AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
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El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Recuerdo del primer mensaje :
El parque, una pequeña jungla donde el depredador mas grande devora al mas pequeño. Enarqué una ceja mirando de soslayo como Lobbo jugaba entusiasmado en un arenero con una pala llenándose de arena los zapatos haciendo sobre estos na montaña que luego se sacudía entre risas antes de volver a empezar. A su lado un niño mas grande, le doblaba en tamaño y seguramente también en edad, lanzaba con ese instrumento del mal arena a diestro y siniestro.
Busqué con la mirada al responsable de esa criatura salvaje, no tardé en localizar su olor, el mismo que el crio infernal llevaba en su camiseta.
La mujer hablaba animada con otra madre, ni caso del niño que cada vez se acercaba mas en sus ataques hacia Lobbo.
Ladeé la cabeza escuchando la conversación, al parecer y como no, criticaban a una mujer posiblemente mas guapa, mas joven y que les arrebataba toda la atención, fuere como fuere eso no me interesaba, solo que llamara al orden al pequeño monstruo.
Carraspeé tratando de llamar la atención, algo no muy complicado, era el único puto hombre en un parque plagado de mujeres y mocosos.
Acaparé la atención de muchas, pero por desgracia, la mujer esa estaba demasiado ocupada en otros menesteres.
Lobbo exploto en llanto frotándose los ojos, al parecer el pequeño demonio le había metido arena en esos espasmódicos movimientos que se gastaba con el arma infernal en sus gorditas manos.
Gruñí rabioso, tratando de contener a mi bestia interior.
Por fin la madre lo llamó al orden, algo que no funciono, pues el niño hizo caso omiso, la mujer siguió a los suyo y yo me encendí por dentro.
Me puse en pie, calmo caminé hasta el arenero, allí junto a Lobbo me acuclillé con la mejor de mis sonrisas, revolví el pelo del crio y mis ojos ahora ámbar se clavaron en el gordo del rastrillo que pronto explotó aterrado en llantos.
Eso le enseñaría que aquí yo era el alfa. Ladeé la sonrisa cuando la madre se acercó preocupada por su intenso llanto, ahora si que la muy perra movía su gordo culo para ver a su hijo.
-Debe de haberse metido arena en el ojo, estas armas las carga el demonio -bromeé señalando el rastrillo que aun sujetaba el niño.
Así volví satisfecho a mi banco dejado que Lobbo siguiera jugando en el arenero, el otro niño se había cagado y meado encima, así que la madre decidió llevárselo en el carro asegurando que era ya un niño grande para hacérselo todo encima.
Me estaba convirtiendo en un monstruo, de ser un alfa que guiaba a mi manada a la batalla, me había convertido en un idiota que asustaba niños en el parque, desde luego París me estaba volviendo loco.
Hundí la cara entre mis manos frotando la cara en ellas hasta que mis dedos se hundieron en mi pelo mostrando mi clara desesperación.
-Necesito una niñera -gruñí entre dientes -el parque saca de mi lo peor.
El parque, una pequeña jungla donde el depredador mas grande devora al mas pequeño. Enarqué una ceja mirando de soslayo como Lobbo jugaba entusiasmado en un arenero con una pala llenándose de arena los zapatos haciendo sobre estos na montaña que luego se sacudía entre risas antes de volver a empezar. A su lado un niño mas grande, le doblaba en tamaño y seguramente también en edad, lanzaba con ese instrumento del mal arena a diestro y siniestro.
Busqué con la mirada al responsable de esa criatura salvaje, no tardé en localizar su olor, el mismo que el crio infernal llevaba en su camiseta.
La mujer hablaba animada con otra madre, ni caso del niño que cada vez se acercaba mas en sus ataques hacia Lobbo.
Ladeé la cabeza escuchando la conversación, al parecer y como no, criticaban a una mujer posiblemente mas guapa, mas joven y que les arrebataba toda la atención, fuere como fuere eso no me interesaba, solo que llamara al orden al pequeño monstruo.
Carraspeé tratando de llamar la atención, algo no muy complicado, era el único puto hombre en un parque plagado de mujeres y mocosos.
Acaparé la atención de muchas, pero por desgracia, la mujer esa estaba demasiado ocupada en otros menesteres.
Lobbo exploto en llanto frotándose los ojos, al parecer el pequeño demonio le había metido arena en esos espasmódicos movimientos que se gastaba con el arma infernal en sus gorditas manos.
Gruñí rabioso, tratando de contener a mi bestia interior.
Por fin la madre lo llamó al orden, algo que no funciono, pues el niño hizo caso omiso, la mujer siguió a los suyo y yo me encendí por dentro.
Me puse en pie, calmo caminé hasta el arenero, allí junto a Lobbo me acuclillé con la mejor de mis sonrisas, revolví el pelo del crio y mis ojos ahora ámbar se clavaron en el gordo del rastrillo que pronto explotó aterrado en llantos.
Eso le enseñaría que aquí yo era el alfa. Ladeé la sonrisa cuando la madre se acercó preocupada por su intenso llanto, ahora si que la muy perra movía su gordo culo para ver a su hijo.
-Debe de haberse metido arena en el ojo, estas armas las carga el demonio -bromeé señalando el rastrillo que aun sujetaba el niño.
Así volví satisfecho a mi banco dejado que Lobbo siguiera jugando en el arenero, el otro niño se había cagado y meado encima, así que la madre decidió llevárselo en el carro asegurando que era ya un niño grande para hacérselo todo encima.
Me estaba convirtiendo en un monstruo, de ser un alfa que guiaba a mi manada a la batalla, me había convertido en un idiota que asustaba niños en el parque, desde luego París me estaba volviendo loco.
Hundí la cara entre mis manos frotando la cara en ellas hasta que mis dedos se hundieron en mi pelo mostrando mi clara desesperación.
-Necesito una niñera -gruñí entre dientes -el parque saca de mi lo peor.
Última edición por Damon Landvik el Lun Mayo 29, 2017 12:17 pm, editado 1 vez
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Ladeé la sonrisa cuando Brianna, nerviosa me miró como si bajo de sus ropas no portara bañador alguno.
Finalmente parece que se lo pensó dos veces y no muy convencida caminó tras un árbol para desprenderse de la ropa sobrante para poder al menos jugar en la orilla con nosotros
Los niños hacían un castillo, bueno, realmente Lobbo comía mas arena que cavaba el foso pero, nadie dijo que jugar con un niño de un año fuera sencillo.
Me acuclillé al lado de Elaine para ayudarle a construir la muralla.
-Después de todo gran foso ha de haber una gran muralla que sirva de defensa a la ciudad del interior y su castillo.
Dibujé con el dedo el rastrillo que cubría el gran portón y construí lo que seria el puente levadizo, claro que este, quedaba fijo.
-Ahora has de hacer las almenas -le dije a la niña indicándole donde iban exactamente.
Lobbo se encargaba de desmontarnos el puente una y otra vez, enarqué una ceja mirándolo de soslayo cuando llegó Brianne. Alcé la mirada que se oscureció primero y acabó en un claro tono ámbar que me forzó a apartar los ojos de su cuerpo para hundirlos con disimulo en la edificación que estábamos haciendo.
El tono blanco de sus prendas interiores, que alzaban su pecho ligeramente, combinada con esa cascada parda que lucia como cabello, le daba un aspecto salvaje, lobuno y mis instintos de alfa dominante no pudieron hacer mas que aflorar al presenciar a esa bella mujer.
No hice comentario alguno, estaría fuera de lugar, ni siquiera sobre su aparente delgadez.
Cuando me calmé y mis ojos volvieron a lucir marrones me alcé de la arena para hablar con ella.
-¿Tienes frio? -pregunté -esta buena -susurré salpicándola de nuevo ligeramente con el pie.
El sol de media tarde lucia en el cielo, la temperatura era agradable y como nosotros muchas eran las familias que habían acudido a ese paraje para pasar un día en el y desconectar de la mundana vida de la gran ciudad.
-Me gustaría después acercarme a una parte del bosque, queda cerca de aquí, iré a caballo. Hay unas plantas que recuerdo mi madre usaba con un niño de una vecina y le fueron bien, es un remedio natural que sirve para abrir los bronquios, un antiinflamatorio, ¿si os parece bien?
No la curará. ,as si ayuda ¿por que no probar?
Me tiré agua por encima, hacia calor y eso ayudaba a sobrellevarla, ella educada como siempre guardaba la compostura, como si le diera cierto reparo traspasar ciertas fronteras, quizás estaba prometida a algún hombre, no seria de extrañar que con su edad y lo bella que era, muchos la cortejaran.
-Podemos darnos un baño antes de merendar algo, así se quitan la arena.
Ladeé la sonrisa mirándola fijamente, casi podía leer sus pensamientos. Posiblemente no quería problemas con el hombre que la pretendía y desde luego verla con otro en el lago bañándose se los traería.
-No te preocupes, luego puedo prestarte mi camisa, esta seca y no se te trasparentará nada.
Finalmente parece que se lo pensó dos veces y no muy convencida caminó tras un árbol para desprenderse de la ropa sobrante para poder al menos jugar en la orilla con nosotros
Los niños hacían un castillo, bueno, realmente Lobbo comía mas arena que cavaba el foso pero, nadie dijo que jugar con un niño de un año fuera sencillo.
Me acuclillé al lado de Elaine para ayudarle a construir la muralla.
-Después de todo gran foso ha de haber una gran muralla que sirva de defensa a la ciudad del interior y su castillo.
Dibujé con el dedo el rastrillo que cubría el gran portón y construí lo que seria el puente levadizo, claro que este, quedaba fijo.
-Ahora has de hacer las almenas -le dije a la niña indicándole donde iban exactamente.
Lobbo se encargaba de desmontarnos el puente una y otra vez, enarqué una ceja mirándolo de soslayo cuando llegó Brianne. Alcé la mirada que se oscureció primero y acabó en un claro tono ámbar que me forzó a apartar los ojos de su cuerpo para hundirlos con disimulo en la edificación que estábamos haciendo.
El tono blanco de sus prendas interiores, que alzaban su pecho ligeramente, combinada con esa cascada parda que lucia como cabello, le daba un aspecto salvaje, lobuno y mis instintos de alfa dominante no pudieron hacer mas que aflorar al presenciar a esa bella mujer.
No hice comentario alguno, estaría fuera de lugar, ni siquiera sobre su aparente delgadez.
Cuando me calmé y mis ojos volvieron a lucir marrones me alcé de la arena para hablar con ella.
-¿Tienes frio? -pregunté -esta buena -susurré salpicándola de nuevo ligeramente con el pie.
El sol de media tarde lucia en el cielo, la temperatura era agradable y como nosotros muchas eran las familias que habían acudido a ese paraje para pasar un día en el y desconectar de la mundana vida de la gran ciudad.
-Me gustaría después acercarme a una parte del bosque, queda cerca de aquí, iré a caballo. Hay unas plantas que recuerdo mi madre usaba con un niño de una vecina y le fueron bien, es un remedio natural que sirve para abrir los bronquios, un antiinflamatorio, ¿si os parece bien?
No la curará. ,as si ayuda ¿por que no probar?
Me tiré agua por encima, hacia calor y eso ayudaba a sobrellevarla, ella educada como siempre guardaba la compostura, como si le diera cierto reparo traspasar ciertas fronteras, quizás estaba prometida a algún hombre, no seria de extrañar que con su edad y lo bella que era, muchos la cortejaran.
-Podemos darnos un baño antes de merendar algo, así se quitan la arena.
Ladeé la sonrisa mirándola fijamente, casi podía leer sus pensamientos. Posiblemente no quería problemas con el hombre que la pretendía y desde luego verla con otro en el lago bañándose se los traería.
-No te preocupes, luego puedo prestarte mi camisa, esta seca y no se te trasparentará nada.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
— Cualquier ayuda es bienvenida, los doctores siempre se han puesto en lo peor, desde que tenía tres años que la dolencia ha estado ahí, a veces mejor y a veces peor. A temporadas rebrotaba con virulencia y entonces... temía por su vida. Pero es fuerte, quiere vivir y pelea como una campeona contra la enfermedad. Así que si existe algun remedio que la haga mejorar o la cure...¿por qué no?
Se sentó con ellos a construir el castillo de arena y de vez en cuando le sacudía la tierra al pequeño, que estaba lleno de suciedad por todas partes. Le trajo un poco de agua para que bebiera, era importante que los niños no se olvidasen de beber, se lo recordaba a Elaine siempre que podía. ¿Un baño antes de merendar? afú. No estaba a costumbrada a esas cosas.
— es que... no estoy acostumbrada a cosas tan espontáneas.... ya me entiende. Me criaron com una señorita y después siempre he permanecido en segundo plano y nunca alejada del deber. No sé muy bien cómo es eso de...divertirse.
Se fue metiendo despacio en el agua, que le parecía que estaba un poco fría, hasta que le cubrió los muslos. El salpicón de Damon le mojó todo el pelo y la cara y soltó un pequeño grito. Elaine ensanchó la sonrisa y a su vez pateó el agua para mojar a Damon. Lobbo imitó a Elaine, todos iban contra Damon porque ya que había que mojar a alguien, lo mejor era que el más fuerte fuera el perseguido por todos. Brianna se quedó quieta un instante aguantando la respiración, porque no sería la primera vez que veía que un señor de una casa perdía los estribos con las chiquilladas de los niños. Pero en vez de una reprimenda o un bofetón, Damon rió y los salpicó a ellos también.
Respiró aliviada y se animó. El juego se trataba de salpicarse hasta empaparse, y ya que los niños habían elegido víctima, ella se uniría a su bando. Hundió las manos en el agua y le lanzó un buen salpicón al licántropo, y después otro.
Se sentó con ellos a construir el castillo de arena y de vez en cuando le sacudía la tierra al pequeño, que estaba lleno de suciedad por todas partes. Le trajo un poco de agua para que bebiera, era importante que los niños no se olvidasen de beber, se lo recordaba a Elaine siempre que podía. ¿Un baño antes de merendar? afú. No estaba a costumbrada a esas cosas.
— es que... no estoy acostumbrada a cosas tan espontáneas.... ya me entiende. Me criaron com una señorita y después siempre he permanecido en segundo plano y nunca alejada del deber. No sé muy bien cómo es eso de...divertirse.
Se fue metiendo despacio en el agua, que le parecía que estaba un poco fría, hasta que le cubrió los muslos. El salpicón de Damon le mojó todo el pelo y la cara y soltó un pequeño grito. Elaine ensanchó la sonrisa y a su vez pateó el agua para mojar a Damon. Lobbo imitó a Elaine, todos iban contra Damon porque ya que había que mojar a alguien, lo mejor era que el más fuerte fuera el perseguido por todos. Brianna se quedó quieta un instante aguantando la respiración, porque no sería la primera vez que veía que un señor de una casa perdía los estribos con las chiquilladas de los niños. Pero en vez de una reprimenda o un bofetón, Damon rió y los salpicó a ellos también.
Respiró aliviada y se animó. El juego se trataba de salpicarse hasta empaparse, y ya que los niños habían elegido víctima, ella se uniría a su bando. Hundió las manos en el agua y le lanzó un buen salpicón al licántropo, y después otro.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Asentí cuando esta me dijo que le parecía bien que buscara esas plantas, unas que sabia ayudarían a la pequeña a sobrellevar su enfermedad. No la curarían, aunque eso también podía hacerlo, morderla seria la solución a esa enfermedad devastadora, pero tampoco estaba dispuesto a exponer mi condición sobrenatural frente a una desconocida.
Tenia que ser cauto, guardar el secreto era parte de nuestro modo de vida, muy pocos conocían lo que yo y mi familia eramos y era mejor que la cosa siguiera así, demasiados interesados en aniquilarnos como para pintarnos una diana en el culo y empezar una guerra de la que no había necesidad.
Brianna parecía reticente a mi propuesta de un baño, al parecer le daba cierto reparo la idea de mostrarse resuelta, divertida. Ella, siempre parecía guardar las formas, la compostura y entendía que eso fuera así, a mi me habían educado para lo mismo, pero a veces necesitaba sacar esa parte salvaje, lobuna.
Nadie puede estar todo el tiempo reprimiéndose, la vida hay que bebérsela.
La observé meterse despacio en las cristalinas aguas, no pude evitar ladear la sonrisa, puede que no le gustara, pero vamos, solo íbamos a divertirnos, nada malo.
Le tiré agua con el pie, mojandola el cuerpo entero, un grito por la impresión escapó de sus labios, uno que me hizo reír a carcajadas y mas aun cuando los niños se unieron a la fiesta lanzándome agua como podían, trataba de huir despacio como si eso me molestara mientras los tres reíamos sin parar.
Bianna se quedo unos instantes parada, en un principio pensé que le había molestado mi pequeña broma, pero por el contrario después se unió a nosotros en esa guerra en la que acabé empapado dejándome caer hacia atrás al agua.
Brianna y los niños celebraban su triunfo mientras yo quedaba derrotado sonriendo.
Mi culo en la tierra, allí hacíamos todos pie, picara mi sonrisa acercándome a ella que tan entusiasmada estaba con los niños que no advirtió mi presencia cuando enganché de la cintura lanzandola al agua conmigo, los niños reían, mi brazo envolvía su cuerpo tratando de hundirla por completo y ella por el contrario buscaba quedar a flote.
-Ahora no tiene tanta gracia ¿verdad? -susurré en su oído antes de soltarla entre risas -y si, estas delgada. -bromeé antes de echar a nadar hacia el fondo del lago, me vendría bien quitarme la arena ademas de bajar mis ánimos, eso que había alzado el roce de nuestros cuerpos luchando en la orilla por sumergirnos uno al otro.
Tenia que ser cauto, guardar el secreto era parte de nuestro modo de vida, muy pocos conocían lo que yo y mi familia eramos y era mejor que la cosa siguiera así, demasiados interesados en aniquilarnos como para pintarnos una diana en el culo y empezar una guerra de la que no había necesidad.
Brianna parecía reticente a mi propuesta de un baño, al parecer le daba cierto reparo la idea de mostrarse resuelta, divertida. Ella, siempre parecía guardar las formas, la compostura y entendía que eso fuera así, a mi me habían educado para lo mismo, pero a veces necesitaba sacar esa parte salvaje, lobuna.
Nadie puede estar todo el tiempo reprimiéndose, la vida hay que bebérsela.
La observé meterse despacio en las cristalinas aguas, no pude evitar ladear la sonrisa, puede que no le gustara, pero vamos, solo íbamos a divertirnos, nada malo.
Le tiré agua con el pie, mojandola el cuerpo entero, un grito por la impresión escapó de sus labios, uno que me hizo reír a carcajadas y mas aun cuando los niños se unieron a la fiesta lanzándome agua como podían, trataba de huir despacio como si eso me molestara mientras los tres reíamos sin parar.
Bianna se quedo unos instantes parada, en un principio pensé que le había molestado mi pequeña broma, pero por el contrario después se unió a nosotros en esa guerra en la que acabé empapado dejándome caer hacia atrás al agua.
Brianna y los niños celebraban su triunfo mientras yo quedaba derrotado sonriendo.
Mi culo en la tierra, allí hacíamos todos pie, picara mi sonrisa acercándome a ella que tan entusiasmada estaba con los niños que no advirtió mi presencia cuando enganché de la cintura lanzandola al agua conmigo, los niños reían, mi brazo envolvía su cuerpo tratando de hundirla por completo y ella por el contrario buscaba quedar a flote.
-Ahora no tiene tanta gracia ¿verdad? -susurré en su oído antes de soltarla entre risas -y si, estas delgada. -bromeé antes de echar a nadar hacia el fondo del lago, me vendría bien quitarme la arena ademas de bajar mis ánimos, eso que había alzado el roce de nuestros cuerpos luchando en la orilla por sumergirnos uno al otro.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Se sumergió dentro del agua fría por un tirón de Damon y quedaron pegados y empapados revolviéndose en el agua. No quería hundirse y pataleó cuanto pudo, resistiéndose en vano. Finalmente la soltó cuando el pelo le cubría tanto la cara que se iba a ahogar por culpa de él, no del liquido en el que flotaba. Los niños reían y sólo por eso ella también sonrió. Pero la tensión estaba en el aire, cuando susurró a su oído, cuando le repitió bromenado que estaba delgada porque ahora la había podido palpar y seguramente habría notado las costillas.
Damon se fue a nadar, cosa que Brianna agradeció porque se moría de la vergüenza al tener que salir así, mojada y con la ropa pegada al cuerpo, transparentando hasta los pensamientos. Aprovechó para salir y fue corriendo a por una toalla. Cuando se hubo secado más o menos, se quitó la ropa y se colocó las medias, las bragas y le vestido, que estaban secos, y se apresuró a recogerse el pelo retorciendolo y atravesando un palito en su nuca. Fua a por los niños y los secó, cambiándoles la ropa y llevándolos a donde estaba la manta para darles la merienda. Elaine tenía las mejillas coloreadas, con un sano color, lejos de la palidez azulada y enfermiza que siempre ostentaba.
— ¿te lo has pasado bien?
— sí, ha sido muy divertido. ¿Podemos volver otro dia?
— claro, cuando el señor Landvik quiera, podemos volver. Lobbo ven aquí, pequeño bribón!! aún tienes arena en el pelo.
Alcanzó al niño que ya quería salir corriendo de nuevo y le dio una punta de pan para que se entretuviera mientras ella lo peinaba y lo aseaba. Tenía que preguntarle a Damon si quería que el niño hablase más lenguas, porque ella podía enseñarle francés, inglés, italiano y algo de alemán.
Preparó varios bocadillos con lo que les había puesto Mildred en la cesta y le dio uno a Elaine que se sentó al lado de Lobbo a jugar con él con unas piezas de madera.
—————————————————————————————
Horas más tarde...
Los niños estaban muertos de sueño, tras la excursión al lago y el baño calentito, se habían quedado exahustos y dormidos en sus respectivas habitaciones. Brianna se había dado un baño para quitarse la arena del pelo y de algunos recovecos innombrables. Bajó a cenar con Damon, ella también estaba cansada pero de ese tipo de cansancio que te aporta el estar relajada. Se había divertido mucho con ellos y aunque habían merendado estaba hambrienta.
La cena estaba servida y olía mejor que bien. Mildred había puesto en la mesa un par de salmones con puré de patatas, verduras cocidas, salsa tártara y pan de nueces. El salmón de Brianna era más grande que su cabeza, pero mientras cenaban, conversando con tranquilidad, acabó con la mitad. Suspiró, estaba llena, pero acometió de nuevo contra el pescado. Mildred miró a Damon con el interrogante en la mirada, la mujer no sabía de qué iba el tema. Brianna no quería que volviera a recriminarle su delgadez, así que comió despacio, tratando de terminar el plato, pero al final se dejó un pequeño trozo.
— ya no puedo más...creo que voy a reventar. Estaba muy bueno Mildred, gracias.— la mujer se llevó los platos dejándolos en el comedor.— ¿le importa si voy a por un libro a su biblioteca? le haré compañía mientras trabaja un rato, no puedo echarme a dormir estando tan llena.
Pasaron al despacho de Damon y la morena se sentó en un sillón junto al fuego y se puso a leer sin molestarlo, sólo estando allí de apoyo moral, su silueta se recortaba frente a las llamas. Había elegido una obra de Francisco Quevedo, una joya de la picaresca española titulada el Buscón Don Pablos. No lo había leído y a las pocas hojas estiró la sonrisa por el ingenio del autor.
Damon se fue a nadar, cosa que Brianna agradeció porque se moría de la vergüenza al tener que salir así, mojada y con la ropa pegada al cuerpo, transparentando hasta los pensamientos. Aprovechó para salir y fue corriendo a por una toalla. Cuando se hubo secado más o menos, se quitó la ropa y se colocó las medias, las bragas y le vestido, que estaban secos, y se apresuró a recogerse el pelo retorciendolo y atravesando un palito en su nuca. Fua a por los niños y los secó, cambiándoles la ropa y llevándolos a donde estaba la manta para darles la merienda. Elaine tenía las mejillas coloreadas, con un sano color, lejos de la palidez azulada y enfermiza que siempre ostentaba.
— ¿te lo has pasado bien?
— sí, ha sido muy divertido. ¿Podemos volver otro dia?
— claro, cuando el señor Landvik quiera, podemos volver. Lobbo ven aquí, pequeño bribón!! aún tienes arena en el pelo.
Alcanzó al niño que ya quería salir corriendo de nuevo y le dio una punta de pan para que se entretuviera mientras ella lo peinaba y lo aseaba. Tenía que preguntarle a Damon si quería que el niño hablase más lenguas, porque ella podía enseñarle francés, inglés, italiano y algo de alemán.
Preparó varios bocadillos con lo que les había puesto Mildred en la cesta y le dio uno a Elaine que se sentó al lado de Lobbo a jugar con él con unas piezas de madera.
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Horas más tarde...
Los niños estaban muertos de sueño, tras la excursión al lago y el baño calentito, se habían quedado exahustos y dormidos en sus respectivas habitaciones. Brianna se había dado un baño para quitarse la arena del pelo y de algunos recovecos innombrables. Bajó a cenar con Damon, ella también estaba cansada pero de ese tipo de cansancio que te aporta el estar relajada. Se había divertido mucho con ellos y aunque habían merendado estaba hambrienta.
La cena estaba servida y olía mejor que bien. Mildred había puesto en la mesa un par de salmones con puré de patatas, verduras cocidas, salsa tártara y pan de nueces. El salmón de Brianna era más grande que su cabeza, pero mientras cenaban, conversando con tranquilidad, acabó con la mitad. Suspiró, estaba llena, pero acometió de nuevo contra el pescado. Mildred miró a Damon con el interrogante en la mirada, la mujer no sabía de qué iba el tema. Brianna no quería que volviera a recriminarle su delgadez, así que comió despacio, tratando de terminar el plato, pero al final se dejó un pequeño trozo.
— ya no puedo más...creo que voy a reventar. Estaba muy bueno Mildred, gracias.— la mujer se llevó los platos dejándolos en el comedor.— ¿le importa si voy a por un libro a su biblioteca? le haré compañía mientras trabaja un rato, no puedo echarme a dormir estando tan llena.
Pasaron al despacho de Damon y la morena se sentó en un sillón junto al fuego y se puso a leer sin molestarlo, sólo estando allí de apoyo moral, su silueta se recortaba frente a las llamas. Había elegido una obra de Francisco Quevedo, una joya de la picaresca española titulada el Buscón Don Pablos. No lo había leído y a las pocas hojas estiró la sonrisa por el ingenio del autor.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Habíamos pasado una tarde plagada de risas en el lago, sinceramente no recordaba el tiempo que hacia que me lo pasaba bien, sin tener que estar pensando en nada mas que en disfrutar. Hice a un lado los problemas de la manada, los acontecimientos que se sucedían en Italia y me limité a darme ese merecido descanso que a decir verdad necesitaba.
Llevaba demasiado peso sobre mis hombros, estaba demasiado solo y las circunstancias que iban aconteciendo caían sobre mi como una losa.
Era difícil tener siempre que mantener las formas aunque por dentro aun estuviera demasiado herido en demasiados sentidos como para mantenerme en pie y no caído.
Claro que yo era un alfa, no podía permitirme desfallecer pues tras de mi, iría la manada entera.
Antes de regresar a la mansión hicimos un alto en el bosque, tomé las hierbas recién cortadas y guardándolas envueltas en tela en las alforjas emprendimos el camino hacia la mansión Landvik.
Mildred salio a nuestro encuentro, como de costumbre su sonrisa se pintaba en un rostro amable y algo rechoncho, nada que ver con la imagen fiera que tenia cuando se trasformaba, pues era de esas que protegía a sus cachorros como ella nos llamaba en cuerpo y alma.
Ayudó a desmontar a Lobbo y tras ponerlo en brazos de Brianna y dedicarme una sonrisa cómplice al ver las risas que nos dedicamos uno al otro se llevo la cesta asegurando que en unas horas estaría la cena en el comedor.
Tenia algunos asuntos por resolver, me esperaba una noche dura de papeleos atrasados, negocios por cerrar y muchos temas pendientes de darles la aprobación final.
Asi que me di un buen baño en la tina para quitarme los restos de tierra y bajé al salón poco después para tomar la cena.
Nos habían puesto pescado, los niños ya dormían desde hacia rato, exhaustos por el viaje, así que solo ella y yo compartimos mesa.
Ladeé la sonrisa al verla comerse ese enorme pescado, me resultaba realmente divertido verla comer de ese modo.
-No tienes porque complacerme -aseguré hundiendo mis pardos en los suyos -aunque me gusta que lo hagas -bromeé con cierta picardia.
Tomé la botella de vino y serví sendas copas después del postre, ella decía estar llena y querer hacerme compañía mientras yo trabajaba.
Me pareció una gran idea, demasiado tiempo solo, aunque fuera una muda compañía me haría sentir bien.
No se las horas que pasaron, solo que ella estaba en el sofá ligeramente recostada con un libro en la mano que la hacia sonreír y yo por el contrario sumergido en mil papeles que me hacían desesperar.
Hundí mil veces los dedos en mi pelo resoplando, necesitaba un descanso, así que finalmente me alcé del despacho acercándome a la dama.
-¿te importa que me siente un rato contigo? -pregunté dejándome caer en la alfombra para apoyar mi espalda en el sofá donde ella estaba tumbada. Dejé caer la cabeza en este, mirándola fijamente.
-¿Que lees? -pregunté alzando la mirada.
Los ojos se me cerraban ligeramente mientras la escuchaba hablar, me sentía sumamente en calma, me gustaba su voz y como sonaba hasta que la puerta del despacho se abrió de golpe.
Mi gesto se tensó podía notar el aura de Mildred turbia como la misma noche.
Me alcé del sofá, no necesitaba palabras para saber que algo no iba bien. También sabia que no hablaría delante de ella, no porque posiblemente el problema era algo relacionado con la manada a la que ella no pertenecía y de la que desconocía su existencia.
Cerré la puerta a mis espaldas, en mi oído susurró el peligro al que se enfrentaba uno de los míos, al parecer acorralado en la taberna por unos cazadores.
Gruñí mostrando los dientes, ojos ámbar y salí disparado hacia las caballerizas para tomar el espectro que me llevaría frente a ellos.
Regresamos horas después, mi compañero había sufrido una colosal paliza, claro que los cazadores no se habían ido mucho mejor cuando yo los alcancé.
Una herida de bala en mi hombro que escocia, quemaba y arrasaba con mi voluntad, maldita plata que tendría que sacar y me hacia aullar y jadear del dolor.
Brianna salio mi encuentro al verme recorrer el pasillo camino a la cámara de mi guardaespaldas para dejarlo sobre la cama, Mildred ya tomaba todo lo necesario para cerrar heridas, desinfectarlas y quitar los restos de aquel material así como del acónito que en las flechas untadas nos envenenaba.
-Aguanta -susurré a mi amigo depositandolo con suavidad en la cama.
-Señor permitame mirarle el hombro -dijo no pasandosele desapercibida mi herida.
-Primero él, no aguantará mucho -gruñí fruto del dolor de la plata en mi interior.
Cerré la puerta dejando fuera a Brianna, no era algo agradable para ver una dama.
Llevaba demasiado peso sobre mis hombros, estaba demasiado solo y las circunstancias que iban aconteciendo caían sobre mi como una losa.
Era difícil tener siempre que mantener las formas aunque por dentro aun estuviera demasiado herido en demasiados sentidos como para mantenerme en pie y no caído.
Claro que yo era un alfa, no podía permitirme desfallecer pues tras de mi, iría la manada entera.
Antes de regresar a la mansión hicimos un alto en el bosque, tomé las hierbas recién cortadas y guardándolas envueltas en tela en las alforjas emprendimos el camino hacia la mansión Landvik.
Mildred salio a nuestro encuentro, como de costumbre su sonrisa se pintaba en un rostro amable y algo rechoncho, nada que ver con la imagen fiera que tenia cuando se trasformaba, pues era de esas que protegía a sus cachorros como ella nos llamaba en cuerpo y alma.
Ayudó a desmontar a Lobbo y tras ponerlo en brazos de Brianna y dedicarme una sonrisa cómplice al ver las risas que nos dedicamos uno al otro se llevo la cesta asegurando que en unas horas estaría la cena en el comedor.
Tenia algunos asuntos por resolver, me esperaba una noche dura de papeleos atrasados, negocios por cerrar y muchos temas pendientes de darles la aprobación final.
Asi que me di un buen baño en la tina para quitarme los restos de tierra y bajé al salón poco después para tomar la cena.
Nos habían puesto pescado, los niños ya dormían desde hacia rato, exhaustos por el viaje, así que solo ella y yo compartimos mesa.
Ladeé la sonrisa al verla comerse ese enorme pescado, me resultaba realmente divertido verla comer de ese modo.
-No tienes porque complacerme -aseguré hundiendo mis pardos en los suyos -aunque me gusta que lo hagas -bromeé con cierta picardia.
Tomé la botella de vino y serví sendas copas después del postre, ella decía estar llena y querer hacerme compañía mientras yo trabajaba.
Me pareció una gran idea, demasiado tiempo solo, aunque fuera una muda compañía me haría sentir bien.
No se las horas que pasaron, solo que ella estaba en el sofá ligeramente recostada con un libro en la mano que la hacia sonreír y yo por el contrario sumergido en mil papeles que me hacían desesperar.
Hundí mil veces los dedos en mi pelo resoplando, necesitaba un descanso, así que finalmente me alcé del despacho acercándome a la dama.
-¿te importa que me siente un rato contigo? -pregunté dejándome caer en la alfombra para apoyar mi espalda en el sofá donde ella estaba tumbada. Dejé caer la cabeza en este, mirándola fijamente.
-¿Que lees? -pregunté alzando la mirada.
Los ojos se me cerraban ligeramente mientras la escuchaba hablar, me sentía sumamente en calma, me gustaba su voz y como sonaba hasta que la puerta del despacho se abrió de golpe.
Mi gesto se tensó podía notar el aura de Mildred turbia como la misma noche.
Me alcé del sofá, no necesitaba palabras para saber que algo no iba bien. También sabia que no hablaría delante de ella, no porque posiblemente el problema era algo relacionado con la manada a la que ella no pertenecía y de la que desconocía su existencia.
Cerré la puerta a mis espaldas, en mi oído susurró el peligro al que se enfrentaba uno de los míos, al parecer acorralado en la taberna por unos cazadores.
Gruñí mostrando los dientes, ojos ámbar y salí disparado hacia las caballerizas para tomar el espectro que me llevaría frente a ellos.
Regresamos horas después, mi compañero había sufrido una colosal paliza, claro que los cazadores no se habían ido mucho mejor cuando yo los alcancé.
Una herida de bala en mi hombro que escocia, quemaba y arrasaba con mi voluntad, maldita plata que tendría que sacar y me hacia aullar y jadear del dolor.
Brianna salio mi encuentro al verme recorrer el pasillo camino a la cámara de mi guardaespaldas para dejarlo sobre la cama, Mildred ya tomaba todo lo necesario para cerrar heridas, desinfectarlas y quitar los restos de aquel material así como del acónito que en las flechas untadas nos envenenaba.
-Aguanta -susurré a mi amigo depositandolo con suavidad en la cama.
-Señor permitame mirarle el hombro -dijo no pasandosele desapercibida mi herida.
-Primero él, no aguantará mucho -gruñí fruto del dolor de la plata en mi interior.
Cerré la puerta dejando fuera a Brianna, no era algo agradable para ver una dama.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
La velada iba discurriendo con tranquilidad, la cena fue agradable y cuando Damon le dijo que no hacía falta que lo complaciese aunqie le gustaba, enrojeció levemente.
— no, es que tiene usted razón, estoy delgada de los nervios y de no comer bien. Pero si puedo remediarlo así…
Bebieron una copa de vino y ésta hizo que estuviera todavía más relajada. En el despacho de Damon se puso a leer, disfrutando de un pequeño rato de lectura junto al fuego, cómoda, un momento para ella misma sin la presión de la que se había desecho horas antes. Igualmente, seguia tratando a Damon de “usted”, no tenía la confianza suficiente para superar esa barrera aunque él sí la tratase de “tu”.
Lo escuchó resoplar de pura desesperación, podía entenderlo porque su padre hacía lo mismo cuando era la época de la vendimia y se triplicaba el trabajo.
— Si necesita un poco de ayuda con el papeleo, quizás pueda ayudarle, solía hacerlo con mi padre cuando empezaba la temporada alta de las cosechas. Teníamos varias bodegas y viñedos, eso es un montón de papeleo.
Cuando apoyó la cabeza en el sofá y la miró, le sonrió contándole lo que estaba leyendo.
— Tiene un biblioteca estupenda, hace tiempo que quería leer esta obra y no había podido, los libros así son caros. En una obra de la picaresca española, muy divertida, se cree que la escribió Quevedo pero nunca lo reconoció para evitar problemas con la Inquisición, resulta que…
Cuando estaban conversando, entró Mildred en tromba con el gesto serio y descompuesto. Cerró el libro y se tensó. ¿Qué estaba ocurriendo? escuchó los pasos y cómo Damon se marchaba a galope tendido. Subió a comprobar cómo estaban los niños y pensó que estaría bien tener una maleta hecha “por si acaso” por si alguna vez tenían que salir corriendo sin tiempo a nada. La hizo y la guardó bajo la cama, en caso de necesidad había algunas mudas para ella, Elaine, Lobbo y Damon; un par de prendas de abrigo, una manta y cuatro cosas útiles: cuerda, cuchillo y jabón. Prefería ser precavida.
Un par de horas más tarde regresó el conde malherido y con otro que estaba en peores condiciones que él, aunque su hombro sangraba profusamente. Se percató que era una herida de bala y le pidió que le dejase verla, aunque no era experta, había aprendido mucho de los interminables sermones médicos que había recibido con Elaine. Pero el señor de la casa se negó y le cerró la puerta. ¿En qué lios estaba metido? ¿no se suponía que era conde? Miró a Mildred, que le dijo que se fuera a descansar.
¿Cómo podía siquiera pensar en eso? no podía descansar después de lo que había visto, mas ¿qué podía hacer? Bajó a la cocina y puso agua a calentar, buscó paños limpios y vendas, lo colocó todo en una bandeja y subió de nuevo, dejándolo en la puerta de la habitación cerrada llamó suavemente con los nudillos.
— Señor Landvik, le he dejado agua caliente, paños y vendas en la puerta… Tan sólo dígame qué más puedo hacer…— Como no recibió contestación apoyó la mano en la puerta, sin atreverse a entrar todavía.— Señor Landvik…Damon… por favor, háblame…— silencio al otro lado. ¿Y si le había dado un vahido y estaba inconsciente? rompió su propia regla, la de ser discreta y no molestar ni importunar cuando habían dejado claro que no la querían allí, y entró en la habitación.
— no, es que tiene usted razón, estoy delgada de los nervios y de no comer bien. Pero si puedo remediarlo así…
Bebieron una copa de vino y ésta hizo que estuviera todavía más relajada. En el despacho de Damon se puso a leer, disfrutando de un pequeño rato de lectura junto al fuego, cómoda, un momento para ella misma sin la presión de la que se había desecho horas antes. Igualmente, seguia tratando a Damon de “usted”, no tenía la confianza suficiente para superar esa barrera aunque él sí la tratase de “tu”.
Lo escuchó resoplar de pura desesperación, podía entenderlo porque su padre hacía lo mismo cuando era la época de la vendimia y se triplicaba el trabajo.
— Si necesita un poco de ayuda con el papeleo, quizás pueda ayudarle, solía hacerlo con mi padre cuando empezaba la temporada alta de las cosechas. Teníamos varias bodegas y viñedos, eso es un montón de papeleo.
Cuando apoyó la cabeza en el sofá y la miró, le sonrió contándole lo que estaba leyendo.
— Tiene un biblioteca estupenda, hace tiempo que quería leer esta obra y no había podido, los libros así son caros. En una obra de la picaresca española, muy divertida, se cree que la escribió Quevedo pero nunca lo reconoció para evitar problemas con la Inquisición, resulta que…
Cuando estaban conversando, entró Mildred en tromba con el gesto serio y descompuesto. Cerró el libro y se tensó. ¿Qué estaba ocurriendo? escuchó los pasos y cómo Damon se marchaba a galope tendido. Subió a comprobar cómo estaban los niños y pensó que estaría bien tener una maleta hecha “por si acaso” por si alguna vez tenían que salir corriendo sin tiempo a nada. La hizo y la guardó bajo la cama, en caso de necesidad había algunas mudas para ella, Elaine, Lobbo y Damon; un par de prendas de abrigo, una manta y cuatro cosas útiles: cuerda, cuchillo y jabón. Prefería ser precavida.
Un par de horas más tarde regresó el conde malherido y con otro que estaba en peores condiciones que él, aunque su hombro sangraba profusamente. Se percató que era una herida de bala y le pidió que le dejase verla, aunque no era experta, había aprendido mucho de los interminables sermones médicos que había recibido con Elaine. Pero el señor de la casa se negó y le cerró la puerta. ¿En qué lios estaba metido? ¿no se suponía que era conde? Miró a Mildred, que le dijo que se fuera a descansar.
¿Cómo podía siquiera pensar en eso? no podía descansar después de lo que había visto, mas ¿qué podía hacer? Bajó a la cocina y puso agua a calentar, buscó paños limpios y vendas, lo colocó todo en una bandeja y subió de nuevo, dejándolo en la puerta de la habitación cerrada llamó suavemente con los nudillos.
— Señor Landvik, le he dejado agua caliente, paños y vendas en la puerta… Tan sólo dígame qué más puedo hacer…— Como no recibió contestación apoyó la mano en la puerta, sin atreverse a entrar todavía.— Señor Landvik…Damon… por favor, háblame…— silencio al otro lado. ¿Y si le había dado un vahido y estaba inconsciente? rompió su propia regla, la de ser discreta y no molestar ni importunar cuando habían dejado claro que no la querían allí, y entró en la habitación.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Escuchaba perfectamente la voz de Brianna al otro lado de la puerta, mi gesto tenso, dientes apretados tratando de ahogar los aullidos que escapaban plagados de rabia de mi garganta mientras observaba como mi amigo , un miembro de mi manada moría entre mis brazos sin que ni yo ni Mildred lográramos hacer nada.
Los cazadores habían dado con él, al parecer llevaban meses observándolo y habían ido bien preparados, de nada sirvió mi presencia, pues aparte de sesgar las vidas de varios de estos, no había llegado a tiempo.
El acólito se había extendido por su sangre con demasiada rapidez, por mas que mis manos buscaban el modo de cortar la hemorragia, su cuerpo no se regeneraba por culpa del maldito mata lobos.
Mildred trataba de apartarme, hacerme entender que nada ya mas podía hacer y que era hora de curar mi herida si no quería acabar como él.
Gruñí desafiante, haciéndola guardar silencio, y esta se arrinconó agachando la cabeza consciente de que yo era el alfa.
La puerta se abrió, al otro lado los faros que desobedeciendo mi orden clara habían decidido irrumpir en la estancia.
Gruñí de nuevo como si así pudiera asustarla, pero las fuerzas me flaquearon y antes de que me desplomara Brianna estaba colocada bajo mi brazo ayudándome a tomar asiento en un sofá cercano.
Podía sentir el desasosiego de la humana que tenia frente a mi, sobre todo por la escena de mi amigo descamisado sobre la mesa repleto de heridas, muerto.
-Una pelea en un bar -apunté entre dientes.
Mildred se puso en pie y cubrió con una sabana el cuerpo para evitar que una Brianna no acostumbrada a la guerra pudiera desfallecer.
-Estoy bien, solo es un rasguño -le dije a la joven humana para que se largara de allí.
Aunque no era cierto, era una bala de plata impregnada con “mata lobos” el veneno se extendería y Mildred y yo lo sabíamos.
Mildred no fue capaz de guardar silencio y le dijo a la joven lo grave que era le asunto, esta vez ni mi fulminante mirada la detuvo, así que pronto tuve una preocupada Brianna pidiendo que llamáramos a un medico.
-Saca la bala, aguantaré el veneno -aseguré tumbandome en el sofá ligeramente mareado y con la respiración errática.
Mildred se apresuró en cerrar la puerta quedando su espalda contra esta. Le dijo a Brianna que me diera algo de beber para el dolor y que ella iba a buscar unas hierbas que tenia en la despensa que me ayudarían con la fiebre, sabia que el resto era cosa de mi organismo y no era la primera vez que este luchaba contra el acónito.
Los cazadores habían dado con él, al parecer llevaban meses observándolo y habían ido bien preparados, de nada sirvió mi presencia, pues aparte de sesgar las vidas de varios de estos, no había llegado a tiempo.
El acólito se había extendido por su sangre con demasiada rapidez, por mas que mis manos buscaban el modo de cortar la hemorragia, su cuerpo no se regeneraba por culpa del maldito mata lobos.
Mildred trataba de apartarme, hacerme entender que nada ya mas podía hacer y que era hora de curar mi herida si no quería acabar como él.
Gruñí desafiante, haciéndola guardar silencio, y esta se arrinconó agachando la cabeza consciente de que yo era el alfa.
La puerta se abrió, al otro lado los faros que desobedeciendo mi orden clara habían decidido irrumpir en la estancia.
Gruñí de nuevo como si así pudiera asustarla, pero las fuerzas me flaquearon y antes de que me desplomara Brianna estaba colocada bajo mi brazo ayudándome a tomar asiento en un sofá cercano.
Podía sentir el desasosiego de la humana que tenia frente a mi, sobre todo por la escena de mi amigo descamisado sobre la mesa repleto de heridas, muerto.
-Una pelea en un bar -apunté entre dientes.
Mildred se puso en pie y cubrió con una sabana el cuerpo para evitar que una Brianna no acostumbrada a la guerra pudiera desfallecer.
-Estoy bien, solo es un rasguño -le dije a la joven humana para que se largara de allí.
Aunque no era cierto, era una bala de plata impregnada con “mata lobos” el veneno se extendería y Mildred y yo lo sabíamos.
Mildred no fue capaz de guardar silencio y le dijo a la joven lo grave que era le asunto, esta vez ni mi fulminante mirada la detuvo, así que pronto tuve una preocupada Brianna pidiendo que llamáramos a un medico.
-Saca la bala, aguantaré el veneno -aseguré tumbandome en el sofá ligeramente mareado y con la respiración errática.
Mildred se apresuró en cerrar la puerta quedando su espalda contra esta. Le dijo a Brianna que me diera algo de beber para el dolor y que ella iba a buscar unas hierbas que tenia en la despensa que me ayudarían con la fiebre, sabia que el resto era cosa de mi organismo y no era la primera vez que este luchaba contra el acónito.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Cuando entró en la habitación la escena era algo dantesca, el hombre que estaba sobre la cama iba cubierto de sangre y no se movía, posiblemente muerto. Damon herido, gruñendo, alterado, podía entenderlo ya que acababa de perder a alguien que le era querido de alguna manera y eso ya era suficiente para contestarle mal a cualquiera, era el dolor el que hablaba y eso no lo podía tener en cuenta.
Lo vio incorporarse para darle alguna orden de malos modos pero se desvaneció hacia atrás, y ella se apresuró a colocarse bajo él y servirle de apoyo, guiándolo hasta un sofá donde podría estar más estable y curarle la herida. Le dijo a Mildred que deberían llamar al doctor, pero ésta no hizo ningun gesto ni de aprobación ni de negación y fue Daon quien dijo que no, que aguantaría el veneno.
— ¿veneno? ¿qué clase de veneno?
— acónito.— contestó Mildred. Brianna fue a por los paños y el agua y comenzó a limpiar la herida pensativa.
— el acónito se lo han dado a Elaine alguna vez en inhalación para abrir los bronquios, pero si pasa a la sangre produce arritmia cardiaca...si le han envenenado con eso habrá que contrarrestarlo con Marrubio, es una hierba que normaliza el ritmo del corazón...también se la dieron a Elaine cuando estuvo a punto de...de morir.— Cuando recordó esa fatídica noche se estremeció. Siempre guardaba un frasco de Marrubio en su botiquín de emergencias. No es que estuviera acostumbrada a grandes cantidades de sangre y heridas tan terribles, pero después de cuidar durante años a una niña que tosía sangre o que la vomitaba cuando la hacían beber brevajes de todo tipo, ya estaba curada de espanto.
Le indicó a Mildred que le trajera una taza con agua caliente para infusión de la raíz de marrubio y se sentó al lado de Damon examinando el orificio del disparo, no tenía salida asi que el proyectil estaba dentro. Era sólo carne, no había perforado pulmón ni hueso, así que sería una herida dolorosa y susceptible de infectarse pero con suerte no sería mortal. Estaba serena, como siempre, aunque su gesto estaba tenso, concentrada en averiguar la mejor forma de sacar aquella bala dañando lo menos posible y cómo suturar después ese jirón de carne. Mildred regresó con el agua caliente, unas pinzas, un cuchillo y material de costura.
— ¿se siente capaz de hacerlo? yo puedo si le da aprensión.
— No Mildred. Usted ya ha hecho bastante y ya no tiene muy buena vista, lo intentaré.
Cogió las pinzas y las introdujo en el orificio de bala tanteando lo incrustada que estaba.
— Lo siento... sé que debe dolerle, dígamelo si le hago daño. A la de tres tiraré de las pinzas ¿de acuerdo? Uno...— iba a seguir contando pero dio un brusco tirón antes de que Damon se lo pudiera esperar y sacó la plata. De inmediato taponó con un paño para que no le doliera tanto y fue en busca de la hierba para infusionarla. Por el pasillo se detuvo un instante a repirar hondamente, ahora le temblaban las manos. ¿Por qué antes no? porque antes estaban en una situación de emergencia y ella mantenía la calma cuando era necesario, pero no significaba que no estuviera como un flan. Cuando regresó tomó aire de nuevo y entró con paso firme en la habitación Vertiendo la cucharadita en la taza y revolviéndo la mezcla que le tendió a Damon.
— Ahora hay que remendarlo... espero que no le quede muy mal, no soy doctora.— Pero casi, con su hija había hecho un master de siete años. Lo cierto es que tenía las manos pequeñas de dedos finos, así que la aguja deslizaba por el músculo y la piel con puntadas precisas queiba anudando según necesitaba, por capas. Desinfectó de nuevo la herida antes de acabar de cerrarla y finalmente colocó un paño limpio sobre ella que sujetó haciéndole un vendaje que comprimía y abarcaba su tórax, hombro y parte del brazo. Para hacerlo tuvo que palpar la gran mayoría de su torso, pero no estaba para pensar en esas cosas, era una emergencia.
Cuando acabó se acercó al muerto y le bajó los párpados murmurando una oración durante unos segundos de silencio y respeto. Mildred le dijo que no hacía falta que se quedara allí, que se encargarían de lavarlo y llevárselo para darle digna sepultura.
— No voy a irme a dormir Mildred, hay que vigilar al señor Landvik, probablemente tendrá fiebre y debería descansar o el corazón podría fallar, así que si no le importa me quedaré velándolo. Por favor señor landvik, repose unas horas, túmbese un rato, tranquilo, no deje al pequeño Lobbo solo de nuevo... yo le despertaré a la hora que me diga, no se preocupe— se lo suplicó con la mirada. Se notaba que era un bestia parda y que quería estar en todo y honrar a su amigo, pero sencillamente debía cuidarse o caería y entonces se complicaría todo mucho más.
Lo vio incorporarse para darle alguna orden de malos modos pero se desvaneció hacia atrás, y ella se apresuró a colocarse bajo él y servirle de apoyo, guiándolo hasta un sofá donde podría estar más estable y curarle la herida. Le dijo a Mildred que deberían llamar al doctor, pero ésta no hizo ningun gesto ni de aprobación ni de negación y fue Daon quien dijo que no, que aguantaría el veneno.
— ¿veneno? ¿qué clase de veneno?
— acónito.— contestó Mildred. Brianna fue a por los paños y el agua y comenzó a limpiar la herida pensativa.
— el acónito se lo han dado a Elaine alguna vez en inhalación para abrir los bronquios, pero si pasa a la sangre produce arritmia cardiaca...si le han envenenado con eso habrá que contrarrestarlo con Marrubio, es una hierba que normaliza el ritmo del corazón...también se la dieron a Elaine cuando estuvo a punto de...de morir.— Cuando recordó esa fatídica noche se estremeció. Siempre guardaba un frasco de Marrubio en su botiquín de emergencias. No es que estuviera acostumbrada a grandes cantidades de sangre y heridas tan terribles, pero después de cuidar durante años a una niña que tosía sangre o que la vomitaba cuando la hacían beber brevajes de todo tipo, ya estaba curada de espanto.
Le indicó a Mildred que le trajera una taza con agua caliente para infusión de la raíz de marrubio y se sentó al lado de Damon examinando el orificio del disparo, no tenía salida asi que el proyectil estaba dentro. Era sólo carne, no había perforado pulmón ni hueso, así que sería una herida dolorosa y susceptible de infectarse pero con suerte no sería mortal. Estaba serena, como siempre, aunque su gesto estaba tenso, concentrada en averiguar la mejor forma de sacar aquella bala dañando lo menos posible y cómo suturar después ese jirón de carne. Mildred regresó con el agua caliente, unas pinzas, un cuchillo y material de costura.
— ¿se siente capaz de hacerlo? yo puedo si le da aprensión.
— No Mildred. Usted ya ha hecho bastante y ya no tiene muy buena vista, lo intentaré.
Cogió las pinzas y las introdujo en el orificio de bala tanteando lo incrustada que estaba.
— Lo siento... sé que debe dolerle, dígamelo si le hago daño. A la de tres tiraré de las pinzas ¿de acuerdo? Uno...— iba a seguir contando pero dio un brusco tirón antes de que Damon se lo pudiera esperar y sacó la plata. De inmediato taponó con un paño para que no le doliera tanto y fue en busca de la hierba para infusionarla. Por el pasillo se detuvo un instante a repirar hondamente, ahora le temblaban las manos. ¿Por qué antes no? porque antes estaban en una situación de emergencia y ella mantenía la calma cuando era necesario, pero no significaba que no estuviera como un flan. Cuando regresó tomó aire de nuevo y entró con paso firme en la habitación Vertiendo la cucharadita en la taza y revolviéndo la mezcla que le tendió a Damon.
— Ahora hay que remendarlo... espero que no le quede muy mal, no soy doctora.— Pero casi, con su hija había hecho un master de siete años. Lo cierto es que tenía las manos pequeñas de dedos finos, así que la aguja deslizaba por el músculo y la piel con puntadas precisas queiba anudando según necesitaba, por capas. Desinfectó de nuevo la herida antes de acabar de cerrarla y finalmente colocó un paño limpio sobre ella que sujetó haciéndole un vendaje que comprimía y abarcaba su tórax, hombro y parte del brazo. Para hacerlo tuvo que palpar la gran mayoría de su torso, pero no estaba para pensar en esas cosas, era una emergencia.
Cuando acabó se acercó al muerto y le bajó los párpados murmurando una oración durante unos segundos de silencio y respeto. Mildred le dijo que no hacía falta que se quedara allí, que se encargarían de lavarlo y llevárselo para darle digna sepultura.
— No voy a irme a dormir Mildred, hay que vigilar al señor Landvik, probablemente tendrá fiebre y debería descansar o el corazón podría fallar, así que si no le importa me quedaré velándolo. Por favor señor landvik, repose unas horas, túmbese un rato, tranquilo, no deje al pequeño Lobbo solo de nuevo... yo le despertaré a la hora que me diga, no se preocupe— se lo suplicó con la mirada. Se notaba que era un bestia parda y que quería estar en todo y honrar a su amigo, pero sencillamente debía cuidarse o caería y entonces se complicaría todo mucho más.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Mildred y ella hablaban con cierto nerviosismo en su voz mientras yo con los dedos inspeccionaba la herida tratando de llegar a la plata que me abrasaba por dentro haciendo que mi sangre hirviera.
Me hubiera arrancado la piel, hecho jirones la carne hasta dar con ella fruto de la desesperación si no fuera porque Brianna tomó asiento a mi lado y sus ojos me mostraron cierta desaprobación por la rudeza de mi acto.
Ahora eran sus dedos que suaves, acariciando con esmero mi piel observaban la herida de bala para ver el mejor modo de llegar a ella sin necesidad de dañar mucho tejido.
Mildred volvió a la estancia con todo lo que Brianna le había pedido y se ofreció a ser ella misma la que curara mi herida como tantas otras veces lo había hecho.
Cierto era que a la loba empezaba a fallarle la vista, se hacia mayor y aunque aun era una brava guerrera de mi manada, empezaba a necesitar que cuidáramos de ella.
Brianna me dijo que iba a contar hasta tres y que entonces notaria un tirón.
Asentí, no me preocupaba el dolor, de echo lo llevaba bastante bien teniendo en cuenta que estaba infectado con acónito y que ademas llevaba plata en mi brazo.
Lo peor era el desazón, el sentido de culpa que tenia al haber perdido a uno de los míos.
No llegaba a todo, mi deber era en protegerlos, en guiarlos, era un lobo joven que no estaba preparado para enfrentarse a un grupo organizado de cazadores y cuando yo llegué era demasiado tarde.
Llegué tarde porque tenia miles de papeles en el maldito escritorio, miles de preocupaciones en Italia y estaba solos, sin beta, sin mujer, solo con un crio a mi cuidado que me robaba gran parte del día.
Gruñí furioso mas por mis pensamientos que por el tirón que Brianna dio sin llegar a contar.
Enarqué una ceja hundiendo mis pardos en los suyos.
-Creía que ibas a contar hasta tres -repliqué jadeando sintiendo el enorme alivio de no llevar la plata en mi interior.
No tardó en echar por el agujero un poco del liquido de la infusión y proceder a coser la herida alegando que no sabia si quedaría muy bien.
¿Acaso no se había dado cuenta de las muchas otras cicatrices que surcaban mi cuerpo. Era un hombre aguerrido a la batalla y aunque era cierto que mis heridas sanaban con facilidad, no era indestructible.
Cuando acabó de suturar colocó un paño limpio y me hizo un vendaje que englobaba casi todo mi tórax.
Ladeé la sonrisa fijando mis ojos en sus labios mientras lo hacia, su respiración agitada moría en mi boca, lo que hizo que me relamiera.
Podía oír su corazón, iba mil por hora, se notaba que aunque trataba de guardar la calma por mi, por solventar la situación era muy difícil para ella.
Mildred cerró la puerta al escucharla decir que ella me velaría aquella noche, supongo que queriéndonos dar intimidad.
Brianna se alzó cerrando los ojos a mi amigo y miembro de manada para tirar de nuevo la sabana por encima pronunciando unas palabras.
Alargué la mano tratando de incorporarme, tenia que darle sepultura pero esta corrió a mi lado empujándome con suavidad para que me recostara en el sofá.
-No es necesario Brianna que te quedes toda la noche despierta, ya has hecho demasiado por mi -aseguré hundiendo mis pardos en ella -gracias -susurré llevando mis dedos a su mejilla para quitarle restos de mi propia sangre que habían salpicado su mejilla con las curas.
Me hubiera arrancado la piel, hecho jirones la carne hasta dar con ella fruto de la desesperación si no fuera porque Brianna tomó asiento a mi lado y sus ojos me mostraron cierta desaprobación por la rudeza de mi acto.
Ahora eran sus dedos que suaves, acariciando con esmero mi piel observaban la herida de bala para ver el mejor modo de llegar a ella sin necesidad de dañar mucho tejido.
Mildred volvió a la estancia con todo lo que Brianna le había pedido y se ofreció a ser ella misma la que curara mi herida como tantas otras veces lo había hecho.
Cierto era que a la loba empezaba a fallarle la vista, se hacia mayor y aunque aun era una brava guerrera de mi manada, empezaba a necesitar que cuidáramos de ella.
Brianna me dijo que iba a contar hasta tres y que entonces notaria un tirón.
Asentí, no me preocupaba el dolor, de echo lo llevaba bastante bien teniendo en cuenta que estaba infectado con acónito y que ademas llevaba plata en mi brazo.
Lo peor era el desazón, el sentido de culpa que tenia al haber perdido a uno de los míos.
No llegaba a todo, mi deber era en protegerlos, en guiarlos, era un lobo joven que no estaba preparado para enfrentarse a un grupo organizado de cazadores y cuando yo llegué era demasiado tarde.
Llegué tarde porque tenia miles de papeles en el maldito escritorio, miles de preocupaciones en Italia y estaba solos, sin beta, sin mujer, solo con un crio a mi cuidado que me robaba gran parte del día.
Gruñí furioso mas por mis pensamientos que por el tirón que Brianna dio sin llegar a contar.
Enarqué una ceja hundiendo mis pardos en los suyos.
-Creía que ibas a contar hasta tres -repliqué jadeando sintiendo el enorme alivio de no llevar la plata en mi interior.
No tardó en echar por el agujero un poco del liquido de la infusión y proceder a coser la herida alegando que no sabia si quedaría muy bien.
¿Acaso no se había dado cuenta de las muchas otras cicatrices que surcaban mi cuerpo. Era un hombre aguerrido a la batalla y aunque era cierto que mis heridas sanaban con facilidad, no era indestructible.
Cuando acabó de suturar colocó un paño limpio y me hizo un vendaje que englobaba casi todo mi tórax.
Ladeé la sonrisa fijando mis ojos en sus labios mientras lo hacia, su respiración agitada moría en mi boca, lo que hizo que me relamiera.
Podía oír su corazón, iba mil por hora, se notaba que aunque trataba de guardar la calma por mi, por solventar la situación era muy difícil para ella.
Mildred cerró la puerta al escucharla decir que ella me velaría aquella noche, supongo que queriéndonos dar intimidad.
Brianna se alzó cerrando los ojos a mi amigo y miembro de manada para tirar de nuevo la sabana por encima pronunciando unas palabras.
Alargué la mano tratando de incorporarme, tenia que darle sepultura pero esta corrió a mi lado empujándome con suavidad para que me recostara en el sofá.
-No es necesario Brianna que te quedes toda la noche despierta, ya has hecho demasiado por mi -aseguré hundiendo mis pardos en ella -gracias -susurré llevando mis dedos a su mejilla para quitarle restos de mi propia sangre que habían salpicado su mejilla con las curas.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
—Exacto, no es necesario, pero quiero hacerlo. Me va a resultar imposible dormir de todas formas, así que prefiero asegurarme de que está todo bien.
Era muy mala mentirosa, y se notaba que sólo quería ayudar, si podía aportar algo bueno a esa casa, quería hacerlo. Damon se había portado muy bien con ella y con Elaine, y por nada del mundo lo dejaría solo ante el peligro o en los momentos de adversidad. estaba acostumbrada a pasar noches en vela, eso se curaba durmiendo a ratos o durmiendo más al día siguiente, nada que no se reparase con un par de horas, y sin embrago en ese momento el lobo necesitaba atenciones.
Lo acompañó hasta su habitación y le ayudó a quitarse las botas y los pantalones, lo mejor es que estuviera cómodo y llevase ropa ligera, cuando la fiebre apareciese lo iba a agradecer. Le acomodó las almohadas y cuando estuvo cómodo, ella se arrimó un sillón y se sentó al lado de la cama.
— debería cerrar los ojos, trate de descansar un poco, si quiere que le lea algo o... no sé... a Elaine le canto o le leo cuentos pero usted es un poco más mayor, así que si prefiere otra cosa...mañana estará mejor, ya lo verá.
Le sonrió y decidió levantarse del sillón y pasarle un paño húmedo por la frente para limpiarle el sudor. Recorrió su cara despacio, con gentileza, dando pequeños toques y apartando su cabello con los dedos antes de recorrer su frente.
— me ha dado un buen susto... ya sé que mi opinión no es relevante y que lo que me pase no debería importarle a nadie, pero cuando no contestaba... pensé que se estaba desangrando, que la situación era ya crítica y... perdí el control, lo lamento. Pero lo cierto es que... estaba muy preocupada.— "Porque me importa". Esa fue la parte que se calló, pero que subyacía bajo aquellas palabras. Consecuentemente, a pesar de la pérdida de una vida, estaba aliviada porque no era la de Damon, y no precisamente porque fuera su jefe. Había algo en ese hombre que la atraía, un aura poderosa, de seguridad, de coraje, de lealtad, pero no se atrevía a reconocerlo ni siquiera a si misma.
Era muy mala mentirosa, y se notaba que sólo quería ayudar, si podía aportar algo bueno a esa casa, quería hacerlo. Damon se había portado muy bien con ella y con Elaine, y por nada del mundo lo dejaría solo ante el peligro o en los momentos de adversidad. estaba acostumbrada a pasar noches en vela, eso se curaba durmiendo a ratos o durmiendo más al día siguiente, nada que no se reparase con un par de horas, y sin embrago en ese momento el lobo necesitaba atenciones.
Lo acompañó hasta su habitación y le ayudó a quitarse las botas y los pantalones, lo mejor es que estuviera cómodo y llevase ropa ligera, cuando la fiebre apareciese lo iba a agradecer. Le acomodó las almohadas y cuando estuvo cómodo, ella se arrimó un sillón y se sentó al lado de la cama.
— debería cerrar los ojos, trate de descansar un poco, si quiere que le lea algo o... no sé... a Elaine le canto o le leo cuentos pero usted es un poco más mayor, así que si prefiere otra cosa...mañana estará mejor, ya lo verá.
Le sonrió y decidió levantarse del sillón y pasarle un paño húmedo por la frente para limpiarle el sudor. Recorrió su cara despacio, con gentileza, dando pequeños toques y apartando su cabello con los dedos antes de recorrer su frente.
— me ha dado un buen susto... ya sé que mi opinión no es relevante y que lo que me pase no debería importarle a nadie, pero cuando no contestaba... pensé que se estaba desangrando, que la situación era ya crítica y... perdí el control, lo lamento. Pero lo cierto es que... estaba muy preocupada.— "Porque me importa". Esa fue la parte que se calló, pero que subyacía bajo aquellas palabras. Consecuentemente, a pesar de la pérdida de una vida, estaba aliviada porque no era la de Damon, y no precisamente porque fuera su jefe. Había algo en ese hombre que la atraía, un aura poderosa, de seguridad, de coraje, de lealtad, pero no se atrevía a reconocerlo ni siquiera a si misma.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Brianna insistió en quedarse conmigo esa noche, era terca y la verdad es que no estaba con fuerzas para discutir en esos momentos, por no decir que en el fondo, no estar solo como de costumbre me agradaba.
Aunque fuera una preocupación distinta a la que variable a velarme a una mujer enamorada, su compañía me bastaba, aunque fuera por fidelidad hacia el señor de la casa.
Asentí finalmente dejándome ayudar para subir por las escaleras hacia el dormitorio principal.
-Mientes muy mal -susurré mirándola de soslayo con una sonrisa.
Había escuchado su corazón latir fuerte cuando aseguro que de todos modos no dormiría.
Así llegamos hasta mi cámara, me ayudó con las botas y tras desabrochar yo el pantalón y bajarlo, tiró de este para dejarme en calzones.
Ropa, fresca, cómoda, pues las fiebres empezaban y lo devastaban todo a su paso.
Tomo asiento en el sofá cuando me tumbé, su comentario me hizo reír.
-Bueno, ¿por que no me lees ese libro que te estas leyendo y te hace sonreír? -pregunte hundiendo mis pardos en sus esmeraldas.
Quizás me falto añadir que me gustaba ver su sonrisa, me agradaba cuando curvaba los labios y que sus ojos brillaran ligeramente achinados.
No tardó en ponerse en pie para con un paño limpiar mi frente suavemente, quitando los restos de sudor que resbalaban por esta y pegaban mi pelo a ella.
Sus dedos lo apartaron con delicadeza.
-Estoy bien -mentí. Los dos sabíamos que esa noche iba a ser larga y dura.
La escuche decirme lo que habia pensado cuando no contestaba y el porque del impulso de desobedecerme abriendo la puerta.
Alcé la mano atrapando la suya que paño en mano seguía refrescando mi frente con suavidad.
-Lo se, oía tu corazón latir nervioso, asustado. Quiero decir, tu voz trémula al otro lado. No quería que vieras la dantesca visión de un hombre muerto y todo lleno de sangre, no quería que me vieras herido, no quería meterte en esto -susurré contra su el antebrazo sin soltar su mano.
-Túmbate conmigo, ambos sabemos que va a ser una noche larga, trata al menos de dormir para que me sienta bien permitiéndote quedarte aquí.
En tu duerme vela, puedes cambiarme el paño cada cierto tiempo, yo te prometo a cambio que no moriré mientras estés en mi lecho -ladeé la sonrisa -no hace falta decir que me comportaré como un caballero, creo que aunque quisiera ahora mismo intentar algo, no podría -bromeé aunque en el fondo ambos sabíamos que esas palabras eran tan ciertas como las demás.
Tiré de ella haciéndole hueco, mis ojos suplicaban que al menos se tumbara un rato ,el sofá no era un lugar para ella.
-Por favor -pedí sin dejar de mirarla, aun con su mano atrapada por la mía.
Aunque fuera una preocupación distinta a la que variable a velarme a una mujer enamorada, su compañía me bastaba, aunque fuera por fidelidad hacia el señor de la casa.
Asentí finalmente dejándome ayudar para subir por las escaleras hacia el dormitorio principal.
-Mientes muy mal -susurré mirándola de soslayo con una sonrisa.
Había escuchado su corazón latir fuerte cuando aseguro que de todos modos no dormiría.
Así llegamos hasta mi cámara, me ayudó con las botas y tras desabrochar yo el pantalón y bajarlo, tiró de este para dejarme en calzones.
Ropa, fresca, cómoda, pues las fiebres empezaban y lo devastaban todo a su paso.
Tomo asiento en el sofá cuando me tumbé, su comentario me hizo reír.
-Bueno, ¿por que no me lees ese libro que te estas leyendo y te hace sonreír? -pregunte hundiendo mis pardos en sus esmeraldas.
Quizás me falto añadir que me gustaba ver su sonrisa, me agradaba cuando curvaba los labios y que sus ojos brillaran ligeramente achinados.
No tardó en ponerse en pie para con un paño limpiar mi frente suavemente, quitando los restos de sudor que resbalaban por esta y pegaban mi pelo a ella.
Sus dedos lo apartaron con delicadeza.
-Estoy bien -mentí. Los dos sabíamos que esa noche iba a ser larga y dura.
La escuche decirme lo que habia pensado cuando no contestaba y el porque del impulso de desobedecerme abriendo la puerta.
Alcé la mano atrapando la suya que paño en mano seguía refrescando mi frente con suavidad.
-Lo se, oía tu corazón latir nervioso, asustado. Quiero decir, tu voz trémula al otro lado. No quería que vieras la dantesca visión de un hombre muerto y todo lleno de sangre, no quería que me vieras herido, no quería meterte en esto -susurré contra su el antebrazo sin soltar su mano.
-Túmbate conmigo, ambos sabemos que va a ser una noche larga, trata al menos de dormir para que me sienta bien permitiéndote quedarte aquí.
En tu duerme vela, puedes cambiarme el paño cada cierto tiempo, yo te prometo a cambio que no moriré mientras estés en mi lecho -ladeé la sonrisa -no hace falta decir que me comportaré como un caballero, creo que aunque quisiera ahora mismo intentar algo, no podría -bromeé aunque en el fondo ambos sabíamos que esas palabras eran tan ciertas como las demás.
Tiré de ella haciéndole hueco, mis ojos suplicaban que al menos se tumbara un rato ,el sofá no era un lugar para ella.
-Por favor -pedí sin dejar de mirarla, aun con su mano atrapada por la mía.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
La fiebre había comenzado, no cabía duda, y aunque le acababa de prometer que no moriría, eso era algo que no estaba en sus manos. Nunca se era el dueño del destino, eso lo había aprendido muy bien desde el primer susto que le dio Elaine. La primera vez que vio a la muerte rondar a su pequeña sintió sobrecogida que jamás nadie está preparado para perder un hijo, que la muerte no distingue entre justos y pecadores, entre inocentes y malechores, que la señora de la guadaña no respeta el dinero, el poder o la bondad. Todos morimos, es un hecho, y ni siquiera podemos elegir cuando.
Quizás esa posibilidad lo volviera un poco más vulnerable, lo entendía, si ella hubiera podido permitirse el lujo de bajar la guardia, de sentirse débil y llorar, dejarse consolar por alguien...lo habría hecho. Pero en sus momentos de necesidad, había tenido que ser la fuerte, la que echara adelante a su familia, el pilar donde apoyar todo el peso.
Sumergió el paño en el cuenco de loza y lo escurrió, dejandolo preparado para ser usado en breve, pero no le negaría esa compañía, realmente cuando uno está dolorido y enfermo la presencia de alguien que cuida de ti es muy reconfortante, con Elaine lo hacía, así que con Damon también podría hacerlo, tenía claro que no estaba por la labor de toquetearla innecesariamente.
— no hacía falta la aclaración, y sin con algo tan sencillo se va a sentir mejor, no dude en pedirmelo cuantas veces haga falta.
Se descalzó y se arrimó al costado de Damon, acomodándose a los huecos de su cuerpo y apoyó la cabeza en su hombro mirando al techo y recordando algo.
— Este no es un cuento, es una novela picaresca de otro español, de Cervantes, pero me hizo tanta gracia que me la he leido varias veces y aprendí algunos de los pasajes. Se llama "El coloquio de los perros". Berganza y Cipión son los dos canes que guardan la entrada del Hospital de la Universidad, y una noche Berganza decide contarle su vida a Cipión, los diferentes amos por los que ha pasado, las aventuras que ha vivido... empieza así...Berganza amigo, dejemos esta noche el Hospital en guarda de la confianza y retirémonos a esta soledad y entre estas esteras, donde podremos gozar sin ser sentidos desta no vista merced que el cielo en un mismo punto a los dos nos ha hecho...
Le fue recitando algunos pasajes del Coloquio de los perros y cuando no se acordaba se lo contaba, como si se tratase de una historia de esas que se cuentan alrededor del fuego. Poco sabía ella que la manada de Landvik también eran perros que hablaban.
Realmente más que contarle esa historieta picaresca que era graciosa, lo que pretendía es que se centrase en la cadencia suave de su voz al hablar, solía funcionarle con los niños, que al final se quedaban dormidos.
Quizás esa posibilidad lo volviera un poco más vulnerable, lo entendía, si ella hubiera podido permitirse el lujo de bajar la guardia, de sentirse débil y llorar, dejarse consolar por alguien...lo habría hecho. Pero en sus momentos de necesidad, había tenido que ser la fuerte, la que echara adelante a su familia, el pilar donde apoyar todo el peso.
Sumergió el paño en el cuenco de loza y lo escurrió, dejandolo preparado para ser usado en breve, pero no le negaría esa compañía, realmente cuando uno está dolorido y enfermo la presencia de alguien que cuida de ti es muy reconfortante, con Elaine lo hacía, así que con Damon también podría hacerlo, tenía claro que no estaba por la labor de toquetearla innecesariamente.
— no hacía falta la aclaración, y sin con algo tan sencillo se va a sentir mejor, no dude en pedirmelo cuantas veces haga falta.
Se descalzó y se arrimó al costado de Damon, acomodándose a los huecos de su cuerpo y apoyó la cabeza en su hombro mirando al techo y recordando algo.
— Este no es un cuento, es una novela picaresca de otro español, de Cervantes, pero me hizo tanta gracia que me la he leido varias veces y aprendí algunos de los pasajes. Se llama "El coloquio de los perros". Berganza y Cipión son los dos canes que guardan la entrada del Hospital de la Universidad, y una noche Berganza decide contarle su vida a Cipión, los diferentes amos por los que ha pasado, las aventuras que ha vivido... empieza así...Berganza amigo, dejemos esta noche el Hospital en guarda de la confianza y retirémonos a esta soledad y entre estas esteras, donde podremos gozar sin ser sentidos desta no vista merced que el cielo en un mismo punto a los dos nos ha hecho...
Le fue recitando algunos pasajes del Coloquio de los perros y cuando no se acordaba se lo contaba, como si se tratase de una historia de esas que se cuentan alrededor del fuego. Poco sabía ella que la manada de Landvik también eran perros que hablaban.
Realmente más que contarle esa historieta picaresca que era graciosa, lo que pretendía es que se centrase en la cadencia suave de su voz al hablar, solía funcionarle con los niños, que al final se quedaban dormidos.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Brianna se acomodó a mi lado, ladeé la sonrisa al sentir su piel amoldándose a mi cuerpo, apoyándose en mi pecho antes de comenzar a hablar contándome una de las novelas que al parecer había leído, una sobre unos perros parlantes.
No podía haber elegido de forma mas acertada la historia pues de algún modo nosotros eramos lobos que hablábamos
Su voz sonaba calma, mis dedos se perdieron en su cintura, acariciándola para acabar rodeándola con mi brazo.
Mi respiración iba lenta, pesada porque su voz cada vez me sonaba mas lejana, me dormía.
Su mano volvió a mi frente, apartando el viejo paño caliente para colocar uno frio que me hizo temblar.
Mi cuerpo abrasaba, empezaba a sudar pero me sentía congelado y tiritaba con los labios resecos.
El acólito no era un veneno mas, era un “mata lobos” a nosotros nos afectaba mas que a cualquier humano y podía sentirlo recorrer mi sangre haciéndola hervir.
Cerré de nuevo los ojos, apoyando mis labios en la parte alta de su pelo, su corazón latía enérgico, estaba preocupada. Ella seguía contándome ese cuento tratando de buscar una tranquilidad para ambos.
Mi mano buscó la suya engarzando nuestros dedos, acariciando su palma, quería que supiera que cumpliría mi promesa, solo necesitaba un poco de descanso, mi cuerpo se recuperaría por completo en cuanto el veneno desapareciera de mi organismo y dejara que mi condición lobuna hiciera el resto.
-Estoy bien -musité con la voz lenta antes de sumirme en un sueño plagado de pesadillas.
Oía de fondo como la puerta era golpeada, me sentía incapaz de abrir los ojos, solo la apreté contra mi cuerpo para que no se marchara, al otro lado la voz de Mildred.
Fue cuando hablo de los dos hermanos del lobo muerto cuando abrí los ojos incorporándome ligeramente en el echo.
-¿Donde están?
Gruñí eran jóvenes, necios, les embriagaba la sed de venganza pero tenían que entender que esto no era Italia, la vendetta en tierras ajenas no es tan sencilla y posiblemente esos cazadores estuvieran organizados, mi manada estaba incompleta.
Tenia que ir y llamarlos al orden antes de que cometieran cualquier locura.
-No enterrare a uno mas de los míos -gruñí haciendo a un lado la sabana que me arropaba para moverme del lecho.
No podía haber elegido de forma mas acertada la historia pues de algún modo nosotros eramos lobos que hablábamos
Su voz sonaba calma, mis dedos se perdieron en su cintura, acariciándola para acabar rodeándola con mi brazo.
Mi respiración iba lenta, pesada porque su voz cada vez me sonaba mas lejana, me dormía.
Su mano volvió a mi frente, apartando el viejo paño caliente para colocar uno frio que me hizo temblar.
Mi cuerpo abrasaba, empezaba a sudar pero me sentía congelado y tiritaba con los labios resecos.
El acólito no era un veneno mas, era un “mata lobos” a nosotros nos afectaba mas que a cualquier humano y podía sentirlo recorrer mi sangre haciéndola hervir.
Cerré de nuevo los ojos, apoyando mis labios en la parte alta de su pelo, su corazón latía enérgico, estaba preocupada. Ella seguía contándome ese cuento tratando de buscar una tranquilidad para ambos.
Mi mano buscó la suya engarzando nuestros dedos, acariciando su palma, quería que supiera que cumpliría mi promesa, solo necesitaba un poco de descanso, mi cuerpo se recuperaría por completo en cuanto el veneno desapareciera de mi organismo y dejara que mi condición lobuna hiciera el resto.
-Estoy bien -musité con la voz lenta antes de sumirme en un sueño plagado de pesadillas.
Oía de fondo como la puerta era golpeada, me sentía incapaz de abrir los ojos, solo la apreté contra mi cuerpo para que no se marchara, al otro lado la voz de Mildred.
Fue cuando hablo de los dos hermanos del lobo muerto cuando abrí los ojos incorporándome ligeramente en el echo.
-¿Donde están?
Gruñí eran jóvenes, necios, les embriagaba la sed de venganza pero tenían que entender que esto no era Italia, la vendetta en tierras ajenas no es tan sencilla y posiblemente esos cazadores estuvieran organizados, mi manada estaba incompleta.
Tenia que ir y llamarlos al orden antes de que cometieran cualquier locura.
-No enterrare a uno mas de los míos -gruñí haciendo a un lado la sabana que me arropaba para moverme del lecho.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
El corazón le latía fuerte y acelerado pero no por la preocupación, sino por el contacto físico. Vale, estaban a gusto juntos, pero esa cercanía la había puesto nerviosa inevitablemente. Cuerpos pegados, dedos entrelazados, sus labios sobre el pelo de Brianna... Oh,oh. Problemas a la vista. No podía permitirse ese lujo, era el señor de la casa y además de la realeza, y jamás sería para él algo más que un sucio secreto, un desahogo puntual, un affaire.
No, definitivamente no podía cometer el mismo error dos veces. ¿Pero cómo plantearselo? ¿cómo abordar ese tema sin invocar su ira y sin perder el trabajo? estaba de nuevo atrapada entre la espada y la pared. No quería pensar en que lo que sentía, esa atracción, esa complicidad, era algo bueno, era algo natural. Para ella sólo era un problema. Damon la escuchaba y tenía ese humor pícaro pero inteligente que lo hacía divertido, despreocupado. Pero a la vez era serio, formal, responsable. Se notaba que se tomaba muy en serio lo de cuidar de los suyos, era un buen cabeza de familia. Su prometida había sidouna estúpida al dejarlo escapar. No se lo había planteado pero ¿estaría cortejando a alguna dama? no sería de extrañar, estaba de muy buen ver, soltero y rico. No necesitaba casarse por dinero con lo cual se podía permitir el lujo de tener a cualquiera.
"No, Brianna pon los pies en el suelo. No es para ti, habitáis mundos diferentes, y sólo puedes salir más escaldada. Lo mejor es que te alejes. Él es un hombre temperamental y seguro de si mismo, a tí apenas te queda dignidad, lo mejor es que no te la juegues por si la pierdes.". Quería a Elaine por encima de todas las cosas, pero ese error la había condenado socialmente, más aún que el delito de perder todos sus bienes.
La voz de Mildred al otro lado de la puerta lo puso en guardia. ¿De qué estaba hablando? otra vez alguien iba a buscar bronca?? se incorporó de golpe como Damon y lo miró con cierta angustia, ahora sí estaba preocupada. Iba a ir tras ellos y estaba muy débil, moriría, se lo comería el veneno.
— Dígame dónde están, cómo se llaman, yo iré a por ellos, cabalgaré rápido y no me detendré, regresarán conmigo, se lo prometo.
No tenía ni idea de cómo cumplir eso, pero no podía dejar que él se fuese desangrando por el camino o cayera inconsciente a la mitad.
No, definitivamente no podía cometer el mismo error dos veces. ¿Pero cómo plantearselo? ¿cómo abordar ese tema sin invocar su ira y sin perder el trabajo? estaba de nuevo atrapada entre la espada y la pared. No quería pensar en que lo que sentía, esa atracción, esa complicidad, era algo bueno, era algo natural. Para ella sólo era un problema. Damon la escuchaba y tenía ese humor pícaro pero inteligente que lo hacía divertido, despreocupado. Pero a la vez era serio, formal, responsable. Se notaba que se tomaba muy en serio lo de cuidar de los suyos, era un buen cabeza de familia. Su prometida había sidouna estúpida al dejarlo escapar. No se lo había planteado pero ¿estaría cortejando a alguna dama? no sería de extrañar, estaba de muy buen ver, soltero y rico. No necesitaba casarse por dinero con lo cual se podía permitir el lujo de tener a cualquiera.
"No, Brianna pon los pies en el suelo. No es para ti, habitáis mundos diferentes, y sólo puedes salir más escaldada. Lo mejor es que te alejes. Él es un hombre temperamental y seguro de si mismo, a tí apenas te queda dignidad, lo mejor es que no te la juegues por si la pierdes.". Quería a Elaine por encima de todas las cosas, pero ese error la había condenado socialmente, más aún que el delito de perder todos sus bienes.
La voz de Mildred al otro lado de la puerta lo puso en guardia. ¿De qué estaba hablando? otra vez alguien iba a buscar bronca?? se incorporó de golpe como Damon y lo miró con cierta angustia, ahora sí estaba preocupada. Iba a ir tras ellos y estaba muy débil, moriría, se lo comería el veneno.
— Dígame dónde están, cómo se llaman, yo iré a por ellos, cabalgaré rápido y no me detendré, regresarán conmigo, se lo prometo.
No tenía ni idea de cómo cumplir eso, pero no podía dejar que él se fuese desangrando por el camino o cayera inconsciente a la mitad.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
El miedo se reflejó en sus ojos, posiblemente porque estaba bien en esta casa, con el trabajo que le permitía vivir de forma cómoda y si me sucedía algo, volvería a quedar desamparada teniendo que sacar adelante a su hija.
Mas sus palabras eran una locura, como pesaba que iba a consentirle ir a por dos lobos jóvenes llenos de odio y sed de venganza.
Gruñí mientras me incorporaba.
-Te quedaras aquí, esperándome- ordené.
Mi carácter de alfa salia a flote, demasiado imperativo, pero no lo hice adrede, ahora la sangre de mi linaje corría por mis venas con tanta virulencia que la adrenalina lograba acallar el dolor que sentía.
Tomé su rostro entre mis manos, acunándolo, mi frente se poso en la ajena, clara la diferencia de temperaturas.
Mi aliento impacto en sus labios.
-Te prometo que volveré antes de que acabes ese libro que te estas leyendo.
Mi boca impactó en la ajena, tibia, apenas un roce, posiblemente fruto de la confusión del momento, de la fiebre y mi delirio.
Su corazón bromeo nerviosos, quizás necesitando una explicación que ahora no podía darle, me relamí abandonándola en el lecho y pasando por el lado de Mildred que acarició mi hombro al pasar.
Me despedí de ambas rumbo hacia donde percibía el aura de los míos.
Por suerte llegué con el tiempo suficiente como para impedir que esos cachorros cometieran la mayor estupidez de sus días, no me costó nada convencerlos de su error, mi presencia era lo suficientemente impositiva para que metieran el rabo entre las piernas y regresaran al cubil sin prestar batalla al alfa.
Hoy ya tenia que enterrar a uno de los míos, no cometería el mismo error.
Al llegar a la cámara Brianna estaba alli, cerró el libro alzando esos faros para perderse en mis pardos, me adentré en la habitación cerrando la puerta a mis espaldas.
No sabia que decir, así que me limité a quitarme la camisa para volver a la cama junto a ella.
Me senté en le borde quitándome las botas y la miré fijamente.
-No se como disculparme por el arrebato que he tenido hace unos momentos, yo...
Me dejé caer sobre el lecho, estaba bastante cansado, aun la fiebre no había bajado y a decir verdad solo quería perderme en su piel ,dormir hasta que el alba entrara por los postigos de la habitación.
-Estoy bien señorita Brianna, lo peor creo ha pasado, puede ir si lo desea con su hija y dormir mas a gusto que en esta cámara, velandome.
Entendía que ahora pudiera sentirse violenta en mi presencia, aquel arrebato fruto de la atracción que sentía por ella no había sido correspondido, ella era una mujer con unos principios y posiblemente estaría disgustada porque pensaría que había usado mi poder sobre ella como dueño de la casa y su jefe para hacer lo que me había venido en gana con ella.
Mas sus palabras eran una locura, como pesaba que iba a consentirle ir a por dos lobos jóvenes llenos de odio y sed de venganza.
Gruñí mientras me incorporaba.
-Te quedaras aquí, esperándome- ordené.
Mi carácter de alfa salia a flote, demasiado imperativo, pero no lo hice adrede, ahora la sangre de mi linaje corría por mis venas con tanta virulencia que la adrenalina lograba acallar el dolor que sentía.
Tomé su rostro entre mis manos, acunándolo, mi frente se poso en la ajena, clara la diferencia de temperaturas.
Mi aliento impacto en sus labios.
-Te prometo que volveré antes de que acabes ese libro que te estas leyendo.
Mi boca impactó en la ajena, tibia, apenas un roce, posiblemente fruto de la confusión del momento, de la fiebre y mi delirio.
Su corazón bromeo nerviosos, quizás necesitando una explicación que ahora no podía darle, me relamí abandonándola en el lecho y pasando por el lado de Mildred que acarició mi hombro al pasar.
Me despedí de ambas rumbo hacia donde percibía el aura de los míos.
Por suerte llegué con el tiempo suficiente como para impedir que esos cachorros cometieran la mayor estupidez de sus días, no me costó nada convencerlos de su error, mi presencia era lo suficientemente impositiva para que metieran el rabo entre las piernas y regresaran al cubil sin prestar batalla al alfa.
Hoy ya tenia que enterrar a uno de los míos, no cometería el mismo error.
Al llegar a la cámara Brianna estaba alli, cerró el libro alzando esos faros para perderse en mis pardos, me adentré en la habitación cerrando la puerta a mis espaldas.
No sabia que decir, así que me limité a quitarme la camisa para volver a la cama junto a ella.
Me senté en le borde quitándome las botas y la miré fijamente.
-No se como disculparme por el arrebato que he tenido hace unos momentos, yo...
Me dejé caer sobre el lecho, estaba bastante cansado, aun la fiebre no había bajado y a decir verdad solo quería perderme en su piel ,dormir hasta que el alba entrara por los postigos de la habitación.
-Estoy bien señorita Brianna, lo peor creo ha pasado, puede ir si lo desea con su hija y dormir mas a gusto que en esta cámara, velandome.
Entendía que ahora pudiera sentirse violenta en mi presencia, aquel arrebato fruto de la atracción que sentía por ella no había sido correspondido, ella era una mujer con unos principios y posiblemente estaría disgustada porque pensaría que había usado mi poder sobre ella como dueño de la casa y su jefe para hacer lo que me había venido en gana con ella.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Confusión, esa era la palabra que definía su estado de ánimo en ese momento. No le molestó el gruñido, su padre tenía tenía un genio muy vivo y eso no lo hacía peor persona o menos respetable. Brianna no tenía problema alguno con respetar a la autoridad, jamás fue una rebelde. Lo que la revolvió fue que se iba a exponer a un peligro inminente y eso la aterraba. ¿Y si no volvía? ¿qué sería de Lobbo? ese niño estaria solo en el mundo y los carroñeros pulularían a su alrededor para arrabatarle la fortuna. En el fondo estaría peor que Elaine, que al menos la tenía a ella...
Pasaron dos horas larguísimas en las que estuvo paseando arriba y abajo, subió a comprobar que los niños dormían, cambió las sábanas que estaban sudadas y avivó la lumbre, porque aunque Damon tuviera fiebre, afuera hacía fresco y no vendría mal una habitación caldeada. Porque regresaría. Respiró hondo cerrando los ojos. Tenía que convencerse de ello. Se sentó a esperar sobre el colchón y sólo entonces se permitió pensar en lo que había pasado. Llevó sus dedos hasta los labios, donde todavía permanecía la sensación cálida de los de Damon. ¿Por qué la habría besado? La situación era compleja, no era el momento para frivolidades y no consideraba a Damon un hombre frívolo. ¿Cabría la posibilidad de que en verdad ella le gustase? o quizás sólo habría sido por si no regresaba, la certeza de un destino aciago muchas veces prendía pasiones que luego no tenían sentido, era el extraño poder de la muerte inminente.
¿Y si en verdad le gustaba? eso la asomaba al abismo. El amor y la pasión hacían daño, dolían, y cuando se marchaban aún más. Su expericiencia con los hombres había sido un erial y se había auto-impuesto ese celibato por una cuestión de mera superviviencia. Pero los besos, las caricias, las miradas cómplices... ¿por qué demonios tenían que hacerla sentir tan viva?
Damon entró en la cámara, agotado, se le veía en la forma de andar, se levantó a ayudarlo, comprobó que el vendaje no había supurado y que realmente estaba vivo, no puedo evitar emitir un suspiro de alivio. Sólo por la disculpa ya merecía el beneficio de la duda, si hubiera sido el típico jefe que cree que tiene derechos sobre sus empleados, habría hecho lo que le viniera en gana sin disculparse.
— shhh... no importa... ahora tiene que descansar.
Obvió el comentario sobre irse a dormir con Elaine y tras pasarle el paño por la frente, de nuevo se acurrucó a su lado, como estaban antes, calmando la respiración, y apretándose un poco más, como si al notarlo allí fuese más cierto que había vuelto sano y salvo. Cuando Damon cerró los ojos por fin, se incorporó un poco y le dejó un beso en la frente y una caricia leve en la mejilla, apoyando de nuevo la cabeza sobre su hombro. Al final sería verdad que no iba a dormir de todas maneras. Por unas horas, lo inalcanzable se había puesto al alcance de su mano. ¿Qué haría? el miedo, las malas experiencias y los palos que le había dado la vida le gritaban que se alejara de él, pero su calor, su firmeza, sus gestos y su forma de mirar, la suavidad de sus labios...la invitaban a lo contrario. Que saliese ya el sol, por dios.
Pasaron dos horas larguísimas en las que estuvo paseando arriba y abajo, subió a comprobar que los niños dormían, cambió las sábanas que estaban sudadas y avivó la lumbre, porque aunque Damon tuviera fiebre, afuera hacía fresco y no vendría mal una habitación caldeada. Porque regresaría. Respiró hondo cerrando los ojos. Tenía que convencerse de ello. Se sentó a esperar sobre el colchón y sólo entonces se permitió pensar en lo que había pasado. Llevó sus dedos hasta los labios, donde todavía permanecía la sensación cálida de los de Damon. ¿Por qué la habría besado? La situación era compleja, no era el momento para frivolidades y no consideraba a Damon un hombre frívolo. ¿Cabría la posibilidad de que en verdad ella le gustase? o quizás sólo habría sido por si no regresaba, la certeza de un destino aciago muchas veces prendía pasiones que luego no tenían sentido, era el extraño poder de la muerte inminente.
¿Y si en verdad le gustaba? eso la asomaba al abismo. El amor y la pasión hacían daño, dolían, y cuando se marchaban aún más. Su expericiencia con los hombres había sido un erial y se había auto-impuesto ese celibato por una cuestión de mera superviviencia. Pero los besos, las caricias, las miradas cómplices... ¿por qué demonios tenían que hacerla sentir tan viva?
Damon entró en la cámara, agotado, se le veía en la forma de andar, se levantó a ayudarlo, comprobó que el vendaje no había supurado y que realmente estaba vivo, no puedo evitar emitir un suspiro de alivio. Sólo por la disculpa ya merecía el beneficio de la duda, si hubiera sido el típico jefe que cree que tiene derechos sobre sus empleados, habría hecho lo que le viniera en gana sin disculparse.
— shhh... no importa... ahora tiene que descansar.
Obvió el comentario sobre irse a dormir con Elaine y tras pasarle el paño por la frente, de nuevo se acurrucó a su lado, como estaban antes, calmando la respiración, y apretándose un poco más, como si al notarlo allí fuese más cierto que había vuelto sano y salvo. Cuando Damon cerró los ojos por fin, se incorporó un poco y le dejó un beso en la frente y una caricia leve en la mejilla, apoyando de nuevo la cabeza sobre su hombro. Al final sería verdad que no iba a dormir de todas maneras. Por unas horas, lo inalcanzable se había puesto al alcance de su mano. ¿Qué haría? el miedo, las malas experiencias y los palos que le había dado la vida le gritaban que se alejara de él, pero su calor, su firmeza, sus gestos y su forma de mirar, la suavidad de sus labios...la invitaban a lo contrario. Que saliese ya el sol, por dios.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Brianna lejos de culparme por nada me instigó a guardar silencio, no me dejó ni por un momento mas bien lo contrario, volvió a acomodarse sobre mi hombro como si nada hubiera pasado y así poco a poco mis ojos se fueron cerrando, eso si, antes pasé mi brazo por su cintura, casi de forma inconsciente procurando que no escapara de mi lado.
Era bastante contradictorio, porque aunque mis palabras la invitaban a abandonar la estancia, mis gestos decían lo contrario, la aferraba a mi lado para que a diferencia de mi prometida no me abandonara, necesitaba esa calidez que su cuerpo desprendía.
Finalmente Morfeo me llevo consigo y así quede completamente dormido hasta que los primeros rayos de luz entraron por el postigo de la habitación.
Me desperecé ligeramente, la fiebre parecía haberme dado una tregua, así como el dolor, que ahora se reducía a una simple molestia.
Era temprano, demasiado, Brianna aun dormía a mi lado, acurrucada contra mi cuerpo, algo que me hizo sonreír contemplando lo preciosa que estaba recién levantada.
Aparté un mechón de su pelo con suavidad, me supo mal despertarla y mas después de aquella noche endiablada que le había hecho pasar.
Así que, como pude me deslicé entre las sabanas, dejándola apoyada en la almohada mientras me enderezaba y buscaba mis pantalones por el suelo de la cámara.
Tras vestirme, caminé hacia una pequeña palangana de agua limpia, me lavé la cara, mojé mi pelo limpie las manos.
Tenia que entrenar un rato en el patio de armas, luego me daría un baño y solucionaría unos papeleos que tenia pendientes.
Al caer la noche daría sepultura a mi amigo tal y como marca la tradición de mi manada, en el bosque, solos, apenas iluminados por unas velas, dejando que el cuerpo se convierta en bosque y el bosque en cuerpo.
Después los hombres iríamos a beber para acallar el dolor mientras las hembras rezan a la luna por el acogimiento del caído durante la noche entera.
Cuando me giré para arropar su cuerpo antes de salir de la cámara vi que esos dos faros me observaban dibujando una sonrisa en sus labios.
-Me encuentro mucho mejor, gracias a ti -alegué acercándome a ella. Me senté al borde de la cama llevando de forma impulsiva mi mano hasta la suya para acariciarla.
-Ayer te necesitaba en mi lecho, valoro mucho lo que hiciste por mi.
Llevé el dorso de su mano a mis labios y la besé con suavidad, acariciando mi nariz contra su piel un segundo.
-Esta noche seré el entierro de nuestro compañero, puedes tomarte la noche libre, ya bastante has hecho esta.
Era bastante contradictorio, porque aunque mis palabras la invitaban a abandonar la estancia, mis gestos decían lo contrario, la aferraba a mi lado para que a diferencia de mi prometida no me abandonara, necesitaba esa calidez que su cuerpo desprendía.
Finalmente Morfeo me llevo consigo y así quede completamente dormido hasta que los primeros rayos de luz entraron por el postigo de la habitación.
Me desperecé ligeramente, la fiebre parecía haberme dado una tregua, así como el dolor, que ahora se reducía a una simple molestia.
Era temprano, demasiado, Brianna aun dormía a mi lado, acurrucada contra mi cuerpo, algo que me hizo sonreír contemplando lo preciosa que estaba recién levantada.
Aparté un mechón de su pelo con suavidad, me supo mal despertarla y mas después de aquella noche endiablada que le había hecho pasar.
Así que, como pude me deslicé entre las sabanas, dejándola apoyada en la almohada mientras me enderezaba y buscaba mis pantalones por el suelo de la cámara.
Tras vestirme, caminé hacia una pequeña palangana de agua limpia, me lavé la cara, mojé mi pelo limpie las manos.
Tenia que entrenar un rato en el patio de armas, luego me daría un baño y solucionaría unos papeleos que tenia pendientes.
Al caer la noche daría sepultura a mi amigo tal y como marca la tradición de mi manada, en el bosque, solos, apenas iluminados por unas velas, dejando que el cuerpo se convierta en bosque y el bosque en cuerpo.
Después los hombres iríamos a beber para acallar el dolor mientras las hembras rezan a la luna por el acogimiento del caído durante la noche entera.
Cuando me giré para arropar su cuerpo antes de salir de la cámara vi que esos dos faros me observaban dibujando una sonrisa en sus labios.
-Me encuentro mucho mejor, gracias a ti -alegué acercándome a ella. Me senté al borde de la cama llevando de forma impulsiva mi mano hasta la suya para acariciarla.
-Ayer te necesitaba en mi lecho, valoro mucho lo que hiciste por mi.
Llevé el dorso de su mano a mis labios y la besé con suavidad, acariciando mi nariz contra su piel un segundo.
-Esta noche seré el entierro de nuestro compañero, puedes tomarte la noche libre, ya bastante has hecho esta.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Estaba medio dormida, medio despierta cuando Damon cazó uno de sus mechones y se lo retiró del rostro, pudo notar la luz vespertina en la piel. Lo observó moverse, desperezarse, lavarse el rostro y pensó que debía ser muy fuerte para estar tan repuesto teniendo en cuenta la herida y el envenenamiento. Ella habría necesitado un mes para sanar, pero sus pensamientos no pudieron seguir ese hilo de razonamiento porque el licántropo se giró y le habló, sentándose a su lado.
No sólo se sentó, también cogió su mano y depositó un beso en su dorso agradeciéndole que...había pasado la noche en su lecho. Vale, no había sido una noche en el lecho como cualquiera pensaría, sólo le había proporcionado su compañia, su calidez, sus cuidados, un poco de presencia reconfortante. Pero allí estaban como si fueran una pareja que se despiertan juntos y conversan antes de que empiece el día. Todo estaba mal, aquello estaba mal, no eran pareja y... tenía que establecer los términos de aquella relación antes de que se les fuera de las manos.
— no fue nada señor Landvik yo... sólo hice lo que... ¡Oh! por todos los dioses, basta ya de esto!! no puedo seguir así.— retiró la mano que el conde sujetaba y se pasó ambas por la cara, respirando agitada y tratando de calmar los nervios.— Sé que no puedo... que no debo decir nada de lo que voy a decir, que sólo causaré más...líos, pero no puedo más— miró al lobo con gesto de desesperación.— Me gustó el beso... deseé más, lo deseo ahora mismo. Cada vez que me mira, que un sólo dedo suyo se posa sobre alguna parte de mi piel es como si estallase una tormenta. Y lo siento mucho, siento que sea así, porque lo que deseo es también mi condena. Damon, yo no soy la persona que necesita. Siempre estaré al final de la escala social y usted necesita a alguien a su altura. Sé que eso me relega a ser su sucio secreto y quizás no lo quiera,ojalá las cosas fueran distintas pero es así. Dicen que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. Sé que la suya es buena, pero somos lo que somos, y no podré ser lo que necesita. Llegará el día que le vea coger el brazo de la mujer adecuada y...¿entonces qué? no puedo cometer el mismo error dos veces ¿entiende? no puedo regresar a ese infierno de nuevo. Usted no tiene nada que perder, pero Elaine sólo me tiene a mi y confía en que maneje nuestras erráticas vidas con buen criterio. Lo único que me queda es esta escasa... dignidad. Por favor, le suplico que no me torture más siendo amable, siendo galante, porque... me resulta cada vez más difícil alejarme de usted y... en cuanto salga por esa puerta seguirá siendo mi jefe y yo una mera empleada.
Sabía que ese día sería difícil para Damon, un día triste, y estaba dispuesta a aligerar esa carga como buenamente pudiera, pero necesitaba clarificar ese asunto porque las cosas empezaban a ponerse intensas y los problemas ecechaban en la oscuridad. Se levantó de la cama y se alisó inútilmente los pliegues del vestido que no se había quitado en toda la noche.
No sólo se sentó, también cogió su mano y depositó un beso en su dorso agradeciéndole que...había pasado la noche en su lecho. Vale, no había sido una noche en el lecho como cualquiera pensaría, sólo le había proporcionado su compañia, su calidez, sus cuidados, un poco de presencia reconfortante. Pero allí estaban como si fueran una pareja que se despiertan juntos y conversan antes de que empiece el día. Todo estaba mal, aquello estaba mal, no eran pareja y... tenía que establecer los términos de aquella relación antes de que se les fuera de las manos.
— no fue nada señor Landvik yo... sólo hice lo que... ¡Oh! por todos los dioses, basta ya de esto!! no puedo seguir así.— retiró la mano que el conde sujetaba y se pasó ambas por la cara, respirando agitada y tratando de calmar los nervios.— Sé que no puedo... que no debo decir nada de lo que voy a decir, que sólo causaré más...líos, pero no puedo más— miró al lobo con gesto de desesperación.— Me gustó el beso... deseé más, lo deseo ahora mismo. Cada vez que me mira, que un sólo dedo suyo se posa sobre alguna parte de mi piel es como si estallase una tormenta. Y lo siento mucho, siento que sea así, porque lo que deseo es también mi condena. Damon, yo no soy la persona que necesita. Siempre estaré al final de la escala social y usted necesita a alguien a su altura. Sé que eso me relega a ser su sucio secreto y quizás no lo quiera,ojalá las cosas fueran distintas pero es así. Dicen que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. Sé que la suya es buena, pero somos lo que somos, y no podré ser lo que necesita. Llegará el día que le vea coger el brazo de la mujer adecuada y...¿entonces qué? no puedo cometer el mismo error dos veces ¿entiende? no puedo regresar a ese infierno de nuevo. Usted no tiene nada que perder, pero Elaine sólo me tiene a mi y confía en que maneje nuestras erráticas vidas con buen criterio. Lo único que me queda es esta escasa... dignidad. Por favor, le suplico que no me torture más siendo amable, siendo galante, porque... me resulta cada vez más difícil alejarme de usted y... en cuanto salga por esa puerta seguirá siendo mi jefe y yo una mera empleada.
Sabía que ese día sería difícil para Damon, un día triste, y estaba dispuesta a aligerar esa carga como buenamente pudiera, pero necesitaba clarificar ese asunto porque las cosas empezaban a ponerse intensas y los problemas ecechaban en la oscuridad. Se levantó de la cama y se alisó inútilmente los pliegues del vestido que no se había quitado en toda la noche.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
Enarqué una ceja contrariado cuando me arrebato su mano de entre las mías mascullando entre dientes que esto no podía ser así.
Relamí mis labios sin entender nada de lo que me decía, pero admito que acaparó toda mi atención mientras lo hacia.
Sus palabras salían claras, una tras otra, sin dar lugar a interrupción.
Mis ojos fijos en su boca, si eso no lo decía todo, no serian mis palabras las que lo hicieran, claro que lo intentaría.
Escuché sus razones, entendía su miedo, de echo lo olía, su corazón bombear nerviosos agitado y ese pecho que se lazaba salvaje haciendo que mis labios se entreabrieran confusos.
-Entiendo -susurré atajando la distancia que separaba nuestros cuerpos.
Ella se había puesto en pie, alisándose sin éxito los pliegues del vestido, yo frente a ella contemplaba su gesto agitado y admito que una sonrisa se instaló en mis labios por lo absurdo que me resultaba en parte este instante.
Sus esmeraldas brillaban intensas, como lo hacen los ojos de un animal acorralado, temeroso de perder la libertad de la que hasta ese instante había gozado.
Mi mano alzó su mentón, un paso mas y nuestro aliento choco.
-Yo también deseo besarte, ayer, ahora -susurré a escasos centímetros de su boca.
Si estaba bien o mal, si era o no lo adecuado, eso no lo sabia en este momento, peor si sabia algo, que esperaba le quedara muy claro.
-No voy a jugar contigo, no creas que soy como todos esos hombres que puedes haber encontrado.
Mi nariz se rozó con la ajena, provocandola, aunque es que de verdad necesitaba acortar la distancia que nos separaba.
-No me importa que tu clase social sea distinta a la mía, ¿sabes que veo? Una mujer preciosa, valiente, decidida que ha sacado a una niña adelante y que me gusta, que me atrae, que me hace sentir como un hombre se siente frente a una mujer.
Cerré los ojos apoyando mi frente en la ajena, mi mano se deslizó por su mejilla hasta atrapar su nuca quedando enredada en esta con delicadeza pero manteniendola de frente a mi, añorando que su boca sentenciara la mía.
-No voy a prometer nada que no pueda cumplir y por mi parte seria osado decir que se que eres la mujer de mi vida, solo han pasado un par de días desde que irrumpiste en ella.
Guardé silencio, quizás porque a mi también me atenazaba el miedo, miedo a ser abandonado de nuevo cuando descubriera que no solo era un conde Italiano, si no una bestia que tenia que ser encadenada en luna llena.
-Hay cosas que no sabes de mi -susurré contra su boca -no voy a obligarte a nada, en lo que refiere a este instante, no soy tu jefe, si no Damon.
Deje escapar el aire pesado sobre sus labios, abrí los ojos un instante tirando de su nuca para que nuestros labios se acariciaran de forma sosegada, apenas una caricia que quedo de nuevo camuflada con palabras.
La puerta fue golpeada, me esperaban en el patio de armas y para ir de caza.
-¡Voy! -dije con la voz ronca fruto del deseo antes de recuperar mi postura inicial y aquel momento.
-Debo ir con mis hombres, pero...esta noche, después del entierro de mi amigo, si quieres que hablemos, ven a mi lecho, prometo portarme como un caballero ,es mas, si llego tan borracho que no considero este en disposición de hablar, yo mismo te lo haré saber para que te marches.
Entenderé que no vengas, es tu decisión y siempre, la voy a respetar.
Relamí mis labios sin entender nada de lo que me decía, pero admito que acaparó toda mi atención mientras lo hacia.
Sus palabras salían claras, una tras otra, sin dar lugar a interrupción.
Mis ojos fijos en su boca, si eso no lo decía todo, no serian mis palabras las que lo hicieran, claro que lo intentaría.
Escuché sus razones, entendía su miedo, de echo lo olía, su corazón bombear nerviosos agitado y ese pecho que se lazaba salvaje haciendo que mis labios se entreabrieran confusos.
-Entiendo -susurré atajando la distancia que separaba nuestros cuerpos.
Ella se había puesto en pie, alisándose sin éxito los pliegues del vestido, yo frente a ella contemplaba su gesto agitado y admito que una sonrisa se instaló en mis labios por lo absurdo que me resultaba en parte este instante.
Sus esmeraldas brillaban intensas, como lo hacen los ojos de un animal acorralado, temeroso de perder la libertad de la que hasta ese instante había gozado.
Mi mano alzó su mentón, un paso mas y nuestro aliento choco.
-Yo también deseo besarte, ayer, ahora -susurré a escasos centímetros de su boca.
Si estaba bien o mal, si era o no lo adecuado, eso no lo sabia en este momento, peor si sabia algo, que esperaba le quedara muy claro.
-No voy a jugar contigo, no creas que soy como todos esos hombres que puedes haber encontrado.
Mi nariz se rozó con la ajena, provocandola, aunque es que de verdad necesitaba acortar la distancia que nos separaba.
-No me importa que tu clase social sea distinta a la mía, ¿sabes que veo? Una mujer preciosa, valiente, decidida que ha sacado a una niña adelante y que me gusta, que me atrae, que me hace sentir como un hombre se siente frente a una mujer.
Cerré los ojos apoyando mi frente en la ajena, mi mano se deslizó por su mejilla hasta atrapar su nuca quedando enredada en esta con delicadeza pero manteniendola de frente a mi, añorando que su boca sentenciara la mía.
-No voy a prometer nada que no pueda cumplir y por mi parte seria osado decir que se que eres la mujer de mi vida, solo han pasado un par de días desde que irrumpiste en ella.
Guardé silencio, quizás porque a mi también me atenazaba el miedo, miedo a ser abandonado de nuevo cuando descubriera que no solo era un conde Italiano, si no una bestia que tenia que ser encadenada en luna llena.
-Hay cosas que no sabes de mi -susurré contra su boca -no voy a obligarte a nada, en lo que refiere a este instante, no soy tu jefe, si no Damon.
Deje escapar el aire pesado sobre sus labios, abrí los ojos un instante tirando de su nuca para que nuestros labios se acariciaran de forma sosegada, apenas una caricia que quedo de nuevo camuflada con palabras.
La puerta fue golpeada, me esperaban en el patio de armas y para ir de caza.
-¡Voy! -dije con la voz ronca fruto del deseo antes de recuperar mi postura inicial y aquel momento.
-Debo ir con mis hombres, pero...esta noche, después del entierro de mi amigo, si quieres que hablemos, ven a mi lecho, prometo portarme como un caballero ,es mas, si llego tan borracho que no considero este en disposición de hablar, yo mismo te lo haré saber para que te marches.
Entenderé que no vengas, es tu decisión y siempre, la voy a respetar.
Damon Landvik- Licántropo/Realeza
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Re: El rastrillo y la pala (Privado)(+18)
El día pasó lento, la casa estaba sumida en un triste ambiente para el cual los niños no estaban preparados, así se que se los llevó todo el día por ahi. Jugaron en los jardines,, pasearon por los caminos que llevaban a las propiedades colindantes y observaron el ganado, los caballos y la gente que iba y venía. Al caer la noche, los acostó tras darles la cena y se marchó a donde preparaban la despedida del joven que perdió la vida la noche anterior. No quiso interrumpir ni entrometerse, así que se quedó en la última fila, rezó una oración por su alma y se marchó de vuelta a la mansión.
Aprovechó la quietud y el silencio para darse un baño tranquilo, dadas las horas nadie la reclamaba ni la interrumpiría. Recostó la cabeza sobre el borde de la bañera y cerró los ojos. Sus músculos estaban algo cansados, llevaba dos días tensa y con falta de sueño, así que se relajó y parte del cansancio y el dolor se diluyeron en el agua. ¿Qué debería hacer? La conversación de la mañana la había dejado mucho más tranquila en el sentido de que Damon le había dado su palabra de que se comportaría como un caballero, y de que no buscaba en ella una aventura frívola para dejarla después tirada como a un saco viejo.
Evidentemente no podía decirle que era la mujer de su vida, apenas se conocían, aunque estaban muy a gusto juntos. Tampoco pretendía que lo hiciera, es más, lo veía como algo imposible. Aunque Damon quisiera, ella seguiría siendo una don nadie, alguien venido a menos, una paria social. Egoistamente quería lanzarse al rio, sentirse de nuevo algo más que una criada o una madre, sentirse como una mujer, deseada, querida, que alguien la mirase y se interesase por ella, por cómo era, por como se sentía. Vamos, lo que era tener una pareja "normal" y punto.
Por otro lado, eso la ponía nerviosa, sólo había estado con el padre de Elaine, hacía ya 9 años, y fue un enamoramiento intenso y profundo que dejó paso a una gran decepción. No sabía cómo encarar todo aquello, habían sido demasiados golpes a la vez. Además cuando lo pensaba, se sentía mal, porque aunque tuviera mucho que ofrecerle a Damon a nivel personal, en el resto de facetas no daba la talla. La maldita posición social era un problema que lo obligaba a él a dar explicaciones sobre una hipotética relación en caso de que la cosa funcionara.
Salió del baño y se sentó frente a la chimenea a secarse al calor de las llamas, cuando su piel dejó de estar húmeda se puso el camisón y una bata. ¿Habrían terminado ya en el entierro? En la zona donde estaban las luces y las antorchas había menos movimiento y parecía que estaba tranquilo. Vio a Damon acercarse por el sendero y entrar en la mansión. ¿Debería ir a su habitación? ¿Qué se tenía entre manos? le había dicho por la mañana que fuera esa noche a hablar y que si estaba tan borracho que no pudiera hacerlo, él mismo la mandaría de regreso. Sintió que se moría de nervios. ¿sí o no? estaba en su mano la elección. Se sentó de nuevo frente al fuego observando las llamas largamente. Debía enterrar su pasado de una vez por todas, no podía seguir sufriendo eternamente por culpa de las acciones que algún día tomó. Se levantó inquieta y fue al cuarto de Lobbo, el niño dormía profundamente, besó su mejilla y le colocó la manta bien. Hizo lo mismo con Elaine y cuando salió de su cuarto se dirigió al principal, sus pies descalzos notaban la textura sedosa de la alfombra y cuando se detuvo frente a la puerta, se acabó el textil y le entró el frío. Tenía la mano levantada para llamar pero se dio la vuelta. No podía hacerlo. Se detuvo de nuevo en mitad del pasillo maldiciendo por lo bajo y regresó, y esta vez llamó suavemente.
Aprovechó la quietud y el silencio para darse un baño tranquilo, dadas las horas nadie la reclamaba ni la interrumpiría. Recostó la cabeza sobre el borde de la bañera y cerró los ojos. Sus músculos estaban algo cansados, llevaba dos días tensa y con falta de sueño, así que se relajó y parte del cansancio y el dolor se diluyeron en el agua. ¿Qué debería hacer? La conversación de la mañana la había dejado mucho más tranquila en el sentido de que Damon le había dado su palabra de que se comportaría como un caballero, y de que no buscaba en ella una aventura frívola para dejarla después tirada como a un saco viejo.
Evidentemente no podía decirle que era la mujer de su vida, apenas se conocían, aunque estaban muy a gusto juntos. Tampoco pretendía que lo hiciera, es más, lo veía como algo imposible. Aunque Damon quisiera, ella seguiría siendo una don nadie, alguien venido a menos, una paria social. Egoistamente quería lanzarse al rio, sentirse de nuevo algo más que una criada o una madre, sentirse como una mujer, deseada, querida, que alguien la mirase y se interesase por ella, por cómo era, por como se sentía. Vamos, lo que era tener una pareja "normal" y punto.
Por otro lado, eso la ponía nerviosa, sólo había estado con el padre de Elaine, hacía ya 9 años, y fue un enamoramiento intenso y profundo que dejó paso a una gran decepción. No sabía cómo encarar todo aquello, habían sido demasiados golpes a la vez. Además cuando lo pensaba, se sentía mal, porque aunque tuviera mucho que ofrecerle a Damon a nivel personal, en el resto de facetas no daba la talla. La maldita posición social era un problema que lo obligaba a él a dar explicaciones sobre una hipotética relación en caso de que la cosa funcionara.
Salió del baño y se sentó frente a la chimenea a secarse al calor de las llamas, cuando su piel dejó de estar húmeda se puso el camisón y una bata. ¿Habrían terminado ya en el entierro? En la zona donde estaban las luces y las antorchas había menos movimiento y parecía que estaba tranquilo. Vio a Damon acercarse por el sendero y entrar en la mansión. ¿Debería ir a su habitación? ¿Qué se tenía entre manos? le había dicho por la mañana que fuera esa noche a hablar y que si estaba tan borracho que no pudiera hacerlo, él mismo la mandaría de regreso. Sintió que se moría de nervios. ¿sí o no? estaba en su mano la elección. Se sentó de nuevo frente al fuego observando las llamas largamente. Debía enterrar su pasado de una vez por todas, no podía seguir sufriendo eternamente por culpa de las acciones que algún día tomó. Se levantó inquieta y fue al cuarto de Lobbo, el niño dormía profundamente, besó su mejilla y le colocó la manta bien. Hizo lo mismo con Elaine y cuando salió de su cuarto se dirigió al principal, sus pies descalzos notaban la textura sedosa de la alfombra y cuando se detuvo frente a la puerta, se acabó el textil y le entró el frío. Tenía la mano levantada para llamar pero se dio la vuelta. No podía hacerlo. Se detuvo de nuevo en mitad del pasillo maldiciendo por lo bajo y regresó, y esta vez llamó suavemente.
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