[Flashback] Piogge su bannato.- privato+18

Recuerdo del primer mensaje :

París, Francia…ocho años antes. Finales de octubre, estación otoño poco a poco va llegando el  Invierno.




Un joven Éferon, observaba a su nanna reflejada en el espejo, lucía hermosa para esa noche en donde debían asistir a una de esas fiestas que la clase alta hacía cuando llegaban a París, los conocidos eran unos amigos de su abuela desde hace años y a los que no dudaron en invitar, a ella y a su nieto, por supuesto. La mujer, lucía un traje muy elegante, adornado con pedrería y de un color que resaltaba su tez morena y mirada clara como el cielo, unos ojos azules tan infinitos como el mismo cielo.

-Bambino, deberías empezar a arreglarte, tu padre nos espera ya allí, tenía unos asuntos que tratar con un cliente ¿qué? ¿Qual il è problema? ¡Andiamo, signore Gianetti! Siempre llegamos por tu culpa -el joven resopló de lo más desanimado, después de toda la noche sin dormir tras salir con un par de amigos de París, lo que menos le apetecía era una de esas fiestas en donde perderse no iba a poder ser, tenía que acompañar a su abuela. -Benne, benne…¡ya voy! Prometo portarme bien pero si alguna signorina necesita ser rescatada de algún familiar pesado… ¡no me abstengo a las consecuencias! -antes de salir por la puerta, le dedicó a la mujer un beso en la mejilla y desapareció entre risas.

La casa en París de los Gianetti, contaba con una veintena de criados que al detalle llevaban la casa a la perfección, nanna Gianetti solía visitar la ciudad bastante por lo que pasaban largas temporadas allí y Éferon con ella, su padre la mayor parte del tiempo. La mujer tuvo a su hija muy joven, no llegaba a los quince años y ésta había seguido sus pasos por lo que más que su abuela, parecía más su madre, la mujer prácticamente lo había criado tras la perdida de su única hija.

El italiano, se arregló para la ocasión, el color negro le sentaba bastante bien y por ello solía ir de ese color habitualmente, la mujer al verlo sonrió ampliamente, colocándole bien las solapas y admirar lo atractivo y bello en el hombre que se estaba convirtiendo. Éferon le ofreció su brazo y juntos emprendieron el viaje hasta la casa de los Lancaster, un matrimonio entrado en años que habían elegido París como sus últimos años de vida. Acudiría mucha gente, por lo que Éferon dejó escapar un sonoro suspiro, tanta aglomeración de personas le agobiaba.

-Il mio príncipe, andiamo. Seré la mujer más envidiada de la fiesta -sonrió resplandeciente, sonrisa que contagió al joven. Sus rizos negros indomables caían sobre su frente, ocultando parcialmente su mirada esmeralda, su abuela la arrastró con ella hasta el centro del salón en donde las miradas se fijaban en la señora Gianetti y su apuesto nieto -Esta noche no me busques esposa, sabes que yo de eso…no gastaré nunca, me gustan todas -la mujer, se echó a reír divertida -Todas…hasta que una te robe el aliento, anda vamos a saludar a los anfitriones -Éferon entornó los ojos, le costó seguir sus pasos con desgana y con ésta misma, se tropezó con un camarero quién derramó parte de las copas sobre una dama, más bien varias -Demasiada gente…tenga cuidado -le ayudó a colocar la bandeja, de paso tomó una copa de las que no se habían derramado. -Disculpe, estas cosas pasan -la forma de barrer la culpa, fue sencillamente… impecable.

All the shine of a thousand spotlights
All the stars we steal from the night sky
Will never be enough
Never be enough


Los minúsculos copos de nieve, danzaban al son de la pareja quién ajena a la fiesta, habían creado su propio baile de máscaras, en el que los pasos de baile poco tenían que ver con los realizados en el interior de la sala. La risa de la joven provocó una amplia en el rostro del joven Gianetti que como si fuese una pluma la elevó lo máximo que podía para que tocara el mismo cielo, se fundiese con la fina capa de nieve que comenzó a enredarse en los cabellos de ambos haciéndoles partícipe del maravilloso paisaje invernal que se presentaba ante ellos.

Se alejaba de todo pensamiento, viviendo aquel instante como único en el que un baile en el salón le supo a poco y no se equivocaba al pensar que ella también necesitaba ese momento, en el que tanto protocolo pesaba y les impedía disfrutar la noche como realmente debían. Y alzada, la observó en todo su esplendor mientras se movía con la brisa y los copos, creando la más hermosas de las danzas, como de si una diosa se tratase…y él el titiritero al que sucumbía por cambiar las tornas y ambos se moviesen al son de las cuerdas de la propia velada, protagonistas de una noche en la que ninguno creía disfrutar tal como lo estaban haciendo.

A medio camino de buscar el beso perdido, se zafó de su agarre y él estiró el brazo en busca de calor, la presión de su cuerpo. La voz de la fémina se mezcló con el silbido del viento, se volvió a hipnotizar al apreciar pequeños copos de nieve sobre los labios carmesís que habían adquirido un tono aún más oscuro, le invitaba a más y se lo negaba al mismo tiempo. Enarcó una ceja bajo la máscara, el impacto de la nieve contra su cuerpo le hizo entreabrir los labios seguido de una carcajada al que le siguió una sonrisa traviesa siguiendo los pasos de la dama, al principio despacio pero al ver que se alejaba corriendo, él aprovechó la bajada de la escalera para deslizarse por ésta y ser más raudo, llegando antes al suelo nevado en donde calló de rodillas, totalmente empapado por la hazaña pero poco le importó, la sonrisa jovial y divertida de ambos se cortaba con el viento.

Él, desapareció de su vista aprovechando la ventisca de nieve, ocultándose tras unos frondosos arbustos y aguardar que ella estuviese cerca, mientras se acercaba amontonó una pequeña montaña de nieve entre risas, como el niño que fue y esa noche había salido a mostrarse ante ella. Cuando estuvo a escasos centímetros, lazó una pequeña bola de nieve a su falda y aprovechó que se limpiaba y lo buscaba con la mirada para aparecer por detrás y abrazarla contra sí, rodeando su cintura dejando escapar una risa muy cerca su oído en el que sólo susurró apenas -Pillada-balanceaban en el sitio, él con los labios pegados a su mejilla, un abrazo del que no hizo ademán de apartarse, se fue intensificando como si realmente lo necesitase y… la soltó caminando hacia atrás, con la suerte de que tropezó con una de las piedras del jardín y cayó de espaldas entre risas, risas que se perdieron en el viento.

Las risas de ambos formaban parte de la escena, inusual en un día en el que debían festejar frente a la chimenea entre comida y bebida en abundancia pero no, se sentían mucho mejor en un escenario diferente totalmente invernal. La caída se produjo de forma natural e inesperada y él, evitó que ella se golpease quedando apenas a unos centímetros del otro. Cada beso se le hacía más intenso que el anterior, totalmente embriagado y deseoso de más, por lo que temió se esfumase entre sus brazos, recogiendo el rostro ajeno entre sus manos acariciando las suaves mejillas y el borde del antifaz.

La punta de su lengua, bordeó los suculentos labios rojos como la sangre hasta tirar del inferior hacia sí dejando un mordisco en el que acababa de prometer todo por esa noche. Fue él quién se incorporó sentado y atraerle hacia sí por la cintura , así podía usar su regazo como asiento y refugiarse del frío existente sin importarle mojarse, valía la pena. Se estremeció al tocarle el cabello, la imitó enredando los dedos en los bucles de su cabello adornado con flores, no la había mirado a los ojos en ningún momento, seguía inmerso en explorarla hasta que le quitó el antifaz y su rostro quedó al descubierto.

La expresión de la joven más que divertirle le asustó, sus ojos verdes se entrecerraron sin entender ¿qué acababa de pasar? No supo qué decir, sólo arrebatarle con suavidad la máscara para volver a ponérsela y devolver la visión felina de sí mismo, la sonrisa se había congelado en el rostro del italiano pero la preocupación y confusión se instaló en su mirada esmeralda. De rodillas, gateó hasta ella para encontrar una respuesta pero algo le decía que… no la encontraría. Buscó su mirada, tomándole de la barbilla con dos de sus dedos y observar por primera vez sus ojos aguamarina, se quedó estático un momento… no se podía saber si la reconoció o no solo…

-Lo siento. -él disculpándose pero ¿qué menos? Sintió la culpa invadir su pecho, quizás él sin proponérselo había roto la magia, había sido uno de esos momentos en los que deseas que el mundo se detenga, dejar las apariencias y el protocolo y ser…él mismo. Negó con la cabeza, contemplando la hermosa imagen de Lorette sentada sobre la nieve y supo que era la imagen más hermosa que había visto en su vida -Si lo sé…no os hubiese pillado. -intentó sonreír pero le fue incapaz, ahora parecía sentirse aún más abrumado que ella, se acababa de separar de él como si quemase y no, no iba a acortar una distancia innecesaria.

-Moras -se relamió los labios, levantándose y ofrecerle su mano, un ofrecimiento silencioso…. Del que no estaba seguro aceptaría -Con un baile fue más que suficiente -murmuró más para sí mismo pero el viento, lo había susurrado en los oídos de Lorette, de algún modo…se había acordado de ella, no pudo apartarle el antifaz, no quería estropearlo aún más.

“Si le hubiese prestado atención a sus ojos, esto no habría ocurrido”

La confusión se veía aún más visible en la expresión de su rostro, palabras de desprecio absoluto y arrepentimiento; ¿acaso había fingido? Ella lo había hecho? No, no podía ser, si no sabía quién era él, lo estaba pasando bien, fue un momento diferente, en el que los dos se habían vuelto a compenetrar de esa forma extraña, aún podía oír su risa de fondo… una risa que poseía el dueño de la máscara y no Éferon Gianetti, para ella Gerard…otra suma a añadir.

No buscó nada esa noche y sin embargo, le atrapó en la dulzura y misterio de su boca… en las ganas de callar sus palabras pues no necesitaba que dijese nada, ya lo estaban mostrando sus ojos. No debió permitírselo, quitarle el antifaz había supuesto el fin y el cierre a un momento tan íntimo que no había disfrutado con nadie, con otra seguramente estaría perdido con alguna sala ¿dónde se encontraban ahora? Fuera, disfrutando de ese instante ahora quien se había tornado amargo.

Los hermosos ojos aguamarina se humedecieron haciéndolos aún más hermosos con esos pequeños copos de nieve a los que envidió ahora más que nunca, acariciando sus mejillas, apartando las lágrimas que él había provocado. De nuevo ese sentimiento de vacío en el que sólo deseaba desaparecer, no debió ir a esa fiesta pero entonces jamás habría podido saborear ese momento inolvidable pero para ella, ya olvidado. Gracias a que tenía el antifaz puesto y bajó la mirada hacia el dorado de Lorette, ahora se mostraba ante él aún mas hermosa de lo que ella creería pero…no dijo nada. La reconoció pero se negó a aceptar que fuese ella, en el último encuentro huyó despavorida alegando que sus galletas no eran gran cosa pero ahora, en ese mísero instante acababa de puntualizar algo que fue mucho peor: el hacerle daño.

Petrificado cuando sintió arder su mejilla por el tortazo recibido, no lo esperó pero no dolió más que sus palabras con eso de “hacerle daño”. Antes de que se apartase, alzó la mirada tomándola de la muñeca con firmeza, atrayéndola hacia sí para que mirase sus ojos, esos que tanto parecía aborrecer como a él mismo por entero, dando a entender algo que él no había dicho en absoluto pero no, era mejor dar las cosas por sentadas y dejarlas pasar. Sus ojos verdes se habían oscurecido, jamás quiso hacerle daño pero no iba a creerle, tampoco decir nada bastaría así que actuó de ese modo tan impulsivo que le caracterizaba y la obligó a acercarla hacia sí uniendo sus labios en un beso furioso, en el que su lengua batalló con la ajena, los labios se acoplaban deseosos de más y su cuerpo acabó aprisionándola entre la hierba tiznada de nieve y el cuerpo del italiano, no era suficiente…quería más pero tuvo que controlarse cuando al apartar los labios de su boca, éstos siguieron buscando su esencia dejando pequeños y húmedos besos en su cuello.

-No, no eres memorable, para mí no -rugió contra su piel preso del enfado contra sí mismo, la soltó pues había sido un momento violento pero cuidadoso en todo su esplendor, el peso del cuerpo del italiano buscando el ajeno, rabia contenida, deseo negado -Ese es mi golpe de gracia, haberme besado ha supuesto un verdadero sacrificio, claro…no soy uno de esos jovencitos tímidos que necesitas a tu lado y te recuerden lo perfecta que eres, lo inolvidable. Porque si fuera otro sí hubiese ocurrido pero has tenido la poca decencia de utilizarme y vengarte a tu modo porque no te considero especial -se le escapó una risa irónica, negando con la cabeza -Hablas de daño, yo no voy a andarme con tonterías de decoro en este momento, no pienso llamarte de usted, no voy a darte ese placer. ¿Hablas de daño? Me has golpeado porque no te has salido con la tuya -negó con la cabeza, desviando la mirada a sus perfectos labios, mordiéndose los propios en un ademán de deseo -¿Por qué te he hecho daño? No recuerdo a ninguna mujer, no ibas a ser diferente -y se apartó, había mentido y la culpa volvió a invadir cada parte de su ser.

Éferon jadeaba sin control, el aire le faltaba y las palabras se quedaron ocultas en su pecho. No soportaba verla llorar, la noche en su casa durante la cena algo se rompió dentro de él al ser el culpable de su sufrimiento pero poco tenía que ver con la expresión de angustia y desamparo que mostraba el dulce rostro de Lorie. Nadie sabe lo que le costó separarse de ella, pues si hubo un castigado fue él en su acto, necesitaba volver a besarla porque intuía sería la última vez, lo detestaba, lo odiaba y repugnaba el hecho de haber sido uno de los protagonistas en esa historia.

Casi se retrae al ver la forma en la que lo buscaba, tan sólo para hacerle daño y él, volvía a caer en su boca, preguntándose cómo sería acariciar y delinear cada centímetro de su piel, imaginándose otra escena en la que ambos compartían el lecho entre risas, como las de hace un momento, bailar sin fin y dárselo todo. No tuvo ninguna intención de propasarse pero lo hizo tomando ese beso como venganza que le hizo aún más daño al italiano. Totalmente vencido, cerró con fuerza los ojos ante su grito, mucho peor e insoportable que su rechazo y su golpe en la mejilla. Lo veía como un auténtico insensible, alguien que lo describía con rabia y a la perfección pero la realidad era una muy diferente.

Y de repente dejó de nevar, la imagen de ella la percibió más clara. En medio de la noche y alumbrada por la luz de las farolas, la silueta de Lorie se dibujaba como una aparición divina producto de su mente o eso pensaba, sus gritos incesantes golpeaban su cuerpo cada vez con más fuerza ¿esa era la imagen que tenía de él? Como un cretino desconsiderado que sólo la quería para utilizarla y tirarla como si fuese un trapo viejo. No la culpaba , se había elaborado su propia reputación, le gustaban las mujeres y se divertía con ellas, las trataba como merecían pero ninguna le había causado tanto interés y misterio…como ella, por eso la dejaba pasar por temor a ser diferente y vaya que sí lo era.

Le estaba pidiendo que se marchase , una vez más le pedía que le dejase en paz y no supo como aceptarlo, el muy cobarde fue incapaz de decir nada ante todas esas palabras, dándole la razón en cada una de ellas y aceptando los deseos de la joven. Las piezas encajaron en su cabeza, la tarde de los mapas la había descuidado, creyó que se hizo ideas equivocadas con ella de ser una más en su lista ¿cómo no iba a pensarlo? Tuvo que apartar la mirada de ella, los ojos verdes de Éferon se volvieron cristalinos de la impotencia e inmóvil, reaccionó peinándose el cabello como si otra cosa no le importase.

Comenzó a caminar en dirección a las escaleras que había bajado con la ilusión de un niño pero antes, se detuvo frente a ella. Temblaba, todo su cuerpo lo hacía y su aura pasó de un rojo intenso a un color muy diferente, el corazón latía tan apresurado que le martilleaba los oídos y dolía, no supo porqué pero le costó alzar la mano y dejando un leve roce en su mejilla para apartar sus lágrimas, sus labios se hicieron paso hasta poder besar su frente en un beso tembloroso pero lleno de sentimientos…iba a despedirse, ese era el deseo de ella y lo aceptaría, no podía verla sufrir de ese modo y menos por su inconsciencia.

-Mai Abbastanza -murmuró contra su piel, dejando un beso sentido en su sien, otro en su mejilla sintiéndose terriblemente cansado y perdido, negándose a separarse ¿cómo podía doler tanto? Si él nunca … -Su…su deuda está saldada, el baile… -no hablaba con coherencia, ni siquiera podía pensar, nadie le había calado tan hondo y entonces… -Desapareceré igual que como aparecí-sonrió, no fue a burla, cumpliría su palabra -Ciao, Lorie -susurró en un impecable italiano, antes de apartarse de ella.

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OTRAS 3 SEMANAS MÁS TARDE... ENERO DE 1801

Anissa estaba bastante nerviosa y preocupada por su sobrina. Cuando se encontró con ella en el baile de Navidad, tras haberse perdido la una a la otra, se la encontró helada hasta los huesos, sin antifaz y con la cara surcada de lágrimas. Volvieron a casa y Lorette enfermó gravemente, probablemente por el frió que había pasado aquella noche y estuvo 3 días en cama. Su tía lloraba, vino a verla el médico, pensaba que no se pondría bien pero al cuarto día empezó a mejorar. Escribió a su hermano para contarle que su hija estaba enferma, pero el matrimonio Lefoy no volvió hasta pasado el final de las fiestas, hasta ese punto les preocupaba poco el bienestar de ella.

Anissa estaba furiosa, deseaba gritar a su hermano por ello pero sabía que si lo hacía le quitarían a Lorette. Había intentado varias veces preguntarle a la joven qué había pasado aquella noche, pero Lorie, que siempre se abría a su tía, se negó a hablarle sobre ello durante las tres semanas, aunque ella percibió que no parecía la misma persona. Anissa la veía por las noches con la mirada perdida en varias cartas de las que enviaba una cada semana, aunque nunca recibía respuesta. Tuvo la tentación de volver a indagar pero cada vez que preguntaba por ello Lorette parecía volver a sentirse mal y su tía desistió, asustada de que volviera a enfermar si hurgaba demasiado en el tema.

Alexandra y Thierry regresaron a mediados de enero y trajeron consigo a una familia, los Dupoint, que habían servido para ellos toda la vida. La razón de su compañía se debía a que el cabeza de familia quería comprar varias cosas en París y los Lefoy les invitaron a permanecer con ellos una semana. Con sus padres llegó el hijo mayor del matrimonio y los dos pequeños, el mayor, de la edad de Lorette y amigo de ésta de toda la vida, se llamaba Christian. Christian era un joven moreno de ojos azules relativamente apuesto. Su llegada a la casa pareció alegrar un poco a su sobrina pues eran grandes amigos y habían vivido muchas aventuras juntos de críos. Él puso un poco de vuelta su sonrisa, pero ella seguía comportándose de forma extraña, perdiéndose en sus pensamientos y encerrándose en su habitación por las noches. Anissa sospechaba que su sobrina sufría mal de amores, pero no tenía ni idea de hasta qué punto.

Los padres de Lorette estaban en el salón, con la familia Dupoint, cuando anunciaron que habían invitado a cenar mañana a los Gianetti puesto que pasadas las fiestas y estando ellos otra vez en París reanudarían los negocios que habían dejado en pausa y sería una excusa para usar el gran comedor ya que serían 3 familias juntas cenando aquella noche. Lorette pareció no reaccionar a aquella noticia, solo pestañeó, asintió con la cabeza y subió a su cuarto como acostumbraba a hacer ahora todas las noches, para aislarse y estar sola. Pero no, Anissa no podía seguir viendo así a su sobrina, le estaba rompiendo el corazón así que subió y llamó a su puerta.

-Pequeña... ¿Puedo pasar? -dijo, mientras entró de todas las maneras y se sentó en la cama, al lado de ella, donde Lorette estaba hecha un ovillo sobre sí misma. Bibou intentaba subir a la cama para darle mimitos a su dueña, pero ella no parecía prestar atención ni a su cachorro.- Escucha, se que no quieres hablar sobre lo que pasó hace 3 semanas y me da miedo mencionarlo porque cada vez que insisto parece que te vayas a romper como una vasija, pero me tienes preocupada. No puedes seguir aislándote y comportándote como una muñeca que maneja otra persona, necesito que reacciones. -Lorie abrió la boca, no sabía que su tía estaba tan preocupada así que intentó calmarla como supo, colocó una mano en la suya y le dijo.- Está bien tía, solo estoy un poco triste, te prometo que se me pasará -y entonces se dio la vuelta dando por zanjada la conversación. Anissa se marchó entre suspiros. Y no volvieron a hablar de ello.

Llegó la noche siguiente y con ella la cena. Lorette se dejó arreglar por sus doncellas, le pusieron un vestido hermoso de terciopelo oscuro y bastante adecuado para la época invernal, cepillaron su cabello y se lo recogieron con sencillez, dejando sus bucles dorados sobre la espalda. Todos en su casa estaban ya preparados y el servicio estaba frenético con la cena, Christian entró en su cuarto tras llamar a la puerta.- Lorette estás muy guapa, pero mírame, yo lo estoy más todavía -dijo el chico dando una vuelta sobre sí mismo y provocando que la chica se riese un poco. Él pareció sumamente satisfecho por haberla hecho reír, pues aunque Lorette era más torpe que nada y jamás se había dado cuenta era evidente que aquel muchacho llevaba toda la vida bebiendo los vientos por ella, aunque jamás se hubiera percatado. Ella solo tenía pensamientos en aquel momento para lo nerviosa que estaba y se preguntaba si él vendría o habría alguna excusa para no verla. Tomó el brazo de Christian cuando se lo ofreció y bajaron juntos al salón, donde esperarían a las visitas.

vestido:

Durante esas tres semanas, había estado ocupado con asuntos de su abuela era el encargado de ayudarle a transportar las telas y demás enseres que necesitaba su nanna. El Éferon avispado y alegre, desaparecía ante los ojos de su abuela sin encontrarle explicación al respecto, tampoco es que su adorado nieto le comentase nada y se preocupó, algo grave le había afectado en ese carácter jovial y cercano, ahora… prefería no  permanecer en casa y dedicarse a otros menesteres para tener la cabeza ocupada.

-¿Está todo? Perfecto, la chaqueta te queda como un guante, la camisa la mandé hacer especialmente para ti, no se forman arrugas y es muy cómoda ¿te agrada? Saldremos a la cena de los Lefoy en menos de una hora -él asintió totalmente desganado, sin poner pega  o hacer alguna broma al respecto, para su abuela se había convertido en un misterio sin resolver, no se lo quitaba de la cabeza.

Una vez en su habitación, dejó colgada la camisa color marfil y se miró en el espejo, recibió las cartas pero no leyó ninguna, el motivo era más que obvio: él cumplía las promesas  y a ella le había hecho una en la que él aceptó sin mediar palabra , sin alzarle la voz y robándole el último beso como castigo. Bien sabía la de veces que se lo imaginó, callando su tentadora boca y deshacerse de cada prenda, envolverla entre sus brazos y hacerle olvidar lo demás pero no, ella no quería eso, sólo ser la protagonista de un cuento en la que él ejercía del villano de la historia, lo juzgó por el hecho de “estar con unas y con otras”, sin valorar esos pequeños detalles, el tiempo que estuvieron bailando en el baile de navidad, los besos robados y las ganas de mas.

Perfectamente arreglado y perfumado, enredó su oscura bufanda a juego con los guantes  y junto a su abuela, dieron marcha hasta la casa de los Lefoy. Giacomo Gianetti se encontraba fuera de la ciudad, pidió encarecidamente a su hijo ir en su representación y así , ejercer como dueño del negocio que en el futuro sería suyo. Entusiasmado por la idea de ser quién diese la cara por su negocio, la sonrisa que debía adornar su rostro seguía escondida, Éuphemia elegantemente vestida con uno de sus vestidos color oscuro que hacían resaltar sus ojos verds como los de su nieto, lo observaba detenidamente intentando averiguar lo que le afligía en silencio.

-¿No tienes ganas de volver a ver a la hija de los Lefoy? La última vez estabais de lo más animados conversando , te quedaste con ganas de más ¿me equivoco?-se acurrucó en la bufanda y no dijo nada, su abuela desistió  pues siempre le había hablado y contado todo pero esa vez… -Ya llegamos, todo estará benne, tranquila -ella mostró una sonrisa y al detenerse el carruaje, él salió antes para tomar la mano de su abuela y ayudarla a bajar.

De su brazo, se adentraron en la entrada hasta el hall donde los esperaban, él brindó una breve sonrisa, dedicando reverencias al padre de Lorette, presentándose a los nuevos invitados, besó en el dorso a su madre y a la tía Anissa hasta que…legó a ella a quién dudó en tomarle de la mano pero si no lo hacía su abuela lo mataría con sus propias manos.

-Buona notte -murmuró muy bajito, apenas hablaba por lo que le daba total pereza, pareció dejar un beso pero ni la rozó, sólo se llevó la mano a los labios haciendo el paripé y la soltó, siguiendo a su abuela hasta la mesa, tras dejar los abrigos y complementos a los criados para que los guardasen. Ahora eran tres jóvenes, el tal Christian , Lorette y él, ambos sentados derecha Éferon e izquierda el joven invitado de los Lefoy. -Tomaré vino rosado -y perdió la mirada esmeralda en su plato, deseaba estar en su cama y no allí aspirando el olor a violetas que volvía a hacerle enloquecer.

traje:

Aunque se encontraba en el salón de los Lefoy, su mente estaba en otro lugar, alejado de la tentación y el recuerdo de una noche de nieve. El año había acabado con la compañía de su nanna y una fiesta privada en la que con unos amigos bebió hasta perder el sentido. El tiempo corría tan deprisa que hacía apenas un par de días era año nuevo y casi se encontraban en el ecuador del mes de enero, un nuevo año repleto de proyectos para su padre. Él seguía entre fogones cuando la signora Machiavelli le dejaba indagar por su cocina, a las doncellas le encantaban tenerlo por allí, aparte de lo evidente, les ayudaba y aligeraba el trabajo, él parecía disfrutarlo de verdad y su abuela…como no, perdidamente enamorada de todo lo que elaboraba… al final le pondría una trattoria.

La atención se centró en el pequeño cachorro que intentaba captar la atención de su dueña, sólo alguien tan hermoso y delicado como él podía ser propiedad de la dulce Lorette. Éferon observó al pequeño entre las manos de la joven saltó al suelo en donde él, disimuladamente, lo tomó con una de sus enormes manos morenas, contrastaba el tono de uno a otro. Supo desde el primer segundo que el can no era bienvenido por Alexandra y por esa misma razón, la desafió jugueteando con él en su regazo y alzarlo para observarlo con detenimiento. La sonrisa perdida de Éferon, aquella tan limpia clara y pura…volvió a brillar en su rostro, la nanna lo miraba con dulzura, su nieto tenía ese don de hacer sonreír sin proponérselo.

-Bibou…-susurró tentador, acariciando la nariz del perro con la propia y lo besó en el cogote, revolviéndole el cabello -Hueles a violetas -murmuró más para su acompañante que para el resto de comensales, unas palabras que sólo ella comprendería. No pasó desapercibida la indirecta que le lanzó el amiguito en cuestión, un claro alago para conseguir una sonrisa de la joven, luchar por su entera atención. El perro ladró agradecido por los mismos, quedándose en el regazo del italiano de lo más cómodo -Muy afortunado, tanto que… ¿no dicen que las mascotas se parecen a sus dueños? -lanzó la pregunta más al jovencito que a ella, sin dejar acariciar el cachorro y obtener toda su atención, la sonrisa del italiano no se borró de sus labios, una mirada dedicada a Christian sin ninguna maldad.

Sin perder la expresión, con el perro en el regazo contrariando a la anfitriona y su copa de vino tinto acariciando sus labios, tuvo que darle un largo trago a la copa para o estampársela a la cabeza al signorino metomentodo ¿acababa de desafiarle con la comida? Lo había hecho y de qué modo, no se iba a quedar callado por supuesto que no. Éuphemia parpadeó , carraspeando para captar la atención de su nieto pero…fue tarde.

-No me cabe duda que la comida de su madre sea exquisita, grazzie por el honor que presenta probar sus platos -cortés y elegante, alzó la copa en señal de brindis a la mujer pero no, no todo quedaba ahí -Debería probar ambas, me ofrezco voluntario a ofrecerle la cata y juzgue por sí misma -la abuela centró la atención en su joven nieto, aún quedaba la guinda final y quién mejor que él para ponerla -Así me muestra lo golosa que puede llegar a ser probando mis postres, aviso que son adictivos, querrás probar más y más y yo…te lo daré -fue bajando el tono de voz, acariciando cada palabra con su tono meloso, Éuphemia sonrió contra su copa y él seguía sonriendo para inri de Christian -A mí me gusta lo picante, queme y abrase, para finalizar con un toque dulce, saborear el postre es mi parte favorita -la abuela se echó a reír por lo bajo por el doble sentido, el anfitrión se unió a su risa porque supuso que se reía de su chiste.

-Seguramente no le haya dado a probar la comida italiana un auténtico italiano, seguramente renunciaría a sus raíces -La nanna sonrió con picardía, Éferon se relamió los labios, se imaginaba esos suculentos labios probando sus creaciones y por ende, se mordió el inferior en un acto totalmente involuntario.

El perrito al final se quedó dormido en su regazo y ¿quién era él para echarlo? No le molestaba, se encontraba de lo más cómodo saboreando el primer plato, analizando cada ingrediente y mentalmente se decía a sí mismo lo que llevaba, prefería comer que escuchar a ese francesito decir tanta sarta de tonterías. Ignoró por completo lo que dijo de las mascotas ¿para qué iba a seguir con el tema en cuestión? Lorie era igual de mimoso y dulce que Bibou, aunque realmente no entendía qué papel había protagonizado en su historia, si lo veía como un mujeriego al que sólo le importaba sí mismo y no veía más allá de su nariz…es que realmente no, no lo cocía.

Rememoró la conversación en la mansión Gianetti, cómo le hablaba de sus sueños de futuro, la pasión en sus palabras, una conversación sincera que al final se volvió ceniza y polvo. Y otra vez la insistencia en restregarle que todo lo referente a Francia era lo mejor, ya…claro. Los ojos de Éferon se entornaron cuando probó el segundo , cortándolo con cuidado y frustrarse porque por culpa de la voz de pito de ese mequetrefe no pudo oír la carne cortarse despacio, capa por capa  y untar el delicioso puré en su tenedor, saboreándolo y sentirse el hombre más afortunado del mundo por tener a su alcance semejante exquisitez.

-Delicioso, la textura es exquisita y el puré tan cremoso que se deshace en la boca -sí, acababa de dejarlo con la palabra en la boca, disfrutaba comiendo y eso nadie podía arrebatárselo -Quién sabe si la signorina Lefoy ha probado postres diferentes, saboreado y deleitado en otros platos… no hay nada de malo en probar de cada plato quién sabe…-mostró una sonrisa, estaba tan rico todo que no dejó nada en el plato, el postre que fue su favorito, primero comió los frutos rojos y luego la créme…disfrutaba como un niño y eso a su nanna le hacía tremendamente feliz -Sois leal a vuestras creencias y demás, yo también pero no veo necesario renunciar a nada aunque me hayan robado el corazón aquí. En los platos degustados, en la compañía y en los recuerdos vividos en las noches nevadas de la ciudad…sin duda, esas me robaron el corazón para no devolvérmelo y quedárselo -

La nanna, lo miró atónita, casi se atraganta al beber ¿acababa de admitir que alguien le había robado el corazón? No sólo eso, acababa de darle un sablazo de muerte a ese niño petulante que se creía alguien con esos aires de grandeza. Éferon sonrió a su abuela, una sonrisa triste y resignada… la mujer desvió la mirada hacia Lorie y él tan sólo bajó la mirada un instante, lo que acababa de decir significaba mucho más que unas simples palabras y encima, el comentario de la tía de la joven alegando haber estado enferma. Éferon giró el rostro buscando los ojos aguamarina de Lorie ¿eso decían las cartas? La culpa volvió a pellizcar la boca del estómago del italiano.

El cálculo fue instantáneo, las mismas semanas que él también estuvo raro sin salir de su habitación, lo que no esperó fue lo que ocurriría a continuación.

-Mi nieto estuvo indispuesto hace ese tiempo, un golpe de frío ¿en la fiesta de Navidad? Desde entonces ha recaído, aun le falta reponerse -Éferon no negó nada, necesitaba fumarse un cigarrillo con aroma de vainilla, se los hacían a su merced, adoraba esas pequeñas delicias -Si me disculpáis…salgo a tomar el aire -se disculpó ante los de la mesa con una reverencia, desviando la mirada a Lorie, iban a servir el té pero él sólo quería escapar y perderse en el humo de su cigarrillo.-Espero mejore aunque yo dudo que me haya recuperado, estoy peor-no fue un doble sentido, fue una aclaración en toda regla que calló de golpe a la mesa.

-¿Un encuentro inesperado? Me sorprende que no me comentase nada pero desde el día de Navidad… está más distante, apenas para por casa y se niega a hablar del tema, sabe que me desagradan los disgustos y nuestras familias se tienen en alta estima…no querría preocuparme -echó una mirada al italiano, acababa de cerrar bien la puerta, él no se puso abrigo ninguno, no lo necesitaba… el invitado de honor le había buscado cuando no debió pero él no era de montar números o disputas , prefería guardar silencio y salir airoso de la situación con palabras elegantes en donde dejaban al interlocutor sin más que añadir y en su sitio.

Los cigarrillos con aroma a vainilla, un vicio  no muy frecuente en el italiano hasta que perdía la paciencia, le relajaba refugiarse en el dulce aroma de vainilla con el amargo del tabaco. Tras prenderlo con una de sus cerillas y guardarse el paquetito y la pequeña cajita de plata con los cigarrillos que quedaban, inspiró y soltó el humo despacio, tranquilizándose. Si había acudido fue porque no le quedaba otra, representaba a su padre y qué curioso cuando él jamás hacia nada por él, siempre tenía que contentarlo y no fallarle cuando lo necesitaba pero esa noche… prefería dejarla en el olvido , lo último que necesitaba era a un jovencito celoso intentando quedar por encima de él.

El ventanal volvió a abrirse y él cerró los ojos, estaba acompañado y pronto el aroma de la vainilla y las violetas se entremezclaron arrancándole un suspiro de pesar. Apoyó ambos codos en la reja enredada de madreselva, conservaban algunos copos de nieve, estiró una de sus manos para atrapar una hoja y dejar deshacerse la gota de nieve en su índice. Él se encogió de hombros como si fuese lo más normal del mundo, la respuesta más obvia pero en esa respuesta englobaba mucho más.

-No, no las leí -dio una nueva calada al cigarrillo y dejó escapar el humo tras un suspiro, no le dejó decir nada, al girarse…el dedo índice húmedo delineó los tentadores labios de la joven, no acortó la distancia sólo le pidió guardase silencio. Echó una mirada fugaz al interior del salón donde parecían muy ocupados conversando, era el momento y no iba a dejarlo pasar ¿quería respuesta? Iba a dársela -No las he leído porque prefiero que lo que tengas que decirme me lo digas cara a cara, mirándome a los ojos sin papel y pluma de por medio. -fue claro y directo, prefería oírlo de su voz en vez de unas palabras escritas, ver que lo sentía de verdad y también porque le incomodaba lo que pudiese decir esas cartas, terminando por echarlo de su vida.

-Yo también te escribí pero no las mandé, me dijiste que no querías saber nada de mí, desapareciese de tu vida… eso hice. Si estoy aquí es por mi padre y con todo mi pesar, tu amico no ha parado de intentar llamar tu atención en toda la noche, quedar por encima  porque sí, bebe los vientos por ti… y no le gustan los perros, en eso sí te ha mentido, ni lo ha tocado pero es un tema que a mí no tiene que importarme lo más  mínimo ¿Verdad? Porque me gritaste que te dejase, te había hecho daño… ¿realmente necesitas la respuesta a por qué no respondí tus cartas? Así te vería, me lo dirías y no perderíamos ni un mísero segundo -el cigarrillo se consumía, él volvió a llevárselo a los labios y medio sonrió incrédulo, ese niñito le había puesto enfermo -Te pusiste enferma por mi empeño en permanecer fuera, no creas que no lo sé. -era muy observador pero guardó las distancias, tan sólo acarició su mentón con el índice aún húmedo y negó con la cabeza -Si quieres que te diga que acepto tus disculpas, lo haré pero no sé con que fin sigues torturándome, sí, lo haces y lo sabes. Me alejas y me acercas, ¿qué se siente al saber que alguien te hace daño? Yo te lo he hecho pero aquí no hablamos más que de ti y tu bienestar sin importar nada más. Y ahora, discúlpame tú a mí, ya dije todo lo que tenía que decir -visiblemente molesto pero tranquilo, tomó aire y suspiró, volviendo a apoyar los codos en el balcón y mirar a la nada.

-¿Y qué ponía en las cartas? dímelo, prefiero que me lo digas tú. Ah y...Tranquila, me iré pronto para que disfrutes la velada con el francesito de pacotilla-estaba molesto, enfadado consigo mismo, confuso...muchas emociones juntas que no comprendía.

Tranquilo aparentemente, por dentro era como un huracán a punto de entrar en erupción. Su nanna siempre le había descrito como muy paciente pero en ese instante no lo estaba siendo, sus esmeraldas se fijaron en ella una vez más, contemplándola como si sólo estuviesen los dos en el lugar y lo demás careciese de sentido. El cigarrillo se consumía como sus nervios, no los mostraba pero esa mirada esmeralda que no dejaba de observarla en silencio, dejaba claro que estaba muy interesado en lo que ella tuviese que decirle, no le mentiría cuando le dijese que había estado esperando ese momento porque las palabras escritas no se podían oír con un tono de voz, la voz sí…y quería descifrarla totalmente sincera, sin dejarse nada en el tintero…porque sabía que ella era tan transparente como la nieve que los cubrió aquella noche de Navidad.

No supo de qué manera tomarse sus palabras, ¿se arrepentía de lo ocurrido entre ellos? ¿y los besos? No podían ser producto de la bebida, ni el baile entre los copos de nieve, ni el juego de miradas, ni como sus cuerpos se buscaban reconociéndose por la esencia. No mencionaba nada de eso, sólo el incidente de las palabras y el golpe. Intentaba recomponer todas las piezas en su cabeza, estaba claro que el hecho de encontrarse con Sophie no le agradó, realmente pensaba que ella misma no le interesaba de un modo más íntimo y real. En silencio, le dio una calada al cigarrillo, esperaría todo lo que tuviese que decirle, aclarar en qué parte de la historia le hizo tanto daño…jamás lo haría conscientemente, él no era así.

... no quiero que te vayas de mi vida, te quiero en ella así que te pido que te quedes.

La sinceridad de Lorette, provocó en el italiano una breve sonrisa, nunca quiso hacerle daño, jamás y eso fue lo que le torturó al italiano, no saber de qué forma lo había hecho. Se acercó a ella despacio, sin perder un ápice de su mirada aguamarina, cometiendo el error de desviar la mirada hacia esos labios que probó y ansiaba volver  a tener a su merced. “Mi dispiace”, ¿podía sonar aún más dulce? Pero le acababa de proponer empezar de cero, ser amigos, ¿Cómo el francés de dentro?. Él sería claro, no se guardaba nada. Tras  dar una larga calada al cigarrillo aromatizado, la vainilla, las violetas mezclados con el aroma del humo de las chimeneas se le hizo de lo más apetecible.

Le dio igual acortar las distancias, saltarse el protocolo, sólo quería que ella lo oyese, era importante. Dejó que el humo saliese despacio por los orificios de su nariz, parecía realmente un sueño, el humo la dibujaba como la visión más hermosa y dulce que ningún sueño pudiese asemejarse. Habló bajito, pausado y con ese tono tan suave que le caracterizaba, iba a ser sincero y no le importaba más que ella le oyese.

-No puedo ser tu amico, Lorette. No sé ser amigo de nadie, tendrás que enseñarme-se lo estaba diciendo, iba a quedarse pero no quedaba todo ahí -No beso a mis amigas del modo en el que lo hice, ni tampoco la deseo con ese fervor, no imaginé que fueses otra, eras tú. Mi dispiace si te hice daño, no fue mi intención pero realmente no sé cómo comportarme, no soy el perfecto caballero aunque lo diga mi nanna, no tengo ni idea se si dejarme llevar o asentir con la cabeza para ser esos amigos del alma que tanto deseas -se fijó en su labio inferior, entreabriendo los propios en un claro gesto de autocontrol -Me quedaré si me lo pides pero no pretendas que olvide lo que ocurrió, para mí no fue el alcohol…yo no bebí, sólo de tu boca y desde entonces me la negaste. Seremos amigos, seré aquel que esté a tu lado cuando lo necesites, te lleve de compras, pasee a Bibou pero no regalo besos a mis amiga, no sé como comportarme como un amigo cuando ahora mismo sólo pienso en sacarte de aquí y nos tomemos toda la noche para conocer cada parte del otro. -fue a inclinarse a ella, a tomar por última vez sus labios pero eran amigos, no quería hacerle daño cuando él se estaba desquebrajando por dentro -No me iré -una promesa hecha sobre la boca de Lorie, se apartó despacio, eran amigos y él…se moría de ganas por demostrarle todo lo contrario pero no era ningún aprovechado, él actuaba por instinto…la deseaba, esos labios le habían martirizado desde la fiesta -No beso así a mis amigos ¿tú sí? -insistió, se mordió el labio inferior sin apartar la mirada de sus labios, los cuales se negó y alejado del impulso, volvió a su sitio, el descontrol le estaba poniendo muy nervioso.

Y en recuerdo de esa noche, encargó algo en especial, un regalo que tardó en mandar y con una nota, una bonita caja dorada con un enorme lazo plateado aguardaba un vestido blanco como la nieve, elegante y ese toque dulce y sensual, junto con una nota "Feliz año nuevo, nunca dejes de ser como un copo de nieve".

Dos semanas después, principios del mes de febrero, exactamente el 7 de febrero de 1801



Los días siguientes después de la cena en la casa de los Lefoy, los Gianetti se encontraban de celebración por el aniversario del joven Gianetti, cumplía 20 años y como decía su nanna “el soltero más cotizado de todo París e Italia”. Los deseos de casarse iban disminuyendo por segundos, después del encuentro con Lorette y demás historias, lo veía cada vez más lejano. Fue muy sincero, no se guardó nada y la respuesta fue por parte de la francesa, un huracán de emociones y confusión que terminó por hacer “boom” en su cabeza y aceptar lo que ofrecía, amistad absoluta y cumplir su promesa.

Todo quedó claro en el ventanal, fue él quién se hizo ideas equivocadas ¿acaso llegó a pensar que podía sentir algo por él? Qué iluso. Cumpliría su promesa, la vería como una amiga, la amistad que siempre había buscado en una mujer, la confianza y la lealtad de contar con ella para lo que fuese. No negaba que le hizo daño oírle decir todo eso, sintiéndose estúpido y pequeño, como si acabase de perder algo que…nunca tuvo y esa era una de las peores sensaciones.

El cumpleaños de Éferon siempre había sido celebrado con suma alegría, sobre todo por su abuela quién era quién organizaba la fiesta. Ese año organizó algo diferente, en el jardín trasero en donde no sólo habían dispuesto un catering, al ser invierno tendrían que hacerlo en el patio cerrado. Juegos de dardos y flecha, actuaciones de baile y cante, incluso un tío vivo…como si aún tuviese once años pero siempre terminaban montados los mayores. Desde la ventana, lo vio todo dispuesto y tras arreglarse con un elegante traje oscuro con adorno en el cuello, se colocó el complemento de su personaje en cuestión, Éuphemia dispuso de que los asistentes se caracterizasen con la temática de seres mitológicos, ella eligió una bonita corona dorada como su banda, simulando una diosa griega. Al verlo se echó a reír colocándole bien los cuernos de demonio, ese disfraz le sentaba muy bien.

-Mi bambino ya veinte años, estás radiante ¿a quién vas a llevar al infierno esta noche? Pórtate bien ¿De acuerdo? Que nos conocemos y siempre acabas siendo el rey de los escándalos, en este caso… el demonio-él la besó en la mejilla y acarició su corona dorada con un índice -Tus amigos íntimos es todo París, no recordaré todos los nombres así que prometo no portarme bien -la nanna se echó a reír y él, hizo acto de presencia, algunos invitados habían llegado ya…más bien la mayoría. Sophie, ataviada con un vestido negro como la noche  y unos colmillos simulando un ser de la noche, se abrazó a él por el cuello suspensa en el aire.

-Feliz cumpleaños, mi veneciano ¡te he traído algo! -una pequeña cajita, un bonito reloj de bolsillo, dorado con sus iniciales -Es precioso, Sophie ¿tomamos una copa? Y luego si quieres puedes arrastrarme a bailar toda la noche si quieres, cumplir años me pone de muy buen humor, y ten cuidado con portarte mal…te castigaré, te llevaré a mi infierno en donde te quemarás -Ella rió traviesa seguido de él, quien tomó su nariz pequeñita con sus dedos morenos -O puedes ponerte en la ruleta de pie y lanzarte cuchillos, serías mi plato principal de carne -bromeó con una sonrisa, buscando para tomar una copa, Sophie volvió a colocarle los cuernos de demonio en su sitio y él se lo agradeció con un beso en la nariz de lo más cariñoso.

jardín:

disfraz: