Noche en blanco (libre)(+18)

Recuerdo del primer mensaje :

Desde mi matrimonio había tratado de esforzarme como el que mas por ser el hombre que cualquier dama hubiera querido poner en su vida.
Quizás fuera incapaz de albergar sentimientos,  algo que me robaron en la mas tierna infancia mientras dormía de forma apacible en la cuna. Eso me trasformó en un monstruo y la traición de mi esposa, en la bestia que soy ahora.
Había quedado en cinta, yo satisfecho por que mi linaje perdurara, por darle a ese vástago una vida que a mi me fue arrebatada, puse en él toda mis esperanzas y la imprudencia de mi mujer me arrebató la esperanza y en parte la razón.

Entre en una taberna oscura, bastante sombría pero abarrotada de gente, que posiblemente como yo deseaban tomar unas copas sin ser molestados.
El olor a alcohol entraba en mis fosas nasales acompañado de humo de tabaco, de opio y alguna otra sustancia entremezclada con sudor y sexo.

Me acerque a la barra y pedí una jarra de cerveza, que me fue servida de inmediato.
Hundí mis labios en el vidrio oscurecido de la taza y deje que aquella dulce bebida alcohólica calentara mi garganta y con ella mi cuerpo.
Deje reposar la bebida un instante sobre la mesa, era larga, de madera de roble llena de betas. Aquella noche nada me detendría, la oscuridad me consumía. Relamí mis labios sin soltar el mango dispuesto a seguir bebiendo sin pausa.
La búsqueda me había dado sed, y para que mentir la desesperación ganas de olvidar por una noche lo que buscaba.

Me fije en mi alrededor, la gente ya bastante ebria en su mayoría reía a carcajadas, ajena a sus problemas, podía sentir varias auras inmortales en el recinto, mas ninguna parecía desear problemas y al igual que yo hundían su cabeza en alcohol posiblemente tratando de olvidar como yo distintas afrentas.

Ladeé la sonrisa escuchando sus palabras, sin duda alguna la araña sabia tejer su maraña, estaba decidida adarme una lección con sus afiladas palabras.
Al parecer las dejaba caer frente mis pardos ojos enredador con la seda que ella sola creaba.
-Bueno, sobre el amor no tengo inconveniente ninguno en que jamas seas capaz de amarme, eso sera reciprocó a decir verdad -apunté de forma mordaz -mi incapacidad de sentir es lo suficientemente esclarecedora para ti como para saber que no miento en ninguna de las afirmaciones que hago.

Paré un instante dando un trago a mi copa de vino para centrar de nuevo mis lobunos ojos en la araña.
-Os contaré una historia ya que disponemos de tiempo. Como ya sabéis soy un hechicero, provengo de una larga estirpe de ellos y para seros sincero mi linaje se remonta al mas antiguo y poderoso de los aquelarres.
Mi padre dirige el cónclave de los distintos clanes, como sabrás, no siempre llueve a gusto de todos y otro de los aquelarres no parecía estar muy contento con las decisiones tomadas por mi linaje, así que mientras dormitaba en la cuna, su venganza llego por la ventana.
Una hechicera me arrebató la capacidad de sentir, mis padres han tenido que lidiar con eso desde ese día hasta hoy.
La única esperanza para mi aquelarre es el hijo que he de engendrar, pero hasta ahora...parece que la maldición sigue extendiéndose a mi congenie.

Ladeé la sonrisa contemplando sus verdes.
-No quiero que mi mujer retocé con otros en el lecho, no es cuestión solo de no criar hijos ajenos, ni de no convertirme en le cornudo de la clase lata, algo que a decir verdad me desagradaría, es cuestión de amor propio y de que no quiero que la madre de mi hijo se folle a vampiros, licantropos por mucho que me estipule en un contrato que no me traerá a casa pequeños bastardos.
Espero que eso le deje las cosas claras antes de tomar una decisión, que sinceramente no urge en este viaje en absoluto.
Si no sois vos otra aceptará..es cuestión de perspectiva Erline.

La araña disfrutaba de la tortura dialéctica tanto como la que se pudiera inflingir mediante el deseo no saciado o los juegos duros en el lecho. Afiló de nuevo la sonrisa, y perspicaz como era le contestó al brujo sin tapujos.

— Eso de que otra lo hará... es mucho suponer. Hasta ahora no se puede decir que el resultado haya sido el esperado para usted. Hum... perspectiva. Cierto. Desde mi perspectiva lo veo de este modo: cualquier imbécil puede darme hijos si lo deseo, sin contrato, ni condiciones ni nada similar, puedo tener al hombre que desee besando el suelo por el que yo pise. Sin embargo encontrar a la mujer que quiera entregarselo todo a cambio de... nada. Eso es más complicado. Pero siempre puede dominarlas y obligarlas ¿no es así?

Se levantó de la silla llevándose la copa en la mano y se apoyó en la baranda dejando que la brisa enredase los mechones sueltos de su peinado, sujeto con los palillos orientales, los punzones que Lucio ya conocía bien.

— Además de su capacidad para sentir, ¿le arrebataron también la de observar? porque yo creo que no conoce en absoluto a las mujeres. Ya que descartamos a las pobres diablas que anteponen el dinero en sus prioridades por pura necesidad, le diré que la mayoría no viven para el vil metal. En su fuero interno sólo quieren ser las reinas de su casa, que su marido las corteje sin fin hasta el día del juicio final, que las veneren en la cama noche tras noche aunque no sean la más bonita de la fiesta... amor en definitiva. Devoción, respeto. Eso es lo que las mujeres desean. El dinero cuenta, una buena vida cuenta...pero pregúntelo a unas cuantas y la mayoría regalarían su fortuna por una vida feliz en paz y amor. Dígame señor Sacro ¿cree que encontrará en esa fiesta alguna que quiera tirar su vida soñada por el retrete para pescar un marido que la ignore y se vaya con otras mientras ella sólo cria hijos y compra vestidos?

Sonrió entre dientes, quizás estaba tensado la cuerda más de lo que debía, pero si él no quería quemarse, que no se acercase al infierno.

— Le ayudaré. Iré a ponerle velas a San Judas.

Tenia que reconocer tener frente a mi un rival digno, cierto era que yo nada podía ofrecerle que no pudiera conseguir por sus propios medios.
No dudaba ni por un momento que podría, de habersele despertado ese instinto fecundar hijos, es mas, si se lo propusiera hasta del mismo rey convirtiéndose así en su concubina..pero...allí estaba conmigo y no con otro rumbo a Londres ¿casualidad? No, yo no creía en el destino y menos aun en las casualidades.
-Como bien a dicho antes, no huelo a viejo y le resultará fácil soportar mi peso sobre el suyo cuando duerma roncando -apunté con cierta diversión en mis palabras.
Confiaré en que mi presencia y mi arrebatadora verborrea sea suficiente para que una dama me lo dé todo a cambio de...¿nada?

Los dos eramos unos depredadores natos, sabíamos jugar a las cartas, black Jack contra mentiroso y ambos barajábamos y repartimiento como mejor nos convenía.
No íbamos a dar nuestro brazo a torcer, eso era algo que yo ya sabia.
Ella quería seguir siendo libre como un pájaro y yo enjaularla en una cárcel dorada..mala combinación para una negociación.

Dejé que una carcajada escapara de mis labios ante sus palabras, había perdido los sentimientos, no así la capacidad de observar.
-Nunca he dicho que no trataré a esa mujer como una reina, todo lo tendrá y se lo pondré a sus pies con una palabra pronunciada, a fin de cuentas sera la madre de mi descendencia, la idea de torturarla no se me pasa por la cabeza -hice una pausa ladeando la sonrisa -a no se claro que le vayan ciertos juegos en oscuras cámaras de rojo satén.

Medité sus ultimas palabras, puede que tuvieran cierta razón ¿que mujer en condiciones abandonaría ese sueño de cuento de hadas que les meten en la cabeza desde su mas tierna infancia para estar con alguien como yo?
Me encogí de hombros contemplando sus esmeraldas
-ponga pues unas velas, veo que será arduo mi trabajo, no por ello carente de interés ¿no cree? Como buen depredador me gusta asediar a mi presa, quizás descubra cierto placer en la caza y me ate a sus piernas -aseguré con una ladina sonrisa.
-espero que no os arrepintáis después de haber rezado a vuestro dios por que interceda por mi.

Lo cierto es que estaban en tablas. Habían sido expuestos los términos del contrato que querían cada uno de ellos, y la negociación se antojaba ardua y con escasa probabiblidad de tener un final satisfactorio, pero ¿qué era la vida sin retos? Seguirían hablando del tema más adelante, ahora las palabras ya sobraban, quedana unas horas hasta llegar a Londres y tenía intencion de usarlas de otra forma mejor. Llevó a Lucio hacia el camarote asignado y se enredaron entre las sábanas, sería una buena forma de empezar ese viaje. Hacía semanas que no echaba un polvo, no se había prodigado mucho fuera de la mansión, prefería rumiar sus asuntos en la intimidad de su casa, y el sexo tampoco le resultaba necesario, había tenido tanto en su vida que ya era algo accesorio, menos que un trabajo. Y una dama rica no necesitaba trabajar. Pero como los buenos postres, se podía vivir sin ellos, sin embargo a veces el deseo pinchaba e incitaba a ir a buscar uno a la cocina. Como ese día, le apetecía sin más, darse un festín de carne con Lucio.

El asalto duró las tres o cuatro horas que llevarían al barco hasta St. Pancras al amanecer. Descansó una hora tumbada al lado del hechicero, sin la necesidad de abrazarlo o tocarlo, tan sólo con el brazo alrededor de su almohada, y cuando empezaron a vislumbrar el humo de las fábricas a ambos lados del Támesis, se levantó para vestirse.

— ¿Qué le apetece hacer después de dejar las maletas en el hotel? hay una joya que quiero comprar, la tienen en Tiffany. Quizás de paso podamos encontrar un anillo para su próxima esposa.— le guiñó el ojo y sonrió ladina.— He leído en una revista que tienen un museo de cera de los horrores, puede ser curioso verlo.

Pasamos horas enredados en el lecho, no dejamos una parte de nuestros cuerpos por desafiar, nos devoramos hasta consumirnos de tal modo que el sueño se apiado de nosotros.
Nuestras bocas se besaron cocinándose a fuego lento, pero cuando el sopor nos pudo cada uno durmió a un lado del lecho remarcando esa distancia tan necesaria para nosotros.

Una vez el barco atracó en puerto nos desplazamos por la rampa para desembarcar en un muelle bien custodiado por guardias y algunos hombres que lista en mano se encargaban del registro de los pasajeros.
Dejaríamos las maletas en el hotel y como la dama había sugerido iríamos a esa cara joyeria donde según ella quería adquirir una joya para su colección.
-Algo me dice -apunté hundiendo mis lobunos ojos en la araña -que elegirás ya de paso el anillo de compromiso por si de forma casual recae sobre vos ¿cierto? -pregunté con una engreída sonrisa.

Puede que el trato no resultara ventajoso para ella, pero... el escorpión tenia el arrojo suficiente como para enredarse en la telaraña y salir airoso del encuentro con el arácnido.
Caminamos por las oscuras y algo tétricas calles de Londres, consumidas por el vapor del carbón piedra y la niebla del rio Tamesis.

Nos habíamos alojado en un hotel construido recientemente en el barrio mas ostentoso de la ciudad, calles nuevas construidas en barrios nuevos. Sus calles rectas y espaciosas y sus casas estaban edificadas con sótanos que protegían de la humedad el resto de habitaciones y pequeños pórticos con columnas que servían de cobertizo a la puerta.

Íbamos riéndonos, hablando de algunas de las personas que ambos conocíamos en París, no hicimos referencia alguna al crimen cometido, eso parecía haberse convertido en nuestro pequeño y excitante secreto.
-Dicen que hay muchos rateras en esta ciudad -susurré con picardia -las noches pueden estar plagadas de depredadores -apunté con diversión.
Era consciente de que nosotros eramos los peores que estas calles podían acoger y aun así, la idea de pasear por ellas al anochecer iba tomando forma en mi cabeza.

Nos detuvimos en la joyería, los escaparates eran inmensos, desprendían elegancia y la sonrisa pérfida de la dama me hizo relamerme los labios.
-Entremos, estoy seguro que daremos con el anillo adecuado, estoy seguro que si vos lo elegís le agradaría a mi futura esposa.

En Tiffany's el ambiente era muy exclusivo, les atendieron como si fueran lo más granado de la alta sociedad al escuchar su acento parisino y ver sus ropas, las de la dama de un exquisito gusto oriental de seda. Se veía a la legua que era una mujer de caprichos caros y gustos algo excéntricos, una cliente potencial para engatusar. El caballero se notaba que tenía potente billetera, así que esa pareja de pronto se convirtió en el centro de las miradas.

Erline preguntó directamente por la joya Aracne. Un collar de esmeraldas y oro del cual pendía una araña dorada y jade, muy acorde a la mujer, con aquellos ojos verde aguamarina. Sabía que Lucio entendería el por qué de aquella compra.



Podía tener las joyas que le diera la gana, su fortuna se lo podía permitir, pero había leído sobre esa en particular que perteneció a la empreatriz de la India y que estaba "maldita" porque todas las reinas que la portaron tuvieron finales trágicos. Pero ella no era una reina. Quizás tuviera una maldición pegada, esperaba que Lucio lo averiguase ¿acaso no era brujo? ¿para qué servía entonces un brujo si no podía sentir esa magia?

Satisfecha extendió el cheque con el pagaría la joya y se dirigió al hombre.

— vamos querido, siéntate a mi lado, veamos si podemos encontrar ese anillo tan especial.— le sacaron varias bandejas con anillos "ordinarios" de muchos kilates y piedras preciosas gruesas y ostentosas, pero la dama puso mohines de disgusto.— Quiero algo mucho más especial, como la joya Aracne...seguro que tiene algo exclusivo. El matrimonio es una cárcel ¿no cree? una promesa que uno promete no romper, vendiendo así su libertad a otra persona. Estoy segura de que tendrá algo que se ajuste más a eso.

La dependienta se perdió por una puerta y regresó al rato con un estuche de terciopelo rojo sobre el que descansaba aquel anillo de platino con los nudos celtas y un enorme diamante negro. La sonrisa de Erline se ensanchó cuando lo vio, pidió a la mujer que les dejase un rato de intimidad.

— Querido, estoy seguro de que será perfecto para la mujer que acepte, esos nudos simbolizan lo atrapada que estará en tus manos y el diamante es tan negro como tu propia alma.

Regresamos al hotel para dejar las joyas a buen recudo, sin duda alguna ambas poseían un valor incalculable, no podía haber elegido mejor alianza que esa que mostraba la cruenta oscuridad que albergaba mi alma.
Ahora solo me faltaba un dedo por el cual deslizar la argolla, la eterna prisión para una joven doncella condenada a adentrarse en la boca del lobo.

El colgante desprendía cierta remanente de poder, habían hablado de que una maldición residía en el, posiblemente era una leyenda, la inmensa mayoría de estos objetos estaban sujetos mas a desdichadas casualidades que a maldiciones milenarias.
Peor en esta ocasión algo me llamaba a tocarlo, a admirar de cerca ese arácnido que colgaba en tonos verdes de la cadena de oro.

Erliné estaba retocándose frente al gran espejo, enredaba sus castaños bucles en sus dedos peinándose ligeramente.
Habíamos decidido tras dejar las joyas en la caja fuerte acudir a comer a uno de los restaurantes mas famosos de Londres.
Los dos eramos jóvenes, guapos y con dinero, el mundo podía estar a nuestros pies y no darnos ni cuenta de ello porque no disfrutábamos de casi nada de lo que saboreábamos.

Antes de meter las joyas, saque de la caja aquella pequeña reliquia, una preciosa joya de esmeralda en forma de araña que sujete contra la palma de mi mano, contemplando aquel fulgor que parecía pronunciar mi nombre.
Magia, poseía magia y quería descubrir cual era el poder de esa maldición.
Pronuncie unas palabras mientras movía los dedos de mi otra mano sobre la araña, cuando sucedió algo que no esperaba.
Como si un mecanismo extraño se activara los colmillos de la araña se hundieron en mi piel, el oro se clavo en esta y de la esmeralda salio un liquido que se inyecto por medio de los huecos colmillos dentro de mi piel.

Apenas tuve tiempo de pronunciar el nombre de Erline cuando caí al suelo con la mente nublada y una sucesión de visiones que pasearon delante de mis ojos prendidas en llamas.
Jadeaba con la frente perlada en sudor, me costaba respirar, lo peor es que conociendo a Erline no sabia si me ayudaría o por ende me remataría.
Solo conocía una historia sobre Aracne, pero desconocía si algo tenia que ver con esta joya.


… Por aquellos tiempos vivía en Grecia una doncella que respondía al nombre de Aracne. Guapa, joven y encantadora, hubiera sido amada por todos si no hubiese sido por su excesivo orgullo, no de sus cualidades personales sino de su habilidad en las labores de costura.
Aracne pensaba, vanidosa, que nadie podría igualar el trabajo realizado con sus hábiles dedos, por lo que proclamó a bombo y platillo que no dudaría en comparar sus habilidades con las de Minerva, diosa de la guerra, de la sabídura, de la paz y la prosperidad, además de diestra con su aguja de bordar.
Lo proclamó con tanta frecuencia que al final la diosa se sintió molesta, dejando su asiento en el alto Olimpo para castigar a la doncella. Disfrazada de vieja, entró en la casa de Aracne, se sentó y comenzó a conversar. En pocos minutos, la doncella había vuelto a las andadas, renovando sus temerarios alardes. Minerva le aconsejó de forma amable que fuera más modesta, puesto que podría atraer la ira de los dioses con sus presumidas palabras; Aracne estaba tan cegada por su vanidad que desdeñó la advertencia, sacudió su cabeza con coquetería y declaró que desearía que la diosa pudiera oírla; propuso una competición, en la que ella sería capaz de probar la certeza de sus afirmaciones. Este discurso insolente acaloró tanto a Minerva que se deshizo de su disfraz y aceptó el reto. 
Ambas prepararon sus telares y comenzaron a tejer exquisitos diseños en tapiz: Minerva eligió como tema su competición con Neptuno; Aracne se decantó por el secuestro de Europa. Las bellas tejedoras trabajaron en silencio mientras sus tapices cobraban forma bajo sus hábiles dedos. Los dioses congregados, el caballo, el olivo, todos  parecían cobrar vida y movers en el trabajo luminoso y rápido de Minerva. 
Aracne, mientras tanto, trabajaba en su toro nadando, las olas chocando contra su amplio pecho y la mitad entretenida, mitad asustada, chica que se sujetaba a los cuernos del toro, mientras el viento jugaba con sus atavíos. 
Tras dar los toques finales, cada una se aprestó a contemplar la obra de su rival, y después del primer vistazo Aracne se vio forzada a admitir su fracaso. Ser superada tras todos sus orgullosos alardes, fue ciertamente muy humillante. Amargamente se arrepintió Aracne de su disparate; sumida en la desesperación, rodeó una soga alrededor de su cuello y se ahorcó. Viendo que su desconcertada rival estaba apunto de evadirse, Minerva se apresuró a convertir su cuerpo colgado en una araña, condenándola a tejer y girar sin descanso como advertencia a todos los mortales engreídos.>>

La curiosidad de Lucio le provocó una mala pasada, porque la joya Aracne era un objeto arcano y maldito, quien la tocaba se envenenaba con la sustancia que provocaba las visiones, y como objeto peligroso, debía ser custodiado correctamente en el almacén de La Logia, en el departamento de Objetos Oscuros.

Erline escuchó como rebotaba la cabeza del brujo contra el suelo y se levantó de golpe, dejando caer la silla con estrépito. Corrió hasta él y se arrodilló en sobre la cara alfombra del suelo de la suite y tomó con sus manos la cara del hechicero, pero éste parecía sumido en un trance o algo similar. Lo abofeteó sin piedad exigiéndole que volviera en si.

— ah! estúpido brujo!! regresa!! no te mueras ahora, o me colgarán el muerto a mi...

Porque la realidad era que se preocupaba más de su propia libertad que del estado de salud de Lucio. Bueno, pensándolo friamente, mejor que le hubiera pasado a él y no a ella, al menos había sido de utilidad invitarlo. Nadie dijo que la Viuda de Seda fuera una hermanita de la caridad, y eso no iba a cambiar en las presentes circunstancias.

Convulsionó y los ojos del hombre se movían raudos bajo los párpados cerrados. Estaba siendo testigo de algo, viajando por algún lugar al que ella no podía acceder. ¡Cómo envidiaba esos dones! igual que las habilidades de Black el monstruo. Ella era una simple mortal sin más dotes que las de una gran actriz, un cuerpo para el pecado y la ausencia total de escrúpulos para usarlo en su propio beneficio. ¿Cómo funcionaría eso de la magia? ya sabía cómo funcionaban los vampiros, por mordedura, pero desconocia si la magia erasiempre innata o se podía aprender, anotó mentalmente preguntarle a Lucio si despertaba.

Y hablando de despertar...se levantó y cazó la cubitera llena de hielos y agua para el champán, sacó la botella y le echó el agua helada al hechicero por encima. Si eso no lo despertaba...tendría que hacer las maletas y largarse de Londres cuanto antes.

Lucio se levantó gruñendo y despotricando, la agarró del cuello a modo de acto instintivo, pero la terminó por soltar. Después de recuperar un poco la claridad de mente, le contó a Erline lo que había visto. La viuda se mesó unos mechones pensativa.

— así que la ladición de ese collar castiga a los humanos engreídos.. ¿y cuál es su efecto? la muerte? las leyendas dicen que las reinas que lo poseyeron han acabado muertas violentamente...pero yo no soy una reina y no voy a desafiar a una diosa, tan sólo a un escorpión..— afiló la sonrisa. ¿Pecaría de engreída si se la ponía?bueno, le gustaba tentar la suerte, a eso habían venido a Londres ¿no? a buscar algun sentimiento estimulante, el que fuera, aunque se tratase del peligro o del miedo.

Abrí los ojos de golpe por el helor del agua y el impacto de los hielos contra mi rostro casi desquebrajando mi piel.
Rugí alzando la mano en un acto reflejo apoderándome de su delicado cuello y con el entre mis dedos me pregunté cuanto mas tendría que presionar para quebrarlo y poner final a la viuda de seda.
-Esperaba besos, caricias y quizás alguna mamada -aseguré con picardia contra sus labios sin dejar que ni una brizna de aire pasará por su garganta.

Finalmente aflojé cambiado mi gesto sombrío por la típica mascara de la indiferencia que en mi caso no era tal, pues la inmensa mayoría de las cosas me daban igual.
-Pero supongo que estaba mas caliente que tu alma -apunté ladeando la sonrisa, no por ello sin razón en mis palabras.

Me alcé del suelo secando con mis dedos los restos de agua mientras negaba quitándome la chaqueta y comenzaba a desabrochar la camisa para cambiarme de ropa.
-Quizás deberíais plantearos mi señora si es la joya adecuada para colgar de vuestro cuello, no seré yo quien os diga que vuestra virtud no es la humildad.
¿Sus consecuencias? -me encogí de hombros antes de deslizar la camisa por ellos – poneros la joya y las descubriremos ¿no hemos venido a eso mi preciosa dama?

Mi maliciosa sonrisa se dejó entrever en sus esmeraldas.
-También podéis prestarla a alguna reina a la que deseéis ver muerta, seria un gran presente si algún día os hicierais cortesana de un rey...ya me entendéis -apunté caminando hacia la habitación para vestirme de nuevo.
-¿Vamos a salir no? O tenéis algún plan mejor sobre el lecho -apunté con picardia a la que había ofrecido el puesto de mi futura prometida.

Regresé a su lado deslizando mis ojos por su inmaculado cuello ahora marcado por mis dedos, ladeé su rostro contemplando con mis lobunos ojos su tez.
-Es excitante ¿no creéis? -pregunté tirando de ella para que se viera en el espejo impactando su espalda contra mi pecho -lo débil que es la carne -expliqué susurrando en su oído suavemente.
Su pelo era mecido por mi aliento cálido antes de depositar un tibio beso en las marcas de su cuello.
-¿Vamos señorita? -pregunté tendiéndole el brazo con galantería.

Pues sí, a eso habían venido a Londres, a divertirse, a encontrar algo excitante que les sacara de la rutina en la que se sumía una vida carente de emociones. Decidió colocarse el collar Aracne y al hacerlo dejó al descubierto las marcas de los dedos de Lucio. El brujo se colocó a su espalda hablándole al oido sobre lo débil que era la carne. Entornó los ojos de gata y esbozó media sonrisa reflejándose en el espejo. Buscó con su mano la del hombre y se pegó más a él impactando con su trasero en las partes nobles del hechicero y después se dio la vuelta elevando un poco la barbilla para enfrentarlo cara a cara, haciendo que sus labios apenas estuvieran separados por unos milímetros.

— afortunadamente para mi... así puedo adivinar la debilidad de cada carne y negociar el precio del paraíso...así que... ¿besos, caricias y una mamada? me va a salir barato, señor Sacro.

Deslizó su lengua por el labio inferior del brujo y se separó de él cogiendo la esponja de maquillaje y tapando las marcas del cuello para luego tomar el brazo que le ofrecía.

— Pongamos a prueba la maldición de este collar, a ver si es cierto que nos persigue la mala fortuna para darnos muerte. Y si no es así... al menos puede invitarme a cenar. Dicen que en Richoux, en Picadilly, sirven el mejor marisco de las islas.

Salieron del hotel y tomaron un coche hasta el centro de la city observando la bulliciosa, maloliente y gris capital del Támesis. Bajaron en la plaza de Picadilly y se encaminaron al restaurante, en el cual no se podía cenar sin reserva, pero Lucio obró "el milagro" con sus dotes persuasivas especiales.

— Señora....? me permite el abrigo?.— el mâitre se inclinó un poco ante ella pidiéndole la prenda.
— Sacro. Es usted muy amable, mi marido y yo le estamos muy agradecidos, estamos celebrando nuestro aniversario..— Mintió como una bellaca, por el puro placer de mentir, porque sí, porque podían hacerlo, porque no importaba en realidad. El hombre se apresuró a traer una botella del mejor champán y se deshizo en atenciones con ellos.
— ¿Lucio Sacro?... así que por fin has sentado la cabeza!!! ¿es esta tu esposa? acabo de escucharlo!! eres un bribón!!.— un hombre que estaba de espaldas se levantó y se encaró al brujo, y con gran familiaridad le estrechó la mano y le palmeó la espalda. Era un viejo conocido de la familia Sacro que no había asistido al enlace porque hacía años que en teoría se había ido a América por negocios, pero al parecer volvía a estar afincado en el viejo continente.

La araña no se pensó ni por un instante el colgar aquel collar maldito de su cuello, me excitaba su valor, mas no tanto su estupidez. La magia es peligrosa, siempre tiene consecuencias y las maldiciones no han de tomarse a la ligera, mas tampoco seria yo la voz de su conciencia, a fin de cuentas buscar su bien implicaría tener algún tipo de sentimiento por ella y eso bien sabíamos los dos que era imposible.
Claro que yo tenia escusa pero... ¿y ella?

El trayecto en el coche fue excitante, admito que mis manos recorrieron su piel en mas de una ocasión y mi boca templó la suya regalandole unos besos no necesarios, mas si placenteros.
Nos apeamos en la puerta del afamado restaurante, las reservas estaban hechas con un año de antelación, mas por suerte, con un par de palabras el recepcionista encontró mi nombre entre ellas tomando de inmediato el abrigo de la dama para guiarnos a nuestra mesa.
Mi mano en la parte baja de su espalda, me gustaba lucirla, sentir como los,ojos de los hombres se clavaban en ella, no había resquicio de celos, peor si me abordaba un calor. Supongo que a todos nos gusta sentirnos dueños de tan monumental tesoro.

Sentados a la mesa escuché una voz a mis espaldas, un viejo amigo de mi padre que había captado como mi preciosa “mujer” se había presentado como una Sacro.
Me alcé para estrechar su mano y de nuevo coloqué mi mano en la espalda medio descubierta de mi señora para hacer las presentaciones oportunas.
-No se como he tenido tanta suerte -apunté con una sonrisa en mis labios -mas dios me ha bendecido con una mujer bella e inteligente -dije haciéndole un cumplido a la dama que me miraba con una medio sonrisa en los labios.

El hombre alegó que había conocido la noticia de mi enlace, que le habían descrito a la novia con una belleza sin igual, mas que no imaginaba hasta que punto era cierto.
No faltó el preguntarme por la descendencia, algo que mi familia esperaba con demasiado interés.
-No se podrá decir que no lo intento, mas los dioses parecen no bendecirme con un heredero.

El hombre quitó hierro al asunto alegando que eramos jóvenes y que llegaría cuando menos lo esperáramos. Complacido por el encuentro regresó a su mesa asegurándome que en un par de semanas pasaría por París y que le gustaría ser recibido en nuestra mansión por el feliz matrimonio.
Enarqué una ceja, eso del matrimonio era una patraña, ahora tendría que arreglármelas para que los rumores de mi separación no llegaran a oídos de mis padres.
-Claro, cuando queráis allí estaremos ¿verdad querida? -pregunté depositando un casto beso en su mejilla.

Mis ojos se giraron cuando una sombra se asomó por el ventanal, mas cuando miré, parecía haberse disuelto como el humo negro, quizás solo fueran paranoias mías, mas desde que desembarque en Londres tenia la sensación de que alguien nos seguía.

Nos llenaron las copas de vino tomando así la comanda de aquello que deseábamos tomar, el mejor marisco era servido en ese restaurante.
-Querida, no quiero otra cosa mas allá que complaceros, con suerte, os emborracho y esta noche, entre besos, caricias y alguna... -ladeé la sonrisa -os hago un hijo. ¿Que me decís señora Sacro?

La mentira de Erline había establecido un juego peligroso pero excitante; al antiguo conocido de la familia de Lucio se la había colado, pero las mentiras tienen las patas muy cortas. Sin embargo ambos eran especialistas en fingir y no tener remoridimiento por ello, así que si alguien era capaz de mantener una compleja pantomima en marcha, eran ellos dos. Sonrió y se dejó achuchar por Lucio, emplezando al hombre a visitarlos a la mansión Sacro en París.

Se sentaron en la mesa y pidieron marisco y vino, Erline estaba risueña, fuera de París, donde nadie la conocía y no podían juzgarla, diríase de vacaciones. Y además en buena compañía. La joya Aracne lucía en su escote refulgiendo bajo las luces del restaurante.

— Tendremos que fingir ser un bonito matrimonio hasta que encuentres a tu verdadero amor.— sonrió pérfidamente, pues sabía que Lucio era incapaz de amar, pero él pillaba el chiste perfectamente.— Admito que no me costará mucho, el plan del marisco, vino y noches en blanco está resultando ser muy placentero.— Sorbió una ostra con glotonería y tomó un sorbo de vino después para cruzar las manos bajo la barbilla y mirarlo.— ¿qué sucedería si por un casual, como dices... engendrase un vástago? creo que parir no es mi peor reticencia, cuanto más lo pienso, creo que es el matrimonio lo que me detiene. No quiero vender mi libertad.

Eran muchas las dudas que detenían a Erline. Ni siquiera el firmar un papel la iba a esclavizar. Sólo el amor esclaviza, las razones para desear salir de un matrimonio principalmente serían el desear estar con otra persona ( y eso era altamente improbable, pues eran tan incapaz de amar como Lucio) o tener que aguantar maltrato. Llevaba toda su vida lidiando con eso. Podía soportar la indiferencia, los juegos de sexo duro, los golpes y las humillaciones. Se la traía todo muy floja. Poco podía hacer el brujo para retenerla realmente y tendría que esforzarse muy mucho si quería hacerla infeliz, porque estaba tan vacía que nada más podían arrebatarle. No traía ilusiones ni expectativas que pudieran ser defraudadas, así que no había peligro de sufrir. Pero Erline tenía una especie de código de conducta, ella prevalecía siempre, aguantaba en pie siempre, se salía con la suya siempre aunque tuviera que cumplir poniendo de su parte. Y cederle todo el control de su vida a otro sin estar segura de que iba a ser así... era asunto complejo.

Observó a Lucio girarse a mirar la ventana y frunció el ceño.

— ¿va todo bien? avísame si pasan cosas...raras. Mágicas. Ya sabes.

Erline se reía maliciosa por el lio en el que me había metido, ahora tendría que fingir ser mi mujer, aunque si teníamos que ceñirnos estrictamente a sus palabras “hasta que encontrara el amor” seria para siempre.
Reí divertido por su doble juego, mas aun cuando me dijo que ser madre no era lo que la frenaba si no tener que perder la libertad, unirse a mi implicaba dejar de hacer ciertas cosas que le placían y a las que no estaba dispuesta a renunciar.

Lo entendía perfectamente, no tenia nada que ofrecerle que quisiera, lo que podía querer de mi ya se lo daba sin necesidad de atar su vida a la mía, diversión, frenesí y aventuras...el sexo podía conseguirlo con cualquiera y aunque los dos nos entendíamos en la cama sobradamente la carencia de sentimientos convertían el acto en algo animal.
-Creo que en el fondo, aunque dices que no buscas el amor, si lo haces, me refiero a que deseas sentir pero no lo consigues seguramente porque la vida te ha hecho piedra el corazón, asi que te conformas conmigo porque te sientes acompañada en tu desdicha.

Guardé un instante silencio, no iba borracho como para hablarle de mi, así que..simplemente prolongué ese silencio callándome lo que iba a decir, un vació que se notó aunque posiblemente tampoco le importo, a Erline no le importaba nada ni nadie mas que ella.
Ella no sentía por decisión propia, se había hecho fría a base de golpes que le había dado la vida, yo sin embargo si quería sentir, solo que me habían arrebatado esa capacidad en la cuna pero ni por un instante había dejado de buscar a aquella mujer que un día me lo arrebató todo y cuando la encontrara lo pagaría caro.

Cuando me preguntó que había visto enarqué una ceja.
-Me ha dado la sensación de que alguien nos sigue, peor no noto aura alguna, como si una protección cubriera el rastro de nuestro acompañante...sigamos haciendo nuestra vida, ya le daremos caza en algún instante.
Puedes estar tranquila, a mi lado no va a pasarte nada amor mio -apunté con cierta malicia.

Aquella verdad revelada a medias dolía un poco. Ciertamente no fue siempre así, como era ahora. Pero apenas recordaba nada de cuando era pequeña, había borrado todo rastro de recuerdo feliz y cálido, sólo servían para engendrar más dolor. Se desprendió de todo cuando se quedó sola ante el mundo y tuvo que aprender para sobrevivir y triunfar.

— Puede que sea como dices, siempre ando en búsqueda de algo que me haga sentir, que me saque de esta especie de ...hum... hastío vital. Pero no lo encuentro, y eso es así, es una realidad que no se puede disfrazar. A ti te pasa algo parecido, y bueno, ya sabes lo que dicen...— esbozó media sonrisa y susurró divertida.— mal de muchos consuelo de tontos... aunque no sé si alguno de los que compartimos esta mesa somos tontos, la verdad. Me gusta el gusta el juego tanto como a ti.

Bebieron más vino y comieron todo el marisco que les apeteció, coronando la cena con un delicioso postre.

— entonces si mi querido "esposo" dice que estoy a salvo, es que así será.— le guiñó el ojo lamiendo la cuchara donde todavía quedaban restos de chocolate caliente. Ambos eran de piedra, fríos como témpanos glaciares, pero luego podían retozar empapados en el calor del deseo, ese que no les comprometía y que no les ahogaba.— ¿y bien? ¿qué plan tenemos para continuar tras la cena? yo ya he elegido mi plan al ir a comprar las joyas, elige tú lo que vendrá después. Quid pro quo, Lucio. Es mi regla de oro… todo tiene un precio en esta vida, no quiero guardar deudas y no quiero que nadie me deba.

Si la vida era un gran negocio, ella estaba dispuesta a negociar, quizás entre unas cosas y otras pudiera ser placentero hacer esos negocios, como ahora con el brujo. Hablaban el mismo idioma y no había riesgo de malentendidos, que seguramente había sido lo que había pasado con la joven esposa del hechicero. Ella tendría ilusiones y expectativas que no se pudieron cumplir, y una vida entera así... para quien no era capaz de verlo de otro modo, sería infeliz y terrible. Pero no era el caso de la Viuda.

Ladeé la sonrisa contemplando a aquella mujer, no le costaba reconocer ante mi su vació, no muy diferente al mio aunque por motivos muy distintos en los dos reinaba la gelidez de nuestro corazón, incapaces de sentir por motivos distintos los dos eramos dos depredadores natos que aun sin reconocerlo se consolaban como tontos.
Prendíamos cuando nuestros cuerpos se tocaban, el deseo con ella era mas fuerte de lo que lo fue nunca con otras, pero solo era eso, el modo en el que mi cuerpo reaccionaba ante el suyo, los orgasmos potentes que esa mujer me proporcionaba y en cierto modo se convertía en una eclipsante droga necesaria para mi día a día.

Para mi el matrimonio con ella era todo ventajas, para ella una tortura pues perdía la libertad y no sabia bien que ganaba, creo que nada, aun así yo barajaba las cartas con un farol entre mis manos por si la cosa colaba y se convertía en mía.
-Y si vamos a un pub que hay en los barrios bajos Pub ‘The Frying Pan’ (La sartén) situado en el número 13 de la calle Brick Lane. 
Sus calles cercanas están llenas de prostitutas, dicen que a ese lugar acuden muchas para cenar y beber algo que les ayudé a seguir en la triste noche londinense vendiendo sus cuerpos ¿que me dices?

Whitechapel es uno de los barrios históricos de la ciudad de Londres; situado en la orilla norte del Thamesis y al este del centro histórico de la ‘City’, este barrio, conocido como el East End
 Este barrio se había convertido en uno de los lugares más sórdidos y peligrosos de la capital inglesa. La llegada de miles de inmigrantes rurales y de otros países de Europa atraídos por la creciente industrialización concentró en lugares como éste a miles de familias trabajadoras de bajos recursos. En Whitechapel se concentraban más de 60 burdeles que daban sustento a unas 1.200 prostitutas.

De seguro Erline, mi pequeña y peligrosa araña entendía por donde iban los tiros ante mi propuesta.
-Podemos de seguro encontrar alguna droga potente que caliente nuestros cuerpos, aunque admito que no necesitas mucho para eso viuda de seda ¿o os debería de llamar futura esposa?

— ¿A Brick Lane? por qué no...— sonrió de medio lado. Ese barrio suburbial y sórdido escondía millones de rincones infrahumanos, de seguro allí podría encontrar algun pasatiempo diferente.— Bueno, al parecer para el amigo de su familia ya somos matrimonio, así que no me importa mantener esta farsa, querido esposo.— le lanzó un beso volado, terminó su postre, pagaron la cuenta y se marcharon rumbo a Whitechapel, donde la más calamitosa humanidad se arrastraba en aquella ciudad efervescente que evolucionaba al fuego de la industria.

Cruzaron algunas calles donde rateros y pillos correteabn pidiendo monedas y rajando bolsas, pero a pesar del espectacular collar de la Viuda, quizás por el aura de Lucio o por lo que fuera, no se atrevieron a entrarles ni a intentar robarles. En las esquinas, donde confluían sumideros de las cloacas, salía vapor azulado por las trampillas, bajo el suelo de Londres corría la mierda caliente de sus habitantes, más caliente que el propio clima desapacible. Los faroles de gas apenas iluminaban el pavimento húmedo y gris y las sombras se cernían sobre el barrio, dandole ese aire peligroso que ahuyentaría a cualquier persona de bien.

Erline se detuvo frente a un cartel pegado en una pared. Un circo de los horrores. Tiró de Lucio hacia la dirección que aparecía debajo del rótulo, quería ver esas monstruosidades. Llegaron frente a una puerta grande, era un antiguo almacén de carnes, y allí se aglomeraban algunas personas, la mayoría de clase media o baja, que querían contemplar el espectáculo. Pagaron la entrada, apenas unos peniques, y entraron en la vieja nave donde había jaulas con animales deformes. Una cabra de dos cabezas, un perro con seis patas, una serpiente con tres ojos...en una especie de cubeta decían contener una sirena. Tenía serias dudas de que aquello fuese de verdad, parecía una mujer con una cola falsa, pero en fin, cada cual tenía que ganarse la vida de una forma u otra. Un enano deforme la cogió de la mano.

— señorita!! señorita!! quiere saber su futuro? madame Blue se lo puede vaticinar.

Erline miró a Lucio invitándolo a entrar al carromato de la supuesta vidente, no esperaba grandes revelaciones, ahora que habia conocido a un brujo, supuso que algunos tendrían el don de la adivinación, quizás esa mujer fuera una de esas o tan sólo otra farsante de farándula.

No se como acabamos en el circo de los horrores, pero como de costumbre mi querida “mujer” me había enredado para acabar viendo seres extraños, en su mayoría hombres deformes con alguna que otra mutación que los hacían extraordinarios y dignos de ver por unos peniques.
Un enano cogí la mano de Erline que me miro suplicante poniéndome cara de “por favor vamos” no podía negarle nada a esas dos preciosas esmeraldas.

Camine tras ellos ladeando la sonrisa hasta adentrarnos en el carro de un bruja que con todos los accesorios, bola de cristal, pañuelo en la frente y ni un ápice de magia en su aura pretendía contarnos como de fuerte iba a ser nuestro amor eterno.
-Escuchemos querida lo que nos depara el destino ¿cantos hijos tendrá este matrimonio recién desposado? -pregunté con cierto sarcasmo hundiendo mis ojos lobunos en los de la bruja mientras mi “ esposa” sonreía.

Deslicé mis labios por el cuello de la viuda de seda cuando sentí un pinchazo en mi pierna, alcé la mano dispuesto a controlar al enano pero todo se oscureció y antes de poder usar mi magia la inyección que el enano me clavo hizo efecto sumiéndome en un profundo sueño.

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Una mujer apareció frente a la viuda de seda, una capa azul oscuro se deslizó por su pelo dejando a la vista un cabello rojo fuego y unos grises que atravesaban a Erline.
Se acercó a ella con paso calmo, estaba claro que todo estaba preparado para mantener una conversación con la mujer que acompañaba a Lucio en sus correrías.

Alzó el rostro del hechicero acariciando la tez de su rostro mientras una ladeada sonrisa se pintaba en el lienzo de su cara.
-Como deducirás, soy del clan contrario a los Sacro, nuestra intención no es otra que terminar con su absoluto reinado.
Es complicado de explicar a una humana los asuntos internos de aquelarres, pero … -le mostró el rostro de Lucio -este hombre es lo único que les queda a los Sacro, una vez fallezca sin heredero alguno ,su clan estará destruido y el mio se hará con la hegemonía de todo, con el control del resto de aquelarres que ahora obedece al padre de este desgraciado.
Los míos con su caída resurgirán de las cenizas y recuperaremos el puesto que siempre merecimos tener. ¿Te preguntaras que me impide matarlo ahora mismo? Pues las reglas, las malditas reglas escritas en la piedra de la gran torre negra. Ningún clan se alzara sobre otro manchando de sangre sus manos.

Tomó una silla poniéndola delante de la de Erline.
-Te ofrezco un ventajoso trato, uno que sin duda veras mas rentable que la boda que este iluso te ha ofrecido.
Te concederé aquello que le fue arrebatado y de lo que tu careces, los sentimientos, una vida nueva pues se los robamos en la cuna, son sinceros, imperturbables.
Te ofrezco aquello que no posees, la posibilidad de sentir, de ser feliz, de volver a llenar de luz tu marchito corazón, a cambio solo has de arrancar de su pecho el de Lucio y darnoslo.
Vuelve a París con él, desposate y en la noche de bodas, con el eclipse lunar, arranca de su pecho la piedra que ostenta por corazón y tráenoslo, no solo te harás con su fortuna, si no que te daremos lo prometido y siempre estaremos en deuda contigo, es ventajoso tener un aquelarre de tu lado, créeme.
Si hablas de esto con alguien, algo que dudo porque te considero una mujer inteligente, no cumplirás un año mas, no tenemos problema en mancharnos las manos de sangre mortal -apuntó con una sonrisa pérfida antes de desaparecer sin mas.

La araña reculó del susto cuando apareció la hechicera ante ella desplegando tan tremendo poder. Se llevó la mano al moño donde tenía sus afilados palillos clavados y sacó uno, en claro gesto de defensa ante un ataque gratuito e inesperado.

La mujer le habló, y ella escuchó su discurso apenas sin parpadear. La Viuda no era tonta, ni corta de entendederas, supo de inmediato que se estaba colocando en el medio de una guerra ancestral, una lucha de poder que la atrapaba en el centro de dos familias enfrentadas por la sangre y que aquello sólo podría acabar con más sangre. La pregunta era...¿la de quién?. Matar a Lucio, un precio a pagar bastante asequible por poder recuperar la capacidad de sentir algo, de tener una vida plena, normal, humana, una vida en la que los días no spuieran a ceniza y sal.

— ¿Cómo sabré que no me mataréis a mi también si os lo entrego?.— la Viuda no era de dejar cabos sueltos, y no sabía a quien se estaba enfrentando.— todo el riesgo lo estoy corriendo yo.
— muy aguda, mujer. No tienes de qué preocuparte, no nos interesas para nada, eres una simple mortal que tiene ambiciones que podemos cumplir. Es sólo un intercambio, un negocio.— Evidentemente desconfiaba, y ambas lo sabían, pues no era para menos.
— ¿cómo podré contactar con vosotros si algo sale mal o necesito ayuda?.— Erline preguntó y la mujer le hizo un gesto señalando la joya Aracne.
— Acaricia la araña en círculos mientras le dices Auditionem. Te escucharemos y te contestaremos.

Se quedó pensativa unos instantes, miró a Lucio tendido en el suelo y sonrió de medio lado. Nada la ataba a él, no eran más que dos desconocidos que follaban y se acompañaban en su soledad.

— ¿Y si me descubren? tendré vuestra protección? es un encargo muy peligroso, y no negaré que tener quien me proteja me deja más tranquila.
— no tienes de qué preocuparte, recompensamos a nuestros aliados y siervos generosamente.— Erline asintió.
— La noche del eclipse. Eso es dentro de tres semanas. De acuerdo.

La mujer desapareció y la Viuda puso a maquinar sus engranajes mentales. No era una necia ni inocente, estaba curtida en el arte del enredo y la manipulación, era una superviviente nata y siempre jugaba sus bazas a salir con el mayor beneficio para ella. Se acercó al brujo y se arrodilló en el suelo palmeando sus mejillas.

— Lucio....Lucio, despierta!!! vamos!! por favor!! despierta!!!.— la voz de Erline alcanzó los oidos de Sacro, sacudiendolo para que volviese en si. El brujo abrió los ojos y la Viuda mostró un ligero gesto de preocupación.— han intentado robarnos... les di el dinero que llevaba, pero será mejor que nos vayamos de aquí.

Abrí los ojos sintiendo como Erline golpeaba mi rostro, aun estaba bastante colocado por la droga, mis parpados pesaban y las palabras de la viuda de seda me sonaban un tanto lejanas, como si hicieran eco en mi cabeza.
Fruncí el ceño cuando me pidió que nos fuéramos, al parecer le habían robado, pero ella no era de las que se asustaban si no de las que clamaban venganza y no se por que ahora se le veía con tantas prisa de abandonar la estancia.

No pregunté, la verdad es que iba bastante drogado como para pensar, mas aun para poder concentrarme y jugar la magia.
Erline tiró de mi poniéndome en pie.
-Espera, puedo recuperar tu dinero -le aseguré yendo como medio borracho apoyado en ella, peor Erline no se detuvo para dejar que me repusiera, quería salir de allí y cierto era que el dinero no le importaba en absoluto.

Mis ojos se iban entrecerrando y solo cuando el aire de la noche impactó en mi rostro los abrí de nuevo dando una bocanada de aire puro y no ese viciado que se respiraba en el carromato.
Trazas de magia, vi magia en ese lugar, peor no al llegar, intentaba pensar peor apenas podía discernir lo real o irreal tal y como iba.

Figuras marrones se paseaban ante mis ojos, achicaba y ensanchaba la mirada intentando centrarme hasta que sentí como la araña dejaba al escorpión caer en una silla esperando que me repusiera.
-¿que a pasado? -le pregunté enredando las palabras.
Los dedos de la araña tejieron una fina telaraña en mi rostro, caricias que separaron mis labios antes de tomarlos y silenciar así mis preguntas, jadeé contra su boca dejándome hacer, paladeando su sabor.

Beso húmedo, prolongado en el tiempo que encendió algo mas que mis ganas mientras iba volviendo en mi poco a poco.
-¿sabes que puedo volver y matarlos sin problema? no soy de los que no se toma la vendetta cuando le hacen una afrenta.
Ladeé la sonrisa al ver sus esmeraldas clavarse en mis pardos.
-¿no me dirás que estas preocupada por mi? -reí con cierto sarcasmo.

— no merece la pena... eran cuatro deformes de circo y una adivina más vieja que matusalén. Pero llevaban cuchillos, y no valía la pena correr el riesgo por el dinero que llevaba.— acarició la joya entre los dedos.— la vieja sabía sobre este collar, porque uno me lo quiso quitar y ella lo detuvo. Supongo que a fin de cuentas sí que debe tener algo de magia.

Se lo quitó del cuello y lo guardó en el estuche de terciopelo, en una actuación magistral, contando aquella versión de los hechos que nada tenía que ver, pero que quedaba redonda y creíble.

— creo que ya está bien de tentar la mala suerte por hoy.— Se sentó sobre las rodillas de Lucio, frente a él, con las piernas abiertas y las manos enredadas en su nuca.— ¿preocupada? por qué no! ¿no se supone que eres mi futuro marido y padre de un ejército de niños Sacro?.— sonrió burlona. No se podia negar que Lucio era de ideas fijas, pero estaban bien así, tensando siempre la cuerda, con la posibilidad al alcance de la mano pero sin dar el brazo a torcer, jugando cada uno sus cartas, una tras otra hasta intentar cazar al contrario.— No me ha gustado el circo de los horrores, tendremos que buscar otras diversiones para los próximos días, pero ya que estamos de regreso en el hotel...— se relamió el labio inferior pasando la lengua después por sus blancos y rectos dientes. Lucio estaba aún algo colocado así que aprovechó su laxitud para acercarse a su cuello y besarlo sensualmente, bajando por la clavícula y el pecho. Le quitó la camisa despacio y siguió bajando hasta el ombligo desabrchando después su pantalón y sacando a saludar su anatomía. No perdió demasiado tiempo en preliminares, a los hombres les gustaban las mamadas, así sin más, y es lo que iba a hacer. No se podía decir que no tueviera experiencia en el tema, estaba más que curtida y sabía cómo hacerlo para excitarlo y hacerlo llegar al éxtasis en su boca.

La noche avanzó entre gemidos y y jadeos, los vecinos de habitación del hotel pusieron una queja en la recepción por todo el ruido que había soportado esa noche, a lo que la Viuda de Seda respondió alquilando las habitaciones colindantes y mandando a los huéspedes a otro hotel. Faltaria más. Quería hacer todo el ruido que le diera la gana, que para eso podía costeárselo.

La mañana amaneció brumosa en Londres, pero se levantaron tarde y empezaba a escampar la niebla.

— Maridito querido...¿que te apetece hacer hoy? quiero pasarme un dia de estos por los almacenes de la seda, nunca tengo suficiente seda. Además ¿no quieres que tu esposa se vista con lo mejor? lo grandioso del trato es que además pago yo, porque en realidades todo una farsa.— Sonreía con su gatuna mirada fija en el espejo, en el cual veía el reflejo de Lucio a su espalda.— entenderé que quieras ir a las carreras del hipodromo o algo asi más de hombres. Ir de tiendas es el peor pasatiempo para vosotros, es más creo que alguna diosa vengativa lo inventó para torturaros. Podemos quedar aquí más tarde o como quieras.

Realmente no le hacía falta nadie para ir de aqui para allá y tampoco quería aburrir a Lucio, pero una mujer rica y guapa lo normal es que tuviera pasatiempos de mujer rica y guapa, no iba a irse a misa. Había estado pensando en los siguientes pasos cuando llegase a Londres y en su cabeza empezaba a conformarse un plan. Aceptaría la propuesta de Lucio pero se aseguraría de ciartas cosas, porque no iba a quedarse desprotegida cuando todo se desencadenase.