña se revolvía en su telar dispuesta a no dejarme en paz.

La araña estalló en sonoras carcajadas, con gesto risueño observo a Lucio mientras no dejaba de reir. Estaba cabreado y tratando de ejercer su control sobre ella, era tan recurrente el afán de control sobre las mujeres que a ella le resultaba hilarante. No se le pueden poner puertas al campo.

Gateó por encima de la mesa hasta estar a unos centímetros de su boca para susurrarle.
— oblígame... haz tu magia...vamos... puedes hacerlo...— se colocó el punzón en el cuello en la misma zona donde aquella noche él la obligó a colocar el cuchillo. Lucio podía hacerlo, era consciente de que podía hacerla rebuznar si se lo proponía, y a ella le daba absolutamente igual, después de 18 años de profesión lo que a la mayoría le suponía una humillación, para ella sólo era trabajo. Ahí radicaba su éxito, en que al no regirse por las mismas normas morales no surtían efecto las mismas cosas.

Vio la chispa molesta en los ojos del brujo y dejó de reir pero conservó el gesto soberbio cuando le dijo las mismas palabras que él le había dedicado.

— entonces depón tú la tuya. Yo también estoy aquí y debería bastarte.

Ella ya le había expuesto sus condiciones en el barco, no iba a exigirle nada que ella no hiciera, y por contra no admitiría menos de lo que iba a invertir. Si se le pedía fidelidad, se le pagaría con fidelidad, si Lucio quería tener sus propios escarceos, estupendo, pero ella también los tendría. Quid pro quo o nada.

Gateó sobre la mesa, admito que su arrogancia no conocía parangón y con ella desataba una tormenta en mi interior.
Mi respiración agitada choco contra su rostro cuando el punzón surco su piel inmaculada, cierto era, el desafió no era vano, podía hacer que bailara sobre mi entrepierna la danza de los siete velos y que me follara como si no hubiera un mañana en el lecho, podría hacer que su deseo por mi no conociera limites, incluso que se enamorara como una pobre colegiala cuando ve por primera vez al mas gallardo de los nobles.

Mis ojos centelleaban, ambos eramos demasiado parecidos, desafiantes empezábamos un peligroso juego en el que ninguno deponía sus armas.
Rugí cabreado, quizás mi actitud se basó mas en el hecho de ir borracho que en el auto control que de normal ejercía de forma mas sabia dada la situación.
De un manotazo estampé la botella contra la pared, ella no se inmuto, como si ese gesto rabioso fuera lo primero real que veía en mi en todo este tiempo.

Gruñí atrayendola de la nuca, nuestros labios se rozaron en una peligrosa danza donde el vaho de nuestros alientos chocaba tempestuoso.
-¿que te hace pensar que de querer controlarte no estarías ya follándome sobre la seda de las sabanas de arriba? -susurré orgulloso.

Demasiado fácil, quizás con otras pudiera usar mi poder, pero sinceramente con ella necesitaba saber que en cada instante que me abría sus piernas la necesidad era mutua.
Cierto era que con ella nunca terminabas de saber si lo hacia porque necesitaba perderse en mi piel o simplemente porque era lo que le interesaba en cada momento del día, pero supongo que ahí radicaba nuestro juego.
-Me largó -añadí aflojando el agarré antes de ponerme en pie y dejarla atrás sobre la maldita mesa del local.

Era un retorcido juego que costaba de entender incluso a los propios jugadores. No se necesitaban, no se que querían, ni siquiera se importaban. Pero tenían una necesidad común: la ausencia de sentimientos les hacía necesitar, ansiar el sentir algo. Su deseo profundo partía de ese vacío, de esa necesidad que corroía las entrañas. Ninguno de ambos sentiría nada por una mujer cualquiera o un hombre. Apenas siquiera un poco de deseo carnal. Pero Erline deseaba enloquecer a Lucio y viceversa, el hecho de hacer que el otro lo desease sin necesitarlo, era lo único que a su vez podía hacerles sentir algo. Retorcido y complicado. Un juego de poder en el que en verdad no había uno por encima del otro, porque ninguno se conformaría con ese rol. En el fondo Lucio no quería una Erline complaciente ni ella un monigote con talonario. Lo que querían era necesitarse, desearse, que el otro agitase la calma vacía de su interior. ¿Y así se conseguía? pues en parte sí, provocando y obteniendo reacciones, eran como dos ciegos ignorantes dando golpes y esperando que sangrase para verificar que estaban vivos.

Lucio estampó la botella y se largó escaleras arriba. Tradó unos segundos en pensárselo y corrió también por las escaleras, pero las del servicio, lo interceptaría en otro lugar. Avanzó por el pasillo de la suite, le llevaba unos metros al brujo. Cuando éste pasó por delante del cuarto de la ropa de cama, salió de él a traición, lo enganchó del brazo y le hizo un placaje contra el montón de sábanas que había sobre el conducto de lavandería. Obviamente éste cedió al peso de los dos y ambos cayeron por el tobogán que mandaba las sábanas al cuarto de lavar desde los pisos superiores del hotel. Erline gritó riendo mientras daban vueltas a gran velocidad. Aterrizaron contra un montón de sábanas y colchas en aquel sótano mientras la viuda se reía a carcajadas como si hubiera perdido la razón.

¿No estaban allí en Londres? ¿no podían hacer lo que les diese la gana? ¿Acaso no eran dueños del mundo? pues deberían actuar como tales. Él podía serlo, literalmente, sólo tenía que extender su voluntad y todos obedecerían, ella incluida. Pero él no quería tener que obligar, deseaba ser deseado, deseaba ser necesitado, y no por alguien cuya voluntad fuera fácil de intuir y doblegar, sino por alguien que tampoco quería, deseaba o necesitaba. Hierro contra hierro y piedra contra piedra.

— de querer controlarme no estarías ahora aquí abajo donde pienso follarte hasta que te quedes sin habla.— Lo agarró de la corbata y tiró hacia ella con brusquedad comiéndole los labios y sentándose a horcajadas sobre él. Lo soltó y le dio una bofetada.— eso por lo del perfume barato.— lo dijo entornando los ojos, pero más que por enfado o celos, porque estaba poniendo en marcha su maquinaria de seducción, y hoy iban a jugar duro. Lo volvió a sujetar de la barbilla areemetiendo de nuevo contra sus labios, jugando con su lengua y balanceando las caderas friccionando sobre su entrepierna.

Mascullaba por el pasillo las mil y una maldiciones que sin duda esa mujer de baja cuna y alta alcurnia merecía. No solo había osado desafiarme vistiéndose como una mujerzuela para bajar a tomar una copa acaparando las miradas de propios y extraños, si no que una vez baje para acompañarla en su desfachatez siguió retándome como si mi mera presencia no bastase.

Una puerta se abrió de pronto enganchandome del brazo para tirar de mi hacia la oscuridad de una miserable habitación, iba a usar mi magia, obligar a esa persona no solo a que me soltase, si no a que se tragase su propia lengua hasta morir desangrada.
No tenia un buen día y ese y no otro iba a ser el que pagara el pato de mi ira retenida, mas al ver sus esmeraldas y su lasciva risa me contuve, mis labios se curvaron entretenidos mientras caía sobre la ropa sucia enredado en el cuerpo de la araña.

Nuestro juego era peligrosos, lo supimos mientras dábamos vueltas por el túnel perdidos en el otro, necesitábamos sentir, sentir algo que no encontrábamos en nada.
Yo necesitaba que me deseara, que lo hiciera de un modo que no emprendiera y eso era fácil con cualquiera mas no con ella y ahí residía el kit de la cuestión, ella era mi mejor apuesta, aunque también la mas arriesgada dada la situación. Podría tener el mundo a mis pies, mas eso era demasiado fácil, yo la quería tenerla a ella bailando mi entrepierna.

Caímos sobre las mantas y sabanas sucias, tiró de mi corbata perdiéndose en mi boca. Rudo el encuentro de los depredadores, con los labios entreabiertos jadeábamos rozando nuestros dientes, labios que se engrosaban con la cruenta batalla mientras sonreíamos como dos idiotas que por un instante consigue lo que quieren.

Se alejó solo para abofetearme, aun terca con la idea del perfume barato que de seguro ya no olía en mi piel.
Gruñí colisionando nuevamente con su boca, ansioso de enfurecer a su lado, mis manso en sus caderas emprendieron el demencial ritmo del que lo tiene todo perdido y paladea la victoria con cada sacudida de su centro en mi glande cubierto por ropa.

Mis manos hábiles la fueron despojando de ese vestido de ramera del que solo yo disfrutaba y admito que esa sensación de posesividad me excitaba mas que nada.
Nunca besé con tanta necesidad como lo hice en ese instante en el que nos perdíamos en el otro como si no hubiera faro, ni timón, completamente a la deriva los dos.

Sus jadeos y mis gruñidos retumbaron en las paredes de aquella habitación, ninguno mostraba sus cartas pero estabas disfrutando la partida los dos.

Quería dar rienda suelta a la ira, esa que apenas la rozaba nunca, siempre tan apática e insensible. Quería revolcarse en ese charco, aprovechar que Lucio habia prendido esa llama, alimentarla y consumirse en ella, como yonki de las emociones que era. Furia, enfado, cólera, sentimientos tan cercanos a la borrachera de placer que era fácil confundirlos.

Se buscaron y se encontraron, el brujo la trató con rudeza, como cabía esperar de alguien furibundo, y ella igual, sin escatimar en mordiscos, puñetazos o bofetadas intercaladas entre las luchas por el control de la lengua del otro. Sexo descarnado, animal y salvaje, salpicado de gruñidos y gemidos por igual. Ganas de aniquiliar, de morder, romper y gritar, de prenderle fuego al hotel y arden dentro...fue una vorágine de sensaciones guiadas por el instinto que los dejó completamente vacíos y exhaustos sobre un montón de sábanas sucias.

Erline fue la primera en levantarse y tirar de la mano de Lucio hacia su propia suite. Dejó atrás el vestido, no le importaba lo más minimo que la pudieran ver en cueros, tan sólo ansiaba llegar a su cuarto, y por fortuna no se cruzaron a nadie en los pasillos. Llenó la bañera y se metió haciéndole un hueco a Lucio. La furia había pasado, los dragones se habían calmado, la araña se retraía en su tela a descansar y el escorpión se refugiaba en su madriguera...por el momento. Recostó su cabeza contra el pecho del brujo aspirando el blanco aroma del jabón de flores, entrecerrando los ojos y notando todavía el pulso y el sabor salado en sus torturados labios, los que habían sido mordidos, besados y succionados.

¿Qué estaría haciendo en París en ese momento? aburrirse, como una larga y demente condena. Y sin embargo estaba muy relajada en Londres. Algo le decía que iba por el buen camino. Si Lucio la seguía provocando de esta forma, no estaba tan mal el negocio, podía aceptar algunas concesiones. O podía comprar sus sentimientos, entregándolo... no, el plan iría mucho más allá, no jugaba para perder, había nacido para apostar fuerte y ganar, y mientras pudiese iba a disfrutar de doblar la apuesta.

Me dejé vencer en la tina, el agua caliente acariciaba nuestros cuerpos desnudos que ahora se relajaban tras el titanico encuentro que habíamos tenido.
No se podía decir que el tedio fuera una parte de nuestras vidas cuando nos desafiábamos el uno al otro.
Ciertamente creo que nos buscábamos con toda la intención, la araña y el escorpión no podían vivir en paz demasiado tiempo, de hacerlo desaparecería la esencia que ambos ostentábamos.
Incapaces de sentir, incapaces de pensar en el otro mas allá de para obtener nuestro propio fin, este instante vivido era lo mas acercado a un sentimiento que podíamos experimentar, celos, lujuria y la fricción de nuestros cuerpos y ahora saciados por completo gozábamos del descanso del guerrero.

Ladeé la sonrisa cuando su pelo me hizo cosquillas en la nariz, no hablábamos, tampoco lo necesitábamos, ni siquiera nos plagábamos de besos y caricias, no era ese nuestro modo de actuar.
Lo que habíamos hecho solo era para complacer nuestros cuerpos y era el egoísmo y no otra cosa lo que me obligaba a mantenerla cerca, ella se estaba convirtiendo para mi en una droga difícil de eludir.
La adrenalina que me producía retarla, el no saber como pensaba, la desconfianza que le tenia y la atracción que me producía era una mezcla explosiva.
-Tendré que ir mas veces a los bajos fondos si esta es la recompensa que obtengo.
No veía sus ojos pero de seguro centelleaban por mis palabras, la conocía, me gustaba sacarla de esa cómoda calma.
Podría decirle que no encontraba con ninguna mujer lo que si paladeaba en su piel, peor eso hubiera sido demasiado obvio ademas de que no pensaba adularle los oídos, ella no necesitaba eso, era un echo.

-El eclipse, poco tiempo queda para esa fecha, creo futura esposa que tenéis mucho que preparar...ademas de que para darme un pequeño ejercito de Sacros mucho vamos a tener que practicar.
Enarqué una ceja con la pregunta que me sobrevino.
-¿tomas algo para no darme hijos?

— Si vas a los bajos fondos te acompañaré... en la riqueza y en la pobreza...¿recuerdas?. Si quieres putas, las tendrás, yo misma te las elegiré... pero no seré yo la que se coma una sífilis por tu culpa.— gruñó medio adormilada contra su cuerpo.

¿Por que Lucio le resultaba diferente al resto de hombres? porque la mayoria ansiaban el control, por eso pagaban a las putas, para que cumplieran todas sus demandas y fantasías, para que les hicieran sentir el dueño y amo del mundo, algo que en su casa no sentían, pues tenían que compartir ese mundo con las esposas. Y Lucio en realidad lo era, podía controlar sólo con la mirada y un pensamiento y sin embargo ansiaba no tener que hacerlo, ansiaba ejercer ese control sin tener que recurrir a su terrible magia, ser el dueño del mundo por si mismo. Erline podía regalarle el mundo. Eso era poder, ambos lo ejercían y lo tenían, ambos tiraban y recogían en un eterno duelo de voluntades.

— tranquilo...que sea puta no quiere decir que sea lerda. Estará todo listo.— Ante su pregunta de si tomaba algo para no darle hijos ahogó una carcajada.— ¿No es evidente? por lo pronto mi decisión no era firme, y no suelo poner el dinero sobre la mesa antes de cerrar el negocio. Relájate, marido. Todo llegará a su tiempo, y si no llega, no importa, serás libre y yo también, los vástagos van en el acuerdo y si no los hay nada te retendrá, siempre te quedará la opción de engatusar a una cría en una fiesta.

Se quedó mirando al techo, el vapor ascendía hacia las tallas de escayola rococó pintadas de oro, que flanqueaban un frsco de angelitos y querubines pintado en el techo.

— ¿crees que nos odiarán? el ejército de Sacros, me refiero. Los niños quieren cariño y que los hagan sentirse queridos, especiales, protegidos...— era evidente que ninguno de los dos sería el padre del año, dudaba que ni siquiera pudieran desarrollar sentimientos de unión hacia esos críos, como mucho de pertenencia, porque ninguno de los dos era capaz de amar, o al menos eso parecía.

Ladeé la sonrisa ante sus palabras, sonaban seguras sinceras pero la rabia que escondían detrás de ella implicaban para mi un nuevo juego, admito que con ella no tenia tiempo para el tedio.
Ahora mi duda residía en una cosa ¿de verdad era el sífilis los que le preocupaba? Difícil cuando se había puesto el colgante arácnido.
Algo me decía que la idea de que frecuentara a otras mujeres olieran a rosas o a lavanda era lo que le desagradaba, claro que ella no me lo confesaba y la pregunta lanzada a su cara seria demasiado aburrida.
Descubrirlo es lo único que me complacía, lo que me dio una idea para próximas aventuras.

Erline me gustaba ciertamente, con ella siempre tenia ese duelo de egos, una partida de cartas que nunca acababa, los dos eramos grandes jugadores, sabíamos guardar un as bajo la manga y de alguna manera eso era lo mas excitante de la partida, saber que no siempre iba a llevarme la mano.
Enarque una ceja al decirme que la decisión no era firme, por eso si tomaba algo para evitar mi ejercito de sacros.
-Creía que el negocio estaba cerrado -apunté arrastrando mis palabras en el lóbulo de su oreja.
De nuevo la viuda de seda me había asestado un jaque, algo que no esperaba pues ya había elegido hasta la fecha y no estaba muy alejada.
Mostrarle que eso me afectaba de algún modo hubiera sido regalarle demasiadas bazas, así que no me costó en exceso mostrar mi inferencia ante sus palabras como si me importar una mierda.

La ausencia de sentimientos me ayudaba a poner cada de póquer cuando llevaba un ful , no es que me doliera el no tener su amor, si no el no tenerla a ella.
Bueno, doler quizás era una expresión demasiado seria, no llegaba a doler, era como un resquemor, no sabría explicarlo porque hasta hoy nunca había experimentado ni esos vagos posos en mi.

Su siguiente pregunta me saco de mis pensamientos.
-No lo se -confesé -supongo que nos odiaran con el paso del tiempo, no es un secreto que ninguno de nosotros es muy afectivo, pero por contra si somos inteligentes, protegemos nuestros intereses y sin duda nuestros vástagos serán un interés común que cuidaremos como el mayor de los tesoros, nuestro legado ¿acaso hay algo mas valioso?

Me alcé del a tina, ya llevaba demasiado tiempo allí a dentro, me sequé ante sus ojos y caminé hacia el armario a por un pantalón cómodo para dormir, estaba cansado y los ojos me pesaban demasiado.
-¿vienes? -le pregunté.
No es que no pudiera dormir solo, que tuviera que perderme en us piel para conciliar el sueño, fue una mera formalidad aunque algo en le fondo de mi si quería que viniera, supongo que era esa sensación de propiedad.

Salió del agua cual Venus emergiendo de la concha. No era ningun secreto que se sabía una mujer de poderoso físico. Pero no era tonta y sabía también que la carne con el tiempo se arrugaba, envejecía y cuando no quedase nada de ese magnífico estuche, se acabaría Erline d'Amencourt, pues todo a su alrededor se sustentaba en esa baza.

Se cuidaba metódicamente para alargar ese momento, pero ya pasaba la treintena, y era hora de mover ficha y buscar nuevos objetivos en la vida, pues su carne acabaría su reinado de esplendor en el plazo de unos años. Quizás Lucio tenía razón en que ese legado era lo más importante. ¿Cuál era el propósito del ser humano en el mundo? ¿para qué se venía a él? para dejar una huella, una que continuaría una vez muertos y enterrados... empezaba a ver ese punto de vista actible. Pero desde luego no sentía el calor de madre avanzando por su ser, y deseando tener un montón de pequeños bebés babeantes y llorones.

La vida era una mesa de apuestas. Si apostaba por tener un crío, podía probar y ver qué tal, qué significaba y aportaba a su vida. Y si la respuesta era "nada" siempre podría dejaselo al padre y pasar página. Las putas lo hacían continuamente, dejaban a sus vástagos bastardos en orfanatos, no era tan grave. En este caso era incluso mejor, Lucio deseaba esa descendencia, si ella se desentendía del problema ese crío tendría una familia, muy rica además, que lo sustentaría.

Cualquier persona que pudiera escuchar los pensamientos de Erline los encontraría monstruosos, egoistas, tan fríos que no se podían concebir. Pero así era la Viuda, una mujer sin sentimientos, una mujer que los arrancó de su corazón a tierna edad. Ella pensaba en números, en beneficios y perjucios, en que cada contra tiene un pro. Y por supuesto necesitaba el plan B, necesitaba estar segura de que saldría airosa fuera cual fuera la circunstancia. Valoró las opciones y tomó la determinación.

Acompañó a Lucio hacia la cama, se detuvo en su tocador y sacó de una cajita un frasco con un líquido verde. Lo lanzo a la chimenea y posó sus ojos de gata en el brujo.

— ahí está el cierre de tu negocio. Ve pensando un nombre que no sea odioso.

La viuda de seda se alzó de la tina, era consciente de su belleza y ni por un instante pensó en cubrirla, mas bien lo contrario pretendía exponerla ante mis ojos para que me quedara perfectamente claro lo que era caviar y lo que no dejaba de ser un maltrecho trozo de pescado putrefacto.
Ladeé la sonrisa contemplando el agua resbalando por su inmaculada tez, preciosa, perfecta, podía ser la perdición de cualquier hombre que albergara sentimientos por ella.
Una suerte que yo no me gastara de eso.

La vi tomar un bote verde pequeño de su bolso, enarqué un ceja, ese debía ser lo que tomaba para que mi ejercito sacro no se consumara.
Mi sonrisa se ensanchó al ver como lo lanzaba al fuego, sus palabras confirmaron mis sospechas, el trato estaba cerrado con ese acto, no sabia cuanto tardaría Dios en bendecirnos con descendencia, mas cuando lo hiciera habríamos cumplido parte de nuestro cometido, dejar nuestro linaje intacto en este mundo.

La viuda de seda se acercó al lecho, ladeé la sonrisa tirando de su brazo para atraerla hacia mi, recorrí su piel lentamente con mis labios mientras ella sonreía.
-¿un nombre poco odioso? -pregunté centrándome en sus esmeraldas -hagamos un trato, ya que algo me dice que entre nosotros las cosas van de apuestas y contratos.
-Si nace un varón, yo me encargaré de su nombre, si por el contrario es una mujer lo harás tu ¿que me dices?

Ciertamente me era indiferente el sexo del vástago, la magia era igual de poderosa en una que otra condicion.
-Hablemos de negocios ¿como de caro va a salirme este matrimonio? ¿que quieres araña ademas de perderte cada noche en mi cama?
Intuía que no era dinero, pero iba a renunciar a mucho por convertirse en mi mujer, a la libertad ciertamente, claro que por otra parte nuestros desafíos constantes eran un grato estimulante.

Poco a poco mis ojos se fueron cerrando hasta acabar vencido sobre las sabanas de seda, su cuerpo no estaba pegado al mio, siempre dormíamos separados, no necesitábamos eso que otros mortales añoraban noche y día, nosotros eramos únicos, dos criaturas extrañas.

— muy caro, señor Sacro. Nunca pido un precio fácil de pagar.— Se acomodó en el lecho, esta vez contra la piel del brujo, no porque necesitase sentirse arropada, simplemente por cambiar la costumbre de dormir cada cual en su extremo de la cama. Iban a cambiar muchas costumbres una vez firmasen el acta matrimonial, por qué no empezar ahora. De espaldas a él, con sus manos recorriendo su piel empezó a enumerar las condiciones que debían darse si quería tener vástagos con su mirada felina.— Ambos tenemos dinero, un físico deseable, una inteligencia suficiente para detectar un mal acuerdo, ninguno tiene un alma ni un corazón que poseer...así pues ¿qué me queda por ganar? tu libertad. Lo mismo que la mia. Esto va a ser al 50%. Lo que me sea vetado a mi, te será vetado a ti. Podrás tener amantes, pero entonces yo también, me da igual cuanto argumentes sobre cuervos y nidos. ¿No deseas tener amantes? entonces yo cumpliré también mi parte del trato y no los tendré. Sobra decir que la cosa es distinta si prefieres compartir lecho conmigo y alguien más...eso es pura diversion con la que estoy cómoda. Pero no insultes la figura que voy a representar. Si quieres una madre ejemplar, tendrás que ser el padre ejemplar, si quieres una esposa perfecta, tendrás que ser el esposo perfecto. Un sólo fallo, y los papeles podrán deshacerse recuperando cada cual su vida y sus libertades. En ese caso, de haber vástagos ya se valorará qué hacer, porque es algo que todavía no tengo claro cuanta importancia tienen para mi. Sé que para ti es la clave de todo esto. No soy una persona rencorosa, no los utilizaré para hacerte daño. Pero si despiertan en mi algun tipo de sentimiento, no renunciaré a ellos, tenlo claro. Seguiré llevando mis negocios y pasaremos temporadas en mi mansión, me niego a abandonar mi invernadero, de la misma forma que imagino que querrás mantener el lugar donde hagas tu magia. No interferiré en eso, pero por la misma, no interferirás en mi agenda. Soy perfectamente capaz de saber a qué obligaciones sociales no debo faltar, pero el resto de mi tiempo es mio y lo adminstraré como me plazca.— se estiró y se giró entornando los ojos y esozando media sonrisa.— el precio de este matrimonio es el control del 50% de tu vida, y tu podrás controlar 50% de la mia. Ni más ni menos.

A cualquier persona sensata le parecería un buen trato, pero sabiendo como eran ambos, acostumbrados a hacer siempre lo que les daba la gana en todo momento sin ningun miramiento, sin obligaciones de ningun tipo, ceder el 50% del control era un numero bastante grande. Pero Erline no se iba a echar atrás ni una pulgada, o el 50% del negocio o nada. Era una apostadora fuerte y ella arriesgaba más que él, así que pediría una compensación acorde a ello.



Los siguientes días en Londres fueron similares, compras, visitas a museos y monumentos, algun que otro evento social en el que se autoinvitaron, paseos a la luz de la siniestra noche londinense en Whitechapel y noches de sudor y deseo. La semana tocaba a su fin, y el balance era positivo, se había entretenido bastante y regresaba a París con un anillo de compromiso que iba a revolucionar la sección de Sociedad del periódico. Estaba de nuevo de vuelta al ruedo. Pero lo principal ahora era atar los cabos de la noche del eclipse, o todo se iría al garete.

Su vida se movía por impulsos dominados por su calculadora mente. Una extraña combinación de psicopatía con un desapego emocional tan grande que hasta la llevaba a no valorar su propia vida, a no temer la muerte pues no sentía que estuviera viviendo realmente. Debería temerla, pues se estaba metiendo en un asunto jodidamente oscuro y donde ella era aparentemente el eslabón mas débil. Sin embargo, a pesar de lo cauta que era en los negocios, en este caso estaba apostando todo al negro, aun con todas las probabilidades en contra y sabiendo que estaban las cartas trucadas. Se peinó frente al espejo antes de salir en busca de Longinus Sacro y esbozó una sonrisa que se reflejó en el cristal murmurando.

— bueno, esto acabará de una u otra forma, en cualquier caso el vestido es adecuado tanto para boda como para entierro, estarás guapa igualmente.

Se reunió en secreto con el patriarca del clan Sacro, tenía mucho que hablar con él, mucho que poner en marcha a una semana vista del enlace, porque la noche del eclipse sucederían cosas y el resultado dependería de lo bien que se hicieran los preparativos. Se cerraron las puertas de la sala de piedra donde la hicieron pasar, y un hechizo anti-espías cubrió la residencia, aislando aquella consversación de oídos indiscretos. Dos horas más tarde, Erline regresó a su mansión con todo en marcha. Siete días para el evento astrológico que le devolvería su capacidad de sentir.

No esperaba menos de la araña, no se puede decir que ese fuera le trato que en un principio quise imponer, yo quería controlar su libertad sin apostar un ápice de la mía, mas ciertamente y como buen hombre de negocios que era, no podía dejar de valorar como buena su propuesta.
-El marido perfecto, casi me da la risa al escuchar eso, distaremos mucho de ser el matrimonio convencional y perfecto, mas aun así acepto, siempre que unas condiciones queden claras.
Los vástagos que tengamos serán Sacro y como tal adoctrinado en las oscuras artes de la magia, como comprenderás después de invertir mi tiempo en ello, no permitiré que te los lleves por un arrebato -dije clavando mis lobunos ojos en la dama.

La frialdad estaba clara, hablábamos de ellos como un mero negocio, ella desconocía si le serian valiosos, para mi lo eran, pero no del modo afectuoso que tendría un padre al referirse a su descendencia.
-Dicho esto, seré fiel si ese es tu deseo, pero...de vez en cuando y si lo nuestro, algo que dudo, se vuelve un tedio, buscaremos el modo de avivar la llama haciendo lo que sea necesario.
Sabia que eso no implicaría un problema para ella “lo que sea necesario” estaba escrito a fuego en su vocabulario.

Ladeé la sonrisa contemplándola, la verdad es que las reglas del contrato estaban claras para ambos, lo que venia siendo un 50% en todo.
-Haré fabricar un invernadero para ti en mi hogar, del mismo modo buscaremos un lugar para mis “practicas” en tu mansión. Si vamos a vivir a lomos de dos casas, mínimo que sea agradable la estancia en ambas.

Así termino el contrato, dispuesto y sellado con palabras y no rubricas pues no eran necesarias.
El resto de días en Londres resultaron satisfactorios para ambos, no podía negar que esa mujer sabia como mover los hilos.


No dejo de resultar una sorpresa para el patriarca de los Sacro que la “nueva” futura esposa de Lucio le mandara una misiva hasta Italia para quedar a solas.
Al parecer el tema a tratar era importante, lo suficiente como para que esa mujer tuviera los arrestos de ponerse en contacto con alguien como él.
Ciertamente nunca se citaba con nadie que no fuera un conocido, menos se desplazaba a otra ciudad sin un séquito lo suficientemente poderoso como para hacer temblar los pilares del mundo, pero esto se trataba de Lucio, su único hijo.

Quedaron en la sala de un hotel, perfectamente insonorizada por magia y con un campo que evitaría ser objetivo de otros magos tomó asiento en la mea con su puro entre los dedos.
En cada esquina un hombre perfectamente uniformado, en la puerta dos mas custodiaban la entrada y asi la viuda de seda fue guiada hasta su presencia.

Ladeó la sonrisa ante la imagen de la doncella, su pelo cano se movió ligeramente sobre su rostro cando se alzó con galantería para besar el dorso de su mano.
Su acento Italiano era tan marcado como el del propio Lucio, claro que el era infinitamente mas correcto en formas y tiempos.
-Buenos días señorita Damencourt, es un placer conocerla finalmente, admito que la curiosidad me hacia divagar en demasía sobre aquello que nos ha traído hoy aquí, deduzco que sera mi hijo, pues nada mas tenemos en común.

Longinus Sacro, el patriarca del clan, por lo poco que le había contado Lucio era un brujo poderoso. No tenía ni idea de cuáles eran sus poderes, si tendría también control mental como su hijo, o podría manipular la atmósfera, levantar muertos o embotellar la muerte. Pero lo que estaba claro es que debía se run hombre de negocios con la mente muy clara, o de lo contrario no habría llegado a su posición. Erline estaba acostumbrada a tratar con hombres poderosos, y hasta con sobrenaturales que tenían grandes dones, así que no le impresionó ni le acobardó el dispositivo de seguridad, de hecho lo prefería, porque no era de los Sacro de quien tenía miedo.

— Señor Sacro, un placer, y una lástima haber tenido que conocernos bajo estas circunstancias. No quiero hacerle perder su valioso tiempo, así que iré al grano. Como imagino que ya sabrá, he sido prostituta, ahora soy viuda y su hijo me propuso matrimonio. No soy una jovencita impresionable. Sé que su hijo carece de sentimientos, conmigo no ha de fingir, y la buena noticia es que... yo tampoco los tengo, no me molestaré en fingir tampoco con usted. Realmente este matrimonio es un negocio con cláusulas muy claras.— Le dejó sobre la mesa el contrato redactado por los abogados donde se especificaba todo lo que negociaron en Londres. Dejó que el hombre lo leyera con calma para que se pusiera en situación.

— Hasta aquí todo claro y correcto. Pero verá, estando en Londres tuvimos el desatino de entrar en un circo de deformes y que una adivina me leyera el futuro. A su hijo lo drogaron y frente a mi se apareció una bruja de pelo rizado y rubio, de ojos rojos penetrantes y dijo ser la que mandaba en el clan que quiere muerto a Lucio. Me prometió devolverme mis sentimientos si les entregaba el corazón de su hijo en la noche de bodas, la del eclipse. Acepté, no me quedaba otra. Me garantizaron protección y me amenazaron con liquidarme si me iba de la boca.— hizo una pausa observando el lenguaje gestual de Longinus, ¿la estaría creyendo? a fin de cuentas ya había prometido a alguien algo que no iba a cumplir.— por lo que me dijo, no pueden liquidarlo sin más, está en sus leyes no atacarse entre clanes, por eso me necesitaba.— se levantó de la silla y paseó hasta una pared, pues no había ventanas, y se detuvo a observar un cuadro.— A su hijo le robaron los sentimientos mediante magia, con un hechizo. ¿Sabe cómo los perdí yo? me los arrancaron de tanto usarme. Un buen día decidí que no me usarían más a menos que así lo quisiera, y me despedí de ellos. ¿Sabe por qué estoy hoy aquí en vez de callarme como la puta que soy y aceptar el trato que me ofrecieron? porque esa mujer creyó que podía usarme. No me mueve el amor por su hijo, ni ningún tipo de lealtad ni deseo de hacer lo correcto. Estoy aquí por mi propio interés. El contrato con Lucio me satisface y no dude que lo cumpliré punto por punto, pero para eso necesito que esté vivo y tenga un corazón en el pecho. Por otro lado, no negaré que quiero ese frasco que me devolverá la posibilidad de sentir algo en esta vida, quizás pueda sentir amor por los nietos que posiblemente le daré en breve. Pero no puedo hacer esto sola.

Volvió a sentarse en la silla colocando las manos entrelazadas sobre la mesa, mirando con sus ojos de gata directamente al brujo.

— Si me caso con su hijo, pero me llevo al cuarto a un impostor con su cara, que supongo que habrá hechizos para eso... entregaré su corazón, me darán el frasco y entonces pueden llegar ustedes y pillarnos con las manos en la masa de una traición a sus leyes en toda regla. Le estoy ofreciendo la posibilidad de salvar a su hijo y de acabar legalmente con su clan rival. Pero necesito garantías y protección.