Los Placeres de la Isla Encantada [ Priv. Con Invitacion]

por **Lydia Sforza** Lun Mar 21, 2011 6:45 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Risas en el salón y un cumulo de damas que bebían vino mientras se les ultimaban los detalles de sus frondosos vestidos, pasos presurosos de sirvientes que iban y venían con ramilletes de rosas, cintas de colores y charolas de plata, órdenes dadas aquí y allá. Podía percibirse el estrés y deleite adornando los rostros que pronto serian cubiertos. La euforia de las festividades había embrujado a todo el palacio y no había ni un alma que no se estuviera preparando para la gran celebración de esta noche, la mascarada. La primera realizada en el año por parte de la familia real.

Disipando tiempo, esfuerzo y dinero se había logrado organizar todo un espectáculo que se esperaba lograra cautivar al elitista y caprichoso ojo de la nobleza. Y tal espectáculo comenzaba una vez cruzaras la arreglada entrada. Todas las puertas se habían sellado, excluyendo solamente una de las entradas que daba por las hectáreas laterales del territorio real, donde esperaba una corte de soldados gallardos. Una vez que inspeccionaban las invitaciones, invitaban a la carrozas a adentrarse por un elegante camino recientemente confeccionando de antorchas posicionadas en arreglos de listones y rosas blancas, hasta llegar a los tan conocidos jardines principales.

Nuevos dioses de mármol se alzaban junto con los viejos en ese paraíso, cual pintoresco retrato. Todas las fuentes habían sido puestas a trabajar a la vez realzando el poderío de los dioses griegos, de los canteros de flores, setos y arboles estilizados al más puro estilo Francés: con una colocación estrategia de cada planta o figura en una excelente simetría para alcanzar la magnificencia. El estanque de Apolo, Neptuno y Latona parecían palacios de plata mientras el espectáculo de las grandes aguas recreaba sus juegos de lluvia y luz bajo la palidez de la luna. Una música melancólica podía escucharse a través de la arboleada, como si viniera adherida al viento. A lo lejos, el gran canal estaba en quietud, pese a que hubiera decenas de góndolas venecianas con sus respectivos pacientes gondoleros a la orilla del rio. Todos ellos parecían otra figura de jaspe más, portando atuendos blancos y antifaces plateados. Tal pareciere una personificación de un Olimpo durmiente.

Sin embargo, a medida que se acercaban las carrozas hacia el palacio el derredor comenzaba a tomar vida. La fachada principal se alzaba poderosa llena de luces, sus puertas estaban abiertas de par en par, dejando que la embriaguez del interior se deslizara a través de ella rumbo al exterior. Seis caballeros con sus inmaculados uniformes de soldado y a juego un antifaz residían sobre las escalinatas, en las puertas cuatro bellas doncellas con vestidos de ninfa y rostros nuevamente escondidos, les entregan a las damiselas una rosa blanca. Un festival de colores se confundía con el devenir de las personas desde la recepción hasta el salón de la guerra, lugar donde una orquesta medianamente reducida estaba acomodada en una de las esquinas del susodicho recinto, haciendo vibrar sus instrumentos en erizado candor. El caos producido por la música, la charla y las risas en contraste con el movimiento recreaban un aturdimiento sutil, la lozana sensación de estar enamorado.

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La galería continúa al baile, la entrañable galería de los espejos había sido disfrazada también para esa majestuosa noche, de sus altos techos pendían los candelabros relucientes, así como también un devenir de lazos y más arreglos de rosas. Colocando a los costados, izquierdo y derecho del salón, mesas largas cubiertas por una mantelería de hilo egipcio, sobre ellas yacían un juego de vajilla china que aguardaba a ser usada. Algunas personas ya habían tomado asiento, y mas ninfas paseaban a su alrededor ofreciendo vino y servicio.

Al final de la Galería, cubriendo la entrada del salón de la paz, la mesa que parecía ser la principal por su arreglo y su posición central pese a que contara solo con el cupo de 4 personas, permanecía vacía. Ningún Fontaine había aparecido todavía.

[ Reglas del Post Comunitario ]

No post Biblicos. Tratese de recrear una narrativa fluida y breve para la comodidad de todos aquellos que roleen en este tema.

No post consecutivos.

De abandonar el tema un user, que su personaje también lo haga.

por **Epoch** Vie Jul 01, 2011 3:24 am

Payne Manie Folie escribió:

– Amor tenemos que decirle que es para los niños del Orfanato, ellos nos ayudarán a llevarlo, podríamos incluso obtener más, tendrán muchos días de ricos manjares, semanas disfrutando de lo que esta noche algunos disfrutarán… -

La idea no era del todo mala, aunque tampoco era nueva; y los resultados previos no habian sido demasiado alentadores. Quizás Folie pudiera lograr lo que otros no habían conseguido. Tornar los ojos de los soberanos hacia su gente. Hacia el pueblo que les habia sido encomendado.

Por suerte que no pesaba sobre mi cabeza una corona. Lancé una mirada de compasión breve a Dominique que parecía un poco abstraída en ese momento, recordando algo de la conversación que tuviese con ella. Arrobado de admiración por la princesa, no le envidiaba su posición...

Ligero se sintió mientras caminaba de la mano de su Folie embriagados por la cadencia de la suave melodía que los músicos tocaban para acompañar la cena. Por todas partes donde se volvían los ojos, se veía oscilar y agitarse en distintas direcciones una nube de damas luciendo las mas extravagantes maravillas. Vestiduras chapadas en oro, redes de perlas aprisionando sus rizos, joyas, rubíes llameando sobre su senos. Plumas sujeras en vaporoso cerco de marfil, colgadas del puño y blancos encajes que acariciaban sus mejillas alegres. Dificil era caminar entre las turbas de caballeros con talabartes de terciopelo, justillos de brocado y calzas de seda...

- Me tomas por alguien mas bueno de lo que en verdad soy, Folie. La caridad era un mero pretexto. En realidad quería apartarnos un instante de la multitud.

Bordeamos las concurridas mesas hasta dar con un la puerta que daba a extensas galerías que se prolongaban lejos formando un intrincado laberinto de pilastras esbeltas y ojivas caladas y ligeras como encaje.

- Robarte un instante…

Nadamas cruzar el portal era como si entrásemos en un mundo diferente. Entre caricias y arrumacos nos fuimos amando por los espaciosos salones vestidos de tapices donde la seda y el oro habían representado con mil colores diversos escenas de amor, de caza y de guerra. Nos amamos ante la mirada silenciosa de los trofeos de armas y escudos, sobre los cuales vertían un mar de luz un sinnumero de lámparas y candelabros de bronce, plata y oro. No nos importaron las miradas y los murmullos de los que pudieron vernos al pasar…

El eco de nuestros suspiros reverberó en las altísimas bóvedas de los techos.

por **Hela Von Fanel** Jue Jul 07, 2011 8:55 pm

Posesividad y celos. Una mujer como Lorraine Von Fanel está acostumbrada a esa clase de tratos. Siempre se ha visto rodeada de hombres que desean algo que jamás podrán tener, a ella. Lo ha conseguido, desde el instante en que observó su mirada férrea, un triunfo se pinto en los aposentos de su mente. Lucern estaba allí, frente a ella, reclamando lo que por derecho le pertenece. ¡Infelices y desgraciados! Juegan a despertar la desesperación mutuamente, fingiendo estar serenos, retorciéndose de celos por dentro. Van Dyck, no cabe duda que él es todo un caballero y, ante el juego de palabras que Lucern le ha dedicado, responde con la diplomacia de un aristócrata, su educación ante todo, lástima que no se pueda decir lo mismo del conde y su mujer. Está atrapado en un laberinto sin salida, es lógico que la dama lo utilice para su “venganza”, pero ¿Sacrificar una vida inocente con tal de saciar su maldito apetito? Siempre lo ha hecho, esta noche no pinta de forma alguna para ser la excepción. – No me dijiste que vendrías, ni siquiera mencionaste el baile – Rueda sus ojos, no tiene la más mínima intención de continuar allí, creando un espectáculo que los curiosos registrarán en sus memorias. - ¿Su comportamiento? – Cuestiona levantando una ceja sobre el antifaz. Levanta ambas manos y soba su cien, el antifaz se desata y cae al suelo - ¡Demonios! – Exclama, no es bien visto que una dama maldiga frente a una multitud, de hecho una doncella no debe pronunciar semejantes palabras en ningún momento; afortunadamente Lorraine no es ninguna dama. Se inclina a recoger el maldito antifaz, el vestido le estorba, poco a poco comienza a fastidiarse – Para mí sería un verdadero placer que dos caballeros me acompañasen el resto de la noche, ¿Pero no crees que sería descortés abandonar a tu cita, Lucern? – Sus palabras son directas, no se le olvidará tan fácilmente aquel derroche de infidelidad frente a sus pupilas. Puede ser una mujer engañada, tal vez tenga las astas bien puestas por encima de la frente, pero en su ignorancia no podría causarle molestia o dolor, lo que Lucern había hecho frente a su mirada merece un castigo. – Mi amor, se bueno y compórtate como lo que se supone que eres. No querrás causar alguna molestia a la familia Fontaine – Sonríe con esa arrogancia inscrita en sus labios.

por **Tarik Pattakie** Lun Jul 11, 2011 11:18 pm

Lucern miró al patán con una arrogancia barbarea. Esa mueca en sus labios dejaba muy en claro en lo que estaba pensando. Muerte en proporciones apocalípticas, sangre manchando las paredes, cuerpos apiñados en la pista de baile, parejas bajo el embrujo de su yugo danzando completamente desnudos. Ignoró el saludo que el “caballero”, - como su encantadora prometida se estaba tomando la molestia de hacérselo saber - , le ofrecía. Enarcar su ceja y ampliar esa sonrisa socarrona dejaba en claro que no cruzaría esa estúpida línea. El olor de su sangre no se había disuelto solo por haber secado la herida que se había hecho. Verla inclinarse hizo que el tornado de celos se saliera de su carril por un momento. Su mano atrapó con fuerza la de ella, mientras que la otra, aquélla que tenía su olor impreso acariciaba cada centímetro de su cuello. La sonrisa del vampiro no concordaba con la oscuridad que teñía su mirada, hablaba de maldad, de reconocimiento, de posesión, de descaro, de odio... Las últimas palabras de Lorraine hicieron sonar el gong de su ultimátum. Ahí, tras ella, con los invitados aportando su grano de arena en los cotilleos que se propagaban como una epidemia en pleno auge, detuvo a su mujer con fuerza. El caballero, el animal y la dama en una grata velada; menudo festín que debían empezar a disfrutar. ¿No había el Rey hecho su petición? Con un movimiento limpio, brusco y lleno vigorosamente de odio, sus colmillos perforaron el cuello de la vampiresa. El truco que ella había usado para molestarlo, él lo estaba llevando a cabo. La mirada de Lucern no se apartó del humano, cada trago de sangre no solo le revitalizaba y excitaba, lo llevaba al éxtasis, a la locura. – Tu deseo es mi orden. La lengua de Lucern se deslizó una y otra vez sobre las incisiones. – Adelante Sr. Milo – escupió con sarcasmo, sin apartar su boca de su cuello, sin dejar de rozar sus incisivos contra la tersa y fría piel. – El tiempo corre y la velada no se detiene. No busco privarlo de los encantos que encuentra en mi mujer. Antes de que su boca se apartara por completo, susurró solo para ella. – Espero no haberte abrumado ante el desfile de mis modales. Después de todo, no queremos causar molestia a nuestros anfitriones. Recuérdame mandarles una nota de agradecimiento. Se apartó, su mano arrebatando otra de las muchas copas. – Por mi prometida. Sonrió con descaro. La sangre de ella era mejor que cualquier afrodisiaco y estaba muy cerca, de detonarlo...

por **Milo Van Dyck** Dom Jul 17, 2011 11:53 pm

Milo no se detiene a involucrarse en su plática, no quería ser como el agua tranquila de una laguna que por su corriente en flujo natural es arrastrada a la inmensidad de un mar en tormenta. Aun así al moreno le resultaba gracioso oírlos discutir, ver las miradas de odio, pasión y berrinche del Conde y la futura condesa. No le resultaba tierno, ni conmovedor o incluso molesto a Milo darse cuenta que ni siquiera los inmortales podían liberarse de las querellas del corazón. Era poco prometedor, pero interesante de algún modo. El teniente, estando atento a sus pensamientos, las palabras y las acciones se adelanta a tomar del suelo el antifaz caído para extenderlo a la vampireza antes de que deba inclinarse del todo.

-No hay necesidad en una dama agacharse de tal manera por un objeto teniendo a dos caballeros a su entera merced– Milo le sonreí de forma cómplice - , aun cuando la dama maldicen de tal forma delatando el furor de su temperamento. – Da un paso atrás cuando Lucern se aproxima y sujeta a su dama como un depredador hambriento por su cordero. Milo arruga el ceño desaprobando no solo sus modales aristócratas, sino su propia conducta como vampiro y su trato hacia la propia Lorraine Von Fanel. No necesitaba ser un cazador para verlo, ese Conde delataba a gritos lo huraño de sus pensamientos, lo bárbaro de sus conductas y lo inhumano de su naturaleza. Lleva el puño a sus labios y carraspea, buscando con la mirada a las personas alrededor verificando si alguien mas noto el ridículo espectáculo del vampiro, nadie esta escandalizado y parece más ensimismado en sus propias vivencias, ni siquiera el mismo Rey parece enterado o interesado, asiente para si mismo. - Me complace que sea lo suficiente compartido, Conde, para permitirme admirar las gracias de su hermosa doncella. – Responde con un sarcasmo disimulado en la pulcra cortesía - pero le ruego que modere sus impulsos, no hay aquí ningún pedazo de carne que debamos disputar, suponiendo que ambos no fuésemos los caballeros que somos para rebajarnos a eso. – Hace un ademan invitándolos a una mesa lejana, donde Milo ya ha verificado que el Conde Trudeau se encuentra en soledad apunto de comenzar su cena. Hace una inclinación de cabeza para la pareja y toma rumbo hacia el Conde. - ¿Le importaría competir su mesa con nosotros? – Anuncia su llegada Milo con una pregunta y muestra una sonrisa de saludo.

por **Henry Birdwhistle** Dom Jul 24, 2011 6:13 am

Contemplaba los ires y venires de los asistentes que se tardaron en seguir la invitación a cenar, conversando amenamente con viejos amigos que no veían desde tiempo atrás y algunos más que parecían querer pasar desapercibidos por propósitos desconocidos para Darcy y que no tenía demasiado interés en dilucidar. Además de ellos había pocos miembros de la nobleza que reconociera, afortunadamente pues ya el solo hecho de encontrarse con los Fontaine, su familia, era bastante duro. De hecho el lobo al principio no se percató de la "extraña conversación" que sostenía la señorita Lorraine con el Conde y Milo puesto que estaba más entretenido mirando de reojo a la familia real, simulando tener la atención en el plato que le trajeron y en la conversación de las señoritas que se sentaban cerca de él. Afinaba el oído para alcanzar a escuchar lo que estaban diciendo y sin embargo alcanzó a oír muy poco por el ruido que había a su enrededor, además de que no faltaba quién le dirigiera uno o dos comentarios sobre lo magnánimo de la fiesta o lo rico de la comida o incluso sobre algún invitado en particular lo que ocasionaba que se distrajera a cada momento.

El movimiento rápido del vestido amarillo de una doncella le trajo el aroma inconfundible de la sangre de vampiro, busco con la mirada del origen del olor y se encontró con dos pequeñas incisiones en el cuello de Lorraine que acababa de hacer Lucern. Darcy recorrió el salón observando si alguien aparte suyo había notado el pequeño incidente pero todos estaban ensimismados en sus asuntos y nadie parecía haberse dado cuenta de nada. Cuando volvió a fijarse en el singular trío ya estaban casi a un lado suyo. ¿Que pretendía Milo con traerlos a la mesa tan cerca de la familia real si evidentemente les importaba poco o nada la discreción de etiqueta rigurosa para las criaturas de la noche?

Una vez que estuvieron más cerca esbozo media sonrisa e hizo un asentimiento con la cabeza en señal de saludo.

-Buenas noches Conde, señorita Lorraine- antes ya los había visto en una ocasión aunque no estaba seguro si ellos lo habían visto a él -En lo absoluto Milo, sería un placer que me acompañaran a cenar- con un ademán los invitó a sentarse, aunque bien sabía que los vampiros solo se sentarían a picar sus platos cuando mucho... Sin duda sería una compañía interesante...

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