[Flashback] Piogge su bannato.- privato+18

Recuerdo del primer mensaje :

París, Francia…ocho años antes. Finales de octubre, estación otoño poco a poco va llegando el  Invierno.




Un joven Éferon, observaba a su nanna reflejada en el espejo, lucía hermosa para esa noche en donde debían asistir a una de esas fiestas que la clase alta hacía cuando llegaban a París, los conocidos eran unos amigos de su abuela desde hace años y a los que no dudaron en invitar, a ella y a su nieto, por supuesto. La mujer, lucía un traje muy elegante, adornado con pedrería y de un color que resaltaba su tez morena y mirada clara como el cielo, unos ojos azules tan infinitos como el mismo cielo.

-Bambino, deberías empezar a arreglarte, tu padre nos espera ya allí, tenía unos asuntos que tratar con un cliente ¿qué? ¿Qual il è problema? ¡Andiamo, signore Gianetti! Siempre llegamos por tu culpa -el joven resopló de lo más desanimado, después de toda la noche sin dormir tras salir con un par de amigos de París, lo que menos le apetecía era una de esas fiestas en donde perderse no iba a poder ser, tenía que acompañar a su abuela. -Benne, benne…¡ya voy! Prometo portarme bien pero si alguna signorina necesita ser rescatada de algún familiar pesado… ¡no me abstengo a las consecuencias! -antes de salir por la puerta, le dedicó a la mujer un beso en la mejilla y desapareció entre risas.

La casa en París de los Gianetti, contaba con una veintena de criados que al detalle llevaban la casa a la perfección, nanna Gianetti solía visitar la ciudad bastante por lo que pasaban largas temporadas allí y Éferon con ella, su padre la mayor parte del tiempo. La mujer tuvo a su hija muy joven, no llegaba a los quince años y ésta había seguido sus pasos por lo que más que su abuela, parecía más su madre, la mujer prácticamente lo había criado tras la perdida de su única hija.

El italiano, se arregló para la ocasión, el color negro le sentaba bastante bien y por ello solía ir de ese color habitualmente, la mujer al verlo sonrió ampliamente, colocándole bien las solapas y admirar lo atractivo y bello en el hombre que se estaba convirtiendo. Éferon le ofreció su brazo y juntos emprendieron el viaje hasta la casa de los Lancaster, un matrimonio entrado en años que habían elegido París como sus últimos años de vida. Acudiría mucha gente, por lo que Éferon dejó escapar un sonoro suspiro, tanta aglomeración de personas le agobiaba.

-Il mio príncipe, andiamo. Seré la mujer más envidiada de la fiesta -sonrió resplandeciente, sonrisa que contagió al joven. Sus rizos negros indomables caían sobre su frente, ocultando parcialmente su mirada esmeralda, su abuela la arrastró con ella hasta el centro del salón en donde las miradas se fijaban en la señora Gianetti y su apuesto nieto -Esta noche no me busques esposa, sabes que yo de eso…no gastaré nunca, me gustan todas -la mujer, se echó a reír divertida -Todas…hasta que una te robe el aliento, anda vamos a saludar a los anfitriones -Éferon entornó los ojos, le costó seguir sus pasos con desgana y con ésta misma, se tropezó con un camarero quién derramó parte de las copas sobre una dama, más bien varias -Demasiada gente…tenga cuidado -le ayudó a colocar la bandeja, de paso tomó una copa de las que no se habían derramado. -Disculpe, estas cosas pasan -la forma de barrer la culpa, fue sencillamente… impecable.

Después de la larga espera, por fin podían verse y lo más importante, disfrutar momentos a solas y gritar abiertamente lo mucho que la había extrañado. Tras despedirse de Anissa, siguió sus pasos hacia fuera, así que su idea no era quedarse precisamente, rió divertido por la idea, asintiendo y aceptando ese paseo que seguro disfrutarían en compañía uno del otro. Apretó su mano con cariño, acariciando con el pulgar la palma de la joven sin perder la sonrisa, el contacto se hacía simplemente necesario…y las ganas de besarla aumentaban por segundos.

-Estás preciosa, Lorie aunque me gusta también contemplarte desnuda, sobre mí, pidiéndome..más -susurró muy cerca de su oído seguido de una risa, siempre sabía cómo tentarla y sus mejillas se tiñesen de ese tono rosado que tanto le gustaba al italiano -Mis dulces en el olvido, siéntete culpable que estuve toda la mañana elaborando esas exquisiteces. -sonrió divertido, estar con ella de nuevo se le hacía tan sumamente increíble, la había echado muy en falta…además de en otros aspectos, demasiados días sin estar a solas con ella y él acostumbrado a una vida sexual continúa, era inevitable que sus orbes verdes la recorriesen sin ningún pudor, mirándola con ese deseo enfermizo e irrefrenable.

Cuando llegaron al edificio, detuvo sus pasos para contemplarlo, sentía empequeñecer por segundos en comparación con la inmensidad y la elegancia que mostraba el edificio donde estudiaba Lorie. Sabía que era un lugar en donde pasaba gran parte del tiempo, era de vital importancia para ella que él recorriese a su lado cada pasillo, describiese con absoluto entusiasmo cada rincón donde ella permanecía durante todo el día y gran parte de la tarde.

-Estoy deseando conocerlo…contigo. -apretó su mano para que se adentrasen en el edificio, a él siempre le hubiese gustado dedicarse a un oficio donde sólo se aprendía de los mejores chefs en el día a día. Sus sueños eran insignificantes al lado de los de Lorie, ambos…tenían aspiraciones muy distintas pero estaba seguro que ella lo conseguiría, a él…simplemente le tocaba seguir un oficio que le apagaba en cuanto se sumergía entre papeles y cuentas, unas que no siempre salían como su padre quería.

Aún entusiasmado, Éferon se veía más reservado y distraído, había gestionado hacía pocos las últimas cuentas de su padre y algo no casa con la normalidad. Sin perder la sonrisa, quedó tras ella, apoyando la palma en su vientre y la otra enredada entre sus dedos.

-Maravilloso, estoy seguro que un día, serás la dueña y señora de un sitio tan grande como este, serás reconocida y la envidia de muchos, mucho más fuerte que cualquier otra persona. Tú entusiasmo y entrega son admirables…eres impresionante, mi piccola Lorie -sonrió besando su pelo, contemplando la inmensidad del lugar, le parecía simplemente… maravilloso.

Acompañarla en la visita en la que mostraba su día a día…no podía sentirse más dichoso. La apoyaba, contaba con él y siempre sería así, la admiración que sentía por Lorie no conocía límites, no todas las mujeres optaban por estudiar, formarse y ser algo más que un bonito jarrón. Ella era diferente, lo supo desde el primer segundo en la que la vio. Para él, era un ejemplo a seguir, ella sí persiguió sus sueños y él, tendría que permanecer atrapado en una red que odiaba.

Con una sonrisa amplia, admiró todo lo que le mostraba con gran ilusión, compartir ese momento con ella era único y le mostrase todo eso, es que confiaba en él ciegamente …por supuesto, era mutuo. Sin perder la sonrisa, la miró extrañado ¿acababa de decir que sólo ella era la única mujer? Aún más admirable, estaba completamente seguro que era mejor que todos los demás, ese carisma, inteligencia y saber estar solo podían pertenecerle a ella.

-Decepcionarme dices, con estar aquí ya es un logro conseguido, eres admirable y tienes mi total y absoluto reconocimiento, reconozco que no me atrevería a entrar a una clase, con hombres y mujeres, da igual… y tú lo has hecho sin importarte lo demás -buscó su mirada, la notaba preocupada y lo último que quería era eso, lo cierto es que los negocios de su padre no iban como esperaban…y ese libro de cuentas que encontró por casualidad…no, algo no iba bien pero quería asegurarse -Tutto benne, solo pensaba en algunas cosas del negocio que mañana solucionaré. Y…es un lugar precioso, no me extraña que desees sepultarte entre libros aunque me dijo mi nanna que puedes usar la biblioteca cuando quieras, allí no serás molestada, tiene buenos muros para soportar el ruido -rió divertido, sin querer le había lanzado un doble sentido pero ella qué iba a darse cuenta o tal vez sí, de igual modo lo aclaró -O tus gemidos entre mi nombre, dudo que se oigan en la casa

Sonrió pícaro, saliendo con ella del edificio y volver a la calle, la cena estaría servida pronto. La miró extrañado ¿por qué no iba a ir a verla? Por supuesto que iría , más tiempo pasaría a su lado, apretó la mano de la joven con gesto cariñoso, besando los nudillos de ésta.

-Al final demostrarás quién eres y a lo que estás dispuesta a llegar -estaba tan orgulloso de ella que no cabía en sí -Puedes invitarme a tu casa para darme tu misma los dulces-no estaba seguro de si había acertado con ir a recogerla, a él…no le ha supuesto ningún problema -Tendrás que dejarte secuestrar esta noche… la cena se servirá en mi casa, la nanna quiere verte y yo…te necesito, estoy a tu entera disposición esta noche…si no te apetece cenar no cenamos pero me gustaría, siempre tuyo…Lorie -besó el lóbulo de su oreja y dejó un mordisco, no podía estarse quieto ni un segundo..

Ella no lo creía pero era capaz de mucho más de lo que creía, llegaría lejos, por sus propios méritos y él, estaría ahí para verlo, apoyándola, animándola y tendiéndole la mano si caía para volver a levantarse. Le sonrió mirándola a los ojos, levantando su barbilla con dos de sus dedos y mirarle fijamente, quería que le creyese para que ella lo viese, era especial en muchos sentidos pero en lo que más destacaba era por su entereza, las demás jóvenes de clase alta no estaría hablando de sus sueños y anhelos, sí de vestidos nuevos y mascotas recién compradas…

-Se ahogarán ellos en sus propias palabras, creeme, lo harán y entonces estaré aún más orgulloso de ti, callar a los que juzgan, brillar donde otros se apagan, lo conseguirás y estaré ahí para verlo ¿entendido?-sonrió, acariciando su barbilla con dos de sus dedos y sonreírle solo a ella, los ojos de Éferon se entrecerraron cuando preguntó sobre si ocurría algo. No le engañó pero sí le contó una verdad a medias, quería estar seguro de que todo estaba en orden y no equivocarse, si lo hacía crearía problemas con su padre, con la familia Lefoy y no podía permitirlo…menos si Lorie tenía que ver.

Sonrió pícaro, lo cierto y verdad es que había pedido la cocina para él solo. No habían preparado nada, sólo los ingredientes que llevaría a cabo, a su aceptación, le ofreció su brazo para caminar juntos hacia la mansión Gianetti, la sonrisa del italiano no se desvanecía ni un ápice de su rostro. Los ojos verdes brillaban intensamente, estaba deseando que probase su comida, todo el amor y dedicación que ponía a ésta y sólo podía apreciarlo si… lo veía en acción, quizás le sorprendería pero teniendo en cuenta que ella misma elaboraba dulces… seguro que lo apreciaría mejor que nadie.

-La mesa está preparada pero…no en el gran salón y mi abuela…está con unas amigas de reunión así que, piccola mía, te toca visitar mi lugar favorito de la casa… cenaremos en la cocina, sé que suena poco cortés y una locura pero sólo a ti te resultaría divertido, he preparado gran cantidad de comida, mi nanna me exigió dejase parte para ella…no pude negarme -tardaron unos minutos en llegar, el paseo por la ciudad de París en ese tiempo resultaba muy agradable en ese tiempo, las tardes eran más largas y le sacaba provecho hasta el último minuto del día.

Los recibieron, el personal del servicio se encontraba haciendo sus labores de limpieza y él, se quitó la chaqueta y demás para sólo quedar con la parte superior más ligera, indicó a Lorie que le siguiese y en cuanto entraron en la cocina, el aroma fresco a hierbas recién cortadas…tomillo, romero, orégano seco, pimienta…inundaron sus sentidos. Él cogió su delantal y se lo puso, de color crema e impoluto, el otro anterior se lo habían llevado a lavar…de momento tenía algunas cosas adelantas.

-Bienvenida a mi cocina, tengo en reposo algunas cosas, le dije a la señora Machiavelli lo tuviese todo previsto y…así ha sido, espero que te guste mi menú porque…lo probarás recién sacado de las cocinas -un mantel de cuadros rojos y blancos decoraba una pequeña mesa redonda junto con dos sillas dispuestas, un pequeño jarrón con rosas blancas recién traídas del jardín y el olor inconfundible de la comida de Éferon cociéndose y dorándose en los fogones -Dejé la masa de la lasaña y…creo que está lista, haré el sofrito de carne, cebolla y un poco de ajo, tomate y cilantro…me gusta más que otra hierba -como pez en el agua, se desenvolvía en el espacio de la cocina, sabía dónde estaba todo, en una sartén salteó la cebolla picada previamente con la pizca de ajo, lo salteó ante los ojos de la joven, cortando un poco de cilantro y añadirlo con un poco de sal y pimienta -La lasaña es una receta antigua de mi bisabuela, la sopa mia receta, una sopa minestrone, con verduras, pasta…te gustará ¡ah y…!  el risotto, con éste último hay que tener paciencia. El postre… es una sorpresa -tras montar la lasaña y echar la bechamel que tenía reservada, la introdujo en el horno de leña, tardaría un poco y así mientras tomaban un poco de vino y la sopa terminaba de cocerse -Sirve el vino, está en ese mueble de allí y yo mientras termino con el arroz -el olor que había en la cocina era simplemente…una delicia.

Como pez en el agua, no había mejor manera de definirlo. Entre fogones podía ser él mismo, mostrar su talento que desde niño le cautivó, ver a su abuela realizar mil y un plato, aprender trucos de antepasados en voz de la suave y aterciopelada voz de su nanna, Y qué mejor herencia que aquel libro encuadernado, con la tapa de cuero, el emblema de los Gianetti bordado con hilo de oro, ¿cuántas generaciones habían transcurrido? muchas, él era dichoso de tener la posesión más valiosa, más que incluso las riquezas y posesiones.

El risotto acaparaba su total atención, lo movía con la cuchara de madera para que no se pegase, las setas secas le daban ese toque de sabor que tanto agradaba al italiano, se relamió inconscientemente. El invierno aún no había dado paso por lo que las setas aún no hicieron su aparición, le gustaba pasear cuando casi ni el sol había hecho aparición y recoger los hongos más frescos, sabía diferenciarlos por su color, un error sería infinitamente peligroso, su nanna era sabia, lo había educado bien.

-Espero que tutto esté a tu gusto, mi plato favorito es el risotto, me gusta echarle setas secas y un poco de cebollino, le da un toque exquisito, estará ...ya -en platos hondos, sirvió el delicioso risotto, olía de maravilla, cremoso y con una pinta exquisita -La lasaña estará lista en cuanto terminemos este plato, podemos ir saboreando los demás ¿estás lista? -le retiró la silla, tomando el vino y reír por lo bajo, le hacía gracia esa forma de ser tan preocupada siempre por los demás -Es un vino de mesa ...mejor este -reserva de diez años, un vino tinto rosado con un cierto aroma afrutado.

saboreó el primer bocado que le estuvo delicioso, la miraba , no se había quitado el delantal y aún así, le quedaba incluso mejor que un traje hecho a medida. La sopa minestrone, la exquisita sopa con pasta que le volvía loco, apagada y reposando para estar aún más deliciosa, les esperaba en la cazuela.

-Lo serviré como consomé, en pequeña cantidad pero creo que te estará tan deliciosa que querrás repetir -se disculpó para volver a los fogones, preparar dos cuencos más pequeños y servir dos cazadas en cada uno, un poco de pan duro cortado en pequeños trozos y una pizca de perejil -Espero que te enamores de mi sopa -él no sólo disfrutaba cocinando, también comiendo, lo saboreaba todo haciéndose autocrítica, nada era perfecto y él mismo lo sabía.

-Puedes llevarle a tu tía un poco de todo, he hecho de sobra... la lasaña espero que no queme demasiado aunque mejor, así te quedarás...más tempo conmigo -se sirvió más vino alzando la copa, sus intensos ojos verdes brillaban con una intensidad arrolladora -Por ti. Porque recordemos este momento...por más que queden por venir -él se inclinó indicándole que rodease su brazo y así bebiesen aún más unidos y entrelazados pero el muy travieso, aprovechó que se llevaba la copa a los labios para tirar de su brazo y no bebiese -¿Ocurre algo? -rió divertido, el queso y la bechamel se fundieron, olía riquísimo en la cocina -¿Sirves el último plato? ya haremos sitio para el postre -sonrió quería verla desenvolverse en la cocina, eso...le llamaba la atención incluso más que la desnudez.

¿Y qué mejor regalo y gratitud que verla disfrutar comiendo? Le agradaba degustase cada bocado, animándose a probar más, Lorie apena comía, siempre dejaba en el plato y él justamente lo contrario, le gustaba comer, probar cosas nuevas y explotasen mil y un sabor en el paladar. Una risotada al confirmar que se había enamorado de su sopa, nada le hacía más feliz y dichoso que admirasen su comida, le encantase degustarla…y él inmerso en comerse todo el plato, terminó con un suspiro…ahora faltaba la lasaña y el postre.

En silencio, la observó desde su silla, estaba nerviosa pero ¿por qué había de estarlo? Enarcó una ceja al ver cómo cogía el recipiente caliente y acto seguido ese grito de “acabo de liarla y mucho, ayuda”…así lo tradujo el italiano quien raudo, le tomó de la muñeca para ver la gravedad de la quemadura. Sus ojos verdes la examinaron a conciencia, se sentía verdaderamente culpable por el hecho de verla herida. Sopló la herida muy suavemente, buscando con la mirada el cajón exacto donde tenía algo que le aliviaría, no era la única a la que le pasaban esas cosas precisamente.

- Tranquillo, passerà, devi solo soffiare (tranquila, pasará...sólo hay que soplar). -cuando se ponía nervioso, las palabras en italiano salían sin más, sin percatarse de ello. Alcanzó un pequeño recipiente de cristal tranasparente de color verde oscuro, tenía una pinta horrible pero curiosamente, cuando Éferon untó los dedos y acarició la quemadura con infinita suavidad, reparadora y refrescante, Lorie pudo sentir un leve hormigueo y poco a poco aminoraba el dolor -¿Mejor? Ha sido mi culpa, mi dispiace... debí haber yo servido, eres mi invitada...pero como soy un atrevido... -se mordió el labio inferior, qué hermosos se veían sus orbes cristalinas brillantes por el incidente, estaba tan preciosa que no pudo evitar robarle un fugaz beso seguido de una risa.

-Has hecho sitio para el postre ¿no? Espero que...sea de tu agrado, si no...no me importará comérmelo...todo -susurró contra sus labios, separándose de ella y buscar el aclamado postre. Tapado con una tapa de cerámica, unos bonitos y deliciosos canolo sicilianos, él sonriente, acercó el plato donde había una docena aproximadamente, nada más destapar el olor a dulce le obligó a relamerse -Canolo siciliano, lo hacía la madre de Giancarlo que en paz descanse, lo que más me gusta es la cremosidad del relleno, lo dulce de la cereza en almíbar y...el crujiente, prueba...uno, quiero ver como te lo comes -lo último lo susurró, con ese tono y esa voz aterciopelada parecía invitarla a cruzar de nuevo las puertas del infierno.

-¿Y benne? -verla comer dulces era una delicia, esos labios que le perdían por completo impregnados del dulce sabor de la crema, se inclinó para pasar la lengua por el inferior , mordiéndolo de paso -Me gustan más que los canolo... y me pregunto si me como uno sobre ti cómo sabría -dejó el plato en la mesa y la acorraló entre la encimera y su propio cuerpo -Me provocas con un simple gesto...¿lo notas? Claro que lo notas, ahora te sonrojarás pero me desearás aún más y...dame uno -abrió la boca sonriendo, dejando caer su cuerpo sobre el de ella... buscándola una vez más.

canolo:

“Quando sei con la persona che ami, tutto il resto scompare.”

traduzione:

Y si algo había que le fuese aún más sensual y provocativo era que ella, ella comiese sus dulces. Sonrió al ver que con la misma gula que él mismo, tomó uno y lo probó como si fuese una pequeña obra de arte a la que había saborear a conciencia. Una pequeña risa por lo bajo, su acercamiento fue inevitable. Para él, una obra de arte eran sus perfectos y tentadores labios a los que no puedo evitar lamer a conciencia, dibujándolos con la punta de su lengua.

-¿A eso saben tus labios, Lorie? Cereza en almíbar...no puedo resistirme -le robo un beso, otro más a medida que su índice se unía para delinear el labio inferior y dejarlo entre los de la joven, brillantes y rojos como la misma sangre...eso le arrancó un suspiro. Un pequeño mordisco en el labio inferior, una sonrisa cómplice y él mismo mordiéndose los labios, intentando controlarse pero no pudo conseguirlo.

-No, no vendrá nadie, sólo estamos tú y yo...y la comida, no falta nadie -él tomó uno de los dulces y sonrió siseando para que no se moviese. Iba a jugar, necesitaba comer el dulce de un modo diferente y a ella le encantaría, estaba completamente seguro de ello. Dejó que un poco de crema resbalase hasta dejarla caer a un lado del cuello de Lorie, le obligó ladeando la cabeza y que su hermoso cuello quedase a total disposición. Un camino de crema que él recogió con su lengua muy despacio, dejando que su aliento acariciase el lugar y cuando terminó de limpiar su cuello, mordió este, dejando besos húmedos a la par que una mano libre se perdía por su espalda, deshaciéndose de los lazos que sostenían su bonito vestido.

-Creo que tu cuerpo hará de mejor plato...puedes hacer lo mismo, una manera diferente de saborear mi talento -bromeó riendo contra su cuello, buscando su boca y enredar su lengua con la suya. Apartó el mantel de la mesa donde habían comido para poder subir a Lorie al borde, la contempló un instante, perdida de deseo como él y tan hermosa aún por segundos -Creo que serías el manjar que no me cansaría de tomar una y otra vez...estás riquísima, déjame...quiero hacer algo -el vestido cedió a medida que terminó sentada en la mesa.

Sin soltar el canolo, la mano libre enredó el borde de la cintura deslizando la ropa interior inferior y dejarla a total merced. Exhaló un gemido de impaciencia, se tomaba su tiempo. Completamente desnuda de cintura para abajo, se mordió el labio inferior mientras dibujaba un camino desde el tobillo hasta la rodilla, suave, aterciopelada piel que saboreó sin dejar de mirarla a los ojos, no iba a dejar de hacerlo...no hasta hacerla explotar tan sólo con su lengua.

Un nuevo camino de crema y cereza por la cara interna de sus muslos, muy cerca de su sexo en donde se detuvo, suspirando en el lugar. Verla completamente ofrecida...no , no podia ser más dichoso. Y dirigó sus labios  a su sexo pero ...el canolo lo impidió, lo saboreó mirándola a los ojos y antes de que ella pudiese tan siquiera reaccionar, la lengua del italiano probó el lugar.

La dejó sentir pero no le dio tregua, su boca se apoderó del lugar, al estar la crema fría, la sensación del calor junto con el frío simplemente debía hacerle enloquecer. Las dos mano de Éferon sujetaban sus rodillas, abriendo aún más sus piernas, buscar su orgasmo que tomaría aún de forma más necesitada que el delicioso...postre.

No podía ser más dichoso, verla enloquecer con cada caricia y beso, miradas que se encontraban en silencios interrumpidos por la respiración entrecortada de ambos, los susurros callados por los besos necesitados. Quería conseguirlo, conseguir que no olvidase esa noche, una que marcaría un antes y un después, se conocían el uno al otro como la palma de su propia mano. Podía leer el lenguaje de su cuerpo, la entendía y comprendía a la perfección en pensamiento, su forma de ser la adoraba y se complementaban tal a la perfección que aún le parecía increíble.

La victoria de su gesto lo susurraron los tentadores labios de Lorie tras llegar al clímax; él navegó por su vientre, cubriéndolo de besos y subir hasta encontrarse cara a cara con su mirada. Sonrió, la necesitaba, ese momento crucial físico en el que se entregarían al otro. Entró en ella de golpe, atrayéndola hacia sí de las nalgas,  hundiendo sus yemas en la piel cálida y abandonarse al baile, sus embestidas cada vez eran más necesitadas…en ese tiempo la había extrañado tanto que su cuerpo estaba sediento del suyo.

No dejó ni que respirase, bebió de su boca, tomando aire y aliento de los labios de Lorie, se movía con un frenesí e intensidad lejos de pertenecer a este mundo, anhelaban los momentos en los que los dos mostraban ese deseo y necesidad enfermizo de pertenecer al otro. Disfrutaba de ella a cada embestida, en sus ojos vidriosos se podía leer el deseo, la miraba en todo momento…pensaba en ella, en nadie más y al alcanzar el clímax, tuvo que apoyar las manos en la mesa para no caer, las piernas le temblaban. Jadeó sobre su boca intentando recuperar el aire aún perteneciéndole, sonrió y no hicieron falta palabras porque la abrazó, dejando un beso en uno de sus hombros, cerrando los ojos y estrechándola entre sus brazos.

La amaba, no cabía duda de que la amaba más que a nada en este mundo. Un abrazo que le llegó al alma, no quería soltarla, no se lo permitió hasta permanecer unos minutos así en los que disfrutó de esa sensación de plenitud y felicidad. Rió buscando su mirada, un beso y una caricia en la nariz de Lorie con la propia. Era tan feliz en ese momento que sólo  quería cerrar los ojos, el instante se congelase y mantenerla a su lado, en ese instante tuvo un miedo arrollador porque supo que no podría vivir sin ella.-

Esa tarde sería crucial en su vida, incontables veces se había imaginado la escena, qué iba a decir, la reacción de Lorie, la celebración de después y sólo con eso…el italiano no podía sentirse aún más feliz y dichoso. Éuphemia sabía de las intenciones de su nieto por lo que le prohibió comprar anillo de compromiso, él también formaba parte y quería que el anillo no fuese cualquiera, si no uno en concreto y Lorette sería perfecta para llevarlo. Lo había guardado con la esperanza, en realidad vana esperanza pues pensaba que su nieto no se casaría nunca, pero cuánto se alegraba de equivocarse.

En una pequeña funda de terciopelo verde oscuro, el anillo familiar de Éuphemia, aguardaba preparado para vestir un hermoso dedo corazón. Pudo oír a Éferon cantar en su alcoba, cantaba una sonatta a pleno pulmón, no cantaba mal en absoluto. Su alegría fue infundida a la nanna quién llamó un par de veces, él le dio paso sin apartar la mirada del espejo, la imagen del italiano le dejó sin palabras, mostrándole una sonrisa amplia y sincera, lucía hermoso y elegante con esa mirada resplandeciente cargada de esperanza, sueños por cumplir, una alegría desbordante.

El cabello rizado bien peinado pero a su aire, ese toque jamás se perdería en él, el cabello rizado de su madre Felicia, le recordaba tanto a su hija fallecida que siempre supo que una parte de ella anidaba en él, latía corazón con corazón. Éferon se giró tras abrocharse el último botón dorado y abrió los brazos para que su nanna le diese aprobación, la sonrisa bastó, un abrazo sentido que fue interrumpido por la impulsividad de su nieto, la cogió en volandas girándola sobre sí mismos y dar vueltas y vueltas. Qué hermosa era su nanna, su cabello negro ondulado ondeando, su risa… su perfume a rosas frescas, la dejó en el suelo entre carcajadas y se disculpó entre risas colocando bien su cabello, peinándola con los dedos.

-Estás perfecto, piccolo mío -pasó la palma de la mano por la manga de la camisa blanca y sonrió, sus ojos verdes se perdieron en los de su nieto, tan parecidos… los de ella un tanto más oscuros. -Sé que pensarás que me olvidé pero no es así, estaba esperando el momento a dártelo y…es… -él suspiró, sin perder la sonrisa, inquieto por el regalo tan valioso que iba a hacerle -Lo llevó mi bisabuela, mi abuela, yo y tu madre… el último dedo que anunció un compromiso fue el de mi Feli, y te pertenece, creo que Lorette es la indicada y no puedo estar más orgullosa de que vaya a formar parte de la familia. Haces lo correcto, serás tan feliz que sólo de pensarlo incluso duele -le tendió la cajita, él lo tomó algo tembloroso y al abrirlo, su sonrisa se ensanchó aún más… se imaginó a su propia madre tan feliz como él luciéndolo en su dedo, gracias a los retratos en pintura pudo conocerla, su nanna no dejó jamás de hablarle de ella, recordarla.

-Nanna, es precioso. Lo guardaremos como el tesoro que es, no tengo palabras para agradecerte …todo en mi vida, eres irremplazable ¿lo sabes, verdad? Tengo tantas ganas de pedírselo, volver a la villa, llamarla señora Gianetti -rió de lo más divertido, besando con ganas la mejilla de su nanna varias veces -Salgo ya, vendremos después para que lo veas luciendo en su dedo -le guiñó un ojo y se despidió de ella encaminándose a la casa de la tía Anissa.

Un sonriente Éferon llamó a la puerta, se aseguró que la cajita verde oscuro se encontrase en su interior. Le hicieron esperar en el hall, estaba deseoso de verla, ese día con más motivo, sin perder la sonrisa, aguardó a que bajase las escaleras… iba a ser seguramente el mejor día de su vita.

Traje:

anillo:

Y con un revuelo de emociones y sentimientos más que encontrados, esperaba a Lorette en el hall, tan sonriente o más que cualquier otra vez. Al verla bajar, el italiano se acercó al final de la escalera ofreciéndole su mano para ayudarle a bajar, no llegó a tomar su mano, la suya se quedó en el aire…admirándola desde su posición. Algo no iba bien, la conocía lo suficientemente bien para saber que Lorette no se encontraba por el mejor de sus momentos ¿estaría enferma? Una punzada en la boca de su estómago, preocupación…pensó pero no, era el mordisco del miedo.

Asintió con la cabeza sin perder la compostura, de repente sintió que no era el momento idóneo, no hasta no saber qué ocurría. La siguió hasta quedar a solas, notaba como a cada paso que daba hacia uno de los salones el peso de sus pasos le obligaba a caminar más despacio. No, no quería entrar con ella en esa habitación y aún no entendía porqué, pero algo le decía que algo no andaba bien y como siempre , la escucharía con toda atención admirándola en silencio, esa belleza natural e inocente, la mujer más maravillosa que había conocido.

No tomó asiento, permaneció de pie expectante, fuese lo que tuviese que decirle le tenía en vilo. Cerró los ojos unos segundos para tomar aire y soltarlo despacio, no estaba preparado…nunca usó ese tono de “tengo hablar contigo” y si unía cabo con el aspecto que presentaba...no , algo no iba bien. Ni se atrevió a decir nada, seguía con las manos en los bolsillos intentando no hacerse ideas equivocadas, no tenía ni la más remota idea pero eso no le arrebató toda esperanza, era ella…siempre fue ella y siempre sería ella.

-Mi dispiace, llegué tarde, estuve hablando con mi nanna quien tenía algo que darme y contarme -nació de sus labios una bonita sonrisa, estaba ilusionado, enamorado y seguro de dar el paso más importante de su vida, unir su vida a la suya…sin pensar en que se equivocaría. -¿Qué ocurre, Lorie? No tenemos que salir si no lo deseas, nos quedamos aquí y me cuentas tus vivencias, todo lo que has hecho durante toda esta semana…seguro que tienes tantas cosas que contarme -rió por lo bajo, intentando eliminar esas ideas absurdas de su cabeza -Yo…también quería hablar contigo pero por supuesto tú primero -

Y en él, como era natural…

-Estás tan hermosa, Lorie -lo dijo de corazón, ese tono acariciador, esa forma de mirarla tan intensa, tan impaciente por oír un “sí” de sus labios que besaría hasta saciarse. Estaba tan seguro de seguir adelante que a punto estuvo de soltarlo sin más, no podía callárselo más.

No esperaba un recibimiento como aquel, Lorie no estaba como siempre, algo ocurría y le mataba no saberlo, ni intuir qué podía ser cuando siempre tenía un sexto sentido. La sensación nada más entrar por la puerta, la expresión en el rostro de Lorie, la pesadez al bajar cada escalón y la forma en la que lo miraba como si el mundo se hubiese detenido y no de la forma en la que ambos les gustaría. La siguió en silencio, sin atreverse a decir nada, intentando no hacerse ideas que no eran porque ¿qué iba a pasar? Desde que se conocieron habían vivido cada momento al máximo.

Cuando la puerta se cerró tras su espalda, la sensación de vacío inundó su ser, como si de algún modo se estuviese advirtiendo a sí mismo el duro golpe que iba a recibir y del que nadie le advirtió, no estaba preparado. La admiró desde su posición, parecía una sombra errante, gris y sin vida, como si ese brillo y luz se la hubiesen arrebatado, al darse cuenta de ello… dio un par de pasos hacia ella, deteniéndose de golpe “Esto no funciona”. Entrecerró los ojos sin entender ¿el qué no funcionaba? No concebía la idea que pudiese referirse a lo que habían creado de la nada, a lo que aún faltaba por vivir.

Y como siempre, la escuchó en silencio, aún cuando cada palabra se clavaba en su ser , deseaba que no dejase de hablar, admirarla ese tiempo permitido. Se quedó petrificado como si realmente viajase en una pesadilla, no reaccionó, ni parpadeó… “No podemos vernos nunca”. Éferon intentó ordenar las palabras en su cabeza, ¿lo dejaba sin más? no tenía sentido, aunque sí que ciertos comentarios de la gente de su alrededor cobraban sentido. Una chica joven con un futuro brillante, él con el negocio de barcos de su padre, joven y hermosa, con otras aspiraciones que no ser una mujer florero más…y él, bien sabía que no deseaba eso para ella.

-Siempre te he apoyado, he celebrado tus victorias porque de algún modo también eran las mías. Sé que no estoy ante cualquier muchachita que se encapricha porque creía que eras diferente a todas las demás, todo lo que hemos vivido y expresado en voz alta porque no podemos callar las verdades ni nuestros pensamientos… porque nadie jamás nos entenderá como entendemos al otro -se aferró a la cajita del anillo que aguardaba en su bolsillo -No voy a ser jamás un impedimento, ni voy a cortarte las alas pues yo mismo te ayudaré alzar el vuelo. -las palabras se atragantaban en la garganta, el miedo provocó que temblase de la cabeza a los pies, la maldita sensación de perdida  y vacío se hacía incluso más profunda.

-Podría ser un sinvergüenza, decirte que no te he querido, menos te he amado y te he deseado. Podría afirmar que he perdido el tiempo contigo cuando pude haberme metido en la cama con otras muchas, podría aceptar el fin sin mediar palabra y marcharme…aceptando tu deseo de que todo se acabe, no preguntar y simplemente aceptarlo…y podría ser cruel, decirte que eres una niña que no sabe lo que quiere, que no ha madurado y aún le queda mucho camino por andar, que me has utilizado para distraerte, he sido tu pelele y quién te ha colmado de atenciones por el simple hecho de acostarse contigo, de acercarse a tu familia…porque todos saben que su fortuna es infinita y después de esto, pretendientes no te faltarán. Podría decir todo eso o podría decirte la verdad -Éferon se giró quedando de perfil, negando con la cabeza… iba a pedirle que se casara con él, iba a comportarse como un hombre más, ponerle etiquetas cuando ella no era así ¿cómo fue tan estúpido? Quizás ella se había enterado…y no podía culparla de querer apartarlo de su vida -Claro, cómo ibas a casarte conmigo, formar una familia cuando tus aspiraciones son otras y mis deberes dictan muy diferentes a tus propósitos -sonrió de una manera tan triste que ahogó un suspiro en el que retuvo todo el dolor que comenzaba a partirle en miles de pedazos, si esto era un adiós, si iba a perderla no estaba preparado… nadie lo estaba -Me voy, me marcharé tal como aparecí a cambio de una promesa… no cambies, consigue lo que te propongas y sé tan feliz que te haga olvidarlo todo -cerró los ojos, justo cuando le dio la espalda y dos cristalinas lagrimas cruzaron su rostro, iba a mentirle… iba a hacerlo con el hecho de aceptar que fuese feliz.

-Venía a decirte lo mismo. Esto tiene que acabar, parto a Italia y no sé cuándo regrese, no iba a arrastrarte, nuestro momento ha pasado… no iba a pedirte que te casaras conmigo, sería absurdo, ¿yo casado? -las lagrimas le impedían seguir hablando, sólo quería salir de allí y no podía -Sé feliz, Lorette Lefoy.  -soltó la caja en el bolsillo y se aferró al manillar de la puerta con fuerza, esperando...nada.