[Flashback] Piogge su bannato.- privato+18

por **Éferon Gianetti** Mar Nov 20, 2018 10:28 am

Recuerdo del primer mensaje :

París, Francia…ocho años antes. Finales de octubre, estación otoño poco a poco va llegando el Invierno.

Un joven Éferon, observaba a su nanna reflejada en el espejo, lucía hermosa para esa noche en donde debían asistir a una de esas fiestas que la clase alta hacía cuando llegaban a París, los conocidos eran unos amigos de su abuela desde hace años y a los que no dudaron en invitar, a ella y a su nieto, por supuesto. La mujer, lucía un traje muy elegante, adornado con pedrería y de un color que resaltaba su tez morena y mirada clara como el cielo, unos ojos azules tan infinitos como el mismo cielo.

-Bambino, deberías empezar a arreglarte, tu padre nos espera ya allí, tenía unos asuntos que tratar con un cliente ¿qué? ¿Qual il è problema? ¡Andiamo, signore Gianetti! Siempre llegamos por tu culpa -el joven resopló de lo más desanimado, después de toda la noche sin dormir tras salir con un par de amigos de París, lo que menos le apetecía era una de esas fiestas en donde perderse no iba a poder ser, tenía que acompañar a su abuela. -Benne, benne…¡ya voy! Prometo portarme bien pero si alguna signorina necesita ser rescatada de algún familiar pesado… ¡no me abstengo a las consecuencias! -antes de salir por la puerta, le dedicó a la mujer un beso en la mejilla y desapareció entre risas.

La casa en París de los Gianetti, contaba con una veintena de criados que al detalle llevaban la casa a la perfección, nanna Gianetti solía visitar la ciudad bastante por lo que pasaban largas temporadas allí y Éferon con ella, su padre la mayor parte del tiempo. La mujer tuvo a su hija muy joven, no llegaba a los quince años y ésta había seguido sus pasos por lo que más que su abuela, parecía más su madre, la mujer prácticamente lo había criado tras la perdida de su única hija.

El italiano, se arregló para la ocasión, el color negro le sentaba bastante bien y por ello solía ir de ese color habitualmente, la mujer al verlo sonrió ampliamente, colocándole bien las solapas y admirar lo atractivo y bello en el hombre que se estaba convirtiendo. Éferon le ofreció su brazo y juntos emprendieron el viaje hasta la casa de los Lancaster, un matrimonio entrado en años que habían elegido París como sus últimos años de vida. Acudiría mucha gente, por lo que Éferon dejó escapar un sonoro suspiro, tanta aglomeración de personas le agobiaba.

-Il mio príncipe, andiamo. Seré la mujer más envidiada de la fiesta -sonrió resplandeciente, sonrisa que contagió al joven. Sus rizos negros indomables caían sobre su frente, ocultando parcialmente su mirada esmeralda, su abuela la arrastró con ella hasta el centro del salón en donde las miradas se fijaban en la señora Gianetti y su apuesto nieto -Esta noche no me busques esposa, sabes que yo de eso…no gastaré nunca, me gustan todas -la mujer, se echó a reír divertida -Todas…hasta que una te robe el aliento, anda vamos a saludar a los anfitriones -Éferon entornó los ojos, le costó seguir sus pasos con desgana y con ésta misma, se tropezó con un camarero quién derramó parte de las copas sobre una dama, más bien varias -Demasiada gente…tenga cuidado -le ayudó a colocar la bandeja, de paso tomó una copa de las que no se habían derramado. -Disculpe, estas cosas pasan -la forma de barrer la culpa, fue sencillamente… impecable.

por **Éferon Gianetti** Miér Nov 28, 2018 7:30 pm

El colorido de la fiesta, alegraba aún más el ambiente en el que se le antojó olía a algodón dulce y manzanas de caramelo. Sabía que su nanna le había traído esas deliciosas manzanas que tanto le gustaban de pequeño, mientras conversaba con Sophie, buscó con la mirada el puesto en cuestión y se acercó tomando dos, una para su amiga y para él. La joven le hablaba muy cerca, esa confianza tan estrecha entre ellos se veía reflejado en esos gestos y él, reía por sus ocurrencias.

Éuphemia al ver a Lorette, sonrió contemplándola ofreciéndole la mano para que pudiese dar una vuelta en sí misma, el vestido danzó por el movimiento , las bonitas alas de ángel centellearon como su corona y sus ojos aguamarina. Sonrió ampliamente, buscando con la mirada a su nieto, aunque ambos quedaron como amigos sabía que su Éferon sufrió esa noche en la que le prometió un imposible e intentó borrar la absurda idea de su cabeza, en la que pudieran ser algo más que simples conocidos…lo que Lorie no sabía era que a nadie le había dicho nada ni remotamente semejante y aún con la negativa, seguía allí al lado de la joven pues siempre cumplía sus promesas.

-Estás bellísima , querida. El signorino está por donde las manzanas seguro, disfruta de la fiesta -los jóvenes eran así, se enamoraban y se desenamoraban pero en el caso de su nieto era diferente, él estaba con todas pero con ninguna y dar un paso a ciegas, le confundió aún más pero se arriesgó a pesar del no de Lorie el que no tuvo más que aceptar y comportarse como ella deseaba…un amigo más como el francés aquel que tenía como amigo. Cuanto iba a sufrir Éferon cuando la viese aparecer tan bonita, curioso que fuesen de lo contrario, eso le arrancó una sonrisa cuando vio a Éferon y Sophie acercarse con manzana en mano.

Éferon reía de buena gana por un incidente ocurrido en el transcurso del camino en su paseo con Sophie, ésta lo contemplaba embelesada y no era para menos, lucía elegante y distinguido, más cercano que aquella tarde en la que se separaron a regañadientes. Y la risa del italiano, se congeló cuando la vio aparecer, como no…una visión divina ante sus ojos, lucía tan hermosa con ese aire distraído e inocente. Reconoció el vestido en concreto, lo eligió él mismo y acertó de pleno, tan bonito y delicado como ella. Por un segundo, los vivaces ojos verdes de Éferon centellearon de emoción contenida…y de tristeza, no apartaba la mirada de ella, contemplarla era lo único que le quedaba. No sólo Sophie se dio cuenta de a quién miraba, su nanna desde no muy lejos contempló la expresión de su nieto, sufría aunque lo negase y lo sintió tantísimo por él.

-¿Me oyes, Gianetti? Puedes llevarme al infierno todas las veces que lo desees…-él no la oyó, seguía inmerso en la imagen de Lorie a quien el destino volvió a cruzarla en su camino -Vienes a castigarme ¿no? -Sophie la fulminó con la mirada, esa joven otra vez a quién tenía completamente hechizado a su amigo -¿No tienes tridente? Porque vas a necesitar uno para castigar a este diablo -Sophie tiró de la mejilla del italiano quién se vengó tomándola en volandas y darle vueltas con la manzana mordida en la boca -No tientes a la suerte chupasangre -suspensa de la cintura, la alzaba como si una pluma fuese entre risas , olvidándose de Lorie y seguir con ese juego que se traían -Al final no solo dejaste de ser un copo de nieve, ahora eres un ángel -murmuró dejando a Sophie en el suelo, desviando su intensa mirada esmeralda hacia Lorie, siempre intenso , directo …como si nada más existiese. Sophie tomó la mano de su amigo, esta noche no iba a arrebatárselo.

por **Lorette D. Lefoy** Miér Nov 28, 2018 7:55 pm

Lorette se sintió visiblemente aliviada de que la abuela de Gerard no le guardara rencor ni la tratara de forma diferente. Seguramente ella sabía todo al igual que su tía, por lo que no la hubiera juzgado si esta se hubiera mostrado hosca o desagradada. Dio vueltas cuando la mujer tomó su mano, el vestido ondeaba a su alrededor como un sueño y no pudo evitar materializar sus pensamientos.- Su nieto tiene un gusto exquisito para la ropa, es precioso -afirmó, era una realidad que el vestido le encantaba y pensaba guardarlo para muchas ocasiones más, pero aquella se sentía especial.

Y en las manos de Éuphemia Gianetti estaba cuando vio llegar al protagonista de la tarde y su sonrisa dulce se agrió un poco cuando vio con quien venía. La mujer morena de ojos azules de aquella ocasión, Sophie, estaba con él y venían en una actitud de lo más cariñosa. Lorette suspiró y se dijo a sí misma que no pasaba nada, que aquello no le importaba lo más mínimo y que él era su amigo, pero mentía y cada vez le costaba más y más mentirse a sí misma al respecto, cambió el peso de pie un poco incómoda. Hizo una reverencia para ambos cuando llegaron a su altura, dispuesta a ser mucho más cordial y tranquila de lo que fue aquella tarde, tampoco se enorgulleció especialmente de usar sus poderes para molestar a una dama, aunque deseara que esa dama no estuviera allí.

Ella se rió suavemente cuando dijo que venía a castigarle, él iba vestido de diablo, su antítesis, y estaba de lo más atractivo y elegante. Parecía otra broma del destino que ella fuera el ángel y él el demonio, pero a la vez hacía parecer que sus disfraces se compenetraban.- No vengo a castigarte, siempre que te portes bien el cielo hará lo mismo. Feliz cumpleaños -dijo la francesa mientras se acercó hasta él y depositó un suave beso en su mejilla, un contacto que le supo insultantemente a poco.- Madmoiselle Macfarlane, es un placer volver a verla, no creo que sea preciso que castigue a nadie hoy -dijo Lorette, para centrar nuevamente su atención en él.- Te he traído un presente y espero que sea de tu agrado, al menos tanto como el tuyo ha sido del mío -dijo con genuina preocupación mientras se lo daba. Estaba segura de que muchas personas le habrían regalado cosas más caras o más espectaculares, pero esperaba que el libro fuera de su agrado.

Observó con molestia como él alzaba a la morena en volandas y una punzada de tristeza que esperaba que no se reflejara en su expresión, cruzó su cara. Parecían una pareja perfecta, allí juntos, los dos con el cabello oscuro y hermoso y disfrazados como criaturas oscuras. Ella toda blanca, piel pálida, ojos claros, no pegaba con ninguno de los dos y se sentía totalmente fuera de lugar en su intimidad. Cuando él dijo que ella parecía un ángel Lorie hizo una triste reverencia, resignada y esperando que su voz no temblase al hablar.- Creo... creo que iré a tomar algo, así pueden ustedes disfrutar a solas. -Y mientras se marchaba a por una bebida se dio cuenta de que la punzada de tristeza parecía ya un agujero en el pecho y que lejos de calmarse se extendía por él cada vez más y más, ella se lo había buscado, de eso no tenía duda, pero... ¿Por qué dolía tantísimo ver su felicidad con Sophie?

por **Éferon Gianetti** Jue Nov 29, 2018 7:52 am

“Ho ottenuto tutto quello che ho bisogno,
quando ho ottenuto voi e mi
Mi guardo intorno e vedo una dolce vita.”
traduzione:

Éuphemia, no pudo evitar contemplar la escena desde el anonimato, de forma casual y muy disimuladamente. Y justo cómo imaginó, la reacción de su nieto fue la esperada por la italiana, quién sonrió contra su copa, él no lo sabía pero a nadie miraba de esa forma, como si todo lo demás desapareciese y sólo ella se encontrase en su campo de visión. Y esa signorina, la hija mayor de los Macfarlane, coqueteaba sin importarle lo más mínimo, aprovechándose de la confianza y cercanía que siempre tuvo con él. Sí que es cierto tuvieron un romance pero sólo fue fugaz, se divertían juntos de vez en cuando pero que la nanna supiese no era nada serio. No lo culpaba por querer divertirse, siempre y cuando no hiriese a la otra parte, un pacto que entre ellos estaba más que latente.

Éferon rió divertido ante el gesto de dar vueltas , mareándose ligeramente y sin perder la sonrisa de su rostro. El hecho de que Lorette se encontrase en la fiesta, lo había animado y se notaba en el brillo de su mirada y su eterna sonrisa, la acompañante del italiano no apartaba la mirada de la resplandeciente Lorette y no era la única, Éferon lo había dicho todo en silencio al contemplarla y curiosamente, sólo Sophie y la nanna se dieron cuenta de cómo la miraba.

-Intento portarme benne pero no me lo ponen nada facile -recelosa, Sophie presenció el inocente pero intenso beso de Lorie hacia él, quién al igual que ello le supo a poco, como si acabase de darle de probar un trozo de deliciosa tarta de nueces y arrebatársela. Con los labios entreabiertos, bajó la mirada hasta el presente entregado, aún podía sentir el calor de sus labios rozando su piel morena, el cosquilleo que producía un simple gesto…¡un simple roce de labios le revolvió todo! Y él, tan inocente en ese tipo de señales, volvió a confundirse, desechando toda idea pues ya quedó todo claro aquella noche e insinuar o insistir, terminaría por echar a perder la relación entre ambos… no deseaba perderla de ningún modo, le pidió que se quedase en su vida y lo hacía, aunque doliese debía aceptarlo y estaba en ello.

Y su cumplido surtió el efecto no deseado, volvía a evadirle. Él no apartó la mirada del regalo, se le congeló la sonrisa pues debía fingir que no ocurría nada, cuando estaba claro que ocurría todo. Éuphemia suspiró al ver como la francesa se alejaba, su nieto no dejaba de mirar el presente tras dedicarle una elegante reverencia, aceptando la distancia como siempre. Éferon tenía la sensación de dijese lo que dijese no ser lo correcto y terminase por estropearlo ahora, justo como acababa de conseguir. Abrió el regalo con cuidado, no sabía lo que era por si se le caía al suelo, cuando examinó el regalo, una sincera sonrisa apareció en sus labios ¡un libro de recetas antiguo! Italiano. Sophie, se echó a reír realmente divertida , más bien sonreía victoriosa, un simple libro al lado de su reloj de oro no tenía comparación.

-Un triste libro viejo ¿Qué puede haber ahí tan importante? ¿Gianetti? -él rió como un niño entusiasmado, los coleccionaba y con todos los que tenía, ese era el rey de todos, muy completo y de considerable tamaño, Sophie no entendía porqué tanta fiesta con el dichoso libro -¿Qué hay dentro dices? La magia culinaria italiana, es maravilloso -la buscó con la mirada pero no la halló, quién sí fue nanna Gianetti quien se acercó para recargar su copa y de paso, hablar con la joven.

-Lorette, volvemos a encontrarnos. ¿Le gustó a mi nieto tu regalo? Porque creo que así es, al menos no ha sonreído así en todo el día de hoy -tomó el vino tinto y se echó una copa, se aseguró de que se encontrase la pareja lejos para decirle lo que pensaba al respecto, si Éferon era tan sincero y natural, sencillamente lo había heredado de ella. Le enseñó a ser cortés, elegante y tratar como un tesoro a las mujeres pero ante todo, ser sincero -La confusión nos hace tomar decisiones aún más inconexas pero que tomemos decisiones no significa que no podamos escribir nosotros mismos el transcurso y su recorrido -suspiró girándose hacia el jardín, Éferon estaba buscando a Lorette, para ella era como un libro abierto, así que antes de que fuesen encontradas terminó -Con esto, querida, simplemente te aconsejo que no dejes escapar instantes que no van a regresar jamás, no al menos si se van con una dama disfrazada de chupa sangre… no sé si me explico. Así que, no tengas miedo, él está tan confuso como tú sólo que él siempre lo tuvo claro -carraspeó, como remate final dedicándole a ambos una sonrisa cómplice que sólo ellos comprendieron.

Nanna Gianetti, despedida:

Sophie lo siguió con dificultad, iba demasiado rápido para su nuevo calzado por lo que tuvo que detenerse un momento y asegurarse de que los tenía bien puestos. Éferon, vio de espaldas a Lorette frente la mesa de las bebidas, las alas resplandecían, sin duda brillaba con luz propia…un disfraz de lo más adecuado que a él personalmente lo deslumbró. Con dos de sus dedos, tiró de una de sus alas para llamar su atención, no le había dado tiempo a darle las gracias por el regalo, sonreía como un niño de lo más ensusiasmado.

-No sé de dónde lo has sacado pero…é maraviglioso -tan efusivo, se acercó a su mejilla dejando un sentido beso y seguidamente en su frente, lo había dejado sentir, más que un simple roce -No me has dejado darte las gracias, se supone que soy el protagonista y huyes de mi presencia ¿temes al diablo, Lorie? No te haría nada, nada que no quisieras -bromeó guiñándole un ojo, intentando quitar tanta tensión pero de nuevo sintió que quizás había vuelto a fastidiarlo todo por lo que negó con la cabeza, dando un par de pasos hacia atrás con la intención de perderse por la fiesta… nunca sabía como acertar.

por **Lorette D. Lefoy** Jue Nov 29, 2018 9:00 am

Tomó un vasito de algo delicioso que parecía ponche de frutas y lo bebió con suavidad y parsimonia. Intentaba respirar, reordenar las ideas, pero no era capaz. En su mente solo podía visualizarle a él con Sophie, dando vueltas, riendo y pasándolo bien. A lo mejor era lo que tenía que ser, tal vez ellos siempre tendrían las cosas difíciles. Sus familias hacían negocios y estaba el problema de que Lorie tenía un secreto muy grande que no se sentía lista para compartir, además, ¿Y si ella no era lo que él esperaba? No tenía ninguna experiencia en el amor ni sabía absolutamente nada de la vida, no como la joven Macfarlane, con las ideas claras y decidida.

Ella les había observado juntos, lo hizo aquella tarde que se encontraron en la calle y lo hizo desde que llegó a su cumpleaños. Sentía esa intimidad patente entre dos personas que se conocen bien, esa complicidad y... sentía celos, ahora lo sabía, sabía ponerle nombre a la sensación. Quería ser ella la dueña de aquella intimidad, la dueña de sus sonrisas, de sus gestos cariñosos y de su alegría. Y la amistad se quedaba corta, insultantemente corta... dudaba que él fuera feliz así y si ella tampoco, ¿A qué cielos esperaba?

Lorette observó con sorpresa que Éuphemia Gianetti se acercó a ella para hablar en privado, aunque nunca había tenido un contacto tan cercano con la mujer. Decidió escuchar con suma atención todo lo que ella tenía que decirle.- Madame Gianetti, espero que le haya gustado el regalo, desde luego lo he traído con toda la ilusión del mundo -dijo sintiendo todavía el agujero enorme en su pecho y la sorpresa por lo que ella le dijo, como si hubiera leído sus pensamientos. En realidad lo sabía, sabía que le estaba avisando que si desaprovechaba las oportunidades y no era sincera le perdería para siempre. Ella se había empeñado en buscar una amistad que ni tan siquiera a ella la hacía feliz, no era suficiente y dolía. Lorette le había empujado a los brazos de Sophie y fue en ese momento, cuando les vio juntos, cuando sintió que su decisión estaba totalmente equivocada.

Miró a Éuphemia y las lágrimas se agolparon en sus ojos, pesarosas, demostrando de nuevo una enorme vulnerabilidad.- Tal vez ya es demasiado tarde y si que tengo miedo... mucho -admitió mientras con las yemas de los dedos secaba las lágrimas de sus ojos. No quería que nadie la viera así y mucho menos Gerard, que además se acercaba a ellas desde el fondo. Respiró hondo intentando calmarse pero como no Sophie le seguía, aunque tuvo que detenerse y llegó él solo. Agradeció mentalmente que el destino les hubiera concedido un breve momento de intimidad. Su abuela los miró de forma enigmática pero reveladora antes de dejarles solos y Lorie le dio las gracias silenciosamente con un asentimiento de cabeza.

-Me alegra que te guste, ha sido complicado conseguirlo, tiene 300 años de antigüedad y lo redactaron unos monjes en un convento. Se lo compré a un mercader que me puso muy difícil la cosa, no quería soltarlo. Posee recetas únicas y casi desconocidas, como se que te encanta la cocina pensé que sería un gran regalo... -dijo y se calló dándose cuenta de que ya estaba como siempre, hablando de los libros con fervor e interés. Era su cumpleaños, seguro que no quería una charla sobre cómo conseguir libros valiosos. Él se acercó para devolverle el beso en la mejilla, un simple roce que englobó demasiado y ella cerró los ojos. ¿Como iba a estar dispuesta a renunciar a eso? ¿Como no admitir que un beso en la mejilla le sabía a poco? ¿Que su amistad era dolorosa e insuficiente? No podía, estaba harta, harta de ser el problema en su propia felicidad. Harta de buscar complicaciones donde no las hay, solo por el simple hecho de no querer admitir que se ha enamorado de un hombre. Y entonces como el polluelo que salta del nido por primera vez, sabiendo que a lo mejor las alas le fallan y se cae, se lanzó y asumió el riesgo de que todo acabara hecho pedazos.

-Yo jamás huiría de ti, solo intentaba darte intimidad... Temo al diablo, ¿sabes? Pero no al que tengo delante, temo al que hay dentro de mi, el que me torpedea todo el tiempo, el que parece ansiar que yo no sea feliz... Pero hoy soy un ángel y le he mandado al fondo de mi pecho y el ángel me dice que me permita ser feliz y que tu eres mi felicidad -y sin pensarlo demasiado, sin saber el por qué, cortó la distancia que había entre ellos y le besó, ardientemente. Nada en el mundo importaba, no había nada más alrededor que su boca. Era un beso parecido a los demás pero totalmente nuevo, porque esta vez no besaba a un desconocido con una máscara ni a un hombre con el que estaba enfadada, besaba a alguien por quien estaba dispuesta a asumir una gran variedad de sentimientos nuevos y aterradores. Y aquel beso supo distinto, supo a intensidad, supo a ponche, a sus labios y sobre todo supo a felicidad y a hermosas promesas.

por **Éferon Gianetti** Jue Nov 29, 2018 9:54 am

Con el libro entre sus manos, tomándolo de forma delicada como si llevase un tesoro, se acercó a Lorette que hablaba con su nanna. Él le devolvió la sonrisa antes de marcharse, la nanna animó a la joven con esa sonrisa que le caracterizaba, realmente esperaba que no tuviese razón con ser demasiado tarde. La señorita Macfarlane, la conocía y llegaba a ser muy persuasiva si se lo proponía, bebía los vientos por Éferon pero él tan solo tomaba momentos de placer, en cuanto el cuerpo se desahogaba, ella no le aportaba nada en absoluto.

Sorprendido por la descripción tan detallada que le daba del libro en cuestión, más lo valoraba, no podía tener tanta suerte y si antes para él fue un regalo revelador en el que demostraba el otro interés por la persona, conociendo sus gustos y aspiraciones…ese regalo sin duda se había convertido en su favorito. Por su sonrisa tan amplia como el cielo que los contemplaba, la miró a los ojos unos segundos, se dio ese capricho aunque no fuese correspondido, le encantaba mirarla y hoy más con ese presente que tanto le recordó a ella. Se imaginó cómo le quedaría el vestido, lo encontró cuando caminaba por la calle distraído y le llamó la atención por lo hermoso que era, más si quien lo llevaba aportaba esa elegancia…no se equivocó y qué feliz por ello.

-Nadie podría haber acertado como tú, es sencillamente perfecto -esperaba que le dijese más sobre el libro, atento a cada una de sus palabras pero…se detuvo y asintió con la cabeza, tampoco quería asaltarla a preguntas quizás estúpidas pero lo que ella no sabía era que como ella, le gustaba leer de todo tipo de variedad, en la mansión Gianetti tenía su pequeño tesoro, aparte de la cocina -Tendremos que proseguir con la charla pues me he quedado con más ganas de saber, además quería…mostrarte algo y no está en el jardín -podía verse como una clara invitación pero a lo que se refería nada tenía que ver con eso -No quiero desvelar lo que es prefiero que lo veas por ti misma y… ¿encerrado en tu pecho? Una jaula de que espero no salga

“tú eres mi felicidad”

No reaccionó, no se lo esperó y él siempre veía venir ciertas cosas pero ese beso… no. Sin soltar el libro, la rodeó con uno de sus brazos para atraerla hacia sí sin importarle nada más que deleitarse en su boca, un beso esperado, necesitado en donde buscaban probarse y encontrarse, sus labios la atrapaban con gula, suavidad y picardía, una mezcla que a él mismo despertaba la sensación de ansiar más. Sonrió entre besos, buscándola y riendo entre besos, no había mejor respuesta que esa, la sonrisa del italiano bordeando a besos la ajena…

Fue rodeado de la cintura, abrazado por detrás y apartado de Lorie por el sobresalto. Sophie, la miró desde su hombre con una clara advertencia a lo que significaba su ceño fruncido : “qué demonios haces, apártate de él”.

-Andiamo, Sophie, me has asustado. -ella rió , tirando de él para que bailase con ella pero antes, él le dedicó una mirada a Lorie, una muy intensa en la que se disculpaba con la mirada -Te espero en la puerta principal, dame un segundo -murmuró para que sólo ella lo oyese -Sophie, mi abuela va a sacar la tarta y como no esté presente sabes lo que pasará -la joven fingió un puchero y tiró de él hasta la mesa donde dispusieron un enorme pastel blanco como lo nieve, su tarta de nueces.

La nanna, tomó una copa dando un par de golpecitos a ésta con un cubierto y captar la atención de los invitados, era hora del pastel de cumpleaños.

-Mi nieto cumple 20 años, 20 en los que le he visto crecer, hacer mil y una travesuras pero sobre todo, crecer a su lado, compartir cada momento de su vida. Per tu -le dedicó el brindis indicándole que se acercara a soplas las velas, veinte en medio del pastel, de color amarillo intenso, aún lo hacían brillar más -Pide un deseo-él buscó con la mirada a la dueña del deseo , cuando fundieron sus miradas, sopló con fuerza y tras apagarlas, un aplauso general en donde daban por finalizado el momento.

Él pidió dos trozos de tarta y con mucho disimulo, más que nunca…se alejó hasta la puerta principal donde esperaba Lorette aguardase, esperaría el tiempo que hiciera falta, la buscaría hasta el último rincón de la casa Gianetti.

por **Lorette D. Lefoy** Jue Nov 29, 2018 11:14 am

Lorette estaba aterrada incluso mientras le besaba, consciente de que él no había visto venir todo aquello. Sabía que había dado un paso hacia el vacío cuyas consecuencias podrían ser buenas o terriblemente malas, pero sintió que al menos, pasara lo que pasara, había sido lo suficientemente valiente por una vez en la vida como para admitir sus sentimientos reales hacia él. Gerard correspondió al beso y eso la animó notablemente, pensando que tal vez tenía más posibilidades de las que ella misma se atribuía.

Y el beso acabó antes de lo que esperaba, de forma brusca porque alguien le había separado de ella. Vio a Sophie detrás, su expresión de lo más enfadada y se sintió mal. No había pretendido en ningún momento hacerla daño, solo se había dejado llevar y no fue consciente de que la morena bien podía pensar que estaba siendo cruel. Lorette sintió que le debía una explicación a Sophie, quería decirle que lo sentía, que no pretendía hacerla daño pero que estaba cansada de mentirse a sí misma... pero ambos se fueron porque tenía que soplar las velas y sintió que jamás tendría la oportunidad de disculparse con ella.

Lorette les siguió desde la distancia, él le había prometido una charla y ella sabía que debían tenerla, pero era paciente. Esperaría lo que fuera necesario, pero tenía que decírselo todo. Escuchó el brindis de su abuela y alzó su copa con ponche como todos los demás en honor a la persona del cumpleaños y observó que él, mientras miraba su pastel para soplar las velas fijaba su mirada en la suya, con aquella intensidad abrumadora que le caracterizaba pero Lorette no enrojeció aquella vez, ni apartó la mirada como habría hecho en otras circunstancias, sonrió con felicidad por presentir que su salto al vacío podría salir bien.

Cuando comenzaron a cortar pedazos de la tarta ella se escabulló de los demás, aunque fue difícil pues su disfraz blanco de ángel seguía llamando notablemente la atención. Se sentó en las escaleras de la parte principal, pacientemente, esperando a que el llegara para poder hablar y cuando lo hizo, incapaz de contenerse empezó a hablar, esperando que él escuchara todo lo que tenía que decir pacientemente. Miraba sus labios, el beso había sido interrumpido demasiado pronto, pero tendría que esperar a que él diera el paso esta vez pues no quería forzar las cosas más de la cuenta.

-Gerard, se que últimamente parece que solo tenemos conversaciones así pero creo que ésta es necesaria y te pido que me perdones si hablo más de la cuenta... -se armó de valor, con un suspiro y tomó su mano entre las suyas, acariciando la palma con delicadeza y haciendo círculos sobre ella, otra vez su tic de tener algo en las manos cuando estaba nerviosa.- Perdona si con el beso te he confundido, me dijiste una vez que te alejo y te acerco y tienes razón, pero deseo terminar eso. Se que hace dos semanas tuvimos esta misma conversación y yo te pedí que fuéramos amigos, pero nuevamente no fui sincera y te volví a mentir. Ahora te digo la verdad; no quiero tu amistad. Tu amistad es insuficiente, lo he intentado, me he forzado a mí misma a ser tu amiga y eso solo me ha vuelto terriblemente desdichada.

Ella se sentía muy vulnerable en aquel momento, estaba abriendo su corazón a ciegas, por primera vez a un hombre y no sabía lo que saldría de eso. Creía estar preparada para todo, pero no le quedaba más remedio que aguardar.- Verte con Sophie hoy me ha hecho darme cuenta de que no quiero que otra sea el motivo de tus sonrisas, quiero serlo yo. Eres dulce, eres intenso, apasionado, cariñoso, inteligente... no me juzgas porque quiera estudiar y has sido más que paciente y amable conmigo -suspiró haciendo una pausa para coger aire.- Y yo... yo no he querido admitir nada de esto hasta ahora porque tenía miedo, mucho miedo, porque me he enamorado de ti. Y yo nunca me había enamorado de nadie, es una sensación agradable pero terriblemente aterradora... Y probablemente ya es muy tarde para decirte esto, tal vez mi oportunidad ha pasado y respetaré la decisión que tú tomes así como tu respetaste la mía, pero tenías que saber lo que siento, tenía que ser sincera.

Sus manos seguían con la de él en las suyas, dándole leves caricias, haciendo círculos. Un contacto sencillo pero con el que demostraba mucho. Ella se estaba abriendo total y absolutamente a él, en cuerpo y alma.- Si tu decisión es que me quieres en tu vida, estaré encantada de averiguar como funciona el amor juntos, sin embargo si es la contraria aceptaré tu felicidad con Sophie y estaré a tu lado de todas formas, como tu amiga. -la última parte su voz falló, era un deseo real pero supondría un dolor inmenso ser una simple espectadora de su felicidad con otra persona. Aun así lo cumpliría porque ella solo deseaba que él estuviera bien, la suya era algo secundario.

por **Éferon Gianetti** Jue Nov 29, 2018 6:34 pm

El beso de Lorie lo transportó a la fiesta de Nochebuena en la que descubrió, la verdadera cara de la joven francesa, esa alegría y cercanía, la necesidad de tomar su boca y cada parte de su cuerpo, hacerla suya de todas las formas posibles porque sí, las quería todas y cada una de ellas. Mental y físicamente, Éferon era dado a tomar de las mujeres lo físico y saciar su sed pero nunca nadie le había llenado de otro modo en el que tan sólo necesitase tenerla a su lado, mirarla, oírle decir todo lo que tuviese que decir, compartir momentos y pensamientos que nadie comprendía y ella, sí lo había hecho.

Con un plato de porcelana china con un dibujo en dorado formando pequeñas ondas, al igual que las cucharas que hundidas en el centro de la porción de tarta, cuidó de que no se tropezase, la tarta debía llegar intacta. Temía que Lorie no lo esperase en la entrada, no estaba seguro de nada pero al verla, sus ojos se entrecerraron tras sonreír ampliamente y acercarse a ella, fue a darle la porción de tarta cuando apenas le dio tiempo a reaccionar, ella comenzó a hablar y la sonrisa se le congeló… no podría soportar si ahora le dijese que no sentía nada, los besos no mentían, esperaba que no le negase lo que realmente ocurría entre ambos.

Tragó saliva, la miraba atento sin perder detalle de sus gestos, el contacto de su mano con la caricia de sus dedos, dibujó una breve sonrisa en sus labios. Se le veía tan hermosa describirle todo aquello, tan imposible de que fuese él el destinatario pues la noche de la cena recibió tal negativa que dudaba que ella sintiese por él nada, sólo simple amistad la cual sabía amarga…él no quería su amistad, quería más besos, más intimidad…más de todo pero no se atrevía , temía volver a fastidiarlo todo.

“porque me he enamorado de ti. Y yo nunca me había enamorado de nadie”

Éferon se quedó estático sin imaginar que esas palabras salieran de sus labios, no esperó a entrar dentro de la casa, ella necesitaba soltarlo sin más, no podía guardárselo por más tiempo y él tampoco. No se esperó tal cosa, su cabeza iba a estallar…sólo quería mostrarle parte de él, donde se refugiaba cuando simplemente quería ser él mismo, perderse en esa habitación rodeada de los mejores amigos que un niño pudo tener. Tenían en común más de lo que ella podía imaginar sólo esperaba aceptase su invitación a conocer un gran trozo de sí mismo. Siseó, no quería que siguiese hablando sobre otras personas, no era necesario pero que nombrase a …Sophie.

-¿Mi felicidad con Sophie? Andiamo, Lorie ¿en serio? -incrédulo se echó a reír y negó con la cabeza, no dijo nada… no quería estropear el momento y aunque fue cruel fue estrictamente necesario. -No voy a contestar a nada hasta que me dejes que te enseñe algo que es parte de mí, mi lugar favorito en donde pensaba en lo que pudo ser y no fue, en intentar comprender porqué me sentía tan perdido cuando no te tenía delante…no sé si me he enamorado de ti, tampoco tengo que darte más explicación que esta ¿confías en mí? -la miró a los ojos, perdiéndose en su mirada y no hicieron falta palabras, tiró de ella hacia el interior de la casa, sólo quería tener ese momento con ella y descubriese otra parte de él.

La guió por dos pasillos hasta dar con la puerta deseada, de madera oscura y leones tallados en las puertas, daban esa majestuosidad al lugar. Sonrió a la joven, colocándose tras ella y con la mano libre, tapar los ojos del ángel. Su boca se inclinó a escasos centímetros del lóbulo de su oreja izquierda, el cual dejó un roce casual pero que abrasó la suave piel de la joven.

-Cuando abras los ojos, mientras contemples mi pequeño rincón… te diré todo lo que pienso al respecto, tiene que ser aquí, contigo, la tarta de nueces y… -destapó despacio sus ojos, se encontraban en el centro de la biblioteca principal de la casa, Éferon sonrió mordiéndose el labio inferior, sin apartarse de detrás de ella, la observó en completo silencio…ese momento era de ambos.-Nadie ha pisado mi rincón, nadie me ha tenido tan confuso pero creo que desde el primer segundo me atrapaste y no he conseguido salir -murmuró en silencio, tomándola de la muñeca con la mano libre y girarla, encararla después de la total sinceridad… -Me estás castigando ángel y lo acepto, acepto mi rendición con la condición de que te quedes… porque si has decidido quedarte…no pienso dejarte ir nunca más -acarició la mejilla de Lorie con mucha suavidad y sonrió, en medio de la biblioteca, rodeados de libros, con el plato de tarta en la mano y el inmenso deseo de fundirse en un beso que no podía saber mejor que la tarta de nueces.

biblioteca:

por **Lorette D. Lefoy** Jue Nov 29, 2018 6:58 pm

Lorette había soltado todo tan de golpe que casi se había quedado sin aire después de hablar, soltó su mano para que él pudiera coger los dos platos con tarta que había traído. Era una golosa y seguro que luego la probaría pero ahora estaba tan nerviosa que todavía no podía comerla, le había desnudado su corazón y todavía necesitaba saber qué pensaba él al respecto. La escuchó con paciencia decir todo aquello, estaba nerviosa, notablemente nerviosa y su pulso de lo más acelerado pero el no la interrumpió ni un solo segundo, hablando en cuanto ella terminó de hacerlo.

Se sintió mal por Sophie, no podía ocultarlo pues probablemente ella tenía sentimientos por el italiano aunque el pensara que no. Ella sabía bien lo encantador que podía ser y le daba lástima, se dijo que más tarde tenía que hablar con ella aunque fueran unos segundos, aunque no quisiera escucharla. Cuando él dijo "no sé si me he enamorado de ti" sintió una punzada en el pecho, totalmente convencida de que iba a decirle que ella no le interesaba, a rechazarla, apartarla... o peor. Intentó que el pánico no escalara rápidamente en su interior, al menos no hasta que la llevara a donde él quería. Tomó su mano con inseguridad pero lo que dijo iba completamente en serio.

-Confío en tí -dicho lo cual él la llevó al interior de la casa, atravesaron varios pasillos y llegaron a una puerta hermosamente ornamentada, lo que habría dentro tenía que ser muy especial. Su curiosidad le hizo preguntarse a qué clase de habitación entrarían o que quería mostrarle. Peeero de pronto él tapó sus ojos y ella sintió un leve roce en su lóbulo, y no pudo contener un estremecimiento agradable por aquel contacto, un cosquilleo en su estómago. Carraspeó un poco pues aunque tuviera los ojos cerrados seguro que estaba roja, para variar.- Intentaré hacer honor a tus expectativas...

Y su cara debió ser un poema en aquel momento pues cuando abrió los ojos casi se cae de la sorpresa. Sus labios formaban una perfecta O mientras observaba con todo detalle la sala que tenía en frente. Si Lorie pudiera soñar con algo sería prácticamente con aquel sitio. Estaba en una enorme biblioteca, grande y llena de volúmenes, preciosa y elegante. No pudo evitar echar a andar, como si fuera sonámbula y atraída por todos aquellos libros que la llamaban. Se llevó las manos al pelo, nerviosa y se le escapó una risita de incredulidad porque todavía no podía asimilar donde estaba. Nunca había conocido a nadie que le gustaran tanto los libros como a ella. Jamás. Y allí estaba y él acababa de admitir que era su lugar favorito.

Se acercó a una de las estanterías y pasó sus dedos por varios volúmenes, sin poder dejar de observarlos con la boca abierta.- Este lugar... ¿Estoy soñando? Porque parece un sueño, y... ¿es tuyo? Mon dieu -no solo estaba compartiendo con ella su lugar favorito, le estaba brindando algo que a ella también le apasionaba. Nunca había podido tener una sala así, sus padres odiaban que leyera y aunque su tía se esforzaba por complacerla tampoco era una mujer de libros. Pero esa sala era el cielo y ella era el ángel entre libros.- Yo... este sitio es... ¡muchísimas gracias por enseñármelo!

Y Lorette no midió su reacción entonces, nuevamente se dejaba llevar pero de una forma adorable. Corrió por la sala de los libros hacia él y de un salto se subió y comenzó a darle besos por todos lados; la boca, la barbilla, las mejillas, la frente. Cada uno más ardiente e inesperado, claramente feliz y encantada con lo que él acababa de admitir y con lo que acababa de enseñarle. Su corazón se sentía a punto de explotar y se preguntó si la felicidad era eso, una persona querida y una sala llena de libros. Se apartó sin bajar de encima de él lo suficiente como para tomar aliento y decir.- Y yo no pienso irme a ninguna parte. -y allí estaban, el demonio y el ángel abrazados en su particular cielo de libros.

por **Éferon Gianetti** Vie Nov 30, 2018 8:25 am

El lugar más preciado para el italiano era justo donde se encontraba, en el ala este de la mansión Gianetti. Ese pequeño trozo de felicidad contenía no sólo volúmenes de toda clase de géneros, también guardaban los recuerdos de toda una vida en la familia del italiano, fue un regalo de su bisabuelo para su nieta Éuphemina y ésta, quién desde muy pequeño le inculcó la pasión por los libros y la cocina; otorgándole esa parte de la casa que debía proteger y cuidar como hasta ahora habían hecho de generación en generación.

Compartir ese momento tan íntimo con alguien y quién realmente podía apreciar la gran importancia que tenía para el italiano, era ella. Lo supo desde la cena en casa de los Lefoy cuando le confesó aspirar a ser más que una señorita, leía y se sumergía en un sinfín de aventuras, acontecimientos y aportaba a su mente la magia más poderosa que alguien pudiese tener. La inteligencia. Y fue por esa razón, ella lo valoraría y comprendería como merecía, acababa de desnudar parte de él hacia ella, quién estaba completamente seguro de que su reacción no le defraudaría y tomase ese momento y ese lugar como suyo propio.

La risa del italiano hizo eco en el lugar, realmente divertido por sus expresiones y sus orbes esmeraldas, fijos en ella, sin perder ni un paso ni gesto de la joven. Parecía realmente un ángel que acababa de traspasar las puertas y les brindaba su magia y gracia, tan hermosa y delicada como un copo de nieve, ella sí podía ser realmente un ángel, no le quedaba la menor duda. Éferon, apoyó ligeramente su cuerpo en el borde del escritorio donde a su abuela ayudaba con la correspondencia. La pluma con el nombre labrado en oro de los Gianetti, se encontraba al lado del sello con el emblema familiar,

emblema:

.

Dejó el plato a un lado en el escritorio antes de que Lorie se lanzase a sus brazos, la atrapó sosteniéndola en la cintura, sentándose finalmente en el escritorio y a ella en su regazo, con las piernas flexionadas en la madera. Se dejó besar el muy meloso, acariciando con la punta de su nariz la de la joven y buscar un beso que no se produjo, se la quedó mirando embelesado…esa expresión de felicidad absoluta y gratitud ¿ella darle las gracias? Nadie había reaccionado así ante un descubrimiento como ese, menos Sophie quién no comprendió el regalo de Lorie ¿cómo iba a llevarla ahí? Apenas había cruzado del salón comedor.

-Es tuyo también si lo deseas, puedes visitar la biblioteca cuando gustes pero con una condición, estar yo siempre presente -sonrió perdiendo la mirada en sus tentadores labios, los cuales rozó con mucha suavidad y las manos del italiano, acariciaban la espalda de la joven con mucho mimo y dedicación, afianzando el abrazo y aunque no tenía porqué contenerse, seguía admirándola, totalmente perdido en su imagen con el fondo de incontables libros. -Yo tampoco pienso irme a ninguna parte -sin soltarla, alcanzó a tomar la cuchara con un trozo de tarta y ofrecérselo, cuando ella tomó el delicioso trozo… él se inclinó a tomar los restos de nata que habían quedado impregnados en sus labios, finalizando con un mordisco muy tierno. -Tu turno, me dejo -se relamió sin dejar de mirarla fijamente, atrayéndola aún más hacia él en donde la distancia que los separaba era nula. Aprovechó que se encontraba distraída para morder su barbilla y ser él quien dejase besos por doquier, su mejilla, su nariz, sus labios los cuales tomó con gula y deseo.

por **Lorette D. Lefoy** Vie Nov 30, 2018 10:53 am

Ella estaba sencillamente sorprendida y extasiada por el lugar en el que se encontraba. Lorette solía soñar a menudo con tener una sala así, como la que estaba justo a su alrededor pero generalmente despertaba del sueño y no tenía una habitación completamente llena de libros. Cierto era que solía frecuentar las librerías y bibliotecas de la ciudad pero nada se comparaba a aquella habitación maravillosa que en cierta parte concebía como un lugar mágico, no solo por lo que contenía sino por la persona que se lo había mostrado. No podía creer que él hubiera compartido algo así con ella, pero desde luego con aquel gesto se ganó total y absolutamente su corazón su confianza.

Él respondió a su contacto con dulzura, nunca habían podido tratarse así hasta ese momento pero había muchos meses de cosas contenidas que soltar entre ellos y aquel era un momento igual de bueno para empezar que otro. Tras darle besos por todos lados él la observaba y Lorie no pudo evitar contestar llena de emoción cuando le dijo que podría ir allí cuando quisiera con él presente.- Dios mío... seguro que tienes tomos de lo más interesantes, pensar que puedo leer todo lo que hay, creo que necesitaré dormir menos. Te aseguro que va a darme algo, vas a tenerme todo el día aquí con una promesa como esa, ¿sabes? Porque no pienso desaprovecharlo -dijo mientras una sincera carcajada salía de su pecho y sonreía, la simple perspectiva de estar allí con él parecía ya un sueño, pero poder volver era aún mejor.

Él depositó sus labios en los de ella con suma suavidad mientras acariciaba su espalda y la mimaba pero también jugueteaba. Parecía tan natural y tal real todo en aquel momento, como si las cosas por fin estuvieran en su lugar y tuvieran un sentido. Ella tomó el trozo de tarta que le ofrecía, estaba muy muy rico así que lo dijo.- Jo esta tarta está muy buena, no me digas que tu la has hecho porque entre la tarta y la biblioteca me tienes ya... -y se interrumpió cuando él, con intensidad, terminó la nata que le quedaba en la boca.

Se sonrojó terriblemente, una costumbre que jamás acabaría de abandonarla del todo, sobre todo porque ellos estaban empezando a conocer esa intensa intimidad que había nacido entre los dos. Ella rió, cogió un poco de tarta con el dedo índice, se la pasó por los labios y le devolvió aquel beso lleno de significado. Se dejó hacer y besar, aunque le gustó la perspectiva de ser ella un poco traviesa con la tarta, mordió su labio suavemente y se disponía a coger más con el dedo, sin embargo una voz la alertó, buscaban al cumpleañero.

Con un suspiro de lo más pesaroso se bajó de encima suya, roja cual tomate y le tomó la mano.- Anda vamos, la gente empieza a preguntarse donde estás y lo entiendo. Es tu gran día y no puedes perdértelo, solo se cumplen 20 años una vez... Además, a mi puedes tenerme ya cualquier día -dijo con una media sonrisa, esperando que él captara en sus palabras que ella se lo estaba prometiendo todo en una sola frase. Le estaba prometiendo dejarse conocer mejor, estar juntos, divertirse y aprender el uno del otro. En definitiva le estaba prometiendo que a partir de ahora todo sería como ambos querían. Así que juntos de la mano salieron a la fiesta y así, aquel día, comenzó su relación.

por **Éferon Gianetti** Vie Nov 30, 2018 6:15 pm

Meses más tarde, Primavera de 1800 a finales de abril.

Durante esos meses, se había dedicado a ayudar a su abuela en la sastrería, la italiana confeccionaba desde su propia casa y para el buen tiempo se le acumularon los pedidos. Las telas solicitadas para los trajes y vestidos de temporada escaseaban en su inventario, solía gastar todas las telas importadas y no sobrar ni para un retal. El viaje a su ciudad natal estaba previsto desde hace un par de meses, al menos 20 rollos de telas de diferentes colores y texturas, Éuphemia había escrito a su contacto de confianza en Venecia para tenerlas listas en cuanto llegasen…y así también podría dormir más tranquila, su trabajo era muy importante para ella.

Éferon ansiaba volver a su ciudad, la extrañaba y ahora que Lorie estaba a su lado, con más ganas de enseñarle sus raíces, sus costumbres, el idioma más profundamente y como no, los días a su lado. Él que acababa de dejar un tomo en la biblioteca, buscó a su abuela con sumo interés, partirían en un par de horas y seguramente se encontrase nerviosa, volver a su tierra le llenaba de alegría como a él. Y la vio, repasando la lista una y otra vez, memorizándola por si ese trozo de papel se extraviase en el camino, de perfil la vislumbró susurrando palabras para sí misma, qué hermosa era su nanna, cuándo decía que su madre se parecía a ella…el recuerdo se quedó en el olvido.

-¿Nanna? Lorie vendrá en cuestión de minutos, en cuanto estés lista, diré que carguen las maletas y nos vamos ¿estás contenta? Este viaje será diferente, viene ella y…¡quiero enseñarle tutto! -Éuphemia sonrió con cariño a su nieto, acariciándole la mejilla con dos de sus dedos, desde que esa chica y él por fin dieron el paso, a su nieto le cambió la mirada, mucho más llena de vid -Y yo enterrada en tubos de tela, todo está dispuesto en la villa, nos quedaremos unos días ¿a su familia no le importa? Tu padre ni sabe que viajamos, está enfrascado en uno de sus viajes y…-Éferon la relajó con una simple sonrisa y le atrajo hacia sí, abrazándola…el timbre sonó, seguro era Lorie para el viaje.

Cuando todo estuvo dispuesto, los tres se pusieron en marcha hasta el puerto, tardarían unos días en llegar y todo en la ciudad veneciana estaba previsto para la llegada de los Gianetti y la acompañante del signorino Éferon. La villa se encontraba a las afueras de Venecia, la familia poseía viñedos y otras tierras en las que dejó en manos de confianza para que las cuidasen y protegiesen en la ausencia de la familia.

En cuanto llegaron, Éferon cerró los ojos un instante, la brilla húmeda despeinaba sus rizos negros, acariciaba su piel de chocolate y la sonrisa amplia apareció en sus labios, estaba en casa. Saltándose como siempre el protocolo, la cogió de la mano y se adelantó a su abuela quién tenía que reunirse con su sastre de confianza.

-¡Vamos andando! Quiero enseñarte el gran canal y… ¿llevas un libro? ¿per cosa? No es necesario-rió divertido, contemplando a su alrededor, en la ciudad del agua no parecía haber cambiado nada -En góndola se suele ir más rápido , la sensación como si flotases…cuando cierras los ojos. De niño, mi amigo Giancarlo y yo nos pasábamos de góndola en góndola paseando per tutta Venecia -sonrió por el recuerdo, apretando ligeramente la mano de la joven, estaba radiante de felicidad el italiano, el pelo ensortijado, esa mirada brillante que se clavó en una puerta de color rojo oscuro.

-Mira ¿Ves eso? El lazo azul -señaló a una moña azul que lucía esplendorosa en la puerta colgada -Eso significa que en esta casa acaba de nacer una vida nueva, un niño. Espero que en el futuro coleccionemos lazos de diferentes colores -bromeó pícaro con una sonrisa, él y su alegría eran únicas-

Lazo azul:

por **Lorette D. Lefoy** Vie Nov 30, 2018 6:45 pm

El invierno se había marchado ya y había dado paso a la primavera en París, que estaba llena de cerezos en flor. Lorette había decidido disfrutar sus vacaciones de primavera acompañando a Gerard a Venecia, a su hogar. Ella revolvía nerviosa su maleta mientras pensaba en estos meses, intentando no olvidarse de absolutamente nada. Habían pasado un par desde el cumpleaños y desde entonces habían iniciado una relación. Aprendían juntos, se veían a menudo, se reían y lo pasaban muy bien, quedaban para leer, charlar, besarse y conocerse. Lo que cualquier pareja vaya, solo que ella se sonrojaba mucho cada vez que rememoraba todos los momentos vividos en ese tiempo, si la felicidad completa existía ella se sentía muy cercana a ella porque en su fuero interno para ella era amor verdadero.

Cuando él le dijo que debía volver a Italia por el trabajo de su abuela sintió tristeza pues no se verían en un mes, pero ésta no duró demasiado cuando la ofreció acompañarles. Nunca había estado en Italia y obviamente se moría de ganas por conocer la ciudad en la que había nacido la persona a la que más quería, no pudo más que abrazarle y correr a casa a contarle la noticia a su tía. A Anissa le había parecido estupendo que se marchara unas semanas a Italia, a sus padres... no tanto. No es que se opusieran ni pusieran el grito en el cielo, pero ellos estaban convencidos de que su hija sufría un encaprichamiento pasajero y que ir a Italia solo le llenaría la cabeza de más pájaros. Pero ellos se equivocaban de plano con ella, como siempre.

Miraba nerviosa la maleta una y otra vez, llevaba todo lo imprescindible pero aun así sentía que le faltaba algo y se dio cuenta, ya que estaba en su mesilla. El libro de italiano. El italiano, por desgracia, no era una de las cinco lenguas que la muchacha dominaba con envidiable maestría. Así que adquirió un ejemplar con el que esperaba aprender algo el idioma, pues ya que iba tenía que respetar las costumbres y el lenguaje era una de ellas. La mitad de su maleta era ropa y la otra mitad eran libros. Anissa se había partido de risa al verla, pero a ella no le importaba. La realidad era que tenía una pequeña noticia que contarle a su amado, pero pensaba hacerlo allí en su ciudad, seguro que se alegraría.

El carruaje llegó a recogerla para que fuera a casa de los Gianetti. Vestía de lo más primaveral ese día, con un bonito vestido floreado y con un hermoso lazo en la cintura. Era un diseño coqueto pero discreto, a Lorette no le agradaba ir muy rimbombante y menos cuando pasarían días viajando. Se recogió el pelo en un sencillo y elegante moño, dejando caer algunos rizos rubios para enmarcar su cara. Tras un corto viaje bajó y se reunió con él y con su abuela Éuphemia a la que saludó educadamente y partieron los tres juntos.

Lorie pasó la mayor parte del viaje leyendo sus libros, especialmente aquel sobre Italia. Solo apartaba la vista para contemplarle y apoyar la cabeza sobre su hombro mientras leía, el respetaba siempre su espacio, le acariciaba el pelo y le hacía compañía. Y antes de lo que ella pensaba llegaron a la soleada y calurosa Italia, que le pareció que desprendía una luz muy especial. Amaba Francia y París, su tierra, pero era más fría que aquella ciudad, eso sin duda alguna. Cuando bajaron del carruaje y vio los canales casi se desmaya, había oído hablar de carreteras de agua pero jamás las había podido imaginar.- Madre mía esto... es... uhm -miró su libro con el ceño fruncido- incredibile, eso. -él le dijo que el libro no era necesario pero ella no se sentía segura sin él- Porfa deja que me lo quede, si me separo de ti soy capaz de perderme -dijo entre risas, sobre todo cuando él comenzó a contar historias de su infancia de lo más adorables.- Así que eras todo un diablillo, ¿eh? ¡Compadezco terriblemente a tu nanna!

Iban tomados de la mano y Lorie se recreó en observarle, era hermoso pero en su tierra... aterradoramente atractivo, con sus rizos negros y su piel tostada. Le parecía irresistible en aquel momento así que suspiró como la chiquilla enamorada que era y alzó una mano para enredar el dedo índice en uno de sus rizos color azabache.- Lo veo, ¿qué significa? -dirigió la mirada hacia el adorno. Era curioso y bastante bonito. Cuando él le dijo lo que era le falto un pelo para caerse de espaldas de la impresión. Le salió una risita de lo más histérica, hijos, oh mon dieu. A la francesa le entró un calor repentino al pensar en ello, no sabía si por lo de tener hijos o más bien por el acto que producía los niños. Se abanicó con la mano e intentó que él no se fijara demasiado en su cara, porque no estaba roja, no, brillaba. Se había dado cuenta en los meses que llevaban juntos que a él le resultaba insultantemente fácil despertar deseos carnales en ella y aunque intentaba controlarlos a veces se le escapaba una mirada traviesa, una caricia más reveladora... Volvió a suspirar, intentando calmar su mente que divagaba ya un poco alto.- Vamos, quiero que me lo enseñes todo, llévame a tus sitios favoritos -sonrió.

Vestido primaveral:

por **Éferon Gianetti** Sáb Dic 01, 2018 9:55 am

El sólo hecho de caminar entre las calles de su ciudad natal y amada era simplemente maravilloso, la sonrisa no desaparecía de su rostro y esos hoyuelos se pronunciaban aún más de lo habitual, la expresión más infantil y las orbes esmeralda centellenado de pura alegría, ¿podía pedir más? por supuesto que no. La compañía de Lorette era toda una sorpresa para aquellos que lo conocían, solía estar rodeado de mujeres pero ninguna en serio…hasta esa primavera en la que nanna Gianetti sepultada en trabajo, tuvo la suerte de contar con su nieto y la hermosa dulce Lorette quién hacía de él alguien mejor cada día.

Rió divertido al oír su tierna voz hablar en italiano, le agradó tanto que no pudo evitar besar su frente entre risas, tirando de su mano con suma delicadeza. Las costumbres venecianas y las anécdotas, se arremolinaban en el italiano ansiando contársela todas y cada una de ellas. Los recién nacidos se consideraban un gran regalo, Éferon y los bambinos …se le daban tan bien que los hijos de su amigo Giancarlo en cuanto les veía aparecer, no les dejaba a sol ni a sombra.

-Tutto, tutto…prometido pero antes me gustaría ir a casa de Giancarlo, sus dos niñas no me lo perdonarían -apretó su mano, se dio cuenta de que lo estaba mirando de forma diferente, más fijamente como si no se atreviese a expresarlo -¿En qué piensas, Lorie? Estás muy roja, ¿no te gustó la anécdota del recién nacido?- tiró de su mano hacia una de las calles más estrechas, él como pez en el agua no podía borrar la sonrisa, estaba deseando ver a su amigo de la infancia. Giancarlo se había casado hace unos años y fruto de ese amore la vita le dio dos niñas gemelas tan hermosas como su madre Nica. -Mira viven aquí, quizás no es…-antes de llegar a la casa en cuestión, el italiano se detuvo y la tomó de ambas manos, la visita a la casa no era las que solían ambos.

-No vamos al Palacio Royal, ni a la casa de los Winchester -bromeó, tomando el delicado rostro entre las manos del italiano, acariciando con los pulgares sus mejillas -No hay lujos, trabaja en mi villa como patrón. Estoy seguro que te encantará -besó sus labios, un corto beso que le supo a gloria, mordiéndole la mejilla juguetón antes de llamar a la puerta, tras ésta la risa infantil se la contagiaron al italiano quien susurró un par de palabras en italiano -Andiamo signorinas ¡os traigo chocolate! -la puerta se abrió y antes de que reaccionara, las dos pequeñas se abrazaron a las piernas de Éferon quien de una brazada las tomó a ambas a cada lado de su cintura, las niñas comenzaron a buscar por su chaqueta y los bolsillos -¡no, no , no!

Giancarlo, unos años más mayor que Éferon, estrechó la mano del italiano quien acabó atrayéndolo hacia sí y fundirse en un gran abrazo amistoso. Los ojos de Éferon se iluminaron al ver a su amigo, las niñas saltaron del regazo del italiano acercándose a Lorie y admirarla, su vestido le llamaron terriblemente la atención.

-¡Mira Ninna! Qué bonito -las dos tomaron un tanto del bajo del vestido y se abrazaron a la joven -Zio Gianetti ¿quién es? -Giancarlo al apreciar que venía acompañado, acortó las distancias hasta la francesa a la que besó en las mejillas con todo el entusiasmo y cariño que no esperaría, abrazándola contra sí como si fuese de su familia -¡Andiamo, Gianetti! Qué bellísima ¿tu futura esposa? Necesita una , soy Giancarlo. Mis hijas Ninna y Loreta -las niñas seguían ensimismadas en el vestido de Lorie, Éferon se había perdido por la casa para buscar a la esposa de Giancarlo quien halló embarazadísima, una morena de ojos oscuros al que saludó con el mismo cariño y afecto que él -Adriana… ¡otro bambino! No puedo creerlo -la casa se apreciaba muy humilde, nada de lujos ni maravillas pero el ambiente familiar y el rico olor de la comida llegaron a los sentidos de los recién llegados.[/color]

por **Lorette D. Lefoy** Sáb Dic 01, 2018 2:28 pm

Lorie percibió su alegría al momento, puesto que él era todo sonrisas y paseaba por su ciudad encantado. Y por supuesto aquella alegría era de lo más contagiosa, ella era feliz por verle a él igual de contento. La muchacha seguía sosteniendo el libro en su mano mientras miraba y escrutaba todo a su alrededor, intentando no perderse ni un solo detalle de lo que veía. Cerró los ojos cuando el le dio un tierno beso en la frente y le dio un suave codazo en el costado, amistoso, percibiendo que se reía de ella y su intento por hablar italiano.

-¡Ey! No te rías de mi, encima que intento aprender italiano para complacerte... -dijo con un sonoro suspiro, no pensaba cesar en su intento de aprender la lengua. Aunque por el momento necesitaba el librito dichoso, pues un idioma es algo que lleva años de perfeccionamiento y ella tuvo a penas un par de semanas. Escuchó que iban a casa de la persona que había mencionado anteriormente, probablemente un amigo de toda la vida y se sintió complacida al comprender que el hecho de que fuera a presentarla era todo un honor. Sonrió con afecto- Seguro que es un hombre extraordinario, como tú. -sacudió la cabeza cuando le preguntó si no le había gustado la anécdota, no era eso, pero no era el momento para confesar que su imaginación había pensado más en el acto por el que venían los bebés al mundo. Seguro que él se reiría- No es nada, olvídalo -tomó su mano cuando él se la ofreció y anduvieron hasta la casa de su amigo de la infancia.

Lorette le miró cuando éste tomó su cara entre las manos y le dijo que no esperase lujos. Ella farfulló aceptando la broma pero dejando claro que le daba igual.- Eso no importa, yo no juzgo a la gente por sus posesiones o por sus tierras, las juzgo por su corazón -y se interrumpió cuando él depositó un beso en sus labios. Solía tener ese tipo de gestos de lo más espontáneos y que a ella le encantaban, pues no era tan natural. Sabía como hacer que se le acelerase el pulso con un breve roce. Y entonces le dio un mordisquito en la mejilla que picó- Eh... estate quieto... Hola -cortó de pronto cuando la puerta se abrió y aparecieron dos pequeños terremotos que en un visto y no visto se aferraron a él con fuerza ante la promesa del chocolate. Lorie sonrió pero estaba un poco nerviosa, esperaba caerles bien a todos y no sabía si eso ocurriría. Frotó sus manos contra su vestido pues le sudaban un poco las palmas y carraspeó un poco. Apareció quien suponía que era Giancarlo y ambos hombres se fundieron en un agradable abrazo y ella sonrió cuando las niñas se le acercaron.

-Ci-ciao chicas -dijo con su chapurrero italiano y se cortó sorprendida cuando se aferraron al bajo de su vestido diciendo que les gustaba. Lorette bajó hasta quedarse de cuclillas, a la altura de ambas niñas y les dedicó una bonita sonrisa.- ¿Os... Os gusta el vestido? Muchas gracias, seguro que vosotras también tenéis vestidos muy bonitos, tal vez... ¿Podríamos ir un día a compraros uno a cada una? De flores si así os gustan y si les parece bien, claro -miró a Gerard y a Giancarlo con ojos dubitativos, les pedía permiso y aprobación para comprarles un día un vestido a las niñas. Ella se levantó y Giancarlo la besó y abrazó con entusiasmo, al principio se sintió un poco aturdida por el contacto social tan efusivo pero fue agradable y el sonrojo vino cuando preguntó si era su futura esposa, no dijo nada, azorada.

Parpadeó más sorprendida si cabe pues una de las niñas se llamaba Loreta, que era su mismo nombre en italiano y le pareció una coincidencia de lo más adorable- Oh vaya, yo me llamo Lorette aunque a veces me llaman Lorie, que coincidencia -dijo. Ellas seguían tocando su vestido y ella las dejaba. No tenía ese talento natural y esa mañana que él demostraba, su timidez era mayor, pero creía que eran muy bonitas las dos. Cuando él se marchó para buscar a la esposa de Giancarlo apreció la casa, le pareció muy acogedora y especial y así se lo dijo al padre de familia.- Tu casa es muy bonita y tus hijas son adorables, tienes una bella vita -y sentía de corazón lo que acababa de decirle. Nuevamente intentaba complacer a las personas que la rodeaban con algunas palabras en italiano, intentando no sonar muy tonta y esperando que apreciaran el intento. Se percató de que olía fenomenal, seguro que la esposa cocinaba de forma envidiable.

por **Éferon Gianetti** Sáb Dic 01, 2018 6:37 pm

Las pequeñas danzaban alrededor de Lorette quién se ofreció a regalarles un vestido igual que el suyo, las pequeñas se sorprendieron y gritaron al unísono de lo más emocionadas, un vestido como ese para ellas era como un sogni echo realidad. Como agradecimiento, una de ellas tiró de la manga del vestido de la joven francesa para decirle algo al oído en un excelentísimo acento italiano pero ella seguro comprendería.

-Grazie principessa - las dos se abrazaron a ella entre risas, la simple idea de algo tan insignificante como el gesto de Lorette causó un revuelo de total felicidad en las dos niñas. Ambos italianos, admiraron la escena con una breve sonrisa, Éferon miró de reojo a Giancarlo quién asintió con la cabeza con una amplia sonrisa de gratitud. Giancarlo de tez oscura por estar trabajando al sol, incluso se veía más moreno que Gianetti, los dos volvieron a mirarse fijamente y abrazarse con infinito cariño, no sólo era eso…si no confianza, una con la que pocas personas le brindaban.

-¡Grazie mille! -exclamó Giancarlo sin perder la sonrisa, contemplando la escena con las niñas mientras Éferon se dedicaba a felicitar y a mimar a su esposa quién también formaba parte del pasado del italiano. Adrianna besó en las mejillas a Gianetti mientras éste acariciaba la abultada barriga de la mujer, paseó la mano diestra por el contorno a la par que ella daba vueltas a unas verduras de la huerta, olía de maravilla -Gianetti, con suerte es niño ¿te imaginas? Nos va a volver locos a todos, espero que no se parezca a ti -el italiano rió de lo más divertido y entrañable, la confianza entre los presentes era tal que se agachó quedando de cuclillas para quedar a la altura de la barriguita abultada, acercó los labios como si realmente el bebé le escuchase -Tú no sabes bambino, la gente que te espera y te va a querer. -dejó un beso en la barriga de la mujer quien sonrió , Éferon para esa familia era crucial, como si realmente éste estuviese en su propia casa.

-Una bela vita que me encantaría que mi amico tuviese , cuando tenga hijos propios…-las niñas al ver a Éferon agachado, corrieron hasta él hasta derribarlo al saltar encima de él. Giancarlo sirvió un poco de vino para los invitados mientras Adrianna terminaba de hacer la comida, acababa de hacer un arroz con verduras y carne asada que olía de maravilla, además de pasta al pesto (la favorita de Éferon) -¡Piccolinas per favore! Vamos a comer y luego si quereis vamos a por los vestidos ¿de acuerdo? -las niñas inundaron a Éferon a besos y se sentaron a continuación en la mesa.

El italiano se despeinó los bucles negros, Adrianna comenzó a traer platos por doquier, sabían que Éferon comería con ellos y no venía solo, de algún modo era una sorpresa a Lorie. Tomó asiento junto a Lorie, no sin antes dejar un sentido beso en una de sus mejillas lo que provocó la risa de las niñas.

-Cuando vea el galardón azul adornando la puerta, Giancarlo , seré más feliz que tú -el hombre se echó a reír sirviéndose un poco variado en su plato -No más que yo de verte hoy, así…grazie signorina Lorie -Adrianna sonrió a la francesa, sirviéndole para que probase también de todo, acariciando su pelo -Qué hermosa, tendréis hijos como ángeles -Éferon sonrió, acordándose de cierto momento en particular -Ángeles o demonios. Giancarlo ¿cómo va en la villa? Aunque me escribas, no es lo mismo que me lo digas personalmente. El grado de la uva es óptimo, seguro que será uno de los mejores vinos de la zona, pienso bautizarlo con tu apellido. -el ambiente tan familiar e íntimo seguramente abrumaría a Lorie al principio pero poco a poco, esa familia acababa de sentirla como suya.

Niñas
Giancarlo
Adrianna
Éferon

por **Lorette D. Lefoy** Sáb Dic 01, 2018 7:44 pm

La francesa estaba de lo más nerviosa mientras esperaba el veredicto de las niñas. Casi nunca tenía contacto con infantes y aunque le parecían seres adorables se sentía de lo más torpe a la hora de interaccionar con ellos, sin embargo pareció encantarles el hecho de que fuera a comprarlas un vestido y ella sonrió encantada por tener el visto bueno, devolviéndoles con afecto el abrazo y depositando un suave beso en la mejilla de cada una. Ya que habían adulado sus ropas le había parecido una gran idea comprarles uno bonito y que les gustara. Tal vez podían ir aquella tarde a comprarlos, tomar un gelatto y ver los canales, le apetecía hacer un poco de turismo por aquella bella ciudad.

-De nada chicas -susurró de vuelta en el oído de ellas. Podía comprender por qué él se sentía tan unido a aquella familia pues eran todos afectuosos y encantadores. Sentía que la gente en Italia en general era más cercana, más calurosa que en Francia donde el contacto físico era más reducido, pero no era un cambio que le desagradara ni mucho menos.- No hay de que, cualquier cosa para que sean felices. -le dijo al padre de las niñas con amabilidad y por cortesía hizo una reverencia, aunque él ya le hubiera dado un enorme abrazo al conocerse. Desde donde estaba en el salón si andaba un poco podía ver la cocina y allí vio a Gérard con la madre de las niñas. Se paró en seco y se quedó en la puerta medio escondida, observando una escena que le pareció mucho más que enternecedora y se le escapó una sonrisa, sacudió la cabeza y se dio la vuelta para regresar al salón, donde esperaría a la comida en compañía de Giancarlo, que le dejó caer el primero de aquellos comentarios que la harían enrojecer toda la comida- Enhorabuena por el hijo que esperáis -dijo como felicitación. Gérard se sentó a su lado y depositó un sentido beso en su mejilla, ella le reconfortó devolviéndole un suave apretón de manos.

Lorie imitó a la familia, que parecía enfrascada en una conversación en la que claramente se ponían al día y en la que ella se sentía una espectadora de lo más curiosa. Lorette jamás había tenido una familia como aquella, que destilara... amor. Evidentemente el matrimonio se amaba y las niñas parecían de lo más dichosas, esperaban otro hijo y ella se encontró preguntándose a sí misma si eso era una familia corriente en la que sus miembros se querían. A lo mejor si Thierry y Alexandra no hubieran estado toda la vida tan ocupados habrían tenido tiempo para ella, o tal vez si Coleen hubiera sobrevivido a la infancia sería otra cosa, aunque ya nunca lo sabría. Un comentario la hizo salir de sus ensoñaciones y se puso como un tomate, otra vez hablaban de hijos.- Vuestras hijas son unas signorinas adorables, llenas de vida y esta comida es deliciosa, creo que no he probado nada más rico -contestó mientras volvía a llevarse el cubierto a la boca, aunque no tuviera demasiado que ver con la alusión a su persona.

Lorie comía los deliciosos platos cuando la madre de las niñas, Adriana, tocó los bucles dorados de Lorette y ella sonrió. Ciertamente llamaba mucho la atención en aquella mesa llena de pieles morenas y cabellos oscuros, ella era pálida como la luna, con el cabello y los ojos muy claros, comprendió el comentario y la respuesta de él la hizo reír suavemente, no había olvidado aquella fiesta en la que abrieron sus corazones el uno al otro como ángel y demonio.- Me gusta más tu cabello, oscuro y hermoso como la noche -le contestó a Adriana, otra vez evadiendo el tema de los hijos. No es que no lo hubiera pensado, pues mentiría, pero la idea de mantener una conversación sobre hijos con unas personas a las que conocía poco la hacía sentir ciertamente intimidada. Lorie era un libro abierto la mayoría del tiempo, pero a veces sus inseguridades la hacían una persona temerosa de lo que pudieran pensar los demás.

Lorette se ausentó un segundo de la conversación sobre vinos cuando tuvo una idea. Miró a Adriana y escuchó que deseaban que fuera niño así que decidió satisfacer su curiosidad, aunque no pudiera compartirla con nadie- Yo... ¿Me permites? -preguntó dubitativa. Sentía curiosidad por tocarle el vientre abultado, donde un niño crecía. Ella le permitió tocárselo y Lorette depositó la mano con suma curiosidad. Estaba caliente y podía notar al bebé moverse de vez en cuando, abrió la boca con ligera sorpresa, era increíble lo mucho que podía percibir con solo una mano. Y entonces tal y como ella misma había previsto y forzado, tuvo una premonición sobre aquel bebé no nato. "En la premonición vio la casa en la que estaba justo ahora. Suponía que un cuarto y dentro de él vio a Adriana acunando a un pequeño bebé envuelto en una manta blanca, tendría solo unas semanas pero estaba totalmente sano y lloraba, con su delicada piel rosada y sus ojos oscuros. Ella canturreaba al bebé mientras lo movía de un lado a otro y decía una y otra vez: mi niño, mi niño... Y su premonición desapareció de su cabeza."

Cuando la premonición cesó Lorie retiró la mano de su vientre y sonrió ampliamente para sí misma, sus deseos se harían realidad pues iba a dar a luz a un niño hermoso y sano.- Tu hijo nacerá sano, lo presiento -dijo, contando una verdad a medias. Probablemente pensarían que lo decía por cumplir o algo así, ni en mil años imaginarían que ella sabía a ciencia cierta que nacería sano y que sería un varón. No dijo nada más, se limitó a escuchar con atención como ambos hombres hablaban de sus negocios, comiéndose su plato hasta que no quedó nada, ella que era pésima comedora había disfrutado sobre manera la comida. Y mientras comía divagó soñadora e imaginó un bebé, un hermoso bebé de cabellos negros y rizados como el azabache y hermosos ojos esmeralda claros.

por **Éferon Gianetti** Dom Dic 02, 2018 6:35 am

La naturalidad y familiaridad con la que trataban a Lorette, imposible de sentirse incómodo. Las niñas estaban de lo más encantadas con la nueva visita, como no, aún más al tener que ver con su “zio Gianetti”, desde bien pequeño se referían a él con su apellido, pocas personas le llamaban por su nombre de pila, ni siquiera su padre quién se empeñaba en referirse a él como Gerard y así era para Lorie también.

A Éferon no se le había borrado la sonrisa en ningún momento, disfrutaba de esos pequeños momentos que para él eran tan importantes en su vida, rodearse de las personas a las que quería y amaba sobre todas las cosas. Las niñas bromeaban con el italiano, él tan ocurrente hacía momios entre juegos, siempre tratándolas como principessas ¡qué menos! Las niñas comenzaron a comer y Éferon degustó el vino, cosecha de su villa, sin duda Giancarlo le ponía total dedicación y siempre le sorprendía por los excelentes resultados.

-Adrianna es una excelente cocinera pero… no me da su receta del pesto, algo se me escapa siempre y no adivino a saber qué es -la mujer negó intentando mantener la seriedad pero rompió a reír por lo divertido de la situación, el plato de pasta al pesto había sido totalmente a propósito para que él volviese a quebrarse la cabeza, estudiando cada ingrediente al saborearlo pero ese toque más picante le era totalmente desconocido -No me rendiré hasta saberlo y sabes lo persuasivo que llego a ser -movió las cejas a lo que las niñas le imitaron entre risas.

Gincarlo y Éferon comentaban algunos asuntos importantes de la villa, entre alguna que otra anécdota que sólo hacía que la sonrisa del italiano se acrecentase más, él había trabajado también a sol y a sombra sin importarle ser el dueño de la villa ¿por qué no? Eran sus tierras, su gente y las viñas excelentes que habían dado tanto trabajo a gente que realmente lo necesitaba, intentaba que a todos y cada uno de sus trabajadores no le faltase absolutamente nada y Giancarlo se quedaba a cargo de tal cosa cuando Éferon regresaba a París con su abuela y el asunto de sus confecciones.

-Mi nanna está con el sastre, el pedido está listo y espero que no tengamos que irnos a la voz de ya, el trabajo se le acumula y adivina quién tiene que ayudar…aunque me pone como uno de esos maniquís, realmente piensa que puedo permanecer tan quieto como ellos pero me encanta hacerla reír y nunca termina al tiempo estimado … -se detuvo al oír a Lorette pedir permiso, ambos hombres seguían conversando pero los ojos del italiano, esas orbes esmeralda centelleantes se fijaron en la expresión al sentir al bebé, la convicción en sus palabras y como no, la creyó alzando la copa -Yo también pienso que será un niño, sano y fuerte, tiene que ayudarte en la villa aunque eso si él lo desea, trabajar por obligación apaga tu propia luz, te marchita por ello creo que ¡por sus propias decisiones y su felicidad! Brindo por ello -ambas copas chocaron entre sí, junto a las de las dos mujeres y él, seguía fijo en Lorie, mirándola de ese modo tan intenso del que solía ponerle nerviosa y ansiar más. se preguntó en qué estaría pensando Lorie, él no solía guardarse nada y lo expuso.

-Sobre la boda y los hijos…es pronto, cuando llegue el momento lo sabremos, ahora cada uno tiene sus prioridades y sueños por cumplir, hasta que así no sea ninguno se atará a nada que no desee. Sabes como soy, Giancarlo y bueno, no pensé en boda…no al menos que ella así lo desee -Giancarlo echó más vino en su copa a lo que Éferon se negó, como siguiese así terminaría subiéndose a la cabeza -Creo que el postre será fuera ¿un gelatto? Si no comes helado en Italia es como si Venecia no tuviese agua en sus calles, además te debo un paseo en góndola, el señor Bernardini sigue ejerciendo de gondolero…me lo dijo mi abuela, ya sabes que entre ellos -Giancarlo rió por lo bajo, eran peor que las mujeres con los chismes -¿Andiamo?

por **Lorette D. Lefoy** Dom Dic 02, 2018 7:40 am

Lorie se sentía a gusto allí, era una familia muy bonita y que parecían ser felices juntos. Ella no prestó demasiada atención a la conversación sobre vino, principalmente porque comprendía poco sobre ello. Sabía que los viñedos de Francia también eran reconocidos, pero su familia no hacía negocio con el vino y por ende su desconocimiento era enorme. En realidad Lorette sabía poco de todo aquello que se escapaba de lo "académico". Aun así encontró que podía conversar con Adriana y con las niñas, haciéndoles cumplidos sobre su familia y su vida así como preguntas sobre costumbres italianas, sus gentes o sus tierras. Encontraba de lo más curioso aprender de allí a donde iba.

-Es una salsa muy rica, es verdad. Aquí en Italia todos parecéis cocinar de maravilla -dijo preguntándose si sería la frescura de los productos de la tierra o el propio carácter de la gente de aquí lo que hacía que la mayoría disfrutaran enormemente de la gastronomía. No había quedado nada en su plato y esperaba que eso complaciese a la familia anfitriona. Lorette escuchó como hablaban de las tierras de éstos, evidenciando que Gerard había estado siempre muy implicado en el cuidado de éstas. La chica lo envidió, a ella jamás la habían permitido hacer nada que no fuera la formación de una señorita y aun así le costó sudor y años que la permitieran ingresar en un instituto, como para haber pedido ayudar en nada más.

Con su gesto de tocar la tripita de Adriana había llamado la atención y todos decidieron brindar en honor al bebé que llegaba y ella alzó la copa con la misma alegría, un nacimiento de un niño sano siempre era motivo para estar feliz.- À la tienne! -dijo ella, brindando en su lengua materna y después en italiano también, para honrar a sus anfitriones.- Alla salute -dijo, lo había leído en su libro. Percibió que él la miraba y se preguntó en qué estaría pensando, ella le devolvió una sonrisilla y dio un trago de su bebida, con calma.

Pero casi se atraganta con la copa cuando él habló en abierto sobre hijos y matrimonio. Ellos no habían tenido aún dicha conversación pero sabía que habría que tenerla tarde o temprano. De pronto se sintió un poco culpable porque había un pequeño secreto que había conocido antes de partir a Italia y que no había compartido aún con él. Pero ya que parecía que aquella familia era como la suya propia, suponía que no pasaba nada por decirlo delante de todos.- Respecto a eso... bueno hay algo que quería contar. Supongo que este momento es igual de adecuado que cualquier otro. Antes de venir aquí a Venecia me llamaron al despacho en el instituto. Han revisado mi solicitud con atención y... me han admitido en la Universidad de París* para estudiar historia y geografía en la facultad de letras. Voy a ser la única mujer que curse esos estudios -soltó del tirón, como si se quitara un peso de encima y esperó que ellos reaccionaran a la bomba que acababa de soltar. Que una mujer fuera admitida en la universidad era en sí una locura, pero que encima hubiera logrado acceder a la rama que ella quería y en una de las universidades más prestigiosas y antiguas del mundo... se sentía en una nube desde que lo supo y quería compartir su felicidad.

Cuando todos acabaron de comer recogieron la mesa dado que iban a salir a tomar un helado de postre, le apetecía probar los famosos helados italianos y además la primavera estaba tan empezada ya que el tiempo era de lo más agradable y cálido, especialmente en aquel país tan soleado. Mientras salían se acercó un momento a él y le tomó de la mano, nerviosa y susurró en su oído.- Espero que no te haya importado que lo contara en alto, no podía guardarme tamaña noticia mucho más.

* UNIVERSIDAD SORBONA

por **Éferon Gianetti** Dom Dic 02, 2018 11:22 am

No mentía la francesa con gustarle la comida cuando no dejó nada en el plato, la sonrisa de Adrianna de total gratitud y satisfacción por agradar a sus solemnes invitados, brilló con luz propia. Una comida que transcurrió perfectamente, en el que las anécdotas fueron el gran plato estrella y del que todos tomaron hasta no dejar ni gota. Él se encontraba feliz y dichoso, no podía pedir más y por ello, expresó lo que realmente pensaba sobre el matrimonio y los hijos, sabía de los proyectos de Lorette y la apoyaba , por eso ya tendrían tiempo de crear más adelante juntos si seguían por el mismo camino. Todo iba bien entre ellos y por eso, no quería forzar las cosas.

Todos centraron la atención en Lorette cuando anunció que tenía algo que decir, él no se imaginaba qué podía ser, siempre acababa sorprendiéndole y en este caso no sería menos. Cuando expresó la noticia, bebió todo el contenido de la copa y se levantó del asiento, la tenía justo al lado y obligándola a levantarse, la abrazó con efusividad, enterrándola en su pecho y besar su cabello dorado una y otra vez. No sólo se alegró , su mirada reflejaba algo mucho más que alegría, admiración completa y absoluta.

-Sabía que lo conseguirías, eres brillante Lorie. No sólo conseguirás lo que deseas, serás la envidia de mucha gente y un ejemplo a seguir. Eres especial, signorina Lefoy -sonrió marcando sus hoyuelos y ayudar a recogerlo todo, había que cuidar a Adrianna para que no cargarse con todo. Tras recoger, las niñas los rodearon tirando una de él y otra de Lorie de la mano para que se fuesen cuanto antes -Benne, benne, ya vamos…-ambas tomaron de las manos a la pareja y salieron a la calle soleada de Venecia , Éferon subió a su cuello a una de las pequeñas y la otra , iba admirando a Lorette mientras bailaba con ella a cada paso.

-Iremos a una cafetería cerca del gran canal, además niñas ya sabéis lo que hay cerca ¿creeis le gustará? -las niñas asintieron a la vez, Ninna en el cuello del italiano tiraba de sus rizos negros mientras él daba vueltas en sí mismo, se volvía loco con ellas -Es ahí -una pequeña cafetería de lo más acogedora, los que la llevaban eran un matrimonio mayor que se habían dedicado toda la vida a su negocio. Dejó a Ninna sentada frente a ambos, desde una de las pequeñas ventanas adornadas con visillos blancos, se podía apreciar no muy lejos el puente de Rialto , esplendoroso que parecía incluso brillar -Un gelatto de vainilla y dos de sabor fresa ¿verdad? Y… ¿tú cual? Todos pueden ponerte una bola y otra bola…-hizo el gesto de sobrepasar su cabeza, con lo golosa que era…

-¿Me dejarás darte a probar todos? Aún te debo la cena, no se me olvida

por **Lorette D. Lefoy** Dom Dic 02, 2018 12:45 pm

Ella respiró profundamente y de alivio cuando él no solo se mostró contento sino también admirado por lo que acababa de contarle a todos. Le devolvió el cálido abrazo, aprovechando para hundir la cabeza en su cuello y respirar su esencia, separándose para volver al mundo real. Sabía que muchos hombres se sentirían totalmente indiferentes ante aquella noticia; la gran mayoría se reiría o la juzgaría mientras que otros, tal vez intimidados, decidieran huir de ella por creer que una mujer con cerebro e intelecto es algo malo. Pero sabía que él no era así y que la comprendía perfectamente a muchos niveles que otras personas no lograban hacer y eso la hacía sumamente feliz y dichosa.

-No me importa lo que piense la gente lo más mínimo, solo me importa lo que pienses tú -dijo mientras todos terminaban de recoger. Era hora del paseo y saldrían con las pequeñas Ninna y Loreta, la pequeña cuyo nombre compartía tomó su mano para caminar mientras la otra iba a los hombros de él. Sus padres se quedaban en la casa y probablemente aprovecharan el momento de intimidad que ellos le estaban brindando al llevarse a las pequeñas a dar un paseo. Caminaron por las amplias calles de Venecia con las niñas hasta llegar a una cafetería que tenía un aspecto de lo más acogedora.

Él pidió helados para él y para las pequeñas y se quedó un momento pensando en cual le apetecía probar. Era cierto que le gustaban los helados de todos los sabores. Él dijo que podía pedir todos los sabores y le dio otro codazo amistoso. Las niñas se rieron por la ocurrencia y ella acabó riendo también, contagiada por aquellas inocentes voces- Si como una bola de cada sabor luego me dolerá tanto el estómago que no podré pasear más... por algun sabor hay que empezar, así que, ¿Qué tal el helado de naranja? -pidió una bola de dicho sabor y una mujer de cierta edad se las puso a todos. Parecía helado casero de gran calidad y la textura era cremosa y olía increíble.

Antes de que a él le diera tiempo ella sacó dinero y pagó, otro gesto que si sus padres le hubieran visto hacer, les habría traído de cabeza pero le daba exactamente igual.- Alla salute de nosotros -volvió a repetir, como habían dicho cuando brindaban por el bebé de Adriana. Y así todos comenzaron a tomar sus helados de diferentes sabores mientras ella en un susurro le dijo.- Tampoco te creas que yo la he olvidado, además ahora estamos en tu tierra... tendrás que sorprenderme. -y aprovechó aquel susurro en el que el se despistó para hundir la cuchara en su helado de vainilla y llevarse un pedazo a la boca, se le escapó una risa de lo más natural por la chiquillería que acababa de hacer.

Lorette volvió a tomar la mano de Loreta mientras caminaban, le gustaba el contacto con la pequeña y a ella parecía gustarle también. Se preguntó si en el futuro podría pasear por algún lugar igual de hermoso con un niño que fuera de su propia carne. Jolin, tanto hablar de hijos había activado su imaginación. Iban caminando los cuatro cuando vieron un enorme y majestuoso puente, de lo más hermoso. La francesa se acercó a observarlo con inusitada curiosidad y sacó su libro de italiano pero en el no encontró nada sobre el puente, así que preguntó.- Este puente es magnífico, ¿Alguien puede contarme qué representa? Me recuerda al Pont Neuf pero son totalmente diferentes.

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