Vainilla, osos y arañas de colores (+ 18 / Anuar)

Recuerdo del primer mensaje :

Si hubiera sido humano, no habría podido dormir durante esos dos días que los separaban, porque la intriga se lo carcomía como un gusano carnívoro que le caminaba por las entrañas, dos cosas importantes pasarían esa noche, la primera, Soren le mostraría su casa a Anuar por vez primera y la segunda, Anuar le revelaría una gran verdad a las 12 de la noche.

Su mano había temblado mientras la cocinera de la cafetería de la Universidad con quien entablaba cortas conversaciones de vez en cuando en sus ratos libres en el campus, le dictaba la receta del pastel de vainilla, una noche antes. La mujer por supuesto le había preguntado el inusual motivo por el cual, preguntaba algo así un profesor como él, pero Soren tuvo que decir torpemente, que le gustaba cocinar en sus ratos libres y que quería aprender a hacer postres. La mujer había reído a sus espaldas cuando él se había ído y con el buen oído con el cual había sido bendecido gracias a su sangre vampirica, había escuchado como la mujer cuchicheaba con la camarera que él profesor Soren era sin duda alguna le hombre más raro de todo Francia.

Con el rostro colorado había comprado los ingredientes, nervioso y asustado por lo que pudiese decirle Anuar, ahora más que nunca tenía que hacer un excelente pastel de vainilla o quizás empeoraría aún más las cosas. Se quedó mirándo el desalentador panorama de lo que era la sala de su casa. Desordenada como siempre, más bien caótica y sin estilo. Los días en que Gerard había estado viviendo, el chico se había ofrecido a limpiar un poco, pero habían pasado semanas desde eso y ahora yacía tan desordenada como siempre. ¿Que impresión se llevaría Anuar cuando viera el sucio agujero en el que vivía? No era una casa elegante y aunque los profesores no ganaran como los políticos, todo el mundo sabía que todos los profesores de la Universidad vivían en barrios de Clase Alta, pero no Soren.

El no necesitaba tales lujos. Para empezar ni siquiera era un ser humano ¿Entonces para que?... bueno por primera vez se encontraba con una respuesta para esa pregunta: Para Anuar. Ahora quería tener una casa más bonita para que Anuar se sintiera cómodo y a gusto en ella. Con los ingredientes sobre la mesa de madera de la cocina, Soren leyó una y otra vez la complicada receta del pastel, apenas si eran las 6 y 15 minutos, había tomado la precaución de comprar los ingredientes y averiguar el proceso el día anterior para tener tiempo antes de que Anuar llegara a la tienda.

- 300 grs de mantequilla de vaca
- 750 grs de azúcar.
- 3 tazas de leche.
- 9 huevos
- 1 cucharadita de vainilla
- 1 cucharadita de ralladura de limón
750 grs. de harina de trigo.

-¡Muy bien! ¡Soren no hay nada imposible! - Exclamó para si mismo y comenzó a seguir paso a paso los pasos de la compleja receta, asegurandose de no saltarse ninguno y midiendo las cantidades con precisión. Sus manos torpes regaron en varias ocasiones la harina en la mesa, quebraron un par de huevos sin querer y se untaron de mantequilla y azucar.

Al cabo de una hora y media, una plasta de color amarilloso con un fuerte olor dulzón se encontraba sobre la mesa de madera. Se llevó las manos al cabello con frustración, se veía horrible y eso que era mejor que los dos intentos anteriores, el tiempo se había acabado, ya no podría ir a comprar una torta hecha por un profesional en la pastelería, no alcanzaría, Anuar llegaría a las 9 a la tienda y debía ir por él ¡Y no había terminado de organizar la sala! No había barrido por debajo del sofá ni había quitado todos sus cuadros desperdigados por aquí y por allá por la sala junto a libros y pergaminos viejos.

- Maldición – Murmuró mientras corría por las calles en dirección a la tienda, todo era un desastre, él era un desastre.

Cuando uno estaba ya muerto, olvidaba el miedo a dejar de existir. Su existencia ya no era tan frágil como la de los humanos normales y cosas como la falta de oxigeno o una enfermedad ya no podrían acabar con su existencia, pero estando allí en ese reacio e interminable mar, Soren creyó que iba a morir ahogado. Se aferró al cuerpo del niño como si de lo contrario fuera hundirse, como si el chico fuera su tabla de salvación. Bahir gritaba, clamando por esa interminable tormenta y Soren sólo pudo cerrar los ojos aterrado, con el sabor del agua salada en sus labios cada que algún nuevo oleaje le golpeaba el rostro. Un momento ¿Sabía salado? ¿Desde cuando tenía la capacidad de distinguir sabores?.

Tocio de nuevo atragantándose, mientras observaba como las estrellas de colores que parecían ir siempre juntas, viajaban por encima de sus cabezas danzando casi alegremente y dispersando la tormenta. De un momento a otro se encontró nadando en un apacible mar. - ¿Todo esto son lagrimas? - Exclamó más que sorprendido,¡aterrado! La eternidad no alcanzaría para llorar tanto – Debes estar bromeando... - Pero sabía que no lo estaba, Bahir no tenía porque mentir. Sintió el oso sobre su cabeza e intentó imaginarse como se vería aquello, sin duda surrealista. Nadó como un perrito, procurando mantener fuera del agua al niño, sintiendo sus ropas pesadas por el liquido – No... lo se – Murmuró con frustración al escucharle decir que la muerte se había manifestado en ese mundo con tanta fuerza por su culpa.

-Nunca me ha dicho nada, hay muchas cosas que no me dice – Le explicó sin dejar de bracear, divisando la tierra firme de la que hablaba el niño acercándose lentamente – Se que existen muchas cosas que... esconde de mi, por que yo hago lo mismo, hay muchas cosas que no le digo – Aceptó arribando a la orilla, gateando en el suelo y acomodándose cuando el chico se bajo de su espalda. Se sentía avergonzado por no conocer lo suficiente de Anuar, por descubrir que había un mundo completamente nuevo en el cual él era el causante de muchos problemas. ¿Sería su culpa también todas esas lagrimas? Bahir dijo que la última vez era apenas una pequeña laguna, ¿Era su culpa que tanta tristeza aguardara dentro de su mente?.

Se irguió con la cabeza baja, sintiendo a su vez también ganas de llorar, quizás era el lugar tan deprimente o simplemente la realización de que mientras Anuar le sonreía y le besaba, habían una cantidad de pensamientos negativos y fatalistas, escondiéndose tras ese gesto. No le conocía. ¿Y como podría amar a alguien sin conocerlo? ¿Amaba a una mentira?.

- No estoy seguro de... - Comenzó a decir, no estaba seguro de querer seguir y conocer más cosas, porque entre más conocía más triste se volvía, la curiosidad que había sentido al comienzo ahora se estaba convirtiendo en desasosiego y aunque Bahir dijera que la cobardía era como su mascotita, Soren estaba seguro que en él debía ser un enorme ser que primaba sobre el resto de las cosas, porque en momentos como ese era cuando sentía que no podía continuar, que no se atrevería. - Tengo miedo...- Murmuró dejando escapar un suspiro.

Lo volteo a ver con el ceño notoriamente fruncido - ¿y por qué habría de decirte las fatalidades cuando pueden hablar de algo mejor? ¿por qué hablar de los miedos cuando pueden hablar de alegrías? ¿por qué hablar de mi cuando el sol brilla ala afuera? - su voz resonó en todo el mar, haciendo temblar aquel universo como un terremoto lo haría en el mundo real, sus brazos temblaban con los puños cerrados y sus orbes se concentraban en traspasar el alma del intruso, habia pensado quizas que dicha compañía podia aliviar su soledad, porque se habia divertido como nunca antes lo habia hecho, si, una sonrisa involuntaria se habia acomodado en su rostro cuando el oso capitaneaba su rumbo, se habia sentido amigo.

- cuando entre en tu mente le daré una paliza a confianza- asevero en voz baja andando a grandes zancos hasta el vampiro, tomo su mano comenzando a tirar de el hacia la puerta, tenia miedo decía el, tenia miedo, pues miedo no quería ya nada si Anuar no se atrevió a mostrarle el mismo lo haría porque comprendía, la soledad que les atosigaría a todos si aquella compañía se esfumaba, quizas en antaño aquel mar era diminuto, quizas en antaño las dudas no existían, mas tampoco las alegrías, las mas grandes alegrías habían llegado a aquel, su mundo, en los últimos meses y no podia permitir que aquellas emociones se esfumaran porque el miedo no podia imperar sobre todo, tarde o temprano terminaría rompiendo su cordura y aquello amenazaba con, derrumbar aquel universo que solo en su mente podia existir, no mas Bahir.

- me vas a escuchar y me vas a escuchar bien- exclamo arrastrándolo hasta la puerta la cual si bien permanecía cerrada dejaba escuchar lejanos y sordos gritos – vamos a entrar y atravesar ese sitio porque al final esta dolor ¿y por el has venido cierto?...deja de portarte como una niña…nisiquiera bondad- susurro negando en negativa del comportamiento de aquel vampiro, hasta donde el sabia los vampiros eran temidos, los vampiros producían miedo con facilidad, mostraban sus colmillos y asustaban gente mas aquel vampiro…lucia como un adefesio de su raza, se cuestiono si sus iguales se burlaban de el, con mucha posibilidad era algo que no podia asegurar.

- ¿eres tan niña que te vas a tapar los ojos y dejar que yo te guie o vas a ver por ti mismo?- le cuestiono porque si bien antes habia mostrado su lado amable comenzaba a sentirse encolerizado y en efecto sus pantaloncitos antes negros se habían teñido ahora de un rojo intenso, apretó el peluche contra su cuerpo con suavidad sin darle tiempo de contestar y abrir la puerta para avanzar con naturalidad en aquel su reino, el suelo era gris y el cielo no existía, un abismo se alzaba a ambos lados del camino y alguna piedrecilla se suicidaba de vez en cuando escuchándose un suave “plop” cuando esta tocaba el fondo.

-Porque... pienso que hablar de los miedos y las fatalidades es más importante – Comentó con un hilo de voz. El niño de repente parecía haber cambiado y la paciencia casi maternal con la que le había estado guiando se esfumó para dar paso a un chico más temperamental – Pero supongo que son cosas más difíciles de expresar... porque nos avergonzamos de sentirlas – Concluyó y las nuevas palabras del chico le dejaron pensativo. Al parecer había hecho o dicho algo mal, pero no estaba seguro en que momento.

Le arrastró hasta la puerta y comenzó a regañarle, resultaba ilógico que un niño de escasos 9 años estuviera hablándole en ese tono a un viejo como él, resultaba ridículo que ese pequeño pareciera tener un carácter más fuerte, pero la verdad era que Soren no tenía miedo de presenciar horrores o escuchar cosas escalofriantes del otro lado de la puerta, no tenía miedo de las visiones y los espectros, un ser como él estaba demasiado acostumbrado a todas esas cosas tétricas, porque había pasado agradables noches entre criptas en los cementerios, había dormido bajo tierra con los gusanos caminandole por la cara y metiéndosele por la ropa.

Había visto atroces asesinatos y él mismo había cometido algunos. No tenía porque temer a las simples creaciones de una mente humana cuando él tenía el poder de salir de ahí en cualquier momento...

Pero tienes miedo, porque no son simples creaciones Soren, no son cualquier ilusión. Son las pesadillas que viven en la mente de Anuar, sus monstruos. Seres que, en parte están allí por tu culpa. Ya lo has visto, haz provocado cosas atroces sin saberlo, eres perverso. En el fondo la maldad que reside en tu interior sólo causa dolor en la persona que aprecias y te niegas a verlo engañándote a ti mismo, fingiendo que puedes ser tan humano como él... pero no puedes Soren. No. No eres humano. Si lo fueras quizás ese Bahir no existiría. Él mismo te lo dijo, agradece finalmente conocer al responsable.

Soren tragó saliva sintiendo las manos temblorosas. Oh si, era un cobarde, una niña como lo llamaba Bahir, pero no podía echarse para atrás luego de llegar tan lejos, tenía que hacerlo o no se lo perdonaría el resto de su vida.

- Veré por mi mismo – Logró decir, aunque obviamente deseaba taparse los ojos y dejarse guiar por el pequeño, entró en la puerta y comenzó a caminar al lado del niño, observando el desalentador panorama a su al rededor. Hacía frío, un frío diferente al del invierno, uno que se calaba hasta los huesos, como si lo tuviera bajo su piel, comenzó a cuestionarse sobre la forma que tendría dolor y si podría soportar descubrir que también existía por su culpa.

Aquello no pudo sino darle en lo mas profundo de su ego, sintió como se agasajaba en su interior con aquellas palabras, como si en lugar de una simple oración aquello hubiese sido un rezo evocado solo para el ¿los miedos mas importantes que las alegrías? ¡lo habia escuchado todo! –es por eso que tu no sabias de mi existencia, Anuar me conoce…aunque como es fácil pensar, se aterra cuando me ve- se encogió de hombros como si aquello fuese cosa de todos los días aunque cierto era que hacia semanas que no decidia atormentarlo con una de sus inesperadas visitas se atrevía a decir que meses.

Avanzaba sobre aquel suelo rocoso y agrietado, donde la lluvia parecía no haber anidado en décadas, ninguna planta crecia en aquel sitio y solo las piedras rodantes acompasaban el ritmo de sus pasos con un golpeteo causado por el viento, las mecia de un lado a otro a capricho y voluntad. Bahir avanzaba implacable porque conocía todo aquello como la mas usual de las obras teatrales, sabia el instante justo en que cada cosa cambiaria de lugar y los actores tomarian sus lugares, las escenas no alzaban ya en el la curiosidad que en un principio le invadía, anticipaba con maestría cada acción y cada palabra como si el mismo hubiese montado todo aquello.

Escucho en la cercanía un objeto caer al suelo, un florero rumano esparcía agua varios metros en la lejanía, Bahir desvio la mirada a aquel punto donde el primer acto estaba por tener lugar; el espacio en que se llevaba acabo parecía un escenario, una habitación con tres paredes, una puerta abierta por la fuerza y varios objetos regados en la estancia, sobre el suelo yacia un joven de revueltos y rojizos cabellos forcejeando inútilmente con aquellos fornidos hombres que habían entrado en su morada con lo que primeramente habia parecido un robo y se convertía después en su peor y mas vivida pesadilla, porque anterior a lo que ahoran observaban habían sido las mas terribles visiones que jamás hubiese podido tener y no aparecían solo porque se esforzaba inútilmente en eliminarlas de sus recuerdos, no deseaba recordar a madre e hija con aquellos rostros desesperados, no, ansiaba ver sus rostros sonrientes, como la alegre niña y sumisa madre que habían sido. Sobre el suelo y a una distancia imprudente del pelirojo yacían retorciéndose en el suelo con aquel fornido hombre atosigándole el cuerpo y alma, reia ante su llanto escupiendo a su desespero, pateaba sus costillas ante la menor muestra de rebeldía, y aquellas dos mujeres despojadas ya de toda prenda forcejeaban en un mar de lagrimas y una sinfonía de gritos por lo que ya nunca podrían poseer nuevamente, la inocencia de su hermana habia sido ultrajada ante sus ojos. Era ilógico creer que ser humano alguno habia acudido en su auxilio mas aun con los gritos que sus labios profesaban, gritaron hasta que la voz se les termino y las fuerzas abandonaron sus cuerpos, gritaron hasta que sonido alguno logro manar de sus labios -¡déjenlas!- sollozo una distante voz, el Anuar de aquella época se habia logrado escapar del agarre y se abalanzaba ya contra el sujeto que sobre su hermana yacia, con el rostro ensangrentado y el rostro humedo un solo golpe habia podido otorgarle antes de caer al suelo inconsciente, con una fontana de sangre sobre su nuca y habia anhelado aquella noche haber perecido junto con las memorias de sus mujeres, la visión habia terminado ahí porque lo que no habia presenciado no podia recordar.

Bahir habia comprendido hacia tiempo que aquel mismo instante fue cuando el creció, cuando comenzó a ser quien ahora era, el miedo se habia apoderado de Anuar y no habia sido diferente los próximos años, era fácil entonces atormentarle en sueños al grado de, dejarle despierto por varios días hasta que todo perdia gracia y lo dejaba en paz por nueva cuenta, era un humano divertido de aquello no habia duda –debemos seguir- le indico en voz baja con el peluche contra el pecho y el rostro impasible, tantas veces habia visto ya aquel recuerdo que una vez mas en nada le afectaba.

La siguiente escena no duro demasiado, habia sido la ultima discusión con su padre y con aquello el fin de la vida como la conocía –mira, tras esa puerta se encuentra lo que buscas- murmuro señalando una distante puerta de madera negra, con una manija que por la distancia era imposible distinguir, el cielo se tejió con la forma de una telaraña.

-Bueno, ahora te conozco, eso es bueno – Comentó siguiéndole, sin poder notar la expresión en su rostro ya que el chico iba un poco más adelante y el lugar a su alrededor captó su atención. Oscuro y tétrico, el viento irrisorio le trajo memorias de su propia infancia, de aquella noche pasada en la intemperie, calándose los huesos, con el miedo a ser comido por un lobo o ahogado bajo la nieve. Sintió un escalofrió recorrer todo su cuerpo, el miedo en su interior creía conforme caminaban en ese mundo, observó de reojo a Bahir, parecía mentiras que un niño tan pequeño y de expresión inocente, pudiese causar esa nauseabunda sensación.

Lo siguiente lo dejó sin aliento. Se quedó mudo y petrificado frente a la escena que se desarrollaba ante sus ojos, las dos mujeres forcejeando contra los burdos hombres que las atosigaban y desgarraban en cuerpo y dignidad, sus quejidos y llantos formaban un espantoso concierto interminable y las manos de Angelique aferradas a los brazos del hombre, sus diminutas uñas intentando lacerar la carne, en vano tratando de alejara. Pero lo más espantoso fue sin duda ver la expresión atormentada de Anuar quien apenas era un pequeño infante.

De repente todo cobraba sentido.

Y la realización de aquello desencadenó un mundo de cosas en su cabeza en ese instante, demasiada información en muy poco tiempo, cosas que probablemente no estaba preparado para asimilar. Se mordió el labio interior apartando la mirada para no seguir mirando la escena y cerró los ojos.

Eres una niña Soren. No puedes seguir mirando.

Cuando los gritos pararon y todo quedó en silencio, se quedó con los ojos cerrados temiendo ver más cosas y se agarró al brazo de Bahir para continuar caminando sin caerse.

Eres la vergüenza de toda la raza vampirica Soren. A mi también me das lástima.

Abrió los ojos sólo cuando el niño había vuelto a hablar y divisó la lejana puerta. ¿Que pretendía, qué siguiera sólo a partir de ahí? El vampiro tragó saliva tiritando – Gracias por guiarme hasta aquí – Murmuró soltándole el bracito, dejando leves marcas rojizas por la presión con que le había aprisionado entre sus largos dedos. - Ha sido muy dulce de tu parte – Agregó, intentando esbozar una sonrisa, pero el lugar era tan deprimente y estaba tan perturbado por lo que había visto que simplemente no le salía, sus labios se negaban a mostrar una.

Se llevó ambas manos al rostro cubriéndolo por completo, buscando en su propia oscuridad algo de valor. Intentando recordar la importancia de lo que tenía que hacer. Recordando lo mucho que ese humano le había dado a su corazón. - Bien... aquí voy – Comentó y su voz sonó todo menos optimista.

Bahir le observo rodando nuevamente aquellos verdosos orbes –eres sorprendente- mascullo sin inmutarse por las marcas en su palido brazo causadas por la aspereza y falta de tacto con que el vampiro le habia sujetado mas aquellos es esparció, un rubor en sus brazos que indicaba el lugar justo en que habia apretado, el rubor se esparció por lo largo y ancho de su brazo hasta no dejar rastro alguno de lo sucedido, porque a Miedo aquellas cosas no podían herirle, se veía incapacitado a sentir dolor quizas, por lo menos el dolor físico.

-no tienes porque ir solo…se que eres niña y no podrías- asevero con severidad sujetando la mano del intruso para comenzar su ultima travesía, de los cielos emergieron arañas gigantes, de vientres peludos y boca de tenazas, de los cielos surgieron demonios en forma de arañas, de patas inmensas y preciosas piedras negras que por ojos llevaban y en ellos podia verse el reflejo de las malas acciones, de las acciones que le condenarían a un abismo en el cual no buscaba resolución alguna. Siete patas tenia cada una y siete ojos tenían también, siete de aquellos espectros se alzaban a cada lado del camino sopesando justo donde los abismos comenzaban a descender con la promesa de un mejor lugar cuando lo que habia alla abajo no eran mas que guijarros e inmensidad. Se mecían zigzagueantes como un péndulo de lado a lado, se mecían insonoras como un reloj aguardando –condenadas están ya ¡fuera de aquí!- bramo el pequeño con voz sonante y asi como habían descendido caían ahora por las paredes de piedra, cada una con su particular y único pecado, cada una con su propia condena -¿te dan miedo las arañas?- le cuestiono con una media sonrisa de lado quizas por eso Anuar temia tanto de ellas, arañas de colores en sus sueños se habían aparecido ¿se habia fijado alguna vez en los colores? Supuso entonces que no, abria comprendido de ser asi que eras seres que habia que domar y no asi dejarse temer por ellos.

Se detuvo frente a la puerta negra, con una bruma del mismo color emergiendo por el margen inferior, una parecida si esque la misma de la cual el pequeño habia emergido, sonrio de medio lado girando la perilla, con un rechinido que hizo desmoronar los acantilados y traer el cielo abajo, las telarañas cayeron por el lugar como plastas blancas y pegajosas –te presento a dolor- susurro mientras la puerta se abria de par en par, en la habitación no quedaba sino una negrura en la cual se vieron envueltas al instante y la puerta por la cual abian entrado y los abismos de piedras grises desaparecieron, siendo un recuerdo mas de aquel mundo de memorias.

Bahir observaba al vampiro con una amplia sonrisa en sus labios y el oso de peluche abrazado por sus dos diminutos y blanquecinos brazos, sus pantaloncillos negros nuevamente le daban formalidad a uno niño que no debería tenerla -¿lo has logrado descifrar?...- le cuestiono divertido, un juego, el primero en tantos años de existencia –no te acongojes, si no logras descifrarlo la respuesta te la dare yo pero anda, inténtalo un poco- le aconsejo observando el cielo, pronto debía volver a surcarlo o quizas cobardía crecería de mas, no quería que aquel animalejo se metiera en un capullo, entonces no sabia que saldría de todo aquello.

Soren se sintió inmensamente aliviado al escuchar que Bahir seguiría acompañándole en esa nueva etapa del camino, asintió con la cabeza – Sorprendentemente cobarde... si – Musitó sin ningún tapujo, al parecer en ese lugar costaba menos expresarse, o a lo mejor era porque hablaba con un pequeño niño y no directamente con Anuar. Dejó escapar un suspiro cuando le tomó de la mano y se dejó guiar a través de la puerta.

Las arañas no le sorprendieron tanto como lo que había visto en la habitación anterior, de hecho comenzaba a creer que ya nada le sorprendería ni le perturbaría luego de haber presenciado la violación de la Madre y Hermanas de Anuar. Irónicamente él había visto cosas peores en su vida vampirica, ser un hijo de la noche te hacía endurecer el carácter, especialmente si se trabajaba en un cargo militar. Mutilaciones, violaciones y asesinatos, los había visto todos y ninguno había causado tal efecto en él.

Eso es porque Anuar te importa.

En lo que sentía por Anuar yacía la respuesta a sus preguntas. Anuar era su más grande debilidad, más quizás que el mismo fuego o el sol. Acababa de comprobar hasta donde podía llegar la preocupación y la angustia, si algo malo le pasaba a ese chico. Se mordió los labios más asustado si era posible, más no por las arañas o por ese espantoso mundo a su alrededor, sino por saber que Anuar sería su condena y perdición, aterrado frente a lo que ese simple humano común podía causar en su cabeza.

-No, las arañas son lindas – Comentó mientras caminaba y las observaba, con sus barrigas peludas y sus enormes patas – De hecho tengo una gran familia instalada en mi cuarto, viven en una esquina y les he puesto nombres – Explicó intentando olvidar los anteriores pensamientos. Entonces el niño se detuvo y le presentó a Dolor.

Soren se quedó observando como todo se desmaterializaba y las arañas se escabullían a algún otro lugar. ¿Que podía ser peor que el miedo? El dolor por supuesto, pero Bahir era un niño adorable, un niño asustado al que le daban ganas de abrazar. ¿Como sería dolor?

- Hola... soy Soren... mucho gusto Dolor – Murmuró entrando por la puerta con los ojos bien abiertos por la oscuridad - ¿Hola? -

-sorprendentemente humano…- murmuro el pequeño adentrándose en aquella obscuridad que se cernió entorno a ellos como una densa bruma, observo en derredor sin ver a nadie ni nada, nadie mas que ellos dos y el solo de peluche que de su brazo colgaba…

-pero has sido ciego ante lo que tuviste siempre frente a ti- murmuro con aquella voz impasible y serena, con aquella parsimonia con que la estrella negra se habia guiado alla en lo alto, antes de descender y tomar aquel rostro humano e infantil, con esas dos diminutas canicas verdes y bucles adheridos a su cráneo, de un negro tan intenso comparable solo con aquel universo -¿no te dije que dolor era un buen amigo mio?...- le cuestiono con una sonrisa hilarante sobre sus sonrosados labios, avanzo pues hacia el vampiro entregándole el oso de peluche, aquel mullido ser con relleno de algodón, con un impecable moño entorno a su abultado cuerpo y un vientre esponjoso radiante de una tonalidad cremosa, con algunas manchas por la suciedad y dos ojos de cristal, porque no solo parecían dos piedras preciosas ademas, lo eran.

-pero debes prometer cuidarlo y regresarlo conmigo…porque es mi único amigo y te lo estoy confiado…te juro que si no mi existencia radicara solo en hacer miserable la tuya- asevero frunciendo el entrecejo al grado que, sus cejas parecían ser solo una y varias arrugas surcaron su perfecta frente matizando aquel aniñado rostro en lo que en cualquier otro momento y en cualquier otro niño hubiese sido un gesto de berrinche absoluto.

Le otorgo pues el afelpado ser de algodón y retrocedió varios pasos para alzar la vista a lo que bien pudiendo ser el cielo podría ser también el suelo, porque aquella masa sin forma permitía a su imaginación crear las mas horribles y despiadadas bestias pero estaban ahí, para hacerle compañía cuando mas nadie podia romper con aquella soledad que estaba condenado a pasar por la eternidad ¿Por qué no podría haber nacido bajo el nombre de cariño? Inclusive serenidad podia jactarse entre los demás mas el, el cuando hacia acto de presencia era el motivo de una huida despavorida y entonces, entonces se quedaba con sus propios monstruos y aquellos ya no eran suficientes, tenia que crear mas y mejores de aquellas bestias, arañas de vientres peludos, espectros sin forma alguna, maleables a su capricho y decisión. Y entonces habia llegado aquel a quien nunca antes habia visto y que sin embargo, conocía tan bien como el mismísimo Anuar y se habia visto en la necesidad de tenerle, aunque fueron unos instantes, en compañía.

Trago en seco observándole y corriendo hacia el escondió su rostro en su estomago –gracias…por haber cambiado nuestros días- susurro desvaneciéndose en aquella densa neblina que como columnas trepo al cielo materializándose nuevamente en una estrella fugaz y sin ninguna otra palabra prosiguió con su andar en los cielos, errante, siempre solo.

Que difícil era comprender lo que sentía en esos momentos. Era la primera vez que experimentaba algo así. Un calorsito que le subía por el cuerpo, llenandole la panza, una sensación que hacía mucho tiempo no sentía. Recordó lo que se sentía estar lleno de un buen tazón de sopa tibia en invierno. Una sensación que creyó haber olvidado con el tiempo. Abrió los ojos en sorpresa cuando el niño le había ofrecido al muñeco, no lo había sospechado, tan preocupado estaba por las cosas que había visto que, no se había detenido a observar dicho detalle.

Tomó al muñeco entre sus manos, observándolo a sus inexpresivos ojos. Él único amigo de Bahir y el causante del las pesadillas de Anuar. ¿Como podía sentir simpatía por tan terroríficos seres? Pero no podía evitarlo, por más que se esforzaba, no odiaba a ninguno de los dos, no podía. Ambos eran desdichadas criaturas que habían nacido de las circunstancias de la vida de Anuar, ninguno tenía la culpa de causar tales efectos en él. Y ambos temían morir.

-Si acabo con el dolor... ¿morirá?- Murmuró sosteniendo el muñeco en sus manos, no podía hacer eso ¿Que sería entonces del pobre Bahir?. Entonces una idea se le ocurrió, era bastante alocada y extraña, pero quizás funcionaría, en ese mundo él podría tener control de muchas cosas, debía recordar que allí todo podía ser posible y su poder no tenía límites -Entonces sólo lo llevaré de viaje por un tiempo – Dijo al fin.

El vampiro abrazó al oso, cerrando los ojos suavemente, intentando no sentirlo con el cuerpo, sino desde adentro, poniendo su mente en blanco o intentando absorberlo. ¿Daría resultado? No sabía, pero debía intentarlo. Lo tomaría prestado por un tiempo, porque no podía robarlo para siempre. Una luz de color rojizo comenzó a disolver al oso, conforme este se unía al cuerpo de Soren y terminaba aderiéndose a su pecho, desapareciendo dentro de él.

El abrazo de Bahir le sorprendió enormemente, pues había creído que no era del agrado del chico, abrió los brazos y le aprisionó contra su pecho, sintiéndolo frío como el hielo, luego el niño había desaparecido tan fugazmente como había aparecido y Soren sintió que el mundo a su alrededor se disolvía paulatinamente y que la habitación comenzaba a materializarse con lentitud, la oscuridad fue iluminada por el candil y el rostro de Anuar apareció frente a él, con una expresión que en el momento no pudo definir. Parpadeó como volviendo de un largo transe y una punzada de dolor lo recorrió por completo. Entonces recordó que había traído consigo a 'dolor' y ahora debía habitar en su cuerpo.

Un par de lágrimas sanguinolientas amenazaron con caer por sus ojos, pero no las notó, lo único que atinó hacer fue sonreír como un tonto, como si no pudiera coordinar con coherencia sus emociones en esos momentos. Entonces el placer le inundó de nuevo, todo de golpe, placer y dolor unidos de un momento a otro y dejó escapar un gemido mientras fruncía el entrecejo y escondía su rostro en el cuello de Anuar.

- ¿Te duele? - Le preguntó, sólo por confirmar lo que era obvio. No podía sentir dolor ahora, porque él se había llevado al pequeño amiguito de Bahir a dar un paseo.

Se habia ahogado por algunos efímeros segundos en un vaso inexistente de agua, por un instante le pareció que todo el aire que en sus pulmones se guardaba se habia esfumado en un abrir y cerrar de ojos y se sintió perdido en la inmensidad de aquella habitación porque comprendía que algo habia sucedido, comprendía que en lo que pareció un segundo algo en aquella escena habia cambiado de lugar, atreverse a declarar de que se trataba era sin embargo algo a lo que no se atrevía a acceder por haber tantas y tan diversas opciones.

Rodeo su espalda con sus brazos y a punto estuvieron sus labios de dictaminar un si cuando su cuerpo pareció vibrar de alegría y acallar aquel insonoro grito -¡no!- su voz resonó en toda la habitación y le pareció que la luz del candil se desmayo por unos instantes ante aquel sonoro rugido. Sus labios y aguileña nariz se perdieron en aquel mar de trigo maduro que se cernía entorno al cráneo del vampiro aspiro como si de aquellos cabellos manase la única fuente de vida en el mundo -¿Qué has hecho?- le cuestiono en voz baja y al oído, temeroso de que el inexistente viento de la habitación volase sus palabras a oídos de otro ente, porque solo suyo era aquel pecado y resolución, se entregaba completamente a la perdición y el consuelo, que el amor hiciese con el su pieza mas preciada.

Beso su mejilla como quien besa su bien mas preciado, con sonoros tronidos dispersos cuando sus labios se despegaban de aquella pálida piel ¿Qué sentimiento mas puro a aquel habia? ¿Qué persona podia decirse dueña de aquello? Y Sus ojos parecieron por un segundo una amalgama de dos entes diferente y a la vez pertenecientes a lo mismo, sus ojos color de miel fueron por un segundo como dos inmensas y resplandecientes esmeraldas y sus rojizos y lacios cabellos se rizaron y encogieron en la tonalidad del carbón, juegos seguramente, de una mente atrofiada.

-por un segundo sentí que me ahogaba- murmuro sobre su oído observando su espalda pálida y el surco que en la misma se formaba bajando hasta sus glúteos para después desaparecer en el mas antojable de los pecados.

La negativa que recibió por respuesta, era lo que Soren estaba esperando. Luego de tan larga travesía por la mente del humano no esperaba más que esa respuesta. En lo que pareció un parpadeo, había descubierto cosas que jamás habría imaginado y el amargo sabor de haber visto el horroroso recuerdo de la niñez de Anuar, aún se esparcía por su paladar como el jugo de un limón descompuesto. Había regresado al plano físico y se encontraba tan sobrecogido con tantas emociones al mismo tiempo que no supo como reaccionar. Se aferró a Anuar escondiendo aún más su rostro en el cuello del muchacho, intentando recordar la razón por la que estaba allí.

Nunca había tenido una conexión tan fuerte y vívida con un ser humano y nunca creyó que su poder mental pudiese llegar tan profundo en su psiquis. Podría jurar que había sentido el agua, real y húmeda de las lágrimas y casi se había ahogado en ellas mientras nadaba, también podía jurar que había temido caer en los precipicios de los mundos del miedo que Bahir le había mostrado. ¡Bahir! Su nombre se deshizo en su lengua antes de tan siquiera pudiera pronunciarlo. Algo en su interior le dijo que debía guardarlo como un atesorado secreto, por lo menos por ahora. No creía que fuese el momento (ni sabía como) para explicar la existencia de aquel ente y explicar lo sucedido.

Levantó el rostro escuchando lo que decía Anuar, apoyó su frente en la del chico respirándo entrecortadamente, mientras comenzaba a moverse con lentitud. Entrando y saliendo del cuerpo de Anuar con gentileza, no porque temiera que le doliera a Anuar, sino porque precisamente le dolía a él. Recordó entonces el dolor que había sentido la primera vez que habían hecho aquello, cuando había sido Anuar quien se había perdido dentro de su cuerpo.

-Te lo contaré después... no es el...m..o – Se interrumpió para dejar escapar un suave quejido - ...mento ahora – Cerró los ojos y arrugó el puente de la nariz conforme el dolor se esparcía por su cuerpo, un dolor que conocía muy bien y que contrario a lo que se pudiera pensar, le parecía delicioso. Le resultaba mágicamente excitante, porque aquel dolor le reafianzaba la conexión que ahora existía entre ambos y ese lazo valía más que cualquier otra cosa.

Comenzó a moverse más rápido, aferrándose a los hombros de Anuar y luego bajando con sus manos para tomarlo por la cadera y obtener una posición más cómoda – Me ahogué en ti – Murmuró apenas, con los labios presionados contra su nariz y aunque aquello no tuviera ningún sentido para Anuar, Soren tenía testigos para comprobarlo. Se había ahogado en sus lágrimas.

(( Cambie el nombre del tema...Más apropiado (?))

Se aferro a la espalda de Soren cuando aquel vaivén de caderas comenzó, su frente perlada por sendas gotas de sudor que recorrían su sien se estrechaba contra la del vampiro sin temor alguno de que este conociera asi su mas grandes y profundos pensamientos, la función del flequillo se veía anulada por la presencia del vampiro, porque solo con el sentía que ropaje alguno ni denso cabello impediría hacerle sentir desnudo en cuerpo y alma ante el y quizas inclusive lograse en algun momento decidir que aquella ilógica idea de llevar flequillo abstendría a sus ideas de explayarse ante curiosos ojos quizas en algun momento decidiría darle fin.

Sintio cada estocada cargada de placer y éxtasis, su cuerpo comenzaba a acompasarse a aquel vaivén de caderas como si en su mente sonase una idónea melodía que solo para ellos dos habia sido escrita y como si aquello no le fuese suficiente sus labios habían decidido cantar para aquella melodía en una composición de gemidos y jadeos que no podían sino poner a flor de piel las sensación que dentro de el le consumían como el fuego a una braza.

-¿y como se ha sentido?- le cuestiono en voz baja moviendo sus labios sobre su cuello como una zigzagueante serpiente, de aquellas que habían visto en el circo y sinuosas habían intentado trepar por sus piernas quizas buscando algun punto clave en que hincar su veneno. Su manos recorrieron su cuerpo a la par que sus labios humedecían su cuello, mordía, succionaba, lamia y besaba aquella zona porque con los días habia aprendido a leer sus expresiones con claridad y no habia mayor cambio en su cuerpo que cuando se cernía a aquella zona.

Su mano por otro lado se poso sobre la ajena apretándola con suavidad, intentando intercalar sus dedos con los del vampiro –no me sueltes- murmuro compungiendo el rostro, atrapando entre sus labios esa tersa piel que no podia menos que producir todo aquello.

{¡me encanto tu nuevo avy!}

Le gustaba escuchar los indecentes sonidos que la boca de Anuar pronunciaba cuando el pudor le abandonaba y se entregaba por completo al placer. Sólo en dos ocasiones le había visto sucumbir de esa manera, pero ninguna como aquella, con tal intensidad y entrega. Su paseo por su incierto y recóndito mundo mental quizás había producido tal efecto en Anuar, tal inhibición. No había conocido a 'lujuria' en su viaje, pero tal parecía que aquel ser hacía su tarea con dedicación y permitía a Anuar disfrutar del momento sin aparentes remordimientos.

-Ha sido como...estar al borde de la muerte, la verdadera muerte – Murmuró y ya no pudo seguir hablando porque en vez de palabras de sus labios sólo pudieron aflorar gemidos apasionados cuando los labios de Anuar alcanzaron su cuello. Aquello le impulsó a empujarse con más fuerza contra su amante, alcanzándolo mucho más profundo, conforme los cuerpos cedían y les permitían acoplarse casi perfectamente.

Agarró la mano de Anuar que buscaba la suya como una especie de apoyo invisible, Soren olvidó por unos instantes su propio dolor, sólo para perderse en los mordiscos y besos de Anuar en su cuello, entregándose a ese aparentemente pequeño detalle que le volvía loco. Quería gritarle tantas cosas en ese momento y todas y cada una de ellas se abultaban en su boca y se transformaban en una sinfonía de gemidos y suspiros que a la final no comunicaban nada, o quizás mucho más de lo que podía imaginar.

Con su mano libre agarró a Anuar por la cadera, para levantarlo y obligarlo a sentarse sobre si mismo, logrando así una penetración más profunda.

- Agghh... - Gimoteó cuando sintió que se partiría en dos, lo cual era realmente extraño teniendo en cuenta de que no era él quien recibía a un intruso. Sin embargo le importó poco, tan pronto como pudo sobreponerse a la sensación, comenzó a moverse, empujándo la cadera de Anuar con la suya, imponiéndole un nuevo ritmo.

Trastabillo aun en sus gemidos cuando la postura cambio, su mano libre busco soporte en las piernas del vampiro y su espalda se curveo hacia adentro mientras sus dientes se aferraban a su pálida y tibia piel, no se pensaba capaz de enterrar su perlada dentadura en el y la idea no cruzo por su mente sino como una negativa ante la misma, porque el no era ninguna especie de vampiro necesitado de la misma ni ningun humano adicto a ella aunque no le molestaría en lo absoluto volverse uno.

Se acompaso al ritmo después de algunos segundos de fallidos intentos, deformando su rostro ante el placer que invadía su cuerpo y se expandía y tomaba residencia en cada poro y célula de su cuerpo, temblaba incontrolablemente sintiendo los espasmos del placer, su cuerpo se contraía cuando la corriente llevaba a su vientre y conforme subia se extraviaba en la inmensidad de si mismo creándose nuevamente a parir de aquel punto meridiano en su cuerpo y mientras sus labios recorrían aquel cuello y su cuero se cernía entorno al miembro ajeno su mano, la antes apoyada en su pierna, comenzó a buscar su propia hombría con timidez, azorado ante el hecho de que su cuerpo parecía pedirle a gritos aquella acción, avergonzado de entregarse tan pecaminosamente al placer que un cuerpo podia brindarle, mas no tratándose de cualquier cuerpo sino el de la persona a quien mas quería y añoraba.

Su mano se cernió entorno a su miembro, con caricias lentas y pausadas que en conjunto con aquel vaivén de caderas desquiciaron en un una parte que hasta entonces no conocía y que reprimía en la medida de lo posible, sus labios rebuscaron los de Soren con anhelo probado aquella sangre que escasa y como residuo permanecía en sus labios, su lengua se cernió sobre la ajena en una especie de abrazo sin fin, le buscaba a tientas aumentando el ritmo en sus caricias. Solo con el habia conocido el cielo y el infierno y solo en sus labios y ante sus caricias quería sucumbir.

Hubo un tiempo en su juventud en el que, Soren creyó que nunca tocaría otro cuerpo de una manera lasciva, como tampoco imaginó que, otra persona pudiera desearle y entregarse a él de aquella manera, así que estar con Anuar en tales condiciones era como un sueño, uno del cual no quería despertar. Abrió los ojos para deleitarse con las expresiones de Anuar, pero sus labios le atraparon y envolvieron como una serpiente. Correspondió al beso con fiereza.

Con su mano derecha buscó el miembro de Anuar y se encontró con que la mano del chico estaba acariciándolo, cortó el beso y abrió los ojos un tanto sorprendido y se quedó observando como el chico se auto complacia. Parpadeó sorprendido ante aquella acción, porque nunca se esperó ver a Anuar haciendo algo así, si creía conocerlo bien, no le habría creído capaz.

-Así... es como lo haces tu – Murmuró observándole con curiosidad fulgurando en sus ojos azules, sin poder evitar que el morbo le resultara delicioso, la sola idea de ver al humano quien parecía odiar todo ese tipo de demostraciones banales, ahora masturbándose descaradamente frente a sus ojos le resultaba exquicita. Sonrió enseñándole los colmillos con malicia – Siempre había tenido... curiosidad... de ver esta escena... - Susurró moviendo sus caderas suavemente, para poder prestarle atención.

Quizás si se fijaba bien, aprendería a hacerlo mejor, todo el mundo sabía que el mejor maestro era el ejemplo, así que si ponía atención, podría descubrir la mejor manera de acariciar a Anuar en su totalidad.

No te justifiques Soren. Simplemente te encanta verlo sometido y avergonzado. Porque en el fondo deseas tener el poder.

La voz de Soren le obligo a alejar su mano de sus caricias, temblaba como un niño que ha sido descubierto cometiendo el mas ruin de los actos, quizas rayando alguna pared o haciendo trizas los vestidos de mama, inclusive podia ser engullendo las galletas que en la alacena mas alta pretendían pasar desapercibidas para su curiosidad y antojo, su mano se escondió tras su espalda como si en ella pudiese encontrarse restos de su fechoría y sintió como el rubor ascendía por su rostro como dos duraznos en temporada ¿Cómo habia llegado a pensar que aquella acción llena de lujuria y lasciva podría estar bien?

Bajo la mirada topándose con el pecho del vampiro, su vientre y seguidamente aquello que ahora tanto le avergonzaba, escondió su rostro apoyando su frente sobre su clavícula al instante –la ansiedad y el anhelo me ganaron…yo…lo lamento- murmuro en aquella posición, con el rostro oculto de cualquier mirada curiosa y por un segundo se olvido del momento en el cual estaban transportándose a un mundo de vergüenzas y penalidades.

Apretó con suavidad la mano que aun sujetaba intentando acompasarse nuevamente con aquella sinfonía que se llevaba a cabo en aquel recinto del cual nada conocía ¿Qué escondían aquellos armarios? ¿Qué habia bajo la cama? ¿el baño de que color era? Y quizas todas aquellas cuestiones y suposiciones que comenzaba a formularse no eran sino muestra de la necesidad de alejarse a la vergüenza, de excluirá de sus pensamientos y quizas volverá asi un hecho menos tangible, un mero recuerdo de algo que jamás había ocurrido o que no debía haber sucedido.

Su hombría se exponía rígida y erguida sobre el vientre ajeno, rozando delicadamente contra la piel del vampiro ante el movimiento de caderas del mismo, alejo su frente de su hombro ubicando su rostro a escasos centímetros del ajeno, aun con la mirada caia y las mejillas resplandecientes en rubor, le robo un fugaz beso que existió por efímeros y fracciones de segundo, era su inusual e inconexa disculpa porque y a pesar de no haber cometido ninguna barbarie ni mala obra se sentía como tal, ante la mirada sorprendida del vampiro y su asombro por su inesperada acción porque cierto era que el mismo no habia pensado en cometer dicho acto aun y en sus largas y prolongadas noches de soledad y egoísmo.

Lo que vino después fue indudablemente inesperado. ¿Pedía disculpas por haberse auto complacido? Soren simplemente no podía comprender. Él vampiro había pasado muchas noches solitarias en las que había recurrido a dichas prácticas para calmar el fuego interior que ocasionalmente se encendía y cuando era humano, con mucha más frecuencia se había desahogado en su cuarto, temblando en fantasías adolescentes bajo las sábanas.

¿Porqué para Anuar era un tabu tan fuerte? ¿Tendría que ver con su religión? Pero Anuar no era muy religioso ¿Entonces cual era el motivo? La curiosidad lo embargó haciéndole olvidar por unos instantes la situación en la que estaba. Quería descubrir todo en él, además tenía que aceptar que le provocaba demasiado morbo tan siquiera imaginarlo haciendo eso. ¿Se estaba convirtiendo en un depravado vougeur?

Anuar saca lo peor de ti Soren.

Tomó la mano que se había escondido detrás de la espalda de Anuar y la condujo de nuevo al frente con la suya, guiándola hacía la entrepierna una vez más. - Perdonado – Le susurró colocando la de Anuar allí y rodeando con la suya la de él – Guíame – Agregó lamiendo sus labios fugazmente como un gato.

Su mano opuso resistencia durante el trayecto, hasta que su propio tacto le hizo presa de un audible gemido que deformo su rostro estrechándolo contra el ajeno, el cartílago de su nariz se estrechaba contra el rostro humano quizás amenazando con romperse en cualquier segundo y cierto era que aquello no le importaba en lo mas mínimo –no se como- susurro con esfuerzo porque no antes lo habia intentado y el ritmo que habia decidido ocupar instantes atrás habia sido involuntario, nisiquiera analizado, era el ritmo que a su cuerpo le parecía correcto.

Mas ahora, con una mano sobre la suya su cuerpo parecía no encontrar aquellas caricias en sincronía, su rostro enrojecido aumentaban aquel perlado sudor sobre su frente y sienes, su pecho pegajoso se movia acompasado a su agitada y bien pronunciada respiración, escondió nuevamente su rostro, apoyando su mejilla contra su hombro y permitiendo asi a su cálida respiración acariciar el cuello del vampiro, estampando contra ella la sinfonía de gemidos y jadeos que reprimidos se contenían en su pecho imposibilitando el paso del aire, aguardaban impacientes la reanudación de las caricias ajenas o propias.

Y el cuerpo era sabio, porque bien sabia lo que necesitaba y en aquellos instantes nada necesitaba mas que aquellas caricias que le llevarían al paraíso y al averno al mismo tiempo, su mano bajo inconstante por su hombría provocándole pronunciados sobresaltos en el pecho y cuando llego a la punta ceso apartando su mano –tu sabes mejor que yo- asevero en un tono apenas y audible que sono mas a un rezo que una oración. Coloco su mano sobre la ajena y entorno a su miembro, con la mano del vampiro antes que la propia no le resultaba ya tan vergonzoso, le estaba guiando y no complaciendo a si mismo –tu sabes mejor que yo desbordar el deseo y apaciguarlo también, porque no se trata de la acción sino quien la lleva a cabo- su interior se contrajo sintiendo a aquel intruso que habia olvidado ya por todo aquello.

Soren no podía creer como aquello resultaba tan difícil de comprender, como algo que para él resultaba un mínimo y simple detalle, para Anuar podría convertirse en el motivo de una enorme vergüenza, del cruce de una línea invisible entre lo que era correcto y lo que no. Que curioso era descubrir lo que para unos resultaba normal y para otros algo impensable. ¿Cuantas cosas más habrían así entre ambos? Paradigmas distintos, valores y ética contrarios e impredecibles y aún así le amaba tanto con todas sus diferencias.

-Eres adorable – Sentenció con una sonrisa cuando Anuar había manifestado no saber como y había cambiado su mano con la suya, para que fuera él quien lo hiciera. El vampiro aprisionó el miembro entre sus dedos y comenzó el vaivén lento primero, como si fuera su primera vez. Quería que fuera perfecto a su manera. La noche de cumpleaños más inolvidable de toda la historia.

-Haré todo lo que me pidas, ya te lo he dicho... porque eres perfecto - Aumentó la velocidad de sus caricias progresivamente conforme reanudaba el movimiento de sus caderas y con ellas volvía el punzante dolor que se sentía como un niño de ondulados rizos oscuros y ojos brillantes como esmeraldas. Se mordió sin pensar su labio inferior y los finos colmillos cortaron la carne como navajas, haciendo brotar delgados hilos de sangre.

Anuar era perfecto en su imperfección, con todas las cosas que no comprendía de él y todos los contratiempos, enojos, desconciertos y demás que esto pudiera causar. Era perfecto porque le quería.

Aprendemos a amar no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando llegamos a ver de manera perfecta a una persona imperfecta.

Le besó permitiéndose probar de nuevo su sangre, estaba dispuesto a dársela toda, si se lo pedía.

¿Adorable? Muchos adjetivos se le habían otorgado a lo largo de su vida y adorable no era ni de lejos el mas recurrente en boca de sus desconocidos, aquellos que llevaban objetos y comidas a su madre porque su padre aparentaba ser un señor ejemplar ante la sociedad, un hombre que todos los domingos asistía a misa y le daba a su hija menor todo lo que una niña pudiese necesitar porque no era culpa de aquel buen hombre haber sido padre de un niño tan reservado y extraño, con cambiantes ojos y cabellos opacos, no era su culpa porque el no lo habia anhelado cuando en el vientre de su esposa el crecía.

-somos dos ciegos- sonrio contra su cuello apoyando su mano sobre el pecho del vampiro, encarnando sus uñas con delicadeza sin lacerar aquella marfilada piel porque necesitaba algun soporte o de lo contrario se desvanecería, se perdería en la sensación venidera del orgasmo. Alzo el rostro con el ceño fruncido y el puente de la nariz contraído recibiendo aquel beso con gozo y derroche de alegría en el alma. Le beso dejando que la sangre se mezclara entre sus labios, contraponiéndose al impulso de hacerse del labio inferior y succionar de este para sentir aquel elixir resbalar por su tráquea, se controlo.

Aumento el vaivén de caderas cuando sintió que su cuerpo no resistía mas sujetándose con firmeza al pecho del vampiro para no perderse en la inmensidad de aquella sensación. Jadeo su nombre contra sus labios dejando que rozaran al articular cada letra, sus dedos jugaban con uno de sus pezones acariciándolo como algun botón de rosa, aprisionándolo entre sus dedos apretándole con suavidad.

-poco mas- jadeo frente a su rostro echando su cabeza de lado.